You are on page 1of 19

ANALISIS DEL PROYECTO DE LEY ORGÁNICA DEL RÉGIMEN

ELECTORAL

Contexto:

En el marco de la discusión actual del proyecto de ley orgánica del


régimen electoral, la Fundación Institucionalidad y Justicia, Inc.
(FINJUS) la sometió a análisis y considera oportuno puntualizar
algunos aspectos que consideramos relevantes de esa reflexión, para
contribuir al debate legislativo y a la necesaria participación de todos
los sectores comprometidos con el régimen democrático. Esta
ponderación se ha realizado a partir del análisis del referido proyecto
de ley, así como del trabajo de la comisión bicameral y, en
consonancia, para lo que corresponda, la ley 33-18 sobre partidos,
agrupaciones y movimientos políticos.

Es necesario destacar que este proyecto de ley orgánica del régimen


electoral, dada la importancia que representa para el fortalecimiento
de las instituciones claves de nuestro régimen democrático,
agrupados en el sistema electoral así como de las agrupaciones
políticas en general, debe analizado de manera concienzuda y
pormenorizada que contribuya al logro de una legislación sustentada
en los presupuestos constitucionales, y que sea acorde a los nuevos
tiempos, para responder frente a la diversidad de desafíos que se
presentan en materia electoral.

Resulta paradójico, en primer lugar, que pese a ser una pieza


legislativa crucial para el sistema democrático dominicano,
permaneciera rezagada en el Congreso Nacional y que de manera
apresurada se disponga a su conocimiento y sanción, dejando abierta
la posibilidad de que contenga vacíos e inobservancias que podrían
causar graves daños al Estado social, democrático y de derecho y a la
seguridad jurídica que precisa.

A continuación presentamos los principales aspectos que


consideramos requieren de mayor ponderación en el seno del
Congreso:

Con relación a la obligatoriedad del voto y la inclusión del voto en


blanco en la boleta electoral.

El voto obligatorio ha sido un tema de amplio debate en materia


electoral. En nuestro país desde bloques políticos se ha propugnado
el establecimiento de la obligatoriedad del voto en las disposiciones
que conforman el régimen electoral resultando en una propuesta
incluida en los trabajos de la comisión bicameral que estudia el
proyecto de ley de que se trata; sin embargo una norma de tal
importancia ha de ser verificada a la luz del contenido constitucional
y los preceptos democráticos que deben configurarla.

El artículo numeral 2 del artículo 75 de la Constitución dominicana


establece que es un deber de todo ciudadano “Votar, siempre que se esté
en capacidad legal para hacerlo”. En sentido similar, el artículo 208
expresa que “Es un derecho y un deber de ciudadanas y ciudadanos el
ejercicio del sufragio para elegir a las autoridades de gobierno y para
participar en referendos. El voto es personal, libre, directo y secreto. Nadie
puede ser obligado o coaccionado, bajo ningún pretexto, en el ejercicio de su
derecho al sufragio ni a revelar su voto”.

De ambas disposiciones se colige que establecer la obligatoriedad del


voto desnaturalizaría la esencia del sufragio configurado
constitucionalmente, pues se establece que nadie puede ser obligado
o coaccionado bajo ningún pretexto en el ejercicio de su derecho al
sufragio. Resaltamos que el voto voluntario se sitúa en el ámbito de
la libertad individual y, por ende, su ejercicio debe ser decidido de
forma autónoma y no exigido coercitivamente. De ahí que la
obligatoriedad resulta incompatible con la prioridad de la libertad
que promete nuestro sistema de valores políticos.

Por otro lado, debemos enfatizar en la no factibilidad de establecer la


obligatoriedad del voto tal y como lo esboza la propuesta de la
Comisión, ya que entendemos que dicha medida no se corresponde
al espíritu de nuestra Carta Magna la cual entiende el voto como un
derecho y un deber ciudadano caracterizado por ser “personal, libre,
directo y secreto”. Además de ello hablar de obligatoriedad implicaría
estructurar un régimen de consecuencias lo suficientemente estricto
como para coaccionar a la ciudadanía sin descuidar criterios de
justeza abarcadores que permitan prever situaciones excusables.

En definitiva, sobre este aspecto, entendemos que una reforma


electoral como la propuesta no debe concentrar su atención en la
creación de un Estado coactivo que tenga como prioridad forzar el
voto de los ciudadanos que han decidido no ejercer ese derecho.

Otra cuestión que debe ser aclarada en este sentido es que la situación
de compra y venta de cédulas no encuentra solución en el
establecimiento de un voto obligatorio, sino en un régimen electoral
que someta al orden las agrupaciones partidarias.

Por otro lado, es preciso destacar, a modo de valoración positiva, la


propuesta de que se incluya una casilla en blanco en la boleta electoral
a fin de que el elector pueda expresar su no simpatía por las
propuestas electorales existentes. Esto representa un paso hacia la
garantía de la expresión voluntaria del ciudadano, lo cual no debe
desnaturalizarse al anclarlo y/o supeditarlo a la disposición de la
obligatoriedad del voto.

De la obligatoriedad de los debates electorales.


El debate electoral es una herramienta útil que permite a la
ciudadanía informarse sobre los programas de gobierno y proyectos
legislativos de los partidos, frentes, movimientos y/o agrupaciones
políticas. De manera directa los propios actores políticos tienen la
oportunidad de transmitir sus lineamientos, propuestas y acciones
que consideran prioritarias que ejecutarían si acceden a las
instituciones democráticas. Lo anterior es una de las vías para
garantizar que los electores puedan reconocer en los representantes
partidarios las opciones que a su juicio mejor representan los
intereses colectivos o de comunidades específicas, permitiendo en
muchos casos que de forma directa los electores expresen sus críticas,
objeciones o simpatías.

La doctrina comparada señala que, desde un punto de vista


normativo, los debates entre candidatos son herramientas que
mejoran “la calidad de la democracia a través de diferentes canales: por un
lado contribuyen a la formación de un electorado más informado y racional
y, por el otro, le brindan a los políticos la oportunidad de conseguir el
consenso de la ciudadanía”. Se han señalado, además, que este tipo de
prácticas contribuyen a la “legitimación de las instituciones democráticas
y a la sociabilidad política entre los electores.”

Dada la incidencia en la calidad de la democracia de la celebración de


los debates electorales resulta prudente visualizar la experiencia
comparada para fijar una opinión fundada acerca de la certeza de
establecer regulaciones jurídicas sobre dichos debates, puesto que
existe un abanico de opciones posibles que pueden ser tomadas en
consideración.

FINJUS ha expresado reiteradamente que los debates constituyen una


sana práctica democrática que puede ser implementada en la cultura
electoral dominicana; sin embargo, entendemos que su regulación no
debe poseer el carácter de obligatoriedad de manera que signifique
un requisito para el ejercicio del sufragio pasivo, es decir, que ello
impida sustentar una candidatura.
Otorgar el carácter de obligatorio a los debates electorales no
resultaría factible pues en un sistema jurídico esto implica la
imposición de sanciones a quien no acuda a dichas convocatorias, lo
cual pudiese entrar en pugna con ciertos derechos fundamentales.

Lo que sí debe apostarse es al reforzamiento de la cultura política y la


institucionalidad democrática, ya que esto constituye la vía para
imponer la sanción natural al candidato ausente: la pérdida de
confianza ante el electorado.

En cualquier caso, es importante destacar que las autoridades


electorales, los partidos políticos, las organizaciones sociales
representativas y los medios de comunicación están llamados a jugar
un rol determinante en la organización de los debates electorales para
otorgar mayores niveles de legitimidad y confiabilidad.

Sobre el arrastre, voto preferencial, método D’ Hondt y boleta


única.

De los grandes temas a ponderar, en el marco de la reforma a la ley


de régimen electoral, es el trinomio que conforman las figuras del
voto preferencial, el arrastre y el método D’ Hondt, y adicionalmente,
la idoneidad o no de utilizar boletas únicas a nivel congresual dado
su desdoble en las elecciones senatoriales y las diputaciones.

En el proyecto de ley orgánica del régimen electoral estos


presupuestos están contenidos en los artículos 223 y siguientes para
establecer un sistema de representación proporcional, indicando la
metodología y procedimiento a utilizarse para la escogencia de los
representantes de los escaños. Hemos subrayado anteriormente que
estas figuras, en conjunto, resultan contraproducentes, y que sería
conveniente proceder a la separación de las boletas electorales a nivel
congresual, para que se exprese nítidamente la intención voluntad del
elector hacia los senadores y diputados de su simpatía
respectivamente.

Una reforma al régimen electoral debe encaminarse a expresar la


intención del elector lo cual no resulta de la combinación de las
figuras precitadas, tal como se explica a seguidas.

El voto preferencial

El voto preferencial es un mecanismo orientado a garantizar una


mayor pluralidad en la configuración de la representación del
electorado y, que a su vez, pretende bloquear la hegemonía de las
direcciones de los partidos políticos que –en escenarios partidistas
como el nuestro– parece estar dirigido exclusivamente a instaurar un
sistema de listas discrecionales que les permita realizar acuerdos
antidemocráticos y limitar la elección popular.

Sin embargo, aunque este método supone que se materialice una


garantía sólida de mayor participación democrática, las experiencias
vividas en las últimas elecciones generales reflejan graves problemas
estructurales que desvirtúan la justificación originaria del voto
preferencial.

Las desventajas colaterales que rodean la figura del voto preferencial


no parten de la existencia y/o esencia per se de este método de
votación sino más bien en las deficiencias de la normativa que lo
configura y la profunda debilidad institucional del sistema de
partidos de nuestro país.

La Ley confunde el voto preferencial con elementos como el arrastre


que resultan contraproducentes de cara al fin ulterior de esta figura,
ya que distorsiona la intención del votante limitando a un partido
determinado su voluntad al momento de la elección.
Entendemos que para la aplicación correcta del voto preferencial,
donde las cúpulas de los partidos, el personalismo y el financiamiento
sin control de las candidaturas no sean quienes mantengan el control
de los procesos electivos, debe considerarse una estructura coherente
que sea establecida en la ley de partidos políticos y la normativa del
régimen electoral, contemplándose en ésta última la eliminación del
denominado “arrastre” y de cualquier método que no exprese
simbólicamente la representación directa de la soberanía popular; así
también, y como consecuencia de una necesaria eliminación del
arrastre, fortalecer las boletas independientes a nivel senatorial y de
diputaciones.

Método D’ Hondt

Tal y como hemos indicado anteriormente utilizar en conjunto el voto


preferencial, el arrastre y el método D’ Hondt resulta
contraproducente de cara a los presupuestos democráticos
constitucionales establecidos, los cuales se orientan a la expresión fiel
de la voluntad del votante; al combinar estas figuras y, en especial
este método de conteo, se distorsiona la intención del elector al ser un
voto dado al partido.

Este método de conteo que utiliza el cociente electoral, termina por


impedir que el candidato más votado sea el electo dado que el partido
que lo postuló puede no alcanzar los votos suficientes para obtener
alguna representación.

Boletas independientes

Por otro lado, consideramos necesaria la separación a nivel


congresual de las boletas electorales de manera que sean
independientes las boletas para los senadores y los diputados.

La idea es que quede reflejada la composición bicameral al momento


del proceso eleccionario, considerando el principio de separación de
funciones entre ambas cámaras a fin de que se garantice la calidad
reflexiva en la aprobación de las normas, así como también los
principios de representatividad y pluralismo necesarios para la
composición del poder legislativo.

En tal sentido, si se pretende estructurar una configuración


institucional adecuada del sistema bicameral es necesario que la
elección de los senadores y diputados sea realizada en boletas
separadas; en consecuencia a esto debe revisarse el sistema de
arrastre vigente en la boleta única a nivel legislativo pues esta resulta
a todas luces inconveniente.

De la propaganda política en el periodo de campaña electoral.

Con relación a la regulación en general de la propaganda política es


preciso realizar algunas puntualizaciones:

Normativa insuficiente respecto a propaganda en medios digitales

El auge de las tecnologías de información y comunicación (TIC) ha


supuesto un quiebre con ciertos paradigmas modernos de las
sociedades; uno de ellos el de la participación política y las campañas
electorales de mano de la tecnología a través de las redes sociales.

Esta nueva tendencia representa un campo de acción prácticamente


libre para partidos, agrupaciones e instituciones, políticas y estatales
como fuente de información y su utilización como medio de difusión
propagandística de carácter electoral.

Una normativa electoral actual debe tomar en consideración la


irrupción de las nuevas tecnologías de la información en nuestra
sociedad, que como en otras áreas de la sociedad ha irrumpido en la
forma de hacer política y, particularmente en cómo se realizan las
campañas electorales. La regulación electoral vigente no es suficiente
para dar respuesta a los retos que plantean estos cambios. “El respeto
a los fines de la regulación de las campañas electorales, como elemento básico
del sistema democrático, requiere una adaptación normativa a las nuevas
formas de hacer campaña, especialmente en lo que afecta a los sujetos, el
contenido, los espacios electorales, el tiempo de duración de la campaña y la
privacidad de la información que se maneja durante la misma.1”

Entendemos que la Ley Electoral requiere adecuarse a los nuevos


tiempos y mecanismos, a fin de evitar que partidos y candidatos
puedan burlar las normas establecidas, mediante el uso inadecuado
de las redes sociales y el internet donde los mecanismos
sancionatorios son más abstractos.

Sobre ello advertimos que el espectro digital queda desprovisto de


sistemas de consecuencias, pues el actor político puede utilizar el
mundo digital para continuar con la difusión de su propagandas y
demás actuaciones que están limitadas por ley en determinados
momentos, pero solo en los medios físicos, como vallas, carteles y
afiches, o en medios electrónicos controlados, como la televisión.

Entendemos que corresponde a una reforma del régimen electoral


ponderar de manera suficiente y pensar en las nuevas oportunidades
que las nuevas tecnologías ofrecen al sistema electoral, más allá del
esquema tradicional, y en último término a la propia democracia.

Propaganda equitativa en medios estatales.

La legislación que resulte debe orientarse a la democratización de la


propaganda política. Saludamos la propuesta de la comisión de
obligar a los medios estatales de dotar de acceso equitativo a los
diferentes partidos reconocidos en los canales y medios electrónicos
para su campaña electoral. Sugerimos que esta disposición sea
acompañada de consecuencias estrictas ante su inobservancia.
1
[Ver. la regulación de la campaña online”. En Derecho de sufragio y participación ciudadana a través de
las nuevas tecnologías
https://www.academia.edu/5684/07/_La_regulación_de_la_campaña_online_._En_Derecho_de_sufrag
io_y_participación_ciudadana_a_través_de_las_nuevas_tecnologías]
Experiencias anteriores han mostrado que, en los tiempos de
campaña resulta evidente que los gobiernos de turno hacen uso
excesivo de los medios de comunicación para favorecer a los
candidatos de su partido, cuando debería empreñarse en propiciar y
llevar a la práctica el respeto al pluralismo político y la neutralidad
informativa en el periodo electoral.

Obligatoriedad de tiempos fijos de propaganda en medios de


comunicación privados

Si bien suscribimos la regulación del acceso equitativo para la


propaganda en los medios estatales, es preciso señalar que no puede
establecerse la obligatoriedad de dotar tiempos fijos con servidumbre
gratuita en los medios de comunicación privados.

Lo que sí entendemos corresponde a un régimen electoral adecuado


a los presupuestos democráticos es regular que los medios privados,
de manera imperativa, no obstaculizar o impedir la difusión de
aquella propaganda de los partidos que ellos paguen el precio del
mercado, sin que puedan negarse de manera injustificada.

Sistematización de los colegios electorales. Automatización y


digitalización del proceso electoral.

Siguiendo lo expuesto anteriormente respecto a la necesidad de


adecuación del régimen electoral a los nuevos tiempos es prudente
realizar alguna acotación al respecto ya en la perspectiva de la
importancia de utilizar los recursos digitales en el escenario de la
celebración de los comicios.

Pese a las infructuosas experiencias anteriores de automatización y


digitalización del proceso electoral, somos de opinión de que la JCE
debe abocarse a un proceso de integración y aplicación de las técnicas
de procesamiento automático de datos con el doble propósito de
garantizar la transparencia de las elecciones y acelerar estos procesos,
que por su naturaleza, manejan grandes volúmenes de datos. Esto sin
dejar de lado el diseño de controles de manera reglamentaria que
impidan la utilización de la tecnología en desmedro de la democracia.

Lo anterior no significa que recomendemos la implementación


inmediata de herramientas como el voto electrónico, pues
precisamente dado lo acontecido en elecciones anteriores,
entendemos que primero se precisa madurar un régimen electoral
conjunto a esquemas partidarios más transparentes y con mayor
apego a los criterios de democracia. Tras lo cual, de manera gradual,
podremos adentrarnos a la modernización integral del sistema
electoral. Las transformaciones duraderas normalmente se dan de
manera paulatina en procesos de adaptación y adecuación a los
ritmos y posibilidades de la realidad del presente

Tope de gastos en la campaña electoral

Otro de los temas espinosos y de gran incidencia es lo relativo al tope


de gastos a ser establecidos para el periodo de campaña electoral.
Sobre ello advertimos que el criterio utilizado en el proyecto de ley se
inclina a tomar como variable la cantidad de votos válidos obtenidos
por cada partido en las elecciones anteriores del nivel electoral que
corresponda y en base a ello calcular un monto de RD$200 por cada
voto.

A partir de esto identificamos dos cuestiones que entendemos deben


ser armonizadas en función al contenido de la ley de partidos,
agrupaciones y movimientos políticos y al fortalecimiento de nuestra
democracia:

En primer lugar, para fines de precampaña, en la ley de partidos,


agrupaciones y movimientos políticos se utilizó unos topes
escalonados a ser calculados por la variable de la cantidad de
electores hábiles según la demarcación correspondiente a cada nivel
electoral, lo cual da un monto superior al cálculo que se haga en base
a la cantidad de votos obtenidos como lo propone este proyecto de
ley. De ahí que se tenga panoramas distintos en ambos escenarios
(precampaña y campaña electoral) siendo el primero el que cuente
con mayor amplitud del gasto.

Por otro lado, si se deja el cálculo según los votos obtenidos se


provocarán diferencias abismales en atención al margen de gasto
permitido para aquellos partidos mayoritarios en comparación con
los minoritarios, privilegiándoseles aún más, pues en el contexto
actual resalta como partido mayoritario el partido de gobierno de
turno.

Esta lógica no permite un manejo equitativo de los recursos


disponibles, lo cual representa un freno al desarrollo de los partidos,
movimientos y agrupaciones emergentes y, en consecuencia, va en
detrimento de la alternabilidad política y de la calidad de la
democracia.

De igual manera, es necesario apoyar un régimen de consecuencias lo


suficientemente fuerte que surta el efecto de desincentivar de manera
eficaz la utilización de recursos por encima de los topes de gasto que
se establezcan.

En ese orden deberán establecerse mecanismos efectivos que


permitan la rendición de cuentas y fiscalización de los egresos
asociados a la campaña electoral, pues una mayor regulación
contribuye a prevenir que ocurran prácticas corruptas, lo cual es
esencial a la hora de garantizar la democracia.

Fusiones y coaliciones

Otro de los aspectos que resultarían interesantes es lograr estructurar


en la ley de régimen electoral lo concerniente a la realización de
fusiones, alianzas y coaliciones con criterio de favorabilidad para los
partidos minoritarios, pues la conformación de este tipo de
estructuras es un ejercicio de madurez política de sus representantes.

Estas mecánicas representan un elemento de aglutinación que atenúa


los problemas de un sistema de partidos que se presenta fracturado
ante a la sociedad por las luchas de las cúpulas partidarias.

Y es que en sistemas políticos con desigualdades tan marcadas como


el nuestro, optar por modalidades de vínculos entre partidos
minoritarios podría ser beneficioso y saludable para la democracia
pues desalienta la fragmentación y disminuye los conflictos
generados por las disputas por el liderazgo entre fuerzas políticas.

Sistema de consecuencias.

Antes de precisar ciertas cuestiones con relación al régimen de


sanciones propuesto, consideramos que interesa al debate aportar
algunos aspectos respecto del transfuguismo en tanto infracción o
delito electoral.

Transfuguismo

Con relación al tema del transfuguismo entendemos deben ser


ponderados los elementos propios que le definen en nuestro sistema
político pues se trata de un fenómeno que tensa la lealtad partidaria
del derecho a la participación política.

Ciertamente el transfuguismo debilita el sistema de partidos en tanto


que un candidato tránsfuga se sirve de la plataforma electoral del
partido político que lo postuló, o la agenda legislativa que impulsa,
provocando que el ciudadano votante vincule sus propuestas con la
estructura partidaria. Esto deriva en la falta de credibilidad del
elector en sus representantes populares y merma la calidad de la
democracia.
Ahora bien, la configuración de la definición del transfuguismo o de
su tipificación como delito no puede obviar los límites el derecho de
libertad individual de participación política y es por ello que requiere
un análisis pormenorizado a fin de no afectar en demasía el derecho
de cada quien.

La ley debe orientarse hacia desincentivar la práctica del denominado


transfuguismo ilegitimo el cual se muestra incompatible con los
principios constitucionales que prefiguran en régimen de partidos y
movimientos políticos, al afectar gravemente la disciplina al interior
de esas organizaciones y, entorpecer el fortalecimiento de las mismas,
lo cual es un presupuesto base para la garantía de la democracia
participativa y pluralista.

Desde FINJUS, en aras de promover un proceso de reforma del


sistema político-electoral que enfrente de manera integral el
transfuguismo y fortalezca el funcionamiento de los partidos,
proponemos que el Congreso impulse la implementación de medidas
en contra de este fenómeno dentro de un contexto de respeto a los
principios, valores y derechos constitucionales.

Resulta imperioso que la adopción de medidas contra el


transfuguismo sea abordada desde una perspectiva integral,
atacando los factores que promueven su comisión y estableciendo un
sistema de desincentivos del transfuguismo que permita alinear los
intereses políticos de los actores con los fines de los partidos y grupos
políticos para evitar el traspaso de representantes.

Importancia de incluir sanciones efectivas para garantizar el


cumplimiento de las normas

El derecho electoral se orienta a asegurar el cumplimiento de sus


normas mediante un régimen de responsabilidades penales o
administrativas en materia electoral, conformado por el conjunto de
sanciones aplicables a los sujetos responsables de delitos o
infracciones administrativas en materia electoral. Esto es el contenido
de lo que se denomina sistema de consecuencias.

Una legislación que indique normas de carácter obligatorio debe


tomar las previsiones necesarias para que ellas sean cumplidas y esto
se logra mediante el fortalecimiento de los sistemas de consecuencias.

Es un punto común en la doctrina sobre Justicia Electoral el


planteamiento de que un régimen de esta naturaleza tiene un carácter
eminentemente punitivo, ya que no corrige ni priva de efectos
jurídicos a la irregularidad electoral sino que castiga al responsable
del delito o infracción, lo cual se constituye en el mecanismo para
asegurar el cumplimiento del ordenamiento jurídico con el objetivo
de no lesionar bienes jurídicos tan esenciales como los valores
democráticos para la vida nacional.

No se puede dejar de lado sanción alguna para garantizar el


cumplimiento de las obligaciones en esta materia. Tal es el caso del
retiro de propagandas, por ejemplo, que en el proyecto de ley se
propone eliminar la sanción correspondiente a su inobservancia,
dejando entonces al sistema electoral desprovisto de medios para
exigir su complimiento.

Competencia contenciosa del TSE

Además de la estructuración adecuada de las sanciones se precisa de


órganos electorales idóneos para la demanda del cumplimiento de la
norma y resolución de los conflictos que surjan.

La existencia de una justicia electoral competente para resolver


jurídicamente los conflictos que de ellos deriven, es indispensable
para amparar el derecho de los actores electorales en la justicia y
asegurar su tutela judicial efectiva. Y más aún, esto constituye un
elemento imprescindible para proteger la soberanía popular
expresada a través del sufragio y la participación política como
derechos fundamentales contemplados en nuestro ordenamiento
constitucional.

Entendemos que es importante agregar lo relativo a que en conflictos


contenciosos el tribunal competente es el TSE, en virtud del contenido
constitucional que establece que: “El Tribunal Superior Electoral es el
órgano competente para juzgar y decidir con carácter definitivo sobre los
asuntos contencioso electorales y estatuir sobre los diferendos que surjan a
lo interno de los partidos, agrupaciones y movimientos políticos o entre éstos.
Reglamentará, de conformidad con la ley, los procedimientos de su
competencia y todo lo relativo a su organización y funcionamiento
administrativo y financiero.”

Establecimiento del Fiscal Electoral

En el marco de la elaboración del documento de recomendaciones de


la Comisión que estudió el Proyecto de Ley Orgánica del régimen
electoral se ha conocido que se ha propuesto la creación de la figura
jurídica del Fiscal Electoral.

FINJUS saluda esta propuesta que habíamos reclamado


reiteradamente en el pasado reciente, especialmente tras el
establecimiento del Tribunal Superior Electoral, a quien la
Constitución le otorgó el poder de conocer de los delitos y crímenes
electorales.

En el país, lamentablemente, nuestras contiendas electorales se


convierten en escenarios muy conflictivos, debido a la cultura
política que prevalece y que promueve prácticas que resultan
incompatibles con los valores de convivencia pacífica y dan lugar a
delitos y crímenes electorales que pueden socavar la legitimidad de
dichos procesos. Como hemos señalado anteriormente, la falta de
consecuencias que se observa en este sentido contradice la esencia de
nuestro ordenamiento jurídico y se ha identificado la falta de una
pieza clave en la justicia electoral para enfrentar esta situación.

Concebimos en ese marco la importancia de instituir la figura del


fiscal electoral, encarnado en el Ministerio Público, como un órgano
especializado que cuente con la capacidad de investigar y actuar en
el marco del sistema de justicia electoral. La articulación de esta
Fiscalía debe realizarse atendiendo criterios técnicos y jurídicos que
garanticen su profesionalidad, integridad y acción independiente de
los intereses particulares o partidarios.

Entendemos que la consolidación del régimen democrático exige que


en lo inmediato instituyamos este fiscal como uno de los elementos
imprescindibles para vencer la impunidad que ha prevalecido en la
justicia electoral, con sus graves derivaciones sociales, económicas y
políticas.

Sobre las preocupaciones ante el financiamiento ilegal de las


campañas de candidatos

En el marco de todas las consideraciones normativas anteriores, no


podemos dejar pasar la oportunidad de llamar la atención por el
agudo problema que representa el financiamiento de las campañas de
candidatos de los partidos y agrupaciones políticas.

Destacamos que las soluciones actuales que se recogen en la ley y las


propuestas que se realizan indican que el sistema de financiamiento
que sigue permitiendo altísimos topes de gastos electorales en la
promoción de los candidatos en los diferentes niveles de elección
representa una contradicción manifiesta con el espíritu
democratizador que permea algunas áreas de la nueva ley electoral.
Es urgente que el país siga discutiendo el daño que produce a la
imagen del sistema político dominicano, a la legitimidad de nuestras
instituciones y a las debilidades que introduce en la seguridad
jurídica, el esquema de financiamiento que permite que personas
vinculadas al crimen organizado, la corrupción política o el tráfico de
influencias, sean quienes establezcan las prácticas de apoyo en el
sistema electoral.

Consideraciones finales

Por todo lo anterior, desde la Fundación Institucionalidad y Justicia,


Inc., (FINJUS) hacemos hincapié en que debe evitarse que la norma a
aprobar adolezca de lagunas, vacíos normativa, confusiones
terminológicas e interpretaciones ambiguas que podrían resultar de
la urgencia a la cual quieren forzar la aprobación apresurada del
proyecto de ley.

En este sentido ha de garantizarse una legislación armonizada a las


reformas que han tenido efecto en la materia, especialmente respecto
de aquellos aspectos comunes que pudieren existir entre la reciente
norma aprobada sobre partidos, movimientos y agrupaciones
políticas con la reforma del régimen electoral.

De modo que, habiendo conocido las debilidades y condicionantes


fundamentales de los actores electorales en nuestro país,
consideramos que, entre otros, se mantienen algunos desafíos para el
Estado dominicano de cara a consolidar el sistema de justicia
electoral, tales son: fortalecer los mecanismos de transparencia
electorales; garantizar el correcto funcionamiento de las herramientas
de sistematización del sufragio; fortalecer los procedimientos
electorales; utilizar mecanismos de seguridad y tecnificación de la
justicia electoral en el marco de una nueva cultura política e
institucional; y profesionalizar de manera absoluta los organismos
electorales en el país.
Por tanto, no pueden existir obstáculos a causa de redacciones
confusas ni duplicidad de pautas a órganos con carácter de actuación
distintos, los cuales hagan más lento el proceso de discusión de una
norma tan relevante para la democracia nacional. Tampoco se exige
una legislación creada “al vapor”, sino que goce de observación
permanente de la ciudadanía y alta responsabilidad del Congreso
Nacional, tomando en consideración qué puede deparar el futuro de
la propia democracia cuando se discuten aspectos relacionados a la
materia electoral.

Servio Tulio Castaños Guzmán


Vicepresidente Ejecutivo de FINJUS

10 de febrero, 2019

You might also like