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EL ESTADO LATINOAMERICANO

Tres etapas se pueden observar claramente en la evolución del estado latinoamericano:


precolombino, colonial-iberoamericana y la del Estado-nación republicano.

En la formación del Estado precolombino también operó el mismo pro-ceso de selección


cultural que dio origen al Estado en el Próximo Oriente, y sus escenarios más
avanzados se encuentran en México y Perú. En lo que respecta a México, el
antropólogo marvin harris, en su obra Nuestra espe-cie, describe tres grandes
civilizaciones: olmecas, mayas y aztecas. La civi-lización de los olmecas tuvo su
desarrollo en la región de Tabasco-Veracruz y, aunque ostentó jefaturas avanzadas que
realizaron grandes obras, no alcan-zó a trascender hacia el Estado, porque
sublevaciones plebeyas, acaecidas hacia el año 400 a. C., impidieron "una mayor
concentración de poder". La civili-zación de los mayas tuvo desarrollo en la región de
Yucatán-Belice, y, a dife-rencia de las de los olmecas, sus jefaturas sí trascendieron en
distintos Estados, separados entre sí por distancias equivalentes a una jornada de
camino. Sin embargo, "las guerras, las revueltas y la interrupción de las rutas
comerciales hicieron el resto para marcar el punto final del período clásico de la
civiliza-ción maya". Mientras declinaba la gran civilización maya, en las tierras altas de
México otros pueblos, con jefaturas más poderosas, culminaron "en siste-mas políticos
de dimensiones imperiales". Estos pueblos, "en el valle de Teotihuacán, a unos 40
kilómetros al noreste del centro urbano de la actual ciudad de México", construyeron el
primer Estado imperial de América. Pero, debi-do a ese proceso de selección cultural,
Teotihuacán también cayó, y "nuevos Estados nacieron y murieron, hasta culminar en
los aztecas, cuya capital, Tenochtitlán, contó con más de 100.000 habitantes y cuyos
jardines, calzadas elevadas, mercados, pirámides y templos maravillaron en su
tiempo"[1].

Los arqueólogos sostienen que los territorios de Perú, estuvieron habita-dos desde
tiempos inmemoriales por razas primitivas, tan antiguas como las de Egipto y China, y
que construyeron grandes imperios antes del advenimiento de la dinastía de los incas.
Según marvin harris, en lo que hoy es Perú las jefaturas comenzaron a trascender hacia
el Estado alrededor del año 350 a. C. Cuando los gobernantes lograron integrar en un
solo sistema varios Estados de las costas y del interior, se formó un sistema imperial.
La primera civilización que alcanzó el carácter de imperio fue la chimú, cuya capital era
Chanchán, situada en la costa y "rodeada de inmensas murallas de barro". En cambio,
la civilización de los incas, cuya capital era Cuzco, estaba construida en las montañas, y
fue tan poderosa que "absorbió a la cultura chimú y fundó en el año 1438 d. C. un
imperio que se extendía a lo largo de 3.200 kilómetros y contaba con 6 millones de
habitantes". Los incas tuvieron una capacidad de gobierno semejante a la de los
antiguos imperios del Próximo Oriente, con unidades administrativas clasificadas "en
tres niveles: aldeas, distritos y pro-vincias", pero cuyo régimen de gobierno estaba
centralizado en Cuzco. Otra característica del régimen imperial de los incas es la
intervención del Estado en la recaudación de impuestos, en la planificación y
reclutamiento de mano de obra para construir obras de interés general, así como en la
distribución de las tierras entre los campesinos y la clase sacerdotal[2].

Conquistados los aztecas por Hernán Cortés en 1519 y los incas por Fran-cisco Pizarro
en 1531, estos Estados precolombinos, así como las demás orga-nizaciones políticas
nativas que existían, vieron truncado el desarrollo normal de sus culturas y comenzó un
proceso de formación de sociedades nuevas, de gobiernos y Estados dependientes de
España en su condición de virreinatos o de simples burocracias cuya autoridad
suprema era el rey. Brasil, cuyo impe-rio conquistador fue el portugués, tuvo un proceso
un poco distinto. Cuando napoleón invadió Portugal en 1808, la familia imperial se
trasladó al Brasil e instaló allí el imperio, y tres generaciones de monarcas gobernaron,
hasta 1889. En efecto, Joao vi regresó a Lisboa en 1821, pero su hijo Pedro i fue
proclama-do emperador constitucional de un Brasil independiente de Portugal. A Pedro i
lo sucedió su hijo Pedro u, quien gobernó hasta 1889, año en que cayó el monarca[3]

Tras trescientos años de dominio imperial, las colonias de Centroamérica y Suramérica


inician un proceso de independencia, influidas por la Ilustra-ción, la Independencia de
Estados Unidos, la Revolución francesa y la inva-sión de napoleón a España en 1808,
pues Fernando VII puesto prisionero y los criollos aprovecharon esta circunstancia para
sublevarse. El Estado español en lo que hoy es Hispanoamérica, más por la fuerza que
por la convicción, fue sólido y eficaz para la época, pero sufrió un profundo trauma de
poder y de burocracia en el mismo momento de la Independencia. Tal es el punto de
vista de gaspar molina, citado por francois chevalier en su obra América Lati-na. De la
Independencia a nuestros días. Antes de la Independencia, todas las provincias "se
hallaban unidas bajo el gobierno español y tenían muy po-cas razones para competir
entre sí y para odiarse. Se desconocían entonces las oposiciones relacionadas con el
color y las castas. Solo había esclavos, súb-ditos y un soberano. Una vez abolidos los
títulos a fin de poner en práctica los derechos del hombre, ya no hubo ni amos ni
esclavos; todos eran iguales y siempre dispuestos a desgarrarse los unos a los otros.
Anteriormente todos formaban una gran familia española: hoy, exceptuando la lengua y
la religión que siguen siendo comunes, ya se rompieron los vínculos[4]". A partir de la
Independencia y hasta nuestros días, los Estados latinoamericanos han transi-tado su
camino en medio de guerras civiles, de la tiranía y una democracia de fachada,
incipiente o de papel, y aunque cada país tiene su "cuento" particu-lar, ninguno se
escapa de esta realidad.

B) El nombre de Latinoamérica
Hoy estamos familiarizados con la idea de Latinoamérica, y por esa fa-miliaridad nos
parece que el nombre tiene tanta antigüedad como el mismo descubrimiento de estos
territorios por España. Sin embargo, antes de esta denominación tuvo otras, como las
Indias, en homenaje a Colón y su propósi-to de llegar al Asia; Nuevo Mundo o el de
América que se le dio en el siglo XVIII. El nombre de Latinoamérica comenzó a gestarse
en el siglo XIX y alcanzó su carta de ciudadanía a partir de 1900, con la publicación del
ensayo Ariel por parte del uruguayo josé enrique rodó (1872-1917). Inicialmente, la idea
sur-gió como un objetivo de los socialistas utópicos, pero luego fue un simple pre-texto
de Napoleón m en sus propósitos de invadir México. En efecto, los so-cialistas saint-
simon y fourier, tenían la intención de crear nuevas formas de transporte,
específicamente de canales y aunque los dos pensadores no pudie-ron ver realizado su
ideal, sus discípulos influyeron en la construcción del Canal de Suez. La noble idea de
los socialistas utópicos fue adoptada por michel chevalier (1806-1879), economista y
político francés, quien, después de via-jar por Estados Unidos, México y Cuba entre
1834 y 1836, propuso que Fran-cia construyera un canal interoceánico en Panamá.

El historiador norteamericano john L. phelan, en su ensayo El origen de la idea de


Latinoamérica, señala que en 1855 chevalier concibió un progra-ma geopolítico para
lograr la "expansión económica de Francia, tanto en América como en el Extremo
Oriente. Él proponía que Francia adoptara una política exterior panlatina. Europa,
sostenía, estaba dividida en tres grupos raciales: 1) los germánicos o anglosajones del
norte de Europa; 2) las naciones latinas del sur de Europa, y 3) los pueblos eslavos de
la Europa oriental. El liderazgo de estos tres bloques pertenecía a Inglaterra, a Francia
y a Rusia, res-pectivamente. La unidad de la "Europa Latina" descansaba en el origen
latino común a las lenguas de Francia, Bélgica, España y Portugal. El catolicismo
romano era la tradición cultural común que había solidificado esta unidad lin-güística,
así como el protestantismo había cimentado la alianza de los pueblos anglosajones,
fundada en su origen racial común"[5]. Estos planteamientos de chevalier le sirvieron de
apoyo ideológico a Napoleón ni en su expedición a México entre 1863 y 1867, pues su
objetivo era "crear una fuerte barrera en el Río Grande para impedir la marcha de los
anglosajones" hacia el sur. Según phelan, "aunque las ideas panlatinas eran muy
anteriores a 1861, la aventura mexicana desató una avalancha de propaganda
panlatinista"[6].

Aunque en el decenio del sesenta del siglo XIX el concepto de Latinoamérica se haya
utilizado con pretextos expansionistas y pragmáticos, el toque latinoamericanista
sincero y noble lo presentó josé enrique rodó, escritor y político uruguayo, en su obra,
ya mencionada, Ariel. En este escrito, rodó se dirige a la juventud hispanoamericana y
la exhorta a dejar el utilitarismo y la sensualidad sin ideales de los anglosajones y a
amar la inteligencia por sí misma, así como la belleza, la gracia y los misterios de lo
infinito. Examina los que, para él, son los dos grandes ideales históricos de la
humanidad: el clásico grie-go y el cristiano, que se dan la mano y se complementan en
las cartas de San pablo a los tesalónicos y a los filipenses. Reconoce los brillantes
triunfos del americanismo del norte, en muchos aspectos de la política y la economía, y
advierte que, por eso mismo, en la América española no faltará quien se deje
sugestionar por estas tentaciones con las que los yanquis atraen a los hispanos. Todas
las grandezas y ventajas del pueblo norteamericano "son admiradas pero no queridas",
según las propias palabras de rodó. "Comprendo bien —dice rodó— que se adquieran
inspiraciones, luces y esperanzas, en el ejemplo de los fuertes", pero "en ese esfuerzo
vano hay, además, no sé que cosa de inno-ble. Género de esnobismo político podría
llamarse al afanoso remedo de cuanto hacen los preponderantes y los fuertes, los
vencedores y los afortunados"[7]. De este modo, a partir de rodó se hizo explícito y se
acuñó el concepto de Latinoamérica, por el que tanto habían luchado bolívar, san
martín, martí y muchos otros hispanohablantes. Hoy se habla de América Latina y el
Caribe para incluir en este bloque a los pueblos de lengua anglosajona; y en este libro,
siempre que se hable de América Latina, debe entenderse que son los pueblos y países
comprendidos entre el Río Bravo o Grande y la Patagonia.

C) El pensamiento político latinoamericano

Abordar bajo un solo acápite todas las ideas políticas de Améric a Latina no significa que
los veintitrés países del subcontinente latinoamericano tengan una cultura homogénea.

Aunque todos estos países tienen un pasado ibérico común, y a todos los une una
lengua de origen latino y una misma religión, en cuanto respecta a sus bases
precolombinas hay una diversidad de culturas e ideales que aun se man-tienen y que
resultaría equivocado pretender desconocer y homogenizar. Para solo mencionar
algunos ejemplos, el componente indígena todavía es muy sólido y determinante de la
nacionalidad en México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia; mientras que en
Colombia, Venezuela y Chile la población indíge-na ha sido diezmada y se ha impuesto
con mayor intensidad el mestizaje. Este solo aspecto obligaría a realizar un estudio para
cada uno de los países que integran el continente latinoamericano, examinando, en
cada caso, la trayectoria del pensamiento político y buscando luego la integridad y la
unidad po-lítica dentro de la diversidad cultural, para superar unas mismas necesidades
y planear la defensa ante peligros y agresores comunes. Pero, dadas las limita-ciones
de este libro, en este punto únicamente se hace una mención general del pensamiento
político y se traen como ilustración del mismo las ideas de algu-nos hombres
preocupados por la identidad y el destino de América Latina.

Partiendo de la diversidad cultural es necesario tener el valor de recono-cer que


Latinoamérica no ha logrado construir un pensamiento político propio, como se puede
hablar del inglés, francés, italiano, alemán o norteamericano. O, con otras palabras,
Latinoamérica no le ha aportado al mundo, en ningún momento de la historia, una
corriente política, así como lo ha hecho, tan exi-tosamente, con la literatura o con la
disidencia religiosa denominada Teología de la Liberación, en la segunda mitad del
siglo XX. Con relación a la disiden-cia católica de la religión, recuérdese que, en los
mejores momentos de su divulgación, el Vaticano sintió temor de que se extendiera por
Europa y por los demás continentes. Pero la falta de originalidad en el pensamiento
político ha sido superada con creces, en Latinoamérica, por la acción política, hasta el
punto de hacerse sentir en Norteamérica y Europa, no solo en la época de la
Independencia de España, sino durante el período de la Guerra Fría, y aun después de
la caída del muro de Berlín.

En efecto, ni el mundo europeo ni el mundo norteamericano han podido desconocer, en


su momento, los movimientos políticos ni las acciones políti-co-militares que
emprendieron josé de san martín, simón bolívar, josé martí, augusto césar sandino,
ernesto guevara. fidel castro, salvador allende, Manuel Marulanda Vélez "Tirofijo" o el
subcomandante Marcos, con el propósito de lograr la independencia o los cambios
políticos radicales en sus respectivos países y épocas. De la misma manera que. en los
dos continentes, no han pasado desapercibidas las acciones individualistas,
dictatoriales y muchas veces pintorescas y bufonas de Juan Vicente Gómez, Domingo
Perón, Rafael Leónidas Trujillo, Anastasio Somoza y Augusto Pinochet. También los
movimientos obreros y campesinos latinoamericanos han respondido, en su momento,
con tanta fuerza y audacia que han alcanzado el respeto de sus pa-res en el resto del
mundo. En suma, Latinoamérica ha respondido con la ac-ción en cada uno de los
momentos de la historia que le ha tocado vivir, pero lo ha hecho con ideas prestadas,
mas no bajo la guía de una corriente de pensa-miento que ella misma haya creado,
discutido, elaborado y puesto en marcha.

Como la naturaleza del hombre está formada para pensar, cualquiera que lea las líneas
anteriores, donde se precisa que en América Latina no ha exis-tido un pensamiento
político autóctono, me podrá reclamar, con toda razón, mi falta de sindéresis. No es por
falta de razonamiento coherente, ni mucho menos, que los latinoamericanos seamos la
excepción a la esencia de pensar del ser humano, porque, como se acaba de observar,
Latinoamérica ha enriquecido las ideas universales con la literatura y con la discusión
religiosa. Lo que sucede es que un pensamiento político no se forma de un momento a
otro, por la ge-nialidad de un hombre a quien en una ocasión determinada, le haya
llegado la inspiración. Así no han surgido en ningún lugar del mundo las grandes ideas
políticas, ni siquiera en la cabeza más iluminada que en este asunto ha dado la
humanidad en todos los tiempos: platón. Este también cabalgó en los hom-bros de otros
pensadores milenarios, a quienes he registrado brevemente al ocuparme del filósofo
griego.
Las ideas políticas, más que cualquier otra área del conocimiento, son el producto de
muy variados elementos que se han ido acumulando y que se van clarificando hasta
alcanzar la madurez en una generación determinada de la sociedad. Ese conjunto de
elementos ha hecho falta en Latinoamérica y, en consecuencia, el hombre
latinoamericano y, concretamente, el pensador polí-tico latinoamericano, como todo ser
humano, es el producto del pasado, y en Latinoamérica las huellas culturales del
pasado no han sido lo suficientemen-te favorables como para elaborar un pensamiento
político de gran profundidad, lo cual no quiere decir que no vaya a existir en el futuro. Lo
habrá, seguramente, si se logran superar las barreras y si el pensador político
latinoamericano se aplica al oficio, pues la inspiración solo llega con el trabajo continuo
y perse-verante. ¿Cuáles son los obstáculos que han impedido el surgimiento de un
pensamiento político latinoamericano? Hay dos problemas de los que se deri-van todos
los demás: tener que partir de cero y no encontrar un eslabón impar-cial del cual echar
mano en los primeros tiempos. Los primeros pensadores políticos no tuvieron una base
acumulada a la cual se pudieran sumar las gran-des corrientes del pensamiento que,
presumiblemente, portaban consigo los conquistadores y colonizadores.

Partiendo de esos obstáculos ciertos, que son demasiado grandes, todos los demás
vienen a ser consecuencias insalvables: tomar ideas prestadas, de-dicar muy poco
tiempo al ejercicio de pensar, eludir las fuentes del pensamiento.
Colombia es un Estado Social de
Derecho
Nuestra Constitución Política (Art. 1°) establece la forma y caracteres del Estado Colombiano.

“El Estado Social de Derecho hace relación a la forma de organización política que tiene
como objetivo combatir las penurias económicas, sociales y las desventajas de diversos
sectores, grupos o personas de la población, prestándole asistencia y protección”(Corte
Constitucional , sentencia T-426 DE junio 24 de 1992)

https://www.google.com.co/search?q=estado+social+de+derecho+colombia&rlz=1C1CHZL_esCO736CO736&espv=2&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjhhM -
Características del Estado Social de Derecho

 Estado Soberano
 Posee su propio territorio
 Con autoridad sobre sus instituciones políticas
 Organizado como república unitaria
 Reconocido internacionalmente como Estado
Poder público del Estado Colombiano
Rama ejecutiva.

 La rama ejecutiva representa al gobierno, compuesta por: Las gobernaciones,


las alcaldías, las superintendencias, los establecimientos públicos y las
empresas industriales o comerciales del Estado.
 El Presidente de la República es: Jefe del Estado, jefe del gobierno y suprema
autoridad administrativa.
Poder público del Estado Colombiano
Rama legislativa.

 La rama legislativa, está compuesta por los organismos que componen el


Congreso de la República: la Cámara de Representantes y el Senado de la
República.
 Está compuesta por los organismos que componen el Congreso de la República:
la Cámara de Representantes y el Senado de la República. Sus integrantes son
elegidos por medio del voto popular y cada uno de ellos, representantes y
senadores, tiene el mismo nivel de poder y de responsabilidad dentro de sus
instituciones.
Poder público del Estado Colombiano
Rama Judicial.

 La rama judicial es la encargada de administrar la justicia en Colombia; esta


tarea es una función pública.
 Está compuesta por seis organismos: la Corte Suprema de Justicia, el Consejo
de Estado, la Corte Constitucional, el Consejo Superior de la Judicatura, las
Jurisdicciones Especiales, la Fiscalía General de la Nación.
 Tanto los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia como los del Consejo de
Estado serán nombrados según las listas que envía el Consejo Superior de la
Judicatura.
Poder público del Estado Colombiano
Organismos de Control.

 La Carta Política del91 (art. 117-119 y Título X), establece que los organismos de
control son:
 El Ministerio Público, cuyo nombre más familiar es el de Procuraduría General de
la Nación.
 La Defensoría del pueblo que está adscrita a la Procuraduría.
 La Contraloría General de la República.
 La Personería
Poder público del Estado Colombiano
Organización electoral.

 El Consejo Nacional Electoral (CNE) creado por la Constitución de Colombia de


1991 (Artículo 265). Está a cargo de la inspección y vigilancia suprema de la
organización electoral.
 Consejo Nacional Electoral debe saber y decidir cuándo y dónde ocurrirá una
elección.
GLOSARIO

Delito
Infracción sancionada con una pena grave
Delito culposo
El que se comete por descuido o falta de cuidado
Delito doloso
El que se comete intencionada y voluntariamente
Demanda
Escrito que se presenta al juzgado para iniciar formalmente un pleito civil
Demandante
Persona que presenta una demanda contra otra persona en el juzgado en reclamación de
un derecho
Demandado
Persona contra la que se presenta una demanda
Denuncia
Puesta en conocimiento del juez, el fiscal o la policía de un delito
Derecho
Conjunto de normas vinculantes en una sociedad determinada
Desahucio
Desalojo de un arrendatario o inquilino de la vivienda que ocupa ordenado por el juez
Dilaciones indebidas
La noción constitucional del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas es
un concepto jurídico indeterminado (sentencia del Tribunal Supremo de 18 de
octubre de 1993) cuyo contenido concreto ha de ser alcanzado mediante la
aplicación a las circunstancias del caso de los factores objetivos y subjetivos
que sean congruentes con su enunciado genérico.

La proscripción de las dilaciones indebidas aparece consagrada en el art. 24.2


de la Constitución, en el artículo 6.1 del Convenio Europeo para la Protección
de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales (derecho a que la causa
sea oída dentro de un plazo razonable) y el art. 14.3.c) del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas).

Las dilaciones indebidas no se identifican con el mero incumplimiento de los


plazos procesales (sentencia del Tribunal Constitucional de 14 febrero de
1991). Los criterios aplicables a este respecto para determinar si ha existido
dilación indebida son:
a) El carácter razonable de la duración del procedimiento
b) La complejidad del caso, tanto en las cuestiones de hecho como en los
derechos
c) El comportamiento de la parte
d) El propio comportamiento de las autoridades.

En dicho sentido se ha pronunciado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en sus


sentencias de 23 de septiembre de 1982 (caso Sporrong y Lonnroth), 13 de julio de 1983
(caso "Zimmermann y Steiner"), 10 de julio de 1984 (caso "Guincho"), 21 de febrero de
1986 (caso "James y otros"), 2 de junio de 1986 (caso "Bonisch"), 25 de junio de 1987
(caso "Capuano"), 8 de julio de 1987 (caso "Baraona") y 21 de febrero de 1990 (caso
"Powell y Rayner").

Nuestro Tribunal Constitucional se pronuncia en esta misma dirección en la


sentencia de 5 de mayo de 1990, añadiendo que, aun reconocido el hecho de la dilación
injustificada, el derecho a ser indemnizado por la Administración
Pública por los daños ocasionados por el retraso producido ha de ser obtenido
por otras vías.

En el proceso penal, la sentencia del Tribunal Constitucional de 26 de junio de


1992 expuso que cuando se juzga más allá de un plazo razonable, cualquiera que sea la
causa de la demora, incluso por el exceso de trabajo, se está juzgando a un hombre, el
acusado, distinto en sus circunstancias personales, familiares y sociales, por lo que la
pena no cumple, ni puede cumplir las funciones de ejemplaridad y de reinserción social
del culpable, que son los fines justificantes de la sanción
El Código Penal contempla tal violación a un derecho fundamental como un
supuesto que permite rebajar la pena, como una compensación que el propio
Estado otorgaría en el momento de imposición de la sanción en consideración al mal que
lleva consigo para el reo la existencia de una dilación indebida
(artículo 4.4)
Diligencia
Es la precaución o cuidado con que una persona desempeñan sus funciones o se
comporta en su vida a fin de no causar daño o lesión a terceros
Diligencia judicial
Resolución emitida por un juez dentro de un proceso
Divorcio
Disolución del vínculo conyugal que devuelve a los contrayentes a la soltería
Dolo
Es la intención de cometer un delito de manera deliberada y consciente
Dolo eventual
Es el conocimiento y la aceptación previa por parte de una persona de la posibilidad de
que se produzca una determinada consecuencia como consecuencia de su actuación
Dúplica
Escrito que presenta el demandado en el proceso civil de mayor cuantía destinado:
a)a fijar concreta y definitivamente en párrafos numerados los puntos de hecho y de
derecho objheto del debate
b) a modificar los que haya consignado en la contestación a la demanda
c) ampliar o modificar las pretensiones y excepciones
d) confesar o negar los hechos que le perjudique y que hayan sido expuestos por el
demandante (artículos 548 y 549 de la Ley de Enjuiciamiento Civil)
Edictos
Resolución judicial que se comunica a un interesado a través de los periódicos, boletines
oficiales o el tablón de anuncios del juzgado
Ejecutoria
Documento público que contiene una resolución judicial firme
Emancipación
Acto de adelantar la mayoría de edad a un menor después de que cumple los 16 años de
edad
Embargo
Retención de los bienes del deudor ordenada por el juez
Emplazamiento
Invitación dirigida a una persona durante un plazo de tiempo para que comparezca ante
un órgano judicial para defender sus derechos
Error judicial
Equivocación de la administración de justicia que provoca en el perjudicado u derecho a
ser indemnizado por el Estado
Escalo
Aunque el escalamiento configura un subtipo del robo con fuerza en las cosas en el
artículo 238.1 del Código Penal, no hay una definición legal del escalamiento, que no
puede identificarse estrictamente, con la acción de entrar
mediante escala (sentencia del Tribunal Supremo de 3 julio 1991). Escalar es también
entrar por una ventana, cualquiera que sea su altura o distancia del suelo (sentencias de
18 febrero, 21 abril y 3 noviembre 1989).

El escalamiento implica llegar a lo que se quiere sustraer, por una vía insólita o
desacostumbrada, distinta al acceso natural que el titular de los bienes utiliza de ordinario
(sentencia del Tribunal Supremo de 3 noviembre
1989). Escalar debe ser cualquier acto de subir, bajar, trepar y ascender.

La sentencia del Tribnual Supremo de 20 marzo 1990 estableció que el escalamiento


debe apreciarse sólo cuando el agente exteriorice concretamente una efectiva energía
criminal comparable a la que caracteriza el empleo de la fuerza en las cosas
Escritura pública
Documento extendido por un notario que refleja contratos, declaraciones o actos de
cualquier clase
Estado de Guerra
En España el estado de guerra aparece con la primera guerra carlista para situaciones de
guerra efectiva, transformándose inmediatamente en una mera ficción jurídica: no hay
guerra pero se aplican las mismas normas que si la hubiera.

No había norma por encima del bando que, además, carecía de ningún límite de
aplicabilidad, lo mismo que carecía de regulación externa. La propia ausencia normativa
sobre situaciones excepcionales acentuaba la trascendencia del bando. El artículo 139 de
la Ley Constitutiva del Ejército de 1821 establecía: "Las Ordenanzas generales del
Ejército determinarán la autoridad y facultades de los Generales en gefe, Gobernadores
de plazas y demás gefes que son responsables de las operaciones de la guerra". Se
refería implícitamente a los bandos, pero la reforma de las Ordenanzas de Carlos III
prevista por la Ley Constitutiva (artículo 169) nunca llegó. Por tanto, la referencia había
que reconducirla a las antiguas Ordenanzas del siglo anterior que, a su vez, la
trasladaban al bando, esto es, a la omnímoda decisión del capitán general. Se cerraba un
círculo vicioso: la Ley Constitutiva, para regular las facultades de los capitanes generales,
se remitían a las Ordenanzas y, a falta de nuevas Ordenanzas, las viejas remitían a su
vez al bando. En suma, no había un estado de guerra sino tantos como bandos, y así, la
Real Orden de 29 de setiembre de 1839 estipuló "que en las provincias declaradas en
estado de guerra y en las plazas y puntos que se hallen en estado de sitio, se observen
los bandos de los generales en jefe o gobernadores respectivos y se arreglen a ellos,
tanto para la formación de los consejos de guerra como para el conocimiento de los
delitos que se designen a los consejos en dichos bandos".
Estafa
1. Elementos del tipo
1.1 Engaño:
1.2 Idoneidad
1.3 Error
1.4 Acto de disposición patrimonial
1.5 Nexo causal entre el engaño del autor y el perjuicio de la víctima
1.6 Ánimo de lucro:
2. Concurso con falsedad en documento
3. Estafa de especial gravedad
1. Elementos del tipo:
El delito de estafa viene configurado por diversos los siguientes requisitos o elementos:
1.1 Engaño:
El engaño es la espina dorsal, el factor nuclear, alma y sustancia de la estafa. Consiste en
el montaje ficticio, la apariencia de realidad de algo inexistente. Puede definirse como la
maniobra torticera y falaz por medio de la cual el agente, ocultando la realidad, juega
dentro de la apariencia para ganar la voluntad del perjudicado o de los perjudicados,
haciéndoles creer y aceptar lo que no es verdadero.
Jurisprudencialmente se concibe con amplitud, dada la variedad ilimitada de sup uestos
que ofrece(sentencias del Tribunal Supremo de fechas 5 de marzo y 12 de noviembre de
1990 y 28 de mayo de 1991. Puede ser precedente o concurrente a la infracción,
constitutivo de la "ratio esendi", núcleo y alma del tipo y traducido en el ardid,
maquinación, simulación, falacia o artificio.
La calidad del engaño es lo que configura la diferencia entre la estafa y el ilícito civil. No
vale acudir a la existencia del perjuicio, lo fundamental es la actitud del sujeto activo. Si
conoce desde el primer momento del contrato que no puede cumplir lo que por su parte
ofrece o que, pudiendo hacerlo, es su inequívoca voluntad no realizarlo, se estaría en el
delito habida cuenta el enriquecimiento indebido que pretende.
Según la sentencia del Tribunal Supremo de fecha 13 de mayo de 1994, la línea divisoria
entre el dolo penal y el dolo civil en los delitos contra la propiedad se halla dentro del
concepto de la tipicidad, lo ilícito penal frente a lo ilícito civil, de tal forma que sólo cuando
la conducta del agente encuentre acomodo en el precepto penal que conculca, puede
hablarse de delito, sin que por tanto ello quiera decir que todo incumplimiento contractual
signifique la vulneración de la Ley Penal, porque la norma establece medios suficientes
para restablecer el imperio del Derecho ante vicios puramente civiles. Depurando más el
concepto diferenciador, el Tribunal Supremo tiene reiteradamente declarado que la estafa
existe únicamente en los casos en los que el autor simula un propósito serio de contratar
cuando en realidad sólo quería aprovecharse del cumplimiento de la parte contraria y del
propio incumplimiento, propósito difícil de demostrar que ha de obtenerse, normalmente,
por la vía de la inferencia o de la deducción, partiendo tal prueba indiciaria, l ejos de la
simple sospecha, de hechos base ciertamente significativos .
Surgen así los denominados negocios civiles criminalizados en los que el contrato se
erige en instrumento disimulador, de ocultación, fingimiento y fraude. Son contratos
procedentes del orden jurídico privado, civil o mercantil, con apariencia de cuantos
elementos son precisos para su existencia correcta, aunque la intención inicial, o
antecedente, de no hacer efectiva la contraprestación, o el conocimiento de la
imposibilidad de hacerlo, defina la estafa. Mas ha de entenderse que ese engaño,
simulación artera de una seriedad en los pactos que en realidad no existe, ha de provocar
en cadena el error, el desplazamiento patrimonial, el perjuicio y el lucro injusto, pero ha de
provocarlo de manera antecedente, no sobrevenida. El Código Civil se refiere al dolo civil
como un supuesto de nulidad del consentimiento, artículos 1265, 1269 y 1270, lo que
significa pues, de acuerdo con lo arriba señalado, que ese dolo no genera sin más la
infracción penal, independientemente de que en la pura esfera del Derecho Civil tampoco
se llegue siempre a la nulidad de la relación (sentencia de 1 de diciembre de 1993). El
negocio criminalizado será puerta de la estafa cuando se constituya en una pura ficción al
servicio del fraude a través de la cual se crea un negocio vacío que encierra realmente
una acechanza al patrimonio ajeno.
1.2 Idoneidad:
La maniobra defraudatoria ha de revestir apariencia de seriedad y realidad suficientes
para defraudar a personas de mediana perspicacia y diligencia; la idoneidad abstracta se
complementa con la suficiencia en el específico supuesto contemplado, el doble módulo
objetivo y subjetivo desempeñarán su función determinante. Idoneidad significa que el
engaño ha de tener adecuada entidad para que en la convivencia social actúe como
estímulo eficaz del traspaso patrimonial. Ha de ser "bastante", es decir, adecuado,
suficiente y proporcional, tanto en su valoración por módulos objetivos, como en función
de las condiciones personales del sujeto afectado y circunstancias concurrentes, para
conseguir un error en el sujeto pasivo y así conseguir el fin lucrativo propuesto por el
agente.
1.3 Error
El engaño ha de producir una equivocación en el sujeto pasivo, llevándole a actuar bajo
una falsa presuposición, a emitir una manifestación de voluntad partiendo de un motivo
viciado, por cuya virtud se produce el traspaso patrimonial. La víctima, desconocedora o
con conocimiento deformado o inexacto de la realidad por causa de la insidia, fabulación o
artificio, afectada por el vicio su voluntad, propicia o facilita el desplazamiento patrimonial
que le subsgue
1.4 Acto de disposición patrimonial
El error del sujeto pasivo provoca un desplazamiento patrimonial a favor del agente, con
el consiguiente "perjuicio" para el disponente que, con su propia actuación, consecuencia
del error experimentado y en definitiva del engaño desencadenante, causa su propio daño
patrimonial, quedando ensamblada o cohonestada la actividad egañosa y el perjuicio
irrogado. La lesión del bien jurídico tutelado, el daño patrimonial, ser producto de una
actuación directa del propio afectado, consecuencia del error experimentado y, en
definitiva, del engaño desencadenante de los diversos estadios del tipo; acto de
disposición fundamental en la estructura típica de la estafa que ensambla o cohonesta la
actividad engañosa y el perjuicio irrogado, y que ha de ser entendido, genéricamente,
como cualquier comportamiento de la persona inducida a error, que arrastre o conlleve de
forma directa la producción de un daño patrimonial en sí misma o en un tercero, no siendo
necesario que concurran en una misma persona la condición de engañado y de
perjudicado
1.5 Nexo causal entre el engaño del autor y el perjuicio de la víctima
Esto implica que el dolo del agente tiene que anteceder o ser concurrente en la dinámica
defraudatoria, no valorándose penalmente, en cuanto al tipo de estafa se refiere, el dolo
"subsequens", es decir, sobrevenido y no anterior a la celebración del negocio de que se
trate. El dolo característico de la estafa supone la representación por el sujeto activo,
consciente de su maquinación engañosa, de las consecuencias de su conducta, es decir,
la inducción que alienta al desprendimiento patrimonial como correlato del error
provocado, y el consiguiente perjuicio suscitado en el patrimonio del sujeto pasivo,
secundado de la correspondiente voluntad realizativa.
1.6 Ánimo de lucro:
El ánimo de lucro es el verdadero elemento subjetivo del injusto, y viene exigido de
manera explícita por el artículo 528 del Código Penal, eliminándose, pues, la incriminación
a título de imprudencia. La jurisprudencia lo ha interpretado en un sentido amplio,
concibiéndolo como "cualquier ventaja, provecho, beneficio o utilidad", incluso los
meramente contemplativos o de ulterior beneficencia. Es correlativo, aunque no
necesariamente equivalente, al perjuicio ocasionado a la víctima.
Dichos elementos que se han sintetizado en la concurrencia de cuatro esenciales: el ideal
o de engaño, el subjetivo o de ánimo de lucro; el objetivo del desplazamiento patrimonial y
la relación causal entre daño y perjuicio y que la doctrina ha concretado en el perjuicio
patrimonial, el ánimo de lucro y el medio de engaño, todos han tenido acomodo en el
artículo 528 del Código sancionador, cuando dice que "cometen estafa los que con ánimo
de lucro utilizan engaño bastante para producir error en otro, induciéndole a realizar un
acto de disposición en perjuicio de sí mismo o de tercero".
La estafa requiere necesariamente, "sine qua non", la existencia en la dinámica
originadora del ilícito, de dos personas contrapuestas, el sujeto activo y el pasivo, el
primero productor de un "engaño", dirigido a causar en el segundo un "error", que viciando
su voluntad, le sitúe en disposición propincia o facilitadora de llevar a cabo un
"desplazamiento patrimonial" en favor del agente, con el consiguiente y causal "perjuicio"
propio o de un tercero.
*2. Concurso de estafa con falsedad en documento. Sentencia del Tribunal Supremo de
30 de noviembre de 1993:
La estafa del artículo 528 realizada a través de un documento público, oficial o de
comercio, utilizado como medio necesario para su comisión, no consume la falsedad, sino
que los dos tipos son compatibles, produciéndose un concurso real de delitos sin perjuicio
de que en orden a su punición sea aplicable lo dispuesto en el artículo 71 del Código
Penal.
Cuando se trata de falsedad en documentos privados junto a la estafa genérica, como el
perjuicio a tercero, o el ánimo de causárselo, viene incluido en el artículo 306, no procede
estimar tal concurso, pero sí el conflicto de normas en cuanto que siendo el hecho
subsumible en la falsedad y en la estafa, ha de optarse por una de esas figuras delictivas
en acatamiento del "non bis in idem". El principio de la gravedad de las penas hace
prevalecer el artículo 306 sobre el 528 del Código Penal (artículo 68 del Código Penal), es
decir, que la estafa quedaría absorbida por la falsedad, que sólo cedería ante el mayor
rango primitivo de la estafa en el caso de las especiales agravaciones del artículo 529. Es
así que en la falsedad de los documentos públicos, oficiales o mercantiles basta la
existencia de la falsedad en alguna de las modalidades del artículo 302, mas cuando se
trata de documento privado es necesario la concurrencia del requisito objetivo
representado por las alteraciones a que este último precepto se refiere, como de otro
subjetivo consistente en el conocimiento de que con tan falaz proceder se causa o se
puede causar un daño evidente a tercero (dolo intencional de causar perjuicio). Se
identifican y entremezclan ahora el engaño de la estafa y el perjuicio a tercero de la
falsedad del artículo 306. De ahí el concurso de normas y la solución apuntada.
Sin embargo en el supuesto en que el conflicto se presente entre la falsedad de los arts.
306 y 302.4, y la estafa inmobiliaria, y específica, del párrafo segundo del artículo 531 de
la misma Ley Penal (disponer de un bien libre sabiendo que estaba gravado), debe
aplicarse este último precepto por razón de la especialidad que adquiere carácter
prevalente. La estafa específica ha de absorber entonces a la falsedad dada la imposición
de la norma específica sobre la genérica.
*3. Estafa de especial gravedad
La expresión legal "especial gravedad" supone un concepto jurídico que el legislador
incorpora con carácter de elemento normativo del subtipo, pero cuyo alcance o límites
deja de precisar a fin de que el Juzgador, en el que se delega o encomienda tal función,
presidido por criterios de experiencia y sintonizando con la realidad socio-económica en la
que se halla inmerso, ejerza una labor integradora que permita en todo momento la mejor
actualización y operatividad del tipo. Dentro de unas orientaciones de generalizada
proyección, la afirmación que nos ocupa debe también ser objeto de un entendimiento
individualizado, a fin de contemplar y sopesar los diversos factores concurrentes en orden
a determinar si la cantidad defraudada merece o no quedar enmarcada en la definición de
especialmente grave, y, en su caso, con el aditamento de la cualificación. El agravamiento
del nivel de vida, las fluctuaciones del valor adquisitivo de la moneda, exigirán una
elevación del listón definidor; pero, indudablemente, no deberán perderse de vista las
condiciones del sujeto pasivo, salvando toda confusión o interferencia con la hipótesis a
que provee el apartado 5 del propio artículo 529, y la índole de las relaciones en cuyo
seno se consuma la maniobra defraudatoria (sentencias del Tribunal Supremo de fechas
23 febrero 1987 y 30 septiembre 1988.
Ha venido siendo doctrina jurisprudencial aceptada la que cifraba la especial gravedad en
la suma comprendida entre las quinientas mil y el millón de pesetas, límite determinante
de la cualificación de la gravedad de la estafa; cifra que ofrecía un carácter puramente
orientativo y se hallaba sujeta, por supuesto, a las revisiones aconsejadas por las
circunstancias, y que hoy ha de experimentar una modificación actualizadora en alza, cual
viene reflejándose en las más recientes sentencias de esta Sala.
Eximente
Circunstancia personal de quien comete un delito que le libera de responsabilidad penal
Falso testimonio
Delito en que incurren los testigos que declaran en un proceso faltando a la verdad
Falta
Infracción sancionado con pena leve
Fallo
Parte final de una sentencia que contiene la decisión del juez sobre la contraversia
planteada en el proceso
Fianza
Garantía que presta una persona para asegurar el cumplimiento de una obligación
Ficción
Técnica jurídica de extensión analógica, para aplicar preceptos previstos para una
determinada situación a otro tipo de situaciones distintas. Su función misma no es otra
que aplicar conclusiones jurídicas a supuestos de hecho no contenidos normalmente en
las premisas.

Normalmente las ficciones jurídicas tienen una vigencia temporal, mientras se elabora un
nueva regulación de esa situación.

Pero las ficciones no sólo cumplen importantes funciones históricas y dogmáticas para el
ordenamiento jurídico, sino también ideológicas: entre sus cometidos está el de dar una
apariencia falsa de que se mantiene la normalidad jurídica, cuando la realidad es bien
contraria.
Filiación
Vínculo entre los padres y los hijos
Firmeza
Cualidad de una resolución judicial por la que no puede ser objeto de recurso
Fiscal
1. Relativo a los tributos o impuestos que deben pagarse a la Hacienda Pública
2. Sinónimo de Ministerio Fiscal o Ministerio Público
Fuerza en las cosas
Es la superación violenta de los obstáculos normalmente predispuestos para la defensa
de la propiedad, que configura uno de los subtipos del delito de robo. La fuerza no se
corresponde con el concepto semántico de la palabra, sino que supone la utilización de
cualquiera de los medios comisivos que se especifican en el artículo 238 del Código
Penal.
La mecánica delictiva de estas infracciones supone la utilización del esfuerzo humano,
directamente o ayudado por otros medios técnicos (aunque fuere débil o mínimo), para
vulnerar dolosamente la protección que el propietario adopta en la defensa de su
patrimonio (sentencia del Tribunal Supremo de 17 abril 1991). Así por ejemplo, la fractura
existe en todo esfuerzo material y físico empleado sobre los elementos o instrumentos de
seguridad o cerramiento colocados por su propietario para proteger sus bienes. El
forzamiento equivale a la fractura, a la vista de la similitud que ambos conceptos
representan. Violentar, romper, destruir, obligar físicamente o resquebrajar son supuestos
que caben en el significado de aquéllos.
Graduado social
Profesional que interviene un pleito laboral en defensa de una de las partes
Habeas corpus
Procedimiento penal instado ante la policía por el detenido para que revise su situación de
privación de libertad
Heredero
Persona que sucede al fallecido en todos sus derechos y obligaciones
Herencia
Conjunto patrimonial de bienes, derechos y obligaciones que deja una persona al fallecer
Igualdad
Aplicación uniforme de las mismas leyes a todos los cuidadanos.
Igualdad es, por tanto, contrario a discriminación, y hoy aparece reconocido en el artículo
14 de la Constitución.
El principio de igualdad se opone, por un lado, a las leyes especiales y, por el otro, a la
diversa aplicación de las leyes a los mismos cuidadanos, para lo que se establece la
unidad jurisdiccional y el recurso de casación.
Desde un principio el capitalismo, que es clasista, ha enfrentado la contradicción entre
una sociedad desigual y una legislación pretendidamente igualitaria. La sociedad era lo
opuesto al estado de naturaleza, que concebían como un estado igualitario; luego, por
tanto, las sociedades son esencialmente desiguales. Para el mismo Montesquieu, la
igualdad es algo que se debe emplear de manera muy dosificada, incluso en los Estados
"democráticos". Según Tocqueville "la igualdad aisla y debilita a los hombres".
Pero la legislación no puede sino imponer el principio de igualdad porque las
desigualdades sociales no pueden resolverse con desigualdades legales. Como
consecuencia de ello, se ha ido desarrollando una legislación especial y en la
jurisprudencia constitucional viene tratando de imponer el principio de discriminación
positiva, para beneficiar a los sectores sociales desfavorecidos.
La igualdad de todos ante la ley es uno de los valores superiores informadores de nuestro
ordenamiento jurídico (artículo 1 de la Constitución) que, además, ha de ser interpretado
de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y los Tratados y
Acuerdos Internacionales sobre la materia ratificados por España (artículo 10.2 de la
Constitución). Según la sentencia del Triobunal Supremo de 8 de junio de 1998, la
igualdad es, como tal, una abstracción y carece de contenido si no es puesta en conexión
con personas, cosas y relaciones entre unas y otras; es una noción neutra, nítida en el
ámbito de la lógica, pero ambigua e indeterminada en el plano de la vida social.
La vulneración del principio de igualdad ante la ley requiere la presencia de dos
presupuestos esenciales: la aportación de un término de comparación que acredite la
igualdad de supuestos y que se trate de un cambio de criterio inmotivado o con
motivación irrazonable o arbitraria (sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de mayo
de 1987, de 23 de enero y 19 de abril de 1989). Lo que, en definitiva, prohibe este
principio son las diferencias de trato que no estén objetivamente justificadas por el fin
lícito de la norma (sentencia del Tribunal Constitucional de 8 abril de 1991). El principio de
igualdad, por lo demás, no implica en todos lo casos un tratamiento igual con abstracción
de cualquier elemento diferenciador de relevancia jurídica, por cuanto la desigualdad, en
sí misma, no constituye necesariamente una discriminación. La igualdad, en conclusión,
ha de entenderse como parificación ante el ordenamiento positivo en idénticas
circunstancias y con paralelo comportamiento o conducta, es decir, que si los casos son
idénticos, el tratamiento legal debe ser el mismo para todos (sentencia del Tribunal
Supremo, Sala de lo Penal, de 22 de abril de 1983).
Recientemente el principio de igualdad ha conducido a la elaboración de otro principio: la
vinculación de un órgano judicial a sus propios precedentes. La doctrina del Tribunal
Constitucional establece que para que se dé una vulneración del principio de igualdad en
la aplicación de la ley, es preciso que concurran, al menos, tres requisitos:
a) que las resoluciones contradictorias provengan del mismo órgano judicial
b) que los supuestos en ella resueltos guarden, entre sí, una identidad sustancial
c) que la resolución en que se produce un cambio se razone suficientemente, a fin de
excluir tanto la arbitrariedad como la inadvertencia de los justificables.
Impensas
Son los gastos que el usuario realiza en la cosa que posee
Imprudencia
Actuación desarrollada con ausencia de malicia o intencionalidad
In dubio pro reo
Principio del proceso penal por el que en caso de duda el órgano judicial debe adoptar la
opción más favorable al acusado
In fraganti
Acción de sorprender al delincuente en el momento mismo de cometer la infracción
Incapacitación
Procedimiento judicial para declarar inhábil a una persona para la gestión de sus bienes y
de su persona y nombrarle un tutor
Incoación
Apertura de un procedimiento judicial o expediente administrativo
Incongruencia omisiva
Consecuencia procesal del principio procesal del derecho a la tutela judicial efectiva, que
obliga a los jueces a resolver de forma expresa a las cuestiones suscitadas por las partes.

El artículo 1.7 del Código Civil establece el “deber inexcusable” de los órganos judiciales
de resolver “en todo caso” los asuntos de que conozcan, ateniéndose al sistema de
fuentes establecido.

En el proceso penal, el número 3 del artículo 851 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal


recoge precisamente la incongruencia omisiva como una de los motivos justificadores del
recurso de casación, cuando la resolución “no resuelve todos los puntos que han sido
objeto de la acusación y defensa”.

En los procesos judiciales no se pueden adoptar resoluciones, como la Administración,


por la vía tácita o presunta, sobre la base de interpretar el silencio judicial como una forma
de desestimación. Entre otras razones porque ello originaría indefensión a la parte, que
ignoraría la motivación y no podría rebatirla por vía de recurso. Una resolución tácita es
siempre una resolución falta de motivación y, por tanto, contraria también al principio de
tutela judicial efectiva.
Los artículos 267.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 161 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal permiten, una vez dictada la resolución judicial, proceder a la
aclaración de la misma, con la finalidad de “suplir cualquier omisión que contengan".

El artículo 240.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, según la redacción dada al mismo
por la Ley Orgánica 5/97 de 4 de diciembre, permite plantear con carácter excepcional el
incidente de nulidad de actuaciones una vez recaída sentencia firme, por los defectos de
forma que hubieran causado indefensión o la incongruencia del fallo de la resolución
firme.

La jurisprudencia tiene establecido que las sentencias absolutorias no pueden ser


tachadas de incongruencia, salvo los supuestos en que la desestimación de la demanda
se hubiera producido a consecuencia de haberse tenido en cuenta alguna excepción no
apreciable de oficio y no alegada por la demandada o que para emitir el pronunciamiento
absolutorio se hubiese alterado el relato fáctico, la “causa petendi”, de la acción
ejercitada.
Indulto
Resolución del gobierno de anular o reducir una condena penal
Inembargable
Bienes o derechos que no pueden ser objeto de embargo
Inhabilitación
Pena consistente en la imposibilidad de ejercitar el derecho de sufragio activo y pasivo
durante el tiempo que dure la condena penal
Insolvencia
Reconocimiento judicial de la incapacidad de un deudor para pagar las cantidades
adeudadas
Instancia
Escrito dirigido a la Administración solicitando la adopción por la misma de una
determinada resolución
Interés
Porcentaje establecido en la ley para incrementar la deuda por el transcurso del tiempo
desde el momento en que hubiera debido abonarse.
El cálculo depende, por tanto, tanto del tiempo transcurrido como del tipo de interés
aplicable. En cuanto al primer factor, el artículo 1109 del Código Civil establece que "los
intereses devengan el interés legal desde que son judicialmente reclamados, aunque la
obligación haya guardado silencio sobre este punto".
En cuanto al tipo de interés aplicable, el artículo 1108 del mismo Código dispone: "Si la
obligación consistiere en el pago de una cantidad de dinero, y el deudor incurriere en
mora, la indemnización de daños y perjuicios, no habiendo pacto en contrario, consistirá
en el pago de los intereses convenidos, y a falta de convenio, en el interés legal".
Según el párrafo tercero del artículo 921 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, "cuando la
resolución condene al pago de una cantidad líquida, ésta devengará en favor del
acreedor, desde que aquella fuere dictada en primera instancia hasta que sea totalmente
ejecutada, un interés anual igual al del interés legal del dinero incrementado en dos
puntos, o el que corresponda por pacto de las partes, o disposición especial, salvo que
interpuesto recurso, la resolución fuere totalmente revocada. En los casos de revocación
parcial, el Tribunal resolverá conforme a su prudente arbitrio, razonándolo al efecto" . Y el
párrafo final de este mismo artículo, continúa: "Lo establecido en al párrafo anterior será
de aplicación a todo tipo de resoluciones judiciales de cualquier orden jurisdiccional que
contenga condena al pago de cantidad líquida, salvo las especialidades previstas para la
Hacienda pública por la Ley General Presupuestaria".
La Ley 22/84 de 29 de junio de reforma del Código Civil ordenó que el interés legal del
dinero se fijara aplicando el tipo básico del Banco de España vigente al día en que
comience su devengo, salvo que la Ley de Presupuestos Generales del Estado determine
otra cosa. A estos efectos, el interés básico del Banco de España o tipo de redescuento
se fijó por Orden de 23 de julio de 1977 en el 8%, pero las leyes presupuestarias los
establecieron de la siguiente forma: el 11% durante 1985; el 10'50% para 1986; el 9'50%
para 1987; el 9% del 1 de enero de 1988 al 30 de junio de 1990; el 10% del 1 de julio de
1990 al 31 de diciembre de 1993; y el 9% durante 1994.
Juez decano
Aquel que en los partidos judiciales con más de un juzgado ejerce las funciones
administrativas internas de todos ellos, dispone el uso de las dependencias judiciales y
demás elementos comunes
Juez natural

Es la constitución del órgano judicial competente para conocer de un litio con anterioridad
a los hechos que se enjuician por medio de una ley y de forma invariable y plena.
El tribunal creado por ley no es necesariamente un tribunal ordinario. Para ello se requiere
también que sea precisamente el órgano al que naturalmente le corresponda conocer del
asunto.
A diferencia del orden civil, el penal exige la atribución de competencias al juez natural
con un carácter de tutela reforzada. No se exige sólo un juez imparcial, preconstituído por
norma de rango legal, etc., sino que además debe ser el del lugar donde los hechos se
hubieran cometido.Es la constitución del órgano judicial competente para conocer de un
litio con anterioridad a los hechos que se enjuician por medio de una ley y de forma
invariable y plena.
El tribunal creado por ley no es necesariamente un tribunal ordinario. Para ello se requiere
también que sea precisamente el órgano al que naturalmente le corresponda conocer del
asunto.
A diferencia del orden civil, el penal exige la atribución de competencias al juez natural
con un carácter de tutela reforzada. No se exige sólo un juez imparcial, preconstituído por
norma de rango legal, etc., sino que además debe ser el del lugar donde los hechos se
hubieran cometido.Es la constitución del órgano judicial competente para conocer de un
litio con anterioridad a los hechos que se enjuician por medio de una ley y de forma
invariable y plena.
El tribunal creado por ley no es necesariamente un tribunal ordinario. Para ello se requiere
también que sea precisamente el órgano al que naturalmente le corresponda conocer del
asunto.
A diferencia del orden civil, el penal exige la atribución de competencias al juez natural
con un carácter de tutela reforzada. No se exige sólo un juez imparcial, preconstituído por
norma de rango legal, etc., sino que además debe ser el del lugar donde los hechos se
hubieran cometido.
Competencia, en materia penal, significa territorialidad y son términos equivalentes
inmediación, oralidad y juez natural, sus consecuencias jurídicas directas. Cuando no hay
coincidencia entre el juez legal y el natural, se producen dos fenómenos procesales
excepcionales e inversos: la prórroga y la delegación de jurisdicción. La prórroga surge
siempre que se fracciona la jurisdicción, es su consecuencia inexcusable ya que estallan
necesariamente conflictos de competencias, se plantea la conexidad, etc. El artículo 8 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el artículo 299 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de 1870 establecieron el principio general de la improrrogabilidad de jurisdicción, algo que
también diferencia al procedimiento civil del penal.
Por otro lado, la atribución de competencias a un órgano judicial que no es el natural,
provoca continuas delegaciones de funciones.Es la constitución del órgano judicial
competente para conocer de un litio con anterioridad a los hechos que se enjuician por
medio de una ley y de forma invariable y plena.
El tribunal creado por ley no es necesariamente un tribunal ordinario. Para ello se requiere
también que sea precisamente el órgano al que naturalmente le corresponda conocer del
asunto.
A diferencia del orden civil, el penal exige la atribución de competencias al juez natural
con un carácter de tutela reforzada. No se exige sólo un juez imparcial, preconstituído por
norma de rango legal, etc., sino que además debe ser el del lugar donde los hechos se
hubieran cometido.
Competencia, en materia penal, significa territorialidad y son términos equivalentes
inmediación, oralidad y juez natural, sus consecuencias jurídicas directas. Cuando no hay
coincidencia entre el juez legal y el natural, se producen dos fenómenos procesales
excepcionales e inversos: la prórroga y la delegación de jurisdicción. La prórroga surge
siempre que se fracciona la jurisdicción, es su consecuencia inexcusable ya que estall an
necesariamente conflictos de competencias, se plantea la conexidad, etc. El artículo 8 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el artículo 299 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de 1870 establecieron el principio general de la improrrogabilidad de jurisdicción, algo que
también diferencia al procedimiento civil del penal.
Por otro lado, la atribución de competencias a un órgano judicial que no es el natural,
provoca continuas delegaciones de funciones.
Competencia, en materia penal, significa territorialidad y son términos equivalentes
inmediación, oralidad y juez natural, sus consecuencias jurídicas directas. Cuando no hay
coincidencia entre el juez legal y el natural, se producen dos fenómenos procesales
excepcionales e inversos: la prórroga y la delegación de jurisdicción. La prórroga surge
siempre que se fracciona la jurisdicción, es su consecuencia inexcusable ya que estallan
necesariamente conflictos de competencias, se plantea la conexidad, etc. El artículo 8 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el artículo 299 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de 1870 establecieron el principio general de la improrrogabilidad de jurisdicción, algo que
también diferencia al procedimiento civil del penal.
Por otro lado, la atribución de competencias a un órgano judicial que no es el natural,
provoca continuas delegaciones de funciones.
Competencia, en materia penal, significa territorialidad y son términos equivalentes
inmediación, oralidad y juez natural, sus consecuencias jurídicas directas. Cuando no hay
coincidencia entre el juez legal y el natural, se producen dos fenómenos procesales
excepcionales e inversos: la prórroga y la delegación de jurisdicción. La prórroga surge
siempre que se fracciona la jurisdicción, es su consecuencia inexcusable ya que estall an
necesariamente conflictos de competencias, se plantea la conexidad, etc. El artículo 8 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el artículo 299 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de 1870 establecieron el principio general de la improrrogabilidad de jurisdicción, algo que
también diferencia al procedimiento civil del penal.
Por otro lado, la atribución de competencias a un órgano judicial que no es el natural,
provoca continuas delegaciones de funciones.
Juicio ejecutivo
Proceso civil en el que se pretende el cobro de letras de cambio y pólizas mercantiles
Juicio de faltas
Proceso penal destinado a sancionar infracciones penadas con penas leves
Juicio verbal
Proceso civil en el que se dilucidan cantidades inferiores a las 80.000 pesetas.
Este proceso desaparece en la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil.
Jurisdicción
Es la potestad constitucional que faculta a los órganos del Estado para decidir en
determinados asuntos.
La jurisdicción, por tanto, es esencialmente territorial y no puede llegar más lejos que l a
soberanía del Estado mismo. La jurisdicción de un Estado, en este sentido, se establece
por oposición a la de los demás.
El artículo 22 de la Ley Orgánica del Poder Judicial fija los supuestos de competencia de
los tribunales españoles y el artículo 51 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que "la
jurisdicción ordinaria será la única competente para conocer de los negocios civiles que
se susciten en territorio español entre españoles, ente extranjeros y entre españoles y
extranjeros".
Por otro lado, conforme al artículo 9.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, "los
Tribunales y Juzgados del orden civil conocerán, además de las materias que les son
propias, de todas aquellas que no están atribuidas a otro orden jurisdiccional".
Además, el artículo85-1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial establece el carácter
subsidiario o residual de los Juzgados de Primera Instancia para conocer "de los juicios
que no vengan atribuidos por esta Ley a otros Juzgados o Tribunales".
En el ámbito interno, la jurisdicción alude a la función de los órganos judiciales que, a su
vez, se reparte en diversos órdenes jurisdiccionales: civil, penal, contencioso-
administrativo y laboral.
Justiciable
Es el ciudadano en cuanto está sometido a los órganos judiciales y, al mismo tiempo,
puede recurrir a ellos en defensa de sus derechos.
lanzamiento
Es el despojo ejecutivo de la posesión impuesta por decisión judicial
laudemio
Es la cantidad que se debía pagar al titular del dominio directo cuando se enajenaban las
tierras entregadas en enfiteusis o censo perpetuo.
Lesa majestad

En el Antiguo Régimen era el delito que se cometía al quebrantar el juramento de fidelidad


y vasallaje hacia la persona del rey.
Era la infracción más grave que se podía cometer, porque rompía el deber primordial de
sumisión y obediencia sobre el que se fundamentan todas las sociedades clasistas.
La noción de lesa majestad mantenía un tinte omnicomprensivo, casi fetichista. En
realidad bajo el epígrafe de lesa majestad se comprendían todos los delitos que de algún
modo hacían referencia a la seguridad pública, únicamente vinculados entre sí por la
noción de traición o quebrantamiento de los deberes de fidelidad y obediencia.
Hoy ese deber se presenta de una forma abstracta e impersonal como obligación de
acatamiento de la constitución y el resto del ordenamiento jurídico. La exigencia de
fidelidad y acatamiento de la Constitución se mantiene expresamente para determinados
oficios (funcionarios, militares) así como profesiones, e incluso cargos públicos electivos,
no adquiriendo, por ejemplo, la plena condición de diputado sin el juramento de
obediencia a la Constitución.
De los delitos de Estado se desgajan posteriormente los de traición, que también se
llamaron "crímenes de lesa nación", y que se vincularon al capítulo de los diversos delitos
contra la seguridad exterior del Estado, exigiéndose también que la traición o fidelidad al
Estado del que se es natural, se produzca en tiempos de guerra o con ocasión de ella, o
en determinados empleos (funcionarios, profesionales, militares, por ejemplo) a los que
aún se vincula con determinados juramentos.
Con ello los delitos políticos se centran en la seguridad interior del Estado, su forma de
Estado, su régimen político y sus instituciones jurídico-políticas.
Letrado
Sinónimo de abogado
Levantamiento del velo
Principio del Derecho Mercantil para exigir responsabilidad a los administradores de
sociedades que o bien se constituyeron ficticiamente para eludir sus propias
responsabilidades personales, o bien fueron negligentes en la gestión de las mismas.
El sistema de responsabilidad de los administradores está recogido en la Ley de
Sociedades Anónimas en los artículos 79, 80 y 81. Para los casos de Sociedades de
Responsabilidad Limitada la regulación se contiene en el artíc ulo 13 un precepto
regulador que, a su vez, se remite por analogía a las mismas disposiciones anteriores de
la Ley de Sociedades Anónimas.
El artículo 79 de la Ley de Sociedades Anónimas establece la responsabilidad de los
administradores, frente a la sociedad, frente a los accionistas y frente a los acreedores,
así como el supuesto de exoneración de responsabilidad. Conforme a este artículo 79,
"los Administradores desempeñarán su cargo con la diligencia de un ordenado
comerciante". Con ello la Ley les está exigiendo una diligencia normal en el desempeño
de su cargo, diligencia que será uno de los factores determinante de su responsabilidad,
continuando el artículo "frente a los accionistas y frente a los acreedores, responderá del
daño causado por malicia, abuso de facultades o negligencia grave". No hay, pues, una
determinación de casos o requisitos en los que sea exigible dicha responsabilidad, la que
está relacionada simplemente con el desempeño del cargo. Claro está que en este
desempeño del cargo en multitud de ocasiones estará establecido por la propia Ley en
relación con las obligaciones que se les imponen, pero en otros no tendrá otra
consecuencia que la de que con su actuar incurran en malicia, abuso de facultades o
negligencia grave, sin perjuicio del nexo que debe existir, en todo caso, entre el daño y la
conducta del Administrador.
La responsabilidad que se plasma en el citado precepto es evidentemente subjetiva, en
cuanto basada en conductas maliciosas, de abuso de facultades o gravemente
negligentes.
Por tanto, para que los administradores de las sociedades anónimas respondan frente a
los accionistas y acreedores del daño causado, es preciso que hayan incumplido sus
obligaciones con malicia, negligencia grave o abuso de facultades. La calificación de la
culpa que establece el artículo 79 es consecuencia de una inequívoca intención
legislativa, al objeto de evitar la resistencia a aceptar el cargo de administrador que se
produciría si la responsabilidad se extendiera a las faltas leves de diligencia. Dicho
precepto, al pasar por alto la culpa leve, ha querido conceder a las personas que
administran una especie de franquicia, necesaria para que su actuación no quede
sometida a cada paso, a revisión, con la amenaza de tener que responder, en la gestión
de los intereses sociales, ante cualquier error o irregularidad que se produzca (sentencia
de 13 de octubre de 1986).
El artículo 80 se refiere a la acción social de responsabilidad, es decir, la que corresponde
a la propia sociedad contra sus administradores por daños producidos en el patrimonio
social. El artículo 81 trata de los daños producidos directamente en el patrimonio de los
socios o de terceros por actos de los administradores, en relación o concordancia con lo
dispuesto en el citado artículo 79, que de tal modo lo completa. La primera condición que
impone dicho párrafo para que los acreedores de la sociedad puedan dirigirse contra los
administradores dentro de la normativa del artículo 80, es que la acción tienda a
reconstruir el patrimonio social y que la acción social no haya sido ejercitada por la
sociedad o sus accionistas, acción de carácter subsidiario, a más de que presuponga la
falta de ejecución del acuerdo tomado por la Junta General, independientemente de que
en caso de transigir o renunciar al ejercicio de la acción por la junta determinaría el
decaimiento de los acreedores.
El artículo 79 determina las causas por las que pueden originarse responsabilidad para
los administradores, exigibles por la vía del artículo 80 mediante la llamada acción social
de responsabilidad, o por la del artículo 81 mediante la acción individual, consistiendo la
diferencia en que en el primer caso el patrimonio social es el inmediatamente afectado, sin
perjuicio de que haya un reflejo perjudicial para el de los accionistas y acreedores
sociales, mientras que en el segundo es alcanzado inmediatamente el personal de los
accionistas o terceros (entre ellos, los acreedores sociales, según la sentencia del
Tribunal Supremo de 26 de noviembre de 1990).
Por el contrario, el artículo 81 de la citada Ley de Sociedades Anónimas reconoce una
acción individual a favor de los socios y de los terceros, distinta de la acción social que
regula en su artículo 80, y tendente no a la indemnización por los Administradores del
daño causado al patrimonio social y ordenada a obtener la reconstitución del mismo,
como garantía indirecta para el cobro por los demandantes de sus créditos, sino a
indemnizarles de los daños directamente sufridos en su patrimonio, requiriéndose, en su
consecuencia, para la viabilidad de esta acción directa dos requisitos, un acto del
administrador y una lesión directa a los intereses del accionista o del tercero demandante,
a lo que ha de añadirse que al establecer el precepto una responsabilidad civil de los
administradores la misma ha de establecerse con fundamento en la concurrencia de la
culpa, el daño y la relación de causa a efecto entre aquella y éste.
La ley concede en último lugar acción de responsabilidad a los acreedores por el daño
causado a los intereses de la Sociedad, que tiene carácter subsidiario, pues su ejercicio
está sometido a tres condicionamientos:
a)que tienda a reconstituir el patrimonio social
b)que no haya sido ejercitada por la Sociedad o sus accionistas
c)que se trate de un acuerdo que amenace gravemente la garantía de los créditos.
La no liquidación en forma legal del patrimonio social cuando la sociedad se encuentra en
una situación de insolvencia es susceptible de inferir ese daño directo contemplado en el
artículo 81 por configurar una negligencia grave de los administradores en el
incumplimiento de sus deberes legales. Es obligación del Administrador instar la
disolución o la quiebra de la Sociedad para asegurar la "par conditio creditorum". Según el
artículo 1017 del Código de Comercio, "es obligación de todo comerciante que se
encuentre en estado de quiebra, ponerlo en conocimiento del Juez de 1ª Instancia de su
domicilio, dentro de los tres días siguientes al en que hubiere cesado en el pago corriente
de sus obligaciones". Como expone la sentencia del Tribunal Supremo de 4 de noviembre
de 1991, "los administradores no pueden limitarse a eliminar a la sociedad de la vida
comercial o industrial sin más. Han de liquidarla en cualquiera de las formas prevenidas
legalmente, que están precisamente orientadas para salvaguardar los intereses de los
terceros en el patrimonio social".
Pero todo ello no es suficiente para que la acción de responsabilidad prospere, porque es
ineludible que haya una relación de causalidad entre el daño producido y el
incumplimiento de aquellos deberes.
La sentencia de 26 de diciembre de 1991 reconoció: "Negligencia grave es mostrarse
dicho administrador inactivo ante las dificultades económicas producidas en el Ente Social
administrado, posibilitando con ello que se atendiesen unos créditos en su totalidad
dejando de hacerlo ni en todo ni en parte con otros".
Ley
Norma jurídica general dictada por el Parlamento
Ley Marcial
Es la aplicación discrecional de normas militares excepcionales a la represión de las
sublevaciones internas, garantizando la impunidad de las tropas intervinientes por los
excesos que pudieran cometer.
La ley marcial se basa en la ficción jurídica de considerar que un levantamiento popular es
similar a una guerra convencional contra un enemigo exterior y, por tanto, se pueden
aplicar las mismas normas jurídicas.
La ley marcial no consiste, en última instancia, sino en la utilización del ejército dentro de
las fronteras en tareas de orden público, exigiéndose en Inglaterra un previa ley que l o
autorizara, por la cual las autoridades civiles requerían el auxilio de la fuerza militar, lo que
legitimaba su intervecnión de los conflictos internos. También el artículo 8 Título IV de la
Constitución francesa de 1791 decía : "Ningún cuerpo ni destacamento de línea puede
actuar en el interior del reino sin un requerimiento legal", añadiendo el artículo 10 del
mismo texto: "El requerimiento de le fuerza pública en el interior del reino pertenece a los
oficiales civiles, siguiendo las reglas determinadas por el Poder legislativo". Por su parte,
la Constitución republicana de 1793 estableció que "la fuerza pública empleada para
mantener el orden y la paz en el interior, no actúa más que por requerimiento escrito de
las autoridades constituídas".
En España tal ley no era necesaria, pese a la referencia del Discurso Preliminar de la
Constitución de 1812, que encomendaba al Ejército “proteger y conservar con las armas,
cuando es llamado por la ley, el orden público en lo interior”. Da la impresión, por tanto, de
que también aquí para la intervención del Ejército en el interior de las fronteras, la
Constitución pretendió exigir la previa autorización del legislativo, la promulgación de una
ley en sentido estricto, una disposición emanada de las Cortes, no un bando del capitán
general. Sin embargo, en la Constitución nada de eso aparece, por lo que también
pudiera ser que la Comisión tratara de hacer referencia con el término “ley”, a la
conformidad de la intervención con el ordenamiento jurídico, interpretación que no es la
correcta por cuanto, si bien el bando no era ley en sentido formal, sí lo era en sentido
material, de acuerdo con las Ordenanzas militares de Carlos III.
La tradición española consistirá en atribuir al Ejército el mantenimiento del orden públic o
interno sin necesidad de ley marcial ni requerimiento de la autoridad civil, sino por propia
iniciativa y en ejercicio de atribuciones propias y características. La ley marcial fue aquí
sustituida por el bando militar. No era necesaria ninguna ley habilitadora ni requerimiento
de la autoridad civil: la fuerza militar podía intervenir por su propia decisión. El artículo 356
de la Constitución de 1812 encomendó al Ejército "la defensa exterior del Estado y la
conservación del orden interior". Este artículo significaba una ley marcial permanente y
encubierta. La atribución de competencias al fuero castrense no se efectuaba por la vía
excpecional sino en ejercicio de misiones habituales y cotidianas.
La ley marcial es una medida excepcional que no se puede separar del estado de guerra
o estado de sitio, aunque no se identifica con él exactamente. Puede decirse que el
estado de guerra es la consecuencia jurídica de la ley marcial. Lo mismo que el estado de
guerra, la ley marcial comprende, por supuesto, la suspensión de garantías
constitucionales, significa la atribución de competencia a los tribunales castrenses y, por
tanto, del Derecho Penal Militar. Otro elemento común con el estado de guerra es el
bando militar que declara la situación de emergencia.
Pero la ley marcial tiene además rasgos propios singularizadores, que se pueden
concretar en los siguientes:
a) un requerimiento a los rebeldes para que vuelvan a sus casas
b) una comisión dirigida a las tropas para que aplasten el levantamiento
c) una garantía de impunidad para las tropas
En la represión de los motines y sublevaciones, lo mismo que en la persecución del
bandolerismo, las campañas no constituían sólo una movilización general de las tropas,
sino que aparece siempre el bando militar en el que se contiene una “comisión” limitada y
específica atribuida a destacamentos reducidos de la tropa.
En el fondo late también la vieja noción de las "comisiones extraordinarias": es la
delegación de funciones la que da lugar a la competencia que, originariamente, s e
concentra en el monarca. Frente a los fueros privativos, señoriales y patrimonializados se
impone la "revolución comisarial".
La ley marcial significaba la impunidad de las tropas intervinientes, sobre la base de la
aplicación de la tecnica comisarial. El rey era inviolable y al ordenar la movilización como
capitán general del ejército, no hacía más que delegar las funciones propias de su cargo.
Por ello mismo las tropas son irresponsables de los desmanes que cometieran.
El Código Penal de 1822 diferenciaba los asuntos políticos más graves de rebelión y
sedición, por un lado, donde el uso de la fuerza no tiene límites (se puede matar a los
sediciosos incluso durante la huida), de los supuestos menores de asonada, motín o
tumulto, donde únicamente autoriza el empleo de la fuerza imprescindible para dispersar
a los congregados.
La ley de abril de 1821 equiparaba los facciosos, es decir, a los antagonistas políticos, a
los salteadores de caminos, los ladrones en despoblado, o en poblado si la acción se
cometía en cuadrilla (artículo 8), dentro de una tradición jurídica muy característica en
nuestro país, si bien el proceso es el inverso del que da a entender la ley: las
disposiciones sobre bandolerismo fueron el precedente que se aplicó a los conflictos
políticos, y no al revés como se ha sostenido.
Otro elemento fundamental de la ley marcial es la intimación a los rebeldes, que se
aprecia por ejemplo en la ley de reuniones de 1 de noviembre de 1822, que en realidad,
incorporaba en su seno la ley marcial (artículos3 y 5). El artículo 3 establecía los casos en
que la autoridad podía dispersar las reuniones, cuando aparecieran "síntomas de
sedición... como querer pasar a vías de hecho o prorrumpir en aclamaciones sediciosas".
La forma de suspender las reuniones era leer el contenido de la ley en voz alta, intimando
a los asistentes a que volvieran a sus casas, lo que debía repetirse tres veces antes de
emplear la fuerza.
Las tropas se encontraban normalmente acantonadas en la frontera o en las "plazas" o
centros estratégicos de interés militar. El escaso desarrollo de los transportes obligaba a
un lapso bastante grande de tiempo antes de que el Ejército llegara al lugar del conflicto.
Por eso se daba un plazo de tiempo a los sublevados antes de tener que movilizar las
unidades. Con ello se pretendía también prevenir tan costosa medida, sumamente
gravosa tanto para el erario público como para las localidades alzadas, que debían correr
con el alojamiento y manutención de la tropa, quizá la peor de las sanciones posibles para
las comarcas afectadas.
El requerimiento, aviso previo o intimación a los amotinados para que se depusieran las
armas, creó la ficción jurídica de "resistencia", operando entonces de manera automática
la ley marcial. El concepto de resistencia a la tropa, que habilitaba la competencia del
fuero castrense, se transformó en una presunción, por la cual se entendía que hacían
resistencia todos los que tras dictarse el bando de la autoridad, no se rindieran.
Este paso se dio ya en el Código Penal de 1822. El artículo 274 de aquella norma
estipulaba que "para que se tenga por consumada la rebelión es necesario que los
rebeldes insistan en su propósito después de haber sido requeridos por la autoridad
pública para que cedan". Pero la consecuencia de sosteners e en armas una vez
advertidos no solamente consumaba el delito, sino que además el artículo 295 del mismo
Código determinaba que "hecho el requerimiento de cualquiera de los modos expresados,
se podrá desde luego, usar de las armas y de todo el rigor militar contra los rebeldes y
sediciosos, y tratarlos como a enemigos públicos".
De este trascendental artículo 295 se desprende que transcurrido el tiempo que se
indicaba en el bando, inmediatamente se producía el choque si los alzados no se rendían,
de modo que lo que hasta entonces podía quedar en una mera tentativa de rebelión, se
transformaba en algo muy distinto, en un delito sujeto al fuero de guerra. Se verificaba un
cambio o transferencia de atribuciones tras agotarse el plazo temporal señalado por el
bando para la rendición.
Aquel Código Penal de 1822 especificaba, además, las diversas modalidades de
requerimiento a los rebeldes. Según el artículo 294, "el requerimiento lo hará la autoridad
respectiva por medio de edicto, bando o pregón, según las circunstancias, señalando con
respecto a ellos el número de horas o minutos necesarios para que llegue la noticia a los
rebeldes o sediciosos, y pasado el cual deba tenerse por consumada la rebelión o
sedición; todo sin perjuicio de tomar sin pérdida de momento las demás providencias
oportunas para contener, dispersar o perseguir a los reos". El artículo siguiente permitía
hacer de otra forma el requerimiento en casos de urgencia: "Pero en caso de mayor
urgencia - señalaba- se podrá hacer el requerimiento de la manera siguiente. La autoridad
pública o alguno de sus ministros, o el comandante de fuerza armada que vaya en su
auxilio, se presentará a la vista de los sediciosos o rebeldes a la menor distancia posible,
enarbolará una bandera blanca, y hará dar tres toques de clarín o trompeta, mediando de
uno a otro un minuto por lo menos; y dado el último toque, se tendrá también por
consumada la rebelión o sedición de los que no se hubieran retirado o sometido".
La primera información histórica sobre aplicación de la ley procesal de 1821 que he
podido localizar, se remonta al 25 de diciembre de aquel año, cuando según escribió
Teófilo Guiard, "un contingente de baracaldeses amotinados amagó el avance sobre
Bilbao, con enseña anticonstitucional", no osando atacar a "la columna volante de tropas
regulares y milicianos que corría el país publicando la ley marcial". Un periódico de la
época, "El patriota luminoso", describió aquellos sucesos, imputando al cura Guesala la
jefatura de la sublevación, presentándose en "Sornoza" dice la crónica refiriéndose a
Zornotza aquel día con una partida de hombres armados.
Litigio
Conflicto de intereses o derechos que se dilucida en un proceso judicial
Mandamiento
Orden dirigida por el juez a un notario, registrador, autoridad administrativa, así como a
los subalternos de los órganos judicialesMayor cuantía
Proceso civil en el que se dilucidan asuntos de cuantía superior a los 160 millones de
pesetas
Medidas cautelares
Previsiones que la ley permite anticipar para garantizar la efectividad de los derechos que
puedan reconocerse en la sentencia definitiva que se dicte en el futuro al finalizar el
proceso o bien por razones de urgencia.
Por razones de urgencia el cónyuge que pretenda separarse puede solicitar el abandono
del domicilio, la custodia de los hijos, etc.
Por precaución, el artículo 721 de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil permite solicitar
garantías del cumplimiento de la sentencia.
Las medidas pueden pedirse incluso antes de iniciar el procedimiento y son siempre
temporales y provisionales. Igualmente, debe solicitarse siempre la medida menos
gravosa.
El artículo 727 de la Ley de Enjuiciamiento Civil enumera una lista de posibles medidas a
adoptar en el proceso civil.
En el proceso penal, las medidas cautelares más importantes son la detención y prisión
provisional del inculpado, la de "dar protección a los perjudicados" por el delito (artículo 13
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal), las fianzas y embargos (artículos 589 y siguientes)
y el depósito de los efectos e instrumentos del delito (artículos 334 y siguientes de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal).
Medidas de seguridad
Conjunto de restricciones previstas en el Código Penal que puede imponer el juez a una
persona exenta de responsabilidad criminal para prevenir su peligros idad.
Se regulan en los artículos 95 y siguientes de Código Penal
Menor
Persona de edad inferior a los 18 años
Menor cuantía
Proceso civil ordinario en el que se dilucidan asuntos comprendidos entre 800.000 y 160
millones de pesetas.
Es el proceso ordinario, de manera que se resolvían en él todos los asuntos que
carecieran de cuantía o no pudiera fijarse la misma.
Medios de prueba
Instrumentos legalmente previstos para demostrar aquello que un litigante pretende
demostrar en apoyo de su derecho
Ministerio fiscal
Funcionario del Estado al que la ley encomienda la persecución de los delitos, la
defensa de la ley y de los intereses de quienes no pueden valerse por sí mismos
Multa
Sanción consistente en el pago de una suma de dinero al Estado
Notario
Funcionario público que certifica contratos y demás actos extrajudiciales
Objeción de conciencia
Negativa a la prestaación del servicio militar por motivos religiosos, morales o políticos
Orden ministerial
Resolución administrativa que con carácter general dicta un ministro
Ordenanza
Conjunto de normas generales expedidas para un asunto concreto, normalmente de
carácter laboral
Pena
Sanción prevista por la ley para los delitos graves
Persona física
Son aquellas capaces de ejercitar sus derechos y asumir sus obligaciones
Persona jurídica
Entes colectivos a las que la ley atribuye la capacidad de ejercer sus derechos y el deber
de soportar sus obligaciones
Personación
Acto de presentarse en un juicio a ejercer sus derechos
Pliego de posiciones
Lista de preguntas que un litigante presenta por escrito ante el Juzgado para que sean
contestadas por el contrario
Policía
Funcionarios encargados de obligar al cumplimiento de la ley
Ponente
Integrante de un tribunal colegiado encargado de redactar la sentencia
Posiciones
Preguntas que se dirigen a los litigantes en un proceso civil por el contrario para que las
conteste
Prescripción
Obtención o pérdida de derechos ocasionado por el transcurso del tiempo
Presunción de inocencia
Principio destinado a que en los procesos penales sea la acusación quien deba probar la
responsabilidad penal del inculpado
Principio de legalidad
Norma que obliga a todos los poderes del estado a someterse a la ley
Prisión provisional
Medida cautelar extraordinaria acordada por el juez de privación de libertad de un
detenido mientras se instruye la causa
Procesado
Persona formalmente acusada de un delito en un proceso penal
Procurador
Licenciado en Derecho debidamente colegiado que representa los intereses de las
personas que litigan ante los órganos judiciales
Propiedad
Es el derecho subjetivo de disponer libremente de los objetos sobre los que recae
Providencia
Resolución no motivada del juez o del secretario judicial destinada a impulsar un
procedimiento
Puja
Cantidad que se oferta en una subasta
Querella
Puesta en conocimiento del juez de la comisión de un delito al tiempo que se persona
como parte en el proceso que se incoa con tal motivo
Rebelde
Litigante que no comparece a juicio a pesar de haber sido citado
Rebelión
Levantamiento colectivo y organizado dirigido contra el Estado para obtener determinados
propósitos políticos. En la rebelión concurre por tanto necesariamente un elemento
subjetivo del injusto que configurará a todos los demás delitos por su intencionalidad,
cualquiera que sea la infracción penal cometida.
El artículo 274 del Código Penal de 1822 definía la rebelión como la insurrección o el
levantamiento de una parte de los súbditos de la Monarquía contra la Patria o contra el
Rey, o contra el gobierno, negándole la obediencia debida o procurando sustraerse a ella,
o haciéndole la guerra con las armas. Subsiste aquí, por tanto, el factor de subordinación
heredado del feudalismo, como ya expusimos.
El Código de 1848 lo perfila ya definitivamente en el artículo 167 como el alzamiento
público y en abierta hostilidad contra el Gobierno con determinados fines, entre los que
enumera el destronamiento del Rey, el despojo al Rey o a los ministros de sus facultades
constitucionales, impedir la celebración de elecciones, disolver las Cortes, sustraer el
reino o parte de él, o algún cuerpo de tropas de la obediencia al gobierno, etc.
La rebelión es un delito típicamente español, sin precedentes en otros países. Al
comenzar los comentarios a este grupo de delitos decía Pacheco que con ellos
comenzaba el examen de los delitos políticos, que la rebelión y la sedición eran "las
especies capitales" de los delitos políticos, su forma más elaborada en el siglo XIX por
cuanto resume en su figura todos los anteriores.
Este delito será particularmente representativo en España por la intervención del Ejército,
por los llamados "pronunciamientos".
Receptación
El delito de receptación exije la concurrencia de dos elementos, uno objetivo, el
apoderamiento de la cosa, y otro subjetivo, el conocimiento del origen ilícito de la misma
(sentencia del Tribunal Supremo de 20 de febrero de 1998). Está tipificado en el artículo
298 del Código Penal.

La intención subjetiva del sujeto activo, o conocimiento del origen ilícito de los efectos
receptados, no es equivalente al mero recelo, duda o sospecha sobre la procedencia, más
tampoco exige el perfecto conocimiento de la infracción antecedente en todos sus detalles
y pormenores. Lo que exige el tipo penal es
la suposición fundada de aquella procedencia ilícita. El "estado de certeza", como factor
psicológico, ha de obtenerse en juicio de valor tras el análisis ponderado de todas las
diligencias y pruebas practicadas (sentencia del Tribnual Supremo de 22 noviembre
1990).
El aprovechamiento es cualquier ventaja, satisfacción o placer que la posesión de lo
recetado pueda originar. Se exige que el agente busque un aprovechamiento que no se
obtiene sólo y exclusivamente cuando se logra realmente un lucro económico, puesto que
la consumación se propicia desde el instante en que los efectos quedan a la disposición o
bajo la disponibilidad del adquirente. Dicho aprovechamiento suele estar a la vista, más
fácilmente perceptible por los sentidos. En cualquier caso, el conocimiento subjetivo antes
dicho requiere,
por lo común, una deducción indiciaria con la prueba del hecho base que llevar
inexcusablemente al hecho consecuencia.
Reconocimiento judicial
Medio de prueba consistente en la observación por parte del juez y con la asistencia del
secretario judicial, del lugar o del objeto litigioso
Reconvención
Reclamación formulada por el demandado contra el demandante al tiempo de contestar a
la demanda que se acumula a ésta para discutirse conjuntamente y resolverse en la
misma sentencia
Recusación
Es la impugnación que una parte litigante efectúa del juez a quien le corresponde conocer
de su asunto por falta de imparcialidad del mismo
Reforma
Recurso promovido en un proceso penal que se resuelve por el mismo juez que dictó la
resolución
Refracción
Es la obtención de dinero o de materiales de terceras personas para la realización de
obras de mantenimiento, conservación o reparación en las cosas de propiedad de uno
mismo
Refraccionario
Es el crédito derivado de la refacción, en virtud de la cual una persona entrega a otra una
determinada cantidad de dinero o materiales para la construcción, conservación o
reparación de una cosa mueble o inmueble. Por tanto, el crédito refaccionario no se
concreta a las edificaciones, sino que abarca todo objeto que requiera reparación, mejora,
conservación o construcción.

El crédito refaccionario es una especie de contrato de préstamo de dinero o de materiales,


contraido con el fin de invertir su importe en la construcción, conservación o reparación de
una cosa; por eso, si una persona entrega a otra una cantidad determinada de dinero, sin
concretar en qué se ha de invertir, aunque la invierta en la reconstrucción de un edificio,
no existirá crédito refaccionario.

Tampoco basta que la suma haya sido prestada con la intención de destinarla a unas
obras de refacción, sino que se precisa que real y efectivamente la suma se invierta en
ellas, y, por eso, si contraído un préstamo con tal finalidad, su importe no ha sido seguido
real y verdaderamente de la inversión específica del dinero en la reconstrucción o
reparación de la cosa, no se ha odido producir la incorporación del valor prestado a la
cosa refaccionada.

Según el artículo 1923, números 3 y 5, del Código Civil, es un crédito de cobro preferente
cuando tiene su origen en un préstamo u otro contrato para obras de reparación,
construcción o fabricación de inmuebles. El Código Civil no sólo privilegia al que anticipa o
presta una suma de dinero, sino también al contratista que se encarga de realizar una
obra y va pagando a trabajadores, suministradores de materiales, etc., antes de cobrar al
dueño. Y no sólo privilegia a los inmuebles, sino también la construcción o reparación de
los bienes muebles (artículo 1922.1 del Código Civil).

El crédito refaccionario rompe el principio de "par conditio creditorum", dada su propia y


especial naturaleza, que justifica la preferencia por su contribución al nacimiento o
conservación de la cosa. El fundamento del privilegio radica en que las obras de refacción
generan un aumento de valor en el patrimonio del deudor. El acreedor debe cobrar antes
que otros puesto que a él le deben la existencia de la garantía real.

La finca refaccionada debe estar inscrita a favor del deudor, requisito derivado del artículo
20 de la Ley Hipotecaria, que viene exigido por el artículo 156 del Reglamento
Hipotecario. El privilegio se extingue si el inmueble sale del dominio del deudor.

La Ley Hipotecaria, queriendo armonizar los intereses de los acreedores hipotecarios


anteriores y del acreedor refaccionario que anota, divide en dos porciones el futuro valor
de la finca, una vez esté refaccionada: una, consistente en la valoración dada a la finca,
objeto de la anotación, antes de practicarse ésta; y otra, representada por el mayor valor
que en su enajenación se obtenga. Aquel valor, que será el que tenía la finca antes de la
refacción, está al servicio preferente de los acreedores hipotecarios anteriores; el segundo
valor, que será el que, con las obras refaccionadas, se haya incrementado la finca, sirve
preferentemente de garantía al crédito refaccionario.

Si la refacción no se anota, también hay preferencia, pero no constituye un gravamen real,


eficaz "erga omnes", precisamente por no haber verificado la inscripción registral, ni
haberse procedido siquiera a su anotación, pero lleva consigo la preferencia que, frente a
otros posibles créditos existentes contra el mismo deudor, le conceden los artículos 1922
y 1923 del Código Civil.

La vía procesal para cobrar con carácter preferente es la tercería de mejor derecho,
conforme al artículo 614 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
El documento donde conste el crédito refaccionario no necesita ser público, basta el
privado, siendo ésta una de las pocas excepciones en que el documento privado, firmado
sólo por las partes, puede tener acceso al Registro, si bien, será preciso, para que
despliegue toda su eficacia, en orden a los efectos hipotecarios de la refacción, que se
garantice su cumplimiento con la anotación preventiva que instaura la Ley Hipotecaria.

La anotación preventiva del crédito refaccionario le otorga todos los efectos de la hipoteca
(artículo 59.2 de la Ley Hipotecaria), sin perjuicio del privilegio del acreedor, que se limita
al importe de lo que vale el bien, antes de la refacción, y el aumento de valor, por efecto
de la refacción, es la base para la cuenta del acreedor refaccionario (artículo 64 de la Ley
Hipotecaria).La anotación preventiva sólo cabe mientras duren las obras de refacción
(artículo 42.8 de la Ley Hipotecaria) y caduca a los 60 días de concluidas (artículo 92 de
la Ley Hipotecaria) y, si al término del plazo el acreedor refaccionario no ha cobrado, tiene
derecho a convertir su anotación en una inscripción de hipoteca (artículo 93 de la Ley
Hipotecaria).

La anotación preventiva tiene el carácter de una verdadera hipoteca, con dos notas
características:

a) es interina porque sólo dura durante la reconstrucción y sesenta días más


b) es abstracta porque a diferencia de la hipoteca ordinaria, en que precisa determinar la
cuantía de la obligación asegurada, en este crédito refaccionario, basta con que se
determinen las bases para fijar después, en liquidación definitiva, dicha cuantía.

En lo que atañe al incumplimiento en la administración de la finca refaccionada, por no


invertir bien el crédito refaccionario o por administrar la cosa produciendo su depreciación
dolosa o imprudente, podrá el acreedor, para remediarlo, pedir que se ponga el inmueble
en administración judicial (artículo 117 de la Ley Hipotecaria).

La anotación preventiva produce los efectos propios de la hipoteca respecto del crédito
refaccionario (artículo 59 de la Ley Hipotecaria) y, en su virtud, el acreedor tiene derecho
a la realización del valor de la cosa refaccionada, como si de una hipoteca se tratare y, si
hay acreedores anteriores es necesario tener en cuenta las precisiones de valor
determinadas en la escritura correspondiente: para la parte de "valor en más" que haya
recibido la finca refaccionada, a consecuencia de la refacción, la proyección de la
anotación preventiva se desarrolla en son de primera hipoteca; y, respecto al valor fijado a
la cosa antes de las obras, el crédito refaccionario se produce como segunda hipoteca en
orden al exceso de ese valor.

Si no se ha extendido la anotación preventiva, se aplica el artículo 1923 del Código Civil,


conforme al cual, si los créditos refaccionarios no fueren anotados ni inscritos en el
Registro de la Propiedad, tienen preferencia sobre los bienes inmuebles objeto de la
refacción en cuanto a los créditos que no sean de alguna de las clases comprendidas en
los cuatro números anteriores del artículo 1923.5 del Código Civil. Entonces el crédito
refaccionario es considerado por el Código Civil como "singularmente privilegiado", y en el
concurso de acreedores le equipara a la hipoteca inscrita.

El artículo 1923.5 del Código Civil se funda en que, si bien los documentos no inscritos no
pueden causar perjuicio a tercero, la naturaleza de tales créditos y el objeto a que se
destinan las sumas o los efectos facilitados para la reparación o construcción de los
edificios, les hacen ser de mejor condición que los que no tienen razón alguna de
preferencia y son -además- de fecha
posterior a la constitución de los mismos.

Según determina el artículo 1927 del Código Civil, los créditos gozan de prelación entre sí
por el orden inverso de su respectiva antigüedad. El último acreedor refaccionario, por
haber contribuido seguramente con las reparaciones últimas a mejorar la obra, tiene
preferencia sobre los anteriores.

Los créditos refaccionario no anotados ni inscritos a que se refiere el número 5 del artículo
1923 del Código Civil tienen preferencia frente a otros créditos distintos a los expresados
en los cuatro primeros números de dicho artículo, pero, eso no quiere decir que se altere
la prelación concedida al anotante del embargo por el número 4; el crédito refaccionario
no anotado ni inscrito no es pospuesto siempre a aquel último por el simple hecho de que
sea uno de los expresados con anterioridad en el precepto. El acreedor embargante será
preferido al refaccionario si el crédito de éste ha sido contraído con posterioridad a la
anotación del embargo, no en otro caso.

Las créditos refaccionarios no anotados ni inscritos no generan ningún derecho real de


garantía, ya que tienen un carácter exclusivamente personal u obligacional; se trata de
una mera facultad otorgada al acreedor, que no comprende ni "ius distrahendi" ni
reipersecutoriedad.
Registrador mercantil
Funcionario encargado de la inscripción de los actos y documentos relativos a las
sociedades mercantiles
Registrador de la propiedad
Funcionario encargado de la inscripción de los actos y contratos relativos a la propiedad y
demás derechos reales sobre bienes inmuebles
Registro domiciliario
La inviolabilidad de domicilio es una consecuencia del derecho a la intimidad (artículo 1 8-
2 de la Constitución, artículo 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos,
artículo 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y artículo 8 del
Convenio Europeo de Derechos Humanos) e involucra dos cuestiones distintas, no
siempre bien diferenciadas: el allanamiento del domicilio y su registro. Es importante la
diferencia porque si bien todo registro supone la entrada previa, no toda entrada permite
además registrar el domicilio. Al mismo tiempo, como ha establecido la sentencia del
Tribunal Constitucional de 17 de febrero de 1984, "la inviolabilidad de domicilio es de
contenido amplio e impone una extensa serie de garantías y de facultades, en las que se
comprenden las de vedar toda clase de invasiones, incluidas las que puedan realizarse
sin penetración directa por medio de aparatos mecánicos, electrónicos u otros análogos".
La Constitución autoriza la entrada y registro en domicilios en cinco supuestos distintos:
con autorización del titular, con autorización judicial, en caso de necesidad, en aplicación
de la legislación antiterrorista (artículo 55-2 de la Constitución) y, finalmente, en los casos
de delito flagrante. El consentimiento del titular significa que este derecho es el único
disponible y renunciable por su titular, y si bien, como expuso la sentencia del Tribunal
Constitucional de 17 de febrero de 1984, no es preciso que sea expreso, debe
manifestarse de alguna forma, lo que implica la previa solicitud por parte de la policía y,
desde luego, no deben tenerse por tales los hechos consumados.
Respecto de la autorización judicial de entrada y registro, hay que decir que, según la Ley
de Enjuiciamiento Criminal (artículo 546), está indicada «cuando hubiere indicios de
encontrarse allí el procesado o efectos o instrumentos del delito, o libros, papeles u otros
objetos que puedan servir para su descubrimiento y comprobación». Por tanto, presupone
unas diligencias judiciales en curso, esto es, un delito y una imputación contra
determinada persona. La autorización judicial es, en realidad, según designación bastante
frecuente, un «mandato» u «orden» de registro dirigida a la policía, a cuyas instrucciones
se somete. No se trata de una actuación policial, y menos promovida por propia iniciativa,
sino de un acto judicial o procesal delegado. En cuanto existen diligencias en curso, hay
una imputación contra determinada persona, más en concreto, contra el titular de la
vivienda que se pretende registrar, por lo que ésta tiene desde ese momento derecho a la
defensa (artículo 118 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal) y puede designar un letrado,
que deberá asistirle en el momento del registro. En cuando que la autorización judicial de
registro incide sobre un derecho constitucional, debe revestir la forma de auto motivado
«huyendo de los formularios estereotipados, adoptando una resolución en la que se
ponderen y se manejen criterios de necesidad y proporcionalidad. Sólo cuando sea
estrictamente necesario se puede autorizar una intromisión en un derecho fundamental de
la persona, debiendo acudirse a otros medios de investigación siempre que sea posible»
(sentencia del Tribunal Supremo de 3 de diciembre de 1991).
La autorización judicial debe concurrir incluso cuando se trate de ejecutar otra resolución
judicial, es decir, que aunque la entrada domiciliaria dimane de un órgano judicial, debe
autorizarse de nuevo expresamente la entrada en el domicilio, como estableció la
sentencia del Tribunal Constitucional de 17 de febrero de 1984.
El caso de estado necesidad fue introducido por el Tribunal Constitucional en su sentencia
de 17 de febrero de 1984 como tercer supuesto. Y la Ley de Seguridad Ciudadana ha
acabado legalizando la situación (artículo 21-3) cuando se producen las siguientes
circunstancias:
a) en las situaciones de catástrofe, calamidad, ruina inminente y otros semejantes de
extrema y urgente necesidad
b) a los solos efectos de evitar daños inminentes y graves en las personas o bienes.
De cualquier modo, hay que poner de manifiesto que lo que se autoriza es la sola entrada
en el domicilio para evitar daños personales o materiales, nunca el registro del mismo.
Pero el supuesto de delito flagrante es el que plantea más problemas. La Ley de
Enjuiciamiento Criminal utilizaba dos conceptos diferentes de flagrancia, uno en el artículo
779 a los efectos de establecer la tramitación por el extinto procedimiento de urgencia y la
detención, y otro en el artículo 553 a los efectos de practicar registros domiciliarios. El
primer concepto contemplaba tres supuestos:
a) el que sea sorprendido cometiendo el delito o inmediatamente después de cometerlo
b) el que sea perseguido inmediatamente después de cometerlo, mientras no se ponga
fuera del inmediato alcance de los perseguidores
c) el que sea sorprendido con los efectos del delito inmediatamente después de haberse
cometido.
Al desaparecer en 1988 el procedimiento de urgencia y ser sustituido por el abreviado,
este concepto ha desaparecido.
Por contra, el artículo 553 autorizaba el registro domiciliario sin mandato judicial en tres
casos, que no coincidían con los anteriores:
a) cuando haya mandamiento de prisión y traten de hacerlo efectivo
b) cuando sea sorprendido en flagrante delito
c) «cuando un delincuente inmediatamente perseguido por los agentes de la Autoridad, se
oculte o refugie en alguna casa».
Ahora bien, la redacción dada por la Ley Orgánica 4/88 de 25 de mayo que modificó la ley
antiterrorista, transformó la autorización de registro en autorización de detención y
registro, es decir, llevó el artículo 779 al 553, rompiendo toda la sistemátic a de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, y añade a los supuestos anteriores, el cuarto supuesto: los de
dicha normativa excepcional «en casos de excepcional o urgente necesidad» y cualquiera
que sea el domicilio donde se oculten o refugien los perseguidos por supuestos delitos de
pertenencia a grupos armados.
El problema de la flagrancia radica en el apartado c) de los que hemos enumerado entre
los comprendidos en el artículo 553, ya que se trata de un supuesto anticonstitucional si al
mismo tiempo no es flagrante. Pero es que, además, tampoco basta cualquier clase de
flagrancia, sino sólo aquella que, en contra de la referida sentencia del Tribunal
Constitucional, tiene por escenario el propio domicilio allanado, en el cual el titular debe
soportar la entrada de la policía bien porque es sujeto activo o bien porque lo es pasivo
del delito. En caso contrario, la entrada sólo en posible en los supuestos de
organizaciones y grupos armados.
El concepto de flagrancia, afirma la sentencia del Tribunal Supremo de 22 de febrero de
1990, hay que interpretarlo restrictivamente, y exige una inmediatez temporal y personal
con el acto delictivo, además de una necesidad urgente de intervención, bien para poner
término a la situación antijurídica existente, bien para conseguir la detención del
responsable.
Pero el registro domiciliario no es sólo una diligencia que pueda devenir nula por su
origen, sino que también está minuciosamente regulada en la Ley de Enjuiciamiento
Criminal en cuanto a la forma en que se debe practicar. En este punto hay que diferenciar
dos situaciones distintas: por un lado los supuestos en los que se practica con
autorización judicial y, por el otro, los demás. La diferencia fundamental entre ambos tipos
de registros es que en el primero debe intervenir necesariamente el secretario judicial a fin
de dar fe del acto, mientras que en los demás supuestos deben intervenir testigos. Una
entrada domiciliaria sin autorización invalida la diligencia por contraria al artículo 18-2 de
la Constitución (artículo 11-1 de la LOPJ), mientras que si lo que está ausente es el
secretario judicial o los testigos, lo que se infringe es el artículo 24 de la Constitución, por
resultar una diligencia procesalmente irregular incapaz por sí sola de desvirtuar el
principio de presunción de inocencia (artículo 238-3 de la LOPJ). Según al sentencia del
Tribunal Supremo de 14 de octubre de 1991, la ausencia de Secretario en el registro no lo
invalida: lo que invalida es el acta levantada sin su firma, que no podrá ser invocada como
prueba documental preconstituída para destruir la presunción de inocencia; pero el
resultado del registro -añade esta sentencia- se podrá acreditar por otros extremos y
apunta dos posibilidades: la confesión del inculpado reconociendo el hallazgo de los
efectos del delito en su vivienda, la declaración testifical de los policías intervinientes.
Pero esta tesis del Tribunal Supremo no resulta admisible.
El registro domiciliario es una diligencia procesal, no un acto administrativo y, en virtud de
los arts.281-1 y 473-1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, el Secretario Judicial, es el
único competente y con capacidad para documentar tales actuaciones judiciales «con
plenitud de efectos». El artículo 569 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal orden a que el
registro se practique «siempre» en presencia del Secretario judicial; de ahí que la
sentencia del Tribunal Supremo de 18 de octubre de 1990 calificara la presencia del
fedatario de «exigencia legal insoslayable». Obviamente el delito se podrá probar por
otros medios diferentes, pero en ningún caso cabe convalidar a posteriori una diligencia
de registro nula. En consecuencia, la ausencia del secretario no podrá ser suplida por la
declaración en el acto del juicio oral de los policías que lo practicaron, ya que se incurriría
en fraude de ley (sentencia del Tribunal Supremo de 3 de diciembre de 1991), ni tampoco
puede uno de los policías actuantes ejercer la funciones de secretario, dada la naturaleza
judicial del acto. El artículo 563 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal establece que, pese
a la naturaleza judicial y no administrativa de los registros domiciliarios, el juez delegue su
presencia en favor de cualquier autoridad o a los agentes de la policía, pero nunca en
secretario, cuya intervención es insustituible. Según la sentencia del Tribunal Supremo de
24 de setiembre de 1991 «el que uno de los policías presentes actúe como Secretario
transforma el contenido de la delegación judicial y quebranta tanto la ratio como la
literalidad del precepto... El permitir que un policía actúe de Secretario es una corruptela
contraria a las garantías legales, que convierte en nulo lo actuado. Un policía no puede
dar fe de la actuación de otro policía ni de lo que en el domicilio sometido a registro se
encuentre, ni de las incidencias ocurridas». En el mismo sentido, la sentencia de 3 de
diciembre de 1991 estableció:
«La nulidad afecta a todo el acto a toda la realidad material que arroja el contenido del
acta y no sirve, por tanto, para acreditar la ocupación y existencia material de efectos o
papeles, ya que se trata de una prueba viciada que no puede ser usada como material
probatorio de cargo.
«La intervención a posteriori de los agentes de policía que efectuaron el registro y entrada
sin la presencia del Secretario Judicial, compareciendo en las sesiones del juicio oral no
puede subsanar los defectos de nulidad ya producidos. Sería un verdadero fraude de ley,
causante de la indefensión de la parte acusada, que la diligencia viciada recobrase su
efectividad por medio de la declaración testifical de los que intervinieron en su práctica».
La nulidad del registro no pude ser subsanada en el acto del juicio oral ni por la confesión
del inculpado, ni por la testifical de los policías intervinientes, ni por la de los testigos
incorporados al registro. Estos medios de prueba no son alternativos al registro sino
subsidiarios del mismo, no son autónomos sino que están engarzados a una infracción
constitucional o procesal y, por ello mismo, el vicio constitucional o legal les atañe tamb ién
a ellos. Los policías intervinientes, por ejemplo, no pueden subsanar por vía testifical una
diligencia procesal de cuya nulidad son -habitualmente- sus directos responsables. De la
teoría de la fruta del árbol envenenado, sintetizada positivamente en los arts.6-4 del
Código Civil y 11-1 de la LOPJ, se desprende que ni siquiera cabe dirigir preguntas al
inculpado o a los testigos sobre un registro nulo, jurídicamente inexistente y sobre unos
efectos igualmente inexistentes a efectos procesales. Las preguntas sobre un registro
nulo y los efectos que allá pudieran haberse encontrado, son siempre improcedentes e
incluso capciosas (artículo 709 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal).
Además, es claro que un registro en el domicilio de determinada persona es un acto claro
de imputación contra ella, por lo que el registro, cuando sea ordenado por el juez,
requerirá intervención de letrado defensor, en virtud del artículo 118 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal.
La presencia de secretario y de letrado deriva del carácter preconstituído de los registros
domiciliarios, ya que lo mismo que las inspecciones oculares, son irreproducibles en el
acto de juicio oral, se destruyen por el transcurso del tiempo y, por ello mismo, precisan
de contradicción. Eso significa que los vicios de que adolezcan los registros en el
momento de su práctica, no se podrán subsanar ni tampoco convalidar en el acto de juicio
oral. El Tribunal Constitucional en su sentencia 150/89 de 25 de setiembre calificó de
mero acto de investigación la inspección ocular practicada sin presencia de letrado y, en
consecuencia «insuficiente por sí mismo para poder fundamentar una sentencia de
condena». La presencia del secretario asegura la fiabilidad en la documentación del acto,
mientras que la del letrado preserva la contradicción.
La Ley de Enjuiciamiento Criminal, por la fecha en que se redactó, no prevé la presencia
letrada, que en aquella época sólo aparecía tras el auto de procesamiento; de ahí que la
sentencia del Tribunal Supremo de 14 de octubre de 1991 interprete, aprovechando esa
arcaica laguna legal, que no es necesaria la presencia letrada. No obstante esto, la Ley
requiere la presencia del propio interesado, que es quien puede garantizar la
contradicción, poniendo de manifiesto cuantas observaciones desee en el acta
correspondiente. La sentencia del Tribunal Supremo de 3 de diciembre de 1991 afirma
que la intervención del Secretario tiene por objeto también asegurar que la intromisión
domiciliaria se realice «dentro de los límites marcados por el contenido de la resolución
judicial que lo acordó». En realidad esta es una función que debe desempeñar tanto el
Secretario como el letrado que designe el inculpado.
El Tribunal Constitucional, en su sentencia de 27 de febrero de 1984 ha puesto de
manifiesto que no coincide el concepto constitucional de domicilio con el jurídico-privado o
jurídico-administrativo, que lo basan en el hecho de la residencia habitual, en cuanto es
más amplio al tratarse de una protección de carácter instrumental que defiende los
ámbitos en que se desarrolla la vida privada de la persona.
Lo esencial es que se trate de un lugar cerrado en el que una o varias personas
desarrollen su vida privada, independientemente del título jurídico que medie entre dichos
sujetos y la vivienda en que habitan, ya que, tal como han declarado las sentencias del
Tribunal Supremo de 18 de marzo de 1992 y 6 de abril de 1993, no pueden equipararse
domicilio y propiedad. La sentencia del Tribunal Supremo de 26 de junio de 1993 lo ha
extendido a las habitaciones que en una pensión, residencia u hotel ocupa una persona o
familia, y a los lugares cerrados donde se vive, por modesta y sencilla que sea la morada,
incluidas, por supuesto, las chabolas y viviendas de análoga significación, y por ello ha
puesto siempre el acento en la idea de vivienda fija, transitoria u ocasional, en
concordancia con las precisiones constitucional y penal. Por supuesto, el mismo criterio
anteriormente expresado hay que extenderlo a los coches cama de los ferrocarriles y a los
camarotes de los barcos.
Por el contrario, quedan fuera del concepto de domicilio los lugares cerrados destinados,
no a la morada, sino al desarrollo de actividades laborales o recreativas, los almacenes y
los locales comerciales, ya que no pertenecen al ámbito de intimidad, no son "espacios en
los cuales el individuo vive sin estar sujeto necesariamente a los usos y conveniencias
sociales y ejerce su libertad más íntima" en expresión del auto del Tribunal Constitucional
171/1989, de 3 de abril. En concreto, la Sala Segunda del Tribunal Supremo viene
declarando que los locales abiertos al público, como pueden ser los de esparcimiento o
comerciales, así bares, tabernas, pubs, restaurantes, tiendas, locales de exposición,
almacenes, etc., no están tutelados por la inviolabilidad que a los domicilios otorga el
artículo 18.2 de la Constitución, sino todo lo contrario, los considera excluidos de tal tutela
(sentencias de 10 de mayo, 5 de junio, 9 y 19 de julio, 16 de septiembre, 22 de octubre, 9
de diciembre de 1993 y 14 de abril de 1994), en cuanto de un lado el artículo 547-2 y 3 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal así lo regula, y de otro se trata de locales por naturaleza
abiertos a cualquiera y en cuyo acceso libre por las gentes se basa el destino, lucro y
utilidad de los mismos ("abiertos al público"), por lo que no se pueden incorporar en ellos
las rigurosas limitaciones que el ordenamiento jurídico establece para los lugares donde
se vive y se ejercita la intimidad personal que el artículo 18 de la Constitución tutela,
teniendo sólo estos últimos, en consecuencia, la especial protección constitucional y penal
que deriva de su inviolabilidad. En consecuencia, un registro practicado por la policía sin
mandamiento judicial en alguno de dichos locales sería lícito y valido con los efectos de
toda diligencia policial que se realiza en base a una investigación pre-procesal o atestado.
En este mismo sentido se orientan igualmente las sentencias de 21 de febrero, 2 de
marzo y 10 de mayo de l994.
Reglamento
Conjunto de normas jurídicas emanadas de la Administración para la regulación de una
materia
Rehabilitación
Es la cancelación de los antecedentes penales por el transcurso del tiempo, en un plazo
que depende de la pena impuesta
En ocasiones la expresión es sinónimo de reinserción social.
El nuevo Código Penal ya no utiliza esta expresión, cuando en el artículo 136 regula la
cancelación de los antecedentes penales.
Según el artículo 136 del nuevo Código Penal, la cancelación puede solicitarse de oficio o
a instancia de parte. Para ello debe cumplir los siguientes requisitos:
a) haber satisfecho las responsabilidades civiles consignadas en la sentencia o haber sido
declarado insolvente, en este caso con la excepción de no haber llegado a mejor fortuna
b) que hayan transcurrido sin que delinquiera el interesado, los siguientes plazos: seis
meses para las penas leves; dos años para que no excedan de doce meses y los delitos
imprudentes; tres años para las penas menos graves y cinco para las graves.
Estos plazos se empiezan a contar desde que el condenado extinga la pena.
Reincidencia
Circunstancia agravante de la responsabilidad criminal consistente en la condena anterior
del inculpado por sentencia firme
Reinserción
Objetivo de la pena consistente en el conjunto de medidas penitenciarias tendentes a
evitar la recaída en el delito del preso cuando cumpla su condena
Reposición
Recurso promovido en un proceso civil que se resuelve por el mismo juez que dictó la
resolución
Responsabilidad civil
Es la indemnización que debe abonar el condenado por cometer un delito para reparar los
daños ocasionados a la víctima del mismo.
La responsabilidad civil comprende tres elementos (artículo 110 del Código Penal):
a) la restitución
b) la reparación
c) la indemnización de los daños y perjuicios
Secretario
Es la persona que en cualquier asociación o colectivo organizado, levanta acta y certifica
los acuerdos que adoptan sus órganos directivos
Secretario judicial
Funcionario encargado de dar fe de los actos judiciales
Sentencia
Resolución judicial que pone fin definitivamente a un litigio
Sentencia firme
Aquella contra la que no cabe ningún recurso, salvo el de revisión
Servidumbre
Derecho real del titular de un inmueble sobre el de otro
Sobreseimiento
Resolución judicial dictada en un proceso penal por la que un juez ordena el archivo de
las actuaciones temporal o definitivamente
Súplica
Escrito del demandante en el juicio de mayor cuantía en que se replica a la contestación a
la demanda aportada por el demandado
Suplico
Es la parte final del escrito que una parte presenta ante el juez y en la que se resume la
petición
Tasación de costas
Valoración económica de los gastos devengados en un juicio que realiza el Secretario
judicial
Tenencia ilícita de armas
Delito de mera actividad, de riesgo o de peligro, que tiene un carácter eminentemente
formal y está tipificado en los artículos 563 y siguientes del Código Penal.

Para para su consumación no es necesario el uso del arma ni la producción de lesión


alguna en el mundo exterior, bastando la posesión durante un cierto período de tiempo
que implique su potencial disponibilidad, quedando excluidos únicamente los meros
contactos físicos o la mera tenencia fugaz o momentánea al servicio de la posesión ajena.

El objeto material de la infracción lo constituyen las armas de fuego, entendidas éstas


como los instrumentos aptos para dañar o para la defensa, si aquella se encuentra en
condiciones de funcionamiento y capaces por eso de propulsar proyectiles mediante la
deflagración de la pólvora.
El bien jurídico protegido es no sólo la seguridad del Estado sino también la seguridad
general o comunitaria, para lo que supone un grave riesgo y un grave peligro que
instrumentos aptos para herir, o incluso matar, se hallen en mano de particulares, sin la
fiscalización y el control que supone la expendición estatal de la oportuna licencia y guía
de pertenencia.

Para la existencia del tipo penal es necesario que el arma tenga una evidente idoneidad
para el disparo, de tal manera que el peligro abstracto o general pueda verse concretado
en cualquier momento mediante el uso eficaz y potencialmente peligroso del arma.

Este peligro no puede reputarse existente en los casos en los que el arma resulta
inidónea para el disparo. La demostración de la idoneidad tiene que estar acreditada de
manera fehaciente, inequívoca e incuestionable, pero para la apreciación del tipo penal no
basta que la deficiencia del arma pueda ser rápida o momentáneamente eliminada si su
corrección exige una actividad que en modo alguno ha desplegado el inculpado o unos
conocimientos técnicos de los que carece.
Testigo
Persona que declara en un proceso judicial en relación con los hechos que conoce y con
la obligación de decir la verdad
Transacción
Acuerdo entre las partes para evitar un pleito o la continuación del que ya se ha iniciado
Tribunal
Órgano judicial normalmente colegiado, aunque también los unipersonales pueden ser
calificados de tribunales en el sentido amplio de la expresión
Tutela
Institución jurídica destinada a proteger los intereses de una persona civilmente incapaz
Tutela judicial efectiva
El derecho a la tutela judicial efectiva es la posibilidad de reclamar a los órganos judiciales
la apertura de un proceso para obtener una resolución motivada y argumen-tada sobre
una petición amparada por la ley. Está reconocido en el artículo 24 de la Constitución y
significa la prevalencia del fondo sobre la forma, el contenido sobre el continente, de
forma que prime siempre el principio "pro actione".

La jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha venido insistiendo en que la interpretación


de las exigencias formales de los procesos judiciales han de ir presididas por cuatro
criterios fundamentales:

a) ha de ser finalista, es decir, fundada en la pretensión última de la norma, no rigorista ni


formalista
b) ha de propiciar el conocimiento sobre el fondo del asunto, de forma que prevalezca
siempre el principio "pro actione"
c) ha de valorar la proporcionalidad entre la gravedad del defecto formal observado y la
consecuencia derivada de ello
d) "los errores de los órganos judiciales no deben producir efectos negativos en la esfera
jurídica del ciudadano" (sentencias de 20 de mayo de 1983, 16 de diciembre de 1985 y 12
de noviembre de 1987).

Así, las sentencias del Tribunal Constitucional de 9 de febrero de 1985 y 12 de marzo de


1986 establecieron que los requisitos formales hay que interpretarlos teniendo "siempre
presente el fin pretendido al establecer dichos requisitos, evitando cualquier exceso
formalista que lo convirtiese en meros obstáculos procesales".
Por su parte, la sentencia del Tribunal Constitucional de 28 de febrero de 1985 estableció
que "aunque las formas y requisitos del proceso cumplen un papel de capital importancia
para su ordenación, no toda irregularidad formal puede convertirse en un obstáculo
insalvable para su prosecución, con repudio por lo tanto de formalismos enervantes
contrarios al espíritu y finalidad de la norma, más teniendo asimismo en cuenta que no
puede dejarse al arbitrio de cada parte el cumplimiento de los requisitos procesales ni la
disposición del tiempo en que han de cumplirse".

Las sentencias de 14 de marzo de 1983, 12 de marzo de 1986 y 12 de noviembre de


1987 han repetido que "los requisitos formales no son valores autónomos que tengan
sustantividad propia, sino que sólo sirven en la medida en que son instrumentos para
conseguir una finalidad legítima. Por ello, los trámites formales no deben ser exigencias
cuyo incumplimiento presente siempre el mismo valor obstativo que operaría con
independencia, en principio, de cuál sea el grado de inobservancia del requisito, su
trascendencia práctica o las circunstancias concurrentes en el caso. Al contrario, han de
analizarse teniendo presente la finalidad que pretende lograrse con ellos para, de existir
defectos, procederse a una justa adecuación de las consecuencias jurídicas con la
entidad real del defecto mismo, medida en función de la quiebra de la finalidad última que
el requisito formal pretenda servir. De esta suerte, cuando esa finalidad pueda ser lograda
sin detrimento alguno de otros derechos o bienes constitucionalmente dignos de tutela,
debe procederse a la subsanación del defecto más que a eliminar los derechos o
facultades que se vinculan a su cauce formal, lo que, con mayor razón, debe sostenerse
cuando el efecto que pueda producir la inobservancia de un requisito formal sea
precisamente ese cierre de la vía de recurso. Esta interpretación finalista y su corolario, la
proporcionalidad entre la sanción jurídica y la entidad real del defecto, no es sino una
consecuencia más de la necesaria interpre-tación de la legalidad ordinaria en el sentido
más favorable a la efectividad de un derecho fundamental".

También la sentencia 8 de julio de 1987 determinó que una de las manifestaciones del
derecho a la tutela judicial efectiva es la exigencia "de obtener una resolución sobre el
fondo de las pretensio-nes deduci-das, de forma que una interrupción prematu-ra del
proceso o una decisión de inadmisión será constitu-cionalmen-te legítima cuando se
apoye en la concurrencia de una causa a la que la norma legal anude tal efecto y se
aprecie por el Juez en aplica-ción razonada de la norma, que en todo caso habrá de
interpre-tarse en el sentido más favorable al ejercicio de la ac -ción". La de 12 de
noviembre de 1987, expuso que "cuando el legislador ha previsto la existencia de un
recurso jurisdiccional, el acceso al mismo forma parte del derecho a la tutela judicial
efectiva, de tal manera que la decisión judicial de inadmisión sólo será
constitucionalmente válida si se apoya en una causa a la que la norma anude tal efecto, y
así se aprecie por el juez en aplicación razonada de la norma, que en todo caso debe
interpretarse en el sentido más favorable a la efectividad del derecho fundamental",
añadiendo finalmente esta misma sentencia que "si tales exigencias formales obstaculizan
de modo excesivo o irrazonable el ejercicio del derecho fundamental, o si han perdido su
finalidad o su incumplimiento puede convertirse en una falta subsanable, la inadmisión
puede resultar desmesurada y vulnerado-ra del derecho fundamental en juego". Por su
parte, la sentencia de este Tribunal al que nos dirigimos de 26 de febrero de 1990 afirmó
igualmente: "El acceso al proceso forma parte del derecho a la tutela judicial efectiva, de
manera que una decisión judicial que ponga fin prematu-ramente al proceso sólo será
constitucional-mente válida si se apoya en una causa a la que la norma legal anuda tal
efecto, con la posibilidad, por tanto, de violación de tal derecho cuando se impida el
acceso al proceso por criterios o motivos impeditivos, irrazona-bles o arbitrarios, o bien
por una interpreta-ción rigorista, literal, no concorde con los fines de la norma procesal".
Turno de oficio
Lista de abogados inscritos para el ejercicio de la justicia gratuita y la defensa jurídica de
quienes carecen de recursos para nombrarlo
Unidad jurisdiccional
La unidad jurisdiccional tiene tres acepciones, que no siempre se tienen presentes, por su
parecido:
a) monopolio en la aplicación del Derecho: sólo los órganos judiciales pueden aplicar las
normas jurídicas a los litigios concretos; y además, sólo pueden cumplir esta función y
ninguna otra
b) resolución plena del asunto confiado a su competencia, sin que puedan separarse
elementos de la litis (incidentes, cuestiones previas o prejudiciales, por ejemplo) para
confiarlos a otro centro decisorio distinto
c) inexistencia de especies de delito o personas cualificadas sustraíbles a su jurisdicción
Usos de comercio
Fuente del Derecho Mercantil reconocida por el artículo 2 del Código de Comercio,
siempre que se observen con carácter general en cada plaza.
La existencia de una norma derivada del uso no nace de una voluntad individual aunque
se repita, sino que requiere la convicción de cumplimiento de una norma jurídica (”oppinio
iuris“) que, a su vez, encuentra su origen en una voluntad concorde de las partes
(sentencia del Tribunal Supremo de 8 de abril de 1994).
Usucapión
Adquisición de la propiedad por la posesión ininterrumpida y de buena fe de los bienes
Usufructo
Derecho a disfrutar de los bienes ajenos con la obligación de conservar su forma y
sustancia (artículo 467 del Código Civil)
Vía de apremio
Fase del proceso judicial encaminada a satisfacer la obligación de pago de dinero
judicialmente reconocida, consistente en el embargo, la tasación y la venta de los bienes
del deudor
Jurisdicción

El C.P.C., comprende
Un carácter único de la
Jurisdicción y la competencia,
Regulo la jurisdicción por Ramas

Jurisdicción
Jurisdicción Jurisdicción Jurisdicción
ordinaria
Especial Contenciosa Voluntaria.
Jurisdicción Voluntaria
Conceptos

Se consideran actos de jurisdicción


El juez puede variar las providencias Las partes por su propia voluntad
Voluntaria todos aquellos en que
Que dicta, no esta sujeto a Deciden someter a la
Sea necesaria la intervención del
Competencia de un juez que
Juez sin comprender una oposición Términos o formas establecidas .
Normalmente no era competente.
Entre las partes.
Definición
histórica
Procedimientos judiciales seguidos
Sin oposición de partes, donde la
Decisión del juez no causa perjuicio

Marciano, Digesto 1, 16, 2.

La función judicial en el derecho


Romano, estuvo siempre ligada a
La función administrativa.

Actos extraprocesales, dieron lugar a los tabeliones quienes son los


Antecesores de los actuales notarios.

Antes de la codificación e incluso


Después la intervención judicial
Consistía en:

Actuación judicial para conferir


Validez al negocio jurídico.
-Actuación para acreditar ciertos
Hechos como auténticos o ciertos.
Forma de la
Jurisdicción
Voluntaria

-No tiene partes en sentido técnico

-Tampoco existe controversia.

-La condición del juez se altera:


Actúa como Inaudita Altera Pars, su
Fallo no comprueba una tesis
Con una antitesis.
Contenido
De la
Jurisdicción
Voluntaria

No juzga en el sentido
Jurídico de la palabra, sino
En su sentido
Lógico o formal.

A diferencia del acto jurisdiccional,


La sentencia jurisdiccional, cuyo
Donde las controversias se dirimen Es de carácter documental,
Contenido puede ser declarativo,
Con autoridad de cosa juzgada y Probatorio, fiscalizador. Tienden a
Constitutivo, de condena o cautelar,
Eventualmente con ejecución, estas Suplir una prueba, a dar notoriedad
La decisiones de la Jurisdicción
Resoluciones se emiten en cuanto De un hecho.
Voluntaria son meras Declaraciones.
Proceda de derecho sin perjuicio en
Cuanto haya lugar.
Función de la
Jurisdicción
Voluntaria.

Sus procedimientos son de


Naturaleza administrativa.

- Se dictan, a petición de parte.


- Procura la aplicación de la ley a
Un caso particular.
- Procura su efectividad
- Permiten su revisión en sede
jurisdiccional.
Diferentes
Teorías.

Naturaleza Administrativa

Es administración ejercida por


Naturaleza Jurisdiccional
Órganos judiciales. (Calamandrei)
Naturaleza Mixta
Tiene por objeto la tutela de un
No es verdaderamente jurisdicción
Interés privado y no publico. (Satta) Trata de conciliar ambos extremos,
Sino una actividad administrativa,
Confunde la administración
Aun no hay controversia. (Rocco)
Así mismo su sustrato es la Pública con la función del
Aplicación objetiva del derecho. Órgano judicial.
Busca un interés general, no la
Satisfacción de una pretensión, la
Diferencia su carácter publico.
(Coutore)
Libro Tercero
Sección Cuarta
Jurisdicción
Voluntaria
Generalidades

Procedimiento
Asuntos sujetos a su
Reglas
Tramite
Demanda Se tramitan de manera similar a
En conjunto, las cuestiones que
debe cumplir los requisitos de los Una demanda civil….
Corresponden a este, pueden
Arts., 75 – 76 del C.P.C.
Originar controversias
La sentencia difiere, por que
Produce efectos mientras no sea
Puede que exista una decisión
Modificada por un proceso
Posterior que cambie su contenido.
posterior.
CONSTITUCIÓN POLÍTICA E INTERPRETACION AUTORIZADA
Material extraído de la Jurisprudencia y Doctrina de la Corte Constitucional de
Colombia

Labor de simple compilación 1 a manera de


línea jurisprudencial realizada por el doctor
Iván Humberto Escrucería Mayolo

LA ACCION DE TUTELA

Objeto2

La acción de tutela, ha reiterado la Corte Constitucional, es una institución que


consagró la Constitución de 1991, para proteger los derechos fundamentales
de las personas, de lesiones o amenazas de vulneración por parte de una
autoridad pública y, bajo ciertos supuestos, por parte de un particular. Se trata
de un procedimiento judicial específico, autónomo, directo y sumario, que en
ningún caso puede sustituir los procesos judiciales que establece la ley; en ese
sentido la acción de tutela no es una institución procesal alternativa o
supletiva. El propósito de la tutela, como lo establece el artículo 86 de la C.P.,
es que el juez constitucional, de manera expedita, administre justicia en el
caso concreto, dictando las órdenes que considere pertinentes para
salvaguardar y proteger los derechos fundamentales de las personas que
acudan a esa vía excepcional, supletoria y sumaria, a la autoridad pública o al
particular que con sus acciones u omisiones los amanecen o vulneren.3

Acción pública4

Se trata de una acción pública, que al poder ser ejercida por "cualquier
persona", se encuentra exenta de rigorismos procesales propios de las
acciones que se ejercen a través de profesionales habilitados con títulos
académicos.

Fundamental5

La acción de tutela como tal tiene el carácter de derecho fundamental toda vez
que es el instrumento concebido por el Constituyente para garantizar la
protección de los restantes derechos fundamentales que sin él perderían
buena parte de su eficacia y arriesgarían esfumarse. El contenido y contornos
esenciales de los derechos fundamentales y sus garantías y mecanismos
básicos de protección, se establecen y perfilan en la misma Constitución y ello
evita que las leyes los relativicen; vale decir, los derechos y sus garantías son
1 Transcripción de apartes en lo pertinente de las decisiones relevantes de la Corte Constitucional.
2 A. 070/99. M.P. Fabio Morón Díaz.
3 Ver, entre otras, Sentencias T-735 de 1998
4 T-576/92. M.P. Fabio Morón Díaz.
5 C-531/93. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
2
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador. Sólo
cuando la misma Carta faculta a la ley y en la medida en que lo haga
puede ésta regular o desarrollar materias relacionadas con los derechos
fundamentales y siempre que conserve y respete el ámbito intangible producto
de la creación del Constituyente.

Informalidad y prevalencia del derecho sustancial

La6 acción de tutela tiene un carácter informal que, por su misma naturaleza,
riñe con toda exigencia sacramental que dificulte el sentido material de la
protección que la Constitución quiere brindar a las personas por conducto de
los jueces.

Por7 su misma índole, la acción de tutela no exige técnicas procesales ni


requisitos formales propios de especialistas, ya que su función no puede
asimilarse a la que cumplen las acciones privadas dentro de los esquemas
ordinarios previstos por el sistema jurídico, sino que corresponde a la defensa
inmediata de los derechos fundamentales. Su papel es ante todo el de
materializar las garantías constitucionales y, por tanto, es de su esencia el
carácter sustancial de su fundamento jurídico. La instauración no puede dar
lugar al rigor formalista de los procesos ordinarios ni se puede convertir su
admisibilidad y trámite en ocasión para definir si se cumplen o no
presupuestos procesales o fórmulas sacramentales, ya que con ella no se
busca establecer una "litis" sino acudir a la protección oportuna de la autoridad
judicial cuando un derecho fundamental es lesionado u objeto de amenaza.
Así se consideró desde el comienzo en la Asamblea Nacional Constituyente,
en el cual los Delegatarios recalcaron: "Estamos frente a un mecanismo
excepcional y sumario para una protección inmediata de los derechos..." 8

El9 artículo 86 de la Constitución Política, en concordancia con la del artículo


228, buscan satisfacer ante todo las necesidades de justicia mediante el
principio de prevalencia del derecho sustancial sobre las formas procesales,
motivo éste que explica por qué en este tipo de actuaciones prevalece un
principio de informalidad cuyo sentido consiste en que los obstáculos de
trámite no se interpongan en la búsqueda de soluciones reales y palpables,
acordes con el fondo de la preceptiva constitucional, a situaciones concretas
de amenazas o quebranto de los derechos en ella plasmados. De 10 hecho, al
ser una acción que pueden interponer las personas sin mayores conocimientos
jurídicos, es imposible exigir en su trámite formalidades que entienden y
manejan sólo los expertos en derecho. Por otro lado, la protección que
reclaman con tanta urgencia los derechos fundamentales, y que la tutela
pretende brindar, no se puede supeditar a la observancia de cuestiones
meramente procesales. La 11 especial jerarquía de los derechos fundamentales
exige que el modelo procedimental de la tutela esté desprovisto de requisitos

6 T-288/97. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


7 T-501 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
8 Asamblea Nacional Constituyente. Informe-Ponencia "Mecanismos de protección de los derechos fundamentales y del

orden jurídico". Delegatarios Jaime Arias Lopez y Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Gaceta Constitucional. Número 77.
Mayo 20 de 1991. Pág. 9.
9 T-293 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
10 Sentencia T-162 de 1997.
11 Auto 058 de 1999.
3
formales y ofrezca, de manera ágil y dinámica, una protección efectiva y
oportuna al titular del derecho afectado, cuando no existan en el
ordenamiento jurídico otros mecanismos de defensa que se puedan invocar.
De hecho, el Decreto 2591 de 1991, al referirse al contenido de la solicitud,
destaca el carácter informal de la misma que debe desarrollarse con
fundamento en los principios de publicidad, prevalencia del derecho
sustancial, economía, celeridad y eficacia.

Derechos objeto de protección 12

En el mismo sentido la Corte constitucional en reiterada jurisprudencia, ha


considerado que la acción de tutela sólo es procedente para la protección de
derechos fundamentales, los cuales se constituyen en el objeto exclusivo de
protección, estos derechos fundamentales pueden ser nominados 13 o
innominados14. De manera excepcional la Corte ha considerado que la acción
de tutela también es procedente para la protección de derechos
constitucionales o legales que no ostenten el rango de fundamentales, cuando
guardan especial relación con otros de carácter fundamental, contrario sensu
la acción de tutela no es procedente para la protección de derechos de rango
legal o infralegal 15, o para resolver conflictos de contenido económico 16.

Trámite célere17

El procedimiento se debe regir por la noción de celeridad. Si bien es cierto que


en cualquier proceso la demora injustificada no sólo es indeseable, sino que
de hecho es sancionable por considerarse violatoria del debido proceso,
también es cierto que en materia de tutela la rapidez es un factor primordial.
En primer lugar, por su carácter de fundamentales, los derechos que protege
esta acción deben ser defendidos de forma inmediata; el efecto de su
violación no puede aumentar por la lentitud de la acción judicial. Y, en
segundo lugar, la tutela no es un mecanismo que pretenda resarcir daños sino
evitarlos; por esto, más que en ningún otro proceso, la dilación debe ser
abolida.

12 T-577 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.


13 Por encontrarse en disposiciones constitucionales de derechos fundamentales ya en el texto de la Constitución de 1991
o en los tratados internacionales sobre derechos humanos, a partir de su incorporación directa a la Constitución en virtud
del mandato del artículo 93 C.P.
14 En virtud de la prohibición del artículo 94 de la Constitución en el sentido de no entender la enunciación de los derechos

contenidos en la Constitución y en los tratados internacionales como negación de otros, que "siendo inherentes a la
persona" no se encuentren expresamente contemplados, Interpretada sistemáticamente con el mandato del artículo 2º del
decreto 2591, en la que se ordena a la Corte Constitucional dar prelación a la revisión de sentencias de tutela referidas a
derechos no señalados expresamente en la Constitución como fundamentales, la Corte Constitucional ha reconocido y
tutelado derechos fundamentales innominados, es el caso del derecho a la identidad, así en Sentencias T-585 de 1992 y
T-477 de 1995, o del derecho a la circulación de la información vital en Sentencia SU-014 de2001.
15 El caso de las acreencias laborales es ilustrativo. En la Sentencia T-218 de 2002 la Corte resolvió el caso de

trabajadores que acudieron a la acción de tutela con el objetivo de obtener nivelación salarial y el pago de la prima técnica,
por parte de su empleador. La Corte consideró reiterando la jurisprudencia (Sentencias SU-1052 de 2000, SU-995 de 1999,
T-366 de 1998 y T-273 de 1997) que la acción de tutela no era procedente para ordenar incrementos salariales, ni el pago
de acreencias laborales, sobre todo cuando se establece en el caso concreto, como efectivamente ocurrió, que existe otro
medio de defensa judicial y no se configura un perjuicio irremediable, que ameritara un estudio sobre la idoneidad y
eficacia de aquellos, con miras a concederle procedencia a la acción de tutela.
16 Así en la Sentencia T-112 de 2002 la Corte resolvió el caso de un empresario ganadero el cual consideró afectado su

derecho a la propiedad por la orden de trasladar de una finca a otra unos semovientes de su propiedad dictada por una
entidad del Estado. La Corte consideró que en el caso no se presentaba vulneración de derecho fundamental como "la
vida, la igualdad o la dignidad " y que no concurrían las condiciones en las cuales es p rocedente la tutela al derecho de
propiedad. Por lo cual y dado el carácter puramente económico del conflicto, invitó al actor a presentar los recursos
ordinarios y declaró improcedente la acción de tutela.
17 T-162/97. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
4

Carácter subsidiario y facultades del juez de tutela

Los18 artículos 86 inciso 3o. y 6o. del Decreto 2591 de 1991 le imprimen un
carácter subsidiario a la tutela, en la medida en que establecen que sólo será
procedente cuando no exista otro medio alternativo de defensa de los
derechos fundamentales cuya protección se invoca, salvo que lo pretendido
sea evitar un perjuicio irremediable. Pero no puede pretenderse que la mera
consagración de esas vías alternas de defensa en nuestro ordenamiento
jurídico sea suficiente para que se deniegue el amparo solicitado, pues es
obligación del juez constitucional analizar, en el caso concreto y de acuerdo
con las circunstancias específicas del mismo, si esa otra acción tiene la
eficacia e inmediatez propias de este mecanismo de protección -artículo 6-1
del Decreto 2591-. De lo contrario, ese funcionario estaría sacrificando el
contenido material de un derecho fundamental cuya protección le ha sido
especialmente encomendada por el Estatuto Superior. Si llega a la
conclusión de que ese medio alterno no tiene las características anotadas, la
tutela se convierte en el medio prevalente de protección.

La19 Constitución Política en su artículo 86 creó la acción de tutela como un


mecanismo de protección de los derechos fundamentales para dotar a las
personas de un mecanismo expedito que posee las siguientes características:
Subsidiario, porque sólo procede si no existe otro mecanismo de defensa
judicial idóneo. Inmediato, debido a que su propósito es otorgar sin dilaciones
la protección a la que haya lugar. Sencillo, porque no exige conocimientos
jurídicos para su ejercicio. Específico, porque se creó como mecanismo
especial de protección de los derechos fundamentales y por último, es Eficaz,
porque siempre exige del juez un pronunciamiento de fondo bien para
conceder o bien para negar lo solicitado. Estas condiciones se concretan en la
definición de un trámite preferente y sumario.

En desarrollo de la Carta Política, el Decreto Ley 2591 de 1991 reglamentario


de la Acción de Tutela establece unos requisitos mínimos que debe cumplir el
escrito de quien va a interponer el amparo. Estos requisitos, pretenden
brindarle al juez un conocimiento básico sobre los hechos y una identificación
de los posibles responsables en razón de la sencillez y falta de especialidad
jurídica que caracterizan al amparo. En ningún momento el trámite de la
acción de tutela reconoce a los requisitos del artículo 14 del Decreto Ley 2591
de 1991, un carácter taxativo, rígido o definitivo. La ausencia de formalidades
y el carácter preferente del procedimiento de la acción, revisten al juez de
tutela de una serie de facultades que el juez ordinario no posee. Una de ellas
es la de fallar más allá de las pretensiones de las partes, los fallos ultra o extra
petita. Esta facultad que posee el juez de tutela tiene origen en la primacía
dada por el ordenamiento constitucional a los derechos fundamentales. Por
ello, la función de administrar justicia cuando se trata de garantizar el respeto
de los derechos inherentes a las personas, confiere especiales facultades e
impone específicos deberes para cumplir con el carácter eficaz de la acción de
tutela.

18 T-554/95. M.P. Carlos Gaviria Díaz.


19 A.053/02. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
5

La justicia constitucional opera dentro de un especial equilibrio integrado


por la información veraz y adecuada que brinda el actor y el ejercicio activo de
protección de los derechos fundamentales que debe desplegar el juez.
Conforme a este equilibrio no estamos en presencia de una justicia mínima,
formal y taxativa sino ante una justicia eficaz y efectiva que garantiza los
derechos inherentes de las personas. El sentido y objeto de la acción de tutela
le imponen al juez constitucional el deber de conducir el trámite del amparo
con la mayor diligencia 20. El recaudo probatorio y la reconstrucción de las
circunstancias que rodean la solicitud deben realizarse con el propósito de
pronunciarse sobre la realidad de los hechos y ello significa, que el juez pasa
del conocimiento formal de un asunto, al análisis de un problema jurídico que
requiere un pronunciamiento de justicia material cuando los derechos
fundamentales se encuentran vulnerados o en grave situación de riesgo.
Entenderlo de otra forma le restaría toda fuerza, eficacia y validez a un
mecanismo que pretende garantizar los derechos de las personas en un
Estado fundado en el respeto de la dignidad humana 21.

En el trámite de la acción de tutela es posible afirmar que existe un amplio


margen de las facultades de oficio del juez constitucional y ello se refleja en su
papel activo dentro del trámite y también, en el momento en que advierte la
existencia de una violación de derechos no invocados en la demanda caso en
el cual, el juez constitucional debe desarrollar el procedimiento
correspondiente y dictar las órdenes que sean necesarias para garantizar su
protección. La Corte Constitucional en numerosas oportunidades ha reiterado
el carácter preferente del procedimiento de la acción y el deber del juez de
tutela de garantizar los derechos fundamentales aun cuando ellos no hayan
sido indicados por el actor. Si el juez advierte en el transcurso del trámite del
amparo, que existen situaciones violatorias de otros derechos diferentes al
invocado, debe lograr su efectiva protección 22. De otro lado, también
constituye un deber del juez constitucional vincular de oficio el legítimo
contradictor o a la parte que por legitimación pasiva debe concurrir. Si el juez
advierte que el sujeto o entidad demandada no es el responsable de la
vulneración o amenaza debe vincularlo al proceso para así, de una parte,
cumplir con el carácter preferente del amparo -la protección de un derecho
fundamental- y de otra, permitirle al presunto responsable exponer sus razones
y controvertir las pruebas que se hayan practicado. En varias oportunidades 23
la Corte Constitucional ha hecho referencia a la obligación de integrar el
legítimo contradictor o a la parte que por legitimación pasiva debe concurrir
para poder tomar una decisión de fondo y responder así a la protección eficaz
de los derechos fundamentales.

20 Conforme a los principios que rigen el trámite de la acción de tutela previstos en el artículo 3° del decreto Ley 2591 de
1991.
21 La sentencia T-034 de 1994 se refirió en los siguientes términos a los deberes del juez de tutela:

"El juez u organismo judicial ante el cual se invoca un derecho primario, como los que busca proteger el artículo 86 de la
Carta, debe entrar en el fondo del asunto para examinar, con criterio de justicia material , las circunstancias en medio de
las cuales se ha producido el acto o la omisión que puedan estar causando la perturbación o el riesgo del derecho
fundamental; para definir si el daño o la amenaza existen; para establecer sobre quien recae la responsabilid ad de agravio
y para impartir, con carácter obligatorio e inmediato, las órdenes encaminadas a restaurar la vigencia real de las garantías
constitucionales."
22 Sobre el deber de proteger otros derechos diferentes a los invocados por la parte actora pueden consultarse entre otras,

las sentencias T-501 de 1994, T-532 de 1994, T-554 de 1994, T-049 de 1998, T-091 de 2001 y T-684 de 2001.
23 Ver entre otros el Auto 055 de 1997.
6
En esta medida lo dispuesto por el artículo 86 de la Constitución Política es
un mecanismo que le confía a los jueces la función de verificar el efectivo
cumplimiento de los mandatos constitucionales de protección y primacía de los
derechos inalienables de la persona y cuando encuentre configurada la
vulneración o amenaza de un derecho fundamental, por acción o por omisión,
imparta las órdenes de inmediato cumplimiento necesarias para salvaguardar
efectivamente el derecho vulnerado. Una actuación superficial y formalista
pone en peligro el derecho de acceso a la justicia al dejar desprotegido a
quien solicita la protección constitucional de sus derechos fundamentales y por
lo mismo desconoce el mandato del artículo 86 superior. El carácter preferente
y sumario del trámite del amparo se altera y desconoce cuando el juez de
conocimiento se abstiene de desplegar todas las medidas necesarias –
jurídicamente posibles- para conjurar la vulneración de los derechos
fundamentales. Lo anterior no significa que el fallador deba producir todo tipo
de órdenes sin fundamento jurídico en aras de absolver siempre
afirmativamente las pretensiones de los accionantes. Por el contrario, el juez
debe emplearse a fondo en la identificación de la totalidad de los aspectos que
componen la litis, para que el fallo sea realmente una garantía efectiva de los
derechos fundamentales y producto de una actuación ágil y oportuna. El fallo
de tutela debe ser el resultado de la valoración de todos los aspectos jurídicos
y fácticos además de garantizar la concurrencia de todas las personas
involucradas –activa o pasivamente- en la situación jurídica producto de la
controversia.

Procedencia respecto de cualquier autoridad pública 24

En la sentencia T-405 de 199625, al abordarse el punto sobre quiénes


constituyen autoridad pública se indicó que del texto del artículo 86 Superior
se desprende que la tutela tiene dos destinatarios como son la autoridad
pública de manera general y los particulares de forma excepcional,
entendiendo por autoridades públicas “todas aquellas personas que están
facultadas por la normatividad para ejercer poder de mando o decisión en
nombre del Estado y cuyas actuaciones obliguen y afecten a los particulares 1”.
De igual modo, de los antecedentes de la Asamblea Nacional Constituyente se
aprecia que se pretendió por algunos delegatarios circunscribir el concepto de
“autoridades públicas” al de “autoridades administrativas”, propuesta que fue
derrotada, tal como lo recordó esta Corte desde la sentencia T-006 de 199226.
Por ende, la mayoría de los delegatarios estuvo de acuerdo en que la acción

24
T-117 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández..
25
M.P. Alejandro Martínez Caballero.
1
Corte Constitucional. Sentencia T-501 de 21 de agosto de 1992. M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo.
26
M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. “En el seno de la Asamblea Nacional Constituyente fue negada reiteradamente la
propuesta que buscaba circunscribir la expresión "autoridades públicas", que aparece en el texto del artículo 86 de la
Constitución, de manera que sólo cobijara a las "autoridades administrativas". En el proyecto de articulado presentado por
la Comisión I a la Plenaria no se acogió la pretendida limitación del alcance del derecho de amparo o de la acción de tutela
a las autoridades administrativas (Proyecto No. 67, artículo 62 Misael Pastrana Borrero, Augusto Ramírez Ocampo, Carlos
Rodado Noriega, Hernando Yepes Alzate y Mariano Ospina Hernández. Gaceta Constitucional No. 23) y, por el contrario,
adoptó la fórmula amplia de incluir como sujeto pasivo de dicha acción a cualquier autoridad pública. Igualmente, en el
curso del segundo debate en Plenaria, se presentó una propuesta sustitutiva en el sentido de restringir a las acciones u
omisiones de las autoridades administrativas la interposición de la acción de tutela cuando éstas vulneren o amenacen
vulnerar los derechos fundamentales, la cual fue nuevamente derrotada al aprobarse definitivamente el actual artículo 86
de la Constitución Política. (Propuesta sustitutiva presentada por los honorables constituyentes Hernando Yepes Arcila,
Rodrigo Llorente Martínez, Carlos Rodado Noriega, Mariano Ospina Hernández y María Garcés Lloreda. Gacet a
Constitucional No. 142 p.18)”.
7
de tutela procede contra sentencias judiciales, como recientemente lo
reiteró esta Corporación en la sentencia C-590 de 200527.

Modalidades de procedencia 28

La acción de tutela vino a llenar los vacíos que presentaba el anterior sistema
jurídico, ante todo en aquellos eventos en los cuales las personas no
disponían de un medio de defensa judicial contra las conductas de las
autoridades públicas, y en ciertos casos de los particulares, que implicaban la
vulneración o amenaza de derechos fundamentales. De esta manera, el actual
sistema instituye los mecanismos necesarios para hacer efectiva la protección
de tales derechos, en aplicación del principio de respeto de la dignidad
humana y con el ánimo de lograr la efectividad de los derechos como uno de
los fines esenciales del Estado y de garantizar la primacía de los derechos
inalienables de la persona (C.P., arts. 1, 2 y 5).

Con tal finalidad, existen dos modalidades básicas de procedencia de la


acción de tutela: en primer lugar, cuando el afectado no disponga de otro
medio de defensa judicial, caso en el cual adquiere el carácter de mecanismo
subsidiario29 y el juez impartirá una orden de carácter definitivo; y, en segundo
lugar, cuando existiendo el medio de defensa judicial éste no es idóneo o
eficaz para evitar un perjuicio irremediable 30. En este evento, la orden judicial
se imparte con carácter transitorio, mientras se emite pronunciamiento por el
juez ordinario.31

Así las cosas, el juez de tutela deberá verificar, por principio, la efectiva
vulneración o amenaza del derecho fundamental de los accionantes, para
luego establecer si existe o no otro medio de defensa judicial ante el cual
pueda ventilarse el conflicto. Si no se dispone de medio de defensa judicial,
deberá darse curso a la acción de tutela. Por el contrario, si existe medio de
defensa judicial, deberá considerar, frente a las circunstancias del caso, su

27
M.P. Jaime Córdoba Triviño. “… si bien es cierto que algunos delegatarios a la Asamblea Nacional Constituyente
consideraban que la tutela no debía proceder contra sentencias judiciales, también lo es que la gran mayoría p articipó de
la idea de consagrar una acción que -como el amparo en España o el recurso de constitucionalidad en Alemania- pudiera
proceder contra las decisiones judiciales. En este sentido es importante recordar que la propuesta presentada por un
conjunto de delegatarios destinada a restringir en el sentido que se estudia el ámbito de protección de la acción de tutela,
resultó amplia y expresamente derrotada por la mayoría con el argumento, claramente expuesto en el debate, según el
cual impedir la tutela contra decisiones judiciales podría crear un ámbito de impunidad constitucional y reduciría la eficacia
de los derechos fundamentales a su simple consagración escrita 27.”
28 T-378 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
29 La Corte ha considerado que la tutela es un mecanismo subsidiario para la protección de los derechos fundamentales,

característica que se deduce de la procedencia de la acción cuando el afectado no dispone de medio de defensa judicial
para la protección de sus derechos fundamentales. En este sentido, el carácter subsidiario se comprende en cuanto la
tutela suple la inexistencia de medio ordinario de defensa judicial. Al respecto en la sentencia T-007 de 1992 se señaló
que: “... la acción de tutela no procede, según el artículo 86 de la Carta, cuando el presunto afectado disponga de otros
medios de defensa judicial. Allí radica precisamente la naturaleza subsidiaria de esa acción, la cual no es mecanismo
alternativo o sustitutivo de los procesos que, de conformidad con las reglas constitucionale s y legales, están a cargo de las
distintas jurisdicciones”.
30 Señala el artículo 86 de la Carta Política que la acción de tutela “procederá cuando el afectado no disponga de otro
medio de defensa judicial, salvo que aquélla se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable”.
Esta figura del perjuicio irremediable es tenida en cuenta en el Decreto 2591 de 1991, en donde se señala, art. 6º, que la
acción de tutela es improcedente “1. Cuando existan otros recursos o medios de defensa judiciales, salvo que aquella se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. La existencia de dichos medios será apreciada en
concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentre el solici tante”. El numeral 1 del
artículo 6º del Decreto 2591 de 1991 fue declarado exequible por esta Corporación en la sentencia C-018 de 1993.
31 La naturaleza particular de un conflicto sometido a consideración del juez de tutela puede admitir, excepcionalmente ,

que se imparta una orden definitiva aunque se disponga de un medio judicial de defensa. Esta circunstancia se presenta,
por ejemplo, cuando se imparte la orden de efectuar el pago de mesadas pensionales dejadas de cancelar al accionante
que, con tal omisión, ve vulnerado su derecho al mínimo vital.
8
eficacia para evitar la ocurrencia de un perjuicio irremediable, pues esta
condición será la que lo faculte como juez constitucional para decidir de
fondo en el asunto puesto a su conocimiento. Al respecto, la Corte ha
señalado que “para los efectos de establecer cuando cabe y cuando no la
instauración de una acción de tutela, el juez está obligado a examinar los
hechos que ante él se exponen, así como las pretensiones del actor, para
verificar sí, por sus características, el caso materia de estudio puede ser
resuelto en relación con los derechos fundamentales posiblemente afectados
o amenazados, y con la efectividad indispensable para su salvaguarda, por los
procedimientos judiciales ordinarios, o sí a la inversa, la falta de respuesta
eficiente de los medios respectivos, hace de la tutela la única posibilidad de
alcanzar en el caso concreto los objetivos constitucionales” 32.

Por consiguiente, para resolver acerca de la procedencia de la tutela habrá de


verificarse en cada caso la vulneración o amenaza de derechos
fundamentales involucrados. Si ello así acontece, se determinará luego la
inexistencia de un medio judicial de defensa al que pueda acudir el afectado o,
en caso contrario, se determinará su falta de idoneidad o eficacia para la
protección del derecho o para evitar la ocurrencia de un perjuicio irremediable.
Significa lo anterior que la existencia de un medio de defensa judicial ordinario
no genera, por sí, la improcedencia de la acción de tutela, pues la Carta
Política la admite en los casos excepcionales antes referidos.

Acción de tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio


irremediable33

La acción de tutela, según ha establecido en repetidas oportunidades esta


Corte, fue consagrada por el Constituyente como un mecanismo de naturaleza
subsidiaria para la protección de los derechos fundamentales, que no se
diseñó para desplazar a los jueces ordinarios del ejercicio de sus atribuciones
propias. Por este motivo, el artículo 86 de la Carta dispone que dicha acción
“sólo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial”.34 La jurisprudencia constitucional, por su parte, ha precisado que este
mandato se debe interpretar en el sentido de que los medios alternos de
defensa con que cuenta el interesado tienen que ser idóneos, esto es, aptos
para obtener la protección requerida, con la urgencia que sea del caso. 35 La
idoneidad de los medios de defensa se debe evaluar, por lo tanto, en el
contexto particular de cada caso individual, teniendo en cuenta las
circunstancias específicas que afectan al peticionario, para así determinar si
realmente existen alternativas eficaces de protección que hagan improcedente
la tutela.

No obstante lo anterior, el mismo Constituyente introdujo una excepción a


dicha regla, en el mismo artículo 86 Superior: a pesar de la existencia de otros
medios de defensa judicial, será procedente la acción de tutela cuando quiera
que “se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
32
Corte Constitucional. Sentencia T-001 de 1997.
33
T-907 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
34
En este sentido se pueden consultar, entre muchas otras, las sentencias T-600 de 2002, T-1198 de 2001, T-1157 de
2001, T-321 de 2000 y SU-250 de 1998.
35
Sentencia T-384 de 1998.
9
irremediable”. La jurisprudencia de esta Corte ha señalado que para 36

efectos de esta disposición, únicamente se considerará que un perjuicio es


irremediable cuando, de conformidad con las circunstancias del caso
particular, sea (a) cierto e inminente –esto es, que no se deba a meras
conjeturas o especulaciones, sino a una apreciación razonable de hechos
ciertos-, (b) grave, desde el punto de vista del bien o interés jurídico que
lesionaría, y de la importancia de dicho bien o interés para el afectado, y (c) de
urgente atención, en el sentido de que sea necesaria e inaplazable su
prevención o mitigación para evitar que se consume un daño antijurídico en
forma irreparable.37

Si bien los jueces de tutela deben ser estrictos en la aplicación de estos


requisitos, para efectos de respetar el carácter subsidiario del mecanismo
judicial en cuestión, existen casos en los que el análisis de procedibilidad de la
tutela en el caso concreto se debe efectuar en forma más amplia -esto es,
menos estricta-, dada la naturaleza de las personas que solicitan amparo para
sus derechos fundamentales: se trata de los casos en que estén de por medio
los derechos de cualquiera de los sujetos de especial protección
constitucional, tales como niños, mujeres cabeza de familia, ancianos,
miembros de minorías o personas en condiciones de extrema pobreza. En
tales situaciones, los jueces deben estudiar las características del perjuicio
irremediable arriba explicadas con un criterio de admisibilidad más amplio,
para así materializar, en el campo de la acción de tutela, la particular atención
y protección que el Constituyente otorgó a estas personas, dadas sus
condiciones de vulnerabilidad, debilidad o marginalidad. 38

La acción de tutela procede contra incidentes de desacato cuando en su


trámite puede evidenciarse una vía de hecho 39

En la Sentencia SU–1219 de 2001, la Corte precisaría que la acción de tutela


no procede contra sentencias de tutela, especialmente por las siguientes
razones:

“La Corte debe decidir si contra una sentencia de tutela procede una
nueva acción de tutela basada exclusivamente en el argumento de que al
concederla se incurrió en una vía de hecho porque la tutela era desde el
principio improcedente. Se observa cómo el cuestionamiento al fallo de
tutela versa sobre el juicio de procedencia de la acción como elemento
constitutivo e inescindible del fallo, sin que se cuestionen actuaciones del
juez de tutela diferentes a la sentencia misma. En consideración a lo
expresado anteriormente, la única alternativa para manifestar
inconformidad con la sentencia de tutela de segunda instancia
propiamente dicha que se encuentra en firme, es la intervención de la
parte interesada en el proceso de selección para revisión ante la Corte
Constitucional por las razones anteriormente expuestas.

36
Ver, entre muchas otras, las sentencias T-225 de 1993, T-253 de 1994 y T-142 de 1998.
37
Sentencia T-1316 de 2001.
38
Ver, a este respecto, las sentencias T-719 de 2003 y T-789 de 2003.
39 T-684 de 2004. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
10
En efecto, de la Constitución se concluye que no procede la acción de
tutela contra fallos de tutela

Además, de aceptarse que la tutela procede contra sentencias de tutela


ésta perdería su efectividad como mecanismo de acceso a la justicia para
amparar los derechos fundamentales. El derecho a acceder a la justicia
no comprende tan sólo la existencia formal de acciones y recursos sino
ante todo que las personas puedan obtener de los jueces una decisión
que resuelva las controversias jurídicas conforme a derecho. Si la acción
de tutela procediera contra fallos de tutela, siempre sería posible
postergar la resolución definitiva de la petición de amparo de los derechos
fundamentales, lo cual haría inocua ésta acción y vulneraría el derecho
constitucional a acceder a la justicia. La Corte Constitucional tiene la
misión institucional de impedir que ello ocurra porque lo que está en juego
no es nada menos que la efectividad de todos los derechos
constitucionales, la cual quedaría indefinidamente postergada hasta que
el vencido en un proceso de tutela decidiera no insistir en presentar otra
tutela contra el fallo que le fue adverso para buscar que su posición
coincida con la opinión de algún juez. En este evento, seguramente el
anteriormente triunfador iniciará la misma cadena de intentos hasta volver
a vencer.”40

Pero como es bien sabido, la acción de tutela y el incidente de desacato,


aunque establecen entre sí una estrecha relación, no pueden confundirse. Por
un lado, la tutela, de acuerdo a lo establecido en el artículo 86 superior, es una
acción cuya naturaleza consiste en posibilitar que en cualquier momento y
lugar, las personas reclamen ante los jueces, a través de un procedimiento
preferente y sumario, “la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos resulten vulnerados
o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública”. En
esa misma disposición, se determina igualmente que “La protección consistirá
en una orden para que aquel respecto de quien se solicita la tutela, actúe o se
abstenga de hacerlo. El fallo, que será de inmediato cumplimiento, podrá
impugnarse ante el juez competente y, en todo caso, éste lo remitirá a la Corte
Constitucional para su eventual revisión. Esta acción solo procederá cuando el
afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. En
ningún caso podrán transcurrir más de diez días entre la solicitud de tutela y
su resolución. La ley establecerá los casos en los que la acción de tutela
procede contra particulares encargados de la prestación de un servicio público
o cuya conducta afecte grave y directamente el interés colectivo, o respecto
de quienes el solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión.”

Como fue señalado en la sentencia T–188 de 2002, “la decisión de juez


constitucional, una vez verificados los supuestos fácticos y jurídicos que
conlleven la vulneración de uno o varios derechos fundamentales, no puede
ser otra que proferir una orden de naturaleza imperativa que restaure el

40Esta decisión ha sido reiterada, entre otras, en las siguientes sentencias: T – 623 de 2002, T – 354 de 2002, T – 192 de
2002, T – 1164 de 2003, T – 536 de 2003, T – 200 de 2003, T – 1164 de 2003, T – 1028 de 2003, T – 582 de 2004.
11
derecho violado en el caso específico. Esa orden proferida en sede
constitucional debe ser acatada en forma inmediata y total por su
destinatario, ya sea una autoridad pública, o un particular en los casos
contemplados en la ley. Si no se cumple, el orden constitucional continúa
quebrantado, con el agravante de que se pone en tela de juicio la eficacia de
las normas constitucionales que protegen los derechos fundamentales.”

Por el contrario, el incidente de desacato tiene como objeto, de acuerdo a lo


establecido en el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991, sancionar con arresto
hasta de seis meses, y multa de hasta 20 salarios mínimos mensuales a la
persona que incumpla una orden de un juez, proferida en una sentencia de
tutela. La figura del desacato, como fue precisado en la sentencia T–188 de
2002 citada, es entonces una medida que tiene un carácter coercitivo, para
“sancionar con arresto y multa, a quien desatienda las órdenes o resoluciones
judiciales que se han expedido para hacer efectivo la protección de derechos
fundamentales, a favor de quien o quienes han solicitado su amparo.”. Contra
la decisión del juez constitucional, de imponer las sanciones por estar
demostrada la existencia del desacato, procede la consulta ante el superior
jerárquico. Y contra esas decisiones, tal y como lo señaló la sentencia T–766
de 1998, no procede recurso alguno, pues la legislación no contempla esta
posibilidad. De igual forma, y a diferencia de lo que ocurre con las decisiones
de tutela, los incidentes de desacato no deben ser enviados a la Corte
Constitucional para su eventual revisión 41.

Por la naturaleza especial que tiene el incidente de desacato, la Corte ha


insistido en que en éste procedimiento, la autoridad judicial no puede volver
sobre los juicios o las valoraciones que hayan sido surtidas dentro de un
proceso de tutela, pues lo anterior implicaría “revivir un proceso concluido
afectando de esa manera la institución de la cosa juzgada”. Estas notables
diferencias entre la acción de tutela y el incidente de desacato, permiten
afirmar que los criterios señalados por la Sala Plena de ésta Corporación en la
sentencia SU–1219 de 2001 no son aplicables al caso en estudio. Por el
contrario, de acuerdo a como ha sido señalado en decisiones posteriores a la
decisión de unificación citada, como por ejemplo en la sentencia T-188 de
2002, la acción de tutela procede excepcionalmente contra las decisiones
tomadas en el curso de un incidente de desacato, si puede verificarse la
existencia de una vía de hecho 42.

Lo anterior, por cuanto es claro que por medio del incidente de desacato, las
autoridades judiciales toman decisiones que pueden vulnerar los mandatos
superiores. Así también lo señaló esta Corporación en la sentencia T–421 de
2003, en donde se dijo lo siguiente:

41 En el Auto A – 005 de 1994, la Corte señaló lo siguiente: “En ningún caso, proferida la decisión por parte del superior
jerárquico dentro del respectivo trámite incidental, bien en virtud de haberse formulado apelac ión o por la consulta hecha
por el juez que impuso la sanción, podrá remitirse el expediente, contentivo del proceso de imposición de sanción por
desacato, a la Corte Constitucional, para su revisión, por cuanto carece de competencia para ello. Como se in dicó
anteriormente, la competencia de la Corte Constitucional en materia de Acciones de Tutela radica únicamente en revisar
"eventualmente" los fallos de tutela proferidos por los jueces de la República -numeral 9o. del artículo 241 de la Carta
Política y artículos 31 a 34 del Decreto 2591 de 1.991-, y no en revisar la decisión proferida por un juez dentro de un
incidente por desacato. En ningún caso puede interpretarse el artículo 52 del Decreto 2591 de 1.991, en el sentido de que
esté facultada la Corte Constitucional para intervenir en el proceso incidental de imposición de sanciones por desacato a
una orden de un juez proferida dentro de un proceso de tutela.”
42 T -343 de 1998
12

“el incidente de desacato es un instrumento procesal para garantizar


plenamente el derecho constitucional a la administración de justicia del
accionante (art. 229 C.P.). No sólo se protege éste cuando se permite que
se acuda a la tutela, se reconozca la vulneración de los derechos
fundamentales en el fallo, y se establezca la respectiva orden para su
protección. Se necesita ir más allá y poner en marcha todas la medidas
procesales para que la materialización de la protección sea un hecho.

Al ser el incidente de desacato una providencia judicial en la cual se debe


respetar el debido proceso, también procede contra éste la tutela cuando
se evidencie la existencia de una vía de hecho. Esta Corporación ha
señalado que la vía de hecho, no corresponde a una simple irregularidad
procesal, sino que debe reunir en términos generales las siguientes
características: 1) Que se esté ante derechos fundamentales cuya
violación sea grave e inminente; 2) Debe surgir como una actuación
abiertamente contraria al ordenamiento jurídico; y 3) Que se manifieste
como una actuación caprichosa y arbitraria por parte del juez de
conocimiento” .

Uso indiscriminado e irresponsable de la acción de tutela.


Consecuencias43

Para la Corte es claro que la paulatina sustitución de los mecanismos


ordinarios de protección de derechos y de solución de controversias por el uso
indiscriminado e irresponsable de la acción de tutela entraña (i) que se
desfigure el papel institucional de la acción de tutela como mecanismo
subsidiario para la protección de los derechos fundamentales, (ii) que se
niegue el papel primordial que debe cumplir el juez ordinario en idéntica tarea,
como quiera que es sobre todo éste quien tiene el deber constitucional de
garantizar el principio de eficacia de los derechos fundamentales (artículo 2
Superior)44 y (iii) que se abran las puertas para desconocer el derecho al
debido proceso de las partes en contienda, mediante el desplazamiento de la
garantía reforzada en que consisten los procedimientos ordinarios ante la
subversión del juez natural (juez especializado) y la transformación de los
procesos ordinarios que son por regla general procesos de conocimiento (no
sumarios).

Ahora, esta situación se agrava si el juez constitucional no sólo se desprende


de la aplicación de las reglas procedimentales en materia de tutela, sino que
además se abroga, sin mayores miramientos, las competencias propias del
juez ordinario, del juez contencioso o de la administración, como cuando al
detectar una vulneración de derechos fundamentales con ocasión de
actuaciones judiciales su orden de amparo sustituye la competencia funcional
de la autoridad demandada y termina dictando una nueva sentencia, o cuando
en hipótesis similares, ante actuaciones administrativas declara la nulidad de
los actos administrativos y delimita el contenido de los que deberán en
consecuencia, ser adoptados por la entidad administrativa condenada.
43
T-514 de 2003.M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
44
Cfr. Sentencia T-249 de 2002.
13

Para la Corte este tipo de situaciones son abiertamente contrarias al


régimen jurídico de la acción de tutela, desconocen su naturaleza subsidiaria
para la protección de derechos fundamentales, desvirtúan su papel en el
complejo tejido de competencias y procedimientos del ordenamiento jurídico, y
paradójicamente, pueden llegar a propiciar el desconocimiento de los
derechos fundamentales de las partes en contienda.

Competencia del juez de tutela frente al cumplimiento de los dictámenes


proferidos por el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas 45

Las observaciones que profiera el Comité de Derechos Humanos deben


observarse y ejecutarse por el Estado parte de buena fe, y es del resorte del
juez constitucional pronunciarse sobre la existencia de una amenaza o
violación a los derechos fundamentales cuando las circunstancias que
subyacen a las recomendaciones internacionales ameriten su intervención.

45 T-385 de 2005. M.P. Rodrigo Escobar Gil.


14

ARTICULO 86 DE LA CONSTITUCION POLITICA

TODA PERSONA

En46 realidad la acción de tutela puede ser ejercida por personas naturales o
jurídicas. En efecto, el artículo 86 de la Constitución establece que toda
persona tendrá acción de tutela, así:

"Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario,
por sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales" (subrayas y negrillas fuera
del texto).

El artículo 10º del Decreto 2591 de 1991 establece:

"La acción de tutela podrá ser ejercida, en todo momento y lugar, por
cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos
fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de representante..."
(subrayas y negrillas fuera del texto).

En el derecho colombiano se distinguen dos tipos de personas, a saber: las


personas naturales y las personas jurídicas (artículo 73 del código civil).

a- Personas naturales: son absolutamente todos los seres humanos (artículo


74 del Código Civil).

b- Persona jurídica: el artículo 633 del Código Civil las define de la siguiente
manera:

"Se llama persona jurídica, una persona ficticia, capaz de ejercer


derechos y contraer obligaciones civiles, y de ser respetada judicial y
extra judicialmente".

Sobre la titularidad de las personas jurídicas respecto de la acción de tutela,


esta Sala considera que ellas son ciertamente titulares de la acción, como lo
dijo ya la Corte en Sentencia de tutela número T-411.1 Para los efectos
relacionados con la titularidad de la acción de tutela se debe entender que
existen derechos fundamentales que se predican exclusivamente de la
persona humana, como el derecho a la vida y la exclusión de la pena de
muerte (artículo 11); prohibición de desaparición forzada, torturas, tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes (artículo 12); el derecho a la
intimidad familiar (artículo 15); entre otros. Pero otros derechos ya no son
exclusivos de los individuos aisladamente considerados, sino también en
cuanto se encuentran insertos en grupos y organizaciones, cuya finalidad sea
específicamente la de defender determinados ámbitos de libertad o realizar los
46 T-441 de 1992. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
1 T-411 de la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional de fecha 17 de junio de 1992.
15
intereses comunes. Luego, las personas jurídicas poseen derechos
constitucionales fundamentales por dos vías: a- directamente: cuando las
personas jurídicas son titulares de derechos fundamentales no porque actúan
en sustitución de sus miembros, sino que lo son por sí mismas, siempre, claro
está, que esos derechos por su naturaleza sean ejercitables por ellas mismas.
b- indirectamente: cuando la esencialidad de la protección gira alrededor de la
tutela de los derechos constitucionales fundamentales de las personas
naturales asociadas. Esta tesis ha sido adoptada por el derecho comparado,
así: el artículo 162.1.b. de la Constitución española reconoce expresamente la
acción de amparo para personas naturales y jurídicas; y la Ley Fundamental
alemana, en su artículo 19.III., dispone lo mismo.

La47 Constitución ha conferido la acción de tutela a todas las personas, es


decir que no limita las posibilidades de acudir a ella por razones de
nacionalidad, sexo, edad, origen de raza o capacidades intelectuales, razón
por la cual es factible que la ejerzan los niños, los indígenas, los presos, los
campesinos, los analfabetas y en general todo individuo de la especie humana
que se halle dentro del territorio colombiano. Riñe, entonces, con la naturaleza
y los propósitos que la inspiran y también con la letra y el espíritu de la Carta,
toda exigencia que pretenda limitar o dificultar su uso, su trámite o su decisión
por fuera de las muy simples condiciones determinadas en las normas
pertinentes. Cuando 48 en el artículo 86 se hace alusión a "toda persona", no se
establece diferencia entre la persona natural o jurídica, nacional o extranjera y,
por tanto, legitima a todo titular de un derecho fundamental amenazado o
lesionado, para solicitar su restablecimiento ante los jueces de la República. A
su turno, el artículo 100 Superior, otorga a los extranjeros "los mismos
derechos civiles" que se conceden a los nacionales. Es claro que los
extranjeros son titulares de este mecanismo de defensa, en armonía con lo
dispuesto en el artículo 13 de la Carta, según el cual a nadie se le puede
discriminar por razón de su "origen nacional".

El49 amparo está al alcance de todas las “personas”, sin distinguir si son
naturales o jurídicas, y, como en el caso de las segundas debe tener lugar la
necesaria adaptación de los derechos constitucionales a su naturaleza y
actividades (no todo derecho de las personas naturales es aplicable a las
jurídicas), es al juez de tutela, en cada caso particular, a quien corresponde el
análisis sobre los derechos que se aducen como amenazados o vulnerados,
para conceder o negar la protección, según sus conclusiones. Es innegable,
sin embargo, como regla general, que derechos como el de la honra, el buen
nombre, la igualdad, el debido proceso, son perfectamente válidos respecto de
las personas jurídicas. No podría deducirse de la Constitución argumento
alguno para dejarlas desamparadas en lo que se refiere a ellos, pues en el
fondo, al protegerlas judicialmente, son protegidas las personas naturales que
las conforman o que dependen, directa o indirectamente, de ellas.

La persona jurídica como titular de derechos fundamentales 50

47 T-459 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


48 T-380 de 1998.
49 T-345 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
50
T-1189 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
16
51
La jurisprudencia de la Corte Constitucional ha reiterado que las
personas jurídicas son titulares de la acción de tutela, bien por vía directa,
cuando se trata de defender los derechos de esta clase de institución, o bien
por vía indirecta, cuando se procura proteger los derechos de las personas
naturales representadas por la persona jurídica que ejerce la acción prevista
en el artículo 86 superior.

Es decir, en determinadas circunstancias la persona jurídica puede agenciar


derechos fundamentales de personas naturales que se encuentran vinculadas
legalmente a ella, como ocurre en el caso de los empleados de un Hospital o
de las personas que se encuentran internas en él y, por ende, bajo la
protección médica e institucional del respectivo centro de rehabilitación. En
eventos como este, el representante legal del centro médico está legitimado
para ejercer la acción de tutela a nombre de los empleados o de las personas
hospitalizadas, más aún cuando mediante actos que implican violencia
resultan vulnerados los derechos fundamentales de las personas sometidas a
tratamientos científicos que imponen su permanencia en el lugar.

Corresponde al juez de tutela evaluar las condiciones dentro de las cuales la


persona jurídica está legitimada en la causa para representar a quienes son
víctimas de una agresión a sus derechos fundamentales. El vínculo entre una
y otros ha de ser de tal entidad, que el juzgador llegue al convencimiento de
que la actuación oportuna de la persona jurídica y la relación legal con sus
representados, constituyen la razón suficiente para reconocerla como
procuradora de los derechos fundamentales de las personas naturales
presuntamente agredidas.

Así mismo52 cabe recordar que como reiteradamente lo ha expuesto esta


Corporación, las personas jurídicas son titulares de derechos fundamentales 53
dentro de los que se cuenta el debido proceso y como elemento del mismo el
derecho de defensa que en su caso no resulta hipotético pues el ordenamiento
jurídico no solo prevé la posibilidad de que una persona jurídica y no sólo sus
gestores pueda verse involucrada en conductas ilícitas54 (art. 91, Ley 906
51 Cfr. Sentencia T-476 de 1992
52 C-030 de 2006. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
53 Pueden consultarse al respecto las sentencias: SU-1193 de 2000 M.P. Alfredo Beltrán Sierra; SU-182 de 1998. M.P.

Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández; T-201 de 1993. M.P. Hernando Herrera Vergara; T-300 de 2000. M.P José
Gregorio Hernández Galindo; T-238 de 1996. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa; T-200 de 2004 M.P. Clara Inés Vargas
Hernández, T-575 de 2002 y T1212 de 2004 M.P. Rodrigo Escobar Gil. En dicha jurisprudencia se ha reconocido que las
personas jurídicas son titulares de los derechos al debido proceso, a la igualdad, a la inviolabilidad de domicilio y de
correspondencia, a la libertad de asociación, a la inviolabilidad de los documentos y papeles privados, al acceso a la
administración de justicia, el derecho a la información, el habeas data y el derecho al buen nombre, entre otros.

54 Ver al respecto entre otras las sentencias C- 558/04 M.P: Clara Inés Vargas Hernández y C-320 de 1998 M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz en la que se señaló: “De la misma manera que el legislador en diversos órdenes parte de la premisa
según la cual las personas jurídicas voluntariamente se apartan de la ley y se exponen en consecuencia a tener que
soportar en razón de sus actos u omisiones ilícitas las respectivas imputaciones que son el presupuesto de posteriores
sanciones, puede el mismo órgano soberano en los supuestos que es tablezca y a propósito de conductas susceptibles de
llevarse a cabo por ellas, disponer que tales entes, al coordinar medios ilícitos con el fin de perseguir sus intereses,
autorizan al juez competente a dar por configurado el presupuesto para aplicar en s u caso la sanción penal prevista en la
ley.
(...)
La determinación de situaciones en las que la imputación penal se proyecte sobre la persona jurídica, no encuentra en la
Constitución Política barrera infranqueable; máxime si de lo que se trata es de avanzar en términos de justicia y de mejorar
los instrumentos de defensa colectiva. Es un asunto, por tanto, que se libra dentro del marco de la Carta a la libertad de
configuración normativa del legislador y, concretamente, a su política sancionatoria, la cual puede estimar necesario por lo
menos en ciertos supuestos trascender el ámbito sancionatorio donde reina exclusivamente la persona natural - muchas
veces ejecutora ciega de designios corporativos provenientes de sus centros hegemónicos -, para ocuparse directamente
17
2004) sino que en general la Corte ha hecho énfasis en que dentro de los
derechos fundamentales que sin duda son predicables de las personas
jurídicas se encuentra el debido proceso y el acceso a la administración de
justicia.

Al respecto ha señalado:

“Es incuestionable que dada su propia naturaleza, una persona jurídica no


puede solicitar, por ejemplo, la protección del derecho a la seguridad
social55. Pero también es indiscutible, que por la función que cumplen
estas, muchas veces se ven en la necesidad de acudir al aparato judicial
para resolver las controversias generadas en el ejercicio de sus
actividades. En estos casos, mal podría afirmarse que el acceso a la
administración de justicia o el debido proceso, son garantías
constitucionales fundamentales de las cuales no son titulares y que los
mecanismos diseñados para su protección resultan inoperantes en esos
precisos eventos.

Por tal razón, en la sentencia T – 924 de 2002 la Corte señaló que ‘El debido
proceso y el acceso a la justicia se atribuyen a las personas, naturales y
jurídicas, porque son derechos que se basan en la capacidad de obrar de
unas y otras, no en la naturaleza de su personalidad. Prueba de ello es que el
debido proceso se aplica a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas, y que el artículo 229 constitucional garantiza a toda persona
el acceso a la justicia.’

A renglón seguido, esta Corporación indicó también, que ‘Pretender excluir a


las personas jurídicas de la acción de tutela para restablecer su derecho a un
juicio justo, conforme a las leyes preexistentes, ante un tribunal competente y
con la plenitud de las formas previstas, sería tanto como establecer
presupuestos diferentes en el desenvolvimiento de la capacidad de obrar de
las personas naturales, según su actuación individual u colectiva,
desconociendo la protección que la Carta Política otorga al substrato humano
que comportan todas las actuaciones que proyectan al hombre como ser
social.”56

Se57 trata ni más ni menos de un medio de defensa que se encuentra al


alcance de todas las personas - nacionales o extranjeras, naturales o jurídicas
-, cuya esencia radica en la sumariedad, preferencia y efectividad para obtener
protección judicial frente a la vulneración o amenaza de sus derechos
fundamentales. Según lo dispone el artículo 86 de la Carta, la tutela puede ser
instaurada por cualquier persona que considere vulnerados o amenazados sus
derechos fundamentales, independientemente de si es ciudadano o no. De
manera que pueden interponerla los nacionales, los extranjeros, los que se

de los focos del poder que se refugian en la autonomía reconocida por la ley y en los medios que ésta pone a su disposición
para atentar de manera grave contra los más altos valores y bienes sociales.
De conformidad con lo expuesto, la imputación de responsabilidad penal a la persona jurídica en relación con los delitos a
que se ha hecho mención, no viola la Constitución Política”.
55 Este punto fue analizado por la Corte en la sentencia C-739 de 2002.
56 Sentencia T-200 de 2004 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
57 T-1020 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
18
58
encuentran privados de su libertad, los indígenas e inclusive los menores
de edad. No hay diferenciación por aspectos tales como raza, sexo o
condición social, lo que indica que todo ser humano que se halle en territorio
colombiano puede ejercer la acción, o, en el evento en que no se encuentre
allí, cuando la autoridad o particular con cuya acción u omisión se vulnera el
derecho fundamental se halle en Colombia.

La59 mera pluralidad de personas titulares de un mismo derecho personal, no


lo convierte, sin más, en un derecho colectivo que excluya la procedencia de la
acción de tutela.

La60 solicitud de tutela puede ser presentada por un número plural, sin que sea
indispensable que el juzgado ponga la nota de presentación de todos y cada
uno de los firmantes. No es justo exigir que cada solicitante presente por
separado su tutela, Y si esto llegare a ocurrir (identidad de peticiones,
fundamentos y persona contra quien se dirige la acción, pero diversidad de
solicitudes), es prudente que todos se tramiten bajo una misma cuerda, sin
necesidad de acudir a un incidente de acumulación de procesos, bien sea
porque se repartan a un mismo juzgado o porque llegando las solicitudes a un
sólo Despacho judicial este estime conveniente formar un sólo proceso. Lo
que no tiene sentido es perder el tiempo en trámites de acumulación porque
esto atenta contra los principios de economía, celeridad y eficacia. Además, el
ritual de los incidentes no es un principio general del proceso.

La61 acción de tutela es viable cuando la acción u omisión de la autoridad


pública o de un particular pueden afectar a un número plural de personas,
todas ellas identificadas o identificables en sus derechos fundamentales, con
independencia del número de éstas.

Siguiendo62 el texto del artículo 86 superior, la acción de tutela puede ser


ejercida directa o indirectamente por la persona afectada con la acción u
omisión de otro. Sin embargo, la jurisprudencia ha establecido las hipótesis
dentro de las cuales a pesar de tratarse de un grupo de personas, las mismas
pueden identificarse, es decir, ser determinadas a efectos de examinar si sus
derechos han sido conculcados. Ante situaciones como esta, la Corte
Constitucional ha expuesto:

"Ahora bien, la Sala considera conveniente realizar algunas precisiones


acerca del alcance de la acción de tutela contra particulares - y también
contra autoridades públicas- en los casos en que se afecte el interés
colectivo. Sea lo primero advertir que en algunos eventos la acción o la
omisión de un particular, así como la de una autoridad pública, puede
afectar a un número plural de personas, todas ellas identificadas o
identificables, en cuyo caso no se puede predicar una situación de
"interés colectivo" que amerite la protección jurídica mediante la figura de

58 Sobre el ejercicio de la acción de tutela por parte de los indígenas se ha pronunciado la Corte en múltiples
oportunidades, como por ejemplo en las sentencias T-380 del 13 de septiembre de 1993 y T-001 del 13 de enero de 1994.
59 T-320 de 1993. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
60 A.003 de 1994. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
61 T-287 de 1996. M.P. Julio César Ortiz Gutiérrez.
62
T-1189 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
19
las acciones populares de que trata el artículo 88 superior, sino que
se trata de una circunstancia que puede protegerse o remediarse
mediante instrumentos especiales como lo son las acciones consagradas
en la legislación colombiana, o la acción de tutela en los términos
definidos por el artículo 86 de la Carta Política. En consecuencia, cuando
se presentan los supuestos descritos, es posible tutelar los derechos
fundamentales de las personas, toda vez que se trata realmente de una
acumulación de acciones encaminadas a proteger a unos individuos
determinados. Tal es el caso, por ejemplo, de la contaminación de la
comida en una escuela, o de la deficiente prestación del servicio público
de acueducto en un conjunto residencial de una ciudad. En estas
situaciones, si bien una pluralidad de personas se encuentran afectadas,
todas ellas son identificables e individualizables y, por ende, cada una
puede reclamar ante los jueces el amparo de sus derechos, amenazados
o vulnerados; en caso de no hacerlo, surge también la vía de la acción de
clase mediante la cual esas personas pueden reclamar por un daño que
se les haya ocasionado "sin perjuicio de las correspondientes acciones
particulares" (Art. 88 C.P.). Sentencia T-028 de 1994.

TENDRA ACCION DE TUTELA

La63 acción de tutela como tal tiene el carácter de derecho fundamental toda
vez que es el instrumento concebido por el Constituyente para garantizar la
protección de los restantes derechos fundamentales que sin él perderían
buena parte de su eficacia y arriesgarían esfumarse. El contenido y contornos
esenciales de los derechos fundamentales y de sus garantías y mecanismos
básicos de protección, se establecen y perfilan en la misma Constitución y ello
evita que las leyes los relativicen; vale decir, los derechos y sus garantías son
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador.

Tampoco64 debe olvidarse que conforme a los tratados internacionales de


derechos humanos que hacen parte del bloque de constitucionalidad estricto
sensu, como la Declaración Universal de Derechos Humanos 65, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos 66 y la Convención Americana de
Derechos Humanos67, la acción de tutela constituye per se un derecho
fundamental, por lo que la negativa a darle trámite por parte de los máximos
órganos de la jurisdicción ordinaria y contencioso administrativa, implica a su
vez la violación de un derecho fundamental, como lo es gozar de un recurso
judicial efectivo para la garantía de los demás derechos fundamentales68.

63 C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.


64 T-117 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
65 Art. 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare

contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
66 Art. 2. 3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona cuyos

derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo, aun
cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales.
67 Art. 25. Artículo 25. Protección Judicial. 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro

recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
68 Véase la sentencia C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
20
Además, la resolución de las acciones de tutela debe darse generalmente
a través de fallos judiciales en los cuales habrá de resolverse sobre la
concesión, negación o improcedencia de la acción, por lo que cualquier otro
tipo de decisión no resulta en principio conforme al mandato constitucional del
artículo 86 y desconoce el deber constitucional de administrar justicia 69.

PARA RECLAMAR ANTE LOS JUECES

En70 diferentes sentencias la Corte Constitucional ha dejado expuesto su


criterio en el sentido de que el conocimiento de las acciones de tutela
corresponde a todos los jueces de la República, con observancia del principio
de la doble instancia, y que éstos integran una particular jurisdicción
constitucional desde el punto de vista material, sin que ello implique
suspensión o ruptura de su relación con la jurisdicción a la cual cada uno de
ellos están orgánica y funcionalmente vinculados de manera originaria, pues la
intención del Constituyente no fue la de establecer una nueva estructura
burocrática como soporte material y jurídico de la jurisdicción constitucional
instituida para la defensa de los derechos constitucionales fundamentales,
sino aprovechar la infraestructura judicial existente.

En relación con la aplicabilidad del Decreto 1382 de 2000, la Corte ha


señalado71 que en el sistema jurídico colombiano existen varios órganos de
cierre que fijan la interpretación última en cada una de las áreas del derecho
que les han sido encomendadas según la distribución de competencias
efectuada por la propia Constitución (artículos 234, 237 y 241 de la C.P.). Para
establecer si un tema ha sido decidido de manera definitiva es preciso tener
en cuenta cuatro elementos: (i) la vía judicial que se emplea, (ii) el objeto de la
controversia que se analiza72 (iii) el órgano que profiere la decisión y (iv) la
normatividad a partir de la cual se estudia el caso. En el presente caso se trata
de un conjunto de acciones de nulidad, algunas por ilegalidad y otras por
inconstitucionalidad73 que versan sobre la competencia del Presidente para
expedir un decreto reglamentario regulando la materia mencionada y
decididas por una Sección, la Primera de la Sala Contencioso Administrativa
del Consejo de Estado. Ante las circunstancias descritas, la Corte
Constitucional decide acatar la decisión de la Sección Primera de la Sala de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, tanto por las
consideraciones expuestas como para salvaguardar el principio de la
seguridad jurídica y proteger los derechos fundamentales de las personas
involucradas en el caso, que son quienes realmente se ven perjudicadas
cuando sus procesos se dilatan en razón a los ahora aparentes conflictos de
competencia. Además, es pertinente subrayar la necesidad de hacer cesar la
afectación del derecho al acceso oportuno a la administración de justicia y de
garantizar la celeridad y la eficacia de los procedimientos de tutela. Lo que

69 Consúltese a este efecto la sentencia T-272 de 2005. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
70 T-424 de 1995. M.P. Antonio Barrera Carbonell.
71 Auto 298 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
72 La Corte Constitucional ya ha hecho referencia a la posibilidad de que un decreto reglamentario viole de manera directa

la Constitución, pues la ley no actúa como una “pantalla” que impida una confrontación directa entre aq uél y la Carta
Política. Al respecto ver la sentencia C-1290 de 2001.
73 La Sección Primera no se pronunció específicamente sobre algunos de los cargos de inconstitucionalidad presentados

contra el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, como lo anotaron quienes salvaron el voto.
21
procede entonces es aplicar el decreto reglamentario citado, mientras no
se profiera una providencia que decida lo contrario, a partir de un análisis
principalmente constitucional o del estudio de súplicas diferentes a las dene-
gadas por la Sección Primera del Consejo de Estado en la sentencia citada.

Conflictos de competencia en tutela 74. En pronunciamientos anteriores, esta


Corporación estableció que no está dentro de sus atribuciones resolver
conflictos de competencia entre jueces de la misma jurisdicción que cuenten
con un superior jerárquico común. 75 Si bien no existe norma que lo disponga
de manera expresa, los conflictos que se susciten en materia de tutela, deben
ser resueltos por el superior jerárquico común de los jueces o tribunales entre
los cuales se presente la colisión. Sólo en caso de no existir superior
jerárquico común, la Corte Constitucional tiene la competencia para conocer
de tal diferencia.76 A pesar de que la Corte ha reconocido reiteradamente que
su competencia es residual y que cuando los jueces en conflicto tengan un
superior jerárquico común que pueda conocer del conflicto no le corresponde
a esta Corporación hacerlo también ha señalado que “(…) en virtud de los
principios de celeridad y sumariedad en el procedimiento de tutela, y del
derecho al acceso oportuno a la administración de justicia, la Corte ha llegado
a asumir de manera directa el conocimiento de conflictos de competencia
teniendo en cuenta el objetivo de garantizar la mejor protección de los
derechos fundamentales.” 77 Ha dicho la Corporación:

“No puede olvidar esta Corte, y este ha sido su criterio, que la resolución
de los conflictos de competencia debe atender dos principios básicos que
orientan la protección de los derechos fundamentales, como objetivo
primordial de la Constitución de 1991 y de la consagración de la acción
de tutela. Estos principios son, en primer lugar, la eficacia de los derechos
fundamentales (art. 2 C.P.), para lo cual es necesario –las más de las
veces- atender al postulado de prevalencia del derecho substancial sobre
el procedimental; y en segundo lugar, la sumariedad, celeridad e
informalidad del procedimiento de tutela (art. 86 C.P.), entendidos como
condición necesaria para la protección real y oportuna de este tipo
especial de derechos constitucionales.

La Corte no puede ser permisiva con la dilación de los términos ni con la


renuencia de las autoridades a asumir de manera definitiva el
conocimiento de las solicitudes de tutela. En este sentido, la Sala
considera que remitir a la Corte Suprema las presentes diligencias para
que ella resuelva el conflicto de competencia, agravaría aun más la
situación de la peticionaria, quien por demás, no tiene por que sufrir la
mora que aparejan los problemas de interpretación de las normas de

74 Auto 070 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.


75 Ver auto A-044/98, (En esta ocasión la Corte se abstuvo de dirimir un conflicto de competencia entre el Juzgados 25
Civil del Circuito de Bogotá y 5 Civil del Circuito de Neiva y remitió el conflicto a la Corte Suprema de Justicia, Sala de
Casación Civil para su solución).
76 Ver auto del 14 de marzo de 2001 ICC-147.
77 Auto 001 de 20 de enero de 2004. En este caso, la Corte conoció de un conflicto de competencias entre los Consejo s

Seccionales de Cundinamarca y Atlántico, en razón a qué ambos consideraban que el competente era el Consejo
Seccional de la otra localidad. Por las razones expuestas, la Corte resolvió “remitir, el expediente de tutela al Consejo
Seccional de la Judicatura del Atlántico, Sala Disciplinaria, para que adelante la correspondiente actuación judicial”.
22
competencia para conocer de la acción de tutela.” 78

Dado el tiempo transcurrido desde la interposición de la tutela hasta la fecha


en que esta Corporación conoce del conflicto de competencia, la Sala
considera necesario entrar a resolver de manera directa la presente colisión. 79
La Constitución reconoce a toda persona el derecho político fundamental de
interponer “ante los jueces, en todo momento y lugar, mediante un
procedimiento preferente y sumario”, acción de tutela para “la protección
inmediata de sus derechos fundamentales, cuando quiera que estos resulten
vulnerados o amenazados” (art.86, CP). En el artículo 37 del Decreto 2591 de
1991 se establece que, en primera instancia “son competentes para conocer
de la acción de tutela, a prevención, los jueces o tribunales con jurisdicción en
el lugar donde ocurriere la violación o la amenaza que motivaren la
presentación de la solicitud.” Las normas del procedimiento de acción de tutela
son las herramientas con que cuentan las personas para hacer efectiva la
protección sus derechos fundamentales, en modo alguno pueden entenderse
como obstáculos para lograrla.

EN TODO MOMENTO Y LUGAR

La80 posibilidad de interponer la acción de tutela en cualquier tiempo significa


que no tiene término de caducidad. La consecuencia de ello es que el juez no
puede rechazarla con fundamento en el paso del tiempo y tiene la obligación
de entrar a estudiar el asunto de fondo. Teniendo en cuenta el sentido de
proporcionalidad entre medios y fines, la inexistencia de un término de
caducidad no puede significar que la acción de tutela no deba interponerse
dentro de un plazo razonable. La razonabilidad de este plazo está determinada
por la finalidad misma de la tutela, que debe ser ponderada en cada caso
concreto. De acuerdo con los hechos, el juez está encargado de establecer si
la tutela se interpuso dentro de un tiempo prudencial y adecuado, de tal modo
que no se vulneren derechos de terceros. Si bien el término para interponer la
acción de tutela no es susceptible de establecerse de antemano de manera
afirmativa, el juez está en la obligación de verificar cuándo ésta no se ha
interpuesto de manera razonable, impidiendo que se convierta en factor de
inseguridad, que de alguna forma afecte los derechos fundamentales de
terceros, o que desnaturalice la acción. Si el elemento de la inmediatez es
consustancial a la protección que la acción brinda a los derechos de los
ciudadanos, ello implica que debe ejercerse de conformidad con tal
naturaleza. Esta condiciona su ejercicio a través de un deber correlativo: la
interposición oportuna y justa de la acción.

78 Ver ICC-720 del 30 de septiembre de 2003, en el cual esta Corporación conoció de manera directa un conflicto de
competencia entre las salas Civil-Familia y Penal del Tribunal Superior de Buga, a pesar de que la Corte Suprema de
Justicia era la entidad que, en principio, debía resolverlo, toda vez que habían transcurrido más de tres meses desde la
interposición de la tutela sin que esta pudiera haber sido resuelta en virtud de la colisión. Ver también ICC-711, en el cual
la Corte asumió conocimiento del conflicto entre el Juzgado 26 Penal del Circuito de Bogotá y el Tribunal Superior de
Bogotá -Sala Penal- a pesar de que, en virtud de la competencia residual de esta Corporación debería conocer la Corte
Suprema de Justicia. Para el momento de la resolución del conflicto de competencia ya habían transcurrido más de 6
meses desde la interposición de la tutela.
79 Igual decisión adoptó la Corte Constitucional en el Auto 001 de 2004.
80 SU.961 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
23
Si la inactividad del accionante para ejercer las acciones ordinarias,
cuando éstas proveen una protección eficaz, impide que se conceda la
acción de tutela, del mismo modo, es necesario aceptar que la inactividad para
interponer esta última acción durante un término prudencial, debe llevar a que
no se conceda. En el caso en que sea la tutela y no otro medio de defensa el
que se ha dejado de interponer a tiempo, también es aplicable el principio
establecido en la Sentencia (C-543/92), según el cual la falta de ejercicio
oportuno de los medios que la ley ofrece para el reconocimiento de sus
derechos no puede alegarse para beneficio propio, máxime en los casos en
que existen derechos de terceros involucrados en la decisión. La razonabilidad
en la interposición de la acción de tutela está determinada, tanto en su
aspecto positivo, como en el negativo, por la proporcionalidad entre medios y
fines. El juez debe ponderar una serie de factores con el objeto de establecer
si la acción de tutela es el medio idóneo para lograr los fines que se pretenden
y así determinar si es viable o no. Dentro de los aspectos que debe
considerarse, está el que el ejercicio inoportuno de la acción implique una
eventual violación de los derechos de terceros. Para hacerlo, el juez debe
constatar: 1) si existe un motivo válido para la inactividad de los accionantes;
2) si esta inactividad injustificada vulnera el núcleo esencial de los derechos
de terceros afectados con la decisión y 3) si existe un nexo causal entre el
ejercicio inoportuno de la acción y la vulneración de los derechos de los
interesados.

La81 Corte ha señalado que la presentación de la acción de tutela debe


realizarse dentro de un término razonable que permita la protección inmediata
del derecho fundamental a que se refiere el art. 86 de la C.N., pudiendo
resultar improcedente la acción por la inobservancia del principio de la
inmediatez que debe caracterizar su ejercicio, haciendo que este mecanismo
no sea ya el más expedito para proteger los derechos fundamentales que se
consideran vulnerados con la acción u omisión de la autoridad pública.

El82 presupuesto de la inmediatez constituye un requisito de procedibilidad de


la tutela. De acuerdo con éste, la acción debe ser interpuesta dentro de un
plazo razonable, oportuno y justo 83. Esta condición está contemplada en el
artículo 86 de la Carta Política como una de las características de la tutela,
cuyo objeto es precisamente la protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales de toda persona, cuando quiera que éstos
resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública o de los particulares en los casos que establezca la ley. En
una decisión más reciente se retomó el tema en los siguientes términos:

“(...) tal y como lo ha expuesto de forma reiterada esta Corporación, la


procedibilidad de la acción de tutela exige su interposición dentro de un
plazo razonable, oportuno y justo, de tal manera que la acción no se
convierta en un factor de inseguridad jurídica, premiando con ello la
inactividad de los interesados en el ejercicio oportuno de los recursos, la
negligencia y la desidia. Ciertamente, si con la acción de tutela se busca

81 T-657 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.


82
T-635 de 2004. M.P. Jaime Araujo Rentería.
83
Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-575/02
24
la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que estos resulten violados o
amenazados por la acción u omisión de las autoridades públicas, es
imprescindible que su ejercicio tenga lugar dentro del marco de
ocurrencia de la amenaza o violación de los derechos. Una percepción
contraria a esta interpretación, desvirtúa el alcance jurídico dado por el
Constituyente a la acción de tutela y deja sin efecto el objetivo de
garantizar por esa vía judicial la protección actual, inmediata y efectiva de
tales derechos”84.

Así pues, es inherente a la acción de tutela la protección actual, inmediata y


efectiva de aquellos derechos. Con tal exigencia se pretende evitar que este
mecanismo de defensa judicial se emplee como herramienta que premia la
desidia, negligencia o indiferencia de los actores, o se convierta en un factor
de inseguridad jurídica.

MEDIANTE UN PROCEDIMIENTO PREFERENTE Y SUMARIO

La85 obligación de dar trámite urgente a las acciones de tutela no cobija tan
solo a los jueces, quienes gozan del perentorio término en referencia para
proferir el fallo, sino que se extiende a los funcionarios y organismos
administrativos que por cualquier razón deban intermediar en la tramitación de
la demanda o en la práctica de las pruebas ordenadas por el juez, ya que el
objetivo de la normativa constitucional, es la protección inmediata y eficaz de
los derechos mediante un procedimiento preferente y sumario. Como ya lo ha
expresado la Corte86, este término no admite excepciones, pues de lo que se
trata es de asegurar la inmediata protección del derecho violado o
amenazado, razón por la cual el mismo precepto superior habla de un
procedimiento preferente y sumario, a la vez que el artículo 15 del Decreto
2591 de 1991 ordena que su trámite se surta con prelación, para lo cual se
pospondrá cualquier otro asunto, salvo el de Habeas Corpus, añadiendo que
los plazos son perentorios e improrrogables.

La87 Constitución Política en su artículo 86 creó la acción de tutela como un


mecanismo preferente y sumario de protección y defensa de los derechos
fundamentales. Sin embargo, la condición de preferente y sumario no significa
que el juez de conocimiento en pro de la efectividad y rapidez del fallo se
abstenga de desplegar todas las medidas necesarias –jurídicamente posibles-
para conjurar la vulneración de los derechos fundamentales, como tampoco,
significa que el fallador deba producir todo tipo de órdenes sin fundamento
jurídico en aras de absolver afirmativamente las pretensiones de los
accionantes. El fallo de tutela debe ser el resultado de la valoración de todos
los aspectos jurídicos y fácticos además de garantizar la concurrencia de
todas las personas involucradas –activa o pasivamente- en la situación jurídica
producto de la controversia. La condición preferente y sumaria de la acción de
tutela significa, en especial, que el juez de conocimiento debe emplearse a
84 Corte Constitucional. Sentencia T-575-02.
85 T-459 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
86 Cfr. Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 3. Sentencias de abril 3 y mayo 6 de 1992.
87 Auto 033 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
25
fondo en la identificación de la totalidad de los aspectos que componen la
litis, para que el fallo sea realmente una garantía efectiva de los derechos
fundamentales y producto de una actuación ágil y oportuna.

De88 conformidad con lo previsto en el Art. 86 de la Constitución, el


procedimiento de tutela es preferente y sumario, para la protección inmediata
de los derechos constitucionales fundamentales, cuando éstos resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad
pública, o de los particulares en los casos contemplados en la misma
disposición. Se trata de un procedimiento constitucional (no civil), especial, de
rango superior, para la protección de los máximos valores constitucionales y
con reglas de interpretación y aplicación diversas de los procedimientos
comunes u ordinarios. Ello implica que las decisiones que se profieran en
dicho procedimiento no pueden estar sometidas a los mismos trámites
señalados por el legislador para el ejercicio de la funciones judiciales
ordinarias y, por tanto, no es admisible que en todas las situaciones para las
cuales no existe norma expresa en la regulación de la jurisdicción
constitucional (Decretos 2067 de 1991 y 2591 de 1991) se apliquen por
analogía aquellas disposiciones, concretamente las del Código de
Procedimiento Civil.

POR SI MISMA O POR QUIEN ACTUE A SU NOMBRE

Según89 el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, la acción de tutela podrá ser
ejercida por cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus
derechos fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de
representante. En este último caso es posible otorgar poder, el cual se
presumirá auténtico al tenor de la misma norma. Ya la Corte ha destacado
que, pese a la informalidad de la tutela, si se acude a un apoderado, éste, en
cuanto representa judicialmente a la persona, debe acreditar que cumple los
requisitos legales para hacerlo según el Decreto 196 de 1971, sobre el
ejercicio de la profesión de abogado (Cfr. Sentencia T-550 de 1993).

No acontece lo mismo con quien actúa oficiosamente, agenciando derechos


ajenos, pues en los términos del enunciado artículo 10, esto es factible hacerlo
cuando el titular de aquellos no se halle en condiciones de promover su propia
defensa; desde luego el agente oficioso pondrá de presente tal circunstancia
en la solicitud. En la aludida hipótesis no se está ante la representación judicial
propia del abogado sino que se trata de la intervención oportuna de quien,
conociendo los hechos, actúa en búsqueda de la justicia material que debe
administrarse de manera inmediata para evitar que se cause o prosiga la
violación de un derecho fundamental. Para 90 la procedencia de la agencia
oficiosa es indispensable no sólo que el agente oficioso afirme actuar como
tal, sino que además demuestre que el titular del derecho amenazado o
vulnerado se encuentra en imposibilidad de promover su propia defensa, bien
sea por circunstancias físicas, como la enfermedad, o por razones síquicas

88 Auto 014 de 2004. M.P. Rodrigo Escobar Gil.


89 T-293 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
90 T-414 de 1999.
26
que pudieren haber afectado su estado mental, o en presencia de un
estado de indefensión que le impida acudir a la justicia. En todo caso, con
base en lo dispuesto por el inciso 2o. del artículo 10 del Decreto 2591 de
1991, cuando tal circunstancia ocurra, deberá esta manifestarse en la
respectiva solicitud. Igualmente, en la Sentencia T-555 de 1996, se expresó
acerca de esta institución, lo siguiente: “En suma, si del escrito mediante el
cual el agente oficioso demanda el amparo constitucional de los derechos de
su agenciado no surge, de manera clara y expresa, que éste último se
encuentra en absoluta imposibilidad de defender sus derechos por sí mismo,
la acción de tutela deberá ser rechazada de plano, sin que al juez le esté
autorizado entrar a estudiar ninguna de las cuestiones de fondo que se han
sometido a su conocimiento”.

En91 el agenciamiento de derechos ajenos, debe estar debidamente


demostrado que realmente el interesado no está en condiciones de asumir la
defensa de sus propios derechos. Esta exigencia no es resultado de un
capricho del legislador, ni corresponde a una mera formalidad, encaminada a
obstaculizar el acceso a la administración de justicia, especialmente cuando
se trata de la defensa de un derecho fundamental. No. Esta exigencia es
desarrollo estricto de la Constitución sobre el respeto a la autonomía personal
(art. 16). Una de las manifestaciones de esta autonomía se refleja en que las
personas, por sí mismas, decidan si hacen uso o no, y en qué momento, de
las herramientas que la Constitución y la ley ponen a su alcance, para la
protección de sus derechos en general, trátese de los fundamentales o de los
simplemente legales. Esta concepción está ligada, también, al reconocimiento
integral de la dignidad humana. Es decir, que a pesar de la informalidad que
reviste la presentación de la acción de tutela, tal informalidad no puede lle gar
hasta el desconocimiento de lo que realmente desea la persona interesada.
Pues, a pesar de las buenas intenciones del tercero, sus propósitos pueden no
ser los mismos que los del interesado. El interesado puede no querer, por
ejemplo, que personas distintas a su médico personal la ausculte, o que un
juez conozca detalles de su enfermedad, que quiere que permanezcan dentro
de su ámbito privado.

Para92 la procedencia de la agencia oficiosa es indispensable (i.) no sólo que


el agente afirme actuar como tal, sino que además (ii.) demuestre que el titular
del derecho amenazado o vulnerado se encuentra en imposibilidad de
promover su propia defensa, "bien sea por circunstancias físicas, como la
enfermedad, o por razones síquicas que pudieren haber afectado su estado
mental, o en presencia de un estado de indefensión que le impida acudir a la
justicia". Sin embargo, la exigencia de estos requisitos no puede interpretarse
formalmente, es decir, su cumplimiento no está supeditado a la existencia,
dentro de la petición de tutela, de frases sacramentales o declaraciones
expresas que den cuenta de la agencia oficiosa, pues bien puede ocurrir que
las circunstancias que impiden que una persona actúe a nombre propio,
justificando la intervención oficiosa de otro, sean hechos que se desprenden
naturalmente de la narración hecha por el petente, cuya veracidad y alcance
deben ser valorados por el juez, pudiendo, incluso, desplegar sus atribuciones

91 T-503 de 1998. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.


92 T-452/01. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
27
en materia probatoria para establecer la certeza de las afirmaciones
hechas. El juez de tutela, en ejercicio de sus funciones como garante y
guardián de los derechos fundamentales y la Constitución, puede declarar
procedente la agencia oficiosa en aquellos eventos en los que partiendo de los
hechos y circunstancias que definen cada caso, constata que (1.) el actor en el
proceso de amparo actúa a nombre de otra persona y (2.) de la exposición de
los hechos resulta evidente que el agenciado se encuentra imposibilitado para
interponer la acción por su propia cuenta. Ciertamente, la agencia oficiosa
tácita, será procedente en la medida en que el representado no se vea
perjudicado o corra riesgo alguno por el ejercicio del acto de representación, y
siempre que exista un respaldo fáctico del cual se pueda deducir -no
simplemente presumir-, que se está realizando un acto a favor de otro.

La93 satisfacción de los presupuestos legales o de los elementos normativos


de alguna de estas cuatro posibilidades, permiten la configuración de la
legitimación en la causa por activa en los procesos de tutela. En este orden
de ideas la Sala pasará a señalar las referidas posibilidades: (i) la del ejercicio
directo de la acción. (ii) La de su ejercicio por medio de representantes legales
(caso de los menores de edad, los incapaces absolutos, los interdictos y las
personas jurídicas). (iii) La de su ejercicio por medio de apoderado judicial
(caso en el cual el apoderado debe ostentar la condición de abogado titulado y
al escrito de acción se debe anexar el poder especial para el caso o en su
defecto el poder general respectivo). Y (iv) la del ejercicio por medio de agente
oficioso.

Elementos normativos que caracterizan la agencia oficiosa como forma de


configurar la legitimación activa en los procesos de tutela. Al ser entonces la
agencia oficiosa una de las posibilidades para la promoción de la acción de
tutela y considerando que una vez reunidos sus requisitos o elementos
normativos se configura la legitimación en la causa por activa en los proceso
de tutela, la Sala procederá a realizar un breve análisis jurisprudencial de las
características de la agencia oficiosa en los procesos de tutela, para lo cual
abordará los siguientes temas en la materia: (i) Fundamento de validez de la
agencia oficiosa. (ii) Elementos normativos de la agencia oficiosa. (iii) Ef ectos
de la reunión de los requisitos. (iv) Autonomía de la agencia oficiosa. Y (v)
Propósito constitucional de la agencia oficiosa.

Fundamento de validez de la agencia oficiosa. El fundamento de validez de la


norma de permisión consistente en la potestad en cabeza de personas
indeterminadas para promover acción de tutela en favor de terceros se
encuentra en el enunciado normativo del segundo inciso del artículo 10 94 del
decreto 2591 de 1991 en el cual el legislador delegado previó que se podían
agenciar derechos ajenos “cuando el titular de los mismos no esté en
condiciones de promover su propia defensa.” Para la Sala la validez de esta
norma de permisión se ve reforzada con tres principios constitucionales: el
principio de eficacia de los derechos fundamentales95, que como mandato
93 T-531 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
94 Artículo 10, decreto 2591 de 1991, Legitimidad e interés. Segundo inciso: (...) “También se pueden agenciar derechos
ajenos cuando el titular de los mismos no esté en condiciones de promover su propia defensa. Cuando tal circunstancia
ocurra, deberá manifestarse en la solicitud.”
95 Este principio es encuentra consagrado en el artículo 2 de la Constitución, sobre el enunciado del mismo, se pronunció

la Corte en sentencia T-011 de 1993 y afirmó que “Cuando la Constitución colombiana habla de la efectividad de los
28
vinculante tanto para las autoridades públicas como para los particulares,
impone la ampliación de los mecanismos institucionales para la realización
efectiva de los contenidos propios de los derechos fundamentales. El principio
de prevalencia del derecho sustancial sobre las formas 96 el cual en estrecha
relación con el anterior está dirigido a evitar que por circunstancias artificiales
propias del diseño de los procedimientos se impida la protección efectiva de
los derechos. Y el principio de solidaridad 97 que impone a los miembros de la
sociedad colombiana velar por la defensa no sólo de los derechos
fundamentales propios, sino también por la defensa de los derechos ajenos
cuando sus titulares se encuentran en imposibilidad de promover su defensa.

Elementos normativos de la agencia oficiosa. Los elementos normativos de la


agencia oficiosa están señalados expresamente en el Decreto 2591 de 1991 y
de manera implícita en la Constitución y en los decretos reglamentarios de la
acción tutela. La Sala los sintetiza de la siguiente manera: (i) La
manifestación98 del agente oficioso en el sentido de actuar como tal. (ii) La
circunstancia real, que se desprenda del escrito de tutela ya por figurar
expresamente o porque del contenido se pueda inferir99, consistente en que el

derechos (art., 2 C.P.) se refiere al concepto de eficacia en sentido estricto, esto es, al hecho de que las normas
determinen la conducta ciudadana por ellas prescrita y , además logren la realización de sus objetivos, es decir realicen
sus contenidos materiales y su sentido axiológico.”
96 En la Sentencia T-603 de 1992 la posibilidad del agenciamiento de derechos ajenos en materia de tutela constituye

desarrollo “lógico” del principio de prevalencia de los aspectos sustantivos sobre los aspectos formales. Así también en
sentencias T-044 de 1996 en la cual la Corte afirmó que con la agencia oficiosa “Se trata una vez más de asegurar la
vigencia efectiva de los derechos por encima de formalidades externas, en una manifestación de la prevalencia del
derecho sustancial...”
97 En la sentencia T-029 de 1993 la Corte se pronuncia sobre la acción de tutela interpuesta por dos personas a favor de

un tercero que se encontraba en estado de indigencia, con el fin de lograr la protección del derecho a la igualdad y a la
vida en condiciones dignas, a pesar de que en este caso se niega la tutela, la Corte acepta el agenciamiento de derechos
debido al “estado de postración e indigencia” y a las “especiales condiciones mentales” en que se encontraba el agenciado
lo que le representaba encontrarse imposibilitado para velar por la protección de sus derechos fundamentales. Y
seguidamente afirma que “tal protección debería proveerse cuando la soliciten personas que actúan en desarrollo del
principio de solidaridad previsto en el artículo 1 de la Constitución.” Igual mente en la sentencia T-422 de 1993 la Corte
confirma la sentencia del ad-quem en la que se negaba la tutela en el sentido de que efectivamente el demandante en el
caso, omitió expresar en la solicitud, las circunstancias que impedían a los titulares de los derechos promover su propia
defensa. Y Sin embargo después de afirmar que “el mejor vocero del derecho es quien debe en primer término buscar su
protección judicial” incluye la excepción que justifica la agencia oficiosa: “salvo que se encuentre e n imposibilidad
circunstancial de promover su propia defensa” y recurre nuevamente al principio de solidaridad al afirmar que en este
momento “la solidaridad social está llamada a abogar por su causa, que en últimas, tratándose de las violaciones a los
derechos fundamentales es la de todos los miembros de la comunidad.”
98 Sobre el requisito de manifestar que se actúa bajo tal condición y que el agenciado se encuentra en imposibilidad de

promover su defensa, la Corte ha realizado interpretaciones dirigidas a restarle rigidez según las circunstancias del caso.
Por ejemplo en la Sentencia T-555 de 1996 la Corte resolvió el caso de un agente oficioso (estudiante de consultorio
jurídico) que promovió tutela a favor de una persona para lograr protección de su derecho a la no reformatio in pejus, y no
manifestó la circunstancia de imposibilidad de promover su propia defensa en la cual aquel se encontraba. En esta
oportunidad la Corte concedió la tutela bajo la idea según la cual los derechos involucrados tenía n además una
dimensión objetiva que hacía imperiosa su protección, por lo cual “en aquellos casos en que, como en el presente, se
encuentra de por medio la efectividad de un derecho fundamental con dimensiones de carácter objetivo y la violación a
este derecho es manifiesta y constatable prima facie, el agente oficioso - en razón de la naturaleza del derecho
fundamental cuya vulneración se debate - actúa, adicionalmente, en nombre de un interés general, que supera el interés
individual de la persona cuyos derechos agencia.”
99 Sobre la posibilidad de inferir la situación de imposibilidad de promover la propia defensa, la Corte se pronunció en

sentencia T-452 de 2001 en este caso la Corte revisó la sentencia de un juez que negó la tutela de los derechos de un
agenciado bajo el argumento de que el agente no señaló expresamente la situación en que aquel se encontraba y que le
impedía promover su propia defensa, no obstante que en del escrito tal situación se mostraba como evidente. En esta
oportunidad la Corte consideró la posibilidad de pronunciarse de fondo tras aceptar la existencia de una “agencia oficiosa
tácita” ya que según la Corte “la exigencia de estos requisitos (la manifestación de la imposibilidad) no puede interpretarse
formalmente, es decir, su cumplimiento no está supeditado a la existencia, dentro de la petición de tutela, de frases
sacramentales o declaraciones expresas que den cuenta de la agencia oficiosa, pues bien puede ocurrir -como en el caso
que es objeto de estudio en esta oportunidad por parte de la Corte- que las circunstancias que impiden que una persona
actúe a nombre propio, justificando la intervención oficiosa de otro, sean hechos que se desprenden naturalmente de la
narración hecha por el petente...” Además esto fue posible porque la Corte constató que el agenciado no corría riego
alguno por el acto de la agencia, lo cual para la Corte sólo es posible “siempre que exista un respaldo fáctico del cual s e
pueda deducir –no simplemente presumir- que se está realizando un acto a favor de otro.”
29
titular del derecho fundamental no está en condiciones físicas 100 o
mentales101 para promover su propia defensa. (iii) La existencia de la
agencia no implica102 una relación formal103 entre el agente y los agenciados
titulares de los derechos (iv) La ratificación104 oportuna105 por parte del
agenciado de los hechos y de las pretensiones consignados en el escrito de
acción de tutela por el agente.

Efectos de la figura. Configurados los elementos normativos anteriormente


señalados se perfecciona la legitimación en la causa por activa y el juez de
tutela estará en la obligación de pronunciarse de fondo 106 sobre los hechos y
las pretensiones relacionadas en el escrito de tutela. Si los mismos no se
presentan en el caso concreto, el juez deberá según el caso rechazar de
plano107 la acción de tutela o en la sentencia no conceder 108 la tutela de los
100 En la sentencia T-342 de 1994 dos personas actuando como agentes oficiosos para la defensa de los derechos
fundamentales a la diversidad étnica y consecuencialmente los derechos a la igualdad, autonomía, libertad de conciencia,
libertad de expresión etc., de la comunidad indígena nómada Nukak Maku debido a que una asociación asentada en un
lugar estratégico en el departamento del Guaviare había comenzado una serie de actividades dirigidas a la
catecumenización y reducción cultural de los indígenas, La Corte decidió que la agencia oficiosa era en ese caso
procedente, porque además de haberlo manifestado expresamente, “las circunstancias actuales de aislamiento
geográfico, desconocimiento jurídico, incapacidad económica y limitaciones de lenguaje que presentan los integrantes de
dicha comunidad, se corroboró que éstos no están en condiciones de promover su propia defensa.” De esta forma se
amplía notablemente el referente de la expresión del decreto 2591 de 1991 “no encontrarse en c ondiciones físicas” pues
no se alude con el mismo solamente a incapacidad estrictamente física como limitación corporal, sino que alude a un
marco más amplio de condiciones materiales.
101 En la sentencia T-414 de 1999 el padre de una persona mayor de edad enferma mental, actuando como agente

oficioso presenta acción de tutela con el fin de lograr la protección de los derechos a la salud y a la seguridad social de su
hija. La Corte frente al requisito de “las condiciones para promover su propia defensa” e n el presente caso afirmó que
“...para la procedencia de la agencia oficiosa es indispensable no sólo que el agente oficioso afirme actuar como tal, sino
que además demuestre que el titular del derecho amenazado o vulnerado se encuentra en imposibilidad d e promover su
propia defensa, bien sea por circunstancias físicas, como la enfermedad, o por razones síquicas que pudieren haber
afectado su estado mental, o en presencia de un estado de indefensión que le impida acudir a la justicia.” (subrayas fuera
de texto)
102 En la sentencia T-422 de 1993 según la Corte “No corresponde a la esencia de la agencia oficiosa y tampoco se aviene

a su naturaleza, exigir la configuración de una relación formal entre el agente y los titulares de los derechos que no están
en condiciones de promover su propia defensa. Por el contrario, se trata de una relación de hecho que puede reclamar
efectos jurídicos válidos y desplegar eficacia representativa si se cumplen los requisitos previstos en la ley.” Reiterada en
Sentencia T-421 de 2001.
103 En este predicado, propio de la agencia oficiosa, se concreta el principio constitucional de solidaridad de tal forma

que la posibilidad de agenciar derechos ajenos está abierta para cualquiera persona, en este sentido no se requiere la
existencia de relación alguna, ya sea con fundamento en la filiación, el parentesco o en relaciones contractuales
específicas. Así por ejemplo en el caso de agencia oficiosa de derechos fundamentales de menores en la sentencia T-408
de 1995 La Corte concedió la tutela en un proceso promovido por la abuela de una menor quien actuaba como agente
oficiosa de su nieta para proteger su derecho fundamental a no ser separada de su madre, debido a que el padre se
negaba a permitirle a su hija visitar a su madre por encontrarse privada de la libertad. Frente a la posibilidad de presentar
acción de tutela como agente oficioso de menores afirmó: “...cualquiera persona está legitimada para interponer acción de
tutela en nombre de un menor, siempre y cuando en el escrito o petición verbal conste la inminencia de la violación a los
derechos fundamentales del niño, o la ausencia de representante legal.” Igualmente ver la sentencia T-029 de 1993 caso
de agencia oficiosa de derechos fundamentales del indigente, o la sentencia T-422 de 1993 caso de la agencia oficiosa de
los derechos de los vecinos.
104 El requisito de ratificación se introduce de una manera incipiente pero determinante en la Sentencia T-044 de 1996 En

este caso no se concede la tutela pretendida por un falso agente debido a que la agenciada no ratificó ni los hechos ni las
pretensiones de la acción incoada. En la Sentencia T-277 de 1997 el agente oficioso esposo de la titular del derecho a la
salud, interpone acción de tutela con el fin de que se ordenará una intervención quirúrgica, la titular con posterioridad se
dirigió al juzgado y ratificó los hechos y las pretensiones, por lo cual la Corte consideró que se configuraba en el caso la
legitimación en la causa, por consiguiente consideró procedente entrar al examen de fondo sobre los hechos. Para la
Corte en este caso el requisito de ratificación se encuentra implícito en el requisito de “imposibilidad de promover la propi a
defensa” reforzado con los argumentos del respeto tanto a la autonomía personal (art., 16) como a la dignidad humana
(art., 1) sobre estas consideraciones ver sentencia T-503 de 1998
105 En la sentencia T-088 de 1999 la Corte reiterando jurisprudencia concluyó que el abogado, quien actuaba como
apoderado del interesado para obtener cumplimiento de un fallo de tutela anterior, carecía de poder especial para el caso
y no actúo como agente oficioso, En esta ocasión resolvió la Corte que no vale el poder otorgado para tutela anterior por
lo cual negó el amparo. Igualmente frente al tema de la ratificación afirmó que por haberse presentado en sede de
revisión, además de ser improcedente en el caso, la misma era inoportuna.
106 Así fue reconocido en Sentencia T-315 de 2000 caso en el cual el hermano de un enfermo grave presentó tutela c omo

agente oficioso con el fin de obtener la protección de los derechos fundamentales de aquel al trabajo y al mínimo vital, la
Corte afirmó que el hermano del agenciado actuó “..válidamente como agente oficioso... lo que permite a la Sala pasar al
examen de fondo de los hechos objeto de proceso.”
107 Asumiendo una postura más estricta frente al requisito de la manifestación que debe hacerse sobre la imposibilidad de

defenderse en que se encuentra el agenciado la Corte afirmó que en su ausencia el juez debería proceder a rechazar de
plano la acción, así en Sentencia T-555 de 1996 (referida en sentencias SU-707 de 1996 y T-414 de 1999) “si del escrito
30
derechos fundamentales de los agenciados. Sin embargo considera la
Sala que el análisis acerca de la configuración de los referidos elementos
debe realizarse por el juez de tutela en atención a las circunstancias propias
del caso concreto109, derechos fundamentales invocados, calidad y
condiciones de las partes, características socio económicas de las mismas,
lugar geográfico de la supuesta vulneración etc., esta obligación que pesa
sobre los jueces de tutela deriva directamente del principio de eficacia de los
derechos fundamentales110 que como ha reiterado la Sala inspira e informa la
figura procesal de la agencia oficiosa en materia de tutela.

Autonomía de la figura. A pesar de guardar similitudes con la figura de la


agencia oficiosa consagrada y regulada en el código de procedimiento civil 111,
la agencia oficiosa en materia de tutela tiene características propias que
permiten identificarla y diferenciarla 112 de aquella, por lo cual las hipótesis para
su configuración son las propias reguladas en el decreto 2591 de 1991 y las
que se desprenden de la interpretación de los enunciados constitucionales 113 a
partir de los principios que gobiernan la materia.

Propósito constitucional de la agencia oficiosa. La finalidad114 de la agencia


oficiosa se encuentra en estrecha relación con los principios constitucionales
que la inspiran, su consagración legal es entonces a la vez, la concreción

mediante el cual el agente oficioso demanda el amparo constitucional de los derechos de su agenciado no surg e, de
manera clara y expresa, que éste último se encuentra en absoluta imposibilidad de defender sus derechos por sí mismo, la
acción de tutela deberá ser rechazada de plano, sin que al juez le esté autorizado entrar a estudiar ninguna de las
cuestiones de fondo que se han sometido a su conocimiento.”
108 Así en la sentencia T-573 de 2001 oportunidad en la cual la Corte confirmó la sentencia del ad-quem en el sentido de

revocar la sentencia del a-quo que concedió la tutela de los derechos del agenciado, pues se comprobó que la
enfermedad del agenciado no le impedía promover su propia defensa y además el agente no manifestó expresamente que
el agenciado no se encontraba en condiciones para promover la acción en el escrito de acción de tutela, por lo cual
consideró la Corte que en este caso se configuró “la falta de legitimación en la causa.”
109 Sobre la importancia de consultar las circunstancias propias del caso concreto ver sentencia T-555 de 1996 sentencia

T-452 de 2001 y sentencia T-573 de 2001 en esta última la Corte afirmó que el eventual análisis garantiza “no sólo la
adecuada y oportuna protección de los derechos fundamentales, sino que también permite evitar que se acuda a este
mecanismo cuando ello no resulta indispensable, o el presuntamente afectado no considera vulnerado o amenazado su
derecho.”
110 Aunque no en estos términos así lo afirmó la Corte en sentencia T-555 de 1996 en el sentido de afirmar que los jueces

deben proveer por “llevar a cabo una defensa cabal, adecuada y oportuna de los valo res, principios y derechos
constitucionales, la cual no sería posible si la agencia oficiosa, en materia de tutela, se rigiera por reglas inflexibles qu e no
respondieran a las particularidades de cada situación concreta." Afirmación reiterada en la sentenc ia T-452 de 2001.
Oportunidad en la cual la Corte consideró que el juez como garante del principio de eficacia de los derechos
fundamentales debe adelantar una conducta activa en materia probatoria con el objeto de establecer con precisión los
hechos y afirmaciones puestos a su consideración en los escritos de tutela.
111 Una integración normativa de la figura de la agencia oficiosa del código de procedimiento civil, dirigida a incluir tales

exigencias en sede de tutela resultaría abiertamente contraria a la Constitución. Dice el artículo 47: “Agencia oficiosa
procesal. Se podrá promover demanda a nombre de persona de quien no se tenga poder, siempre que esté ausente o
impedido para hacerlo; para ello bastará afirmar dicha circunstancia bajo juramento que se entenderá prestado por la
presentación de aquella. El agente oficioso deberá prestar caución dentro de los diez días siguientes a la notificación a él
del auto que admita la demanda, para responder de que el demandante la ratificará dentro de los dos meses siguientes. Si
este no la ratifica, se declarará terminado el proceso y se condenará al agente, a pagar las costas y los prejuicios
causados al demandado. La actuación se suspenderá una vez practicada la notificación al demandado del auto admisorio
de la demanda, El agente deberá obrar por medio de abogado inscrito, salvo en los casos exceptuados en esta ley.”
112 Por lo cual se encuentra “desprovista de requisitos tales como la caución y la ratificación posterior de los interesados

principales, que en otro tipo de diligencia se exigen” esto se explica también a partir de la naturaleza “informal” y “sumaria”
del proceso de tutela. Así en sentencia T-452 de 2001.
113 En este sentido la Corte en Sentencia T-422 de 1993 afirmó “La disciplina normativa de la acción de tutela se inspira en

un amplio designio cautelar y elimina, en este campo, exigencias estrictas que ordinariamente se establecen para la
agencia oficiosa procesal, tales como la caución y la ratificación posterior de los interesados princi pales. El régimen legal
aplicable a la acción de tutela reduce al mínimo los requisitos de esta modalidad de intervención judicial.”
114 Esta idea subyace en la Sentencia T-044 de 1996 caso en el cual un agente oficioso recurrió abusivamente al ejercicio

de la figura con el objetivo de obtener decisión judicial favorable a sus propios intereses, en las consideraciones la Corte
resaltó la finalidad de la figura de la agencia oficiosa a partir de la realización de los principios constitucionales (efica cia de
los derechos fundamentales (arts., 2 y 86) y prevalencia del derecho sustancial art., 228), introdujo algunos elementos
dirigidos a reconocer la exigencia de la ratificación del agenciado y reprochó la conducta del falso agente. En este caso
no se concedió la tutela porque se pudo comprobar que la supuesta agenciada no tenía interés en la causa al no
encontrarse afectados o vulnerados derechos fundamentales.
31
efectiva de los mismos, de esta forma el principio de eficacia de los
derechos fundamentales, se concreta en la operatividad de la figura de la
agencia oficiosa en tanto y en cuanto con la misma se realiza el principio de
prevalencia del derecho sustancial y el derecho al acceso a la administración
de justicia.

Los requisitos del apoderamiento judicial como una de las formas con las que
se puede configurar la legitimación activa en los procesos de tutela

En el literal anterior se abordó el estudio de la agencia oficiosa como una de


las posibilidades con las cuales se puede instaurar una acción de tutela y se
puede configurar la legitimación activa en el respectivo proceso. En el
presente literal y por ser relevante para la correcta decisión del caso concreto
la Sala procederá a efectuar un análisis de los requisitos constitucionales y
legales para que se perfeccione la legitimación en la causa por activa en los
procesos de tutela cuando la misma se promueve por intermedio de
apoderado judicial. Se realizará un breve análisis jurisprudencial de las
características del apoderamiento judicial en los procesos de tutela, para lo
cual abordará los siguientes temas en la materia: (i) Fundamento de validez
del apoderamiento. (ii) Elementos normativos del apoderamiento. (iii) Efectos
del apoderamiento.

El fundamento de validez. Al igual que la agencia oficiosa en materia de tutela


el apoderamiento judicial tiene como fuente de validez los enunciados
normativos del art. 86 de la Constitución y los del art., 10 del decreto 2591 de
1991, esto es que la promoción de la acción puede hacerse por cualquiera
persona directamente o “por quien actúe en su nombre” (art. 86), enunciado
que es reinterpretado por el legislador delegado del decreto 2591 de 1991 en
el sentido de concretar el sentido de la norma constitucional al introducir la
posibilidad de la representación 115, de tal forma que toda persona podrá
adelantar la acción de tutela “por sí misma o a través de representante” (art.,
10)

Elementos normativos. Dentro de los elementos del apoderamiento en materia


de tutela la Sala señala que el mismo es (i) un acto jurídico formal por lo cual
debe realizarse por escrito. (ii) se concreta en un escrito, llamado poder que se
presume auténtico116. (iii) El referido poder para promover acciones de tutela
debe ser especial.117 En este sentido (iv) El poder conferido para la promoción
o para la defensa de los intereses en un determinado proceso no se entiende

115 Esta Sala advierte que la “representación” así presentado no implica necesariamente la representa ción judicial por
intermedio de abogado. Sin embargo la Corte se pronunció al respecto a favor de una interpretación restrictiva, de tal
forma que tal representación solamente podría ser adelantada por abogados titulados. Ver sentencia T-550 de 1993.
116 Esta presunción fue establecida por el legislador delegado en el decreto 2591 de 1991. Sobre la misma se pronunció

tangencialmente la Corte en sentencia T-001 de 1997 en la cual la Corte resuelve el caso de abogados que presentaron
acción de tutela como agentes oficiosos sin demostrar la indefensión de los agenciados, la Corte niega la tutela por que no
se configura la agencia oficiosa y no se reúnen los requisitos para el apoderamiento judicial, afirmó la Corte: “Los podere s
se presumen auténticos, según lo dispone el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, pero, obviamente, tal autenticidad no
puede predicarse de poderes no presentados, ya que el juez no está autorizado para presumir que alguien apodera los
intereses de otro, sin que en el respectivo expediente ello aparezca acreditado”.
117 En la sentencia T-001 de 1997 la Corte afirmó que por las características de la acción “todo poder en materia de tutela

es especial, vale decir se otorga una vez para el fin específico y determinado de representar los intereses del accionante
en punto de los derechos fundamentales que alega, contra cierta autoridad o persona y en relación con unos hechos
concretos que dan lugar a su pretensión.”
32
118 119
conferido para la promoción de procesos diferentes, así los hechos
que le den fundamento a estos tengan origen120 en el proceso inicial. (iv) El
destinatario del acto de apoderamiento sólo puede ser un profesional del
derecho121 habilitado con tarjeta profesional 122.

Efectos del apoderamiento. El principal efecto del apoderamiento, es el de


perfeccionar la legitimación en la causa por activa, por lo cual el juez de tutela
estará en la obligación, después de constatar sus elementos, de proceder a
pronunciarse de fondo sobre los hechos y las pretensiones relacionados en el
escrito de acción respectivo.

El123 artículo 282 de la Carta Política establece como una de las funciones del
Defensor del Pueblo la de “interponer las acciones de tutela, sin perjuicio del
derecho que asiste a los interesados”. Con base en este mandato superior, los
artículos 10, 46 y 49 del Decreto 2591 de 1.991 “por el cual se reglamenta la
acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política”,
preceptúan que el Defensor del Pueblo podrá ejercer dicha acción en nombre
de cualquier persona que lo solicite o que esté en situación de desamparo o
indefensión, sin perjuicio del derecho que a ella le asiste, al igual que los
personeros municipales en calidad de defensor en la respectiva entidad
territorial, por delegación expresa del Defensor del Pueblo. Así pues, la
indefensión constituye un presupuesto esencial de habilitación al Defensor del
Pueblo o a los personeros municipales para ejercer actos de representación
de las personas en la tutela, la cual se presume respecto de los menores de
edad cuando sus derechos se ven envueltos negativamente por la acción de

118 En este sentido la Corte ha acogido las disposiciones del código de procedimiento civil en la materia, así en la
sentencia T-530 de 1998 acoge y aplica la disposición del artículo 65 inciso 1º: “En los poderes especiales, los asuntos se
determinarán claramente, de modo que no puedan confundirse con otros.”
119 En este sentido en la en la sentencia T-695 de1998 la Corte no concedió la tutela impetrada debido a que el abogado

quien presentó la tutela pretendió hacer extensivo el poder recibido para el proceso penal al proceso de tutela. En esta
oportunidad la Corte reiteró la doctrina sentada en la sentencia T-550 de 1993 oportunidad en la cual la Corte afirmó: “De
otro lado, debe desecharse la hipótesis de que el poder conferido para adelantar un proceso judicial sirve al propósito de
intentar la acción de tutela a que pudiere dar lugar ese proceso, por cuanto se trata de actuaciones distintas y, si bien es
cierto que la tutela tiene un carácter informal, también lo es que tal informalidad no lleva a presumir la existencia de un
poder que no se presentó y que es necesario allegar siempre que se ejerza la acción de tutela a nombre de otro y a título
profesional” En un sentido similar ver sentencia T-002 de 2001, en la cual la Corte afirmó que la condición de apoderado
en un proceso penal no habilita para instaurar acción de tutela, así los hechos en que se esta se fundamenta tengan
origen en el proceso penal.
120 En la sentencia T-530 de 1998 la Corte al revisar la decisión de una tutela promovida por el abogado de la parte civil en

un proceso penal quien actuaba sin poder especial para el proceso de tutela, consideró que el a-quo no debió darle trámite
al respectivo proceso debido a que el abogado no allegó el poder respectivo ni manifestó su calidad de agente oficioso.
En este sentido aseveró que “Aunque podría pensarse que su calidad de representante de la parte civil en el proceso
penal lo habilitaba para dicho menester, debe desecharse esta idea, en atención a que en el proceso penal el sujeto
procesal es la parte civil y no su apoderado; es cierto que éste la representa c onforme al poder específico que se le ha
conferido; pero éste aun cuando suficiente para la actuación en el proceso penal no lo habilita para ejercitar la acción de
tutela.”
121 En la sentencia T-207 de 1997 la Corte se extendió en consideraciones acerca de la informalidad, propia de la acción

de tutela y de sus implicaciones frente al ejercicio de la misma. Con respecto al apoderamiento judicial como excepción al
principio de informalidad de la acción señaló: “Caso distinto es el de quien ejerce la acción de tutela a nombre de otro a
título profesional, en virtud de mandato judicial, pues es evidente que en tal caso actúa dentro del marco legal y las reglas
propias del ejercicio de la profesión de abogado, razón por la cual debe acreditar que lo es según la s normas aplicables
(Decreto 196 de 1971). Ello no solamente por razón de la responsabilidad que implica tal ejercicio, que se concreta en el
campo disciplinario, sino por la necesaria defensa de los intereses del cliente, a quien conviene establecer con
certidumbre que quien lo apodera puede actuar, de acuerdo con la ley, ante las distintas instancias judiciales y que
responderá por su gestión.”
122 Sobre la obligatoriedad de que la representación judicial en tutela sea asumida por abogados en ejercicio no existe

regulación expresa ni en la Constitución ni en los decretos reglamentarios de la acción de tutela, ante este vacío la Corte
en sentencia T-550 de 1993 mediante interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, a partir de las disposiciones
generales sobre representación judicial y en especial a partir de la disposición del artículo 38 del decreto 2591 de 1991
(que señala las faltas para los abogados que promuevan irregularmente acciones de tutela) concluyó que esta disposición
no tendría sentido sino se entendiera que la representación judicial sólo pudiese ser adelantada por abogados titulados y
en ejercicio.
123 T-046 de 1999. M.P. Hernando Herrera Vergara.
33
una autoridad o de los particulares, a partir del claro mandato del numeral
9 del artículo 42 del Decreto 2591 de 1.991, como sucede en el presente
caso, siendo extensible la misma a los eventos de tutela incoada contra
autoridades públicas. Adicional a lo anterior, la Corte 124 ha señalado que, en
virtud del artículo 44 constitucional que consagra una protección especial a los
niños, la actuación del Defensor del Pueblo y de los personeros municipales
podría producirse simplemente alegando su condición de personas, toda vez
que con base en dicho precepto superior, cualquier persona puede exigir de la
autoridad competente el cumplimiento pleno de los derechos de los menores,
así como la sanción de los infractores, dentro de lo cual estarían incluidos los
pedimentos que por la vía de la acción de tutela se tramitan.

Carácter informal de la acción de tutela. Para su interposición no es necesario


acudir mediante apoderado judicial, pero si se otorga poder a otro es requisito
sine qua non acreditar la calidad de abogado en ejercicio 125

Respecto a la legitimidad e interés para interponerla, hay que decir que la


acción puede interponerse directamente por la persona afectada o por quien
actúe en su nombre 126. En efecto, la persona que considere se le ha vulnerado
o amenazado un derecho fundamental y desee instaurar una acción de tutela
no requiere ser abogado, ni tener conocimientos jurídicos, ni mucho menos
saber escribir, es decir, la Constitución y la ley no exigen calidad alguna para
el sujeto activo de la acción. Inclusive, no es requisito esencial presentarla por
escrito, la ley consagra la posibilidad de que la misma se pueda incoar
verbalmente en casos de urgencia o cuando el solicitante no sepa escribir o
sea menor de edad127.

El carácter informal de la acción 128 posibilita al sujeto activo, que por su falta
de preparación sea analfabeta, para que acuda a la firma a ruego, a imprimir
su huella dactilar, a acudir a la agencia oficiosa, o simplemente a concurrir
ante el juez y manifestar verbalmente las circunstancias de hecho que
motivaron la violación o amenaza de sus derechos y el señalamiento de los
mismos. Lo importante es que exponga la situación al funcionario judicial, que
lo ponga en alerta sobre la afectación de la cual está siendo objeto para que
éste, a su vez, esclarezca los hechos y adopte una decisión de mérito. Ahora
bien, cuando la persona no ejerce directamente la acción, puede ser
representada por otro, bien en ejercicio de representación legal - por ejemplo
su representante legal tratándose de una persona jurídica o por los padres en
virtud de la Patria Potestad -, en desarrollo de una agencia oficiosa, cuando el
titular de los mismos no está en condiciones de promover su propia defensa,
caso en el cual es menester que esa circunstancia se manifieste en la
solicitud129, o acudir a través de un abogado titulado.

124 Ver la Sentencia T-331/97.


125 T-1020 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
126 Artículos 86 C.P. y 10 del Decreto 2591 de 1991.
127 Todo lo relacionado con el contenido de la solicitud de tutela está contemplado en el artículo 14 del Decreto 2591 de

1991.
128 Pueden verse las sentencias T-603 del 11 de diciembre de 1992, T-091 del 26 de febrero de 1993 y el Auto 055 del 11

de diciembre de 1997.
129 Artículo 10 del Decreto 2591 de 1991.
34
El legislador extraordinario admitió la eventualidad de que un tercero
pueda interponer la acción de tutela en nombre del afectado, es decir, que
se puedan agenciar derechos ajenos130, pero sólo cuando el directamente
afectado no esté en condiciones de promover su propia defensa y con la
condición de que esa situación se manifieste claramente en el escrito. Así, se
han presentado acciones de tutela por parte de una abuela en representación
de su nieta, el esposo en nombre de su cónyuge, el hijo en representación de
su padre, pero en estos casos siempre se pone de manifiesto en el escrito la
razón por la cual el titular de los derechos no acude directamente, que, por lo
general, se trata de enfermos, limitados psíquicos o cuando aquél se
encuentra en situación de indefensión.

Empero, es claro que no basta solamente con que en el escrito se ponga de


presente que el directamente afectado no puede promover su propia defensa
para que sea procedente la acción de tutela, sino que, además, el juez debe
analizar las diligencias obrantes en el plenario para determinar la veracidad de
esa manifestación131. No es suficiente que el accionante haga dicha
aseveración para que sea procedente la agencia oficiosa si de las pruebas
arrimadas al proceso se advierte, por parte del juez de conocimiento, que el
titular del derecho se encuentra gozando de todas sus capacidades físicas,
síquicas e intelectuales para autodeterminarse y, en tal virtud, se halla en
condiciones de interponer la acción por su propia cuenta. Ante ese
acaecimiento no le queda otra vía al juez que rechazar de plano la acción, o,
en el evento en que la misma ya haya sido tramitada y recopilada las pruebas,
denegarla por falta de legitimidad por activa.

Es indispensable, entonces, que el agente oficioso no actúe en contra de los


intereses de las personas que representa, toda vez que su intervención debe
estar dirigida a la defensa de los intereses que agencia, que no son otros que
los propios intereses de las personas directamente afectadas y que van a
resultar beneficiadas con la acción. Tampoco puede arrogarse la atribución de
interponer acciones de tutela a su arbitrio, es decir, sin que esté justificado
plenamente el supuesto fáctico que la norma exige para legitimar sus
actuaciones132. Esa exigencia de la disposición legal (art. 10 del Decreto 2591
de 1991) no es en manera alguna caprichosa o formalista ni desconoce el
derecho constitucional que tiene toda de persona de acceso a la
administración de justicia en busca de defender un derecho fundamental, sino
que tiene su justificación en el respeto a la autonomía personal del ser
humano (art. 16 C.P.). Todo individuo tiene derecho a autodeterminarse, a
decidir cuándo y cómo hace uso de las herramientas jurídicas que la
Constitución y la ley le han puesto a su alcance para defender sus derechos.

Igualmente, ese requerimiento tiene que ver con la dignidad humana, pues
pueden existir ocasiones en las cuales ese individuo no desea que su

130 Artículo 10 del Decreto 2591 de 1991.


131 Existe nutrida jurisprudencia de la Corte Constitucional sobre el tema de la agencia oficiosa y, entre otras, pueden
consultarse las sentencias T-458 del 14 de julio de 1992, T-493 del 28 de octubre de 1993, T-555 del 23 de octubre de
1996 y SU-707 del 9 de diciembre de 1996.
132 Sobre este punto es interesante consultar la Sentencia T-217 del 14 de mayo de 1998, en cuyo caso se denegó la

tutela interpuesta por un agente oficioso y se ordenó investigación disciplinaria para aquél, en atención a que la titular de
los derechos agenciados no le había dado su consentimiento para actuar en su nombre y no era su deseo que se
presentara acción de tutela.
35
intimidad se ponga a la luz pública o simplemente difiera de la medida que
un tercero esté solicitando para él. Cada caso es distinto y para ello está el
juez, el cual debe analizar, estudiar y verificar las especiales circunstancias
que se le ponen bajo su conocimiento. Dado el perfil informal de la acción, en
ocasiones excepcionales es admisible que se agencien derechos ajenos sin
que se manifieste en el escrito el requisito exigido por el artículo 10 del
Decreto 2591 de 1991, es decir, que no se aclaren las razones por las cuales
el afectado no puede acudir en su propia defensa. Es necesario tener en
cuenta cada caso en concreto y es tarea del juez verificar la naturaleza de los
derechos invocados y la gravedad o no del daño ocasionado. Así, la Corte
Constitucional ha sostenido que el requisito del artículo 10 en comento sólo se
explica y resulta necesario en aquellos eventos en los cuales los derechos
sometidos a debate interesan únicamente a su titular y, por tanto, éste es libre
para exigir su defensa o abstenerse de hacerlo. Pero en el caso en que se
agencien derechos ajenos que, en forma adicional, revistan un interés general
o colectivo, es forzoso que razonablemente pueda suponerse que la persona
directamente afectada no se opondría y que no existe manifestación en
contrario por parte de ésta.

En situaciones de este género se impone la prevalencia del derecho sustancial


(art. 228 C.P.). Ello se puso de presente en una sentencia en la que una
estudiante de Derecho y miembro de un consultorio jurídico incoó acción de
tutela en nombre de un individuo a quien se le había desconocido
ostensiblemente su derecho al debido proceso 133. Caso distinto es cuando
quien ejerce la acción en nombre de otro no lo hace como agente oficioso ni
como representante legal, sino que lo hace a título profesional, como ocurre
en el presente asunto, en el cual el poder conferido por la titular de los
derechos se hizo a una persona que demostró ser miembro activo de un
consultorio jurídico. En casos como estos, a pesar de no existir una norma
expresa ni en la Constitución ni en la ley, la Corte ha sido clara en manifestar
que cuando se obra en virtud de un mandato judicial dicha actuación se hace
“dentro del marco legal y las reglas propias del ejercicio de la profesión de
abogado, razón por la cual debe acreditar que lo es según las normas
aplicables (Decreto 196 de 1971). Ello no solamente por razón de la
responsabilidad que implica tal ejercicio, que se concreta en el campo
disciplinario, sino por la necesaria defensa de los intereses del cliente, a quien
conviene establecer con certidumbre que quien lo apodera puede actuar, de
acuerdo con la ley, ante las distintas instancias judiciales y que responderá por
su gestión”134.

En ese orden de ideas, el artículo 30 del Decreto 196 de 1971, tal como fue
modificado por el artículo 1 de la Ley 583 de 2000, y que señala los asuntos
en los cuales los estudiantes de consultorios jurídicos pueden litigar en causa
ajena, no contempla la posibilidad de que ellos puedan actuar como
133Ver Sentencia T-555 del 23 de octubre de 1996.
134Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-550 del 30 de noviembre de 1993. En este fallo la Corporación, luego de hacer
una interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, de las disposiciones sobre representación judicial y del artículo
38 del Decreto 2591 de 1991, que señala las faltas para los abogados que promuevan varias acciones de tutela respecto
de los mismos hechos y derechos, concluyó que esta norma no tendría sentido ni podría ser aplicada, si no se entendiera
que “para ejercer la representación con base en mandato judicial y actuando el apoderado a título profesional, así sean en
materia de tutela, es indispensable que aquel sea abogado titulado y en ejercicio, de conformidad con las normas del
Decreto 196 de 1971”. En el mismo sentido se pronunció la Corte en sentencias T-457 del 23 de septiembre de 1997 y T-
452 del 4 de mayo de 2001.
36
135
apoderados dentro de acciones de tutela . Si bien es cierto los
estudiantes de consultorios jurídicos actúan bajo la coordinación y directa
orientación de los profesores y profesionales designados para el efecto, lo que
garantiza, en principio, la idoneidad de la defensa que realicen o las
actuaciones que adelanten en nombre de las personas que requieren
representación, es claro que en tratándose de acciones de tutela, con base en
lo arriba expuesto, no pueden actuar como apoderados de los titulares de
derechos. Cuestión diversa y que no es contraria a las reglas mínimas que
gobiernan el mecanismo de la tutela, es que asesoren, acompañen o guíen a
las personas cuyos derechos fundamentales resulten amenazados o
vulnerados, o que actúen como agentes oficiosos, cuando se reúnan las
condiciones para ello. De manera que quien en materia de tutela actúa en
virtud de un mandato judicial debe acreditar que es abogado titulado en
ejercicio y que le ha sido otorgado un poder especial para incoar la acción 136.
De lo contrario, el juez de conocimiento deberá rechazarla o, en el evento en
que ya se hubiere iniciado la actuación, denegarla mediante sentencia.

LA PROTECCION INMEDIATA DE SUS DERECHOS CONSTITUCIONALES


FUNDAMENTALES

No137 se trata de un proceso sino de un remedio de aplicación urgente que se


hace preciso administrar en guarda de la efectividad concreta y actual del
derecho sujeto a violación o amenaza. El 138 procedimiento se debe regir por la
noción de celeridad. Si bien es cierto que en cualquier proceso la demora
injustificada no sólo es indeseable, sino que de hecho es sancionable por
considerarse violatoria del debido proceso, también es cierto que en materia
de tutela la rapidez es un factor primordial. En primer lugar, por su carácter de
fundamentales, los derechos que protege esta acción deben ser defendidos de
forma inmediata; el efecto de su violación no puede aumentar por la lentitud
de la acción judicial. Y, en segundo lugar, la tutela no es un mecanismo que
pretenda resarcir daños sino evitarlos; por esto, más que en ningún otro
proceso, la dilación debe ser abolida.

La139 procedibilidad de la acción de tutela, exige su interposición dentro de un


plazo razonable, oportuno y justo, de tal manera que la acción no se convierta
135 El artículo prescribe que podrán litigar “1. En los procesos penales de que conocen l os jueces municipales y los fiscales
delegados ante éstos, así como las autoridades de policía, en condición de apoderados de los implicados. 2. En los
procesos penales de competencia de la jurisdicción ordinaria, como representantes de la parte civil. 3. De oficio, en los
procesos penales como voceros o defensores en audiencia. 4. En los procesos laborales, en que la cuantía de la
pretensión no exceda de 20 salarios mínimos legales mensuales vigentes y en las diligencias administrativas de
conciliación en materia laboral. 5. En los procesos civiles de que conocen los jueces municipales en única instancia. 6. En
los procesos de alimentos que se adelanten ante los jueces de familia. 7. De oficio, en los procesos disciplinarios de
competencia de personerías municipales y la Procuraduría General de la Nación. 8. De oficio, en los procesos de
responsabilidad fiscal de competencia de las contralorías municipales, distritales, departamentales y General de la
República. 9. De oficio, en los procesos administrativos de carácter sancionatorio que adelanten las autoridades
administrativas, los organismos de control y las entidades constitucionales autónomas”. La Corte ya se pronunció sobre la
constitucionalidad de algunos de estos numerales en la Sentencia C-143 del 7 de febrero de 2001.
136 Sobre los elementos del apoderamiento en tutela, en la Sentencia T-531 de 2002, ya citada, se precisó que “el mismo

es (i) un acto jurídico formal por lo cual debe realizarse por escrito. (ii) se concreta en un escrito, llamado poder q ue se
presume auténtico. En este sentido (iv) el poder conferido par ala promoción o para la defensa de los intereses en un
determinado proceso no se entiende conferido par ala promoción de procesos diferentes, así los hechos que le den
fundamento a estos tengan origen en el proceso inicial. (v) el destinatario del acto de apoderamiento sólo puede ser un
profesional del derecho habilitado con tarjeta profesional”.
137 T-001 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
138 Sentencia T-068 de 1997.
139 T-033 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
37
en un factor de inseguridad jurídica, premiando con ello la inactividad de
los interesados en el ejercicio oportuno de los recursos, la negligencia y la
desidia. Ciertamente, si con la acción de tutela se busca la protección
inmediata de los derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que
estos resulten violados o amenazados por la acción u omisión de las
autoridades públicas, es imprescindible que su ejercicio tenga lugar dentro del
marco de ocurrencia de la amenaza o violación de los derechos. Una
percepción contraria a esta interpretación, desvirtúa el alcance jurídico dado
por el Constituyente a la acción de tutela y deja sin efecto el objetivo de
garantizar por esa vía judicial la protección actual y efectiva de tales derechos.
De suerte que esta Corporación ha determinado que la tutela tiene como
elemento característico la “inmediatez”, y así lo ha expuesto: “...la Corte ha
señalado que dos de las características esenciales de esta figura en el
ordenamiento jurídico colombiano son la subsidiariedad y la inmediatez: ...la
segunda, puesto que la acción de tutela ha sido instituida como remedio de
aplicación urgente que se hace preciso administrar en guarda de la efectividad
concreta y actual del derecho objeto de violación o amenaza. Luego no es
propio de la acción de tutela el sentido de medio o procedimiento llamado a
remplazar los procesos ordinarios o especiales, ni el ordenamiento sustitutivo
en cuanto a la fijación de los diversos ámbitos de competencia de los jueces,
ni el de instancia adicional a las existentes, ya que el propósito específico de
su consagración, expresamente definido en el artículo 86 de la Carta, no es
otro que el de brindar a la persona protección efectiva, actual y supletoria en
orden a la garantía de sus derechos constitucionales fundamentales......La
acción de tutela ha sido instituida como remedio de aplicación urgente que se
hace preciso administrar en guarda de la efectividad concreta y actual del
derecho objeto de violación o amenaza..” 140 De acuerdo con esta
característica, la Corte concluye que: “...si la inactividad del accionante para
ejercer las acciones ordinarias, cuando éstas proveen una protección eficaz,
impide que se conceda la acción de tutela, del mismo modo, es necesario
aceptar que la inactividad para interponer esta última acción durante un
término prudencial, debe llevar a que no se conceda. En el caso en que sea la
tutela y no otro medio de defensa el que se ha dejado de interponer a tiempo,
también es aplicable el principio establecido en la Sentencia arriba
mencionada (C-543 de 1992), según el cual la falta de ejercicio oportuno de
los medios que la ley ofrece para el reconocimiento de sus derechos no puede
alegarse para beneficio propio, máxime en los casos en que existen derechos
de terceros involucrados en la decisión...” 141. Para determinar la procedencia
de la acción de tutela, en relación con el criterio de “inmediatez”, la Corte ha
señalado, entre otros elementos, que el juez constitucional debe constatar:
“...si existe un motivo válido para la inactividad de los accionantes...” 142, es
decir, si es predicable la existencia de una justa causa por la cual no ejercitó la
acción de manera oportuna.

La143 acción de tutela vino a llenar así los vacíos que presentaba el anterior
sistema jurídico, ante todo en aquellos eventos en los cuales las personas no
disponían de un medio de defensa judicial contra las conductas de las
140 Sentencia C-543 de 1992..
141 Sentencia SU-961 de 1999.. Subrayado por fuera del texto original.
142 Ibídem.
143 T-655 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
38
autoridades públicas y, en ciertos casos, de los particulares que implicaban
la vulneración o amenaza de derechos fundamentales. De esta manera, el
actual sistema instituye los mecanismos necesarios para hacer efectiva la
protección de tales derechos, en aplicación del principio de respeto de la
dignidad humana y con el ánimo de lograr la efectividad de los derechos como
uno de los fines esenciales del Estado y de garantizar la primacía de los
derechos inalienables de la persona (C.P., arts. 1, 2 y 6). Siendo así, toda
persona que vea amenazado o vulnerado un derecho fundamental dispone
ahora de la acción de tutela o de las acciones ordinarias, según el caso, para
su defensa judicial.

Desde144 sus primeras sentencias la Corte ha considerado la inmediatez como


característica propia de este medio judicial de defensa. Sobre el particular, en
la sentencia C-542 de 1992, expresó:

“(...) la Corte ha señalado que dos de las características esenciales de


esta figura en el ordenamiento jurídico colombiano son la subsidiariedad y
la inmediatez: ...la segunda, puesto que la acción de tutela ha sido
instituida como remedio de aplicación urgente que se hace preciso
administrar en guarda de la efectividad concreta y actual del derecho
objeto de violación o amenaza. Luego no es propio de la acción de tutela
el sentido de medio o procedimiento llamado a remplazar los procesos
ordinarios o especiales, ni el ordenamiento sustitutivo en cuanto a la
fijación de los diversos ámbitos de competencia de los jueces, ni el de
instancia adicional a las existentes, ya que el propósito específico de su
consagración, expresamente definido en el artículo 86 de la Carta, no es
otro que el de brindar a la persona protección efectiva, actual y supletoria
en orden a la garantía de sus derechos constitucionales fundamentales”.

La145 jurisprudencia constitucional tiene definido que entre la seguridad de las


decisiones judiciales y la realización de los derechos constitucionales de los
asociados, la Carta Política opta por esta última, tanto así que los artículos 2°
y 86 del ordenamiento superior no admiten excepciones cuando se trata de
proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra,
bienes, creencias, derechos y libertades, en todo momento y lugar, y contra
cualquier autoridad, o particular. Ahora bien, también se desprende del artículo
86 de la Carta que el restablecimiento de los derechos fundamentales tendrá
que ser inmediato, y las órdenes para conjurar la violación de aquellas que se
cumplen con premura, acepciones que responden a un criterio de oportunidad
y de las que se deriva la necesidad de que los jueces tengan presente los
efectos del tiempo en los asuntos que les son propuestos, a fin de determinar
la pertinencia y la utilidad de su intervención 146.

Así las cosas, haciendo un recuento de las decisiones de amparo


constitucional que han considerado la inmediatez de la protección, se puede
afirmar que ésta no puede concederse cuando el daño ya no permite sino

144 T-635 de 2004. M.P. Jaime Araujo Rentería.


145 T-328 de 2004.M.P. Alvaro Tafur Galvis.
146 Sobre la inmediatez como presupuesto del amparo constitucional invocado se puede consultar, entre otras la sentencia

T-001 de 1992.
39
acudir a las vías legales a fin de obtener una reparación económica 147,
como también en aquellos casos en que el transcurso del tiempo consolida
derechos de terceros148, cuando la intervención del juez constitucional, sin
perjuicio del quebrantamiento, resulta inútil, de todos modos 149, o si la
situación indica que acudir a los procedimientos ordinarios no agrava la
conculcación150

CUANDO QUIERA QUE ESTOS RESULTEN VULNERADOS O


AMENAZADOS

La151 función del juez constitucional ante la amenaza o la violación de los


derechos fundamentales, es ordenar a las autoridades públicas
correspondientes o a los particulares responsables, la adopción de todas las
medidas que sean necesarias para garantizar su protección. El juez
constitucional no puede limitarse a sugerir a la autoridad correspondiente la
adopción de una medida, su obligación es garantizar la protección de los
derechos fundamentales del accionante ordenando lo pertinente y verificando
que sus decisiones se cumplan. Esta Corporación ha señalado la diferencia
que existe entre la vulneración y la amenaza de los derechos fundamentales.
Sobre la primera, ha dicho, “...se requiere la verificación objetiva que
corresponde efectuar a los jueces de tutela, mediante la estimación de su
ocurrencia empírica y su repercusión jurídico - constitucional..”152 Sobre la
segunda, la amenaza, “...que ella incorpora criterios tanto subjetivos como
objetivos, configurándose no tanto por la intención de la autoridad pública o el
particular, cuando sea el caso, sino por el resultado que su acción o
abstención pueda tener sobre el ánimo de la persona presuntamente afectada.
Para que se determine entonces la hipótesis constitucional de la amenaza se
requiere la confluencia de elementos subjetivos y objetivos o externos : el
temor del sujeto que ve peligrar sus derechos fundamentales y la
convalidación de dicha percepción mediante elementos objetivos externos,
cuya significación es la que ofrecen las circunstancias temporales e
históricas.”153 También dijo la Corte, que “... el criterio constitucional para
evaluar la existencia de amenazas a los derechos fundamentales es racional.
No supone la verificación empírica de los factores de peligro, lo cual de suyo
es imposible epistemológicamente, sino la creación de un parámetro de lo que
una persona, en similares circunstancias, podría razonablemente esperar.”

147 Mediante la sentencia T-733 de 2001 se negó la protección del derecho de asociación sindical a quienes ale gaban su
vulneración, tres años después de haber sido retirados del servicio.
148 En la sentencia T-759 de 2003 se negó la acción instaurada porque se pretendía volver sobre una acción reivindicatoria,

transcurridos los términos para interponer las acciones posesorias y de restablecimiento tanto administrativas como civiles.
149 “En este orden de ideas al haberse cumplido en su integridad la sanción impuesta (..) no tiene objeto la solicitud de

amparo del derecho fundamental que invoca como vulnerado, pues de una parte, el principio de la inmediatez de la acción
de tutela consagrado por la jurisprudencia constitucional no se da en el presente caso y de otra, de haber existido la
presunta vulneración de los derechos del actor el posible daño ya se consumó al hab erse ejecutado en su integridad la
sanción ya hace más de seis (6) años como se señaló, resultando improcedente el amparo” –sentencia T-873 de 2001, en
igual sentido, entre otras sentencias T-138 de 1994.
150 Mediante la sentencia T-812 de 2000 el amparo transitorio invocado fue negado, porque el actor demoró

injustificadamente la iniciación del proceso ordinario, sin perjuicio del daño irreparable alegado.
151 T-212/99. M.P. Fabio Morón Díaz.
152 Corte Constitucional, Sentencia C-027 de 1993.
153 Ibídem
40
154 155
Ha sido reiterada la jurisprudencia de esta Corporación , en cuanto
a la necesidad de acreditar la vulneración o amenaza de un derecho
fundamental, pues es indispensable “un mínimo de evidencia fáctica, de
suerte que sea razonable pensar en la realización del daño o en el
menoscabo material o moral” 156 del derecho cuya efectividad se solicita a
través de la acción de tutela. Por consiguiente, quien pretende la
protección judicial de un derecho fundamental debe demostrar los
supuestos fácticos en que se funda su pretensión, como quiera que es
razonable sostener que quien conoce la manera exacta como se
presentan los hechos y las consecuencias de los mismos, es quien padece
el daño o la amenaza de afectación.

Es157 preciso recordar el criterio expresado por la Corte en relación con los
términos vulneración y amenaza desde la perspectiva de la protección de los
derechos fundamentales a través de la acción de tutela. En la sentencia T-952
de 2003, se dijo :

“…Consecuente con lo expresado, debe señalarse, que la tutela procede


para la protección de los derechos fundamentales que se encuentren no
solo vulnerados sino también amenazados.

Ahora bien, los términos “vulneración” y “amenaza” no se pueden


equiparar entre sí, pues en tanto la vulneración lleva implícito el concepto
de daño o perjuicio, la amenaza es una violación potencial que se
presenta como inminente y próxima. 158

De esta manera resulta entonces que se “vulnera” un derecho cuando el


bien jurídico que constituye su objeto es lesionado y se “amenaza” un
derecho cuando ese mismo bien jurídico, sin ser destruido, es puesto en
trance de sufrir mengua. 159

Para que se configure la hipótesis jurídica de una amenaza a los


derechos fundamentales se requiere la confluencia de elementos
subjetivos - convicción íntima de la existencia de un riesgo o peligro -
como objetivos - condiciones fácticas que razonablemente permitan inferir
la existencia de un riesgo o peligro. 160” (sentencia T-952 de 2003)

POR LA ACCION O LA OMISION

La161 acción de tutela no está llamada a prosperar cuando los hechos u


omisiones que pueden implicar violación de los derechos fundamentales no se
154 T-110/01. M.P. Martha Victoria Sáchica Méndez.
155 Entre muchas otras, pueden consultarse las sentencias T-082 de 1998, T-578 de 1998, T-739 de 1998, T-321 de 1993.
156 T-082 de 1998.
157
T-327 de 2004. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
158 Una amenaza se configura con hecho o conductas consistes “en dar a entender con actos o palabras que se quiere

hacer algún mal a otro.” OSSORIO. Manuel. Diccionario de ciencias jurídicas, políticas y sociales. Heliasta S.R.L Buenos
Aires. 1981. Pág. 52
159 Sentencia No. T-096/94

160 Sentencia No. T-308 de 1993.


161 T-677 de 1997. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
41
han producido ni existe razón objetiva, fundada y claramente establecida
en cuya virtud se pueda considerar -con miras a su protección- que existe
una amenaza cierta y contundente contra ellos. En otros términos, la
eventualidad del daño que puedan sufrir los derechos fundamentales por
conductas que las autoridades o personas contra las que se instaura la tutela
pueden o no asumir, y todavía no han asumido, no es elemento suficiente para
que pueda concederse la tutela.

DE CUALQUIER AUTORIDAD PUBLICA

Por autoridades públicas162, en sentido general, se entienden los órganos y


funcionarios que hacen parte de las distintas ramas del poder, encargados de
la gestión pública, que comprende el desarrollo y cumplimiento de los
cometidos estatales, y son además, quienes están llamados a ejercer dentro
del ordenamiento jurídico, poder de mando o decisión, cuyas determinaciones,
por tanto, afectan a los gobernados.

La acción de tutela procede contra actos u omisiones de cualquier autoridad


pública163. El artículo 86 de la Constitución Política establece que la acción de
tutela procede contra cualquier autoridad pública, cuando éstas con su acción
u omisión vulneren o amenacen vulnerar derechos constitucionales
fundamentales. Por su parte, el artículo 5 del Decreto 2591 de 1991, establece
la procedencia de la mencionada acción “contra toda acción u omisión de las
autoridades públicas, que haya violado, viole o amenace violar” cualquiera de
los derechos constitucionales fundamentales. Siendo ello así, es importante
recordar lo que en relación con el concepto de autoridades, se señaló en la
sentencia C-543 de 1992. Se dijo en esa oportunidad lo siguiente:

“Ahora bien, de conformidad con el concepto constitucional de


autoridades públicas, no cabe duda de que los jueces tienen esa calidad
en cuanto les corresponde la función de administrar justicia y sus
resoluciones son obligatorias para los particulares y también para el
Estado. En esa condición no están excluidos de la acción de tutela
respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen derechos
fundamentales, lo cual no significa que proceda dicha acción contra sus
providencias. Así, por ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela
se ordene al juez que ha incurrido en dilación injustificada en la adopción
de decisiones a su cargo que proceda a resolver o que observe con
diligencia los términos judiciales, ni riñe con los preceptos
constitucionales la utilización de esa figura ante actuaciones de hecho
imputables al funcionario por medio de las cuales se desconozcan o
amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando la decisión
pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio
cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y
queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario
competente (artículos 86 de la Constitución Política y 8° del Decreto 2591
162 T-348 de 1993. M.P. Hernando Herrera Vergara.
163 T-420 de 2003.
42
de 1991). En hipótesis como estas no puede hablarse de atentado
alguno contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata
de hacer realidad los fines que persigue la justicia”.

Resulta claro entonces, que la Corte Suprema de Justicia, al igual que todos
los demás organismos del Estado y los particulares, se encuentra sometida a
la Constitución Política. Además, es también indiscutible su carácter de
autoridad pública y, en ese orden de ideas, con sus actos u omisiones podría
de manera excepcional, vulnerar o amenazar de vulneración derechos
constitucionales fundamentales que deben ser protegidos por el Estado. De
ahí, que no se entendería que las actuaciones de esa Corporación quedaran
excluidas de la acción de tutela como mecanismo democrático que puede
invocar cualquier ciudadano para la protección de tales derechos.

El164 artículo 86 de la Constitución Política dispone, sin excepción alguna, que


toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo
momento y lugar, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que estos resulten vulnerados o amenazados
por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública; y que, en todo caso,
se remitirá a la Corte Constitucional para su eventual revisión, en
concordancia con lo previsto en el numeral 9 del artículo 241 ibídem. que le
asigna como función a la Corte Constitucional la de revisar, en la forma que
determine la ley, las decisiones judiciales relacionadas con la acción de tutela
de los derechos constitucionales. En el mismo sentido, el Decreto 2591 de
1991 reglamentario de la acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la
Constitución Política, y que tiene fuerza de ley, dispone que toda persona
tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, la protección inmediata
de sus derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que estos
resulten vulnerados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública o
de los particulares en los casos que señale este decreto.

Por lo tanto, si la Constitución Política (art. 86), el Decreto 2591 de 1991 (art.
1º), y el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, establecen que la tutela
procede contra cualquier autoridad pública y no solo en contra de las
autoridades administrativas, y así lo han reiterado la Corte Constitucional en
sus sentencias sobre la procedencia de la tutela contra providencias judiciales
por vía de hecho y el Consejo de Estado en la sentencia anteriormente citada,
es evidente que lo resuelto por las diferentes Salas de Casación de la Corte
Suprema de Justicia al no admitir a trámite las acciones de tutela que
interponen las personas contra providencia judicial proferida por una Sala de
dicha Corporación, les vulnera su derecho constitucional fundamental de
acceso a la administración de justicia (C.N., art. 229) y a obtener la tutela
judicial efectiva de sus derechos fundamentales, de conformidad con los
Tratados Internacionales (Convención Americana de Derechos Humanos, art.
25), y las Opiniones Consultivas de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (OC-11/90, OC-16/99).

164
Auto 046 de 2004. Sala Plena.
43
LA PROTECION CONSISTIRA EN UNA ORDEN PARA QUE AQUEL
RESPECTO DE QUIEN SE SOLICITA LA TUTELA, ACTUE O SE
ABSTENGA DE HACERLO. EL FALLO QUE SERA DE INMEDIATO
CUMPLIMIENTO,

El165 juez de tutela imparte órdenes de inmediato cumplimiento, para dar


certidumbre a las personas en cuanto al real y concreto disfrute de sus
derechos constitucionales, y es por ello precisamente que la jurisprudencia ha
configurado la tesis según la cual el medio ordinario no idóneo es desplazado
por el amparo. Pero, por otra parte, no es posible aceptar que esas órdenes
puedan ser impartidas contrariando normas imperativas de la propia
Constitución, como la del ya citado artículo 345, pues la Carta Política
estructura un sistema jurídico, que debe interpretarse y aplicarse razonable y
armónicamente. En consecuencia, las órdenes que al juez de tutela es dable
impartir tienen por presupuesto necesario el ordenamiento jurídico en su
conjunto. Las166 sentencias de los jueces de tutela son de inmediato
cumplimiento, ni el trámite de la segunda instancia, ni el de revisión ante la
Corte Constitucional justifican desconocerlas, pues son trámites que se surten
en el efecto devolutivo 167. El168 fallo de tutela no solamente goza de la fuerza
vinculante propia de toda decisión judicial sino que, en cuanto encuentra
sustento directo en la Carta Política y por estar consagrada aquélla de modo
específico para la guarda de los derechos fundamentales de rango
constitucional, reclama la aplicación urgente e integral de lo ordenado,
comprometiendo, a partir de su notificación, la responsabilidad del sujeto
pasivo del mandato judicial, quien está obligado a su cumplimiento so pena de
las sanciones previstas en la ley.

Para la efectividad de los derechos fundamentales y con miras a la real


vigencia de la Constitución, resulta esencial que las sentencias de tutela sean
ejecutadas de manera fiel e inmediata, lo que exige el mayor rigor por parte de
los organismos estatales competentes en la aplicación de las sanciones que
merezca quien desatienda las órdenes judiciales impartidas por medio de
ellas. De la estricta observancia de la normatividad correspondiente depende
la realización de los fines primordiales del orden jurídico y del Estado Social de
Derecho. Ello es todavía más claro, dada la jerarquía del órgano y la función
de control superior y unificación de jurisprudencia que le compete, cuando el
amparo ha sido concedido por la Corte Constitucional, cuyos fallos son
obligatorios e ineludibles y no pueden ser desconocidos, demorados ni
tergiversados por los llamados a acatarlos. El incumplimiento del fallo de tutela
no sólo representa falta disciplinaria y desacato sino que puede configurar
conductas punibles como fraude a resolución judicial y prevaricato por
omisión. Cuando el juez competente no ejerza la función de vigilancia que le
ha sido asignada para asegurar el cumplimiento de los fallos de tutela, debe
responder disciplinariamente, por lo cual, en caso de efectivo desacato a
ciencia y paciencia del juez responsable, el Consejo Superior de la Judicatura
y la Procuraduría General de la Nación en el ámbito de sus respectivas

165 T-081 de 1997. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


166 Sentencia T-162 de 1997.
167 Según el tercer inciso del artículo 203 del Código de Procedimiento Penal, devolutivo es el caso en el cual no se

suspenderá el cumplimiento de la providencia apelada ni el curso de la actuación procesal.


168 Auto No. 008 de 1996.
44
competencias, deben asumir el conocimiento inmediato del asunto. La
Corte Constitucional no vacila en afirmar que el incumplimiento de los
fallos de tutela tiene que ser sancionado drásticamente y de manera oportuna,
pues de lo contrario resulta inútil la institución. En cuanto a las sentencias de
la Corte Constitucional, no corresponde a ella la función de vigilar con
posterioridad al momento del fallo, si éste es acatado por los obligados. La
función de la Corte culmina con la providencia que pone fin al proceso de
revisión adelantado en su seno. Es al juzgador de primera instancia, a quien
corresponde adoptar las medidas de control e imponer las sanciones
pertinentes y, mantener la competencia hasta que esté completamente
restablecido el derecho.

Las169 sentencias de tutela son de cumplimiento inmediato, tal como lo


establece el artículo 86 de la Constitución y el artículo 31 del Decreto 2591 de
1991, es decir, que no obstante que sean impugnadas, lo decidido se debe
cumplir en la forma dispuesta en la parte resolutiva, porque el hecho de
impugnar no lleva consigo la suspensión del cumplimiento de la misma. Esto
no ocurre siquiera, cuando la acción se encuentra en revisión de la Corte.

Las170 órdenes contenidas en las decisiones de tutela, dirigidas a la protección


de los derechos, tienen que acatarse y cumplirse sin excepción. La autoridad o
el particular que haya sido declarado responsable de la amenaza o violación,
debe cumplir la orden encaminada a la protección de los derechos
fundamentales en los términos que lo indique la sentencia y en el plazo allí
señalado. El incumplimiento de la decisión conlleva una violación sistemática
de la Carta. Por una parte, en cuanto frusta la consecución material de los
fines esenciales del Estado, como son la realización efectiva de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Carta, el mantenimiento de la
convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo (Preámbulo, arts. 1° y 2°).
Y por la otra, en cuanto dicha omisión contraría, además de las normas
constitucionales que regulan la acción de tutela y el derecho infringido,
también aquellas que reconocen en el valor de la justicia y en los derechos al
debido proceso y al acceso efectivo a la administración de justicia, pilares
fundamentales del modelo de Estado Social de Derecho (arts. 29, 86 y 230).

Cumplimiento de las órdenes proferidas por el juez constitucional 171. Una vez
verificados por el juez los supuestos fácticos y jurídicos del caso objeto de
estudio y de llegar a la conclusión que se han vulnerado derechos
fundamentales, debe proferir una sentencia que decida de fondo el asunto y
restablezca el orden jurídico violado. La decisión del juez se concreta en una
orden, la cual debe ser de tal entidad que, en caso de que se advierta
vulneración de derechos fundamentales, restablezca de manera inmediata los
derechos desconocidos del interesado, de tal manera que el infractor de la
norma fundamental actúe o se abstenga de hacerlo. Dicha orden es de
inmediato e ineludible cumplimiento en tanto que lo que se pretende es el
restablecimiento del orden jurídico constitucional y hacer efectiva la garantía
de los principios, derechos y deberes consagrados en la Carta Política.

169
T-259 DE 2002. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
170 Auto 010 de 2004. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
171 T-459 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
45

No puede quedarse tan sólo en el plano teórico o conceptual sino que es


imperativo que se materialice, que se haga efectiva porque de lo contrario el
orden constitucional continúa quebrantado y perderían sentido las normas de
la Carta que reconocen y protegen los derechos de estirpe fundamental 172. De
esta manera el destinatario de la orden, ya sea una autoridad pública o un
particular, debe acatarla y darle estricto cumplimiento en forma inmediata, sin
entrar a considerar si los fallos que las contienen son o no convenientes o
contravienen sus intereses, pues sólo les basta con saber que han sido
dictados por jueces de la República que, en ejercicio de sus facultades
constitucionales, han proferido una decisión destinada a hacer valer el imperio
de las normas constitucionales que consagran derechos fundamentales.
Importa destacar que si bien es cierto el fallo es de obligatorio cumplimiento, y
el llamado a ello debe actuar o dejar de hacerlo conforme a lo ordenado,
también lo es que para que tal providencia sea oponible es necesario que la
misma se haya notificado.

Es claro que las personas tienen derecho a saber que contra ellas se ha
iniciado una tutela y a conocer los fallos que se adopten al resolver el caso
concreto, pues durante el trámite de la acción el debido proceso debe
observarse y, en caso contrario, habría lugar a decretar una nulidad o, en el
evento de que ese procedimiento ya hubiese concluido, a iniciar otra acción
con el fin de restablecer el derecho violado. Esa notificación, como las de las
demás providencias que se dicten en el curso del proceso, ya lo ha señalado
la ley (art. 30 del Decreto 2591 de 1991) y reafirmado la Corte, no requiere ser
personal, pues se puede hacer por telegrama o por otro medio que resulte ser
expedito173 y que, en el caso de la sentencia, asegure su cumplimiento. Incluso
aun en el evento en que dicha notificación no se realice por parte del juez,
pero la persona llamada a cumplir el fallo se acerque al despacho y se
notifique por conducta concluyente -la cual constituye una forma de
notificación subsidiaria-, lo cierto es que ese propósito de la notificación, cual
es hacerle conocer a las partes sobre el contenido de lo decidido y darles la
posibilidad de defensa y de controvertir, se ha satisfecho. En ese caso el
derecho a la contradicción no se ha vulnerado en cuanto los términos sólo
empezarían a contar a partir del día siguiente a la fecha en que se tuvo
conocimiento de la providencia.

El poder que tiene el juez para hacer cumplir sus fallos difiere del que tiene
para imponer una sanción por desacato. El trámite del desacato y el debido
proceso

172Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-766 de 1998 y T-188 de 2002, ya citadas.


173 En cuanto a la expresión: por el medio que el juez considere mas expedito y eficaz a que aluden los artículos 16 y 30
del Decreto 2591 de 1991, la Corte, en Sentencia T-548 del 23 de noviembre de 1995, manifestó que “[e]sta disposición no
puede en ningún momento considerarse que deja al libre arbitrio del juez determi nar la forma en que se debe llevar a cabo
la notificación, pues ello equivaldría a permitir la violación constante del derecho fundamental al debido proceso. (...) Así ,
entonces, dentro del deber del juez de garantizar a las partes el conocimiento y la deb ida oportunidad para impugnar las
decisiones que se adopten dentro del proceso, deberá realizarse la notificación de conformidad con la ley y asegurando
siempre que dentro del expediente obre la debida constancia de dicha actuación. Para realizar lo anteri or, el juez, en caso
de ser posible y eficaz, bien puede acudir en primer término a la notificación personal; si ello no se logra, se debe procura r
la notificación mediante comunicación por correo certificado o por cualquier otro medio tecnológico a su dis posición, y, en
todo caso, siempre teniendo en consideración el término de la distancia para que pueda ejercer las rectas procesales
correspondientes”.
46
La protección que se otorga a través del fallo que se dicta con ocasión de
una acción de tutela sería inocua si no existieran mecanismos ágiles,
eficaces y oportunos al alcance del juez para coaccionar u obligar a la
autoridad o persona que violó o desconoció un derecho fundamental, y
destinatario de una orden, para que cumpla con lo dispuesto por el funcionario
judicial y restablezca, en los términos fijados por él, el derecho violado o
amenazado. El juez no puede quedarse inerme frente al incumplimiento de
una orden contenida en un fallo de tutela sino que está en la obligación
ineludible de actuar, de agotar todos los mecanismos que sean necesarios
para restablecer el derecho violado y de utilizar las herramientas jurídicas que
la ley le confiere para que su decisión no quede en mera teoría. El poder que
tiene el juez en esta materia es tal que la ley ha dispuesto que él mantiene su
competencia hasta tanto no se logre el restablecimiento completo del derecho
vulnerado o hayan sido eliminadas las causas de la amenaza (art. 27 del
Decreto 2591 de 1991).

Ya la Corte ha señalado, conforme a lo dispuesto en el artículo 27 del Decreto


2591 de 1991, cuáles son los pasos que le corresponde al juez agotar en caso
de que, dentro del término señalado en el fallo, se incumpla la orden dada.
Así, ha sostenido que (1) debe dirigirse al superior del responsable con el fin
de requerirlo para que haga cumplir la sentencia y abra el correspondiente
proceso disciplinario contra aquél; (2) si luego de transcurridas 48 horas a
partir del requerimiento no se ha cumplido con lo ordenado, ordenará abrir
proceso contra el superior, y (3) en ese mismo momento adoptará
directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento del fallo 174.
Adicionalmente, el juez puede sancionar por desacato al responsable y al
superior hasta que cumplan su sentencia.

De acuerdo con lo anterior, la facultad para sancionar por desacato es una


opción que tiene el juez frente al incumplimiento pero no puede confundirse en
manera alguna con la potestad que tiene para hacer efectiva la orden de
tutela. Es decir, el juez puede adelantar el incidente de desacato y sancionar a
o los responsables y simultáneamente puede adelantar las diligencias
tendentes a obtener el cumplimiento de la orden. Un trámite no excluye al otro
y de igual manera la competencia para hacer efectivo el cumplimiento de la
orden no es requisito necesario ni previo para poder imponer la sanción.
Luego no le asiste razón a la peticionaria cuando alega que el Tribunal
Superior del Distrito Judicial debió haber requerido a su superior para efectos
de hacer cumplir el fallo antes de iniciar el trámite del desacato.

El afectado por la falta de materialización de una orden de tutela, puede acudir


ante el juez que impuso la sanción o el de primera instancia, según sea el
caso, para solicitarle el cumplimiento total de la misma y asegurar que su
derecho sea íntegramente protegido, para lo cual el juez está obligado a
observar el procedimiento señalado en la norma transcrita e iniciar un trámite
incidental para establecer si hay lugar o no a imponer la sanción por desacato.
El desacato no es otra cosa que el incumplimiento de una orden proferida por
un juez y contenida ya sea en una sentencia o en cualquier providencia
dictada en ejercicio de sus funciones y con ocasión del trámite de una acción
174 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-763 del 7 de diciembre de 1998 y T-1155 del 1 de septiembre de 2000.
47
de tutela. Dicha figura jurídica se traduce en una medida de carácter
coercitivo y sancionatorio con que cuenta el juez de conocimiento de la
tutela para sancionar a quien desatienda sus órdenes expedidas para proteger
de manera efectiva derechos fundamentales175.

Tal como la Sala Plena de la Corte lo ha sostenido, ese poder conferido al juez
constitucional está inmerso dentro de sus poderes disciplinarios asimilables a
los que el artículo 39, numeral 2 del Código de Procedimiento Civil le concede
al juez civil, y las sanciones que imponga tienen una naturaleza
correccional176. El trámite que debe adelantarse es el incidental especial que
finaliza con un auto, el que, si impone la sanción, es consultado ante el
superior para que éste revise la actuación surtida por el inferior, pero, si ocurre
lo contrario, allí concluye la actuación, toda vez que el legislador no previó la
posibilidad de que dicho auto pueda ser susceptible de apelación. Es claro que
si se impone la medida correccional, ésta no podrá hacerse efectiva hasta
tanto el superior no confirme el auto consultado 177.

Así pues, al ser el desacato una manifestación del poder disciplinario del juez
la responsabilidad de quien en él incurra es subjetiva 178, lo que indica que no
puede presumirse la responsabilidad por el sólo hecho del incumplimiento sino
que para que haya lugar a imponer la sanción se requiere comprobar la
negligencia de la persona comprometida. Lo anterior es independiente de la
sanción penal que por esa conducta le pueda ser atribuible al responsable y
del delito de fraude a resolución judicial, al tenor de lo dispuesto en el artículo
53 del Decreto 2591 de 1991. Hasta aquí podría concluirse que el
cumplimiento es oficioso, aunque no excluye la posibilidad de que el afectado
pueda solicitarlo al juez; la responsabilidad es objetiva y además tiene como
fundamento normativo los artículos 23 y 27 del Decreto 2591 de 1991. El
desacato, por su parte, se caracteriza por tener un trámite incidental; las
sanciones se pueden imponer a solicitud de la parte interesada, de alguno de
los intervinientes en la tutela, por petición del Ministerio Público o de la
Defensoría del Pueblo e inclusive de oficio 179; la responsabilidad es subjetiva y
se cimienta en los artículos 27 y 52 ibídem.

Teniendo en cuenta que este incidente tiene como objeto no sólo lograr la
efectiva materialización de los derechos fundamentales afectados, sino el de
verificar si la persona o autoridad a la cual se le dio la orden de tutela la ha
incumplido y establecer si es del caso imponer o no la sanción respectiva 180, la
necesaria consecuencia del incumplimiento y demostrada la responsabilidad
del sujeto es la imposición de la sanción. Así las cosas, si durante el trámite
del incidente y antes de que se decida en forma definitiva, el obligado cumple
con lo ordenado por el juez constitucional, no por ello se excluye la posibilidad
de aplicar la sanción por desacato. Ésta se impone como consecuencia directa
del incumplimiento a una orden de un juez, lo cual es independiente al hecho

175 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-188 de 2002, ya citada.


176 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C-092 del 26 de febrero de 1997.
177 Sobre este punto se pronunció la Sala Plena en la Sentencia C-243 del 30 de mayo de 1996, al resolver una demanda

instaurada contra el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991, y declaró inexequible la expresión “la consulta se hará en el
efecto devolutivo”.
178 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-763 de 1998, ya citada.
179 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-766 de 1998, ya citada.
180 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-553 del 18 de julio de 2002.
48
de que con posterioridad se verifique la observancia de la orden y se
restablezca el derecho vulnerado.

De otra parte, no puede olvidarse que la observancia del debido proceso es


perentoria durante el trámite incidental 181, lo cual presume que el juez, sin
desconocer que debe tramitarse al igual que la tutela de manera expedita, no
puede descuidar la garantía del derecho al debido proceso y el derecho de
defensa. Debe (1) comunicar al incumplido sobre la iniciación del mismo y
darle la oportunidad para que informe la razón por la cual no ha dado
cumplimiento a la orden y presente sus argumentos de defensa. Es preciso
decir que el responsable podrá alegar dificultad grave para cumplir la orden,
pero sólo en el evento en que ella sea absolutamente de imposible
cumplimiento182, lo cual debe demostrar por cualquier medio probatorio; así
mismo, debe (2) practicar las pruebas que se le soliciten y las que considere
conducentes son indispensables para adoptar la decisión; (3) notificar la
decisión; y, en caso de que haya lugar a ello, (4) remitir el expediente en
consulta ante el superior.

En el evento en que durante el curso del incidente se advierta


desconocimiento del derecho al debido proceso y como consecuencia de ello
se constituya una vía de hecho, es perfectamente admisible que quien
considere vulnerado su derecho acuda a la acción de tutela en procura de
obtener protección constitucional. Será el juez de tutela, entonces, el que entre
a valorar si en el caso concreto se configuran los presupuestos para la
procedencia de la acción contra providencias judiciales y si se configura o no
una vía de hecho. Al respecto, debe anotar la Corte que las razones que el
peticionario exponga en su escrito de tutela deben ser coherentes con los
argumentos esgrimidos durante el incidente y que las pruebas que pretenda
hacer valer hayan sido solicitadas, conocidas o analizadas en la etapa
incidental porque de lo contrario la tutela no sería procedente en tanto que
ésta no puede ser utilizada como un remedio procesal ante la desidia o
negligencia del interesado. En la acción de tutela no es admisible alegar
cuestiones que debieron haber sido debatidas en el desacato o circunstancias
nuevas que no fueron manifestadas en su momento y menos solicitar la
práctica de pruebas no pedidas durante el trámite incidental. Esto en atención
a que -se reitera- la tutela no es un mecanismo alternativo de los procesos
judiciales ni puede ser utilizada para remediar falencias del actor durante el
trámite del proceso ordinario.

PODRA IMPUGNARSE ANTE EL JUEZ COMPETENTE Y,

Ninguna183 norma constitucional ni legal exige que quien impugne sustente la


impugnación. La expresión "debidamente", utilizada por el artículo 32, debe
entenderse referida al término para impugnar, único requisito de índole formal
previsto en el Decreto 2591 de 1991, al lado del relativo a la competencia del
juez, establecido por la propia Constitución. Este carácter simple de la

181 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-572 del 29 de octubre de 1996 y T-766 de 1998, ya citada.
182 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-635 del 15 de julio de 2001 y T-086 de 2003, ya citada.
183 T-501 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
49
impugnación es concordante con la naturaleza preferente y sumaria que
la Constitución atribuye a la acción de tutela y con la informalidad que, en
consecuencia, subraya el artículo 14 del Decreto 2591 para la presentación de
la solicitud, cuando establece inclusive que al ejercitar la acción "no será
indispensable citar la norma constitucional infringida, siempre que se
determine claramente el derecho violado o amenazado". En este orden de
ideas, no es posible equiparar la impugnación del fallo de tutela con los demás
recursos consagrados en otras leyes, pues ellos tienen fines distintos y
diferente régimen, menos aún con el objeto de impedir su ejercicio haciéndole
extensivos "por analogía" requisitos expresamente indicados para los recursos
ordinarios o extraordinarios. Además, acudiendo a la interpretación teleológica
de las normas constitucionales, se halla fácilmente el sentido protector de la
acción de tutela, al igual que su inconfundible orientación hacia el
perfeccionamiento material de los derechos fundamentales (artículos 1, 2 , y
86 de la Constitución, entre otros), que no se obtiene dentro de una
concepción que rinda culto a las formas procesales, menos aún si ellas no han
sido expresamente consagradas. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de velar
por la prevalencia del derecho sustancial, tan nítidamente definida por el
artículo 228 de la Carta Política. En el caso sub-judice el actor se equivocó al
designar con las palabras "recurso de reposición" lo que en verdad era la
impugnación del fallo, pero no se necesita gran esfuerzo para comprender que
su deseo era el de obtener un nuevo estudio de su caso.

La184 apelación de sentencias de tutela se debe conceder en el efecto


DEVOLUTIVO (no se suspenderá el cumplimiento de la providencia apelada,
ni el curso del proceso, art. 354 No. 2 del C. De P. C.), por cuanto no está
permitido al a-quo suspender los efectos del fallo hasta que se resuelva el
asunto en segunda instancia. Si bien un fallo de tutela en primera instancia
puede ser recurrido por cualquiera de las partes dentro de los términos
establecidos por la ley, su cumplimiento por éstas es obligatorio mientras se
surte la segunda instancia, la cual, de confirmarlo, dejará en firme la actuación
del a-quo, pero en caso de revocarlo, dejará sin efectos totales o parciales el
fallo objeto de apelación, y producirá otros, los cuales las partes deberán
acatar. Todo fallo de tutela que sea remitido para eventual revisión por la Corte
Constitucional, tiene plenos efectos, aún durante el trámite de la revisión, por
cuanto según lo prescrito en el artículo 35 del Decreto 2591 de 1991 con
fundamento en el artículo 86 de la Constitución Nacional, la revisión se
concede en el efecto devolutivo, esto es, sin que se suspendan las decisiones
adoptadas en el fallo correspondiente. Lo anterior ocurre sin perjuicio de que
la Corporación, cuando lo estime conveniente, adopte las medidas
provisionales que considere necesarias para proteger un derecho
fundamental, según lo prescrito en el artículo 7o. del mismo Decreto.

El185 decreto 2591 de 1991 en sus artículos 31 y 32, hace referencia a la


impugnación del fallo de tutela. En el artículo 31 se señala de manera expresa
el término máximo para la interposición de la impugnación: “Dentro de los tres
días siguientes a su notificación el fallo podrá ser impugnado...”. De esta
manera, surge como único requisito para la impugnación, que ésta sea

184 T-068 de 1995. M.P. Hernando Herrera Vergara.


185 Auto 159ª de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
50
presentada dentro del término legalmente estipulado para ello, sin que
medie formalidad adicional. Se hace así efectivo el derecho constitucional
de controvertir las decisiones judiciales, permitiendo el acceso a la segunda
instancia y se confirma el carácter informal de la acción de tutela.

EN TODO CASO, ESTE LO REMITIRA A LA CORTE CONSTITUCIONAL


PARA SU EVENTUAL REVISIÓN

Es186 más importante, en razón de su contenido y alcances, la revisión


eventual que la obligatoria, porque justamente la labor de la Corte en materia
de tutela es de orientación, consolidación de la jurisprudencia y pedagogía
constitucional, todo lo cual se logra más eficientemente con unos fallos
preseleccionados por su importancia y su carácter paradigmático (tal carácter
tiene dos implicaciones: es obligatorio y es didáctico) que con toda una suerte
de sentencias obligatorias y numerosas, la mayoría de las cuales terminarían
siendo una repetición de casos idénticos, que convertirían a la Corte
Constitucional en una tercera instancia ahogada en un mar de confirmaciones
de sentencias.

El objeto de la Revisión de las sentencias de tutela. No constituye una nueva


instancia187. La Corte ha precisado en reiteradas decisiones que el alcance de
sus funciones en materia de revisión de las sentencias de tutela se concreta
en la unificación de la jurisprudencia sobre derechos fundamentales con el fin
de garantizar su efectividad 188, sin que pueda entenderse que las actuaciones
en dicha sede de revisión constituyan una nueva instancia. Al respecto ha
señalado lo siguiente:

“Según lo determina la propia Carta Política en su artículo 86, la revisión


constitucional de las sentencias de tutela es de carácter eventual y no
tiene el propósito de resolver en todos sus detalles el asunto ya
examinado por los jueces sino el de verificar, frente a la Constitución, lo
actuado por ellos, con miras al señalamiento de la doctrina constitucional
y de la jurisprudencia sobre el alcance de las disposiciones relativas a los
derechos fundamentales. Cosa distinta es que la Corte, cuando encuentre
razones fundadas en su análisis para revocar total o parcialmente, o para
modificar lo resuelto, introduzca los necesarios cambios en la
determinación concreta, o en la orden impartida, adecuándolas a su
doctrina. Pero este efecto es secundario y accesorio a las funciones
primordiales de unificación jurisprudencial y pauta doctrinal confiadas a la
Corte, e indica que la controversia propiamente dicha, con la plenitud de
los elementos de hecho sobre los cuales recae la solicitud de amparo, la
legitimidad de las partes y de los intervinientes y la discusión detallada
acerca de las pruebas llevadas al proceso, debe darse en las
instancias”189

186 C-018/93. M.P. Alejandro Martínez Caballero.


187 T-054 de 2003. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
188 Ver al respecto entre otras las sentencias T-006 de 1992, T-406 y T-525 de 1992. Para una síntesis de dicha

jurisprudencia ver la Sentencia SU-1184/01.


189 Sentencia T-088 de 1999. Ver además, sentencia T-175 de 1997.
51
En este sentido la Corporación ha advertido (i) que el objeto central del
análisis de la Corte es la sentencia definitiva en tutela. De ahí que deba
detenerse a considerar los argumentos expuestos por los jueces de instancia.
(ii) que no resulta indispensable adentrarse en el caso más allá de lo que
estime necesario para fijar la correcta interpretación de la norma
constitucional, pues el debate probatorio se ha debido realizar, en principio, en
las instancias. (iii) y que si bien puede tener presente hechos posteriores a la
decisión de tutela ello es así en tanto puedan resultar decisivos para
comprender a cabalidad la situación fáctica y revelar la violación de un
derecho fundamental que al momento de tramitarse la tutela resultaba
discutible190. Así las cosas, la Corte llama la atención sobre el hecho que la
revisión que le encomienda la Constitución y el Decreto 2591 de 1991 no
constituye una tercera instancia y que el objeto sobre el cual recae el análisis
de la Corte en dicha sede son las decisiones de los jueces de tutela, con el fin
de examinar si ellos en sus providencias aplicaron en debida forma los valores,
principios y preceptos constitucionales en los términos definidos por la
Corporación en su jurisprudencia 191. En este sentido la acción de tutela “no
es, por tanto, “un medio alternativo, ni menos adicional o complementario para
alcanzar el fin propuesto" 1en el marco de un proceso judicial. Cabe precisar
igualmente que dicho análisis se circunscribe a los hechos y circunstancias
sometidos a consideración de los jueces de tutela, y que en consecuencia
hechos posteriores a las decisiones por ellos adoptadas solamente pueden ser
considerados como elementos que sirvan para la interpretación o constatación
de los hechos que fueron sometidos a su consideración, pero sin que dichos
hechos posteriores se puedan convertir en objeto de decisión por parte de la
Corte, pues el ámbito de su análisis como ya se señaló está claramente
delimitado. El hecho de que la actuación en sede de revisión no constituya una
tercera instancia implica además que no quepa reconocer personería, ni
atender las peticiones que puedan hacer los sujetos procesales ni sus
representantes.

En192 desarrollo de la competencia conferida en los artículos 86 y 241 numeral


9º de la Carta y en los artículos 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Corte
Constitucional tiene la función de revisar de manera eventual, las decisiones
judiciales relacionadas con la acción de tutela de los derechos constitucionales
y en cumplimiento de esta función ejerce su papel como supremo guardián de
los derechos y libertades fundamentales. De acuerdo con lo regulado en el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, para la revisión de los fallos de tutela,
se designará dos de sus magistrados para que seleccionen, “sin motivación
expresa y según su criterio”, las sentencias de tutela que habrán de ser
revisadas.

La revisión eventual por parte de la Corte Constitucional no configura una


tercera instancia, pues como se afirmó en Auto de Agosto 1º de 1996: “…no
ha sido prevista por la Constitución para dar a las partes nueva posibilidad de
atacar las determinaciones judiciales de primero y segundo grado. Su sentido
y razón consisten en asegurar que, por parte del tribunal que tiene a su cargo
190 Sentencia SU-1184 /01
191 Ver Sentencia T-088 de 1999.
1 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. C-543 de Octubre 1o. de 1.992.
192 Auto 012 de 2004. Sala Plena.
52
la guarda de la integridad y supremacía de la Carta Política, se unifiquen
los criterios con base en los cuales ella se interpreta y aplica en materia de
derechos, se elabore la doctrina constitucional y se tracen las pautas de la
jurisprudencia, a propósito de casos paradigmáticos, sobre el alcance de los
principios, postulados, preceptos y reglas de la constitución, corrigiendo de
paso, si hay lugar a ello, las desviaciones y errores de equivocadas
interpretaciones y decisiones judiciales.”

Así entonces, en materia de revisión de las Sentencias de tutela por la Corte


Constitucional, la Constitución no ordena a esta Corporación seleccionar y
revisar todos los fallos de tutela como lo afirma el peticionario, sino que le
concede libertad en la escogencia en forma autónoma y discrecional, según
los criterios y los objetivos que ella misma determine o los que juzgue
pertinentes para la protección de los derechos fundamentales. Esta
discrecionalidad implica que la Corte tiene plena libertad para determinar
cuáles procesos son estudiados por ella, sin que la ley, ni ninguna otra
regulación de menor jerarquía, puedan obligarla a seleccionar un determinado
caso de tutela, o una cierta cantidad de los mismos. En Sentencia C-037 de
1996, M.P. Vladimiro Naranjo Mesa, la Corte precisó que la facultad de
selección es “una atribución libre y discrecional de la Corporación para revisar
los fallos de tutela que sean remitidos por los diferentes despachos judiciales,
con el fin de unificar la jurisprudencia sobre la materia y de sentar bases
sólidas sobre las que los demás administradores de justicia se puedan inspirar
al momento de pronunciarse acerca de los derechos fundamentales dentro del
ordenamiento jurídico colombiano”.

Por su parte, en Auto 031A del 30 de abril de 2002, la Corte afirmó que las
Sentencias de las Salas de Revisión orientan la interpretación de las
sentencias unificatorias y precisan su alcance en otros casos concretos,
encauzando así la labor de los jueces en las instancias. Además, en aquellos
temas donde no haya alguna posición de la plenaria, las salas de revisión
cuentan con un amplísimo margen de análisis, pues además de crear la
jurisprudencia, establecen los parámetros que deberán atender los jueces de
instancia. En consecuencia, la labor sistémica de la Corte no está reservada
solamente a la Sala Plena, sino también a cada una de las Salas de Revisión.

Por último es preciso reiterar que la facultad discrecional de revisión implica


también que el papel de la Corte no consiste en corregir todos los eventuales
errores en que hayan podido incurrir los jueces al decidir los casos, sino que
busca unificar la doctrina sobre el alcance de los derechos fundamentales. En
la Sentencia T-269 de 1995, ha dicho esta Corporación: “El objetivo primordial
de la revisión eventual, mucho más allá de la resolución específica del caso
escogido, es el análisis de fondo sobre la manera como se ha interpretado y
aplicado por los jueces la preceptiva constitucional y la definición que hace la
Corte, en el plano doctrinal, acerca de cómo debe entenderse y aplicarse en
casos posteriores en los que surja el mismo debate, a propósito de hechos o
circunstancias regidas por idénticos preceptos. Por supuesto, es
indispensable que el caso particular, a partir de ese examen, sea también
resuelto por la Corte, bien confirmando, ya modificando o revocando los fallos
de instancia. Pero tal resolución no es el único ni el más importante propósito
53
de la revisión y viene a ser secundario frente a los fines de establecimiento
de la doctrina constitucional y de unificación de la jurisprudencia, que
tienen un sentido institucional y no subjetivo.”

Así entonces, contra los autos proferidos por las Salas de Selección no
procede causal alguna de nulidad, toda vez que la escogencia de los casos de
revisión, constituye un trámite “eventual” (Art.86 C.P.), realizado “sin
motivación expresa y según su criterio” (Art. 33 Dto. 2591/91), fundamentado
en precisas facultades que le confieren a esta Corporación discrecionalidad,
libertad y autonomía, de conformidad con los criterios y los objetivos que ella
misma determine.

ESTA ACCIÓN SOLO PROCEDERÁ CUANDO EL AFECTADO NO


DISPONGA DE OTRO MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL, SALVO QUE
AQUELLA SE UTILICE COMO MECANISMO TRANSITORIO PARA EVITAR
UN PERJUICIO IRREMEDIABLE.

La193 Corte también ha sido enfática al resaltar el carácter subsidiario 194 y


residual195 de la acción de tutela, en este sentido la ha concebido como el
mecanismo procesal previsto ante la inexistencia de mecanismos
procesales196 para el amparo judicial integral 197 del objeto de protección. Sin
embargo también la ha considerado como un mecanismo procesal supletorio
de los mecanismos ordinarios, frente a la inidoneidad e ineficacia del
mecanismo ordinario de protección circunstancia ligada a la eventualidad del
perjuicio irremediable 198. Situación en la cual su virtud tutelar se modula para
convertirse en mecanismo cautelar transitorio199.

Según200 el texto constitucional, para que el amparo proceda, no basta que se


compruebe la vulneración o amenaza de uno o más derechos fundamentales,
sino que es indispensable que el solicitante de la tutela no cuente con otro
medio de defensa judicial al que pueda acudir para lograr su protección, a no
ser que utilice el mecanismo para evitar un perjuicio irremediable. Dicho esto
de otro modo, así como la existencia de otro medio de defensa judicial no
significa que, sin formula de juicio alguna, la acción de tutela resulte
improcedente, la demostración de la violación o amenaza de vulneración no

193 T-577 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.


194 Subsidiariedad como predicado del mecanismo en hipótesis de inexistencia de otro mecanismo judicial, así en
Sentencia T-432 de 2002. En el mismo sentido Sentencia T-007 de 1992.
195 Los términos subsidiario y residual con los cuales se califica a la acción de tutela, se utilizan de manera equivalente

para significar la inexistencia de otro mecanismo judicial. Ver en este sentido sentencias SU-646 de 1999 y T-408 de 2002.
196 Estos mecanismos procesales pueden ser incluso recursos ordinarios en el trámite de un proceso judicial o

administrativo así en sentencia T-984 de 1999 citada por la sentencia T-408 de 2002.
197 Esta cualificación del amparo puede verse en sentencia SU-961 de 1999 reiterada en Sentencias T-251 de 2001, T-061

de 2002 y T-433 de 2002. Ver también Sentencia T-251 de 2001.


198 En la sentencia T-432 de 2002 la Corte resolvió el caso de dos menores que buscaban la protección de sus derechos

fundamentales al debido proceso y a la seguridad social, debido a que su madre (representante legal) celebró un acuerdo
conciliatorio en el cual transó la pensión de sobrevivientes de sus hijos por bienes muebles e inmuebles de importante
cuantía, conciliación aprobada por el juez ordinario respectivo. La Corte Constitucional no concedió la tutela debido a que
se pudo comprobar que además de existir un mecanismo ordinario de defensa de los derechos invocados (acción ordinaria
laboral), los actores no se encontraban expuestos a sufrir un perjuicio irremediable en los derechos fundamentales
invocados. Para la Corte, el análisis sobre la configuración o no de un perjuicio irremediable debe guardar estrecha
relación con la afectación de los derechos fundamentales invocados.
199 Cfr. Sentencia T-432 de 2002.
200 T-585 de 2002. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
54
201
hace que el amparo proceda en forma mecánica . Ello es así porque, tal
y como reiteradamente lo ha sostenido la Corte, la acción de tutela es de
naturaleza residual y subsidiaria y no está diseñada para reemplazar las
acciones judiciales ordinarias a las cuales la persona puede acudir para hacer
valer sus derechos. Tampoco es un medio alternativo de defensa al que puede
recurrir el interesado cuando no quiere hacer uso de los medios o recursos
judiciales establecidos por el ordenamiento jurídico, pues el carácter
excepcional del mecanismo constitucional de protección impide que éste
pueda superponerse o suplantar aquellos 202.

Así, desde sus primeros fallos, ha dicho la Corte, en relación con el contenido
del inciso 3º del artículo 86 de la Constitución, que el sentido de la norma es el
de subrayar el carácter supletorio del mecanismo, es decir, que la acción de
tutela como mecanismo de protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales debe ser entendida como un instrumento
integrado al ordenamiento jurídico, de manera que su efectiva aplicación sólo
tiene lugar cuando dentro de los diversos medios que aquél ofrece para la
realización de los derechos, no exista alguno que resulte idóneo para proteger
instantánea y objetivamente el que aparece vulnerado o es objeto de amenaza
por virtud de una conducta positiva o negativa de una autoridad pública o de
particulares en los casos señalados por la ley, a través de una valoración que
siempre se hace en concreto, tomando en consideración las circunstancias del
mismo y la situación de la persona, eventualmente afectada con la acción u
omisión. No puede existir concurrencia de medios judiciales, pues siempre
prevalece la acción ordinaria, y de ahí que se afirme que la tutela no es un
medio adicional o complementario, pues su carácter y esencia es ser único
medio de protección que, al afectado en sus derechos fundamentales, brinda
el ordenamiento jurídico203. En ese mismo sentido, se ha afirmado que el
primer llamado a proteger los derechos constitucionales no es el juez de tutela,
sino el ordinario, ya que la tutela está reservada para enfrentar la absoluta
inoperancia de los distintos mecanismos dispuestos para la protección de los
derechos de las personas, no para suplirlos, pues, de otra manera tendría que
aceptarse que, más temprano que tarde, la acción de tutela perdería
completamente su eficacia 204.

Principio de subsidiariedad de la acción de tutela. La eficacia como excepción


a la regla general de la improcedencia de la acción ante la existencia de otros
mecanismos de defensa 205. La regla general en materia de procedibilidad de la
acción de tutela está determinada por el principio de subsidiariedad. La acción
de tutela procede entonces ante la inexistencia de otro mecanismo de defensa
judicial, salvo cuando se intente como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable (art. 86 CN). No obstante, el efecto útil del principio de
subsidiariedad, implica que la procedencia de la acción de tutela dependa
siempre de un juicio sobre la eficacia concreta de los mecanismos ordinarios
de defensa judicial. Esta opción hermenéutica está determinada por la
existencia de una cláusula de cierre de la jurisdicción que indica que no existe

201 Sentencia T-449 de 27 de agosto de 1998. Sala Primera de Revisión.


202 Sentencia T-983 de 13 de septiembre de 2001. Sala Octava de Revisión.
203Sentencia T-106 de 1993.
204 Ibídem.
205 T-300 de 2004. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
55
asunto no susceptible de ser sometido a la jurisdicción, y que en el
ordenamiento jurídico colombiano está radicada en cabeza del juez civil
del circuito (art., 16 numeral 9 del código de procedimiento civil).

En efecto, no atar la procedencia de la acción de tutela al juicio de eficacia del


mecanismo ordinario, equivaldría prácticamente a condenar al ostracismo la
acción de tutela, pues no existe asunto jurídico alguno no susceptible de ser
sometido a la jurisdicción. Este problema puede plantearse como el problema
de la determinación del efecto útil del principio de subsidiariedad. ¿Hasta que
punto la acción de tutela es subsidiaria de los mecanismos principales para la
protección de los derechos fundamentales? Esta dificultad se resuelve
aplicando un juicio de eficacia.

Como se afirmó en sentencia T-859 de 2003, todo mecanismo de defensa


judicial es en abstracto eficaz para la protección de los derechos
fundamentales, este y no otro, es el propósito de la institucionalización del
proceso judicial según los fines esenciales del Estado (art. 2 CN). No obstante,
es posible determinar caso por caso, y a partir de una verificación de la
estructura normativa de los procedimientos (duración, tipos de acciones, tipos
de pretensiones exigibles, tipo de medidas que puede tomar el juez) y de las
situaciones empíricas que los caracterizan (tiempo real de duración, doctrinas
efectivamente aplicadas, tipos de medidas que ordinariamente se toman), si
tales mecanismos son o no eficaces para la oportuna protección de los
derechos fundamentales en juego.

La206 Corte Constitucional tiene establecido que el perjuicio irremediable se


ocasiona siempre y cuando concurran los siguientes elementos: que el
perjuicio sea inminente y grave, y que las medidas que se requieran tomar por
el juez constitucional sean urgentes e impostergables.

Tales condiciones fueron desarrolladas en la sentencia T-225 de 1993, M.P.


Vladimiro Naranjo Mesa:

a) El perjuicio ha de ser inminente: "que amenaza o está por suceder


prontamente". Con lo anterior se diferencia de la expectativa ante un
posible daño o menoscabo, porque hay evidencias fácticas de su
presencia real en un corto lapso, que justifica las medidas prudentes y
oportunas para evitar algo probable y no una mera conjetura hipotética.
Se puede afirmar que, bajo cierto aspecto, lo inminente puede
catalogarse dentro de la estructura fáctica, aunque no necesariamente
consumada. Lo inminente, pues, desarrolla la operación natural de las
cosas, que tienden hacia un resultado cierto, a no ser que oportunamente
se contenga el proceso iniciado. Hay inminencias que son incontenibles:
cuando es imposible detener el proceso iniciado. Pero hay otras que, con
el adecuado empleo de medios en el momento oportuno, pueden evitar el
desenlace efectivo. En los casos en que, por ejemplo, se puede hacer
cesar la causa inmediata del efecto continuado, es cuando vemos que

206
T-655 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
56
desapareciendo una causa perturbadora se desvanece el efecto.
Luego siempre hay que mirar la causa que está produciendo la
inminencia.

b) Las medidas que se requieren para conjurar el perjuicio irremediable


han de ser urgentes, es decir, como calidad de urgir, en el sentido de que
hay que instar o precisar una cosa a su pronta ejecución o remedio tal
como lo define el Diccionario de la Real Academia. Es apenas una
adecuación entre la inminencia y la respectiva actuación: si la primera
hace relación a la prontitud del evento que está por realizarse, la segunda
alude a su respuesta proporcionada en la prontitud. Pero además la
urgencia se refiere a la precisión con que se ejecuta la medida, de ahí la
necesidad de ajustarse a las circunstancias particulares. Con lo expuesto
se verifica cómo la precisión y la prontitud señalan la oportunidad de la
urgencia.

c) No basta cualquier perjuicio, se requiere que éste sea grave, lo que


equivale a la gran intensidad del daño o menoscabo material o moral en
el haber jurídico de la persona. La gravedad obliga a basarse en la
importancia que el orden jurídico concede a determinados bienes bajo su
protección, de manera que la amenaza a uno de ellos es motivo de
actuación oportuna y diligente por parte de las autoridades públicas.
Luego no se trata de cualquier tipo de irreparabilidad, sino sólo de aquella
que recae sobre un bien de gran significación para la persona,
objetivamente. Y se anota la objetividad, por cuanto la gravedad debe ser
determinada o determinable, so pena de caer en la indefinición jurídica, a
todas luces inconveniente.

d) La urgencia y la gravedad determinan que la acción de tutela sea


impostergable, ya que tiene que ser adecuada para restablecer el orden
social justo en toda su integridad. Si hay postergabilidad de la acción,
ésta corre el riesgo de ser ineficaz por inoportuna. Se requiere una
acción en el momento de la inminencia, no cuando ya haya desenlace
con efectos antijurídicos. Se trata del sentido de precisión y exactitud de
la medida, fundamento próximo de la eficacia de la actuación de las
autoridades públicas en la conservación y restablecimiento de los
derechos y garantías básicos para el equilibrio social.

De acuerdo con lo que se ha esbozado sobre el perjuicio irremediable, se


deduce que hay ocasiones en que de continuar las circunstancias de
hecho en que se encuentra una persona, es inminente e inevitable la
destrucción grave de un bien jurídicamente protegido, de manera que
urge la protección inmediata e impostergable por parte del Estado ya en
forma directa o como mecanismo transitorio.

El fundamento de la figura jurídica que ocupa la atención de esta Sala es


la inminencia de un daño o menoscabo graves de un bien que reporta
gran interés para la persona y para el ordenamiento jurídico, y que se
haría inevitable la lesión de continuar una determinada circunstancia de
57
hecho. El fin que persigue esta figura es la protección del bien debido
en justicia, el cual exige lógicamente unos mecanismos transitorios,
urgentes e impostergables, que conllevan, en algunos casos, no una
situación definitiva, sino unas medidas precautelativas.207

La208 acción de tutela, conforme lo dispone el artículo 86 de la Carta Política,


sólo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio judicial de
defensa, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar
un perjuicio irremediable. En igual sentido se pronuncia el artículo 6 del
Decreto 2591 de 1991 que añade que la existencia de esos medios será
apreciada en concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo las circunstancias
en que se encuentre el solicitante. Sobre el tema ha señalado la jurisprudencia
que la acción como mecanismo transitorio sólo ha sido prevista por el
Constituyente “para el evento de producirse un perjuicio irremediable, en el
entendido que allí la protección o amparo que se concede, si es del caso, sólo
puede tener efectos de carácter temporal y transitorio, mientras se produce
una decisión de fondo por parte del juez competente, cuando para la defensa
y protección del derecho existe otro mecanismo judicial” 209.

Lo indispensable es precisar cuándo el perjuicio tiene el carácter de


irremediable, porque el propósito del mecanismo transitorio es, mediante una
determinación temporal adoptada por el juez, restablecer el derecho
constitucional violado o prevenir su vulneración 210. Precisamente lo que se
pretende con la acción de tutela como mecanismo transitorio es que el juez
constitucional, a través de un pronunciamiento que tiene carácter transitorio,
suspenda de algún modo la vulneración o amenaza del derecho fundamental
invocado por el afectado. Que le imponga a la administración el deber de
suspender el acto violatorio de derechos o que suspenda la actividad que
pretenda realizar y que puede menoscabar los derechos. No se trata de
manera alguna que el juez de tutela sustituya al ordinario, ni que se convierta
en un medio alterno de defensa, sino de remediar una ofensa a un derecho
fundamental cuando su titular se encuentra frente a un perjuicio irremediable y
que someter al afectado a la espera de un proceso ordinario, haría luego
inocua la decisión judicial correspondiente, ya porque el daño se encuentre
consumado o porque en atención a la edad del afectado no dé espera a la
resolución de fondo del asunto.

Así, para determinar la existencia o no del perjuicio es necesario tener en


cuenta varios elementos, como son la inminencia, que exige medidas
inmediatas, la urgencia que tiene el afectado por salir de ese perjuicio
inminente, y la gravedad de los hechos, cuestión que hace evidente la
impostergabilidad de la tutela como mecanismo necesario para la protección
inmediata de los derechos constitucionales fundamentales. Así las cosas, no
todo perjuicio puede ser considerado como irremediable, sino únicamente
aquel que por ser inminente y grave requiere de la adopción de medidas
urgentes e impostergables para su protección. Sobre el punto ha dicho la

207 Estos elementos han sido reiterados de manera constante y uniforme en diferentes oportunidades por esta Corporación.
Ver, por ejemplo, las sentencias SU-250 de 1998 y T-301 y T-931 de 2001.
208 T-711 de 2004. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
209 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-052 del 11 de febrero de 1994.
210 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-456 del 21 de octubre de 1994.
58
jurisprudencia que “establecer CUANDO existe el perjuicio irremediable no
es tarea fácil. En primer lugar hay que examinar si las acciones u
omisiones son manifiestamente ilegítimos y contrarios a derecho, pues de otra
manera no se violan ni amenazan los intereses del presunto afectado” 211.

Recientemente212 esta Corporación en la sentencia T-1064 de 2006213, reiteró


que el perjuicio irremediable debe ser acreditado por el actor, correspondiendo
al juez constitucional apreciar si de la situación fáctica que origina la acción es
posible deducir su existencia. Por ende, la procedencia de la acción de tutela
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable está
supeditada a que el actor demuestre conforme a las circunstancias concretas
del caso, la presencia concurrente de los elementos de su configuración como
son la inminencia, urgencia, gravedad e impostergabilidad de la acción.

EN NINGÚN CASO PODRÁN TRANSCURRIR MÁS DE DIEZ DÍAS ENTRE LA


SOLICITUD DE TUTELA Y SU RESOLUCIÓN.

LA LEY ESTABLECERÁ LOS CASOS EN LOS QUE LA ACCIÓN DE


TUTELA PROCEDE CONTRA PARTICULARES ENCARGADOS DE LA
PRESTACIÓN DE UN SERVICIO PÚBLICO O CUYA CONDUCTA AFECTE
GRAVE Y DIRECTAMENTE EL INTERÉS COLECTIVO, O RESPECTO DE
QUIENES EL SOLICITANTE SE HALLE EN ESTADO DE SUBORDINACIÓN
O INDEFENSIÓN”

El214 cambio de concepción frente al significado de la Constitución que pasa


de ser un texto básicamente entendido como un conjunto de principios a ser
hoy vista como una norma jurídica de obligatorio cumplimiento para los
nacionales y extranjeros en Colombia (artículo 4), permite comprender que la
Carta Fundamental además de ser un sistema de instituciones es también un
sistema de libertades y garantías. El respeto de los derechos fundamentales
en sociedades integradas no por individuos libres e iguales sino por grupos
sociales en los que ciertas posiciones generan supremacía social, convierte el
principio de igualdad ante la ley en una declaración formal. Las situaciones de
preeminencia social resultado de relaciones dispares que rompen el ideal de la
autonomía de la voluntad que descansa en el principio de relaciones entre
particulares en términos de igualdad, paridad y simetría, se traducen en
posibilidad de abuso. Basta con hacer referencia a las posibilidades internas o
externas en las que los grupos sociales pueden establecer condiciones que
refuercen su posición preeminente. Desde el punto de vista interno, el
establecimiento de medidas sancionadoras contra individuos aislados por
ejemplo, en los centros educativos concede a la parte dominante facultades
absolutas para delimitar el comportamiento de los miembros de la comunidad.
Desde la perspectiva externa la imposición de condiciones a otros grupos que
tienen la necesidad o la obligación a someterse por ejemplo, las cláusulas
exorbitantes en los contratos con los particulares que prestan servicios

211 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-456 de 1994, ya citada. También se puede consultar la Sentencia T-052 de 1994,
también ya citada.
212 T-226 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
213 M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
214 T-611 de 2001. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
59
públicos, hacen de la asimetría que surge de la necesidad una autentica
posición de poder privado.

La responsabilidad de proteger los derechos fundamentales trasciende así, la


clásica relación entre individuos y autoridades públicas, se preocupa no sólo
por la protección de la libertad frente a la autoridad y se pregunta sí los
derechos fundamentales no pueden ser vulnerados por acción de los
particulares y sí frente a ese tipo de lesiones no debería extenderse el amparo.
¿Cuál es la eficacia de los derechos fundamentales frente a los particulares?
Las cláusulas generales que acompañan los desarrollos legales de los
derechos se presentan en principio como las fuentes de protección de las
libertades y garantías en las relaciones particulares. La legislación ordinaria se
entiende como el desarrollo legal de los preceptos constitucionales sin
embargo, la efectividad del derecho frente a terceros no es un problema de
legislación ordinaria en la medida que no se trata de un asunto de desarrollo
legal de los derechos fundamentales sino de la posibilidad de defensa ante
posiciones sociales de privilegio que no son susceptibles de ser
reglamentadas en forma general - imperio de la ley- y abstracta - como
síntesis de expectativas -, cuando de lo que se trata es de discutir si las
situaciones de poderes privados, de relaciones asimétricas entre particulares
puede resultar que la autonomía de la personas subordinadas o indefensas
quede reducida, en la realidad a un plano formal de igualdad ante la ley en
tanto, la preeminencia que impone un poder privado pueda conculcar los
derechos y libertades de quienes ocupan la posición más débil. El
reconocimiento de la eficacia directa de los derechos fundamentales contra
particulares acarrea riesgos al debilitar el principio de legalidad, el principio de
la autonomía de la voluntad privada, la libertad contractual y la seguridad
jurídica. Razones por las que la aplicación de la protección de la efectividad
directa de los derechos fundamentales frente a particulares, no puede ser
ilimitada, por ello el artículo 86 de la Constitución establece la condición de
subordinación o indefensión como criterios para precisar su alcance y eficacia.

La subordinación215 ha sido definida por la doctrina constitucional como la


condición de una persona que la hace sujetarse a otra o la hace dependiente
de ella y, en esa medida, hace alusión principalmente a una situación derivada
de una relación jurídica en virtud de un contrato de trabajo 216 o de las
relaciones entre estudiantes y directivas del plantel educativo 217 o la de los
padres e hijos derivada de la patria potestad 218.

El estado de indefensión no tiene origen en la obligatoriedad derivada de un


vinculo jurídico sino en la situación fáctica de falta total o insuficiencia de
medios físicos y jurídicos de defensa para resistir o repeler la agresión,
amenaza o vulneración de sus derechos fundamentales 219. La indefensión no
es una circunstancia que pueda ser analizada en abstracto, requiere de un

215 Ver Sentencias S. T-473/00, T-708/00, T-710/00, T-747/00, T-751/00, T-754/00, T-755/00, T-759/00, T-760A/00, T-
825/00, T-898/00, T-1015/00, T-1231/00, T-1234/00, T-1299/00, T-1305/00, T-1360/00, T-1454/00, T-1522/00, T-1561/00, T-
1586/00, T-1590/00, T-1651/00, T-1658/00, T-1686/00, T-1750/00.
216 Ver sentencia T-099 de 1993.
217 Ver sentencia SU 641 de 1998.
218 Ver por ejemplo sentencia T-009 y T- 290 de 1993 y SU-519 de 1997.
219 Ver sentencias T-537. T- 605 y 573 de 1992, T-161, T-099,T-290 de 1993, T-190, T-498, T-003 y T-174 de 1994, T-379 y

T-411 de 1995, T-375 de 1996, T-351 de 1997, T-801 de 1998 y T-172 y T-277 de 1999.
60
vinculo entre quien la alega y quien infringe que permita asegurar el nexo
causal y la respectiva vulneración del derecho fundamental.

El 220 Constituyente de 1991 contempló la posibilidad de que la tutela


procediera también contra particulares, al plasmar en el inciso final del
artículo 86, su procedencia en cuatro situaciones, a saber: a) que el
particular esté encargado de la prestación de un servicio público; b) que
su conducta afecte grave y directamente el interés colectivo; c) que
respecto del particular, el solicitante se halle en estado de subordinación;
y, d) que el solicitante se encuentre en estado de indefensión, respecto
del particular. En efecto, la acción de tutela procede contra particulares
que prestan un servicio público, como quiera que si un particular asume su
prestación, entonces esa persona adquiere una posición de supremacía
material -con relevancia jurídica- frente al usuario. El Decreto 2591 de
1991 dispuso que sólo era factible presentar acción de tutela contra
particulares que presten servicio público, para la protección de ciertos
derechos fundamentales. Sin embargo, la Corte Constitucional, en
sentencia C-134 de 1994, declaró inexequibles los apartes que limitaban
el acceso tutelar, pues se consideró que el Legislador limitó
irrazonablemente el mecanismo de protección de derechos
fundamentales. Por consiguiente, hoy puede interponerse para la
protección de cualquier derecho fundamental amenazado o transgredido
por prestadores de servicios públicos.

Así mismo, procede la tutela contra particulares cuando la conducta afecta


el interés colectivo. Se refiere al interés que abarca a un número plural de
personas que se ven afectadas respecto de la conducta desplegada por
un particular, cuya amenaza o vulneración se individualiza. La sentencia
T-225 de 1993. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa dejó en claro que para que la
protección sea posible: a) debe afectarse grave y directamente el interés
colectivo b) que la situación atente en forma personal e inmediata el
interés de los perjudicados c) que no se trate de cualquier tipo de
irreparabilidad sino aquella que recae sobre un bien de gran significación
para la persona d) Que exista un perjuicio irremediable, como quiera que las
situaciones en que se encuentra de por medio un derecho colectivo, son
objeto de una protección especial, como es el caso de las acciones
populares. En tercer lugar, procede la tutela contra el particular respecto
del cual el accionante se encuentra en estado de subordinación. Esta
situación se presenta en aquellos casos en donde una persona tiene la
obligación jurídica de acatar las órdenes que le imparta un tercero, como
consecuencia de pertenecer ambas partes a cierta estructura jerárquica
predeterminada por un contrato o una norma jurídica221. Esto quiere decir que
subordinación se explica cuando existen relaciones horizontales.
Finalmente, la procede la tutela contra particulares, cuando el actor se
encuentre en estado de indefensión respecto del accionado. Al igual que
en el caso del servicio público, esta posibilidad tiene su fundamento
jurídico en el derecho de igualdad, toda vez que quien se encuentra en
alguna de las situaciones referidas no cuenta con las mismas

220 T-1033 de 2000. M.P. Alejandro Martínez Caballero.


221 Sentencia T-172 de 1997.
61
posibilidades de defensa que otro particular. Así pues, la indefensión
significa que la persona que interpone la tutela carezca de medios de
defensa contra los ataques o agravios realizados por el particular. La Corte
Constitucional ha definido este concepto así:

“una persona se encuentra indefensa frente a otra cuando le es imposible


actuar de manera efectiva para neutralizar los efectos de los actos u
omisiones en que aquella incurre, por lo cual resulta inevitable el daño o
la amenaza de sus derechos fundamentales”222

La223 sola circunstancia de que una empresa preste un determinado servicio


público no la convierte, ipso jure, en sujeto pasivo de la acción de tutela 224. De
ahí que, "(...) de acuerdo con el sentido teleológico de la norma, es necesario
(...) que la vulneración del derecho fundamental se produzca con ocasión de l a
prestación de dicho servicio..." 225. En estos términos, es necesario que la
vulneración de los derechos fundamentales invocados por el accionante,
traspase la mera relación contractual y se desarrolle bajo el modelo "usuario-
servidor", evento en el cual es procedente la acción de amparo constitucional.

Uno226 de los supuestos dentro de los cuales se puede dar la tutela contra un
particular es cuando la conducta de éste afecte grave y directamente el interés
colectivo, esto es, "un interés que abarca un número plural de personas que se
ven afectadas por la conducta nociva desplegada por un particular" 227. En
efecto, un particular puede superar el ámbito de ejercicio de sus derechos
transgrediendo ilegítimamente un derecho colectivo, el cual es un interés de
ese mismo tenor. Sin embargo, no siempre que hay un interés colectivo éste
es difuso, sino que también es posible que pueda ser individualizable. Al
respecto, la Corte sostiene que:

... se presentan situaciones en que los denominados "derechos


colectivos", como la paz, la salubridad pública, la moral administrativa o el
medio ambiente, entre otros, únicamente afectan a una o varias personas
identificadas o identificables, y no a un número de personas
indeterminadas. Lo anterior puede darse, por ejemplo, cuando el ruido o
disturbios frecuentes en un lugar de diversión (tabernas, bares,
balnearios, etc.), molestan únicamente a los vecinos del lugar. En estos
eventos proceden los mecanismos de protección jurídica individuales,
como es el caso de la acción de tutela, siempre y cuando dichas
situaciones se encuentren dentro de los presupuestos que la Constitución
y la ley establecen para la protección de los derechos. 228

222 T-099 de 1998


223 T-468 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
224 Sentencias T-134 de 1994 y T-640 de 1999.
225 En sentencia T-134 de 1994 igualmente se determinó que: "...La acción de tutela procede contra particulares que

prestan un servicio público, debido a que en el derecho privado opera la llamada justicia conmutativa, donde todas las
personas se encuentran en un plano de igualdad. En consecuencia, si un particular asume la prestación de un servicio
público - como de hecho lo autoriza el artículo 365 Superior - o si la actividad que cumple puede revestir ese carácter,
entonces esa persona adquiere una posición de supremacía material - con relevancia jurídica - frente al usuario, es decir,
recibe unas atribuciones especiales que rompen el plano de igualdad referido, y que, por ende, en algunos casos, sus
acciones u omisiones pueden vulnerar un derecho constitucional fundamental que requiere de la inmediata protección
judicial..." (Subrayado por fuera del texto original).
226 T-357 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
227Corte Constitucional. Sentencia No. T-226 del 25 de mayo de 1995..
228Corte Constitucional. Sentencia No. T-028 del 31 de enero de 1994.
62

En los casos citados, se aprecia que el particular tiene el derecho de


realizar determinada conducta, sin embargo, el ejercicio del derecho
respectivo no es absoluto sino que está condicionado por el medio social, los
derecho de los demás y su finalidad 229. Como expresaba el profesor
Josserand, "cada derecho tiene su espíritu, su objeto, su finalidad; quienquiera
que intente apartarlo de su misión social, comete una falta, delictuosa o cuasi
delictuosa, un abuso del derecho susceptible de comprometer, dado el caso,
su responsabilidad"230. El goce del derecho esta relativizado por las variantes
señaladas, con lo cual su ejercicio se torna abusivo cuando excede su móvil y
su fin, como en los casos señalados. Es por ello que se presenta la violación al
derecho de los demás, el cual puede ser individual, colectivo, difuso o
colectivo invidualizable.

La231 acción de tutela se instituye como un instrumento jurídico de carácter


subsidiario que brinda a la persona la posibilidad de acudir a la justicia en
procura de la protección directa e inmediata de sus derechos fundamentales.
Sin embargo, el propio artículo 86 Superior señala que la acción de tutela
contra particulares encuentra restringida su procedencia a una de las
siguientes circunstancias: (1) que los particulares estén encargados de la
prestación de un servicio público; (2) que con su conducta se afecte grave y
directamente el interés colectivo; y (3) que respecto de ellos el solicitante se
encuentre en estado de subordinación o indefensión. 232

Sobre éste último punto la Corte ha definido la subordinación como la


condición de una persona que la hace dependiente de otra, es decir, surge por
virtud de una relación jurídica; generalmente nace por la celebración de un
contrato de trabajo, aún cuando también puede configurarse, por ejemplo, en
el caso de los estudiantes frente a los profesores y las directivas, o de los hijos
frente a sus padres. El estado de indefensión, por el contrario, se presenta
cuando frente a la acción u omisión de un particular la persona está
desamparada, desprovista de un medio de defensa eficaz para resistir o
repeler la agresión o amenaza a un derecho. En otras palabras, el afectado
con el comportamiento de un particular que carece de un mecanismo de
defensa idóneo para garantizar el ejercicio de sus derechos fundamentales, se
encuentra en una situación de indefensión. Al respecto la Corte, en Sentencia
T-317 de 2001, explicó lo siguiente:

“Bajo estos supuestos, es claro que para efectos de la procedencia de la


acción de tutela, las circunstancias que se invocan como presupuestos de
la indefensión, deben ser analizadas por el juez constitucional atendiendo
los antecedentes propios del caso sometido a estudio 233 y el tipo de
vínculo existente entre el accionante y el actor. Sin embargo, como se
desprende precisamente de esta observación, no existe definición ni
circunstancia única que permita delimitar el contenido del concepto de

229Corte Constitucional. Sentencia No. T-025 del 28 de enero de 1994.


230JOSSERAND, Louis. Del Abuso del Derecho y otros Ensayos. Edit. Temis. Bogotá. 1982. Pág. 5.
231 T-595 de 2003. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
232 Ver, entre otras, las sentencias T-233 de 1994, T-457 de 1995, T-100 de 1997, T-1386 de 2000, T-317 de 2001, T-874 de

2001 y T-163 de 2002.


233 Corte Constitucional. Sentencia T-172/99 y T-237/98..
63
indefensión, teniendo en cuenta que éste puede derivarse de diversas
circunstancias, como lo describe la sentencia T-277 de 1999 234, que
pone de presente algunas de ellas, al tenor de la jurisprudencia
constitucional, como son, entre otras: i) la falta, ausencia o ineficacia de
medios de defensa de carácter legal, material o físico, que le permitan a
quien instaura la acción, contrarrestar los ataques o agravios que, contra
sus derechos constitucionales fundamentales, sean inferidos por el
particular contra el cual se impetra la acción 235; ii) la imposibilidad del
particular de satisfacer una necesidad básica o vital, por la forma
irracional, irrazonable y desproporcionada como otro particular activa o
pasivamente ejerce una posición o un derecho del que es titular 236; iii) la
existencia de un vínculo afectivo, moral, social 237 o contractual, que
facilite la ejecución de acciones u omisiones que resulten lesivas de los
derechos fundamentales de una de las partes v.g. la relación entre
padres e hijos, entre cónyuges, entre copropietarios, entre socios, etc.;
238
iv) El uso de medios o recursos que buscan, a través de la presión
social que puede causar su utilización, el que un particular haga o deje de
hacer algo en favor de otro. v.g. la publicación de la condición de deudor
de una persona por parte de su acreedor en un diario de amplia
circulación239 o la utilización de chepitos para efectuar el cobro de
acreencias240”.

Como puede observarse, el juez de tutela debe calificar las circunstancias


especiales de cada caso para determinar con claridad si el perjudicado se
encuentra en estado de indefensión frente al particular, en el sentido de no
poseer otras vías o medios de defensa judicial frente al ataque o agresión de
un tercero, y precisar con ello si procede o no el amparo constitucional.

234 Corte Constitucional.. Sentencia T-277 de 1999.


235 Corte Constitucional. Sentencias T-573 de 1992; 190 de 1994 y 498 de 1994, entre otras.
236 Corte Constitucional. Sentencias T-605 de 1992; T-036; T-379 de 1995; T-375 de 1996 y T-801 de 1998,
237 Corte Constitucional. Caso de Club social y derecho de asociación. Sentencia T-003/94.
238 Corte Constitucional. Sentencias 174 de 1994; T-529 de 1992; T-; T-233 de 1994, T-351 de 1997.
239 Corte Constitucional. Sentencia T-411 de 1995
240 Corte Constitucional. Sentencia T-412 de 1992.
64

PROCEDIMIENTO DE TUTELA

DECRETO 2591 de 1991

Artículo 1o. Objeto de la acción de tutela.

Sentencia C-018 de 1993241. Declarar EXEQUIBLE los artículos 1º,... del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

En242 cuanto al ataque a la expresión "en los casos que señale este Decreto",
contenida en el inciso primero y alusiva a la procedencia de la tutela contra
particulares, los actores aducen que ella restringe el alcance de la tutela en
forma inconstitucional. La Corte Constitucional no compartió ese concepto y,
por el contrario, estimó que la disposición es ajustada a la Carta, ya que el
inciso final del artículo 86 superior dice: "la ley establecerá los casos en los
que la acción de tutela procede contra particulares...", y fija para ello unos
parámetros, de suerte que el legislador extraordinario, cuando afirma en el
artículo 1º del Decreto 2591 de 1991, que se señalarán los casos en los que
procede la tutela contra particulares, sin indicar aún cuáles son tales casos, no
ha hecho sino anunciar que va a desarrollar el mandato constitucional. De este
mismo artículo primero se acusó casi todo el inciso segundo, relativo al
ejercicio de la tutela en los estados de excepción, porque, según los actores,
viola la prohibición constitucional de suspender los derechos humanos en
dichos estados. La Corte Constitucional no acogió este criterio y estimó que la
norma acusada no es contraria a la Carta, pues ciertamente no predica la
"suspensión" de los derechos humanos ni de las libertades fundamentales ni
las reglas del derecho internacional humanitario, al tenor del numeral 2º del
artículo 214 de la Constitución, sino que tal norma tan sólo dice que "la acción
de tutela se podrá ejercer por lo menos para defender su contenido esencial" -
el de los derechos-, en los estados de excepción. En otras palabras no es que
se esté limitando la tutela durante los estados de excepción sino, por el
contrario, sólo se está diciendo que ni siquiera en dichos estados podrá
eliminarse de plano la tutela. No es, pues, en sentido negativo, sino positivo,
que es preciso leer esta disposición. Ella en últimas protege el mecanismo de
la acción de tutela y, con él, los derechos humanos en períodos en los que el
gobernante goza de poderes constitucionales extraordinarios.

La243 acción de tutela es un instrumento jurídico confiado directamente por la


Constitución a los jueces cuyo propósito consiste en brindar a las personas la
posibilidad de acceder, sin mayores rigorismos formales y en cualquier
momento, a la protección por parte del Estado con el fin de que éste de
manera inmediata restablezca sus derechos fundamentales cuando quiera que
hayan sido amenazados o violados por una autoridad pública o, en los casos
establecidos por la ley, por los particulares.

241 M.P. Alejandro Martínez Caballero.


242 C-018/93.
243 T-459 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
65

Artículo 2o. Derechos protegidos por la tutela.

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos 2º, ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Se244 tachó de inconstitucional la parte de este artículo que consagra la


facultad del juez para tutelar otros derechos distintos a los que la Constitución
califica como fundamentales porque, al sentir de los actores, tal dimensión
extensiva de los derechos no está permitida por la Carta. Para la Corte
Constitucional este precepto no viola la Constitución sino que incluso se
inscribe perfectamente en su sistema axiológico que pretende por un Estado
social de derecho flexible y dinámico, abierto a proteger cada vez más las
diferentes aristas de la dignidad humana. De hecho el tema de la definición de
los derechos constitucionales fundamentales ya ha sido abordado por esta
Corporación que ha establecido criterios entre los que se destaca el que el
derecho sea esencial para la persona, todo ello partiendo del supuesto según
el cual la división en títulos y capítulos de la Constitución y el orden del
articulado no es una norma constitucional vinculante sino indicativa para el
intérprete, pues ello no fue aprobado por la Asamblea Nacional Constituyente
conforme al procedimiento establecido en su Reglamento. 245

La acción246 de tutela tiene como finalidad la protección de los derechos


constitucionales fundamentales. El carácter fundamental de estos derechos
significa, entre otras, que a ellos les es inherente una dimensión objetiva. La
dimensión objetiva de los derechos fundamentales supone un tipo de relación
particular entre la persona, el Estado y la sociedad. Así, la estructura y
actividad del Estado deben definirse y mantener su carácter, a partir del
respeto de los derechos fundamentales. En virtud de la dimensión objetiva de
los derechos fundamentales, la labor de protección que corresponde al juez de
tutela constituye también una función de continua definición y mantenimiento
de aquellos valores y principios sobre los cuales existe un consenso
constitucional. En esa medida, esta labor judicial de protección de los
derechos fundamentales es lo que permite que el Estado y la vida en sociedad
sean a la vez proceso y producto del consenso político entre los colombianos.
Al respecto, esta Corporación ha sostenido que la dignidad humana constituye
uno de los valores constitucionales que hacen parte del elemento objetivo de
los derechos fundamentales. En esa medida, sin la protección de tales valores
a través de su correlato en el plano subjetivo - los derechos fundamentales -,
el Estado y el sistema jurídico perderían su identidad.

Para preservar la identidad del Estado y de los valores y principios que


configuran su sistema jurídico, es necesario que existan los órganos estatales
competentes y los mecanismos adecuados para proteger los derechos
fundamentales de las personas. En consecuencia, nuestro sistema jurídico

244 C-018/93.
245 Cfr. Sentencia de la Sala Cuarta de Revisión. proceso T-644. Sentencia T-02 del 8 de mayo de 1992.
246 T-520 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
66
consagró la acción de tutela, y otorgó a los jueces la competencia para su
conocimiento. De tal modo, el artículo 86 de la Constitución establece que
“[t]oda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo
momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí
misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus
derechos constitucionales fundamentales”. Debido a la importancia que tiene
para el Estado la protección de los derechos fundamentales, el constituyente
optó por darle a la acción de tutela un carácter especial, para garantizar que
por encima de otras consideraciones prevalezca el derecho sustancial, en
consonancia con lo dispuesto en el artículo 228 de la Carta. Por tal motivo,
quiso dársele un carácter informal a esta acción, permitiendo que los
particulares la interpongan directamente, a través de un agente oficioso, o
mediante un abogado. Esta diversidad de posibilidades con que cuentan las
personas para interponer la acción de tutela permite garantizar que diversas
circunstancias subjetivas, como la falta de un abogado, o la incapacidad para
defender directamente los propios intereses, no afecten la eficacia de los
derechos fundamentales. Sin embargo, el ejercicio de una u otra posibilidad
procesal no afecta el alcance del deber de protección estatal. El Estado sigue
estando en la obligación de reconocer los derechos fundamentales, y por lo
tanto, también de desplegar toda su capacidad para protegerlos, como
emanación de la dignidad humana y de los demás valores del ordenamiento,
pues no se trata sólo un problema de intereses subjetivos que competan
exclusivamente a su titular.

Como247 lo ha indicado esta Corporación 248, en principio, la acción de tutela no


procede para la defensa de derechos prestacionales. Sin embargo, como
puede ocurrir que la administración al negarse de manera injustificada a
otorgar o reconocer un derecho prestacional, puede comprometer derechos
fundamentales, en esos eventos procede la tutela como mecanismo
transitorio. Ha dicho la Corte que en tales circunstancias

“(...), la tutela constitucional de la prestación es procedente si se dan las


siguientes condiciones: (1) que el derecho prestacional alegado pueda,
efectivamente, radicarse, en los términos predeterminados por la ley, en
cabeza del actor; (2) que la negativa del Estado comprometa,
directamente, un derecho de carácter fundamental y; (3) que se cumplan
los restantes requisitos de procedibilidad de la acción de tutela.”249

Artículo 3o. Principios.

La250 prevalencia del derecho sustancial implica aceptar el principio de


informalidad como característico de esta acción. Riñe, entonces, con la
naturaleza y los propósitos que la inspiran y también con la letra y el espíritu
de la Carta, toda exigencia que pretenda limitar o dificultar su uso, su trámite o

247 T-1283 de 2001. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.


248 Corte Constitucional, Sentencias SU-111/97 y T-348/97
249 Corte Constitucional, Sentencia T-378/97. Derecho a la sustitución pensional de hijo mayor inválido, luego de que la

madre de ella, quien disfrutaba de la pensión sustitución falleciera.


250 T-1043 de 2002. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
67
su decisión por fuera de las muy simples condiciones determinadas en las
normas pertinentes. Esa informalidad permite, entre otras cosas, que el
solicitante no tenga la obligación de ceñirse a la terminología jurídica. La
prevalencia del derecho sustancial se pone de manifiesto, además, cuando el
parágrafo del art. 29 del Decreto 2591 de 1991 prohíbe los fallos de contenido
inhibitorio, esto es, que no contengan un pronunciamiento de fondo en cuanto
a la procedencia o improcedencia de la protección de los derechos
fundamentales.

Principio de inmediación en el trámite de tutela 251. Es reconocido que el


trámite de la acción de tutela está informado por los principios de sumariedad,
informalidad, celeridad, prevalencia del derecho sustancial y eficacia de los
derechos fundamentales. A estos principios cabría igualmente agregar, por
encontrarse en estrecha relación con los mismos, el principio de inmediación.
Según este principio, el juez está en la obligación de sustanciar, en la medida
de lo posible, personal y directamente el trámite de tutela. En este sentido
deberá él mismo practicar las pruebas pertinentes y verificar el cumplimiento
de sus providencias. En general, el principio de inmediación ordena al juez
vincularse activamente con todos los trámites que sobre asuntos de tutela
cursen en su despacho.

Principio de moralidad en la acción de tutela 252. En el caso de la tutela, el


titular de la acción tiene el deber de no actuar de manera temeraria. La
interposición temeraria de una acción es, en términos generales, una conducta
antijurídica del accionante que se aprovecha de la forma propia del proceso,
para obtener un resultado favorable utilizando medios fraudulentos. De tal
modo, el principio de moralidad adquiere una aplicación particular respecto de
la acción de amparo, entre otras, a través de la regla según la cual, constituye
un ejercicio temerario de la acción de tutela su interposición sucesiva por la
misma causa, sin motivo expresamente justificado. La obligación de prestar
juramento, es el mecanismo disuasivo por medio del cual se pretende impedir
el ejercicio abusivo de la acción de tutela, imponiendo consecuencias penales
a los accionantes que incumplan con el deber de moralidad procesal. Sería
prácticamente imposible que los jueces de tutela comprobaran por sí mismos
la veracidad de las afirmaciones de quienes interponen dicha acción. Por lo
tanto, ante la incertidumbre que tiene el juez al respecto, no le queda una
opción diferente a la de confiar en la probidad de la conducta de los
accionantes y de sus apoderados. La posición ventajosa y de un alto grado de
confianza procesal que se le otorga al accionante implica que el juez deba ser
particularmente estricto al aplicar las consecuencias que se derivan de la falta
de lealtad procesal. La violación del juramento constituye por lo tanto una
temeridad, y un ejercicio abusivo de la acción de tutela, que tiene
consecuencias nocivas para la administración de justicia.

Deberes del juez de tutela, principio de oficiosidad, indebida integración del


contradictorio253. Una de las principales obligaciones del juez de tutela como
juez del Estado social de derecho, es la de velar por la mayor realización

251 Auto 136ª de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.


252 T-1014 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
253 T-704 de 2002. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
68
posible del principio de eficacia de los derechos fundamentales. Para
lograrlo cuenta con las potestades indispensables consagradas en la
Constitución y especialmente en el Decreto 2591 de 1991, entre las cuales se
pueden contar las siguientes: facultad para dictar órdenes de tutela (art. 22,
23, 24, 33 y 36), facultades materiales para cumplir las providencias en
materia de tutela (art. 27), facultades disciplinarias para cumplir las órdenes de
tutela (art., 27 y 52), facultades para decretar medidas cautelares (art. 7),
facultades para practicar pruebas de oficio (art.19, 21 y 32)254. Además le
corresponde al juez de tutela someter su conducta a los principios rectores del
proceso de tutela: eficacia de los derechos fundamentales, sumariedad,
celeridad, informalidad, prevalencia del derecho sustancial, y oficiosidad.

Según el principio de oficiosidad, reitera la Sala, le corresponde al juez


conformar debidamente el legítimo contradictorio, en aquellos casos en los
cuales "según el análisis de los hechos y de la relación entre las funciones
que se cumplen o las actividades que se desarrollan y la invocada vulneración
o amenaza de derechos fundamentales (nexo causal) encuentre que la
demanda ha debido dirigirse contra varias entidades, autoridades o personas,
alguna o algunas de las cuales no fueron demandadas." 255 Así mismo, reitera
la Sala, el Juez de tutela debe tener en cuenta que "en muchas ocasiones el
particular que impetra la acción ignora o no sabe identificar a las autoridades
que considera han violado o amenazado sus derechos fundamentales,
simplemente porque no conoce la complicada y variable estructura del
Estado." De tal forma que no resulta armónico con los principios de
informalidad y oficiosidad "exigirle a la persona que invoca la protección
constitucional que sea un experto en la materia, y menos en el trámite de un
proceso que se distingue por su informalidad y en virtud del cual debe el juez
desplegar todos sus poderes para esclarecer los hechos que le dieron
origen."256

Artículo 4º. Interpretación de los derechos tutelados.

¿Cuáles257 son los criterios que debe aplicar el juez constitucional, para
determinar si un derecho para el cual se solicita protección a través de la
tutela es fundamental?

Ellos han sido definidos por la jurisprudencia de esta Corporación:

“El hecho de limitar los derechos fundamentales a aquellos que se


encuentran en la Constitución Política bajo el título de los derechos
fundamentales y excluír cualquier otro que ocupe un lugar distinto, no
debe ser considerado como criterio determinante sino auxiliar, pues él
desvirtúa el sentido garantizador que a los mecanismos de protección y
aplicación de los derechos humanos otorgó el constituyente de 1991. El
juez de tutela debe acudir a la interpretación sistemática, finalística o

254 Los artículos referidos pertenecen al Decreto 2591 de 1991.


255 Cfr. Auto 055 de 1997, reiterado en Autos 025 de 2002 y 011 de 2002
256 Cfr. Auto 055 de 1997
257 T-1306 de 2000. M.P. Fabio Morón Díaz.
69
axiológica para desentrañar, del caso particular, si se trata o no de un
derecho fundamental, lo que podría denominarse una "especial labor
de búsqueda" científica y razonada por parte del juez.

Con el fin entonces de establecer los derechos tutelables de que trata el


artículo 86 de la Constitución, esta Sala de Revisión utilizará dos tipos de
criterios que no son concurrentes: los criterios principales y los
subsidiarios.

2.1 Criterios principales

Los criterios principales para determinar los derechos constitucionales


fundamentales son dos: la persona humana y el reconocimiento expreso.
El primero contiene una base material y el segundo una formal.

2.1.1 Los derechos esenciales de la persona

El primer y más importante criterio para determinar los derechos


constitucionales fundamentales por parte del Juez de Tutela consiste en
establecer si se trata, o no, de un derecho esencial de la persona
humana. El sujeto, razón y fin de la Constitución de 1991 es la persona
humana. No es pues el individuo en abstracto, aisladamente considerado,
sino precisamente el ser humano en su dimensión social, visto en la
tensión individuo-comunidad, la razón última de la nueva Carta Política.
Los derechos constitucionales fundamentales no deben ser analizados
aisladamente, sino a través de todo el sistema de derechos que tiene
como sujeto a la persona.

Es a partir del ser humano, su dignidad, su personalidad jurídica y su


desarrollo (artículos 14 y 16 de la Constitución), que adquieren sentido los
derechos, garantías y los deberes, la organización y funcionamiento de
las ramas y poderes públicos. Los valores y principios materiales de la
persona, reconocidos por la Constitución, están inspirados en el primer
inciso del Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre, aprobada y proclamada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, que dice: "Considerando
que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tiene por base el
reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana;". Y en otro
considerando afirma que: "Los pueblos de las Naciones Unidas han
reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre,
en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de
derechos de hombres y mujeres;"1.

Los valores y principios materiales de la dignidad, la personalidad jurídica


y su libre desarrollo, así como los criterios de la esencialidad, la

1Los Derechos Constitucionales.. Fuentes Internacionales para su interpretación. Consejería para el desarrollo de la
Constitución. Presidencia de la República 1992 Pág. 714
70
inherencia y la inalienabilidad, son atributos propios de la persona,
reconocidos en la Constitución, así:

El Preámbulo de la Carta contiene los valores de la vida, la convivencia,


el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz; y en
el cuerpo de la Constitución figuran además la moral social, la riqueza
natural y el pluralismo expresado en la diversidad política, étnica y
cultural. En los artículos 1o. y 2o. de la Constitución se establece así
mismo que Colombia es un Estado social de derecho, fundado en el
respeto de la dignidad humana; y dentro de sus fines esenciales está el
garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución.

En este sentido, con el fin de verificar si un derecho constitucional


fundamental se deriva del concepto de derecho esencial de la persona
humana, el Juez de Tutela debe investigar racionalmente a partir de los
artículos 5o. y 94 de la Constitución, como se procede a continuación. El
artículo 5o. de la Carta establece: "El Estado reconoce, sin discriminación
alguna, la primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara
a la familia como institución básica de la sociedad".

El artículo 94 de la Constitución determina que: "La enunciación de los


derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los convenios
internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros
que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en
ellos". Esta disposición tiene como antecedente la enmienda novena de la
Constitución de los Estados Unidos, aprobada en 1791. Ambos artículos
se interpretan a la luz de la Convención Americana de los Derechos del
Hombre (norma interpretativa constitucional según el artículo 93 de la
Carta). En efecto, la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
"Pacto de San José de Costa Rica", fue aprobada por Colombia mediante
la Ley 16 de 1972, ratificado el 31 de julio de 1973 y entró en vigencia el
18 de julio de 1975. Ella es por tanto una norma jurídica vinculante en el
derecho interno. Allí se encuentra la idea de que son los atributos de la
persona humana lo determinante para establecer la esencialidad de un
derecho, cuando en el Preámbulo se dice: "Reconociendo que los
derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de ser nacional de
determinado Estado, sino que tienen como fundamento los atributos de la
persona humana, razón por la cual justifican una protección internacional,
de naturaleza convencional coadyuvante o complementaria de la que
ofrece el derecho interno de los Estados americanos" 2 (subrayas fuera del texto).
Entonces, se pregunta, Qué es inalienable, inherente y esencial?

Podría responderse que inalienable es: "que no se puede enajenar, ceder ni transferir"258
; inherente: "que
constituye un modo de ser intrínseco a este sujeto"; y esencial: "aquello

2PACHECO GOMEZ, Máximo. Los Derechos Humanos. Documentos Básicos. Editorial Jurídica de Chile. Santiago. 1967.
Pág. 189
258Definición del Diccionario Jurídico Abeledo-Perrot. Tomo II. Buenos Aires. 1986, pág. 286.
71
por lo que un ser es lo que es, lo permanente e invariable de un
ser"259. Estos términos "inalienables" e "inherentes" deben ser
entendidos así: algo es inalienable por ser inherente y algo es inherente
por ser esencial.” (Corte Constitucional, Sentencia T-002 de 1992)

Artículo 5o. Procedencia de la acción de tutela

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...6º


(numerales 1º ...), del Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron
atacados, por los motivos expresados en su oportunidad.

Se260 demandó la primera causal de improcedencia de la tutela, que hace


alusión a la tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable, porque, afirman los actores, la acción no procede cuando el
peticionario disponga de otro medio de defensa judicial, según el artículo 86
de la Carta. Para la Corte Constitucional estas consideraciones no fueron de
recibo, pues el propio artículo 86, en su inciso tercero, permite la procedencia
de la acción de tutela aún cuando el actor disponga de otro medio judicial de
defensa, cuando "aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable."

En Sentencia261 de la Corte Constitucional se sostuvo respecto al carácter


subsidiario de la acción de tutela: se ha señalado que una de las
características esenciales de esta figura en el ordenamiento jurídico
colombiano es la subsidiariedad por cuanto tan sólo resulta procedente
instaurar la acción en subsidio o a falta de instrumento constitucional o legal
diferente, susceptible de ser alegado ante los jueces, esto es, cuando el
afectado no disponga de otro medio judicial para su defensa, a no ser que
busque evitar un perjuicio irremediable (artículo 86, inciso 3°, de la
Constitución. Luego no es propio de la acción de tutela el sentido de medio o
procedimiento llamado a reemplazar los procesos ordinarios o especiales, ni el
de ordenamiento sustitutivo en cuanto a la fijación de los diversos ámbitos de
competencia de los jueces, ni el de instancia adicional a las existentes, ya que
el propósito específico de su consagración, expresamente definido en el
artículo 86 de la Carta, no es otro que el de brindar a la persona protección
efectiva, actual y supletoria en orden a la garantía de sus derechos
constitucionales fundamentales. Tal acción no es procedente cuando exista un
medio judicial apto para la defensa del derecho transgredido o amenazado, a
menos que se la utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable entendido. La tutela no puede converger con vías judiciales
diversas por cuanto no es un mecanismo que sea factible de elegir según la
discrecionalidad del interesado, para esquivar el que de modo específico ha
regulado la ley; no se da la concurrencia entre éste y la acción de tutela
porque siempre prevalece -con la excepción dicha- la acción ordinaria. La
acción de tutela no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos adicional o

259Definicionesdel Diccionario General Ilustrado de la lengua española "Vox". Editorial Bibliograf. Barcelona. 1967
260 C-018/93.
261 C-543 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
72
complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede afirmarse
que sea el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza, según
la Constitución, es la de único medio de protección, precisamente incorporado
a la Carta con el fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el sistema jurídico
para otorgar a las personas una plena protección de sus derechos esenciales.
Se comprende, en consecuencia, que cuando se ha tenido al alcance un
medio judicial ordinario y, más aún, cuando ese medio se ha agotado y se ha
adelantado un proceso, no puede pretenderse adicionar al trámite ya surtido
una acción de tutela, pues al tenor del artículo 86 de la Constitución, dicho
mecanismo es improcedente por la sola existencia de otra posibilidad judicial
de protección, aún sin que ella haya culminado en un pronunciamiento
definitorio del derecho. En el sentir de esta Corte, nadie puede alegar que
careció de medios de defensa si gozó de la oportunidad de un proceso y
menos todavía si tomó parte en él hasta su conclusión y ejerció los recursos
de que disponía. Pero, claro está, si pese a las ocasiones de defensa dentro
del proceso y a las posibilidades de impugnación del fallo que le otorgaba el
sistema jurídico en obedecimiento a claros principios constitucionales
(artículos 29 y 31 de la Carta), el interesado se abstuvo de utilizar los
mecanismos a su disposición, tampoco puede acudir a la institución de la
tutela como última tabla de salvación de sus pretensiones, por cuanto ello
implica el alegato de su propia incuria contra el principio universalmente
aceptado y desvirtúa el carácter subsidiario de la acción. Vistas así las cosas,
en nuestro sistema pugna con el concepto mismo de esta acción la idea de
aplicarla a procesos en trámite o terminados, ya que unos y otros llevan
implícitos mecanismos pensados cabalmente para la guarda de los derechos,
es decir, constituyen por definición "otros medios de defensa judicial" que, a l a
luz del artículo 86 de la Constitución, excluyen por regla general la acción de
tutela.

En Sentencia262 posterior se manifestó: el ámbito de ejercicio de la acción de


tutela está dado frente a la protección efectiva de los derechos fundamentales
de las personas, cuando resulten vulnerados o amenazados por la acción u
omisión de una autoridad pública y, en ciertos casos, por los particulares, con
una procedencia subsidiaria y residual respecto de los demás medios de
defensa judicial que resulten eficaces e idóneos para garantizar dicha
protección, salvo ante la inminencia de un perjuicio irremediable sobre tales
derechos que justifique su trámite transitorio. Su utilización no puede tornarse
en arbitraria, en el sentido de que desconozca el sistema judicial operante en
el país, para así obviar la existencia de los demás instrumentos procesales
ordinarios y especiales, así como las competencias radicadas legalmente en
las autoridades judiciales de la República, a fin de resolver los asuntos
litigiosos que les han sido previamente asignados.

En otra decisión263se dijo: en relación con la existencia de otro medio de


defensa judicial como excluyente de la acción de tutela, esta Corporación ha
precisado que deben reunirse ciertas condiciones que deben estar presentes
para que aquélla no sea procedente, las cuales han de ser evaluadas en cada
caso en particular:

262 T-728 de 1999. M.P. Alvaro Tafur Galvis.


263 T-1000 de 1999. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
73

"...para excluir la viabilidad de la tutela, el medio judicial debe ser


idóneo para la real y oportuna defensa del bien jurídico afectado, de
rango constitucional preferente en cuanto se trata nada menos que de la
realización de derechos fundamentales. Ello quiere decir que un medio
judicial, para que pueda ser señalado al actor como el procedente, en vez
de la tutela, con miras a su protección, debe ser eficaz, conducente y
estar dotado de su misma aptitud para producir efectos oportunos, ya que
no tendría objeto alguno enervar el mecanismo de tutela para sustituirlo
por un instrumento teórico, por el sólo hecho de estar previsto en norma
legal, si, consideradas las circunstancias del solicitante, no puede
traducirse en resolución judicial pronta y cumplida que asegure la
vigencia de la Constitución en el caso particular de una probada
vulneración o amenaza de derechos fundamentales. Tal imposición
atentaría contra la eficacia de la administración de justicia y pondría en
grave riesgo los postulados del Estado Social de Derecho, haciendo
inoperantes no pocas garantías constitucionales”. (Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia T-175 de 1997).

"...ese medio que desplaza la viabilidad del amparo tiene que ser
materialmente apto para lograr que los derechos fundamentales en juego
sean eficientemente protegidos. En consecuencia, no tienen tal virtualidad
los medios judiciales apenas teóricos o formales, pues según el artículo
228 de la Carta, en la administración de justicia debe prevalecer el
Derecho sustancial. Así las cosas, para los efectos de establecer cuándo
cabe y cuándo no la instauración de una acción de tutela, el juez está
obligado a examinar los hechos que ante él se exponen así como las
pretensiones del actor, y a verificar si, por sus características, el caso
materia de estudio puede ser resuelto, en relación con los derechos
fundamentales posiblemente afectados o amenazados, y con la
efectividad indispensable para su salvaguarda, por los procedimientos
judiciales ordinarios, o si, a la inversa, la falta de respuesta eficiente de
los medios respectivos, hace de la tutela la única posibilidad de alcanzar
en el caso concreto los objetivos constitucionales". (Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia T-01 de 1997).

De264 conformidad con lo que establece el artículo 86 de la Constitución


Política, la acción de tutela “solo procederá cuando el afectado no disponga de
otro medio de defensa judicial, salvo que aquélla se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable”. Tal como lo ha sostenido de
manera reiterada esta Corporación, dado el carácter excepcional de este
mecanismo constitucional de protección de los derechos, la acción de tutela
no puede desplazar ni sustituir los mecanismos ordinarios establecidos en
nuestro ordenamiento jurídico. Así, al precisar el alcance del inciso 3º del
artículo 86 de la Constitución, esta Corporación ha dicho que:

“El sentido de la norma es el de subrayar el carácter supletorio del


mecanismo, es decir, que la acción de tutela como mecanismo de

264 T-477 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.


74
protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales
debe ser entendida como un instrumento integrado al ordenamiento
jurídico, de manera que su efectiva aplicación sólo tiene lugar cuando
dentro de los diversos medios que aquél ofrece para la realización de los
derechos, no exista alguno que resulte idóneo para proteger instantánea y
objetivamente el que aparece vulnerado o es objeto de amenaza por
virtud de una conducta positiva o negativa de una autoridad pública o de
particulares en los casos señalados por la ley, a través de una valoración
que siempre se hace en concreto, tomando en consideración las
circunstancias del caso y la situación de la persona, eventualmente
afectada con la acción u omisión. No puede existir concurrencia de
medios judiciales, pues siempre prevalece la acción ordinaria; de ahí que
se afirme que la tutela no es un medio adicional o complementario, pues
su carácter y esencia es ser único medio de protección que, al afectado
en sus derechos fundamentales, brinda el ordenamiento jurídico.” 265

También ha señalado esta Corporación que, dada la responsabilidad que cabe


a los jueces ordinarios en la protección de los derechos, la procedencia de la
tutela está sujeta a la ineficacia del medio de defensa judicial ordinario,
situación que sólo puede determinarse en cada caso concreto. 266 Para
determinar si la acción de tutela es procedente, esta Corporación ha
distinguido dos eventos: (i) cuando se interpone como mecanismo principal; y
(i) cuando se interpone como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable. Cuando la tutela se presenta como mecanismo principal, al
definir su procedibilidad es preciso examinar la existencia de otro medio de
defensa judicial y su idoneidad en el caso concreto. Así, la tutela procede
como mecanismo principal de amparo de los derechos fundamentales cuando
no existe otro medio, o cuando éste a pesar de existir no resulta idóneo en el
caso concreto. En relación con la existencia del otro medio de defensa judicial,
adicionalmente ha señalado la jurisprudencia de la Corte que no es necesario
iniciar el proceso ordinario antes de acudir a la acción de tutela, basta que
dicha posibilidad esté abierta al interponer la demanda.

Sin embargo, si el demandante ha dejado vencer la oportunidad para iniciar el


trámite del proceso ordinario, por prescripción o caducidad, la tutela no
procede como mecanismo transitorio. 267 De conformidad con la jurisprudencia
reiterada de esta Corporación, "quien no ha hecho uso oportuno y adecuado
de los medios procesales que la ley le ofrece para obtener el reconocimiento
de sus derechos o prerrogativas se abandona voluntariamente a las
consecuencias de los fallos que le son adversos. De su conducta omisiva no
es responsable el Estado ni puede admitirse que la firmeza de los proveídos
sobre los cuales el interesado no ejerció recurso constituya trasgresión u
ofensa a unos derechos que, pudiendo, no hizo valer en ocasión propicia. Es
inútil, por tanto, apelar a la tutela, cual si se tratara de una instancia nueva y

265 Corte Constitucional, Sentencia T-106 de 1993, Ver también, la sentencia T-480 de 1993, MP: José Gregorio Hernández
Galindo.
266 Corte Constitucional, Sentencia T-069 de 2001, donde se reiteró que “La tutela está reservada para enfrentar la absoluta

inoperancia de los distintos mecanismos dispuestos para la protección de los derechos de las personas, no para suplirlos .”
267 Ver, entre otras, las sentencias T-327 de 1994; T-567 de 1998; T-871 de 1999 y T-812 de 2000.
75
extraordinaria, con el propósito de resarcir los daños causados por el
propio descuido procesal." 268

En el segundo evento, cuando la tutela se interpone como mecanismo


transitorio, habida cuenta de la existencia de un medio judicial ordinario
idóneo, es preciso demostrar que ésta es necesaria para evitar un perjuicio
irremediable. Dicho perjuicio se caracteriza, según la jurisprudencia, por lo
siguiente: i) por ser inminente, es decir, que se trate de una amenaza que está
por suceder prontamente; ii) por ser grave, esto es, que el daño o menoscabo
material o moral en el haber jurídico de la persona sea de gran intensidad; iii)
porque las medidas que se requieren para conjurar el perjuicio irremediable
sean urgentes; y iv) porque la acción de tutela sea impostergable a fin de
garantizar que sea adecuada para restablecer el orden social justo en toda su
integridad.269

Sentencia C-531 de 1993270. Declarar INEXEQUIBLE el inciso 2, del


numeral primero, del artículo 6 del Decreto-Ley 2591 de 1991.

Esta expresión fue declarada inexequible en Sentencia C-531/93. La definición


legal pretende establecer el significado de las voces "perjuicio irremediable",
contenidas en el artículo 86 de la CP. Si idealmente se integrasen -de ser ello
posible-, los dos preceptos, el constitucional y el legal, la norma material
quedaría así: "La acción de tutela sólo procederá cuando el afectado no
disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como
mecanismo transitorio para evitar el perjuicio que sólo pueda ser reparado en
su integridad mediante una indemnización". La definición legal exige al Juez
de Tutela establecer si el perjuicio irremediable que se quiere evitar con la
interposición de la acción de concretarse -esto es de pasar de potencia a acto-
sólo podría ser reparado en su integridad mediante una indemnización. La
operación mental que debe, en consecuencia, realizar el Juez se condensa en
un juicio hipotético-conjetural y cuyo horizonte es el futuro. Varios
presupuestos y de diverso tipo deberán concurrir para que el Juez esté en
condiciones de emitir idóneamente un juicio como el que está llamado a
formular: (1) certeza sobre la resarcibilidad del daño; (2) análisis de todas las
circunstancias de hecho a fin de definir si el daño ha sido causado o podrá ser
causado -aunque esto parece impropio, la ley lo insinúa -, por dolo o culpa,
pues, sin alguno de ellos, en principio el daño no es resarcible; (3) precisión
sobre la capacidad de actuar y de decidir del agente del daño con miras a
articular la eventual imputación del hecho ilícito; (4) esclarecimiento del nexo
de causalidad entre el daño y la conducta del sujeto respecto de quien se
predica -o predicaría- la acción indemnizatoria, lo que apareja adicionalmente
dilucidar el complejo problema de la división de responsabilidad en el evento
de concurrencia de culpas así como de las causales o motivos de exoneración
que disuelven el anotado nexo; (5) discurrir acerca de las posibles causas de
justificación que de presentarse excluyen la responsabilidad del agente; (6)
puntualizar el régimen especial de responsabilidad que se aplica a quienes
ejercen ciertas actividades y que implican una específica distribución de
268 Corte Constitucional, T-520 de 1992,.
269 Esta doctrina ha sido reiterada en las sentencias de la Corte Constitucional, T-225 de 1993, MP. Vladimiro Naranjo
Mesa, SU.544/01, T-983-01, entre otras.
270 M.P. Eduardo Cifuentez Muños.
76
riesgos y de la carga de la prueba; (7) especificar la naturaleza del daño
patrimonial o extrapatrimonial causado -en este caso también por
causarse- y el tipo, alcance y medida de su indemnización; (8) fijar si la
responsabilidad es directa o indirecta.

La Corte es consciente de que los elementos de hecho y de derecho que


deben tomarse en consideración para definir la procedencia, alcance y
naturaleza de una indemnización, no se agotan en los enumerados y que en
los diferentes campos del derecho -civil, penal, administrativo etc- adquieren
modalidades y matices diferentes. Igualmente, no desconoce la Corte que el
juicio hipotético a emitir por el Juez de tutela no puede reclamar de éste la
misma visión rigurosa y estricta que se demanda del Juez competente para
deducir en cada caso la responsabilidad, lo que en verdad sería a todas luces
absurdo si se repara en el propósito que a este respecto anima a aquél que no
es, en el breve término de que dispone, el de proferir un fallo de
responsabilidad sino el de elaborar un juicio previo y conjetural sobre la
resarcibilidad de un determinado perjuicio y el grado de su cobertura. Una tal
decisión judicial no se construye en el aire y precisa, por el contrario, de los
presupuestos atrás referidos. Por ende, cualquier aproximación conjetural
sobre su procedencia y alcance, no puede prescindir de ciertos y
determinados atisbos sobre los distintos elementos que en el mundo jurídico
permiten construir un fallo de responsabilidad. Son innumerables las
dificultades que se oponen a la viabilidad de esta suerte de juicios hipotéticos
de cuyo resultado la ley acusada hace depender la procedencia de la acción
de tutela como mecanismo transitorio. Carece de razonabilidad constitucional
instituir una condición de procedibilidad de la acción de tutela que
desnaturalice su esencia, lo que se evidencia del análisis efectuado respecto
de la norma legal acusada cuya deleznabilidad y consiguiente violación del
estatuto superior - artículos 2, 86 y Título II - es mayor si se toman en
consideración las reflexiones siguientes que se suman a las ya consignadas.
Cuando se recurre a la acción de tutela en ausencia de otro medio de defensa
judicial - primera modalidad -, se ha sostenido con razón que ella tiene
carácter subsidiario respecto de este último.

El contenido y contornos esenciales de los derechos fundamentales y de sus


garantías y mecanismos básicos de protección, se establecen y perfilan en la
misma Constitución y ello evita que las leyes los relativicen; vale decir, los
derechos y sus garantías son fundamentales porque son un límite a la acción
del Legislador. Sólo cuando la misma Carta faculta a la ley y en la medida en
que lo haga puede ésta regular o desarrollar materias relacionadas con los
derechos fundamentales y siempre que conserve y respete el ámbito
intangible producto de la creación del Constituyente. En este caso, excediendo
la habilitación extraordinaria que la Constitución otorgó al Gobierno para
reglamentar el derecho de tutela (CP art. transitorio 5), se penetró sin más en
el núcleo esencial de la acción de tutela utilizable como mecanismo transitorio
y preventivo y se la hizo depender de la disciplina legal de la responsabilidad
en la que, en lo sucesivo, se pretendió recabar los criterios para gobernar su
procedibilidad, contrariando así de manera flagrante el diseño constitucional
de esta modalidad de acción que, en lo que concierne a este aspecto, es
independiente de la ley. Por esta vía se ha comenzado a recorrer
77
ilegítimamente el sendero que conduce a la progresiva relativización -
legalización - de un derecho constitucional fundamental. La refutable
relativización del derecho de tutela que introduce la definición legal
demandada, apareja una indebida configuración material de su núcleo
esencial. El Gobierno y la Comisión Especial no acertaron al regular la acción
de tutela supeditándola a la emisión del artificioso juicio hipotético a que se
refiere la definición legal. La fórmula legal en lugar de tratar el "perjuicio
irremediable" como categoría fáctica relativa a la situación de orden concreto
en que se encuentra colocado el solicitante de la tutela como consecuencia de
la violación del derecho fundamental o de su amenaza y en la que podría
encontrarse de no concederse el amparo, se limitó a equiparar el "perjuicio
irremediable" a un juicio hipotético de naturaleza jurídica. Este juicio legal-
hipotético que persigue subrogarse sin éxito en la situación fáctica del perjuicio
irremediable al cual se remite el texto constitucional, constituye un inesperado
viraje que se aparta de la diáfana intención del Constituyente.

Dentro de la estructura de la norma contenida en el artículo 86 de la


Constitución, el concepto abierto de "perjuicio irremediable" juega un papel
neurálgico, pues gracias a él ingresa la vida al proceso y puede el Juez darle
contenido y sentido a su tarea de protección efectiva de los derechos
fundamentales y ser el punto de confluencia del derecho y la realidad, de cuya
adecuada interrelación depende la justicia de su decisión. La conservación de
la definición legal y su exequibilidad tendrían el efecto de modificar la
naturaleza abierta de la norma constitucional. Se produciría de hecho una
reforma constitucional a través de un procedimiento no permitido, lo que
demuestra que el poder interpretativo propio del Legislador ha trascendido la
actividad puramente legislativa. El Legislador extraordinario en este caso no ha
obrado dentro del marco fijado por la Constitución y dentro del cual puede
libremente adoptar políticas. La definición legal pretende ocupar el lugar de un
concepto constitucional abierto de importancia sustancial sin el cual la figura
de la tutela quedaría desconectada de la realidad y perdería su virtualidad
tuitiva de los derechos fundamentales. Este concepto abierto es columna de la
estructura portante del edificio constitucional y no puede, en consecuencia, ser
sustituido o suplantado por el Legislador.

Para271 determinar la existencia o no del perjuicio es necesario tener en cuenta


varios elementos, como son la inminencia, que exige medidas inmediatas, la
urgencia que tiene el afectado por salir de ese perjuicio inminente, y la
gravedad de los hechos, cuestión que hace evidente la impostergabilidad de la
tutela como mecanismo necesario para la protección inmediata de los
derechos constitucionales fundamentales. Así las cosas, no todo perjuicio
puede ser considerado como irremediable, sino únicamente aquel que por ser
inminente y grave requiere de la adopción de medidas urgentes e
impostergables para su protección. Sobre el punto ha dicho la jurisprudencia
que “establecer CUANDO existe el perjuicio irremediable no es tarea fácil. En
primer lugar hay que examinar si las acciones u omisiones son

271 T-711 de 2004. M.P. Jaime Córdoba Triviño.


78
manifiestamente ilegítimos y contrarios a derecho, pues de otra manera no
se violan ni amenazan los intereses del presunto afectado” 272.

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...6º


(numerales ...3º), del Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron
atacados, por los motivos expresados en su oportunidad.

Del273 mismo artículo 6º se tacha de inconstitucional la tercera causal de


improcedencia de la tutela, relativa a la protección de los derechos colectivos,
como la paz, pues, sostienen los demandantes, la reglamentación de una
norma constitucional no puede restringir los alcances más amplios de la Carta.
No obstante la Corte Constitucional observó que en realidad esta disposición
no hace sino repetir el inciso tercero del artículo 86 (vid supra), ya que
finalmente ella se limita a decir que para la protección de derechos colectivos,
como la paz, existen "las acciones populares" de que trata el artículo 88 de la
Constitución en forma expresa. Luego, existiendo otros medios judiciales de
defensa, la acción de tutela, en principio, no procede en estos casos. Y la
propia norma acusada repite el artículo 86 Superior al agregar que sí procede
la tutela, aún existiendo instrumentos alternativos de defensa judicial, cuando,
ya por vía de excepción, se solicite como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable. Además debe anotarse, como lo ha dicho esta Corte
que tratándose de elementos contemplados en el artículo 88 de la
Constitución, respecto de los cuales pueda darse el caso de daño concreto a
las personas en sus derechos fundamentales (v. gr. medio ambiente), la
acción popular cabe para defender el derecho colectivo, pero no excluye la
acción de tutela para proteger el derecho fundamental efectivamente
vulnerado274. Luego los derechos colectivos en general y la paz en particular
no se encuentran desprotegidos por el ordenamiento jurídico, sino que la
posibilidad de recurrir a la tutela para proteger tales derechos se encuentra
limitada para los eventos en los que a juicio del juez de tutela exista
razonablemente un "perjuicio irremediable".

Procedencia de la acción de tutela ante la presunta vulneración de derechos


colectivos en concurso con derechos fundamentales 275. El punto de la
procedibilidad de la acción de tutela cuando se afecta un derecho fundamental
y un derecho colectivo, fue resuelto por la Corte en la Sentencia SU 1116 de
2001. En esta oportunidad consideró la Corte:

“...para que la tutela proceda y prevalezca en caso de afectación de un


interés colectivo, es necesario (i) que exista conexidad entre la
vulneración de un derecho colectivo y la violación o amenaza a un
derecho fundamental, de tal suerte que el daño o la amenaza del derecho
fundamental sea “consecuencia inmediata y directa de la perturbación del
derecho colectivo”. Además, (ii) el peticionario debe ser la persona directa
o realmente afectada en su derecho fundamental, pues la acción de tutela
es de naturaleza subjetiva; (iii) la vulneración o la amenaza del derecho
272 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-456 de 1994, ya citada. También se puede consultar la Sentencia T-052 de 1994,
también ya citada.
273 C-018/93.
274 Cfr, Sentencia Nro. T-437 de la Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional de fecha junio 30 de 1.992.
275
T-219 de 2004. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
79
fundamental no deben ser hipotéticas sino que deben aparecer
expresamente probadas en el expediente. Y (iv) finalmente, la orden
judicial debe buscar el restablecimiento del derecho fundamental
afectado, y no del derecho colectivo en sí mismo considerado, pese a que
con su decisión resulte protegido, igualmente, un derecho de esta
naturaleza”.

Ahora bien, en dicha oportunidad la Corte decidió unificar la jurisprudencia,


debido a que era necesario entrar a precisar si debía mantenerse la doctrina
sobre la procedibilidad de la acción de tutela cuando se presentara afectación
de derechos colectivos. Esto en razón a que en el año 1999 entró en vigenci a
la ley 472 de 1998, que regula con suficiencia el tema de las acciones
populares, como mecanismo idóneo para la protección de los derechos e
intereses colectivos. Resolvió la Corte mantener la doctrina jurisprudencial que
había sido manejada por la jurisprudencia desde el año de 1993, y cuyos
puntos básicos se citaron. No obstante, la Corte decidió en dicha sentencia de
unificación incluir un quinto requisito a la doctrina aludida:

“para que la tutela proceda en caso de afectación de un derecho


colectivo, es además necesario, teniendo en cuenta el carácter
subsidiario y residual de la tutela (CP art. 86), que en el expediente
aparezca claro que la acción popular no es idónea, en concreto, para
amparar específicamente el derecho fundamental vulnerado en conexidad
con el derecho colectivo, por ejemplo porque sea necesaria una orden
judicial individual en relación con el peticionario. En efecto, en
determinados casos puede suceder que la acción popular resulta
adecuada para enfrentar la afectación del derecho colectivo vulnerado,
pero ella no es suficiente para amparar el derecho fundamental que ha
sido afectado en conexidad con el interés colectivo. En tal evento, la
tutela es procedente de manera directa, por cuanto la acción popular no
resulta idónea para proteger el derecho fundamental. Pero si no existen
razones para suponer que la acción popular sea inadecuada, entonces la
tutela no es procedente, salvo que el actor recurra a ella como
mecanismo transitorio, mientras la jurisdicción competente resuelve la
acción popular en curso y cuando ello resulte indispensable para la
protección de un derecho fundamental”.

Considera la Corte que en el presente caso se reúnen los cinco requisitos


exigidos por la jurisprudencia constitucional para la procedencia excepcional
de la acción de tutela cuando se encuentran afectados también derechos
colectivos.

En efecto: (i) existe conexidad entre la vulneración del derecho colectivo al


acceso a una infraestructura de servicios que garantice la salubridad pública
(art. 4 lit. g ley 472 de 1998) y los derechos fundamentales a la vida digna y a
la salud (art., 1, 11 y 49 CN) alegados como vulnerados; (ii) la peticionaria es
la directamente afectada en sus derechos fundamentales, pues el hecho
vulnerador (la circulación de aguas negras) se registra al pie de la
construcción donde se levanta su lugar de habitación, luego, en este caso sí
se trata del ejercicio de una acción individual; (iii) la vulneración del derecho
80
no es hipotética, pues se pudo constatar la gravedad de las circunstancias
de salubridad (olores nauseabundos y presencia de numerosos insectos)
en que vive la actora y su núcleo familiar; (iv) la orden de tutela estaría
orientada primordialmente a la protección del derecho fundamental y no del
derecho colectivo, aunque la orden eventualmente pueda proteger el
segundo; y (v) la acción popular no es idónea, ya que la orden que daría el
juez se circunscribiría a aliviar la situación de la actora, pues la superación del
hecho vulnerador se alcanza con la construcción de dos líneas de conducción
de aguas negras y de aguas lluvias, de una extensión no superior a 30 mts,
que se construirían sobre el predio de la actora y que en principio, sólo la
benefician a ella.

En sentencia276 de la Corte Constitucional se señaló: cuando las situaciones


que pueden ser consecuencias de la conducta que presuntamente genera una
violación o amenaza del derecho fundamental están definidas surge la figura
del hecho consumado.

No277 hay hecho consumado cuando, perpetrados los actos de violación de los
derechos fundamentales invocados y causado un daño, los efectos de éste
persisten y son susceptibles de ser interrumpidos, merced a la orden de
inmediato cumplimiento que imparta el juez, persuadido de la
inconstitucionalidad de la actuación correspondiente. En otros términos, no es
posible admitir como hecho consumado ni sostener para el caso la carencia
actual de objeto de la decisión judicial cuando todavía, mediante la sentencia,
es posible restablecer la efectiva vigencia de los derechos fundamentales
violados. Es lo que acontece en el evento que se estudia: el catedrático
demandante fue despedido, pero está probada la evidente transgresión de
varios de sus derechos básicos y, en lo que atañe a la reivindicación de ellos,
una sentencia judicial que los restablezca tiene viabilidad en la práctica, por lo
cual la sola circunstancia de haberse cumplido ya unas consecuencias
iniciales del acto inconstitucional de despido, la orden que esta Corte impartirá
restaura con eficiencia en su caso el imperio de las normas superiores.

En278 cumplimiento de la función secundaria 279 que tiene la eventual revisión


de los fallos de tutela, la Corte Constitucional ha sostenido que la muerte del
peticionario durante este trámite, no la exime de emitir un pronunciamiento
sobre la cuestión objeto de debate, porque si bien a causa del fallecimiento del
actor la Corte queda impedida para impartir contra el demandado la orden a
que hace referencia el artículo 86 superior, ello no impide que deba resolver
sobre el fondo del asunto sometido a su estudio, dado que el artículo 29 del
Decreto 2591 de 1991 prohíbe la emisión de fallos inhibitorios en materia de
tutela y que las funciones de la Corte Constitucional exceden a las que cumple
ordinariamente un tribunal de instancia. 280 En efecto, la sentencia T-428 de
1998 precisó que el propósito de la Corte Constitucional al revisar los procesos
de tutela, además de resolver el caso concreto, es decantar los criterios
interpretativos de las normas jurídicas, buscando establecer parámetros de

276 T-346 de 1996. M.P. Julio César Ortiz Gutiérrez.


277 SU. 667 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
278
T-436 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
279
Corte Constitucional, sentencia T-175/97.
280
Corte Constitucional, sentencia T-901/01 en la cual se reitera lo señalado en las sentencias T-699/96 y T-428/98.
81
interpretación para los jueces de la República, que pretenden clarificar y
delimitar, en últimas, el campo doctrinario de los derechos fundamentales,
a lo cual se llega por vía de la revisión de casos ejemplares o ilustrativos. Por
lo anterior, el hecho que el titular de los derechos que se invocan haya dejado
de existir no puede ser obstáculo para emitir un pronunciamiento de fondo.

En sentencia281 de la Corte Constitucional se dijo respecto a las


consecuencias de la acción de tutela cuando durante su curso el hecho que la
generó, fue superado. La acción de tutela está encaminada a obtener la
protección efectiva de los derechos fundamentales, cuando los mismos se
encuentran amenazados o vulnerados por las autoridades públicas, o por los
particulares, en los casos previstos por la ley. En consecuencia, la protección
ofrecida por la acción de tutela pierde sentido, por innecesaria, cuando
durante el curso del proceso desaparece la amenaza o cesa la vulneración. El
juez queda inhabilitado, por tanto, para emitir orden alguna tendiente a
restablecer el orden jurídico quebrantado, porque éste ha recobrado su
normalidad sin la intervención de la autoridad del Estado. No obstante, es
jurisprudencia de la Corte Constitucional que cuando el hecho motivo de la
acción desaparece durante el curso de la tutela y las circunstancias
particulares del conflicto original así lo ameritan, la Corporación puede
pronunciarse sobre el caso sometido a revisión. En efecto, la Corte ha avalado
esta práctica, consciente de la función que tiene como promotor de la
pedagogía constitucional y tribunal encargado de precisar, reforzar y acendrar
la jurisprudencia.282

Para283 la Corte, no puede hablarse de hecho consumado ni de sustracción de


materia o de carencia actual de objeto de la tutela cuando, en las
circunstancias del caso, el perjuicio ocasionado por quien vulneró los derechos
de una persona se proyecta, fallecida ésta, sobre quienes integran su familia.

Se284 aplicará la jurisprudencia de la Corte Constitucional cuando ha


sostenido que en aquellos eventos en los cuales la pretensión fue
satisfecha, la acción de tutela pierde eficacia e inmediatez y, por ende su
justificación constitucional, por lo que el amparo deberá negarse. Al
respecto la Corte ha dicho que:

“El objetivo de la acción de tutela, conforme al artículo 86 de la


Constitución Política de Colombia, al Decreto 2591 de 1.991 y a la
doctrina constitucional, es la protección efectiva y cierta del derecho
constitucional fundamental, presuntamente vulnerado o amenazado por la
acción u omisión de una autoridad pública o de un particular en los casos
expresamente señalados por la ley.

“En virtud de lo anterior, la eficacia de la acción de tutela radica en el


deber que tiene el juez, en caso de encontrar amenazado o vulnerado un
derecho alegado, de impartir una orden de inmediato cumplimiento
orientada a la defensa actual y cierta del derecho que se aduce.
281 T-027 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
282 Cfr. Sentencia T-428/98
283 T-437 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
284 T-461 de 2002. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
82

“No obstante lo anterior, si la situación de hecho que origina la


violación o la amenaza ya ha sido superada en el sentido de que la
pretensión erigida en defensa del derecho conculcado está siendo
satisfecha, la acción de tutela pierde su eficacia y su razón de ser..” 285

Improcedencia de la tutela para cuestionar actos de carácter general,


impersonal y abstracto. Reiteración de jurisprudencia y breve justificación del
fallo286. Esta Corporación, en armonía con lo previsto en el artículo 6º del
Decreto 2591 de 1991, ha señalado que la acción de tutela no constituye el
medio idóneo para controvertir actos de contenido general, impersonal y
abstracto, pues para tal fin el ordenamiento ha diseñado otros mecanismos de
control judicial287, lo cual se explica en la medida que esos actos demandan un
análisis ponderado bajo la órbita de procesos con características especiales 288.
Algunos ejemplos jurisprudenciales ilustran con mayor claridad el asunto:

- En la sentencia T-105 de 2002 la Corte debió estudiar las demandas de


tutela presentadas por algunos funcionarios del Municipio y de la Personería
de Cali, quienes consideraban vulnerados sus derechos con las
determinaciones de dichas entidades sobre sus escalas salariales y el no
reconocimiento de una prima técnica (en las que se incluía un acuerdo
municipal). Entre los argumentos para denegar el amparo la Corte sostuvo
que, “la acción de tutela resulta improcedente frente a actos de carácter
general, impersonal y abstracto, como los que se pretenden cuestionar, frente
a los cuales la misma ley consagra otro mecanismo de defensa judicial,
pudiendo ser controvertidos en su legalidad ante la jurisdicción contencioso
administrativa”.

- La misma postura fue asumida en la Sentencia T-151 de 2001. En aquella


oportunidad la Corte analizó el caso de un aspirante a rector en la Universidad
de Cartagena, que inconforme con los requisitos exigidos por el Consejo
Superior Universitario presentó acción de tutela para controvertir el acuerdo
expedido. Al respecto la Corte dijo lo siguiente: “Es claro entonces que
tratándose de actos de carácter general no hay competencia del juez de
tutela y que toda actuación en este campo es por principio, plenamente
improcedente”.

- También resulta ilustrativa la Sentencia T-321 de 1993, donde la Corte


revocó los fallos de instancia y en su lugar denegó la tutela interpuesta por una
madre de familia contra el Instituto Nacional de Radio y Televisión y el Consejo
Nacional de Televisión, por la emisión de algunos programas en la franja
vespertina. La Corte fue enfática en destacar la improcedencia de la tutela en
los siguientes términos:

285 Sentencia T-495 de 2001


286 T-119 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
287 Sobre el particular pueden consultarse, entre muchas otras, las Sentencias T-105/02, T-151/01, T-1497/00, T-1452/00,

T-1290/00, T1201/00, T-982/00, T-815/00, T-287/97, T-610/97, T-321/93, T-203/93 y T-123/93.


288 Cfr. Corte Constitucional, Sentencia T-1452 de 2000. En aquella oportunidad la Corte declaró que la tutela no era

idónea para cuestionar un decreto presidencial, específicamente el que regulaba el procedimiento para suplir las faltas de
alcaldes y gobernadores.
83
“Cuando el desconocimiento, la vulneración o el recorte de los
derechos fundamentales se origina en actos jurídicos de carácter
general producidos por instancias subordinadas a la Constitución (y todos
los poderes constituidos lo son), su efecto general pernicioso puede ser
contrarrestado mediante mecanismos especialmente dispuestos para ello,
V.gr.: la acción de inconstitucionalidad contra las leyes, o las acciones de
nulidad (y de restablecimiento del derecho) contra los actos
administrativos. Mediante tales instrumentos se provoca la actuación de
un organismo público competente para que, también por vía de
disposición general, restablezca el imperio de la juridicidad.

Pero no es ése el caso de la tutela. El mismo artículo 6o. del Decreto


2591 establece en su numeral 5o. que es improcedente la acción "cuando
se trate de actos de carácter general, impersonal y abstracto". Es que lo
que se busca con el mencionado mecanismo es suspender los efectos
violatorios o amenazantes de alguno de los derechos fundamentales de
una persona determinada, derivados de un acto concreto cuya aplicación
deberá suspender el juez, aún mediante medidas provisionales (esto es
antes de la sentencia) cuando lo considere necesario y urgente para
proteger el derecho, según las voces del artículo 7o. del Decreto en
mención”.

Artículo 7o. Medidas provisionales para proteger un derecho.

En auto 049 de 1995 289, la Corte Constitucional sostuvo: dicha medida la


puede adoptar el juez respectivo desde la presentación de la solicitud de tutela
hasta antes de expedirse el fallo definitivo, pues al resolver de fondo deberá
decidir si tal medida provisional se convierte en permanente, esto es, definitiva
o si por el contrario, habrá de revocarse. Cabe agregar que el juez, a petición
de parte o en forma oficiosa, puede hacer cesar tal medida en cualquier
momento. A la Corte no le cabe duda de que para efectos de la aplicación de
esta medida provisional, el juez debe evaluar las situaciones de hecho y de
derecho en que se fundamenta la solicitud de tutela, para así determinar la
"necesidad y urgencia" de decretarla, pues ésta sólo se justificaría ante
hechos abiertamente lesivos o claramente amenazadores de un derecho
fundamental en detrimento de una persona, y cuya permanencia en el tiempo
haría más gravosa la situación al afectado; de lo contrario no tendría sentido la
medida cautelar por cuanto los términos para fallar las acciones de tutela son
muy breves: 10 días.

El290 artículo 7 del Decreto 2591 de 1991 autoriza al juez de tutela para
suspender el acto que amenace o viole el derecho fundamental invocado,
cuando el funcionario judicial “expresamente lo considere necesario y urgente
para proteger el derecho”. Dicha suspensión puede ordenarse de oficio o a
petición de parte. Mediante las medidas provisionales se busca evitar que la
amenaza contra el derecho fundamental se convierta en violación o,
habiéndose constatado la existencia de una violación, ésta se torne más
289 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
290 A.040ª de 2001. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
84
gravosa. Las medidas provisionales únicamente pueden ser adoptadas
durante el trámite del proceso o en la sentencia. Lo anterior por cuanto
únicamente durante el trámite o al momento de dictar la sentencia, se puede
apreciar la urgencia y necesidad de la medida. Una vez dictada la sentencia,
la protección del derecho fundamental consistirá en el cumplimiento del f allo.
Podría objetarse que una vez dictada la sentencia, puede ser necesario que se
adopten medidas provisionales, pues el trámite de la tutela exige que el fallo
sea comunicado al juez de instancia, a fin de que se cumpla, término en el
cual puede proseguir la violación de los derechos fundamentales. Empero, ha
de tenerse presente que la urgencia y la necesidad de la medida, corresponde
evaluarla al juez al momento de dictar el fallo. Si no se adoptaron en su
momento, implica que para la autoridad judicial, el cumplimiento de la decisión
es un mecanismo de protección suficiente.

Esta291 Sala, por auto de fecha 16 de diciembre de 1997, estimó que las reglas
establecidas en los artículos 7 y 35 del Decreto 2591 de 1991, debían
"conciliarse con el principio de la autonomía judicial, toda vez que al juez de
tutela le está vedado invadir competencias ajenas, y su injerencia dentro del
curso de un proceso judicial debe estar determinada por la flagrante violación
o amenaza de los derechos fundamentales y con el fin de evitar un perjuicio
irremediable". Además, consideró esta Corte que el alcance que debía darse a
los artículos mencionados era el siguiente:

"a) El sentido de las medidas previas que puede adoptar el juez


constitucional, con miras a la protección de los derechos fundamentales
en juego, parte del supuesto de que con el acto o los actos susceptibles
de ser suspendidos tales derechos resulten vulnerados o afectados de
modo irremediable;

b) La ejecución de una medida judicial dentro de un proceso en curso no


puede ser interrumpida por el juez de tutela, a no ser que de manera
ostensible, evidente e indudable, entrañe la comisión de una vía de hecho
por cuya virtud se lesionen los derechos fundamentales sobre los cuales
se reclama protección. De lo contrario, la medida provisional carece de
sustento y debe esperarse al momento del fallo. Todo ello debe ser
apreciado y evaluado por el juez, teniendo en cuenta las circunstancias
del caso;

c) Entre la medida cuya suspensión se ordena y la violación de los


derechos fundamentales afectados debe existir, claramente establecido,
un nexo causal que el juez establezca sin género de dudas. De lo
contrario, invade la órbita del juez ordinario y lesiona su autonomía
funcional, garantizada en el artículo 228 de la Constitución;

d)La apreciación del juez en estos casos no implica prejuzgamiento.


Tiene lugar prima facie y sobre los elementos de los que dispone en ese
momento, sin que ello le impida adoptar una decisión distinta al resolver
de fondo sobre el proceso en cuestión".

291 T-100 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


85

Artículo 8o. la tutela como mecanismo transitorio.

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...8º, ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Cuando292 las vías judiciales ordinarias no resultan eficaces ni idóneas para


evitar la vulneración de derechos fundamentales, procede la tutela como
mecanismo transitorio. En efecto, mientras decide el juez competente, no
puede la jurisdicción constitucional tolerar la violación flagrante de derechos
fundamentales. Por ello la Corte ha considerado que cuando se trata de evitar
un perjuicio irremediable, máxime cuando se trata de personas de la tercera
edad, quienes gozan de una especial protección por parte del Estado, procede
la acción de amparo como mecanismo transitorio.

La293 Corte, en varias oportunidades, ha precisado que la suspensión


provisional es un mecanismo no menos importante y efectivo que la acción de
tutela, el cual se concibe como medida cautelar cuando una entidad vulnera
en forma manifiesta los derechos del administrado 294. Lo que ha querido el
legislador al reglamentar el mecanismo de la suspensión provisional, ha sido
precisamente ofrecer a los particulares un medio eficaz y oportuno, que se
materialice desde la admisión misma de la demanda, para evitar que sus
derechos sean vulnerados de manera flagrante por la administración. Empero,
en ciertos eventos esa circunstancia no resulta incompatible con la acción de
tutela, cuando ella se utiliza como mecanismo transitorio, según lo ha
explicado la propia Corte Constitucional en los siguientes términos:

"En relación con la compatibilidad entre la acción de tutela y las acciones


contencioso administrativas y la suspensión provisional del acto
administrativo, se exponen las siguientes consideraciones: 1) Procede la
tutela como mecanismo definitivo, cuando la persona afectada en su
derecho fundamental no cuenta con acción contenciosa administrativa.
También, en el evento de que no sea posible a través de la acción
contenciosa administrativa, controvertir la violación del derecho
fundamental o dicha acción se revela insuficientemente idónea o ineficaz
para la efectiva protección del derecho. 2) Procede la tutela como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, cuando el
afectado en su derecho fundamental dispone de acción contenciosa pero
no procede la suspensión provisional." 295

292 SU.636 de 2003. M.P. Jaime Araujo Rentería.


293 T-1031 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
294 Sentencia T-127 de 2001. La Corte revocó los fallos proferidos por diferentes despachos judiciales, quienes
concluyeron que la DIAN había afectado el debido proceso al reclasificar a varios contribuyentes como responsables
fiscales en el régimen común y no en el simplificado. La Corte señaló que los demandantes pudieron acudir a la
jurisdicción contencioso administrativa y solicitar la suspensión provisional del acto administrativo para asegurar la
protección de sus derechos, resultando improcedente la acción de tutela como mecanismo principal. En el mismo sentido
pueden consultarse las sentencias T-533 de 1998 y T-640 de 1996.
295 Corte Constitucional, Sentencia SU-039 de 1997.
86
296
En Sentencia de la Corte Constitucional se señaló, respecto a la acción
de tutela y las acciones contencioso administrativa y la suspensión
provisional del acto administrativo, lo siguiente:

Bien es sabido que la acción de tutela no es procedente cuando exista un


medio alternativo de defensa judicial que sea idóneo y eficaz, según la
valoración que haga el juez en concreto de estas circunstancias, atendiendo la
situación particular en que se encuentre el solicitante (arts. 86 inciso 3 de la
Constitución, art. 6 numeral 1 del decreto 2591/91), salvo que aquélla se utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.

- Es compatible la acción de tutela y la acción contenciosa administrativa


contra actos administrativos, medio alternativo de defensa judicial. En efecto:

a) Aun cuando exista un medio alternativo de defensa judicial, la acción de


tutela procede cuando se utilice como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, en cuyo caso, "el juez señalará expresamente en la
sentencia que su orden permanecerá vigente sólo durante el término que la
autoridad judicial competente utilice para decidir de fondo sobre la acción
instaurada por el afectado", la cual, debe ser ejercitada, si no lo ha hecho, en
el término de cuatro meses, a partir del fallo de tutela; si no lo hace cesarán
los efectos de éste (art. 8 incisos 1 a 4 decreto 2591/91).

b) Específicamente, con respecto a la posibilidad de ejercer simultáneamente


la acción de tutela y las acciones contencioso administrativa el inciso 5 del art.
8 del decreto 2591 de 1991, mediante auto de fecha 1 de septiembre de 1994,
la Corte se refirió al alcance del aparte normativo transcrito, de la siguiente
manera:

"...a juicio de la Sala, al sentido "conjuntamente" debe llegarse no sólo


mediante la interpretación literal sino también con una indagación
teleológica. Así, por razón de la informalidad de la institución a tal
expresión corresponde la tercera acepción de la Real Academia
Española, es decir, "a un mismo tiempo". (ob. cit. pág. 1213). En
consecuencia, el inciso comentado del artículo 8o. del decreto 2591 de
1991, debe interpretarse en el sentido de que los interesados pueden,
desde un principio, ejercer la acción de tutela al tiempo con las demás de
naturaleza contencioso administrativa, sin que sea necesario que todas
ellas se tramiten ante la jurisdicción contencioso administrativa."

c) El art. 7 del decreto 2591/91, contempla una situación especial, diferente a


la regulada en el artículo siguiente, pues aquél se refiere a las medidas
provisionales que se pueden adoptar dentro de un proceso de tutela para
proteger un derecho fundamental vulnerado o amenazado, es decir, se trata
de verdaderas medidas cautelares que pueden adoptarse antes de la decisión
de fondo.

d) La jurisprudencia de la Corte Constitucional, sobre la procedencia de la


acción de tutela y las acciones contencioso administrativas y la suspensión
296 SU.039 de 1997. M.P. Antonio Barrera Carbonell.
87
provisional del acto administrativo, y la manera como ellas se
compatibilizan, ha señalado:

"...la atribución de suspender provisionalmente los efectos de los actos


administrativos está específicamente conferida por la Constitución a la
jurisdicción de lo Contencioso Administrativo (artículo 238) y mal pueden
interpretarse en contra de su perentorio mandato las disposiciones de los
artículos 7 y 8 del Decreto 2591 de 1991, aplicables tan solo a aquellos
actos contra los cuales no sea procedente dicho mecanismo, de
conformidad con las reglas generales".

"No desconoce la Corte que la última de las disposiciones citadas, al


permitir el ejercicio conjunto de la acción de tutela con las pertinentes
ante la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo, faculta al juez para
ordenar que tratándose de un perjuicio irremediable, se inaplique el acto
particular respecto de la situación jurídica concreta cuya protección se
solicita mientras dure el proceso, pero es obvio que esta norma legal
parte del supuesto de que en tales casos no procede la suspensión
provisional, pues resultaría innecesario, inconveniente e inconstitucional
que, siendo ella aplicable para alcanzar el específico fin de detener los
efectos del acto cuestionado, se añadiera un mecanismo con idéntica
finalidad por fuera del proceso Contencioso Administrativo y a cargo de
cualquier juez de la República, con el peligro adicional de decisiones
contradictorias, máxime si se tiene en cuenta que también la suspensión
provisional se resuelve mediante trámite expedito tal como lo dispone el
Código Contencioso Administrativo 297"

En la Sentencia T-203/93, refiriéndose al alcance del inciso final, del artículo 8


del decreto 2591/91, la Corte distinguió entre la suspensión provisional del
acto y su inaplicación respecto de la situación jurídica concreta cuya
protección se solicita. Dijo la Corte:

"Como puede verse, lo que es posible decretar en esta hipótesis es una


inaplicación temporal al caso concreto, considerada la particular y
específica situación en que se encuentra el solicitante, así que no recae
propiamente sobre la materialidad del acto administrativo, como sí
acontece con la figura de la suspensión provisional. No tiene, entonces, el
alcance de la misma y, por ende, excepción hecha de la inaplicación que
pueda favorecer al petente a fin de evitarle un daño irreparable, el acto
administrativo como tal permanece incólume mientras no sea suspendido
provisionalmente por la Jurisdicción Contencioso Administrativa o anulado
por ella".

"Debe repararse por otra parte en que el punto materia de análisis -a


diferencia del que constituye el objeto de la providencia mediante la cual
se resuelve acerca de la solicitud de suspensión provisional en los
procesos contencioso administrativos- no es el relativo a una posible
oposición flagrante entre el acto demandado y las normas superiores a

297 Sentencia T-443/92.


88
las que está sometido, sino la situación de hecho en la cual puede
hallarse una persona frente a un acto cuya aplicación concreta
implique, en su caso, efectos inmediatos e irremediables que vulneren
sus derechos constitucionales fundamentales".

"Ahora bien, es claro que -considerada la función que cumple la tutela


como mecanismo protector de los derechos fundamentales y el contexto
de la norma transcrita- la posibilidad de ejercer la acción en forma
conjunta con las que proceden ante la jurisdicción Contencioso
Administrativa, no puede interpretarse en el sentido de hacer que en tal
caso su trámite deba surtirse forzosamente ante los tribunales
administrativos, entendimiento que limitaría ostensiblemente las
posibilidades de protección judicial. Lo que la norma legal permite,
aunque no haya utilizado con propiedad el término "conjuntamente", es el
ejercicio simultáneo de la acción ante el juez de tutela, como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable y de las pertinentes ante la
jurisdicción especializada".

"De las precedentes consideraciones se infiere que, ante acciones


instauradas respecto de actos administrativos, el juez de tutela no puede
asumir la facultad que le confiere la norma mencionada como una
autorización de la ley para sustituir al Contencioso Administrativo en la
definición sobre la validez de aquellos, ni suponer que podría
suspenderlos provisionalmente pues ello representaría invadir el ámbito
constitucional de dicha jurisdicción. De allí los precisos términos usados
por el legislador para definir el objeto al que ha de circunscribirse la orden
judicial para el evento en que prospere la solicitud de tutela transitoria".

Sobre la misma temática, esto es, la interpretación de la referida norma, la


Sentencia T-440 de 1994 de la Corte Constitucional expresó:

"El alcance de esta norma presupone que, en el proceso correspondiente,


se adoptará la decisión definitiva, y concede al juez de tutela una facultad
temporal y excepcional de inaplicación del acto a la situación concreta, lo
cual no puede confundirse con la suspensión provisional ni ninguna otra
medida precautelativa contencioso administrativa." "El precepto también
parte de la base de que, en el caso específico del peticionario, la
aplicación del acto implicaría que continuara la violación o amenaza del
derecho, causándose un perjuicio irremediable que se precisa evitar,
pese a la existencia del medio judicial ordinario. Esto significa que, en la
hipótesis planteada por el artículo 8o. del Decreto 2591 de 1991, el acto
de que se trata es directamente el causante del agravio o del peligro para
el derecho fundamental, objeto de protección."

En la sentencia T-142/95, la Corte acometió el estudio de las situaciones que


debe avocar el juez, frente a la acción de tutela, las acciones contencioso
administrativas y a la suspensión provisional. Se dijo por la Corte:
89
"La atribución conferida por el Constituyente a la jurisdicción
contencioso administrativa para suspender provisionalmente los
efectos de los actos administrativos, enfrenta al juez de tutela con varias
situaciones que han sido objeto de decisión por parte de la Corte:....." "En
situaciones en las que existe violación o amenaza de un derecho
fundamental por parte de una autoridad ejecutiva, y no cuenta el afectado
con acción ante la jurisdicción contencioso administrativa, o dentro del
trámite de ella no es posible la controversia sobre la violación del derecho
constitucional, la tutela procede como mecanismo definitivo de protección
del derecho constitucional conculcado. Así quedó planteado en las
Sentencias T-090 de 1995 y T-100 de 1994, ambas de la Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas." "Cuando existe violación o amenaza de un derecho
fundamental, el afectado cuenta con acción contenciosa administrativa, y
no procede la suspensión provisional, el juez de tutela debe dar
aplicación a los artículos 7 y 8 del decreto 2591 de 1991...".

También en la aludida sentencia se advierte que "cuando existe la violación o


amenaza del derecho, hay acción contenciosa administrativa y procede la
suspensión provisional el juez de tutela debe proceder" como indica la
sentencia T-443/92, a la cual se hizo alusión antes. En la Sentencia T-131A de
1996, se expuso lo siguiente:

"Así las cosas en el presente evento cabía la solicitud de suspensión


provisional del acto administrativo, la cual efectivamente fue pedida y
negada dentro del proceso de nulidad y restablecimiento del derecho
instaurado por la Sociedad en contra de la resolución de 1994, y que
cursa en el Tribunal Administrativo. En consecuencia no resulta
procedente conceder el amparo impetrado, menos aún cuando, de
conformidad con la prueba solicitada se encuentra establecido que no se
ejercitó el recurso de apelación en contra del auto mediante el cual negó
la suspensión provisional".

Considera la Corte que es necesario precisar su jurisprudencia, en relación


con la compatibilidad entre la acción de tutela y las acciones contencioso
administrativas y la suspensión provisional del acto administrativo. Con tal
propósito expone las siguientes consideraciones:

- Procede la tutela como mecanismo definitivo, cuando la persona afectada


en su derecho fundamental no cuenta con acción contenciosa administrativa,
como en el caso de los actos preparatorios o trámite y de ejecución o de los
actos policivos no administrativos.

- También procede la tutela como mecanismo definitivo, en el evento de que


no sea posible a través de la acción contenciosa administrativa, controvertir la
violación del derecho fundamental o dicha acción se revela insuficientemente
idónea o ineficaz para la efectiva protección del derecho. Esta fue la situación
analizada por la Corte en la sentencia T-256/95, en relación con los concursos
de mérito para acceder a cargos públicos de carrera.
90
- Procede la tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable, cuando el afectado en su derecho fundamental dispone de
acción contenciosa pero no procede la suspensión provisional, según los
términos del art. 152 del C.C.A.. Sin embargo, es preciso aclarar que según la
legislación vigente, la suspensión provisional es admisible en todos los casos
en que se impugna un acto administrativo. Por tanto, hay que entender que la
no procedencia de la suspensión provisional se refiere a los casos en que se
ejercitan acciones que no involucran la anulación de actos administrativos
(contractuales o de reparación directa).

- Igualmente es viable la tutela como mecanismo transitorio, cuando el


interesado dispone de la acción contenciosa administrativa y la suspensión
provisional es procedente, por las siguientes razones:

1) Según la letra a) del art. 152 de la Constitución, la regulación de los


"derechos y deberes fundamentales de las personas de los procedimientos y
recursos para su protección" corresponde al Congreso a través de una ley
estatutaria. El decreto 2591 de 1991 dictado en uso de las facultades
extraordinarias conferidas al Presidente de la República por el art. 5 transitorio
de la Constitución, es análoga a una ley estatutaria y, en todo caso ley
especial, que deben aplicar los jueces de la jurisdicción constitucional de la
tutela. Con la finalidad de asegurar la efectiva protección de los derechos
constitucionales fundamentales dicho decreto contempla en el art. 7 la
adopción de medidas provisionales, cuando el juez expresamente lo considera
necesario y urgente para proteger el derecho, en cuyo caso "suspenderá la
aplicación del acto concreto que lo amenace o vulnere". También podrá el
juez de oficio o a petición de parte "dictar cualquier medida de conservación o
seguridad encaminada a proteger el derecho o a evitar a que se produzcan
otros daños como consecuencia de los hechos realizados, todo de
conformidad con las circunstancias del caso" (inciso final art. 7). Así mismo el
inciso final del art. 8, transcrito anteriormente, permite ejercer la tutela como
mecanismo transitorio conjuntamente con las acciones contencioso
administrativas.

2) La institución de la suspensión provisional tiene un rango constitucional,


conforme al art. 238 que dice: "La jurisdicción de lo contencioso administrativo
podrá suspender provisionalmente, por los motivos y con los requisitos que
establezca la ley, los efectos de los actos administrativos que sean
susceptibles de impugnación por vía judicial". En los términos del art. 152 del
C.C.A., norma anterior a la Constitución de 1991, la suspensión provisional es
procedente bajo los siguientes supuestos: Que las medidas se solicite y
sustente de modo expreso en la demanda o por escrito separado, presentado
antes de que sea admitido. Si la acción de nulidad, basta que haya manifiesta
infracción de una de las disposiciones invocadas como fundamento de la
misma, por confrontación directa o mediante documentos públicos aducidos
con la solicitud. Si la acción es distinta de la de nulidad, además se deberá
demostrar, aunque sea sumariamente, el perjuicio que la ejecución del acto
demandado causa o podría causar el actor.
91
3) A diferencia de la acción de tutela que persigue la efectiva protección de
los derechos constitucionales fundamentales amenazados o vulnerados, la
suspensión provisional, se encuentra estructurada bajo la concepción muy
limitada de ser una medida excepcional, con base constitucional pero con
desarrollo legal, que busca impedir provisionalmente la ejecución de actos
administrativos que son manifiestamente violatorios del ordenamiento jurídico
y cuando en algunos casos, además, su ejecución pueda ocasionar perjuicios
a una persona. Dicha institución, en consecuencia, fue concebida como
mecanismo de protección de derechos con rango legal, sin que pueda
pensarse de modo absoluto que eventualmente no pueda utilizarse como
instrumento para el amparo de derechos constitucionales fundamentales; pero
lo que si se advierte es que dados los términos estrictos en que el legislador
condicionó su procedencia, no puede considerarse, en principio, como un
mecanismo efectivo de protección de dichos derechos. En efecto: La
confrontación que ordena hacer el art. 152 del C.C.A. entre el acto acusado y
las normas que se invocan como transgredidas, es de confrontación prima
facie o constatación simple, porque el juez administrativo no puede adentrarse
en la cuestión de fondo, de la cual debe ocuparse la sentencia que ponga fin
al proceso. En cambio, el juez de tutela posee un amplio margen de acción
para poder apreciar o verificar la violación o amenaza concreta del derecho
constitucional fundamental, pues no sólo constata los hechos, sino que los
analiza y los interpreta y determina a la luz del contenido y alcance
constitucional del derecho si procede o no el amparo impetrado. De manera
que la suspensión provisional opera mediante una confrontación directa entre
el acto y la norma jurídica, generalmente contentiva de una proposición
jurídica completa, que se afirma transgredida, así puedan examinarse
documentos, para determinar su violación manifiesta; en cambio, cuando se
trata de amparar derechos fundamentales el juez de tutela se encuentra frente
a una norma abierta, que puede aplicar libremente a través de una valoración
e interpretación amplia de las circunstancias de hecho. No fue la intención del
Constituyente ni la del Legislador consagrar una prevalencia de la suspensión
provisional sobre la acción de tutela, pues ambas operan y tienen finalidades
diferentes. Por el contrario, en razón de su finalidad se reconoce a la tutela,
como mecanismo destinado a asegurar el respeto, vigencia y efectividad de
los derechos fundamentales, cierta prevalencia sobre la suspensión provisional
del acto administrativo, hasta el punto que es procedente instaurar
conjuntamente la acción de tutela y la acción contencioso administrativa y
dentro del proceso a que da lugar aquélla se pueden adoptar,
autónomamente, medidas provisionales. No puede pensarse que el legislador
al regular un mecanismo de protección de los derechos en un momento dado,
automáticamente elimine o excluya otros instrumentos de amparo, pues
pueden existir instrumentos de protección simultáneos y concurrentes, si ellos,
a juicio del legislador, conducen a la finalidad constitucional de lograr la
efectividad de aquellos.

La acción de tutela y la suspensión provisional no pueden mirarse como


instrumentos de protección excluyentes, sino complementarios. En tal virtud,
una es la perspectiva del juez contencioso administrativo sobre viabilidad de la
suspensión provisional del acto, según los condicionamientos que le impone la
ley, y otra la del juez constitucional, cuya misión es la de lograr la efectividad
92
de los derechos constitucionales fundamentales. Por consiguiente, pueden
darse eventualmente decisiones opuestas que luego se resuelven por el
juez que debe fallar en definitiva el asunto; así bajo la óptica de la regulación
legal estricta el juez administrativo puede considerar que no se da la
manifiesta violación de un derecho fundamental y sin embargo el juez de
tutela, que si puede apreciar el mérito de la violación o amenaza puede
estimar que esta existe y, por ende, conceder el amparo solicitado. En
conclusión, es posible instaurar simultáneamente la acción de tutela como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, sin que interese
que se haya solicitado o no la suspensión provisional del acto administrativo,
pues en parte alguna la norma del art. 8 impone como limitante que no se
haya solicitado al instaurar la acción contenciosa administrativa dicha
suspensión. Además, dentro del proceso de tutela es posible,
independientemente de dicha suspensión, impetrar las medidas provisorias a
que alude el art. 7 en referencia. La acción de tutela que como se dijo antes
prevalece sobre la acción contencioso administrativa, no puede quedar
anulada o limitada por la circunstancia de que la jurisdicción de lo contencioso
administrativo se haya pronunciado adversamente sobre la petición de
suspensión provisional, porque la una y la otra operan en planos normativos,
fácticos, axiológicos y teleológicos diferentes. Estima la Corte, que con
fundamento en el principio de la efectividad de los derechos que consagra la
Constitución, le corresponde al juez de tutela decidir sobre la protección de los
derechos constitucionales fundamentales, en forma oportuna, aún antes de la
conclusión del proceso contencioso administrativo que se hubiere instaurado,
mediante la adopción de medidas provisorias que aseguren su goce y
vigencia, en situaciones que comprometan su violación o amenaza y en
extrema urgencia, para evitar perjuicios o situaciones irreparables.

4) La necesidad de proteger los derechos constitucionales fundamentales y de


efectivizarlos, impone un cambio, una nueva concepción, de la institución de la
suspensión provisional. El viraje que se requiere para adaptarla a los
principios, valores y derechos que consagra el nuevo orden constitucional
puede darlo el juez contencioso administrativo o inducirlo el legislador, a través
de una reforma a las disposiciones que a nivel legal la regulan. El juez
administrativo, con el fin de amparar y asegurar la defensa de los derechos
fundamentales podría, aplicando directamente la Constitución Política, como
es su deber, suspender los efectos de los actos administrativos que configuren
violaciones o amenazas de transgresión de aquellos. Decisiones de esa índole
tendrían sustento en: - La primacía que constitucionalmente se reconoce a los
derechos fundamentales y a la obligación que tienen todas las autoridades-
incluidas las judiciales- de protegerlos y hacerlos efectivos (art. 2 C.P.). - La
aplicación preferente de la Constitución frente a las demás normas jurídicas y
así mismo el efecto integrador que debe dársele a sus disposiciones con
respecto a las demás normas del ordenamiento jurídico. De este modo, al
integrar las normas que regulan la suspensión con las de la Constitución se
podría lograr una mayor eficacia y efectividad a dicha institución. - La
necesidad de dar prevalencia al derecho sustancial (art. 228 C.P.), mas aún
cuando este emana de la Constitución y busca hacer efectivas la protección y
la vigencia de los derechos fundamentales. - La suspensión provisional de los
efectos de los actos administrativos tiene un fundamento constitucional. El art.
93
238 permite dicha suspensión "por los motivos y con los requisitos que
establezca la ley". Siendo la Constitución ley de leyes y pudiendo aplicarse
sus normas directamente, sobre todo, cuando se trate de derechos
fundamentales (art. 85), es posible aducir como motivos constitucionales para
la procedencia de la suspensión provisional la violación o amenaza de
violación de los derechos fundamentales. La idea central que se debe tener
presente es que las diferentes jurisdicciones, dentro de sus respectivas
competencias, concurran a la realización del postulado constitucional de la
efectivización, eficacia y vigencia de los derechos constitucionales
fundamentales. Por lo tanto, la posibilidad de decretar la suspensión
provisional de los actos administrativos por violación de los derechos
constitucionales fundamentales, independientemente de que ésta sea
manifiesta o no, indudablemente, puede contribuir a un reforzamiento en los
mecanismos de protección de los referidos derechos.

Artículo 9o. Agotamiento opcional de la vía gubernativa.

Artículo 10. Legitimidad e interés.

Artículo 11. Caducidad.

Artículo 12. Efectos de la caducidad.

Inexequibles artículos 11, 12 y 40. Sentencia C-543/92298.

Resulta299 palpable la oposición entre el establecimiento de un término de


caducidad para ejercer la acción y lo estatuido en el artículo 86 de la
Constitución cuando señala que ella puede intentarse "en todo momento",
razón suficiente para declarar que por el aspecto enunciado es inexequible el
artículo 11 del Decreto 2591 de 1991. Así, dada su relación con la mencionada
norma, que constituye su supuesto, también es inconstitucional el artículo 12
del mismo estatuto, enderezado a estipular los efectos de la caducidad,
declarando que ésta no es obstáculo para impugnar el acto o la actuación
mediante otra acción.

La acción de tutela contra sentencias. Una de las demandas sobre las cuales
se pronuncia la Corte en esta oportunidad se halla estructurada sobre la base
de que el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991 quebranta los preceptos
constitucionales no tanto por introducir un término de caducidad sino por
permitir que se ejerzan acciones de tutela contra sentencias amparadas por el
principio de la cosa juzgada. A este respecto, la Corte Constitucional formuló
las siguientes consideraciones:

Subsistencia del orden jurídico compatible con la Carta. La acción de tutela no


puede asumirse como un sistema de justicia paralelo al que ha consagrado el
ordenamiento jurídico en vigor. El entendimiento y la aplicación del artículo 86
de la Constitución tan solo resultan coherentes y ajustados a los fines que le

298 M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


299 C-543 de 1992.
94
son propios si se lo armoniza con el sistema. De allí que no sea
comprensible como medio judicial capaz de sustituir los procedimientos y
las competencias ordinarias o especiales, pues ello llevaría a un caos no
querido por el Constituyente.

La tutela contra sentencias ante el principio de la cosa juzgada. Es inadmisible


que, por haberse instituido una figura como la acción de tutela, cuyo fin está
exclusivamente relacionado con el amparo inmediato y cierto de los derechos
ante situaciones no previstas por los medios ordinarios, se haya puesto fin a la
vigencia de los postulados básicos en los cuales se ha fundado y desarrollado
nuestra civilización jurídica. Uno de ellos es el principio de la cosa juzgada,
que se traduce en el carácter inmutable, intangible, definitivo, indiscutible y
obligatorio de los fallos cuando se han dado los trámites y se han cumplido las
condiciones y requisitos previstos por la ley. El fin primordial de este principio
radica en impedir que la decisión en firme sea objeto de nueva revisión o
debate, o de instancias adicionales a las ya cumplidas, o que se reabra el caso
judicial dilucidado mediante el fallo que reviste ese carácter, con total
independencia de su sentido y alcances, dotando de estabilidad y certeza las
relaciones jurídicas y dejando espacio libre para que nuevos asuntos pasen a
ser ventilados en los estrados judiciales.

De conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas, no


cabe duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la
función de administrar justicia y sus resoluciones son obligatorias para los
particulares y también para el Estado. En esa condición no están excluidos de
la acción de tutela respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen
derechos fundamentales, lo cual no significa que proceda dicha acción contra
sus providencias. Así, por ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela
se ordene al juez que ha incurrido en dilación injustificada en la adopción de
decisiones a su cargo que proceda a resolver o que observe con diligencia los
términos judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de
esta figura ante actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de
las cuales se desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni
tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo
cual sí está constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo
transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente
temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez
ordinario competente (artículos 86 de la Constitución Política y 8º del Decreto
2591 de 1991). En hipótesis como estas no puede hablarse de atentado
alguno contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata de
hacer realidad los fines que persigue la justicia. Pero, en cambio, no está
dentro de las atribuciones del juez de tutela la de inmiscuirse en el trámite de
un proceso judicial en curso, adoptando decisiones paralelas a las que
cumple, en ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad
está excluida de plano en los conceptos de autonomía e independencia
funcionales (artículos 228 y 230 de la Carta), a los cuales ya se ha hecho
referencia. De ningún modo es admisible, entonces, que quien resuelve sobre
la tutela extienda su poder de decisión hasta el extremo de resolver sobre la
cuestión litigiosa que se debate en un proceso, o en relación con el derecho
que allí se controvierte. De las razones anteriores concluye la Corte que no
95
procede la acción de tutela contra ninguna providencia judicial, con la
única salvedad del perjuicio irremediable, desde luego aplicada en este
evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión definitiva que
adopte el juez competente.

Reiteración de jurisprudencia. Procedencia excepcional de la acción de tutela


contra acciones u omisiones judiciales300

En la sentencia C-543 de 1992, citada como precedente aplicable al caso por


la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, se estudió la
constitucionalidad de los artículos 11 y 12 del Decreto 2591 de 1991, normas
que regulaban el ejercicio de la acción de tutela contra sentencias judiciales.
En esta sentencia se resolvió declarar inexequibles las disposiciones
acusadas, por considerar que desconocían las reglas de competencia fijadas
por la Constitución Política y afectaban el principio de seguridad jurídica. No
obstante, la decisión de la Sala Plena de la Corte Constitucional no fue
absoluta, pues matizó sus efectos al prever casos en los cuales, de forma
excepcional, la acción de tutela es procedente contra actuaciones que aunque
en apariencia estuvieran revestidas de formas jurídicas, en realidad implicaran
una vía de hecho. Al respecto dijo la Sala Plena en la sentencia C-543 de
1992,

“(…) nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha
incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo
que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos
judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta
figura ante actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de
las cuales se desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni
tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para
lo cual sí está constitucionalmente autorizada la tutela pero como
mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es
puramente temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo
por el juez ordinario competente (artículos 86 de la Constitución Política y
8º del Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como éstas no puede
hablarse de atentado alguno contra la seguridad jurídica de los
asociados, sino que se trata de hacer realidad los fines que persigue la
justicia.”

Artículo 13. Personas contra quien se dirige la acción e intervinientes.

La301 acción de tutela, según resulta del artículo 86 de la Constitución, tiene un


sujeto activo -la persona de cuyos derechos fundamentales se trata, o quien
obra a nombre de ella- y uno pasivo -entidad o autoridad pública o persona
particular contra la cual se dirige-, que es precisamente quien, según aquélla,
causa daño o amenaza los derechos fundamentales invocados, merced a su
conducta activa u omisiva. La demanda debe presentarse indicando quién es
ese sujeto, no solamente para que el juez pueda verificar si en verdad los
300 T-012 de 2003. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
301 T-578 de 1997. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
96
derechos afectados lo son por su acción u omisión, sino para permitir al
inculpado ejercer el derecho de defensa y darle posibilidades de
contradicción y controversia de las pruebas allegadas, según el artículo 29 de
la Constitución Política. Cuando la acción se dirige contra un sujeto distinto,
mal podría prosperar la tutela, aunque, si en el caso concreto el término lo
permite, una vez se ha percatado de la situación, bien puede el juez de oficio,
antes de resolver, vincular al proceso a la persona o entidad contra la cual ha
debido obrar el demandante, otorgándole suficientes elementos de defensa
dentro del mismo, con arreglo a la garantía constitucional. Sólo en ese evento
podría otorgarse el amparo contra ella.

En302 lo que tiene que ver con el sujeto pasivo de la acción de tutela, debe
estar bien identificado y guardar relación directa con el sujeto objeto de la
vulneración. En este sentido se ha pronunciado la Corte Constitucional, al
decir que “la legitimación en la causa es una calidad subjetiva de las partes en
relación con el interés sustancial que se discute en el proceso. Por tanto,
cuando una de las partes carece de dicha calidad o atributo, no puede el juez
adoptar una decisión de mérito y debe entonces simplemente declararse
inhibido para fallar el caso de fondo.

La legitimación pasiva se consagra como la facultad procesal que le atribuye


al demandado la posibilidad de desconocer o controvertir la reclamación que
el actor le dirige mediante la demanda sobre una pretensión de contenido
material. Si bien la tutela se establece por la Constitución como un proceso
preferente y sumario, con ello no se quiso consagrar un instrumento judicial
carente de garantías procesales, en donde la brevedad y celeridad procesal
sirvan de excusa para desconocer los derechos de las partes o de los terceros,
de manera que en dicho proceso, como en cualquier otro, el juez debe lograr
que la actuación se surta sin vulnerar los principios de legalidad y
contradicción. La identificación cabal del demandado es una exigencia que
tanto la Constitución como del decreto 2591 de 1991 avalan. Según aquélla, la
acción de tutela se promueve contra autoridad pública y, en ciertos casos,
contra los particulares por la acción u omisión que provoque la violación de los
derechos fundamentales de las personas,...” T-416/97.

Los terceros en el proceso de tutela y el debido proceso 303. De particular


relevancia para apreciar la validez de los procedimientos cumplidos a
propósito de la acción de tutela que ocupa la atención de la Sala y,
adicionalmente, para fundar la decisión que haya de adoptarse en el presente
evento, es dilucidar si los terceros que tienen interés legítimo en lo que se
decida en una sentencia de tutela deben ser notificados de la presentación de
la solicitud. Al respecto es oportuno recordar que ya la Corte en decisión
contenida en el auto No. 27 de 1995, que fue consultada con la Sala Plena de
la Corporación y aprobada por ésta y que por lo tanto debe tenerse como
unificación de la jurisprudencia en la materia, señaló:

“…no es posible adelantar válidamente un proceso de tutela cuya


finalidad es desconocer actos jurídicos, sentencias o providencias

302 T-819 de 2001. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.


303 T-247 de 1997. M.P. Fabio Morón Díaz.
97
judiciales ejecutoriadas, o actos administrativos, sin la citación de
quienes participaron en tales actos, o se encuentren en una situación
jurídica concreta en virtud de ellos (…). Esto se entiende fácilmente si se
tiene en cuenta que quienes han intervenido en un proceso judicial, o
derivan derechos de una providencia, lo mismo que aquellos que los
derivan de un acto administrativo están llamados a intervenir
necesariamente en el proceso de tutela encaminado a dejar sin efecto la
decisión judicial o administrativa”. 304

El fundamento del llamado que debe hacerse a los terceros con un interés
legítimo en el resultado del proceso de tutela no es otro que el derecho al
debido proceso que, de conformidad con el artículo 29 superior, es aplicable a
“toda clase de actuaciones judiciales y administrativas”, predicado del cual se
deduce que también el procedimiento propio del mecanismo de defensa
previsto en el artículo 86 de la Carta Política se encuentra gobernado por sus
reglas, en los términos de las normas constitucionales y de las normas legales
que las desarrollan y en particular las del decreto 2591 de 1991.

La intervención de los terceros, entonces, se orienta, primordialmente, a lograr


que, en virtud de su legítimo interés, ellos tengan la posibilidad de ejercer
todas las garantías del debido proceso y sobre todo el derecho de defensa que
es uno de sus principios rectores y merced al cual pueden allegar las pruebas
que consideren pertinentes y controvertir las que se presenten en su contra,
dentro de los momentos y términos procesales que, de acuerdo con las formas
propias de cada juicio, se hayan establecido en el pertinente ordenamiento
procesal. Lo anterior significa que la intervención de los terceros en el
procedimiento de tutela además de ineludible debe ser a tal punto oportuna
que el juez, al entrar a resolver, ha de contar con una adecuada evaluación de
todos los argumentos y para ello resulta lógico e indispensable que éstos se
hayan aducido en la correspondiente oportunidad; de ahí que la notificación de
la solicitud de tutela cobre especial importancia como uno de los elementos
fundamentales del debido proceso, a falta del cual resulta imposible a las
partes o a los terceros con interés legítimo hacer uso de las garantías
procesales.

Los terceros en el proceso de tutela y la notificación de la solicitud de amparo


y de la sentencia

En armonía con lo expuesto, la Corte ha considerado que el juez, en su


calidad de protector de los derechos fundamentales de los asociados, debe
garantizar también “a los terceros determinados o determinables, con interés
legítimo en un proceso su derecho a la defensa mediante la comunicación”
que, en su caso, persigue la protección procesal de los intereses que puedan
verse afectados con la decisión. 305 Acerca de este tópico la Corporación ha
dicho:

“Es claro que en el trámite de la acción de tutela no existe norma que en


forma expresa disponga la notificación de sus decisiones a terceros,

304 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto No. 27 de junio 1º de 1995.
305 Cf. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Auto de febrero 7 de 1996..
98
sobre los cuales recaiga un interés legítimo en el resultado del
proceso; sin embargo, no puede ignorarse el principio contenido en el
artículo 2º de la Constitución según el cual es fin esencial del Estado
“facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan…”, lo
cual a su vez se ve complementado con lo señalado en el artículo 13,
inciso último del decreto 2591 de 1991, reglamentario de la acción de
tutela, que permite la intervención de “Quien tuviere un interés legítimo en
el resultado del proceso”, intervención que sólo puede llevarse a cabo,
mediante el conocimiento cierto y oportuno que pueda tener el tercero
acerca de la existencia de la acción de tutela”. 306

Así pues, como de manera reiterada lo ha sostenido la Corte, la notificación no


es un acto meramente formal y desprovisto de sentido, ya que su fundamento
es el debido proceso y debe surtirse con independencia de que la decisión
final sea favorable o desfavorable a las pretensiones de quien acude a la
tutela en búsqueda de protección, sin que la naturaleza informal de este
procedimiento, su carácter preferente y sumario o los principios de celeridad,
economía y eficacia que lo informan sirvan de pretexto al juez para desarrollar
y culminar el trámite a espaldas de alguna de las partes o de los terceros
interesados. Además, la necesidad de la notificación viene impuesta por el
principio de publicidad y, conforme a lo tantas veces afirmado por la Corte, no
es válido argumentar que “como en la acción de tutela no es indispensable
que haya auto avocando el conocimiento, entonces no hay nada que notificar”.

Es de importancia precisar que además de la iniciación del proceso que tiene


su origen en una solicitud de tutela, deben notificarse a las partes y a los
terceros todas las providencias que se profieran durante el trámite, pues así
surge del artículo 16 del decreto 2591 de 1991 que dispone la notificación de
“las providencias que se dicten” a “las partes o intervinientes, por el medio que
el juez considere más expedito y eficaz”, y del artículo 30 eijusdem, que
refiriéndose al fallo indica que “se notificará por telegrama o por otro medio
expedito que asegure su cumplimiento, a más tardar al día siguiente de haber
sido proferido”.

La alusión que contienen las normas que se acaban de citar a medios que
sean “expeditos y eficaces” para realizar la notificación, advierte con claridad
acerca de la forma como el juez ha de poner en conocimiento de las partes y
de los interesados en el trámite de la acción de tutela su iniciación, las
providencias dictadas y el fallo, cuidando siempre de que la diligencia, lejos de
convertirse en un acto procesal más, cumpla su cometido que no es otro
distinto de lograr la comparecencia y la vinculación efectiva de los notificados
a las actuaciones y de mantenerlos enterados acerca del curso del proceso,
permitiéndoles así asumir su defensa.

La Corte ha hecho énfasis en que lo ideal es la notificación personal y en que


a falta de ella y tratándose de la presentación de una solicitud de tutela se
proceda a informar a las partes e interesados “por edicto publicado en un
diario de amplia circulación, por carta, por telegrama, fijando en la casa de

306 Cf. Corte Constitucional. Sala Novena de revisión. Auto de octubre 3 de 1996..
99
habitación del notificado un aviso, etc.”, y adicionalmente, valiéndose de
una radiodifusora e incluso, como recurso último, mediante la designación
de un curador; adecuando en cada caso el desarrollo de la diligencia a la
urgencia inherente a la acción de tutela, para lo cual el juez podrá dar
cumplimiento al artículo 319 del Código de Procedimiento Civil en la parte que
indica que a falta de un término legal para un acto, “el juez señalará el que
estime necesario para su realización de acuerdo con las circunstancias”. 307

En cuanto a la notificación del fallo de tutela, conviene precisar que la


referencia que a la comunicación telegráfica se halla plasmada en el artículo
30 del decreto 2591 de 1991 no limita las facultades del juez para acudir a
otros medios cuando quiera que los estime más eficaces, pues el simple envío
de un telegrama no satisface por sí solo el requisito de enterar a las partes e
interesados del contenido de la sentencia, cuya notificación debe surtirse
correctamente y a pesar de las dificultades que puedan presentarse, para
mantener así la plenitud de las garantías sobre la impugnación de la misma.

Las consecuencias de la falta de notificación de la solicitud de tutela y de la


sentencia o de la ineficacia de la notificación

Habiéndose resaltado la importancia de la notificación, se plantea un


interrogante relativo a las consecuencias que se siguen cuando la diligencia se
ha omitido o cuando pese a haberse intentado, por error atribuible al juez se
dejaron de surtir los efectos que han debido cumplirse. Al respecto la
jurisprudencia de esta Corporación ha destacado que si no se ha procurado el
acceso del demandante o de los interesados a la actuación procesal, para los
fines de su defensa, se produce una evidente vulneración del debido proceso
que genera la nulidad de lo que se haya adelantado sobre la base de ese
erróneo proceder; empero, con apoyo en las normas del procedimiento civil,
aplicables en lo no regulado al procedimiento de tutela, la Corte ha distinguido
entre la falta de notificación de la iniciación del trámite y la falta de notificación
de la sentencia, así:

“En el presente caso, al tenor del artículo 140 del Código de


Procedimiento Civil (modificado por el decreto 2282 de 1989, artículo 1º,
numeral 8º), se presentan dos causales de nulidad: la del numeral 8º,
cuando no se practica en legal forma, o eficaz en este caso, la
notificación del auto que admite la acción al ‘demandado’ (…) y la del
numeral 3º, por haberse pretermitido íntegramente una instancia, al no
haber tenido la parte oportunidad de impugnar la sentencia, por no haber
sido notificado en forma eficaz de ella.

Si bien es cierto que la nulidad contemplada en el numeral 8º, falta de


notificación del auto que avocó el conocimiento de la tutela, habría sido
saneable, en la forma prevista por el artículo 145 del mencionado Código,
la causal 3, haberse pretermitido íntegramente una instancia, es de las
nulidades insaneables”.308

307 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de abril 17 de 1996..
308 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de septiembre 7 de 1993..
100
En asuntos llegados a la revisión de la Corte Constitucional y en los que se
ha advertido la configuración de la nulidad saneable derivada de la falta de
notificación de la iniciación del trámite, la Corporación ha optado por devolver
el expediente a los despachos judiciales de origen con la finalidad de que se
ponga en conocimiento del afectado la causal de nulidad para que, de
conformidad con lo preceptuado por el artículo 145 del C. de P. C., si a bien lo
tiene, la alegue dentro de los tres (3) días siguientes, indicándole que si no lo
hace, quedará saneada la nulidad y el proceso continuará su curso; por el
contrario, en los eventos en los que se presenta la nulidad insaneable
originada en la falta de notificación de la sentencia, la Corte ha declarado la
nulidad de lo actuado y enviado las diligencias al despacho del conocimiento
para que proceda a impartirle a la solicitud de tutela el trámite adecuado.

Los terceros con interés legítimo en el proceso de tutela y el derecho a


impugnar

Como quiera que la pretermisión de la instancia se explica por la ausencia de


oportunidad para impugnar que, a su turno encuentra su causa en la no
notificación de la sentencia, cabe preguntarse si a los terceros que tienen un
interés legítimo en el resultado del proceso de tutela les asiste la legitimación
para impugnar. Es sabido que la impugnación es un derecho de raigambre
constitucional que asegura el derecho de defensa y tiene fundamento en el
principio de la doble instancia y que, según las voces del artículo 31 del
decreto 2591 de 1991, se reconoce al Defensor del Pueblo, al peticionario, a
la autoridad pública y al representante del órgano correspondiente. Sin
embargo, la Corte ha puntualizado que aún cuando en apariencia el precepto
comentado deja sin posibilidad de recurrir al particular demandado en tutela,
una interpretación sistemática de la norma con los artículos 86, 13, 29 y 31 de
la Carta, conduce a establecer que el particular, en tanto sujeto pasivo de la
acción, está legitimado para impugnar como también lo están los terceros,
pues, “el interés en la decisión judicial viene a ser elemento relevante para
configurar la legitimidad de quien impugna, ya que sería injusto y contrario a
toda lógica que el tercero afectado con aquella, pese a no haber sido parte,
tuviera que sufrir las consecuencias negativas de la misma sin poder acudir al
superior jerárquico, en ejercicio de la impugnación, para obtener que en el
caso se examinen sus circunstancias y su situación jurídica a la luz del
derecho que aplica el juez de tutela”. 309

En ciertas ocasiones en las que los jueces han negado el derecho a impugnar
a terceros con interés legítimo en el resultado del proceso, la Corte ha
decretado la nulidad de las providencias que así lo dispusieron y a la vez ha
ordenado que se le dé curso a la impugnación, con base en consideraciones
que vale la pena transcribir:

“Observa la Sala que, si bien los impugnantes en este caso concreto


aparentemente no forman parte de los sujetos llamados a impugnar las
decisiones de tutela -artículo 31 del decreto 2591-, al existir en ellos un
interés legítimo en el recurso solicitado, toda vez que los efectos del fallo
pueden vulnerar derechos igualmente susceptibles de protección, en este
309 Cf. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia No. T-043 de 1996..
101
caso concreto y, en general, la Sala concluye que los impugnantes si
están legitimados para controvertir la decisión.

“A esta conclusión llega la Sala después de un análisis sistemático del


decreto 2591 de 1991, por cuanto el inciso segundo de su artículo 13,
establece que todo aquel que tenga interés legítimo en el resultado del
proceso, podrá intervenir como coadyuvante, bien del solicitante o de la
autoridad contra la que se dirige la acción correspondiente.

“De esta manera no ve la Sala cómo, sin menoscabo del derecho de


defensa y de la propia idea de justicia que figura en el preámbulo de la
Constitución, nociones éstas que deben prevalecer aún en el trámite de
tutela, pueda negarse válidamente la impugnación solicitada por quien
demuestra que el fallo le puede vulnerar derechos, en algunos casos
fundamentales”.310

En otra ocasión afirmó la Corte:

“Esta Corte, sin embargo, estima que los impugnantes sí estaban


legitimados para atacar el fallo de primera instancia, pues, además de
haber sido expresamente demandados, la sentencia afectó sus derechos,
porque dejó sin fuerza una orden de desalojo que los favorecía, dictada,
respecto de un inmueble, por una autoridad de policía contra el
demandante de esta tutela”. 311

Artículo 14. Contenido de la solicitud. Informalidad.

Artículo 15. Trámite preferencial.

Sentencia C-186 de 1998. Declarar exequible, en los términos de esta


sentencia, la expresión "... del presidente de la sala o del magistrado a
quien éste designe, en turno riguroso...", contenida en el artículo 15 del
Decreto 2592 de 1991.

El312 término “jueces”, contenido en varias disposiciones del ordenamiento


Superior, es genérico y, por tanto, comprensivo de todas las autoridades
jurisdiccionales. Incluye tanto al individuo como al organismo o corporación
que ha sido designado para conocer, instruir y fallar una causa, sin distingo de
grado o jerarquía313. En este sentido es utilizado por el artículo 230 de la Carta
Política cuando señala: “Los jueces en sus providencias, sólo están sometidos
al imperio de la ley”. Por ello, cuando el artículo 86 de la Constitución dispone
que los “jueces”, en todo momento y lugar están llamados a conocer de la
acción de tutela, resulta lógico entender que tal competencia se entienda referida a todas las
autoridades públicas, unipersonales y pluripersonales, a quienes la Constitución Política y la ley han asignado la función

310 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de marzo 8 de 1993..
311 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de agosto 16 de 1996.. En idéntico sentido pueden consultarse
los autos de julio 24 de 1996, octubre 4 de 1996 y febrero 17 de 1997.
312 C-186/98. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
313 Cfr. DICCIONARIO ENCICLOPEDICO DE DERCHO USUAL, Tomo V., Guillermo Cabanellas, editorial Heliasta, Buenos

Aires Argentina, pág. 17.


102
de administrar justicia, con la sola observancia del principio de la doble instancia, previsto en el inc iso 2° del artículo
arriba citado, según el cual: “El fallo, que será de inmediato cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez
competente”. Cabe anotar que esta Corporación, en abundante jurisprudencia, se ha referido al tema:

“Ahora bien, la Jurisdicción de Tutela en Colombia comprende a todos los


jueces, pues a diferencia de ordenamientos de otros países en donde
sólo la Corte o el Tribunal Constitucional se pronuncian sobre el Derecho
de Amparo, institución que guarda semejanzas pero también diferencias
con la tutela. En nuestro sistema todos los jueces sin distinción de
jerarquía tienen competencia en materia de tutela. Esta Jurisdicción es
llamada por el constitucionalismo contemporáneo la "Jurisdicción de la
libertad". (Sentencia T-02/92)

Posteriormente afirmó:

“...la acción de tutela, es una manifestación de esa jurisdicción


constitucional que todos los jueces y Tribunales de la República pueden y
deben asumir, de manera excepcional y paralela con la jurisdicción
ordinaria a la que pertenezcan. Así, si un juez laboral conoce de una
tutela, en ese momento no está actuando como juez de lo laboral, sino
como juez constitucional, comoquiera que su actuación está encaminada
a hacer valer la integridad y supremacía de la Constitución, vía la
protección de los derechos fundamentales. La jurisdicción constitucional
es, pues, paralela y bien puede ser ejercida por los mismos jueces que
actúan en el ámbito de otras jurisdicciones sin que respecto de ellas se
prediquen las mismas jerarquías y niveles de dichas jurisdicciones.
(Sentencia T-413/92).

Igualmente, al declarar exequible el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, que


en materia de tutela fija la competencia, a prevención, en los jueces o
tribunales con jurisdicción en el lugar donde ocurrieron los hechos, manifestó
esta Corporación:

“... por la interpretación sistemática de las normas señaladas se infiere sin


dificultad que cuando el Decreto 2591 de 1991, expedido por autorización
y de conformidad con la Constitución, estableció la competencia de los
jueces para conocer de las acciones de tutela, no violó el artículo 86 de la
Carta sino que justamente hizo viable su realización en la medida en que
fijó parámetros racionales para la realización de este mecanismo tutelar y
así garantizar la efectiva protección de los derechos, que es uno de los
fines del Estado, según el artículo 2° de la Carta.” (Sentencia C-054/93).

Obsérvese que el conocimiento de la acción de tutela por parte de todos los jueces de la República, que sin distingo de
grado o jerarquía integran la jurisdicción constitucional, interpreta la intención del constituyente que elevó a canon
constitucional esta figura con el propósito de lograr la efectividad de los derechos inherentes a la persona cuando, de
acuerdo con las circunstancias concretas de cada caso y a falta de otro medio de orden legal que permita el debido
amparo de los derechos, éstos sean vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de una autoridad pública o de un
particular en los términos de ley. Es obvio que la intención de ampliar la competencia a los jueces colegiados para conocer
de la acción de tutela, contribuye decididamente en el propósito de darle aplicación material a los derechos humanos. En
103
la Asamblea Constituyente, en las discusiones sobre el tema de la tutela y la competencia de los jueces para
conocer de ésta, se dijo:

“Un aspecto no menos importante, y que seguramente estará llamado a cumplir un papel protagónico, es el
referente al hecho de que, en desarrollo de esta norma, todos los jueces de la República quedan habilitados para
ejercer la protección directa de los derechos fundamentales.

“La Carta de derechos dejará de ser letra fría y distante para convertirse, en virtud de un control de
constitucionalidad concreto, en razón de la materia, y difuso, por la multiplicidad de los agentes de control, en
instrumento cotidiano de promoción de los derechos humanos.” (Ponencia para segundo debate en plenaria,
Gaceta Constitucional No. 112, pág. 8).

Así las cosas, respetando el principio de la doble instancia, sólo las altas corporaciones de justicia, la Corte Constitucional,
la Corte Suprema, el Consejo de Estado y el Consejo Superior de la Judicatura se encuentran excluidas de la competencia
para conocer en primera instancia de las acciones de tutela. En esta materia, tales organismos actúan como jueces de
apelación, salvo la Corte Constitucional a la que, como máximo tribunal de la jurisdicción constitucional, le corresponde la
revisión eventual de todos los fallos de tutela (art. 86 C.P.). Sobre el parti cular, resulta pertinente citar la siguiente
jurisprudencia de esta Corporación:

“Diferente es la situación de la acción de tutela presentada directamente ante la Corte Constitucional, la Corte
Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y el Consejo Superior de la Judicatura, pues en estos eventos, la
correspondiente demanda y sus anexos se devuelven directamente al interesado sin ser posible la remisión, por
tres razones principales:

Como en innumerables ocasiones se ha señalado, los mencionados órganos no pueden conocer de la acción de
tutela directamente, pues se rompe la posibilidad de la segunda instancia. Posibilidad que está prevista en la propia
Constitución, en la norma que estableció la tutela, artículo 86, inciso 2°.” (Sentencia T-080/95, M.P., doctor Jorge
Arango Mejía)

Lo expuesto, lleva a la Corte a considerar que la expresión acusada, al determinar que la tramitación de la tutela “estará a
cargo del juez, del Presidente de la Sala o del Magistrado a quien éste designe”, lejos de violar la Co nstitución promueve
su desarrollo, facilitando y ampliando a los ciudadanos el acceso a la Administración de justicia en procura de lograr una
mayor efectividad y garantía material de los derechos fundamentales. No obstante, debe aclararse que, como ha que dado
sentado en abundante jurisprudencia de esta Corporación, la justicia penal militar está excluida del conocimiento general
de la acción de tutela, por tener una competencia restringida a los precisos términos del artículo 221 de la Constitución
Política, y formar parte de la Fuerza Pública y no de la Rama Judicial.314

Artículo 16. Notificaciones.

La315 Corte ha señalado en diferentes oportunidades 316 la importancia que


reviste la notificación de las providencias que se profieren durante todo el
trámite de la acción de tutela, para asegurar el ejercicio del derecho de
defensa y del debido proceso de las partes, los intervinientes y los terceros
interesados en el mismo, esto es, desde el auto admisorio de la demanda
hasta el respectivo fallo. Así lo ha dicho la Corte:

314 Cfr., entre otros, Autos: 012/94, 051/95 y 020/96.


315 Auto 239 de 2002. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
316 Ver entre otras las sentencias T-1020 de 1999,T-548 de 1995.
104
“La notificación, como insistentemente lo ha señalado esta Corte,
tiene como propósito fundamental el que las decisiones que adopte el
funcionario judicial -o cualquier otro servidor público- puedan ser
comunicadas oportunamente a las partes, con el fin de que éstas las
conozcan y las puedan atacar o controvertir en defensa de sus derechos.
Se trata, pues, de la concreción de los derechos fundamentales de
defensa y contradicción, todos ellos integrantes del derecho al debido
proceso de que trata el artículo 29 superior. Ahora bien, en materia de
acción de tutela, son varias las disposiciones contenidas en los decretos
2591 de 1991 y 306 de 1992, en relación con la notificación de los fallos
que resuelven las acciones instauradas con base en el artículo 86 de la
Carta Política. Al respecto dispone el artículo 16 del decreto 2591 de
1991: “Notificaciones. Las providencias que se dicten se notificarán a las
partes o intervinientes, por el medio que el juez considere más expedito y
eficaz”. Corolario de lo anterior, es el artículo 5o. del decreto 306 de 1992
que prevé: “De la notificación de las providencias a las partes. De
conformidad con el artículo 16 del Decreto 2591 de 1991, todas las
providencias que se dicten en el trámite de una acción de tutela se
deberán notificar a las partes o a los intervinientes. Para este efecto son
partes la persona que ejerce la acción de tutela y el particular, la entidad
o autoridad pública contra la cual se dirige la acción de tutela de
conformidad con el artículo 13 del decreto 2591 de 1991. “El juez velará
porque de acuerdo con las circunstancias, el medio y la oportunidad de la
notificación aseguren la eficacia de la misma y la posibilidad de ejercer el
derecho de defensa”. Finalmente, el artículo 30 del decreto 2591, señala:
“Notificación del fallo. El fallo se notificará por telegrama, o por otro medio
expedito que se asegure su cumplimiento, a más tardar al día siguiente
de haber sido proferido”. Las normas citadas parten del supuesto jurídico
de que, una vez surtida la notificación al inicio del proceso, es deber del
juez y de las partes, procurar -por parte del primero- todas las garantías
necesarias para que el demandante y el demandado estén al tanto del
desarrollo del trámite judicial, y por parte de los segundos, guardar una
atención mínima sobre el proceso y estar pendientes de las resoluciones
que emita el juzgado, bien sean providencias de carácter interlocutorio o
de sustanciación. Lo anterior significa que el deber del juez de adelantar
una debida y precisa notificación que realmente vincule a la persona, se
da a lo largo del proceso, quedando el demandado con la carga pública
de estar pendiente de la marcha del mismo para conocer la suerte de la
acción que contra él se dirige, siempre y cuando el interesado cuente con
los medios procesales necesarios que le permitan conocer el desarrollo
de ese trámite judicial.” (Sentencia T-548 de 1995)

De igual manera, y en la medida que las decisiones de instancia adoptadas en


el proceso de tutela pueden afectar los derechos de personas distintas a la
accionada, corresponde al juez constitucional, con el fin de conformar el
contradictorio, citar al proceso a todas aquellas personas cuya comparecencia
es necesaria por resultar afectadas con la decisión, con el fin de que
intervengan y ejerzan su derecho de defensa. Esa falta de citación de las
105
personas con las cuales debe integrarse el litisconsorcio constituye una
causal de nulidad del proceso (C.P.C., arts. 83 y 140-9).

Siguiendo la Jurisprudencia de esta Corporación317 en materia de tutela, se


presenta causal de nulidad por violación del debido proceso y del derecho de
defensa cuando en el curso del proceso de tutela se omite notificar la
iniciación del mismo a los terceros con interés legítimo que pudieren verse
afectados con las decisiones judiciales de instancia, como a continuación se
reitera:

"La acción de tutela y su trámite, si bien son informales de conformidad


con la naturaleza que a aquélla le es característica y por razón de las
finalidades que persigue, no escapa a la garantía del debido proceso,
que, según el artículo 29 de la Constitución, habría de ser observado en
todas las actuaciones judiciales y administrativas. Ser oído en el proceso
de tutela es derecho fundamental de rango constitucional que asiste no
solamente a quien aparece como demandado, tanto si es un funcionario o
entidad estatal como si se trata de un particular, sino a quien, sin ser
parte, puede resultar afectado por la decisión que se adopte como
culminación del especialísimo trámite consagrado en el artículo 86 de la
Constitución. Es evidente que, incoada una acción de tutela con la
pretensión de obtener que se haga efectiva la designación en un cargo de
carrera por haber concursado y obtenido el primer lugar entre los
aspirantes, si ella llegare a prosperar se tendría el efecto del
desplazamiento del ya nombrado en la plaza respectiva. Si no ha sido
notificado de la demanda de tutela ni ha tenido ocasión de ser oído -como
ocurre en este caso-, resulta imperioso concluir en la nulidad de lo
actuado por vulneración abierta del debido proceso. Así lo declarará la
Sala y ordenará al Tribunal Administrativo de Santander que reinicie el
trámite correspondiente a la acción instaurada, notificando, además de la
parte demandada, a la Juez Primera Civil Municipal de Barbosa para que,
en su condición de tercera afectada, sea oída dentro del proceso y pueda
hacer valer sus argumentos y razones, y ejercer la totalidad de las
garantías previstas en el artículo 29 de la Carta Política." (Auto 28 del 25
de agosto de 1997)

Como quiera que los terceros interesados pudieron ver afectados sus
derechos por las decisiones judiciales en caso de haberse producido una
solución favorable a las pretensiones del actor, debió notificárseles, para que
ejercieran su derecho de defensa y debido proceso, como partes con interés
legítimo dentro del mismo. Conforme a lo anteriormente expuesto, con el fin de
salvaguardar los derechos al debido proceso y a la defensa de las partes que
eventualmente puedan verse afectadas con el fallo de tutela en el proceso de
la referencia y que no fueron oídas en el mismo, se ordenará al juez de
instancia que ponga en conocimiento la nulidad advertida.

317 Ver entre otros auto 09/00, 050/96.


106
318
Según jurisprudencia reiterada de esta Corporación, cuando el
demandante no integra la causa pasiva con todas aquellas entidades cuyo
concurso es necesario para establecer la presunta amenaza o violación de los
derechos alegados, es deber del juez constitucional proceder a su vinculación
oficiosa a fin de garantizarles su derecho a la defensa y, en ese contexto,
permitirle a la autoridad establecer el grado de responsabilidad que les pueda
asistir en los hechos que son materia de controversia 319. Lo anterior conduce a
la declaratoria de nulidad de todo lo actuado conforme a lo preceptuado en el
numeral 9 del artículo 140 del Código de Procedimiento Civil. Aunque se trata
de una nulidad saneable, la Sala de revisión considera que siendo la Corte
Constitucional juez de eventual revisión, el proceso de tutela, puesto a su
consideración, ya se encuentra concluido en la instancia que se surtió y no
puede sanearse en esta sede. En consecuencia, se declarará la nulidad de
todo lo actuado en el proceso de la referencia, a partir del auto admisorio.

Notificación de los fallos de tutela proferidos por las Salas de Revisión de la


Corte Constitucional 320

El decreto 2591 de 1991 contiene múltiples disposiciones en relación con la


notificación de los fallos proferidos en procesos de tutela. Dispone el artículo
16 de tal Decreto que "las providencias que se dicten se notificarán a las
partes o intervinientes, por el medio que el juez considere más expedito y
eficaz"; en el mismo sentido, el artículo 30 ibídem establece que “el fallo se
notificará por telegrama, o por otro medio expedito que se asegure su
cumplimiento, a más tardar al día siguiente de haber sido proferido”. El
alcance de estas disposiciones ha sido precisado por la Corte en anteriores
oportunidades. En particular, en el auto 091 de 2002 se reiteró que las normas
transcritas no pueden interpretarse en el sentido de que el juez de tutela
cuenta con absoluta discrecionalidad para determinar la forma como habrá de
efectuarse la notificación, puesto que “ello equivaldría a permitir la violación
constante del derecho fundamental al debido proceso”; por el contrario, se
precisó que la interpretación armónica de estas normas lleva a concluir que
“dentro del deber del juez de garantizar a las partes el conocimiento y la
debida oportunidad para impugnar las decisiones que se adopten dentro del
proceso, deberá realizarse la notificación de conformidad con la ley y
asegurando siempre que dentro del expediente obre la debida constancia de
dicha actuación. Para realizar lo anterior, el juez, en caso de ser posible y
eficaz, bien puede acudir en primer término a la notificación personal; si ello
no se logra, se debe procurar la notificación mediante comunicación por
correo certificado o por cualquier otro medio tecnológico a su disposición, y,
en todo caso, siempre teniendo en consideración el término de la distancia
para que pueda ejercer las rectas procesales correspondientes...” (subraya
fuera del texto original). Ello por cuanto, como se precisó en el Auto 033 de
1999, “cualquiera que sea el medio empleado por el juez para dar a conocer la
decisión a las partes o a los sujetos legitimados para impugnarla, aquél debe
ser lo suficientemente efectivo para garantizar, como mínimo, el derecho de
defensa del afectado”.

318
Auto 007 de 2003. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
319
Cfr., entre otras, la Sentencia T-091/93 y el Auto del 12 de febrero de 2002 (Sala Quinta de Revisión.
320 Auto 229 de 2003. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
107

Lo anterior significa que el juez tiene a su disposición distintos medios para


notificar las providencias por él proferidas, y podrá escoger entre ellos el que
objetivamente considere más idóneo, expedito y eficaz para poner la decisión
en comunicación de los afectados, en atención a las circunstancias del caso
concreto. También quiere decir lo anterior que, si bien el juez de tutela puede
seguir las reglas prescritas por el Código de Procedimiento Civil para efectuar
las notificaciones, no necesariamente está obligado a seguir el orden y el
procedimiento allí dispuestos para llevar a cabo las notificaciones a las que
haya lugar, puesto que no siempre será ése el curso de acción más expedito
para lograr esta finalidad; es decir, en materia de tutela, no es siempre
necesario seguir las reglas sobre notificación prescritas por el estatuto
procesal civil, puesto que el juez cuenta con la potestad de señalar el medio
de notificación que considere más idóneo en el caso concreto, siempre que el
medio escogido sea eficaz, y la notificación se rija por el principio de la buena
fe.

Artículo 17. Corrección de la solicitud.

Todo321 fallo de tutela es susceptible de impugnación, de acuerdo con esta


norma. La Constitución no plasmó, por lo tanto, ningún motivo de rechazo "in
limine" de aquella, ni tampoco razón alguna para su improcedencia. En otros
términos, sin perjuicio de la reglamentación legal sobre la forma y
características de la impugnación, puede decirse que a la luz de la Carta,
siempre existirá la posibilidad de atacar el fallo de primera instancia en
materia de tutela. Aún en los casos en los cuales la tutela en sí misma haya
sido considerada improcedente por el juez, debe ser posible la impugnación
contra el contenido de la determinación adoptada, pues bien puede darse la
circunstancia de que el fallador haya estimado erróneamente que la protección
no cabía cuando sí era posible impetrarla según las normas constitucionales.
Al juez de segundo grado corresponde, entonces, verificar la actuación de su
inferior y confirmar o revocar, según el caso, lo resuelto por éste. Téngase en
cuenta especialmente que está de por medio la efectividad de los derechos
fundamentales, objetivo prioritario del Ordenamiento constitucional. Sobre el
punto se ha pronunciado esta Sala en fallo de la fecha:

"Estamos ante un derecho, reconocido directamente por la Carta a las


partes que intervienen dentro del proceso, para que, si la decisión
adoptada no las favorece o no les satisface, acudan ante el juez
competente -según la definición que haga la ley (el superior jerárquico
correspondiente, al tenor del artículo 32 del Decreto 2591 de 1991)- en
solicitud de nuevo estudio del caso. Se trata, pues, de un derecho de
naturaleza constitucional cuyo ejercicio no depende de la procedencia o
improcedencia de la acción. El juez de primera instancia puede haberse
equivocado, aun al calificar si la acción de tutela cabía en el caso
concreto. Por tanto, deducir él mismo que su criterio acerca del punto
traiga como consecuencia la pérdida del derecho a recurrir significa, ni

321 T-035 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


108
más ni menos, una clara violación del precepto superior y un
desconocimiento del derecho fundamental de acceder a la
administración de justicia (art. 229 de la Constitución)". (Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia T-034 del 2 de febrero de 1994).

La322 acción de tutela, consagrada en el artículo 86 de la Carta Política, es un


mecanismo judicial de naturaleza excepcional, cuyo objetivo radica en la
protección y defensa de los derechos fundamentales, cuando los mismos se
ven amenazados o vulnerados por la acción u omisión de las autoridades
públicas, o de los particulares en los casos expresamente señalados en la
Constitución y la Ley (art. 42 Decreto 2591/91). La especial jerarquía de estos
derechos exige que el modelo procedimental de la tutela esté desprovisto de
requisitos formales y ofrezca, de manera ágil y dinámica, una protección
efectiva y oportuna al titular del derecho afectado, cuando no existan en el
ordenamiento jurídico otros mecanismos de defensa que se puedan invocar.
De hecho, el artículo 14 del Decreto 2591 de 1991, al referirse al contenido de
la solicitud, destaca el carácter informal de la misma y el 3º de dicho
ordenamiento dispone que el trámite de la acción de amparo debe
desarrollarse con fundamento en los principios de publicidad, prevalencia del
derecho sustancial, economía, celeridad y eficacia. Como el diseño procesal
de esta acción encuentra fundamento en dichos principios, es lógico suponer
que la inadmisión y el rechazo de la demanda constituyen eventualidades
poco usuales en el trámite de esta acción. Por ello, el artículo 17 del Decreto
2591 de 1991 prevé la inadmisión de la demanda sólo cuando del contenido
de la solicitud no sea posible determinar el hecho o razón que motiva la
acción; e igualmente, permite su rechazo únicamente en el evento en que el
peticionario se haya abstenido de corregirla dentro de los 3 días siguientes a
su presentación y cuando se actúa temerariamente, tal como lo indica el
artículo 38 del mismo ordenamiento. Por vía jurisprudencial, la Corte ha
extendido el rechazo para los casos en que la acción se presenta ante
tribunales que no tienen superior jerárquico, pues en tales eventos resulta
imposible hacer efectivo el derecho de impugnación. Así las cosas, si la
petición resulta clara y son identificables los sujetos involucrados en el
conflicto jurídico, el juez de tutela está en la obligación de impartirle el trámite
correspondiente, notificando a la parte acusada 323 y a los terceros con interés
legítimo en el proceso, ordenando la práctica de las pruebas -si a ello hubiere
lugar- y requiriendo informes al organismo o entidad acusada para sustentar la
decisión jurídica que habrá de tomarse en la sentencia. El fallo, por su parte,
debe producirse dentro de un lapso perentorio e improrrogable de 10 días y
debe girar en torno a las pretensiones contenidas en la demanda (inciso 4º
artículo 86 C.P.). En ningún caso puede ser inhibitorio, en virtud de la expresa
prohibición contenida en el parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 de
1991, que señala: "PARAGRAFO. El contenido del fallo no podrá ser
inhibitorio." Este mandato legal hace suponer que al juez de tutela, ante una
clara petición de amparo y en razón del carácter prevalente y sumario de esta
acción, le asiste el deber de pronunciarse sobre el fondo del asunto debatido,
para lo cual tiene que acopiar, incluso de oficio, los elementos de juicio
necesarios con el fin de corroborar la veracidad de los hechos denunciados en

322 Auto 058 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.


323 Cfr. entre otras, la Sentencia T-570/93
109
la demanda y la vulneración de los derechos fundamentales invocados, si
ello se diere.

Esta Corporación324, en reiterados pronunciamientos ha destacado el carácter


excepcional del rechazo de la acción de tutela y ha indicado que sólo procede
en los casos contemplados en los artículos 17 y 38 del Decreto 2591 de 1991,
esto es, cuando el actor no corrige la solicitud dentro de los tres días
siguientes a la prevención hecha por el juez y cuando se está ante
actuaciones temerarias, es decir, cuando se ejerce la misma acción ante
varios jueces o tribunales. En todos los demás casos debe necesariamente
emitirse una decisión de fondo pues los fallos inhibitorios son contrarios a la
índole de la acción de tutela. Por fuera de esta hipótesis, el rechazo de una
solicitud, sin notificación del demandado y sin la emisión del fallo de rigor, no
solo constituye una actuación contraria a la naturaleza de la acción de tutela
como mecanismo breve, sumario e informal de protección de los derechos
fundamentales, sino que además constituye una clara vulneración del derecho
de defensa de la persona contra la cual se dirige la solicitud y del derecho de
acceso a la administración de justicia del actor.

Artículo 18. Restablecimiento inmediato.

Artículo 19. Informes.

Artículo 20. Presunción de veracidad.

En Sentencia325, la Corte Constitucional reiteró la decisión siguiente:

"Principio general aplicable a todos los procesos y por supuesto también


al trámite propio de la tutela -si bien en relación con esta debe recordarse
su carácter sumario- es el de quien afirma algo debe probarlo. En
consecuencia, los hechos aseverados por quien instaura una acción de
esta naturaleza deben hallarse acreditados, al menos sumariamente, o
poderse establecer con certidumbre en el curso del proceso. Como ya lo
ha expresado esta Corte, no puede el juez de tutela precipitarse a fallar
dando por verdadero todo lo que afirma el accionante o su contraparte
sino que está obligado a buscar los elementos de juicio fácticos que,
mediante la adecuada información, le permitan llegar a una convicción
seria y suficiente para fallar en derecho. Precisamente en razón de esta
responsabilidad, en la que se funda parte importante de la justicia del
fallo, el juez está habilitado y aún obligado a requerir informes a la
persona, órgano o entidad contra quien se ejerce la acción de tutela y a
pedir la documentación que requiera en la cual consten los antecedentes
del asunto (artículo 19 del Decreto 2591 de 1991).

Como todos los procesos deben llegar a su culminación de manera que


las decisiones judiciales sean oportunas, es indispensable que por la ley
se fijen los plazos con que cuentan para actuar quienes en ellos
324 Auto 265 de 2001. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
325 T-474 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
110
intervienen. Esto es todavía de mayor urgencia en el procedimiento de
tutela dado su carácter preferente y habida cuenta del corto término
del que dispone el juez para proferir sentencia. Respecto a los aludidos
informes y documentos, el artículo 19 enunciado dispone que el plazo
para rendirlos y allegarlos es de uno a tres días y que se fijará por el juez
según sea la índole del asunto, la distancia y la rapidez de los medios de
comunicación. El artículo 20 del Decreto 2591 de 1991, establece que si
el informe no fuere rendido -es decir, si no hubiere respuesta a los
requerimientos del juez- dentro del plazo correspondiente, se tendrán por
ciertos los hechos y se entrará a resolver de plano, salvo que el juez
estime necesaria otra averiguación. Se trata de una norma en cuya virtud
se sanciona la renuencia de la persona u organismo llamado a responder
y simultáneamente se logra que el proceso siga su curso". (Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia T-192 del 20 de abril de 1994).

Ante326 la omisión injustificada del Gerente de la entidad accionada en rendir


el informe solicitado por la Sala de Revisión dentro del término legal, no sólo
se tendrán por ciertos los hechos invocados por el actor en la demanda de
tutela, sino que además se ordenará en la parte resolutiva de esta providencia,
enviar copia de la misma a la Procuraduría General de la Nación para que se
investigue las causas de tal omisión y si fuere del caso, se impongan las
sanciones a que haya lugar, de conformidad

Presunción de veracidad en materia de tutela cuando el demandado no rinde


el informe solicitado por el juez327

A fin de que ejerciera el derecho de defensa se corrió traslado mediante oficio


sin que se haya pronunciado al respecto. Para estos casos, es decir, cuando la
autoridad contra la cual se dirige la acción no contesta los requerimientos que
le hace el juez de instancia, ni justifica tal omisión, se da aplicación a la
presunción de veracidad, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 20 del
decreto 2591 de 1991.

Artículo 21. Información adicional.

Artículo 22. Pruebas.

Se328 ha sostenido que “quien pretende la protección judicial de un derecho


fundamental debe demostrar los supuestos fácticos en que se funda su
pretensión, como quiera que es razonable sostener que quien conoce la
manera exacta como se presentan los hechos y las consecuencias de los
mismos, es quien padece el daño o la amenaza de afectación” 329. De igual
manera, en otro pronunciamiento esta Corporación expresó:

326 T-414 de 1999. M.P. Martha Victoria Sáchica de Moncaleano.


327 T-998 de 2003. M.P. Jaime Araujo Rentería.
328 T-835 de 2000. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
329 Sentencia T-864 de 1999.
111
"La acción de tutela cabe únicamente cuando existe el hecho cierto,
indiscutible y probado de una violación al derecho fundamental
alegado por quien la ejerce, o una amenaza contra el mismo, fehaciente y
concreta, cuya configuración también debe acreditarse. No puede el juez
conceder la protección pedida basándose tan solo en las afirmaciones del
demandante. Por el contrario, si los hechos alegados no se prueban de
modo claro y convincente, su deber es negarla, por cuanto, así
planteadas las cosas, no tiene lugar ni justificación” 330

Es331 verdad que, en materia de tutela no basta afirmar que se configuran


unos hechos respecto de los cuales se demanda protección, sino que es
necesario probar su existencia dentro del trámite sumario previsto en el
artículo 86 de la Constitución. Pero es evidente, en primer lugar, que el rigor
probatorio sobre tales hechos no puede ser el mismo que se aplica en los
procesos ordinarios, pues el carácter informal de la tutela impide que se exija
al accionante un conjunto mínimo, sujeto a tarifa y escala, de pruebas
orientadas a demostrar que los derechos están siendo violados o amenazados.
Por eso, el papel activo del juez en la búsqueda de elementos de juicio, con
miras a adoptar una decisión objetiva, resulta fundamental. No puede
conformarse con negar el amparo por no haber recibido suficientes pruebas.
El puede y debe decretarlas, si las allegadas al proceso no le parecen
completas. Pero, además, en la evaluación del material probatorio, no puede
el juez exigir que se le demuestre, con elementos de los cuales carece el
actor, unos hechos que, por obvios y normales, puede él mismo concluir de lo
aportado por la persona.

Esta332 Corporación se ha pronunciado sobre la necesidad de la prueba en


materia de tutela y sobre el particular a establecido que los jueces de tutela
están sujetos a las mismas reglas que rigen la práctica, valoración y
apreciación de las pruebas en los demás procesos, de forma tal que una vez
que tengan los elementos de juicio suficientes para definir el caso pueden
proceder a tutelar el derecho o denegar la petición 333. También ha señalado la
Corte, que es inadmisible que el juez niegue o conceda la tutela, sin verificar ni
evaluar a conciencia lo afirmado y lo acreditado por las partes, pues no puede
el fallador resolver sin llegar a una persuación racional y fundada sobre el trato
que merece el asunto sometido a su juicio, pues la decisión carecería de
sustento si no se la pone en relación con los hechos probados. En otras
palabras, le es vedado al juez adoptar la decisión con base en suposiciones, el
deseo o el presentimiento, toda vez que el juez debe tener la certidumbre
sobre si en realidad ha sido amenazado o violentado un derecho fundamental,
conclusión a la que sólo puede llegar evaluando los hechos establecidos con
arreglo a la ley y garantizando a las partes el derecho de defensa334. De igual
manera, ha indicado que cuando no se garantiza la igualdad de las partes en
el proceso, se vulneran el derecho de acceso a la administración de justicia y
por consiguiente el derecho al debido proceso, pues no basta con que el j uez
le de trámite a la solicitud de tutela si no que es necesario que proceda a la

330 Sentencia T-298 de 1993.


331 T-308 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
332 T-1630 de 2000. M.P. Martha Victoria Sáchica de Moncaleano.
333 Sentencia T-321/93
334 Sentencia T-264 de 1993,
112
resolución de las peticiones, previo análisis y ponderación de las pruebas
que se alleguen al proceso, o que él recopile, lo cual le permitirá llegar a
una decisión razonada, ajustada a la Constitución y a la ley 335.

Protección efectiva de los derechos fundamentales y deber del juez de


practicar pruebas 336. Una Constitución humanista como la de 1991, no se
preocupa solamente por declarar la existencia de derechos fundamentales
sino también por consagrar mecanismos tendientes a hacerlos efectivos. De
ahí que corresponde al Estado no sólo obligaciones de abstención ni sólo de
promoción sino también es su deber la protección y garantía del disfrute
efectivo de los derechos fundamentales (C.P. art. 2º). Precisamente, un
mecanismo de protección para la eficacia y efectividad de los derechos
fundamentales es la jurisdicción constitucional (C.P. arts. 4º y 43 de la Ley 270
de 1996), quien, en primer lugar, es la llamada a interpretar y aplicar la
especial protección constitucional a este tipo de derechos. En este orden de
ideas, la hermenéutica de la ius fundamentalidad exige una actuación
particular del juez que estudia acciones de tutela, pues debe desligar criterios
eminentemente formalistas y otorgar prevalencia al derecho sustancial que
involucra la situación fáctica concreta (C.P. art. 228). Por consiguiente, la
interpretación de los derechos fundamentales le reclama al juez una mayor
participación en la búsqueda de la máxima efectividad de la Constitución (C.P.
art. 4). Sin embargo, ello no significa que la justicia constitucional deba ser
oficiosa ni que el éxito de las pretensiones de la tutela correspondan única y
exclusivamente al juez, puesto que “es razonable sostener que quien conoce
la manera exacta como se presentan los hechos y las consecuencias de
los mismos, es quien padece el daño o la amenaza de afectación” 337. De lo
anterior se colige que el juez constitucional, como principal garante de los
derechos fundamentales, debe adelantar actuaciones mínimas y
razonables para la verificación objetiva de los hechos sometidos a su
consideración. Por consiguiente, tal y como esta misma Sala ya lo dijo en
anterior oportunidad, “la práctica de pruebas para el juez constitucional no
es sólo una potestad judicial (art. 179 del Código de Procedimiento Civil y
artículos 19, 21 y 32 del Decreto 2591 de 1991) sino que es un deber
inherente a la función judicial, pues la decisión con fuerza de cosa
juzgada, exige una definición jurídicamente cierta, justa y sensata del
asunto planteado” 338.

Ya339 esta Corporación se ha pronunciado sobre la necesidad de la prueba en


materia de tutela y sobre el particular a establecido que los jueces de tutela
están sujetos a las mismas reglas que rigen la práctica, valoración y
apreciación de las pruebas en los demás procesos, de forma tal que una vez
que tengan los elementos de juicio suficientes para definir el caso pueden
proceder a tutelar el derecho o denegar la petición 340. También ha señalado la
Corte, que es inadmisible que el juez niegue o conceda la tutela, sin verificar ni
evaluar a conciencia lo afirmado y lo acreditado por las partes, pues no puede

335 Sentencias T-006 de 1992 y T-476 de 1998.


336 T-498 de 2000. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
337 Sentencia T-864 de 1999
338 Sentencia T-864 de 1999
339 T-1630 de 2000. M.P. Martha Victoria Sáchica de Moncaleano.
340 Sentencia T-321/93.
113
el fallador resolver sin llegar a una persuación racional y fundada sobre el
trato que merece el asunto sometido a su juicio, pues la decisión carecería
de sustento si no se la pone en relación con los hechos probados. En otras
palabras, le es vedado al juez adoptar la decisión con base en suposiciones, el
deseo o el presentimiento, toda vez que el juez debe tener la certidumbre
sobre si en realidad ha sido amenazado o violentado un derecho fundamental,
conclusión a la que sólo puede llegar evaluando los hechos establecidos con
arreglo a la ley y garantizando a las partes el derecho de defensa 341. De igual
manera, ha indicado que cuando no se garantiza la igualdad de las partes en
el proceso, se vulneran el derecho de acceso a la administración de justicia y
por consiguiente el derecho al debido proceso, pues no basta con que el juez
le de trámite a la solicitud de tutela si no que es necesario que proceda a la
resolución de las peticiones, previo análisis y ponderación de las pruebas que
se alleguen al proceso, o que él recopile, lo cual le permitirá llegar a una
decisión razonada, ajustada a la Constitución y a la ley342.

El343 carácter breve, sumario e informal de la acción de tutela admite que se


pueda proferir el fallo tan pronto el juez llegue al convencimiento respecto de
la situación litigiosa, sin necesidad de practicar las pruebas solicitadas.

Una 344 vez el actor alegue los hechos y haya precisado el término de
comparación, le corresponde probarlos. No obstante, ello no significa que
la prueba para el amparo de los derechos fundamentales y,
específicamente, del derecho a la igualdad debe provenir exclusivamen te
del actor, pues el juez puede decretar la práctica oficiosa de pruebas. Sin
embargo, tampoco podría sostenerse que la potestad probatoria del juez
invierte la carga de demostración en el juicio de igualdad, pues la
oficiosidad de la prueba es un elemento de apoyo con que cuenta el juez
para esclarecer los hechos y averiguar la verdad procesal, pero no puede
convertirse en una carga imputable a quien debe resolver imparcialmente
un problema constitucional. Por lo tanto, en principio, el funcionario
judicial puede requerir pruebas cuando existen dudas razonables
derivadas de los hechos y de las pruebas aportadas por las partes, pero la
carga probatoria de los supuestos fácticos sigue correspondiendo a quien
alega la vulneración o amenaza del derecho a la igualdad.

El juez de tutela debe tener elementos de juicio suficientes para dictar


sentencia de fondo 345

Esta Corporación, ha sostenido la obligación que le asiste a los jueces de


tutela de decretar y practicar pruebas de oficio cuando en el proceso no obren
suficientes elementos de juicio para decidir el asunto sometido a su
conocimiento, al no haberse allegado estos con la solicitud de amparo, esto en
razón de que la labor constitucional encomendada es precisamente la
protección efectiva de los derechos fundamentales, de suerte que es
imperativo para el juez constitucional como conocedor del derecho, reunir

341 Sentencia T-264 de 1993.


342 Sentencias T-006 de 1992 y T-476 de 1998.
343 T-276 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
344 T-835 de 2000. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
345 T-042 de 2005. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
114
todos los elementos probatorios que le permitan determinar con certeza la
procedencia del amparo solicitado.

Es así, como el artículo 22 del Decreto 2591 de 1991346 dispone que el juez
constitucional, podrá fallar de fondo el asunto sin necesidad de decretar
pruebas, en aquellos eventos en que llegue al convencimiento pleno sobre los
hechos y las razones que los sustentan, en relación con el asunto sometido a
su conocimiento.

En esos términos, es claro entonces que el juez constitucional, como cualquier


autoridad judicial, puede y debe solicitar pruebas de oficio, como quiera que
está a su cargo reunir los elementos de juicio indispensables para resolver el
asunto que se somete a su consideración, por consiguiente la práctica oficiosa
de pruebas para el juez de tutela no es sólo una potestad, 347 sino que es un
deber inherente a la función judicial, pues la decisión con fuerza de cosa
juzgada, exige una definición jurídicamente cierta, justa y sensata del asunto
planteado.348

En conclusión, el juez de tutela no puede fallar de fondo un asunto, y menos


negar el amparo solicitado, con el simple argumento de la ausencia de
pruebas para demostrar los hechos alegados, cuando ha omitido su labor de
director del proceso, al no hacer uso de la facultad oficiosa que la ley le
confiere para decretar la práctica de pruebas que estime necesarias, así
mismo no podrá atribuir esa falencia al tutelante, quien en la mayoría de los
casos no sabe qué, ni cómo puede probar un hecho determinado.

Artículo 23. Protección del derecho tutelado.

Artículo 24. Prevención a la autoridad.

El349 llamado a prevención que se hace debe entenderse con un fin vinculante
y no puramente teórico, tal como ya se ha expresado por esta Corporación:

"El efecto de una advertencia judicial en el sentido de que la persona o


autoridad contra la cual se instauró la tutela deje de incurrir en las
conductas objeto de reproche no tiene un alcance puramente teórico ni
puede entenderse como la absolución del comportamiento del implicado
frente a sus obligaciones constitucionales. “Por el contrario, quien es
reconvenido por el juez de tutela, aunque ésta no se otorgue en razón de
la carencia actual de objeto de la orden, tiene una sentencia judicial en su
contra, previo proceso en el cual se ha demostrado que por su acción u
omisión se generó el daño o se produjo la amenaza de derechos
fundamentales. Por tanto, de una parte, debe responder, con arreglo al
sistema jurídico vigente y según la magnitud de la conducta que le sea
imputable, tal como resulta del artículo 6 de la Constitución Política.
346 “Artículo 22. Pruebas. El juez, tan pronto llegue al convencimiento respecto de la situación litigiosa, podrá proferir el
fallo, sin necesidad de practicar las pruebas solicitadas.”
347 Así lo dispone el artículo 179 del Código de Procedimiento Civil y los artículos 19, 21 y 32 del Decreto 2591 de 1991.
348 Corte Constitucional, Sentencias SU-819/99 y T-864/99.
349 T-1100 de 2001. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
115
"Pero, además, la advertencia judicial implica también una orden
judicial vinculante, con efectos directos sobre la autoridad, ente o
persona a quien se dirige, bajo el entendido de que su desobediencia
ocasiona las sanciones contempladas en el artículo 52 del Decreto 2591
de 1991, previo incidente de desacato". (Corte Constitucional, Sentencia
T-555 de 1997).

Esta350 Corporación ha sostenido respecto de la naturaleza jurídica de la


prevención, que ésta no es un simple consejo ni declaración simbólica que
carezca de efecto práctico alguno, sino un verdadero llamado al orden y al
respeto de los derechos fundamentales, que consiste finalmente en una
disposición obligatoria del juez. Si ella se desobedece, configura flagrante
incumplimiento de la sentencia dictada. En el evento de que el juez de tutela
advierta la procedencia de la acción de tutela no puede abstenerse de proferir
una orden de protección clara, específica y contundente para garantizar la
vigencia de los derechos constitucionales en controversia, sustituyendo esa
decisión por una orden de prevención, que tiene como presupuesto que el
supuesto de hecho del reclamo de protección constitucional haya sido
superado.

Artículo 25. Indemnizaciones y costas.

Sentencia C-543 de 1992. Declárase EXEQUIBLE el artículo 25.

Ningún351 motivo de inconstitucionalidad encuentra la Corte en el artículo 25


del Decreto 2591 de 1991, puesto que ese precepto se limita a indicar la
natural consecuencia atribuida por el Derecho, en aplicación de criterios de
justicia, a la comprobación del daño que se deriva de acción u omisión
antijurídica, la cual no puede ser distinta del resarcimiento a cargo de quien lo
ocasionó, tal como dispone el artículo 90 de la Constitución. Se trata de
reparar, por orden judicial, el daño emergente causado si ello fuere necesario
para asegurar el goce efectivo del derecho cuando el afectado no disponga de
otro medio judicial, la violación sea manifiesta y provenga de una acción clara
e indiscutiblemente arbitraria, supuestos que justifican y aún exigen que el
fallador, buscando realizar a plenitud la justicia en cada caso, disponga lo
concerniente. Desde luego, no se trata de sustituir a la jurisdicción
especializada ya que el juez de tutela tan sólo tiene autorización para ordenar
la condena en abstracto y su liquidación corresponde a la jurisdicción de lo
Contencioso Administrativo o al juez competente, lo cual en nada se opone a
las previsiones constitucionales. Se tiene razón cuando se afirma que la
condena en cuanto a indemnizaciones y costas sólo puede ser el resultado de
un debido proceso, pero esta aseveración no lleva necesariamente a la
inexequibilidad de la norma acusada, pues el proceso de tutela, aunque
sumario y preferente, debe surtirse con plena observancia de las previsiones
generales consagradas en el artículo 29 de la Constitución, de las cuales no
ha sido ni podría haber sido excluido en cuanto se trata de un derecho

350 T-264 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.


351 C-543/92.
116
fundamental. Si en un proceso específico tales requerimientos
constitucionales se transgreden, tiene competencia el superior ante quien
se impugne el fallo y, en su caso, esta Corporación, para revocar la
correspondiente decisión judicial. Considera la Corte que no es el artículo
acusado el que puede tildarse de contrario a la preceptiva superior, toda vez
que en él no se dispone ni autoriza que la actuación judicial se lleve a cabo de
espaldas a las reglas constitucionales aludidas. Su texto en modo alguno
excluye el debido proceso y más bien lo supone, razón por la cual no es
admisible la tesis del actor sobre posible desconocimiento de las normas
fundamentales que lo consagran. Tampoco es contrario a la Carta Política que
se disponga el pago de las costas procesales a cargo del responsable de la
violación o del peticionario que incurrió en temeridad, según el caso, pues ello
es apenas lógico y equitativo tratándose de procesos judiciales.

La352 jurisprudencia de esta Corporación ha establecido que para que el juez


pueda ordenar la indemnización del daño, deben concurrir varias condiciones:
que se conceda la tutela; que no se disponga de otro medio judicial para
obtener el resarcimiento del perjuicio; que la violación del derecho haya sido
manifiesta y sea consecuencia de una acción clara e indiscutiblemente
arbitraria; que la indemnización sea necesaria para garantizar el goce efectivo
del derecho; que se le haya garantizado el debido proceso a quien resulte
condenado y, en particular, que haya tenido la posibilidad de controvertir las
pruebas353.

Casos354 como el presente, el abuso de la acción de tutela, ocurren con


relativa frecuencia, y se está no sólo en presencia de una actuación temeraria,
al tenor del artículo 38 del decreto 2591 de 1991, sino frente a una conducta
totalmente injustificada por parte del ciudadano, con base en un concepto
errado de lo que es la acción de tutela. A pesar de conocer la improcedencia
de su solicitud, pues un juez ya había explicado, en su sentencia, quince días
antes, porque la demanda del actor no era procedente, el señor pone,
nuevamente, en funcionamiento el aparato judicial, pues el juez tiene que
desarrollar su propia actividad procesal, para dictar la sentencia
correspondiente. Además, el demandado, está nuevamente obligado a
concurrir al proceso, presentar pruebas, etc. Debe, en fin, explicar otra vez su
conducta, calificada anteriormente por el juez, como legítima. Por lo anterior,
esta Sala no sólo confirmará la sentencia que se revisa, sino que dará
aplicación a lo dispuesto en el artículo 25, inciso final, del decreto 2591 de
1991, pues, en este caso, el demandante incurrió en temeridad al presentar
esta segunda acción de tutela, y, por consiguiente, debe ser condenado al
pago de costas. Dice el artículo señalado, en lo pertinente:

Artículo 26. Cesación de la actuación impugnada.

352 T-151 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.


353 Sentencia SU-256 de 1996; (En esta sentencia, la Corte Constitucional estudió el caso de un accionante a quien se le
había diagnosticado ser portador del VIH. Su empleador, informado de esta situación, acordó retirarlo del cargo que
ocupaba y reconocerle una indemnización pagadera de manera consecutiva durante varios meses. Luego de un tiempo, el
empleador decidió abstenerse de seguir cumpliendo con lo acordado. En estas circunstancias, la Corte consideró que,
debido a la enfermedad que afectaba al accionante y a la situación de pobreza se encontraba, el reconocimiento del pago
de los perjuicios era una medida necesaria para garantizar la efectividad de los derechos que se buscaba proteger).
354 T-355 de 1996. M.P. Jorge Arango Mejía.
117

En Sentencia355de la Corte Constitucional se manifestó: esta Corporación


ha establecido que el resultado natural de toda demanda de tutela es el fallo
que pone fin a la acción, luego de que el juez ha examinado, con criterios de
justicia material, el fondo del asunto. Esto se desprende no sólo de la
naturaleza misma de la tutela, como procedimiento preferente y sumario para
proteger los derechos fundamentales de las personas (CP art. 86) sino,
además, de los principios constitucionales del acceso a la justicia (CP art. 229)
y la prevalencia del derecho sustancial sobre las ritualidades procesales (CP
art. 228). Al respecto ha dicho la Corte Constitucional que:

"De acuerdo con la naturaleza de la acción establecida por el artículo 86


de la Carta, toda demanda de tutela instaurada ante los jueces de la
República debe ser admitida, tramitada y fallada dentro del término
constitucional. Es decir, al culminar el procedimiento preferente y sumario
previsto en la Constitución, el peticionario debe recibir respuesta acerca
de si su derecho fue amparado y, en caso de no haberlo sido, sobre los
motivos que asistieron al juez para negarlo 356."

A partir de lo anterior, y de acuerdo a la normatividad que rige esta acción, la


Corte Constitucional consideró que la única excepción al principio según el
cual toda demanda de tutela debe conducir a un fallo de fondo es la
consagrada por el artículo 17 del decreto 2591/91. Y es una excepción
totalmente razonable, pues es natural que el juez pueda rechazar de plano la
solicitud, en caso de que no pueda determinarse la razón que la motiva y el
demandante no la corrija oportunamente. En todos los otros eventos, la
demanda de tutela debe conducir a una decisión de fondo, esto es, a un fallo
que conceda o niegue la petición puesto que, como lo señala parágrafo del
artículo 29 del decreto 2591/91, la decisión que ponga fin al trámite no puede
ser inhibitoria. En ese orden de ideas, aquellas providencias que se dictan con
base en el artículo 26 del mencionado decreto, esto es por cesación de la
acción impugnada, también constituyen fallos. En efecto, el tenor literal de la
norma no ordena, en manera alguna, que el juez de tutela deba terminar su
actuación por medio de una providencia particular diferente a un fallo. Para
ello basta con analizar lógicamente la estructura del mencionado artículo. Este
establece la siguiente hipótesis normativa: que esté en curso una tutela y que
se dicte una resolución administrativa o judicial que haga cesar la actuación
impugnada. A esa hipótesis, el artículo atribuye la siguiente consecuencia
jurídica: que en tal caso, el juez debe declarar fundada la solicitud, esto es
conceder la tutela, "únicamente para efectos de indemnización y costas, si
fueren procedentes". Contrario senso, la norma está diciendo que se declarará
infundada la solicitud, esto es, el juez negará el amparo, si cesa la actuación
impugnada y no procede la indemnización y el pago de costas. En síntesis,
conforme al tenor literal del artículo 26 del decreto 2591/91, lo que cesa es la
actuación impugnada y no la actuación del juez de tutela. Es cierto que debido
a tal interrupción, el juez debe negar la tutela, por carencia de objeto, ya que si
la situación ha sido corregida de manera favorable al petente "obviamente no
tendría sentido conceder la tutela para impartir la orden de que se produzca un

355 T-368 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.


356 Sentencia T-034 del 2 de febrero de 1994.
118
357
hecho que ya sucedió" . Pero como es natural, el juez toma esa
determinación por medio de una decisión que pone fin al proceso de
tutela, esto es, por medio de un fallo.

En otra sentencia358 la Corte Constitucional sostuvo: el desistimiento no es


posible en materia de tutela cuando ya el asunto ha sido seleccionado por la
Corte para revisión, dada la naturaleza de ésta. La acción de tutela, según el
artículo 86 de la Constitución, únicamente tiene dos instancias: la que se
tramita por el juez o tribunal ante el que ha sido incoada y la que tiene lugar
ante el superior jerárquico de aquél si alguna de las partes ha impugnado el
primer fallo. El papel que cumple la Corte Constitucional cuando aborda la
revisión eventual consagrada en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Carta
Política no es otro que el de unificar a nivel nacional los criterios judiciales en
la interpretación y aplicación de las normas constitucionales, precisando el
alcance de los derechos fundamentales, trazando pautas acerca de la
procedencia y desarrollo del amparo como mecanismo de protección y
efectividad de los mismos y estableciendo la doctrina constitucional, que
según el artículo 8º de la Ley 153 de 1887, declarado exequible por Sentencia
C-083 del 1 de marzo de 1995, es obligatoria para los jueces en todos los
casos en que no haya normas legales exactamente aplicables al caso
controvertido.

Como359 lo ha señalado esta Corporación 360 dicha disposición implica que si el


desistimiento por parte del accionante se presenta antes de dictar sentencia
de primera instancia y el mismo es jurídicamente admisible, no existe camino
distinto al de archivar el expediente, como la misma norma lo ordena. Además,
esta forma anormal de terminar el trámite de protección de derechos
constitucionales fundamentales sólo es posible cuando están comprometidas
exclusivamente las pretensiones individuales del actor 361. En la sentencia T-
010 de 1998 la Corte Constitucional precisó que "ninguna persona distinta del
interesado en la defensa de sus derechos fundamentales puede retirar la
demanda, ni desistir, sin la expresa manifestación de aquél." En virtud de lo
anterior, la expresión "recurrente" a que hace referencia el artículo 26 antes
citado no corresponde a la persona que efectúa el acto material de interponer
la acción de tutela en representación de otro, ya sea como agente oficioso,
apoderado o representante legal, sino que ella hace referencia al sujeto titular
de los derechos fundamentales objeto de debate constitucional. En los eventos
en que están involucrados derechos fundamentales como la vida y la
integridad física de las personas, la cuestión deviene mucho más restrictiva
pues como lo ha sostenido esta Corporación, dichas garantías no son, bajo
ninguna circunstancia, objeto de transacción o desistimiento.362 Por lo tanto, el
juez de tutela no puede basarse en el dicho de un tercero - así sea un familiar
muy próximo al titular de los derechos objeto de amparo- para negar la
protección inmediata que se solicita.

357 Corte Constitucional. Sentencia No T-081/95.


358 T-260 de 1995. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
359 T-340 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
360 Cfr. Corte Constitucional, Auto 826/01,.
361 Sobre el tema, pueden consultarse las sentencias T-550/92, T-433/93 y T-297/95.
362 Cfr. Corte Constitucional, Auto 070/99.
119
363
Dicha disposición implica que si el desistimiento por parte del accionante
se presenta antes de que dicte sentencia de primera instancia y el mismo
es jurídicamente admisible, no existe camino distinto al de archivar el
expediente, tal y como la misma norma lo ordena claramente.

La364 jurisprudencia de la Corte ha estado encaminada a señalar, en términos


generales, que en la etapa de revisión por esta Corporación, no es posible
desistir de la acción de tutela, pues, no se está frente a una etapa más dentro
del proceso, y los derechos que se examinan trascienden los intereses
concretos de las partes. No obstante lo anterior, este criterio no se aplica a l
caso bajo estudio, porque el desistimiento se hizo antes de que esta sentencia
fuera objeto de revisión por esta Corporación.

Artículo 27. Cumplimiento del fallo.

Artículo 28. Alcances del fallo.

Conforme365 a lo dispuesto por el artículo 27 del Decreto 2591 de 1991, al juez


encargado de hacer efectivo el cumplimiento del fallo proferido en una acción
de tutela, se le atribuye también competencia para imponer las sanciones
previstas en ese Decreto por el desacato a la orden judicial impartida en el
fallo respectivo. Es decir que, simultáneamente se confieren atribuciones para
el cumplimiento del fallo, asunto para el cual se conserva competencia para
adoptar las medidas que fueren pertinentes, de un lado y, de otro, para
sancionar a quien no cumpla con lo resuelto en un fallo de tutela, atribuciones
que tienen justificación constitucional en la eficacia necesaria de la protección
a los derechos fundamentales.

De366 acuerdo con tal régimen jurídico y teniendo en cuenta el objetivo que
persigue el recurso de amparo constitucional, es claro que las órdenes
contenidas en las decisiones de tutela, dirigidas a la protección de los
derechos, tienen que acatarse y cumplirse sin excepción. La autoridad o el
particular que haya sido declarado responsable de la amenaza o violación,
debe cumplir la orden encaminada a la protección de los derechos
fundamentales en los términos que lo indique la sentencia y en el plazo allí
señalado. El incumplimiento de la decisión conlleva una violación sistemática
de la Carta. Por una parte, en cuanto frusta la consecución material de los
fines esenciales del Estado, como son la realización efectiva de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Carta, el mantenimiento de la
convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo (Preámbulo, arts. 1° y 2°).
Y por la otra, en cuanto dicha omisión contraría, además de las normas
constitucionales que regulan la acción de tutela y el derecho infringido,
también aquellas que reconocen en el valor de la justicia y en los derechos al
debido proceso y al acceso efectivo a la administración de justicia, pilares
fundamentales del modelo de Estado Social de Derecho (arts. 29, 86 y 230).
363 Auto 268 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
364 Auto 313 de 2001. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
365 Auto 029 de 2004. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
366 Auto 010 de 2004. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
120

Tratándose de los derechos al debido proceso y al acceso a la


administración de justicia, su violación se consuma en estos casos, en razón a
que el incumplimiento del fallo de tutela no permite consumar el objetivo
propuesto con su consagración constitucional, cual es “el compromiso estatal
de lograr, en forma real y no meramente nominal, que a través de las
actuaciones judiciales se restablezca el orden jurídico y se protejan las
garantías personales que se estiman violadas” 367. En ese mismo marco, el
desconocimiento de una sentencia de tutela que se encuentre en firme, sea
dictada por el juez de instancia o por la Corte Constitucional en Revisión,
también contraviene notablemente el valor de la cosa juzgada constitucional y
con ello la seguridad jurídica que le es inmanente, ya que la omisión de su
cumplimiento afecta la garantía de confianza que tienen los ciudadanos sobre
cuál ha de ser la actuación de las autoridades o de los particulares frente a
situaciones derivadas de la aplicación del derecho vigente; particularmente, de
la aplicación del derecho emanado directamente de la Constitución Política.

Según lo ha sostenido esta Corporación 368, la garantía del cumplimiento de las


órdenes a través de las cuales se concede el amparo de derechos
fundamentales amenazados o violados, ya sea que provenga de los jueces de
instancia o de la propia Corte Constitucional, además de tener un claro
fundamento constitucional, también encuentra un hondo respaldo en el
derecho internacional sobre derechos humanos. Así, por citar tan sólo algunos
ejemplos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 2°) y la
Convención Americana de Derechos Humanos (art. 25), incorporados al orden
interno mediante las Leyes 74 de 1968 y 16 de 1972, respectivamente,
además de exigirle a los Estados partes la implementación de un recurso
sencillo, efectivo y breve que ampare los derechos fundamentales, también los
obliga a “garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda
decisión en que se haya estimado procedente el recurso”.

Cabe destacar que, en Colombia, para el efectivo cumplimiento de los fallos


de tutela, el Decreto 2591 de 1991, reglamentario de esta acción, ha
establecido un procedimiento específico y concordante con el espíritu de las
normas constitucionales que regulan la materia (arts. 86 y 241), pues, en
palabras de la Corte, “no tendría sentido que en la Constitución se
consagraran derechos fundamentales si, aparejadamente, no se diseñaran
mecanismos por medio de los cuales dichos derechos fuesen cabal y
efectivamente protegidos.” 369 En esa línea, el artículo 3° del citado estatuto se
refiere a los principios que gobiernan el trámite de la acción de tutela,
señalándose que ésta debe desarrollarse con arreglo a los principios de
“publicidad, prevalencia del derecho sustancial, economía, celeridad y
eficacia”; los cuales a su vez - lo dijo esta Corporación- “guardan una relación
directa con la orden urgente que debe dar una sentencia cuando reconoce
que se ha violado un derecho fundamental” 370, y además, en virtud de la
informalidad, permiten la utilización por parte del juez de “procedimientos no

367 Sentencia C-426 de 2002.


368 Cfr. Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión y Sentencia SU-1158 de 2003, ya citada, entre otras.
369 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado.
370 Sentencia SU-1158 de 2003.
121
registrados, siempre y cuando apunten a que se haga efectivo el derecho
material”371.

Por su parte, los artículos 23, 27 y 52 del mismo decreto se refieren al


contenido que deben tener los fallos de tutela, a las garantías de su
cumplimiento y a las sanciones derivadas de su eventual inobservancia. En
ese orden, El primero (art. 23) establece que cuando la solicitud vaya dirigida
contra una acción de autoridad, el fallo que concede la tutela tendrá por objeto
“garantizar al agraviado el pleno goce de su derecho, y volver al estado
anterior a la violación, cuando fuere posible”. Asimismo, destaca que si lo
impugnado es la denegación de un acto o una omisión, el fallo tendrá que
ordenar su realización o desarrollar la acción adecuada, y en caso de que la
autoridad no expida el acto administrativo, el juez deberá disponer lo necesario
“para que el derecho sea libremente ejercido sin más requisitos”. En el evento
de tratarse de una actuación material, o de una amenaza, le impone al juez el
deber de ordenar su inmediata cesación así como evitar toda nueva amenaza,
violación, perturbación o restricción. En su último inciso, la norma le otorga
competencia al juez para que, de todas maneras, establezca los demás
efectos del fallo según las condiciones imperantes en el asunto sometido a
juicio.

El segundo (art. 27) dispone que una vez proferido el fallo que concede la
tutela, la autoridad responsable del agravio lo deberá cumplir sin demora,
precisando que si ello no ocurre, el juez debe dirigirse al superior del
responsable para que lo haga cumplir y abra el respectivo proceso disciplinario
en su contra. Si el superior no procede conforme a lo ordenado, la norma le
permite a la autoridad judicial ordenar que se abra proceso disciplinario en su
contra y “adopta[r] directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento
del mismo”, pudiendo sancionar por desacato al responsable y al superior
hasta que den cumplimiento al fallo. Prevé el precepto en cita que, en todo
caso, “el juez establecerá los demás efectos del fallo para el caso concreto y
mantendrá la competencia hasta que esté completamente restablecido el
derecho o eliminadas las causas de la amenaza”. Finalmente, el tercero (art.
52) se ocupa del incidente de desacato, ordenando que quien incumple la
orden judicial de tutela será sancionado “con arresto hasta de seis meses y
multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales…”; sanción que debe imponer
el mismo juez de amparo mediante trámite incidental, y que será consultada al
superior jerárquico quien le compete decidir dentro de los tres días siguientes
si cabe revocar o no la sanción.

Es de precisarse, siguiendo el contenido de los anteriores preceptos, que la


garantía y efectividad del cumplimiento de las sentencias de tutela exigen del
juez constitucional la adopción de todas las medidas que sean conducentes
para obtener la protección real y efectiva de los derechos fundamentales
afectados, lo cual debe hacer sin perjuicio de las sanciones que imponga a las
autoridades incumplidas por haber incurrido en desacato. De acuerdo con la
interpretación constitucional, “resulta perfectamente posible y válido que se
adopten las medidas indispensables para garantizar el cumplimiento efectivo

371 Sentencia Ibídem.


122
de una sentencia de tutela, sin entrar a analizar si es predicable
responsabilidad subjetiva de la autoridad que presuntamente incumple una
orden tendiente a la protección de los derechos fundamentales” 372. Y es que, si
bien en forma paralela al cumplimiento de la decisión cabe iniciar el tramite de
desacato, este último procedimiento no puede desconocer ni excusar la
obligación primordial del juez constitucional, cual es la de hacer cumplir
integralmente la orden judicial de protección. Como lo afirmó esta Corporación
en la Sentencia T-458 de 2003 (M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra), “el
trámite del cumplimiento [del fallo] no es un prerrequisito para el desacato, ni
el trámite de desacato es la vía para el cumplimiento. Son dos cosas distintas
el cumplimiento y el desacato. Puede ocurrir que a través del trámite de
desacato se logre el cumplimiento, pero esto no significa que la tutela no
cumplida sólo tiene como posibilidad el incidente de desacato.” Las diferencias
entre cumplimiento y desacato fueron fijadas por la Corte en la Sentencia T-
744 de 2003, en los siguientes términos:

“i) El cumplimiento es obligatorio, hace parte de la garantía constitucional;


el desacato es incidental, se trata de un instrumento disciplinario de
creación legal.

ii) La responsabilidad exigida para el cumplimiento es objetiva, la exigida


para el desacato es subjetiva.

iii) La competencia y las circunstancias para el cumplimiento de la


sentencia se basan en los artículos 23 y 27 del decreto 2591 de 1991. La
base legal del desacato está en los artículos 57 y 27 del mencionado
decreto. Es decir que en cuanto el respaldo normativo, existen puntos de
conjunción y de diferencia.

iv) El desacato es a petición de parte interesada, el cumplimiento es de


oficio, aunque

v) Puede ser impulsado por el interesado o por el Ministerio Público.”

Así, independientemente de las sanciones a que haya lugar, la autoridad


judicial a quien corresponde velar por la eficacia y efectividad de la orden de
tutela, esta en la obligación -irrenunciable- de adelantar todas las gestiones
pertinentes y de agotar cada uno de mecanismos judiciales que ofrece el
ordenamiento jurídico, para lograr el objetivo de protección inmediata a que
hace referencia específica el artículo 86 Superior. El cumplimiento y el
desacato son en realidad dos instrumentos jurídicos diferentes, que a pesar de
tener el mismo origen -la orden judicial de tutela- y tramitarse en forma
paralela, en últimas persiguen distintos objetivos: el primero, asegurar la
vigencia de los derechos fundamentales afectados, y el segundo, la imposición
de una sanción a la autoridad que ha incumplido el fallo. En consecuencia,
tratándose del cumplimiento de la sentencia, el juez analizará en cada caso
concreto si se acató la orden de tutela o no, de manera que si la misma no ha
sido obedecida o no lo ha sido en forma integral y completa, aquél mantiene la

372 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado


123
competencia hasta lograr su cabal y total observancia, aun a pesar de
estar agotado el incidente de desacato.

Autoridad competente para hacer cumplir los fallos de tutela.

Interpretando el contenido de los artículos 37 y 52 del Decreto 2591 de 1991,


la jurisprudencia constitucional viene sosteniendo que, como principio general,
es competencia de los jueces de primera instancia velar por el cumplimiento
de los fallos de tutela, aplicando el procedimiento y las medidas descritas en
los artículo 23, 27 y 52 del precitado estatuto, aun en los casos en que la
decisión es tomada por el juez de segundo grado o por la Corte Constitucional
en sede de revisión. Sobre el particular, se expresó en la Sentencia T-458 de
2003 (M.P. Marco Gerado Monroy Cabra):

“La autoridad que brindó la protección tiene competencia para la


efectividad del amparo al derecho conculcado. Como principio general, es
el juez de primera instancia el encargado de hacer cumplir la orden
impartida, así provenga de fallo de segunda instancia o de revisión, ya
que mantiene la competencia hasta tanto no se cumpla la orden a
cabalidad”.

Las razones para afirmar la competencia del a quo en el cumplimiento del


fallo de tutela y en el tramite del incidente de desacato, fueron suficientem ente
explicadas por este Tribunal en el Auto 136A de 2002. En dicha providencia se
sostuvo que uno de los motivos tiene que ver con la plena eficacia de la
garantía procesal del grado jurisdiccional de consulta, en la medida en que el
incidente de desacato prevé una sanción y la consecuente revisión automática
por el superior de quien la ordenó, procedimiento que sería nugatorio si el que
la impone no tiene superior jerárquico. El segundo se relaciona con el principio
de igualdad material, pues si la competencia se determina por las
circunstancias del caso concreto, habilitándose al juez que profirió la orden de
amparo, se generaría un trato diferencial para las partes ya que mientras en
unos casos la competencia estaría en el juez de primera instancia, en otros
estaría en el de segunda e incluso en la propia Corte Constitucional.
Finalmente, la tercera causa esta basada en el desconocimiento del principio
de inmediación que también irradia el proceso de tutela, en el entendido que
cuando la competencia para tramitar el desacato recae en el ad quem, éste no
se encuentra del todo vinculado con el trámite de la acción.

No obstante lo anterior, ha aclarado la jurisprudencia que el hecho de haberse


radicado en cabeza del juez de primera instancia la competencia para velar
por el cumplimiento del fallo y tramitar el desacato, no significa, en manera
alguna, que la Corte Constitucional no este en capacidad de hacer cumplir
directamente sus ordenes cuando las mismas no han sido acatadas. En estas
circunstancias especiales, “la Corte conserva una competencia preferente,
similar a la de la Procuraduría General de la Nación en el campo
disciplinario”373, de forma tal que se encuentra plenamente habilitada para
intervenir en el cumplimiento y obedecimiento de sus propias decisiones, “ora
porque el juez a quien le compete pronunciarse sobre el cumplimiento de la
373 Auto Ibídem
124
sentencia dictada por ella no adopta las medidas conducentes al mismo,
ya porque el juez de primera instancia ha ejercido su competencia y la
desobediencia persiste”374.

Considerando que la eficacia de las garantías individuales constituye un


principio fundante en el modelo de Estado social de derecho, y a su vez un
factor legitimante de las decisiones judiciales y del acceso a la justicia, la
Corte Constitucional, como guardiana de la integridad y supremacía de la
Carta Política, se encuentra obligada a adoptar las medidas que sean
necesarias para impedir que tales garantías resulten del todo nugatorias y se
queden sin la respectiva protección judicial. En su condición de máximo
Tribunal de la jurisdicción constitucional y órgano de cierre de la misma, la
Corte “[t]iene la supremacía cuando funcionalmente se ejercita dicha
jurisdicción por los jueces y magistrados” 375, por lo que mantiene competencia
para hacer efectivas sus propias decisiones. En ese entendido, lo dijo la
Corporación en la Sentencia C-802 de 2002 y lo reiteró luego en la Sentencia
SU-1158 de 2003, ninguna autoridad perteneciente a la misma jurisdicción
constitucional puede desconocer la competencia del órgano que la
Constitución señala como garante de su eficacia en todos los órdenes, y
menos de entrar a suscitar conflictos de competencias en asuntos propios y
exclusivos de esa jurisdicción.

Como órgano límite, en ejercicio de la supremacía no solo funcional sino


también jerárquica, puede entonces la Corte adoptar medidas adicionales para
proteger efectivamente los derechos por ella tutelados, dando aplicación a los
artículos 3° y 27 del precitado Decreto 2591 de 1991, que ordenan desarrollar
el proceso de tutela con base en los principios de prevalencia del derecho
sustancial, celeridad y eficacia, y que le permiten al juez constitucional, en
este caso a la Corte, “manten[er] la competencia hasta que esté
completamente restablecido el derecho o eliminadas las causas de la
amenaza”. Es de señalarse que, de acuerdo con la jurisprudencia
constitucional, la Corte esta en capacidad de ejercer la competencia siempre
que se cumplan las siguientes condiciones: “(i) [que] se trate del
incumplimiento de una sentencia emitida por la Corte Constitucional en virtud
de la cual conceda el amparo solicitado - en teoría puede ser una confirmación
-, (ii) [que] resulte imperioso salvaguardar la supremacía e integridad del
ordenamiento constitucional y (iii) [que] la intervención de la Corte sea
indispensable para la protección efectiva de los derechos fundamentales
vulnerados o amenazados”376. En ejercicio de esa competencia, la Corte es
autónoma, tanto para determinar la oportunidad en la cual interviene, es decir,
si lo hace antes o después del juez de primera instancia, como para definir
que tipo de medidas son las adecuadas al propósito de dar cumplimiento al
fallo. Ello, “porque de constatarse el desacato la consecuencia sería la sanción
del sujeto desobediente más no necesariamente la protección efectiva de los
derechos fundamentales vulnerados o amenazados” 377. Como ya se ha
expresado con insistencia, la efectividad de los derechos conculcados se logra
en ciertos eventos a través de la adopción de medidas adicionales a la sanción
374 Auto Ibídem.
375 Cfr. Sentencia SU-1158 de 2003.
376 Auto Ibídem.
377 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado
125
por desacato, al ser este incidente insuficiente para hacer cumplir la orden
proferida por el órgano límite de control Constitucional.

Atendiendo a las condiciones fijadas, es preciso anotar que una de las


situaciones en las cuales este tribunal se encuentra plenamente habilitado
para adoptar por sí mismo las decisiones que aseguren el cumplimiento de sus
fallos, se presenta en los casos en que la autoridad judicial renuente a
obedecer la decisión es una alta corporación de justicia; generalmente,
respecto de acciones de tutela que se promueven en contra de algunas de sus
decisiones por haber incurrido en vía de hecho, negándose aquellas a
modificar el pronunciamiento en los términos señalados por la Sentencia de
Revisión. En estos eventos, la intervención del tribunal constitucional se torna
indispensable, pues es conocido por todos que las altas cortes no tienen
superior jerárquico en su respectiva jurisdicción y, por tanto, no encuentran en
el juez de tutela de primera instancia el funcionario idóneo para conminarlas al
cumplimiento de la decisión desobedecida, y tampoco el competente para
tramitar el correspondiente incidente de desacato.

Siguiendo la línea de interpretación fijada por la doctrina constitucional 378,


cuando la Corte tiene conocimiento en relación con el incumplimiento de la
sentencia, “puede solicitar nuevamente el expediente o los expedientes que
contienen las sentencias de tutela que la Corporación haya proferido, para
hacer cumplir su fallo, tomando determinaciones que cobijan inclusive a
intervinientes que han citado dentro del expediente de tutela a fin de que no se
quede escrita la protección al derecho fundamental” 379.Y dentro de las
medidas a adoptar en estos casos, se cuentan la de proceder a dictar una
sentencia de reemplazo si no existe otra forma de hacer cumplir lo
ordenado380, o en su defecto, la de tomar una decisión complementaria al fallo
incumplido que haga cesar la violación de los derechos fundamentales, como
puede ser, sin modificar lo ya resuelto, la de dejar en firme la decisión judicial
que fue revocada por la alta Corporación de justicia en ejercicio de su
competencia funcional, cuando a juicio de la Corte Constitucional aquella
interprete en debida forma el criterio sentado en la respectiva sentencia de
Revisión y garantice la protección de los derechos conculcados por la alta
Corporación.

Esta última opción encuentra antecedentes específicos en el derecho


comparado y concretamente en el derecho español. Ciertamente, con ocasión
del recurso de amparo constitucional promovido contra una sentencia del
Tribunal Supremo que puso fin a un proceso de filiación y pruebas biológicas,
el Tribunal Constitucional Español, en la Sentencia del 7 de enero de 1994,
resolvió anular la decisión de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo y dejar
en firme la sentencia proferida por su inferior jerárquico, la Audiencia
Provincial. En el fundamento jurídico octavo de la citada providencia, luego de
advertir la violación por parte de la providencia del Tribunal Supremo, sostuvo

378 Sentencia Ibídem, Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
379 Sentencia SU-1158 de 2003.
380 La opción de dictar una sentencia de reemplazo fue utilizada por la Corte Constitucional en la Sentencia T-951 de 2003,

al declarar la nulidad de un fallo de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Bogotá y otro de la Sala de Casación Laboral
de la Corte Suprema de Justicia, a través de los cuales, por razones de fondo y forma, se había negado el derecho a la
pensión de invalidez a un discapacitado. En esa oportunidad, la Corte consideró que el actor sí tenía derecho a la
prestación y ordenó directamente al I.S.S. concederle la pensión por invalidez de origen no profesional.
126
el órgano de control constitucional que una manera de garantizar el
derecho de la demandante a un proceso sin dilaciones indebidas, era
perfilar el fallo de amparo de tal manera que sólo se anularan aquellas
decisiones judiciales que directa e inequívocamente habían infringido el
derecho fundamental reclamado, restableciendo los efectos de aquella que
garantizaba su ejercicio. En cuanto llegó a la conclusión que ello ocurría solo
en el caso de la sentencia del Tribunal Supremo, tomó la decisión advertida:
anular el fallo del máximo órgano de la jurisdicción ordinaria y dejar en firme el
que había sido revocado por éste. La aludida decisión es del siguiente tenor
literal:

“Estimar el recurso de amparo y, en consecuencia:

1. Reconocer el derecho de la demandante a la tutela judicial efectiva sin


indefensión.

2. Anular la sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de 30 de


abril de 1992 (rollo núm. 1126/1990), con la consiguiente firmeza de la
sentencia de la Audiencia Provincial (Sección décima) de 26 de febrero
de 1990 (rollo núm. 873/1998).”

Al margen de lo anterior, en procura de hacer realidad la orden de protección


incumplida por una alta corporación de justicia, también en nuestro derecho
interno se ha acudido al expediente de reestablecer la vigencia de la decisión
reemplazada con la providencia declarada nula en vía de tutela. Por lo tanto,
tratándose de las acción de tutela por vía de hecho, con el fin de hacer cumplir
sus órdenes y de asegurar la vigencia de los derechos fundamentales, se
repite, es posible que la Corte Constitucional, e incluso el juez de tutela de
primera instancia, adopten como medida de cumplimiento la de adicionar la
sentencia de Revisión que no es acatada por una alta corporación,
manteniendo incólume la decisión que ordenó anular la providencia incursa en
la vía de hecho, y procediendo a declarar conforme a la Constitución y
debidamente ejecutoriado el fallo de instancia, en caso de que éste sea
consecuente con los criterios descritos por el tribunal constitucional en la
decisión desacatada. En este supuesto, cuando la orden de protección es
dictada por la Corte Constitucional, la mencionada medida de cumplimiento
puede ser adoptada directamente en la Sentencia, o con posterioridad a la
misma según lo determinen las circunstancias fácticas del caso.

Ahora bien, sin perjuicio de que la medida adoptada sea la de dictar una
sentencia de reemplazo o la de proferir decisión complementaria al fallo
incumplido, el propósito de la misma es exclusivamente el de preservar en
formal real y efectiva los derechos constitucionales fundamentales que vienen
siendo desconocidos por la corporación judicial que se niega a cumplir la
decisión del juez constitucional. Bajo ese entendido, en cualquier de los casos
el juez de tutela actúa dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin
necesidad de asumir competencias que le son propias a las autoridades de
otras jurisdicciones y, concretamente, de aquella que no acata la decisión.
Obsérvese como, si el juez constitucional es competente para revisar la
aplicación del derecho por parte de los tribunales ordinarios cuando la solicitud
127
de tutela tenga por objeto actuaciones u omisiones judiciales, en la medida
en que éstas resulten arbitrarias o irrazonables y afecten garantías
fundamentales, resulta válido que éste, también en la aplicación jurisdiccional
de la Constitución y dentro del marco de sus atribuciones, adopte los
correctivos pertinentes, tanto para impedir que la aludida arbitrariedad o
irrazonabilidad continúe lesionando los derechos invocados, como para
asegurar su total reivindicación cuando la orden de protección no es
obedecida por la autoridad responsable.

Artículo 29. Contenido del fallo.

Sentencia C-054/93. ESTESE a lo resuelto por la Corte Constitucional


respecto de los artículos ... 29,... del Decreto 2591 de 1991. (C-543 de
1992)

El381 parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 señala igualmente que el
contenido del fallo de tutela no podrá ser inhibitorio, indicándose con ello que
el juez de tutela debe oficiosamente utilizar todos los mecanismos legales que
le permitan resolver de fondo el problema planteado mediante una acción de
esta naturaleza.

De382 manera insistente ha señalado que es obligación del juez


constitucional, en todos los casos, fallar de fondo en el asunto planteado,
en efecto ha dicho esta Corporación:

Prohibición de las inhibiciones judiciales en materia a de tutela

Al estudiar mecanismos orientados a la defensa de los derechos


fundamentales, uno de los cuales es la acción de tutela, quiso el
constituyente lograr su efectividad ( artículos 2,5 y 83 a 94 de la
constitución política), dentro del criterio de que en las actuaciones
judiciales debe prevalecer el derecho sustancial. En ese orden de
ideas, mediante el articulo 86 de la carta, se confió a los jueces la
función de verificar en concreto la vigencia cierta de la normativa
constitucional en materia y se autorizo para que, cuando encuentren
configurada la violación o amenaza de un derecho fundamental por
acción u omisión de la autoridad publica y aun de los particulares,
importan las ordenes de inmediato cumplimiento que sean necesarias
para la salvaguardia efectiva de aquel. Desde luego, en el cumplimiento
de su función, los jueces están sujetos a las regalas establecidas por
el legislador para fijar la competencia, pero ni siquiera en el supuesto
de carácter de ella están autorizados para proferir fallo inhibitorio, ya
que este se halla expresamente prohibido por el parágrafo del articulo
29 del decreto 2591 de 1991. De ello resulta que ningún juez ante el
cual se intente la acción de tutela puede abstenerse de resolver de
fondo sobre el asunto plantado. Esto es, debe conceder o negar la

381 Auto 020 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


382
Auto 025 de 2001. M.P. Fabio Morón Díaz.
128
tutela, motivando debidamente su determinación. Se trata de un
debe5r inexcusable del juez, quien al negarse al decidir, viola el
derecho fundamental de acceso a la administración de justicia (articulo
229 C.P.) y deja protegido al peticionario, desconociendo así el articulo
86 de la carta. Ya esta corte tuvo ocasión en señalarlo en su sentencia
T-173 del 4 de mayo de 1993:

“Considera la corte que el acceso a la administración de justicia no es


un derecho apenas formal que satisfaga mediante la iniciación del
proceso sino que su contenido es sustancial, es decir, implica que la
persona obtenga a lo largo de la actuación y hasta la culminación de
la misma, la posibilidad real de ser escuchada, evaluados sus
argumentos y alegatos y tramitadas de acuerdo con la ley. Sus
peticiones, de manera que las resoluciones judiciales sean reflejo y
re3alizacion de los valores jurídicos fundamentales. En tal sentido, el
acceso de la administración de justicia es inescindible del debido
proceso y únicamente dentro de él se realiza con certeza”(Corte
Constitucional, Sentencia T 486 DE 1994, M.P. Dr. José Gregorio
Hernández Galindo)

El383 Juzgado profirió una sentencia inhibitoria y esto se encuentra


expresamente prohibido por el parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 de
1991 que dice: "El contenido del fallo no podrá se inhibitorio". Esto significa
que el Juez de instancia actuó expresa prohibición legal. Al proferir sentencia
inhibitoria el Juez desconoció el debido proceso consagrado en el artículo 29
de la Constitución, violó el mencionado artículo 29 del Decreto 2591 de 1991,
e incurrió en la causal de nulidad prevista en el artículo 152 numeral 8º del
Código de Procedimiento Civil. No es posible sanear esta nulidad porque al no
haberse notificado la parte accionada del auto admisorio de la tutela, no ha
podido ejercer su derecho de defensa y por ende se le ha desconocido el
debido proceso. La Corte ha dicho sobre la necesidad de respetar el debido
proceso lo siguiente:

"Corresponde a la noción de debido proceso, el que se cumple con


arreglo a los procedimientos previamente diseñados para preservar las
garantías que protegen los derechos de quienes están involucrados en la
respectiva relación o situación jurídica, cuando quiera que la autoridad
judicial o administrativa deba aplicar la ley en el juzgamiento de un hecho
o una conducta concreta, lo cual conduzca a la creación, modificación o
extinción de un derecho o la imposición de una obligación o sanción". En
esencia, el derecho al debido proceso tiene la función de defender y
preservar el valor de la justicia reconocida en el preámbulo de la Carta
Fundamental, como una garantía de la convivencia social de los
integrantes de la comunidad nacional". "Del contenido del artículo 29 de la
Carta y de otras disposiciones conexas, se infiere que el derecho al
debido proceso se desagrega en una serie de principios particularmente
dirigidos a tutelar la intervención plena y eficaz del sujeto procesal y a
protegerlo de la eventual conducta abusiva que pueda asumir la autoridad

383 Auto 002 de 2002. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.


129
que conoce y resuelve sobre la situación jurídica sometida a su
decisión. En tal virtud, y como garantía de respeto a dichos principios,
el proceso se institucionaliza y normatiza, mediante estatutos escritos que
contienen mandatos reguladores de la conducta de las autoridades
administrativas o judiciales, encaminados a asegurar el ejercicio regular
de sus competencias”.384

Por tanto, al decretarse la nulidad se ordenará devolver el expediente al


Juzgado de origen para que proceda a realizar la notificación en debida forma
del auto admisorio de la tutela y luego impulse la actuación procesal hasta
dictar la sentencia que deberá ser de mérito y no inhibitoria.

Artículo 30. Notificación del fallo.

La385 Sala de Revisión de Tutelas, al evaluar la actuación cumplida en el


presente caso, estima necesario reiterar el criterio de la Corte Constitucional
acerca de las consecuencias procesales de la no notificación de la iniciación
del trámite de la acción y la sentencia que decide sobre la solicitud de amparo,
así como de la diligencia que debe tener el juez constitucional de tutela para
surtir esas notificaciones. En sentencia T-247, de 27 de mayo de 1997, se
puntualizó:

“Así pues, como de manera reiterada lo ha sostenido la Corte, la


notificación no es un acto meramente formal y desprovisto de sentido, ya
que su fundamento es el debido proceso y debe surtirse con
independencia de que la decisión final sea favorable o desfavorable a las
pretensiones de quien acude a la tutela en búsqueda de protección, sin
que la naturaleza informal de este procedimiento, su carácter preferente y
sumario o los principios de celeridad, economía y eficacia que lo informan
sirvan de pretexto al juez para desarrollar y culminar el trámite a espaldas
de alguna de las partes o de los terceros interesados. Además, la
necesidad de la notificación viene impuesta por el principio de publicidad
y, conforme a lo tantas veces afirmado por la Corte, no es válido
argumentar que “como en la acción de tutela no es indispensable que
haya auto avocando el conocimiento, entonces no hay nada que
notificar”.“ Es de importancia precisar que además de la iniciación del
proceso que tiene su origen en una solicitud de tutela, deben notificarse a
las partes y a los terceros todas las providencias que se profieran
durante el trámite, pues así surge del artículo 16 del decreto 2591 de
1991 que dispone la notificación de “las providencias que se dicten” a “las
partes o intervinientes, por el medio que el juez considere más expedito y
eficaz”, y del artículo 30 eijusdem, que refiriéndose al fallo indica que “se
notificará por telegrama o por otro medio expedito que asegure su
cumplimiento, a más tardar al día siguiente de haber sido proferido”. “ La
alusión que contienen las normas que se acaban de citar a medios que
sean “expeditos y eficaces” para realizar la notificación, advierte con

384 Sentencia C-214 de 1994.


385 Auto 262 de 2001. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
130
claridad acerca de la forma como el juez ha de poner en conocimiento
de las partes y de los interesados en el trámite de la acción de tutela
su iniciación, las providencias dictadas y el fallo, cuidando siempre de
que la diligencia, lejos de convertirse en un acto procesal más, cumpla su
cometido que no es otro distinto de lograr la comparecencia y la
vinculación efectiva de los notificados a las actuaciones y de mantenerlos
enterados acerca del curso del proceso, permitiéndoles así asumir su
defensa.

“ La Corte ha hecho énfasis en que lo ideal es la notificación personal y


en que a falta de ella y tratándose de la presentación de una solicitud de
tutela se proceda a informar a las partes e interesados “por edicto
publicado en un diario de amplia circulación, por carta, por telegrama,
fijando en la casa de habitación del notificado un aviso, etc.”, y
adicionalmente, valiéndose de una radiodifusora e incluso, como recurso
último, mediante la designación de un curador; adecuando en cada caso
el desarrollo de la diligencia a la urgencia inherente a la acción de tutela,
para lo cual el juez podrá dar cumplimiento al artículo 319 del Código de
Procedimiento Civil en la parte que indica que a falta de un término legal
para un acto, “el juez señalará el que estime necesario para su realización
de acuerdo con las circunstancias”. 386“ En cuanto a la notificación del fallo
de tutela, conviene precisar que la referencia que a la comunicación
telegráfica se halla plasmada en el artículo 30 del decreto 2591 de 1991
no limita las facultades del juez para acudir a otros medios cuando quiera
que los estime más eficaces, pues el simple envío de un telegrama no
satisface por sí solo el requisito de enterar a las partes e interesados del
contenido de la sentencia, cuya notificación debe surtirse correctamente y
a pesar de las dificultades que puedan presentarse, para mantener así la
plenitud de las garantías sobre la impugnación de la misma.

“ 1.3 Las consecuencias de la falta de notificación de la solicitud de tutela


y de la sentencia o de la ineficacia de la notificación

“Habiéndose resaltado la importancia de la notificación, se plantea un


interrogante relativo a las consecuencias que se siguen cuando la
diligencia se ha omitido o cuando pese a haberse intentado, por error
atribuible al juez se dejaron de surtir los efectos que han debido
cumplirse. “ Al respecto la jurisprudencia de esta Corporación ha
destacado que si no se ha procurado el acceso del demandante o de los
interesados a la actuación procesal, para los fines de su defensa, se
produce una evidente vulneración del debido proceso que genera la
nulidad de lo que se haya adelantado sobre la base de ese erróneo
proceder; empero, con apoyo en las normas del procedimiento civil,
aplicables en lo no regulado al procedimiento de tutela, la Corte ha
distinguido entre la falta de notificación de la iniciación del trámite y la
falta de notificación de la sentencia, así:

386 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de abril 17 de 1996.
131
‘En el presente caso, al tenor del artículo 140 del Código de
Procedimiento Civil (modificado por el decreto 2282 de 1989,
artículo 1º, numeral 8º), se presentan dos causales de nulidad: la del
numeral 8º, cuando no se practica en legal forma, o eficaz en este
caso, la notificación del auto que admite la acción al ‘demandado’ (…) y
la del numeral 3º, por haberse pretermitido íntegramente una instancia,
al no haber tenido la parte oportunidad de impugnar la sentencia, por
no haber sido notificado en forma eficaz de ella. ‘Si bien es cierto que la
nulidad contemplada en el numeral 8º, falta de notificación del auto que
avocó el conocimiento de la tutela, habría sido saneable, en la forma
prevista por el artículo 145 del mencionado Código, la causal 3,
haberse pretermitido íntegramente una instancia, es de las nulidades
insaneables’.387

“En asuntos llegados a la revisión de la Corte Constitucional y en los que


se ha advertido la configuración de la nulidad saneable derivada de la
falta de notificación de la iniciación del trámite, la Corporación ha optado
por devolver el expediente a los despachos judiciales de origen con la
finalidad de que se ponga en conocimiento del afectado la causal de
nulidad para que, de conformidad con lo preceptuado por el artículo 145
del C. de P. C., si a bien lo tiene, la alegue dentro de los tres (3) días
siguientes, indicándole que si no lo hace, quedará saneada la nulidad y el
proceso continuará su curso; por el contrario, en los eventos en los que
se presenta la nulidad insaneable originada en la falta de notificación de
la sentencia, la Corte ha declarado la nulidad de lo actuado y enviado las
diligencias al despacho del conocimiento para que proceda a impartirle a
la solicitud de tutela el trámite adecuado”.

Causales de nulidad y oportunidad para alegarlas 388

La Sala Plena considera del caso precisar que respecto del tema de la teoría
de las nulidades, en nuestro ordenamiento procesal se aplica el principio de la
especificidad en virtud del cual no hay defecto capaz de estructurar nulidad
adjetiva sin ley que expresamente la establezca, criterio que ha inspirado
siempre a nuestro legislador, predicándose por ello el criterio taxativo en esta
materia al indicar que toda causal de nulidad debe estar prevista en la ley. Es
así como al indagar con relación a las causales de nulidad que puedan
originarse en las actuaciones que se adelantan ante esta Corporación con
ocasión de la función que le ha sido asignada por la Constitución Política y la
Ley relacionada con la revisión de las decisiones judiciales proferidas dentro
del proceso a que da lugar la acción de tutela, las normas especiales que
regulan esta materia nada señalan al respecto.

Constituyen causales de nulidad de los procesos que se adelanten ante la


Corte Constitucional la vulneración de cualquiera de las garantías al debido
proceso consagradas en el artículo 29 de la C. P., pues ninguna es distinta, ni
adicional a la general mencionada en el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991
bajo la denominación general de “irregularidades que impliquen violación del
387 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de septiembre 7 de 1993.
388 Auto 232 de 2001. M.P. Jaime Araujo Rentería.
132
debido proceso” en las que se enmarcan todas. Dichas irregularidades que
constituyen causales de nulidad de los procesos adelantados ante esta
Corte, deben ser alegadas antes de proferirse el fallo, pero, comoquiera que
por obvias razones las nulidades originadas en la misma sentencia no pueden
ser alegadas dentro del proceso, como lo señala en forma general el artículo
49 antes citado, deberían entonces ser invocadas en actuación posterior a
ésta dentro del término para impugnarla cuando contra ella proceda recurso
alguno o como excepción en el proceso seguido para ejecutar el fallo, de
conformidad con lo previsto en el artículo 142 del C. de P. C. No obstante lo
anterior contra las sentencias que profiere ésta Corporación no procede
recurso alguno y tampoco existe actuación posterior ante la Corte para la
ejecución de sus fallos, no existiendo luego oportunidad procesal cierta y
determinada dentro de la cual puedan alegarse las causales de nulidad
originadas en la sentencia. Si bien la Constitución no contempla la seguridad
jurídica como norma positiva, este valor fundamental es natural al ámbito del
derecho, por cuanto la seguridad jurídica pretende garantizar, por un lado, la
sujeción de las autoridades publicas al ordenamiento jurídico y, por otro, la
certeza del derecho a través de su publicidad y conocimiento por sus
destinatarios. Como consecuencia de lo anterior, el derecho a acceder a la
justicia y el derecho a un proceso sin dilaciones injustificadas, tiene como
corolario el que en algún momento, definido normativamente, las decisiones
judiciales adquieran firmeza. Asumir lo contrario, esto es, que la ausencia de
norma expresa sobre el término dentro del cual puede solicitarse la
declaración de nulidad de una decisión judicial supone que es posible
intentarlo en cualquier tiempo, le resta toda seguridad a los ciudadanos sobre
las decisiones judiciales, creando incertidumbre y falta de respuesta cierta a
interrogantes tales como: ¿Cuándo cumplir con la decisión judicial? ¿Cuando
hay certeza sobre la existencia de un derecho subjetivo reconocido
judicialmente? ¿Cuál es mi derecho?.

En aras de conservar valores fundamentales del derecho tales como la


justicia, el bien común y la seguridad jurídica que sirven de sustento a
instituciones jurídicas existentes en nuestro ordenamiento, tales como, la
caducidad, la prescripción, la cosa juzgada, etc., es que considera necesario
esta Sala determinar la oportunidad procesal en que los ciudadanos pueden
acudir a ésta Corporación cuando se considere que con sus decisiones se
vulnera el debido proceso. En este sentido esta Corporación se había
pronunciado en forma somera en Auto 22 A de 1998, en que se señaló:

“La Corte encuentra que las irregularidades que en este momento pueden
dar lugar a la violación del debido proceso, no son otras que aquellas que
se presentan cuando el trámite seguido vulnera o desconoce las normas
que la propia Constitución señala en sus artículos 241 y 242 y aquellas
otras que indica el Decreto 2067 de 1991 y que conforman el régimen
procedimental de los juicios y actuaciones que se surten ante la Corte
Constitucional. De otra parte, como perentoriamente lo prescribe el
artículo 49 antes transcrito, la nulidad originada en el trámite procesal,
sólo puede ser alegada antes de proferirse el fallo. Y en lo tocante con la
nulidad que encuentra su origen en la sentencia misma, aunque ni las
normas constitucionales ni el mencionado Decreto prevén causa alguna
133
de nulidad, la Corte, aplicando directamente el artículo 29 superior, ha
reconocido la posibilidad de su ocurrencia para aquellos casos en los
cuales, en el momento mismo de votar, se produce el desconocimiento
del debido proceso, circunstancia que se circunscribe a los eventos de
falta de quórum o de mayoría exigidos por la ley, y de violación del
principio de cosa juzgada constitucional. En estos casos, por la naturaleza
de las cosas, la referida nulidad debe proponerse posteriormente al fallo,
pero dentro de los tres días siguientes a la notificación de la sentencia,
surtida por edicto”.

En dicha oportunidad la Corte señaló el término en que procedía proponer la


nulidad derivada de la sentencia sin expresar los motivos y razonamientos que
la llevaron a establecer dicho término. Por lo tanto, en esta ocasión se hará un
análisis juicioso de las razones jurídicas que llevan a la Sala a reiterar y
confirmar que dicho término debe aplicarse a las solicitudes de nulidad
originadas en las sentencias proferidas por esta Corporación. De acuerdo a la
doctrina, mediante la analogía se trata de elaborar una norma jurídica para
regular un caso imprevisto en la ley, pero con fundamento en la misma ley. La
analogía representa pues, una extensión de la ley a otros casos diferentes a
los expresamente previstos, pero, que son similares o semejantes a estos. 4 El
artículo 8º de la Ley 153 de 1887 se refiere de la siguiente manera a la
aplicación analógica de la ley: “Cuando no haya ley exactamente aplicable al
caso controvertido, se aplicarán las leyes que regulen casos o materias
semejantes, y en su defecto la doctrina constitucional y las reglas generales de
derecho”. El principio de la analogía consagrado en nuestro ordenamiento
jurídico, supone la presencia de tres (3) elementos para su configuración: a)
Ausencia de norma exactamente aplicable al caso en cuestión; b) Que el
caso previsto por la norma sea similar o semejante al asunto carente de norma
o previsión por el legislador; c) Que exista la misma razón, motivo o
fundamento para aplicar al caso no previsto el precepto normativo.

El artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 señala: “Dentro de los tres (3) días
siguientes a su notificación el fallo podrá ser impugnado por el Defensor del
Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el representante del órgano
correspondiente, sin perjuicio de su cumplimiento inmediato...”. La Sala
considera que ante la ausencia de norma legal expresa que indique el término
dentro del cual se debe proponer o alegar la nulidad de cualquier sentencia
proferida por esta Corporación que se origine en la misma, procede hacer uso
de la aplicación analógica y aplicar el término de los tres (3) días señalado en
el artículo 31 antes citado para proponer cualquier nulidad que se origine en la
sentencia, por considerar además que se dan los tres (3) presupuestos
básicos para acudir a la aplicación del principio de la analogía, así:

a) Ausencia de norma que establezca el término procesal dentro del cual ha


de presentarse la solicitud de nulidad de las sentencias que profiera la Corte
Constitucional.

b) Se trata de dos (2) situaciones similares en cuanto en los dos (2) eventos
se ataca la decisión o sentencia que pone fin a una instancia o actuación; se
4 VALENCIA ZEA, Arturo. Derecho Civil, parte general y personas. Editorial Temis, Bogotá, 1984, Págs. 159 y 160.
134
refieren los dos (2) casos a situaciones de orden procesal dentro de la
acción de tutela, y además se trata de actuaciones que se surten con
posterioridad a la decisión de una instancia o actuación.

c) La razón o fundamento de la existencia de un término perentorio para la


presentación del escrito de impugnación del fallo es el bien jurídico
fundamental y superior de la seguridad jurídica que motiva a ésta Corporación
a establecer un término perentorio para la presentación de la solicitud de
nulidad, como es, el determinar en forma clara y precisa la oportunidad para el
ejercicio de una facultad procesal, en virtud del principio de la preclusión que
orienta en forma general la actividad procesal y en aras de salvaguardar
valores del derecho como la seguridad jurídica y la justicia.

Dicho término deberá contarse a partir de la fecha en que se notifique a las


partes, la sentencia respectiva. Al respecto, el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991 establece que las sentencias en que se revise una decisión de tutela
deberán ser comunicadas inmediatamente al juez o tribunal competente de
primera instancia, el cual notificará la sentencia de la Corte a las partes por el
medio que éste considere más expedito y eficaz de conformidad con lo
previsto por el artículo 16 ibídem. En conclusión, de conformidad con el
artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 contra sentencias de la Corte
Constitucional proferidas en desarrollo de los numerales primero, segundo,
tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo y décimo del artículo 241 de la
Constitución Política Colombiana, no procede recurso alguno ni solicitud de
nulidad alguna. Excepcionalmente y como única excepción procede la
solicitud de nulidad contra las sentencias que dicten las Salas de Revisión por
irregularidades cometidas en la sentencia; y la única causal de nulidad es la
violación al debido proceso; o sea del artículo 29 de la Constitución. Todas las
irregularidades cometidas antes de la sentencia no pueden ser alegadas,
después de producida la sentencia y quedan saneadas al ser proferida la
misma. La solicitud de nulidad de las sentencias que profieran las Sala de
Revisión de esta Corporación, debe ser presentada dentro de los tres (3) días
siguientes a la notificación de la misma; acto de notificación que cumple el
juez o tribunal que profirió el fallo de primera instancia; debiendo dejar
constancia de la fecha de la notificación y del medio empleado y que el juez
consideró más expedito y eficaz de conformidad con lo previsto en el artículo
16 del Decreto 2591 de 1991.

De la notificación de las providencias judiciales en materia de tutela 389

La notificación consiste en el acto material de comunicación a través del cual


se ponen en conocimiento de las partes y de los terceros interesados las
decisiones proferidas por las autoridades públicas, en ejercicio de sus
atribuciones constitucionales y legales. De esta manera, el acto procesal de
notificación responde al principio constitucional de publicidad de las
actuaciones públicas, mediante el cual se propende por la prevalencia de los
derechos fundamentales al debido proceso y al acceso a la administración de
justicia (artículos 29 y 229 de la Constitución Política), dado que se garantiza
el ejercicio de los derechos de defensa, de contradicción y de impugnación
389 Auto 091 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
135
previstos en el ordenamiento jurídico. De suerte que, la notificación del
inicio y de las distintas actuaciones efectuadas en desarrollo de un
proceso, permiten hacer valederos los derechos procesales constitucionales
de los asociados, ya que faculta a las partes y a los intervinientes tanto para
oponerse a los actos de la contraparte como para impugnar las decisiones
adoptados por la autoridad competente dentro de los términos previstos en la
ley.

En cuanto a la notificación de las actuaciones proferidas en sede tutela, la


Corte ha precisado el alcance del artículo 16 Del decreto 2591 de 1991 y, en
particular, de la expresión “por el medio que el juez considere más expedito y
eficaz”, con la finalidad de garantizar la eficacia del derecho de defensa. Así,
esta Corporación ha determinado que:

"...Esta disposición no puede en ningún momento considerarse que deja


al libre arbitrio del juez determinar la forma en que se debe llevar a cabo
la notificación, pues ello equivaldría a permitir la violación constante del
derecho fundamental al debido proceso. La norma en mención debe
interpretarse y aplicarse en concordancia con el inciso segundo del
artículo 5o. del decreto 306 de 1992 que señala: 'El juez velará porque de
acuerdo con las circunstancias, el medio y la oportunidad de la
notificación aseguren la eficacia de la misma y la posibilidad de ejercer el
derecho de defensa'. Así, entonces, dentro del deber del juez de
garantizar a las partes el conocimiento y la debida oportunidad para
impugnar las decisiones que se adopten dentro del proceso, deberá
realizarse la notificación de conformidad con la ley y asegurando siempre
que dentro del expediente obre la debida constancia de dicha actuación.
Para realizar lo anterior, el juez, en caso de ser posible y eficaz, bien
puede acudir en primer término a la notificación personal; si ello no se
logra, se debe procurar la notificación mediante comunicación por correo
certificado o por cualquier otro medio tecnológico a su disposición, y, en
todo caso, siempre teniendo en consideración el término de la distancia
para que pueda ejercer las rectas procesales correspondientes....".

Ahora bien, de acuerdo con lo expuesto, surge para la Corte el siguiente


interrogante: ¿Cuándo se entienden efectivamente notificadas las providencias
proferidas en sede de tutela? Al respecto, esta Corporación ha sostenido que
no basta con la remisión del telegrama para estimar efectuada la notificación
de las decisiones emanadas en sede de tutela, sino que es necesario dejar
constancia de que la persona notificada recibió efectivamente la comunicación
y que, por consiguiente, se entero de la determinación adoptada. Así, esta
Corte ha manifestado que:

"...No basta para entenderse surtida la notificación en los términos del


artículo 31 del Decreto 2591 de 1991, con la introducción al correo del
telegrama- que contiene el oficio emanado del despacho judicial por
medio del cual se comunica a los interesados, accionante y accionado, la
decisión adoptada por el juez de tutela- para los efectos de surtirse la
notificación; debe insistir la Sala en que ésta sólo se entiende surtida en
debida forma una vez que proferida la providencia judicial, el interesado la
136
conoce mediante la recepción del telegrama que le remite el
respectivo despacho judicial, pues sólo con este fin se envía el aviso.

"En otros términos, sólo cuando la persona efectivamente recibe el


telegrama por medio del cual conoce de la existencia del fallo, surte los
efectos la notificación..." (Auto 013 de 1994).

Así, se puede concluir que, a juicio de la Corte, sólo se entiende legalmente


surtida la notificación de las distintas actuaciones en sede de tutela, cuando
las partes y los intervinientes tienen pleno conocimiento de las decisiones
definitivas emanadas de la autoridad judicial.

Sobre390 la notificación de las providencias proferidas en los procesos de tutela


se ha expresado de manera reiterada que la notificación no puede entenderse
surtida, como parece entenderlo el juez de tutela de instancia, en el momento
en el que se hace el envío de la comunicación con ese propósito, sino cuando
ésta ha sido efectivamente recibida, de manera que solo a partir de ese
momento puede correr el plazo de tres días para la interposición del recurso
de apelación.

Procedencia excepcional de la nulidad de sentencias de tutela de la Corte


Constitucional391

En reiterada jurisprudencia la Corte ha señalado que las solicitudes de nulidad


contra de los fallos de la Corte Constitucional sólo pueden prosperar si se
verifica la existencia de circunstancias jurídicas verdaderamente
excepcionales. En efecto, como lo ha sostenido este Tribunal, “el constituyente
de 1991 optó por conferir a los fallos proferidos por esta Corporación en
ejercicio del control jurisdiccional, la singular consecuencia de la cosa juzgada
constitucional, es decir que cuentan con un carácter definitivo, obligatorio para
autoridades y particulares (C.P., arts. 241 y 243), cuya vigencia en forma
permanente dentro del ordenamiento jurídico se fundamenta ‘por razones de
seguridad jurídica y en virtud de la necesidad de que prevalezcan los
postulados y valores que consagra la Carta Magna’392.”393 Sin duda, los
problemas jurídicos sobre el alcance y los efectos de los derechos
constitucionales fundamentales suscitan debate en la medida en que sean
tratados desde perspectivas diferentes, pero ello no justifica que quien este en
desacuerdo con un fallo de revisión acuda a solicitar su nulidad para
desencadenar una especie de segunda instancia. Por eso la Corte ha dicho:

390
T-062 de 2004. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
391 Auto 044 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
392 Corte Constitucional, Auto 013 del 10 de marzo de 1999. (En esta providencia la Corte denegó la solicitud de nulidad de

la sentencia T-057 de 4 de febrero de 1999, proferida por la Sala Primera de Revisión, porque consideró que la situación
que diera lugar al fallo cuestionado era distinta a la de la sentencia SU-039 de 1997. En el primer caso no se trataba del
posible ejercicio simultáneo, en determinadas circunstancias, de la acción de tutela y de la petición de suspensión
provisional de un acto administrativo, posibilidad avalada por la Corte en el fallo de unificación citado, por lo que resultaba,
entre otras razones, inadmisible la pretendida violación de jurisprudencia vigente de Sala Plena).
393 Corte Constitucional, Auto 007 del 26 de enero de 2000. (En esta ocasión la Sala Plena de la Corte Constitucional

denegó la solicitud de nulidad de la sentencia T-898 de 1999, proferida por la Sala Segunda de Revisión, por considerar
que no le asistía razón al impugnante con respecto a la supuesta omisión sobre la existencia o inexistencia de errores de
hecho en la apreciación probatoria de la Corte Suprema de Justicia en sentencia de casación, ya que “a los juzgadores de
instancia corresponde el análisis de la cuestión fáctica debatida en el proceso, a la Corte Supre ma de Justicia establecer
si por el juzgador de instancia se incurrió en errores de hecho o derecho en la apreciación probatoria si así se denuncia por
el recurrente, asunto este que, en principio no puede ser objeto de la decisión en una acción de tutela (...).”
137
“Con respecto a los posibles desacuerdos acerca de la argumentación
de la sentencia cuya nulidad se solicita, ha dicho esta Corporación:

“Del carácter excepcional de la nulidad, se colige que no constituye


nulidad la discrepancia que tenga la peticionaria sobre criterios
jurídicos que se expresen en el fallo, sobre el estilo empleado por la
Sala de Revisión en la redacción de la sentencia, la mayor o menor
extensión de la misma, o la pertinencia de las citas que se hagan. Por
consiguiente, la opinión de la doctora Abril Chávez sobre la falta de
claridad y análisis de la sentencia y sobre no aportar nada a la
jurisprudencia, fuera de ser expresiones descomedidas, no son razones
para revivir un proceso que ha finalizado. Tampoco lo es la opinión de
la peticionaria de que se le ha denegado justicia; ya que hubo
sentencia, la decisión está motivada y el hecho de que la pretensión no
hubiera prosperado no significa denegación de justicia.” 394

A través de la solicitud de nulidad no se puede pretender reabrir un debate que


ya ha sido cerrado en las discusiones de la Sala de Revisión o la Sala
Plena.”395

La Corte ha señalado que la violación del debido proceso que puede dar lugar
a la nulidad de una sentencia de una Sala de Revisión se puede presentar en
varias hipótesis:

“Por lo tanto, para la pretendida declaración de nulidad de una decisión


adoptada por la Corte, debe demostrarse plenamente la violación al
debido proceso, bien por el desconocimiento de las reglas aplicables al
respectivo procedimiento constitucional a surtir, o bien por la violación de
la cosa juzgada constitucional o por el cambio de jurisprudencia con su
decisión, ya que el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991 exige un
pronunciamiento del pleno de la Corte para que pueda producirse dicho
cambio. En tal caso, habría que expedir las medidas correctivas
pertinentes para recobrar la normalidad de la vigencia del sistema jurídico
constitucional que se ha visto alterado. (Auto 016 de 1 de marzo de 2000
M.P. Alvaro Tafur Galvis. Solicitud de nulidad contra la sentencia T-973 de
1999. La Corte resolvió denegar la solicitud formulada).”

De otra parte, la Corte interpreta restrictivamente las causales de nulidad


contra los fallos judiciales con miras a evitar el abuso de este mecanismo y a
poner fin definitivo a las controversias judiciales. Ha dicho la Corte a este
respecto:

394 Ver Auto de Sala Plena de 28 de noviembre de 2001 (En esta ocasión la Corte consideró improcedente la solicitud de
nulidad de la sentencia T-1084/01 por considerar que el caso de la accionante no era idéntico al tratado en jurisprudencia
anterior con referencia al respeto del resultado de los concursos para el nombramiento de funcionarios de carrera
administrativa).
395 Corte Constitucional, Auto 13 de febrero de 2002 (En esta ocasión la Corte considero que no había irrespeto a la

jurisprudencia de unificación de la Sala Plena de la Corte Constitucional porque el caso que estudió la Corte en sentencia
SU-1300 de 2001, que denegara la tutela solicitada por el doctor Rodrigo Garativo Hernández, y cuya nulidad solicitaba
este mismo, no tenía precedente alguno en la jurisprudencia de la Corte Constitucional, además de no haberse
desconocido el debido proceso ni en el trámite ni en la decisión de tutela).
138
“En la Corte Constitucional se han tramitado nulidades, aún después
de proferido el fallo; pero la Corporación ha advertido que “debe
adoptarse el máximo de cuidado, porque de lo contrario se podrían
cometer injusticias, perderían seriedad los fallos y se podría usurpar
jurisdicción al revivir procesos legalmente concluidos” 396.

En particular ha insistido la Corte que “la sola circunstancia de que el actor o


alguno de los intervinientes dentro del proceso no compartan los argumentos
expuestos por la Corporación en su providencia no es elemento suficiente
para que pueda prosperar la pretensión de su nulidad” (Auto del 27 de junio de
1996).”397 Respecto del cambio de jurisprudencia como causal de nulidad
específicamente invocada por el solicitante en esta oportunidad, la Corte ha
reiterado lo siguiente:

“1.3 En materia de solicitudes de nulidad contra las sentencias, la Sala


Plena de la Corte Constitucional, con un criterio esencialmente restrictivo
ha declarado su procedencia en situaciones excepcionales.
Concretamente, cuando se vulnera el derecho al debido proceso. Esta
Corporación ha considerado que, en ciertos casos, y dadas determinadas
condiciones, es procedente solicitar la nulidad de una Sentencia dictada
por una Sala de Revisión, cuando ésta cambia la jurisprudencia. Con
todo, ha dejado claro que “(…) la trasgresión implícita en ese motivo de
nulidad (1) no puede contraerse a diferencias accidentales entre casos
aparentemente iguales, ni (2) consiste en la utilización de expresiones en
apariencia contrarias a la doctrina establecida pero sólo aplicables al
asunto en estudio, (3) ni tampoco en la exploración de criterios jurídicos
novedosos para dar eficaz solución a circunstancias excepcionales.” 398

La jurisprudencia sobre nulidad de sentencias de la Corte Constitucional 399

El artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 prevé que “contra las sentencias de la
Corte Constitucional no procede recurso alguno” y que las nulidades de los
procesos ante la Corte sólo podrán alegarse antes de proferido el fallo,
“únicamente por violación al debido proceso”. No obstante, cuando la
irregularidad alegada nace de la misma sentencia, esta Corporación ha
admitido la posibilidad de solicitar la nulidad de una sentencia con
posterioridad a su emisión.

En materia de sentencias de tutela la jurisprudencia constitucional ha


considerado, de tiempo atrás, la posibilidad de declarar la nulidad de las
sentencias proferidas por las Salas de Revisión, en ciertos eventos realmente

396 Corte Constitucional, Auto 024 de 1994. (En esta ocasión la Sala Plena de la Corte denegó la solicit ud de nulidad de la
sentencia T-341 de 1994 por considerar que no pueden invocarse como causal de nulidad las irregularidades en trámites
legales, salvo que éstos se fundamenten en la Constitución. Además, las presuntas incongruencias con interpretaciones
hechas en casos similares o aparentemente similares sean causales de nulidad).
397 Corte Constitucional, Auto A-013 de 1997. (En esta ocasión la Corte denegó la nulidad de la Sentencia T-566 de 1996,

proferida por la Sala Segunda de Revisión, por considerar que con esta sentencia no se desconoció la jurisprudencia de
Sala Plena, respecto de la personería de los accionantes, trabajadores individualmente considerados, quienes ejercieron la
acción de tutela con el objeto de reclamar reivindicaciones de orden sindical).
398 Auto 053 de 14 de febrero de 2001.
399 Auto 068 de 2007. M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
139
excepcionales, que supongan una grave afectación al debido proceso y
previo el cumplimiento de una exigente carga argumentativa por parte de
quien alega la existencia de una nulidad, en el sentido de explicar de manera
clara y expresa los preceptos constitucionales transgredidos y su incidencia en
la decisión adoptada.

En tal sentido, la Corte Constitucional ha definido jurisprudencialmente las


causales de procedencia de peticiones de nulidad contra sentencias proferidas
por las Salas de Revisión en el siguiente sentido:

“(i) Cuando una Sala de Revisión modifica o cambia el criterio de


interpretación o la posición jurisprudencial fijado por la Sala Plena frente a
una misma situación jurídica. En la medida en que el art. 34 del Decreto
2591 de 1991 dispone que todo cambio de jurisprudencia debe ser
decidido por la Sala Plena de la Corporación, el cambio de jurisprudencia
por parte de una Sala de Revisión desconoce el principio del juez natural
y vulnera el derecho a la igualdad.

(ii) Cuando las decisiones no sean tomadas por las mayorías legalmente
establecidas. Esto ocurre, en los casos en que se dicta sentencia sin que
haya sido aprobada por las mayorías exigidas en el Decreto 2067 de
1991, el Acuerdo No. 05 de octubre 15 de 1992 y la Ley 270 de 1996.

(iii) Cuando se presente una incongruencia entre la parte motiva y


resolutiva del fallo, generando incertidumbre con respecto a la decisión
tomada. Esto ocurre, en los casos en que la decisión es anfibológica o
ininteligible, cuando se contradice abiertamente o cuando carece
totalmente de fundamentación en la parte motiva. Cabe precisar que los
criterios utilizados para la adecuación de la sentencia, tanto de redacción
como de argumentación, no configuran violación al debido proceso. Al
respecto, señaló la Corte que: ‘[E]l estilo de las sentencias en cuanto
puedan ser más o menos extensas en el desarrollo de la argumentación
no incide en nada para una presunta nulidad. Además, en la tutela, la
confrontación es entre hechos y la viabilidad de la prosperidad de la
acción y nunca respecto al formalismo de la solicitud como si se tratara
de una demanda de carácter civil’.

(iv) Cuando en la parte resolutiva se profieran órdenes a particulares que


no fueron vinculados al proceso y que no tuvieron la oportunidad procesal
para intervenir en su defensa.

(v) Cuando la Sala de Revisión desconoce la existencia de la cosa


juzgada constitucional respecto de cierto asunto, caso en el cual lo que se
presente de parte de ésta una extralimitación en el ejercicio de las
competencias que le son atribuidas por la Constitución y la ley (...)” 400.

400 Auto 162 de 2003.


140
No cabe, entonces, entender el incidente de nulidad como una nueva
instancia procesal, en la cual se reabran debates y discusiones culminados
en relación con los hechos y la apreciación de las pruebas, sino tan sólo como
un mecanismo encaminado a salvaguardar el derecho fundamental al debido
proceso. De allí el carácter excepcional que ofrece dicho incidente y la carga
que tiene el accionante de enmarcar adecuadamente su petición dentro de
alguna de las causales reconocidas por la jurisprudencia constitucional, pues
si la solicitud de nulidad no demuestra la existencia de al menos una de dichas
causales de procedencia, la naturaleza excepcional y extraordinaria que
identifica este tipo de incidentes debe conducir a la denegación de la solicitud
impetrada.

Así, por elementales razones de seguridad jurídica y de necesidad en la


certeza del derecho, la declaratoria de nulidad de una sentencia de la Corte
Constitucional es excepcional y reviste características particulares. Sobre el
punto la Corte ha afirmado que una decisión de estas características está
sometida al advenimiento de "situaciones jurídicas especialísimas y
excepcionales" que sólo tienen lugar cuando "los fundamentos expuestos por
quien la alega muestran, de manera indudable y cierta, que las reglas
procesales aplicables a los procesos constitucionales, que no son otras que
las previstas en los decretos 2067 y 2591 de 1991, han sido quebrantadas,
con notoria y flagrante vulneración del debido proceso. Ella tiene que ser
significativa y trascendental, en cuanto a la decisión adoptada, es decir, debe
tener unas repercusiones sustanciales, para que la petición de nulidad pueda
prosperar.”401

En conclusión, para poder decretar la nulidad en cada caso en concreto es


necesario que se cumplan las exigencias reiteradas y reconocidas por esta
Corporación, es decir que los vicios que se invoquen impliquen una verdadera
afectación del debido proceso, cuya demostración sea “ostensible, probada,
significativa y trascendental, es decir, que tenga repercusiones sustanciales y
directas en la decisión o en sus efectos”402.

Procedibilidad de la solicitud de nulidad de la sentencias de tutela proferidas


por las Salas de Revisión

Adicional a las causales de procedencia, la jurisprudencia constitucional ha


definido los requisitos de procedibilidad de las solicitudes de nulidad dirigidas
contra sentencias proferidas por las Salas de Revisión de Tutelas. Tales
requisitos son esencialmente los siguientes:

a) La presentación oportuna de la solicitud constituye el primer requisito de


procedibilidad del incidente de nulidad de una sentencia de tutela
proferida por una Sala de Revisión. De conformidad con la jurisprudencia
constitucional, el término para proponer o alegar la nulidad de cualquier

401 Cfr., Auto del 22 de junio de 1995.


402 Auto 031 A de 2002
141
sentencia proferida por la Corte Constitucional es de tres (3) días
contados a partir de la notificación de la misma 403.

b) El incidente debe ser propuesto por un sujeto que cuente con


legitimación activa para solicitar la nulidad, esto es, la solicitud debe ser
presentada por quien haya sido parte en el trámite de la acción de tutela
o un tercero que resulte afectado por las órdenes proferidas en sede de
revisión.

c) Quien alega la existencia de una nulidad debe cumplir con una exigente
carga argumentativa, en el sentido de señalar de manera clara y expresa
la causal de nulidad invocada, los preceptos constitucionales
transgredidos y su incidencia en la decisión adoptada 404.

Artículo 31. Impugnación del fallo.

Del término para impugnar las sentencias de tutela 405

403 Sobre el plazo para interponer la solicitud de nulidad de una decisión proferida por la Corte Constitucional se afirma en
el Auto 163A de 2003:
“El artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 señala: “Dentro de los tres (3) días siguientes a su notificación el
fallo podrá ser impugnado por el Defensor del Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el representante
del órgano correspondiente, sin perjuicio de su cumplimiento inmediato...”.
“La Sala considera que ante la ausencia de norma legal expresa que indique el término dentro del cual se
debe proponer o alegar la nulidad de cualquier sentencia proferida por esta Corporación que se origine en la
misma, procede hacer uso de la aplicación analógica y aplicar el término de los tres (3) días señalado en el
artículo 31 antes citado para proponer cualquier nulidad que se origine en l a sentencia, por considerar
además que se dan los tres (3) presupuestos básicos para acudir a la aplicación del principio de la analogía,
así:
“a) Ausencia de norma que establezca el término procesal dentro del cual ha de presentarse la
solicitud de nulidad de las sentencias que profiera la Corte Constitucional.
“b) Se trata de dos (2) situaciones similares en cuanto en los dos (2) eventos se ataca la decisión o
sentencia que pone fin a una instancia o actuación; se refieren los dos (2) casos a situaciones de orden
procesal dentro de la acción de tutela, y además se trata de actuaciones que se surten con posterioridad a la
decisión de una instancia o actuación.
“c) La razón o fundamento de la existencia de un término perentorio para la presentación del escri to
de impugnación del fallo es el bien jurídico fundamental y superior de la seguridad jurídica que motiva a ésta
Corporación a establecer un término perentorio para la presentación de la solicitud de nulidad, como es, el
determinar en forma clara y precisa la oportunidad para el ejercicio de una facultad procesal, en virtud del
principio de la preclusión que orienta en forma general la actividad procesal y en aras de salvaguardar
valores del derecho como la seguridad jurídica y la justicia.
“Dicho término deberá contarse a partir de la fecha en que se notifique a las partes, la sentencia respectiva.
Al respecto, el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 establece que las sentencias en que se revise una
decisión de tutela deberán ser comunicadas inmediatamente al juez o tribunal competente de primera
instancia, el cual notificará la sentencia de la Corte a las partes por el medio que éste considere más
expedito y eficaz de conformidad con lo previsto por el artículo 16 ibídem.
“En conclusión, de conformidad con el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 contra sentencias de la Corte
Constitucional proferidas en desarrollo de los numerales primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto,
séptimo, octavo y décimo del artículo 241 de la Constitución Política Colombiana, no procede recurso alguno
ni solicitud de nulidad alguna. Excepcionalmente y como única excepción procede la solicitud de nulidad
contra las sentencias que dicten las Salas de Revisión por irregularidades cometidas en la sentencia; y la
única causal de nulidad es la violación al debido proceso; o sea del artículo 29 de la Constitución. Todas las
irregularidades cometidas antes de la sentencia no pueden ser alegadas, después de producida la sentencia
y quedan saneadas al ser proferida la misma.
“La solicitud de nulidad de las sentencias que profieran las Salas de Revisión de esta Corporación, debe ser
presentada dentro de los tres (3) días siguientes a la notificación de la misma; acto de notificación que
cumple el juez o tribunal que profirió el fallo de primera instancia; debiendo dejar constancia de la fecha de la
notificación y del medio empleado y que el juez consideró más expedito y eficaz de conformidad con lo
previsto en el artículo 16 del Decreto 2591 de 1991.”
404 Cfr. Autos 162/03, A-146A/03, A-029A y A031A de 2002, A-256/01. Ver también los autos 232/01, 053/01, 082/00,

050/00, 074/99, 013/99, 026ª/98, 022/98, 053/97, 033/95 y 008/93.


405 Auto 091 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
142
En relación con lo expuesto, esta Corporación ha sostenido que la
impugnación de las providencias de tutela constituye un derecho de rango
constitucional, a través del cual se busca que el superior jerárquico de la
autoridad judicial que realizó el pronunciamiento, evalúe nuevamente los
argumentos debatidos y adopte una decisión definitiva, ya sea confirmando o
revocando la sentencia de primera instancia. Precisamente, la Corte ha
determinado que:

"...Dispone el artículo 86, inciso 2°, de la Constitución Política,


refiriéndose al fallo mediante el cual se resuelve acerca de una acción de
tutela: '...podrá impugnarse ante el juez competente...'...
.
...Como lo dijo esta misma Sala en auto del 7 de septiembre de 1993,
estamos ante un derecho, reconocido directamente por la Carta a las
partes que intervienen dentro del proceso, para que, si la decisión
adoptada no es favorece o no les satisface, acudan ante el juez
competente según la definición que haga la ley - el superior jerárquico
correspondiente, al tenor del articulo 32 del Decreto 2591 de 1991 -, en
solicitud de nuevo estudio del caso. Se trata, pues, de un derecho de
naturaleza constitucional cuyo ejercicio no depende de la procedencia o
improcedencia de la acción..." (Sentencia T-034 de 1994. M.P. José
Gregorio Hernández Galindo. Subrayado por fuera del texto original).

Sin embargo, el ejercicio oportuno del derecho de impugnación exige su


interposición dentro del término perentorio que establece el artículo 31 del
Decreto 2591 de 1991, es decir: “Dentro de los tres días siguientes a la
notificación del fallo (...)”. Al respecto, resulta trascendental el
pronunciamiento efectuado por esta Corporación, en relación con la forma de
contar dicho término. Así, la Corte ha señalado que:

“Por último, cabe advertir que la notificación por telegrama a que hacen
referencia las normas citadas, debe realizarse teniendo en cuenta que por
este medio el peticionario pueda enterarse pronta y eficazmente de la
sentencia de tutela. Respecto del término para impugnar el fallo, conviene
remitirse a lo dispuesto en el artículo 4o. del decreto 306 de 1992 donde
se señala que para ‘la interpretación de las disposiciones sobre trámite de
la acción de tutela previstas por el Decreto 2591 de 1991 se aplicarán los
principios generales del Código de Procedimiento Civil, en todo aquello en
que no sean contrarios a dicho Decreto’. Con base en lo anterior, es
necesario remitirse al artículo 120 C.P.C. que prevé: ‘Todo término
comenzará a correr desde el día siguiente al de la notificación de la
providencia que la conceda (...)’. De acuerdo con lo anotado, se puede
afirmar que el deber del juez se limita a enviar el telegrama a la dirección
que el interesado ha señalado en su petición, contándose el término de
impugnación a partir del día siguiente en que se haya efectivamente
recibido, siempre y cuando esto sea plenamente demostrable, o, en su
defecto, a partir del día siguiente de su envío, según la constancia que se
encuentre en el expediente”406.

406Sentencia T-225 de 1993.


143

En otra oportunidad, esta Corporación sostuvo:

“...sólo cuando la persona efectivamente recibe el telegrama por medio del


cual conoce de la existencia del fallo, surte los efectos la notificación, por
lo que los tres días de que trata la norma ibídem [artículo 31 del decreto
2591 de 1991] deberán empezar a contarse a partir del día siguiente a
aquel en que la persona efectivamente conoció o recibió el
telegrama...”407.

Así las cosas, solamente cuando la persona notificada recibe el telegrama, es


decir, cuando efectivamente puede conocer la decisión, empieza a correr el
término de tres días de que dispone el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991,
para impugnar la determinación de instancia.

La408 notificación del auto que concede la impugnación es una garantía


necesaria para que las partes y los demás intervinientes que no impugnaron la
decisión ejerzan el derecho de defensa y soliciten la práctica de pruebas
dentro del trámite de la segunda instancia de la acción de tutela. En esa
medida, la omisión del juez de llevar a cabo la notificación puede constituir
una vulneración del derecho al debido proceso de quienes no fueron
notificados de conformidad con las normas que regulan el procedimiento
respectivo.

Artículo 32. Trámite de la impugnación.

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...32, ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Sentencia C-1716 de 2000409. Declarar EXEQUIBLE el aparte acusado del


artículo 32 del Decreto 2591 de 1991.

La410 Sentencia C-018 de 1993, al estudiar la palabra "eventual" en lo que


hace a la revisión de sentencias de tutela, resolvió en parte el cuestionamiento
planteado por el actor que hoy se evalúa. Luego de examinar las disposiciones
constitucionales y legales que obligan a la Corte en el contexto de la revisión
de los fallos producidos por los jueces de instancia en todo el país, concluyó:

"En ninguna parte del [artículo] 241.9 [de la Constitución] se está


consagrando la obligatoriedad de la revisión de todos los fallos de tutela y
(...), sólo en gracia de discusión, [la Corte] entrará a rebatir los
argumentos del actor, así: es más importante, en razón de su contenido y
alcances, la revisión eventual que la obligatoria, porque justamente la
labor de la Corte en materia de tutela es de orientación, consolidación de

407 Auto 13 de 1994.


408 Auto 301 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
409 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
410 C-1716 de 2000.
144
la jurisprudencia y pedagogía constitucional, todo lo cual se logra más
eficientemente con unos fallos preseleccionados por su importancia y
su carácter paradigmático, que con toda una suerte de sentencias
obligatorias y numerosas, la mayoría de las cuales terminarían siendo
una repetición de casos idénticos, que convertirían a la Corte
Constitucional en una tercera instancia ahogada en un mar de
confirmaciones de sentencias."

Este argumento resolvió el cuestionamiento hecho por el actor en ese


entonces, a la objeción que éste presentó sobre el carácter "eventual" de la
revisión de los fallos de tutela; justificó el pronunciamiento de fondo sobre
ciertos casos y no sobre todos en dos hechos: no existe obligación de revisar
cada uno de los casos de tutela que llegan a la Corte Constitucional, y es
mucho más fructífero y efectivo el trabajo que se hace con unos pocos casos
significativos e importantes.

El proceso de selección de tutelas para revisión. El demandante equipara la


revisión eventual de los fallos de tutela a una "selección al azar". Esto en nada
corresponde al tratamiento que se da a los expedientes de tutela que, por
mandato de los artículos 86 y 241-9 de la Carta Política llegan a revisión
obligatoria en la Corte Constitucional. De acuerdo con el Reglamento Interno
de la Corporación,411 cada mes dos Magistrados integran una Sala de
Selección, y tienen a su cargo la escogencia de los expedientes de tutela para
revisión. Tendente a llevar a cabo esta función, la Secretaría General de la
Corte les suministra reseñas esquemáticas de todas las tutelas que llegan a la
Corte durante el mes anterior, es decir, de TODOS los expedientes que
corresponden a las demandas de este tipo que se presentan en el país. Esa
reseña es el sucinto y conciso recuento de cada proceso, resultado de un
cuidadoso examen del expediente: el encargado de analizar el caso, a más de
consignar sus datos básicos de identificación (nombre del actor, demandado,
derecho invocado, hechos de la demanda) revisa los fallos de instancia, las
pruebas en que se sustentan, y realiza una anotación en caso de encontrar
una posible violación a los derechos fundamentales de quien interpone la
tutela.. Dado que en estas "Salas de Selección" la gran mayoría de fallos son
excluidos de revisión posterior, existe la posibilidad de insistir en el estudio del
caso por la Corte: cualquier Magistrado o el Defensor del Pueblo puede
solicitar, por iniciativa propia o atendiendo la petición de un ciudadano, la
elección de un expediente para revisión por la Corte, si considera que el caso
lo amerita.412 Los integrantes de la Sala de Selección, nuevamente tienen la
última palabra.

411 Adoptado por el Acuerdo 01 de 1992; adicionado por los Acuerdos 03 y 04 de 1992 y de nuevo codificado por el
Acuerdo 05 de 1992. Posteriormente, adicionado por los Acuerdos 01 de 1995, 01 de 1996, 01 de 1997, 01 de 1999 y 01
de 2000. En particular, ver el Capítulo XIII, "De la revisión de las sentencias de tutela", artículo 49.
412 “Según el artículo 33 del decreto 2591 de 1991,[declarado exequible por la Corte en Sentencia C -018/93] es facultad de

la Sala de Selección escoger de forma discrecional las sentencias de tutela que serán objeto de revisión. En tal virtud, las
peticiones que se reciban de personas interesadas en que se revise un fallo de tutela, serán respondidas por el secretar io
general de la Corporación, de conformidad con lo ordenado por la Sala de Selección (Acuerdo 01 de 1997).
De la misma manera, se procederá en caso de petición de insistencia de los particulares en la revisión de un fallo excluido
de revisión, la cual es facultativa del Defensor del Pueblo o de un magistrado de la Corte Constitucional, en los términos
del citado artículo 33 del decreto 2591 de 1991 (Acuerdo 01 de 1997).”
(…)
“Artículo 51. Insistencia. Además de los treinta días de que dispone la Sala de Selección y en virtud de lo dispuesto por el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, cualquier Magistrado titular o el Defensor del Pueblo, podrá insistir en la selección
de una o más tutelas para su revisión, dentro de los quince días calendario siguientes a:
145

Los expedientes no seleccionados. El demandante se queja de que


"queda sin revisión una cantidad mayor a la seleccionada"; pero ello no quiere
decir que los involucrados en esos casos estén "en el limbo a donde no llega
la aplicación de justicia", pues las razones para ‘descartar’ un expediente, tal y
como puede deducirse de la explicación anterior, no tienen que ver con
criterios discriminatorios, el azar o la ligereza en el examen de los casos. Cada
uno de los fallos que llega a la Corte es estudiado, pero no todos ameritan
revisión, y la razón es simple: la gran mayoría de ellos contiene decisiones de
instancia que son correctas, y la protección de un derecho, o su negación, han
sido ordenadas de acuerdo con la Carta y la jurisprudencia de esta
Corporación. En esa medida, resultaría inoficioso, y contrario a los principios
de igualdad, economía y eficiencia, que la Corte se pronunciara expresamente
sobre cada uno de los casos que le son remitidos. A través del mecanismo
descrito, la Corte revisa a fondo cada una de las decisiones que a ella llegan y,
si detecta la vulneración de algún derecho o principio fundamental, que no fue
identificada por el juez de instancia, o la orden impartida por este último no
restablece por completo los derechos vulnerados, retoma el caso y se
pronuncia expresamente para subsanar el error. Al respecto ha dicho la
Corporación:

"El artículo 86 de la Constitución consagra la revisión eventual, por esta


Corte, de las decisiones proferidas por los jueces en materia de tutela. Se
trata, a la luz del precepto superior, de un examen constitucional que
recae sobre las providencias judiciales que han resuelto en materia de
amparo. La Corte, que tiene a su cargo la guarda de la integridad y
supremacía de la Carta Política, verifica la conformidad de esas
determinaciones con los principios y fundamentos de la Constitución
Política, con el objeto de unificar la jurisprudencia y para trazar pautas
doctrinales que permitan la solución, con arreglo a los mandatos
supremos, de posteriores casos, similares a los ya vistos. En tal sentido,
los casos concretos que los jueces de tutela ya han estudiado y sobre los
cuales han proferido decisión, favorable o desfavorable a la protección
pedida, no constituyen el motivo primario de la revisión constitucional. El
objetivo del análisis que emprende la Corte es el de arrojar luz sobre el
alcance y contenido sistemático de las normas fundamentales relativas a
derechos de esa misma índole, formulando las directrices de
interpretación y aplicación que han de ilustrar sucesivas decisiones
judiciales. Ello, a propósito de los casos escogidos, que son paradigmas
de los cuales parte la Corte para establecer su doctrina constitucional y la
jurisprudencia.

1. La comunicación de la Secretaría General de la Corte al despacho del Magistrado sobre la decisión negativa de la Sala
de Selección.
2. El recibo de dicha información por parte del Defensor del Pueblo.
(Acuerdo 04 de 1992) [Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano),
se resolvió no acceder a la petición de nulidad de este artículo.]
Artículo 52. Trámite de la insistencia. Recibida la solicitud, la Sala de Selección de turno entrará a reexaminar en los
términos y por las causales previstas en el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, la tutela objeto de insistencia. Si
encuentra procedente la selección, así lo hará y dispondrá su reparto. Si la decisión fuere negativa, se informará de ello al
solicitante dentro de los tres días siguientes. Contra las decisiones de selección no procederá recurso alguno (Acuerdo 04
de 1992).” [Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió
no acceder a la petición de nulidad de este artículo.]
146
Claro está, si el caso tomado por la Corte como ejemplo para sentar
su doctrina ha sido resuelto en contravía de la Constitución, es
preciso que corrija la providencia dictada y, asumiendo el papel de juez
de tutela en concreto, disponga lo necesario para ajustar la decisión a la
Carta Política. La Corte ejerce por este camino una de las más
importantes formas de control de constitucionalidad, que recae en
principio sobre actos judiciales y que se proyecta, a través de la doctrina y
la jurisprudencia que trace, sobre el futuro entendimiento y aplicación de
la Carta, en procesos y actuaciones posteriores, por todos los órganos y
funcionarios del Estado y por los particulares. Así, pues, la revisión ante
la Corte no es una instancia adicional a las ya surtidas ni constituye un
momento procesal forzoso que pudiera tenerse como aplicable a todas
las controversias de tutela. Por tanto, la selección de casos singulares
para revisión constitucional no es un derecho de ninguna de las partes
que han intervenido en los procesos de amparo, ni tampoco de los jueces
que acerca de ellos han resuelto. La Corte Constitucional revisa esos
fallos "eventualmente", como lo dice la Constitución, es decir, puede no
revisarlos, si no lo tiene a bien, y la decisión de no hacerlo es
discrecional, de manera que no se quebranta derecho subjetivo alguno
por decidir la Corte que se abstiene de escoger un determinado proceso
con tal fin. En esas ocasiones, el efecto jurídico de la no selección es
concretamente el de la firmeza del fallo correspondiente, bien que haya
sido de primera instancia, no impugnado, o de segundo grado.” 413

Valga414 anotar que el asunto que en este acápite se analiza no es asimilable a


la situación que se presenta cuando la Corte Constitucional, a través de su
correspondiente Sala de Selección, se abstiene de escoger un fallo de tutela
para su revisión. En este caso no se trata de analizar las razones que la parte
interesada aduce con el propósito de invalidar una sentencia que considera
viciada, pues no se está en presencia de recurso alguno. Lo que hace la Corte
es ejercer una potestad que directamente le confiere la Constitución de
establecer si en un determinado fallo, al contradecir una doctrina sentada por
la Corporación, se ha desconocido un derecho fundamental del actor y, por
contera, se ha vulnerado, por ese mismo hecho, el principio de igualdad. No
hay de por medio una demanda cuyo petitum deba ser analizado y respondido
mediante una sentencia de mérito, que acoja o deseche las razones del actor.
Es el propio Constituyente el que ha dispuesto que el proceso de tutela
concluya en la segunda instancia, si hay impugnación, o en la primera si no la
hay, y que la revisión eventual por la Corte tenga por objeto el que arriba se
anotó.

El valor de la revisión de los fallos de tutela por la Corte Constitucional 415

La Constitución misma previó un proceso especial contra cualquier falta de


protección de los derechos fundamentales: la revisión de las sentencias de
tutela proferidas por los jueces constitucionales (art. 86 inciso 2º C.P.). La

413 Auto 027/98. En este mismo sentido, ver la Sentencia T-424/95 y el Auto 034/96.
414 C-252 de 2001. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
415
SU.1219 de 2001. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
147
revisión que lleva a cabo la Corte Constitucional incluye las vías de hecho
de los mismos jueces de tutela. Se trata de un mecanismo especial para
garantizar el cierre del sistema jurídico por el órgano constitucional encargado
de salvaguardar la supremacía de la Constitución. La revisión de las
sentencias de tutela abarca tres dimensiones: 1) el deber de remitir a la Corte
Constitucional la totalidad de los fallos de tutela adoptados por los jueces de la
República para su eventual revisión; 2) los efectos de la decisión de la Corte
respecto de cada uno de los casos a ella remitidos y 3) el ámbito del control
ejercido por la Corte cuando decide revisar un fallo de tutela.

Primero, el deber de remisión de todos los fallos de tutela a la Corte


Constitucional obedece a la necesidad de que sea un órgano centralizado al
cual se le confió la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución el
que finalmente determine cuáles son los fallos de tutela que representan una
aplicación adecuada de los derechos constitucionales y así ejerza la tarea de
unificación jurisprudencial en materia de derechos fundamentales y de
desarrollo judicial de la Constitución. Con esta decisión el Constituyente ha
creado el mecanismo más amplio, y a la vez eficaz, para evitar que los
derechos fundamentales no obtengan la protección que merecen como
principios medulares de la organización política colombiana. Es así como la
Corte Constitucional debe mirar la totalidad de las sentencias de tutela, bien
sea para seleccionar las sentencias que ameritan una revisión o para decretar
su no selección pero en cualquiera de estos dos eventos debe estudiar el fallo
de instancia y adoptar una decisión al respecto. Por otra parte, en el proceso
de selección, cualquier persona tiene la posibilidad de elevar una petición ante
la Corte para que una determinada sentencia sea escogida porque, a su juicio,
incurrió en un error, incluso si éste no tiene la entidad y la gravedad para
constituir una vía de hecho.416

Segundo, la decisión de la Corte Constitucional consistente en no seleccionar


para revisión una sentencia de tutela tiene como efecto principal la ejecutoria
formal y material de esta sentencia, con lo que opera el fenómeno de la cosa
juzgada constitucional. Salvo la eventualidad de la anulación de dicha
sentencia por parte de la misma Corte Constitucional de conformidad con la
ley, la decisión de excluir la sentencia de tutela de la revisión se traduce en el
establecimiento de una cosa juzgada inmutable y definitiva. De esta forma se
resguarda el principio de la seguridad jurídica y se manifiesta el carácter de la
Corte Constitucional como órgano de cierre del sistema jurídico. Tercero, el
ámbito del control que ejerce la Corte cuando adelanta el proceso de
selección de fallos de tutela es mucho más amplio que el efectuado respecto
de las vías de hecho. En otras palabras, la Corte no se limita a seleccionar los
fallos de tutela arbitrarios, sino que además escoge fallos que así no se hayan
situado en los extramuros del orden jurídico, representan interpretaciones de
los derechos que plantean un problema valioso para el desarrollo
jurisprudencial de la Constitución ya que el Decreto 2591 le confiere esa
facultad. Pero, obviamente, cuando un fallo de tutela constituye una vía de
hecho, éste es contrario a la Constitución y existen poderosas razones para

416
Así lo hacen diariamente muchas personas, cuyos memoriales son estudiados al momento de analizar el expediente
antes de elaborar el informe que la Unidad de Tutela le presenta a los magistrados para que estos seleccionen los fallos
que habrán de ser revisados.
148
que forme parte de las sentencias de instancia seleccionadas para ser
revisadas por esta Corte. Así la institución de la revisión se erige, además
de las funciones ya mencionadas, como una control específico e idóneo de los
fallos de instancia que violan de manera grosera la Constitución, esto es, son
una vía de hecho. El procedimiento de revisión es, por tanto, un mecanismo
expresamente regulado en la Constitución con el fin de brindar una protección
óptima a los derechos fundamentales en atención a la importancia que ellos
tienen para las personas y el sistema democrático y constitucional de derecho.
Ninguna otra acción, sea constitucional o legal, goza de un mecanismo
equivalente al de la revisión de la decisión judicial. Y no podía ser de otra
manera, dada la función confiada a la la Corte Constitucional para la constante
defensa de los derechos fundamentales.

Cosa juzgada constitucional y cosa juzgada ordinaria

Admitir que los fallos de tutela definitivamente decididos o excluidos para


revisión sean luego objeto de una nueva acción de tutela, sería como instituir
un recurso adicional ante la Corte Constitucional para la insistencia en l a
revisión de un proceso de tutela ya concluido, lo cual es contrario a la
Constitución (art. 86 C.P.), a la ley (art. 33 del Decreto 2591 de 1991) y a las
normas reglamentarias en la materia (arts. 49 a 52 del Reglamento Interno de
la Corte Constitucional). Las Salas de Selección de la Corte Constitucional,
salvo sus facultades legales y reglamentarias, no tienen la facultad de
seleccionar lo que ya ha sido excluido de selección para revisión ni una acción
de tutela contra uno de sus fallos de tutela. Esto por una poderosa razón.
Decidido un caso por la Corte Constitucional o terminado el proceso de
selección para revisión y precluido el lapso establecido para insistir en la
selección de un proceso de tutela para revisión (art. 33 del Decreto 2591 de
1991 y art. 49 a 52 del Reglamento Interno de la Corte Constitucional 417),
opera el fenómeno de la cosa juzgada constitucional (art. 243 numeral 1 C.P.).
Una vez ha quedado definitivamente en firme una sentencia de tutela por
decisión judicial de la Corte Constitucional, no hay lugar a reabrir el debate
sobre lo decidido.

417 Reglamento Interno de la Corte Constitucional, Artículo 49. Sala de Selección de Tutelas. (…) Según el artículo 33 del
decreto 2591 de 1991, es facultad de la Sala de Selección escoger de forma discrecional las sentencias de tutela que
serán objeto de revisión. En tal virtud, las peticiones que se reciban de personas interesadas en que se revise un fallo de
tutela, serán respondidas por el secretario general de la Corporación, de conformidad con lo ordenado por la Sala de
Selección (Acuerdo 01 de 1997).
De la misma manera, se procederá en caso de petición de insistencia de los particulares en la revisión de un fallo excluido
de revisión, la cual es facultativa del Defensor del Pueblo o de un magistrado de la Corte Constitucional, en los términos
del citado artículo 33 del decreto 2591 de 1991 (Acuerdo 01 de 1997).
Artículo 51. Insistencia. Además de los treinta días de que dispone la Sala de Selección y en virtud de lo dispuesto por el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, cualquier Magistrado titular o el Defensor del Pueblo, podrá insistir en la selección
de una o más tutelas para su revisión, dentro de los quince días calendario siguientes a:
1. La comunicación de la Secretaría General de la Corte al despacho del Magistrado sobre la decisión negativa de la Sala
de Selección.
2. El recibo de dicha información por parte del Defensor del Pueblo.
(Acuerdo 04 de 1992)
Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió no acceder
a la petición de nulidad de este artículo.
Artículo 52. Trámite de la insistencia. Recibida la solicitud, la Sala de Selección de turno entrará a reexaminar en los
términos y por las causales previstas en el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, la tutela objeto de insistencia. Si
encuentra procedente la selección, así lo hará y dispondrá su reparto. Si la decisión fuere negativa, se informará de ello al
solicitante dentro de los tres días siguientes. Contra las decisiones de selección no procederá recurso alguno (Acuerdo 04
de 1992).
Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió no acceder
a la petición de nulidad de este artículo.
149
418
De conformidad con lo establecido en el artículo 241 de la Constitución
Política de 1991, a la Corte Constitucional se le confía la guarda de la
integridad y supremacía de la Constitución, “en los estrictos y precisos
términos” señalados en la norma, en consecuencia la atribución de
competencias dada a la Corte Constitucional, fue regulada íntegramente por el
Constituyente en la Carta Política y emana directamente de sus preceptos. En
desarrollo de la competencia conferida en los artículos 86 y 241 numeral 9º de
la Carta y en los artículos 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Corte
Constitucional tiene la función de revisar de manera eventual, las decisiones
judiciales relacionadas con la acción de tutela de los derechos constitucionales
y en cumplimiento de esta función ejerce su papel como supremo guardián de
los derechos y libertades fundamentales. De acuerdo con lo regulado en el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, para la revisión de los f allos de tutela,
se designará dos de sus magistrados para que seleccionen, “sin motivación
expresa y según su criterio”, las sentencias de tutela que habrán de ser
revisadas.

La revisión eventual por parte de la Corte Constitucional no configura una


tercera instancia, pues como se afirmó en Auto de Agosto 1º de 1996: “…no
ha sido prevista por la Constitución para dar a las partes nueva posibilidad de
atacar las determinaciones judiciales de primero y segundo grado. Su sentido
y razón consisten en asegurar que, por parte del tribunal que tiene a su cargo
la guarda de la integridad y supremacía de la Carta Política, se unifiquen los
criterios con base en los cuales ella se interpreta y aplica en materia de
derechos, se elabore la doctrina constitucional y se tracen las pautas de la
jurisprudencia, a propósito de casos paradigmáticos, sobre el alcance de los
principios, postulados, preceptos y reglas de la constitución, corrigiendo de
paso, si hay lugar a ello, las desviaciones y errores de equivocadas
interpretaciones y decisiones judiciales.” Así entonces, en materia de revisión
de las Sentencias de tutela por la Corte Constitucional, la Constitución no
ordena a esta Corporación seleccionar y revisar todos los fallos de tutela como
lo afirma el peticionario, sino que le concede libertad en la escogencia en
forma autónoma y discrecional, según los criterios y los objetivos que ella
misma determine o los que juzgue pertinentes para la protección de los
derechos fundamentales.

Esta discrecionalidad implica que la Corte tiene plena libertad para determinar
cuáles procesos son estudiados por ella, sin que la ley, ni ninguna otra
regulación de menor jerarquía, puedan obligarla a seleccionar un determinado
caso de tutela, o una cierta cantidad de los mismos. En Sentencia C-037 de
1996, la Corte precisó que la facultad de selección es “una atribución libre y
discrecional de la Corporación para revisar los fallos de tutela que sean
remitidos por los diferentes despachos judiciales, con el fin de unificar la
jurisprudencia sobre la materia y de sentar bases sólidas sobre las que los
demás administradores de justicia se puedan inspirar al momento de
pronunciarse acerca de los derechos fundamentales dentro del ordenamiento
jurídico colombiano”.

418 Auto 012 de 2004. Sala Plena.


150
Por su parte, en Auto 031A del 30 de abril de 2002, la Corte afirmó que las
Sentencias de las Salas de Revisión orientan la interpretación de las
sentencias unificatorias y precisan su alcance en otros casos concretos,
encauzando así la labor de los jueces en las instancias. Además, en aquellos
temas donde no haya alguna posición de la plenaria, las salas de revisión
cuentan con un amplísimo margen de análisis, pues además de crear la
jurisprudencia, establecen los parámetros que deberán atender los jueces de
instancia. En consecuencia, la labor sistémica de la Corte no está reservada
solamente a la Sala Plena, sino también a cada una de las Salas de Revisión.
Por último es preciso reiterar que la facultad discrecional de revisión implica
también que el papel de la Corte no consiste en corregir todos los eventuales
errores en que hayan podido incurrir los jueces al decidir los casos, sino que
busca unificar la doctrina sobre el alcance de los derechos fundamentales. En
la Sentencia T-269 de 1995, ha dicho esta Corporación: “El objetivo primordial
de la revisión eventual, mucho más allá de la resolución específica del caso
escogido, es el análisis de fondo sobre la manera como se ha interpretado y
aplicado por los jueces la preceptiva constitucional y la definición que hace la
Corte, en el plano doctrinal, acerca de cómo debe entenderse y aplicarse en
casos posteriores en los que surja el mismo debate, a propósito de hechos o
circunstancias regidas por idénticos preceptos.

Por supuesto, es indispensable que el caso particular, a partir de ese examen,


sea también resuelto por la Corte, bien confirmando, ya modificando o
revocando los fallos de instancia. Pero tal resolución no es el único ni el más
importante propósito de la revisión y viene a ser secundario frente a los fines
de establecimiento de la doctrina constitucional y de unificación de la
jurisprudencia, que tienen un sentido institucional y no subjetivo.” Así
entonces, contra los autos proferidos por las Salas de Selección no procede
causal alguna de nulidad, toda vez que la escogencia de los casos de revisión,
constituye un trámite “eventual” (Art.86 C.P.), realizado “sin motivación
expresa y según su criterio” (Art. 33 Dto. 2591/91), fundamentado en precisas
facultades que le confieren a esta Corporación discrecionalidad, libertad y
autonomía, de conformidad con los criterios y los objetivos que ella misma
determine.

Artículo 33. Revisión por la Corte Constitucional

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...33 ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Decreto 262 de 22 de febrero de 2000. ARTÍCULO 7°. Funciones. El


Procurador General de la Nación cumple las siguientes funciones: ...12.
Solicitar ante la Corte Constitucional la revisión de fallos de tutela, cuando lo
considere necesario en defensa del orden jurídico, el patrimonio público o de
los derechos y garantías fundamentales.

Artículo 34. Decisión en Sala.


151

Sentencia C-018 de 1993. Declarar EXEQUIBLE los artículos ...34 del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por los
motivos expresados en su oportunidad.

Unificación de jurisprudencia de tutela 419. Se tacha de inconstitucionalidad la


unificación de la jurisprudencia de tutela por parte de la Corte Constitucional,
pues, al sentir de los actores, ello contraría el artículo 230 de la Carta, según
el cual la jurisprudencia es criterio auxiliar pero no obligatorio para los jueces.
En la norma acusada se regula el tema relativo a las sentencias de la Corte
Constitucional en materia de revisión de tutelas y no a los demás asuntos de
constitucionalidad de que trata el artículo 241 de la Carta. Con el artículo 34
del Decreto 2591 de 1991 se busca específicamente unificar las sentencias de
revisión de tutela de la Corporación. Ello por cuanto la jurisprudencia de la
Corte debe ser universal, coherente y consistente, con el ánimo de realizar el
principio de igualdad material (art. 13 de la Carta), en virtud del cual se debe
conferir igual tratamiento a situaciones similares, así como propiciar un mínimo
de certeza en el tráfico jurídico. Tales atributos de la jurisprudencia
constitucional requieren de la existencia de un mecanismo de unificación, toda
vez que la Corte Constitucional, de conformidad con los artículos 33, 34 y 35
del Decreto 2591 de 1991, falla los asuntos de tutela mediante las diferentes
salas de revisión, cada uno de ellas encabezada por uno de los Magistrados
de la Corporación, de suerte que existen tantas salas de revisión de sentencias
de tutela como Magistrados de la Corte. Por eso no es de extrañar que en un
punto concreto del discurso jurídico constitucional no exista unidad de criterios
entre una y otra sala de la Corporación. Tal fenómeno es perfectamente viable
y natural. Para resolver entonces la falta de unidad que producirían
pronunciamientos disímiles de las distintas salas de revisión de tutela es que
se ha establecido justamente la norma acusada. De allí su pertinencia, su
razonabilidad y su constitucionalidad. Lo anterior adquiere mayores
dimensiones si se tiene en cuenta que la revisión de sentencias de tutela por
parte de la Corporación es eventual, esto es, no se revisan todas las
sentencias sino tan sólo aquellas que sean seleccionadas por tener un
carácter paradigmático. Tal carácter tiene dos implicaciones: es obligatorio y
es didáctico. Lo obligatorio proviene de los artículos 243 de la Carta y 46 del
Decreto 2067 de 1991; lo didáctico del artículo 41 idem. Por tanto mal haría la
Corte en contribuir a la didáctica constitucional mediante sentencias
contradictorias, que antes que educar desorientan y crean confusión. Para ello
entonces se creó el mecanismo unificador regulado en la norma que nos
ocupa. Ahora bien, del hecho de que la Corte disponga de instrumentos para
solucionar los problemas resultantes de sentencias contradictorias no se sigue
necesaria y fatalmente que los demás jueces de la República tengan
forzosamente que seguir dicha jurisprudencia. Una cosa no conduce a la otra.
Por otra parte la norma acusada es concordante con el artículo 243 de la
Constitución, que dice: Los fallos que la Corte dicte en ejercicio del control
jurisdiccional hacen tránsito a cosa juzgada constitucional.

Ahora bien, la fuerza jurídica de las sentencias de revisión de tutela de la


Corte está relacionada con la función que cumple la jurisdicción constitucional
419 C-018/93.
152
en materia de defensa y protección de los derechos fundamentales. La
competencia de revisión eventual y autónoma (CP art. 241.9) depositada
en la Corte Constitucional -como cabeza de la jurisdicción constitucional,
supremo guardián y máximo intérprete de la Carta-, hace que el interés
principal de las sentencias de revisión no sea resolver el caso específico sino
sentar una doctrina cuyo destinatario es el país entero, de forma que la
sujeción a ésta por parte de las autoridades y los particulares vaya forjando
una cultura de respeto de los derechos fundamentales. Aún cuando los
efectos jurídicos emanados de la parte resolutiva de un fallo de revisión
solamente obligan a las partes, el valor doctrinal de los fundamentos jurídicos
o consideraciones de estas sentencias trasciende el asunto revisado. La
interpretación constitucional fijada por la Corte determina el contenido y
alcance de los preceptos de la Carta y hace parte, a su vez, del "imperio de la
ley" a que están sujetos los jueces según lo dispuesto en el artículo 230 de la
Constitución. La Corte Constitucional ejerce una función democrática
primordial al revisar las sentencias de tutela y al fijar con su doctrina los
valores políticos acogidos por el constituyente, de forma que los derechos
fundamentales sean actualizados constantemente y se racionalice la solución
de los conflictos sociales. La jurisdicción constitucional, por medio de su
jurisprudencia y su doctrina, es un importante mecanismo de integración
política y social. Las decisiones de tutela de la Corte Constitucional, se reitera,
no se limitan a resolver el conflicto particular sino que tienen un efecto
pedagógico que afianza y arraiga el papel rector de la Constitución en el
arbitraje social y la regulación de la vida en comunidad. La jurisprudencia
constitucional de derechos fundamentales cumple así una triple función
legitimadora: es marco de referencia para las autoridades y los particulares,
asegura la efectividad de los derechos, principios y deberes consagrados en la
Constitución y genera el consenso social indispensable para la convivencia
pacífica. En este contexto y no en otro es que debe entenderse la fuerza
jurídica de las sentencias de revisión que profiere la Corte Constitucional.

De420 conformidad con la jurisprudencia de esta Corte, 421 para que un cambio
jurisprudencial no se considere arbitrario, éste debe obedecer a razones
poderosas que lleven no sólo a modificar la solución al problema jurídico
concreto sino que prevalezcan sobre las consideraciones relativas al derecho
a la igualdad y a la seguridad jurídica que invitarían a seguir el precedente. 422
Dentro de tales razones la Corte encuentra que, en este caso, las más
pertinentes aluden a los siguientes puntos:

420 C-228 de 2002. Ms. Ps. Manuel José Cepeda Espinosa y Eduardo Montealegre Lynett.
421 Corte Constitucional, Sentencia C-194/95. Aclaración de Voto de Eduardo Cifuentes Muñoz, Alejandro Martínez
Caballero y Vladimiro Naranjo Mesa. En la aclaración de voto, , los magistrados firmantes señalan que para justificar un
cambio jurisprudencial (overruling) “es necesario que el tribunal aporte razones que sean de un peso y una fuerza tales
que, en el caso concreto, ellas primen no sólo sobre los criterios que sirvieron de base a la decisión en el pasado sino,
además, sobre las consideraciones de seguridad jurídica e igualdad que fundamentan el principio esencial del respeto del
precedente en un Estado de derecho.”
422 Corte Constitucional, Sentencia C-836/01.(Aclaración de Voto de Manuel José Cepeda Espinosa y Marco Gerardo

Monroy Cabra, así como Salvamentos de Voto de Jaime Araujo Rentería, Alfredo Beltrán Sierra, Alvaro Tafur Galvis y Clara
Inés Vargas Hernández). En este fallo, la Corte examinó la constitucionalidad del artículo 4º de la ley 169 de 1.896, que
regula la figura de la doctrina probable. Luego de analizar la obligatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia como juez de casación, esta Corporación señaló tres razones que justificaban un cambio de jurisprudencia: 1)
cuando había un cambio en la legislación y era necesario modificar la jurisprudencia para no contrariar la voluntad del
legislador; 2) cuando se había producido un cambio sustancial en la situación social, política o económica de tal forma que
la ponderación e interpretación del ordenamiento, tal como lo venía haciendo la Corte Suprema de Justicia, no resultara ya
adecuado para responder a las exigencias sociales; y 3) cuando ese cambio fuera necesario para unificar y precisar la
jurisprudencia sobre un determinado tema.
153

i. Un cambio en el ordenamiento jurídico que sirvió de referente normativo


para la decisión anterior, lo cual también incluye la consideración de normas
adicionales a aquellas tenidas en cuenta inicialmente.

ii. Un cambio en la concepción del referente normativo debido, no a la


mutación de la opinión de los jueces competentes, sino a la evolución en las
corrientes de pensamiento sobre materias relevantes para analizar el problema
jurídico planteado.

iii. La necesidad de unificar precedentes, por coexistir, antes del presente


fallo, dos o más líneas jurisprudenciales encontradas.

iv. La constatación de que el precedente se funda en una doctrina respecto de


la cual hubo una gran controversia. 423

Precedente en Sentencia de constitucionalidad. Al existir un fallo previo sobre


la misma materia de que trata la presente demanda, pero que fue declarado
exequible, nos encontramos ante un precedente respecto del cual la Corte
tiene diversas opciones. La primera, es seguir el precedente, en virtud del
valor de la preservación de la consistencia judicial, de la estabilidad del
derecho, de la seguridad jurídica, del principio de la confianza legítima y de
otros valores, principios o derechos protegidos por la Constitución 424 y
ampliamente desarrollados por la jurisprudencia de esta Corte 425. La segunda
alternativa es apartarse del precedente, esgrimiendo razones poderosas para
ello que respondan a los criterios que también ha señalado la Corte en su
jurisprudencia, para evitar la petrificación del derecho y la continuidad de
eventuales errores426. También puede la Corte llegar a la misma conclusión de
su fallo anterior pero por razones adicionales o diversas.

Respecto427 de la observancia o aplicación de la doctrina constitucional


consignada en los fallos de tutela, la Corte Constitucional, en la sentencia T-
175/97, reiteró y precisó que la función que cumple la Corte en la revisión de
los fallos de tutela consiste en unificar a nivel nacional los criterios judiciales
en la interpretación y aplicación de las normas constitucionales, precisando e l
alcance de los derechos fundamentales, trazando pautas acerca de la
procedencia y desarrollo del amparo como mecanismo de protección y
efectividad de los mismos y estableciendo la doctrina constitucional que es
obligatoria para los jueces en todos los casos en que no haya normas legales
exactamente aplicables al caso controvertido. Igualmente, el principio de
autonomía funcional del juez no implica ni se confunde con la arbitrariedad del
fallador al aplicar los mandatos de la Carta Política. En dicha providencia se
insistió en que las pautas doctrinales que traza la Corte en los fallos de
revisión de tutelas "indican a todos los jueces el sentido y los alcances de la

423 Alexy, Robert. Precedent in the Federal Republic of Germany. En Interpreting Precedents, MacComick D. N. & Summers
R. S, Editores. Editorial Darmouth, 1997, páginas 52 a 59.
424 Sobre la aplicación del concepto de precedentes en sistemas no anglosajones y su relación con el concepto de cosa

juzgada, en especial en Alemania, España, Francia e Italia, ver Neil MacCormick y Robert Summers (Ed), Interpreting
precedents. París, Ashgate Darmouth, 1997.
425 Corte Constitucional, Sentencias C-131/93, C-083/95, T-123/95; SU-047/99, SU-168/99 y C-836/01.
426 Corte Constitucional, Sentencia C-774/01.
427 T-715 de 2001.
154
normatividad fundamental y a ellas deben atenerse" (Cfr. Sentencia T-260
de 1995), por lo cual, cuando, no existiendo norma legal aplicable al caso
controvertido, ignoran o contrarían la doctrina constitucional no se apartan
simplemente de una jurisprudencia -como podría ser la penal, la civil o la
contencioso administrativa- sino que violan la Constitución, en cuanto la
aplican de manera contraria a aquella en que ha sido entendida por el juez de
constitucionalidad. Igualmente, se puso de presente que la Corte
Constitucional interpreta los preceptos fundamentales y señala sus alcances
cuando revisa las sentencias proferidas al resolver sobre acciones de tutela,
toda vez que en tales ocasiones, sin perjuicio del efecto particular e inter
partes del fallo de reemplazo que deba dictar cuando corrige las decisiones de
instancia, fija el sentido en que deben entenderse y aplicarse, consideradas
ciertas circunstancias, los postulados y preceptos de la Constitución.
Finalmente, se ha reiterado que resultaría inútil la función de revisar
eventualmente los fallos de tutela si ello únicamente tuviera por objeto resolver
la circunstancia particular del caso examinado, sin que el análisis jurídico
constitucional repercutiera, con efectos unificadores e integradores y con
algún poder vinculante, en el quehacer futuro de los jueces ante situaciones
que por sus características respondan al paradigma de lo tratado por la Corte
en el momento de establecer su doctrina.

Obligatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Constitucional 428. El artículo 36


del Decreto 2591 de 1991 dispone que “las sentencias en que se revise una
decisión de tutela solo surtirá efectos en el caso concreto”. Ello ha dado pie
para que algunas autoridades judiciales consideren que las sentencias
proferidas por la Corte en ejercicio de su función constitucional, no vincula
sino a las partes en el proceso. La jurisprudencia se ha ocupado de este
asunto en innumerables ocasiones y ha señalado que la función de la Corte,
en materia de derechos constitucionales, consiste en lograr “la unidad
interpretativa de la Constitución” 429, razón por la cual se ha entendido que la
doctrina constitucional en la materia es obligatoria 430, en especial, la ratio
decidendi431, que construye el precedente judicial 432. De ahí que la Corte haya
considerado que existe vía de hecho cuando el juez se aparta, sin justificar
debidamente su posición, de las decisiones de la Corte Constitucional 433.

Frente434 a solicitudes de nulidad por presuntos cambios de jurisprudencia


realizados por salas de revisión de tutela como la presente, la Corte
Constitucional ha sido reiterativa en afirmar que “(m)ientras no sacrifique el
principio de la cosa juzgada constitucional, la Corte, (…) puede alterar su
jurisprudencia, según (1) los cambios que el Constituyente introduzca en la
normatividad, (2) la evolución que vayan mostrando los hechos de la vida en
sociedad, (3) los nuevos enfoques que promueva el desarrollo del

428 SU. 062 de 2001. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.


429 Sentencia SU-640 de
430 Sentencia C-600 de 1998.
431 Sentencia SU-047 de 1999
432 Sentencia T-1625 de 2000
433 Ibídem. En la sentencia SU-640 de 1998, la Corte señaló:

“En segundo término, la revisión eventual de las sentencias de tutela contribuye a homogeneizar la interpretación
constitucional de los derechos fundamentales. En este campo, la revocación de las sentencias o actos de los juece s
lesivos de los derechos fundamentales, como puede ocurrir en aplicación de la doctrina sobre las vías de hecho, se revela
como un instrumento eficaz y necesario para preservar la unidad interpretativa de la Constitución.”
434
Auto 053 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
155
pensamiento jurídico y (4) la composición misma del tribunal, (…) (5) las
modificaciones que con el paso del tiempo vayan sufriendo las
apreciaciones y convicciones de los magistrados, individualmente, en su
interpretación del orden jurídico vigente” 435 sin que ello signifique una
vulneración del debido proceso, ni comprometa el derecho a la igualdad frente
a la aplicación de la ley. Sin embargo, conforme al artículo 34 del Decreto
2591 de 1991 y al artículo 53 del Acuerdo 05 de 1992, los cambios de
jurisprudencia deben ser decididos por la Sala Plena de la Corte
Constitucional. Por lo tanto, la jurisprudencia ha dejado claro que “(d)esde
luego, la normatividad establece las reglas mínimas que deben observarse en
lo relativo a las mutaciones en la jurisprudencia y señala cómo han de tener
lugar.”436 Dichos cambios, en todo caso, “exigen del juez (1) la verificación
razonada de los motivos que lo llevan a variar su entendimiento del orden
jurídico y (2) la expresión clara de los fundamentos de su decisión, en el plano
interpretativo, para introducir mutaciones o cambios en el rumbo de la
jurisprudencia.”437

Artículo 35. Decisiones de revisión.

Artículo 36. Efectos de la revisión.

Artículo 37. Primera instancia.

Sentencia C-054 de 1993438. Declarar EXEQUIBLES los artículos 37 ...del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por las
razones aquí expresadas.

Sentencia C-616 de 1997439. Declarar EXEQUIBLES las expresiones...


“bajo la gravedad del juramento”, contenidas en los artículos ... 37 del
Decreto 2591 de 1991....

Competencia a prevención y competencia de acciones dirigidas contra medios


de comunicación440. Esta Corporación estima que la norma acusada es
conforme con la Constitución, por los siguientes motivos. La eficacia de los
derechos y de los mecanismos que los garantizan -como la acción de tutela-,
depende en buena medida del establecimiento de regulaciones razonables
que canalicen su realización. La expedición de normas que hagan viable los
preceptos constitucionales, siempre y cuando se adecuen a la Carta, no debe
ser vista como un obstáculo para los gobernados sino, por el contrario como
un medio para su desarrollo. En este sentido surge entonces la pregunta
acerca de si ¿son constitucionales las disposiciones que regulan la
competencia para conocer de la tutela? Para responder a esta pregunta es
necesario en primer lugar comparar la norma constitucional -artículo 86- con el
texto atacado -artículo 37 del Decreto 2591 de 1991-. Y este artículo (86) es

435
Auto 013/97.
436
Ibídem.
437
Autos A-052/97 y A-026A/98.
438 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
439 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
440 C-054/93. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
156
concordante con los artículos 257.1 y transitorio 5°.b) de la Carta, que
disponen que la territorialidad es un factor de competencia que determina
la ley. Esta última competencia requería la no improbación de la Comisión
Especial Legislativa, de conformidad con el artículo 6° transitorio superior. De
las normas constitucionales citadas se observa que la facultad de los jueces
para conocer de un determinado asunto -en este caso la tutela- no es una
facultad abierta o ilimitada sino que la propia Carta ha contemplado la
posibilidad de que la autoridad competente someta a ciertas reglas el
conocimiento de los asuntos judiciales -como todos los demás asuntos
estatales, en virtud del principio de legalidad de que trata el artículo 6° idem-.
Entonces por la interpretación sistemática de las normas señaladas se infiere
sin dificultad que cuando el Decreto 2591 de 1991, expedido por autorización y
de conformidad con la Constitución, estableció la competencia de los jueces
para conocer de las acciones de tutela, no violó el artículo 86 de la Carta sino
que justamente hizo viable su realización en la medida en que fijó parámetros
racionales para la realización de este mecanismo tutelar y así garantizar la
efectiva protección de los derechos, que es uno de los fines del Estado, según
el artículo 2° de la Carta. La fijación de normas para delimitar la competencia
de los jueces por el factor territorio, materia, subjetivo o tiempo está pues
debidamente autorizada por la Carta. En consecuencia, para esta Corporación
la norma acusada se aviene perfectamente con la preceptiva constitucional,
compartiendo así esta Corte Constitucional el concepto del señor Procurador
General de la Nación.

En otra decisión441 la Corte sostuvo: obsérvese que la competencia enunciada


se tiene "a prevención" por los jueces o tribunales con jurisdicción, no en el
sitio en el cual tenga su sede principal el ente administrativo al que pertenecen
aquellos a quienes se sindica de vulnerar o amenazar con sus hechos u
omisiones los derechos fundamentales, sino "en el lugar donde ocurriere la
violación o la amenaza que motiva la presentación de la solicitud". Por tanto, si
el juez ante quien la acción se ha instaurado encuentra que los hechos y
situaciones objeto de la controversia han tenido lugar en el área de su
jurisdicción, goza en principio de competencia para decidir y está obligado a
hacerlo. El que interponga la acción de tutela deberá manifestar, bajo la
gravedad del juramento, que no ha presentado otra respecto de los mismos
hechos y derechos. Al recibir la solicitud, se le advertirá sobre las
consecuencias penales del falso testimonio.

Competencia a prevención 442

Los jueces del país cuando fallan una acción de tutela, están actuando como
jueces constitucionales y no como jueces ordinarios o naturales. Por ello, sin
importar cual sea su especialidad, deberán proceder a fallar las acciones de
tutela, pues la norma es muy clara al señalar que el conocimiento de las
mismas obedece a dos (2) condiciones básicas: el conocimiento “a
prevención”, busca que los principios que rigen el desarrollo y trámite de la
acción de tutela, como son prevalencia del derecho sustancial, economía,
celeridad y eficacia, tengan plena aplicación en todo el trámite de la tutela; y,

441 T-731 de 1998. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


442 T-609 de 2001.
157
que dicho conocimiento a prevención se encuentre en directa relación con
el lugar donde los hechos o la omisión adelantada por el ente público o
privado, tienen efecto.

Jurisprudencialmente ha sido necesario determinar el alcance de la norma,


dado que en ocasiones es difícil determinar el lugar en donde efectivamente
ocurren los hechos que vulneran o amenazan los derechos fundamentales que
se busca proteger por vía de tutela. Un ente de carácter público o un
particular, cuyo ámbito de desarrollo es todo el país, puede desarrollar
actuaciones y dejar de hacer otras, que traiga consigo que los efectos puedan
darse en un lugar distinto al lugar en que dicha actuación u omisión se
concibió. Difícil resultaría pensar por el contrario, que dichas actuaciones u
omisiones tuvieran efecto tan sólo en el lugar de la sede administrativa de
dichas entidades. En situaciones como la anteriormente descrita la Corte
Constitucional ha dicho:

“(…) la competencia (…) se tiene "a prevención" por los jueces o


tribunales con jurisdicción, no en el sitio en el cual tenga su sede principal
el ente administrativo al que pertenecen aquellos a quienes se sindica de
vulnerar o amenazar con sus hechos u omisiones los derechos
fundamentales, sino "en el lugar donde ocurriere la violación o la
amenaza que motiva la presentación de la solicitud".

“Por tanto, si, como acontece en el presente caso, el juez ante quien la
acción se ha instaurado encuentra que los hechos y situaciones objeto de
la controversia han tenido lugar en el área de su jurisdicción, goza en
principio de competencia para decidir y está obligado a hacerlo.

“En ese orden de ideas, el domicilio del demandado o el lugar en el cual


habitualmente despacha no son factores determinantes de la
competencia del juez de tutela. Bien puede ocurrir, por ejemplo, que la
actividad en virtud de la cual se vulneran o amenazan derechos
fundamentales se desarrolle en un lugar ajeno por completo a la sede o al
ámbito de competencia del servidor público contra quien se propone la
tutela y, más aún, no puede descartarse que precisamente esa
circunstancia sea uno de los elementos que configuran la arbitrariedad o
el abuso que ante el juez de amparo se denuncia. Mal puede éste,
entonces, abstenerse de tramitar el proceso y de decidir con la celeridad
que la materia demanda, remitiendo las diligencias a los jueces con
jurisdicción en el lugar de la sede del funcionario y desconociendo la
norma legal que deduce la competencia del sitio en el cual han ocurrido
los hechos.

“Ahora bien, adicionalmente ha de tenerse en cuenta que, como ya lo ha


dicho la Corte, los ministerios ejercen su actividad en todo el territorio de
la República, según resulta de los artículos 113, 115 y 208 de la
Constitución Política”. (Sentencia T-574 de 1994, Magistrado Ponente
José Gregorio Hernández Galindo. Negrillas fuera de texto). 443

443 Cfr. sentencias T-323 de 1996, T-458 de


158

En consideración a la anterior jurisprudencia, no existe duda en el sentido


de que, el juez de tutela, en aras de dar pleno cumplimiento a los principios
que dominan la acción de tutela, tiene el deber de conocer de todas las tutelas
presentadas ante su despacho cuando las acciones u omisiones que llevaron
al particular a iniciar la acción de tutela, genera efectos materiales al interior
de su jurisdicción. Pretender dar una interpretación diferente al artículo 37 del
decreto 2591 de 1991, implicaría una dilación injustificada en el trámite de la
misma.

Se444 considera como presupuesto de procedibilidad de la acción de tutela,


que el demandante o presunto afectado, haya solicitado al medio informativo
la correspondiente rectificación de la información. Esto, en razón a la
presunción de buena fe con que se supone ha efectuado el medio, lo que
implica que se le ha de brindar la oportunidad de proceder directamente a
corregir la información divulgada. El actor solicitó la rectificación de la
información publicada por la demandada la cual fue negada por la Revista
Cambio señalando que dicha información se baso en informes oficiales de
inteligencia y en la información que resulto de un trabajo periodístico
exhaustivo realizado bajo el principio de independencia e imparcialidad en
donde se contó con la versión del actor que fue buscada por iniciativa de la
Revista Cambio y que incluyo todos los elementos necesarios para que los
lectores conocieran una situación en su contexto histórico, en forma completa.

Artículo 38. Actuación temeraria.

Sentencia C-054 de 1993445. Declarar EXEQUIBLES los artículos ... 38 del


Decreto 2591 de 1991, en los apartes en que fueron atacados, por las
razones aquí expresadas.

Sentencia C-155ª de 1993446. Declarar EXEQUIBLE el inciso segundo del


artículo 38 del Decreto 2591 de 1991.

La Corte Constitucional 447 reiteró que con base en los artículos 83, 95 y 209 de
la Constitución, la actuación temeraria debe ser controlada en aras de lograr la
efectividad y agilidad en el funcionamiento del Estado. En aquella oportunidad
esta Corporación sostuvo que el abuso desmedido e irracional del recurso
judicial, para efectos de obtener múltiples pronunciamientos a partir de un
mismo caso, ocasiona un perjuicio para toda la sociedad civil, porque de un
100% de la capacidad total de la administración de justicia, un incremento en
cualquier porcentaje, derivado de la repetición de casos idénticos,
necesariamente implica una pérdida directamente proporcional en la
capacidad judicial del Estado para atender los requerimientos del resto de la
sociedad civil.448

444
T-634 de 2001. M.P. Jaime Araujo Rentería.
445 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
446 M.P. Fabio Morón Díaz.
447 C-054/93.
448 Cfr. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-10 del 22 de mayo de 1992
159
449
En lo que se refiere al ejercicio de la citada acción, es bien claro que
aquel debe estar enderezado a lograr, si es del caso, la concreta y
especifica protección inmediata y efectiva del derecho constitucional
fundamental, pudiéndose poner en movimiento las competencias de los jueces
en cualquier tiempo y lugar; en consecuencia, el abogado que se pone al
frente para adelantar en dichas condiciones el procedimiento breve y sumario
que ordena la Carta, debe saber que se trata de una grave responsabilidad,
que no puede menos que asumir con especial transparencia y honestidad,
puesto que, desde cualquier punto de vista resulta claro que esta expresión no
significa que la acción se pueda interponer cuantas veces se quiera, o que
queda a discreción del abogado el promoverla a su antojo, en el número de
veces que estime más conveniente y en ultimas efectivo. A esta reflexión no
escapa ningún profesional del derecho que se encargue de la defensa de los
intereses ajenos de aquella índole por semejante vía y, por tanto, debe estar
en condiciones de recibir concientemente la eventual sanción que le
corresponde. Es claro entonces que, a la luz de la Carta, no es admisible que
se adelante dicho procedimiento por unos hechos y que sea leal y honesto el
proponer simultánea o posteriormente la misma petición en repetidas
oportunidades, con base en los mismos hechos; obsérvese que dicha acción
es prevalentemente desritualizada, supone una dinámica de acción judicial
extraordinaria y compromete las acciones y las capacidades judiciales del
Estado y para efectos de remover inmediatamente el obstáculo causante del
agravio o amenaza de violación del derecho. Si esto es así, nada más
coherente y ajustado a la Carta que el Legislador disponga como deber del
abogado el de presentar dicho reclamo, contentivo de la petición de tutela, por
unos determinados hechos, en una oportunidad, no obstante que lo pueda
hacer en cualquier momento y lugar, y que se establezca como sanción
disciplinaria la suspensión de la tarjeta profesional por la infracción al deber
advertido y, en caso de reincidencia, la cancelación de la misma, sin perjuicio
de las demás sanciones a que haya lugar.

También deber recordarse que el artículo 95 de la Carta es categórico en


advertir que "El ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en esta
Constitución implica responsabilidades", y que además, el numeral 1o. de la
misma disposición constitucional señala con precisión que "Son deberes de la
persona y del ciudadano: 1o. Respetar los derechos ajenos y no abusar de los
propios." En este sentido se refuerza la facultad del legislador para regular el
ejercicio de la citada acción y para señalar las sanciones que correspondan a
las infracciones causadas al estatuto que establece la regulación, cuando la
violación sea producto del ejercicio desleal de un derecho de rango
constitucional. Desde esta óptica, tampoco es admisible el argumento que
sostiene la presunta violación al derecho constitucional al trabajo que
reconoce el artículo 25 de la Constitución; en efecto, el ejercicio de las
profesiones es una de las modalidades del aquel derecho fundamental, que de
manera especial es objeto de previsiones constitucionales, para efectos de
impedir que aquellas se transformen en vehículos incontrolados de
comportamientos atentatorios de los derechos de los demás, o del orden
publico policivo en sus nociones de moralidad, salubridad y seguridad
públicas. Además, dicha vigilancia esta prevista en la Carta y en la ley, dadas
449 C-155ª/93.
160
las condiciones de reconocimiento social y jurídico que en los regímenes
democráticos suelen rodear a quienes ostentan un titulo profesional de
acreditación sobre la idoneidad para practicar y adelantar determinadas
actividades, y no resulta extraño a dichas regulaciones el establecimiento de
sanciones, que comporten la suspensión en la autorización legal y
administrativa para ejercerla o la cancelación de la misma, siempre que se
adelante la actuación disciplinaria dentro de los cauces y procedimientos
legales previstos, y respetando las reglas del debido proceso establecidas por
la Constitución. Se observa que para los casos que se deban juzgar bajo las
hipótesis del inciso segundo del artículo 38 del Decreto Ley 2591, operan los
mecanismos ordinarios de carácter disciplinario previstos por el régimen
general de la profesión de abogado, que encuentran fundamento
constitucional en el numeral 3o. artículo 256 de la Carta que establece:
"Corresponden al Consejo Superior de la Judicatura o a los Consejos
Seccionales, según el caso y de acuerdo a la ley, las siguientes atribuciones:
3o. Examinar la conducta y sancionar las faltas de los funcionarios de la rama
judicial, así como la de los abogados en el ejercicio de su profesión, en la
instancia que señale la ley". El carácter especial y la dinámica propia del
procedimiento de tutela, impone a la Ley el compromiso de asegurar la
efectividad del citado ejercicio, y es natural que se pueda acudir a la sanción
que se prevé en la disposición acusada, ya que cuenta con suficiente respaldo
constitucional.

En450 relación con las dos acciones de tutela presentadas por Ricardo León
Giraldo Osorio por los mismos hechos, reitera la Corte la doctrina
constitucional en materia de temeridad. Esta Corporación ha manifestado de
manera reiterada que la temeridad es “el abuso desmedido e irracional del
recurso judicial”451. El fundamento de la norma que sanciona la temeridad se
encuentra en los artículos 83 y 95 de la Constitución, que se refieren, el
primero, a que las actuaciones de los particulares y de las autoridades
públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe y, el segundo, a los
deberes de las personas, como los de: "respetar los derechos ajenos y no
abusar de los propios" y "colaborar en el buen funcionamiento de la
administración de la justicia". De conformidad con lo señalado en la sentencia
T-014 de 1996452, un actor o su representante legal incurren en conducta
temeraria cuando

“...promueve varias veces la acción de tutela con ocasión de unos


mismos hechos, sin que exista razón valedera que la justifique. Ya la ley,
al exigir a quien interpone una tutela, la manifestación bajo juramento de
que no ha hecho con anticipación, apoyado en los mismos hechos y
razones de derecho (art. 37, inc. 2º, idem), estableció la prohibición, que
en la norma siguiente desarrolla y le atribuye consecuencias. Esas
consecuencias a que acaba de aludir, afectan al actor como a su
apoderado.... En relación con el demandante, la temeridad puede
450 T-203 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
451 Corte Constitucional, Sentencia T-010/92. El actor presentó ante diferentes autoridades de la República un total de (35)
investigaciones dentro de las cuales incluye 9 acciones de tutela ante diferentes jueces (9) por los mismos hechos, como
consecuencia de lo cual todas las tutelas fueron rechazadas por la Corte.
452 Corte Constitucional, Sentencia T-014/96. El actor había presentado dos acciones de tutela distintas por los mismos

hechos y contra el mismo demandado, incluyendo algunos elementos adicionales en una de las tutelas para distraer la
atención del juez. En ese evento, la Corte rechazó las pretensiones del actor.
161
conducir a que se rechace la demanda, cuando la situación se detecta
al momento de resolver sobre su admisión, o, que el negocio se
decida mediante sentencia desfavorable, cuando el proceso consiguió
todo su desarrollo. Para el apoderado judicial, la norma consagra una
sanción disciplinaria de suspensión en el ejercicio profesional “al menos
por dos años” o peor todavía, la cancelación de la tarjeta profesional si se
establece que el abogado esta reincidiendo en su conducta temeraria”.

Según esa jurisprudencia son varios los requisitos que deben concurrir para
que una actuación se considere temeraria:

1. Que se presente una misma acción de tutela, esto es, por los mismos
hechos y para reclamar el mismo derecho 453, en oportunidades diferentes, ya
sea ante distintos jueces o ante el mismo juez 454;

2. Que la tutela sea presentada por la misma persona o por su


representante; y455

3. Que la presentación reiterada de la acción de tutela se haga sin un motivo


razonable, expresamente mencionado para justificar la nueva acción.456

Tal457 como lo ha señalado esta Corporación, el propósito de esta disposición


es “propiciar la credibilidad y seriedad de la justicia y dar aplicación a los
principios de la buena fe, la eficacia y la economía procesal, principios que se
verían seriamente afectados por quienes desconocen los criterios de rectitud y
honradez que exige un debate jurídico serio. Su consagración legal pretende,
entonces, evitar el abuso desmedido de la acción de tutela, 458 pues su
ejercicio irracional conlleva la obtención de múltiples pronunciamientos en
relación con unos mismos hechos y frente a un mismo caso, generando un
perjuicio para toda la sociedad, que ve disminuida la capacidad de trabajo de
la administración de justicia en relación con los requerimientos de quienes les
asiste también el derecho de ejercer la acción.” 459

De conformidad con la reiterada jurisprudencia de esta Corporación, un actor o


su representante legal incurre en conducta temeraria cuando se presentan las

453 La Corte Constitucional ha señalado que no existe temeridad cuando la acc ión de tutela es presentada por la misma
persona y para proteger el mismo derecho, pero por hechos diferentes a los inicialmente planteados. Así lo hizo en la
sentencia T-387/95, MP: Hernando Herrera Vergara, donde luego de que la actora lograra la tutela del derecho de su hija
menor de edad a recibir tratamiento y medicamentos de manera permanente de parte del ISS de Medellín, ella y su hija se
trasladan a Barranquilla, en donde se les negó el derecho a recibir el medicamento. La actora interpuso una nueva acción
de tutela y el juez de instancia la negó por temeraria. La Corte consideró que en ese evento se trataba de hechos nuevos y
por lo tanto no había temeridad.
454 Corte Constitucional, Sentencia T-007/94. En esa oportunidad la Corte declaró que la conducta del actor era temeraria

al presentar en tres oportunidades distintas la misma acción de tutela.


455 La conducta temeraria se predica tanto del actor como de su apoderado. Ver T-014/96.
456 La Corte ha considerado que existe justificación para la presentación de una nueva acción de tutela sin que constituya

temeridad cuando se invocan nuevos hechos, como cuando la autoridad demandada continúa vulnerando los derechos del
tutelante, cuando aparecen nuevas circunstancias (T-387/95) o cuando el rechazo de la primera tutela es atribuible a
errores en el trámite de la tutela atribuible al juez (T-574/94).
457
T-025 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
458
Cfr Conforme se indicó en la sentencia T-655/98, sobre el artículo 38 del Decreto-Ley 2591/91 y las distintas
condiciones que determinan la actuación temeraria, pueden estudiarse entre otras, las Sentencias T-10 de 1992; T-327 de
1993, T-007 de 1994; T-014 de 1994; T-053 de 1994; T-574 de 1994; T-308 1995; T-091 de 1996; T-001 de 1997; T-080 de
1998; T-881 de 2001; T-145 y T-172 de 2002.
459
Corte Constitucional. Sentencia T-091 de 1996.
162
siguientes circunstancias: (i) Que se presenten varias acciones de tutela
por los mismos hechos y para solicitar la protección del mismo derecho; 460
en oportunidades diferentes, ya sea ante distintos jueces o ante el mismo
juez;461 (ii) Que las tutelas sean presentadas por la misma persona o por su
representante;462 y (iii) Que la presentación reiterada de la acción de tutela se
haga sin un motivo razonable, expresamente mencionado para justificar la
nueva acción.463

Así, la Corte ha sancionado la actuación temeraria cuando la presentación de


más de un amparo constitucional por los mismos hechos y con igual
pretensión i) envuelve una actuación “torticera”464; ii) denote el propósito
desleal “de obtener la satisfacción del interés individual a toda costa”, 465 iii)
deje al descubierto un abuso deliberado del derecho de acción,466 o iv) asalte
“la buena fe de los administradores de justicia.” 467 No obstante lo anterior,
también ha señalado la jurisprudencia que la buena fe se presume en todas
las actuaciones de los particulares ante las autoridades públicas, de suerte
que resulta imperativo demostrar que se incurrió, real y efectivamente en una

460 La Corte Constitucional ha señalado que no existe temeridad cuando la acción de tutela es presentada por la misma
persona y para proteger el mismo derecho, pero por hechos diferentes a los inicialmente planteados. Así lo hizo en la
sentencia T-387 de 1995, donde luego de que la actora lograra la tutela del derecho de su hija menor de edad a recibir
tratamiento y medicamentos de manera permanente de parte del ISS de Medellín, ella y su hija se trasladan a Barranquilla,
en donde se les negó el derecho a recibir el medicamento. La actora interpuso una nueva acción de tutela y el juez de
instancia la negó por temeraria. La Corte consideró que en ese evento se trataba de hechos nuevos y por lo tanto no había
temeridad.
461 Corte Constitucional, Sentencia T-007/94. En esa oportunidad la Corte declaró que la conducta del actor era temeraria

al presentar en tres oportunidades distintas la misma acción de tutela.


462 La conducta temeraria se predica tanto del actor como de su apoderado. Ver T-014 de 1996. El actor había presentado

dos acciones de tutela distintas por los mismos hechos y contra el mismo demandado, incluyendo algunos elementos
adicionales en una de las tutelas para distraer la atención del juez. En ese evento, la Corte rechazó las pretensiones del
actor.
463 La Corte ha considerado que existe justificación para la presentación de una nueva acción de tutela sin que constituya

temeridad cuando se invocan nuevos hechos, como cuando la autoridad demandada continúa vulnerando los derechos del
tutelante, cuando aparecen nuevas circunstancias (T-387/95) o cuando el rechazo de la primera tutela es atribuible a
errores en el trámite de la tutela atribuible al juez (T-574/94).
464
T-149 de 1995. Dos trabajadores sindicalizados a quienes por el hecho de estar sindicalizados se les marginaba de los
beneficios contenidos en un pacto colectivo que ofrecía mejores condiciones laborales para los trabajadores no
sindicalizados y, además, se les descontaba más del 50% de su salario para cubrir la cuota de asociación sindical,
interponen dos acciones de tutela en dos momentos diferentes: 1) Para obtener los recibos de pago del salario, por
considerar que esta omisión implicaba una vulneración de sus derechos de petición, igualdad y trabajo. 2) Para corregir el
acto discriminatorio de la reducción salarial, que presuntamente desconoce el derecho a la igualdad y a la asociación
sindical. Los tribunales de instancia consideraron que como las acción de tutelas se basaban en hechos similares y
relacionados entre sí, los actores habían fraccionado la acción de tutela para obtener la protección constitucional de sus
derechos y, por ello, habían incurrido en actuación temeraria. La Corte consideró que en el caso no existía una actuación
de mala fe, pues las acciones de tutela, si bien estaban originadas por hechos comunes, habían sido interpuestas para
proteger derechos diferentes.
465
T-308 de 1995. Dos de los tutelantes habían presentado de manera sucesiva varias ac ciones de tutela, por los mismos
hechos y ante distintos jueces, unas directamente y otras por conducto de la Defensoría del Pueblo, sin que existiera un
motivo razonable y válido para hacerlo. La Corte consideró que para que ésta circunstancia fuera admit ida, debía hallarse
claramente probada la justificación.
466
T-443 de 1995. La Corte condena en costas por actuación temeraria al personero municipal que había interpuesto una
acción de tutela de manera injustificada a favor de un joven que solicitaba ser devuelto a la jornada diurna, pues el plantel
lo había trasladado a la jornada nocturna para evitar los constantes asedios cometidos por éste contra varias estudiantes
del plantel y para permitir que pudiera cumplir con sus deberes de padre en relación con l as dos estudiantes que habían
quedado embarazadas por el estudiante. El personero interpone la acción a favor de este estudiante, “desprotegiendo a
quien ha debido proteger y defendiendo posiciones injustas y contrarias a la Constitución”.
467
T-001 de 1997. La Corte encuentra que hubo actuación temeraria cuando varios trabajadores de Foncolpuertos
interpusieron en varias ocasiones acciones de tutela para obtener la protección de sus derechos, por las mismas razones,
mostrando un palmario e inconcebible abuso de la acción de tutela. Las cifras analizadas por la Corte mostraron que de
los 34 expedientes analizados en esta tutela: 1) 470 personas ejercieron la acción de tutela. De ellas, 391 presentaron
demanda una sola vez. 2) Un total de 73 accionantes ejercieron la misma acción en dos oportunidades; 3) 6 de los
peticionarios ejercieron la misma acción tres veces; 4) A 366 personas les fue concedido una sola vez el amparo
solicitado. 5) A 69 accionantes se les concedió la tutela en dos oportunidades. 6) A 6 pe ticionarios se les concedió la
protección judicial tres veces
163
conducta proscrita por el ordenamiento, porque la reiteración de solicitudes
de amparo no tiene justificación. 468

Artículo 39. Recusación.

Artículo 40. Competencia especial.

Sentencia C-543 de 1992. Declárase INEXEQUIBLE, dada su unidad


normativa con los preceptos mencionados, el artículo 40 del mismo
Decreto.

Artículo 41. Falta de desarrollo legal.

Artículo 42. Procedencia. Tutela contra particulares.

1.

Sentencia C-134 de 1994469. Declarar EXEQUIBLE el numeral 1o. del artículo


42 del decreto 2591 de 1991, salvo la expresión "para proteger los derechos
consagrados en los artículos 13, 15, 16, 18, 19, 20, 23, 27, 29, 37 y 38 de la
Constitución", que se declara INEXEQUIBLE. Debe entenderse que la
acción de tutela procede siempre contra el particular que esté prestando
cualquier servicio público, y por la violación de cualquier derecho
constitucional fundamental.

2.

Sentencia C-134 de 1994. Declarar EXEQUIBLE el numeral 2o. del artículo 42


del decreto 2591 de 1991, salvo la expresión "para proteger los derechos a la
vida, a la intimidad, a la igualdad y a la autonomía", que se declara
INEXEQUIBLE. Debe entenderse que la acción de tutela procede siempre
contra el particular que esté prestando cualquier servicio público, y por la
violación de cualquier derecho constitucional fundamental.

3. , 4., 5., 6., 7., 8. y 9.

Sentencia C-134 de 1994. Declarar EXEQUIBLE el numeral 9o. del artículo 42


del decreto 2591 de 1991, salvo la expresión "la vida o la integridad de".

El 470 Constituyente de 1991 contempló la posibilidad de que la tutela


procediera también contra particulares, lo cual no está previsto en otras
legislaciones. Posiblemente se debe ello a que, en princ ipio, se ha
considerado, erróneamente, que es el Estado, a través de las autoridades
públicas, quien viola, por acción u omisión, los derechos fundamentales

468
T-300 de 1996. Véanse, también las sentencias T-082 de 1997 MP. Hernando Herrera Vergara; T-080 de 1998 MP.
Hernando Herrera Vergara, T-303 de 1998.
469 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
470 C-134 de 1994.
164
de las personas, cuando la realidad demuestra que éstos también son
vulnerados, en forma quizás más reiterativa y a menudo más grave,
por los mismos particulares. Fue esta la eventualidad que quiso prever el
Constituyente colombiano, al plasmar en el inciso final del artículo 86, la
procedencia de la acción de tutela contra particulares que estén coloc ados
en una de tres situaciones: a) Que estén encargados de la prestación de
un servicio público; b) que su conducta afecte grave y directamente el
interés colectivo; o c) que respecto de ellos, el solicitante se halle en
estado de subordinación o de indefensión. Esta disposición puede
calificarse como una novedad y como un notable avance dentro del campo
del derecho público, por cuanto permite, bajo unas condiciones
específicas que se protejan los derechos constitucionales fundamentales
de las personas, cuando éstos han sido vulnerados por otros particulares,
ya sean personas naturales o jurídicas. Siendo ello así, la Corte advierte
que resulta un contrasentido -por no decir un retroceso-, como se
explicará, que el legislador, desconociendo el espíritu del Constituyente y
uno de los propósitos fundamentales del nuevo ordenamiento
constitucional colombiano, pretenda limitar el radio de acción de la tutela,
al señalar en forma taxativa aquellos derechos fundamentales que, a su
juicio, puedan ser amparados cuando la conducta nociva provenga de un
particular. Respecto de las razones por las cuales la acción de tutela
resulta procedente contra los particulares que se encuentren en una de las
tres situaciones señaladas en la disposición citada, esta Corporación ha
señalado:

"Las relaciones entre los particulares discurren, por regla general, en un


plano de igualdad y de coordinación. La actividad privada que afecte
grave y directamente el interés colectivo, adquiere una connotación
patológica que le resta toda legitimación, máxime en un Estado social de
derecho fundado en el principio de solidaridad y de prevalencia del interés
general. De otro lado, la equidistancia entre los particulares se suspende
o se quebranta cuando a algunos de ellos se los encarga de la prestación
de un servicio público, o el poder social que, por otras causas, alcanzan a
detentar puede virtualmente colocar a los demás en estado de
subordinación o indefensión. En estos eventos, tiene lógica que la ley
establezca la procedencia de la acción de tutela contra los particulares
que prevalecidos de su relativa superioridad u olvidando la finalidad social
de sus funciones, vulneren los derechos fundamentales de los restantes
miembros de la comunidad (CP art. 86). La idea que inspira la tutela, que
no es otra que el control al abuso del poder, se predica de los particulares
que lo ejercen de manera arbitraria". 471

Ahora bien, si como se estableció, la procedencia de la acción de tutela contra


particulares parte del supuesto de que las personas, en ciertos casos, no se
encuentran en un plano de igualdad -ya porque están investidos de unas
determinadas atribuciones especiales, ora porque sus actuaciones pueden
atentar contra el interés general- lo que podría ocasionar un "abuso del poder",
entonces la función primordial del legislador debe ser la de definir los casos en

471 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 3. Sentencia No. T-251/93 del 30 de junio de 1993.
165
que se pueden presentar estos supuestos fácticos y, en consecuencia, la
potencial violación de un derecho fundamental consagrado en la Carta
Política. Por ello, conviene reiterarlo, el Constituyente determinó tres
situaciones en las cuales se pueden manifestar los presupuestos citados, pues
resulta contrario a un principio mínimo de justicia, partir de la base de que la
acción de tutela proceda siempre en cualquier relación entre particulares, toda
vez que ello llevaría a suprimir la facultad que se tiene para dirimir esos
conflictos ante la jurisdicción ordinaria, ya sea civil, laboral o penal.

La acción de tutela procede contra particulares que prestan un servicio


público, debido a que en el derecho privado opera la llamada justicia
conmutativa, donde todas las personas se encuentran en un plano de
igualdad. En consecuencia, si un particular asume la prestación de un
servicio público -como de hecho lo autoriza el artículo 365 superior- o si la
actividad que cumple puede revestir ese carácter, entonces esa persona
adquiere una posición de supremacía material -con relevancia jurídica-
frente al usuario; es decir, recibe unas atribuciones especiales que
rompen el plano de igualdad referido, y que, por ende, en algunos casos,
sus acciones u omisiones pueden vulnerar un derecho constitucional
fundamental que requiere de la inmediata protección judicial. Al respecto,
ha señalado esta Corporación:

"El particular es destinatario de la acción de tutela porque, al lado del


poder público, se encuentran conductas desplegadas por los
administrados desde una condición de superioridad frente a los
demás o actividades que afectan grave y directamente el interés
colectivo generando la necesidad de una medida de defensa eficaz y
ágil. Las situaciones que el constituyente estima como generadoras
de la mencionada necesidad son: la prestación de un servicio público
(...).

"Es de mérito anotar que el particular puede ser autoridad pública,


como por ejemplo cuando está encargado de un servicio público y
ejecuta, en virtud de los anterior, acto de poder o de autoridad, sin
embargo, el mismo artículo 86 constitucional determinó someterlo a
una consideración diferente (...).

"El servicio público de interés general prestado por un particular -


como en el caso de servicio de correos-, hace que éste adquiera el
carácter de autoridad, pues existe un ejercicio del poder público y la
característica fundamental del servicio público, como se mencionó
anteriormente, es que tiene un régimen especial en atención al
servicio (CP art. 365)". 472

Por otra parte, la acción de tutela contra particulares procede en las


situaciones en que el solicitante se encuentre en estado de indefensión o
de subordinación. Al igual que en el caso del servicio público, esta
facultad tiene su fundamento jurídico en el derecho de igualdad, toda vez

472 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 7. Sentencia No. T-507/93 del 5 de noviembre de 1993
166
que quien se encuentra en alguna de las situaciones referidas no
cuenta con las mismas posibilidades de defensa que otro particular.
Por ello, el Estado debe acudir a su protección -en caso de haberse
violado un derecho constitucional fundamental-, la cual no es otra cosa
que una compensación entre el perjuicio sufrido y el amparo inmediato del
derecho. Con todo, también debe advertirse que las situaciones de
indefensión o de subordinación deben apreciarse en cada caso en
concreto. Al respecto, esta Corporación ha señalado a propósito de una
situación de indefensión:

"Debe existir una relación de subordinación o de indefensión del petente


en relación con la persona contra quien se dirige la acción. Salvo en los
casos de menores, en los que esa calificación de la relación se presume,
deberá siempre probarse ese carácter (indefensión o subordinación), para
que prospere la tutela. "La situación de indefensión a que alude el
numeral noveno del artículo 42, significa que la persona que interpone la
tutela carezca de medios de defensa contra los ataques o agravios que, a
sus derechos constitucionales fundamentales, sean realizados por el
particular contra el cual se impetra(...) "Evidentemente, el concepto de
indefensión es relacional. Esto significa que el estado de indefensión en
que se encuentra el ciudadano en relación con otro particular habrá que
determinarlo de acuerdo al tipo de vínculo que exista entre ambos(...) "En
casos como el presente, la labor del juez, consiste, entonces, en evaluar
si existe una amenaza de vulneración del derecho a la vida y a la
integridad. Una vez establecido esto, el juez deberá considerar el carácter
de la relación que existe entre el peticionario y la persona contra la cual
se formula la tutela: sólo cuando la relación se caracterice por una
subordinación o indefensión, procederá la tutela". 473

Finalmente, la acción de tutela procede contra particulares cuando se


trata de proteger un interés colectivo, esto es, un interés que abarca a un
número plural de personas que se ven afectadas respecto de la conducta
desplegada por un particular. Por lo demás, de acuerdo con los
parámetros establecidos por el inciso quinto del artículo 86 su perior, en el
caso en comento se requiere de la presencia concomitante de dos
elementos: que se afecte grave y directamente el interés colectivo. Es
decir, que la situación bajo la cual procede la acción de tutela contra el
particular atente en forma personal e inmediata el interés de los
perjudicados. No sobra recordar que esta Corporación ya se ha referido a
las características que debe revestir la gravedad de una situación
particular. En efecto, ha manifestado:

"La gravedad obliga a basarse en la importancia que el orden jurídico


concede a determinados bienes bajo su protección, de manera que la
amenaza a uno de ellos es motivo de actuación oportuna y diligente por
parte de las autoridades públicas. Luego no se trata de cualquier tipo de
irreparabilidad, sino sólo de aquella que recae sobre un bien de gran
significación para la persona, objetivamente. Y se anota la objetividad,

473 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 1. Sentencia No. T-573/92 del 28 de octubre de 1992.
167
por cuanto la gravedad debe ser determinada o determinable, so pena
de caer en la indefinición jurídica, a todas luces inconveniente".474

Por otra parte, resulta pertinente señalar que la acción de tutela, como en
reiteradas oportunidades lo ha reconocido esta Corporación, procede
adicionalmente cuando se trate de la protección de los derechos
fundamentales de una persona que se encuentra, a su vez, inmersa en
una situación que afecta un interés o un derecho colectivo de personas
indeterminadas, siempre y cuando el amparo del derecho fundamental se
requiera con el fin de evitar un perjuicio irremediable. Lo anterior, porque
las situaciones en las que se encuentra de por medio un derecho
colectivo, son objeto de una protección especial, como es el caso de las
acciones populares de que trata el artículo 88 de la Carta Política, y
diversas disposiciones de orden legal. Sobre el partic ular, ha señalado
esta Corte a propósito de la protección de un derecho colectivo como es el
derecho a gozar de un ambiente sano:

"Fundamental advertencia sobre este punto es aquella que señala de


modo indubitable que este derecho constitucional colectivo (gozar de un
ambiente sano) puede vincularse con la violación de otro derecho
fundamental como la salud, la vida o la integridad física entre otros, para
obtener, por vía de la tutela que establece el artículo 86 de la Constitución
Nacional, el amparo de uno y otros derechos de origen constitucional,
pues en estos casos prevalece la protección del derecho constitucional
fundamental y es deber del juez remover todos los obstáculos, ofensas y
amenazas que atenten contra éste. En estos casos, como se ha dicho, el
Juez al analizar la situación concreta que adquiera las señaladas
características de violación de un derecho constitucional fundamental
deberá ordenar la tutela efectiva que se reclama". 475

Los numerales 1o., 2o. y 9o. del artículo 42 del decreto 2591 de 1991

La Corte consideró que, de acuerdo con el inciso quinto del artículo 86


superior, al legislador le corresponde señalar los casos, esto es, las
situaciones o las circunstancias en los que procede la tutela contra
particulares. Por ende, no era atribución de la ley, so pretexto de dar
cumplimiento a un mandato constitucional, determinar los derechos
fundamentales que pueden ser invocados por el solicitante cuando el
sujeto pasivo de la tutela es un particular, pues, conviene señalarlo, los
derechos fundamentales son la base, el sustento de toda legislación, y no
su efecto. Ahora bien, si, como se determinó, la acción de tutela procede
para proteger los derechos fundamentales de las personas, entonces no
resulta lógico realizar una diferenciación respecto de cuáles derechos
pueden ser amparados y cuáles no. Valga reiterar que esta Corporación
ya ha determinado que el mecanismo consagrado en el artículo 86
constitucional, es aplicable a todos los derechos fundamentales, esto es,
los que se encuentran consagrados en la Constitución, los que determinen
los tratados internacionales (Art. 94 C.P.), y los que reconozca la Corte
474 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 9. Sentencia No. T-225/93 del 15 de junio de 1993.
475 Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia No. T-067/93 del 24 de febrero de 1993.
168
Constitucional al realizar la correspondiente revisión de los fallos de
tutela, teniendo en consideración la naturaleza del derecho y el caso
en concreto (Art. 2o. decreto 2591 de 1991). Siendo ello así, entonces la
acción de tutela contra particulares es viable cuando se intente proteger,
dentro de las tres situaciones fácticas que contempla la norma
constitucional, cualquier derecho constitucional fundamental, sin
discriminación alguna. Las disposiciones acusadas prevén unas
limitaciones al ejercicio de la acción de tutela contra particulares, pues
ésta sólo se podrá intentar cuando se pretenda la protección de los
derechos constitucionales fundamentales allí enunciados. Lo anterior
significa que el legislador, desconociendo el espíritu del Constituyente y el
verdadero alcance de la acción de tutela, estableció una diferenciación
arbitraria respecto del amparo de los derechos de los sol icitantes. Al
respecto, cabe preguntarse: ¿Acaso no procede la acción de tutela
cuando se pretenda proteger, por ejemplo, el derecho fundamental a la
honra (Art. 21 C.P.), o los derechos fundamentales de los niños (Art. 44
C.P.) frente a los particulares que presten el servicio público de
educación? ¿Acaso no procede la acción de tutela cuando se pretenda
proteger, por ejemplo, el derecho fundamental a la integridad física (Art.
12 C.P.), o el derecho fundamental de petición (Art. 23 C.P.), o el derecho
fundamental a la igualdad (Art. 16 C.P.), frente a los particulares que
presten el servicio público de salud? ¿Acaso no procede cuando el
solicitante se encuentre en estado de indefensión o de subordinación y
pretenda que se le ampare, por ejemplo, su derecho fundamental a la
igualdad (Art. 16 C.P.), a la libertad de expresión (Art. 20 C.P.) o a la
circulación (Art. 24 C.P.)? La respuesta a estos interrogantes es una sola:
la acción de tutela no puede ser un instrumento discriminatorio respecto
de la protección de los derechos constitucionales fundamentales de las
personas, así sea frente a otras personas particulares.

Con todo, la Corte Constitucional consideró que, respecto de los


numerales 1o. y 2o. del artículo 42 del decreto 2591, la acción de tutela
debe proceder contra cualquier particular que preste un servicio público.
Lo anterior porque, como se ha establecido, el servicio público de interés
general prestado por un particular hace que éste asuma una posición de
primacía material, con relevancia jurídica, que hace que ese particular, al
trascender el plano de la justicia conmutativa que enmarca una relación
de igualdad entre todos los seres de un mismo género, pueda, por medio
de sus actos, cometer "abusos de poder" que atenten contra algún
derecho fundamental de una o varias personas. Por ello ese "particular"
debe ser sujeto de las acciones pertinentes, dentro de las cuales se
encuentra la acción de tutela, que determinan la responsabilidad de
quienes, se repite, han vulnerado o amenazado un derecho co nstitucional
fundamental de cualquier persona.

En476 reiteradas oportunidades la Corte Constitucional ha manifestado que la


acción de tutela contra particulares es procedente siempre y cuando se
cumplan los requisitos constitucionales establecidos en el artículo 86 de la
Carta y los de orden legal que señala el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991
476 T-980/01. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
169
(T-755/99). Así las cosas, es procedente la acción de tutela contra
particulares cuando estos prestan un servicio público, o cuando con su
conducta se afecte grave y directamente el interés público y cuando el
solicitante se encuentra en estado de subordinación o indefensión respecto del
demandado.

Procedencia de la acción de tutela contra particulares 477

La acción de tutela se instituye como un instrumento jurídico de carácter


subsidiario que brinda a la persona la posibilidad de acudir a la justicia en
procura de la protección directa e inmediata de sus derechos fundamentales.
Sin embargo, el propio artículo 86 Superior señala que la acción de tutela
contra particulares encuentra restringida su procedencia a una de las
siguientes circunstancias: (1) que los particulares estén encargados de la
prestación de un servicio público; (2) que con su conducta se afecte grave y
directamente el interés colectivo; y (3) que respecto de ellos el solicitante se
encuentre en estado de subordinación o indefensión. 478

Sobre éste último punto la Corte ha definido la subordinación como la


condición de una persona que la hace dependiente de otra, es decir, surge por
virtud de una relación jurídica; generalmente nace por la celebración de un
contrato de trabajo, aún cuando también puede configurarse, por ejemplo, en
el caso de los estudiantes frente a los profesores y las directivas, o de los hijos
frente a sus padres. El estado de indefensión, por el contrario, se presenta
cuando frente a la acción u omisión de un particular la persona está
desamparada, desprovista de un medio de defensa eficaz para resistir o
repeler la agresión o amenaza a un derecho. En otras palabras, el afectado
con el comportamiento de un particular que carece de un mecanismo de
defensa idóneo para garantizar el ejercicio de sus derechos fundamentales, se
encuentra en una situación de indefensión. Al respecto la Corte, en Sentencia
T-317 de 2001, explicó lo siguiente:

“Bajo estos supuestos, es claro que para efectos de la procedencia de la


acción de tutela, las circunstancias que se invocan como presupuestos de
la indefensión, deben ser analizadas por el juez constitucional atendiendo
los antecedentes propios del caso sometido a estudio 479 y el tipo de
vínculo existente entre el accionante y el actor. Sin embargo, como se
desprende precisamente de esta observación, no existe definición ni
circunstancia única que permita delimitar el contenido del concepto de
indefensión, teniendo en cuenta que éste puede derivarse de diversas
circunstancias, como lo describe la sentencia T-277 de 1999 480, que pone
de presente algunas de ellas, al tenor de la jurisprudencia constitucional,
como son, entre otras: i) la falta, ausencia o ineficacia de medios de
defensa de carácter legal, material o físico, que le permitan a quien
instaura la acción, contrarrestar los ataques o agravios que, contra sus
derechos constitucionales fundamentales, sean inferidos por el particular

477 T-595 de 2003. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.


478 Ver, entre otras, las sentencias T-233 de 1994, T-457 de 1995, T-100 de 1997, T-1386 de 2000, T-317 de 2001, T-874 de
2001 y T-163 de 2002.
479 Corte Constitucional. Sentencia T-172/99 y T-237/98..
480 Corte Constitucional.. Sentencia T-277 de 1999.
170
481
contra el cual se impetra la acción ; ii) la imposibilidad del particular
de satisfacer una necesidad básica o vital, por la forma irracional,
irrazonable y desproporcionada como otro particular activa o pasivamente
ejerce una posición o un derecho del que es titular 482; iii) la existencia de
un vínculo afectivo, moral, social 483 o contractual, que facilite la ejecución
de acciones u omisiones que resulten lesivas de los derechos
fundamentales de una de las partes v.g. la relación entre padres e hijos,
entre cónyuges, entre copropietarios, entre socios, etc.; 484iv) El uso de
medios o recursos que buscan, a través de la presión social que puede
causar su utilización, el que un particular haga o deje de hacer algo en
favor de otro. v.g. la publicación de la condición de deudor de una
persona por parte de su acreedor en un diario de amplia circulación 485 o la
utilización de chepitos para efectuar el cobro de acreencias 486”.

Como puede observarse, el juez de tutela debe calificar las circunstancias


especiales de cada caso para determinar con claridad si el perjudicado se
encuentra en estado de indefensión frente al particular, en el sentido de no
poseer otras vías o medios de defensa judicial frente al ataque o agresión de
un tercero, y precisar con ello si procede o no el amparo constitucional.

La487 sola circunstancia de que una empresa preste un determinado servicio


público no la convierte, ipso jure, en sujeto pasivo de la acción de tutela 488. De
ahí que, "(...) de acuerdo con el sentido teleológico de la norma, es necesario
(...) que la vulneración del derecho fundamental se produzca con ocasión de la
prestación de dicho servicio..." 489. En estos términos, es necesario que la
vulneración de los derechos fundamentales invocados por el accionante,
traspase la mera relación contractual y se desarrolle bajo el modelo "usuario-
servidor", evento en el cual es procedente la acción de amparo constitucional.

Uno490 de los supuestos dentro de los cuales se puede dar la tutela contra un
particular es cuando la conducta de éste afecte grave y directamente el interés
colectivo, esto es, "un interés que abarca un número plural de personas que se
ven afectadas por la conducta nociva desplegada por un particular" 491. En
efecto, un particular puede superar el ámbito de ejercicio de sus derechos
transgrediendo ilegítimamente un derecho colectivo, el cual es un interés de
ese mismo tenor. Sin embargo, no siempre que hay un interés colectivo éste

481 Corte Constitucional. Sentencias T-573 de 1992; 190 de 1994 y 498 de 1994, entre otras.
482 Corte Constitucional. Sentencias T-605 de 1992; T-036; T-379 de 1995; T-375 de 1996 y T-801 de 1998,
483 Corte Constitucional. Caso de Club social y derecho de asociación. Sentencia T-003/94.
484 Corte Constitucional. Sentencias 174 de 1994; T-529 de 1992; T-; T-233 de 1994, T-351 de 1997.
485 Corte Constitucional. Sentencia T-411 de 1995.
486 Corte Constitucional. Sentencia T-412 de 1992.
487 T-468 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
488 Sentencias T-134 de 1994 y T-640 de 1999.
489 En sentencia T-134 de 1994, igualmente se determinó que: "...La acción de tutela procede contra particulares que

prestan un servicio público, debido a que en el derecho privado opera la llamada justicia conmutativa, donde todas las
personas se encuentran en un plano de igualdad. En consecuencia, si un particular asume la prestación de un servicio
público - como de hecho lo autoriza el artículo 365 Superior - o si la actividad que cumple puede revestir ese carácter,
entonces esa persona adquiere una posición de supremacía material - con relevancia jurídica - frente al usuario, es decir,
recibe unas atribuciones especiales que rompen el plano de igualdad referido, y que, por ende, en algunos casos, sus
acciones u omisiones pueden vulnerar un derecho constitucional fundamental que requiere de la inmediata protección
judicial..." (Subrayado por fuera del texto original).
490 T-357 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
491Corte Constitucional. Sentencia No. T-226 del 25 de mayo de 1995.
171
es difuso, sino que también es posible que pueda ser individualizable. Al
respecto, la Corte sostiene que:

“... se presentan situaciones en que los denominados "derechos


colectivos", como la paz, la salubridad pública, la moral administrativa o el
medio ambiente, entre otros, únicamente afectan a una o varias personas
identificadas o identificables, y no a un número de personas
indeterminadas. Lo anterior puede darse, por ejemplo, cuando el ruido o
disturbios frecuentes en un lugar de diversión (tabernas, bares,
balnearios, etc.), molestan únicamente a los vecinos del lugar. En estos
eventos proceden los mecanismos de protección jurídica individuales,
como es el caso de la acción de tutela, siempre y cuando dichas
situaciones se encuentren dentro de los presupuestos que la Constitución
y la ley establecen para la protección de los derechos.” 492

En los casos citados, se aprecia que el particular tiene el derecho de realizar


determinada conducta, sin embargo, el ejercicio del derecho respectivo no es
absoluto sino que está condicionado por el medio social, los derecho de los
demás y su finalidad 493. Como expresaba el profesor Josserand, "cada
derecho tiene su espíritu, su objeto, su finalidad; quienquiera que intente
apartarlo de su misión social, comete una falta, delictuosa o cuasi delictuosa,
un abuso del derecho susceptible de comprometer, dado el caso, su
responsabilidad"494. El goce del derecho esta relativizado por las variantes
señaladas, con lo cual su ejercicio se torna abusivo cuando excede su móvil y
su fin, como en los casos señalados. Es por ello que se presenta la violación al
derecho de los demás, el cual puede ser individual, colectivo, difuso o
colectivo invidualizable.

Artículo 43. Trámite.

Artículo 44. Protección alternativa.

Artículo 45. Conductas legítimas.

Artículo 46. Legitimación. La Tutela y el Defensor del Pueblo.

Artículo 47. Parte.

Artículo 48. Asesores y asistentes.

Artículo 49. Delegación en personeros.

Artículo 50. Asistencia a los personeros.

Artículo 51. Colombianos residentes en el exterior.

492Corte
Constitucional. Sentencia No. T-028 del 31 de enero de 1994.
493Corte
Constitucional. Sentencia No. T-025 del 28 de enero de 1994.
494JOSSERAND, Louis. Del Abuso del Derecho y otros Ensayos. Edit. Temis. Bogotá. 1982. Pág. 5.
172
Artículo 52. Desacato. Sanciones.

Sentencia C-092 de 1997495. Declarar EXEQUIBLE el inciso primero del


artículo 52 del decreto 2591 de 1991.

Sentencia C-243 de 1996496. Declarar EXEQUIBLE la expresión “la sanción


será impuesta por el mismo juez, mediante trámite incidental y será consultada
al superior jerárquico quien decidirá dentro de los tres días siguientes si debe
revocarse la sanción”, del artículo52 del Decreto 2591 de 1991. Declarar
INEXEQUIBLE la expresión "la consulta se hará en el efecto devolutivo” del
artículo 52 del Decreto 2591 de 1991.

En sentencia C-243 de 1996, citada, se manifestó:

¿Debe de aquí deducirse que por aplicación del artículo 4o. del Decreto 306
de 1992 y subsiguientemente de los artículos 138 y 351 del C. de PC, el auto
que decide este incidente es susceptible del recurso de apelación, tanto si
impone la sanción como si no la impone? La Corte estima que esta
interpretación debe ser rechazada, por las siguientes razones:

-Porque el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991 es la norma especial que


regula la materia, y dicha norma consagra un incidente especial, cual es el de
desacato dentro del trámite de la acción de tutela; en cambio, los artículos 138
y 351 del C. de P. C. que establecen cuándo y en qué efecto procede la
apelación del auto que decide un incidente en el proceso civil, son normas no
específicas frente al caso que regula la norma demandada.

- Porque el legislador al guardar silencio sobre el otorgamiento del recurso de


apelación al auto que decide el incidente de desacato, implícitamente no lo
está consagrando. Es decir, intencionalmente la norma guarda silencio para
así no consagrar el recurso; esto por cuanto el principio general del
procedimiento civil es exactamente ese: que sólo las providencias que
expresamente se señalan por la ley como apelables, lo son. Por lo cual, si el
legislador expresamente no las menciona, no lo son.

- Porque si bien es cierto que puede acudirse a llenar vacíos legales por
aplicación analógica, esto sólo resultará viable cuando haya un "vacío" y en el
presente caso no lo hay, porque justamente la manera que tiene el legislador
de no consagrar un recurso de apelación es guardar silencio sobre su
otorgamiento, toda vez que sólo las providencias expresamente señaladas son
apelables.

La correcta interpretación y alcance del artículo 52 del Decreto 2591 de 1991,


parcialmente demandado de inexequibilidad, no puede ser otro que el que se
deduce de su tenor literal y del sentido natural y obvio de sus palabras: es
decir, consagra un trámite incidental especial, que concluye con un auto que
nunca es susceptible del recurso de apelación, pero que si dicho auto es
sancionatorio, debe ser objeto del grado de jurisdicción llamado consulta, cuyo

495 M. P. Carlos Gaviria Díaz.


496 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
173
objeto consiste en que el superior jerárquico revise si está correctamente
impuesta la sanción, pero que en sí mismo no se erige como un medio de
impugnación. Y ello es así por cuanto el trámite de la acción de tutela es un
trámite especial, preferente y sumario que busca la protección inmediata de
los derechos fundamentales, lo cual implica una especial relevancia del
principio de celeridad. Suponer que el artículo 52, que se refiere al incidente
de desacato por incumplimiento de órdenes judiciales, no cobija la posibilidad
de sancionar por esta razón el incumplimiento de órdenes contenidas en el
fallo mismo, aduciendo que el incumplimiento del fallo es regulado
expresamente por el artículo 53 sin llamarse “desacato”, implica privar de
sentido al artículo 27 que expresamente habla de desacato por incumplimiento
de la sentencia. Luego la sana hermenéutica hace concluir que,
independientemente de la responsabilidad penal derivada de la tipificación de
conductas delictuales como el “fraude a la resolución judicial” que menciona el
artículo 52, el incumplimiento del fallo también da lugar a que se configure el
“desacato” y que resulten desplegables los poderes disciplinarios del juez.
Conviene precisar cuál es el funcionario judicial competente para imponer la
sanción por desacato. Es decir, que la Corte debe responder a qué juez se
está refiriendo el artículo 52 bajo examen, cuando dice que la sanción será
impuesta “por el mismo juez”. De la lectura del inciso segundo del artículo 52,
se deduce claramente que el adjetivo “mismo” se utiliza para referirse al juez
de primera instancia, o, según el caso al juez que profirió la orden, toda vez
que exclusivamente a él se refiere el inciso primero del artículo. No importa si
dicho juez conoció la acción en primera o en segunda instancia, toda vez que
al tenor de lo prescrito por el art. 31 del decreto 2591 de 1991, la impugnación
del fallo no es óbice para su incumplimiento; es decir, aun mediando
impugnación, el fallo debe ser cumplido de inmediato. La norma en cuanto
establece que la consulta del auto que decide el incidente imponiendo una
sanción por desacato será consultada en el efecto devolutivo, adolece de una
falta de técnica legislativa, pues el señalarle este efecto al trámite de la
consulta, puede llevar a la ineficacia de la segunda instancia, tal como
sucedería en el hipotético caso que se plantea en el libelo de la demanda. El
efecto devolutivo permite que mientras la consulta se decide, la ejecución de
la pena se lleve a efecto sin el pronunciamiento del superior jerárquico, que
puede llegar tarde, cuando la privación de la libertad, por ejemplo, esté
consumada o parcialmente consumada y que, además, puede ser revocatorio
de la decisión sancionatoria del a-quo. La factibilidad jurídica de esta situación
que posibilita el inciso segundo del artículo 52, al consagrar el efecto
devolutivo para el trámite de la consulta, resulta manifiestamente contraria al
inciso 4o. del artículo 29 de la Constitución Política que recoge el principio de
la presunción de inocencia, el cual sólo se desvirtúa cuando la persona ha sido
declarada judicialmente culpable. Ahora bien, como en el caso en que procede
la consulta es evidente que la sentencia de primera instancia no está en firme,
y por tanto no es cosa juzgada, no se ha desvirtuado judicialmente la
presunción de inocencia, y no hay razón suficiente para imponer una sanción
de tanta gravedad como lo es la privación de la libertad.

En Sentencia C-092 de 1997, se manifestó:


174
El Estado, como responsable de garantizar la efectividad de los derechos y
deberes consagrados en la Constitución, asegurar la convivencia pacífica y
la vigencia de un orden justo, debe contar con una herramienta que le permita
exigir coercitivamente a las autoridades públicas y a los particulares el
cumplimiento de las órdenes que se les imparten. Este es el fundamento del
poder punitivo que se le otorga. Dicho poder tiene una doble manifestación:
penal y administrativa. Mientras que el derecho penal "protege el orden social
en abstracto y su ejercicio persigue fines retributivos, preventivos y
resocializadores, la potestad sancionatoria de la administración se orienta más
a la propia protección de su organización y funcionamiento”. La sanción por el
desacato a las órdenes dadas por el juez de tutela es una sanción que se
inscribe dentro de los poderes disciplinarios del juez, pues su objetivo es el de
lograr la eficacia de las órdenes proferidas tendentes a proteger el derecho
fundamental reclamado por el actor. Con todas las órdenes que el juez de
tutela profiera se busca, en última instancia, el logro de un objetivo común cual
es la protección del derecho fundamental reclamado por el actor, y la sanción
que el juez aplica por el incumplimiento de una cualquiera de estas órdenes,
no persigue una finalidad distinta a la de lograr la eficacia de la acción
impetrada. La previsión normativa abstracta de las sanciones, disciplinaria por
desacato y, penales a que haya lugar, eventualmente aplicables en virtud del
incumplimiento de las órdenes proferidas por el juez de tutela, tanto en el
trámite de la acción como en el fallo, no vulnera el principio del non bis in
idem, ya que la índole de los procesos y la causa de iniciación de los mismos,
es distinta en ambos casos. El primero corresponde al ejercicio de los poderes
disciplinarios del juez y se inicia con el fin de lograr la efectividad de la orden
proferida y con ella el respeto del derecho fundamental vulnerado; en tanto
que el segundo es de naturaleza penal y su finalidad es la de castigar la
vulneración de los bienes jurídicos constitucional o legalmente protegidos,
producida con la omisión del cumplimiento de lo ordenado. Lo anterior no es
óbice para que en supuestos determinados los jueces de tutela o los penales,
respectivamente, se abstengan de aplicar la sanción disciplinaria o penal,
derivada del incumplimiento de una orden proferida por un juez de tutela, si
consideran que al hacerlo imponen una doble sanción por un mismo hecho,
pues no debe olvidarse que el ejercicio de la función punitiva supone siempre
el respeto de las garantías sustanciales y adjetivas de los procesados. La
sanción por desacato que impone el juez de tutela a quien incumpla una orden
proferida, bien sea en el trámite de la acción o en el fallo, es una sanción de
carácter correccional, que por su naturaleza se distingue de la sanciones
penales que puedan derivarse del incumplimiento de las mismas órdenes y, en
principio, no se vulnera el non bis in idem cuando concurran ambos tipos de
sanciones.

La497 Constitución Política al consagrar la acción de tutela como un


mecanismo de protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, que resulten vulnerados o amenazados por la acción u
omisión de una autoridad pública, o de los particulares en los casos
establecidos por la ley, dispone que la protección consistirá en una orden y
que el fallo será de inmediato cumplimiento. Esa orden, como lo dijo esta Sala

497 T-553 de 2002. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.


175
498
de Revisión , debe ser acatada en forma inmediata o total por su
destinatario, porque si no se cumple “el orden constitucional continúa
quebrantado, con el agravante de que se pone en tela de juicio la eficacia de
las normas constitucionales que protegen los derechos fundamentales”, salvo,
claro está, que la propia Corte señale un término adicional, en ejercicio de su
facultad de modular sus fallos. Señaló también esta Sala de Revisión, que en
caso de desconocimiento de una orden proferida por el juez constitucional, el
ordenamiento jurídico tiene prevista una vía procesal específica para obtener
que los fallos se cumplan y, para que en caso de no ser obedecidas, se
impongan sanciones que pueden ser pecuniarias o privativas de la libertad, de
conformidad con lo preceptuado por los artículos 52 y 53 del Decreto 2591 de
1991. Así las cosas, el desacato, como lo ha sostenido esta Corporación, es
“...un ejercicio del poder disciplinario y por lo mismo, la responsabilidad de
quien incurra en aquel es una responsabilidad subjetiva. Es decir, que debe
haber negligencia comprobada de la persona para el incumplimiento del fallo,
no pudiendo presumirse la responsabilidad por el solo hecho del
incumplimiento...”499.

La competencia para tramitar el incidente especial de desacato regulado por


los artículos 52 y 53 del Decreto 2591 de 1991, se encuentra radicada en el
juez de primera instancia quien, en caso de encontrarlo procedente, podrá
imponer las sanciones por desacato al juez que incumpla una orden de tutela,
en los términos señalados en la ley, la cual deberá ser consultada con el
superior jerárquico. Resulta pertinente en el caso sub examine, recordar que
contra el auto que impone la sanción por desacato, no procede ningún
recurso. Ese aspecto, fue claramente resuelto por esta Corporación en la
sentencia C-243 de 1996, en la cual se expresó lo siguiente:

“En efecto, entre varias alternativas el legislador escogió precisamente la


del trámite incidental, y frente a la posibilidad de señalar los recursos que
cabrían contra el auto que lo decidiera guardó expreso silencio,
estableciendo tan sólo, como obligatorio frente a esta decisión, el grado
de jurisdicción de la consulta. Al proceder de esta manera el legislador
definió claramente los derechos de los sujetos procesales, sin que sea
menester acudir a las reglas del procedimiento civil para definir los
alcances de esta norma. Cuando el texto de una norma es claro, debe
interpretarse en su sentido natural y obvio, sin desvirtuarlo mediante la
comparación con principios o normas jurídicas que no son los especiales
frente a la situación jurídica regulada en concreto. En el caso presente la
norma acusada se limita a señalar que el auto que decide el incidente de
desacato imponiendo una sanción será consultado, sin consagrar el
recurso de apelación para ninguna de las partes ni cuando el incidente
concluye en que no hay sanción, ni cuando concluye imponiéndola.
¿Debe de aquí deducirse que por aplicación del artículo 4° del Decreto
306 de 1992 y subsiguientemente de los artículos 138 y 351 del C. de
PC, el auto que decide este incidente es susceptible del recurso de
apelación, tanto si impone la sanción como si no la impone? La Corte

498 Sent. T-188/2002


499 Sent. T-763/98
176
estima que esa interpretación debe ser rechazada, por las siguientes
razones:

-Porque el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991 es la norma especial que


regula la materia, y dicha norma consagra un incidente especial, cual es
el de desacato dentro del trámite de la acción de tutela; en cambio, los
artículos 138 y 151 del C. de P.C. que establecen cuándo y en que efecto
procede la apelación del auto que decide un incidente en el proceso civil,
son normas específicas frente al caso que regula la norma demandada.

-Porque el legislador al guardar silencio sobre el otorgamiento del recurso


de apelación al auto que decide el incidente de desacato, implícitamente
no lo está consagrando. Es decir, intencionalmente la norma guarda
silencio para así no consagrar el recurso; esto por cuanto el principio
general del procedimiento civil es exactamente ese; que sólo las
providencias que expresamente se señalan por la ley como apelables, lo
son. Por lo cual, si el legislador expresamente no las mencionan no lo
son.

-Porque si bien es cierto puede acudirse a llenar vacíos legales por


aplicación analógica, esto sólo resultará viable cuando haya un “vacío” y
en el presente caso no lo hay, porque justamente la manera que tiene el
legislador de no consagrar un recurso de apelación es guardar silencio
sobre su otorgamiento, toda vez que sólo las providencias expresamente
señaladas son apelables.

Es por ello que la correcta interpretación y alcance del artículo 52 del


Decreto 2591 de 1991, parcialmente demandado de inexequibilidad, no
puede ser otro que el que se deduce de su tenor literal y del sentido
natural y obvio de sus palabras: es decir, consagra un trámite incidental
especial, que concluye con un auto que nunca es susceptible del recurso
de apelación, pero que si dicho auto es sancionatorio, debe ser objeto del
grado de jurisdicción llamado consulta, cuyo objeto consiste en que el
superior jerárquico revise si está correctamente impuesta la sanción, pero
que en sí mismo no se erige como un medio de impugnación. Y ello es
así por cuanto el trámite de la acción de tutela es un trámite especial,
preferente y sumario que busca la protección inmediata de los derechos
fundamentales, lo cual implica una especial relievancia del principio de
celeridad”.

Ahora bien, la competencia del juez de primera instancia, no se encuentra


restringida a imponer las sanciones pertinentes en caso de incumplimiento de
un fallo de tutela, pues al tenor de lo dispuesto por el artículo 27 del Decreto
2591 de 1991, al juez le corresponde verificar el cumplimiento del fallo, para lo
cual “establecerá los demás efectos del fallo y mantendrá la competencia
hasta que esté completamente restablecido el derecho o eliminadas las
causas de la amenaza”. (Negrillas fuera de texto). Así las cosas, como lo
estableció la Corte “Los artículos 52 y 53 reseñados son concordantes con el
27 del mismo decreto 2591 de 1991, que se refiere específicamente al
177
cumplimiento del fallo por parte de la autoridad responsable del agravio de
los derechos fundamentales y que autoriza al juez para sancionar por
desacato a la persona responsable y eventualmente cumplidos los supuestos
que para ello se señalan en la norma, también al superior de aquella. La
anterior es la interpretación armónica de los artículos 27, 52 y 53 del decreto
2591 es decir es la interpretación que consulta el contexto de la ley para
entender cada una de sus partes de manera que cada artículo produzca
efectos y que entre todos exista correspondencia y armonía” 500.

La501 autoridad que brindó la protección tiene competencia para la efectividad


del amparo al derecho conculcado. Como principio general, es el Juez de
primera instancia el encargado de hacer cumplir la orden impartida, así
provenga de fallo de segunda instancia o de revisión, ya que mantiene la
competencia hasta tanto no se cumpla la orden a cabalidad.

La obligación principal del juez de tutela es hacer cumplir los fallos502

Los fallos de tutela deben cumplirse. La autoridad o el particular obligado lo


debe hacer de la manera que fije la sentencia. El término para el
cumplimiento figura en la parte resolutiva de cada fallo. Es perentorio. Si
fenece el plazo fijado, transcurren 48 horas y el juez tiene conocimiento
del incumplimiento, entonces, el juez encargado de hacer cumplir la
sentencia, se dirigirá al superior del incumplido y requerirá al superior para
dos efectos:

a. Que el superior haga cumplir al inferior la orden de tutela,


b. Que el superior inicie u ordene iniciar un procedimiento disciplinario
contra el funcionario remiso.

“Pasadas otras cuarenta y ocho horas, ordenará abrir proceso contra


el superior que no hubiere procedido conforme a lo ordenado y
adoptará directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento
del mismo. El Juez podrá sancionar por desacato al responsable y al
superior hasta que cumpla su sentencia.

“Lo anterior sin perjuicio de la responsabilidad penal del funcionario en su


caso”. ( parte del artículo 27 del decreto 2591/91.).

Si el funcionario público o el particular a quien se dirige la orden no la cumple,


se viola no solo el artículo 86 de la C. P., sino la norma constitucional que
establece el derecho fundamental que se ha infringido, y la eficacia que deben
tener las decisiones judiciales. De ahí las amplias facultades otorgadas al juez
de tutela para que haga respetar el derecho fundamental.

Diferencias entre el cumplimiento y el desacato

500 Sent. C-243/96


501 T-458 de 2003. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
502
T-458 de 2003.
178
Paralelamente al cumplimiento de la orden se puede iniciar el trámite
incidental del desacato. Pero el desacato no puede desplazar la principal
obligación del juez constitucional que consiste en hacer cumplir la orden de
tutela. Además, el trámite del cumplimiento no es un prerrequisito para el
desacato, ni el trámite del desacato es la vía para el cumplimiento. Son dos
cosas distintas el cumplimiento y el desacato. Puede ocurrir que a través del
trámite de desacato se logre el cumplimiento, pero esto no significa que la
tutela no cumplida sólo tiene como posibilidad el incidente de desacato.

Las diferencias entre el desacato y el cumplimiento son las siguientes:

i) El cumplimiento es obligatorio, hace parte de la garantía constitucional;


el desacato es incidental, se trata de un instrumento disciplinario de creación
legal.
ii) La responsabilidad exigida para el cumplimiento es objetiva, la exigida
para el desacato es subjetiva.
iii) La competencia y las circunstancias para el cumplimiento de la
sentencia se basan en los artículos 27 y 23 del decreto 2591 de 1991. La base
legal del desacato está en los artículos 52 y 27 del mencionado decreto. Es
decir que en cuanto al respaldo normativo, existen puntos de conjunción y de
diferencia.
iv) El desacato es a petición de parte interesada; el cumplimiento es de
oficio, aunque puede ser impulsado por el interesado o por el Ministerio
Público.

El desacato es un incidente

No solo el cumplimiento de la orden se contempla el decreto 2591 de 1991.


Dicho decreto y la jurisdicción constitucional han analizado lo relativo al
trámite del desacato 503. Sobre desacato se ha pronunciado esta Corporación
en varias oportunidades: C-243/96, T-554/96 y especialmente T-763/98. En
esta última sentencia prosperó la tutela porque en el incidente de desacato se
había violado el debido proceso. Si el incidente de desacato finaliza con
decisión condenatoria, puede haber vía de hecho si no aparece la prueba del
incumplimiento, o no hay responsabilidad subjetiva. Si el auto que decide el
desacato absuelve al inculpado, se puede incurrir en vía de hecho si la
absolución es groseramente ilegal.

En cuanto a la competencia para conocer del incidente de desacato, el auto


136 A del 20 de agosto de 2002, de la Corte Constitucional dijo:

¿Cuál es el juez competente para conocer del trámite incidental por


desacato en los procesos de tutela?..... la Corte considera que el juez
competente para conocer del trámite de desacato de una tutela, es el juez
singular o plural que tramitó la primera instancia.

Según esta Corporación:

503 Cfr. Corte Constitucional, sentencias C-055 de 1993, C-243 de 1996, C-092 de 1997 y T-766 de 1998.
179
“7. En Conclusión, la Sala encuentra que el juez de primera instancia
(singular o plural), que haya conocido el trámite de tutela, es en todo
caso el competente para conocer del trámite incidencial por desacato.
Esta interpretación tiene fundamento en los siguientes aspectos: (i)
Obedece a una interpretación sistemática del decreto 2591 de 1991, (ii)
genera claridad en términos de seguridad jurídica, al desarrollar el
principio de igualdad en los procedimientos judiciales, (iii) esta en
armonía con el principio de inmediación del trámite de tutela y, (iv)
protege la eficacia de la garantía procesal en que consiste el grado
jurisdiccional de consulta.

8. No sobra advertir que para estos efectos, el juez de segunda instancia


que según el caso revoque la decisión del juez de primera instancia y en
su lugar conceda la tutela, además de enviar el expediente a la Corte
Constitucional para su eventual revisión, en los términos del artículo 32
del decreto 2591 de 1991, deberá enviar al juez de primera instancia las
copias pertinentes con el fin de que este pueda cumplir con las
obligaciones de que trata el artículo 27 del mismo decreto”.

Por tanto, la labor del Juez no es solamente tramitar el incidente de desacato,


cuando se instaure por incumplimiento de lo ordenado, sino lo fundamental es
que sea efectivo el respeto a los derechos fundamentales. En la sentencia T-
942/00 la Corte Constitucional expresó:

“En conclusión, el incidente de desacato no es el punto final de una


tutela incumplida. El desacato es un simple incidente que puede o no
tramitarse. Lo que es obligatorio para el juez de primera instancia, en
cuanto no pierde competencia para ello, es hacer cumplir la orden de
tutela”.

Artículo 53. Sanciones penales.

Artículo 54. Enseñanza de la tutela.

Artículo 55. Vigencia.


180

LA ACCION DE TUTELA COMO MECANISMO DE PROCEDENCIA


EXCEPCIONAL CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES

Sentencia de constitucionalidad C-590 de 2005504

La Constitución colombiana de 1991 al consagrar y regular la acción de tutela


estableció claramente su ámbito de aplicación. En efecto, según el artículo 86
de la Carta la tutela procederá, de manera subsidiaria y expedita, para
proteger los derechos fundamentales de todas las personas contra posibles
vulneraciones producidas por una acción u omisión de cualquier autoridad
pública. Al respecto dijo la norma citada:

Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario,
por sí misma y por quién actúe en su nombre, la protección inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que estos
resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública (...) Esta acción sólo procederá cuando el afectado no
disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.

Una lectura simple de este artículo permite concluir, sin mayor dificultad, que
el ámbito constitucional de aplicación de la acción de tutela incluye la tutela
contra decisiones judiciales. En efecto, si se acepta que las autoridades
judiciales son autoridades públicas, no cabe duda alguna sobre la procedencia
de la acción de tutela para proteger, de manera subsidiaria, los derechos
fundamentales que puedan resultar vulnerados o amenazados por cualquier
acción u omisión de los jueces de la República. En este sentido, la tutela en
Colombia. -como el amparo en España o el recurso de constitucionalidad en
Alemania-, es una acción judicial autónoma, residual y subsidiaria, creada
para asegurar la eficacia prevalente de los derechos fundamentales en todos
los ámbitos en los cuales dichos derechos puedan resultar vulnerados -
incluyendo el ámbito judicial-, que procederá sólo cuando se hubieren agotado
todos los medios ordinarios o extraordinarios para su defensa o,
excepcionalmente, cuando la protección resulte urgente para evitar un
perjuicio irremediable.

En la citada norma superior es evidente que el constituyente no realizó


distinciones entre los distintos ámbitos de la función pública, con el fin de
excluir a alguno o algunos de ellos de la procedencia de ese mecanismo de
protección de los derechos fundamentales. Precisamente por ello en la norma
superior indicada se habla de “cualquier” autoridad pública. Siendo ello así,
la acción de tutela procede también contra los actos que son manifestación del
ámbito de poder inherente a la función jurisdiccional y específicamente contra
las decisiones judiciales, pues los jueces y tribunales, en su cotidiana tarea de
aplicación del derecho a supuestos particulares, bien pueden proferir

504 M.P. Jaime Córdoba Triviño.


181
decisiones que se tornen constitucionalmente relevantes por desbordar el
estricto marco de aplicación de la ley y afectar derechos fundamentales.

Ese tipo de decisiones legitiman la intervención de los jueces constitucionales


en tales procesos, aunque, desde luego, no para resolver el supuesto
específico de aplicación de la ley que concierne al caso planteado, sino para
resolver la controversia suscitada con ocasión de la vulneración o amenaza de
derechos fundamentales.

Desde luego, una comprensión de la Constitución como sistema normativo


plantea la necesidad de armonizar la procedencia de la acción de tutela contra
ese tipo de pronunciamientos con principios constitucionales como el de
seguridad jurídica, con la distribución superior de competencias y con otros
principios específicos de la jurisdicción, también de índole constitucional,
como los de autonomía e independencia.

De ese modo, si se equilibran, por una parte, la índole constitucional de la


acción de tutela como mecanismo diseñado por el propio constituyente para la
protección de los derechos fundamentales, con, por otra parte, los demás
principios constitucionales y con los fundamentos superiores de la
administración de justicia, la conclusión a la que se arriba es que la
procedencia de la acción de tutela contra las decisiones tomadas por la
jurisdicción debe ser excepcional, es decir, debe limitarse a aquellos casos
que efectivamente configuren una lesión o una puesta en peligro de derechos
fundamentales. Sobre este punto, ese es el alcance de la Carta Política de
1991 y de esa manera ha sido interpretada por esta Corporación.

Ahora, es claro que ese régimen constitucional de la acción de tutela, por estar
previsto en la Constitución y por estar ésta dotada de valor normativo -al
punto que se trata, justamente, de la norma suprema del ordenamiento
jurídico- no puede ser interferido por el legislador con miras a restringir su
ámbito de aplicación. Es decir, una ley ordinaria no puede, bajo ninguna
circunstancia, modificar o suprimir la Constitución Política y mucho menos uno
de los mecanismos constitucionales de protección de los derechos
fundamentales. Y esta última precisión se hace dado que la Carta de 1991
concibe tales derechos como razón de ser, como fundamento y límite del
poder que el pueblo delegó en las autoridades y, siendo ello así, si al alcance
del legislador no está ninguna norma superior, mucho menos lo están aquellas
que tocan directamente con aspectos que resultan inescindibles al Estado
constitucional de derecho.

Adviértase que la Constitución consagró reserva de ley estatutaria para el


desarrollo y ampliación de los derechos fundamentales y de sus mecanismos
de protección. De acuerdo con esto, se trata de un tema tan vertebral a la
democracia constitucional colombiana, que incluso el desarrollo y la
ampliación de los mecanismos de protección de esos derechos fueron
sometidos al procedimiento legislativo cualificado y al control judicial previo
inherente a las leyes estatutarias. Luego, si sobre ese ámbito procede la
reserva de ley estatutaria, es evidente que el legislador ordinario no tiene
competencia alguna para regular un espacio vital tan sensible como ese.
182

En ese contexto, esto es, si la acción de tutela es un mecanismo de


protección de los derechos fundamentales concebido directamente por el
poder constituyente colombiano; si éste, aparte de consagrar ese mecanismo,
instituyó también su ámbito de aplicación; si de éste ámbito no excluyó la
función jurisdiccional y, en consecuencia, las decisiones de los jueces y
tribunales y si consagró una reserva de ley estatutaria para su regulación y
ampliación, incluidos sus mecanismos de protección, es claro que el legislador
ordinario no tiene atribución alguna para interferir ese régimen constitucional y
mucho menos para restringir el ámbito de aplicación de la acción de tutela,
atribución está que ni siquiera le ha sido reconocida al legislador estatutario.

La acción de tutela procede contra decisiones judiciales en los casos que la


Corte Constitucional ha establecido

Como se indicó, según el artículo 86 de la Carta Política, la acción de tutela es


un mecanismo concebido para la protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales, “cuando quiera que estos resulten vulnerados
o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública”. Este
mecanismo de protección de los derechos fundamentales ha permitido entre
nosotros afirmar el carácter vinculante de la Carta Política y ha dotado a todas
las personas de un verdadero resorte institucional que les permite acudir ante
los jueces para exigir el respeto de tales derechos.

De este modo, los derechos fundamentales, otrora sólo objeto de


consagración normativa y discusión académica, hoy se asumen como
facultades inviolables en tanto manifestaciones de la dignidad humana que
vinculan a los poderes públicos e incluso, en algunos casos, a los particulares
y que son susceptibles de judicializarse en aras de su reconocimiento efectivo
gracias a un procedimiento preferente y sumario. Por ello, si la principal
característica del constitucionalismo contemporáneo viene determinada por el
reconocimiento del carácter normativo de los Textos Fundamentales, no puede
desconocerse que la exigibilidad de las normas constitucionales que
consagran derechos fundamentales, frente a supuestos específicos de
vulneración o amenaza, ha jugado un papel central en tal reconocimiento.

A pesar de que la Carta Política indica expresamente que la acción de tutela


procede “por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública”
susceptible de vulnerar o amenazar derechos fundamentales, en algunos
ámbitos se ha cuestionado su procedencia contra sentencias, no obstante
tratarse de actos emanados de jueces y tribunales en tanto autoridades
públicas y la consecuente posibilidad, aunque sumamente excepcional, de que
a través de tales actos se vulneren o amenacen derechos fundamentales.

Sin embargo, el panorama es claro ya que como regla general la acción de


tutela no procede contra decisiones judiciales y esto por varios motivos. Entre
ellos, en primer lugar, el hecho que las sentencias judiciales constituyen
ámbitos ordinarios de reconocimiento y realización de los derechos
fundamentales proferidos por funcionarios profesionalmente formados para
aplicar la Constitución y la ley; en segundo lugar, el valor de cosa juzgada de
183
las sentencias a través de las cuales se resuelven las controversias
planteadas ante ellos y la garantía del principio de seguridad jurídica y, en
tercer lugar, la autonomía e independencia que caracteriza a la jurisdicción en
la estructura del poder público inherente a un régimen democrático.

En cuanto a lo primero, no puede desconocerse que la administración de


justicia, en general, es una instancia estatal de aplicación del derecho, que en
cumplimiento de su rol debe atenerse a la Constitución y a la ley y que todo su
obrar debe dirigirse, entre otras cosas, a garantizar la efectividad de los
principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, incluidos,
obviamente, los derechos fundamentales. Si esto es así, lo obvio es que las
sentencias judiciales se asuman como supuestos específicos de aplicación del
derecho y que se reconozca su legitimidad en tanto ámbitos de realización de
fines estatales y, en particular, de la garantía de los derechos constitucionales.

En cuanto a lo segundo, no debe perderse de vista que el derecho, desde la


modernidad política, es la alternativa de legitimación del poder público y que
tal carácter se mantiene a condición de que resulte un instrumento idóneo
para decidir, de manera definitiva, las controversias que lleguen a suscitarse
pues sólo de esa forma es posible definir el alcance de los derechos y crear
las condiciones necesarias para su adecuado disfrute. De allí el valor de cosa
juzgada de que se rodean las sentencias judiciales y la inmutabilidad e
intangibilidad inherentes a tales pronunciamientos, pues de no ser así, esto es,
de generarse una situación de permanente incertidumbre en cuanto a la forma
como se han de decidir las controversias, nadie sabría el alcance de sus
derechos y de sus obligaciones correlativas y todos los conflictos serían
susceptibles de dilatarse indefinidamente. Es decir, el cuestionamiento de la
validez de cualquier sentencia judicial resquebrajaría el principio de seguridad
jurídica y desnudaría la insuficiencia del derecho como instrumento de
civilidad.

Y en cuanto a lo tercero, no debe olvidarse que una cara conquista de las


democracias contemporáneas viene dada por la autonomía e independencia
de sus jueces. Estas aseguran que la capacidad racionalizadora del derecho
se despliegue a partir de las normas de derecho positivo y no de injerencias de
otros jueces y tribunales o de otros ámbitos del poder público. De allí que la
sujeción del juez a la ley constituya una garantía para los asociados, pues
estos saben, gracias a ello, que sus derechos y deberes serán definidos a
partir de la sola consideración de la ley y no por razones políticas o de
conveniencia.

Con todo, no obstante que la improcedencia de la acción de tutela contra


sentencias es compatible con el carácter de ámbitos ordinarios de
reconocimiento y realización de los derechos fundamentales inherente a los
fallos judiciales, con el valor de cosa juzgada de las sentencias y con la
autonomía e independencia que caracteriza a la jurisdicción en la estructura
del poder público; ello no se opone a que en supuestos sumamente
excepcionales la acción de tutela proceda contra aquellas decisiones que
vulneran o amenazan derechos fundamentales.
184
En ese marco, los casos en que procede la acción de tutela contra
decisiones judiciales han sido desarrollados por la doctrina de esta
Corporación tanto en fallos de constitucionalidad, como en fallos de tutela.
Esta línea jurisprudencial, que se reafirma por la Corte en esta oportunidad, ha
sido objeto de detenidos desarrollos. En virtud de ellos, la Corporación ha
entendido que la tutela sólo puede proceder si se cumplen ciertos y rigurosos
requisitos de procedibilidad. Dentro de estos pueden distinguirse unos de
carácter general, que habilitan la interposición de la tutela, y otros de carácter
específico, que tocan con la procedencia misma del amparo, una vez
interpuesto.

Los requisitos generales de procedencia de la acción de tutela contra


decisiones judiciales son los siguientes:

a. Que la cuestión que se discuta resulte de evidente relevancia constitucional.


Como ya se mencionó, el juez constitucional no puede entrar a estudiar
cuestiones que no tienen una clara y marcada importancia constitucional so
pena de involucrarse en asuntos que corresponde definir a otras
jurisdicciones505. En consecuencia, el juez de tutela debe indicar con toda
claridad y de forma expresa porqué la cuestión que entra a resolver es
genuinamente una cuestión de relevancia constitucional que afecta los
derechos fundamentales de las partes.

b. Que se hayan agotado todos los medios -ordinarios y extraordinarios- de


defensa judicial al alcance de la persona afectada, salvo que se trate de evitar
la consumación de un perjuicio iusfundamental irremediable506. De allí que
sea un deber del actor desplegar todos los mecanismos judiciales ordinarios
que el sistema jurídico le otorga para la defensa de sus derechos. De no ser
así, esto es, de asumirse la acción de tutela como un mecanismo de
protección alternativo, se correría el riesgo de vaciar las competencias de las
distintas autoridades judiciales, de concentrar en la jurisdicción constitucional
todas las decisiones inherentes a ellas y de propiciar un desborde institucional
en el cumplimiento de las funciones de esta última.

c. Que se cumpla el requisito de la inmediatez, es decir, que la tutela se


hubiere interpuesto en un término razonable y proporcionado a partir del
hecho que originó la vulneración 507. De lo contrario, esto es, de permitir que la
acción de tutela proceda meses o aún años después de proferida la decisión,
se sacrificarían los principios de cosa juzgada y seguridad jurídica ya que
sobre todas las decisiones judiciales se cerniría una absoluta incertidumbre
que las desdibujaría como mecanismos institucionales legítimos de resolución
de conflictos.

d. Cuando se trate de una irregularidad procesal, debe quedar claro que la


misma tiene un efecto decisivo o determinante en la sentencia que se impugna
y que afecta los derechos fundamentales de la parte actora 508. No obstante,
de acuerdo con la doctrina fijada en la Sentencia C-591-05, si la irregularidad
505 Sentencia 173/93.
506 Sentencia T-504/00.
507 Ver entre otras la reciente Sentencia T-315/05
508 Sentencias T-008/98 y SU-159/2000
185
comporta una grave lesión de derechos fundamentales, tal como ocurre
con los casos de pruebas ilícitas susceptibles de imputarse como crímenes
de lesa humanidad, la protección de tales derechos se genera
independientemente de la incidencia que tengan en el litigio y por ello hay
lugar a la anulación del juicio.

e. Que la parte actora identifique de manera razonable tanto los hechos que
generaron la vulneración como los derechos vulnerados y que hubiere alegado
tal vulneración en el proceso judicial siempre que esto hubiere sido posible509.
Esta exigencia es comprensible pues, sin que la acción de tutela llegue a
rodearse de unas exigencias formales contrarias a su naturaleza y no previstas
por el constituyente, sí es menester que el actor tenga claridad en cuanto al
fundamento de la afectación de derechos que imputa a la decisión judicial,
que la haya planteado al interior del proceso y que dé cuenta de todo ello al
momento de pretender la protección constitucional de sus derechos.

f. Que no se trate de sentencias de tutela 510. Esto por cuanto los debates
sobre la protección de los derechos fundamentales no pueden prolongarse de
manera indefinida, mucho más si todas las sentencias proferidas son
sometidas a un riguroso proceso de selección ante esta Corporación, proceso
en virtud del cual las sentencias no seleccionadas para revisión, por decisión
de la sala respectiva, se tornan definitivas.

Ahora, además de los requisitos generales mencionados, para que proceda


una acción de tutela contra una sentencia judicial es necesario acreditar la
existencia de requisitos o causales especiales de procedibilidad, las que deben
quedar plenamente demostradas. En este sentido, como lo ha señalado la
Corte, para que proceda una tutela contra una sentencia se requiere que se
presente, al menos, uno de los vicios o defectos que adelante se explican.

a. Defecto orgánico, que se presenta cuando el funcionario judicial que profirió


la providencia impugnada, carece, absolutamente, de competencia para ello.

b. Defecto procedimental absoluto, que se origina cuando el juez actuó


completamente al margen del procedimiento establecido.

c. Defecto fáctico, que surge cuando el juez carece del apoyo probatorio que
permita la aplicación del supuesto legal en el que se sustenta la decisión.

d. Defecto material o sustantivo, como son los casos en que se decide con
base en normas inexistentes o inconstitucionales 511 o que presentan una
evidente y grosera contradicción entre los fundamentos y la decisión.

f. Error inducido, que se presenta cuando el juez o tribunal fue víctima de un


engaño por parte de terceros y ese engaño lo condujo a la toma de una
decisión que afecta derechos fundamentales.

509 Sentencia T-658-98


510 Sentencias T-088-99 y SU-1219-01
511 Sentencia T-522/01
186
g. Decisión sin motivación, que implica el incumplimiento de los servidores
judiciales de dar cuenta de los fundamentos fácticos y jurídicos de sus
decisiones en el entendido que precisamente en esa motivación reposa la
legitimidad de su órbita funcional.

h. Desconocimiento del precedente, hipótesis que se presenta, por ejemplo,


cuando la Corte Constitucional establece el alcance de un derecho
fundamental y el juez ordinario aplica una ley limitando sustancialmente dicho
alcance. En estos casos la tutela procede como mecanismo para garantizar la
eficacia jurídica del contenido constitucionalmente vinculante del derecho
fundamental vulnerado 512.

i. Violación directa de la Constitución.

Estos eventos en que procede la acción de tutela contra decisiones judiciales


involucran la superación del concepto de vía de hecho y la admisión de
específicos supuestos de procedebilidad en eventos en los que si bien no se
está ante una burda trasgresión de la Carta, si se trata de decisiones ilegítimas
que afectan derechos fundamentales. Esta evolución de la doctrina
constitucional fue reseñada de la siguiente manera en un reciente
pronunciamiento de esta Corte:

(E)n los últimos años se ha venido presentando una evolución de la


jurisprudencia constitucional acerca de las situaciones que hacen viable
la acción de tutela contra providencias judiciales. Este desarrollo ha
llevado a concluir que las sentencias judiciales pueden ser atacadas
mediante la acción de tutela por causa de otros defectos adicionales, y
que, dado que esos nuevos defectos no implican que la sentencia sea
necesariamente una “violación flagrante y grosera de la Constitución”, es
más adecuado utilizar el concepto de “causales genéricas de
procedibilidad de la acción” que el de “vía de hecho.” En la sentencia T-
774 de 2004 (MP. Manuel José Cepeda Espinosa) se describe la
evolución presentada de la siguiente manera:

“(...) la Sala considera pertinente señalar que el concepto de vía de hecho,


en el cual se funda la presente acción de tutela, ha evolucionado en la
jurisprudencia constitucional. La Corte ha decantado los conceptos de
capricho y arbitrariedad judicial, en los que originalmente se fundaba la
noción de vía de hecho. Actualmente no ‘(…) sólo se trata de los casos en
que el juez impone, de manera grosera y burda su voluntad sobre el
ordenamiento, sino que incluye aquellos casos en los que se aparta de los
precedentes sin argumentar debidamente (capricho) y cuando su
discrecionalidad interpretativa se desborda en perjuicio de los derechos
fundamentales de los asociados (arbitrariedad). Debe advertirse que esta
corporación ha señalado que toda actuación estatal, máxime cuando
existen amplias facultades discrecionales (a lo que de alguna manera se
puede asimilar la libertad hermenéutica del juez), ha de ceñirse a lo
razonable. Lo razonable está condicionado, en primera medida, por el

512 Cfr. Sentencias T-462/03; SU-1184/01; T-1625/00 y T-1031/01.


187
513
respeto a la Constitución.’ En este caso (T-1031 de 2001) la Corte
decidió que la acción de tutela procede contra una providencia judicial
que omite, sin razón alguna, los precedentes aplicables al caso o cuando
‘su discrecionalidad interpretativa se desborda en perjuicio de los
derechos fundamentales de los asociados.’

“Este avance jurisprudencial ha llevado a la Corte a remplazar ‘(…) el uso


conceptual de la expresión vía de hecho por la de causales genéricas de
procedibilidad.’ Así, la regla jurisprudencial se redefine en los siguientes
términos...

“...todo pronunciamiento de fondo por parte del juez de tutela respecto de


la eventual afectación de los derechos fundamentales con ocasión de la
actividad jurisdiccional (afectación de derechos fundamentales por
providencias judiciales) es constitucionalmente admisible, solamente,
cuando el juez haya determinado de manera previa la configuración de
una de las causales de procedibilidad; es decir, una vez haya constatado
la existencia de alguno de los seis eventos suficientemente reconocidos
por la jurisprudencia: (i) defecto sustantivo, orgánico o procedimental; (ii)
defecto fáctico; (iii) error inducido; (iv) decisión sin motivación, (v)
desconocimiento del precedente y (vi) violación directa de la
Constitución.” ”
514 515

Los argumentos expuestos en los fundamentos anteriores de esta providencia


resultan suficientes para demostrar que desde cualquier perspectiva posible, el
artículo 86 de la Constitución ampara la procedencia de la acción de tutela
contra las decisiones judiciales de última instancia y que hay lugar a ella en los
supuestos indicados por la jurisprudencia de esta Corporación.

Al proferir la Sentencia C-543-92, la decisión de la Corte no fue excluir la


tutela contra decisiones judiciales

Se ha sostenido que la Corte Constitucional, en la Sentencia C-543-92,


declaró la inexequibilidad de varias disposiciones legales que permitían la
tutela contra sentencias. Con base en esa referencia se afirma que el amparo
constitucional de los derechos fundamentales no procede contra decisiones
judiciales porque así lo estableció esta Corporación en un fallo de
constitucionalidad; fallo que, a diferencia de las decisiones proferidas con
ocasión de la revisión de las sentencias de tutela, tiene efectos erga omnes.

513 Sentencia T-1031 de 2001. En este caso se decidió que “(…) el pretermitir la utilización de los medios ordinarios de
defensa, torna en improcedente la acción de tutela. Empero, la adopción rigurosa de éste postura llevaría, en el caso
concreto, a una desproporcionada afectación de un derecho fundamental. En efecto, habiéndose establecido de manera
fehaciente que la interpretación de una norma se ha hecho con violación de la Constitución, lo que llevó a la condena del
procesado y a una reducción punitiva, no puede la forma imperar sobre lo sustancial (CP. art. 228). De ahí que, en este
caso, ante la evidente violación de los derechos constitucionales fundamentales del demandado, la Corte entiende que ha
de primar la obligación estatal de garantizar la efectividad de los derechos, por encima de la exigencia de agotar los
medios judiciales de defensa.”
514 Sentencia T-949 de 2003. En este caso la Corte decidió que “(…) la infracción del deber de identificar correctamente la

persona sometida al proceso penal, sumada a la desafortunada suplantación, constituye un claro defecto fáctico, lo que
implica que está satisfecho el requisito de procedibilidad exigido por la Jurisprudencia para la procedencia de la acción de
tutela contra providencias judiciales.”
515 Sentencia T-453/05.
188
Este argumento, como pasa a indicarse, parte de una premisa equivocada
y, además, desconoce la doctrina constitucional. Por ello no suministra
fundamento alguno para, contra lo que la Constitución ordena, restringir el
ámbito de procedencia de la acción de tutela.

Así, por una parte, hay que indicar que a través de la sentencia C-543/92 la
Corte Constitucional declaró la inconstitucionalidad de los artículos 11, 12 y 40
del Decreto 2591 de 1991, disposiciones que consagraban la acción de tutela
contra decisiones judiciales. No obstante, en esa oportunidad la Corte indicó
de manera expresa que la acción de tutela si podía proceder contra omisiones
injustificadas o actuaciones de hecho de los funcionarios judiciales, cuando
quiera que las mismas vulneraran los derechos fundamentales. Al respecto
señaló:

De conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas,


no cabe duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les
corresponde la función de administrar justicia y sus resoluciones son
obligatorias para particulares y también para el Estado. En esa condición
no están excluidos de la acción de tutela respecto de actos u omisiones
que vulneren o amenacen derechos fundamentales, lo cual no significa
que proceda dicha acción contra sus providencias. Así, por ejemplo, nada
obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha incurrido en
dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo, que
proceda a resolver o que observe con diligencia los términos judiciales, ni
riñe contra los preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante
actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las cuales
se desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco
cuando la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual si
está constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo
transitorio cuyo efecto, queda supeditado a lo que se resuelva de fondo
por el juez ordinario competente. En hipótesis como estas no puede
hablarse de atentado alguno contra la seguridad jurídica de los asociados,
sino que se trata de hacer realidad los fines que persigue la justicia 516.

De este modo, no es cierto que la Corte, en el fallo citado, haya descartado,


de manera absoluta, la procedencia de la acción de tutela contra decisiones
judiciales. Lo que hizo en esa oportunidad fue excluir del ordenamiento
jurídico unos preceptos normativos que afirmaban la procedencia de ese
mecanismo contra las sentencias como regla general y no como excepción.
De allí que la Corte, en la motivación de ese pronunciamiento, haya delineado
genéricamente los supuestos en los que de manera excepcional procedía la
acción de tutela contra tales decisiones.

Por otra parte, la postura que se comenta desconoce la doctrina constitucional


pues esta Corporación no sólo ha realizado una interpretación autorizada de la
Sentencia C-543-92, sino que, como se indicó en precedencia, ha construido
una uniforme línea jurisprudencial que desarrolla los supuestos excepcionales

516 Sentencia C-543/92


189
de procedencia de la tutela contra decisiones judiciales. Sobre el sentido
de la decisión tomada en la citada sentencia, la Corte, en la Sentencia SU-
1184-01, expuso:

...coincide parcialmente ésta Sala de Revisión de la Corte Constitucional


con la Sala de Casación Laboral en reconocer la obligatoriedad que tienen
en el sistema jurídico colombiano las sentencias de constitucionalidad,
específicamente la sentencia C-543 de 1992, pero no comparte el criterio
según el cual en dicha sentencia se decidió que era contrario a la
Constitución Política de 1991 el que proceda una acción de tutela contra
una actuación judicial, incluso cuando esta configure una vía de hecho, o
conlleve la amenaza de un perjuicio irremediable.

En cambio, coincide plenamente esta Sala de Revisión con la decisión


adoptada por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia
dentro del proceso T-600048, la cual, en lugar de descartar de manera
absoluta la procedencia de la acción de tutela contra providencias
judiciales, verificó si en el caso concreto ésta era procedente. Concluyó
que no lo era y que en todo caso no se trataba de una vía de hecho.
También coincide con lo expuesto por la Sala de Casación Civil de la
Corte Suprema de Justicia por la misma razón.

La diferencia entre la posición adoptada por la Sala de Casación Laboral,


por un lado, y las Salas de Casación Civil y Penal, por otro, estriba en que
mientras la primera sostiene que la acción de tutela nunca procede contra
providencias judiciales, las segundas estiman que en ciertos casos
excepcionales, cuando se reúnen estrictos requisitos analizados por la
jurisprudencia de la Corte Constitucional, ella sí procede contra
providencias judiciales.

Esta Sala de Revisión subraya que el artículo 86 de la Constitución dice


que la tutela procede cuando los derechos fundamentales “resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública”. Los jueces son autoridades públicas y sus
providencias constituyen su principal forma de acción.

Además, la Corte Constitucional en sus salas de revisión y en su Sala


Plena ha reiterado que la tutela sí procede contra providencias judiciales
cuando éstas constituyen vías de hecho.

No desconoce esta Sala de Revisión que una sentencia, como cualquier


texto, es objeto de interpretación. Empero, quien interpreta con autoridad
las sentencias de la Corte Constitucional es la propia Corte Constitucional,
así como esta Corporación ha reconocido que quién interpreta con
autoridad las sentencias de la Corte Suprema de Justicia es la propia
Corte Suprema de Justicia, en razón a que su doctrina relativa al alcance
de las leyes en el ámbito de su competencia como “máximo tribunal de la
190
jurisdicción ordinaria” (artículo 234 C.P.), constituye un derecho
viviente.517”.518

Entonces, no es cierto que la Corte, en un fallo de constitucionalidad, haya


excluido la procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales,
pues tanto de la motivación de ese pronunciamiento como de la interpretación
que la misma Corte ha hecho del mismo y del desarrollo de su jurisprudencia
se infiere que la acción de tutela procede contra decisiones judiciales en los
supuestos que la misma Corte ha indicado.

La procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales está


legitimada también por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y por la Convención Americana sobre Derechos Humanos

Por otra parte, no sobra recordar que, tal y como lo ha indicado


reiteradamente la Corte, la acción de tutela no sólo se encuentra respaldada
en el artículo 86 de la Carta sino también en los artículos 2 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 25 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos incorporados a la Constitución por vía del artículo
93 de la Carta519. Dichas normas establecen la obligación de los Estados
partes de implementar un recurso sencillo, efectivo y breve de protección
efectiva de los derechos fundamentales contra cualquier acción u omisión de
las autoridades públicas que pudiera vulnerarlos. En este sentido, el artículo
25 de la Convención Americana señala:

Artículo 25. Protección Judicial

1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier


otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos
por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal
violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus
funciones oficiales.

2. Los Estados Partes se comprometen:

517 En la Sentencia C-557 de 2001 se consideró al respecto lo siguiente: “Si bien el control de constitucionalidad de las
normas es un control abstracto porque no surge de su aplicación en un proceso particular, ello no significa que el juicio de
exequibilidad deba efectuarse sin tener en cuenta el contexto dentro del cual la norma fue creada (i.e. su nacimiento), y
dentro del cual ha sido interpretada (i.e. ha vivido). En fin: en buena medida, el sentido de toda norma jurídica depende del
contexto dentro del cual es aplicada. || Ahora, dentro de las múltiples dimensiones de ese contexto –bien sea la lingüística,
que permite fijar su sentido natural, o bien la sociológica, que hace posible apreciar sus funciones reales - se destaca la
actividad de los expertos que han interpretado los conceptos técnicos que ella contiene y que los han aplicado a casos
concretos. Obviamente, esos expertos son los jueces y los doctrinantes especializados en la materia tratada en la norma;
dentro de ellos, una posición preeminente la ocupan los órganos judiciales colegiados que se e ncuentran en la cima de
una jurisdicción. Así lo ha establecido la Constitución al definir al Consejo de Estado como “tribunal supremo de lo
contencioso administrativo” (art. 237- 1 de la CP) y a la Corte Suprema de Justicia como “máximo tribunal de la jurisdicción
ordinaria” (art. 234 de la CP). Por lo tanto, la jurisprudencia de ambos órganos es un referente indispensable para apreciar
el significado viviente de las normas demandadas. Al prestarles la atención que su ubicación institucional exige, la Cort e
Constitucional está valorando su labor hermenéutica dentro de un mismo sistema jurídico. Obviamente, cuando no exista
jurisprudencia sobre las normas objeto del control constitucional, la Corte Constitucional tendrá que acudir a otras fuentes
del derecho para interpretar los artículos demandados.”
518 Sentencia T-057/2004
519 Al respecto Cfr entre otros, los autos 220A/02, 149A/03, 010/04 y la sentencia SU-1158/03.
191
a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema
legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que
interponga tal recurso;

b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y

c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda


decisión en que se haya estimado procedente el recurso.

Pero esos instrumentos de derecho público internacional no sólo le imponen al


Estado colombiano la obligación de consagrar un mecanismo de protección de
los derechos fundamentales, sino también la obligación de garantizar el
cumplimiento de las decisiones proferidas al resolver ese recurso. Como lo
indicó la Corte en el auto del 17 de febrero de 2004,

Según lo ha sostenido esta Corporación 520, la garantía del cumplimiento


de las órdenes a través de las cuales se concede el amparo de derechos
fundamentales amenazados o violados, ya sea que provenga de los
jueces de instancia o de la propia Corte Constitucional, además de tener
un claro fundamento constitucional, también encuentra un hondo respaldo
en el derecho internacional sobre derechos humanos. Así, por citar tan
sólo algunos ejemplos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (art. 2°) y la Convención Americana de Derechos Humanos (art.
25), incorporados al orden interno mediante las Leyes 74 de 1968 y 16 de
1972, respectivamente, además de exigirle a los Estados partes la
implementación de un recurso sencillo, efectivo y breve que ampare los
derechos fundamentales, también los obliga a “garantizar el cumplimiento,
por las autoridades competentes, de toda decisión en que se haya
estimado procedente el recurso”.

En consecuencia, una limitación del ámbito de protección de la acción de


tutela tal como la que podría desprenderse de la disposición parcialmente
demandada no sólo vulneraría el artículo 86 de la Carta sino los artículos 2 y
25 antes mencionados y, por contera, las obligaciones internacionales del
Estado colombiano en materia de protección de Derechos Humanos.

Los argumentos expuestos contra la tutela contra decisiones judiciales


son fácilmente rebatibles

No obstante la legitimidad constitucional de la acción de tutela contra


decisiones judiciales, distintas esferas de la función jurisdiccional han
cuestionado la legitimidad de tal procedencia. Para ello han expuesto
múltiples decisiones que, como se aprecia en seguida, son fácilmente
rebatibles.

Contra la interpretación más simple y ortodoxa del texto del artículo 86


trascrito, se ha opuesto una interpretación presuntamente “originalista” en

520Cfr. Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión (M.P. Jaime Araujo Rentaría) y S entencia SU-1158 de
2003, ya citada, entre otras.
192
virtud de la cual lo que debe primar a la hora de comprender el sentido
normativo de una disposición no es la letra clara de la misma -o su texto-
sino la voluntad del constituyente al momento de escribirla. En este sentido
afirman que cuando el constituyente dijo que la tutela procedería contra
acciones u omisiones de las autoridades públicas no quiso en realidad decir
autoridades públicas sino autoridades administrativas y que sin embargo
consideró que esto resultaba tan natural y obvio que no parecía necesario
precisarlo.

Aparte de la dificultad de dar prelación al método originalista en casos como el


presente, -es decir, en aquellos casos en los cuales la aplicación de dicho
método podría contradecir abiertamente el texto de la disposición y,
adicionalmente, podría tener como efecto la restricción de un mecanismo de
garantía de los derechos fundamentales- , lo cierto es que en este caso la
aplicación rigurosa del método originalista no nos conduciría al resultado
mencionado.

En efecto, si bien es cierto que algunos delegatarios a la Asamblea Nacional


Constituyente consideraban que la tutela no debía proceder contra sentencias
judiciales, también lo es que la gran mayoría participó de la idea de consagrar
una acción que -como el amparo en España o el recurso de constitucionalidad
en Alemania- pudiera proceder contra las decisiones judiciales. En este
sentido es importante recordar que la propuesta presentada por un conjunto
de delegatarios destinada a restringir en el sentido que se estudia el ámbito de
protección de la acción de tutela, resultó amplia y expresamente derrotada por
la mayoría con el argumento, claramente expuesto en el debate, según el cual
impedir la tutela contra decisiones judiciales podría crear un ámbito de
impunidad constitucional y reduciría la eficacia de los derechos fundamentales
a su simple consagración escrita 521.

Pero el único argumento que se ha opuesto a la procedencia de la acción de


tutela contra sentencias no es el argumento originalista. Adicionalmente se ha
sostenido que no es de la “naturaleza” de esta acción servir de medio para
impugnar las providencias judiciales. No obstante, al contrario de lo que se ha
afirmado sobre los límites naturales o “consustanciales” de la acción de tutela,
la doctrina constitucional comparada parece coincidir de manera unánime en
que la tutela -amparo o acción de constitucionalidad- contra las sentencias es
un corolario lógico del modelo de control mixto de constitucionalidad.

En efecto, cualquier texto relevante de doctrina constitucional comparada


reconoce que el control de constitucionalidad de las sentencias es un
instrumento necesario para garantizar, simultáneamente, la primacía de la
Constitución y de los derechos fundamentales. Los desacuerdos en la doctrina
y la jurisprudencia más especializada se producen más bien en torno al
alcance de esta figura y al tipo y grado de eficacia de los derechos
fundamentales en el ámbito judicial. No obstante, a estas alturas de la

521En este aparte se hace referencia a la propuesta sustitutiva presentada por los honorables constituyentes Hernando
Yepes Arcila, Rodrigo Llorente Martínez, Carlos Rodado Noriega, Mariano Ospina Hernández y María Garcés Lloreda.
Gaceta Constitucional No. 142 p.182 en la cual se propone restringir el ámbito de aplicación de la tutela y los debates
consecuentes hasta la votación definitiva del texto del hoy artículo 86 de la Constitución. Dicha propuesta fue votada y
negada por la Asamblea.
193
evolución de la doctrina constitucional, parece que nadie niega la
importancia de que exista un último control de constitucionalidad de
aquellas sentencias que hubieren podido vulnerar los derechos fundamentales
de las partes y, en particular, el derecho de acceso a la administración de
justicia.

No puede perderse de vista que la más importante transformación del derecho


constitucional en la segunda mitad del siglo XX fue la consagración de la
Constitución como una verdadera norma jurídica. En otras palabras, en el
nuevo Estado constitucional, las constituciones -y en particular los derechos
fundamentales- dejaron de ser normas formalmente prevalentes pero
jurídicamente irrelevantes para convertirse en las normas jurídicas de mayor
eficacia o poder vinculante dentro del ordenamiento. Para lograr esta
transformación, los distintos sistemas jurídicos incorporaron al texto
constitucional poderosos sistemas de garantía tendientes a asegurar la
sujeción de todos los órganos del Estado a las disposiciones constitucionales
y, muy en particular, a los derechos fundamentales.

En este novedoso y potente sistema de protección de la Constitución, la tutela


contra sentencias juega un papel fundamental: el control de constitucionalidad
de las sentencias sirve para desplegar con fuerza la eficacia normativa de los
derechos fundamentales en todos los ámbitos de aplicación del derecho. En
otras palabras, de lo que se trata es de asegurar el llamado “efecto irradiación”
de los derechos fundamentales en jurisdicciones acostumbradas a seguir
fielmente los mandatos del derecho legislado sin atender a las normas
constitucionales que podrían resultar relevantes para resolver la respectiva
cuestión.

Entonces, la acción de tutela -o el llamado recurso de amparo o recurso de


constitucionalidad- contra sentencias constituye uno de los ejes centrales de
todo el sistema de garantía de los derechos fundamentales. Este instrumento
se convierte no sólo en la última garantía de los derechos fundamentales,
cuando quiera que ellos han sido vulnerados o amenazados por la acción o la
omisión de una autoridad judicial, sino que sirve como instrumento para
introducir la perspectiva de los derechos fundamentales a juicios
tradicionalmente tramitados y definidos, exclusivamente, desde la perspectiva
del derecho legislado. En otras palabras, la tutela contra sentencias es el
mecanismo más preciado para actualizar el derecho y nutrirlo de los valores,
principios y derechos del Estado social y democrático de derecho.

Adicionalmente, el control eventual de las sentencias por parte de la Corte


Constitucional, es el mecanismo encontrado por el constituyente para
garantizar la unificación de la jurisprudencia. En estos términos, la necesidad
de que exista un órgano único que tenga la función de unificar la
jurisprudencia relativa al alcance de los derechos fundamentales, no es sino la
aplicación al sistema mixto de control constitucional de las estrategias más
ortodoxas de los sistemas jurídicos occidentales, tendientes a asegurar la
unidad en la interpretación y aplicación del derecho y garantizar así el derecho
de igualdad y el principio de seguridad jurídica.
194
En virtud de tal unificación, se pretende asegurar que la interpretación y
aplicación del contenido constitucionalmente protegido de los derechos
fundamentales por parte de todos los jueces de la República -con
independencia de la causa que se encuentren juzgando- resulte coherente y
ordenada. En este sentido, parece obvio que la función de unificación de la
jurisprudencia materialmente constitucional esté adscrita a un sólo órgano
judicial y que este sea quien tiene asignada la misión de servir como intérprete
último de la Carta.

A este respecto no sobra recordar que en tanto las disposiciones


constitucionales, y en particular las disposiciones iusfundamentales, suelen
tener una estructura especial -en general la doctrina las ha denominado
estructura o “textura” abierta- las mismas exigen para su interpretación
además de los métodos tradicionales de interpretación del derecho, otros
especiales y propios del derecho constitucional. En este sentido, es
fundamental que exista un órgano último especializado en estas materias, que
adicionalmente pueda ser objeto de permanente vigilancia y control, dado que
tiene a su cargo la función de servir como intérprete supremo de la
Constitución.

Por los argumentos expuestos parece, más que razonable, indispensable que
la acción de tutela pueda interponerse contra sentencias judiciales de última
instancia y que las tutelas contra sentencias puedan llegar a la Corte
Constitucional para que sea esta Corporación, en su calidad de intérprete
supremo de la Carta, quien defina finalmente el alcance de los derechos
fundamentales en las distintas áreas del derecho legislado.

Se ha dicho también que la tutela contra sentencias vulnera los principios de


seguridad jurídica y de autonomía funcional del juez.

A este respecto hay que decir que si bien las acciones judiciales ordinarias
constituyen supuestos de reconocimiento y respeto de los derechos
fundamentales, de resultar inidóneos e ineficaces, la persona tiene derecho a
hacer uso de la acción de tutela como mecanismo subsidiario de protección
directamente configurado por el constituyente. Lo contrario implicaría admitir
que la democracia constitucional colombiana está concebida de tal manera
que una persona a la que se le ha vulnerado un derecho fundamental en una
sentencia respecto de la que no existen otros mecanismos ordinarios de
protección, está condenada a sobrellevar esa vulneración y con esto se estaría
renunciando al efecto vinculante de los derechos fundamentales.

El valor de cosa juzgada de las sentencias y el principio de seguridad jurídica


suponen que los fallos son respetuosos de los derechos y ese respeto no se
determina a partir de la visión que cada juez tenga de ellos sino del alcance
que les fije la Corte Constitucional, pues esta es la habilitada para generar
certeza sobre su alcance. Y ello es lógico ya que si algo genera inseguridad
jurídica es la promoción de diferentes lecturas de la Carta Política por los
jueces y, en particular, sobre el alcance de los derechos fundamentales. Este
es precisamente el peligro que se evita mediante la excepcional procedencia
de la tutela contra sentencias pues a través de ella se promueven lecturas
195
uniformes sobre el alcance de tales derechos y de la Carta Política como
su soporte normativo.

Y en lo que atañe a la autonomía e independencia de los jueces y tribunales,


ellas deben entenderse en el marco de la realización de los fines estatales
inherentes a la jurisdicción y, en especial, de cara al cumplimiento de su deber
de garantizar la efectividad de los derechos a todas las personas. Es decir, la
Constitución no configura tal autonomía y tal independencia como atributos
idóneos para negar la garantía de esos derechos. Por el contrario, esa
autonomía y esa independencia deben asumirse como un mandato de
proscripción de injerencias indebidas en el ejercicio de la función
jurisdiccional, pero en el entendido que ésta se orienta a la afirmación y no a
la negación de los fundamentos de la democracia colombiana. De allí que, si
esto último ocurre, es decir, si la jurisdicción da lugar a afectaciones de
derechos fundamentales, tales decisiones deban removerse del mundo
jurídico para restablecer el efecto vinculante de esos derechos.

Ahora, la intervención del juez constitucional en los distintos procesos es


únicamente para efectos de proteger los derechos fundamentales afectados.
Al respecto en reiterada jurisprudencia la Corte Constitucional ha señalado
que la función del juez constitucional no es la de reemplazar al juez de la
causa ni la de crear incertidumbre a la hora de definir el sentido del derecho.
Muy por el contrario, el Juez constitucional debe tener particular cuidado a la
hora de evaluar si una determinada decisión judicial vulnera los derechos
fundamentales de una de las partes.

En ese sentido, los fundamentos de una decisión de tutela contra una


sentencia judicial deben aclarar con transparencia la relevancia
iusfundamental del punto que se discute y el juez debe contraerse a estudiar
esta cuestión y ninguna otra. No se trata entonces de un mecanismo que
permita al juez constitucional ordenar la anulación de decisiones que no
comparte o suplantar al juez ordinario en su tarea de interpretar el derecho
legislado y evaluar las pruebas del caso. De lo que se trata es de un
mecanismo excepcional, subsidiario y residual para proteger los derechos
fundamentales de quien luego de haber pasado por un proceso judicial se
encuentra en condición de indefensión y que permite la aplicación uniforme y
coherente -es decir segura y en condiciones de igualdad- de los derechos
fundamentales a los distintos ámbitos del derecho. En este sentido en una de
las más recientes sentencias sobre esta línea la Corte indicó:

4. Coincide la Corte con la Sala de Casación Laboral en el sentido de


sostener que los principios de seguridad jurídica y autonomía funcional
son principios rectores de la administración de justicia. No obstante, como
se ha reiterado en múltiples ocasiones, la procedencia especial de la
acción de tutela contra decisiones judiciales lejos de afectar tales
principios, tiende a su garantía y protección. En efecto, en cuanto se
refiere al principio de la seguridad jurídica, resulta claro que se garantiza
en mucha mayor medida la seguridad de los ciudadanos sobre alcance y
sentido del derecho, si existe una manera de unificar las decisiones
judiciales en cada una de las distintas materias o ramas del derecho y no
196
si su interpretación se encuentra librada exclusivamente al criterio
solitario e inmune de cada juez. Ese es justamente el papel de la
casación en materia laboral, civil o penal, el de unificar el sentido de las
normas que los jueces deben aplicar para resolver las distintas
controversias jurídicas. En este sentido, no debe extrañar que en los
regímenes de control de constitucionalidad mixto –como el colombiano, el
alemán o el español– exista un recurso que, como la acción de tutela,
permita garantizar la unidad de la interpretación judicial de los derechos y
las garantías fundamentales, en particular, la garantía del debido proceso
constitucional...

Ahora bien, para garantizar que el control judicial resulte ajustado a los
principios de especialización y jerarquía, la tutela contra sentencia se
debe interponer ante el superior funcional del accionado. Si se dirige
contra la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado o el Consejo
Superior de la Judicatura-Sala Jurisdiccional Disciplinaria, será repartido a
la misma corporación y se resolverá por la Sala de Decisión, Sección o
Subsección que corresponda. Finalmente, tratándose de la protección de
derechos constitucionales fundamentales, la Corte Constitucional tendrá
la última palabra en tanto guardiana e intérprete suprema de la
Constitución.

Sólo a través de un control de esta naturaleza, con un único órgano de


cierre en materia constitucional, será posible asegurar que todos los
jueces de la República, obligados como están a aplicar la Constitución
cuando quiera que ello resulte conducente para resolver la respectiva
causa, tengan una doctrina relativamente coherente sobre el alcance y
significado de las garantías constitucionales. De otra forma, cada juez o,
en el mejor de los casos, cada jurisdicción, podría tener una lectura
distinta e incluso contradictoria de las disposiciones constitucionales, sin
que resultara posible unificar el sentido del derecho constitucional para
generar una verdadera seguridad jurídica.

También se afirma que la violación de la seguridad jurídica se produce


dado que no existe un término de caducidad de la tutela contra
sentencias. En consecuencia, en cualquier momento la persona que
disienta de una decisión judicial puede impugnarla mediante la acción de
Tutela. En este sentido, como se desarrollará en detalle más adelante, es
cierto que la falta de un término de caducidad puede dar lugar a la
violación del principio de la seguridad jurídica. Sin embargo, para conjurar
este riesgo la jurisprudencia constitucional ha desarrollado la doctrina de
la inmediatez. Según esta doctrina, la acción de tutela debe ser
interpuesta en un término razonable y proporcionado como mecanismo
para proteger, de manera inmediata, el derecho vulnerado o amenazado.
De otra forma se estaría premiando la inacción de la parte interesada y
afectando severamente el principio universal de la seguridad jurídica, es
decir, la tranquilidad que deben tener los ciudadanos sobre la estabilidad
de la decisiones judiciales...
197
Finalmente, se ha sostenido que se viola la seguridad jurídica y la
autonomía funcional del juez por la mera posibilidad de revocar las
sentencias mediante la acción de tutela. Este argumento llevaría a
sostener que la segunda instancia es también una violación de la
seguridad jurídica y de la autonomía funcional, como lo seria también el
recurso de casación. En efecto, hasta agotar dichos recursos la sentencia
no hace tránsito a cosa juzgada y su existencia habilita justamente al juez
de alzada a revocar la decisión del juez de instancia y a marcar las pautas
de interpretación y fijación del sentido del derecho. En este sentido, la
tutela debe ser vista, simplemente, como un control constitucional
absolutamente excepcional y de muy corta duración, arbitrado por la
propia Constitución para que en el Estado constitucional exista una cierta
unidad en la interpretación y aplicación de las normas fundamentales y,
especialmente, del debido proceso constitucional. En otras palabras, para
asegurar la vigencia del principio de igualdad y del importante valor de la
seguridad jurídica.522

De otra parte, se ha sostenido que la tutela contra sentencias de última


instancia viola la distribución constitucional de competencias entre las más
altas Cortes de justicia pues, por esta vía, la última palabra en materia penal,
civil o laboral no la tendrá la Corte Suprema por vía de casación sino el juez
constitucional por vía de tutela.

En este sentido es muy importante reiterar que la acción de tutela no puede


ser un mecanismo que sirva para que el juez constitucional pueda desplazar al
juez ordinario en la decisión de la respectiva causa. En efecto, por esta vía no
puede el juez de tutela convertirse en el máximo intérprete del derecho
legislado ni suplantar al juez natural en su función esencial como juez de
instancia. Lo que sin embargo sí habilita la tutela es la vigilancia de la
aplicación judicial al caso concreto de los derechos fundamentales pertinentes
y, en especial, del derecho al debido proceso y de acceso a la administración
de justicia.

En otras palabras, se trata de una garantía excepcional, subsidiaria y


autónoma para asegurar, cuando todos los recursos anteriores han fallado,
que a las personas sometidas a un proceso judicial no les violen sus derechos
constitucionales fundamentales. No se trata entonces de garantizar la
adecuada aplicación del resto de las normas que integran el sistema jurídico o
de los derechos que tienen origen en la ley.

Adicionalmente, este mecanismo sólo puede operar cuando todos los


mecanismos anteriores han fallado y siempre que la persona hubiere acudido
a ellos de manera diligente. En este sentido, la acción de tutela no suplanta ni
reemplaza a los mecanismos ordinarios ni puede servir para remediar la
negligencia de alguna de las partes procesales. Se trata, simplemente, de una
revisión extraordinaria y excepcional de la constitucionalidad de las decisiones
judiciales cuando la persona presuntamente afectada ha agotado todos los
recursos a su alcance y se encuentra, por lo tanto, en condiciones de

522 T-315 de 2005.


198
indefensión. Si las acciones y recursos judiciales ordinarios y
extraordinarios han operado adecuadamente, nada nuevo tendrá que decir
el juez de tutela, pues los jueces ordinarios habrán cumplido a cabalidad con
la tarea de garantizar los derechos fundamentales concernidos.

En los términos que han sido planteados, resulta indudable que quien debe
definir el alcance de todas las áreas del derecho ordinario es la Corte
Suprema de Justicia y que corresponde al Consejo de Estado establecer el
alcance de las normas que integran el derecho contencioso administrativo. Sin
embargo, compete a la Corte Constitucional la tarea de establecer, en última
instancia, el contenido constitucionalmente vinculante de los derechos
fundamentales, derechos que deben ser tenidos en cuenta por los jueces
ordinarios y contenciosos a la hora de definir los asuntos a ellos asignados.

La tutela contra sentencias, entonces, tiene simplemente la función de


garantizar que en esta tarea de aplicación simultánea de la Constitución y la
ley, la supremacía de los derechos fundamentales sobre la ley quede
suficientemente resguardada. En este sentido, si una cuestión resulta ser
simultáneamente de relevancia legal y constitucional, resulta claro que el juez
de la causa debe aplicar el derecho constitucional -de conformidad con los
dictámenes de su intérprete supremo- y el derecho ordinario -siguiendo las
pautas del máximo órgano de la respectiva jurisdicción-.

En conclusión, el argumento según el cual la tutela contra sentencias de última


instancia afecta la distribución constitucional de competencias entre las altas
Cortes y, en particular, la naturaleza de la Corte Suprema de Justicia y del
Consejo de Estado como “órganos de cierre” de la respetiva jurisdicción, es
falso, pues el juez constitucional no tiene facultades para intervenir en la
definición de una cuestión que debe ser resuelta exclusivamente con el
derecho ordinario o contencioso. Su papel se reduce exclusivamente a
intervenir para garantizar, de manera residual y subsidiaria, en los procesos
ordinarios o contencioso administrativos, la aplicación de los derechos
fundamentales, cuyo intérprete supremo, por expresa disposición de la
Constitución, es la Corte Constitucional.

Ahora bien, si el argumento que ha sido expuesto se funda simplemente en


que el juez constitucional pueda ordenarle al juez de última instancia que
revoque su decisión y que profiera otra de conformidad con los derechos
fundamentales, es esta una simple consecuencia del nuevo modelo en el cual
la norma que tiene primacía es la Constitución. En este sentido, nadie
pensaría que viola la distribución constitucional de competencias la posibilidad
de que una corte internacional, como la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, pueda ordenarle al Estado, a través de una decisión judicial, que
revoque una sentencia de última instancia y profiera una nueva decisión de
conformidad con los derechos humanos que el Estado colombiano se ha
comprometido a proteger. En este caso la Corte Interamericana no estaría
siendo la última instancia en materia civil, contenciosa o constitucional sino
cumpliendo su labor como órgano encargado de asegurar la aplicación de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en aquellos países del
Continente que la han suscrito y han aceptado someterse a su jurisdicción.
199

Finalmente, el último argumento que se ha utilizado para sostener que no


es posible derivar del texto del artículo 86 la procedencia de la tutela contra
sentencias de última instancia es un argumento de derecho comparado
acompañado de una premonición sobre el caos que esta figura puede causar
en un sistema jurídico que pretende ser “bien ordenado”. Para responder
someramente este argumento la Corte se limitará a hacer una breve alusión a
sistemas comparados como el sistema alemán o el español, en los cuales
parecen existir sistemas jurídicos bien ordenados pese a que la “tutela” contra
sentencias de última instancia ocupa mas del 80% de los recursos de amparo
o protección constitucional presentados ante los respectivos Tribunales
Constitucionales.

Actualmente, casi la totalidad de los sistemas jurídicos que adoptaron en la


segunda mitad del siglo XX el sistema de control de constitucionalidad mixto
incorporan un mecanismo que sirve para que el juez constitucional -
usualmente el máximo tribunal constitucional- pueda controlar la
constitucionalidad de las decisiones judiciales de última instancia proferidas en
las restantes jurisdicciones523. En la mayoría de los casos se trata de un
recurso o acción judicial subsidiaria, residual, autónoma y expedita que se
encuentra limitada, exclusivamente, al estudio de las cuestiones
iusfundamentales relevantes y que permite que el juez constitucional revoque
una decisión judicial de última instancia siempre que encuentre que la misma
vulnera los derechos fundamentales.

En la medida en que el amparo es un recurso subsidiario, es necesario que se


agoten, antes de interponerlo, la totalidad de los medios ordinarios y
extraordinarios de defensa. Por esta razón, el recurso de amparo opera casi
fundamentalmente contra sentencias judiciales de última instancia, es decir,
contra sentencias del Tribunal Supremo –o de la Corte Suprema-. Ahora bien,
dado que la protección de los derechos fundamentales debe armonizarse con
la protección de la seguridad jurídica, el ordenamiento legal dispone de un
término de caducidad de 20 días fuera de los cuales no procederá el
recurso524.

En España, el recurso de amparo contra sentencias de última instancia tiene la


función de proteger los derechos fundamentales eventualmente afectados, la
supremacía de la Constitución y la constitucionalización del derecho legislado.
En general, el recurso procede cuando el juez ha aplicado una norma
declarada inconstitucional, cuando ha dejado de aplicar los derechos
fundamentales aplicables al caso o cuando ha vulnerado el derecho a la tutela
judicial efectiva. Finalmente, resulta relevante mencionar que el artículo 5.1 de
la Ley Orgánica del Poder Judicial establece que los jueces y Tribunales están
vinculados a la interpretación que haga el Tribunal Constitucional de los
derechos fundamentales525.

523 En algunos caos se establecen causales específicas de procedibilidad como en los casos de Chile y Perú. En el caso
de Ecuador no hay tutela contra sentencias.
524 Artículos 43.2 y 44.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional Español.
525 Según la norma mencionada: “La Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico, y vincula a todos los

Jueces y tribunales, quienes interpretarán y aplicarán las leyes y los reglamentos según los preceptos y p rincipios
constitucionales, conforme a la interpretación de los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el tribunal
Constitucional en todo tipo de procesos”.
200

A su turno, en Alemania el Recurso Constitucional o Recurso de


Protección Constitucional es un recurso subsidiario, residual y autónomo que
se interpone ante el Tribunal Constitucional cuando quiera que se trate de
proteger un derecho fundamental presuntamente afectado por acciones de las
autoridades públicas incluyendo, naturalmente a los jueces. Gracias a este
recurso el Tribunal Constitucional pudo influir decisivamente en la
constitucionalización del derecho legislado y en la forma como las autoridades
judiciales incorporaron a su quehacer cotidiano los principios, valores y
derechos del nuevo Estado constitucional.

Según la doctrina del Tribunal, procede el recurso contra una sentencia judicial
de última instancia siempre que la sentencia hubiere aplicado una norma
inconstitucional o cuando incurrió en una grave infracción del debido proceso
constitucional o cuando dejó de garantizar los derechos fundamentales que
estaban en juego en el correspondiente proceso. En Alemania una altísima
proporción de los recursos de protección constitucional se dirigen a impugnar
sentencias judiciales de última instancia que han podido vulnerar los derechos
fundamentales de alguna de las partes del proceso.

En suma, la tutela contra sentencias judiciales constituye un elemento esencial


en los distintos sistemas de control mixto de constitucionalidad para garantizar,
simultáneamente, la defensa de los derechos subjetivos y la primacía de la
Constitución en el ordenamiento jurídico.

Conclusión

En las condiciones que se han dejado expuestas, entonces, es claro para esta
Corporación que una ley ordinaria no puede modificar o suprimir la
Constitución Política y con mayor razón uno de los mecanismos de protección
de los derechos fundamentales en ella consagrados; que la acción de tutela
procede contra decisiones judiciales en los casos en que esta Corporación ha
establecido y con cumplimiento de los presupuestos generales y específicos
ya indicados; que al proferir la Sentencia C-543-92, la decisión de la Corte no
fue excluir la tutela contra decisiones judiciales; que la procedencia de la
acción de tutela contra tales decisiones está legitimada no sólo por la Carta
Política sino también por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
y por la Convención Americana de Derechos Humanos, en tanto instrumentos
de derecho internacional público que hacen parte del bloque de
constitucionalidad y que vinculan al Estado colombiano, y que los argumentos
expuestos contra la procedencia de la acción de tutela contra decisiones
judiciales son infundados y, por lo mismo, fácilmente rebatibles.

Esta carga argumentativa permite concluir que una norma legal que dispone
que contra la sentencia que resuelve el recurso extraordinario de casación en
materia penal no procede recurso ni acción, salvo la de revisión; vulnera el
principio de supremacía de la Constitución consagrado en el artículo 4º y la
acción de tutela consagrada en el artículo 86. De allí el imperativo de
expulsarla del ordenamiento jurídico, como, en efecto, lo hará la Corte.
201

A NIVEL DE EJEMPLO SE EXPONEN ALGUNOS CASOS QUE


JUSTIFICAN
LA PROCEDENCIA EXCEPCIONAL DE LA ACCIÓN DE TUTELA CONTRA
PROVIDENCIAS JUDICIALES PARA GARANTIA DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES Y EL ORDEN JUSTO

T-006 DE 1992526, relativa a la presentación de una acción de tutela contra el


Tribunal Superior y la Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, por violación del
debido proceso, entre otros derechos fundamentales. El juez de tutela que fue
la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, no adoptó decisión de fondo y se
declaró incompetente para conocer de una decisión de la otra Sala. Al
respecto, la Corte Constitucional consideró:

Respecto de la incompetencia manifestó que ello devendría en carencia de


contención e inimpugnabilidad de las decisiones ordinarias. Recordó que la
Corte Suprema de Justicia, constituye autoridad pública por lo que es viable la
acción de tutela. En un estado social de derecho, democrático, cuya finalidad
es asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo, no puede
tolerarse un poder público si las sentencias de la Corte Suprema de Justicia
estuvieran revestidas de inmunidad constitucional. El artículo 86 de la
Constitución autoriza que la acción se dirija "contra cualquier autoridad
pública". No existe Estado de derecho si las autoridades disponen de poderes
ilimitados. Si en verdad la Constitución se tiene como norma fundamental,
sobre ella no pueden prevalecer ninguno de los actos ni de las abstenciones
de los órganos que integran las ramas del poder público. Actos del Congreso
o del Ejecutivo que violen esa norma superior están llamados a ser excluidos
del ordenamiento jurídico mediante las correspondientes acciones de
inconstitucionalidad y nulidad. Con mayor énfasis debe predicarse de los
órganos y autoridades públicas que, como la Corte Suprema de Justicia,
conforman la rama judicial. El conjunto de los actos de los órganos
constituidos - Congreso, ejecutivo y jueces - se identifica con referencia a la
Constitución y no se reconoce como derecho si desconoce sus criterios de
validez. La Constitución como lex superior precisa y regula las formas y
métodos de producción de las normas que integran el ordenamiento y es por
ello "fuente de fuentes", norma normarum. Estas características de
supremacía y de máxima regla de reconocimiento del orden jurídico propias de
la Constitución, se expresan inequívocamente en el texto del artículo 4o. de la
Constitución. No cabe duda del valor normativo acentuado que la Constitución
le asigna a las normas sobre derechos, garantías y deberes. Valor normativo
que se acompaña con el principio de efectividad que se eleva a fin esencial
del estado y a compromiso ineludible de todas las autoridades públicas: "son
fines esenciales del estado: ...garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución". Una jurisprudencia
evolutiva, abierta al conocimiento de las condiciones sociales, económicas y
políticas del país y consciente de la necesidad de estimular la progresiva y
firme instauración de un orden justo, asentado en el respeto y efectividad de

526 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.


202
los derechos y garantías de los ciudadanos, es la única que se concilia con
el estado social de derecho. Las altas jerarquías del estado de los órdenes
legislativo, ejecutivo y judicial, no son titulares de fracciones de poder sino
instrumentos para la realización de las tareas estatales. La conciencia de los
fines del estado lleva a comprender que la Constitución es en cierto sentido
un orden a alcanzar.

La persona humana en su manifestación individual y colectiva es contemplada


en la Constitución como fuente suprema y última de toda autoridad y titular de
derechos inalienables para cuya protección se crea el estado y se otorgan
competencias a sus agentes. En un plano subjetivo, los derechos y garantías
constitucionalmente proclamados, tienen la virtualidad de reconocer al
individuo y a los grupos sociales el poder efectivo de establecer, en unos
casos, un límite a la acción del Estado y por tanto reivindicar con éxito frente a
sus invasiones una esfera de actuación libre de interferencias e intromisiones
(libertad negativa); en otros, el de ejercer libremente una determinada
actividad, que implica acotar un campo específico y propio para el libre
desarrollo de la personalidad, en sus proyecciones individuales y sociales
(libertad positiva); y, finalmente, el de obtener del estado la realización de
ciertas prestaciones que correlativamente se tornan deberes sociales del
Estado y que, en línea de principio, corresponden a los derechos económicos,
sociales y culturales. La Jurisdicción Constitucional es la garantía básica del
Estado constitucional de derecho. El poder público en todas sus
manifestaciones - estado-legislador, estado-administrador y estado-juez - se
origina en el pueblo y se ejerce en los términos que la Constitución establece
(CP art. 3o.). La Jurisdicción Constitucional asegura que efectivamente todos
los poderes públicos sujeten sus actos (aquí quedan comprendidos entre
otros las leyes, las sentencias y los actos administrativos) a las normas,
valores y principios constitucionales, de modo que cada una de las funciones
estatales sea el correcto y legítimo ejercicio de una función constitucional. El
derecho fundamental a la integridad y supremacía de la Constitución se
traduce en materia de derechos fundamentales en el derecho fundamental a la
protección inmediata de los derechos fundamentales.

De conformidad con lo estipulado en el artículo 228 de la Constitución, los


mecanismos procesales ideados por el constituyente y por el legislador deben
interpretarse de manera que prevalezca el derecho sustancial. La acción de
tutela - al igual que los restantes mecanismos y procedimientos legales de
protección de los derechos fundamentales - deben interpretarse, en
consecuencia, buscando el máximo grado de cumplimiento y eficacia de la
Constitución que, en este caso, equivale a la mayor efectividad del derecho
fundamental a la protección inmediata de los derechos fundamentales.

La acción de tutela es uno de los medios a través de los cuales se pretende


satisfacer el mencionado derecho fundamental, pero su utilización se
subordina, en primer término, a la condición de que el afectado "no disponga
de otro medio de defensa judicial". Para determinar si se dispone de "otro
medio de defensa judicial", no se debe verificar únicamente si el ordenamiento
contempla expresamente una posibilidad legal de acción. No se trata de
garantizar simplemente el "derecho de toda persona para acceder a la
203
administración de justicia" (CP art. 229), sino el derecho fundamental a la
protección inmediata de los derechos fundamentales. En consecuencia,
debe determinarse, adicionalmente, si la acción legal alternativa, de existir, es
capaz de garantizar la protección inmediata de los derechos vulnerados o
amenazados. La Convención Americana de Derechos Humanos, suscrita por
Colombia, que en su artículo 25 ordena: "Toda persona tiene derecho a un
recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o
tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
convención, aún cuando tal violación sea cometida por personas que actúen
en ejercicio de sus funciones oficiales". Y no de otra manera podría ser ya que
como lo expresara el legislador especial - Comisión Especial Legislativa - en
su momento "la real existencia de medios judiciales de defensa no se suple
con una existencia formal o de mero papel. Para que ésta pueda predicarse
requiere que los medios sean eficaces y aptos para remediar la vulneración o
eliminar la amenaza. Si el medio existe, pero es tardío, lo que lo hace ineficaz,
determina la procedencia de la acción" (Informe Ponencia para Debate en
Plenaria. Informe de Mayoría. Ponentes Germán Sarmiento Palacio, Hidela
Avila de Zuluaga, Armando Novoa García. Comisión Especial Legislativa,
Gaceta Legislativa No. 18 p. 5). Es evidente que si el afectado ha hecho uso
de los medios de defensa judiciales ordinarios hasta agotarlos, sin obtener
efectiva protección de sus derechos constitucionales amenazados o
vulnerados, a su término no dispondrá "de otro medio de defensa judicial" y
podrá perseguir esa protección a través de la acción de tutela. La acción de
tutela se concibe como medio último y extraordinario de protección al cual se
puede recurrir sólo en ausencia efectiva de un medio judicial ordinario capaz
de brindarla.

Cuando la acción de tutela verse sobre sentencias, la actuación del juez del
conocimiento se circunscribe al examen y decisión de la materia
constitucional con prescindencia de todo aquello que no tenga que ver con la
vulneración o amenaza de vulneración del derecho constitucional
fundamental. La acción de tutela no representa frente a los respectivos
procesos judiciales instancia ni recurso alguno. Cuando la vulneración del
derecho constitucional se estudia con ocasión del trámite de la acción de
tutela, no se avoca el conocimiento y desarrollo de la litis, lo que bajo ninguna
circunstancia es de la incumbencia de la Jurisdicción Constitucional, sino
única y exclusivamente la conducta del juez reflejada en su providencia y en
cuanto ésta haya violado un derecho fundamental o amenace con hacerlo.

Se dice que una sentencia tiene fuerza de cosa juzgada cuando ella se torna
inmutable y definitiva y no puede ser modificada o revocada por ningún
medio jurídico, ordinario o extraordinario, dentro o fuera del proceso en que
se produjo. El recuento de algunas de la principales teorías acerca del
fundamento de la cosa juzgada demuestra que no deriva este principio de un
pretendido derecho inherente a la persona humana. Las teorías modernas se
ocupan de justificar la figura a partir de su expresa consagración legal y de
criterios prácticos de conveniencia general inspirados en la necesidad de
mantener los valores de certeza jurídica y paz social.
204
Las leyes que consagran y regulan la cosa juzgada deben respetar la
Constitución. La regulación legal de la cosa juzgada no tiene una jerarquía
o status superior a la Constitución y su interpretación debe hacerse según el
sentido que mejor armonice con sus principios y preceptos. El fin del proceso
debe ser la sentencia justa (CP art. 2): No la cosa juzgada a secas. El sentido
de la entera obra del Constituyente se orienta al establecimiento de un orden
social justo. Por consiguiente entre las alternativas de solución de un caso, el
Juez debe inclinarse por la que produzca el resultado más justo y resuelva de
fondo la controversia dando prevalencia al derecho sustancial (CP Preámbulo,
arts. 2 y 228). No cabe duda que a la luz de la Constitución debe afirmarse
como valor orientador de la actividad judicial el favorecimiento de la justicia
material que se condensa en la consigna pro iustitia. En razón del principio pro
iustitia la regulación legal de la cosa juzgada debe en aras de la seguridad
jurídica sacrificar lo menos posible la justicia. El mero "decisionismo", no
corresponde a la filosofía que anima la Constitución. Frente al problema
planteado conviene avanzar en un doble sentido. Primero, determinando unos
criterios generales que apunten a la progresiva construcción de la justicia
material, de modo que la cosa juzgada sea más el escudo de una decisión
justa que la mera inmunidad que protege una decisión de Estado. Y es que la
cosa juzgada, en el nuevo ordenamiento constitucional, vale no como razón
de Estado sino como expresión de justicia. Segundo, señalando
específicamente lo que en ningún caso puede ser sacrificado en función de la
certeza o seguridad jurídica y que corresponde al "mínimo de justicia material"
que debe contener una sentencia. Sólo de esta manera se puede delimitar el
ámbito de seguridad jurídica que permite sustraer a una decisión judicial
cubierta por la cosa juzgada de los ataques e impugnaciones de que puede
ser objeto por su ilegalidad o injusticia.

La progresiva construcción de justicia por los jueces enriquece la cosa juzgada


pues sus fallos tendrán más valor en términos de justicia y verdad. Las
dilaciones indebidas en el curso de los diferentes procesos desvirtúan la
eficacia de la justicia y quebrantan el deber de diligencia y agilidad que el
artículo 228 impone a los jueces que deben tramitar las peticiones de justicia
de las personas dentro de unos plazos razonables. De lo dicho puede
colegirse que la regulación legal de la cosa juzgada sólo puede mantenerse en
la sociedad democrática y justa diseñada por el Constituyente bajo la
condición de que como fórmula histórica y evolutiva de compromiso sacrifique
cada vez menos justicia en aras de la consecución de la necesaria estabilidad
jurídica. En otras palabras, en cada momento histórico habrá un "precio" límite
en términos de justicia sacrificada a partir del cual no se podrá ofrecer nada
más a fin de garantizar la necesaria seguridad jurídica. La sentencia que se
produzca con violación o desconocimiento de los derechos fundamentales -
tanto de orden sustantivo como procesal -, por no incorporar el mínimo de
justicia material exigido por el ordenamiento constitucional, no puede
pretender hacer tránsito a cosa juzgada. Sólo la cosa juzgada que incorpore
por lo menos ese mínimo de justicia puede aspirar a conservar su carácter. La
violación o desconocimiento de los derechos fundamentales, base de la
convivencia, quebranta la paz social. La violación o desconocimiento de los
derechos fundamentales se opone a la vigencia de un orden justo. La
seguridad jurídica no se puede construir ni mantener a costa de la violación o
205
desconocimiento de los derechos fundamentales y la que se consiga de
esa manera será siempre frágil. El juez que profiere una sentencia que
desconozca o viole los derechos fundamentales obra por fuera de sus
competencias e incurre en arbitrariedad. La jurisdicción del Estado como todo
poder público se origina en la soberanía que reside exclusivamente en el
pueblo y no puede ejercerse para desconocer o violar sus derechos
fundamentales.

En este contexto la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la


Constitución Política es un medio procesal especial que complementa el
derecho sustantivo constitucional, mediante la concesión de un arma poderosa
a las personas que vean sus derechos fundamentales violados o
desconocidos. Tratándose de sentencias que vulneren estos derechos, la
acción de tutela, es un medio idóneo para depurar el eventual contenido de
injusticia de la sentencia atacada y evita que ésta se torne inimpugnable e
irrevocable no obstante el flagrante desconocimiento del mínimo de justicia
material que debe expresar toda sentencia y que sólo se da cuando se
respetan y se hacen efectivos los derechos fundamentales. Si la ley puede
producir el anotado desplazamiento - en cualquiera de los sentidos - de la
cosa juzgada, lo que no equivale a su eliminación, con mayor razón lo puede
hacer el constituyente al incluir una acción - en este caso la acción de tutela
como mecanismo idóneo - contra las sentencias que violen los derechos
fundamentales. En este caso el límite de la cosa juzgada se desplaza hacia
adelante y sólo luego de la decisión que desate el procedimiento que se
instaura con ocasión de la acción de tutela se puede hablar en estricto rigor
de cosa juzgada. El valor normativo de la Constitución y su pretensión
normativa, reclaman una interpretación que propenda por la eficacia y
actualización de sus disposiciones, de modo que la Constitución formal se
convierta en Constitución real y vaya adaptándose a las cambiantes
condiciones de la vida social. La tesis de la inimpugnabilidad constitucional de
las sentencias, deja sin aplicación en un importante ámbito de la realidad
nacional, las normas constitucionales sobre protección de derechos
fundamentales. Así mismo, la interpretación radicalmente restrictiva y
reduccionista de la tutela, la despoja de eficacia real.

SENTENCIA C-543/92527

Con posterioridad a esta Sentencia de Tutela, la Corte Constitucional abordó


el estudio de los artículos 11, 12 y 40 (también el 25) del Decreto Ley 2591 de
1991 (reglamentario de la acción de tutela) contentivos de la procedencia de la
acción de tutela contra providencias judiciales, disposiciones que vinieron a
ser declaradas inexequibles (con la salvedad del artículo 25) por la sentencia
C-543/92, bajo las siguientes consideraciones:

“De conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas,


no cabe duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les
corresponde la función de administrar justicia y sus resoluciones son
obligatorias para los particulares y también para el Estado. En esa
condición no están excluidos de la acción de tutela respecto de actos u
527 M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
206
omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales, lo cual
no significa que proceda dicha acción contra sus providencias. Así,
por ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez
que ha incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a
su cargo que proceda a resolver o que observe con diligencia los
términos judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización
de esta figura ante actuaciones de hecho imputables al funcionario por
medio de las cuales se desconozcan o amenacen los derechos
fundamentales, ni tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio
irremediable, para lo cual sí está constitucionalmente autorizada la tutela
pero como mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la
Carta es puramente temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de
fondo por el juez ordinario competente (artículos 86 de la Constitución
Política y 8º del Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como estas no
puede hablarse de atentado alguno contra la seguridad jurídica de los
asociados, sino que se trata de hacer realidad los fines que persigue la
justicia. Pero, en cambio, no está dentro de las atribuciones del juez de
tutela la de inmiscuirse en el trámite de un proceso judicial en curso,
adoptando decisiones paralelas a las que cumple, en ejercicio de su
función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad está excluida de plano en
los conceptos de autonomía e independencia funcionales (artículos 228 y
230 de la Carta), a los cuales ya se ha hecho referencia.

No procede la acción de tutela contra ninguna providencia judicial, con la


única salvedad del perjuicio irremediable, desde luego aplicada en este
evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión definitiva
que adopte el juez competente.”

T-043/93528. ABSTENCION DE TRAMITAR ASUNTO QUE VULNERO


ACCESO A LA JUSTICIA Y DEBIDO PROCESO

Se presenta una conducta omisiva por violación del debido proceso y de


acceso oportuno a la administración de justicia por parte de un Juez
Promiscuo Civil del Circuito (alegando la extemporaneidad en la interposición
de un recurso y la ejecutoria de la providencia que se pedía revocar) que se
abstuvo de tramitar -como era su deber- un proceso de restitución declarado
por ese despacho nulo y que de acuerdo con las normas de procedimiento
debía asumir o someterlo a reparto, sin embargo, optó por remitirlo de nuevo
al de primera instancia siendo éste incompetente para que procediera a
liquidar costas y cumplir lo decidido. El expediente se encuentra en el archivo
y ha transcurrido casi diez meses desde cuando fue decretada la nulidad del
proceso sin que se haya ordenado la remisión del expediente al juzgado
competente. Esta actuación es inexplicable por cuanto si lo decidido fue la
nulidad, el funcionario competente para hacer cumplir dicha orden era él a
través de un auto en que asumiera la competencia o el envió del expediente a
reparto para que allí se decidiera a quien le correpondería sustanciarlo. El
Juez Primero incurrió en un error procedimental que a la postre degeneró en la

528
M.P. Ciro Angarita Barón.
207
negación de una decisión definitiva de las pretensiones de la demandante.
No entiende la Sala como este Juzgado - sabiendo que lo ordenado fue la
nulidad por falta de competencia-, no remitió el expediente al funcionario
competente. Por el contrario, carente de competencia, actuó como si el
proceso hubiese terminado, incurriendo así en una conducta a todas luces
reprochable. Puesto que se entiende que la peticionaria no cuenta con
recurso diferente a la acción de tutela para lograr que el funcionario
competente respete su derecho de acceso a la justicia y a un debido proceso.
Se dispuso que el juzgado asumiera el conocimiento del asunto y se corrió
traslado a la Procuraduría Delegada.

T-079/93529. AFECTACION DE LAS GARANTIAS PROCESALES A


PROGRENITORA EN TRAMITE DE DECLARACION DE ESTADO DE
ABANDONO Y HOMOLOGACION DE ADOPCION DE MENOR HIJO

Una madre interpuso acción de tutela contra la resolución de la defensora de


familia (y la sentencia judicial que la homologó) que declaró en estado de
abandono a su menor hijo y ordenó la iniciación de los trámites de adopción,
por considerar vulnerados los derechos fundamentales y los de su hijo,
específicamente, la igualdad real y efectiva, el debido proceso, el derecho de
defensa, el libre desarrollo de la personalidad, la protección especial que
merece el núcleo familiar, los derechos de la mujer y los derechos del niño. La
Corte Constitucional encontró error manifiesto del fallador, falta de
fundamentación de la sentencia y el incumplimiento del control de legalidad
dispuesto por la ley respecto de las resoluciones de abandono proferidas por
las autoridades administrativas. Así mismo, se colocó a la peticionaria en
posición de desventaja frente a la contraparte, vulnerando el principio de
igualdad procesal y sus derechos fundamentales de defensa y debido proceso
por parte de la autoridad administrativa, al no atender las exigencias legales
de recepción y práctica de las pruebas en condiciones de igualdad para las
partes. Actuó como juez de tutela, la Sala Civil de la Corte Suprema de
Justicia que confirmó la sentencia de primera instancia que concediera la
tutela por considerar que la violación del derecho fundamental era manifiesta.

La Corte Constitucional señaló que una actuación de la autoridad pública se


torna en una vía de hecho susceptible del control constitucional de la acción
de tutela cuando la conducta del agente carece de fundamento objetivo,
obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia la
vulneración de los derechos fundamentales de la persona. Carece de
fundamento objetivo la actuación manifiestamente contraria a la Constitución y
a la Ley. La legitimidad de las decisiones estatales depende de su
fundamentación objetiva y razonable. El principio de legalidad rige el ejercicio
de las funciones públicas (CP art. 121), es condición de existencia de los
empleos públicos (CP art. 122) y su desconocimiento genera la
responsabilidad de los servidores públicos (CP arts. 6, 90). Una decisión de la
autoridad no es constitucional solamente por el hecho de adoptarse en
ejercicio de las funciones del cargo. Ella debe respetar la igualdad de todos
ante la ley (CP art. 13), principio que le imprime a la actuación estatal su
carácter razonable. Se trata de un verdadero límite sustancial a la
529
M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
208
discrecionalidad de los servidores públicos, quienes, en el desempeño de
sus funciones, no pueden interpretar y aplicar arbitrariamente las normas,
so pena de abandonar el ámbito del derecho y pasar a patrocinar simple y
llanamente actuaciones de hecho contrarias al Estado de Derecho que les da
su legitimidad.

La decisión revestida de las formalidades de un acto jurídico encubre una


actuación de hecho cuando ésta obedece más a la voluntad o al capricho del
agente estatal que a las competencias atribuidas por ley para proferirla. El
criterio para evaluar qué conductas tienen fundamento en el ordenamiento
jurídico y cuáles no es finalista y deontológico. Las autoridades públicas están
al servicio de la comunidad (CP art. 123) y en el cumplimiento de sus
funciones deben ser conscientes de que los fines esenciales del Estado son,
entre otros, servir a dicha comunidad y garantizar la efectividad de los
principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución (CP art. 2). Las
autoridades públicas deben ceñir sus actuaciones a los postulados de la
buena fe (CP art. 83). La conducta dolosa o gravemente culposa de los
servidores públicos debe ser excluida del ordenamiento jurídico y su
demostración genera la responsabilidad patrimonial del Estado, así como el
deber de repetir contra el agente responsable del daño (CP art. 90). La
vulneración de los derechos fundamentales por parte de servidores públicos
que actúan sin fundamento objetivo y razonable, y obedecen a motivaciones
internas, desconoce la primacía de los derechos inalienables de la persona
(CP art. 5), la protección constitucional de los derechos fundamentales (CP art.
86) y la prevalencia del derecho sustancial (CP art. 228). En caso de
demostrarse su ocurrencia, el juez de tutela deberá examinar la pertenencia
del acto al mundo jurídico y proceder a la defensa de los derechos
fundamentales vulnerados en el curso de una vía de hecho por parte de la
autoridad pública.

T-158/93530. NEGACION DE UN RECURSO CON FUNDAMENTO EN UN


REQUISITO JURIDICAMENTE INEXISTENTE

El accionante considera que en el trámite de un proceso ejecutivo se le ha


vulnerado el debido proceso por parte de un Juzgado al negar el recurso de
apelación aduciendo un requisito jurídicamente inexistente, pues, en virtud del
Decreto 2282 de 1989, no es necesario el requisito de sustentación del
recurso, por cuanto el artículo 1o., numeral 170, lo eliminó. La Corte
Constitucional señaló que el proceso es un juicio y es lícito en cuanto implica
un acto de justicia. Y como es evidente por la naturaleza procesal, se
requieren tres condiciones para que un proceso sea debido: Primera, que
proceda de una inclinación por la justicia; Segunda, que proceda de la
autoridad competente; Tercera, que se profiera de acuerdo con la recta razón
de la prudencia, en este caso, que se coteje integralmente toda pretensión, de
tal manera que siempre esté presente el derecho de defensa, y que el juez en
ningún momento se arrogue prerrogativas que no están regladas por la ley, ni
exija, asimismo, requisitos extralegales. El acto del Juzgado Civil del Circuito,
al negar un recurso, como el de apelación, aduciendo un requisito
jurídicamente inexistente, no sólo es violatorio del debido proceso y
530
M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
209
concretamente del derecho de defensa (art. 29 C. N.), sino que incurre en
contradicción con los artículos 6o. y 84 del Estatuto Superior. Aquí es
evidente la extralimitación de funciones del juzgado ya que al exigir un
requisito no estipulado por la ley, hizo algo que no le estaba permitido por el
legislador, contrariando así el espíritu del Estado Social de Derecho, según el
cual las autoridades sólo pueden hacer aquello que les está permitido, al paso
que los particulares pueden hacer todo aquello que no les esté prohibido.

T-173/93531. DESCONOCIMIENTO DE LA CALIDAD DE REPRESENTANTE Y


NO PERMISION EJERCICIO DEL DERECHO DE DEFENSA QUE VULNERO
EL DEBIDO PROCESO Y NO HIZO POSIBLE DERECHO A IMPUGNAR
DECISIONES JUDICIALES

La empresa accionante manifestó que a pesar de encontrarse acreditado, en


el proceso penal de perturbación de la posesión adelantado en su contra, la
calidad de representante legal se desconoció dicha calidad por el juzgador.
Señaló que como representante legal fueron vinculados en forma irregular y se
realizó devolución del bien al denunciante declarado invasor en proceso
policivo. Agregó violación del debido proceso por el juzgador al abstenerse de
desatar una impugnación pretextando que quien la intentaba carecía de poder
para actuar haciéndose más patente cuando en auto de cúmplase se deniega
la reposición y se ordena la devolución al juzgado de origen. La Corte
Constitucional encontró que el desconocimiento de la calidad de representante
y no permisión del ejercicio del derecho de defensa, vulneró el debido proceso
y no hizo posible el derecho de impugnar las decisiones judiciales, lo que hace
viable el excepcional procedimiento de la tutela para restaurar la vigencia del
Derecho, toda vez que el Juez Penal del Circuito, so pretexto de resolver el
recurso, omitiendo hacerlo, no solo desconoció flagrantemente lo probado
dentro del proceso sino que, contrariando los principios constitucionales sobre
administración de justicia dejó en la indefinición la firmeza de la decisión
apelada, asunto que, por su naturaleza y fines, debió ser resuelto
materialmente. No entró la Corte en el análisis de la legalidad del auto objeto
de apelación, pues al hacerlo sustituiría al juez encargado de proferir
precisamente el fallo que se ordena en esta providencia, lo cual, fuera de ser
un contrasentido, implicaría una invasión a la órbita jurisdiccional de ese
Despacho y un desconocimiento de la autonomía funcional consagrada en la
Constitución (artículos 228 y 230). Se ordenó al Juez que cumpla con su
obligación de resolver sobre el fondo de la cuestión planteada en el recurso de
apelación ante él interpuesto y corrió traslado a la Procuraduría General de la
Nación para que vele de manera especial por el adecuado trámite del proceso
y por el respeto a los derechos fundamentales de las partes.

La Corte Constitución consideró que el acceso a la administración de justicia


no es un derecho apenas formal que se satisfaga mediante la iniciación del
proceso sino que su contenido es sustancial, es decir, implica que la persona
obtenga a lo largo de la actuación y hasta la culminación de la misma, la
posibilidad real de ser escuchada, evaluados sus argumentos y alegatos y
tramitadas, de acuerdo con la ley, sus peticiones, de manera que las
resoluciones judiciales sean reflejo y realización de los valores jurídicos
531
M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
210
fundamentales. En tal sentido, el acceso a la administración de justicia es
inescindible del debido proceso y únicamente dentro de él se realiza con
certeza. Agregó que la regla general de improcedencia de la acción de tutela
contra providencias judicial no es absoluta y, por tanto, admite excepciones.
Las actuaciones judiciales cuya ostensible desviación del ordenamiento
jurídico las convierte -pese a su forma- en verdaderas vías de hecho, no
merecen la denominación ni tienen el carácter de providencias para los
efectos de establecer la procedencia de la acción de tutela. No es el ropaje o
la apariencia de una decisión sino su contenido lo que amerita la intangibilidad
constitucionalmente conferida a la autonomía funcional del juez. Indicó que la
doctrina de la Corte ha efectuado un análisis material y ha establecido una
diáfana distinción entre las providencias judiciales -que son invulnerables a la
acción de tutela en cuanto corresponden al ejercicio autónomo de la función
judicial y respecto de las cuales existen, dentro del respectivo proceso, los
medios judiciales de defensa establecidos por el ordenamiento jurídico- y las
vías de hecho por cuyo medio, bajo la forma de una providencia judicial, quien
debería administrar justicia quebranta en realidad los principios que la inspiran
y abusa de la autonomía que la Carta Política reconoce a su función, para
vulnerar en cambio los derechos básicos de las personas. En ese orden de
ideas, la violación flagrante y grosera de la Constitución por parte del juez,
aunque pretenda cubrirse con el manto respetable de la resolución judicial,
puede ser atacada mediante la acción de tutela siempre y cuando se cumplan
los presupuestos contemplados en el artículo 86 de la Constitución y no exista
otro medio al alcance del afectado para la defensa de su derecho. En tales
casos, desde luego, el objeto de la acción y de la orden judicial que puede
impartirse no toca con la cuestión litigiosa que se debate en el proceso, sino
que se circunscribe al acto encubierto mediante el cual se viola o amenaza un
derecho fundamental. La decisión del juez, que materialmente no puede
considerarse como providencia, es la que originó la violación de los derechos
fundamentales de la peticionaria, pues conforma en realidad una vía de hecho
por cuyo conducto el juez -llamado a adoptar una decisión judicial de fondo-
omitió el deber que era de su incumbencia y, basado en presupuestos de
hecho contrarios a la verdad, quebrantó de manera abierta los derechos
fundamentales de la entidad apelante, en especial las reglas del debido
proceso (artículo 29 de la Constitución) y denegó en la práctica el derecho que
la Carta otorga a toda persona en el sentido de impugnar las decisiones
judiciales.

T-055/94532. FALTA DE RESPUESTA A LA PETICION DE UNA PRUEBA


CONSIDERADA PERTINENTE E INDISPENSABLE. PRINCIPIOS DE
PUBLICIDAD, CONTRADICCION Y DEFENSA COMO SUPUESTO DE LA
PRESUNCION DE INOCENCIA Y DEL DEBIDO PROCESO PENAL

La tutela plantea una violación del debido proceso en la investigación penal


que el Fiscal Regional adelanta en su contra del peticionario. Dicha
vulneración consistiría en la falta de respuesta a la petición de una prueba
considerada pertinente e indispensable. La Corte Constitucional consideró que
el Fiscal regional debió llamar a rendir testimonio a los señores no sólo por
constituir pruebas cuya conducencia podía objetivamente apreciarse desde la
532
M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
211
indagatoria misma del procesado, sino también por el hecho de haber sido
solicitadas por su representante, violando de esta manera los principios de
publicidad y contradicción en el proceso. La omisión del Fiscal viola el
principio de contradicción y por contera se quebrantan los derechos de
defensa, debido proceso y, finalmente, la presunción de inocencia del
inculpado. Semejante omisión no puede ser considerada sino como una grave
irregularidad que vulnera el derecho del procesado a recurrir las providencias
judiciales, para lo cual es necesario que éstas existan y se comuniquen. Se
trata, por tanto, de un acto desprovisto de toda justificación jurídica que
configura lo que se conoce como "vía de hecho".

El proceso no puede ser concebido como una serie de pasos encaminados a


la demostración de una hipótesis planteada por el fiscal o juez. La omisión de
una prueba objetivamente conducente en el proceso que se sigue contra el
peticionario, constituye una violación a su derecho de defensa y al debido
proceso. El hecho de que no se hayan rendido los testimonios solicitados por
el peticionario resulta especialmente grave si se tienen en cuenta estas dos
circunstancias: 1) los testimonios solicitados eran pertinentes e indispensables
desde el momento mismo de la indagatoria y, además, fueron solicitados
formalmente por el representante del peticionario, y 2) no hay trazas de que el
fiscal hubiere estimado, en cualquier sentido, la conducencia de la prueba y de
ahí su actitud omisiva, la cual impide al acusado la interposición de los
recursos que le habrían permitido proteger su derecho de defensa. El artículo
250 del Código de Procedimiento Penal establece que el juez que rechaza una
prueba debe hacerlo mediante providencia. Dicha providencia es apelable en
el efecto diferido, según lo consagra el artículo 204-b-1 del mismo código. Con
la omisión señalada se viola igualmente el principio de publicidad que debe
inspirar las diferentes actuaciones procesales. Según este principio la justicia
penal debe ser comunicada a las partes y al público en general; los fallos y las
decisiones deben ser difundidos y motivados. Con ello se protege el derecho a
la información de personas afectadas por decisiones judiciales y se garantiza
la posibilidad de que las mismas puedan controvertir su contenido y alcance.
El derecho a la presunción de inocencia se encuentra en estrecha relación de
interdependencia con el derecho de defensa y el debido proceso. El derecho
que tiene el procesado a no ser considerado culpable hasta tanto no se
demuestre lo contrario mediante sentencia judicial, está íntimamente ligado a
la existencia de medios de prueba y de específicos procedimientos de
evaluación y trámite cuyo desarrollo y análisis está prioritariamente en cabeza
del juez. El fiscal ha desconocido tanto los medios de prueba como los
procedimientos que protegen la presunción de inocencia. Lo primero, al no
pronunciarse sobre la petición de prueba y, lo segundo, al no aceptar la
práctica de una prueba conducente. La doctrina de las vías de hecho ha sid o
ampliamente preconizada por el derecho administrativo con el objeto de
contrarrestar ciertas patologías de los "hechos humanos o subjetivos", las vías
de hecho, consideradas como expresiones ilícitas y anormales de la actividad
humana.

T-175/94533. EVIDENTES ERRORES AL AMPARO DE EQUIVOCADA


APLICACION DE NORMA Y CON LA CUAL DESCONOCIO EL DERECHO DE
533 M.P. Antonio Barrera Carbonell.
212
DEFENSA. LA PARTE DEMANDADA CUMPLIO EL DEBER PROCESAL
DE CONSIGNAR LAS MESADAS DEBIDAS AL MOMENTO DE
CONTESTAR LA DEMANDA Y ESA CONDUCTA LEGITIMABA EL DERECHO
A CONTESTAR LA DEMANDA Y PROPONER LAS EXCEPCIONES ASI
COMO EL DEBER DEL JUEZ DE RESOLVER SOBRE LOS MEDIOS DE
DEFENSA INTERPUESTOS EN OPORTUNIDAD

Un Juez Civil Municipal omitió la resolución de las excepciones pendientes


(cosa juzgada) y por consiguiente de las pruebas solicitadas, aduciendo la no
consignación de los cánones transcurridos a pesar de que la parte
demandada cumplió el deber procesal de consignar las mesadas debidas al
momento de contestar la demanda, porque aparece su evidencia en el
expediente, y esa conducta legitimaba el derecho a contestar la demanda y
proponer las excepciones. Por ende, al amparo de una equivocada aplicación
de la norma en que dijo apoyarse, se desconoció el derecho de defensa de la
petente, además, el juez carecía de la prueba eficaz del contrato de
arrendamiento, para decidir de mérito. Agréguese que la parte demandada
careció, por razón de ser un proceso de única instancia, de toda posibilidad de
controvertir la sentencia judicial y neutralizar sus efectos, de manera que los
resultados de tal decisión se volvieron, por razón de la particular situación, en
definitivos e inexorables. La Corte Constitucional manifestó que el juez incurrió
en evidentes (errores) al amparo de una equivocada aplicación de la norma y
con ocasión de la cual, desconoció el derecho de defensa. La parte
demandada cumplió el deber procesal de consignar las mesadas debidas al
momento de contestar la demanda y esa conducta legitimaba el derecho a
contestar la demanda y proponer las excepciones así como el deber de juez,
de resolver sobre los medios de defensa interpuestos en oportunidad. Se
cercenó el derecho de participación y defensa de la demandada, al suprimir
las etapas procesales subsiguientes en las que debía resolverse sobre su
oposición a las pretensiones de la parte actora, especialmente en relación con
la excepción previa de cosa juzgada. El error consistió en el hecho de que el
juez aplicó los efectos procesales que se deducen del numeral 2. del
parágrafo 2o. del artículo 424, a unos hechos que son materia de regulación
por el numeral 3 del mismo parágrafo. Además, el juez carecía de la prueba
eficaz del contrato de arrendamiento, para decidir de mérito, porque en la
demostración de dicho acto jurídico se adujeron unos testimonios ante notario
que no se ratificaron. La parte demandada careció, por razón de ser un
proceso de única instancia, de toda posibilidad de controvertir la sentencia
judicial y neutralizar sus efectos, de manera que los resultados de tal decisión
se volvieron, por razón de la particular situación, en definitivos e inexorables.

La Corte Constitucional reiteró como regla general que la acción de tutela no


procede contra sentencias judiciales sobre las cuales recae el efecto de cosa
juzgada. Este efecto genera una situación de estabilidad jurídica, que permite,
de un lado, hacer cumplir lo que en la sentencia se decidió, pero igualmente,
impide que se discuta o se vuelva a cuestionar ese contenido entre las mismas
partes. No obstante, también es claro que esa certeza que impone la cosa
juzgada no constituye un valor absoluto frente a la vigencia y defensa de los
derechos fundamentales, de suerte que si está de por medio la protección de
tales valores, procede la tutela contra sentencias que sean el resultado de una
213
"vía de hecho", lo cual ocurre cuando el juez la adopta contrariando
ostensiblemente el contenido y voluntad de la ley o desconociendo
ritualidades cuya observancia consagran una garantía del derecho de defensa
de las partes en el proceso. La cosa juzgada como resultado de una vía de
hecho, pierde su valor de decisión intangible y poco vale como cosa juzgada.
Cuando la Carta dispone que los jueces, en sus providencias, sólo están
sometidos al imperio de la ley (art. 230), está consagrando, además del
principio de autonomía de los demás órganos del poder público, también el
principio de legalidad, en razón del cual, toda su conducta está dirigida y
sometida por la norma que le diseña y demarca su actividad jurisdiccional.
Como supuesto que autoriza y justifica la tutela, no puede admitirse cualquier
irregularidad procesal, que como tal, carece de la virtualidad para considerar
la decisión como el resultado de una vía de hecho, y menos - por supuesto -
cuando para contrarrestarla existen instrumentos jurídicos aducibles como
medio de defensa.

T-231/94534. VIOLACION DEL PRINCIPIO DE CONGRUENCIA Y DEL


DERECHO DE DEFENSA POR EXTENSION DE CONDENA DE PERJUICIOS
MORATORIOS TODA VEZ QUE NO APARECE CONDENA POR CONCEPTO
DE CORRECCION MONETARIA NI DEL ESCRITO DE ESTIMACION DE
PERJUICIOS SE DEDUCE EL LUCRO CESANTE EN CIERTA CANTIDAD

La demandante (persona jurídica) acusa los autos de liquidación de la


condena de perjuicios del vicio de incongruencia en relación con lo debatido y
probado procesalmente toda vez que ni en la condena abstracta (sentencia del
juzgado décimo sexto civil del circuito) aparece condena alguna por concepto
de corrección monetaria, ni del escrito de estimación de perjuicios del
demandante se deduce como que allí se determina el lucro cesante en la
suma de $ 333.573.704.93. La vía de hecho consiste en extender la condena
de perjuicios moratorios decretada contra la empresa más allá del período de
efectiva inmovilización de la maquinaria asegurada. Se desconoce en su
sustancia la causa petendi. La desviación del Tribunal tiene tal grado que
alcanza a vulnerar los derechos fundamentales de acceso a la justicia y de
debido proceso cuyo quebranto reclama la petente. Finalmente, la desviación
judicial revestía extremada gravedad y violaba derechos fundamentales de la
actora en tutela. Conoció como Juez de Tutela la Corte Suprema de Justicia
Sala Civil (a juicio del fallador de segunda instancia, las providencias judiciales
arbitrarias o constitutivas de vías de hecho, lo son "cuando se pronuncian sin
motivo legal, sin valoración probatoria y sin dar oportunidad a la revisión por el
ad-quem u otro órgano judicial, no obstante encontrarse previstas en la ley")
que si bien confirmó la concesión parcial de la tutela, lo hizo solamente para
no tornar más gravosa la situación de la apelante única. La Corte
Constitucional concedió parcialmente la tutela a la sociedad de sus derechos
fundamentales de acceso a la justicia y debido proceso y dispuso restablecer a
la actora en la integridad de sus derechos fundamentales y devolver el
expediente al Tribunal que estableció la cuantificación de los perjuicios
moratorios, a fin de que de conformidad con lo señalado en los fundamentos
de esta sentencia rehaga la liquidación y para el efecto dicte nuevo auto
suficientemente fundado y congruente.
534 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
214

La Corte Constitucional recuerda que conforme al principio de


congruencia, el juez, en su sentencia, no puede reconocer lo que no se le ha
pedido (extra petita) ni más de lo pedido (ultra petita). Lo demás, significa
desbordar, positiva o negativamente, los límites de su potestad. La vía de
hecho predicable de una determinada acción u omisión de un juez, no
obstante poder ser impugnada como nulidad absoluta, es una suerte de vicio
más radical aún en cuanto que el titular del órgano se desliga por entero del
imperio de la ley. Si la jurisdicción y la consiguiente atribución de poder a los
diferentes jueces, se hace con miras a la aplicación del derecho a las
situaciones concretas y a través de los cauces que la ley determina, una
modalidad de ejercicio de esta potestad que discurra ostensiblemente al
margen de la ley, de los hechos que resulten probados o con abierta
preterición de los trámites y procedimientos establecidos, no podrá imputarse
al órgano ni sus resultados tomarse como vinculantes, habida cuenta de la
"malversación" de la competencia y de la manifiesta actuación ultra o extra
vires de su titular. Si este comportamiento - abultadamente deformado
respecto del postulado en la norma - se traduce en la utilización de un poder
concedido al juez por el ordenamiento para un fin no previsto en la disposición
(defecto sustantivo), o en el ejercicio de la atribución por un órgano que no es
su titular (defecto orgánico), o en la aplicación del derecho sin contar con el
apoyo de los hechos determinantes del supuesto legal (defecto fáctico), o en
la actuación por fuera del procedimiento establecido (defecto procedimental),
esta sustancial carencia de poder o de desviación del otorgado por la ley,
como reveladores de una manifiesta desconexión entre la voluntad del
ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará su descalificación como
acto judicial. El control constitucional de la vía de hecho judicial, no obstante
ser definitivamente excepcional y de procedencia limitada a los supuestos de
defectos sustantivos, orgánicos, fácticos o procedimentales, en que se incurra
en grado absoluto, es tanto de forma como de fondo, pues su referente es la
arbitrariedad que puede ser tanto formal como material. Este pensamiento de
la Corte Constitucional coincide integralmente con el pronunciamiento de la
Corte Suprema de Justicia( Sentencia del 7 de octubre de 1993). El acto
judicial que en grado absoluto exhiba alguno de los defectos mencionados,
atenta contra la pax publica y por fuerza se convierte en socialmente
recusable. La incongruencia que es capaz de tornar en simple de vía de hecho
la acción del juez reflejada en una providencia, es sólo aquella que subvierte
completamente los términos de referencia que sirvieron al desarrollo del
proceso, generando dicha alteración sustancial, dentro de la respectiva
jurisdicción, la quiebra irremediable del principio de contradicción y del
derecho de defensa. Es evidente que si la sentencia o providencia judicial
recae sobre materias no debatidas en el proceso, ausentes de la relación
jurídico-procesal trabada, la incongruencia, además de sorprender a una de
las partes, la coloca en situación de indefensión que, de subsistir, pese a la
interposición de los recursos, y con mayor razón cuando éstos no caben o se
han propuesto infructuosamente, se traduce inexorablemente en la violación
definitiva de su derecho de defensa (CP art. 29).

Si bien la Corte Suprema de Justicia admite la existencia de un control


constitucional de la vía de hecho judicial, lo circunscribe al simple control o
215
constatación externa y formal. El control formal de la vía de hecho, puede
significar la intangibilidad de defectos absolutos sustantivos, orgánicos,
fácticos y procedimentales de los actos judiciales, que adopten un aparente
revestimiento legal y fáctico, pese a que prima facie se pueda observar la
patente violación del derecho, de los procedimientos o la invidencia judicial
respecto de los hechos determinantes. El control puramente formal de la vía
de hecho, arriesga casi siempre dejar intacta la afrenta sustancial al derecho
de la que el acto judicial viciado es portador. La paz social alterada, con la
desviación de poder del juez, si el estigma permanece enraizado, no podrá
corregirse. Así como el Estado de derecho está lejano de adquirir plenitud con
la mera vigencia formal y no material de sus normas, lo mismo la paz social
incorpora una exigencia inapelable de realidad que impugna constantemente
la apariencia. La insistencia en un control puramente formal de la vía de
hecho, parece ignorar las múltiples causas que se encuentran en el origen
mismo de la arbitrariedad judicial y cuyo desconocimiento sólo contribuye a
perpetuarlas, desacreditando el derecho y desvirtuando a la justicia: La notoria
falsedad en la apreciación de los hechos; la manifiesta ruptura de la igualdad;
la mayúscula desproporcionalidad e irracionalidad en la aplicación del derecho
y en la estimación de los hechos determinantes que corresponden al supuesto
tenido en cuenta en las normas; la burda desviación de poder del juez que
sacrifica irrazonablemente los principios jurídicos constitucionales y legales
que marcan los derroteros y fines del derecho en los distintos campos; la
vulneración de los derechos fundamentales de las personas reconocidos en la
Constitución; la iniquidad manifiesta; la mala fe etc. La acción de tutela, en
suma, frente a vías de hecho judiciales, se reduce a los casos en los cuales
contra la providencia en la que se haga patente la arbitrariedad o defecto
absoluto antes aludido, no exista medio ordinario de defensa o que pese a
estar consagrado y a ejercitarse con ese objeto, la situación irregular se
mantenga y, por ende, el quebrantamiento del derecho fundamental subsista y
los medios ordinarios de defensa se encuentren ya agotados.

T-442/94535. VIA DE HECHO POR OMISION DEL JUEZ EN ESTIMAR EL


MATERIAL PROBATORIO. DERECHOS DE LOS NIÑOS A LA INTEGRIDAD
FISICA, LA SALUD Y A LA LIBRE EXPRESION DE SU OPINION. LA
ACCION DE TUTELA Y LA CUSTODIA Y CUIDADO PERSONAL DE LOS
MENORES

Un menor de 10 años que desde su nacimiento ha estado bajo la custodia de


los abuelos y tías a quienes identifica como sus padres, fue objeto de
declaración de custodia a favor de los padres biológicos desconociendo el
juzgado sin motivo serio alguno, la realidad probatoria objetiva (no tuvo en
cuenta los autorizados conceptos científicos que eran determinantes para
decidir sobre la custodia del menor y al ordenar colocar al menor en una
situación por él indeseada, se atenta contra su autonomía para manifestar su
opinión e igualmente se corre el riesgo de causarle secuelas psicológicas
irreversibles) que mostraba el proceso creando al menor una situación de
angustia, inestabilidad e indiferencia, que viola sus derechos constitucionales
fundamentales a la integridad física, salud y libertad de expresar su opinión.
Según los conceptos médicos presenta una perturbación psíquica cuyas
535 M.P. Antonio Barrera Carbonell.
216
consecuencias dependen de un prudente manejo y tratamiento
psicoterapéutico, pues de lo contrario terminaría en un posible proceso
psicótico, y que el menor continúe al lado de su madre psicológica, lo cual
mejoraría sustancialmente su pronóstico. El dictamen del médico psiquiatra
señaló que debe acogerse el deseo del niño de permanecer con sus tías y que
el menor debe seguir con su familia parental con visitas a sus padres cuando
el menor lo desee, no forzar la situación. Se presentó la tutela como
mecanismo transitorio para evitar un daño grave al menor representado en el
rechazo que presenta contra los padres biológicos y que según dictámenes
científicos aconsejan su permanencia en el actual medio socio familiar por
cuanto la desadaptación traería problemas graves de tipo adictivo en el
desarrollo psíquico del menor. La Corte Constitucional confirmó la Sentencia
proferida por el Tribunal Superior, Sala de Familia, que concedió
transitoriamente la tutela. Señaló que en cada caso particular se deben
analizar las circunstancias y situaciones que comunican un estado favorable
en las condiciones en que se encuentre el menor en un momento dado y
valorar sí el otorgamiento del cuidado y custodia puede implicar
eventualmente una modificación desventajosa de dicho estado. Se puede
avizorar un perjuicio irremediable, ya que de acuerdo con los conceptos de los
médicos, los cuales fueron aportados al proceso de tutela, el menor presenta
una crisis de ansiedad que se ha agravado hasta el extremo de generar una
reacción depresiva severa, por lo que ha sido necesario iniciar un tratamiento
con medicamentos antidepresivos y darle incapacidad médica indefinida. La
situación del menor, según dichos conceptos puede llegar a una enfermedad
más severa y posiblemente de carácter irreversible, pues tratándose de un
niño de su edad, el daño psicológico es mayor por estar en etapa de
maduración del sistema nervioso central y porque el niño está en proceso de
conformación de su personalidad. La opinión del menor, en cuanto sea libre y
espontánea y esté exenta de vicios en su consentimiento, constituye un
instrumento apropiado e invaluable en la adopción de la respectiva decisión,
más aún, si aquélla se adecua al mantenimiento de las condiciones favorables
de que viene disfrutando. Agregó que si bien el juzgador goza de un gran
poder discrecional para valorar el material probatorio en el cual debe fundar su
decisión y formar libremente su convencimiento, inspirándose en los principios
científicos de la sana crítica, dicho poder jamás puede ser arbitrario; su
actividad evaluativa probatoria supone necesariamente la adopción de criterios
objetivos, racionales, serios y responsables. No se adecua a este desideratum,
la negación o valoración arbitraria, irracional y caprichosa de la prueba, que se
presenta cuando el juez simplemente ignora la prueba u omite su valoración o
sin razón valedera alguna no da por probado el hecho o la circunstancia que
de la misma emerge clara y objetivamente. Sólo es factible fundar una acción
de tutela, cuando se observa que de una manera manifiesta aparece
irrazonable la valoración probatoria hecha por el juez en la correspondiente
providencia. El error en el juicio valorativo de la prueba debe ser de tal entidad
que sea ostensible, flagrante y manifiesto, y el mismo debe tener una
incidencia directa en la decisión, pues el juez de tutela no puede convertirse
en una instancia revisora de la actividad de evaluación probatoria del juez que
ordinariamente conoce de un asunto, según las reglas generales de
competencia, porque ello sería contrario al principio de que la tutela es un
medio alternativo de defensa judicial, aparte de que se invadiría la órbita de la
217
competencia y la autonomía de que son titulares las otras jurisdicciones.
En el caso en concreto, es procedente la acción de tutela como
mecanismo transitorio, esto es, mientras se decide por el Juez de Familia de la
custodia y cuidado del menor, en atención a que los derechos constitucionales
fundamentales del menor no pueden quedar desprotegidos mientras se adopta
una nueva resolución judicial, pues se causaría un perjuicio irremediable.

T-572/94536. ES VIA DE HECHO Y VIOLA EL DEBIDO PROCESO Y EL


ACCESO A LA JUSTICIA LA NEGATIVA DE UN JUEZ A PERMITIR QUE
UNA ENTIDAD TERRITORIAL EVITE EL REMATE DE UN BIEN DE USO
PÚBLICO. DEFENSA DE LOS BIENES DE USO PUBLICO (CASO DE SANTA
MARIA DEL LAGO)

El Alcalde Mayor de Bogotá instauró acción de tutela contra el Juzgado Civil


de Circuito, que ordenó dentro del proceso ejecutivo el remate del inmueble
embargado y secuestrado, por considerar que dentro del mismo se encuentra
un bien de uso público (inalienable e inembargable), a saber, el humedal que
existe en el sector de Santa María del lago. Señaló que no se ha permitido al
Distrito Capital reconocerlo como parte del proceso para así defender el
patrimonio público. La Corte Constitucional señaló que se incurre en vía de
hecho aquel funcionario judicial que impide que una entidad territorial como el
Distrito Capital participe en un proceso para evitar el remate de bienes como
los humedales, que no son sólo de uso público cuando no nacen ni mueren en
el mismo predio, y por ende inembargables, sino que además tienen un
particular valor ecológico. Por ende, la Corte Constitucional decidió revocar la
sentencia proferida por la Sala De Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia y concedió a la peticionaria la tutela de los derechos fundamentales al
debido proceso y al derecho de acceso a la justicia. Por lo tanto, a efectos de
garantizar la tutela de dichos derechos, dispuso proceder a admitir la demanda
de constitución de parte civil y a darle el trámite que según la ley procesal
penal corresponde. Consideró, además, que las vías de hecho ocurrieron
desde cuando se negó al Distrito toda posibilidad de defensa de los bienes de
uso público. Todo ello ha violado la Constitución y ha vulnerado los derechos
al debido proceso y al acceso a la justicia del Distrito. Y es obvio que el Distrito
no cuenta con otro medio judicial de defensa diferente a la tutela, por cuanto,
al no haber sido admitido en el proceso hipotecario, no tiene como controvertir
las actuaciones del Juzgado Civil del Circuito. Para la Corte la tutela no debió
ser concedida como mecanismo transitorio sino como vía principal, puesto que
no tiene el petente otros medios judiciales para proteger sus derechos
constitucionales fundamentales vulnerados. En ese orden de ideas, al Estado
corresponde el derecho y el deber de velar por la integridad de esos bienes de
uso público. El ejercicio de estos derechos y deberes por parte del Estado,
invocados por Entidades Territoriales y aun por la comunidad, no puede ser
obstaculizado por un Juez de la República con el argumento de que sólo son
parte interesada en un determinado proceso de ejecución el ejecutante o el
ejecutado. Por el contrario, debe el juez permitir que judicialmente se
determine si es cierta la solicitud de quien alega ser titular de un derecho real
institucional: el dominio público, e invoca este carácter para exigir el
cumplimiento del artículo 63 de la Constitución.
536
M.P. Alejandro Martínez Caballero.
218

SU.327/95537. VIOLACION DEL PRINCIPIO DE NO REFORMATIO IN


PEJUS

Las circunstancias en las que se encuentran los demandantes son éstas:


fueron condenados, interpusieron el recurso como apelantes únicos, y el
superior ordenó modificarles la pena en forma fatalmente gravosa(de 24 a 44
años, atendiendo una nulidad), violando la garantía constitucional del artículo
31 (el superior no podrá agravar la pena impuesta cuando el condenado sea
apelante único. Principio no reformatio in pejus) con base en una doctrina
elaborada y reiterada hasta hacerla doctrina probable por la Corte Suprema de
Justicia, que conocería de la casación. La Corte Constitucional señaló que el
empeoramiento de la situación de los apelantes se traduce en un
desconocimiento flagrante de la garantía constitucional contenida en el
artículo 31 Superior y, por ende, la providencia judicial constituye una
auténtica vía de hecho. Agregó que es una manifestación del principio de
congruencia, según el cual las pretensiones del recurrente y su voluntad de
interponer el recurso, condicionan la competencia del juez que conoce del
mismo. Lo que el procesado estime lesivo de sus derechos, constituye el
ámbito exclusivo sobre el cual debe resolver el ad quem: “Tantum devolutum
quantum appellatum”. La no interposición oportuna del recurso de apelación
por el Fiscal o el Ministerio Público, revelan la conformidad del titular de la
pretensión punitiva con los términos del fallo, e implican la preclusión de la
oportunidad que el Estado tenía de revisar su propio acto. Esa conducta
omisiva comporta la aquiescencia del Estado, a través de los funcionarios
investidos de competencia precisamente para esos efectos, con la sentencia
de primera instancia que, de ese modo, queda convalidada en cuanto a las
consecuencias favorables que ella comporte con respecto al apelante único. Si
el juez de segundo grado adquiere competencia sólo en función del recurso
interpuesto por el procesado y sólo para revisar la providencia en los aspectos
en que pueda serle desfavorable (tal como se desprende del precepto
constitucional) no puede so pretexto de que ha encontrado alguna
irregularidad en el proceso o en la sentencia, cuya enmienda conduce a un
empeoramiento de la situación del apelante, declararla si tal empeoramiento
fatalmente habrá de producirse. Aducir que la nulidad se justifica por haberse
violado el principio de la legalidad de la pena es un argumento inaceptable.
Porque la pena impuesta no es gratuita ni caprichosa, ni ha sido creación
arbitraria del juez. Simplemente el juez de primera instancia ha basado su
decisión en una norma distinta a la que juzga pertinente el ad quem y, por
ende, a juicio de éste ha cometido un error. Pero resulta que los recursos son
mecanismos tendentes a eliminar errores, pero errores que el juez de segunda
instancia pueda jurídicamente enmendar. Es decir, para cuya enmienda tenga
competencia. Aplicando el principio de interpretación constitucional indicado
en la Sentencia T-474/92, es indudable que la tutela procede en este caso,
pues: “La prevalencia de la parte dogmática sobre la parte orgánica de la
Constitución involucra el principio de la interpretación más favorable para los
derechos fundamentales. La interpretación conforme a la Constitución se
traduce, en materia penal, en la limitación de las facultades y del poder
punitivo del Estado, en el grado y en la extensión necesarios a fin de
537 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
219
garantizar el debido proceso y los demás derechos constitucionales que la
Carta consagra en favor de los procesados”. En el caso concreto, existe
certidumbre sobre la ineficacia del recurso de casación, por la razón anotada
(es la Sala de Casación Penal de la H. Corte Suprema la que ha sentado la
doctrina sobre la violación del principio de legalidad como excepción a la
garantía del artículo 31). Pero puede agregarse un motivo adicional: si hay
discrepancia sobre el sentido de una norma constitucional, entre el juez
ordinario (dentro del cual, para estos efectos, hay que incluir al de casación) y
la Corte Constitucional, es el juicio de ésta el que prevalece, tal como se
desprende, con toda nitidez, del fallo C-083 de 1995.

SU.637/96538. VIA DE HECHO POR NO APLICACION EN SANCION


DISCIPLINARIA DE NORMA MAS FAVORABLE. APLICACION DE NORMA
DEROGADA

El actor considera que en la sentencia del Consejo Superior de la Judicatura,


mediante la cual se le impuso la sanción de destitución, se incurrió en una vía
de hecho. Fundamenta su aseveración en la circunstancia de que el Consejo
basó su fallo en el Decreto 1888 de 1989, a pesar de que éste había sido
derogado por la Ley 200 de 1995, ley que si se hubiera aplicado le habría
acarreado una sanción más favorable. La Corte Constitucional consideró que
debió aplicarse, en lo relacionado con las sanciones, la normatividad de la Ley
200 de 1995, la cual había entrado ya en vigor al momento de dictarse la
sentencia. Las normas de la referida Ley 200 de 1995 atinentes a la sanción
de destitución son más favorables a los disciplinados, puesto que eliminan la
discrecionalidad de la autoridad disciplinaria para asignar esa pena y limitan a
ciertas hipótesis taxativas la posibilidad de imponerla. La decisión judicial
corresponde a una vía de hecho. La imposición de la sanción disciplinaria más
desfavorable, no obstante que al momento de confirmarse la sanción se
encontraba en vigencia una ley que consagraba un régimen punitivo más
favorable y que, la misma de manera expresa e inequívoca derogaba los
regímenes especiales disciplinarios - salvo el aplicable a la fuerza pública -,
pone de presente que la actuación judicial se apartó ostensiblemente del
imperio de la ley y, por ende, se incurrió en una vía de hecho violatoria del
derecho fundamental al debido proceso que, en este caso, se impone
amparar, a fin de que el órgano judicial competente adopte su decisión
conforme a la ley vigente y con estricta sujeción al principio de favorabilidad.
El CDU se aplica a todos los servidores públicos y deroga los regímenes
especiales existentes hasta entonces, así como todas las disposiciones que le
sean contrarias, salvo las excepciones contempladas en la Constitución y en la
misma ley. Evidentemente, esta conclusión se extiende también a los
funcionarios de la Rama Judicial. La Corte ha señalado ya en varias ocasiones
que los principios del derecho penal criminal son aplicables al derecho
disciplinario, por cuanto éste constituye una modalidad del derecho penal.
Entre los principios del derecho penal se halla el de la favorabilidad, el cual se
encuentra expresamente contemplado en el artículo 29 de la Constitución
Política. Este principio rige tanto para los conflictos de leyes en el tiempo como
para cuando se trata de leyes coetáneas y se ha de determinar cuál debe regir
en un caso específico.
538 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
220

T-056/97539. DOBLE CONDENA POR UNA CAUSA JURIDICA. NO


INTEGRACION DEL LITISCONSORCIO NECESARIO EN SUSTITUCION
PENSIONAL

Acción de tutela instaurada por el Instituto de Seguros Sociales contra la Sala


Décima Primera de Decisión Laboral del Tribunal Superior, que confirmó la
dictada por el Juzgado Tercero Laboral , en el sentido de reconocer a una
señora la pensión de sobrevivientes de su compañero. Estima la entidad
demandante que se encuentra en abierta contradicción con la sentencia
dictada con fecha anterior por la Sala Quinta de Decisión Laboral del mismo
Tribunal, en virtud de la cual, luego de la revocación de la sentencia de
primera instancia, dictada por el Juzgado Tercero Laboral, se reconoció
igualmente a otra señora la pensión de sobreviviente del citado señor pero en
la condición de cónyuge sobreviviente. En el caso que se analiza se ha
impuesto al ISS una doble condena por una misma causa jurídica, como es, el
hecho de la sustitución pensional de un señor tanto a su cónyuge como a su
compañera permanente, cuando las normas que rigen la materia son claras en
el sentido de que solamente puede existir un beneficiario de dicha sustitución.
Se trata de establecer si al no haberse integrado el litisconsorcio necesario se
pudo haber incurrido por el Tribunal Superior, a través de las Salas de
Decisión Laboral mencionadas, en una vía de hecho. La Corte Constitucional
señaló que la omisión de la integración del litisconsorcio por el Juzgado que
fue avalada por la Sala Quinta de Decisión del Tribunal Superior, conllevó una
flagrante violación del derecho al debido proceso, consagrado por el art. 29 de
la Constitución, por ser ésta una actuación procesal de obligatoria
observancia, pues se requería para poder decidir de mérito y en justicia sobre
el derecho que debía reconocérsele a una de las interesadas. La falta de
integración de litisconsorcio también significó un desconocimiento de
principios esenciales del ordenamiento constitucional, como son: la justicia, la
vigencia de un orden justo, y la eficiencia y la eficacia de las decisiones
judiciales, pues no se aviene con aquellos los fallos de la jurisdicción laboral
que impusieron al ISS, sin causa jurídica legítima, una doble obligación que
lesiona su patrimonio, el cual igualmente es objeto de protección, según se
desprende de diferentes normas de la Constitución. De no haberse presentado
la aludida omisión, el proceso hubiera concluido necesariamente decidiendo la
cuestión litigiosa en forma unitaria para las dos interesadas, de manera que se
hubiera definido a cual de ellas correspondía en derecho la pensión de
sobrevivientes. Esta situación, necesariamente motivó el trámite del segundo
proceso que determinó una decisión contradictoria en el sentido de imponer
una doble condena al ISS y que igualmente resultó contagiado del mismo
vicio. La necesidad de un pronunciamiento uniforme y con efectos concretos
sobre la totalidad de dichos sujetos impone su concurrencia al respectivo
proceso. Por lo tanto, en estos eventos el juez no puede proveer sobre la
demanda y decidir sobre la pretensión sin que todos los sujetos activos y
pasivos de la relación procesal hayan sido citados e intervengan en el proceso.
La necesidad de la participación de dichos sujetos se torna, por consiguiente,
en algo que es consustancial con el principio de la integración del
contradictorio.
539
M.P. Antonio Barrera Carbonell.
221

T-201/97540. IGNORANCIA DE CIRCUNSTANCIA DE ATENUACION


PUNITIVA. TRIBUNAL RECONOCE ANTE JUEZ DE TUTELA ERROR
CUANTITATIVO EN CONDENA. IMPOSICIÓN DE PENA MAYOR A LA
ORDENADA POR EL LEGISLADOR

A pesar de que indiscutiblemente el Tribunal se encontraba facultado para


revocar la decisión de primera instancia, dicho organismo condenó al
accionante con base en la pena descrita en el inciso 1 del artículo 33 de la Ley
30 de 1986 -de 4 a 12 años de prisión-, ignorando la circunstancia de
atenuación punitiva, de orden cuantitativa, que prevé la misma norma para
quienes porten menos de 100 gramos de cocaína. Quedó demostrado que la
droga descubierta al accionante correspondió a 0.5 gramos de cocaína, luego
la condena debió ser tasada, con base en el inciso 2º del artículo 33 de la
referida ley, -de1 a 3 años de prisión y multa-. El Magistrado ponente que
conoció del grado de consulta informó en escrito enviado al juez de tutela lo
siguiente: “..el texto de la sentencia acusada arroja un error cuantitativo en el
examen de los hechos, que traslada la conducta objeto de reproche, dentro de
la misma norma, a una previsión que no es la que corresponde a los hechos y
que resulta gravosa para el acusado, ya que en vez de graduarse la sanción
con arreglo al inciso 2 del artículo 33 de la Ley 30 de 1986, que era el
aplicable, se graduó con observancia del inc. 2º (sic) ibídem [se refiere al
inciso primero del artículo 33 de la Ley 30 de 1986]”. La Corte Constitucional al
decretar la nulidad de la sentencia del Tribunal Superior del Distrito, señaló en
relación con la vía de hecho, la doctrina sentada que sostiene que la acción de
tutela no procede contra sentencias ejecutoriadas u otras sentencias, salvo
que éstas sean el resultado de una actitud arbitraria y carente de fundamento
objetivo producto del desconocimiento flagrante y ostensible del ordenamiento
jurídico. Imponer una pena mayor a la ordenada por el legislador, constituye
claramente una conducta lesiva que rompe el equilibrio procesal, y deja al
sindicado en indefensión total, configurándose una vía de hecho. Por tratarse
de una sentencia ejecutoriada, sólo cabría la acción de revisión contenida en
el artículo 232 C.P.P. Sin embargo, la situación planteada en vía de tutela, no
se encuadra en ninguna de las circunstancias previstas para la procedencia de
la mencionada acción, contenidas en el artículo citado. Sin embargo, no es
posible que el juez de tutela entre a modificar la providencia del h. Tribunal
por las razones consignadas en la parte motiva de este fallo. Por consiguiente,
la Sala de revisión decretará la nulidad de la sentencia estudiada. Esta
decisión se ajusta a lo prescrito por el Código de Procedimiento Penal.

T-432/97541. EL DERECHO DEL DEFENSOR A EXAMINAR EL EXPEDIENTE


ES PRESUPUESTO DEL PLENO EJERCICIO DEL DERECHO A LA
DEFENSA TECNICA DEL SINDICADO. EL PODER CORRECCIONAL DEL
FUNCIONARIO JUDICIAL ES REGLADO Y NO LE OTORGA DISCRECION A
QUIEN LO EJERCE PARA ESCOGER LA SANCION QUE A BIEN TENGA.
CUANDO SE ALTERA SIGNIFICATIVAMENTE LA IGUALDAD ENTRE LAS
PARTES DURANTE LA ETAPA INQUISITIVA DE UN PROCESO PENAL,

540
M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
541
M.P. Carlos Gaviria Díaz.
222
RESULTA VIOLADO EL DERECHO A QUE SE RESPETEN LAS FORMAS
CONSTITUCIONALES DE ESA CLASE DE PROCESOS

Una persona sindicada de la comisión de un delito designó al demandante


como su defensor en la indagatoria ante un Fiscal Regional. El actor solicitó
que se le permitiera examinar las copias del expediente mientras se
interrogaba al sindicado, pero el Fiscal Regional se negó a hacerlo durante la
diligencia, y también cuando ésta concluyó. Hasta la presentación de la
demanda de tutela, el actor desconocía el cuaderno número 5 del expediente
a pesar de haberlo solicitado en repetidas oportunidades. El demandante y la
Defensoría del Pueblo coinciden al afirmar que las irregularidades son
significativas porque: a) el Fiscal a cuyo incurrió en varias conductas
constitutivas de vía de hecho; b) esas irregularidades afectaron gravemente la
posibilidad de ejercer la defensa técnica, hasta el punto de hacerla inexistente
durante la indagatoria y la recolección de las demás pruebas, etapas
fundamentales de la investigación; c) dejar librados al actor y a su
representado a la defensa que pueda permitirles la interposición de los
recursos ordinarios, después de verificar los extremos a los que ha llegado el
funcionario demandado, puede no ser una carga injustificada para el actor,
pero ciertamente lo es para el sindicado; y d) dejar librados al actor y a su
representado a la defensa que pueda permitirles el juez, en caso de que el
proceso llegue a su conocimiento, deja pendiente de un hecho futuro e incierto
(en contra de la presunción de inocencia) el restablecimiento de los derechos
conculcados, y permite que se cause un daño irreparable al defendido por el
actor. La Corte Constitucional al tutelar los derechos al debido proceso y a la
defensa técnica señaló que el derecho del defensor a examinar el expediente,
es presupuesto del pleno ejercicio del derecho a la defensa técnica del
sindicado. Si el derecho a la defensa técnica surge desde el momento en que
se ordena investigar a una persona, en la diligencia de indagatoria adquiere
particular importancia, porque el ejercicio de ese derecho confluye con el de la
defensa material del sindicado, y debe servir para que éste actúe dentro del
proceso con la asesoría de un especialista en derecho. Así, la mera presencia
de un abogado defensor no necesariamente significa que el derecho al que se
hace referencia se hizo efectivo en esta diligencia; si al abogado no se le
permite conocer el sumario, este asesor no puede cumplir con su tarea, por
más calificado y experimentado que sea. Se incurrió en una vía de hecho al
mantener fuera del conocimiento de la defensa, uno de los cuadernos en los
que obran las piezas procesales recolectadas por la entidad demandada, y
negarle el acceso oportuno a otros de los cuadernos requeridos para cumplir
con la defensa técnica. Cuando se altera significativamente la igualdad entre
las partes durante la etapa inquisitiva de un proceso penal, resulta violado el
derecho a que se respeten las formas constitucionales de esa clase de
procesos. Como lo consideró el Juez Penal del Circuito, por regla general la
tutela es improcedente cuando se intenta contra providencias judiciales, salvo
la existencia de vías de hecho; y mientras operen los recursos ordinarios, no
hay lugar a la tutela, puesto que esos otros mecanismos judiciales de defensa
la desplazan; pero cuando se hacen nugatorios por las reiteradas vías de
hecho en las que incurre el encargado de arbitrar el trámite, la razón de la
improcedencia desaparece con los controles que el demandado impidió poner
en acción, pues lo que cuestiona en tal caso al actor no es sólo la transgresión
223
repetida de la ley procesal, sino la falta de la garantía constitucional
básica, de la imparcialidad del tercero que ejerce la jurisdicción.

SU.477/97542. OMISION DE APRECIACION DE PRUEBAS

Se presentó acción de tutela contra el Consejo de Estado por la sentencia


proferida dentro del proceso de nulidad y restablecimiento del derecho, en
procura de la defensa de los derechos de los actores a la igualdad, al debido
proceso y al acceso a la justicia. Los actores, que afirman que nunca tuvieron
relaciones contractuales con el Departamento del Atlántico sino con el de
Bolívar, interpusieron una demanda de nulidad y restablecimiento del derecho
y pidieron la devolución de los dineros con corrección monetaria e intereses.
Manifiestan la falta de apreciación de las notas crédito (no tuvo en cuenta el
documento anterior y 58 más de similar alcance), la sentencia se fundamentó
en unas relaciones de pruebas y no en las pruebas, la sentencia no tuvo en
cuenta la diligencia de inspección judicial donde está probado el valor del
almacenamiento. Se estudió la falta de consideración de pruebas. La Corte
Constitucional al revisar minuciosamente el expediente, encuentra que, en
verdad, en el proceso de nulidad y restablecimiento del derecho de los actores
contra el Departamento del Atlántico, aquellos sí presentaron, como pruebas,
las fotocopias de las notas crédito referentes a los pagos efectuados durante
los años de 1986 y 1987. Tales documentos provienen de la inspección judicial
anticipada. Pues bien, de todas esas fotocopias, por lo menos 32
corresponden sin dificultad a las afirmaciones de la demanda. Lo dicho indica
que, como el presunto pago de lo no debido gira sólo alrededor de las sumas
pagadas a la Caja de Previsión, por lo menos 32 recibos hacen verosímiles las
aseveraciones de los demandantes. Por lo anterior, se ordenará al H. Consejo
de Estado dictar nuevamente la sentencia correspondiente, apreciando las
pruebas omitidas, de conformidad con el mérito que les reconozca. Respecto
de la sentencia de segundo grado proferida por el Consejo de Estado, los
actores no tienen posibilidad de acudir a otro medio de defensa judicial distinto
de la acción de tutela, ni siquiera al recurso extraordinario de revisión
contencioso administrativo, que no contempla ninguna causal aplicable a la vía
de hecho objeto de este asunto. Por este aspecto, la acción de tutela es
perfectamente procedente para la actual defensa de los derechos de los
interesados. Agrego la Corte Constitucional que la falta de consideración de
un medio probatorio que determina el sentido de un fallo, constituye una vía de
hecho susceptible de control por vía de tutela. Como la prueba es el
fundamento de las decisiones de la justicia, es obvio que su desconocimiento,
ya sea por ausencia de apreciación o por manifiesto error en su
entendimiento, conduce indefectiblemente a la injusticia judicial. La necesidad
de evitar tan funesta consecuencia, violatoria del derecho al debido proceso,
ha llevado a la Corte a sostener que los yerros ostensibles en esta delicada
materia, pueden remediarse mediante la acción de tutela, siempre y cuando,
claro está, los interesados no dispongan de otro medio de defensa judicial.

T-019/98543. JUZGAMIENTO BAJO REGIMEN PROCESAL Y SUSTANCIAL


RESERVADO PARA LOS MAYORES DE EDAD A QUIEN ERA MENOR

542
M.P. Jorge Arango Mejía.
543 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
224
CUANDO TRANSGREDIO LA LEY PENAL. EL JUZGADO PENAL DEL
CIRCUITO VIOLO EL DERECHO AL DEBIDO PROCESO PUES
DESCONOCIO LAS FORMAS PROPIAS DEL JUICIO Y AL JUEZ NATURAL

Se señala que el Juzgado Penal del Circuito incurrió en una vía de hecho, al
no percatarse de que estaba juzgando bajo el régimen procesal y sustancial
reservado para los mayores de edad, a quien era menor cuando transgredió la
ley penal. La Corte Constitucional al confirmar la sentencia del Tribunal
Superior por medio de la cual se tuteló el derecho al debido proceso señaló
que quien conoce de la infracción penal cometida por un menor de edad la
jurisdicción de menores, y debe tramitar el proceso de acuerdo con lo previsto
en el Código del Menor (Decreto 2737 de 1989); en consecuencia, el Juzgado
Penal del Circuito de Medellín violó el derecho al debido proceso del actor,
pues desconoció las formas propias del juicio, y al juez natural. Como se
violaron las garantías constitucionales referentes al juez natural y al respeto
por las formas propias de cada juicio desde que el Juzgado demandado inició
la actuación penal, toda ella debe ser declarada nula, y reemplazada por las
actuaciones que la Jurisdicción de Menores encuentre procedentes a la luz del
Código del Menor.

T-567/98544. VIOLACION DEL PRINCIPIO DE FAVORABILIDAD PENAL.

Se interpuso acción de tutela contra la sentencia del Juzgado Promiscuo del


Circuito del Paz de Río, por considerar que tal decisión judicial vulnera sus
derechos fundamentales a la libertad personal y al debido proceso. Estima
que, al haber aplicado en forma errónea el artículo 299 del Código de
Procedimiento Penal, el juzgado demandado infringió el principio de
favorabilidad penal y, por ende, incurrió en una vía de hecho. La Corte
Constitucional se preguntó si puede ser considerada como una vía de hecho
aquella decisión judicial de naturaleza penal que se funda en una norma que
no estaba vigente al momento de la comisión del hecho punible y que, al ser
aplicada, resulta más gravosa que la disposición vigente en ese momento. Al
respecto la Corte Constitucional al confirmar la Sentencia del Tribunal Superior
que concedió la tutela manifestó que en el caso sub-lite, fue aplicada una
norma (1) que no estaba vigente al momento de la comisión del ilícito; y, (2)
que consagraba un trato punitivo menos favorable que el que se encontraba
establecido en normas derogadas por la misma. En estas circunstancias,
resulta flagrante la aplicación de una norma menos favorable que la que
estaba vigente al momento de cometerse el delito. Ciertamente, aquella
providencia que, de manera flagrante, vulnera el principio de favorabilidad,
queda de inmediato revestida de un defecto sustantivo de tal magnitud que
origina una vía de hecho.

La Corte ha sostenido, de manera reiterada, que la acción de tutela es


improcedente cuando, con ella, se pretenden sustituir mecanismos ordinarios
de defensa que, por negligencia, descuido o incuria de quien solicita el
amparo constitucional, no fueron utilizados a su debido tiempo. Sin embargo,
la regla anterior admite algunas especialísimas excepciones, en aquellos
casos en los cuales se encuentra debidamente acreditado en el expediente
544
M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
225
que el actor no pudo utilizar los mecanismos ordinarios de defensa por
encontrarse en una situación que, desde el punto de vista fáctico o
jurídico, se lo impedía por completo y, en cuyo caso, la aplicación de la regla
antes señalada le causaría un daño de mayor entidad constitucional que el
que se derivaría del desconocimiento del criterio general enunciado. En este
sentido, se ha pronunciado la Corte al reconocer que, en ciertos casos, la
presunta omisión no es, desde ningún punto de vista, imputable al actor. En
otras palabras, que no puede hablarse, ni siquiera, de culpa levísima de quien
intenta la acción de tutela, pese a no haber utilizado los mecanismos
ordinarios existentes. En este sentido, la Corte ha considerado que las
actuaciones negligentes de los defensores de oficio en los procesos penales
constituyen una situación que se inscribe dentro de la excepción mencionada.
Ciertamente, los expedientes contentivos del proceso penal y de la acción de
tutela demuestran que es un campesino prácticamente iletrado (sólo cursó
hasta el primer grado de educación primaria) que fue asistido, de manera
sucesiva, a lo largo del proceso penal que culminó con su condena, por
distintos defensores de oficio. En este sentido, el actor nunca escogió su
defensa y debió someterse a la estrategia que éstos diseñaran para
controvertir su caso ante la justicia penal. Adicionalmente, luego de proferida
la sentencia condenatoria, el defensor de oficio desapareció por completo. Ni
siquiera existe algún tipo de actuación de su parte dirigida a solicitar copias de
una providencia que, como se vio, es flagrantemente injusta y violatoria de los
derechos fundamentales del condenado. Tampoco el Ministerio Público
intervino para evitar tan grave injusticia. Sólo dos años después, un asesor
jurídico en el que se encuentra recluido se percató del error e intentó, de
manera infructuosa, por vía de las normas procesales que autorizan la
corrección aritmética, la adición y la complementación de sentencias, que el
Juzgado del Circuito modificara la sentencia en comento. Si, en el presente
caso, existe alguna forma de descuido o incuria ésta recae sobre el Ministerio
Público o sobre el defensor de oficio quienes, abandonaron al actor en el
momento en que más requería de su asistencia. Cabe anotar que, en este
caso, el factor determinante para acceder a la procedencia de la acción de
tutela es que el actor no tuvo oportunidad de escoger su defensa y que fue
justamente la falta de defensa técnica y de una adecuada vigilancia por parte
del Ministerio Público la que permitió que la decisión quedara en firme. Si el
Estado es el causante del daño (por error del juez o por omisión del defensor
de oficio y de Ministerio Público) no puede ahora imputarle al actor las
consecuencias del mismo.
226
545
T-654/98 . VULNERACION DEL DEBIDO PROCESO AL PROFERIRSE
DECISION AL TERMINO DE UN PROCESO EN QUE CARECIO DE
DEFENSA TECNICA DADO QUE LOS JUECES NO LE NOTIFICARON LAS
DECISIONES RELATIVAS A LA PRACTICA DE PRUEBAS, AL CIERRE DE
LA INVESTIGACION, AL PROVEIDO ACUSATORIO Y A LA SENTENCIA
CONDENATORIA PESE A QUE EN EL EXPEDIENTE SE SEÑALABA EL
LUGAR EN EL CUAL PODIA SER ENCONTRADO. ADICIONALMENTE EL
ABOGADO DE OFICIO SE LIMITO EXCLUSIVAMENTE A ASISTIR A LA
AUDIENCIA PUBLICA SIN CUMPLIR DILIGENTEMENTE CON LOS
DEBERES DE DEFENSA QUE LE IMPONE SU CARGO

Un señor interpuso acción de tutela ante el Tribunal Superior contra el Juez


Penal del Circuito por considerar que éste vulneró su derecho fundamental al
debido proceso al proferir una decisión al término de un proceso judicial en el
que careció, absolutamente, de defensa técnica, dado que los jueces de
instrucción y de conocimiento no le notificaron las decisiones relativas a la
practica de pruebas, al cierre de la investigación, al proveído acusatorio y a la
sentencia condenatoria, pese a que en el expediente se señalaba el lugar en
el cual podía ser encontrado. Adicionalmente, afirmó que el abogado de oficio
que le fue nombrado se limitó exclusivamente a asistir a la audiencia pública
sin cumplir diligentemente con los deberes de defensa que le impone su
cargo. A este hecho adjudica la falta de apelación de la sentencia de primera
instancia. La Corte Constitucional reiteró que, en principio, la tutela resulta
improcedente cuando el actor dejó de interponer los recursos judiciales
ordinarios que estaban a su alcance para confrontar la vulneración o amenaza
de sus derechos fundamentales. En efecto, la acción de tutela no tiene la
vocación de sustituir aquellos mecanismos ordinarios de defensa que, por
negligencia, descuido o incuria de quien solicita el amparo constitucional, no
fueron utilizados a su debido tiempo. No obstante, la jurisprudencia ha
reconocido que la regla general mencionada merece algunas especialísimas
excepciones. Se trata de aquellos casos en los cuales la acción de tutela es el
único mecanismo de defensa para la protección de un derecho fundamenta l
gravemente vulnerado o amenazado, siempre que se logre demostrar que el
actor no pudo utilizar los mecanismos ordinarios de defensa por encontrarse
en una situación que se lo impedía por completo. En otras palabras, el criterio
de procedibilidad que ha sido expuesto cede ante la demostración palmaria de
que la omisión que se advierte no puede ser imputable al actor y, sin
embargo, el daño que se originaría de no proceder el amparo constitucional
sería de suma gravedad. En punto a las actuaciones negligentes de los
defensores de oficio en los procesos penales, esta Corporación ha sostenido
que cuando aquellas no pueden ser conocidas ni corregidas por el procesado -
por falta de calificación de éste o por negligencia del Estado en la notificación
del proceso -, y pueden aparejar una grave vulneración de sus derechos
fundamentales, no le pueden ser imputadas para efectos de impedirle el
acceso a mecanismos de defensa eficaces como la acción de tutela.

La Corte Constitucional ha entendido que constituye vía de hecho aquella


decisión judicial que incurra en un defecto sustantivo, fáctico, orgánico o
procedimental, de tal magnitud que pueda afirmarse que la misma se aparta,
545 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
227
de manera ostensible, del ordenamiento jurídico. Ha dicho esta Corte que
el defecto sustantivo se configura siempre que la decisión se encuentre
fundada en una norma claramente inaplicable al caso concreto. A su turno, el
llamado defecto fáctico se origina cuando resulta evidente que el apoyo
probatorio en que se basó el juez para aplicar una determinada norma es
completamente impertinente o insuficiente. El defecto orgánico, se refiere a
aquellas situaciones en las cuales el funcionario judicial carece absolutamente
de competencia para resolver el asunto de que se trate. Por último, el defecto
procedimental, se presenta en aquellos casos en los cuales el juez se desvía
por completo del procedimiento fijado por la ley para dar trámite al proceso
respectivo. En las condiciones anotadas, para considerar si una determinada
sentencia judicial constituye una vía de hecho, no basta con demostrar que
existieron fallas en la defensa técnica del procesado. Esta última cuestión
servirá, sí, para alegar vulneración de los derechos de quien es sujeto de la
acción judicial y ejercer los recursos ordinarios o extraordinarios del caso, pero
no habilita, por sí misma, la procedencia de la acción de tutela. Para que
pueda solicitarse el amparo constitucional mediante la mencionada acción
será necesario, adicionalmente, demostrar los siguientes cuatro elementos: (1)
que efectivamente existieron fallas en la defensa que, desde ninguna
perspectiva posible, pueden ser amparadas bajo el amplio margen de libertad
con que cuenta el apoderado para escoger la estrategia de defensa adecuada;
(2) que las mencionadas deficiencias no le son imputables al procesado; (3)
que la falta de defensa material o técnica tuvo o puede tener un efecto
definitivo y evidente sobre la decisión judicial de manera tal que pueda
afirmarse que esta incurre en uno de los cuatro defectos anotados - sustantivo,
fáctico, orgánico o procedimental -; (4) que, como consecuencia de todo lo
anterior, aparezca una vulneración palmaria de los derechos fundamentales
del procesado. En otras palabras, si las deficiencias en la defensa del
implicado no tienen un efecto definitivo y notorio sobre la decisión judicial o si
no apareja una afectación ulterior de sus restantes derechos fundamentales,
no podría proceder la acción de tutela contra las decisiones judiciales del
caso.

El actor no contó con un apoderado durante la etapa de instrucción, en la que


se practicaron la totalidad de las pruebas que sirvieron como indicio para
condenarlo, posteriormente, a 10 años de prisión. En consecuencia, no pudo
solicitar las pruebas que hubieran podido serle favorables ni controvertir
aquellas que le eran desfavorables. Adicionalmente, tampoco pudo impugnar
la decisión del juez de no practicar aquellas pruebas que le solicitó
directamente, como la confirmación de una serie de versiones de oídas que
luego fueron fundamentales para adoptar la sentencia o la reconstrucción de
los hechos con asistencia de peritos técnicos. El señor sólo recibió educación
básica o primaria. Su lugar de trabajo y de residencia, desde enero de 1987,
era Bogotá. Como en enero de 1987 el expediente se encontraba en Paime, el
actor solicitó permiso a la juez de instrucción para desplazarse a la ciudad de
Bogotá, manifestando el lugar exacto en el que residiría y solicitándole que le
informara sobre cualquier decisión que se adoptara en el curso del proceso.
No obstante, ni los jueces que adelantaron el procedimiento, ni el ministerio
público ni el apoderado de oficio le pusieron al corriente de las decisiones que
se adoptaron en su contra, como el auto de cierre de la investigación, el que
228
calificó el mérito del sumario, el que abrió el periodo probatorio, la citación
a audiencia pública y, finalmente, la sentencia de primera instancia. En
consecuencia, no se enteró del curso de los acontecimientos hasta enero de
1998 cuando fue casualmente capturado en la misma localidad. Los jueces de
Instrucción que conocieron de la causa contra el actor, pese a advertir que las
personas que estaban siendo investigadas no tenían apoderado de confianza,
no nombraron defensor de oficio sino hasta proferida la resolución de
acusación. El apoderado de oficio se limitó a posesionarse y a asistir a la
audiencia pública de juzgamiento, previas dos citaciones que había
incumplido. No buscó a su representado a pesar de que en el expediente se
encontraba la dirección de su residencia. No solicitó pruebas. No controvirtió
las pruebas existentes. No impugno y, al parecer, ni siquiera acudió al juzgado
para notificarse personalmente de las decisiones de fondo que eran
desfavorables a su representado, como la sentencia condenatoria de primera
instancia. El actor careció, absolutamente, de defensa técnica y material, no
sólo en la fase del sumario sino, incluso, en la etapa del juicio. La ausencia de
defensa implicó, en primer lugar, que dejaran de practicarse y controvertirse
pruebas esenciales para el procesado y, en segundo término, que las
decisiones de instancia no pudieran ser controvertidas y estudiadas en una
segunda oportunidad. Los defectos de procedimiento terminaron por convertir
a la decisión de primera instancia en una vía de hecho judicial que vulnera los
derechos fundamentales al debido proceso y, especialmente, a la defensa, del
actor. El proceso judicial que culminó con la decisión impugnada, puede ser
calificado como una vía de hecho dada la flagrante vulneración del derecho de
defensa y las notorias consecuencias sobre los derechos fundamentales del
actor. Se trata, en efecto, de la verificación de un vicio o defecto
procedimental y, adicionalmente, de un defecto fáctico, en la medida en que
el apoyo probatorio en que se basó el juez no es fruto de un proceso en el que
el imputado hubiese podido solicitar las pruebas necesarias para probar su
eventual inocencia o controvertir las que condujeron a demostrar su
responsabilidad.

SU.047/99546. INVIOLABILIDAD DE VOTOS Y OPINIONES DE LOS


CONGRESISTAS. VIA DE HECHO PROSPECTIVA

La peticionaria, Senadora de la República, en 1996 se desempeñaba como


Representante a la Cámara, cuando ese cuerpo político investigó al entonces
Presidente de la República. Según la actora, la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia ha desconocido su derecho a la inviolabilidad de
sus votos y opiniones como congresista al vincularla a un proceso penal por la
decisión que tomó en 1996 en favor de la preclusión de la investigación contra
el Presidente. Según su parecer, la Corte Suprema carece de competencia
para juzgar ese voto, pues como congresista es inviolable por las opiniones y
los votos que emita en ejercicio de su cargo, es decir, que aquellos no pueden
generar nunca responsabilidad penal. Por su parte, los magistrados de la Sala
de Casación Penal sostienen que ese tribunal es competente para investigar a
los representantes por sus conductas en el proceso contra el Presidente, por
cuanto los congresistas pudieron haber cometido delitos en esas actuaciones
judiciales, y en un Estado de derecho, ningún servidor público se encuentra
546
M.P. Carlos Gaviria Díaz y Alejandro Martínez Caballero.
229
por encima de la ley. La Corte Constitucional resolvió tutelar el derecho
fundamental al debido proceso de la peticionaria, por cuanto la garantía
institucional de la inviolabilidad priva, de manera absoluta, a la Corte Suprema
de competencia para investigar como delitos los hechos inescindiblemente
ligados a las opiniones y votos emitidos por la actora en las actuaciones
adelantadas por la Cámara de Representantes contra el entonces Presidente
de la República. Podría denominarse una "vía de hecho prospectiva", por
cuanto, hacia el pasado, las decisiones del funcionario judicial, aunque
discutibles, son inatacables por medio de la tutela, ya que siguen amparadas
por la autonomía funcional de los jueces, por no ser protuberantemente
defectuosas; sin embargo, una evaluación de sus inevitables resultados
futuros permite concluir que el juez terminará por incurrir en una vía de hecho,
al violar de manera manifiesta la Carta. En tales circunstancias, y siempre y
cuando esos resultados futuros sean evidentes, y no exista otro mecanismo
judicial de defensa, el juez constitucional puede intervenir a fin de enfrentar
una amenaza a los derechos fundamentales, derivada de una actuación
judicial, que inevitablemente devendrá en vía de hecho ya que, el artículo 86
superior es claro en señalar que esa acción procede en tales eventos.

T-171/00547. EMPLAZAMIENTO A QUIEN NO ESTABA DEBIDAMENTE


IDENTIFICADO Y DECLARACION DE PERSONA AUSENTE AL SINDICADO
DE CONDICIONES CIVILES Y PERSONALES DESCONOCIDAS EN EL
PROCESO

En el proceso penal que originó esta tutela, se declaró persona ausente al


sindicado después de emplazarlo; sin embargo, de acuerdo con la sentencia
condenatoria tanto la agente del Ministerio Público como el defensor de oficio
afirmaron en sus alegatos de conclusión que el acusado no se encontraba
debidamente individualizado e identificado (posible homonimia). La Corte
Constitucional revocó la sentencia proferida por el Consejo de Estado como
juez de tutela y en su lugar confirmar la adoptada por el Tribunal
Administrativo, por medio de la cual se resolvió tutelar el derecho al debido
proceso como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable,
hasta que la autoridad competente resuelva la acción de revisión. Se incurrió
en una vía de hecho, pues el juez reemplazó las formas propias del proceso
penal desarrolladas por el legislador (C.P. art. 29), por el procedimiento
contrario a derecho que le dictó su afán eficientista y, de esa manera, es
indudable que resultó vulnerado el derecho al debido proceso del actor de la
tutela bajo revisión, pues el funcionario instructor no sólo emplazó a quien no
estaba debidamente identificado, sino que declaró persona ausente a alguien
de condiciones civiles y personales desconocidas en el proceso. El funcionario
demandado en tutela no valoró las irregularidades que afectan a la vinculación
al proceso del sindicado y a su reconocimiento a través de fotografía, ni
consideró relevante la duda sobre un posible caso de homonimia, y dictó
sentencia condenatoria. El actor cuenta con la acción extraordinaria de
revisión, pero solicitó el amparo de sus derechos fundamentales "...como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable", y esta Sala juzga
que ha lugar a esa protección transitoria, pues: a) son indudables las vías de
hecho en las que incurrieron tanto la Fiscalía como el Juez Primero Penal del
547 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
230
Circuito de Florencia; b) al expediente de tutela se allegaron los medios de
prueba que el funcionario demandado ordenó pero no practicó, y que
versan precisamente sobre el caso de homonimia que afecta al actor; y c) el
perjuicio que se ocasiona en este caso al actor, a su grupo familiar, y a la
organización comunitaria de la que es miembro activo desde hace más de una
década, con la ejecución de un acto que sólo en apariencia es una
providencia, puede evitarse con el amparo transitorio, pues de acuerdo con la
sentencia C-543/92, antes transcrita, no "...riñe con los preceptos
constitucionales la utilización de esta figura ante actuaciones de hecho
imputables al funcionario por medio de las cuales se desconozcan o
amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando la decisión pueda
causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está constitucionalmente
autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso
mandato de la Carta es puramente temporal y queda supeditado a lo que se
resuelva de fondo por el juez ordinario competente (artículos 86 de la
Constitución Política y 8º del Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como
estas no puede hablarse de atentado alguno contra la seguridad jurídica de
los asociados, sino que se trata de hacer realidad los fines que persigue la
justicia'."(T-266/99).

T-1009/00548. DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDIGENAS. VIA DE HECHO


POR INTERPRETACION DE LOS FALLOS DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL CONTRARIA A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES.
OBLIGATORIEDAD DE LOS FALLOS DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
UNIDAD DE LA JURISDICCION CONSTITUCIONAL

Con el ánimo de proteger varios derechos fundamentales de los indígenas


Embera-Katíos del Alto Sinú, la Corte dispuso, en el numeral tercero de la
Sentencia (T-652/98), que tenían derecho a que se les indemnizara por los
daños causados a su medio ambiente natural y cultural durante la construcción
de las obras civiles de Urrá I, ya que éstas se llevaron a cabo sin el lleno de los
requisitos legales y reglamentarios. En la parte resolutiva de la sentencia, se
ordenó: "Si los Embera-Katíos del Alto Sinú y la firma dueña del proyecto no
llegaren a un acuerdo sobre el monto de la indemnización que se les debe
pagar a los primeros, dentro de los seis (6) meses siguientes a la notificación
de esta providencia, los Embera-Katíos deberán iniciar ante el Tribunal
Superior ...el incidente previsto en la ley para fijar la suma que corresponda a
un subsidio alimentario y de transporte, que pagará la firma propietaria del
proyecto a cada uno de los miembros del pueblo indígena durante los
próximos 15 años, a fin de garantizar la supervivencia física de ese pueblo,
mientras adecua sus usos y costumbres a las modificaciones culturales,
económicas y políticas que introdujo la construcción de la hidroeléctrica sin
que los embera fueran consultados, y mientras pueden educar a la siguiente
generación para asegurar que no desaparecerá esta cultura en el mediano
plazo". Notificada la sentencia se iniciaron las negociaciones entre los
indígenas y la empresa. Transcurrido el término determinado por la Corte sin
que se lograra una concertación, los indígenas acudieron a la posibilidad
subsidiaria señalada en el fallo: el incidente de liquidación de perjuicios ante el

548 M.P. Carlos Gaviria Díaz.


231
Tribunal Superior. Éste decidió rechazar el trámite del incidente por
considerarlo extemporáneo, y adujo actuar de acuerdo con el término
establecido en el Decreto 2591 de 1991; idéntica fue la decisión de la Corte
Suprema de Justicia, ante quien los indígenas apelaron. La Corte
Constitucional debe resolver entonces, si en esas decisiones hubo vía de
hecho por la interpretación que los jueces hicieron de la orden que se dio en la
Sentencia T-652/98, y la aplicación del artículo 25 del Decreto citado. La Corte
Constitucional tuteló los derechos al debido proceso, a la igualdad, al acceso a
la administración de justicia, a la participación y a la supervivencia física y
cultural de los peticionarios. En consecuencia, ordenó al Tribunal Superior,
juez de primera instancia en este proceso, que dé cumplimiento a lo dispuesto
en el numeral tercero de la parte resolutiva de la sentencia T-652 de 1998, en
el sentido de dar trámite al incidente de regulación de perjuicios promovido por
los peticionarios. Es indispensable que en cada caso, la interpretación de las
disposiciones jurídicas se lleve a cabo acudiendo a un criterio finalista, que
tome como base la libertad y la filosofía humanística que son valores
fundantes y objetivos esenciales del Estado colombiano, de acuerdo con la
Carta. Resulta evidente que durante el proceso de ejecución de los fallos de
tutela de la Corte Constitucional, los jueces de instancia deben realizar un
ejercicio interpretativo, tanto de la decisión, como de las normas en las cuales
se sustenta; ya se ha aclarado que este ejercicio debe ser llevado a cabo con
un criterio finalista, y evitar a toda costa incurrir en una nueva vulneración de
los derechos fundamentales de los implicados.

De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional, la interpretación


del fallo en ese sentido, constituye una vía de hecho por tres razones: En
primer lugar, adolece de un defecto sustantivo, porque se basa en una norma
inaplicable al caso; en segundo lugar, presenta un defecto procedimental
porque, por la misma razón, el juez se desvió del curso a seguir que era
particular a este proceso. El lapso de 6 meses para el acuerdo fue otorgado
por la Corte en su autonomía para fijar los términos del cumplimiento de sus
órdenes; no corresponde a una ley o reglamento pre-existente, y no hace
referencia a norma alguna, sino desarrolla una potestad derivada directamente
de la Constitución, y fija pautas propias al caso para el ejercicio del debido
proceso. Por tanto, cualquier limitación que se imponga a él con base en una
disposición extraña es arbitraria e impertinente, y corresponde a un ejercicio
indebido y abusivo de la jurisdicción. Adicionalmente, la Corte determinó que
el incidente que se debía iniciar, si fracasaba la negociación, era el
correspondiente a la ley: esta vez sí el artículo 25 del Decreto 2591. El término
para promoverlo debía empezar a contarse una vez transcurridos los 6 meses
de negociación y, de acuerdo con la norma aplicable. Aún estaba dentro del
término legal y, si el juez hubiera actuado de acuerdo a Derecho, habría
admitido el incidente por haberse promovido en tiempo; pero una vez más, se
desvió del procedimiento indicado en la ley para el caso, e incurrió con ello en
una vía de hecho. En tercer lugar, las decisiones del Tribunal y la Corte
Suprema configuran vía de hecho por la interpretación irrazonable, carente de
fundamento objetivo y lógico, y ante todo, transgresora del derecho sustancial.
Es claro que la Corte en la sentencia T-652/98 tuvo como objetivo primordial
garantizar el derecho a la participación de los Embera-Katíos, no solamente en
cuanto al cumplimiento de la consulta obligatoria en el desarrollo de grandes
232
proyectos económicos en tierras indígenas, sino especialmente, para
efectos de fijar el monto de la indemnización que les correspondía por los
daños irreparables causados a su habitat y a su modo de vida, con el objeto de
garantizar su supervivencia. Entonces, de acuerdo con la Carta y la
interpretación que de ella hizo la Corte, luego de constatar las precarias
condiciones en las que quedaron estos indígenas, el aparte de la sentencia
que es objeto de controversia sólo podía tener el sentido de otorgar dos
términos diferentes: uno de ellos para intentar la negociación directa, durante
seis meses, y el otro, subsidiario y consecuencial, determinado en la ley, para
promover el incidente de regulación judicial de perjuicios, en caso de que las
negociaciones fallaran.

Salta a la vista que la Sala Laboral del Tribunal Superior como la Sala Laboral
de la Corte Suprema de Justicia omitieron tomar en consideración la finalidad
de la orden impartida por la Corte Constitucional, así como la urgencia de la
situación de los Embera-Katíos, cuyos derechos individuales y colectivos se
buscaba restablecer. Al interpretar el aparte tercero del fallo en el sentido de
restringir las oportunidades de negociación de la comunidad indígena, tales
instancias limitaron el alcance de la decisión de la Corte, y su empleo de
criterios exegéticos produjo un resultado manifiestamente irrazonable e
ignorante de las graves consecuencias que acarrearía. La irrazonabilidad de la
actuación del Tribunal y la Corte Suprema es ostensible: considerar que el
término de negociación y el de interposición del incidente por el fracaso de
ésta son simultáneos, conduce al absurdo de pretender un amistoso arreglo en
medio de la amenaza de acudir a la vía judicial. Es obvio que el objetivo de la
Corte al otorgar un plazo para el concierto era evitar la intervención de
terceros en la determinación del monto, y en lugar de ello, lograr una solución
entre la Empresa y los indígenas; EN SU DEFECTO, es decir, luego del
fracaso de esa primera opción, existía la posibilidad de acudir a la justicia para
que mediara en el asunto. Frente a las dos opciones interpretativas, la que
restringía los derechos de los indígenas y aquélla que les permitía su ejercicio,
los jueces DEBIAN optar por la segunda. No eran ya autónomos para
descartarla porque la Carta y la doctrina de esta Corte han sentado unos
parámetros muy claros, a los que no puede ser ajeno el juez: el derecho a la
supervivencia de los pueblos indígenas – que es el derecho a la vida de la
comunidad – prima sobre cualquier consideración adjetiva; en este caso
estaba en juego un derecho sustantivo fundamental y no admitía una
interpretación contraria a su protección. Se vulneraron los derechos al debido
proceso, el derecho de acceso a la administración de justicia, el derecho a la
igualdad, el derecho a la participación y el derecho a la supervivencia física.

SU.014/01549. VIA DE HECHO CONSECUENCIAL. NOMBRAMIENTO DE


DEFENSOR DE OFICIO PUES SE LE PROCESO COMO PERSONA
AUSENTE A PESAR DE QUE ENTRE UN PERIODO DETERMINADO
ESTUVO PRIVADO DE LA LIBERTAD EN LA CARCEL. RAZONABLE
ESFUERZO POR UBICAR EL PARADERO DE UN PROCESADO. GRAVE
INCUMPLIMIENTO DEL ESTADO EN SUS DEBERES CONSTITUCIONALES.
VIOLACION DEL DERECHO DE DEFENSA. OBLIGACION DEL JUEZ DE
GARANTIZAR UN JUICIO JUSTO
549
M.P. Martha Victoria Sáchica Méndez.
233

Un ciudadano instauró acción de tutela en contra del juzgado noveno


penal del circuito de Bucaramanga en la cual se le condenó a la pena principal
de 60 meses de prisión “como autor responsable del delito de falsedad de
particular en documento publico, agravado por el uso, en concurso
heterogéneo y sucesivo con estafa”. Explica el demandante que en dicho
proceso le fue nombrado defensor de oficio, pues se le procesó como persona
(ausente), a pesar de que entre un período determinado estuvo privado de la
libertad en la cárcel modelo de Bogotá. En su concepto, se violó el debido
proceso, pues las normas procesales ordenan que se notifiquen
personalmente a la persona privada de la libertad las providencias (i) que
resuelve la situación jurídica, (ii) que ordena el cierre de la investigación y (iii)
la calificación del mérito del sumario. Como quiera que estaba detenido al
momento en que dichas providencias se produjeron, no era posible seguir la
actuación procesal y menos iniciar la etapa de juicio y dictar sentencia, sin que
se le hubieran notificado personalmente. De otra parte, considera que le fue
violado el derecho de defensa. Asegura que la actuación del abogado de oficio
que le fuera designado no califica como una defensa técnica, pues no
“interpuso ningún recurso, no solicitó una sola prueba ni en la etapa de
instrucción, ni en la de juzgamiento”. Además, la violación del citado derecho
constitucional se verifica por el hecho de que se adelantó un juicio sin que le
fuera informado, cuando el estado lo tenía bajo su custodia. La Corte
Constitucional revocó los fallos proferidos por la Sala Penal del Tribunal
Superior y de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia y en
su lugar, concedió la tutela para la protección de los derechos a la circulación
de la información vital, al debido proceso y al derecho de defensa. Las
autoridades judiciales tienen la obligación de utilizar todos los medios a su
alcance para dar con el paradero de una persona procesada en un proceso
penal.

Es posible distinguir la sentencia violatoria de derechos fundamentales por


defectos propios del aparato judicial - presupuesto de la vía de hecho -, de
aquellas providencias judiciales que aunque no desconocen de manera directa
la Constitución, comportan un perjuicio iusfundamental como consecuencia
del incumplimiento por parte de distintos órganos estatales de la orden
constitucional de colaborar armónicamente con la administración de justicia
con el objeto de garantizar la plena eficacia de los derechos constitucionales.
Se trata de una suerte de vía de hecho por consecuencia, en la que el juez, a
pesar de haber desplegado los medios a su alcance para ubicar al procesado,
actuó confiado en la recta actuación estatal, cuando en realidad ésta se ha
realizado con vulneración de derechos constitucionales, al inducirlo en error.
En tales casos - vía de hecho por consecuencia - se presenta una violación del
debido proceso, no atribuible al funcionario judicial, en la medida en que no lo
puede apreciar, como consecuencia de la actuación inconstitucional de otros
órganos estatales. De presentarse una sentencia en la que se verifique una vía
de hecho por consecuencia, esto es, que la decisión judicial se base en la
apreciación de hechos o situaciones jurídicas, en cuya determinación los
órganos competentes hayan violado derechos constitucionales, y que tenga
como consecuencia un perjuicio iusfundamental, se impone, en aras de
garantizar los fines esenciales del Estado, su revisión. En caso de que no
234
exista otro medio de defensa judicial, no existe razón constitucional alguna
para que no se pueda acudir a la tutela. Existe la obligación de que los
archivos y bancos de datos públicos estén debidamente actualizados. De allí
que, en el caso concreto, fuera exigible que en el archivo de alguna autoridad
pública existiera constancia de la privación de la libertad del demandante. En
el presente caso, el deber de mantener actualizadas las bases de datos y los
archivos públicos no está en juego, pues no se ha puesto en duda que alguna
autoridad tuviese debidamente registrado el dato.

La información sobre la privación de la libertad de la persona reviste carácter


de información vital. La restricción de la libertad que apareja su privación, no
puede tener como efecto la anulación de los restantes derechos
constitucionales. La circulación debida del dato “la persona X está privada de
la libertad” se torna indispensable para que ella pueda ejercer el derecho de
defensa, pues sin el conocimiento de dicha información, la autoridad judicial
erradamente asumirá que se procesa a un sindicado que se oculta. La
obligación de garantizar la circulación debida de la información recae en quien
la posee. El derecho de defensa nace en el momento en que se atribuye a una
persona una conducta delictiva y debe garantizarse durante el desarrollo de
todo el proceso. Por tal motivo, resulta esencial que el imputado conozca de
manera oportuna la investigación, de manera que pueda intervenir en el
proceso y si fuere del caso, contradecir las pruebas que se hayan presentado
en su contra. Es decir, la designación del abogado de oficio únicamente
procede si estando presente el procesado, éste carece de abogado o si fuera
imposible garantizar su derecho a “hallarse presente en el proceso”.
Obsérvese que la garantía principal, es la presencia del procesado al proceso.
Ha de precisarse, que el ejercicio del derecho de defensa no se limita a la
actividad que debe cumplir al abogado defensor, - defensa técnica - sino que
se refiere también a las actividades de autodefensa que corresponden al
inculpado – defensa material – las cuales confluyen con la labor desplegada
por el abogado con el mismo objetivo: defender al imputado. Resulta
incuestionable que el incumplimiento de los entes estatales encargados de
asegurar la información vital sobre la privación de la libertad que implica un
grave desconocimiento de la obligación de colaborar armónicamente con el
aparato de justicia, indujo a error al Juez Penal del Circuito de Bucaramanga y
a la violación del derecho de defensa del demandante, por cuanto el Estado
no garantizó, pudiéndolo hacer en razón de que estaba bajo su custodia, el
derecho a hacerse presente en el proceso. En estas condiciones, se presenta
una vía de hecho por consecuencia. Es necesario advertir a las distintas
instancias del Estado colombiano de su obligación de asegurar que la
información vital de los ciudadanos circule debidamente. Resulta imperioso
garantizar los medios para que las autoridades judiciales puedan acceder a
información como la omitida en esta oportunidad. Por lo tanto, se urgirá a la
Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, Ministerio de
Justicia y del Derecho, al Departamento Administrativo de Seguridad -DAS- a
la Policía Nacional, al Instituto Penitenciario y Carcelario -INPEC-, que
dispongan lo necesario para que en un término razonable se creen los medios
técnicos para asegurar a los jueces penales, el acceso a la información que
requieran para el cumplimiento de sus funciones.
235
550
T-522/01 . VIA DE HECHO POR FALTA DE CONSIDERACION DE LA
EXCEPCION DE INCONSTITUCIONALIDAD FRENTE A UNA NORMA
EVIDENTEMENTE CONTRARIA A LA CONSTITUCION

Por intermedio de apoderado judicial se impetró acción de tutela en contra de


la Comisión de Fiscales Especializados por considerar que la decisión de no
conceder la sustitución de la medida de aseguramiento (detención preventiva)
por la de detención domiciliaria, viola el derecho al debido proceso. Se funda
en el fallo de la Corte Constitucional en que se estudió la constitucionalidad de
la Ley 504/99. Se alega una vía de hecho que consiste en aplicar una
disposición inexistente cuyo contenido normativo fue declarado inexequible por
la Corte Constitucional. Incurre en una vía de hecho un funcionario judicial
cuando la decisión que toma se funda en la aplicación en una disposición cuyo
contenido normativo fue declarado inexequible por la Corte Constitucional, por
desconocer derechos fundamentales? La Corte Constitucional al tutelar los
derechos a la igualdad y la libertad, ordenó a la Comisión de Fiscales
Delegados ante los Jueces Penales de Circuito resolver nuevamente la
solicitud presentada de manera autónoma y dentro del respeto al orden
constitucional vigente. Señaló que aplicar una norma claramente contraria a la
Constitución, según sentencia expresa de la Corte, y que conlleve violaciones
a derechos fundamentales constituye una vía de hecho. Incurre en una vía de
hecho por razones sustanciales el funcionario judicial que tome una decisión
con base en una disposición: (1) cuyo contenido normativo es evidentemente
contrario a la Constitución, porque la Corte Constitucional previamente así lo
declaró con efectos erga omnes, (2) cuyo sentido y aplicación claramente
compromete derechos fundamentales, y (3) cuya incompatibilidad ha sido
alegada por el interesado, invocando el respeto a una sentencia de
constitucionalidad de la Corte Constitucional que excluyó del ordenamiento
jurídico el sentido normativo único e ínsito en la norma legal aplicada en el
curso del proceso y de la cual depende la decisión.

SU.1185/01551. LA VIA DE HECHO EN MATERIA DE INTERPRETACION


JUDICIAL. DESCONOCIMIENTO DE LOS PRINCIPIOS DE IGUALDAD DE
TRATO Y FAVORABILIDAD. DESCONOCIMIENTO DE LA CONVENCION
COLECTIVA COMO FUENTE FORMAL DEL DERECHO Y ACTO DE
NATURALEZA SOLEMNE

Le correspondió a la Corte Constitucional establecer si la Corte Suprema de


Justicia, en su Sala de Casación Laboral, incurrió en una vía de hecho judicial
al dictar la Sentencia mediante la cual casó (absolvió al Banco de la República
de todas las pretensiones que habían sido formuladas en su contra) la
Sentencia del Tribunal Superior, que había ordenado al Banco de la República
conceder a favor de un señor una pensión mensual vitalicia sin consideración
a su edad, atendiendo lo establecido en la Convención Colectiva. Se alegó la
vulneración de los principios de favorabilidad laboral y de igualdad. La Corte
examinó si se configura una vulneración del derecho fundamental al debido
proceso, cuando el juez de la causa aprecia una convención colectiva del
trabajo ignorando su naturaleza de acto solemne y fuente formal del derecho
550
M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
551
M.P. Rodrigo Escobar Gil.
236
laboral, y en franco desconocimiento de los valores, principios y derechos
constitucionales. La Corte Constitucional al conceder la tutela para la
protección de los derechos al debido proceso y a la igualdad de trato, señaló
que la convención colectiva como acto jurídico regulador de las relaciones
entre el patrono y sus empleados sindicalizados, comparte íntegramente la
definición de acto solemne, con sus características de aseguramiento de los
acuerdos a que llegan las partes, la precisión de los derechos adquiridos, la
claridad y la conservación de los mismos. Por ello la existencia de un derecho
convencional no puede acreditarse por otro medio probatorio diferente a la
misma convención, pues su naturaleza y las características propias de los
actos solemnes lo impiden. La Corte reiteró que no toda discrepancia
interpretativa -defecto sustantivo- conlleva, prima facie, a la ocurrencia de una
vía de hecho. El principio de autonomía e independencia judicial, pilar
fundamental del Estado social de derecho, no permite que por vía de la acción
de tutela se controviertan las decisiones judiciales con la simple excusa de que
el criterio adoptado por el operador jurídico no es compartido por las partes o
por el fallador que lo revisa. De hecho, las posibles diferencias de
interpretación, sustentadas en un principio de razón suficiente, no pueden ser
calificadas como vías de hecho pues, en realidad -lo ha dicho este Tribunal-, la
eventual disparidad de criterios sobre un mismo asunto no implica por ella
misma un desconocimiento grosero de la juridicidad, sino una consecuencia
humana del ejercicio del derecho. Según lo ha dicho la jurisprudencia:

Manifestó que la Corte ha señalado que la autonomía e independencia


judicial, como manifestación de la facultad que tiene el operador jurídico para
interpretar las normas jurídicas, no es absoluta. Ella encuentra limites claros
en la propia institucionalidad y en el orden jurídico. Así, la función judicial,
analizada desde la perspectiva del conjunto de atribuciones y potestades
reconocidas por la ley a los órganos encargados de administrar justicia, tiene
necesariamente que desarrollarse dentro del marco de la Constitución Política,
como la única forma de garantizarle a los coasociados la convivencia, el
trabajo, la igualdad, la libertad, la justicia y la paz, y de procurar hacer efectivo
el propósito Superior de asegurar un orden político, económico y social justo.
En este sentido, los mandatos contenidos en los artículos 228 y 230 del
Estatuto Superior, en los que se dispone que la administración de justicia es
autónoma y que los jueces, en sus providencias, sólo están sometidos al
imperio de la ley, deben ser armonizados y conciliados con el artículo 1° de la
Carta que propugna por la promoción y protección de la dignidad humana, con
el artículo 2° del mismo ordenamiento que le impone a todos los órganos del
Estado, incluidas las autoridades judiciales, la obligación de garantizar los
derechos, deberes y libertades de todas las personas residentes en Colombia,
y con el artículo 13 Superior que consagra, entre los presupuestos de
aplicación material del derecho a la igualdad, la igualdad frente a la ley y la
igualdad de protección y trato por parte de las autoridades públicas.

Así, es cierto que al juez de la causa le corresponde fijarle el alcance a la


norma que aplica, pero no puede hacerlo en oposición a los valores, principios
y derechos constitucionales, de manera que, debiendo seleccionar entre dos o
más entendimientos posibles, debe forzosamente acoger aquél que en todo se
ajuste a la Carta política. La autonomía y libertad que se le reconoce a las
237
autoridades judiciales para interpretar y aplicar los textos jurídicos, no
puede entonces comprender, en ningún caso, aquellas manifestaciones de
autoridad que supongan un desconocimiento de los derechos fundamentales
de las personas. Según lo ha expresado la propia jurisprudencia, toda
trasgresión a esta regla Superior en el curso de un proceso constituye una vía
de hecho judicial, la cual debe ser declarada por el juez constitucional cuando
no existan otros medios de impugnación para reparar esta clase de
actuaciones ilegítimas, contrarias a los postulados que orientan la Constitución
Política. En el ámbito de los conflictos de trabajo, por ejemplo, la Corte ha sido
enfática en sostener que, so pretexto de interpretar el alcance de las normas
jurídicas, no le es dable al operador jurídico desconocer las garantías
laborales reconocidas a los trabajadores por la Constitución Política y las
leyes, ni tampoco actuar en contradicción con los principios superiores que lo
amparan como son, entre otros, los de igualdad de trato y favorabilidad. En
este sentido, puede afirmarse que el Estatuto Superior se ha preocupado por
garantizar un mínimo de derechos a los trabajadores, los cuales no pueden ser
ignorados, disminuidos o transgredidos por las autoridades públicas y, en
particular, por los jueces y magistrados de la República en su función
constitucional de aplicar y valorar el alcance de la ley.

Desde esta perspectiva, cuando se trata de aplicar una convención colectiva,


en atención a su valor normativo y a su carácter de acto solemne, lo que le
compete el juez laboral es interpretarla de acuerdo al contenido material de su
texto y, en caso de duda, optar por la interpretación que resulte más favorable
al trabajador. Es incuestionable que un proceder contrario a esta exigencia,
que no encuentre fundamento en un principio de razón suficiente, conf igura
una vía de hecho en cuanto implica un desconocimiento flagrante de los
derechos fundamentales del trabajador, en especial el del debido proceso
(C.P. art. 29). A este respecto, recuérdese que la convención es plena prueba
de la norma que contiene y si la misma puede conducir a equívocos, es deber
imperativo del funcionario judicial interpretarla a la luz de los principios de
igualdad y favorabilidad consagrados en el Texto Constitucional (arts. 13 y 53).
Ante las posibles dudas que pueden surgir sobre el sentido y alcance de una
norma convencional, y frente a las diversas interpretaciones que de la misma
se formulen, es deber del juez priorizar aquella que interprete en mejor medida
los derechos laborales. Así, el hecho de que la Corte Suprema de Justicia
haya alterado el valor normativo de la preceptiva convencional objeto de la
litis, y sin un fundamento razonable y válido hubiese modificado su propia
jurisprudencia en contravía de los intereses y derechos del demandante,
conlleva una flagrante violación de los principios de igualdad de trato y
favorabilidad en materia laboral. Si el derecho a la igualdad exige como
presupuesto de aplicación material, el que las autoridades dispensen la misma
protección y trato a quienes se encuentren bajo idéntica situación de hecho,
no cabe duda que éste se transgrede cuando un mismo órgano judicial
modifica sin fundamento sólido el sentido de sus decisiones en casos que se
muestran sustancial y fácticamente iguales. Por todo lo expuesto, concluyó
que la Corte Suprema de Justicia violó el debido proceso e incurrió en vía de
hecho por defecto fáctico al desconocer la naturaleza ad solemnitatem de la
convención colectiva; y en vía de hecho por defecto sustantivo, al desconocer
el valor de la convención colectiva como fuente formal del derecho y no aplicar
238
los principios de igualdad de trato y favorabilidad en la interpretación de la
norma convencional que regulaba la situación jurídica objeto del litigio.

T-1306/01552. VIA DE HECHO POR EXCESO RITUAL MANIFIESTO.


EFICACIA DE LA CASACION PARA LA PROTECCION DE DERECHOS
FUNDAMENTALES. DEBER DE PROTECCION DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES EN CASACION.

Los problemas jurídicos a resolver consistieron en determinar si el Tribunal


Superior, Sala Laboral, incurrió en vía de hecho la proferir un fallo en contravía
de la jurisprudencia unificada de la Corte Suprema de Justicia, Sala Laboral,
negándole en consecuencia el derecho a pensión al accionante. Y si la Sala
de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia incurrió en vía de hecho
al haber reconocido expresamente que el actor tenía derecho al
reconocimiento de pensión de jubilación y, sin embargo no haber casado la
sentencia en virtud de errores en la técnica de casación. La Corte
Constitucional confirmó el fallo del Consejo Superior de la Judicatura y en
consecuencia tuteló los derechos al debido proceso y al mínimo vital del actor,
dejando sin efectos la Sentencia de la Sala de Casación Laboral de la Corte
Suprema de Justicia y disponiendo que se profiera Sentencia de reemplazo
siguiente los lineamientos señalados en la parte motiva de esta decisión.

La Corte Constitucional al recordar la prevalencia del derecho sustancial sobre


las formas, señaló que el procedimiento no es, en principio, ni debe llegar a
ser impedimento para la efectividad del derecho sustancial, sino que debe
tender a la realización de los derechos sustanciales al suministrar una vía para
la solución de controversias sobre los mismos. Cuando surge un conflicto
respecto de un derecho subjetivo, es el derecho procesal el que entra a servir
como pauta válida y necesaria de solución de la diferencia entre las partes. Se
debe tener siempre presente que la norma procesal se debe a la búsqueda de
la garantía del derecho sustancial. Teniendo en claro la prevalencia que en la
administración de justicia debía tener el derecho sustancial, el constituyente
de 1991 lo estableció como principio de la administración de justicia en el
artículo 228 al consagrar que en las actuaciones de la administración de
justicia “prevalecerá el derecho sustancial”. La Constitución consagra el
respeto de los derechos fundamentales, lo cual implica que esta protección
debe prevalecer sobre normas procesales que de ser aplicadas conducirían la
negación de los mismos. Respecto de la naturaleza del recurso de casación la
Corte Constitucional señaló que si bien esta Corporación ha estimado que la
casación debe conservar su naturaleza de recurso extraordinario, no
convirtiéndose en una tercera instancia al conocer de nuevo de los hechos,
como se haría en el caso de la apelación, sino limitándose “a verificar si los
enunciados normativos contenidos en la regla jurídica han sido interpretados o
aplicados correctamente por el juez de instancia y si en esta labor creadora
de la vida del derecho, también propia y natural de los jueces funcionalmente
inferiores, no se ha incurrido en violación de la ley sustancial”. Este motivo
hace razonable la existencia de causales de casación, pero sin que la
rigurosidad de las mismas llegue al extremo de hacer inocuo un derecho
sustancial. Queda entonces claro que, de hallar que el juez de instancia sí
552
M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
239
incurrió en un error de aplicación, apreciación o interpretación de la norma
sustancial que se alega, y más aún cuando la Sala de Casación reconoce
la existencia de un derecho fundamental merecedor de protección, es deber
de ésta el casar pronunciándose de fondo sobre el caso en concreto para
garantizar el derecho.

Si bien una de las funciones de la casación es la unificación de jurisprudencia


a nivel nacional, la cual se da en pro del interés público y en cuanto tal tiene
trascendental importancia, no se debe pasar por alto que también es función
prioritaria el control de legalidad y constitucionalidad de las sentencias para
que de esta manera se puedan proteger derechos subjetivos del casacionista.
Por tal motivo la Corte declaró inexequible la norma que contemplaba la
procedencia de casación una vez ejecutoriada la sentencia en materia penal
porque si bien se podía llegar a una unificación de jurisprudencia, se estaría
permitiendo en muchos casos la perpetuación de la vulneración de derechos
materiales en muchos casos de índole fundamental. También hizo alusión al
derecho a la seguridad social en pensiones como fundamental, en conexidad
con otros derechos fundamentales, para señalar que el oportuno
reconocimiento del derecho a pensión se configura en medio garante del
mínimo vital de la mayoría de la población que recibe una mesada. El respeto
a la pensión de jubilación en sus facetas de reconocimiento, pago oportuno,
proporcionalidad a lo aportado durante la vida laboral y reajuste de las
mesadas es por tanto uno de los mínimos por el que el Estado colombiano a
través de sus instituciones debe propender. Consideró que la casación
constituye un medio idóneo para la protección de derechos fundamentales.
Agregó que sin limitarla únicamente al área penal, es y debe ser mecanismo
idóneo para la protección de los derechos fundamentales de los casacionistas.
En consecuencia, las diversas salas de casación deben actuar en pro de la
realización y respeto de los derechos fundamentales de los recurrentes si, al
realizar el examen de los cargos del recurrente, observan que en el fallo de
instancia recurrido se incurrió en vulneración de tales derechos. La Corte
reiteró la función protectora de los derechos fundamentales que tienen los
magistrados en casación al declarar constitucional el artículo 228 del Código
de Procedimiento Penal que consagra que la Sala de casación penal "(...)
podrá casar la sentencia cuando sea ostensible que la misma atenta contra
las garantías fundamentales". Partiendo de la naturaleza de derecho
fundamental que puede llegar a tener la pensión de jubilación y del deber de
protección de derechos fundamentales que tienen las salas de casación de la
Corte Suprema de Justicia, es válido afirmar que de encontrarse en una
sentencia que se ha sometido a juicio de legalidad una vulneración de tal
derecho fundamental éstas deben actuar en pro de la protección de tal
derecho, mas aún si se recuerda que en materia laboral la Constitución del 91
estableció una especial protección al trabajador por la posición de
subordinación en la cual se encuentra frente al patrón.

Manifestó la Corte Constitucional la existencia de vía de hecho por exceso


ritual manifiesto en el recurso extraordinario de casación y omisión consciente
del deber de protección de derechos fundamentales en la decisión de este
recurso. Indicó que si en el desarrollo de su labor como Tribunal de Casación,
la Corte Suprema evidencia, de los cargos formulados por el recurrente –así
240
estos carezcan de la técnica respectiva- o derivado del análisis de los
mismos, una vulneración de derechos fundamentales, es su deber, en
virtud de la reconocida eficacia de la casación para la protección de derechos
fundamentales, hacer efectivo el amparo de tales derechos en la sentencia de
casación. Al actuar, la Corte Suprema así no contraría la naturaleza
dispositiva de la casación en virtud de que se ciñe a lo pedido por el
casacionista, a pesar de los eventuales errores de técnica. Se garantiza
igualmente el derecho de defensa de las partes en cuanto el pronunciamiento
sigue ligado a los cargos formulados en la demanda de casación, frente a los
cuales existe una oportunidad procesal de pronunciamiento por parte de la
contraparte. No obstante, si observa una vulneración del núcleo esencial de
los derechos fundamentales o se encuentra frente a un derecho que por
mandato constitucional sea irrenunciable, deberá proveer la protección a los
mismos así no haya existido un cargo del cual se derive tal vulneración. La
naturaleza irrenunciable de tales derechos prima sobre el carácter dispositivo
que en términos generales tiene la casación. Esta doctrina no exige el
abandono de la naturaleza excepcional de la casación. Este recurso
extraordinario conserva su carácter excepcional al continuar restringido su
acceso a los casos que taxativamente consagre la ley; igualmente, al ser sus
causales taxativas y al existir un límite en la cuantía para recurrir. También,
porque se trata de un estudio de la legalidad de la sentencia que se recurre, lo
que hace limitada la valoración del caso para el tribunal de casación –
particularmente en el aspecto probatorio- . Finalmente, en virtud de que tiene
como función primordial la sistémica que conlleva la unificación de
jurisprudencia a nivel nacional y la nomofilaxis o protección de la realización
del derecho objetivo.

T-1334/01553. VIA DE HECHO DENTRO DEL PROCESO DE REINTEGRO


POR FUERO SINDICAL. NINGUN TRABAJADOR AMPARADO POR DICHA
GARANTIA PUEDE SER DESPEDIDO, NI DESMEJORADO, NI
TRASLADADO SIN QUE PREVIAMENTE SE HAYA PROCEDIDO A
LEVANTAR EL FUERO SINDICAL MEDIANTE LA SOLICITUD QUE AL
EFECTO DEBE ELEVAR EL EMPLEADOR ANTE EL JUEZ DEL TRABAJO

Se instauró acción de tutela al considerar vulnerados sus derechos


fundamentales al debido proceso, a la igualdad, trabajo, libre asociación
sindical, sindicalización en especial el fuero sindical y acceso a la
administración de justicia, al incurrirse en vía de hecho en el momento de
dictar la sentencia dentro del proceso especial de reintegro por fuero sindical.
En su condición de empleado público inscrito en carrera administrativa estuvo
afiliado al Sindicato. Manifiesta que la entidad decidió terminar en forma
unilateral la relación laboral, en razón a la supresión de la Planta de Personal.
Que al momento de ordenarse el retiro definitivo del servicio, en su condición
de directivo del Sindicato gozaba de fuero sindical, sin que se procediera a
levantarle dicho fuero a fin de que el retiro del servicio se realizara en legal
forma. Que el Tribunal Superior en segunda instancia consideró que frente a la
supresión del cargo como causa legal de retiro del servicio no procede el
levantamiento del fuero sindical, dado que esta “supresión del cargo por
reestructuración” no se encuentra dentro de las causas que deben ser objeto
553
M.P. Jaime Araujo Rentería.
241
de calificación legal y levantamiento del fuero por parte del juez laboral. De
otra parte, ante la supresión (del cargo) de la Planta de Personal el
reintegro se torna absolutamente imposible por haber quedado fenecidos los
cargos y por lo tanto el fallo se haría ilusorio por no poder cumplirse. La Corte
Constitucional al conceder el amparo de los derechos de asociación y libertad
sindical, fuero sindical y debido proceso del actor señaló que la garantía del
fuero sindical se encuentra consagrada a nivel constitucional en el artículo 39
de la Carta Política. Es de la esencia del fuero sindical, el que ningún
trabajador (sea particular o servidor público) amparado por dicha garantía
puede ser despedido, ni desmejorado, ni trasladado sin que previamente se
haya procedido a levantar el fuero sindical mediante la solicitud que al efecto
debe elevar el empleador ante el juez del trabajo, con la finalidad exclusiva de
que este proceda a calificar la existencia de justa causa para el despido,
desmejoramiento o traslado. De no ser así, la garantía del fuero sindical
resultaría nugatoria para este tipo de trabajadores, situación que conllevaría la
vulneración de los derechos fundamentales de asociación, libertad sindical y
fuero sindical dado que este último no es cosa distinta a un derecho derivado
de aquellos, todos consagrados constitucionalmente. De no levantarse el
respectivo fuero sindical, no podrá considerarse legal el retiro del servicio, ni el
desmejoramiento, ni el traslado y de ahí que proceda para el primer caso la
acción de reintegro y pago de salarios dejados de percibir, a efectos de que se
proceda por el patrono a solicitar el permiso o autorización para el retiro previa
calificación judicial de la causa. De considerar el juez del trabajo que existe
justa causa, levantará el fuero concediendo el permiso al patrono para
despedir, desmejorar o trasladar al trabajador; en caso contrario, lo negará y
no levantará el fuero sindical lo que implica que el patrono no podrá despedir,
ni desmejorar, ni trasladar al trabajador.

En el presente caso tenemos que el actor tiene la calidad de empleado público


y se encuentra inscrito en carrera administrativa, para cuyo evento, la misma
ley consagra en forma expresa la obligación para la entidad estatal de levantar
el fuero sindical previamente al retiro del servicio, cuando quiera que se trate
de un empleado aforado y sin que se prevea excepción alguna. Es así como el
artículo 147 del Decreto 1572 de 1998 reglamentario de la Ley 443 de 1998
establece que “Para el retiro del servicio de empleado de carrera con fuero
sindical, por cualquiera de las causales contempladas en la ley, debe
previamente obtenerse la autorización judicial correspondiente”. Por lo tanto,
no es válida la afirmación del juez de segunda instancia en el sentido de
indicar que frente a la causa legal de supresión del cargo no procede la
calificación judicial. Se considera que si bien toda causa legal de retiro del
servicio de un servidor público constituye una justa causa, esta no puede ser
calificada motu propio por la entidad estatal, sino que en virtud de la garantía
constitucional del fuero sindical, se debe solicitar la calificación judicial de esa
justa causa, al juez laboral a fin de que se pueda proceder a la desvinculación
del servidor público en forma legal; de lo contrario, dicha omisión generaría
una vulneración al debido proceso y a los derechos de asociación, libertad y
fuero sindical, para cuya protección no debe acudirse a la acción de tutela sino
al mecanismo judicial idóneo y eficaz establecido por la ley, como lo es la
acción de reintegro. En el presente caso, se observó que existe norma expresa
que ordena al empleador en el caso de empleados de carrera administrativa
242
obtener la calificación judicial previa a la desvinculación ante las
autoridades del trabajo, razón por la cual de no obtenerse esta se estaría
vulnerando el derecho al debido proceso, siendo del caso, mediante la acción
de reintegro obtener éste a fin de que se proceda al levantamiento del fuero
sindical, pues dicho reintegro nunca podría tener efectos definitivos. En
relación con el reintegro de los servidores públicos con ocasión del retiro del
servicio por supresión del empleo se considera que en el presente caso, la
función no desapareció sino se trasladó a otro nivel, pasando a ser
desarrollada por el nivel Departamental al suprimirse en el Municipal, por lo
tanto, tratándose del Estado como empleador y al trasladarse la función de un
nivel territorial a otro, procedía el reintegro en criterio de esta Sala, como
acertadamente lo ordenó el juez de primera instancia. En el presente caso se
observa que evidentemente el Despacho Judicial demandado ignoró la norma
especial y aplicable al caso en cuestión como lo es el artículo 147 del decreto
1572 de 1998, constituyéndose una vía de hecho por defecto sustantivo, pues
este no se refiere sólo al hecho de basar la decisión en una norma no
aplicable, sino también en ignorar la norma aplicable al caso en cuestión. Por
lo tanto, la demandada incurrió en vía de hecho al proferir su decisión de
segunda instancia dentro de la acción especial de reintegro por fuero sindical,
debiendo conceder la acción de tutela, razón por la cual se declarará la
nulidad de la decisión de segunda instancia y se ordenará proferir el fallo
correspondiente.

T-020/02554. IDENTIFICACION E INDIVIDUALIZACION DEL SINDICADO Y


VINCULACION AL PROCESO PENAL. DEBIDO PROCESO Y DERECHO DE
DEFENSA.

Se manifestó incurrir en vías de hecho: la primera consiste en graves


irregularidades en el proceso de identificación e individualización que llevan a
establecer un nexo causal inexistente entre el señor y el homicidio por el cual
fue condenado. La segunda, por violación del derecho de defensa porque
procesado careció de abogado defensor durante la etapa instructiva y nunca
fue notificado de su vinculación al proceso, del cual solamente tuvo
conocimiento cuando fue aprehendido para cumplir la condena. La Corte
Constitucional tuteló el derecho fundamental al debido proceso y el derecho a
la defensa declarando la nulidad de la sentencia condenatoria y de todo lo
actuado desde la resolución por medio de la cual se declaró persona ausente
en adelante y ordenando que s a partir de la notificación del fallo, la Fiscalía
delegada ante los juzgados penales del circuito de Bogotá, vincule mediante
indagatoria al señor y tome las decisiones que en derecho correspondan frente
a la libertad del procesado garantizando una adecuada defensa.

Señaló que desde sus primeros pronunciamientos, esta Corporación ha


compartido el criterio jurídico según el cual las decisiones judiciales que ponen
fin a una actuación judicial, en principio, hacen tránsito a cosa juzgada. Es así
como la sentencia C-543 de 1992, declaró inexequibles los artículos 11, 12 y
40 del Decreto 2591 de 1991, normas que consagraban la posibilidad de
presentar tutela contra providencias judiciales y fallos ejecutoriados. No
obstante lo anterior, como excepción a la regla general existe la posibilidad de
554 M.P. Jaime Araujo Rentería.
243
que el juez de tutela proteja a las personas de aquellas decisiones
judiciales en las cuales se observen ostensibles y manifiestas situaciones
de carácter, sustantivo, fáctico, orgánico o procedimental que atenten contra el
orden jurídico erigiendo lo que se ha denominado “vía de hecho”. Frente a la
vía de hecho no es posible mantener incólume el principio de la cosa juzgada
según lo recuerda la jurisprudencia Constitucional:“ A este respecto, la Corte
ha indicado que hay lugar a la interposición de la acción de tutela contra una
decisión judicial cuando (1) la decisión impugnada se funda en una norma
evidentemente inaplicable (defecto sustantivo); (2) resulta incuestionable que
el juez carece del apoyo probatorio que permita la aplicación del supuesto
legal en el que se sustenta la decisión (defecto fáctico); (3) el funcionario
judicial que profirió la decisión carece, en forma absoluta, de competencia
para hacerlo (defecto orgánico); y, (4) el juez actuó completamente por fuera
del procedimiento establecido (defecto procedimental). En criterio de la Corte
“esta sustancial carencia de poder o de desviación del otorgado por la ley,
como reveladores de una manifiesta desconexión entre la voluntad del
ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará su descalificación como
acto judicial”.

Aunque la identificación e individualización del señor corresponde con la de la


persona recluida en prisión, reconoce que sí existe negligencia de parte de la
Fiscalía delegada, para procurar la captura y vinculación personal al proceso
de quien había designado como autor probable. No es aventurado concluir
que en los hechos que hoy se revisan el señor nunca fue buscado durante el
proceso por las autoridades judiciales y de policía y por lo tanto mal podría
predicarse renuencia a comparecer u ocultamiento de la acción de la justicia.
También se observa que contrario al deber permanente de búsqueda del
procesado, el juzgado Penal del Circuito de Bogotá de manera indolente envía
comunicación notificando la sentencia al condenado a una dirección que ni
siquiera aparece en el expediente, pues es muy distinta. Por tanto, si la
inasistencia del sindicado al proceso proviene de una causa imputable al
Estado, es viable que se solicite el amparo a través de la acción de tutela de
acuerdo con la jurisprudencia de esta corporación, siempre y cuando se
demuestre que las entidades demandadas incurrieron en irregularidades
sustanciales que vulneraron su derecho al debido proceso: “Situación diferente
se presenta cuando el procesado no se oculta, y no comparece debido a que
las autoridades competentes no han actuado en forma diligente para informar
al sindicado la existencia del proceso, pues frente a este hecho, el procesado
cuenta con la posibilidad de solicitar, en cualquier momento, la nulidad de lo
actuado y, si ya se ha proferido sentencia definitiva ejecutoriada, puede acudir
a la acción de tutela, siempre y cuando las acciones y recursos legales no
sean eficaces para restablecerle el derecho fundamental que se le ha
vulnerado.” Lo que se censura son las tibias actuaciones subsiguientes para
localizar y aprehender al procesado cuya búsqueda se redujo a librar
telegramas a una dirección en la cual se sabía que no vivía, a pesar de tener
bases testimoniales que daban luces sobre el lugar en que se encontraba
durante los meses subsiguientes al hecho luctuoso. En el caso que se revisa
no solamente se vulneró la defensa privada o material del sindicado, sino que
se coartó la defensa pública o formal que le es propia al defensor de oficio. A
pesar de que la resolución por medio de la cual se declaró persona ausente al
244
señor, designó al doctor ZZ, este nunca tomó posesión del cargo y menos
realizó ninguna actividad defensiva hasta cierto momento. Prácticamente
todo el proceso de instrucción estuvo huérfano de controversia u oposición de
las determinaciones tomadas por la Fiscalía delegada ante los Juzgado
Penales del Circuito, quien sin ningún recato, incumplió con lo establecido en
el artículo 356 vigente para la época y profirió decisiones de fondo (resolución
que resolvió la situación jurídica) dirigiendo comunicaciones al doctor quien
nunca fue sujeto procesal y menos ejerció alguna actividad en favor del señor.
Por el contrario manifestó en memorial presentado a la Fiscalía demandada
que hacía más de un año que se encontraba retirado del ejercicio profesional y
domiciliado fuera de la ciudad de Bogotá. El agotamiento de los estadios del
proceso por parte de la Fiscal fue formalmente legal, pero esa legalidad
solamente fue un manto que encubrió la actuación arbitraria seguida por el
ente acusador, en detrimento del principio de contradicción que es
consustancial con la idea de proceso.

T-080/02555. VIOLACION DEL PRINCIPIO NO REFORMATIO IN PEJUS

Le corresponde a la Corte determinar si la Sala de Casación Penal de la Corte


Suprema de Justicia, en la Sentencia incurrió en una vía de hecho judicial, al
resolver el recurso extraordinario de casación sin haber tenido en cuenta la
garantía procesal fijada en el artículo 31-2 de la Constitución Política, en la
que se prohíbe al superior agravar la pena del condenado cuando éste actúa
como apelante único. La Corte Constitucional al conceder al peticionario la
tutela del derecho fundamental al debido proceso por el desconocimiento de la
garantía constitucional que constituye la prohibición de la reformatio in pejus,
señaló que dentro del núcleo esencial del derecho al debido proceso y como
una garantía fundamental del derecho a la defensa, se encuentra el principio
de la no “reformatio in pejus”, vigente en el ordenamiento jurídico colombiano
por expreso mandato del artículo 31 constitucional. La no reformatio in pejus o
prohibición de la reforma peyorativa, es una institución jurídica a través de la
cual se busca limitar y controlar a las instancias judiciales superiores en la
aplicación de su poder sancionatorio. Así, el funcionario de segundo grado,
que por competencia le corresponda conocer de un recurso de apelación, no
podrá hacer más gravosa la situación del condenado cuando éste sea
apelante único. De este modo, se le garantiza al imputado que, en tanto los
demás sujetos procesales no apelen la decisión, la revisión de la Sentencia
sólo se surte en torno a los aspectos que le hayan sido desfavorables y dentro
de los parámetros fijados por él en las pretensiones.

La prohibición de la reforma peyorativa, lo ha dicho esta Corporación,


comporta una clara “manifestación del principio de congruencia, según el cual
las pretensiones del recurrente y su voluntad de interponer el recurso,
condicionan la competencia del juez que conoce del mismo”, de manera que,
“Lo que el procesado estime lesivo de sus derechos, [cuando actúa como
apelante único] constituye el ámbito exclusivo sobre el cual debe resolver el ad
quem” (SU.327/95). Ello implica, necesariamente, que la situación jurídica del
recurrente puede ser mejorada por el superior, o incluso mantenida en los
términos de la providencia impugnada, pero un ningún caso agravada, pues tal
555
M.P. Jaime Araujo Rentería.
245
proceder desbordaría el ámbito de competencia funcional que, en virtud de
la aplicación del principio constitucional en cuestión, se le ha reconocido a
la autoridad judicial. Dicho en otros términos, por la vía del recurso de
apelación, la competencia del juez tiene un alcance restrictivo si el condenado
hace uso exclusivo del derecho de impugnación. Así las cosas, el artículo 31
de la Carta Política, al consagrar la prohibición según la cual “El superior no
podrá agravar la pena impuesta cuando el condenado sea apelante único”, le
otorgó al régimen de impugnación el carácter de garantía fundamental de
defensa, descartando cualquier posibilidad de que, por esa vía judicial, el
condenado pudiera sufrir un menoscabo de su situación jurídica, mayor a la
que motivó o justificó la interposición del recurso. Un entendimiento distinto de
la institución, llevaría al condenado a tener que soportar el riesgo de un
posible aumento de la pena impuesta en primera instancia, desestimulando su
interés por recurrir y, en consecuencia, haciendo nugatorio el ejercicio de los
derechos al debido proceso y a la defensa, proyectados por el artículo 29
Superior en la posibilidad que tiene todo sindicado “a impugnar la sentencia
condenatoria”.

Cabe precisar que la garantía constitucional de la no reformatio in pejus es


aplicable no solo al juez de segunda instancia que conoce del recurso de
apelación, sino también a la autoridad judicial a quien se le asigna la función
de ejercer el control de legalidad de las decisiones judiciales, esto es, al
tribunal de casación. Esta Corporación, al interpretar el alcance del inciso
segundo del artículo 31 de la Constitución Política, ha sido enfática en señalar
que la prohibición según la cual “el superior no podrá agravar la pena
impuesta cuando el condenado sea apelante único”, se extiende también a la
labor desarrollada por la Corte Suprema de Justicia, pues dicha institución,
cuando opta por casar una decisión y dictar la respectiva sentencia sustitutiva,
funge como tribunal de instancia y se convierte en Juez “superior”, siendo este
último la autoridad a la que hace expresa referencia la norma constitucional
citada. La vinculación de la Corte Suprema de Justicia a la prohibición de la
reforma peyorativa, no pretende deslegitimar o hacer inoperante su función
como tribunal de casación. En realidad, lo ha dicho esta Corporación, lo que
se persigue con la incorporación del precitado principio al trámite de casación,
es hacer plenamente efectivas las garantías constitucionales que son
aplicables al proceso de configuración de la pena, concretamente, cuando la
Corte Suprema adquiere competencia para proferir un nuevo fallo. La
aplicación del principio de no agravación dentro del trámite del recurso
extraordinario de casación, además de encontrar un claro fundamento de
principio en el artículo 31 Superior, aparece expresamente desarrollado en el
artículo 215 del actual Código de Procedimiento Penal, al prescribir éste que:
“Cuando se trate de sentencia condenatoria no se podrá agravar la pena
impuesta, salvo que el fiscal, el Ministerio Público o la parte civil, cuando
tuvieren interés, la hubieren demandado.” .

En este orden de ideas, atendiendo los mandatos constitucionales y legales


sobre la materia, el superior - entiéndase juez de segunda instancia o casación
-, ex-officio, no está facultado para empeorar la condena impuesta al
impugnante cuando éste ostenta la calidad de apelante único. Una actitud
contraria, colocaría al recurrente en manifiesta indefensión, reflejada en la
246
imposibilidad de conocer y controvertir las razones que el ad quem tuvo
para modificar la decisión de instancia, desconociéndose su derecho de
defensa y, por contera, el debido proceso. Esta Corporación, en ejercicio de
su función de guardiana “de la integridad y supremacía de la Constitución”
(C.P. art. 241), en reiterada jurisprudencia, se ha encargado de establecer una
línea doctrinal uniforme en torno al tema, concluyendo “que la garantía
constitucional que prohíbe la reformatio in pejus no admite excepciones
cuando el condenado es apelante único, pues sólo así se garantiza la
efectividad del artículo 31 de la Carta y del principio de certeza jurídica en el
fallo” (SU.1553/00). A juicio de la Corte, la incorporación de esta garantía en la
parte dogmática de la Constitución, sin que a ese mismo nivel se hubieren
previsto restricciones sobre su alcance, le otorga a dicho instituto un efecto
imperativo y prevalente frente a otros principios constitucionales, resultando
contraria a su propia naturaleza jurídica - medio de defensa- cualquier
interpretación que desfavorezca los intereses del condenado, y que desborde
el ámbito de competencia funcional reconocida por el propio precepto a las
autoridades judiciales llamadas a ejercer el control de legalidad.

Para la Corte, es claro que la defensa del interés público y la preservación del
principio de legalidad, no radica en cabeza del condenado ni le corresponde a
éste asumir su carga. De acuerdo con lo establecido en la Constitución y las
leyes, es el propio Estado, a través del Ministerio Público y la Fiscalía General
de la Nación, el llamado a proteger y garantizar la efectividad de los derechos,
valores e intereses de la comunidad - frente a las actuaciones judiciales -,
debiendo cumplir su función dentro de los términos y condiciones previamente
establecidos por el ordenamiento jurídico, evitando con ello que su inactividad
o tardía participación pueda afectar el núcleo esencial de otras garantías
constitucionales de alcance individual y subjetivo como es la prevista en el
artículo 31-2 Superior. No sobra precisar que la posición asumida por esta
Corporación en relación con el alcance del artículo 31-2 Superior, se convierte
en criterio obligatorio para todas las autoridades judiciales a quienes les
compete interpretar y aplicar la norma. Inicialmente, por cuanto la misma
constituye doctrina constitucional integradora, emanada de la aplicación
directa del propio Estatuto Superior. Pero además, por cuanto tales pautas de
interpretación forman parte de una línea jurisprudencial uniforme y coherente
que, por provenir del órgano de cierre de la jurisdicción y hacer parte de la
ratio decidendi de sus fallos, “funge como auténtica dentro del ordenamiento
jurídico colombiano”. En lo que corresponde a esto último, ya la Corte había
señalado que “si hay discrepancia sobre el sentido de una norma
constitucional, entre el juez ordinario (dentro del cual, para estos efectos, hay
que incluir al de casación) y la Corte Constitucional, es el juicio de ésta el que
prevalece, tal como se desprende, con toda nitidez, del fallo C-083 de 1995.
En el mismo sentido, precisó recientemente, que “...la función de la Corte, en
materia de derechos constitucionales, consiste en lograr ‘la unidad
interpretativa de la Constitución’ (C-600/98), razón por la cual se ha entendido
que la doctrina constitucional en la materia es obligatoria, en especial, la ratio
decidendi (SU.047/99), que construye el precedente judicial (T-1265/00)”
(SU.062/01). Los jueces que integran la jurisdicción ordinaria, dentro de los
cuales se cuenta a la Corte Suprema de Justicia, están en la obligación de
aplicar el principio de la no reformatio in pejus, consagrado en el artículo 31 de
247
la Carta, de la forma en que éste resulte más garantista a los intereses
jurídicos del condenado, por ser él quien detenta la titularidad del derecho
subjetivo previsto en la norma. Cualquier interpretación contraria a este
postulado, que conlleve un desconocimiento flagrante del Estatuto Superior e
implique un desafío de la doctrina constitucional sobre la materia, “permite que
la jurisdicción constitucional exija el respeto por los principios de supremacía
constitucional y de eficacia de los derechos fundamentales” (SU.1553/00). En
otras palabras, la aplicación del artículo 31-2 Superior, por fuera de los
cánones establecidos en la preceptiva constitucional citada y en contra de lo
dispuesto por el intérprete autorizado de la Carta, constituye una vía de hecho
que puede ser declarada en sede de tutela, cuando no existan otros medios de
defensa judicial que garanticen el restablecimiento efectivo de los derechos
fundamentales afectados. Ello, por cuanto el desconocimiento del precedente
constitucional, en últimas, se traduce en un desconocimiento directo de la
Carta Política. Cualquier decisión judicial que se aparte de los efectos
constitucionales reconocidos al principio de la no reformatio in pejus, en el
sentido de que en ningún caso es admisible la agravación de la condena de
quien actúa como apelante único, antes que constituir una actuación legítima,
ubicada en el campo de la interpretación y presuntamente amparada por el
principio de autonomía judicial, es por esencia un proceder arbitrario, resultado
de la inobservancia deliberada de disposiciones constitucionales interpretadas
con autoridad por la Corte Constitucional y constitutivo de una vía de hecho.
La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia no tenía
competencia para aumentar la pena impuesta al actor, en razón a que éste
actuó como apelante único, tanto en la segunda instancia como en sede de
casación. De acuerdo con los elementos de juicio aportados al proceso,
ninguno de los demás sujetos procesales, Ministerio Público, Fiscalía o parte
civil, manifestó su interés por impugnar, recurrir o demandar en casación el
fallo condenatorio. Por ello, la providencia atacada, a juicio de la Corte y
contrario a lo sostenido por los jueces de instancia, constituye una clara vía de
hecho sustantiva en cuanto desconoce el artículo 31 de la Carta Política y la
doctrina constitucional que resulta aplicable a la garantía de la no reformatio in
pejus. La vía de hecho se configura por el rompimiento deliberado del
equilibrio procesal ya que, procediendo en forma contraria al mandato
constitucional según el cual “el superior no podrá agravar la pena impuesta
cuando el condenado sea apelante único”, el tribunal de casación incrementó
la condena impuesta al demandante por los jueces penales de instancia. Ello,
evidentemente, conlleva una flagrante ruptura de la parcialidad del juez y
desfigura el fallo, pues éste último no fue el resultado de una correcta y debida
administración de justicia. Como quiera que la irregularidad en que incurrió la
entidad demandada implica una violación del debido proceso y del derecho de
defensa, que no puede ser remediada por la jurisdicción ordinaria, la Corte
Constitucional, con fundamento en el artículo 29 de la Constitución Política
que prescribe “El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones
judiciales y administrativas” y el artículo 306 del C.P.P. que consagra como
causal de nulidad “La comprobada existencia de irregularidades sustanciales
que afecten el debido proceso”, decretará la nulidad de la providencia por
medio de la cual la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia
decidió agravar la pena impuesta.
248
556
T-1057/02 . VIA DE HECHO POR REFORMA DEL FALLO DE TUTELA
DURANTE EL TRAMITE DEL DESACATO

Corresponde determinar si el Juzgado Promiscuo del Circuito durante el


conocimiento de la consulta por desacato está habilitado para modificar fallos
de tutela ejecutoriados en debida forma; asimismo, deberá establecer quién
es autoridad pública para efectos de las ordenes impartidas en virtud de esta
acción constitucional; por último, deberá establecerse que tratamiento debe
impartírsele a quien desacata una orden judicial de tutela. Al respecto, la Corte
consideró:

La procedencia de la acción tutela contra providencias judiciales, incluso las


que versen sobre esa misma acción, en nuestro ordenamiento jurídico es de
carácter excepcional. Acorde con la jurisprudencia constitucional sólo se
admite cuando se está en presencia de una vía de hecho, esto es, ante una
actuación judicial carente de fundamento objetivo, que obedece a la sola
voluntad o capricho del juez y tiene como consecuencia la vulneración de los
derechos de la persona. Conforme a lo anterior la jurisprudencia constitucional
acepta que hay vía de hecho en providencias judiciales cuando en ellas se
evidencia alguna de las siguientes irregularidades: (i) un defecto orgánico
(falta de competencia del juez que conoce del caso); (ii) un defecto fáctico
(cuando resulta que el apoyo probatorio en que se basó el juez para tomar su
decisión es totalmente inadecuado); (iii) un defecto sustancial
(desconocimiento de la normatividad aplicable); o (iv) un defecto
procedimental (inaplicación de las formas propias de cada juicio que conlleve
una afectación del derecho sustancial).

En el primer de los eventos anotados existe vía de hecho por defecto orgánico,
cuando se configura falta de competencia del juez que conoce del caso. La
competencia, que ha sido definida como el grado o la medida de la
jurisdicción, tiene por finalidad delimitar el campo de acción, función o
actividad que corresponde ejercer a una determinada entidad o autoridad
pública, haciendo efectivo de esta manera el principio de seguridad jurídica.
Este principio representa un límite para la autoridad pública que administra
justicia, en la medida que las atribuciones que le son conferidas sólo las podrá
ejercer en los términos que la Constitución y la ley establecen (C.P., art. 121).
Cualquier extralimitación de la esfera de competencia atribuida a un juez
constituye un atentado contra el Estado de Derecho, deslegitima la justicia y
produce desconfianza de los ciudadanos en las autoridades públicas. Por tal
motivo, el ordenamiento jurídico consagra un mecanismo de control idóneo
para corregir tales actuaciones irregulares de las autoridades judiciales, como
es el caso de la acción de tutela. Cabe anotar, que esta acción sólo puede
afectar la firmeza de las providencias judiciales si éstas son verdaderas vías
de hecho, es decir, cuando contienen errores groseros y burdos que, en el
fondo, impliquen que no sean sino meras apariencias de decisiones judiciales.

Momentos procedimentales para reformar los fallos de tutela. El Decreto


Extraordinario 2591 de 1991 contempla el trámite de la acción constitucional
de tutela, encontrándose en él los momentos en los cuales pueden ser
556 M.P. Jaime Araujo Rentería.
249
confirmados o revocados los fallos proferidos durante su trámite. En primer
lugar, el citado ordenamiento admite de forma expresa que el fallo puede
ser impugnado. Esta norma atribuye al juez de segunda instancia la facultad
de “confirmar” o “revocar” el fallo de primera instancia, de donde se desprende
que el juez que conoce de la impugnación está habilitado para introducir, si es
del caso, las modificaciones que estime pertinentes para proteger los derechos
fundamentales alegados. Otro de los momentos en que pueden introducirse
cambios a los fallos de instancia en el procedimiento de tutela, surge de la
“eventual revisión” atribuida a la Corte Constitucional. Los artículos 86 inciso
2° y 241 numeral 9 de la Constitución contemplan esa posibilidad, desarrollada
por el artículo 35 del Decreto 2591. Por fuera de estos eventos no existen
otros en los cuales los jueces puedan modificar los fallos de tutela, pues
cualquier cambio efectuado por otros cauces representa un quebrantamiento
de las “formas propias” aplicable a esta acción constitucional, que se convierte
en una actuación arbitraria que como tal debe ser retirada del ordenamiento
jurídico. Esta situación se da, por ejemplo, cuando el juez que conoce la
consulta de la sanción impuesta por desacatar una orden de tutela,
desbordando el cauce del incidente, entra a conocer y valorar las situaciones
analizadas en los fallos de tutela, lo que atenta contra el debido proceso, por
representar una vía de hecho, es decir una actuación arbitraria, grosera y
burda.

Quién es autoridad pública para efectos de la tutela. Sobre este aspecto la


Corte Constitucional ha precisado que por autoridad pública debe entenderse
todas aquellas personas que están facultadas para ejercer poder de mando o
decisión en nombre del Estado, veamos lo que ha dicho la Corte:

“Del artículo anterior (se refiere al 86 C.P.) se desprende que la acción de


tutela tiene dos destinatarios a saber: la autoridad pública de forma
general y el particular de forma excepcional.

“La autoridad pública se define como la destinataria principal de la acción


de tutela, debido a que la finalidad del mencionado mecanismo de
protección de derechos fundamentales está determinada por la
desproporción entre el Estado y la persona. Conforme a lo expuesto, es
necesario determinar el evento en que la autoridad es pública, lo cual se
presenta cuando el poder del que dispone proviene del Estado, de
conformidad con las instituciones que lo rigen. Subjetivamente hablando,
la expresión autoridad sirve para designar a quien encarna y ejerce esa
potestad. Para el acceso a mecanismos judiciales concebidos para la
defensa de los derechos fundamentales, como es el caso de la acción de
tutela entre nosotros, por "autoridades públicas" deben entenderse todas
aquellas personas que están facultadas por la normatividad para ejercer
poder de mando o decisión en nombre del Estado y cuyas actuaciones
obliguen y afecten a los particulares”.

Medidas que puede adoptar el juez en caso de desacato a la orden de


amparo. El Decreto–Extraordinario 2591 de 1991 incluye un régimen
sancionatorio para efectos de asegurar el cumplimiento inmediato de los fallos
de tutela. En efecto, el artículo 52 dispone:
250

“La persona que incumpliere una orden de un juez proferida con base
en el presente Decreto incurrirá en desacato sancionable con arresto
hasta de seis meses y multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales,
salvo que en este decreto ya se hubiere señalado una consecuencia
jurídica distinta y sin perjuicio de las sanciones penales a que hubiere
lugar.

“La sanción será impuesta por el mismo juez mediante trámite incidental
y será consultada al superior jerárquico quien decidirá dentro de los tres
días siguientes si debe revocarse la sanción”.

Las sanciones de arresto y multa contempladas en esta norma buscan el


cumplimiento inmediato de las ordenes impartidas durante el trámite de la
acción de tutela, con el fin de lograr la protección de los derechos
fundamentales amenazados o conculcados. Dichas sanciones pueden ser
aplicadas previo cumplimiento del debido proceso.

El caso concreto. En efecto, las órdenes impartidas por el Juzgado Promiscuo


Municipal en su fallo de 2002, tienen como destinatario al Alcalde Municipal de
ese municipio y no al municipio como persona jurídica, como de manera
equivocada lo aduce la Juez Promiscua del Circuito en sus consideraciones.
Siendo este uno de los motivos por los cuales se confirmará el fallo de tutela
objeto de revisión. El Juzgado Promiscuo del Circuito incurrió en vía de hecho
al modificar el fallo de tutela durante el trámite de la consulta de la sanción por
desacato. Como quedó indicado, los fallos de tutela sólo pueden ser
modificados durante el trámite de la impugnación o en la eventual revisión que
realiza la Corte Constitucional. En consecuencia, modificar un fallo por fuera
de estos dos momentos desconoce de manera manifiesta las formas propias
aplicables a la acción de tutela, y por ende el debido proceso, por cuanto se
afecta el principio de la competencia y de legalidad que regulan los artículos
1°, 29 y 121 de la Constitución Política. En el presente caso la Juez promiscuo
del Circuito, motu proprio, durante el conocimiento de la consulta de la sanción
por desacato modificó la orden impartida al Alcalde. Así, en su providencia de
17 de junio de 2002, amplío a noventa días el plazo establecido para la
adecuación del Palacio Municipal y traslado del Comando de Policía, que
había sido fijado por el Juez Promiscuo en treinta días, según consta en el
numeral 2° del fallo del 19 de marzo de 2002. Proceder que quebranta de
manera protuberante y manifiesta el ordenamiento jurídico, constituyendo a la
vez una ostensible vía de hecho.

La sanción impuesta al alcalde por desacato es procedente. Quedó


demostrado por el Juez de instancia el incumplimiento de la orden de tutela
impartida para que se trasladara el Comando de Policía del primer piso del
edificio donde reside la peticionaria al Palacio Municipal, lugar donde venía
funcionando. El Alcalde dejó vencer este término, desechando la posibilidad
de contestar los cargos formulados, de pedir pruebas, de acompañar los
documentos y pruebas anticipadas que se encontraran en su poder con el
objeto de ejercer el derecho de defensa de manera diligente y oportuna,
brindándole al juez la oportunidad de contar con más elementos de análisis
251
para formar su juicio. La desidia y negligencia mostrada por dicho servidor
público lo hacen responsable de las consecuencias adversas que se
determinen, porque de acuerdo con el principio Nemo auditur propiam
turpitudinem allegans, a nadie le es dado alegar a su favor su propia torpeza o
culpa, y por tanto, debe ser responsable de las consecuencias derivadas de su
conducta procesal.

T-1123/02557. RECHAZO DE DEMANDA POR ASPECTOS FORMALES QUE


DESCONOCE EL PRINCIPIO DE FAVORABILIDAD LABORAL RESPECTO
DE UNOS PENSIONADOS

La vía de hecho en materia de interpretación judicial. La Corte Constitucional


ha sostenido también que no toda discrepancia interpretativa -defecto
sustantivo- conlleva prima facie a la ocurrencia de una vía de hecho, pues el
principio de autonomía e independencia judicial, no autoriza para que por vía
de tutela se controviertan las decisiones judiciales con el argumento de que el
criterio adoptado por el operador jurídico no es compartido por las partes o por
el fallador que lo revisa. De esta manera las muy posibles y factibles
diferencias de interpretación, no pueden ser calificadas per se como vías de
hecho pues, en realidad la pluralidad de criterios sobre un mismo asunto no
implica en sí misma un desconocimiento de la juridicidad, sino una
consecuencia lógica del ejercicio del derecho. Lo dicho, sin embargo, no es
óbice para que la Corte haya precisado en relación con la autonomía e
independencia judicial que tiene el operador jurídico para interpretar las
normas jurídicas, que ésta no es absoluta, pues la misma encuentra sus
límites en el orden jurídico. Así entonces, la función judicial, analizada desde
la perspectiva del conjunto de atribuciones y potestades reconocidas por la ley
a los órganos encargados de administrar justicia, tiene necesariamente que
desarrollarse dentro del marco de la Constitución Política, como la única forma
de garantizarle a los coasociados la convivencia, el trabajo, la igualdad, la
libertad, la justicia y la paz, y de procurar hacer efectivo el propósito superior
de asegurar un orden político, económico y social justo.

Ha de entenderse entonces, que lo establecido por los artículos 228 y 230 de


la Constitución Política acerca de la autonomía de la administración de justicia
y de que los jueces, en sus providencias sólo están sometidos al imperio de la
ley, debe armonizarse con lo dispuesto por otras reglas constitucionales como
los artículo 1° de la Constitución Política que propugna por la promoción y
protección de la dignidad humana y por el artículo 2° Superior, que le impone
a todos los órganos del Estado, incluidas las autoridades judiciales, la
obligación de garantizar los derechos, deberes y libertades de todas las
personas residentes en Colombia, y con el artículo 13 Constitucional, que
establece entre los presupuestos de aplicación material del derecho a la
igualdad, la igualdad frente a la ley y la igualdad de protección y trato por parte
de las autoridades públicas. Así las cosas resulta cierto, que si bien al juez de
conocimiento le corresponde fijar el alcance a la norma que aplica, no puede
hacerlo en contradicción con los valores, principios y derechos
constitucionales, de manera que debiendo elegir entre dos o más

557
M.P. Alvaro Tafur Galvis.
252
entendimientos posibles, debe acoger aquél que se ajuste más a la
Constitución Política.

Igualmente cabe destacar en este punto, que en lo que hace relación a los
conflictos de índole laboral, la Corte ha sido enfática en sostener que, so
pretexto de interpretar el alcance de las normas jurídicas “no le es dable al
operador jurídico desconocer las garantías laborales reconocidas a los
trabajadores por la Constitución Política y las leyes, ni tampoco actuar en
contradicción con los principios superiores que lo amparan como son, entre
otros, los de igualdad de trato y favorabilidad.” Lo anterior es comprensible si
se tiene en cuenta que el Ordenamiento Superior se ha preocupado por
garantizar un mínimo de derechos a los trabajadores, los cuales no pueden ser
ignorados, disminuidos o transgredidos por las autoridades públicas y, en
particular, por los jueces y magistrados de la República en su función
constitucional de aplicar y valorar el alcance de la ley. En estos casos ha
manifestado la Corte, la autonomía judicial para interpretar los mandatos
legales pasa a ser muy relativa pues “el juez puede interpretar la ley que
aplica, pero no le es dable hacerlo en contra del trabajador, esto es,
seleccionando entre dos o más entendimientos posibles aquel que
ostensiblemente lo desfavorece o perjudica.”

Prevalencia del derecho sustancial sobre las formas. Teniendo en claro la


prevalencia que en la administración de justicia debía darse al derecho
sustancial, el constituyente de 1991 estableció como principio de la
administración de justicia en el artículo 228 que en las actuaciones de la
administración de justicia “prevalecerá el derecho sustancial.” En ese orden de
ideas cabe señalar que con el nuevo ordenamiento constitucional, el
procedimiento no debe constituirse en un impedimento para la efectividad del
derecho sustancial, sino que por el contrario debe propender por la realización
de los derechos sustanciales al suministrar una vía para la solución de las
controversias; en tal medida, cuando surge un conflicto respecto de un
derecho subjetivo, es el derecho procesal el que debe entrar a servir como
pauta válida y necesaria en la solución de la diferencia entre las partes, pues
con la norma procesal se debe buscar la garantía del derecho sustancial. Ello
es así, por cuanto con el artículo 228 de la C. P., se ha constitucionalizado el
principio de interpretación según el cual, la ley procesal debe interpretarse
teniendo en cuenta que el objeto de los procedimientos es la efectividad de los
derechos reconocidos por la Constitución y la ley. La nueva hermenéutica que
impone la Constitución se inspira en el propósito de incorporar a todas las
disposiciones jurídicas los postulados del estado social de derecho y el
instrumento para alcanzar este objetivo no puede ser otro que el juez.En
armonía con lo señalado, el art. 4 º del C.P.C. precisa que al interpretar la ley
procesal, el juez deberá tener en cuenta que el objeto de los procedimientos
es la efectividad de los derechos reconocidos por la ley sustancial y las dudas
que surjan en la interpretación de las normas de ese código, deberán
aclararse mediante la aplicación de los principios generales del derecho
procesal, de manera que se cumpla la garantía constitucional del debido
proceso, se respete el derecho de defensa, y se mantenga la igualdad de las
partes. Esta Corporación en la Sentencia T-1306 de 2001, hizo hincapié en el
deber de protección de los derechos fundamentales de las personas y censuró
253
el exceso en el celo de las ritualidades, cuando estas vayan en detrimento
de garantizar el derecho sustancial.

Conclusiones previas al fallo. Como quedó demostrado en las consideraciones


previas a este fallo, el artículo 228 de la Constitución Política, ordena que en
las decisiones judiciales prevalecerá el derecho sustancial. Ello es así, porque
no se puede concebir un estado de derecho sin garantía efectiva de los
derechos de las personas. El respeto a la dignidad humana y al trabajo
consagradas en el ordenamiento Superior, le dan un contenido material y no
simplemente formal al estado de derecho, el cual no puede mirarse
exclusivamente bajo la óptica del “exclusivo imperio de las leyes”. Así las
cosas se estima que en el examen de cualquier acto jurisdiccional, no debe
ignorarse dar prevalencia el derecho sustancial constituye el fin principal de la
administración de justicia (art. 228 CN). La validez de una decisión judicial de
carácter procesal debe necesariamente juzgarse a partir del problema de
fondo de derecho sustantivo a cuya resolución ella se enderece. Lo anterior es
válido en razón de que el estado social de derecho, exige la protección y el
respeto a la persona humana y en tal medida no se puede mantener la
vigencia y eficacia de actos jurisdiccionales lesivos de los derechos y garantías
de las personas constitucionalmente establecidos. La propia concepción del
Estado de derecho no se agota en la proclamación formal de los derechos de
las personas sino que se configura a partir de su efectiva realización. Además
debe tenerse en cuenta que específicamente el artículo 29 de la C. P.
garantiza que el debido proceso el cual se aplicará a toda clase de
actuaciones tanto las administrativas como las judiciales y en esta última esta
incluída la que hace relación con la debida representación procesal. Que
igualmente los artículos 228 y 229 de la Constitución Política atribuyen a las
personas el derecho fundamental de acceso efectivo a la administración
justicia.

La autonomía que la Constitución Política le reconoce a las autoridades


encargadas de impartir justicia (arts. 228 y 230), debe ser siempre armonizada
y conciliada con las garantías incorporadas en los artículos 13 y 53 del mismo
ordenamiento que le reconocen a todas las personas, en particular a los
trabajadores, los derechos a “recibir la misma protección y trato de las
autoridades” y a ser favorecidos “en caso de duda en la interpretación y
aplicación de las fuentes formales del derecho”. Una vez establecida la norma
jurídica que resulte aplicable al asunto materia de controversia, surge para el
funcionario judicial competente responsable de su aplicación, la obligación
constitucional de interpretar la misma en el sentido que resulte más favorable
al trabajador y ante las posibles dudas que pueden surgir sobre el sentido y
alcance de una norma, y frente a las diversas interpretaciones que de la
misma se formulen, es deber del juez elegir aquella que interprete en mejor
medida los derechos laborales. En este sentido debe recordarse, que la
Constitución consagra el respeto de los derechos fundamentales, lo cual
implica que esta protección debe prevalecer sobre normas procesales que de
ser aplicadas conducirían la negación de los mismos. Igualmente se estima,
que a los jueces les corresponde apreciar, interpretar y aplicar las leyes y
demás normas, conforme a los dictados de las reglas y principios consagrados
en la Constitución, buscando además que sus decisiones sean justas, dado
254
que ellas son uno de los instrumentos del Estado para asegurar la
convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo (CP art. 2), lo
expresado está en armonía con lo dispuesto por el artículo 228 de la Carta que
expresa que. "...Las actuaciones serán públicas y permanentes con las
excepciones que establezca la ley y en ellas prevalecerá el derecho
sustancial....". Por último debe tenerse en cuenta que el juez como autoridad
judicial responsable del proceso debe adelantar el mismo con criterios de
proporcionalidad y de razonabilidad, en relación con los hechos y
circunstancias, que le sirvan de causa.

Resolución. Precisan los demandantes que los autos acusados, negaron la


admisión de la demanda por formalismos que no establece la ley, y que en
consecuencia, con estos se violaron los derechos al debido proceso y al
acceso a la administración de justicia, y aducen que como ya transcurrió el
plazo de cuatro (4) meses señalado por la Corte Constitucional para presentar
la demanda ante la vía ordinaria, están imposibilitados para presentar la
misma nuevamente; de tal manera que el trabajo de más de 20 años y todos
los esfuerzos que han realizado por hacer valer sus derechos habrían sido en
vano, lo cual, sin lugar a dudas les causa un perjuicio irremediable. Resulta
claro que de conformidad con lo afirmado por las partes y de las pruebas que
obran en el expediente, la apoderada de la parte demandante cumplió con los
requisitos exigidos por el Juzgado Dieciocho accionado, salvo el relativo a
anexar los poderes dirigidos al juez laboral y es éste el hecho que
precisamente motivó el proceso de tutela de la referencia y el cual habrá de
analizarse a continuación:

- A este respecto, debe señalarse que de conformidad con los criterios que se
dejaron consignados previamente, se considera que en el asunto bajo estudio
al exigirse con rigurosidad que los poderes fueran dirigidos al juez laboral, se
desconoció la prevalencia que en la administración de justicia debe darse al
derecho sustancial de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 228 de la
Constitución Política.

- Para el caso concreto se estima, que el juez laboral al abordar el caso de la


referencia, debió en aplicación del principio de favorabilidad que consagra la
Constitución, optar por una interpretación que resultara más favorable a los
actores, quienes como se sabe son personas mayores pensionados, que
durante varias décadas dedicaron todos sus esfuerzos al trabajo y que por lo
tanto tiene derecho a reclamar un tratamiento justo como es el de poder
acceder a la administración de justicia.

-Un proceder contrario a esta exigencia no encuentra fundamento en un


principio de razón suficiente y configura una vía de hecho en cuanto implica un
desconocimiento flagrante de los derechos fundamentales de los actores, en
especial el del debido proceso y al acceso a la administración de justicia (C.P.
art. 29 y 228).

- En el caso sujeto a análisis aparece claro, que lo relevante es que los


poderes conferidos a la apoderada de los demandantes, le fueron otorgados
por los actores (pensionados) para que instaurara ante la justicia ordinaria la
255
acción correspondiente con el fin de que se declarara la responsabilidad
subsidiaria de la sociedad matriz controlante, para el caso la Federación
Nacional de Cafeteros, Fondo Nacional del Café con los pasivos de la entidad
de la sociedad controlada, o sea, la Compañía de Inversiones de la Flota
Mercante S.A, en liquidación obligatoria.

-Que ello es lo sustancial o fundamental, sin que por lo tanto, se considere que
el hecho de dirigir los poderes al Juez Civil del Circuito "Reparto” sea
necesario repetirlos para que sean expresamente dirigidos al Juez Laboral,
pues para el caso, el encabezamiento del poder no le resta nada a la
manifestación expresa de la voluntad que implica el haber otorgado el poder
para un propósito definido como es lograr la efectividad en el pago de sus
pensiones y de esta manera se estima entonces, que la ausencia de tal
formalidad, no desvirtúa la esencia de la acción propuesta, ni existe duda
alguna sobre la pretensión de los demandantes, entonces no hay razón para
no haber admitido la demanda, pues como bien lo señala la apoderada de la
parte accionante, el artículo 85 del Código de Procedimiento Civil y la Ley 446
de 1998 contemplan la remisión de la demanda al juez competente, sin
precisar que deban adecuarse los poderes otorgados para incoarla.

-En el presente caso y habida consideración de los argumentos esbozados


anteriormente, habrá de reconocerse que se hace necesario con miras a la
prevalencia del Derecho sustancial, que se atempere la rigidez de la exigencia
de presentar los poderes dirigidos al Juez Laboral y se otorgue a los actores la
posibilidad del amparo judicial extraordinario, en procura de salvaguardar sus
derechos fundamentales.

- Ello es así, pues si bien se considera que la demanda para su admisión debe
cumplir con unos requerimientos esenciales, se estima que una vez cumplidos
estos -como en efecto ocurre en el caso concreto-, la denegación de la
admisión de la demanda, por el solo hecho de no haber dirigido los poderes al
juez laboral, se torna en una vía de hecho pues se priva a la parte
demandante del derecho fundamental al debido proceso y al acceso a la
justicia.

- Un principio de elemental justicia, indica que en dicha circunstancia no deben


ser sancionados los demandantes (pensionados), con la eliminación de toda
posibilidad de hacer valer sus derechos fundamentales y que, mereciendo
ellos, la protección especial del Estado impuesta por la Constitución procede
la tutela, máximo si se tiene en cuenta que como es obvio, los actores no
cuentan con otro medio judicial de defensa diferente a la tutela, por cuanto, no
tienen como controvertir las actuaciones realizadas por los organismos
judiciales accionados.

-En este sentido es oportuno recordar, que si bien es cierto la acción de tutela
en principio no es procedente contra providencias judiciales, hay que aclarar,
que ella es viable en algunos caso, como cuando no obstante que el afectado
ha hecho uso de los medios de defensa judiciales ordinarios hasta agotarlos,
no ha obtenido la efectiva protección de sus derechos constitucionales
amenazados o vulnerados y en tal medida no dispone "de otro medio de
256
defensa judicial" en tal circunstancia podrá entonces perseguir la
protección a través de la acción de tutela. Ello es válido, entre otras
razones, por cuanto la Constitución Política ve en el respeto a la dignidad
humana y la consiguiente efectividad de los derechos fundamentales el valor
fundante y el fin esencial del estado.

-La seguridad jurídica no puede construirse ni mantenerse a costa de la


violación o desconocimiento de los derechos fundamentales y el juez que
profiere una providencia judicial que desconozca o viole los derechos
fundamentales obra por fuera de sus competencias e incurre en arbitrariedad.
La jurisdicción del Estado como todo poder público no puede ejercerse para
desconocer o violar sus derechos fundamentales. Para el caso concreto se
estima que con la tesis de la inimpugnabilidad constitucional de las sentencias,
acogida por la Corte Suprema de Justicia, se impide rectificar el curso
desviado de la función jurisdiccional cuando ésta, en lugar de afianzar el
estado social de derecho, directamente lo vulnera.

SU.120/03558. NEGATIVA DE INDEXACIÓN DE LA PRIMERA MESADA


PENSIONAL. DERECHOS DEL PENSIONADO A MANTENER EL PODER
ADQUISITIVO DE LA MESADA.

La jurisprudencia constitucional tiene definido que constituyen vías de hechos


las decisiones judiciales caprichosas, arbitrarias e irrazonables, doctrina que
aplicada a la labor de interpretación judicial comporta infirmar las decisiones
en las que el juez elige la norma aplicable o determina su manera de
aplicación i) contraviniendo o haciendo caso omiso de los postulados,
principios y valores constitucionales, ii) imponiendo criterios irracionales o
desproporcionados, iv) sin respetar el principio de igualdad, y v) en desmedro
de los derechos sustantivos en litigio. Entonces los jueces y los tribunales son
autónomos e independientes para elegir la norma aplicable, para determinar
como será aplicada, y para establecer la manera como habrán de llenarse los
vacíos legislativos encontrados con el fin de resolver en derecho el asunto
sometido a su consideración; pero en esta labor no les es dable apartarse de
los hechos, dejar de valorar las pruebas regular y oportunamente aportadas, y
desconocer las disposiciones constitucionales, porque la justicia se administra
en relación con los hechos debidamente probados, y los contenidos,
postulados y principios constitucionales son criterios hermenéuticos de forzosa
aplicación –artículos 6°, 29 y 230 C.P.-.

Es más, esta Corte tiene definido que en razón de la autonomía y libertad de


acción que se desprende del artículo 230 constitucional, los jueces y tribunales
no pueden, por ningún motivo, aplicar la voluntad abstracta de la ley al caso
concreto desconociendo los derechos fundamentales de las personas
involucradas en sus decisiones, porque la normativa constitucional atinente a
tales derechos prevalece respecto de la que organiza la actividad estatal y
determina las distintas funciones de las autoridades públicas. Otro aspecto
que la jurisprudencia constitucional destaca, en aras de que la autonomía e
independencia de los jueces en la resolución de los casos particulares
sometidos a su consideración sea entendida dentro del contexto constitucional
558
M.P. Alvaro Tafur Galvis.
257
que la establece, es el papel que la interpretación judicial cumple en el
acatamiento de las normas, entre éstas de las constitucionales, porque –
sin desconocer que los asociados se encuentran sujetos en primer término a la
ley- no se puede negar que los asociados perciben y acatan el ordenamiento
desde la perspectiva en que éste es aplicado por los jueces y los tribunales.

Al decidir sobre la procedencia de indexar la primera mesada pensional, los


jueces no pueden desconocer la necesidad de mantener el equilibrio en las
relaciones de trabajo y el valor adquisitivo de las pensiones como lo indican
los artículos 53 y 230 de la Carta Política. Y tampoco pueden apartarse del
querer legislador, para quien ha sido una preocupación constante regular el
monto y la oportunidad de los reajustes pensionales. De manera que si el
juzgador no opta por lo expuesto, sino que decide resolver sobre la indexación
de la primera mesada pensional acudiendo a soluciones que no consultan los
criterios auxiliares de la actividad judicial, hacen necesaria la intervención del
Juez constitucional para restablecer los derechos fundamentales mínimos de
los trabajadores El artículo 48 de la Constitución Política impone al legislador
definir “los medios para que los recursos destinados a la seguridad social
mantengan su valor adquisitivo constante”, y el artículo 53 del mismo
ordenamiento dispone que el “Estado garantiza el derecho al pago oportuno y
al reajuste periódico de las pensiones legales”. Los artículos 14, 36 y 117 de la
Ley 100 de 1993, disponen mecanismos de actualización, tanto de las
pensiones causadas, como de los recursos que atenderán las prestaciones
futuras, mediante la aplicación del índice de precios al consumidor, según
certificación expedida por el DANE. Pero lo anterior no es todo, las entidades
financieras obligadas –Bancafé y Caja Agraria- han debido proveer, desde el
retiro de cada uno de los accionantes, año por año, el pago de la prestación a
la que están obligadas utilizando la tasa promedio de la inflación registrada por
el Dane para los últimos diez años, como lo disponen el artículo 50 del Código
de Comercio, los artículos 112, 113 y 206 del Estatuto Tributario, el Decreto
2498 de 1988 y la Circular Externa 063 de 1990 emitida por la
Superintendencia Bancaria. De suerte que compete a la Sala accionada
adecuar sus decisiones de manera que los demandantes mantengan el valor
adquisitivo de su pensión, atendiendo los dictados constitucionales y la
voluntad abstracta de las leyes laborales y de seguridad social, con miras a
que los nombrados puedan disfrutar de la mesada pensional que
efectivamente les corresponde, poniendo de esta manera en vigencia un
orden político, económico y social justo, en el reconocimiento de los derechos
ciertos de los tutelantes pensionados –Preámbulo, artículos 2 y 230 C.P.-

La Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia está obligada a unificar la


jurisprudencia nacional del trabajo y los jueces y tribunales a acatar su
decisión, con el objeto de evitar la anarquía en las relaciones laborales, de
infundir seguridad en éstas, y de no defraudar la confianza que los asociados
depositan en el ordenamiento jurídico y en los jueces como artífices de su
aplicación –Preámbulo artículos 2°, 6°, 13, 83, 228 a 230 C. P.-.

No obstante la accionada arguye que una decisión suya, aunque reiterada en


más de tres ocasiones, puede ser desconocida por ella misma, porque tan solo
constituye “la doctrina legal más probable”, en los términos del artículo 4° de la
258
Ley 69 de 1896, lo que equivaldría sostener que en la jurisdicción laboral
los jueces únicos y colegiados no están obligados a resolver los casos
concretos aplicando la ley conforme el significado abstracto fijado por la Sala
Laboral de la Corte Suprema de Justicia, porque esta no conforma doctrina
probable.

Pero lo dicho no es de recibo, porque tres decisiones judiciales uniformes


constituyen “doctrina probable” de forzosa aplicación, como quiera que los
jueces únicos y colegiados deben acoger su criterio, salvo un “fundamento
explicito suficiente”.

En consecuencia, como la unicidad interpretativa en materia laboral depende


de la labor de unificación que cumpla al respecto la Sala de Casación Laboral
de la Corte Suprema de Justicia, corresponde examinar si en la materia a la
que se refieren las sentencias que fueron proferidas en los asuntos sub
examine, la accionada está infundiendo a las relaciones del trabajo la
seguridad que requieren. Y si al apartarse de sus propias decisiones lo ha
hecho con el fundamento explicito suficiente.

Los Jueces de tutela no consideraron que la Sala accionada vulneró el


derecho a la igualdad. Las decisiones judiciales contrarias al ordenamiento
constitucional constituyen vías de hecho.

Los Falladores de instancia no podían considerar, como lo hicieron, que la


Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia, al negar a los
accionantes su derecho a la indexación de su primera mesada pensional no
incurrió en vía de hecho, porque, de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 228 de la Constitución Política, los jueces deben resolver los asuntos
que les han sido confiados buscando la efectiva realización de los derechos
fundamentales en conflicto.

Ahora bien, la anterior concepción del derecho procesal, permite a la Corte


afirmar que cuando los jueces no consideran los derechos fundamentales
mínimos que se encuentran garantizados en los artículos 25, 48 y 53 del
ordenamiento constitucional, quebrantan los artículos 29, 228 y 230
constitucionales e incurren en vía de hecho; porque dichos derechos regulan
los derechos y prerrogativas de los trabajadores y de los pensionados e
informan todas las previsiones del ordenamiento.

Las orientaciones de la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de


Justicia, en materia de indexación de las obligaciones laborales, dejan al
descubierto la existencia de una profunda divergencia interpretativa en torno
del tema. La unificación de la jurisprudencia en materia de indexación de la
primera mesada pensional, y los dictados constitucionales. Las decisiones de
la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia que negaron a
los accionantes el reajuste de su primera mesada pensional, quebrantan los
artículos 29, 228 y 230 de la Carta

En efecto, como a lo largo de esta providencia ha quedado explicado, las


decisiones de la Sala accionada que negaron a los actores el derecho acceder
259
a una pensión acorde con su salario real i) desconocen la prevalencia del
derecho sustancial, en cuanto no se sujetan a los dictados constitucionales
de la igualdad, favorabilidad, y conservación del poder adquisitivo de las
pensiones559 y ii) no se informan en la equidad, además de pasar por alto los
principios generales del derecho laboral -artículos 13, 48 y 53 C.P.-.

SU.1159/03560. PROCEDIBILIDAD EXCEPCIONAL DE LA ACCIÓN DE


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS QUE RESUELVAN UN RECURSO
EXTRAORDINARIO ESPECIAL DE REVISIÓN CONTRA UNA SENTENCIA
DE PÉRDIDA DE LA INVESTIDURA DE UN CONGRESISTA

En la sentencia C-543 de 1992, la Corte Constitucional decidió que, salvo en


aquellos casos en que se haya incurrido en una vía de hecho, la acción de
tutela no procede contra providencias judiciales. A esta regla se suma el
carácter subsidiario que siempre tiene la acción de tutela, puesto que según el
artículo 86 de la Constitución Política, esta vía sólo procede “cuando el
afectado no disponga de otro medio de defensa judicial”. Así, teniendo en
cuenta que salvo las excepciones debidamente establecidas, contra toda
providencia judicial en principio proceden recursos, es preciso concluir que la
posibilidad de que proceda una acción de tutela contra una providencia judicial
es en realidad excepcional. Por tanto, una acción de tutela procede en contra
de una providencia judicial en dos eventos, (i) cuando no exista otro medio de
defensa judicial idóneo para proteger los derechos fundamentales y la
actuación judicial acusada constituya una vía de hecho o (ii) cuando se
emplee como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable en
materia de derechos fundamentales.

Con relación a la existencia del otro medio de defensa, la Corte ha señalado


que éste debe cumplir con ciertas exigencias; no cualquier mecanismo judicial
puede excluir la procedibilidad de la acción de tutela. La decisión
constitucional de otorgarle carácter subsidiario a la acción de tutela da
prelación a los procedimientos diseñados específicamente para resolver cada
cuestión, siempre y cuando esto no implique desproteger los derechos
fundamentales. Por tanto, si una persona invoca la protección de sus
derechos fundamentales, y el medio de defensa judicial con que cuenta para
tal fin no le ofrece la posibilidad de salvaguardar sus garantías básicas com o
se lo permite la acción de tutela, ésta última procede como mecanismo
principal de defensa de los derechos fundamentales. De acuerdo con lo
establecido por la Corte, el análisis que debe hacer el juez, conlleva
determinar en relación con cada caso, si el diseño específico del recurso
alternativo es idóneo en concreto, no en abstracto, como medio de defensa
judicial principal, excluyendo así la acción de tutela.

Con relación a las decisiones de pérdida de investidura, se ha planteado el


siguiente problema jurídico: ¿procede una acción de tutela contra una
sentencia en la que se declara la pérdida de investidura de un congresista, por

559 “Dentro de cualquier proceso que se surta ante la administración de justicia, la valoración de daños irrogados a las
personas y a las cosas, atenderá los principios de reparación integral y equidad y observara los criterios técnicos
actuariales.” –artículo 16 Ley 446 de 1998-.
560
M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
260
aparente violación del derecho fundamental al debido proceso, a pesar de
que en este caso se cuenta con el recurso extraordinario especial de
revisión?

La jurisprudencia constitucional reiteradamente ha indicado que no procede la


tutela. Ha considerado que el recurso extraordinario especial de revisión
creado por el Legislador (Ley 144 de 1994) salvaguarda los derechos
fundamentales de los congresistas, al permitirles recurrir la decisión mediante
la cual fue decretada la pérdida de su investidura. Esta cuestión fue resuelta
dentro de este proceso por la Corte Constitucional, en la primera ocasión en
que le correspondió estudiar el proceso de la referencia. En aquella
oportunidad la Corte revisó el fallo de tutela de primera instancia mediante el
cual el Tribunal Superior de Bogotá había negado la acción de tutela
interpuesta por el Senador Ricaurte Losada Valderrama en contra de la
sentencia de septiembre 7 de 1994, en la que el Consejo de Estado había
decretado la pérdida de su investidura. Con relación a la inexistencia de otro
medio de defensa judicial, la sentencia (T-193 de 1995) sostuvo lo siguiente,

“Tampoco este requisito para la procedencia de la tutela está presente en


el sub-lite; tal y como lo reconoce el actor, el artículo diecisiete de la Ley
144 de 1994 (cuya constitucionalidad no se cuestiona), establece que:
“Son susceptibles del Recurso Extraordinario Especial de Revisión,
interpuesto dentro de los cinco (5) años siguientes a su ejecutoria, las
sentencias mediante las cuales haya sido levantada la investidura de un
Parlamentario, por las causales establecidas en el artículo 188 del Código
Contencioso Administrativo, y por las siguientes: a) Falta del debido
proceso; b) Violación del derecho de defensa; c)...”

Del análisis anterior esta Sala concluye que en el caso sometido a


revisión, la actuación del Consejo de Estado estuvo fundada legalmente,
no obedeció a la voluntad subjetiva o capricho de la autoridad, no vulneró
los derechos fundamentales del procesado, y existe otra vía de defensa
judicial; es decir, no se da ninguno de los requisitos concurrentes exigidos
por la jurisprudencia de la Corte para que proceda la tutela en contra de la
sentencia proferida por el Consejo de Estado el 7 de septiembre de 1994.”

Esta decisión fue temporalmente modificada por la jurisprudencia


constitucional, por cuanto consideró que el otro medio de defensa judicial (el
recurso extraordinario especial de revisión) había resultado “inane” hasta tanto
no estuviera debidamente regulado, garantizando así, un medio de protección
idóneo para la defensa de los derechos fundamentales que pudiesen verse
afectados en un proceso de pérdida de investidura de un congresista. No
obstante, en sentencia de unificación (SU-858 de 2001) la Sala Plena de la
Corte Constitucional, teniendo en cuenta que la Ley 446 de 1998 había
llenado los vacíos normativos que existían con relación a la competencia,
decidió que dentro del proceso de pérdida de investidura de los congresistas
existe un medio de defensa idóneo para la protección del derecho al debido
proceso y como resultado del cual el afectado puede obtener la restitución
total de su derecho, o abrir la vía para la obtención de una reparación
261
patrimonial compensatoria. Esta decisión, que ya ha sido reiterada, se
tomó con base a las siguientes consideraciones,

“La particular naturaleza de este recurso extraordinario, que la ley define


como especial, lo constituye en mecanismo adecuado para la defensa de
los derechos fundamentales que resulten lesionados en un proceso de
pérdida de investidura, por cuanto, como lo ha sostenido la Corte,
tratándose de un proceso de única instancia, la ley ha previsto como
causal de revisión una con rango constitucional, como es la violación del
debido proceso, con el objeto de que, para la protección de los derechos
fundamentales del condenado, se le brinde la oportunidad de controvertir
la sentencia. En general, el recurso extraordinario de revisión no es una
vía para que el afectado por una sentencia nuevamente plantee las
cuestiones que fueron dilucidadas en el curso del proceso. El ámbito de la
revisión está estrictamente demarcado por las causales taxativamente
enunciadas en la ley. De manera que, por fuera de esas causales, el
afectado no puede pretender la reapertura de controversias ya superadas.
No obstante, en el Recurso Extraordinario Especial de Revisión que la ley
ha previsto para la pérdida de la investidura, la causal de violación del
debido proceso claramente permite que en sede de revisión se
controviertan los asuntos, que no obstante haber sido planteados durante
el trámite de la instancia, comporten una decisión violatoria del debido
proceso.”

¿procede una acción de tutela contra una sentencia que resolvió un recurso
extraordinario especial de revisión en contra de un fallo que declaró la pérdida
de investidura de un congresista, por violación del derecho fundamental al
debido proceso? Para dar respuesta a esta pregunta, la Corte pone de
presente dos consideraciones. La primera de ellas es que no existe un medio
de defensa judicial frente a la sentencia que resuelve el recurso extraordinario
especial de revisión. Entonces, la acción de tutela procedería contra la
sentencia que resuelve el recurso contra la sentencia que decretó la pérdida
de la investidura, si ésta incurre en una vía de hecho y afecta los derechos
fundamentales del congresista. La segunda consideración es que de acuerdo
a la jurisprudencia constitucional, la acción de tutela no procede en contra de
la sentencia que decreta la pérdida de la investidura, puesto que el recurso
extraordinario especial de revisión constituye un medio de defensa judicial
idóneo para la protección de los derechos fundamentales de los congresistas,
en especial el derecho al debido proceso. En efecto, dicho recurso
extraordinario especial procede por las siguientes causales: “(a) falta del
262
debido proceso; (b) violación del derecho de defensa”, además de las 561

establecidas en el artículo 188 del Código Contencioso Administrativo. 562

En ese orden de ideas, la excepcionalidad de la procedencia de la acción


tutela en contra de sentencias judiciales que incurran en una vía de hecho, es
aún mayor cuando la sentencia acusada tuvo por objeto resolver un recurso
extraordinario especial de revisión. En estos casos la tutela procede (i)
cuando se alegue una vía de hecho que específicamente tenga origen en el
fallo que resuelve el recurso extraordinario especial de revisión, o en el
proceso de revisión en sí mismo considerado; (ii) cuando se alegue una vía de
hecho que ocurrió durante el proceso de pérdida de investidura, que fue
invocada en el recurso extraordinario especial de revisión, pero cuyo análisis
por parte del Consejo de Estado acerca de la violación del derecho
fundamental contradice la Constitución o la jurisprudencia constitucional
aplicable; y (iii) cuando se trate de una vía de hecho que ocurrió en el proceso
de pérdida de investidura pero que, o bien no podía ser alegada mediante un
recurso en contra de la sentencia de pérdida de investidura, o bien fue
alegada pero el Consejo de Estado la dejó de lado por completo y no la
analizó o lo hizo desconociendo el derecho claramente aplicable.

Así pues, se reitera lo dicho anteriormente por la Corte: el recurso


extraordinario especial de revisión es el medio adecuado para controvertir una
vía de hecho en el trámite de pérdida de investidura ante el Consejo de
Estado. Por tal razón, los cargos que se tengan en contra de la sentencia que
resuelva la pérdida de la investidura deben ser presentados en sede de
revisión y no pueden ser guardados estratégicamente para ser invocados
luego en un proceso de tutela. La acción de tutela procede residualmente
cuando el Consejo de Estado en sede de revisión, foro judicial señalado por la
Constitución y la ley para resolver dichas controversias, ha desconocido en sus
actuaciones judiciales los derechos fundamentales de algún Senador o
Representante a la Cámara en los términos antes mencionados. Las partes
deben presentar sus alegatos en contra de las decisiones judiciales durante el
transcurso del proceso, y mediante las vías ordinarias diseñadas para ello;
como se dijo, no es aceptable guardar argumentos estratégicamente con el fin

561 Ley 144 de 1994 (Por la cual se establece el procedimiento de pérdida de la investidura de los congre sistas) “artículo
17.- Son susceptibles del recurso extraordinario especial de revisión, interpuesto dentro de los cinco (5) años siguientes a
su ejecutoria, las sentencias mediante las cuales haya sido levantada la investidura de un parlamentario, por las causales
establecidas en el artículo 188 del C.C.A. y por las siguientes: a.- Falta del debido proceso; b.- Violación del derecho de
defensa”. Recientemente en la sentencia C-207 de 2003 (M.P. Rodrigo Escobar Gil; Salvamento parcial de voto de la
Magistrada Clara Inés Vargas Hernández) la Corte resolvió declarar exequible esta norma “(…) en el entendido que el
recurso extraordinario de revisión allí previsto también procede para todas las sentencias ejecutoriadas antes de la vigencia
de la Ley 446 de 1998, incluidas las proferidas con anterioridad a la vigencia de la Ley 144 de 1994, y que el término de
caducidad de cinco años, para éstos casos, se cuenta a partir del 8 de julio de 1998, fecha de publicación de esta última
ley.”
562 Código Contencioso Administrativo, artículo 188.- (Modificado por la Ley 446 de 1998, art. 57) Causales de revisión.

Son causales de revisión: 1. Haberse dictado la sentencia con fundamento en documentos falsos o adulterados. 2.
Haberse recobrado después de dictada la sentencia documentos decisivos, con los cuales se hubiera podido proferir una
decisión diferente, y que el recurrente no pudo aportar al proceso por fuerza mayor o caso fortuito o por obra de la parte
contraria. 3. Aparecer, después de dictada la sentencia a favor de una persona, otra con mayor derecho para reclamar. 4.
No reunir la persona en cuyo favor se decretó una pensión periódica, al tiempo del reconocimiento, la aptitud legal
necesaria, o perder esa aptitud con posterioridad a la sentencia, o sobrevenir alguna de las causales legales para su
pérdida. 5. Haberse dictado sentencia penal que declare que hubo violencia o cohecho en e l pronunciamiento de la
sentencia. 6. Existir nulidad originada en la sentencia que puso fin al proceso y contra la que no procede recurso de
apelación. 7. Haberse dictado la sentencia con base en dictamen de peritos condenados penalmente por ilícitos
cometidos en su expedición. 8. Ser la sentencia contraria a otra anterior que constituya cosa juzgada entre las partes del
proceso en que aquella fue dictada. Sin embargo, no habrá lugar a revisión si en el segundo proceso se propuso la
excepción de cosa juzgada y fue rechazada.
263
de presentarlos únicamente ante el juez de tutela, pretendiendo cambiar
así el “foro judicial” designado por el propio Constituyente para resolver las
controversias con relación a los procesos de pérdida de investidura.

Podría objetarse que las garantías que ofrece el procedimiento a los


congresistas no son suficientes, debido a que se trata de un breve proceso de
única instancia. Considera la Corte que la objeción no es procedente. Debido
a la importancia del procedimiento de pérdida de investidura, el Constituyente
de 1991 le confío la competencia al Consejo de Estado, precisamente como
una forma de asegurar el debido proceso de los congresistas. Como lo
aclararon algunos delegatarios en la Asamblea Nacional Constituyente, no
contemplar dos instancias en el proceso de pérdida de investidura no implica
un desconocimiento del derecho al debido proceso de los congresistas. La
forma de garantizar en este proceso es que el juicio se adelantará de acuerdo
a las formas jurídicas establecidas, y con el debido respeto por los derechos
fundamentales del congresista acusado, es atribuyéndole la competencia al
Consejo de Estado, no mediante el principio de las dos instancias. 563 En otras
palabras, mientras que a una persona sindicada en un proceso penal se le
garantiza el respeto a sus derechos fijando la competencia para conocer del
caso en un juez municipal y en un juez de circuito, por ejemplo, la Constitución
le garantiza a los congresistas sus derechos al confiar los casos de pérdida de
investidura al Consejo de Estado. No obstante, como se indicó, no sólo se
garantiza el derecho de los congresistas al fijar la competencia del proceso en
cabeza del Consejo de Estado, el más alto juez de lo contencioso adminis-
trativo; actualmente esta Corporación puede volver a conocer el proceso en
sede del recurso extraordinario especial de revisión.

T-1232/03564. PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES AL


DEBIDO PROCESO, AL EJERCICIO DE CARGOS Y FUNCIONES
PÚBLICAS, DE EJERCICIO Y CONTROL DEL PODER POLÍTICO, AL
TRABAJO, AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD, A LA
IGUALDAD Y A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN FRENTE A LA PÉRDIDA DE
INVESTIDURA COMO SENADOR DE LA REPÚBLICA Y LA
IMPROSPERIDAD DEL RECURSO EXTRAORDINARIO DE REVISIÓN
INTERPUESTO POR EL ACTOR.

La protección de los derechos ante el mismo juez que los viola. Una vez
agotados los mecanismos ordinarios de defensa y si la violación persiste la
tutela es procedente. La Constitución otorgó a la acción de tutela un carácter
subsidiario, lo que implica que deba utilizarse previamente a la vía judicial
correspondiente (civil, penal, administrativa, etc.). Existe, por otro lado, el
deber de cada juez dentro de cada proceso ordinario de velar por la

563 El delegatario Hernando Yepes Arcila respondió dicha objeción, a propósito del fuero especial de los congresistas, en
virtud del cual son juzgados por los delitos que cometan por la Corte Suprema de Justicia en única instancia, en los
siguientes términos: “El doctor [Hernando] Londoño fundó su opinión en la necesidad de mantener el principio de la doble
instancia como una garantía fundamental del procesado, a ese respecto quiero recordarles que la misma protección que
se obtiene por la doble instancia, no proviene de que sean dos juicios los que recaigan sobre la misma conducta sino del
hecho de que una instancia superior a la que en primer lugar conoce un delito, venga finalmente a determinar el contenido
del fallo (…) en el hecho de estar establecido el fuero especial justamente radicado en la más alta corporación judicial del
país en lo que consistiría una garantía; mucha mayor envergadura e importancia que el principio de la doble, del doble
análisis o el doble estudio del mismo problema. (…).” Asamblea Nacional Constituyente. Antecedentes del artículo 184.
Biblioteca de la Corte Constitucional. Mimeo.
564
M.P. Jaime Araujo Rentería.
264
observancia y protección de los derechos fundamentales. Sin embargo, es
posible que el juez ordinario no garantice dentro del proceso
correspondiente los derechos fundamentales o, lo que es más grave, que sea
el propio juez quien en el proceso ordinario los viole. Cuando se ha utilizado
las instancias ordinarias de defensa, con las acciones y recursos previstos en
ella para la defensa de los derechos fundamentales y persiste la amenaza o
violación contra ellos, la acción de amparo constitucional se constituye en el
único y eficaz mecanismo de protección de tales derechos. Pues, el
agotamiento de las vías ordinarias de defensa comporta la no existencia de
otros medios de protección, lo que habilita la utilización de la acción de tutela,
en los términos del artículo 86 de la Constitución Política, según el cual la
acción de amparo procede cuando no exista otro mecanismo de defensa
judicial.

De suerte, que si por la vía del medio ordinario de defensa, y en los recursos
en ella previstos, se alegó la vulneración de un derecho fundamental, es válido
aducir esos mismos hechos en la acción de tutela, al ser ellos, precisamente,
los que dan cuenta de la violación o amenaza de los derechos fundamentales.
No puede aducirse como razón de la improcedencia de la tutela en estos
casos, que como ya se analizaron y debatieron esos hechos en el
procedimiento ordinario, no es posible volver a plantear esos mismos hechos.
Por cuanto, lo que hace viable esta acción constitucional es la no existencia de
mecanismos idóneos y eficaces de defensa. Luego si de después de intentada
esa vía ordinaria la violación persiste o se mantiene es completamente válido
acudir a la acción de tutela, para proteger los mismos derechos que fueron
desatendidos en la vía judicial correspondiente y que su juez no quiso
proteger. Además, la Corte estima que negar la procedencia de la tutela en
estos casos, comporta negar que el juez, como autoridad pública, puede
vulnerar los derechos fundamentales. Y esta vulneración, también puede
producirse al final del proceso, esto es, una vez agotados todos los recursos
que la vía ordinaria previa. Luego, predicar la improcedencia de la acción de
amparo en estos eventos, implica recortar y desnaturalizar esta acción, puesto
que si en una actuación judicial, así sea definitiva, si incurre en una vía de
hecho, y no existe otra vía de defensa la tutela procede como mecanismo de
defensa, tal como ya lo tiene definido la consolidada jurisprudencia que sobre
esta materia ha vertido esta Corporación desde sus inicios.

En este orden de ideas, la Corte considera que la procedencia de la acción de


tutela se justifica, aún más, cuando los recursos en la vía ordinaria deben
ejercerse ante al mismo juez. En este sentido, quien no ha protegido un
derecho fundamental o lo ha violado es muy difícil que confiese su violación,
pues nadie confiesa que no protegió o vulneró un derecho, y mucho menos en
un incidente especial, decidido por el mismo juez que los vulneró. Así, el
proceso “ordinario” se muestra exiguo en garantías, haciendo procedente, con
mayor razón, la acción constitucional de tutela, por resultar precaria la defensa
del derecho fundamental en este evento, pues, es evidente la depreciación de
las garantías procesales en estas circunstancias, por la disminución de la
imparcialidad del juez que debe decidir sobre su propia actuación, por no tener
superior jerárquico. Para esta Corporación es viable entrar en el análisis de
fondo del presente caso, habida consideración que el actor no cuenta con otro
265
mecanismo de defensa judicial y ejerció esa medio de defensa en medio
de limitaciones insalvables. En efecto, si bien utilizó el único recurso
previsto en la vía judicial correspondiente, como es el recurso extraordinario de
revisión, no logró el amparo solicitado. Lo que hace procedente la tutela en
este evento, por dos razones, la primera, es que por tratarse de una decisión
judicial definitiva, no existe mecanismo de defensa judicial distinto a la acción
de amparo constitucional, para lograr la protección de los derechos que dice
vulnerados. Que haya expuesto por esa vía, los y hechos y razones que ahora
intenta, no le impide acudir a la acción de tutela, porque ella está prevista para
la protección inmediata y eficaz de los derechos fundamentales, por la acción
u omisión de cualquier autoridad pública, incluidos los jueces, sin importar que
la decisión con la que vulnera o amenaza un derecho fundamental sea
definitiva.

La segunda razón, es que el recurso extraordinario de revisión en caso de


pérdida de investidura de los congresistas debe ejercerse ante la misma
autoridad que supuestamente vulneró el derecho fundamental, por cuanto,
como quedó dicho, quien no ha protegido un derecho fundamental o lo ha
violado es muy difícil que confiese su violación, pues nadie confiesa que no
protegió o vulneró un derecho, y mucho menos al resolver un recurso especial
como es la pérdida de investidura de un alto servidor del Estado, como es un
congresista. Por tanto, ejercer el mecanismo de defensa de los derechos
fundamentales en estas condiciones precarias, hace más evidente que la
vulneración o amenaza de los derechos fundamentales puede persistir
después de su utilización, lo que justifica aún más, la procedencia de la acción
de tutela. Adicionalmente la Corte considera que el recurso extraordinario de
casación, equivalente en los procesos de pérdida de investidura al recurso de
revisión, es resuelto por un juez distinto a aquél a quien correspondía velar por
la protección del derecho fundamental. Por tanto, la garantía de imparcialidad
está garantizada por tratarse de juez distinto. Sin embargo, cuando las
diversas Salas de la Corte Suprema de Justicia no protegen tales derechos, o
incurren ellas mismas en su amenaza o violación, la Corte Constitucional ha
estimado que la acción de tutela es procedente así se trate de sentencias
judiciales definitivas y del máximo Tribunal de la jurisdicción ordinaria.
Análogos razonamientos caben en el caso del recurso extraordinario de
revisión en los eventos de pérdida de investidura, pues la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado está en igual predicamento.

Alcance de la causal de pérdida de investidura contemplada en el inciso 1° del


artículo 180 de la Constitución: la prohibición a los congresistas de
desempeñar cargos o empleos públicos o privados no les impide desarrollar
cualquier oficio o actividad. En ese orden, los oficios o labores que no
involucren vínculos jurídicos contractuales o legales y reglamentarios no están
cubiertos por la referida prohibición. Así, bien puede un congresista, por
afición, realizar actividades o labores de pintor, o de músico, o dedicarse al
cuidado de las plantas, o de sus hijos o de sus nietos, u otras labores, sin
ningún vínculo de dependencia contractual con nadie en el orden laboral,
casos en los cuales a nadie se ocurriría pensar que se desempeña un cargo.
Afirmar lo contrario supondría coartar el libre desarrollo de la personalidad de
las personas que desarrollan el oficio de congresista, que para poder cumplir
266
esas tareas tendrían que renunciar a actividades propias de toda persona,
pues, éstas quedarían cubiertas por esa prohibición. De suerte que por
muy alta y ponderada que sea la función legislativa, no puede pretender
desnaturalizar al ser humano, impidiéndole que satisfaga necesidades e
intereses propios de su condición. Además, es imposible privarlos de ciertos
oficios, labores o actividades, que por más que se busque garantizar su
dedicación exclusiva a la labor de congresista, es inevitable que las cumpla.
Por tanto, sólo los oficios que supongan vínculos laborales pueden
considerarse que constituyen la prohibición a los congresistas de desempeñar
cargos o empleos públicos o privados, contenida en el numeral 1° del artículo
180 de la Constitución Política.

La igualdad es un derecho que se reconoce a todas las personas sin distingos


de ninguna naturaleza ya sea por razones de sexo, raza, origen nacional o
familiar, lengua, religión opinión política o filosófica. La Constitución prohíbe
tratos desiguales a personas que se encuentren ante supuestos de hechos
iguales. De manera que hay que tratar igual a lo igual y desigual a lo desigual,
a fin de preservar la igualdad. El Juez Constitucional como garante de la
integridad y supremacía de la Constitución y, por ende, de los derechos
fundamentales de los individuos, debe resguardar la aplicación irrestricta de
este derecho, retirando, ya sea por la vía del control abstracto de
inconstitucionalidad o de la revisión de los fallos de tutela, las actuaciones de
las autoridades que proporcionen a las personas tratos discriminatorios, así
como las que establezcan privilegios a su favor, con el propósito indeclinable
de mantener la vigencia y eficacia de los derechos fundamentales. Obligación
que corresponde, además, a todas las autoridades públicas.

T-027/04565. EL JUEZ ACCIONADO CONDENÓ AL ACTOR A 28 MESES DE


PRISIÓN POR HECHOS QUE ÉSTE NO COMETIÓ Y AUNQUE ACEPTA LA
SITUACIÓN, INSISTE EN MANTENER LA CONDENA Y LA CONSIGUIENTE
ORDEN DE CAPTURA, HASTA QUE RESUELVA EN CONTRARIO EL JUEZ
DE REVISIÓN

El actor no puede ser obligado a iniciar una acción de revisión, con miras a
que el Estado pueda enmendar los errores cometidos dentro de la
investigación y definición de la causa criminal que lo condenó por una
conducta que no cometió, porque el nombrado es titular del derecho
inalienable a la libertad, y la acción de tutela fue establecida para
restablecerlo, en forma inmediata. Como el Juez Quince Penal del Circuito
condenó al actor sin verificar la identidad de quien realizó la conducta punible
y aunque acepta su error insiste en mantener la decisión, la sentencia de
instancia será revocada, para en su lugar anular el proceso en cuestión, en lo
atinente al actor –salvo el material probatorio recaudado-, porque la acción de
revisión, además de tratarse de un trámite que el aludido no está obligado a
soportar, no le proporciona la protección inmediata que su situación requiere.

T-205/04566. REESTRUCTURACIÓN DE PASIVOS DE ENTIDADES


PÚBLICAS. LA ADMINISTRACIÓN TIENE EL DEBER DE ACUDIR

565 M.P. Alvaro Tafur Galvis.


566
M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
267
PREVIAMENTE ANTE EL JUEZ LABORAL CUANDO QUIERA QUE SEA
NECESARIO SUPRIMIR UN CARGO QUE VIENE SIENDO OCUPADO
POR UN TRABAJADOR AFORADO

Contra las decisiones arbitrarias y caprichosas de los funcionarios judiciales


que sin fundamento objetivo y razonable contradigan los parámetros
constitucionales con la consecuente vulneración de derechos fundamentales,
se podrá formular el amparo de tutela con la debida demostración del yerro en
el que se incurrió en la providencia judicial. A la Corte le corresponderá
verificar la existencia del vicio alegado por el accionante, sin que por ello se dé
lugar a una intromisión arbitraria en la esfera de competencia del juez de
conocimiento; pero no podrá definir la cuestión litigiosa de forma concluyente.
El examen se limitará a constatar la existencia de situaciones irregulares
desde una perspectiva sustantiva, fáctica, orgánica o procedimental, y una vez
advertidos, adoptar las medidas que le están dadas expedir en la órbita de su
competencia constitucional. En los casos de reestructuración de pasivos de
entidades públicas, la Administración tiene el deber de acudir previamente
ante el juez laboral cuando quiera que sea necesario suprimir un cargo que
viene siendo ocupado por un trabajador aforado. Así pues, el funcionario
judicial determinará si el proceso de reestructuración constituye o no una justa
causa para levantar la garantía constitucional del fuero a un dirigente sindical.
No tramitar previamente una autorización judicial para despedir al trabajador
aforado, incluso en los casos de reestructuración de pasivos, constituye una
omisión que genera una vulneración al debido proceso y a los derechos de
asociación, libertad y fuero sindicales.

T-1189/04567. LA VÍA DE HECHO POR LA OMISIÓN DE NOTIFICACIÓN AL


PROCESADO PRIVADO DE LA LIBERTAD

En diversos pronunciamientos esta Corporación ha señalado que la omisión de


las autoridades judiciales en notificar debidamente las actuaciones del proceso
constituye una violación al debido proceso de tal gravedad, que da lugar a una
nulidad procesal que, de no ser declarada, implica la configuración de una vía
de hecho. Esto por cuanto la falta de notificación impide al procesado ejercer
su derecho de defensa. Nuevamente se ha configurado lo que jurisprudencia
ha venido en llamar una“vía de hecho consecuencial”, originada por la
negligencia del Estado en el cumplimiento de su deber de mantener
actualizada y circulando la información relativa a la privación de la libertad de
las personas que están siendo investigadas o juzgadas por el aparto judicial.

T-328 DE 2005568, LAS DECISIONES DE RECHAZO CONTRA


PROVIDENCIAS DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA VULNERA LOS
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LOS CIUDADANOS.

La Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia resolvió rechazar y


archivar la solicitud de amparo elevada por el ciudadano Mozo Rovira. En
consecuencia, en contravía con lo dispuesto en la Constitución y la ley, no

567 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.


568 M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
268
remitió el expediente a la Corte Constitucional para su eventual revisión.
Argumentó para ello que, dado que la decisión demandada en tutela fue
proferida por la Sala Penal de la Corte Suprema y dado también que esta
Corporación es el máximo órgano de la jurisdicción ordinaria, sus decisiones
son intangibles e inmodificables. Por tal razón, señala la Corte Suprema, no
hay lugar siquiera a tramitar las peticiones de amparo que se dirijan contra una
de sus Salas. Evento en el cual, a su juicio, sólo procede el rechazo y archivo
del expediente.

Como fue analizado en las consideraciones anteriores, la acción de tutela


procede en ciertos supuestos de hecho contra decisiones judiciales -aún
contra las proferidas por la Corte Suprema de Justicia-. Lo relevante es este
acápite, en consecuencia, es determinar si, puntualmente, la decisión de no
remitir el asunto a la Corte Constitucional vulnera derechos fundamentales de
las personas que solicitan el amparo.

El artículo 86 de la Carta Fundamental, dispone entre otras cosas que, en el


trámite de la acción de tutela, la protección consistirá en una orden para que
aquel respecto de quien se solicita la tutela, actúe o se abstenga de hacerlo.
El fallo, que será de inmediato cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez
competente y, en todo caso, éste lo remitirá a la Corte Constitucional para su
eventual revisión. De igual manera, los artículos 32 y 33 del decreto 2591 de
1991 prescriben que todos los fallos de tutela en firme, deben ser remitidos a
la Corte Constitucional.

Lo anterior por cuanto los jueces de tutela deben resolver las acciones de
tutela que se presenten por violación o amenaza de los derechos
fundamentales contra cualquier autoridad pública bien sea concediendo o
negando la tutela. En la segunda hipótesis, el fallo puede obedecer a que no
era procedente la mencionada acción o a que siendo procedente, no existió
vulneración o amenaza de derechos fundamentales. Las acciones de tutela
presentadas contra autoridades judiciales no pueden ser decididas mediante
auto en el que se resuelva no dar trámite a dicha acción, ya que ello constituye
una vulneración del derecho fundamental al acceso a la administración
justicia. Si el juez o tribunal de tutela considera que la acción de tutela no es
procedente, debe dictar una sentencia denegatoria de las pretensiones por
improcedente de la acción, fallo que debe ser necesariamente remitido a la
Corte Constitucional para su eventual revisión (artículos 86 C.P. y 33 del
Decreto 2591 de 1991). En ese sentido, las providencias que no sean
sentencias definitivas en materia de tutela sino, por ejemplo, autos de rechazo
y archivo, vulneran el derecho fundamental a la tutela efectiva.

El derecho fundamental a la tutela judicial efectiva es manifestación concreta


de los derechos fundamentales a acceder a la justicia, a la defensa y al debido
proceso. Este derecho se vulnera cuando las autoridades judiciales, en este
caso las autoridades competentes para decidir sobre las acciones de tutela, no
ejercen las funciones a ellas atribuidas en materia de defensa y protección de
los derechos fundamentales y restan así toda efectividad del goce de los
mismos por parte de sus titulares. Tal es el caso cuando el juez o tribunal de
tutela no admite a trámite una acción de tutela, pese a que las dos únicas
269
opciones según los principios de inmediación, informalidad y efectividad
que gobiernan el trámite de esta acción son la concesión del amparo
solicitado o su denegatoria, bien por razones de fondo o de procedencia.

Se vulnera el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva de los derechos


fundamentales cuando un juez o tribunal de tutela decide no dar trámite a la
misma cualquiera sean los fundamentos en que se base, puesto que el fallo
judicial respectivo –positivo o negativo– debe ser susceptible de revisión
eventual por parte de la Corte Constitucional como órgano de cierre del
ordenamiento jurídico en el ámbito constitucional en lo atinente a los derechos
constitucionales.

Como órgano de cierre, la Corte Constitucional ha respetado la autonomía de


los jueces, en especial de la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de
Estado, cabezas de la jurisdicción ordinaria y de la jurisdicción contencioso
administrativa, respectivamente. Por esta razón, ha interpretado de manera
restrictiva la procedencia de la acción de tutela contra providencias
judiciales569 e inclusive ha valorado la autoridad de la jurisprudencia sentada
por estos órganos judiciales en tanto derecho viviente que fija el sentido de las
leyes.570 No obstante, esa autonomía no consiste en desconocer el derecho a
la tutela judicial efectiva de los derechos constitucionales fundamentales. Esta
Corporación en diversos pronunciamientos ha señalado la vulneración del
derecho fundamental a la tutela efectiva con ocasión de la decisión de los
jueces constitucionales de no tramitar las solicitudes de amparo y no remitir,
entonces, el expediente a la Corte Constitucional.

En la sentencia T-420 de 2003, la Corte señaló que la Corte Suprema de


Justicia, al igual que todas las autoridades y los particulares, se encuentra
sometida a la Constitución Política. Por tal razón, y más aún en su calidad de
autoridad pública, podría eventualmente con sus actuaciones vulnerar
derechos fundamentales. No habría razón, entonces, para que esta autoridad
judicial quedara excluida del deber del Estado de promover y proteger las
garantías básicas. Así, entonces, la decisión de archivar la solicitud de amparo
dirigida contra esta entidad debe entenderse como una providencia que
contiene una decisión de mérito respecto de la petición de amparo del actor,
pues aunque no revista la forma de una sentencia judicial, desde el punto de
vista material sí lo es.

En la sentencia T-678 de 2003, esta Corporación precisó que, en diversos


pronunciamientos, la Corte ha admitido la procedencia de la acción de tutela
contra providencias judiciales, cuando se configure una vía de hecho
(sentencias C-543 de 1992, T-079 de 1993, T-231 de 1994). En ese sentido, la
acción de tutela, se oriente o no a atacar una providencia judicial, debe ser
resuelta por el operador judicial mediante una sentencia que conceda o
deniegue el amparo. Es decir, una decisión en otro sentido, un auto de
rechazo, por ejemplo, constituye una denegación del derecho al acceso a la
administración de justicia. En caso de que el Juez considere que la protección
constitucional debe ser denegada por improcedente, debe dictar una sentencia

569
Ver entre otras las sentencias T-231 de 1994, T-575 de 1996, T-684 de 1998, M.P, T-871 de 2001.
570
Ver entre otras las sentencias C-557 de 2001, C-955 y C-1294 de 2001, C-426 de 2002 y C-207 de 2003, T-666 de 2003.
270
en ese sentido y enviar el expediente necesariamente para su eventual
revisión a esta Corporación. Los jueces y tribunales del país, continuó, no
pueden abstenerse de conocer las acciones de tutela presentadas por
cualquier persona contra una autoridad pública, incluidos las autoridades
judiciales, por más importantes que ellas sean. Precisó que, el problema de
fondo de la acción de tutela no está referido a las relaciones de jerarquía
funcional al interior de la rama judicial, sino a la efectividad de los derechos
fundamentales en el contexto de un estado social y democrático de derecho.
Recordó que tanto la Constitución –art. 86-, como la ley –decreto 2591 de
1991- prescriben que todos los fallos de tutela deben ser enviados a esta
Corporación, sin que queden exentos de ese deber los jueces de las altas
Cortes.

En las sentencias T-105 de 2005 y T-272 de 2005, la Corte Constitucional


señaló que, la no admisión de las acciones de tutela que se presentan contra
las altas cortes, vulnera los derechos a la tutela judicial efectiva y al acceso a
la administración de justicia, entre otros. Recordó que, un pronunciamiento
relativo a la acción de tutela que no resuelva denegar o amparar el derecho
fundamental invocado por el peticionario, implica el desconocimiento del deber
que vincula a todas las autoridades con la promoción y protección del derecho
de las personas a acceder a la administración de justicia.

En suma, esta Corporación ha precisado que (i) dadas las condiciones de


procedibilidad, es conducente la acción de tutela contra todas las autoridades
judiciales –aun contra las altas cortes-. (ii) Una de las razones que sustentan
este aserto es el deber que vincula a todas las autoridades del Estado de
proteger y promover los derechos fundamentales. (iii) Toda proceso de tutela
debe tener como decisión definitiva una sentencia que deniegue o acceda a
las pretensiones del peticionario. (iv) Todas las sentencias con las cuales
culmine un proceso de amparo, deben ser remitidas para su eventual revisión
a la Corte Constitucional. (v) Una decisión de otra naturaleza, es decir, por
ejemplo, un auto de rechazo de la petición de amparo, vulnera los derechos
fundamentales de acceso a la administración de justicia y a la tutela judicial
efectiva de las personas. (v) toda decisión diferente a una sentencia judicial
que culmine un proceso de tutela, aunque formalmente no lo sea, debe
entenderse como una sentencia judicial y debe también, en consecuencia, ser
remitida a la Corte Constitucional para su eventual revisión.

En consecuencia, dadas las consideraciones precedentes, se dejará sin


efectos la decisión objeto de revisión mediante su anulación, concederá la
tutela del derecho fundamental a acceder a la justicia y ordenará que se falle
de fondo de conformidad con la doctrina constitucional, todo ello con
fundamento en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 que al respecto
dispone: “Efectos de la revisión. Las sentencias en que se revise una decisión
de tutela solo surtirán efectos en el caso concreto y deberán ser comunicadas
inmediatamente al juez o tribunal competente de primera instancia, el cual
notificará la sentencia de la Corte a las partes y adoptará las decisiones
necesarias para adecuar su fallo a lo dispuesto por ésta” (se agrega el
subrayado). La orden de adecuar el fallo de tutela de primera instancia a lo
aquí dispuesto tiene su explicación en que, por una parte, la Sala de Casación
271
Civil, actuando como Tribunal de tutela, debe fallar de fondo la acción de
tutela interpuesta por el actor de forma que no se pretermitan las posibles
instancias en el proceso de tutela, y, por otra parte, la decisión contra la cual
se interpusiera la acción de tutela debe ser analizada con fundamento en la
doctrina constitucional expuesta en la presente sentencia, dada la
obligatoriedad de las decisiones constitucionales con efectos erga omnes.

T-465 DE 2005571. INTERPRETACIÓN NO AJUSTADA A LA REALIDAD


PROBATORIA EN EL INCIDENTE DE DESACATO: LA SALA DE CASACIÓN
PENAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA INCURRIÓ EN UNA VÍA DE
HECHO.

Resulta entonces, que la figura jurídica del desacato, se traduce en una


medida de carácter coercitivo y sancionatorio con que cuenta el juez de
conocimiento de la tutela, en ejercicio de su potestad disciplinaria, para
sancionar con arresto y multa, a quien desatienda las órdenes o resoluciones
judiciales que se han expedido para hacer efectivo la protección de derechos
fundamentales, a favor de quien o quienes han solicitado su amparo.

Así las cosas, en caso de incumplimiento de una sentencia de tutela, el


afectado tiene la posibilidad de lograr su cumplimiento mediante un incidente
de desacato, dentro del cual el juez debe establecer objetivamente que el fallo
o la sentencia de tutela no se ha cumplido, o se ha cumplido de manera
meramente parcial, o se ha tergiversado, en consecuencia, debe proceder a
imponer la sanción que corresponda, con el fin, como se ha dicho, de
restaurar el orden constitucional quebrantado. Ese es el objeto del
procedimiento incidental, por ello, no se puede volver sobre juicios o
valoraciones hechas dentro del proceso de tutela, pues ello implicaría revivir
un proceso concluido afectando de esa manera la institución de la cosa
juzgada.

En el caso objeto de estudio la sentencia T –083 de 2004, en forma expresa


en su numeral 2 al revocar la sentencia de la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia, indicó: “Segundo. .... CONCEDER la tutela
invocada por el señor Carlos Villamil Chaux, modificando parcialmente la
medida de protección en el sentido de ORDENAR al Ministerio de Relaciones
Exteriores que, si aún no lo ha hecho, dentro de las 48 horas siguientes a l a
notificación de esta Sentencia, proceda a enviar nuevamente al Seguro Social
la información que constitucionalmente corresponde para la pensión de vejez
del señor Carlos Villamil Chaux, como son los salarios que realmente él
devengo en su cargo de Cónsul General de Colombia en Berlín - República
Federal de Alemania -, haciendo la conversión de la moneda extranjera con la
cual le fueron cancelados los salarios a moneda colombiana, para que esta
nueva circunstancia material sea tenida en cuenta por el Seguro Social en una
correcta liquidación de la pensión de vejez del actor.” (Subrayas fuera del
texto). Sobre tal orden, la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá al
estudiar la respuesta dada por el Ministerio de Relaciones Exteriores en el
trámite del incidente de desacato, determinó que no se había dado

571 M.P. Jaime Córdoba Triviño.


272
cumplimiento a lo dispuesto en la sentencia, por cuanto de acuerdo a los
documentos obrantes en el expediente, el accionante recibía finalmente su
salario en Marcos Alemanes y no en Dólares Americanos.

La Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia al conocer en Consulta tal


decisión, la revocó argumentando que “... La remuneración de los funcionarios
del servicio exterior estaba fijada en dólares americanos y el hecho del
procedimiento cambiario que ejecutaba el Banco Central para situar sus
sueldos en los países donde se desempeñaban, en manera alguna traduce
que ahora deba certificarse un salario mucho mas alto del establecido para los
respectivos cargos diplomáticos y consulares”.

En punto de tal decisión, la Sala considera que la misma no fue acertada, si


tenemos en cuenta que según lo dispuesto en el Decreto 300 de 1975
expedido por la Presidencia de la República, a partir del 1 de Marzo de 1975
el pago de las sumas de dinero a que tuvieran derecho los funcionarios
diplomáticos y consulares de la República por concepto de asignaciones o
primas se deberían cancelar en las monedas que allí se indicaban, que para el
caso de la República Federal Alemana lo eran en “marcos de la República
Federal de Alemania”. Y de conformidad con lo preceptuado en el Decreto
3031 de 1983 se estableció una tasa de cambio preferencial de “tres (3.0) por
dólar de los Estados Unidos de América para la conversión a marcos
alemanes o Francos Suizos que el Banco de la República deba efectuar en el
pago de las sumas a que tengan derecho los funcionarios de las Misiones
Diplomáticas y Consulares de la República en el servicio exterior....” Y fueron
en Marcos Alemanes los dineros que el aquí accionante recibió como
remuneración por sus servicios prestados como Cónsul General Grado
Ocupacional 4EX en el Consulado General de Colombia en Berlín, República
Federal de Alemania. Así lo certifica el Director del Departamento de Cambios
Internacionales del Banco de la República 572. Si bien es cierto que el artículo
2 del decreto 300 de 1975 indica que “La Tesorería General de la República al
momento de solicitar el giro enviará su contravalor en pesos de acuerdo con
los procedimientos actuales y ordenará el pago de las sumas a que se refi ere
el artículo anterior en dólares estadinenses...” dicho procedimiento interno de
conversión y giro, en modo alguno altera la moneda en la cual finalmente (se
subraya) el accionante recibía su remuneración. Téngase en cuenta que tal
afirmación resulta comprobada con el documento visto a folio 109 en el que se
observa que al accionante se le canceló la suma de 13.249.29 Marcos
Alemanes por el sueldo correspondiente al mes de Diciembre de 1991 valor
equivalente a USD 4.416.43.

Así se concluye que el Ministerio no dio cabal cumplimiento a lo aquí ordenado


en la sentencia T-083 de 2004 en el sentido de certificar el sueldo real
devengado por el accionante efectuada la conversión de la moneda extranjera
en la cual se cancelaban los salarios a pesos colombianos. Y la Sala Penal de
la H. Corte Suprema de Justicia interpretó la orden de una forma no efectuada
en la sentencia, tergiversó lo mandado y aceptó el cumplimiento sin tener en
cuenta los documentos obrantes en el expediente y la normatividad vigente al

572 Folio 105.


273
momento en que el accionante se encontraba vinculado al Ministerio de
Relaciones Exteriores. Es que la sentencia ordenó la certificación de lo
realmente devengado y no de lo que apareciera en archivos y documentos en
el Ministerio. No se entiende, y aceptando en gracia de discusión que el
accionante devengaba su salario en dólares estadounidenses, porqué se
certifica un salario de US$2.864.47 dólares estadounidenses si del documento
al que se hizo referencia anteriormente y visto a folio 109 se indica que los
marcos alemanes cancelados equivalían a $ 4.416.43 USD. No existe en este
caso concordancia entre lo certificado y lo realmente devengado en dólares y
aceptando en gracia de discusión, como se dijo antes, que los pagos se
efectuaban en dólares.

T-516 DE 2005573. EL MISMO CONSEJO DE ESTADO ADMITIÓ QUE EL


TRIBUNAL ADMINISTRATIVO DE CUNDINAMARCA NO SE HABÍA
PRONUNCIADO SOBRE LAS EXCEPCIONES DE FALTA DE COMPETENCIA
Y CLÁUSULA COMPROMISORIA, PLANTEADAS POR AQUÉLLAS, PERO SÍ
LO HIZO EN RELACIÓN CON LAS EXCEPCIONES PREVIAS PLANTEADAS
POR EL BANCO DE LA REPÚBLICA; Y EQUIVOCADAMENTE ESTIMÓ QUE,
EN VIRTUD DEL ARTÍCULO 311 DEL C.P.C. , ERA COMPETENTE PARA
ENTRAR A RESOLVERLAS, INCURRIENDO DE ESTA FORMA EN UNA VÍA
DE HECHO POR DEFECTO ORGÁNICO.

Contenido del derecho fundamental al debido proceso en relación con los


terceros que son llamados en garantía durante una acción de grupo.

Así pues, el adelantamiento de un llamamiento en garantía en el curso de una


acción de grupo debe ceñirse al artículo 29 constitucional y, en especial, el
artículo 57 del Código de Procedimiento Civil, disposición que regula este
instituto procesal.

En tal sentido, el llamado en garantía, en virtud del artículo 29 Superior, tiene


el derecho a ejercer su derecho de defensa, encontrándose facultado para
interponer las excepciones previas o de fondo que estime pertinentes, a
presentar y controvertir pruebas, a que el proceso sea tramitado por un juez
independiente e imparcial, a impugnar la sentencia que le sea desfavorable y
a no ser juzgado dos veces por lo mismo.

En este orden de ideas, el llamado en garantía cuenta con las mismas


prerrogativas que una parte procesal, y como tal, puede coadyuvar la posición
y las excepciones planteadas por el llamante o invocar otras diferentes;
presentar y controvertir pruebas; la sentencia, cuando decide en forma
definitiva sobre las relaciones jurídicas entre llamante y llamado, hace tránsito
a cosa juzgada; e igualmente, como lo ha reconocido la Corte Suprema de
Justicia de vieja data “La sentencia podrá ser recurrida independientemente
por cualquiera de las tres partes, o sea que el llamado en garantía puede
hacerlo en cuanto le asista un interés propio, aunque el demandado guarde
silencio o lo consienta”574. De allí que, el ejercicio de la facultad de recurrir un
fallo adverso a quien fue llamado en garantía, dependerá de que el juez de
573 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
574 Corte Suprema de Justicia, sentencia del 5 de septiembre de 1977.
274
primera instancia se haya pronunciado sobre las excepciones, previas o de
fondo según el caso, planteadas por aquél.

Límites constitucionales al juez de segunda instancia para pronunciarse sobre


asuntos no resueltos por el a quo.

La Sección Cuarta del Consejo de Estado consideró que el artículo 311 del
C.P.C. le otorgaba competencia para resolver sobre unas excepciones previas
sobre las cuales no se había pronunciado su inferior jerárquico, por cuanto “los
puntos a adicionar fueron objeto de debate en la primera instancia siguiendo
las reglas del debido proceso, pero el juez omitió pronunciarse expresamente
al respecto, por lo cual resulta lógico, y ajustado al principio de economía
procesal, que el superior complemente la providencia cuando la parte
perjudicada por la omisión haya apelado, como ocurrió en el presente caso.” (
negrillas agregadas ).

La Sala de Revisión, por el contrario, estima que el examen de la competencia


del superior jerárquico para adicionar el pronunciamiento del a quo, no debe
ser entendida únicamente en términos de economía procesal, sino que se
encuentra limitada por el respeto al derecho fundamental del debido proceso,
por la garantía de la doble instancia, y el derecho a la igualdad procesal.

En tal sentido, la competencia que el legislador ha determinado al superior


jerárquico para entrar a pronunciarse como juzgador de segunda instancia en
virtud del recurso de apelación, constituye un elemento del derecho
fundamental del derecho de defensa y del debido proceso, que condiciona la
validez jurídica de su actuación, ya que, por mandato del artículo 6 superior,
los servidores públicos únicamente pueden hacer aquello que expresamente
les esté permitido realizar. Siguiendo a García de Enterría “la competencia es
la medida de la potestad que corresponde a cada órgano, siendo siempre una
determinación normativa”575.

Pues bien, una interpretación sistemática de las normas que consagran el


trámite de la apelación de los autos y de las excepciones previas en particular,
evidencia que la competencia que al respecto tiene el juez de segunda
instancia se encuentra regulada y limitada en las disposiciones propias del
Procedimiento Civil. Así, en el trámite de la segunda instancia, un juez no tiene
siempre plena competencia para pronunciarse sobre todos los asuntos que
tengan alguna relación con la apelación, pues podría estar actuando por fuera
del marco de su competencia, por ejemplo, cuando profiere decisiones que
resuelven de manera directa un asunto que no fue objeto de decisión por parte
del a quo.

Las anteriores consideraciones permiten reiterar la competencia limitada del


juez cuando actúa en segunda instancia, quien no puede ampliarla de hecho
invocando el principio de economía procesal, con el fin de pronunciarse sobre
asuntos no decididos en primera instancia y por lo tanto no puestos a su
consideración en virtud de la apelación. Por lo tanto, no puede decidirse en
575Eduardo García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Madrid, Civitas, 2001, p.
456.
275
segunda instancia, sobre unas excepciones previas, propuestas por un
tercero llamado en garantía, sobre las cuales en la primera instancia el
juez omitió el pronunciamiento, sin que se tratara del caso contemplado en el
numeral 7 del artículo 99 del C.P.P.

Cabe asimismo señalar, que si el superior jerárquico decide complementar una


decisión de primera instancia, resolviendo sobre unas excepciones previas
sobre las cuales no aparece decisión alguna del a quo, además de actuar por
fuera del debido proceso, estaría desconociendo la garantía constitucional de
la doble instancia.

A su vez, al juez de segunda instancia le está vedado vulnerar el derecho a la


igualdad procesal, en el sentido de entrar a pronunciarse, en los mismos
términos, sobre unas excepciones previas que fueron resueltas por el inferior
jerárquico, y otras que no lo fueron, es decir, sobre una decisión que surtió
efectivamente dos instancias, y otra que sólo fue objeto de una.

En suma, a un juez de segunda instancia durante el trámite de una acción de


grupo le está vedado complementar un auto en el sentido de pronunciarse
sobre unas excepciones previas planteadas por un tercero llamado en
garantía, sobre las cuales no se había pronunciado el juez de primera
instancia, y sin que se tratara del caso contemplado en el numeral 7 del
artículo 99 del C.P.C., so pena de incurrir en una vía de hecho por defecto
orgánico, es decir, por carecer de competencia absoluta para ello.

En este orden de ideas, luego de analizar las pruebas que obran en el


expediente, la Sala considera que le asiste razón a las accionantes por cuanto
el mismo Consejo de Estado admitió que el Tribunal Administrativo de
Cundinamarca no se había pronunciado sobre las excepciones de falta de
competencia y cláusula compromisoria, planteadas por aquéllas, pero sí lo
hizo en relación con las excepciones previas planteadas por el Banco de la
República; y equivocadamente estimó que, en virtud del artículo 311 del
C.P.C. era competente para entrar a resolverlas, incurriendo de esta forma en
una vía de hecho por defecto orgánico. En efecto, como se ha visto, la
competencia legal que tiene el superior jerárquico para pronunciarse sobre
asuntos no resueltos por el a quo, no puede conducir, en materia de
excepciones previas, a desconocer el derecho fundamental al debido proceso,
la garantía de la doble instancia y el derecho a la igualdad procesal.

Con fundamento en las anteriores consideraciones, la Corte amparará el


derecho fundamental al debido proceso de las accionantes, a su igualdad
procesal, y a la garantía de la doble instancia, dejando sin efectos los autos
proferidos el 28 de agosto y el 20 de noviembre de 2003 por la Sección Cuarta
del Consejo de Estado.

De igual manera, la Sala le ordenará a la Sección Primera, Subsección B del


Tribunal Administrativo de Cundinamarca que, en el término máximo de 15
días hábiles, se pronuncie sobre las excepciones previas propuestas por las
Compañías Suramericana de Seguros S.A. y Aseguradora Colseguros S.A. –
276
cláusula compromisoria y falta de competencia-, en el expediente núm.
19990528, cuya demandante es María Eugenia Jaramillo Escalante.

T-902 DE 2005576. EL FALLO PROFERIDO POR EL CONSEJO DE ESTADO,


SECCIÓN SEGUNDA, SUBSECCIÓN “A” DE LA SALA DE LO
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO, CONSTITUYE FUNDAMENTALMENTE
UNA VÍA DE HECHO POR DEFECTO FÁCTICO AL NO HABER APRECIADO
LAS PRUEBAS APORTADAS EN EL PROCESO DE NULIDAD Y
RESTABLECIMIENTO DEL DERECHO QUE LE ERAN FAVORABLES PARA
RESOLVER LA SITUACIÓN JURÍDICA, ESPECÍFICAMENTE LA
COMPROBACIÓN DE UNA DESVIACIÓN DE PODER EN CABEZA DE
FERROVÍAS.

Las pruebas anteriores, no fueron valoradas por la sentencia de segunda


instancia y a juicio de esta Sala son determinantes para concluir, precisamente
en lo que debía, a juicio de la sentencia cuestionada, probarse en el proceso
de nulidad para poder demostrar la motivación oculta del acto administrativo
que declaró la insubsistencia del cargo de la accionante.

Visto lo anterior, es posible afirmar que el fallo atacado, negó la valoración de


una prueba relevante para identificar la veracidad de los hechos puestos a su
conocimiento. Si en la lógica del fallo demandado, la prueba no existía en el
expediente, si estaba contenida en un anexo, o no aparecía físicamente, pero
sí estaba mencionada, referida y valorada tanto por la demanda, como por la
providencia de primera instancia, al punto de ser un documento axial del fallo
del a quo, no cumplió la sentencia acusada con agotar los medios necesarios
para recoger, siquiera sumariamente, prueba de los supuestos fácticos que le
habían presentado a su consideración los interesados en el proceso de
nulidad y restablecimiento. Se insiste entonces, en que se incurrió en defecto
fáctico en su dimensión omisiva, vulnerando de la misma manera el debido
proceso de la accionante.

Los defectos del análisis probatorio, no menos que la falta de relación entre lo
probado y lo decidido, vulneran de manera ostensible el debido proceso 577 y
constituyen irregularidades de tal magnitud que representan vías de hecho,
como ya se indicó. Es el caso de la sentencia cuestionada, que se apartó por
alguna circunstancia del material probatorio, no lo evaluó en su integridad, lo
ignoró y plasmó en su sentencia un supuesto diferente al que le ofrecía el
bloque de pruebas. Por los hechos relatados, se comprobó que el acervo
probatorio fue analizado de manera que de ser tenida en cuenta la prueba en
comento, cambiaría el sentido del fallo atacado.

Es claro entonces, que el juicio valorativo de la prueba que la sentencia no


analizó es de tal entidad que cambia el sentido del fallo: (i) porque es una
prueba concluyente en la demostración de la posible desviación de poder que
se alegaba en el proceso de nulidad y (ii) amén de lo anterior, es la prueba
que la sentencia atacada construye como hipótesis para demostrar el desvío
de poder, por ello, no existe duda de que era un documento determinante en

576 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.


577 Sentencia T-100 de 1998 M.P. José Gregorio Hernández.
277
las resultas del proceso de nulidad y restablecimiento que se discutía en
segunda instancia en el Consejo de Estado. En consecuencia, al pie de la
jurisprudencia de esta Corporación, se configuró una vía de hecho en tanto la
falta de consideración de un medio probatorio conlleva una vía de hecho
siempre y cuando ésta determine un cambio en el sentido del fallo. 578

La paradoja que revela este caso, es que la Magistrada conductora del


proceso no practicó una prueba que justamente echa de menos, y que, se
repite, según su opinión era la manera como la accionante podía armar el
soporte de su pretensión. Sin embargo, omitió su valoración pues al parecer,
no detectó la existencia del documento dentro del expediente o dentro de sus
anexos y el fallo terminó afectado los derechos de la accionante. Fuerza
concluir que en muchas ocasiones, no sólo las fallas judiciales que devienen
por una voluntaria desviación de los preceptos legales y constitucionales por
parte de un juez579, pueden resultar en una “vía de hecho”, si no que quien
administra justicia puede desviarse de los derroteros anteriormente anotados
cuando, sin que medie voluntad alguna de hacerlo, sin que su conciencia se
encuentre dirigida a provocar la violación del debido proceso, por negligencia,
descuido o desidia, falte a las normas aplicables a cada caso, aplique un
procedimiento indebido, no decrete o ignore una prueba practicada, o dicte
sentencia sin estar legitimado por la ley para ello, tales errores resultan
obviamente en una violación al debido proceso que merece igualmente
ampararse.580

Ahora bien, la negativa a la práctica y valoración de pruebas sólo puede


obedecer a la circunstancia de que ellas no conduzcan a establecer la verdad
sobre los hechos materia del proceso o que estén legalmente prohibidas o
sean ineficaces o versen sobre hechos notoriamente impertinentes o se las
considere manifiestamente superfluas; pero a juicio de esta Corte, la
impertinencia, inutilidad y extralimitación en la práctica y estudio de la prueba
debe ser objetivamente analizada por el fallador y ser evidente, pues el
rechazo de una prueba que legalmente sea conducente constituye una
violación del derecho de defensa y del debido proceso. 581 En este caso, se
reitera, la prueba no valorada, era la que contenía los dos hechos que la
propia sentencia atacada exigía como probados: que la demandante negara
un concepto favorable para adjudicar la licitación y que dicha adjudicación no
tenía piso jurídico.

Es cierto que la escasa actividad probatoria per se no conduce a una vía de


hecho. Por esa razón, el cargo endilgado a la sentencia del Consejo de Estado
no es su precario análisis probatorio, pues en muchas ocasiones pese a la
orfandad de las pruebas, no se alcanza a constituir una vía de hecho, porque
del examen de la providencia judicial cuestionada, puede derivarse que de las
pruebas obrantes en el expediente, se tomó la decisión que se ajustaba a la
evidencia del proceso. Sin embargo, es precisamente la evidencia del proceso
la que en este caso no se ajusta a la ley, porque consta en el proceso : (i) la
prueba presentada por la demandante, identificada en un cuaderno y allegada
578 Sentencia T-550 de 2002.
579 Caso que también se encuentra penado por nuestro ordenamiento penal.
580 Sentencia T-564 de 2005 Jaime Araujo Rentería.
581 Sentencia T-393 de 1994 M.P Antonio Barrera Carbonell.
278
al expediente; (ii) el análisis que de esa prueba hizo la sentencia de
primera instancia proferida por el Tribunal Administrativo; (iii) el estudio
que de la misma situación hizo la providencia de la Procuradora Delegada que
igualmente solicitó la confirmación del fallo de primer grado y (iv) el carácter
definitivo que tenía la prueba no valorada, dentro del proceso de nulidad y
restablecimiento.

Finalmente sea del caso señalar que la accionante no cuenta con otro
mecanismo judicial, para solicitar la protección de sus derechos al debido
proceso y acceso a la administración de justicia, en tanto que en la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho cuya sentencia se demanda, se surtió
el trámite de segunda instancia, y el fallo que la resolvió se encuentra en firme.
Es claro que los recursos de revisión y súplica no tenían cabida para los
supuestos de este caso por cuanto las causales previstas para ello no le eran
predicables a las circunstancias de la peticionaria.

T-170 DE 2006582. DEBIDO PROCESO EN CASO DE EMPLEADO


NOMBRADO EN PROVISIONALIDAD EN CARGO DE CARRERA
ADMINISTRATIVA.

De lo expuesto se puede afirmar que el sistema de carrera, de que tratan los


artículos 125 y 253 de la Carta Política, desarrollados por los artículos 156 a
175 de la Ley 270 de 1996, los Decretos 2699 de 1991 y 261 de 2000 y en la
actualidad por la Ley 938 de 2004583, propende porque las funciones que el
ordenamiento superior y la ley confían a los servidores vinculados a la Fiscalía
General de la Nación se realicen con fundamento en los principios de eficacia
y eficiencia, al servicio del interés general, para lo cual los nominadores no
pueden vincular al servicio sino a los más capacitados, quienes gozan de
estabilidad laboral, fundada en su desempeño individual, la que no se ve
aminorada porque las designaciones, de manera excepcional y por razones
del servicio, lo sean en provisionalidad.

Parámetros éstos que, como se dijo, los nominadores estuvieron en el deber


de observar desde los inicios de la entidad, según lo preceptuaron los artículos
transitorios 5° y 27 del ordenamiento superior, realizando así en la Fiscalía
General de la Nación el postulado constitucional de la igualdad, el principio
mínimo fundamental de estabilidad que deberá estar presente en toda relación
laboral y la vigencia de un orden justo. Por cuanto la selección y permanencia
por méritos, a la par que ofrece a los asociados iguales e irrenunciables
oportunidades para acceder a los empleos en los órganos y entidades del
Estado, comporta que las labores encomendadas se desarrollen por los más
capaces y sin interrupción, con fundamento en los principios que orientan el
ejercicio de las funciones públicas –artículo 209 C.P.-584.

582 M.P. Alvaro Tafur Galvis.


583 El artículo 70 de la Ley 938 de 2004, dispone sobre los nombramientos en la Fiscalía General de la Nación: “La
provisión de un cargo de carrera se efectuará mediante nombramiento en propiedad, una vez superado el período de
prueba. Cuando ello no fuere posible, se procederá al nombramiento mediante la figura de encargo, atendiendo al lleno de
los requisitos y al perfil del cargo respectivo.
Excepcionalmente, cuando no fuere posible proveer dicho cargo en la forma anteriormente descrita, se procederá al
nombramiento en provisionalidad, el cual en ningún caso generará derechos de carrera”.
584 Sentencia C-195 de 1994 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa, sobre los parámetros que deben seguirse para determinar en la

administración los cargos de libre nombramiento y remoción como una excepción debidamente justificada.
279

Se aprecia, entonces, que así como claras razones de interés general


indican que el mérito determina el acceso y el desempeño de las funciones o
cargos públicos, con las excepciones señaladas en la Constitución y reguladas
en la ley, las mismas razones indican que mientras se convocan y adelantan
los procesos de selección, los nominadores tienen que contar con
mecanismos que les permitan garantizar la continuidad en el cumplimiento de
las funciones encomendadas, sin desvirtuar dichos procesos.

Dentro del anterior contexto y con miras a evitar que se desconozcan las
previsiones constitucionales sobre el acceso a los empleos públicos por
méritos y se trunquen en consecuencia los propósitos antes anotados, la
jurisprudencia constitucional se ha referido con insistencia al carácter
excepcional de las designaciones en encargo o en provisionalidad, destacando
sus diferencias con las designaciones en propiedad, al igual que el carácter
reglado y esencialmente temporal de las mismas. Por ello en reciente decisión
esta Corte definió el mecanismo como “una forma de vinculación laboral con el
Estado de carácter precario, mediante la cual, sin mediar un concurso de
méritos, se surte un cargo de carrera administrativa pero sin encontrarse
inscrito en ella ni gozar de los derechos que la misma otorga” 585.

La necesaria motivación de los actos de desvinculación de personas en


provisionalidad en la Fiscalía General de la Nación. Síntesis de jurisprudencia.

El estado del régimen de carrera en la Fiscalía General de la Nación ha sido


advertido en varias sentencias de tutela, concedidas por esta Corte de manera
transitoria586, al establecer cómo la entidad declara insubsistentes las
designaciones en cargos de carrera, desconociendo el Estatuto que rige el
funcionamiento de la entidad y lesionando en grave forma los derechos
fundamentales de los servidores –artículo 13, 40 y 29 C.P.

En decisiones recientes, las Salas Cuarta 587, Sexta588, Segunda589 y Primera


de Revisión590, en armonía con la consistente y reiterada jurisprudencia
585 Sentencia C-733 de 2005 M.P. Clara Inés Vargas Hernández. En esta oportunidad la Corte declaró inexequible el
artículo 56 de la Ley 909 de 2004, como quiera que “(..) todos los aspirantes deben concursar en igualdad de condiciones
aún respecto de quienes ocupan los cargos en provisionalidad, los que por tal condición no pueden ser tratados con
privilegios o ventajas, así como tampoco con desventajas, en relación con el cargo que ocupan y al cual aspiran”.
586
Al respecto el siguiente aparte de la sentencia T-131 de 2005 M.P. Jaime Córdoba Triviño: “(..)cuando lo pretendido es
lograr que por vía de tutela se reintegre a un trabajador a su cargo, esta Corporación ha sido igualmente muy clara en
señalar que la acción de nulidad y restablecimiento del derecho promovida ante la jurisdicción contencioso administrativa,
es la vía judicial por naturaleza para resolver esta petición. Sin embargo, sólo en el evento en que los derechos
fundamentales afectados con dicha desvinculación se encuentren expuestos a un perjuicio irremediable, será la acción de
tutela el mecanismo judicial idóneo para protegerlos de manera transitoria. Pero, recordemos que para considerar que
existe un perjuicio irremediable, deberán coincidir elementos como la inminencia, la impostergabilidad y la gravedad del
peligro que se cierne sobre los derechos fundamentales, y por ello estos requieren de un remedio urgente y eficaz que
garantice la protección de los mismos”. En igual sentido la sentencia T-1011 de 2003 M.P. Eduardo Montealegre Lynett,.
En esta oportunidad la Sala Séptima de Revisión negó por improcedente la acción de tutela impetrada contra una
Resolución de insubsistencia dictada por el Fiscal General de la Nación, sin perjuicio de la falta de motivación del acto,
como quiera que “además de contar con otro mecanismo de defensa judicial, no se vislumbra la posibilidad de que el actor
esté avocado a sufrir un perjuicio irremediable”.
587 Sentencia T-031 de 2005 M.P. Jaime Córdoba Triviño, refiere la decisión, entre otros hechos, que el actor se vinculó a la

Fiscalía General de la Nación “desde el 21 de enero de 1996 como escolta mediante Resolución No. 0-2821 de diciembre
6 de 1995 (..)” y mediante Resolución del 21 de octubre de 2003 su designación fue declarada insubsistente (..), señalando
además a partir de cuándo dicha resolución tiene vigencia. La brevedad del acto hace más evidente la ausencia de una
motivación para su expedición”.
588 Sentencia T-161 de 2005 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra. En esta providencia la Corte resolvió “DEJAR SIN
EFECTOS la Resolución STGR 03839 del 26 de abril de 2004 mediante la cual se declaró insubsistente el nombramiento
de Carlos Iván Mejía Abello en el cargo de Fiscal Delegado ante los Jueces Penales del Circuito Especializados, Unidad
280
constitucional en la materia, se pronunciaron sobre la violación de los
derechos fundamentales de las personas vinculadas a la Fiscalía General
de la Nación en cargos de carrera, declaradas insubsistentes, disponiendo su
reintegro, “al cargo que ocupaba antes de su desvinculación o a otro de
iguales características”591, previa la nulidad del acto administrativo expedido
sin motivación.

Como puede apreciarse la ratio juris de la reiterada jurisprudencia de esta


Corte que se trae a colación y que exige la motivación del acto de retiro es
aplicable siempre que el retiro del servicio tenga que ver con cargos de
carrera, sin que para el efecto interese que la designación lo hubiere sido en
propiedad o en provisionalidad, en cuanto la estabilidad en los órganos y
entidades del Estado prevista en los artículos 53, 125, 253 de la Carta Política
y la prestación de las funciones públicas con fundamento en los principios
constitucionales de la igualdad, moralidad, eficacia, economía, imparcialidad y
publicidad, en los términos de los artículos 13 y 209 constitucionales, obligan a
los nominadores a tener presentes el mérito y las calidades personales para
resolver sobre el ingreso, el ascenso y la permanencia en los cargos de
carrera.

No cabe duda entonces que la falta de motivación del acto que retira del
servicio a una persona que ocupa un cargo de carrera así sea en
provisionalidad, quebranta el artículo 29 de la Carta Política, en cuanto el
ordenamiento constitucional garantiza el debido proceso, lo que presupone
que el afectado fue enterado y pudo actuar en el procedimiento previo a su
retiro y conoce las razones que lo motivaron, de manera que podrá ejercer con
autoridad los recursos592.

Parece claro, entonces, que ante una declaratoria de insubsistencia no


motivada corresponde a la jurisdicción de lo contencioso administrativo
restablecer el derecho del afectado al debido proceso, orientado a la nulidad
del acto y su reintegro 593, como quiera que la acción de tutela ha sido prevista

Nacional de Fiscalía Antinarcóticos y de Interdicción Marítima y, en su lugar, ORDENAR al Fiscal General de la Nación
que, si aún no lo ha hecho, en el término de cuarenta y ocho (48) horas a partir de la notificación de esta sentencia, expida
una nueva resolución motivada”.
589 Mediante sentencia T-392 de 2005 M.P. Alfredo Beltrán Sierra la Corte ordenó a la Fiscalía General de la Nación

“DEJAR SIN EFECTOS la Resolución No.02091 del 18 de mayo de 2004, por medio de la cual se desvinculó (..) del cargo
de Fiscal Delegado ante los Jueces del Circuito que desempeñaba en calidad de provisionalidad”.
590 Sentencia T-267 de 2005 M.P. Jaime Araujo Rentería. Reseña la sentencia en cita que mediante “Resolución No.1387

del 26 de junio de 1996, la señora (..) fue vinculada en provisionalidad a la Fiscalía General de la Nación como Fiscal
Delegado ante los Jueces Penales y Promiscuos Municipales de la Dirección Seccional de Fiscalías de Barranquilla;
vinculación que se mantuvo hasta el 1° de julio de 2004, cuando se le notificó la Resolución No. 2539 del 10 de junio de
2004 por la cual el Fiscal General de la Nación declaró insubsistente su nombramiento. Agrega la decisión que según
refiere la actora “su desvinculación se produjo cuando se encontraba en una incapacidad de 10 días como consecuencia
de un accidente laboral que sufrió en el año 2000, el cual, además, la colocó en una situación de debilidad manifiesta
puesto que le produjo traumatismos en la columna vertebral que le representan limitaciones para su locomoción. Además,
alega que es madre cabeza de familia porque se encuentra separada y su hijo (..), depende (sic) económicamente de ella
cuando se le notificó la Resolución No. 2539 del 10 de junio de 2004 por la cual el Fiscal General de la Nación declaró
insubsistente su nombramiento”.
591 Idem
592 Sentencia SU-250 de 1998 –nota 41-.
593“La Acción de Nulidad y Restablecimiento del Derecho, es el instrumento jurídico específico que puede utilizar el actor

para solicitar de la Jurisdicción Contencioso Administrativo la declaratoria de nulidad del acto administrativo; esto es, p ara
plantear su pretensión orientada a la pérdida de su eficacia jurídica por la ocurrencia de un vicio que afecta su validez
(ilegalidad, incompetencia, forma irregular, etc..) y que, en consecuencia, se le restablezca en su derecho o se le repa re
el daño (..) Esta acción tiene por objeto la protección directa de los derechos subjetivos de la persona amparados en una
norma jurídica y desconocidos por el acto administrativo. En ella se le brindan al actor todas las posibilidades probatorias
281
como un mecanismo judicial que procede cuando no se tiene otro
instrumento para el restablecimiento de los derechos fundamentales o
como mecanismo transitorio para evitar la ocurrencia de un perjuicio
irremediable.

Sin embargo cabe considerar la hipótesis de que no obstante la utilización de


la acción que corresponde, la jurisdicción competente opte por no decretar la
nulidad omitiendo proyectar en su decisión los dictados constitucionales,
evento en el cual, ante la invocación de amparo, corresponde al juez de tutela
proteger los derechos fundamentales vulnerados 594.

Ahora bien como se desprende de las consideraciones preliminares de esta


providencia puede afirmarse que la acción que se revisa es procedente,
habida cuenta que el actor reclama sobre una providencia respecto de la cual
no cabe ningún recurso y de conformidad con lo previsto en el artículo 86
superior toda persona tiene acción de tutela para reclamar contra la
vulneración de sus derechos fundamentales, cualquiera fuere la autoridad
pública que los desconozca, siempre que el ordenamiento no cuente con un
procedimiento eficaz para el efecto595.

Las pretensiones del actor se orientan al restablecimiento de sus derechos


fundamentales a la igualdad, al trabajo y al debido proceso, en razón de que la
Fiscalía General de la Nación declaró insubsistente su designación en el cargo
de Fiscal de la localidad de Sahagún y la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado infirmó la decisión que declaraba la
nulidad del acto y disponía su reintegro a la entidad, a título de
restablecimiento.

Ahora bien, no cabe duda que el cargo de Fiscal Delegado ante Jueces
Municipales y Promiscuos de la Dirección Seccional de Fiscalías que ocupaba
el actor es un cargo de carrera dado que i) el artículo 130 de la Ley 270 de
1996 lo dispone expresamente, ii) así lo establecía el artículo 106 del Decreto
261 de 2000 aplicable al actor al momento de su incorporación y iii) en similar
sentido se señala en el artículo 59 de la Ley 938 de 2004.

Está probado además que el Fiscal General de la Nación desvinculó al actor


del servicio mediante acto sin motivación y sin actuación previa y es claro
también que la Fiscalía justifica la omisión en que “si bien es cierto que el
actor para ingresar a la Fiscalía presentó examen, también es verdadero que
él se sometió a las reglas del mismo, y en el formato del concurso consta que
dicho examen no fue para ingresar a la carrera.”

para que demuestre la ilicitud del acto acusado y logre que se le restablezca en su derecho o se le r epare el daño” –
sentencia T-343 de 2001 M.P. Rodrigo Escobar Gil-.
594 Al respecto consultar entre otras las sentencias C-131 de 1993 M.P. Alejandro Martínez Caballero, C-083 de 1995 M.P.

Carlos Gaviria Díaz, SU-047 de 1999 M(s) P(s) Carlos Gaviria Díaz y Alejandro Martínez Caballero y C-739 de 2001 M.P.
Alvaro Tafur Galvis.
595
Respecto de la derogatoria del artículo 194 del Código Contencioso Administrativo, que preveía la posibilidad de recurrir
en súplica ante la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado contra las sentencias ejecutoriadas
dictadas por cualquiera de las Secciones o Subsecciones de la Corporación, por violación directa de normas sustanciales,
consultar la Ley 954 de 2005.
282
Ahora bien, independientemente de los efectos que el Fiscal General haya
resuelto darle a la convocatoria pública realizada por la entidad y atendida
por el actor a principios de 1994, lo cierto es que para proceder a desvincular
al actor del cargo que ocupaba era necesario proferir un acto motivado.

Lo anterior porque -como como se desprende de los apartes preliminares de


esta sentencia y de la síntesis de jurisprudencia en ella efectuada- las
actuaciones del Fiscal General relativas al retiro del servicio comprometen, en
si mismas, los derechos fundamentales del servidor a la igualdad en el
desempeño de cargos y funciones públicas, al trabajo y al debido proceso –
artículos 13, 40, 53 y 29 C.P.- por lo que deben ser motivadas. 596

- la motivación de los actos administrativos “(..) se orienta al convencimiento


de las partes , eliminando cualquier arbitrariedad y facilitando el saber por qué
se tomó la decisión respectiva, lo cual permite la viabilidad de los recursos (..)
pone de manifiesto la vinculación de la Administración al ordenamiento
jurídico (..) también permite el control de la actividad administrativa por parte
de la opinión pública (..)”597.

- la falta de motivación del “acto del Estado que retira del servicio a una
persona nombrada en interinidad porque aún no se han hecho los concursos
para ingresar a la carrera, es una omisión en contra del derecho porque la
motivación es necesaria para el control de los actos administrativos que
facilita la función revisora de lo contencioso-administrativo, y, por ende, la falta
de motivación se convierte en un obstáculo para el efectivo acceso a la
justicia (artículo 229)” 598.

-la “actitud de retirar a una persona del cargo, sin motivar el acto
administrativo correspondiente, ubica al afectado en indefensión”-599.

- “mientras no se configure una justa causa disciplinaria o se convoque el


respectivo concurso de méritos y se provea el cargo mediante tal sistema, un
empleado que ocupe en forma provisional un cargo de carrera no puede ser
separado del mismo en tanto ese hecho pueda atentar contra derechos
fundamentales de la persona, como también compagina con el pensamiento
de la Corporación en cuanto a que la estabilidad laboral, que si bien en si
misma no es un derecho fundamental, no se reduce por el solo hecho de que
el empleado ocupe el cargo en provisionalidad” 600.

Por consiguiente esta Sala tutelará los derechos fundamentales del actor a la
igualdad, al trabajo y al debido proceso porque la Fiscalía General de la
Nación lo desvinculó mediante un acto sin motivación y sin permitirle
contradecir y probar en contra de la decisión, sin que para el efecto interese
que la designación lo hubiere sido en propiedad o en provisionalidad y sin que
596 Ver entre otras las sentencias SU-250/98 M.P. Alejandro Martínez Caballero, T-884/02 M.P. Clara Inés Vargas
Hernández, T-1216/04 M.P. Jaime Araujo Rentería, T-031/05 M.P. Jaime Córdoba Triviño, T-161/05 M.P. Marco Gerardo
Monroy Cabra, T-267/05 M.P. Jaime Araujo Rentería, T-392/05 M.P. Alfredo Beltrán Sierra, T-123/05 M.P. Alvaro tafur
Galvis.
597 Ibidem.
598 Ibidem.
599 Ibidem.
600 Sentencia T-884 de 2002 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
283
resulte necesario entrar a considerar la situación de quienes como el señor
Johny Romero Cardona, estando en similares condiciones que el actor, en
cuanto a condiciones de ingreso y retiro con violación del debido proceso, fue
reintegrado a su cargo previa decisión de la jurisdicción contencioso
administrativa, dado que para conceder la protección que el actor demanda
basta considerar las disposiciones constitucionales que rigen el retiro con
sujeción al debido proceso en los cargos y entidades del Estado en general y
en la Fiscalía General de la Nación en particular –artículos 2°, 6°, 13, 29, 125 y
253 C.P.

Se observa entonces que con el propósito de restablecer los derechos


fundamentales del actor a la igualdad, al debido proceso y al trabajo y
reafirmar la jurisprudencia constitucional relativa i) al carácter reglado y la
necesaria motivación de las actuaciones administrativas que deciden el retiro
del servicio -haya sido la designación en propiedad o en provisionalidad- y ii)
atinente al deber ineludible de hacer realidad la garantías constitucionales,
siempre que se trate de resolver sobre el retiro de un servidor, esta Corte
dejará sin efecto la providencia proferida el 2 de septiembre de 2003 por la
Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado para
resolver el recurso de súplica y declarar ejecutoriado y en firme el fallo
adoptado por la Subsección B de la Sección Segunda de la Sala de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado del 23 de Septiembre de
1999 dictado dentro del proceso de Nulidad y Restablecimiento del Derecho
promovido por Antonio Musiri Gutiérrez contra la Fiscalía General de la
Nación.

T-1072 DE 2006601. DEBIDO PROCESO, DEFENSA TÉCNICA Y LIBERTAD


DE PERSONA CONDENADA A PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD SIN
BENEFICIO DE EXCARCELACIÓN QUE FUE JUZGADA COMO REO
AUSENTE SIN HABER CONTADO CON UNA DEBIDA DEFENSA TÉCNICA
AL SER NOMBRADO UN DEFENSOR DE OFICIO QUE NO ERA ABOGADO.

En ninguna parte de las copias que fueron allegadas a este proceso, aparece
referido o consta que el tal defensor hubiere exhibido tarjeta profesional, ni se
cita número alguno. En cambio, como lo certificó la Unidad de Registro
Nacional de Abogados, el señor …, “no se encuentra inscrito como abogado y
tampoco se le ha expedido tarjeta profesional.”

Tampoco se constató que el aludido … poseyera licencia provisional de


abogado, ni actuare como estudiante adscrito a consultorio jurídico,
debidamente facultado.

Si bien la Sala de Casación Penal ha considerado que “no siempre que se


constate que el ejercicio de la defensa técnica ha sido confiada a una persona
que no se encuentra autorizada por la ley, tal irregularidad conllevará
necesariamente la declaratoria de nulidad”, tratándose de una situación como
la ahora considerada, en la misma providencia (sentencia de fecha octubre 19
de 2006, en casación N° 22432, M. P. Javier Zapata Ortiz) agregó:

601M.P. Nilsón Pinilla Pinilla.


284

“Luego, se presenta una de las situaciones a que hizo referencia la


Sala precedentemente, relativas a las falencias que dan lugar a la
vulneración del derecho a la garantía constitucional de la defensa técnica,
relativa a que la persona que actúe como defensor del imputado o
procesado debe tener la condición de abogado, cuya omisión por sí sola
constituye una grave afectación para el derecho a la defensa técnica que
impone la declaratoria de nulidad, en cuanto, los funcionarios judiciales
no le aseguraron los servicios de una persona versada en el conocimiento
de la ley, de los procedimientos y derechos que asistían al inculpado,
frente al ejercicio de la facultad punitiva del Estado.” (No está en negrilla
en el texto original.)

No puede aceptarse que haya sido el mismo Estado, a través de una Fiscalía
Local, quien no encomiende la defensa técnica a un profesional autorizado
para asumirla, viciando de nulidad cualquier acto que se haya ejercido con la
asistencia de quien no tiene la calidad de abogado, pero como entre tales
actos se encuentra la propia vinculación del sindicado, como persona ausente
a partir de allí se afecta todo el proceso, por el vicio desde la misma
vinculación, debiendo declararse la nulidad de todo lo actuado desde allí, con
la excepción de las pruebas incorporadas, en el entendido de que puedan ser
objeto de contradicción por la verdadera defensa técnica que se establezca.

En otras palabras, las actuaciones realizadas en el proceso penal seguido por


la Unidad de Fiscalías Delegadas ante los Juzgados Promiscuos Municipales
de Manzanares, Pensilvania y Marquetalia y luego por el Juzgado Promiscuo
Municipal de Marquetalia, con el falso “defensor” …, en el proceso que se
adelantó en ausencia, por la conducta punible de hurto calificado y agravado,
son nulas de pleno derecho (inciso final del artículo 29 de la Constitución).

En síntesis, como se le han vulnerado los derechos al debido proceso, a la


defensa técnica y, consecuencialmente, a la libertad …, toda vez que en el
proceso seguido en su contra se le designó por parte de la Fiscalía como
defensor de oficio a una persona que no es abogado graduado, ni estudiante
inscrito en consultorio jurídico acreditado, ni tenía licencia provisional, quien
no ostentaba por tanto las calidades científico jurídicas para ejercer una
defensa técnica, lo cual constituye una grave y ostensible vía de hecho, esta
Sala de Revisión tomará las siguientes determinaciones.
285

NO ADMISION A TRAMITE DE LAS ACCIONES DE TUTELA CONTRA


LAS PROPIAS DECISIONES DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA Y EL
CONSEJO DE ESTADO

Competencia de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria de los consejos


Seccional y Superior de la Judicatura para conocer de la presente acción
de tutela ante la renuencia de la Sección Primera del Consejo de Estado
que dispuso su rechazo 602.

Hace más de tres (3) años, la Corte Constitucional se vio abocada a proferir el
auto 004 del 3 de febrero de 2004, posteriormente reiterado en las sentencias
T-272 de 2005603, T-469 de 2005604, T-642 de 2005605 y T-016 de 2006606,
atendiendo la petición elevada por más de cincuenta (50) ciudadanos en la
cual manifestaban a esta Corporación su preocupación porque las distintas
salas de casación de la Corte Suprema de Justicia no admitían a trámite las
acciones de tutela que se presentaban contra sus decisiones y tampoco
enviaban la correspondiente actuación a la Corte Constitucional para la
eventual revisión. La Corte incluso procedió a solicitar la actuación
correspondiente, sin embargo, las distintas salas de casación se negaron a
enviarla.

Ello motivó que la Corte Constitucional, como máximo órgano de la jurisdicción


constitucional (inciso 1 del artículo 241 de la Constitución), a fin de impedir
que continuara la violación de los derechos constitucionales de los ciudadanos
y no quedaran sin solución alguna las solicitudes de tutela presentadas,
concretamente para garantizar el derecho de acceso a la administración de
justicia y la tutela judicial efectiva de los derechos fundamentales, resolviera
que los ciudadanos “tienen el derecho de acudir ante cualquier juez
(unipersonal o colegiado), incluyendo una Corporación de igual jerarquía a la
Corte Suprema de Justicia, para reclamar mediante una acción de tutela la
protección del derecho fundamental que consideran violado con la actuación
de una Sala de Casación de dicha Corte”. Como fundamentos de dicha
determinación, la Corte Constitucional expuso:

“Por lo tanto, si la Constitución Política (art. 86), el Decreto 2591 de 1991


(art. 1º), y el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, establecen que la
tutela procede contra cualquier autoridad pública y no solo en contra de
las autoridades administrativas, y así lo han reiterado la Corte
Constitucional en sus sentencias sobre la procedencia de la tutela contra
providencias judiciales por vía de hecho y el Consejo de Estado en la
sentencia anteriormente citada, es evidente que lo resuelto por las
diferentes Salas de Casación de la Corte Suprema de Justicia al no
admitir a trámite las acciones de tutela que interponen las personas contra
providencia judicial proferida por una Sala de dicha Corporación, les
vulnera su derecho constitucional fundamental de acceso a la
602 T-117 DE 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
603 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
604 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
605 M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
606 M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
286
administración de justicia (C.N., art. 229) y a obtener la tutela judicial
efectiva de sus derechos fundamentales, de conformidad con los
Tratados Internacionales (Convención Americana de Derechos Humanos,
art. 25), y las Opiniones Consultivas de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (OC-11/90, OC-16/99).

Pese a lo anterior, no es posible, como regla general, que la respectiva
Sala de Selección disponga lo pertinente sin que las tutelas hubieren
surtido el trámite propio de las instancias.

En estos casos entonces, con fundamento en el artículo 37 del decreto


2591 de 1991, que dispone que son competentes para conocer de la
acción de tutela, a prevención, los jueces o tribunales con jurisdicción en
el lugar donde ocurriere la violación o la amenaza que motivaren la
presentación de la solicitud, y con el fin de que las personas logren que
se pueda disponer lo pertinente en relación con la revisión de dichas
acciones de tutela, los accionantes tienen el derecho de acudir ante
cualquier juez (unipersonal o colegiado), incluida otra Corporación de
igual jerarquía, solicitando la tutela del derecho fundamental que
consideran violado. Es claro que el juez escogido por el actor o actores no
podrá suscitar conflicto de competencia con la Corte Suprema de Justicia
pues es la autoridad que ya con anterioridad ha resuelto no admitir su
trámite.

Tampoco podrá negarse la tutela respectiva con fundamento en la


temeridad o mala fe del accionante, por cuanto para estos casos, al no
existir una decisión de fondo, la vulneración sobreviniente del derecho de
acceso a la administración de justicia justifica la nueva interposición de la
acción de tutela.

Finalmente, es necesario dar un tratamiento igual a otros ciudadanos que


puedan encontrarse en la misma situación aquí advertida. Por ello, para
los casos en que exista la misma situación de vulneración del derecho
fundamental de acceso a la administración de justicia y la no tutela judicial
efectiva de sus derechos fundamentales, los ciudadanos tienen el
derecho de acudir ante cualquier juez (unipersonal o colegiado),
incluyendo una Corporación de igual jerarquía a la Corte Suprema de
Justicia, para reclamar mediante una acción de tutela la protección del
derecho fundamental que consideran violado con la actuación de una
Sala de casación de la Corte Suprema de Justicia.”

Por consiguiente, la Corte estableció que las acciones de tutela presentadas


contra providencias judiciales de las altas corporaciones judiciales que fueran
objeto de rechazo por el mismo órgano, permite a cualquier ciudadano su
nueva presentación ante cualquier juez incluyendo una Corporación de igual
jerarquía a la Corte Suprema o al Consejo de Estado, como la Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Seccional o Superior de la Judicatura,
para así cumplir con los fines esenciales del Estado como el “garantizar la
287
efectividad de los …derechos…consagrados en la Constitución” (art. 2 de
la Carta).

Tampoco debe olvidarse que conforme a los tratados internacionales de


derechos humanos que hacen parte del bloque de constitucionalidad estricto
sensu, como la Declaración Universal de Derechos Humanos 607, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos608 y la Convención Americana de
Derechos Humanos609, la acción de tutela constituye per se un derecho
fundamental, por lo que la negativa a darle trámite por parte de los máximos
órganos de la jurisdicción ordinaria y contencioso administrativa, implica a su
vez la violación de un derecho fundamental, como lo es gozar de un recurso
judicial efectivo para la garantía de los demás derechos fundamentales 610.

Además, la resolución de las acciones de tutela debe darse generalmente a


través de fallos judiciales en los cuales habrá de resolverse sobre la
concesión, negación o improcedencia de la acción, por lo que cualquier otro
tipo de decisión no resulta en principio conforme al mandato constitucional del
artículo 86 y desconoce el deber constitucional de administrar justicia 611.

En consecuencia, atendiendo que en el presente caso la Sección Primera del


Consejo de Estado procedió en auto del 7 de abril de 2006 a rechazar la
acción de tutela, su conducta legitimó constitucionalmente a la Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Seccional y Superior de la Judicatura
para entrar a conocer y resolver esta acción de tutela para garantía de los
derechos de acceso a la administración de justicia y la tutela judicial efectiva
de los derechos fundamentales.

607 Art. 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
608 Art. 2. 3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona

cuyos derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo,
aun cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales.
609 Art. 25. Artículo 25. Protección Judicial. 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro

recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
610 Véase la sentencia C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
611 Consúltese a este efecto la sentencia T-272 de 2005. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
288

DECISION COMPLEMENTARIA O SENTENCIA DE REEMPLAZO


ADOPTADA POR LA CORTE CONSTITUCIONAL AL ESTAR EN CAPACIDAD
DE HACER CUMPLIR SUS PROPIAS ORDENES CUANDO HAN SIDO
DESACATADAS. RECONOCIMIENTO DE PLENO VALOR DE DECISION
PROFERIDA POR EL JUEZ DE TUTELA (TRIBUNAL).

Auto 010 de 2004612

Intervención y adopción de decisiones directamente por la Corte


Constitucional que aseguren el cumplimiento de sus fallos ante
renuencia de la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia

Los fallos de tutela. Su cumplimiento y el procedimiento para hacerlos


efectivos. Según lo ha venido señalando esta Corporación, aun cuando el
artículo 86 Superior le otorgue a la acción de tutela un carácter subsidiario y
residual frente a los medios ordinarios de defensa, la misma se constituye en
el principal y más efectivo mecanismo de protección de los derechos
constitucionales fundamentales y de los directamente conexos con éstos, no
solo por el hecho de haber sido concebida con el propósito específico de
garantizar la vigencia efectiva de tales derechos, sino además, por las
condiciones especiales que el ordenamiento jurídico le ha reconocido para
asegurar su eficaz ejercicio y desarrollo. La consagración de la acción de
tutela, como medio judicial especial para la defensa de los derechos y
libertades fundamentales de los nacionales y extranjeros en Colombia, ha
venido a constituir, sin lugar a dudas, una de las innovaciones y de los logros
más importantes atribuidos a la reforma constitucional de 1991. Las
condiciones en que ha sido concebida buscan garantizar que, en forma ágil y
oportuna, el funcionamiento del Estado se de dentro de las pautas trazadas
por la voluntad constituyente, evitando que las autoridades públicas utilicen el
poder para servir a intereses que no sean los propios de la comunidad y de
cada uno de sus miembros, desconociendo las garantías ciudadanas
reconocidas por la Constitución.

Como es sabido, por disposición del constituyente, el objeto de la acción de


tutela se concentra en brindar una protección “inmediata” de los derechos
fundamentales, cuando éstos han sido violados o amenazados por “cualquier
autoridad pública” o por los particulares en los casos que determine la ley.
Examinada desde esa óptica, comporta el medio judicial expedito para
salvaguardar tales garantías del uso arbitrario del poder, sin que resulte
relevante la autoridad de la cual procede la afectación - administrativa,
legislativa o judicial -, ya que el amparo constitucional es predicable de todos
los servidores del Estado sin excepción, e incluso, según se expresó, de
ciertos particulares. Para cumplir su finalidad, la propia Constitución Política
(art. 86) establece como reglas básicas, las siguientes: (i) que el procedimiento
que corresponde a esta acción sea preferente y sumario; (ii) que la acción
pueda ser interpuesta directamente por la persona afectada o por quien actúe
a su nombre; (iii) que pueda promoverse en todo momento y lugar ante

612 M.P. Rodrigo Escobar Gil.


289
cualquier juez de la República, incluyendo los altos tribunales - con
excepción de la Corte Constitucional -; y (iv) que sea fallada por la
autoridad judicial competente dentro de los diez días siguientes a la
presentación de la solicitud. Igualmente, prevé el precitado ordenamiento (v)
que en caso de accederse a la tutela, la decisión debe consistir en una orden
para que aquel respecto de quien se ha interpuesto el amparo actúe o se
abstenga de hacerlo; y (vi) que el fallo es de inmediato cumplimiento, sin
perjuicio de que pueda ser impugnado y posteriormente sometido al trámite de
la Revisión eventual ante la Corte Constitucional.

De acuerdo con tal régimen jurídico y teniendo en cuenta el objetivo que


persigue el recurso de amparo constitucional, es claro que las órdenes
contenidas en las decisiones de tutela, dirigidas a la protección de los
derechos, tienen que acatarse y cumplirse sin excepción. La autoridad o el
particular que haya sido declarado responsable de la amenaza o violación,
debe cumplir la orden encaminada a la protección de los derechos
fundamentales en los términos que lo indique la sentencia y en el plazo allí
señalado. El incumplimiento de la decisión conlleva una violación sistemática
de la Carta. Por una parte, en cuanto frusta la consecución material de los
fines esenciales del Estado, como son la realización efectiva de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Carta, el mantenimiento de la
convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo (Preámbulo, arts. 1° y 2°).
Y por la otra, en cuanto dicha omisión contraría, además de las normas
constitucionales que regulan la acción de tutela y el derecho infringido,
también aquellas que reconocen en el valor de la justicia y en los derechos al
debido proceso y al acceso efectivo a la administración de justicia, pilares
fundamentales del modelo de Estado Social de Derecho (arts. 29, 86 y 230).

Tratándose de los derechos al debido proceso y al acceso a la administración


de justicia, su violación se consuma en estos casos, en razón a que el
incumplimiento del fallo de tutela no permite consumar el objetivo propuesto
con su consagración constitucional, cual es “el compromiso estatal de lograr,
en forma real y no meramente nominal, que a través de las actuaciones
judiciales se restablezca el orden jurídico y se protejan las garantías
personales que se estiman violadas” 613. En ese mismo marco, el
desconocimiento de una sentencia de tutela que se encuentre en firme, sea
dictada por el juez de instancia o por la Corte Constitucional en Revisión,
también contraviene notablemente el valor de la cosa juzgada constitucional y
con ello la seguridad jurídica que le es inmanente, ya que la omisión de su
cumplimiento afecta la garantía de confianza que tienen los ciudadanos sobre
cuál ha de ser la actuación de las autoridades o de los particulares frente a
situaciones derivadas de la aplicación del derecho vigente; particularmente, de
la aplicación del derecho emanado directamente de la Constitución Política.

Según lo ha sostenido esta Corporación 614, la garantía del cumplimiento de las


órdenes a través de las cuales se concede el amparo de derechos
fundamentales amenazados o violados, ya sea que provenga de los jueces de
instancia o de la propia Corte Constitucional, además de tener un claro

613 Sentencia C-426 de 2002


614 Cfr. Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión y Sentencia SU-1158 de 2003, ya citada, entre otras.
290
fundamento constitucional, también encuentra un hondo respaldo en el
derecho internacional sobre derechos humanos. Así, por citar tan sólo
algunos ejemplos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art.
2°) y la Convención Americana de Derechos Humanos (art. 25), incorporados
al orden interno mediante las Leyes 74 de 1968 y 16 de 1972,
respectivamente, además de exigirle a los Estados partes la implementación
de un recurso sencillo, efectivo y breve que ampare los derechos
fundamentales, también los obliga a “garantizar el cumplimiento, por las
autoridades competentes, de toda decisión en que se haya estimado
procedente el recurso”. Cabe destacar que, en Colombia, para el efectivo
cumplimiento de los fallos de tutela, el Decreto 2591 de 1991, reglamentario
de esta acción, ha establecido un procedimiento específico y concordante con
el espíritu de las normas constitucionales que regulan la materia (arts. 86 y
241), pues, en palabras de la Corte, “no tendría sentido que en la Constitución
se consagraran derechos fundamentales si, aparejadamente, no se diseñaran
mecanismos por medio de los cuales dichos derechos fuesen cabal y
efectivamente protegidos.” 615

En esa línea, el artículo 3° del citado estatuto se refiere a los principios que
gobiernan el trámite de la acción de tutela, señalándose que ésta debe
desarrollarse con arreglo a los principios de “publicidad, prevalencia del
derecho sustancial, economía, celeridad y eficacia”; los cuales a su vez - lo
dijo esta Corporación- “guardan una relación directa con la orden urgente que
debe dar una sentencia cuando reconoce que se ha violado un derecho
fundamental”616, y además, en virtud de la informalidad, permiten la utilización
por parte del juez de “procedimientos no registrados, siempre y cuando
apunten a que se haga efectivo el derecho material” 617. Por su parte, los
artículos 23, 27 y 52 del mismo decreto se refieren al contenido que deben
tener los fallos de tutela, a las garantías de su cumplimiento y a las sanciones
derivadas de su eventual inobservancia.

En ese orden, El primero (art. 23) establece que cuando la solicitud vaya
dirigida contra una acción de autoridad, el fallo que concede la tutela tendrá
por objeto “garantizar al agraviado el pleno goce de su derecho, y volver al
estado anterior a la violación, cuando fuere posible”. Asimismo, destaca que si
lo impugnado es la denegación de un acto o una omisión, el fallo tendrá que
ordenar su realización o desarrollar la acción adecuada, y en caso de que la
autoridad no expida el acto administrativo, el juez deberá disponer lo necesario
“para que el derecho sea libremente ejercido sin más requisitos”. En el evento
de tratarse de una actuación material, o de una amenaza, le impone al juez el
deber de ordenar su inmediata cesación así como evitar toda nueva amenaza,
violación, perturbación o restricción. En su último inciso, la norma le otorga
competencia al juez para que, de todas maneras, establezca los demás
efectos del fallo según las condiciones imperantes en el asunto sometido a
juicio.

615 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado.


616 Sentencia SU-1158 de 2003.
617 Sentencia Ibídem.
291
El segundo (art. 27) dispone que una vez proferido el fallo que concede la
tutela, la autoridad responsable del agravio lo deberá cumplir sin demora,
precisando que si ello no ocurre, el juez debe dirigirse al superior del
responsable para que lo haga cumplir y abra el respectivo proceso disciplinario
en su contra. Si el superior no procede conforme a lo ordenado, la norma le
permite a la autoridad judicial ordenar que se abra proceso disciplinario en su
contra y “adopta[r] directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento
del mismo”, pudiendo sancionar por desacato al responsable y al superior
hasta que den cumplimiento al fallo. Prevé el precepto en cita que, en todo
caso, “el juez establecerá los demás efectos del fallo para el caso concreto y
mantendrá la competencia hasta que esté completamente restablecido el
derecho o eliminadas las causas de la amenaza”.

Finalmente, el tercero (art. 52) se ocupa del incidente de desacato, ordenando


que quien incumple la orden judicial de tutela será sancionado “con arresto
hasta de seis meses y multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales…”;
sanción que debe imponer el mismo juez de amparo mediante trámite
incidental, y que será consultada al superior jerárquico quien le compete
decidir dentro de los tres días siguientes si cabe revocar o no la sanción.

Es de precisarse, siguiendo el contenido de los anteriores preceptos, que la


garantía y efectividad del cumplimiento de las sentencias de tutela exigen del
juez constitucional la adopción de todas las medidas que sean conducentes
para obtener la protección real y efectiva de los derechos fundamentales
afectados, lo cual debe hacer sin perjuicio de las sanciones que imponga a las
autoridades incumplidas por haber incurrido en desacato. De acuerdo con la
interpretación constitucional, “resulta perfectamente posible y válido que se
adopten las medidas indispensables para garantizar el cumplimiento efectivo
de una sentencia de tutela, sin entrar a analizar si es predicable
responsabilidad subjetiva de la autoridad que presuntamente incumple una
orden tendiente a la protección de los derechos fundamentales” 618. Y es que, si
bien en forma paralela al cumplimiento de la decisión cabe iniciar el tramite de
desacato, este último procedimiento no puede desconocer ni excusar la
obligación primordial del juez constitucional, cual es la de hacer cumplir
integralmente la orden judicial de protección. Como lo afirmó esta Corporación
en la Sentencia T-458 de 2003, “el trámite del cumplimiento [del fallo] no es un
prerrequisito para el desacato, ni el trámite de desacato es la vía para el
cumplimiento. Son dos cosas distintas el cumplimiento y el desacato. Puede
ocurrir que a través del trámite de desacato se logre el cumplimiento, pero esto
no significa que la tutela no cumplida sólo tiene como posibilidad el incidente
de desacato.” Las diferencias entre cumplimiento y desacato fueron fijadas por
la Corte en la Sentencia T-744 de 2003, en los siguientes términos:

“i) El cumplimiento es obligatorio, hace parte de la garantía constitucional;


el desacato es incidental, se trata de un instrumento disciplinario de
creación legal.

618 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado


292
ii) La responsabilidad exigida para el cumplimiento es objetiva, la
exigida para el desacato es subjetiva.

iii) La competencia y las circunstancias para el cumplimiento de la


sentencia se basan en los artículos 23 y 27 del decreto 2591 de 1991. La
base legal del desacato está en los artículos 57 y 27 del mencionado
decreto. Es decir que en cuanto el respaldo normativo, existen puntos de
conjunción y de diferencia.

iv) El desacato es a petición de parte interesada, el cumplimiento es de


oficio, aunque

v) Puede ser impulsado por el interesado o por el Ministerio Público.”

Así, independientemente de las sanciones a que haya lugar, la autoridad


judicial a quien corresponde velar por la eficacia y efectividad de la orden de
tutela, esta en la obligación -irrenunciable- de adelantar todas las gestiones
pertinentes y de agotar cada uno de mecanismos judiciales que ofrece el
ordenamiento jurídico, para lograr el objetivo de protección inmediata a que
hace referencia específica el artículo 86 Superior. El cumplimiento y el
desacato son en realidad dos instrumentos jurídicos diferentes, que a pesar de
tener el mismo origen -la orden judicial de tutela- y tramitarse en forma
paralela, en últimas persiguen distintos objetivos: el primero, asegurar la
vigencia de los derechos fundamentales afectados, y el segundo, la imposición
de una sanción a la autoridad que ha incumplido el fallo. En consecuencia,
tratándose del cumplimiento de la sentencia, el juez analizará en cada caso
concreto si se acató la orden de tutela o no, de manera que si la misma no ha
sido obedecida o no lo ha sido en forma integral y completa, aquél mantiene la
competencia hasta lograr su cabal y total observancia, aun a pesar de estar
agotado el incidente de desacato.

Autoridad competente para hacer cumplir los fallos de tutela. La Corte


Constitucional está en capacidad de hacer cumplir directamente sus ordenes
cuando las mismas no han sido acatadas. Interpretando el contenido de los
artículos 37 y 52 del Decreto 2591 de 1991, la jurisprudencia constitucional
viene sosteniendo que, como principio general, es competencia de los jueces
de primera instancia velar por el cumplimiento de los fallos de tutela, aplicando
el procedimiento y las medidas descritas en los artículo 23, 27 y 52 del
precitado estatuto, aun en los casos en que la decisión es tomada por el juez
de segundo grado o por la Corte Constitucional en sede de revisión. Las
razones para afirmar la competencia del a quo en el cumplimiento del fallo de
tutela y en el tramite del incidente de desacato, fueron suficientemente
explicadas por este Tribunal en el Auto 136A de 2002. En dicha providencia se
sostuvo que uno de los motivos tiene que ver con la plena eficacia de la
garantía procesal del grado jurisdiccional de consulta, en la medida en que e l
incidente de desacato prevé una sanción y la consecuente revisión automática
por el superior de quien la ordenó, procedimiento que sería nugatorio si el que
la impone no tiene superior jerárquico. El segundo se relaciona con el principio
de igualdad material, pues si la competencia se determina por las
circunstancias del caso concreto, habilitándose al juez que profirió la orden de
293
amparo, se generaría un trato diferencial para las partes ya que mientras
en unos casos la competencia estaría en el juez de primera instancia, en
otros estaría en el de segunda e incluso en la propia Corte Constitucional.
Finalmente, la tercera causa esta basada en el desconocimiento del principio
de inmediación que también irradia el proceso de tutela, en el entendido que
cuando la competencia para tramitar el desacato recae en el ad quem, éste no
se encuentra del todo vinculado con el trámite de la acción.

No obstante lo anterior, ha aclarado la jurisprudencia que el hecho de haberse


radicado en cabeza del juez de primera instancia la competencia para velar
por el cumplimiento del fallo y tramitar el desacato, no significa, en manera
alguna, que la Corte Constitucional no este en capacidad de hacer cumplir
directamente sus ordenes cuando las mismas no han sido acatadas. En estas
circunstancias especiales, “la Corte conserva una competencia preferente,
similar a la de la Procuraduría General de la Nación en el campo
disciplinario”619, de forma tal que se encuentra plenamente habilitada para
intervenir en el cumplimiento y obedecimiento de sus propias decisiones, “ora
porque el juez a quien le compete pronunciarse sobre el cumplimiento de la
sentencia dictada por ella no adopta las medidas conducentes al mismo, ya
porque el juez de primera instancia ha ejercido su competencia y la
desobediencia persiste”620. Considerando que la eficacia de las garantías
individuales constituye un principio fundante en el modelo de Estado social de
derecho, y a su vez un factor legitimante de las decisiones judiciales y del
acceso a la justicia, la Corte Constitucional, como guardiana de la integridad y
supremacía de la Carta Política, se encuentra obligada a adoptar las medidas
que sean necesarias para impedir que tales garantías resulten del todo
nugatorias y se queden sin la respectiva protección judicial.

En su condición de máximo Tribunal de la jurisdicción constitucional y órgano


de cierre de la misma, la Corte “[t]iene la supremacía cuando funcionalmente
se ejercita dicha jurisdicción por los jueces y magistrados” 621, por lo que
mantiene competencia para hacer efectivas sus propias decisiones. En ese
entendido, lo dijo la Corporación en la Sentencia C-802 de 2002 y lo reiteró
luego en la Sentencia SU-1158 de 2003, ninguna autoridad perteneciente a la
misma jurisdicción constitucional puede desconocer la competencia del
órgano que la Constitución señala como garante de su eficacia en todos los
órdenes, y menos de entrar a suscitar conflictos de competencias en asuntos
propios y exclusivos de esa jurisdicción. Como órgano límite, en ejercicio de la
supremacía no solo funcional sino también jerárquica, puede entonces la
Corte adoptar medidas adicionales para proteger efectivamente los derechos
por ella tutelados, dando aplicación a los artículos 3° y 27 del precitado
Decreto 2591 de 1991, que ordenan desarrollar el proceso de tutela con base
en los principios de prevalencia del derecho sustancial, celeridad y eficacia, y
que le permiten al juez constitucional, en este caso a la Corte, “manten[er] la
competencia hasta que esté completamente restablecido el derecho o
eliminadas las causas de la amenaza”.

619 Auto Ibídem


620 Auto Ibídem.
621 Cfr. Sentencia SU-1158 de 2003.
294
Es de señalarse que, de acuerdo con la jurisprudencia constitucional, la
Corte esta en capacidad de ejercer la competencia siempre que se
cumplan las siguientes condiciones: “(i) [que] se trate del incumplimiento de
una sentencia emitida por la Corte Constitucional en virtud de la cual conceda
el amparo solicitado - en teoría puede ser una confirmación -, (ii) [que] resulte
imperioso salvaguardar la supremacía e integridad del ordenamiento
constitucional y (iii) [que] la intervención de la Corte sea indispensable para la
protección efectiva de los derechos fundamentales vulnerados o
amenazados”622. En ejercicio de esa competencia, la Corte es autónoma, tanto
para determinar la oportunidad en la cual interviene, es decir, si lo hace antes
o después del juez de primera instancia, como para definir que tipo de
medidas son las adecuadas al propósito de dar cumplimiento al fallo. Ello,
“porque de constatarse el desacato la consecuencia sería la sanción del sujeto
desobediente más no necesariamente la protección efectiva de los derechos
fundamentales vulnerados o amenazados” 623. Como ya se ha expresado con
insistencia, la efectividad de los derechos conculcados se logra en ciertos
eventos a través de la adopción de medidas adicionales a la sanción por
desacato, al ser este incidente insuficiente para hacer cumplir la orden
proferida por el órgano límite de control Constitucional.

Atendiendo a las condiciones fijadas, es preciso anotar que una de las


situaciones en las cuales este tribunal se encuentra plenamente habilitado
para adoptar por sí mismo las decisiones que aseguren el cumplimiento de sus
fallos, se presenta en los casos en que la autoridad judicial renuente a
obedecer la decisión es una alta corporación de justicia; generalmente,
respecto de acciones de tutela que se promueven en contra de algunas de sus
decisiones por haber incurrido en vía de hecho, negándose aquellas a
modificar el pronunciamiento en los términos señalados por la Sentencia de
Revisión. En estos eventos, la intervención del tribunal constitucional se torna
indispensable, pues es conocido por todos que las altas cortes no tienen
superior jerárquico en su respectiva jurisdicción y, por tanto, no encuentran en
el juez de tutela de primera instancia el funcionario idóneo para conminarlas al
cumplimiento de la decisión desobedecida, y tampoco el competente para
tramitar el correspondiente incidente de desacato.

Siguiendo la línea de interpretación fijada por la doctrina constitucional 624,


cuando la Corte tiene conocimiento en relación con el incumplimiento de la
sentencia, “puede solicitar nuevamente el expediente o los expedientes que
contienen las sentencias de tutela que la Corporación haya proferido, para
hacer cumplir su fallo, tomando determinaciones que cobijan inclusive a
intervinientes que han citado dentro del expediente de tutela a fin de que no se
quede escrita la protección al derecho fundamental” 625.Y dentro de las
medidas a adoptar en estos casos, se cuentan la de proceder a dictar una
sentencia de reemplazo si no existe otra forma de hacer cumplir lo
ordenado626, o en su defecto, la de tomar una decisión complementaria al fallo
622 Auto Ibídem.
623 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión, ya citado
624 Sentencia Ibídem, Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
625 Sentencia SU-1158 de 2003.
626 La opción de dictar una sentencia de reemplazo fue utilizada por la Corte Constitucional en la Sentencia T-951 de 2003,

al declarar la nulidad de un fallo de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Bogot á y otro de la Sala de Casación Laboral
de la Corte Suprema de Justicia, a través de los cuales, por razones de fondo y forma, se había negado el derecho a la
295
incumplido que haga cesar la violación de los derechos fundamentales,
como puede ser, sin modificar lo ya resuelto, la de dejar en firme la
decisión judicial que fue revocada por la alta Corporación de justicia en
ejercicio de su competencia funcional, cuando a juicio de la Corte
Constitucional aquella interprete en debida forma el criterio sentado en la
respectiva sentencia de Revisión y garantice la protección de los derechos
conculcados por la alta Corporación.

Esta última opción encuentra antecedentes específicos en el derecho


comparado y concretamente en el derecho español. Ciertamente, con ocasión
del recurso de amparo constitucional promovido contra una sentencia del
Tribunal Supremo que puso fin a un proceso de filiación y pruebas biológicas,
el Tribunal Constitucional Español, en la Sentencia del 7 de enero de 1994,
resolvió anular la decisión de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo y dejar
en firme la sentencia proferida por su inferior jerárquico, la Audiencia
Provincial. En el fundamento jurídico octavo de la citada providencia, luego de
advertir la violación por parte de la providencia del Tribunal Supremo, sostuvo
el órgano de control constitucional que una manera de garantizar el derecho
de la demandante a un proceso sin dilaciones indebidas, era perfilar el fallo de
amparo de tal manera que sólo se anularan aquellas decisiones judiciales que
directa e inequívocamente habían infringido el derecho fundamental
reclamado, restableciendo los efectos de aquella que garantizaba su ejercicio.
En cuanto llegó a la conclusión que ello ocurría solo en el caso de la sentencia
del Tribunal Supremo, tomó la decisión advertida: anular el fallo del máximo
órgano de la jurisdicción ordinaria y dejar en firme el que había sido revocado
por éste.

Al margen de lo anterior, en procura de hacer realidad la orden de protección


incumplida por una alta corporación de justicia, también en nuestro derecho
interno se ha acudido al expediente de reestablecer la vigencia de la decisión
reemplazada con la providencia declarada nula en vía de tutela.
Recientemente, a propósito del incumplimiento de la Sentencia T-1306 de
2001, que dejó sin efectos un fallo de la Sala Laboral de la Corte Suprema de
Justicia y le ordenó a ésta dictar sentencia de reemplazo, la Sala Disciplinaria
del Consejo Superior de la Judicatura de Cundinamarca, en su condición de
juez de tutela de primera instancia, mediante proveído del 22 de mayo de
2002, decidió “DECLARAR VIGENTE formal y materialmente la sentencia del
juzgado 6° Laboral del Circuito de la ciudad de Bogotá, del 10 de febrero de
1999...”; en el entendido que ésta interpretaba en debida forma el contenido
de la sentencia de amparo desacatada. Invocándose una presunta vía de
hecho, contra la decisión del Consejo Seccional se formuló acción de tutela, la
cual fue finalmente denegada por la Corte Constitucional en la Sentencia SU-
1158 de 2003, al considerar que esa autoridad judicial se limitó cumplir con su
deber constitucional de hacer efectiva la orden dada por el máximo órgano de
la jurisdicción constitucional.

Por lo tanto, tratándose de las acción de tutela por vía de hecho, con el fin de
hacer cumplir sus órdenes y de asegurar la vigencia de los derechos

pensión de invalidez a un discapacitado. En esa oportunidad, la Corte consideró que el actor sí t enía derecho a la
prestación y ordenó directamente al I.S.S. concederle la pensión por invalidez de origen no profesional.
296
fundamentales, se repite, es posible que la Corte Constitucional, e incluso
el juez de tutela de primera instancia, adopten como medida de
cumplimiento la de adicionar la sentencia de Revisión que no es acatada por
una alta corporación, manteniendo incólume la decisión que ordenó anular la
providencia incursa en la vía de hecho, y procediendo a declarar conforme a la
Constitución y debidamente ejecutoriado el fallo de instancia, en caso de que
éste sea consecuente con los criterios descritos por el tribunal constitucional
en la decisión desacatada. En este supuesto, cuando la orden de protección
es dictada por la Corte Constitucional, la mencionada medida de cumplimiento
puede ser adoptada directamente en la Sentencia, o con posterioridad a la
misma según lo determinen las circunstancias fácticas del caso.

Ahora bien, sin perjuicio de que la medida adoptada sea la de dictar una
sentencia de reemplazo o la de proferir decisión complementaria al fallo
incumplido, el propósito de la misma es exclusivamente el de preservar en
formal real y efectiva los derechos constitucionales fundamentales que vienen
siendo desconocidos por la corporación judicial que se niega a cumplir la
decisión del juez constitucional. Bajo ese entendido, en cualquier de los casos
el juez de tutela actúa dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin
necesidad de asumir competencias que le son propias a las autoridades de
otras jurisdicciones y, concretamente, de aquella que no acata la decisión.
Obsérvese como, si el juez constitucional es competente para revisar la
aplicación del derecho por parte de los tribunales ordinarios cuando la solicitud
de tutela tenga por objeto actuaciones u omisiones judiciales, en la medida en
que éstas resulten arbitrarias o irrazonables y afecten garantías
fundamentales, resulta válido que éste, también en la aplicación jurisdiccional
de la Constitución y dentro del marco de sus atribuciones, adopte los
correctivos pertinentes, tanto para impedir que la aludida arbitrariedad o
irrazonabilidad continúe lesionando los derechos invocados, como para
asegurar su total reivindicación cuando la orden de protección no es
obedecida por la autoridad responsable.

Auto 045 de 2004627

Solicitudes relacionadas con el Auto de Sala Plena del 17 de febrero de 2004,


por el cual se complementó la Sentencia SU-1185 de 2001-

Según lo ha venido explicando esta Corporación, a partir del objetivo que


persigue la acción de tutela, y que se concreta en la defensa y protección
inmediata de los derechos fundamentales, constituye un imperativo
constitucional el que las decisiones que se adopten en desarrollo de tales
procesos deban cumplirse y acatarse sin excepción. En ese propósito, el
Decreto 2591 de 1991 (arts. 23, 27 y 52), desarrollando las disposiciones
superiores que se refieren al mecanismo de amparo (arts. 86 y 241), ha
diseñado un procedimiento específico que busca garantizar el efectivo
cumplimiento de sus fallos. Conforme con las directrices trazadas en el
Decreto 2591 de 1991, la garantía y efectividad del cumplimiento de las
sentencias de amparo exigen del juez constitucional una actuación de doble
vía: (i) la primera, de naturaleza objetiva y consustancial a la vigencia del
627 M.P. Rodrigo Escobar Gil
297
mecanismo de amparo, la cual se concreta en la adopción de todas las
medidas que sean necesarias para lograr la protección real y efectiva de
los derechos fundamentales protegidos por la orden judicial (arts. 23 y 27); y
(ii) la segunda, esencialmente subjetiva, materializada en la imposición de
sanciones a las autoridades o particulares que se hayan resistido a su
cumplimiento, lo que incluye tramitar el respectivo incidente de desacato (arts.
37 y 52).

En torno a estas dos actuaciones, en reciente decisión la Corte precisó que el


cumplimiento del fallo y el desacato “son en realidad dos instrumentos
jurídicos diferentes, que a pesar de tener el mismo origen -la orden judicial de
tutela- y tramitarse en forma paralela, en últimas persiguen distintos objetivos:
el primero, asegurar la vigencia de los derechos fundamentales afectados, y el
segundo, la imposición de una sanción a la autoridad que ha incumplido el
fallo”628. Bajo esa premisa, en la misma providencia se sostuvo que, “si bien en
forma paralela al cumplimiento de la decisión cabe iniciar el trámite de
desacato, este último procedimiento no puede desconocer ni excusar la
obligación primordial del juez constitucional, cual es la de hacer cumplir
integralmente la orden judicial de protección” 629. Por ello, sin perjuicio de que
se sancione o no al funcionario obligado a obedecer el fallo, el juez
constitucional tiene el deber de asegurar su total cumplimiento si ello no ha
ocurrido por vía del desacato, ya que en ciertos eventos la efectividad de los
derechos conculcados se logra “a través de la adopción de medidas
adicionales a la sanción por desacato, al ser este incidente insuficiente para
hacer cumplir la orden proferida…” 630

Aun cuando en principio la jurisprudencia constitucional ha radicado en


cabeza del juez de tutela de primera instancia la competencia para velar por el
cumplimiento de los fallos y para tramitar el incidente de desacato, en
cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 27 del Decreto 2591 de 1991, la
propia doctrina de esta Corporación viene sosteniendo que la Corte
Constitucional, en ejercicio de sus funciones constitucionales y legales, y como
máximo Tribunal de la Jurisdicción Constitucional, mantiene competencia para
hacer efectivas sus propias decisiones, y en ese orden, para adoptar las
medidas adicionales tendientes a garantizar la vigencia de los derechos
fundamentales por ella protegidos en cada caso concreto. De este modo, aun
cuando continúa en cabeza del a quo la competencia para imponer las
sanciones que genere el incumplimiento de las decisiones de la Corte, cuando
ello es insuficiente para asegurar su plena observancia, esta última se
encuentra habilitada para imponer los correctivos adicionales que se requieran
en pro de lograr el objetivo de cumplimiento.

Aplicando estos criterios al caso concreto, cabe recordar que, mediante Auto
del 17 de febrero de 2004, y dentro del propósito de lograr el obedecimiento
de la Sentencia SU-1185 de 2001, la Corte decidió declarar conforme a la
Carta y debidamente ejecutoriada, la Sentencia dictada por la Sala Laboral del
Tribunal Superior de Bogotá . Visto el informe remitido considera la Corte que
628 Auto de Sala Plena del 17 de febrero de 2004, Expediente de tutela T-373655, correspondiente a la Sentencia SU-1185
de 2001,
629 Auto Ibídem.
630 Auto Ibídem.
298
la entidad pública no ha dado estricto cumplimiento a la orden proferida
por esta Corporación en el Auto del 17 de febrero de 2004. Por tanto, sin
perjuicio del incidente de desacato que deba tramitar la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura de Cundinamarca como
juez de tutela de primera instancia, esta Corporación mantiene competencia
para pronunciarse al respecto, ya que aun no ha sido posible garantizar la
vigencia y efectividad de los derechos fundamentales al debido proceso e
igualdad de trato del accionante, amparados por la Corte en la Sentencia SU-
1185 de 2001.

Auto 141 B de 2004 631

Sentencia SU-120/03. Solicitud de cumplimiento de la decisión adoptada para


resolver las acciones de tutela instauradas contra la Sala de Casación Laboral
de la H. Corte Suprema de Justicia

El artículo 86 de la Constitución Política confiere al Juez constitucional la


competencia que demanda el restablecimiento real y efectivo de los derechos
fundamentales de los asociados, quebrantados por acción u omisión de las
autoridades públicas o de los particulares -en los casos que la norma señala-,
y el Decreto 2591 de 1991 enuncia algunas de las medidas que pueden
tomarse “para garantizar al agraviado el pleno goce de su derecho”, y a su vez
sancionar a quien se abstiene de cumplir con las órdenes de restablecimiento.
Por ello en reiterada jurisprudencia esta Corporación ha distinguido 632 las
medidas destinadas a restablecer los derechos conculcados, mediante
acciones dirigidas a que cesen efectivamente los actos o actuaciones que dan
lugar a la conculcación, de las indemnizaciones costas y sanciones, así que
“resulta perfectamente posible y válido que se adopten las medidas
indispensables para garantizar el cumplimiento efectivo de una sentencia de
tutela, sin entrar a analizar si es predicable responsabilidad subjetiva de la
autoridad que presuntamente incumple una orden tendiente a la protección de
los derechos fundamentales”633.

Dentro del anterior contexto, sin perjuicio de las competencias de otras


autoridades para aplicar las medidas sancionatorias previstas en el Decreto
2591 de 1991 y resolver sobre responsabilidades, indemnizaciones y costas,
esta Corporación se ha concentrado, en los casos de incumplimiento de sus
decisiones, en las medidas que hacen cesar la conculcación, y ha reiterado
que éstas pueden tomarse “hasta que esté completamente restablecido el
derecho o eliminadas las causas de la amenaza” –artículo 27-. Ahora bien,
son varias las alternativas que se desprenden de las facultades de
restablecimiento que confieren al juez de tutela el artículo 86 de la Carta y el
Decreto 2591 de 1991, entre ellas la adición de la decisión inicial, a fin de
darle pleno efecto a la vinculación de quienes no quedaron expresamente
incursos en las consecuencias que acarrea el incumplimiento, estando
comprometidos con la conculcación y por ende con el acatamiento irrestricto e
incondicional de las órdenes emitidas.
631 M.P. Alvaro Tafur Galvis.
632 Sobre la distinción entre cumplimiento de las órdenes de tutela y las sanciones a las autoridades y particulares
renuentes se pueden consultar, entre otras, las sentencias T-744 y T-458 de 2003.
633 Auto 1459 A-03, 6 de agosto de 2003, solicitud de cumplimiento de la sentencia T-658 de 1998.
299

Auto 249 de 2006634

Corresponde a la Corte Constitucional velar por el cumplimiento de sus


decisiones en materia de tutela.

De conformidad con lo prescrito en los artículos 37 y 52 del Decreto 2591 de


1991, la jurisprudencia constitucional ha sostenido que la competencia para
hacer cumplir los fallos de tutela, incluso tratándose de sentencias de segunda
instancia o de aquellas proferidas por la Corte Constitucional en sede de
revisión, radica, prima facie, en cabeza de los jueces de primera instancia.

No obstante lo anterior, la jurisprudencia ha precisado 635 que el hecho de


haberse radicado en cabeza del juez de primera instancia la competencia para
velar por el cumplimiento del fallo y tramitar el desacato, no quiere decir que la
Corte Constitucional no sea competente en algunos casos para hacer cumplir
directamente sus órdenes cuando las mismas no han sido acatadas. Es decir
que en ciertas circunstancias especiales, la Corte conserva la competencia
preferente, de forma tal que se encuentra habilitada para intervenir en el
cumplimiento de sus propias decisiones, “ora porque el juez a quien le
compete pronunciarse sobre el cumplimiento de la sentencia dictada por ella
no adopta las medidas conducentes al mismo, ya porque el juez de primera
instancia ha ejercido su competencia y la desobediencia persiste”636 (Subrayas
fuera del texto original).

Esta posibilidad de que la Corte Constitucional reasuma la competencia para


asegurar el cumplimiento de una decisión de tutela tiene carácter excepcional
y se ha aplicado en circunstancias especiales, cuando ha habido manifiesto
incumplimiento de las decisiones de tutela, sin que los jueces de primera
instancia hayan podido adoptar las medidas que hagan efectiva la orden de
protección, o dichas medidas han sido insuficientes o ineficaces637, o cuando,
en presencia de un estado de cosas inconstitucional, que afecta a un conjunto
amplio de personas, se han emitido órdenes complejas, para cuya efectividad
es necesario un permanente seguimiento y la adopción de nuevas
determinaciones, de acuerdo con las circunstancias de una situación que se
prolonga en el tiempo. 638

- En efecto, desde las sentencias T-458 de 2003 y la T-744 de 2003 (M.P.


Marco Gerardo Monroy Cabra) la Corte expresó que a este Tribunal le
corresponde velar por el cumplimiento de sus decisiones en materia de tutela.
Se dijo en esas ocasiones que si el incumplimiento proviene de las
Corporaciones que son superiores en la respectiva jurisdicción, y, en
consecuencia, la Corte Constitucional, como cabeza de la jurisdicción
constitucional, defensora de la integridad de la Constitución Política, hace
cumplir la orden, siempre y cuando haya sido la Corte Constitucional la que
concedió la tutela. Esta competencia se sustenta en el efecto útil de las

634 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.


635 Auto No.96 B de 2006 M. P. Humberto Sierra Porto
636 Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
637 Caso Cadena Antolinez, Autos 010, 045 de 2004 y 184 de 2005
638 Caso desplazados, Autos 050 185 de 2004, 176 y 177 de 2005
300
sentencias y en el artículo 23 del decreto 2591 de 1991 al cual no se le
puede dar una interpretación restrictiva.

- En la Sentencia SU-1158 de 2003 (M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra) la


Corte sostuvo en la misma línea que si quienes incumplen, como ocurre en la
presente tutela son los Magistrados de las Altas Cortes y se da la orden de
proferir una sentencia de reemplazo o de adoptar una decisión judicial que
haga cesar la violación a los derechos fundamentales, la alternativa es clara:
el juez de primera instancia, en la tutela, toma todas las medidas adecuadas
para que se cumpla el derecho, o el juez de revisión directamente las toma en
la propia sentencia o reasumiendo la competencia.

- El Auto 235 de 3003 (M.P. Eduardo Montealegre Lynett) igualmente señaló


que cuando la Corte Constitucional ha seleccionado una decisión de tutela
para su revisión, se ha introducido un elemento nuevo en el trámite de la
tutela, cual es la posibilidad de que las decisiones de instancia sean
confirmadas o revocadas, por distintas razones constitucionales, en función a
la competencia de la Corte Constitucional. En tales circunstancias, no se está
frente a la decisión de un juez dentro del trámite de la tutela, sino a una
decisión de la máxima autoridad judicial en materia constitucional, cuya
decisión trasciende el caso concreto (por razón de la función de unificación de
jurisprudencia), de manera que la efectiva protección del derecho, además de
satisfacer una pretensión subjetiva, guarda estrecha relación con la integridad
y supremacía de la Constitución, de suerte que es posible que el ejercicio de la
función de la Corte Constitucional no se agote con la sentencia que dicte en
materia de tutela, sino que la guarda de la integridad y supremacía
constitucional únicamente se logre con la verificación del cumplimiento de su
orden.639

- En el Auto 149 A de 2003, (M.P. Jaime Araujo Rentería) la Corte indicó que
esta Corporación, en tanto órgano de cierre de la jurisdicción constitucional
(art. 241 CP), puede tomar las medidas adicionales que considere necesarias
para la protección de los derechos cuya tutela ha concedido. De manera que,
si persiste el incumplimiento de la autoridad responsable del agravio,
consistente en que ésta no expide el acto administrativo a que haya lugar, la
Corte “podrá disponer lo necesario para que el derecho sea libremente
ejercido sin más requisitos”, en los términos del artículo 23 del Decreto 2591
de 1991.

- En el Auto 010 de 2004 640 (M.P. Rodrigo Escobar Gil) en la misma línea del
proveído anterior, la Corte señaló que este Tribunal está en capacidad de
ejercer la competencia para hacer cumplir sus sentencias cuando se reúnan
las siguientes condiciones: “(i) [que] se trate del incumplimiento de una
sentencia emitida por la Corte Constitucional en virtud de la cual conceda el
amparo solicitado - en teoría puede ser una confirmación -, (ii) [que] resulte
imperioso salvaguardar la supremacía e integridad del ordenamiento
constitucional y (iii) [que] la intervención de la Corte sea indispensable para la

639M. P.. Eduardo Montealegre Lynett.


640M.P. Rodrigo Escobar Gil. Este auto fue proferido con ocasión de la solicitud de cumplimiento de la sentencia SU-1185
de 2001.
301
protección efectiva de los derechos fundamentales vulnerados o
amenazados” (Auto 149 A del 6 de agosto de 2003). En ejercicio de esa
competencia, la Corte es autónoma, tanto para determinar la oportunidad en la
cual interviene, es decir, si lo hace antes o después del juez de primera
instancia, como para definir que tipo de medidas son las adecuadas al
propósito de dar cumplimiento al fallo. Ello, “porque de constatarse el
desacato la consecuencia sería la sanción del sujeto desobediente más no
necesariamente la protección efectiva de los derechos fundamentales
vulnerados o amenazados” (Auto ibídem).

-En el Auto 141 B de 21 de septiembre de 2004, (M.P. Dr. Alvaro Tafur Galvis)
se reiteró la tesis sostenida en el auto 010 de 2004 M.P. Rodrigo Escobar Gil.
En el auto de 21 de septiembre de 2004, se ventilaba el cumplimiento de la
sentencia SU-120 de 2003, y ante la manifestación expresa de la Corte
Suprema de Justicia de no cumplir con la orden dada en ese fallo, en punto a
la indexación de la primera mesada y reajustes a las pensiones de algunos ex
empleados de Bancafé, la Corte reasumió la competencia y dio las órdenes
que amparaban los derechos fundamentales conculcados por la renuencia al
cumplimiento del fallo.

- La Sala Primera de Revisión, en el Auto 127 de 2004, (M.P. Jaime Araújo


Rentería) dictó sentencia de reemplazo en virtud de la solicitud de
cumplimiento hecha a la sentencia T-800 de 1999. Esta Sala consideró que la
solicitud de cumplimiento del fallo formulada por el señor Reinaldo Mosquera
Medina era procedente, puesto que la orden contenida en la sentencia T–800
de 1999 no fue ejecutada por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de la
ciudad de Neiva, quien mediante sentencia del 1° de octubre de 2001
aparentó cumplir la orden de tutela, pero terminó declarando de oficio la
excepción de cosa juzgada, sin hacer un pronunciamiento sobre las
pretensiones que los demandantes formularon en la demanda laboral dentro
del proceso especial de fuero sindical.

- En el Auto 085 de 2005 (M.P. Jaime Córdoba Triviño) la Corte Suprema de


Justicia se negó a dar cumplimiento a lo dispuesto en la sentencia T-663 de
2003. Los jueces de instancia, ante quienes se solicitó incidente de desacato,
consideraron que no eran competentes para tramitarlo y en consecuencia
remitieron los expedientes a la Corte Constitucional, y/o a la Comisión de
Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes para lo de su
competencia. En estas circunstancias, la Corte Constitucional procedió a
adoptar un remedio procesal extraordinario y excepcional destinado
exclusivamente a la satisfacción del derecho a la tutela judicial efectiva de
quienes impulsaron las acciones de tutela.

- Lo propio se mantuvo en el auto No. 96 B de 17 de mayo de 2005, (M.P.


Humberto Sierra Porto), en el caso del cumplimiento de la tutela T-136 de
2005 proferida por la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional. La
Sala Séptima de Revisión consideró que ante la renuencia de los jueces de
instancia de cumplir la orden de vincular al señor Brausín Arévalo en la
vacante que existía en la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía Mayor de
Bogotá, era preciso que la Corte conservara la competencia para hacer
302
cumplir de manera estricta la orden emitida en la tutela referida.

- En el auto 191 de 2006, (M.P. Jaime Araújo Rentería) la Sala Primera de


Revisión, resolvió la solicitud de cumplimiento de la sentencia T-385 de 1995,
tras considerar que la Alcaldía de Cartagena no había dado cumplimiento a la
orden impartida en la sentencia citada para el restablecimiento de los
derechos fundamentales a la vida, salud, educación, trabajo y dignidad
humana de la población estudiantil y docente de la Escuela Sac número 6 y 16
del Barrio República de Venezuela de la ciudad de Cartagena. Razón por la
cual era menester que la Corte reasumiera su competencia y dictara las
órdenes que efectivamente restablecieran los derechos vulnerados. Consideró
la Corte que no se viola el principio de cosa juzgada cuando el juez encargado
de velar por el cumplimiento de una orden de tutela, y especialmente si es la
Corte Constitucional avoca el trámite respectivo para verificar que éste haya
sido atendido.

A la luz de la doctrina fijada en los fallos citados, es preciso anotar que una de
las situaciones en las cuales este tribunal se encuentra plenamente habilitado
para adoptar por sí mismo las decisiones que aseguren el cumplimiento de sus
fallos, se presenta precisamente en los casos en que la autoridad judicial
renuente a obedecer la decisión es una alta corporación de justicia,
generalmente, respecto de acciones de tutela que se promueven en contra de
algunas de sus decisiones por haber incurrido en vía de hecho, negándose
aquellas a modificar el pronunciamiento en los términos señalados por la
Sentencia de Revisión. En estos eventos, la intervención del tribunal
constitucional se torna indispensable, pues es conocido por todos que las altas
cortes no tienen superior jerárquico en su respectiva jurisdicción y, por tanto,
no encuentran en el juez de tutela de primera instancia el funcionario idóneo
para conminarlas al cumplimiento de la decisión desobedecida, y tampoco el
competente para tramitar el correspondiente incidente de desacato. 641

El propósito de tal medida, es el de preservar en formal real y efectiva los


derechos constitucionales fundamentales que vienen siendo desconocidos por
la corporación judicial que se niega a cumplir la decisión del juez
constitucional. La Corte Constitucional ha entendido que el juez de tutela actúa
dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin necesidad de asumir
competencias que le son propias a las autoridades de otras jurisdicciones y,
concretamente, de aquella que no acata la decisión.

Ha subrayado la Corte de igual manera, que si el juez constitucional es


competente para revisar la aplicación del derecho por parte de los tribunales
ordinarios cuando la solicitud de tutela tenga por objeto actuaciones u
omisiones judiciales, en la medida en que éstas resulten arbitrarias o
irrazonables y afecten garantías fundamentales, resulta válido que éste,
también en la aplicación jurisdiccional de la Constitución y dentro del marco de
sus atribuciones, adopte los correctivos pertinentes, tanto para impedir que la
aludida arbitrariedad o irrazonabilidad continúe lesionando los derechos
invocados, como para asegurar su total reivindicación cuando la orden de

641 Auto 010 de 2004


303
642
protección no es obedecida por la autoridad responsable .

De conformidad con el anterior itinerario de la jurisprudencia en torno a la


posibilidad excepcional de que la Corte haga cumplir directamente sus
órdenes cuando las mismas no han sido acatadas, se analiza a continuación el
caso concreto a fin de determinar con precisión las medidas que garanticen en
debida forma los derechos tutelados en la sentencia T-902 de 2005.

Decisión a tomar por la Corte con el fin de garantizar la eficacia de los


derechos tutelados en la Sentencia T-902 de 2005.

Sostiene la señora …, la Subsección “A” de la Sección Segunda del Consejo


de Estado desconoce no sólo su derecho al debido proceso sino también su
derecho a la igualdad. Con fundamento en estos hechos, la peticionaria
solicitó a la Corte no sólo verificar el cumplimiento de la sentencia T-902 de
2005, sino también dictar una sentencia de reemplazo.

El recuento anterior indica, que después de transcurrido casi un año y de


haberse adelantado todas las gestiones enumeradas, tendientes a lograr el
cumplimiento de la Sentencia T-902 de 2005, incluyendo la promoción del
incidente de desacato en más de una oportunidad, la titular de los derechos
que fueron protegidos con el fallo, no ha logrado que la Subsección “A” de la
Sección Segunda del Consejo de Estado dé cumplimiento al fallo referido,
procediendo a dictar la sentencia de reemplazo conforme a lo ordenado por la
Corte Constitucional. Antes por el contrario, el Consejo de Estado reitera en
todos los proveídos su postura de no acceder a las tutelas contra sentencias
judiciales y su crítica permanente a la Corte Constitucional en el ejercicio de
sus competencias.

La renuencia del Consejo de Estado en acatar los lineamientos fijados en la


sentencia T-902 de 2005, se torna más inexplicable ante la existencia de dos
fallos que la accionante puso de presente en su solicitud de cumplimiento. Las
referidas sentencias provienen de la misma Subsección “A” de la Sección
Segunda del Consejo de Estado, en donde se trabaron asuntos idénticos al de
la señora Rosario Bedoya, se tuvieron en cuenta las pruebas ignoradas en su
caso y se fallaron a favor las peticiones de los accionantes. Lo anterior
corrobora que el incumplimiento del fallo de tutela por parte de la Subsección
“A” de la Sección Segunda del Consejo de Estado, comporta un
desconocimiento de la Constitución Política, al negarse reiteradamente a
proteger el derecho fundamental al debido proceso de la accionante.

La Corte hace claridad en que ciertamente no puede predicarse como vía de


hecho la interpretación legítima del juez en el plano de lo que constituye la
valoración de las pruebas aportadas al proceso. Sin embargo, en las
circunstancias que dieron lugar a la sentencia T-902 de 2005, la Corte no hizo
una valoración probatoria aneja a la del juez administrativo, ni pretendió
confrontar las dos valoraciones para dar prevalencia a la suya.

La Corte en cambio, constató la efectiva existencia de una prueba que el


642 Ibídem.
304
propio Consejo de Estado había declarado inexistente, y con ello
desconoció el debido proceso de la accionante. En efecto, el Consejo de
Estado había sostenido que “en relación con el primer hecho (la negativa a
dar un concepto favorable), observa la Sala que se trata de un hec ho de
la propia demandante, que tiene un medio de prueba directo e
incontrovertible: el documento en el cual se plasma el concepto negativo
de favorabilidad o se niega el concepto positivo solicitado por el
nominador. Como dicho documento no se encuentra aportado al
expediente, se deberá efectuar una valoración de las pruebas indirectas
de carácter testimonial y documental en cuanto puedan constituir indicios
necesarios del hecho anterior.” Es evidente que al excluirse una prueba
existente, no se reflejó una valoración integral del acervo probatorio. No
obstante lo anterior, en el fallo de 17 de noviembre de 2005, la Subsección
“A” de la Sección Segunda del Consejo de Estado, agravó la situación al
mantener el mismo argumento y hacer la misma valoración probatoria a pesar
de que la prueba ya existía.

Un recto acatamiento de las directrices indicadas por la Corte en la sentencia


T-902 de 2005, sugería que el Consejo de Estado ante la evidencia de la
prueba previamente valorada por la Subsección “A” de la Sección Segunda del
Consejo de Estado, ajustara sus consideraciones a esa realidad procesal y
dictara una sentencia que garantizara el debido proceso de la demandante.
Sin embargo, en la sentencia de 17 de noviembre de 2005, la Subsección “A”
de la Sección Segunda del Consejo de Estado, desconoce nuevamente los
parámetros indicados por la Corte y mantiene la vulneración al debido
proceso, garantía fundamental que viene siendo desestimada desde el primer
fallo de la Subsección “A” de la Sección Segunda del Consejo de Estado que
fue objeto de tutela.

La Corte considera entonces, que la manera más expedita de hacer cumplir la


orden judicial de tutela y lograr la efectividad y eficacia de los derechos por
ella protegidos, es dejar sin efecto la sentencia de 17 de noviembre de 2005
dictada por la Subsección “A” de la Sección Segunda del Consejo de Estado,
en tanto se trató de un fallo que no atendió los parámetros fijados por la Corte
en la sentencia T-902 de 2005 y al tratarse de un cumplimiento sólo formal de
la sentencia de esta Corporación, lejos está de ser una respuesta efectiva a la
garantía de los derechos que se busca proteger en el fallo referido. Es claro
que el pronunciamiento de 17 de noviembre de 2005, no se allana a lo que
esta Corporación ordenó en la sentencia T-902 de 2005, y so pretexto de
atender lo allí ordenado, incumple la sentencia de la Corte, dicta un fallo que
contradice lo que había sostenido precisamente en la sentencia atacada en
tutela y vuelve a dejar desprotegido el derecho al debido proceso de la
interesada.

Con lo realmente acaecido en este caso, y a la luz de la jurisprudencia citada


en torno a la competencia excepcional de la Corte para dictar los autos de
cumplimiento por la renuencia de las Altas Cortes de cumplir los fallos de
tutela proferidos por la Corte Constitucional, claro es entonces que en este
caso, la Corte como último recurso, hace efectiva su competencia para velar
por el cumplimiento estricto de la providencia dictada por la Sala Sexta de
305
Revisión, toda vez que la solicitante ya acudió en varias ocasiones, sin
ningún resultado, al juez de primera instancia y no se ha logrado el
cumplimiento estricto de lo ordenado en la sentencia T-902 de 2005.

En vista de lo anterior, la Corte Constitucional, como máximo órgano de la


Jurisdicción constitucional y como guardiana de la integridad y supremacía de
la Constitución, con fundamento en la competencia asignada por el artículo 27
del Decreto 2591 de 1991, está en la obligación de adoptar las medidas que
sean necesarias para hacer cumplir estrictamente la sentencia T-902 de 2005
y brindar de esa forma una protección efectiva y real al derecho fundamental
al debido proceso de la señora …, tal como lo ordena expresamente el citado
fallo. De esta manera, se confiere eficacia a la parte motiva de la sentencia T-
902 de 2005 en tanto, en sede de cumplimiento es preciso tener en cuenta no
sólo la parte resolutiva sino la fundamentación que la Corte hace de las
razones que conducen a concretar su decisión. Se recuerda que en su
motivación la Corte en el fallo citado, constató efectivamente la existencia de
una prueba que según valoración probatoria del mismo Consejo de Estado
era determinante en el fallo de nulidad y restablecimiento del derecho
impulsado por la accionante y a partir de allí verificó la causal de
procedibilidad de la acción de tutela.

Deberá entonces declararse conforme a la Constitución y debidamente


ejecutoriada la sentencia dictada en primera instancia el 25 de abril de 2002,
por la Subsección “A” de la Sección Segunda del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca, dentro del proceso laboral de nulidad y restablecimiento del
derecho de … contra la Empresa Colombiana de Vías Férreas por medio de la
cual se condenó a dicha empresa a reintegrar a la señora … al cargo que
ocupaba al momento del retiro sin solución de continuidad, tal como se expuso
en la parte motiva de ese fallo.

Que la Corte adopte como medida de cumplimiento del fallo, reconocerle


pleno valor a la sentencia del Tribunal Administrativo de Cundinamarca dentro
del proceso ordinario de nulidad y restablecimiento del derecho encuentra
una clara justificación en que dicha providencia acoge en debida forma el
criterio de interpretación constitucional fijado por esta Corporación en punto al
examen que merece una prueba relevante allegada o citada en un proceso.
En efecto, el fallo del Tribunal administrativo, examinó todas las pruebas
allegadas y citadas por la accionante, cumpliendo su misión de sopesarlas en
relación con los hechos del litigio. La estimación, consideración y ponderación
del material probatorio es una tarea inherente al derecho de defensa y
constituye garantía de la idoneidad del proceso para cumplir las finalidades
que le han sido señaladas en el Estado Social de Derecho, ha señalado esta
Corporación en múltiples oportunidades. 643

No cabe duda, entonces, que declarar conforme a la Constitución y


debidamente ejecutoriada la decisión del 25 de abril de 2002, proferida en
primera instancia por la Subsección “A” de la Sección Segunda del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, comporta una medida adecuada para

643 Sentencia T-100 de 1998, entre otras. .


306
garantizar el derecho fundamental de la señora … al debido proceso, el
cual fue tutelado por esta Corporación en la Sentencia T-902 de 2005.
EL ESTADO COLOMBIANO
El Estado es una entidad política, formado sobre una porción de área terrestre, y cuando un grupo de personas
se organiza jurídicamente bajo el mando de varias organizaciones que buscan mantener el orden y la convivencia
en sociedad.
“Elementos básicos sobre el Estado Colombiano”. Departamento Nacional de Planeación Dirección de Desarrollo Territorial . ISBN: 978-958-8340-53-1 Bogotá Colombia 2010

El articulo 1 de nuestra Carta, establece: “ Colombia es un Estado Social de Derecho organizado en forma de
República unitaria, descentralizada, con autonomía en sus entidades territoriales, democrática, participativa, y
pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la
integran y en la prevalencia del interés general”.
ELEMENTOS DEL ESTADO COLOMBIANO
1.Territorio: Es el espacio físico geográfico, que sirve de asiento a la población y en él se ejerce el poder y la política del
Estado
2. Soberanía: Expresa la esencia de toda subordinación interior y exterior, sobre el Estado para ejerza poder sobre el
territorio y en beneficio de su población.
3. Población: Es lo que conforma la comunidad organizada del Estado, no puede existir Estados sin población.

Para esta presentación: Elementos del Estado, tomo como soporte: Teoría Constitucional e Instituciones Políticas. Séptima edición. Vladimiro Naranjo. Ed. 7 Temis. Bogotá
ELEMENTOS DEL ESTADO COLOMBIANO

TERRITORIO
De acuerdo con la Constitución Política (artículo 101), además del territorio continental, el archipiélago de San Andrés,
Providencia, y Santa Catalina, la Isla de Malpelo y demás islas, islotes, cayos, morros y bancos, también son parte de Colombia
los siguientes elementos.

El territorio esta compuesto :

1. Subsuelo: Porción que se encuentra debajo del suelo y que se prolonga como un cono, en cuyo vértice está el centro de la tierra. La
Constitución señala en su artículo 332, así como en el 102, que la Nación es propietaria del subsuelo y de los recursos naturales no
renovables.

2. Mar territorial: Zona de mar adyacente a las costas del Estado, localizada por fuera del territorio continental y de sus aguas interiores, y
que se extiende, mar adentro, hasta un máximo de 12 millas náuticas, contadas a partir de las líneas de base.

3. Zona contigua: Area de las aguas de alta mar situada inmediatamente enseguida del mar territorial (área de importancia para la
implementación de medidas de prevención, protección y seguridad nacional). Se extiende, mar adentro, hasta un máximo de 12 millas
náuticas, contadas a partir del mar territorial.

4. Zona económica exclusiva: Franja de mar, adyacente al mar territorial y a la zona contigua, y que va, mar adentro, hasta un máximo de
200 millas náuticas, contadas a partir de las líneas de base.
ELEMENTOS DEL ESTADO COLOMBIANO
SOBERANÍA

La Constitución Política de 1991 estable en su articulo 3: "la soberanía reside


exclusivamente en el pueblo del cual emana el poder público"; se consagró, entonces,
estableciendo, como fuente de poder, la voluntad de los individuos; y la suma de
esas voluntades es el poder supremo. El pueblo ejerce la soberanía en forma
directa o por medio de sus representantes, en los términos que nuestra Carta
establece.
ELEMENTOS DEL ESTADO COLOMBIANO

POBLACIÓN

En general se entiende como “población” un conjunto de personas que cumplen un ciclo vital, durante
el cual persiguen fines individuales y colectivos, considerándose como un elemento humano y
sicológico.

Para efectos legales y relacionados con el tema que estamos viendo, la población de un Estado la
conforman sus habitantes permanentes o transeúntes, nacionales o extranjeros, quienes deben
respetar y cumplir la Constitución y las leyes del respectivo Estado.

El art. 4 de nuestra Constitución consagra: "Es deber de los nacionales y extranjeros en Colombia,
acatar la Constitución y las leyes , y respetar y obedecer a las autoridades”.
PRINCIPIOS DE NUESTRA ORGANIZACIÓN
ESTATAL

Siguiendo al profesor Libardo Rodríguez (2009), es conveniente mencionar algunos PRINCIPIOS, o


NORMAS básicas que constituyen la base de la organización de cualquier Estado.

Por lo anterior, haré referencia a tres principios básicos, a saber:

1. La separación de poderes
2. La distinción entre Estado unitario y Estado federal
3. La centralización política y la descentralización administrativa.

El Barón de Montesquieu (1689-1755), cronista y pensador político francés: “desarrolló la idea de que el Poder Público no era
realmente un solo poder sino que era necesario distinguir claramente tres poderes separados: el legislativo, el ejecutivo y el
judicial, que correspondían, respectivamente, a las funciones de dictar las normas generales, aplicarlas y resolver los conflictos
que resultaran de esta aplicación”. (Rodríguez, 2009, p. 3).

Para la presentación sobre “Principios de nuestra organización estatal se consultó: “Fundamentos básicos sobre el Estado Colombiano”. Departamento Nacional
de Planeación Dirección de Desarrollo Territorial . ISBN: 978-958-8340-53-1 Bogotá Colombia 2010. 23-03.2017
PRINCIPIOS DE NUESTRA ORGANIZACIÓN
ESTATAL

La separación de poderes

Respecto del Principio de la división de poderes el artículo 113 de la Constitución de Colombia, establece que:
“Son Ramas del Poder Público, la legislativa, la ejecutiva y la judicial”.

Este principio ha ido ampliándose en su concepción porque se han formado instituciones adicionales que
complementan de manera especializada la acción del Estado. En nuestro caso contamos además, de las tres
ramas tradicionales del poder, con otros órganos, autónomos e independientes, que contribuyen al
cumplimiento de las demás funciones del Estado, y que corresponden a los organismos de control, la
organización electoral y la organización territorial, como la Procuraduría, la Contraloría, La defensoría y la
Fiscalía.

Para la presentación sobre “Principios de nuestra organización estatal se consultó: “Fundamentos básicos sobre el Estado Colombiano”. Departamento Nacional
de Planeación Dirección de Desarrollo Territorial . ISBN: 978-958-8340-53-1 Bogotá Colombia 2010. 23-03.2017
PRINCIPIOS DE NUESTRA ORGANIZACIÓN
ESTATAL
RAMA EJECUTIVA

La rama ejecutiva representa al gobierno y está compuesta por la Presidencia, las


gobernaciones, las alcaldías, las superintendencias, los establecimientos públicos y las
empresas industriales o comerciales del Estado.

El Presidente de la República de Colombia es el jefe del Estado, el jefe del gobierno y por
ende es la suprema autoridad administrativa; en los ministerios los Ministros, en los
Departamentos los gobernadores, y en los Establecimientos públicos sus respectivos
representantes ya sean, jefes, Rectores, Superintendente, de acuerdo a la clase de
establecimiento que se gerencie.
Para la presentación sobre “Principios de nuestra organización estatal se consultó: “Fundamentos básicos sobre el Estado Colombiano”. Departamento Nacional de Planeación Dirección de Desarrollo
Territorial . ISBN: 978-958-8340-53-1 Bogotá Colombia 2010. 23-03.2017
RAMA EJECUTIVA

https://www.google.com.co/search?q=RAMA+EJECUTIVA&rlz=1C1CHZL_esCO73
6CO736&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjfsZLG-ezSAhUM4iYKHcaoAZIQ_AUICCgB&biw=1086&bih=498#imgrc=1C-nHfaheFv8yM:
RAMA LEGISLATIVA

La conforma el Congreso de la República, que a su vez esta compuesto por: la Cámara de Representantes y el Senado de la
República. Sus integrantes son elegidos por medio del voto popular y cada uno de ellos, representantes y senadores, tiene el
mismo nivel de poder y de responsabilidad dentro de sus instituciones.

SENADO: El Senado es un institución de circunscripción nacional; es decir, su elección se hace desde todos los municipios del
país. Para que una persona pueda ser elegida como Senador debe cumplir con los siguientes requisitos: Ser colombiano de
nacimiento, ciudadano en ejercicio y ser mayor de treinta años a la fecha de la elección.

CÁMARA DE REPRESENTANTES: Los Representantes a la la Cámara deben cumplir con los mismos requisitos que los
senadores para aspirar a este cargo. Colombia actualmente tiene cinco representantes que ocupan unas curules especiales:
dos para las comunidades afrodescendientes, una para las comunidades indígenas, una representa a los colombianos que viven
en el exterior y otra curul es para las minorías políticas.
RAMA LEGISLATIVA

https://www.google.com.co/search?q=rama+legislativa+en+colombia&rlz=1C1CHZL_esCO736CO736&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjhn4aS_uzSAhVI0i
YKHSxyDYYQ_AUICCgB&biw=1086&bih=498#tbm=isch&q=rama+legislativa+organigrama+en+colombia&*&imgrc=YaoZveCWTSfUpM:
RAMA JUDICIAL

Encargada de administrar la justicia en Colombia. Compuesta por seis organismos:


1 Corte Suprema de Justicia
2. Consejo de Estado
3. Corte Constitucional
4. El Consejo Superior de la Judicatura
5. Jurisdicciones Especiales
6. Fiscalía General de la Nación.
Tanto los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia como los del Consejo de Estado
serán nombrados según las listas que envía el Consejo Superior de la Judicatura.
RAMA JUDICIAL

https://www.google.com.co/search?q=rama+judicial+funciones&rlz=1C1CHZL_esCO736CO736&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwj80tjDsu3SAhVE0iYKHe
BuANkQ_AUICCgB&biw=1086&bih=498#imgrc=7pcgu1CbfObjUM:
OTROS ÓRGANOS DE CONTROL.

Colombia cuenta con otros organismos independientes ejerciendo control ante las diferentes instancias del
Estado. Ellos son:

1. La organización electoral

2. Ministerio Público, conformado por:

• La Procuraduría.

• La Contraloría

• La Defensoría

• La Fiscalía.
Este Power Point se trabajó teniendo en cuenta la Constitución Política de Colombia. Es.27. Editorial Leyer. Francisco Gómez Sierra.
ORGANIZACIÓN ELECTORAL

De conformidad con el artículo 120 de la Constitución Política de Colombia:


“La Organización Electoral está conformada por el Consejo Nacional Electoral,
por la Registraduría Nacional del Estado Civil y por los demás organismos que
establezca la Ley. Tiene a su cargo las elecciones, su dirección y vigilancia, así
como lo relativo a la identidad de las personas”.

Este Power Point se trabajó teniendo en cuenta la Constitución Política de Colombia. Es.27. Editorial Leyer. Francisco Gómez Sierra.
ORGANIZACIÓN ELECTORAL

El Consejo Nacional Electoral


1.Se conforma por nueve (9) miembros.
2. Elegidos por el Congreso de la República en pleno.
3, Para un período institucional de cuatro (4) años, previa postulación de los partidos o
movimientos políticos con Personería Jurídica o por coaliciones entre ellos.
4. Son servidores públicos de dedicación exclusiva y tendrán las mismas calidades,
inhabilidades, incompatibilidades y derechos de los magistrados de la Corte Suprema de
Justicia y podrán ser reelegidos por una sola vez.

Este Power Point se trabajó teniendo en cuenta la Constitución Política de Colombia. Es.27. Editorial Leyer. Francisco Gómez Sierra.
MINISTERIO PÚBLICO

Constitución política de Colombia artículo 118:


“El Ministerio Público será ejercido por el Procurador General de la Nación, por
el Defensor del Pueblo, por los procuradores delegados y los agentes del
ministerio público, ante las autoridades jurisdiccionales, por los personeros
municipales y por los demás funcionarios que determine la ley. Al Ministerio
Público corresponde la guarda y promoción de los derechos humanos, la
protección del interés público y la vigilancia de la conducta oficial de quienes
desempeñan funciones públicas”
MINISTERIO PÚBLICO

Procuraduría General de la Nación


La Procuraduría General es uno de los organismos autónomos de Colombia que se encargan de
representar los intereses civiles ante el Estado colombiano, junto con la Personería y la
Defensoría.
El Procurador es el supremo director del Ministerio Público, quien es elegido por el Senado para
un periodo de cuatro (4) años , de una terna integrada por candidatos del Presidente de la
República, la Corte Suprema de Justicia, y el Consejo de Estado.

Su función primordial es vigilar el cumplimiento de la Constitución, las leyes, las decisiones


judiciales y los actos administrativos. Ante irregularidades, este organismo es autónomo en el
ejercicio de sus investigaciones y en la ejecución de sus determinaciones.

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