You are on page 1of 46

Stan Lee Presenta…

LOS CÓMICS MARVEL


Y LA HISTORIA

Héctor Caño

3
© Obra: Stan Lee Presenta… Los Cómics Marvel y la Historia
© Autor: Héctor Caño

Primera edición: Enero, 2019

Las imágenes contenidas en este libro son propiedad de


sus correspondientes licenciatarios según la Ley Gene-
ral de la Propiedad Intelectual, y se han empleado con
fines divulgativos. © Marvel Characters, Inc.

ISBN: 978-84-17707-51-4
Depósito Legal: M-3952-2019

Maquetación y diseño de cubierta: eneasbeat


Ilustración original de Jack Kirby

© Editado por LIBER FACTORY www.liberfactory.com


Gestión, promoción y distribución: Vision Netware S.L.
C./ San Ildefonso 17, local, 28012 Madrid. España.
Tlf: 0034 91 3117696 // Email: pedidos@visionnet.es
www.visionnet-libros.com

Disponible en papel y ebook en las principales librerías


físicas y online.

Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas


del autor. No reflejan necesariamente las opiniones del
editor, que queda eximido de cualquier responsabilidad
derivada de las mismas.

Este libro no podrá ser reproducido, ni parcial ni total-


mente, sin el previo permiso por escrito de los titulares
del copyright. Todos los derechos reservados. Diríjase a
CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,
www.cedro.es o por teléfono 91702 1970) si necesita
fotocopiar, escanear o utilizar algún fragmento de esta
obra. Gracias por comprar una edición autorizada de
esta obra y por respetar las leyes del copyright.

4
Índice

Introducción .............................................................................................. 9
Los 4 Fantásticos .................................................................................. 13
El Increíble Hulk ................................................................................... 25
El Poderoso Thor.................................................................................. 37
El Invencible Iron Man....................................................................... 49
Capitán América ................................................................................... 61
Nick Furia ................................................................................................ 73
X-Men ........................................................................................................ 85
Pantera Negra ........................................................................................ 97
Daredevil................................................................................................ 109
Recomendaciones .............................................................................. 121
Galería ..................................................................................................... 123
Notas ........................................................................................................ 133
Bibliografía............................................................................................ 147

5
6
“Verás, Oz es un Gran Mago y puede adoptar la forma que
desee, de modo que algunos dicen que parece un pájaro,
otros afirman que es como un elefante y los demás que tiene
la forma de un gato. Para otros es un hermoso duende o
trasgo o cualquier otra cosa... Pero ningún ser viviente po-
dría decir quién es el verdadero Oz cuando adopta su forma
natural.”

L. Frank Baum, The Wonderful Wizard of Oz

7
8
Introducción

«EL HOMBRE TRAS el renacimiento del comic-book


es Stan Lee, editor de Marvel Comics Group. Llamado
“el Homero del siglo XX” por los fans de los cómics en
los campus universitarios, creó la nueva generación de
superhéroes como Spiderman y los Cuatro Fantásti-
cos.»
«MAN BEHIND the comic book renaissance is Stan
Lee, editor of the Marvel Comics Group. Called “the Ho-
mer of the 20th Century” by campus comics fans, he
created the new breed of superheroes like Spiderman
and the Fantastic Four.»
Este viejo recorte de prensa, rescatado por el eru-
dito Sean Howe, reflejaba el fenómeno sociocultural
que supuso la irrupción de Marvel Comics en la década
de 1960. En la foto, Stan Lee (nombre artístico de Stan-
ley Martin Lieber) aparece cordial y dialogante, fu-
mando un cigarro frente a un interlocutor fuera de cá-
mara. Pocos años después, Stan Lee concentraría todos
sus esfuerzos en las relaciones públicas de la empresa
y su expansión transmedia, proyectando una imagen
de marca que cultivó en su propia persona, con un look
característico que incluirá unas gafas de sol ahumadas,
un denso mostacho y un bisoñé que se haría insepara-
ble. Tanto es así, que bien podría ser el varón adulto
que mejor supo llevar un peluquín en toda la historia
de la humanidad, con tal dignidad y seguridad en sí
mismo que nadie osaría cuestionar su aspecto jovial y
desenfadado ni la energía que irradiaba. Por el contra-
rio, Stan Lee logró convertirse en un icono, un simpá-
tico revulsivo para varias generaciones, el abuelo en-
trañable que todos nosotros quisiéramos tener, o el
que nos recuerda precisamente al abuelo que tuvimos.

9
Al reflexionar sobre su obra pretérita, Stan Lee de-
claró ante Associated Press: “Me gusta pensar que son
cuentos de hadas para adultos.” En efecto, la definición
fue muy adecuada. Los personajes de Marvel protago-
nizaban cuentos que cualquier niño podía comprender,
pero eran lo bastante sofisticados como para que un
adulto disfrutara leyéndolos. De hecho, uno de sus
principales logros fue cautivar al público universitario,
captando su interés desde los 60s y para las décadas
venideras. Por primera vez, los cómics americanos (y
más concretamente los comic-books de superhéroes)
no serían considerados un subgénero literario ni un
producto exclusivamente infantil, sino un sugestivo
arte americano por derecho propio. La prueba de ello
es que su repercusión no se limitó al ámbito de lo pri-
vado, sus cómics no eran lecturas inconfesas que circu-
laran por los kioscos arrastrando algún complejo de in-
ferioridad. Marvel Comics impactó con una fuerza ines-
perada en la cultura estadounidense. Los héroes Mar-
vel interaccionaron con la sociedad contemporánea en
su devenir histórico, alcanzando toda Norteamérica y
después el planeta entero.
Hoy día, Marvel Studios es la franquicia que más di-
nero ha recaudado dentro de la industria del cine, en
toda su historia. En 2018, año en que Stan Lee falleció,
las películas inspiradas en sus personajes acumulaban
una recaudación de taquilla de 17.000 millones de dó-
lares. Los beneficios generados por la infinita merca-
dotecnia son seguramente incalculables, dada la ex-
tensa ramificación de formatos y los productos deriva-
dos en las áreas más diversas, en cualquier sector ima-
ginable que pudiéramos mencionar.
La comparación con Homero es muy pertinente. Los
detractores de Stan Lee (entre los cuales se incluyen
varios de sus más estrechos colaboradores) siempre le
acusaron de apropiarse del trabajo ajeno y suplir con
verborrea sus carencias autorales. La expresión ho me

10
horón (en griego, “el que no ve”) proporcionó el apodo
a quien consideramos el padre de la literatura occiden-
tal. Al desconocer su biografía, se le atribuye tradicio-
nalmente un orígen mítico que lo convierte más en una
leyenda imperecedera que en un personaje histórico
documentado. Como bien señala Robert Graves, si la
Ilíada está datada en el siglo VIII a.C., la Odisea se fecha
en el siglo VII. ¿Acaso pudo ingeniar Homero ambos re-
latos con un siglo de diferencia entre ambos? También
acusaron a Stan Lee de usar una retórica iterativa y
afectada. Homero usaba frases repetidas regular-
mente, para facilitar el recitado memorístico de los
poetas rapsodas que difundían sus versos en la antigua
Grecia, además de ceñirse al hexámetro dáctilo para
generar un ritmo sonoro cíclico y asequible para sus
aedos. Pero quizás el hecho más crucial es que Homero
inició una genealogía de rapsodas, formada por sus he-
rederos espirituales (los denominados homéridas) que
propagaron sus poemas épicos cantándolos a través
del tiempo y la distancia geográfica. En ambos casos,
tanto Stan Lee como Homero se dedicaron a la litera-
tura popular. Los dos inventaban historias para la
gente sencilla.
De entre todos los personajes del primer repertorio
de Marvel Comics, hay uno que destaca por encima de
cualquier otro, convertido en emblema de la editorial
durante décadas, muy pronto incorporado al desfile
neoyorquino del Día de Acción de Gracias en forma de
globo hinchable, junto a otras figuras entrañables de la
cultura popular estadounidense: Spider-Man.
Encontramos el primer disfraz de Spider Man (SPI-
DER MAN Halloween Custome) en un anuncio publici-
tario de la empresa Ben Cooper, Inc. afincada en Nueva
York. “Spotlite HALLOWEEN featuring the greatest
name” mostraba una variopinta gama de disfraces in-
fantiles, presentada como rigurosa novedad dentro de
su vasto catálogo en el año 1954. “NEW! DIFFERENT!

11
UNUSUAL! NOVELTY COSTUMES with MASKS!” El dis-
fraz de Ben Cooper no sólo se adelanta 8 años al primer
cómic de Spider-Man en Marvel por Stan Lee y Steve
Ditko, sino que exhibe el mismo patrón de las telara-
ñas, una máscara muy similar, y el emblema del pecho
era idéntico al del superhéroe. ¿De qué puede sonarle
a Spider-Man el nombre de Ben...?
Cuando Stan Lee alternara en Londres con Roy
Wood (Electric Light Orchestra) y Marc Bolan (T.Rex)
en la Marvel Art Exhibition del Institute of Contempo-
rary Art, como registró la revista New Musical Express
en noviembre de 1975, o cuando charlara junto al di-
bujante Alan Weiss con la banda Kiss en 1977 durante
la promoción de Kiss: A Marvel Comics Super Special
No. 1, tal vez compartiera con ellos el orígen secreto de
The Amazing Spider-Man. Se trata de un secreto a vo-
ces, una fórmula sobre el poder y la responsabilidad
que se transmitirá de boca en boca, pasando de una ge-
neración a la siguiente, con el potencial de cambiar el
mundo para mejor.

Nuff Said!

12
Los 4 Fantásticos

El Universo Marvel, como nuestro cosmos, nació


con un espectacular Bing Bang. Dicho acontecimiento
tuvo lugar el 8 de agosto de 1961, cuando se distribu-
yeron las primeras copias de Fantastic Four #1. Aun-
que la fecha de portada marcaba el mes de noviembre
(un truco para garantizar la durabilidad en los kioscos)
el cómic galvanizó a los jóvenes y desprevenidos nor-
teamericanos en plenas vacaciones escolares. Aquel
verano, el boca a boca corrió como un reguero de pól-
vora. El rumor pasó de unos a otros con emoción y ner-
viosismo creciente. Algo había pasado, que conmo-
cionó a niños y adolescentes de costa a costa interrum-
piendo el tedio estival. Bajaron de su guarida secreta
en la cabaña del árbol, salieron catapultados de sus ca-
sas, subieron a sus bicicletas y corrieron hasta la tienda
de cómics más cercana. Luego, compartieron con sus
amigos el feliz descubrimiento: el científico Reed Ri-
chards había comandado un vuelo espacial en un pro-
totipo de cohete sin autorización de las fuerzas aéreas,
en una expedición tripulada por su mejor amigo el pi-
loto Ben Grimm, su novia Sue Storm y el hermano de
esta, Johnny Storm. Pero lo más sorprendente: la nave
había sufrido un accidente, fue irradiada por los rayos
cósmicos cuando surcaba la estratosfera, alterando
para siempre el organismo de los cuatro astronautas.
Ahora, el Doctor Reed Richards podía estirarse a volun-
tad como una goma elástica. Ben Grimm se había con-
vertido en un golem de piedra anaranjada. Sue Storm
podía volverse invisible, y su hermano Johnny ardía en
llamas como un fósforo incandescente. Mr. Fantástico,
la Cosa, la Chica Invisible y la Antorcha Humana eran...
¡Los 4 Fantásticos!

13
Justo en aquel momento, en Berlín comenzaba a
construirse un muro que dividía la ciudad en dos.
Mientras en Europa se ponía de manifiesto la tensión
que marcaría las próximas décadas, reforzando las
fronteras y crispando a la población atrapada en terri-
torios estancos, los jóvenes estadounidenses comenza-
ban a soñar con otro mundo sin barreras, restricciones
ni corsés, tan sólo los límites que marcara la imagina-
ción, que por supuesto se antojaba inagotable.
La Unión Soviética lanzó su satélite Sputnik unos
pocos años antes, en 1957. Al año siguiente, en 1958, el
presidente Eisenhower fundó la NASA, identificada con
el lema “For the Benefit of All Mankind” (Para beneficio
de toda la humanidad), se puso en marcha el Proyecto
Mercury y comenzaron a seleccionarse candidatos del
ejército. En abril de 1961, la URSS lanzó a Yuri Gagarin
en un vuelo que culminó con éxito una órbita terrestre,
coronando la hazaña del Programa Vostok. En mayo,
Alan Shepard sería el primer norteamericano en surcar
el espacio en un vuelo balístico suborbital, y ese mismo
mes el recién envestido John Fitzgerald Kennedy pro-
puso en el Congreso “aterrizar a un hombre en la Luna
y devolverlo a salvo a la Tierra”.
Sólo tres meses después, en agosto, Stan Lee y Jack
Kirby lanzaron a sus cuatro astronautas, conquistando
en el acto el corazón de los jóvenes norteamericanos al
sublimar sus más audaces anhelos y traer consigo un
nuevo modelo de fantasía escapista.
Otro cuarteto, The Beatles, actuó por primera vez en
The Cavern en febrero de 1961, pero no fue hasta no-
viembre que Brian Epstein tuvo la oportunidad de oír-
los y les propuso convertirse en su representante. No
entrarían en un estudio de grabación hasta el verano,
cuando George Martin grabara sus primeros temas
para EMI, incluyendo el single “Love Me Do” en 1962.
Su primer álbum “Please Please Me” saldría el año si-

14
guiente, y la beatlemanía no se desató hasta 1964 du-
rante su gira en Estados Unidos, tras actuar en el Show
de Ed Sullivan ante millones de televidentes.
Para entonces, Marvel Comics ya vendía unos 27 mi-
llones de copias en todo el país. Y todo empezó en 1961
con Los 4 Fantásticos.
Cuenta la leyenda que la génesis de los Cuatro Fan-
tásticos se remonta a una prosaica partida de golf entre
Martin Goodman, el propietario de la editorial Atlas
Comics, y su homólogo de la empresa competidora DC
Comics, Jack Liebowitz (el historiador Michael Uslan
desmiente dicha anécdota, pero igualmente ha que-
dado inmortalizada en el tiempo). Ante las provocacio-
nes del altanero Liebowitz, que se pavoneaba del lan-
zamiento de la serie Justice League of America, un
zaherido Goodman telefonea inmediatamente a su
hombre de confianza, Stan Lee, para que prepare un tí-
tulo equivalente formado por un grupo de superhé-
roes, la tendencia del momento. Lee, por su parte, pa-
recía estar atravesando la crisis de los cuarenta, has-
tiado de una carrera profesional sin incentivos, abu-
rrido de escribir guiones repetitivos para géneros in-
movilistas como el western o los cómics románticos
para chicas. Estaba a punto de claudicar, cuando su es-
posa Joan le animó a intentarlo una vez más, alentán-
dole a escribir exactamente el tipo de historia que a él
le interesaría leer. Redactó un tratamiento de dos pági-
nas y se lo encomendó al enérgico Jack Kirby para que
lo plasmara en viñetas. Cuando el título llegó a los ana-
queles de las tiendas, el impacto fue tan grande que
pronto se hablaría del nacimiento de una nueva era en
la historia del cómic. Como Atlas cambió su nombre por
Marvel, el hito adquirió su carta de naturaleza: había
comenzado la Era Marvel.
Todo sucedió con premura. El proceso se desarrolló
rápidamente, dado que su objetivo era aprovechar una
moda que podía ser momentánea (el resurgir de los

15
grupos de superhéroes que desató la compañía rival) y
había que aprovechar la corriente de cola mientras el
tirón comercial fuera reciente. Además, el equipo res-
pondía a un arrebato impulsivo del señor Goodman,
quien ansiaba desquitarse del desaire que sufrió en
aquella crucial partida de golf. Quizá por eso, Lee pres-
cindió del habitual guión detallado por escenas, con los
diálogos descritos de antemano, y delegó enteramente
en Kirby el desarrollo por páginas, gozando este de un
margen increíble para interpretar el argumento, de
modo que Lee sólo concretó los diálogos al final, tras
recibir las planchas acabadas. Como el resultado fue
tan óptimo y la inesperada acogida de los lectores su-
peró con creces cualquier expectativa previa, se vieron
inmersos en el ojo del huracán, zambulléndose en una
vorágine imparable que Lee y Goodman supieron apro-
vechar. Así, el ímpetu inicial se prolongó los meses ve-
nideros con creciente vigor y brío, acelerando la explo-
sión del recién nacido cosmos ficticio.
Stan Lee ejercía las tareas de coordinador, escribiría
todos los títulos de la línea y actuaría como un excep-
cional relaciones públicas, azuzando a los fans y gene-
rando un sólido sentimiento de hermandad entre los
lectores y el staff editorial. En medio de aquel torbe-
llino, nunca consideró necesario recurrir al guión es-
tándar, que requería mucha más dedicación, y confió
enteramente en sus artistas para plasmar sus ideas con
diligencia. Haciendo de la premura una virtud, bautizó
dicha técnica de escritura como el “método Marvel” y
enmarañó para siempre la cuestión de si sus persona-
jes eran creación suya o mérito del dibujante que los
retrató en el papel. De hecho, cuando Jack Kirby recibió
el encargo de dibujar el primer cómic de los 4 Fantás-
ticos, espoleado por aquella urgencia, recurrió a un es-
quema básico que le era familiar, reutilizando a ciertos
personajes que había inventado años antes para DC,

16
Challengers of the Unknown, cuatro temerarios explo-
radores uniformados con el rostro descubierto.
Pero, ¿qué tenían los 4 Fantásticos para dejar bo-
quiabiertos a los muchachos en todo el país y ser el de-
tonante de un auténtico resurgir del cómic americano?
En primer lugar, la inmediatez. Concebidos bajo el
apremio de sus promotores, los personajes brotaron
con celeridad en medio de un furor que se hacía palpa-
ble. De hecho, así consta en el argumento, cuando el im-
paciente Reed Richards decide infiltrarse a hurtadillas
en una base militar y propulsar el cohete aeroespacial
antes de hacer las verificaciones oportunas, arries-
gando la integridad de la nave y la vida de sus tripulan-
tes en un arrebato impetuoso. La misma presteza se
transfiere al ritmo narrativo. En sólo ocho páginas se
presentan individualmente los cuatro protagonistas, y
en apenas cinco páginas más presenciamos su origen
en un flashback fulgurante. Aún sobraban doce páginas
para enfrentarlos a su primer enemigo y que desfilara
una caterva de monstruos mastodónticos. Mientras los
cómics de aventuras parecían recrearse en la prolon-
gación parsimoniosa de viejos clichés consolidados
(Superman, Batman y Wonder Woman habían tardado
veinte años en reunirse como la Liga de la Justicia), es-
tos cuatro aventureros inquietos aparecen en el esce-
nario, se transforman y se agrupan en apenas medio
cuaderno. Los lectores tendrían la impresión de que se
subían a un tren en marcha, pero un tren disparado a
toda velocidad que no se detenía por nada ni por nadie.
Además, mientras el público aguardaba expectante
las prometidas proezas de sus cosmonautas John
Glenn, Virgil Grissom y Adam Shepard ataviados con
sus escafandras, Reed Richards y sus compañeros se
adelantaron súbitamente a la propia NASA tomando el
atajo del atrevimiento. Lograron consumar el deseo la-
tente del pueblo americano, tocar las estrellas. Aunque
el vuelo de pruebas se torciera en un fatídico accidente,

17
el cuarteto traería consigo la misma fascinación de las
estrellas al fundirse con los rayos cósmicos.
Y por supuesto, cuando Stan Lee aporreó el teclado
de su máquina de escribir, él tampoco tenía tiempo que
perder. Consideraba que había malgastado demasia-
dos años en una profesión sin horizonte, superficial y
voluble. Sentía que había invertido la mitad de su vida
en un medio expresivo que languidecía en el sopor, re-
cordando con disgusto la época en que soñaba con ser
alguna vez un escritor serio (por eso usaba un seudó-
nimo en vez de su nombre real, Stanley Martin Lieber,
para que no le asociaran con el guión de cómics). Así
que cuando presentó a los 4 Fantásticos, echó toda la
carne al asador en un arranque casi desesperado. La
crisis de los cuarenta se vertió en el fabuloso cuarteto
heroico. A la potencia de un experimentado y pasmoso
Jack Kirby, se sumó el hallazgo de un inspiradísimo
Stan Lee. Su innovación supuso un auténtico giro co-
pernicano. Sus personajes eran humanos, demasiado
humanos. Sus héroes eran imperfectos, y era su misma
imperfección la que nutría sus superpoderes.
El científico meditabundo que pecó de impaciencia
queriendo alcanzar el espacio sin reparar en cavilacio-
nes, recibió el poder de estirarse, deformando sus pro-
porciones como un chicle. Su novia, la discreta y acom-
plejada Sue Storm, parecía desvanecerse en el aire al
emular al viejo personaje de H.G. Wells y hacerse vir-
tualmente invisible. Su hermano menor, el tempera-
mental y alocado Johnny Storm expresaba su fogosidad
convirtiéndose en una llamarada envanecida. El amigo
inseparable de Reed, el aplomado Benjamin Grimm,
firme como una roca, se transfiguró en una sobrecoge-
dora mole de piedra. Cada uno de ellos exhibía las grie-
tas de su personalidad con brutal elocuencia gráfica, y
más aún, la expresaban en un desenfrenado festival de
fuegos artificiales.

18
Mientras otros superhéroes recordaban el relato de
su origen como un trance superado (el asesinato de sus
padres no impedía que Batman disfrutara jovialmente
de sus peripecias en aquella época libre de traumas, ni
siquiera la extinción del planeta Krypton con todos sus
habitantes ensombrecía las alegres correrías de Super-
man), los poderes que Stan Lee inyectó en sus criaturas
suponían un constante recordatorio de su dimensión
humana, fatalista y falible. Para subrayar aún más lo
evidente, los diálogos de Lee insistían en ese leitmotiv,
manifestando sus taras personales sin pudor alguno,
instalando el motor del drama en las propias caracteri-
zaciones, de manera que alimentaban las historias al
interaccionar entre sí.
No en balde, Stan Lee firmó los créditos con el apro-
piado apodo que se hizo célebre: “The Man” (El Hom-
bre). En Marvel, Stan Lee no sólo era el encargado de
todo y el cabeza visible de la empresa, su sobrenombre
era el más adecuado para referirse a quien introdujo el
verdadero giro humanista del héroe moderno. La hu-
manidad de sus personajes era palmaria, desarmante y
absolutamente encantadora. Los mostraba verosímiles
a pesar de la pátina de irrealidad, les confería tal viveza
que no parecían estar constreñidos al papel impreso,
existían verdaderamente más allá del relato cons-
truido. Desde luego, sus lectores los recibieron así,
compartiendo su fascinación y preocupación por el
cuarteto, ya que su rutilante imperfección les hacía to-
talmente imprevisibles.
Con un logotipo cuyas letras recordaban vagamente
al rótulo de The Twilight Zone, la serie puntera creada
por Rod Serling para televisión (que Marvel usó tam-
bién para construir el título de su antología Amazing
Fantasy a partir de diciembre, cuando fue renom-
brada) Fantastic Four #1 no fue, por fortuna, un hito
pasajero. La colección no hacía sino mejorar en cada
número, subiendo más y más el listón con cada entrega,

19
introduciendo impactantes y rocambolescas ideas, re-
frescantes conceptos y nutriendo el elenco de secunda-
rios hasta generar, más que un extenso reparto, un uni-
verso completo en perpetua expansión.
Y otro acierto: los personajes evolucionaron. Quizá
sus autores estaban probando sobre la marcha hasta
dar exactamente con el tono adecuado, pero lograron
producir un desarrollo orgánico acorde al material
base. La camarilla de aventureros, al principio resenti-
dos entre sí, indignados por su mala suerte, a menudo
irritados y a punto de saltar en una turbia desavenen-
cia, perfeccionaron su sinergia encajando en una diná-
mica de grupo totalmente atípica y cautivadora: se con-
virtieron en una familia.
Los 4 Fantásticos serían mucho más que cuatro co-
legas. Reed y Sue formalizaron su relación de pareja, se
prometieron en matrimonio y celebraron sus nupcias
en el Annual #3 de 1965. Después, Susan quedaría en-
cinta y daría a luz al pequeño Franklin Richards en el
Annual #6 de 1968. Johnny Storm se comportaba como
una suerte de James Dean, con sus chupas de cuero
rojo, su afición por el automovilismo y su facilidad para
verse rodeado de aduladoras allá donde fuese. Sin em-
bargo, dado el estado sentimental de su hermana,
siempre sería el devoto cuñado de Reed, abnegado y
leal con los suyos. Ben Grimm parecía el único verso
suelto del cuarteto, pero era la piedra angular sobre la
que se apoyaban los demás. Dado que no podía contro-
lar su transformación, viéndose atrapado en un cuerpo
apoteósico y extravagante, en apariencia monstruoso,
la resignación con que se adaptó a sus circunstancias,
sin perder un ápice de su sencilla y amable personali-
dad, era un ejemplo de benevolencia y ternura para sus
amigos, que se sentían inspirados en su compañía. En
un excepcional giro poético, la Cosa encontró su parte-
naire en la escultura ciega Alicia Masters, por cuya vo-

20
cación y sensibilidad estaba habituada a trabajar la ar-
cilla con las manos y rescatar la belleza intrínseca de
sus modelos sin prestar atención a su aspecto externo.
La historia de amor entre la criatura de piedra y la es-
cultora invidente se grabó a fuego en el corazón de los
lectores, demostrando que aquellos cómics iban mu-
cho más lejos que las habituales peleas a puñetazos.
Ya desde el número 3 se añadía en portada el rótulo
“The Greatest Comic Magazine In The World!!” refor-
mulado en el 4 como “The World’s Greatest Comic Ma-
gazine!” (La mejor revista de cómics del mundo) y así
quedó establecido a perpetuidad. La afirmación, inmo-
desta y grandilocuente como todo lo que pronunciaba
Stan Lee, empezó siendo un gancho comercial provoca-
tivo, pero se consolidó como una verdadera declara-
ción de intenciones por parte de sus autores. Ya tenía-
mos a cuatro carismáticos héroes y un vínculo emocio-
nal sensacionalmente conmovedor. Con sus fantásticos
poderes, no se limitarían a salvar el día... en cada em-
presa, con cada expedición, los 4 Fantásticos cartogra-
fiaban el mundo. Más allá de nuestro planeta, Reed Ri-
chards y sus compañeros exploraban el universo des-
conocido que Jack y Stan imaginaban en construcción.
Los 4 Fantásticos establecieron su base de operacio-
nes en la mismísima Nueva York (aunque sus primeros
episodios se ubicaban en una Central City muy sui gé-
neris) señalando un fuerte paralelo con el mundo real,
de modo que los lectores compartieran el mismo esce-
nario que sus héroes. El elegante Edificio Baxter tenía
su emplazamiento en la calle 42 con Madison Avenue,
y cada vez que los personajes salían a pasear por los
bulevares de Manhattan, Kirby hacía reconocibles las
localizaciones a su peculiar estilo bronco y cúbico. Para
que las historias de nueva factura enlazaran con etapas
anteriores de la editorial (Timely Comics, como co-
menzó llamándose desde su fundación en 1939, en los
años 50 reformulada como Atlas Comics) Lee no dudó

21
en que el adolescente Johnny Storm reencarnara la ti-
ponimia del primer superhéroe de la empresa, la An-
torcha Humana de Carl Burgos, y se las apañó para re-
introducir al otro estandarte de la casa por aquella
época, Namor the Sub-Mariner creado por Bill Everett,
esta vez como villano clásico del cuarteto, o antihéroe
que flirteaba con Sue Storm formando un pasional
triángulo amoroso entre Mr. Fantástico, la solicitada
Chica Invisible y el petulante Príncipe de Atlantis. En el
quinto número debutó el Doctor Doom (Doctor
Muerte) quien se convertiría en el archivillano por an-
tonomasia de la colección, antiguo compañero y rival
de Reed Richards en sus años universitarios y actual
monarca de Latveria, estado totalitario en la región de
los Cárpatos. El fuerte carisma de Victor Von Muerte,
regio y maquiavélico, de ascendente zíngaro y trágico
pasado, su rostro deforme y cubierto con una máscara
como el Fantasma de la Ópera, le posicionaron como la
némesis perfecta. Su impresionante armadura gris con
aires medievales, adornada con capa y una espectral
capucha, hacían que subiera el octanaje de cada episo-
dio en que aparecía para enfrentarse a los héroes.
Pero estas incorporaciones sólo suponían un genial
aditamento al habitual reparto de secundarios. Los 4
Fantásticos ampliaban el horizonte del Universo Mar-
vel con cada epopeya vivida, con cada viaje insólito. Así
conocimos a los Inhumanos, clan liderado por el es-
toico Rayo Negro y su majestuosa esposa Medusa,
apartados del mundo en la recóndita ciudad de Attilan,
donde su regia dinastía bullía de intrigas palaciegas.
Conocimos la próspera nación de Wakanda gobernada
por el noble T’Challa, Pantera Negra, símbolo inequí-
voco del empoderamiento del continente africano tras
la descolonización occidental y un golpe para la segre-
gación racista del periodo. También visitamos la in-
quietante Zona Negativa, universo de antimateria tira-
nizado por el insaciable Annihilus. Se nos presentaron

22
razas extraterrestres esparcidas por el cosmos, como
los Skrull metamórficos y los beligerantes Kree. Y, en la
que seguramente fuera su saga más memorable, los 4
Fantásticos frenaron el avance de Galactus, el devora-
dor de mundos, precedido de su heraldo el honorable
Silver Surfer (Estela Plateada) condenado a permane-
cer en la Tierra en castigo por interceder en el con-
flicto, traicionar a su amo y decantarse por la supervi-
vencia de la humanidad.
Fantastic Four era la serie sobre la que se cimentaba
Marvel Comics, el campo donde se jugaban los partidos
importantes, el auténtico núcleo alrededor del cual or-
bitaban las demás series de la editorial, para el placer
y la estupefacción de una juventud absorta en su lec-
tura. Reed, Sue, Ben y Johnny se convirtieron en la Pri-
mera Familia, un apelativo casi tan ominoso como los
“padres fundadores” del país. Toda una generación de
norteamericanos presenció anonadada cómo se des-
plegaban las habilidades de un Jack Kirby desatado y
un Stan Lee empecinado en convertir su firma en un
referente del entretenimiento, enamorado de sus cria-
turas y arrebatado por el entusiasmo.
Si bien el roqueño Jack Kirby fue quien gestó con sus
lápices aquel universo ficticio, y sería luego el que
disputara con el guionista la paternidad del impresio-
nante panteón mediático, no cabe duda de que sería
Stan Lee quien sentó las bases para su definitiva im-
plantación. A nivel artístico visual podríamos conside-
rar a Kirby el padre biológico, pero hemos de recono-
cer en Stan Lee al mejor tutor o el mejor padre adoptivo
que tales personajes pudieran tener. Si el enérgico y
corpulento dibujante fue quien diseñó incontables ico-
nos de la cultura popular a partir de unas someras in-
dicaciones que le diera el escritor y unas pautas gene-
rales para guiar las tramas, fue Stan Lee quien tuvo la
visión de robustecer dicho universo con una cohesión

23
interna, una idea de progresión y un proyecto de con-
tinuidad, tanto argumental como empresarial.
Tras sobreponerse a la crisis de los cuarenta, Stan
Lee encontró una voz con la que comunicarse con los
jóvenes, y esa voz decía “Make Mine Marvel!”

24
El Increíble Hulk

“¡Hulk aplasta!” (“Hulk smash!”) es una de las frases


recurrentes del gigante de piel verde, refiriéndose a sí
mismo en tercera persona. A veces alarga su arenga
con un “¡Hulk aplasta débiles humanos!” o bien la re-
mata con “hombrecillos” señalando a los soldados que
le incordian con sus tanques una y otra vez, respon-
diendo a la provocación con simpleza y enojo infanti-
les. Vaya don de gentes, ¿verdad? ¿Quién podría empa-
tizar con semejante cascarrabias? La respuesta es: todo
el mundo.
Cuando los informes de ventas confirmaron al capi-
toste Martin Goodman la gran acogida de Fantastic
Four #1, la editorial no tardó demasiado en urdir otros
proyectos, esperando que al primer título le sucediera
una línea entera de revistas igualmente exitosas. Tras
comprobar que la Cosa de los 4 Fantásticos había ca-
lado entre los lectores, lo más lógico era darles otro
monstruo corpulento en la misma línea de diseño. En
el catálogo de publicaciones de Atlas ya tenían la des-
pensa abarrotada de criaturas estrambóticas y des-
tructivas, de hecho se habían dedicado durante años a
vender historias de terror y ciencia ficción claramente
imbuidas por las películas de serie B que cautivaron al
público en los turbulentos años 50. El Increíble Hulk
sería una especie de eslabón perdido entre los mons-
truos de Atlas y los modernos superhéroes de la Era
Marvel.
Stan Lee estaba bien atento al contexto del mo-
mento, dispuesto a utilizar cualquier material fuente
para transformarlo en un superventas. Para crear a
Hulk, fusionó dos temas igualmente sugestivos: el

25
miedo a la radiactividad y la bomba atómica con el en-
trañable monstruo de Frankenstein. La inolvidable in-
terpretación de Boris Karloff en el clásico cinematográ-
fico de James Whale aún se mantenía nítida en el ima-
ginario popular pese a las tres décadas transcurridas
desde su estreno, sobre todo gracias a las múltiples se-
cuelas y pases de la cinta en sesiones matinales o por
televisión. Lee afirmaría que siempre consideró al pa-
tético Frankenstein el bueno de la historia, confesando
su simpatía por el film de Universal Studios. Pero lo que
disparó su interés fue el lanzamiento en 1960 de un
modelo a escala del monstruo de Frankenstein, distri-
buido por la prestigiosa marca Aurora, que llegaba a
medir 19 pulgadas una vez montado, casi medio metro
de altura. “Make A Friend! Build ‘Big Frankie’ The
Friendliest Monster In Town!” (“¡Haz un amigo! ¡Monta
a ‘Big Frankie’ el monstruo más simpático de la ciu-
dad!”) anunciaba su eslogan publicitario. La figura Gi-
gantic Frankenstein vendió cerca de un millón de uni-
dades en pocos meses, indicando a Stan Lee el camino
a seguir.
Frankenstein no era el único ancestro de Hulk, aun-
que quizá el más evidente viendo la forma plana y rec-
tangular de su cabeza o los harapientos guiñapos de
ropa que lucía como atuendo en su debut. Hulk era un
amasijo de alusiones al cine de terror. Sus repentinas
transformaciones emulaban las metamorfosis del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson, con su ra-
dical cambio de ánimo y sus personalidades contra-
puestas. La carambola del científico víctima de sus ex-
perimentos recordaba en muchos aspectos al perso-
naje magistralmente interpretado en pantalla por
Spencer Tracy, sobre todo por la altanería y la misan-
tropía desatada de un primigenio Hulk enfrentado a la
raza humana. En sus primeros episodios, el Dr. Bruce
Banner se transformaba en Hulk al caer la noche, evo-

26
cando incluso la inevitabilidad contrarreloj que experi-
mentara el acongojado Lon Chaney Jr. a la luz de la luna,
antes de convertirse en el brutal Hombre Lobo de Uni-
versal en 1941. La manía persecutoria del ejército, es-
poleado por el tenaz General Thaddeus “Trueno” Ross
en pos del fugitivo Hulk, era digna heredera de todas
aquellas películas de ciencia ficción en blanco y negro,
donde invasiones extraterrestres o criaturas espeluz-
nantes fruto de la radiactividad amenazaban comuni-
dades apacibles, y las fuerzas armadas debían interve-
nir para proteger a la población (la lista sería intermi-
nable, desde The Amazing Colossal Man pasando por
los insectoides atómicos Them!, Tarantula o The Deadly
Mantis, en una década tan fértil en bizarría como los
50). Llegaría el día en que incluso tendríamos a nuestra
particular Novia de Frankenstein, cuando una transfu-
sión de sangre diese como resultado la versión feme-
nina del monstruo en 1980, la escultural y curvilínea
She-Hulk (Hulka) que sería sin embargo su prima car-
nal, evitando así la tentación de unirlos de cualquier
otro modo aparte de su semejanza.
Por su parte, Jack Kirby tenía algo que decir al res-
pecto. Según sus propias palabras, la inspiración de
Hulk llegó de una escena impactante que presenciara
en cierta ocasión, cuando vio con sus propios ojos a una
mujer levantando un automóvil para rescatar a su hijo,
un pobre bebé que jugaba en la cuneta, en peligro de
acabar aplastado bajo los estribos del coche. Para
Kirby, aquella mujer demostró que cualquier persona
común en circunstancias excepcionales podría desa-
rrollar una fuerza física de la que carece normalmente
(dichas declaraciones pertenecen a una polémica en-
trevista de Gary Groth donde Kirby se posicionaba
como el único y mayor artífice de casi todos los héroes
Marvel, incluyendo los que no dibujó, por lo que debe-
ríamos recibirlas con cautela). Con esta imagen en
mente, Kirby magnificó la fortaleza de Hulk más allá de

27
cualquier límite concebible, de modo que la fuerza se-
ría su quintaesencia y su superpoder: “Cuanto más se
enfada Hulk... ¡Más fuerte es Hulk!” Pero sobre todo, no
nos conviene olvidarlo: “¡Hulk es el más fuerte que
existe!”
Cabe preguntarse a cuento de qué tantos y tantos
guiños al cine de terror, conscientes o inconscientes,
declarados o inconfesos, cuando lo que todo el mundo
visualiza si pensamos en el Increíble Hulk es un titá-
nico montón de músculos, una mole de color verde y
parco en palabras, con la mentalidad ingenua y sim-
plona de un niño irreflexivo, pero con el impulso inde-
fectible de obrar el bien.
En las páginas de The Incredible Hulk #1 fechado en
mayo de 1962, Marvel presentaba una criatura bas-
tante diferente de que luego terminaría siendo. La por-
tada prometía un relato sobrecogedor y poco alegre,
aunque intrigante: “The Strangest Man Of All Time!!”
(“¡¡El hombre más extraño de todos los tiempos!!”) o
peor aún “Is He Man Or Monster Or... Is The Both?”
(“¿Es un hombre o un monstruo... o ambos?”) mos-
trando la figura de un pobre científico con su bata de
laboratorio y el rostro claramente compungido, que
para el espanto de un puñado de soldados y una bella
chica en segundo término, mutaba en un gigantesco re-
medo de... sí, de Frankenstein. De hecho, en aquel có-
mic, Hulk ni siquiera era de color verde sino... ¡gris! Un
gris mortecino y apagado, que naturalmente apuntaba
a todas aquellas películas en blanco y negro que sirvie-
ron como caldo de cultivo. Sólo cuando Stan Lee vio las
copias impresas del cómic, percibió que las manchas de
tinta ofrecían un efecto desangelado. Las pobres técni-
cas de impresión con que contaban entonces no eran
capaces de matizar adecuadamente la masa de gris. En
una viñeta, producto de una fallida mezcla de colores,
el monstruo aparecía pintado de verde. ¡Nuevamente,
Marvel hacía del defecto una virtud! Para el número 2,

28
Lee ordenó que su personaje fuera de color verde ya
para siempre.
La historia narraba cómo el Doctor Bruce Banner,
físico nuclear, colaboraba con el ejército para producir
una mortífera variante de la bomba atómica basada en
la radiación gamma. Cuando se disponían a efectuar la
primera prueba dentro de unas instalaciones militares
en el desierto, el inoportuno adolescente Rick Jones
burla la seguridad y se infiltra en el complejo para ga-
nar una apuesta con sus amigos, sin saber que podría
recibir el impacto de la bomba momentos antes de su
lanzamiento sobre el terreno. El Dr. Banner sale del
búnker, corre hacia el chico alertándole y le arrastra
hasta una trinchera para salvarlo. Por desgracia, el
científico no tiene tiempo para guarecerse cuando es-
talla la fatídica bomba y recibe una descarga de radia-
ción gamma que penetra en su organismo y altera su
estructura molecular. Así, al caer la noche, Bruce se
transforma involuntariamente en un bruto musculoso
con bastante antipatía por la humanidad, que deam-
bula en compañía del muchacho que causó su ruina, al
sentirse responsable de lo sucedido y conocer su se-
creto, entablando con él una cierta camaradería. Bruce
estaba enamorado de Betty Ross, hija del General
“Trueno” Ross, quien asumirá la tarea de perseguir al
monstruo comandando regimientos de infantería, a la
caza y captura del protagonista. A la postre, Hulk se en-
frentaría con un espía comunista infiltrado entre los
científicos de la base y evitaría una crisis internacional
sin que nadie lo supiera.
Como pasó en Fantastic Four #1, todo sucedía a un
ritmo vertiginoso. La inolvidable secuencia del origen
se plasmó en tan sólo cinco páginas, dedicando el resto
del cuaderno a desarrollar la trama de persecución y
espionaje militar. Con aquellos elementos en el tablero,
Marvel tenía un personaje tremebundo listo para im-
presionar a los lectores. Un público sensibilizado con

29
los peligros de la bomba atómica y su atroz efecto, en
forma de la indeseada y nefasta radiactividad, leería el
relato de Lee y Kirby con inevitable fascinación.
Durante los años 50, las pruebas nucleares mante-
nían entre preocupados y hechizados a los ciudadanos
estadounidenses, conocedores de su enorme potencia
destructiva pero igualmente presos de la curiosidad. El
Campo de Pruebas de Nevada, inaugurado en enero de
1951, sería el lugar donde el ejército norteamericano
desarrolló sus experimentos con la bomba atómica,
efectuando pruebas de campo con tropas de soldados
para presenciar la hecatombe a una distancia pruden-
cial. Los extravagantes y terroríficos hongos atómicos
podían atisbarse desde cien millas de distancia, unos
160 km. de los nuestros, y los turistas que iban a Las
Vegas se congregaban para observar aquel espectáculo
en la lejanía. Cuando se inició el Proyecto Manhattan a
instancias del presidente Roosevelt, su máximo pro-
motor el arrepentido Robert Oppenheimer pronuncia-
ría estas palabras al ver en 1945 la primera explosión
atómica: “Me he convertido en muerte, en destructor
de mundos.” La víspera de su detonación en Almo-
grado, Nuevo México (el área que luego se llamaría
White Sands), la comunidad científica alertaba del pe-
ligro de que la atmósfera combustionara y se incine-
rase todo el planeta.
Las bombas bautizadas “Little Boy” y “Fat Man” se
arrojaron sobre Hiroshima y Nagasaki provocando una
devastación inédita en la historia del hombre, po-
niendo punto y final al conflicto con Japón y traumati-
zando a millones de seres vivos con el presagio de una
pesadillesca guerra nuclear entre las dos superpoten-
cias. Entre 1948 y 1958, Estados Unidos lanzó 44 bom-
bas termonucleares en el atolón Eniwetak, borrando
todo rastro de vida en aquel rincón del océano Pacífico.
Las explosiones provocaban temperaturas de hasta 15
millones de grados, semejantes a las del centro del Sol.

30
No satisfechos con ello, en 1954 se lanzó en las islas
Marshall una bomba todavía más cruenta, esta vez con
un error de diseño que multiplicó por tres su potencia
hasta alcanzar los 15 megatones, de modo que la con-
taminación radiactiva subsiguiente cubriría un área
extensísima, afectando 11.000 km2 a su alrededor.
Cómo no sentir estupefacción ante aquellas cifras
mareantes. ¿Podríamos imaginar toda esa inmensa
fuerza contenida en un sólo hombre? Por supuesto que
sí.
Hulk aparecería en las otras series Marvel como
personaje invitado, cruzando su camino con el de los 4
Fantásticos en un episodio que inauguró la tradición de
confrontar periódicamente a los dos púgiles de la casa,
el coloso verde y la adorable Cosa de ojos azules. Tam-
bién participó en la fundación de los mismísimos Ven-
gadores, héroes que se reunían en asamblea, pero no
permaneció a su lado más allá del tercer cuaderno. Y lo
más sintomático, su propia serie había sido cancelada
en el sexto episodio. Hulk iba dando bandazos, vagando
erráticamente sin hacer muchos amigos por el camino,
enarbolando siempre un carácter intratable. Casi po-
dría decirse que incorporó a su peculiar atractivo su
condición de outsider, incapaz de hallar el sosiego en
su itinerario. Cuando se canceló su colección, un grupo
de alumnos de la Universidad de Columbia se personó
en las oficinas de Marvel Comics con una lista de fir-
mas, rogando a la editorial que continuara las aventu-
ras del goliat verde, al que habían proclamado la mas-
cota oficial de su colegio mayor. Stan Lee comprobó
que sus lectores no eran solamente niños y muchachos,
sino que sus títulos habían conquistado a un público
mucho más sofisticado, el universitario. Lo llamativo
era que su ídolo no fuese el cerebral y equilibrado Reed
Richards, sino el emotivo y temperamental Hulk.
El último episodio que salió a la venta en marzo de
1963 estaba dibujando por el otro artista estrella de la

31
factoría, Steve Ditko (que pasó a los anales del cómic
por haber creado a Spider-Man y el Doctor Extraño)
sustituyendo al atareado Kirby. Cuando el personaje
reaparezca en Tales to Astonish #60 a finales del año
siguiente, Ditko vuelve a firmar los créditos y añade
una idea genial de su cosecha: el Dr. Banner descubre
que sus transformaciones se deben al estrés. “Única-
mente sucede cuando estoy muy preocupado...
¡Cuando la presión se hace insoportable!” Con esto, el
personaje ya estaba completamente definido y tendría-
mos todos los ingredientes que lo harían mundial-
mente célebre las décadas venideras. El neurótico inte-
lectual perdía los estribos cuando sufría demasiada
presión, y entonces se transformaba repentinamente
en el goliat verde como una forma de sobreponerse a la
tensión psicológica.
Conforme avanzaran sus aventuras y continuara
evolucionando el concepto, Hulk se nos mostraría
como una faceta o versión infantilizada de Bruce Ban-
ner, una especie de niño grande y bonachón, con arran-
ques de ira que se justificaban por agresores externos,
cuando presenciara injusticias, hubiese inocentes en
peligro o viese amenazada su propia integridad. En
cambio, cuando Hulk apareciera en su ser natural, con-
fesaría su anhelo de estar sólo, en espacios abiertos, sin
que nadie más interrumpiera su tranquilidad. Con este
último apunte, una generación de jóvenes contestata-
rios, que se rebelaban contra los reclutamientos forzo-
sos para ir a Vietnam y combatir en una guerra injusta,
absentistas que se echaron a la carretera y vagabun-
deaban por Norteamérica huyendo de un gobierno im-
placable y de una sociedad inmisericorde, se vieron re-
flejados en el Increíble Hulk. En un giro inesperado,
ahora el ejército era visto con antipatía, y el sincero
afán de soledad del peripatético monstruo movía más

32
adhesiones que nunca. Su antisocial introversión pro-
ducía cariño, y su melancólico anhelo de paz acrecentó
el afecto que los fans tenían por él.
En septiembre de 1965, la revista Esquire publicó
un artículo que analizaba los héroes de la contracultura
para los estudiantes de veintiocho universidades en-
cuestadas en todo el país, “28 People Who Count” (“28
personas a tener en cuenta”). Entre los seleccionados,
un grupo muy variopinto, aparecían Bob Dylan, John
Fitzgerald Kennedy, Chuck Berry, Stanley Kubrick,
Joan Baez y... ¡Hulk! “Porque es un brillante científico
nuclear convertido en un monstruo espantoso por
culpa de la radiación. Como científico, se dedica a la
causa de la paz; como monstruo, hace lo que puede
siendo despreciado por la humanidad.” Aquellos 28
personajes aparecían en una ilustración de Paul Davis,
un magnífico mural naíf que casi recordaba un multitu-
dinario Monte Rushmore, donde Hulk destacaba en
primer término (junto a cierto trepamuros de Marvel,
asomando graciosamente a su lado).
A finales de la década de los 60, Hulk era un icono.
El Increíble Hulk había sido bendecido por el pueblo.
En concreto, fueron los jóvenes estadounidenses de la
generación del baby-boom quienes abrazaron frater-
nalmente al hijo de la bomba atómica. Como aquel,
cuestionaban la sociedad estresante y su manía perse-
cutoria, repleta de reglas absurdas contra las que rebe-
larse. Igual que Hulk, estos jóvenes también corrían
despavoridos huyendo del ejército, abominando de sus
odiosas cartillas de reclutamiento. O corrían delante de
los antidisturbios cada vez que reprimían sus legítimas
protestas.
El primer diseño del monstruo, con la cabeza en
forma de yunque y la corpulencia de un hombretón, ha-
bía madurado hasta definirse como un titán con pro-
porciones ligeramente simiescas y los músculos hin-
chados como balones. Acorde a la tendencia, comenzó

33
a exhibir una cabellera desgreñada, un flequillo verde
con mechones despeinados que le conferían un cierto
aire a lo hippie. Su inclinación por desprenderse de casi
toda la ropa, rota en jirones al aumentar de talla drás-
ticamente, encontraba su sintonía con millares de jóve-
nes que probaban el naturismo y experimentaban con
el despertar sexual, en un retorno idealizado al ser pri-
mitivo para desembarazarse de las normas convencio-
nales. Todo en Hulk encontraba su encaje y conectaba
con el público. El tema original del monstruo y el clé-
rigo ciego, visto en pantalla por primera vez en Bride of
Frankenstein, se reinterpretaba de mil maneras en las
páginas del cómic, cada vez que Hulk tenía ocasión de
charlar amigablemente con un niño, algún ermitaño,
un animal del bosque, cualquiera con el espíritu puro
que intercambiara con la criatura una dosis de com-
prensión y amabilidad. De aquel modo, tantos y tantos
jóvenes que vagabundeaban a la deriva en Estados Uni-
dos, haciendo autoestop o viajando en una destarta-
lada furgoneta, presentándose como forasteros y de-
pendiendo de la generosidad de unos completos desco-
nocidos, hallaban su paralelo en el nomadismo paci-
fista del gigante verde.
Los dibujos de Jack Kirby, Marie Severin, John Ro-
mita y Herb Trimbe se reproducían en forma de mer-
cadotecnia, disparada tras el debut por televisión de
sus primeros dibujos animados (el show The Marvel
Super Heroes de 1966 se retransmitió en ABC para todo
el país, con segmentos protagonizados por Hulk entre
otros personajes emblemáticos) llegando al público in-
fantil y logrando un impacto duradero en los pequeños
de la casa. Así, tanto los adalides de la contracultura
como sus hermanos menores compartían su inclina-
ción por el coloso esmeralda. Su simbolismo y repre-
sentatividad se hacen patentes al aparecer en la por-
tada de la revista Rolling Stone en septiembre de 1971.
“The Story The Incredible Hulk Could Not Stop!” (“¡La

34
historia que el Increíble Hulk no pudo parar!”) rezaba
el gancho, junto al enrabietado personaje que golpeaba
el rótulo con sus puños. En las páginas interiores, una
simpática Robin Green (verde como el personaje) fir-
maba una crónica periodística en las oficinas de Marvel
Comics, donde Marie Severin posaba con todo el staff y
Herb Trimbe aparecía frente a una espectacular lámina
de su trabajo en Hulk. “Face Front. Clap your Hands!
You’re on the Winning Team!” (“Afrontadlo. ¡Aplaudid!
¡Estáis en el equipo ganador!”) proclamaba el artículo,
que por supuesto alcanzó una grandísima difusión por
toda Norteamérica. Marvel Comics estaba en la cresta
de la ola, y Hulk era su estandarte.
Pero nada de esto puede compararse al éxito del
personaje al protagonizar su propia serie de televisión
en CBS, que catapultó la popularidad del Increíble Hulk
hasta cimas insospechadas. Las actuaciones de Bill Bi-
xby como el Dr. Banner y el fisicoculturista Lou Fe-
rrigno como su alter ego llegaron a todos los hogares
del país desde la emisión del capítulo piloto en 1977.
Ferrigno había ganado competiciones como el Míster
Universo y el Míster América, pero terminó represen-
tando mejor que nade al hombre más fuerte del mundo
en los cómics. Los productores barajaron la posibilidad
de que la criatura se mostrara de color rojo, pero afor-
tunadamente Stan Lee se negó en redondo a que cam-
biaran el verde original. Eso sí, el monstruo que apare-
ció en tv no hablaba nada en absoluto, tan sólo se limi-
taba a gruñir y rugir, con una ferocidad estremecedora
que alucinó a los espectadores. Sus peripecias itineran-
tes tendrían reminiscencias del errabundo David Ca-
rradine en Kung Fu, y el atribulado Richard Kimble
siempre a la fuga en El Fugitivo. La editorial aprovechó
el tirón para lanzar una segunda serie de Hulk, esta vez
en formato magazine y en blanco y negro, un estándar
que se había extendido desde las rompedoras revistas

35
de cómics lanzadas por Warren Publishing, y que Mar-
vel adoptó primero con otros géneros adyacentes,
como el terror o las artes marciales. En este nuevo
vehículo, Hulk parecía más cerca del mundo real y aún
más tridimensional que cuando desfilaba junto a los
demás héroes de la empresa.
El entrañable monstruo reñido con la gramática no
pronunció su sonoro “Hulk smash!” hasta varios años
después de haber sido creado. No usó dicho verbo
hasta 1966 y no acertó a unir su nombre con el verbo
hasta el año siguiente. Aunque ciertamente no lo diría
bajo esta fórmula, la frase acabó incorporándose a la
jerga coloquial más allá de las viñetas. Pues, como cada
muchacho sueña en algún momento, todos quisieran
tener la fuerza del Increíble Hulk para encarar la vida y
mantener al mismo tiempo esa inocencia infantil que
personalizaba el noble grandullón de Marvel.

Las páginas 37-120 no se muestran en esta vista previa.


36
Recomendaciones

Si tienes curiosidad por conocer más acerca de


los personajes de Marvel Comics y su historia edito-
rial, recomendamos comenzar por los libros 75
Years of Marvel: From the Golden Age to the Silver
Screen y The Marvel Age of Comics 1961-1978 por
Roy Thomas. Sobre las anécdotas ocurridas entre
bastidores, The Secret History of Marvel Comics: Jack
Kirby and the Moonlighting Artists at Martin Good-
man’s Empire por Blake Bell y Marvel Comics: The
Untold Story por Sean Howe. Para conocer la merca-
dotecnia inspirada por la empresa, The Marvel
Vault: A Museum-in-a-Book with Rare Collectibles
from the World of Marvel por Roy Thomas y Peter
Sanderson supone un verdadero tesoro de valor
inestimable, pero sobre todo The Full-Color Guide to
Marvel Silver Age Collectibles: From MMMS to Mar-
velmania por J Ballmann. Un libro completísimo,
aunque desactualizado a falta de una edición revi-
sada, es el imprescindible Marvel: Five Fabulous De-
cades of the World’s Greatest Comics por Les Daniels.
Si quieres saber cómo se realiza un cómic Marvel, al
menos hasta 1977, recomendamos How To Draw
Comics The Marvel Way por Stan Lee y John Bus-
cema. Para profundizar más, consultar el amplio ca-
tálogo editorial de TwoMorrows Publishing, fun-
dada por John y Pam Morrow. Para conocer la ver-
sión de Stan Lee sobre su contribución a Marvel Co-
mics en sus propias palabras, The Origins of Marvel
Comics y Son of Origins of Marvel Comics, inexplica-
blemente inéditos en nuestro país. A partir de ahí,
cotejar con manuales de Historia Contemporánea.

121
122
Virgil Grissom,
John Glenn y
Alan Shepard,
1960

Sinopsis de
Fantastic Four
#1 por Stan
Lee, Pgn. 1 de 2

123
“Make A Friend! Build ‘Big
Frankie’ The Friendliest
Monster In Town!”
Anuncio de Gigantic Fran-
kenstein Model Kit, Aurora
Plastics Corp., 1962

Bill Bixby con Lou Ferrigno


caracterizado, en una pausa
durante la grabación de la se-
rie The Incredible Hulk (CBS
Broadcasting, Inc.), 1977
© Marvel Characters, Inc.

Las páginas 125-132 no se 124


muestran en esta vista previa.
NOTAS
Los 4 Fantásticos
13 Impacto de Fantastic Four #1: Pierre Comtois, Marvel Comics in
the 1960s: An Issue-By-Issue Field Guide to a Pop Culture Phenome-
non. TwoMorrows, 2009. P. 13-16
14 El Muro de Berlín y la Era Marvel: Mark Alexander, Lee & Kirby:
The Wonder Years. Jack Kirby Collector No. 58. TwoMorrows,
2012. P. 24
Fantastic Four y la carrera espacial: Matthew Yockey, This Island
Manhattan: New York City and the Space Race in The Fantastic
Four. Iowa Journal of Cultural Studies Vol.6 No. 1. The University
of Iowa, 2005. P. 58-79
Discurso de Kennedy en el Congreso: Steve Garber, The Decision to
Go to the Moon: President John F. Kennedy’s May 25, 1961 Speech
before a Joint Session of Congress. 29 de octubre de 2013. his-
tory.nasa.gov
Kennedy y el viaje a la luna: John M. Logsdon, John F. Kennedy and
the Race to the Moon. Palgrave Macmillan, 2011.
The Beatles y Fantastic Four: Mark Alexander, Op. cit. P. 24
15 La leyenda de Martin Goodman y Jack Liebowitz: Les Daniels, DC
Comics: Sixty Years of the World's Favorite Comic Book Heroes.
Little Brown and Company, 1995.
Michael Uslan desmiente la leyenda y cree que Martin Goodman
se encontraría con Paul Samplier de Independent News: Brian
Cronin, Was Superman a Spy? And Other Comic Book Legends Re-
vealed. Plume Books, 2009.
Stan Lee y la crisis de los cuarenta: “Sentía que llevaba demasiado
tiempo en esto y quería marcharme. Estaba dispuesto a dejarlo”:
Les Daniels, Marvel: Cinco fabulosas décadas de cómics. Planeta
DeAgostini, 1996. P. 81
16 Guión original de Stan Lee para Fantastic Four #1 comentado: Ja-
vier García, El Método Marvel: Otra forma de escribir cómics. 4 de
julio de 2018. collectible506.com
17 Parecido con los Challengers of the Unknown: Rob Steibel, The
Fantastic Four #1 Synopsis. Jack Kirby Museum. 14 de marzo de
2011. kirbymuseum.org
La urgencia de Reed Richards: Randy Duncan y Matthew J. Smith,
Icons of the American comic book: from Captain America to Wonder
Woman. ABC-CLIO, 2013. P. 274

133
19 Según Roy Thomas, Sol Brodsky diseñó el logo de Fantastic Four
que fue completado por Artie Simek, y se enorgullecía por ello: Jim
McLauchlin, Marvel Mysteries: The Hidden History of the House of
Ideas. 8 de diciembre de 2017. newsarama.com
Logo de Fantastic Four y Amazing Fantasy como The Twilight
Zone: Nick Caputo, More on Big Boy, Brodsky and Lee. 11 de junio
de 2012. nick-caputo.blogspot.com
21 The World’s Greatest Comic Magazine!: Shirrel Rhoades, Comic
Books: How the Industry Works. Peter Lang, 2008. P. 95
Cambios en el rótulo: John C. Wells y Keith Dallas, American Comic
Book Chronicles: 1960-64. TwoMorrows, 2013. P. 75
23 La Primera Familia: Robert Genter, The Fantastic Four and the Con-
tainment of the American Family en ‘With Great Power Comes Great
Responsibility’: Cold War Culture and the Birth of Marvel Comics.
The Journal of Popular Culture Vol. 40 No. 6. Wiley-Blackwell,
2010. P. 956-959
Jack Kirby pleitea con Marvel: “Kirby es considerado uno de los
artistas de cómics más influyentes de todos los tiempos. Las obras
en cuestión son ‘obras hechas por contrato’ y por tanto, los here-
deros no tienen derechos de autor”: Marvel Worldwide, Inc., Mar-
vel Characters, Inc. and MVL Rights, LLC, against Lisa R. Kirby, Bar-
bara J. Kirby, Neal L. Kirby and Susan M. Kirby. United States Dis-
trict Court, Southern District of New York, 2011 y Marvel Charac-
ters, Inc. v. Kirby, United States Court Of Appeals For The Second
Circuit, Southern District of New York, 2013.
Legado de Jack Kirby: Mark Evanier, Kirby. El rey de los Cómics.
Rossell, 2009.

El Increíble Hulk
25 Informes: Marvel vende 19.740.000 copias en 1961: John Morrow,
Key 1960s Moments. The Jack Kirby Collector No. 60. TwoMorrows,
2013. P. 64
26 Frankenstein era el bueno de la historia: Stan Lee, Origins of Mar-
vel Comics. Simon and Shuster, 1974. P. 76
Gigantic Frankenstein y el orígen de Hulk: John C. Wells y Keith
Dallas, American Comic Book Chronicles: 1960-64. P. 82
Las maquetas de Aurora: Thomas Graham, Aurora Model Kits.
Schiffer, 2005.
Dr. Banner & Mr. Hulk: Adam Capitanio, The Jekyll and Hyde of the
Atomic Age: The Incredible Hulk as the Ambiguous Embodiment of
Nuclear Power. The Journal of Popular Culture Vol. 43 No. 2. Wiley-
Blackwell, 2010. P. 249-270

134
27 El cine de terror en la década de 1950s: Mark Jancovich, Rational
Fears: American Horror in the 1950s. Manchester University Press,
2010.
Kirby ofrece su versión del orígen de Hulk: Gary Groth, Jack Kirby
Interviewed. The Comics Journal No. 134, February 1990. 23 de
mayo de 2011. tcj.com
29 Marvel en la era atómica: José Joaquín Rodríguez Moreno, Hijos del
Átomo: La mutación como génesis del monstruo contemporáneo. El
caso de Hulk y los X-Men en Marvel Comics. Revista Sans Soleil Es-
tudios de la Imagen Vol. 7. CEISS, 2015. P. 127-143
30 Pruebas nucleares en Estados Unidos: Terrence R. Fehner y F.G.
Gosling, Battlefield of the Cold War. The Nevada Test Site Volume I.
Atmospheric Nuclear Weapons Testing 1951-1963. U.S. Depart-
ment of Energy, 2013.
31 Estudiantes universitarios nombran a Hulk la mascota del colegio
mayor: Will Eisner, Shop Talk. Norma, 2005. P. 218
32 Steve Ditko introduce el factor psicológico: Alex Grand, Steve
Ditko, Co-Creator Of The Marvel Universe. Comic Book Histo-
rians.com, s.f.
Hulk y la contracultura: Bradford W. Wright, Comic Book Nation:
The Transformation of Youth Culture in America. Johns Hopkins
University Press, 2001.
33 Esquire: “28 People Who Count.” Esquire No. 65, September 1965,
cover P. 97
Hulk durante la guerra de Vietnam: Lori Maguire, The American
Military in The Incredible Hulk During the Vietnam War en Joseph
J. Darowski (Ed.), The Ages of the Incredible Hulk: Essays on the
Green Goliath in Changing Times. McFarland, 2015. P. 49-61
34 Portada en Rolling Stone: “The Story The Incredible Hulk Could
Not Stop!” Rolling Stone No. 91, September 1971.
Texto íntegro de Rolling Stone reeditado: Robin Green, Face Front!
Clap Your Hands! You’re On The Winning Team! Alter Ego No. 153.
TwoMorrows, 2018. P. 61-62
35 El hombre más fuerte del mundo irrumpe en televisión: Lou Fe-
rrigno y Douglas Hall, The Incredible Lou Ferrigno, Simon and
Shuster, 1982.
36 La frase Hulk Smash!: Brian Cronin, First time Hulk said “Hulk
Smash” en When We First Met #31. Comic Book Resources. 29 de
junio de 2011. cbr.com

El Poderoso Thor
37 Stan Lee: “Ya teníamos a Hulk, el hombre más fuerte del mundo,
así que el siguiente paso lógico era introducir a un personaje que

Las páginas 136-146 no se135


muestran en esta vista previa.
Bibliografía
AHMED, Michael (2013) Captain America, Watergate, and the Falcon: Redis-
covering the American Dream? Intensities: The Journal of Cultural Me-
dia No. 5. Brunel University. Londres, Reino Unido. ISSN: 1471-5031.
Págs. 152-178
ALEXANDER, Mark (1999) Wah-Hoo!! Sgt. Fury and his Howling Comman-
dos. The Jack Kirby Collector Vol. 6 núm. 24. TwoMorrows Publishing.
Raleigh, North Carolina. ISSN: 1932-6912. Págs. 20-23
ALEXANDER, Mark (2012) Lee & Kirby: The Wonder Years en MORROW,
John (2012) (Ed.) Jack Kirby Collector núm. 58. TwoMorrows Publis-
hing. Raleigh, North Carolina. ISBN: 9781605490380. 128 Págs.
ARCINIEGAS, Germán (2016) El guionista e ilustrador de comics Jim Ste-
ranko y la magia. Pastomagic. First Published on 25 March 2016
[https://pastomagic.com/2016/03/el-guionista-e-ilustrador-de-co-
mics-jim-steranko-y-la-magia/]
BARON, Lawrence (2003) X-Men as J Men: The Jewish Subtext of a Comic
Book. Shofar: An Interdisciplinary Journal of Jewish Studies Vol. 22 No.
1. Purdue University Press. West Lafayette, Indiana. ISSN: 0882-8539.
Págs. 44-53.
BATCHELOR, Bob (2017) Stan Lee in World War II: The Signal Corps Trai-
ning Film Division. First Published on 22 May 2017. [http://www.bob-
batchelor.com/blog/2017/5/22/stan-lee-in-world-war-ii-the-signal-
corps-training-film-division]
BATCHELOR, Bob (2017) Stan Lee: The Man Behind Marvel. Rowman &
Littlefield Publishers. Lanham, Maryland. ISBN 9781442277816. 229
Págs.
BATCHELOR, Bob (2017), Stan Lee’s First Publication. First Published on 1
May 2017. [http://www.bobbatchelor.com/blog/2017/4/27/stan-
lees-first-publication-captain-america-comics-3-1941]
BEDROSIAN, Grant George (2011) “Race, Gender, Sexual Orientation, Reli-
gion” en The X-Men And Stereotypes Of Dominant And Subordinate
Groups. California State University. Fresno, California. 53 Págs.
BELL, Blake (2008) Strange and Stranger: The World of Steve Ditko. Fanta-
graphics. Seattle, Washington. ISBN: 9781560979210. 220 Págs.
BELL, Blake (2016) Ditko Gets The Call en The Steve Ditko Archives Vol. 6
Outer Limits. Fantagraphics Books. Seattle, Washington. ISBN:
1606999168. Pgn. 8
BENSON, Adam (2013) A Forgotten Gem: Sgt. Fury and His Howling Com-
mandos. The Comics Round Table. First Published on 31 July 2013.
[https://captaincomics.ning.com/profiles/blogs/deck-log-entry-160-
draft-do-not-post]
BERNÁRDEZ SANCHÍS, Enrique (2016) (Ed.) Textos Mitológicos de las Ed-
das. Miraguano. Madrid. ISBN: 9788478134496. 256 Págs.

147
BOOKER, M. Keith (2010) Encyclopedia of Comic Books and Graphic Novels,
Volume 2. ABC-CLIO, LLC. Santa Barbara, California. ISBN: 978031335
7466. 764 Págs.
BOOKER, M. Keith (2014) (Ed.) Comics through Time: A History of Icons,
Idols, and Ideas. ABC-CLIO, LLC., 2014 Santa Barbara, California. ISBN:
9780313397509. 1921 Págs.
BOYD, Jerry (2007) The Kirby Battlefields. The Jack Kirby Collector núm. 49.
TwoMorrows Publishing. Raleigh, North Carolina. ISSN: 1932-6912.
Págs. 46-49
BROWN, Peter Harry; BROESKE, Pat H. (1996) Howard Hughes: The Untold
Story. Warner Books. New York City. ISBN: 9780751515978. 486 Págs.
CALLARI, Alexandre; ZAGO, Bruno; LOPES, Daniel (2011) O Thor Da Era De
Ouro en Quadrinhos no Cinema. Évora. São Paulo, Brasil. ISBN: 97885
63993182. Pág. 35
CAPITANIO, Adam (2010) The Jekyll and Hyde of the Atomic Age: The Incre-
dible Hulk as the Ambiguous Embodiment of Nuclear Power. The Journal
of Popular Culture Vol. 43 núm. 2. Wiley-Blackwell. Hoboken, New Jer-
sey. ISSN: 0022-3840. Págs. 249-270
CAPPS, Kriston (2018) Stan Lee’s New York City. Citylab. First Published on
13 November 2018. [https://www.citylab.com/life/2018/11/stan-lee-
marvel-comics-new-york-city/575668/]
CAPUTO, Nick (2012) More on Big Boy, Brodsky and Lee. Marvel Mysteries
and Comics Minutiae. First Published on 11 June 2012 [https://nick-
caputo.blogspot.com/2012/06/more-on-big-boy-brodsky-and-
lee.html]
CARMICHAEL, Stokely (2005) Ready for Revolution: The Life and Struggles
of Stokely Carmichael (Kwame Ture). Scribner. New York City. ISBN:
9780684850047. 848 Págs.
CHAMBLISS, Julian C. (2016) “An Archetype or a Token? The Challenge of
the Black Panther” en McENIRY, Matthew J.; PEASLEE, Robert Moses;
WEINER, Robert G. (2016) (Eds.) Marvel Comics into Film: Essays on
Adaptations Since the 1940s. McFarland. Jefferson, North Carolina.
ISBN: 9780786443048. Págs. 189-199.
COATES, John (2014) Don Heck: A Work Of Art. TwoMorrows Publishing.
Raleigh, North Carolina. ISBN: 9781605490588. 191 Págs.
COMTOIS, Pierre (2009) Marvel Comics in the 1960s: An Issue-By-Issue Field
Guide to a Pop Culture Phenomenon. TwoMorrows Publishing. Raleigh,
North Carolina. ISBN: 9781605490168. 224 Págs.
COOKE, Jon B. (2001) Son of Stan: Roy’s Years of Horror. Comic Book Artist
núm. 13. TwoMorrows Publishing. Raleigh, North Carolina. ISBN:
9781893905030. Págs. 18-29.
COOKE, Jon B. (2008) (Ed.) Don McGregor Interview: McGregor’s Rage! Co-
mic Book Artist Collection Volume 2, TwoMorrows Publishing. Raleigh,
North Carolina. ISBN: 9781893905139. Págs. 186-199

Las páginas 149-158 no se148


muestran en esta vista previa.
Otros títulos publicados en Vision Net

La última aventura del Caballero


de la Máscara Negra
Manuel Gago Quesada

ISBN: 9788490115602
21 x 29 cm, 112 Págs.
P.V.P. 12,80€

Recopilación de los
dos volúmenes con la
continuación de Las
nuevas aventuras
del Guerrero del An-
tifaz por Manuel
Gago Quesada, hijo
de Manuel Gago,
creador de la serie
original. Retomando
los guiones y dibujos
que su padre dejó
pendientes, fue pu-
blicado primero por
el Círculo Vallisoletano de Amigos del Tebeo
como Los amigos del Guerrero y La última
aventura del Caballero de la Máscara Negra.

159
Guía del Pop y Rock 50’s
Antonio Méndez Casanova

ISBN: 9788498216615
14 x 21 cm, 196 Págs.
P.V.P. 11,40€

No están todos lo que


son, pero son todos los
que están. En este Guía
50’s de Aloha PopRock
encontrarás por orden al-
fabético a grupos y solis-
tas que marcaron una
época en la música mo-
derna y otros menos co-
nocidos que podrían ha-
berla marcado. Este volu-
men recoge lo más signi-
ficativo de la historia del
rock en la década de los 50 y comienzos de los
60, recordando o descubriendo sonidos de
rock’n roll, doo wop, pop, country, lounge,
R&B...

160
Antología poética del Sur
de los Estados Unidos
Antonio J. Del Puig

ISBN: 9788498216929
14 x 21 cm, 112 Págs.
P.V.P. 9,50€

Esta antología reúne por


primera vez en lengua
española a los poetas
más destacados nacidos
en el Sur de los Estados
Unidos de América,
desde la Independencia
en 1776 incluyendo a los
que cantaron la Guerra
de Secesión (1861-1865)
y terminando en la Re-
construcción. Autores
como Henry Timrod o
Sydney Lanier, según Jorge Luis Borges los dos
poetas americanos más grandes junto con Walt
Whitman; la elegancia de Paul Hamilton
Hayne; James Ryder Randall, que compuso el
himno de combate de las tropas sudistas; el de-
lirante Thomas Holley Chivers, íntimo amigo de
Edgar Allan Poe; el Reverendo Ryan, autor de
La Espada del General Lee con el célebre verso
“también hay gloria en la derrota”, entre otros.

161

You might also like