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LA VENGANZA QUE ALETEA EN LA NOCHE

- Vuelven a visitarnos luego de una larga ausencia, ¿verdad?

- Sí, mucho tiempo, sí

- ¿Por problemas de coordinación?

- Sí, problema que tenía la radio para sustentar el viaje bien. Esos problemas se
resolvieron, y ahora podemos hacerlo.

- Vamos a recordar que esta vez vienen a la Sala Campodónico del Galpón

- Sí, sí, la más tradicional, ¿no?

- En efecto. Alejandro, te propongo dividir la entrevista en dos partes, hablemos


primero un poco de literatura y luego del programa, ¿te parece bien?

- Sí, sí, dale.

- Tu último libro, “Cartas Marcadas”, no fue presentado aún en Uruguay, ¿verdad?

- No, no lo hemos presentado, no… pero tampoco es la idea nuestra presentar


indefinidamente un libro… A mí me parece que después de un cierto tiempo de
presentarlo, en que el libro es una novedad, que está fresco, ya presentarlo es un poco
tardío, patético… El libro empieza a envejecer, uno se olvida de lo que decía. Te lo digo
con toda sinceridad –sin asomo de paradoja - y a menudo uno empieza a arrepentirse.
Durante el primer año sí, uno puede ir presentando el libro, siempre que los foros sean
adecuadamente distintos. Además, frecuentemente comienza a escribir un libro
distinto.

- ¿Estás en eso?

- Sí, sí, pero con grandes dificultades…

- Alejandro, dijiste en algún momento que “Cartas Marcadas” es el libro que más te
representa en este momento.

- A mí me parece que sí. Te lo digo con toda la humildad posible, me parece que es un
libro muy superior a las “Crónicas del Ángel gris”, no porque necesariamente sea
artísticamente más valioso, pero tiene unas aspiraciones mayores, que presenta
recursos que complejidad que el otro no tiene. Estamos hablando de un trabajo de
distinta arquitectura. Es por eso que me suele molestar un poco que yo sea
considerado por un libro como el Ángel, que escribí hace treinta años… Aunque cueste
imaginárselo, era yo en ese tiempo un muchacho bastante joven, inexperto, y por eso
es un trabajo que no podría representarme. No digo que esté mal ni bien, pero no
podría hoy sentirme contento con ese libro, y aunque puede leerse tranquilamente, si
uno no tiene muchas aspiraciones, lo que no puede hacerse es conjeturar lo que yo
pienso ahora con un libro que casi podríamos decir fue un trabajo de juventud…

- Un segundo… voy a borrar una pregunta que tenía sobre bolitas…

- (Ríe)

- Como no soy periodista me permito opinar, por eso permitíme decirte que creo que
sos injusto con las “Crónicas”. Sin embargo, una vez al aire con Rolón dijiste que uno
no puede vivir a expensas del hombre que fue, quizás estás siendo consistente con
eso.

- Y al revés tampoco, uno no puede vivir soportando al hombre que fue, sin que a uno
se le conceda la libertad ni la exculpación… vive uno pagando deudas del hombre que
fue (ríe).

- Estaría bueno vivir en Chang-An para evitar esas deudas.

- (Ríe) Sí, claro…

- Ya nos metemos dentro de “Cartas Marcadas”. Tenías muchas ganas de escribir una
novela, ¿verdad?

- Sí, sí tenía ganas… de intentar el que me parecía el género más difícil de todos… si bien
yo tengo un fuerte desconocimiento de todos los asuntos literarios el de la novela era
el que menos conocía, y así como uno está deseando aprender la pieza que no sabe
tocar, también adentrarse en el género que desconoce, principalmente para
aprenderlo, para… indagarlo, aprender con sus amigos, y para ver cómo le sale a uno,
por supuesto.

- Hacerlo de la mando de Barthes, Bloom o Wagensberg no es ir muy solo, tampoco.

- No, claro uno nunca entra solo a la literatura, va acompañadísimo por todo lo que
leyó. Un escritor es antes que nada un lector, y un lector es uno que se hace ayudar
por los que ha leído… y para qué cosa lee uno, ¿no? Sino para que lo acompañen en la
vida estos tipos que vos acabás de señalar, para tener una barrita de amigos que te
defienda en las esquinas…para eso lee uno.

- Alguna vez manifestaste no estar muy de acuerdo con la gráfica de la tapa del libro.

- No, no es del todo cierto eso, a mí me gusta el diseño del libro, pero ocurre que se han
cometido ciertos errores, que dan un poco de risa, porque fueron muy conversados y
sin embargo se cometieron igual, por ejemplo fingir que la carta está sucia, es un
fingimiento al menos superfluo en la mayoría de los casos, ya que efectivamente, está
sucia. Digo, imprimir mal o poner marcas en la tapa es una idea que nunca se me
hubiera ocurrido, y me parece que proviene de la idea de creer que una carta marcada
es una carta sucia, y primero que no se marca del lado del número sino del lomo, y
esas marcas deberían ser invisibles a casi todos los jugadores menos a uno, de manera
que el que hizo eso posiblemente sepa mucho de literatura, pero muy poco de cartas…
capaz que fue por eso que me enojé un poco…

- Sin embargo hay una parte del diseño que me imagino que te gustará mucho; no
comienza la solapa diciendo que naciste en Baigorrita…

- No me acuerdo de eso, pero al menos me parece una buena noticia, no podría señalar
ninguna noticia como la primera, pero esa al menos desde ahora, lo será. Es curioso
eso… todos van copiando con prolija pereza las indicaciones biográficas del libro
anterior, de manera que mi vida parece haberse detenido. Y cuando se agrega un
nuevo episodio se lo hace como con otra tipografía, como si no viniera mucho al caso,
y al cabo uno descubre con mucha alarma que la vida de uno también se parece a esas
solapas. Uno empieza a leer historias que parecen ser de otro, “nació en Baigorrita” no
parece algo que yo diría de mí. Tampoco las cosas esas que se agregan parecen tener
relación con las anteriores, creo que la biografía verdadera de nosotros, la no literaria,
tal vez se parezca a eso.

- ¿A un texto contado por otro?

- No, a uno agregado sin ton ni son. De un libro a otro descubrieron que había que
poner ciertos acontecimientos y los agregaron sin ninguna gracia… y la verdad es que
en la vida, los acontecimientos sobrevinientes también suelen ser agregados sin
mucha gracia.

- Parece que estuvieras hablando del “Libro de Raziel”

- Ese libro existe en realidad, siempre existen esos libros supuestamente abarcadores de
toda la ciencia. Por otra parte, parece derivar de una idea que está metida en la
naturaleza humana, y que es esta: en la antigüedad se sabían uno o varios secretos
que hemos olvidado. Esta es una idea muy absurda, Bernardo, y sin embargo, está
presente en los pensamientos más actuales… Claro, que un pensamiento sea actual no
significa que no pertenezca a la misma tradición de la Edad Media, ¿no? El otro día yo
estaba escuchando por radio – por mi radio incluso – a alguien que comentaba un libro
que acababa de aparecer… un libro intimidatorio acerca de los mayas, y de cómo ellos
sabían cosas que nosotros no, hasta que por ahí apareció, en medio de una situación
ya de por sí alarmante, la física cuántica.

- ¿Relativa a los mayas?


- Sí… la palabra “cuántica”, que en boca de adivinadores debe querer decir cualquier
cosa, ¿no? Y después apareció la energía, que es lo que todos tenemos, que implica
una especie de supervivencia después de la muerte, y después… después cambié
inmediatamente de estación… Así que el “Libro de Raziel” es solamente una de tantas
formas que asume la superstición en nuestros días.

- Yo me refería a la copia adulterada de Ferenzky, que las brujas Bevilacqua acusaban


de tener incisos chuscos…

- (Ríe) Sí, claro, sí… es la única manera de soportar esa clase de literatura, con incisos
chuscos agregados…

- En este libro hay un quiebre de estética, más cruda, personajes explícitamente


mostrados como miserables, con un lenguaje duro.

- Sí, esa es la diferencia, un discurso crítico, y el lenguaje de los personajes es un poco


desengañado… podría decirse que nunca fueron ilusos, pero me parece que además
están un poco enojados.

- Para ellos también pasaron treinta años…

- Claro, claro…

- Una de las cosas que siempre me parecieron brillantes - me vas a perdonar que cite
al Ángel Gris, son las enumeraciones en lista, como las novias de Jorge Alen, o las
composiciones de Castagnino, pero acá son más al estilo de Borges, de los animales
fantásticos. Algunas son muy graciosas.

- Sí, sí, es verdad, ojalá que hayan salido con gracia.

- Por cierto que sí…

- Es un libro, también, bastante abarcador, digamos, es vasto, y también basto…

- No, basto no, de ninguna manera…

- (Ríe) De forma que contiene un montón de los recursos que yo he utilizado durante
casi todos estos años, algunos casi como para despedirse uno de ellos, no digo que sea
justamente este el de las enumeraciones, que me parece muy gracioso y muy eficaz.

- ¿El de las respuestas de Ferenzky luego de los títulos de una película o canción?

- ¿Cuál era ese?

- Agregar una afirmación de referencias sodomitas al final.


- (Ríe) Ah, sí, ¡ese es muy gracioso! Nos producía a nosotros una gracia especial, ya que
no está ligada a ninguna aventura el pensamiento, sino más bien con la perplejidad de
ver cómo a la gente le puede causar gracia esto, ¿no?, esta suerte de pequeña
transgresión, de pequeño retruque automático, en un mundo en donde las más
terribles puteadas aparecen en televisión en boca de cualquiera, y aparece como un
terrible pecado, en boca de un tipo que finalmente, es un asesino… Me pareció un
gesto interesante.

- En otro orden de cosas, en el libro creo detectar algún homenaje oculto, el capítulo
de la muerte de Artola parece un palimpsesto de Ema Zunz

- Puede ser, pero, ¿vos sabés que no lo recuerdo bien?, no lo anduve leyendo… Debe ser
sin duda uno de esos continuos homenajes que uno le hace a los grandes escritores,
especialmente a Borges, un homenaje no decidido, pero sí decidido por la memoria de
nuestra sensibilidad, que se sigue conmoviendo aún por cuentos que no recuerda del
todo bien.

- La estructura del libro es muy definida: 108 capítulos, dos mazos de la baraja
francesa, con sus comodines y con el dibujo del naipe ilustrando el inicio del capítulo.

- Así es.

- ¿Está la idea de leerlo según un orden alternativo, siguiendo los palos por ejemplo,
como “Rayuela”?

- No, no… hay un sentido de vecindad, para quien quiere jugar a relacionar las
respuestas, algunos por los personajes, otros por las épocas en que ocurrió la
anécdota, otros un crimen, creo que cada vez que hay un as es un crimen…

- La muerte de Artola es uno de los ases de trébol.

- Ahí está… esa fue la idea, un juego más para hacer la novela un poco más divertida,
pero no señala una forma de leer, ni mucho menos.

- También hay un texto escrito para seguir las tachaduras.

- Sí, también, es otro chiste, es muy fácil de seguir, tampoco yo estoy de acuerdo con
esas novelas muy estructuradas, como algunas de Ellery Queen que tenían el dibujo
del lugar dónde se cometió el crimen, pero esto puede hacerse sin desmerecerlo,
especialmente en estos tiempos, regalándole un jueguito más al lector… hace veinte o
treinta años yo estaba en contra de esto, y hasta por ahí me indignaba, pero el
posmodernismo ha traído esto, ha resuelto que por ahí ya no basta una mera novela,
como no lo hace un mero pianista, de forma tal que si todo se articula, y el lector
percibe sus impresiones en su forma correcta, está bien ponerle un placer más.
- ¿Y en cuanto a la onomástica? Hay nombres que capturan la atención. El mozo
Mansilla, por ejemplo, ¿no había un mozo llamado así en el Tortoni?

- Sí, claro… yo creo que la onomástica es importantísima y me gusta creer que a veces
hay cuentos que fracasan porque se ha elegido mal el nombre. Esto desde luego es
mentira, pero lo que quiero decir es que paso largas horas pensando nombres.
Muchas, pero muchas veces, elijo un nombre de la realidad que me ayuda de algún
modo, en algunos procesos que son meras elecciones, ¿no? Como saber si el tipo tenía
o no bigote. Pero sí, ese era un mozo del Tortoni, y yo me lo imaginé todo el tiempo
con esa forma.

- O el dentista de “Recordando el Show de Alejandro Molina”, es tu dentista, ¿verdad?

- (Ríe) Sí, el doctor Barragán… son comodidades, pero hay otros que no, que están por
alguna otra rima o casualidad.

- Bueno, pero son niveles de profundidad que se le agregan al texto, según si uno los
decodifica o no, cambia la percepción…

- Sí, de alguna manera hay recordaciones que el autor hace de su propio mundo
perdido, ¿no? Todos nosotros tenemos unos recuerdos de segundo orden, que casi
nunca aparecen: cómo se llamaba un cierto quiosquero que no atendía hace cuarenta
años, o en un comercio, o alguien con quien nos cruzamos solamente una vez en un
hotel, para evitar la pérdida de esos recuerdos, que se pierden los primeros, se trata
de inmortalizarlos fijándolos en algún relato. Yo siempre tengo esa tentación, que no
la resisto.

- Pero de alguna manera ese procedimiento se incorpora como un rasgo de tu poética.

- Es posible, sí, que además de evitar su pérdida, adquieran algún sentido que antes no
tenían, para ver si la literatura les confiere ese sentido que la vida no les da.

- Algo que ya se venía perfilando desde “El libro del fantasma”, hay un cierto
desencanto existencialista que aparece aún más fuerte.

- Yo creo que vos podés tener razón… es más fuerte porque… el tiempo ha pasado, las
degradaciones ya no redundan en pequeños papelones de churrasquería sino en
tragedias, ¿no?

- Volviendo a los naipes, en el programa has contado alguna vez su historia, incluso la
de la palabra, pero hablando de cartas, hay un verso tuyo, del “Tango de la Muerte”
“yo juego con la carta más segura, no importan los vaivenes de la suerte”, y esa
partida nos va a tocar a todo, y no por Bergman.
- Sí, claro… A mí me parece que el libro tiene unos episodios de una tristeza que yo no
me atrevía a escribir antes… por ejemplo, la muerte de… esta chica…

- ¿Bella?

- Sí, Bella Poniatowsky… es un episodio sentimental, parecido a los versos de Carriego,


¿no?

- Bueno, si Fineo es “el ciego inconsolable”

- Sí, claro… ahora, las cosas un poco graciosas que ella dice… graciosas en cierto sentido,
no son los chistes de los soldados americanos cuando los japoneses les tiran, que son
para demostrar lo valientes que son, pero la serenata, o la muerte de esta pobre
muchacha mientras el ruso dormía en otro lugar del cuarto, son escenas que antes yo
o me hubiera atrevido a escribir en otro libro, pero en este sí, porque este es el libro
donde las chicas como Bella se mueren mientras el ruso Salzman no puede agarrarles
la mano.

- La verdad, podrías haber elegido alguno de los otros tres, no justamente al que se
llama Bernardo para esa escena…

- (Ríe) Vos sabes que está bastante relacionado, cuando empecé a escribir sobre el ruso
Salzman, lo hacía pensando en un amigo de Caseros, pero desde que te conocí, cada
vez que se me aparece el personaje, sos vos…

- Es un honor, realmente… Ahora, yendo al programa, pero manteniéndonos dentro de


la onomástica, varios de los músicos alternos del programa, Arnaldo Gancé,
Anselmo Graciani (que aparecen en el libro) o Atahualpa Golsdtein, muchos de ellos
tienen iniciales “A.G.”

- Ah, qué gracioso… de eso te diste cuenta vos, pero yo no: algunas cosas las hago a
propósito pero otras no, realmente… Yo buscaba sonidos que me dieran una situación
graciosa, como “Atahualpa Goldstein” que era gracioso que tocara la quena y que
mezclara condiciones onomásticas tan diferentes… pero “Anselmo Graciani” suena
como un fuelle… después me di cuenta, pero mucho después, que inevitablemente
estaba yo recordando a Anselmo Aieta, que ha sido un gran músico, y que tiene
también un nombre que se acomoda también en las rodillas y parece un bandoneón…
Esa sucesión de vocales que no están demasiado endurecidas por consonantes fuertes,
hacen que la sensación de cuna funcione mejor… “Prinstain” por ejemplo, es un
nombre atravesado por una erre que te pellizca las rodillas (ríe).

- Pensando en la niebla de Flores, en algún momento dijiste que “El Bar del Infierno”
era el lenguaje, porque no se puede salir de él.
- Claro, sí… el lenguaje lo atraviesa todo… no hay un territorio puro de espacio dónde el
lenguaje no llegue.

- ¿Y la niebla? ¿esa niebla verde que lo confunde todo?

- Yo diría que es nuestra mera imposibilidad de una percepción segura. Toda percepción
está estropeada por una niebla de duda, no soy yo el primero que lo dice, pero esta
niebla no es tanto una alegoría como un primer trabajo de pintor, para dar un fondo
sobre el cual va a transcurrir la historia. Y es fondo, es un fondo sin certezas, y no
estamos seguros de por qué es así. ¿Y por qué? Porque hay niebla, qué se yo… a lo
mejor hemos confundido lo bueno con lo malo, un gato con un señor, o peor todavía,
nos ha parecido que eran iguales cosas que son diferentes, ya que se sabe que en la
niebla todos los gatos son pardos (ríe).

- Yendo un poco al programa, hace un tiempo que las formaciones variables del
equipo como que conforman casi dos programas diferentes. No es lo mismo con
Gillespi que con Dorio.

- Es así, es verdad.

- Con un poco de fe poética, ¿Dorio sería Góngora y Gillespi Garcilaso?

- Yo no sé si hay tanta diferencia... para decirlo brutalmente, a mí el programa me


gustaba siempre más con Gillespi, en principio porque además es músico, pero
últimamente no estoy tan seguro de eso. Mirá lo que me atrevo a decir, ¿no? Pero no
creo que sea una cuestión tan diferente como entre gongoristas y garcilasistas. ¿Vos
dijiste Garcilaso para Gillespi?

- Sí

- Sí, claro, es obvio… me estás diciendo que yo prefiero el programa con Gillespi… si es
así, estamos todos claros que prefiero pastillas de Garcilaso para desgongorizar…

- Sin que eso implique hablar mal de Góngora.

- No, ni mucho menos, pero siempre me manejo mejor por calles de Garcilaso que por
las gongorianas, pero últimamente estoy desandando ese camino y a veces aparecen
en Dorio pinceladas de Garcilaso, y otras veces flechas, inspiraciones que vienen de
otro lugar… de modo que ya no estoy seguro de cuales me gustan más ahora y cuales
estoy soñando. La gente tiene algunas preferencias pero tampoco son tan notables,
por ahí vienen un poco más los martes que los lunes por razones que son privadas.

- Yendo al contenido, los momentos en que Dorio dedica la charla son bretonianos, ¿lo
lleva preparado ese discurso vertiginoso o es improvisado?
- No, no… no lo lleva preparado, no tenemos un guion, y él mucho menos. Sí toma notas
mientras voy hablando y si me faltara eso yo tendría un programa bastante
incompleto, porque muchas veces yo siento un enorme placer en cierto peloteo que se
arma con Jorge y que no puedo hacer de otra manera.

- Bueno, ha llegado el momento de las denuncias: hay unas instancias de gran


crueldad en las que Dorio y tú se ponen a hablar en octosílabos y lo dejan a Barton
afuera.

- Sí, pero también hay momentos en que hablo solo con Barton.

- Sí, pero ese es un momento artístico para el que lo agarre y chau…

- Bueno, sí… pero quizás es una compadrada un poco adolescente… pero alguien tiene
que hacerlo (ríe) por ahí es lindo que algunas de esas gracias de estudiante
compadrón no queden en el olvido… pero eso no quiere decir que Barton se quede
afuera ni mucho menos.

- NO fue lo que dije… solo en ese juego.

- Sí, pero él hace a veces de Rolón incluso en el sentido de que cuando repartimos el
programa le tocó el papel más ingrato.

- ¿El de corroborador general?

- Claro, en un programa en el que todos están locos, en el que se esgrimen sobre la


mesa las cartas de la ilógica inevitablemente el que está loco es él… nunca tiene
razón.

- Ahí es dónde Dorio presenta una de las grandes diferencias, es el más rápido para
asumir el rol actancial de ser el oponente de Barton.

- Sí, ahí el único que cumple perfecta y completamente ese rol es Dorio, Gille no tiene
esa idea.

- Bueno, esos instantes en que Gillespi dice “momento”, o “yo de eso sé mucho” son
surrealistas también.

- Sí, son otra cosa. A veces remiten a lo actoral, a veces quizás inconvenientes para el
desarrollo del programa, y a veces son lisa y llanamente geniales. Así es Gillespi. Dorio
en cambio, claramente sabe lo que quiere.

- En el juego de improvisar, quizás por su profesión, Rolón era el que tiraba más de la
madeja del discurso, ¿no? Pero las interacciones entre Barton y Dorio son más
picantes. Eso contribuye a la variedad.
- Sí, sí, claro, eso es verdad. Hay por ahí épocas en que el programa es muy gracioso, a
veces no, y hay otras en que se torna interesante desde el punto de vista del
pensamiento, y otras no es interesante en punto alguno. El programa va variando. Por
suerte creo yo, por suerte…

- Eso último no, me permito discrepar, y evitando siempre como aprendí del programa
el punto de vista del ayuda de cámara, hay una impronta diferente de la alineación
Dolina-Rolón-Stronatti que le da menos uniformidad actancial, pero a cambio de una
imprevisibilidad que recae en Baron a veces y su especial naivité para encarar los
temas. Y arriesgando otra opinión, creo que Barton ha logrado ser el mejor en esa
improvisación inicial trayendo la relación de lo que hizo en el día.

- Totalmente, yo creo que fue el único que lo logró completamente de hecho. El único.
Trae siempre cosas y las presenta de un modo consistente. Vamos, no importa lo que
trae, eso lo sabemos todos, pero las presenta de tal forma que son rápidamente
aceptadas como propuesta de trabajo y genera respuestas de modo muy eficaz, ¿no?
Sí, eso lo hace muy bien.

- Volviendo a Dorio, una duda personal, ¿es políglota?

- ¿Jorge? No… habla muy bien inglés porque estuvo allá trabajando en UNESCO, y habla
francés también pero algo menos ahora por falta de práctica (Nota – habla también
italiano) Sí tiene como tengo yo una curiosidad muy grande por los aspectos culturales
y se aprende algunas gracias. Culturalmente es un hombre muy sólido, en eso es el
más sólido de todos.

- Es algo que se percibe en que puede seguirte por ciertos caminos que implican un
bagaje amplio. Eso le aporta mucho al programa.

- Sí, claro, ¿cómo no le va a aportar? Sí, claro, en los año en que no estuve con él el
aporte cultural lo hacía una persona extraordinaria, que es Rolón, que tiene una
cultura más ordenada desde el punto de vista profesional, pero entonces no parece
tan variopinta, pero es muy sólido también y si no estás escuchando las cosas que está
haciendo te aconsejo que lo hagas, está aprendiendo todo el tiempo, adquiriendo
destrezas nuevas todo el rato, y es fantástico.

- Lo he ido a ver a sus charlas cuando estuve en Buenos Aires, acá tenemos menos
suerte, pero desde mi punto de vista, tiene una virtud muy escasa, y como tal
especialmente valiosa, y es que tiene una enorme gratitud hacia ti, y no deja pasar
ocasión de demostrarla.

- Es verdad, sí…
- Seguramente, cuando llegue el momento – Dios no permita – el gallo a Esculapio se
lo vaya a pagar él…

- (Ríe) Sí, sí, claro, sin dudas… es un gran amigo y yo le tengo un enorme aprecio.

- Y se está llenando de plata con la reventa de entradas del programa…

- Y, desde luego, eso lo hace muy bien… incluso con otras personas que contrata y
trabajan para él… el público aprendió a reconocerlo, entonces tiene una cohorte de
alcahuetes y alquilones que van y venden entradas, que incluso son gratuitas…

- Vamos a precisar algunos acá porque los que trabajamos no podemos ir a buscar las
entradas…

- (Ríe) Hemos anunciado una o dos veces – no mucho más – en la radio situaciones
falsas, como que el señor Varela tenía las entradas y la gente tenía que ir a reclamarlas
sin dejarse desalentar por las negativas…

- El personal de la radio agradecido…

- Sí… nosotros imaginamos que como otras veces a lo mejor pasaba en serio…

- En otro orden de cosas, el mensaje de Rolón cuando fuiste premiado recientemente


fue conmovedor…

- Sí, sí lo fue. Fue también la única cosa conmovedora del episodio.

- ¿La única realmente?

- Y la presencia de los que había invitado yo: mis chicos, la gente del programa y los
oyentes que se pudieron enterar, que de todas maneras no eran tantos. De la gente
que me entregó el premio había los necesarios para sostener el cuadro. Si me das un
premio tenés que asegurarte de que alguna persona del organismo que lo hace asista y
ponga un poco de entusiasmo… si no, me das un cuadro y me tengo que llevar la
gente, me tengo que homenajear yo mismo… te digo, yo pensé incluso que alguien me
iba a preparar alguna sorpresa… De mi entorno o del de ellos… Algún amigo que hace
tiempo no veía, o la recuperación de algo que me había pertenecido, alguna foto…
alguien que me cantara un canción… no sucedió nada de eso. La pregunta es ¿para qué
me das un premio si no tenés ganas de que yo esté feliz? ¿para qué sirve un premio? Si
no te simplifica la vida… Cualquier premio digno tendría que tener una recompensa
económica tal que a mí me facilitara las cosas… ¿se entiende lo que digo? Si el premio
es un cuadro cualquiera al menos encontrá una forma de que yo sea feliz al menos en
ese momento, y no se encontró porque no se buscó.
- ¿Cómo la historia que contaste en el programa del músico que le querían hacer una
estatua?

- Rossini, claro, preguntó lo que iba a salir y ofreció ir a sentarse el mismo por la mitad…
Yo mismo, he ido a participar en actos similares y lo hecho con entusiasmo, he escrito
algunas palabras con gran profesionalismo, buscando alguna punta para atacar la
situación, otras veces he cantado, o hemos hecho un coro, acá no hicieron nada de
eso… Fijate que las palabras de Rolón fueron escritas en Brasil…

- Una última pregunta, no quisiera terminar sin referirme al segmento del Sordo
Gancé. Es la mejor alineación que has tenido en esa área, ¿verdad? Manuel es un
cantante prodigioso, y Ale y Martín también.

- Sí, son muy buenos, y Gillespi es un gran trompetista. Las mezclas, lo que está
preparado y lo que no los está, suena siempre bien. Eso para mí es una alegría.
Últimamente no estoy con tanta salud como para cantar tan seguido, pero supongo
que ya me arreglaré.

- Alejandro, muchas gracias y nos encontraremos por estas tierras la semana que
viene.

- Hasta pronto.

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