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PROCESOS

DE
CORROSIÓN MICROBIOLÓGICA
DE
MATERIALES METÁLICOS
EN SERVICIO

Francisco José Ortiz García

Asignatura de
Tecnología de Materiales

E.T.S.I.I. – U.N.E.D.

Mayo 2009

(A la atención de D. Segundo Barroso)


ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES

2. INTERVENCIÓN DE MICROORGANISMOS EN CORROSIÓN METÁLICA

3. MECANISMOS DE LA CORROSIÓN MICROBIOLÓGICA

I. Efectos sobre la reacción anódica


II. Efectos sobre la reacción catódica

4. CASOS TÍPICOS DE CORROSIÓN MICROBIOLÓGICA EN METALES

I. Corrosión férrica aeróbica

II. Corrosión férrica anaeróbica

III. Corrosión marina de estructuras metálicas

IV. Biodeterioro de metales y aleaciones por contaminantes


microbianos de combustibles derivados del petróleo

V. Corrosión de aceros inoxidables

VI. Biocorrosión en aleaciones cobre – níquel

5. MÉTODOS DE DETECCIÓN Y CONTROL DE LA BIOCORROSIÓN

6. CONSIDERACIONES FINALES Y PERSPECTIVAS FUTURAS

7. BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES

A la hora de redactar el trabajo de la asignatura de Tecnología de Materiales me


propuse tratar un tema que, teniendo relación con los expuestos en la bibliografía
básica, apareciera sólo esbozado, para poder ampliarlo. Es por ello que, tras una
selección, me decidí por un tipo de corrosión de materiales que no aparecía citado
en el libro oficial, pero que es muy influyente en la vida real, y de gran importancia
económica en la actualidad.

Se trata de la Corrosión Microbiológica, también citada como Biocorrosión en la


diversa Bibliografía que he podido consultar. He de decir, por cierto, que ésta no es
muy extensa, por lo que he tenido que consultar varias páginas de Internet de
organismos especializados en el análisis y la prevención de la corrosión de diversos
materiales, no sólo españolas, sino extranjeras.

Es mi objetivo en este trabajo elaborar una visión general sobre un problema que
causa graves perjuicios económicos a la industria,

Ejemplo de corrosión en una pieza de acero, tomada de la página


web de Microlab Northwest, empresa americana, especialista en
protección de materiales frente a los efectos sobre el medio ambiente.

presentar en qué consiste la participación de los microorganismos en el proceso


corrosivo, cuáles son los mecanismos que emplean y los efectos tanto sobre la
reacción anódica como sobre la reacción catódica, analizar los casos más relevantes
de corrosión microbiológica en los distintos materiales metálicos de utilización
habitual en distintos procesos industriales, y analizar el perjuicio en algunos de estos
procesos concretos, describir diversas técnicas existentes para el estudio, la
detección, y el control de la biocorrosión, así como, finalmente, elaborar unas
consideraciones finales sobre el tema, y tratar de vislumbrar cómo se presenta el
futuro en la prevención de este grave problema. Dicho esto, paso a introducir el
tema, y relatar los antecedentes del estudio de éste.

Del mismo modo que la corrosión inorgánica convencional, la corrosión


microbiológica también es un proceso corrosivo electroquímico, pero añade al
sistema formado por el metal junto a la solución, un componente más, que es el
relativo a los microorganismos que hacen peculiar este tipo de corrosión. De todos
estos componentes dependerá el comportamiento de la interfase existente entre la
superficie metálica y el medio que la rodea.

Sé que la biocorrosión puede parecer, debido a sus especiales características, un


tema más propio de especialidades como la Biología o la Bioquímica, pero yo haré
especial hincapié en las cuestiones puramente tecnológicas (metalúrgicas y
electroquímicas), y no profundizaré tanto en las cuestiones científicas relativas a los
microorganismos.

Como resumen de los antecedentes históricos del análisis de la biocorrosión, es


importante decir que ya hacia el final del siglo XIX, algunos microbiólogos
constataron la utilización, por parte de algunos de los microorganismos presentes en
la tierra, de la energía que aportan elementos y compuestos inorgánicos, para su
propio crecimiento. Pero después se constató que otros microorganismos habían
cambiado su metabolismo para aprovechar también en ese mismo sentido la materia
orgánica.

Pero, en realidad, no es hasta la segunda mitad del siglo XX que comenzó a


tratarse este tema en profundidad, especialmente gracias a la constatación de la
influencia que presentaba en diversos procesos industriales, especialmente en
algunos de importante peso económico, como por ejemplo en la industria del
petróleo.
Ya en los años 80 empezaron a abundar las convocatorias de conferencias,
encuentros, estudios y simposium sobre este tema, tanto en Europa (Reino Unido,
Portugal, ...) como en América (Estados Unidos, Brasil, Argentina,...). Me ha
resultado especialmente curioso comprobar el interés por la biocorrosión en
Argentina. Allí se investiga desde hace veinte años en el llamado I.N.I.F.T.A.
(Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas), en el que hay
Departamentos dedicados al Biodeterioro de Materiales, de Sistemas Industriales y
del Patrimonio Cultural Latinoamericano.

El estudio de la Corrosión Microbiológica no sólo es importante estéticamente, que


quizá es el motivo de menor importancia, sino sobre todo porque en la industria se
suele atender más a otros tipos de corrosión más convencionales (galvánica, por
picaduras, por aireación diferencial, etc.), mientras que el deterioro producido por
Biocorrosión, menos estudiado y controlada, se estima que ronda un 10 ó un 15 %
de los casos totales de corrosión, y provoca pérdidas económicas por valor de miles
de millones de dólares. Todo ello ocurre en diversas industrias, pero sobre todo en la
industria del petróleo y sus derivados, tanto en la fase de extracción del crudo, como
en su procesamiento, y especialmente en su distribución a los puntos de utilización,
y en su posterior almacenamiento en dichos puntos. También se considera que,
aproximadamente, la mitad de las incidencias por corrosión de estructuras
enterradas, como tuberías y cañerías de distribución, tienen una explicación
biológica.

Desde que la aviación, tanto militar como civil, utiliza la retropropulsión, existen
problemas de corrosión biológica, especialmente en la contaminación microbiana de
los combustibles que, como el keroseno, van almacenados en grandes tanques,
construidos generalmente con algún tipo de aleación de Aluminio, y cuyas paredes
pueden sufrir biocorrosión, así como errores en los instrumentos de medida, en los
inyectores y en los cerramientos de los filtros eliminadores de impurezas.

También son muy abundantes los problemas de corrosión microbiológica en la


industria naval, y también en otras estructuras sumergidas en el agua,
especialmente en el agua de mar que, aparte de la corrosión de las sales disueltas
en ella, tiene mayor abundancia de microorganismos que el agua dulce. De este
modo, se ven afectadas por biocorrosión tanto las plataformas marinas “offshore”
(en alta mar) de extracción petrolífera, sistemas de aprovechamiento energético en
el mar (energía geotérmica), y, en cuanto a las embarcaciones de todo tipo, se ven
afectados tanto los cascos, como los motores y turbinas, así como los tanques de
almacenamiento del combustible.

Se podrían citar también muchos otros ejemplos de biocorrosión en otras


industrias. Por citar algunos ejemplos, ocurre en la industria de procesos químicos,
en la industria alimentaria, en siderurgia, en centrales térmicas de producción de
energía eléctrica, centrales nucleares, industria papelera, industria textil, etc.

2. INTERVENCIÓN DE MICROORGANISMOS EN CORROSIÓN METÁLICA

Aunque corrientemente no suele tenerse en cuenta, la ciencia ha demostrado que


en la práctica totalidad de los procesos biológicos, y en todos los organismos vivos,
hay fenómenos electroquímicos de transferencia de carga eléctrica, a través de las
membranas celulares, mediante perturbaciones que crean excitaciones externas.
Este es el punto clave que permite establecer, a mi juicio, una relación real de la
actividad de los microorganismos con los fenómenos corrosivos, que también
presentan naturaleza electroquímica. De este modo, primero creo conveniente
aclarar el concepto de electrolito, que es cualquier sustancia que contiene
electrones, los cuales permiten comportarse a dicha sustancia como conductora de
electricidad. Aunque existen electrolitos fundidos y electrolitos sólidos, en la
corrosión metálica, el caso más habitual es que se trate de una solución iónica en un
medio líquido. Aclarado esto, se puede decir que en la corrosión microbiológica, los
microorganismos actúan en la interfase que existe entre el metal y el medio líquido
que lo circunda (electrolito), estando esta actuación caracterizada por una
distribución concreta de cargas eléctricas que origina lo que se suele llamar capa
eléctrica doble. Se puede considerar a la citada interfase como si fuera una especie
de membrana que estuviese adherida al metal, y en la que ocurrieran, dentro de su
estructura, diversas reacciones de oxidación-reducción, con una transferencia de
electrones que vendría ordenada según una secuencia electroquímica de potenciales
redox. Además, la citada interfase vería modificadas sus características por la
existencia de una película biológica resultante de un proceso de bioensuciamiento o
biofouling provocado por depósitos de organismos vivos y de sus desechos o
productos de descomposición, que cubrirían parcial o totalmente las estructuras
metálicas que estuvieran en contacto con un medio líquido que las circundara.

El biofouling disminuye la vida útil de los equipos y las estructuras metálicas sobre
las que se forma, así como su eficiencia, debido a que favorece la biocorrosión.

Los microorganismos, cuyas reducidas dimensiones y peso, permiten el rápido


crecimiento y la rápida dispersión de los mismos son capaces de modificar la
interfase entre el metal y la solución en tan sólo unas pocas horas. También esto es
debido a que la elevada relación entre su superficie y su volumen que presentan, les
permite interaccionar de modo intenso con el medio líquido que les rodea,
adhiriéndose fuertemente a las superficies sumergidas en medios acuosos.

Los microorganismos que quedan retenidos en la interfase metal-medio líquido, no


sólo se multiplican, sino que son capaces de crear una especie de estructura
polimérica que sustenta la biopelícula, a pesar de tener que sobrevivir en ambientes
industriales, carentes casi por completo de nutrientes que pudieran ayudar al
desarrollo de la vida. Esta estructura polimérica se podría considerar como una
membrana a través de la cual se produce un intercambio iónico, explicable por el
alto grado de hidratación que presentan.

En la imagen incluida, obtenida de la página web del centro holandés Wetsus TTIW de tecnología para
aprovechamiento sostenible de aguas, se puede observar, junto a la superficie, una primera capa, que es la
modificación de la capa superficial, a continuación, la capa que formaría como biofouling maduro, en que
ya hay crecimiento de la colonia microbiológica, y, por último, se muestra la influencia que sobre el
material tendría el medioambiente y las condiciones en que se desarrolla el proceso.
Inicialmente, la capa de microorganismos puede albergar a un millón de ellos,
siendo entonces llamada microfouling, pero, a continuación, si se produce la
colonización por organismos de mayor tamaño, puede ya tratarse de macrofouling,
que es apreciable a simple vista, constancia de lo cual se puede obtener observando
los cascos de embarcaciones en cualquier puerto comercial o militar.

No sólo perjudica la presencia de estos microorganismos a la estructura metálica


en la que se asienten por la corrosión que pueden desarrollar, y el riesgo de futuras
fracturas de los materiales que pueden llegar a ocurrir, sino que también pueden
crear un perjuicio económico por la parte energética, pues pueden llegar a
convertirse en verdaderos aislantes térmicos, que impidan o dificulten la
transferencia calórica en sistemas de intercambio de calor, provocando un mayor
consumo de combustibles para mantener sin modificación la tal transferencia
energética.

3. MECANISMOS DE LA CORROSIÓN MICROBIOLÓGICA

La corrosión influenciada microbiológicamente no produce un mecanismo de


corrosión electroquímica nueva, sino que es un resultado del cambio que
determinados microorganismos, y en determinadas condiciones, pueden promover
en el desarrollo de ciertas reacciones fisicoquímicas de oxidación-reducción, que, de
no concurrir aquellos, podrían no ocurrir, o, por lo menos, tener unas dimensiones
más reducidas. Se han identificado varios mecanismos de biocorrosión, que reflejan
la gran variedad de actividades fisiológicas llevadas a cabo por diferentes tipos de
microorganismos; sin embargo, hay que recordar que, en la Naturaleza, estos
procesos microbianos no actúan aislados, sino que lo hacen en conjunto, con las
fuerzas químicas y electroquímicas del ambiente particular en que esté presente la
estructura metálica afectada.

Una vez dicho esto, se pueden describir los efectos que los microorganismos
pueden ejercer sobre la reacción metálica de corrosión, según influyan sobre la
reacción anódica, o sobre la reacción catódica:
I. Efectos sobre la reacción anódica:

Por un lado, el metabolismo de los microorganismos puede producir


compuestos que por sí mismos sean corrosivos, como suele ser el caso de ácidos
orgánicos producidos por la degradación que ciertos hongos provocan sobre algunos
derivados hidrocarbonados del petróleo, o, caso también frecuente, la producción de
ácido sulfúrico por parte de ciertas bacterias que oxidan compuestos azufrados.

Por otro lado, el metabolismo de los microorganismos puede producir


compuestos que, sin ser por ellos mismos corrosivos, sí pueden aumentar la acción
corrosiva de ciertos iones, como por ejemplo, los iones cloruro, que presentan
elevadas concentraciones en aguas empleadas en procesos industriales, y que ya de
por sí son conocidos como agentes corrosivos de ciertas aleaciones metálicas,
cuanto ni más si reciben el aporte corrosivo de otros iones producidos por los
microorganismos, como iones sulfuro y bisulfuro, producidos por bacterias
sulfatorreductoras en ambientes anaerobios, desestabilizando la acción protectora
que sobre ciertos metales producen las películas pasivantes.

Hay un tercer mecanismo de actuación de los microorganismos sobre la


reacción anódica, y consiste en que estos emplean para su “consumo propio”,
elementos presentes en las aleaciones metálicas utilizadas en ciertas estructuras,
con el fin de protegerlas de la corrosión, inhibiendo ésta. Así ocurre en el caso de
ciertos hongos presentes en combustibles, los cuales prefieren usar el ion nitrato
que tiene por misión inhibir la corrosión de elementos metálicos de aluminio y de
otras aleaciones, en vez de usar el ion amonio, que suele ser más frecuente.

II. Efectos sobre la reacción catódica:

Ya es sabido que la reacción catódica es contraria a la anódica, y


complementaria de ella en el proceso corrosivo. Pues bien, los efectos de la
actuación de los microorganismos sobre la reacción catódica, suelen acelerar esta
reducción, o bien mediante la reducción de oxígeno, o bien mediante la reducción
de los hidrogeniones presentes en el medio. Todo esto, en muchos casos suele
agravarse con la aceleración simultánea tanto de la reacción anódica como de la
reacción catódica.

Hay varios mecanismos por los que pueden transcurrir los efectos de los
microorganismos sobre la reacción catódica.

Por un lado, se puede ver favorecida la producción de compuestos que


aceleren indirectamente la reacción catódica. Un ejemplo bien conocido es el de la
corrosión anaerobia del hierro por medio de la acción catalítica del sulfuro ferroso
promovido por bacterias sulfatorreductoras al combinarse los iones ferrosos
producidos en la disolución metálica con los sulfuros que aportan al medio los
microorganismos.

Por otro lado, se sabe que la mayoría de microorganismos produce en su


metabolismo compuestos ácidos de los que deriva una producción abundante de
hidrogeniones, lo que constituye el caso más representativo de producción de un
reactivo catódico por efecto del metabolismo microbiano.

Un tercer caso de mecanismo sobre la reacción catódica se basa en la


utilización de los microorganismos aerobios del oxígeno para su actividad
metabólica, con lo que provocan una fuerte disminución de su concentración en
ciertas áreas concretas, especialmente bajo las colonias de bacterias, o en el
mismo espesor de la biopelícula. Esta desigual concentración de oxígeno puede
provocar que coexistan microorganismos aeróbicos en capas superficiales y
oxigenadas de la biopelícula, y anaeróbicos, cerca del metal, en capas más
profundas. En la zona anaeróbica de la biopelícula se producen metabolitos más
atacantes del metal, más corrosivos, con lo cual se produce el consumo del
reactivo catódico.

En realidad, puede decirse que ante un caso práctico real de metal afectado por
corrosión microbiológica, es muy difícil poder interpretarlo como debido a un solo
mecanismo, pues en realidad suele responder a una combinación de factores que se
suman, y que se podrían englobar en una alteración de la interfase metal-solución,
debido a la actividad metabólica de diferentes microorganismos.
4. CASOS TÍPICOS DE CORROSIÓN MICROBIOLÓGICA EN METALES

I. Corrosión férrica aeróbica:

En el interior de conducciones de distribución de agua, como colectores o


cañerías, o bien en elementos en que ésta se almacena, como presas o tanques de
almacenamiento, es muy frecuente que ciertos microorganismos, como por ejemplo
bacterias oxidantes del hierro, produzcan unas curiosas formaciones que se suelen
denominar tubérculos, por consistir en unos engrosamientos semejantes a estos. Se
ha estudiado que se llega a producir una celda de aireación diferencial debida a que
dichos microorganismos oxidan el ion ferroso a férrico, apareciendo precipitados de
hidróxido férrico en el interior de tuberías o depósitos que van formando
excrecencias. Así, el flujo de agua establece una zona de aporte continuo de
oxígeno, mientras que en la parte inferior del tubérculo el oxígeno escasea, o llega a
anularse, debido a la actividad “respiratoria” de los microorganismos. Así, en esta
zona anaerobia se inicia el proceso de corrosión, tras establecerse la celda de
concentración, con la curiosa particularidad de que aunque se produjera la muerte
de los microorganismos, no se detendría el proceso, pues los depósitos inorgánicos
que se van acumulando forman una verdadera barrera mecánica que imposibilita el
acceso del oxígeno a esa zona. De este modo, este tipo de corrosión no estaría en
relación directa con el crecimiento celular biológico. Se juntan, pues, procesos de
naturaleza química y procesos biológicos en un mismo fenómeno.

En esta figura se aprecia la sección transversal de un


colector de una estación de bombeo en una planta boliviana de tratamiento de aguas del río Orinoco, en
que se aprecia el metal muy corroído, desgastado y carcomido.
II. Corrosión férrica anaeróbica:

La corrosión anaerobia es otra forma de corrosión inducida por las bacterias


procedentes de la materia orgánica existente en el subsuelo, cuando a su vez
coexisten factores tales como la humedad y determinadas sustancias químicamente
activas de naturaleza muy diversa, en función de los diferentes tipos de suelos
existentes (arcillosos, calizos, etc.).

Dado que, tanto en la industria como en la construcción, son muchos los casos en
los cuales las estructuras de acero han de estar en contacto con el terreno, y en
muchas ocasiones enterradas (tuberías, puentes, estructuras de tendido eléctrico,
etc.), es por lo que este tipo de corrosión es realmente un motivo de preocupación y
estudio, sobre todo en aquellos casos en los cuales pueda existir la probabilidad de
sobrehumidificación, y la consecuente transformación en suelos cenagosos o
freáticos (que acumulan agua en el subsuelo, aprovechable mediante pozos).

Cuando el acero está enterrado, por ejemplo, en un suelo arcilloso, donde el oxígeno
del aire no puede penetrar, y en determinadas condiciones propicias para la
proliferación microbiana, es factible la aparición de la bacteria anaerobia conocida
con el nombre de “sporovibrio desulfurincans”.

Esta bacteria, por sí sola, no es la responsable de la corrosión del acero, pero sí la


inductora, debido a que se nutre de iones sulfato (en lugar de oxígeno),
metabolizándolos en iones sulfuro, los cuales, en presencia de agua, acaban
transformando el catión ferroso en subproductos tales como el sulfuro de hierro
(SFe) y el hidróxido ferroso (Fe(OH)2), responsables de la corrosión anaerobia.

Dado que en estos procesos también se libera gas sulfhídrico (SH2), es muy común
percibir olor a huevos podridos cuando se desentierran, de suelos cenagosos
putrefactos, estructuras de acero afectadas por procesos corrosivos.

Resumiendo, en este punto, en la ruptura de la capa de pasivación de hierros y


aceros juegan un importante papel las bacterias sulfatorreductoras, pues, debido a
que, por su actividad metabólica, incorporan aniones del azufre, de fuerte acción
corrosiva, especialmente bajo la forma de sulfuro, a la interfase existente entre la
capa metálica y la solución. Además, la presencia de otros iones, como los
numerosos cloruros en el agua de mar, potencian la acción corrosiva de los sulfuros.

III. Corrosión marina de estructuras metálicas:

Este tipo de corrosión considera la acción del agua marina sobre los metales que se
encuentren sumergidos en ella, por razón de la utilización de la estructura de la que
formen parte. La acción corrosiva del agua de mar se debe a muchos factores, como
salinidad, acción de los fangos sobre estructuras enterradas, y, lo que me interesa
en este trabajo, la acción de las incrustaciones microbiológicas. Se ha estudiado
que, curiosamente, a pesar de la gran diferencia que existe en los muy distintos
ambientes marinos por su localización de temperatura, salinidad y de diferentes
organismos marinos, en todos ellos se produce la biocorrosión con muy pequeñas
diferencias entre unas y otras, salvo casos especiales de contaminación de las aguas
marinas.

Las incrustaciones biológicas son el resultado de la fijación de diversos


microorganismos marinos sobre las obras humanas artificiales sumergidas en el
mar, especialmente en este estudio, las que están hechas de metal. En la corrosión
microbiológica marina hay que tener en cuenta que pueden existir microorganismos
de origen animal y de origen vegetal de todo tipo: bacterias, protozoos, moluscos,
briozoos, rotíferos, poliquetos, y muchas otras especies.

Estas especies logran adherirse a las estructuras metálicas de diversos modos, los
más importantes de los cuales son las secreciones de material calcáreo, las
secreciones de naturaleza silícea, la formación de material mucilaginoso (sustancias
viscosas, de mayor o menor transparencia, que, en un breve lapso de tiempo,
endurecen como una cola) y el propio crecimiento y enraizamiento de vegetales
sobre las superficies.

Es de gran importancia el estado superficial que presente la superficie metálica,


pues, si es lisa y dura, proporciona un mejor asentamiento que una superficie
blanda. De todos modos, hay también que tener en cuenta que estas condiciones
superficiales pueden y suelen cambiar con el tiempo transcurrido para las piezas
sumergidas en el medio marino. Así, por ejemplo, en el acero inoxidable con una
superficie lisa y pulimentada, muchos tipos de microorganismos consiguen asentarse
con extraordinaria firmeza, mientras que en aceros ordinarios, la adherencia es
menor.

En la figura, tomada de una página web educativa chilena, se aprecia la


corrosión del anclaje de acero de una estructura sumergida en el Océano
Pacífico.

En cualquier caso, y resumiendo, está ampliamente demostrado que el biofouling


acumulado en diversas estructuras metálicas sumergidas en agua de mar contribuye
en gran medida a aumentar la corrosividad del medio, que, de por sí es elevada por
el alto porcentaje de cloruros que presenta el agua marina. Además, este tipo de
corrosión ocasiona graves pérdidas económicas, pues afecta a una gran variedad de
instalaciones industriales, tanto en la costa como en alta mar. En este último caso se
ha producido un interés muy acentuado, debido a que se ha intensificado en gran
medida la búsqueda prospectiva de yacimientos petrolíferos marinos, para cuyo
funcionamiento se necesitan plataformas de extracción de petróleo que han de
soportar gran peso, están sometidas a un fuerte oleaje en muchas ocasiones, y,
además de la corrosión propia del agua de mar, se ven sometidas también a la
biocorrosión.

En ésta, que es la que me interesa, se comienza por la colonización de


microorganismos que, junto a sus productos de desecho metabólicos, forman un
microfouling sobre el que no hay demasiados estudios, sin embargo. Esta
colonización inicial se forma a las pocas horas de estar la estructura metálica
sumergida en el medio marino, y está condicionada por diversos factores
ambientales, como la temperatura, el oxígeno disuelto, la concentración iónica, el pH
o el grado de contaminación del agua marina, entre otros factores.

Posteriormente se forma una película fina de macromoléculas orgánicas de una


décima de milímetro de espesor, aproximadamente. Esta capa altera principalmente
la carga electrostática.

En cuanto al tipo de metal que forme parte de la estructura sumergida, se ha


estudiado que no todos los metales sufren del mismo modo este tipo de
biocorrosión. De este modo, se sabe que la formación de biopelículas tiene mayor
dificultad para iniciarse en superficies de cobre y sus aleaciones (cobre/níquel,
latón), o de aluminio que en superficies de acero inoxidable o titanio.

IV. Biodeterioro de metales y aleaciones por contaminantes


microbianos de combustibles derivados del petróleo

Los combustibles que derivan del petróleo, especialmente los de la fracción de


queroseno, con cadenas lineales de hidrocarburos de una decena o más de átomos
de carbono, suelen “padecer” contaminación microbiana, fundamentalmente por
levaduras, hongos y bacterias, que suelen afectar a sistemas de almacenamiento y
distribución de combustibles, especialmente en la aviación, tanto civil como militar.

Generalmente, la presencia de pequeñas cantidades de agua en el fondo y en las


paredes de los tanques de aleación de aluminio, o de acero al carbono, donde se
almacenan los citados combustibles, permite la proliferación de un sinnúmero de
microorganismos, que facilitan el comienzo de la biocorrosión. La citada presencia de
agua, aunque sea escasa, y aunque se intente evitar, suele provenir de
condensación, filtraciones, o, incluso, puede proceder de la propia actividad
metabólica de los contaminantes microbianos de los combustibles. Por esta
contaminación, se llega a producir un verdadero ecosisitema dentro de la
biopelícula.
En los tanques de almacenamiento de combustible de navíos, suele ocurrir algo
muy parecido, pues en la interfase agua-combustible, y en el fondo y en las paredes
de los tanques, se depositan sedimentos o barros que contaminan el combustible y
llegan, incluso, a taponar los filtros de impurezas o a alterar el funcionamiento del
instrumental, además de la corrosión microbiológica.

Todo esto ocurre porque los microorganismos usan el combustible y sus aditivos
como fuente de elementos esenciales para su crecimiento y multiplicación. La
consecuencia final es que se provoca en zonas localizadas de la superficie metálica
un ataque corrosivo, generalmente por picado, que puede, en poco tiempo, afectar
severamente al espesor de la pared metálica.

Para tratar de paliar este problema, existe una amplia gama de biocidas de
utilización específica en el propio seno del combustible, además de, como es lógico,
las operaciones consiguientes de mantenimiento y limpieza.

V. Corrosión de aceros inoxidables

En la corrosión de los aceros, un papel importante ha sido asignado a las bacterias


filamentosas envainadas detectadas por microscopio en los depósitos de corrosión
formados naturalmente. Estas bacterias han sido típicamente asociadas con la
formación de tubérculos (depósitos macroscópicos que contienen microorganismos,
y materiales orgánicos e inorgánicos) y el consecuente ataque por pitting bajo
depósito en el acero inoxidable (el pitting es la disolución localizada y acelerada de
un metal, como resultado de la ruptura de la película de óxido). La resistencia a la
corrosión de aleaciones tales como aceros inoxidables se debe a la formación de una
fina capa pasiva de óxido.

La formación de depósitos orgánicos e inorgánicos por biocorrosión en la superficie


oxidada compromete la estabilidad de dicha capa. Las acumulaciones densas de
biocorrosión en la superficie metálica pueden así promover reacciones de corrosión
mediante el depósito de óxidos férricos y mangánicos catódicamente reactivos y el
consumo local del oxígeno por respiración bacteriana en el depósito.
Sin embargo, se debe ser cuidadoso al considerar a los microorganismos en
productos de corrosión como el agente causal. Es sabido que algunas bacterias se
adhieren preferentemente a los productos de corrosión y así estarán presentes en
altos números aún cuando no desempeñen ningún papel en los procesos de
corrosión primarios.

Esta imagen del ataque localizado de biocorrosión sobre


una pieza de acero inoxidable del cuarto de baño de un hotel, está tomada de la página web de una
asociación de investigación y cooperación industrial andaluza.

Es frecuente en la industria alimentaria este tipo de daño, causado por líquidos de


servicio, como pueden ser la salmuera y los líquidos refrigerantes. Esto ocurre en
todo tipo de equipamientos, pero, de forma frecuente, en intercambiadores de calor,
tuberías, o fondos de estanque en que pueden quedar restos de productos de
limpieza, fácilmente eliminables con hipoclorito sódico, o cloro en el agua de
enjuague o limpieza.

En cuanto al caso de las salmueras refrigerantes, el caso del cloruro de calcio es


muy delicado, pues el acero inoxidable es sumamente susceptible a la corrosión por
este medio.

También es importante la aireación de la salmuera, porque el aire contiene


pequeñas cantidades de CO2, que genera una ligera acidez al disolverse en el agua,
lo que neutraliza la acción de los componentes alcalinos de la solución,
disminuyendo el pH de ésta, aumentando la corrosión por picaduras si se llega a
niveles cercanos al pH neutro.

VI. Biocorrosión en aleaciones cobre-níquel

El latón, aleación con proporción variable de cobre y zinc, tiene un amplio uso en
distintos ambientes corrosivos, como en intercambiadores de calor refrigerados por
agua de mar, cañerías de conducción de fluidos en general, y condensadores.

El cobre ha sido generalmente utilizado en el medio marino por la escasa


acumulación de ensuciamiento biológico, por sus propiedades biocidas. La
incorporación de pequeñas cantidades de hierro (hasta un 2%) en la aleación,
incrementa la resistencia a los agentes que provocan erosión y a la corrosión.

A pesar de esto, muchas aleaciones de cobre son susceptibles a la corrosión


microbiológica al cabo de un mes aproximadamente, habiéndose observado casos en
aleaciones de cobre y níquel, latón al aluminio, bronces (aleaciones metálicas de
cobre y estaño), etc. Como mecanismos de estos tipos de corrosión, se han
estudiado la aireación diferencial, la disolución selectiva, etc. Ciertas colonias de
bacterias modifican la toxicidad de la superficie, permitiendo la colonización de la
superficie por microorganismos con menor resistencia a los iones cobre.

Imagen de los efectos de la corrosión microbiológica


en una tubería de cobre de conducción de agua, obtenida de la página web de una empresa catalana de
reparación de tuberías.

Las bacterias quedan, generalmente, atrapadas entre los productos de corrosión


formando una biopelícula ordenada en capas paralelas de productos de corrosión,
terminando, pasado un tiempo, por colonizarse la superficie por microalgas y algas
filamentosas, formando espesores de hasta una décima de milímetro. No obstante,
las propias corrientes marinas permiten eliminar las capas más superficiales de estas
biopelículas. Aun así, la biopelícula no suele presentar una distribución homogénea,
creándose zonas de corrosión por aireación diferencial, de características ya ajenas a
los microorganismos.

5. MÉTODOS DE DETECCIÓN Y CONTROL DE LA BIOCORROSIÓN

La inevitable presencia y posterior actividad de los microorganismos en el agua de


alimentación causa ya biocorrosión, sea en agua de pozo, de río, en fuentes, o
marina. El resultado de la corrosión microbiológica es función de la carga microbiana
y de las características operacionales del sistema (velocidad de flujo, temperatura,
diseño estructural) y, por ello, la secuencia de los procesos correspondientes a su
establecimiento y en consecuencia de los problemas de corrosión.

Generalmente, los tratamientos químicos implantados en la industria, no


contemplan las interacciones entra los depósitos biológicos y los inorgánicos, ni la
compatibilidad entre un tratamiento inhibidor de corrosión y un biocida de aplicación
simultanea.

Las medidas para eliminar el bioensuciamiento, coinciden con el control de los


depósitos orgánicos, aunque generalmente son estrategias que deben adecuarse al
problema. El registro del sistema debe incluir, con frecuencia variable, métodos que
permitan medir el proceso de la biocorrosión y el bioensuciamiento. El método mas
frecuente utilizado en el control es por cloración periódica o continua del agua de
alimentación, para matar los microorganismos de la biopelícula y disolver
parcialmente la estructura que cohesiona los componentes de la biopelícula. En
ciertos sistemas, la cloración no se emplea por razones de incompatibilidad química
y ambiental. Lo cual ha llevado a implementar tratamiento biocidas y dispersantes
de concepción mas moderna con especial énfasis en la preservación del ambiente.
En investigaciones recientes se ha comprobado que la concentración de cloro en el
interior de la biopelícula, sólo alcanza a los estratos mas superficiales, y se limita a
una concentración efectiva que representa solo el 20% del nivel del cloro en la fase
líquida. Estas limitaciones en el uso del cloro en los últimos años ha concentrado la
atención en otros biocidas alternativos de mejor compatibilidad con el ambiente.
Entre ellos, el ozono es un biocida prometedor. La calidad de un biocida se evalúa en
función de que no se pierda rápidamente su máxima actividad contra los microbios
de una biopelícula, responsables de la corrosión.Por ello, se considera que los
mejores biocidas deben tener propiedades pasivantes (protección), sobre ciertos
metales comunes en la industria, e, incluso, acción antiincrustante, para evitar la
acumulación de nutrientes que atraen a los causantes de biocorrosión. En los últimos
años, el interés por el ozono como biocida en el sistema de enfriamiento, ha
aumentado y numerosos informes y asesoramientos sobre si es factible
económicamente han sido elaborados por expertos de algunas empresas.

VI. CONSIDERACIONES FINALES Y PERSPECTIVAS FUTURAS

Para concluir, se ha evidenciado a lo largo de este trabajo que la colonización


microbiana de metales y aleaciones de uso industrial a través de la formación de
biopeliculas, modifican drásticamente la respuesta de los materiales a la
biocorrosión. Estos cambios se deben a modificaciones localizadas, como, por
ejemplo, en la concentración de iones, en el pH y en los niveles de oxigeno, así
como a la introducción de barreras al transporte de especies químicas desde y hacia
la interfase entre el metal y la solución. Se produce así un cambio en la composición
y estructura de los productos de corrosión y películas pasivantes, así como de las
variables electroquímicas utilizadas en el seguimiento de la biocorrosión.

El uso de técnicas adecuadas de muestreo y seguimiento complementario por


métodos microbiológicos y electroquímicos de campo y laboratorio es necesario para
entender los efectos derivados de la actividad microbiana y el papel de las
biopeliculas en el proceso biocorrosivo. Por tanto, se considera que esta evaluación
debe realizarse en cada sistema manera individual.

Principalmente, porque hoy en día, las leyes que regulan la calidad ambiental, son
cada vez más exigentes y restrictivas. El registro de nuevos biocidas y su
instalación, demanda el estar sujeto a reglamentación. Cuanto más conocimientos
se tengan sobre el efecto de biocidas y de otros agentes para el control de
bioensuciamiento y biopeliculas, mejor. Aunque para prevenir la corrosión
microbiológica deben agotarse las alternativas no contaminantes, como la
eliminación de fuentes de nutrientes para los microorganismos, provenientes de
productos orgánicos, así como la utilización de biocidas no contaminantes como el
ozono, antes de emplear sustancias tóxicas que afectan negativamente el ambiente.

En cuanto a las perspectivas, las investigaciones futuras deberían ir encaminadas a


esclarecer los mecanismos que determinan la interacción entre los microorganismos
causantes de la biocorrosión, y la superficie metálica, y la formación de biopelículas
y procesos de biofouling.

Otro campo importante para avanzar en el conocimiento de este tema es el


potencial de las innovadoras técnicas que se están creando de microscopía
(microscopia electrónica de barrido ambiental, microscopia láser de barrido,
microscopia de fuerzas atómicas), las nuevas técnicas espectroscópicas usadas para
el estudio de la corrosión de productos y de las biopelículas (análisis mediante
rayos-X de dispersión de energía, espectroscopia fotoelectrónica de rayos X, análisis
mediante microsonda electrónica) y en electroquímica (espectroscopia de
impedancia electroquímica, análisis del ruido electroquímico).

Uno de los más interesantes avances en instrumentación es el análisis químico de


la biopelícula por medio de microsensores, dado que las condiciones químicas de la
superficie y dentro de la biopelícula pueden cambiar sustancialmente en una
distancia de unas pocas micras, y esto abre expectativas muy interesantes.

En cualquier caso, lo que sí es cierto es que la corrosión microbiológica de


elementos metálicos es un tema lo suficientemente interesante y de la suficiente
relevancia a todos los niveles que sería conveniente que se invirtieran más
esfuerzos, tanto técnicos como económicos en analizar todos sus aspectos, para
poder evitarlo en la medida de lo posible. Este esfuerzo debería ser abordado, tanto
por parte de la iniciativa privada como desde las administraciones públicas, tanto
nacionales como internacionales, dadas las grandes pérdidas económicas que
comporta.
VII. BIBLIOGRAFÍA

1. Teoría y práctica de la lucha contra la corrosión. – C.S.I.C., 1984.


2. Ciencia de Materiales. – José Mª Lasheras y Javier Carrasquilla. Editorial
Donostiarra, 1997.
3. Corrosión y protección. – Francisco Liesa Mestres, Luis Bilurbina.
4. Introducción a la corrosión microbiológica. – Héctor Videla y Roberto Salvarezza,
1984.
5. Corrosión microbiológica sobre varios metales de interés industrial. – Francisco
Javier Santana Hernández y otros. – Universidad de Las Palmas de Gran Canaria,
1998.
6. Manual práctico de biocorrosión y biofouling para la industria. – M. D. Ferrari,
M.F.L. Mele, y Héctor Videla, CYTED, 1995.
7. Biotecnología ambiental. – Francisco Castello Rodríguez y otros, 2005.
8. Corrosión y protección metálicas (dos volúmenes). – S. Feliu y M.C. Andrade.

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