A Dios le interesa todo lo humano porque nada de lo humano le es ajeno
“Jesús les dijo: Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mateo 22, 21)
Pbro. Nelson Chávez Díaz
Texto completo: Mateo 22, 15-21.
1.- Una pregunta capciosa.
Este relato comienza manifestando la actitud maliciosa de los fariseos que quieren tenderle una trampa a Jesús, es decir, hacerlo caer y atraparlo con sus propias palabras. Su acercamiento –a través de unos discípulos- es bastante cordial y obsequioso. Llama la atención que éstos vengan acompañados por un grupo de “herodianos”. ¿Quiénes son? Son seguidores de Herodes Antipas y, por lo tanto, representan al grupo de aquellos que estaban a favor de los romanos y de acuerdo con el pago del tributo al César. Por su parte, el otro grupo, el de los fariseos que maquina la trampa en contra de Jesús, representado por unos discípulos, se acomodaban también al sometimiento del Imperio aunque no incondicionalmente. La pregunta que le dirigen a Jesús: ¿está permitido pagar el tributo al César o no? recogía una cuestión de candente actualidad. En efecto, todos los judíos debían pagar impuesto al César, además de otros tributos tales como peajes, aduanas, tasas de ventas, etc., situación que provocaba el odio de éstos hacia los romanos. La pregunta dirigida a Jesús busca que éste se identifique o a favor del impuesto y, por tanto, se desacredita a sí mismo al estar de acuerdo con la expoliación de los más pobres –grupo al cual Él dirige su mensaje de liberación- o en contra del impuesto, lo que lo hace ponerse en abierta rebelión en contra de Roma.
2.- Jesús no se enreda en falsos dilemas.
Jesús zanja la situación de una manera totalmente inédita. Su sintética respuesta revela una manera nueva de comprender las relaciones entre el poder político y el ámbito propio de Dios . En efecto, al responder Jesús que se debe dar al “César lo que es del César” el Maestro les dice a los fariseos que si se someten a la autoridad política entonces deben cumplir con todas las exigencias inherentes a tal vínculo. Ahora bien, el hecho de que Jesús separe ambas dimensiones – César y Dios- no significa que deban comprenderse como reductos o reinos separados, irreductibles el uno con el otro o también en planos de igualdad. Jesús no plantea que lo “debido al César” represente lo humano y terrenal y lo “debido a Dios” sea lo espiritual y divino. Muy por el contrario. En su respuesta Jesús 2
agrega un elemento nuevo que está a la base para comprender su postura: la
imagen grabada en la moneda. La moneda pertenece al César pero el hombre mismo, el ser humano, lleva impresa la imagen de Dios del cual depende absolutamente en cuanto creatura ante su Creador. Para el hombre finalmente Dios sigue siendo Dios el cual debe ser reconocido como único Señor y todo lo demás queda supeditado y relativizado ante este valor último y supremo que es Dios. De ahora en adelante no existen ni deben existir esas fatales “dicotomías” que separan y parcelan lo espiritual de lo material haciendo de lo primero lo más importante y de lo segundo algo secundario.
3.- Para que Dios sea todo en todos.
Es una costumbre ya inveterada en nosotros el dividir y separar de manera irreconciliable algunas dimensiones de lo humano. Así, por ejemplo, en el ámbito de la vida cristiana separamos y dividimos lo material y espiritual como dimensiones opuestas, absolutizando una de ellas de tal manera que se niega y se amputa la otra. También se da la misma división en el ámbito de las cosas humanas: se idolatra lo material pues nos arraiga en las cosas que nos dan seguridad y estabilidad y no se valora lo intangible que provoca incerteza y ansiedad. La tentación nos amenazará también al querer dividir y separar la actividad propiamente humana –lo que el hombre realiza en la sociedad: la actividad económica, el ejercicio de la política, el progreso científico, el cultivo de la literatura y de las artes, etc. de aquello que se vive y se experimenta en la esfera de lo espiritual o de lo religioso. Y la tentación es de ambos lados. Desde un secularismo a ultranza en donde todo lo que el hombre hace, emprende y desarrolla Dios y la religión no tienen por qué inmiscuirse o, al revés, desde una posición espiritualista en donde lo religioso sólo alcanza a las costumbres, a la moral o los ejercicios piadosos convirtiéndose la religión y la fe en algo privado sin proyección intramundana o con alcance social. La enseñanza del evangelio de hoy nos enseña más bien a valorar el esfuerzo humano en todas sus dimensiones como expresión de esa vocación divina incrustada en el corazón humano de querer mejorar las condiciones de vida de las personas y de dignificar a todo hombre y mujer. El hombre está llamado a colocar al hombre en el centro de su acción y a considerarlo siempre como un fin y nunca como un medio o un objeto. Toda la actividad humana, la política y la economía, la cultura y las artes, el progreso de las ciencias, el trabajo y la construcción de la sociedad y la familia son bienes importantes que deben ser cultivados y tutelados no sólo porque son intrínsecamente valiosos sino también porque en ellos también Dios se hace presente y, además porque la vivencia de una fe auténtica y verdadera está llamada a transformar la realidad y el mundo. A Dios le interesa todo lo humano. Allí donde la vida del hombre está en peligro allí también se encuentra la presencia de Dios porque a Dios toda la vida y todo lo del hombre le pertenece y son suyos. Desde que Jesucristo se encarnó y asumió plenamente la condición humana para Dios nada de lo humano le es ajeno y en todo lo humano se debe buscar el rostro y la presencia de Dios. Dios nos invita, entonces, a buscarlo en cada situación que vivimos o en cada empresa humana que iniciamos. Como creyentes en Jesucristo no podemos vivir la vida de todos los días “como si Dios no existiera” o pensando que en la vida Dios sólo está presente en algunas 3
dimensiones, acciones o lugares sagrados (templos, sacristías, sacramentos,