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Iglesia de Dios (7º Día)

Nuestro credo: Fundamento Doctrinal


Por Min. Ismael Rodríguez García
Punto de fe Nº1. La Biblia

Declaración de fe: La biblia es la palabra de Dios, es el único libro de inspiración divina y de valor eterno. En sus
páginas se halla la completa revelación del Plan de Salvación y la voluntad de Dios para el hombre. Al respecto ha
habido distintas posturas doctrinales e intentos de respuesta que hemos de examinar brevemente.

¿Cómo habla Dios a través de esta palabra bíblica? Más que una pregunta de estudio bíblico esta es una pregunta
doctrinal ¿Cómo hemos de entender la naturaleza de la revelación de Dios en las páginas de la Biblia? La historia
de la Biblia es una historia de la Palabra de Dios, y es vital comprender esta Palabra (Hch 8:30-31).

¿Qué es la Biblia?

Existen varias maneras de responder a esta pregunta. Una de ellas consiste en explicar el significado de la palabra
Biblia. Biblia es una palabra de origen griego (el plural de biblion, «papiro para escribir y también «libro»), y significa
literalmente «los Libros». Del griego, ese término pasó al latín, y a través de él a las lenguas occidentales, no ya
como nombre plural, sino como singular femenino: la Biblia, es decir, el Libro por excelencia. Con este término se
designa ahora a la colección de escritos reconocidos como sagrados por el pueblo judío y por la iglesia cristiana.

Berit en hebreo significa <<pacto o alianza>> y es uno de los términos fundamentales de la teología bíblica. Con él
se designa el lazo de unión que el Señor estableció con su pueblo en el monte Sinaí A este pacto, alianza o lazo
de unión establecido por intermedio de Moisés, los profetas contrapusieron una «nueva alianza», que no estaría
escrita, como la antigua, sobre tablas de piedra, sino en el corazón de las personas por el Espíritu del Señor (Jer
31.31-34; Ez 36.26-27). De ahí la distinción entre la <<nueva» y la «antigua alianza»: la primera, sellada en el Sinaí,
fue ratificada con sacrificios de animales; la segunda, incomparablemente superior, fue establecida con la sangre
de Cristo.

Los relatos bíblicos vienen de diferentes épocas, de lugares, de ambientes distintos, desde los tiempos patriarcales
a los de Jesús. Dios aceptó la fragilidad de la experiencia humana. Por eso mismo dio valor a los gustos y sabores
de esos lenguajes y se sirvió de las palabras tan ordinarias de aquellos tiempos para que su palabra pudiera sentirse
a gusto y alcanzar al ser humano.

Respuesta lingüística

En la respuesta lingüística a la pregunta sobre qué es la Biblia, se reconoce que para la exégesis y la correcta
interpretación del texto bíblico es necesario estar familiarizado con la gramática y el vocabulario básico de los tres
idiomas bíblicos (hebreo, arameo y griego) y el idioma receptor (en nuestro caso, el castellano). De lo contrario
dependeremos casi cien por ciento de las traducciones bíblicas. Esta situación nos introduce a un problema acerca
de la fuente de nuestra exégesis, interpretación y quehacer teológico: ¿Sobre qué versión o texto se basa la doctrina
de mi iglesia? ¿Qué texto informa mi exégesis o interpretación? ¿Qué palabra le predico o enseño a mi comunidad?
También se debe conocer el estudio de la transmisión del texto bíblico y, el de las versiones de la biblia, tanto las
antiguas (Septuaginta, Vulgata) como las castellanas y modernas.

Un gran ejemplo de notar al comparar dos idiomas distintos como el hebrero y el castellano es el superlativo. En
castellano el superlativo <<la canción más sublime>>, en hebreo se señala pluralizando el sustantivo <<el cantar
de los cantares>>. Con base a esto, todas las expresiones similares encontradas en el hebreo (reflejadas por una
traducción literal como la RVR) como <<Señor de Señores>> y <<Dios de dioses>>, deben traducirse al castellano
de esta manera: <<El Soberano universal>>, <<Dios único>> o <<Dios soberano>>. En función de esto veamos el
texto de Romanos 12:1…<<os ruego por las misericordias de Dios>>. El lector común concluye que el versículo
habla de las <<muchas maneras en las que Dios ha mostrado su misericordia>>. Sin embargo, si consideramos la
mentalidad semítica detrás de este plural, ya no lo entenderemos como plural de manera literal sino como
superlativo: <<por la muestra suprema de misericordia divina>>, es decir, la entrega de Jesucristo y su sacrificio en
la cruz. De acuerdo a la sintaxis hebrea, los superlativos también se forman cuando un sustantivo es acompañado
por algún nombre divino: <<montaña de Dios>> (<<montaña omnipotente>>, Sal 36:6); <<ciudad grande de Dios>>
(<<ciudad de enormes proporciones>>, Jon 3:3); <<ruaj de Dios>> puede traducirse por <<espíritu de Dios>> (Gen
1:2), aunque de acuerdo con la semántica del hebreo, es una expresión superlativa: <<viento poderoso/muy
fuerte>>.

Esto lo podemos observar cuando tenemos un conocimiento básico de los idiomas. Por ejemplo: el castellano sigue
la secuencia SVO (sujeto, verbo, objeto): <<Carlos tiro la silla>>. En cambio el hebreo sigue la secuencia VSO
(verbo, sujeto, objeto): <<Creó Dios los cielos y la tierra>> (Gen 1:1), <<Vino palabra de Dios a Jonás>> (Jon 1:1).
Por su parte, el griego sigue la secuencia VOS (verbo, objeto, sujeto), aunque a diferencia del castellano y el hebreo,
el orden de las palabras no es de vital importancia gracias al uso de los casos.

Respuesta literaria

Acercamientos o miradas sobre la Biblia

La biblia es la palabra de Dios. Algunos han respondido diciendo que Dios mismo se expresa de manera directa a
través de sus páginas. Para quienes piensan así, el libro mismo, sus expresiones y vocabulario es sagrado, porque
se identifica totalmente con Dios, que es el autor directo. Por lo tanto, los seres humanos tienen una parte
insignificante en su escritura. Los autores bíblicos serían “el lápiz de Dios”. Por lo tanto, toda y cada una de las
palabras de la Biblia está inspirada directamente por el Espíritu, como al dictado. No puede haber error alguno, ni
concepto de ninguna naturaleza a ser interpretado.

El problema con esta visión es que se puede caer en una “bibliolatría”: se adora al libro, a sus palabras, se le da el
lugar de Dios mismo. La palabra de Dios es su fuerza creadora, es Jesucristo mismo encarnado en este
mundo (Juan 1:14). Esta presencia es mayor que el texto bíblico. Cuando se confunde esta palabra de Dios
con el texto bíblico, se reduce el alcance infinito y eterno de la palabra.

Por otro lado, al desconocer el componente humano de las Escrituras se le da carácter divino a las condiciones de
la cultura y situación del momento en que fueron escritos los textos bíblicos. Se ignora que toda lectura, traducción,
comunicación es ya una interpretación y se cree que se está captando la Palabra divina directamente. Así se
desconocen (y ocultan) las interpretaciones que inconscientemente se hacen.

Para evitar estas implicaciones, otros prefieren decir que la Biblia contiene la Palabra de Dios. De esta manera
se piensa que el libro es un medio, una especie de envase humano para un contenido divino. Las palabras (historias,
poemas, narraciones, etc.) y el libro son las formas que Dios ha usado para comunicarse con nosotros. Pero no
son el mensaje divino, que es necesario distinguir del lenguaje humano. Dios ha inspirado a quienes han volcado
en los escritos su Palabra, pero que no dejan de ser palabras humanas. En esta manera de ver las cosas, la Palabra
de Dios se expresa en palabras humanas que le sirven de vehículo. Los rastros humanos (con sus formas míticas),
tienen que ser purificados para acceder al mensaje divino. Aquí el problema es otro: ¿Cómo distinguir entre “la
forma y el fondo”? ¿Cómo distinguir las palabras de La Palabra? Todo intento por establecer un “núcleo” divino
dentro de la expresión humana, se vale de otras palabras también humanas. No se gana mucho remplazando un
lenguaje (al que se llama mítico), por otro compuesto de abstracciones filosóficas o teológicas. Envase y contenido
no son tan claramente diferenciables en el texto bíblico.

Frente a esta situación hay quienes se preguntan por el valor del texto. Así plantean que la Biblia es la expresión
de una forma (incluso de distintas formas) de entender a Dios. No es Dios quien se expresa en sus páginas, sino
una tradición humana, que entiende a Dios de una cierta manera, como el Dios de Abraham, como el Dios de Jesús.
Estos textos pueden ser inspiradores para quienes se ubican en esa misma tradición (la judeocristiana). Son
valiosos por la variedad y profundidad de su visión de la vida humana y su fuerza comunicativa acerca de Dios.
Pero finalmente son unos escritos humanos entre otros. Pueden ser orientadores e iluminadores, proponer
hermosos valores y brindarnos el consuelo fraternal. Pueden guiarnos a pensar en lo divino y mostrarnos como
otros seres humanos han percibido su presencia. Pero no son más que expresiones humanas, que también reflejan
todas las debilidades y prejuicios humanos.

Para nosotros la forma más adecuada de entender el texto bíblico es ver a la Biblia como el testimonio de la
Palabra de Dios. Desde este enfoque se reconoce que en sus páginas se refleja la acción, la voluntad y el mensaje
divino como fue percibido en distintos momentos de la historia humana. Se reconoce que el Espíritu de Dios ha
inspirado a quienes comunicaron esa presencia revelada a los seres humanos. Pero también se toma en cuenta
que esos testigos lo vivieron y expresaron en condiciones concretas, con las limitaciones de su situación
y cultura. Dieron testimonio de la Palabra de Dios, y ese testimonio fue recogido por la comunidad que
comparte la misma fe. Así, reconocemos el origen divino de la Palabra. Los testigos obraron y hablaron inspirados
por el Espíritu de Dios. El Espíritu también inspira a los creyentes al recibir (leer, compartir) ese testimonio. No es
posible separar al testimonio del testigo: forma y contenido van juntos. El testigo habla de lo que ha visto, conocido
y vivido, pero lo hace desde su propia situación. Por eso reconocemos que los textos bíblicos son expresiones
de la fe que Dios ha inspirado. Pero también son las expresiones humanas de esa fe, y deben comprenderse
situados en las condiciones concretas de esos testigos.

La Biblia no ha caído del cielo, ha sido fruto de un largo proceso humano, en el que Dios, a través de su Espíritu,
estuvo presente de una forma singular. Nuestras Escrituras sagradas son el testimonio de hombres y mujeres
de fe que han sabido contemplar la presencia salvadora de Dios en la historia diaria, han podido discernir la
voz del Señor para el momento actual y han querido transmitirnos su experiencia de fe para que también nosotros
creamos. La Biblia es la Palabra de Dios expresada en palabras humanas; al ser Palabra de Dios conservan
un valor perenne que cada generación debe descubrir; al ser palabra humana, contienen condicionamientos
históricos y culturales, que no siempre tendrán vigencia.

Revelación y Escritura

Es fundamental tener presente que antes del texto bíblico (o los libros bíblicos) está la revelación de Dios y
su transmisión. Esta verdad establece una cualidad que diferencia a la Biblia de otra literatura antigua y que
muestra su aspecto divino. El rasgo más representativo de la Biblia, a diferencia otros libros espirituales de la
humanidad es que en la Biblia la revelación divina se inscribe en el universo humano. No nos traslada a un mundo
o esfera distinta. Pero ¿Qué implica que Dios se revela? Afirmar que Dios se revela implica que Él ha tomado la
iniciativa para darse a conocer. La revelación es la manifestación del amor de Dios expresado de múltiples formas.
Dios es amor, vida, comunión, palabra poderosa. Él ha salido de su silencio y nos ha invitado a recibir su amor,
tener vida en abundancia, estar en comunión con Él y con los demás, dialogar con él escuchando su palabra y
contemplando sus obras.

Pero ¿Cómo se ha dado a conocer? (Ver Juan 1:1-18 y Hebreos 1:-4). -Dios se revela en la creación: la naturaleza
revela sólo la existencia y el poder de Dios (Rom 1:18-23). La creación ¿revela la verdad de la redención? -Las
poderosas obras de Dios de en la historia: el éxodo…-La palabra de los profetas: <<Así dice el Señor>>. -Jesucristo:
la máxima revelación y la culminación de la autorevelación de Dios (Juan 1; Heb 1ss). -Cristo en la creación, en la
encarnación, muerte, resurrección, redención

La revelación de Dios es una revelación sin fronteras; sus semillas están esparcidas en la historia y cultura de
todos los pueblos Es una revelación que tiene su culmen y plenitud en Cristo Jesús. En efecto, el Padre nos ha
dado el regalo más grande en su hijo Jesucristo, quien, impulsado por el Espíritu, ofrece a los hombres y las mujeres
de todas las épocas y culturas la salvación gratuita. Dios, al revelarse, se nos abre, se nos entrega y se nos da, y
al donársenos quiere entablar un diálogo con nosotros; espera nuestra respuesta en el mismo nivel.

Cómo se formó la Biblia.

La Biblia es testigo de varios momentos. EI primer momento narra eventos sagrados en que se reveló la presencia
de Dios en las historias de los padres y madres de Israel y entre los cristianos originarios. Ese primer momento
sagrado presenta historias en que se describe la presencia de Dios en la vida, y que se contaron de generación en
generación antes de que llegaran a cristalizar en un texto.

El segundo momento en las tradiciones bíblicas fue cuando estas historias de Ia presencia de Dios en la vida
cotidiana tomaron forma en textos escritos u orales. Cuando un texto se cristaliza a nivel oral, ya hay estructuras
bastante rígidas que guían su presentación. La diferencia está en que cada persona que lo cuenta añade sus
recursos retóricos. Pero un examen de este tipo de discurso en sus diversas versiones nos muestra que todos los
que relataron la historia tenían una trama común, seguían un patrón común, del que sólo se desviaban en detalles
que tenían que ver con el estilo y el momento en que se narró. Cuando los textos de las tradiciones populares
llegan a esta fase, están a un paso de convertirse en tejido escrito. Ya aquí encontramos las versiones escritas en
un contexto cultural. Son versiones similares de las que podemos inferir un patrón, pero notamos el estilo y
contenido de la tradición oral que ha imperado en el momento de pasar a la fase del texto escrito. Los estudiosos
de la Biblia han podido separar nuestros relatos finales en colecciones de historias, dichos, enseñanzas y relatos
populares. Este segundo momento implicó un proceso de selección entre muchas historias de Dios en su encuentro
con su pueblo. Hubo muchas más historias donde se testificó la presencia de Dios. La Biblia sólo recogió una serie
de esas historias del encuentro de lo divino con lo humano en la historia del pueblo de Dios. Esto implica que la
Biblia nos sirve como modelo de toda otra historia donde Dios sale a nuestro encuentro. Los relatos de la Biblia nos
ayudan así a discernir los espíritus en otros relatos similares más allá de la Biblia que apuntan a la presencia de
Dios.

La Biblia: Palabra de Dios

Para las culturas antiguas la palabra conserva siempre su eficacia y su validez. La palabra bendice o maldice. Para
la mentalidad hebrea dabar (palabra) significa tanto una palabra pronunciada o escrita, como un suceso de la
naturaleza o de la historia (ver Gen 22,1; 1 Re 2,41). De allí que tanto dabar en hebreo, como logos en griego,
puedan traducirse por «palabra» y por «acontecimiento». El sentido bíblico de palabra incluye la palabra y la obra,
el decir y el hacer, la palabra que exige diálogo y que revela.

A la Palabra de Dios se le deben reconocer todas las cualidades de una verdadera comunicación interpersonal,
como, por ejemplo, tiene una función informativa, en cuanto Dios comunica su verdad; una función expresiva,
en cuanto Dios hace transparente su modo de pensar, de amar, de obrar; una función vocacional, en cuanto Dios
interpela y llama a escuchar y a dar una respuesta de fe.

La Biblia: historia de la Palabra

De hecho la Biblia es la historia de la Palabra de Dios dirigida a los hombres. Palabra creadora, que llama a la
existencia a las cosas (cf. Gen 1,3.6-7.9; etc.) y crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza para dialogar
con ellos (Gen 1,26-27; 3,8-13). Palabra que llama a Abraham, a Moisés, a Samuel y a tantos otros para que lleven
a cabo una misión (cf. Gen 12,1-3; Ex 3,10-15; 1 Sm 3,1-4,1a). Palabra que es gracia y mandato, don y exigencia
(cf. Ex 20,2-17). Palabra que cumple las promesas (cf. Jos 23,14-15) y por eso es eficaz y permanente (cf. Is 55,10-
11; 40,8). Palabra que irrumpe en los profetas para anunciar y proclamar la voluntad salvífica de Dios en la historia,
pero también para denunciar al pueblo su infidelidad y rebeldía (cf. Jr 1,4.11.13; Ez 2,1-3,11). Palabra que queda
escrita como testimonio perenne (Is 30,8; cf. Jr 36).

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