Cuando era niño e iba a la primaria, el 12 de octubre celebrábamos en la escuela el “Día
de la Raza”. A falta de computadoras e Internet, comprábamos planillas con coloridas imágenes de Cristóbal Colón, con las célebres carabelas —porque no eran “barcos”, eran “carabelas”— La Pinta, La Niña y la Santa María y leíamos heroicos pasajes sobre la primera vez que mi tocayo, el marinero Rodrigo de Triana, vio América desde su puesto de vigía en La Pinta y gritó “¡Tierra!” . ¿Cuándo comenzamos a celebrar el “Día de la Raza”? Argentina fue el primer país latinoamericano que institucionalizó la conmemoración de esa fecha bajo ese nombre en 1913. México empezó a hacerlo en 1928. La propuesta fue de José Vasconcelos, primer Secretario de Educación Pública de México (entre 1921 y 1924), “Apóstol de la Educación” e ideólogo y defensor del mestizaje en el país. Su noción de “raza cósmica” refería precisamente a una raza mezclada, mestiza, y el “Día de la Raza” aludía a la celebración del contacto y mezcla entre diversas razas o, diríamos hoy, pueblos. Sin embargo, con el paso de los años, diversas organizaciones comenzaron a cuestionar la connotación “racista” del “Día de la Raza” y algunos países cambiaron el nombre de la efeméride. A partir de 2002 Venezuela conmemora el “Día de la Resistencia Indígena”; desde 2010 Argentina celebra el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural” y desde 2011 Bolivia hace lo propio con el “Día de la Descolonización”. Ya no se exalta el mestizaje y el “encuentro” entre “dos mundos”, sino la diversidad y las luchas de resistencia de los pueblos originarios y los esfuerzos por descolonizar sus países. ¿Y en Yucatán y México qué celebramos? En las “Efemérides de Octubre” de la SEP el 12 de octubre sigue marcado como “Día de la Raza”, el día que “Cristóbal Colón, navegante genovés, llegó a la isla de Guanahaní”. Cabe la pregunta: ¿podemos seguir celebrando en nuestro estado el “Día de la Raza”?, ¿realmente hemos asistido en Yucatán a una “feliz fusión de razas”, como desatinadamente escribió el pionero antropólogo mexicano Manuel Gamio? Me sumo a las voces que cuestionan la celebración del “Día de la Raza”. A continuación mis motivos. De acuerdo con el censo del INEGI de 2010, el 30.3% de la población de Yucatán habla la lengua maya y la mayoría de los habitantes del estado, el 62.7%, se definen como indígenas. Pero a pesar de que más de la mitad de la gente que habita Yucatán se considera indígena, principalmente maya, el racismo sigue muy presente en nuestras instituciones y en nuestra sociedad. Ser “blanco”, vestirse a la usanza europea o norteamericana, hablar buen castellano (o inglés), portar un apellido español, siguen siendo marcadores de superioridad en nuestra sociedad. De igual modo, ser moreno, hablar maya o castellano con un “acento” maya o tener apellidos mayas continúan siendo signos de inferioridad, como bien han documentado los estudios de Eugenia Iturriaga y Ricardo López Santillán. Hace unos días, Luis Raúl González Pérez, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, declaró que Yucatán “no tiene problemáticas tan agudizadas en materia de derechos humanos” (Diario de Yucatán, 9-10-15). Las palabras del Ombudsman contrastan con un reciente comunicado de Equipo Indignación, organización promotora y defensora de los derechos humanos en Yucatán (y en la península), titulado “Yucatán, la paz violenta: pobreza, exclusión, tortura”. En su comunicado, Indignación comienza observando que Yucatán es “un estado mayoritariamente maya, en el que se regatea al pueblo originario el reconocimiento de sus derechos y se les despoja de su tierra y territorio a través de procesos abusivos de especulación favorecidos por los propios gobiernos”. Lo preocupante es que el Gobierno del Estado se puede lavar las manos diciendo que en la entidad se respetan los derechos del Pueblo Maya, ya que en 2007 se llevó a cabo una reforma a la constitución en la que, a tono con la Constitución Federal, se reconoce la “composición pluricultural de la entidad sustentada originalmente en el pueblo maya”, y en 2011 publicó la “Ley para la protección de los derechos de la comunidad maya del estado de Yucatán”. No obstante los cambios legales, en la práctica persisten el racismo y la negación de los derechos del pueblo maya. Por ejemplo, en vez de que la “proteccionista” Ley de 2011 reconozca autonomía plena al pueblo maya, establece que será un instituto del Estado —el Indemaya— el que se encargará de dicha tarea. De este modo se reproduce la añeja concepción del indigenismo de que son los no indígenas los que deben resolver los problemas de los indígenas pues éstos últimos son incapaces de hacerlo por sí mismos. Asimismo, a pesar de que diversas organizaciones mayas, organismos defensores de derechos humanos, académicos y ciudadanos críticos han exigido una serie de demandas relativas a los derechos del pueblo maya —reconocimiento oficial de la lengua maya, una educación bilingüe (español y maya) e intercultural en todas las escuelas y todos los niveles, el respeto a los derechos de autonomía y de consulta, el reconocimiento de prácticas de salud y de justicia propias, acceso a medios de comunicación, entre muchas otras demandas—, la Ley de 2011 se redujo a dos temas principales: la justicia —con la creación de la figura de los “Jueces Mayas”, una suerte de reedición de los jueces de paz— y la creación de un “Registro Estatal de Comunidades Mayas en el Estado de Yucatán” (llevado a cabo por no mayas). El despojo de tierras en beneficio de los especuladores inmobiliarios, la violación al derecho de consulta —como ha quedado de manifiesto una vez más con el caso de Monsanto y la siembra de soya transgénica en la Península—, la falta de atención efectiva en lengua maya, la discriminación, entre muchas otras prácticas que niegan al pueblo maya sus derechos, son motivos suficientes para no celebrar el “Día de la Raza” hoy. No sólo deberíamos cambiar el nombre de la efemérides, enseñar en las escuelas que el “encuentro entre dos mundos” fue una conquista cuyas consecuencias todavía padecemos (racismo, discriminación, negación de derechos de los pueblos originarios) y fomentar una educación intercultural y respetuosa de la diversidad cultural, sino exigir a las autoridades el cumplimiento cabal de los derechos del pueblo maya. En “Los hijos de los días”, el escritor uruguayo Eduardo Galeano escribió: “En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja”. Honor a quien honor merece: mañana, martes 13 de octubre, Proyecto Utopía de Yucatán, A. C. y Foro Amaro realizarán un homenaje a Galeano conmemorando su vida y obra, a 6 meses de su lamentable fallecimiento. Es en Restaurante Amaro, a las 6 de la tarde. La entrada es libre.
Postada. Hoy sí celebro a un querido lector, Felipe Paredes Quijano. Enhorabuena.