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Los arqueólogos sostienen que los territorios de Perú, estuvieron habita-dos desde
tiempos inmemoriales por razas primitivas, tan antiguas como las de Egipto y China, y
que construyeron grandes imperios antes del advenimiento de la dinastía de los incas.
Según marvin harris, en lo que hoy es Perú las jefaturas comenzaron a trascender hacia
el Estado alrededor del año 350 a. C. Cuando los gobernantes lograron integrar en un
solo sistema varios Estados de las costas y del interior, se formó un sistema imperial.
La primera civilización que alcanzó el carácter de imperio fue la chimú, cuya capital era
Chanchán, situada en la costa y "rodeada de inmensas murallas de barro". En cambio,
la civilización de los incas, cuya capital era Cuzco, estaba construida en las montañas, y
fue tan poderosa que "absorbió a la cultura chimú y fundó en el año 1438 d. C. un
imperio que se extendía a lo largo de 3.200 kilómetros y contaba con 6 millones de
habitantes". Los incas tuvieron una capacidad de gobierno semejante a la de los
antiguos imperios del Próximo Oriente, con unidades administrativas clasificadas "en
tres niveles: aldeas, distritos y pro-vincias", pero cuyo régimen de gobierno estaba
centralizado en Cuzco. Otra característica del régimen imperial de los incas es la
intervención del Estado en la recaudación de impuestos, en la planificación y
reclutamiento de mano de obra para construir obras de interés general, así como en la
distribución de las tierras entre los campesinos y la clase sacerdotal[2].
Conquistados los aztecas por Hernán Cortés en 1519 y los incas por Fran-cisco Pizarro
en 1531, estos Estados precolombinos, así como las demás orga-nizaciones políticas
nativas que existían, vieron truncado el desarrollo normal de sus culturas y comenzó un
proceso de formación de sociedades nuevas, de gobiernos y Estados dependientes de
España en su condición de virreinatos o de simples burocracias cuya autoridad
suprema era el rey. Brasil, cuyo impe-rio conquistador fue el portugués, tuvo un proceso
un poco distinto. Cuando napoleón invadió Portugal en 1808, la familia imperial se
trasladó al Brasil e instaló allí el imperio, y tres generaciones de monarcas gobernaron,
hasta 1889. En efecto, Joao vi regresó a Lisboa en 1821, pero su hijo Pedro i fue
proclama-do emperador constitucional de un Brasil independiente de Portugal. A Pedro i
lo sucedió su hijo Pedro u, quien gobernó hasta 1889, año en que cayó el monarca[3]
B) El nombre de Latinoamérica
Hoy estamos familiarizados con la idea de Latinoamérica, y por esa fa-miliaridad nos
parece que el nombre tiene tanta antigüedad como el mismo descubrimiento de estos
territorios por España. Sin embargo, antes de esta denominación tuvo otras, como las
Indias, en homenaje a Colón y su propósi-to de llegar al Asia; Nuevo Mundo o el de
América que se le dio en el siglo XVIII. El nombre de Latinoamérica comenzó a gestarse
en el siglo XIX y alcanzó su carta de ciudadanía a partir de 1900, con la publicación del
ensayo Ariel por parte del uruguayo josé enrique rodó (1872-1917). Inicialmente, la idea
sur-gió como un objetivo de los socialistas utópicos, pero luego fue un simple pre-texto
de Napoleón m en sus propósitos de invadir México. En efecto, los so-cialistas saint-
simon y fourier, tenían la intención de crear nuevas formas de transporte,
específicamente de canales y aunque los dos pensadores no pudie-ron ver realizado su
ideal, sus discípulos influyeron en la construcción del Canal de Suez. La noble idea de
los socialistas utópicos fue adoptada por michel chevalier (1806-1879), economista y
político francés, quien, después de via-jar por Estados Unidos, México y Cuba entre
1834 y 1836, propuso que Fran-cia construyera un canal interoceánico en Panamá.
Aunque en el decenio del sesenta del siglo XIX el concepto de Latinoamérica se haya
utilizado con pretextos expansionistas y pragmáticos, el toque latinoamericanista
sincero y noble lo presentó josé enrique rodó, escritor y político uruguayo, en su obra,
ya mencionada, Ariel. En este escrito, rodó se dirige a la juventud hispanoamericana y
la exhorta a dejar el utilitarismo y la sensualidad sin ideales de los anglosajones y a
amar la inteligencia por sí misma, así como la belleza, la gracia y los misterios de lo
infinito. Examina los que, para él, son los dos grandes ideales históricos de la
humanidad: el clásico grie-go y el cristiano, que se dan la mano y se complementan en
las cartas de San pablo a los tesalónicos y a los filipenses. Reconoce los brillantes
triunfos del americanismo del norte, en muchos aspectos de la política y la economía, y
advierte que, por eso mismo, en la América española no faltará quien se deje
sugestionar por estas tentaciones con las que los yanquis atraen a los hispanos. Todas
las grandezas y ventajas del pueblo norteamericano "son admiradas pero no queridas",
según las propias palabras de rodó. "Comprendo bien —dice rodó— que se adquieran
inspiraciones, luces y esperanzas, en el ejemplo de los fuertes", pero "en ese esfuerzo
vano hay, además, no sé que cosa de inno-ble. Género de esnobismo político podría
llamarse al afanoso remedo de cuanto hacen los preponderantes y los fuertes, los
vencedores y los afortunados"[7]. De este modo, a partir de rodó se hizo explícito y se
acuñó el concepto de Latinoamérica, por el que tanto habían luchado bolívar, san
martín, martí y muchos otros hispanohablantes. Hoy se habla de América Latina y el
Caribe para incluir en este bloque a los pueblos de lengua anglosajona; y en este libro,
siempre que se hable de América Latina, debe entenderse que son los pueblos y países
comprendidos entre el Río Bravo o Grande y la Patagonia.
Abordar bajo un solo acápite todas las ideas políticas de Améric a Latina no significa que
los veintitrés países del subcontinente latinoamericano tengan una cultura homogénea.
Aunque todos estos países tienen un pasado ibérico común, y a todos los une una
lengua de origen latino y una misma religión, en cuanto respecta a sus bases
precolombinas hay una diversidad de culturas e ideales que aun se man-tienen y que
resultaría equivocado pretender desconocer y homogenizar. Para solo mencionar
algunos ejemplos, el componente indígena todavía es muy sólido y determinante de la
nacionalidad en México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia; mientras que en
Colombia, Venezuela y Chile la población indíge-na ha sido diezmada y se ha impuesto
con mayor intensidad el mestizaje. Este solo aspecto obligaría a realizar un estudio para
cada uno de los países que integran el continente latinoamericano, examinando, en
cada caso, la trayectoria del pensamiento político y buscando luego la integridad y la
unidad po-lítica dentro de la diversidad cultural, para superar unas mismas necesidades
y planear la defensa ante peligros y agresores comunes. Pero, dadas las limita-ciones
de este libro, en este punto únicamente se hace una mención general del pensamiento
político y se traen como ilustración del mismo las ideas de algu-nos hombres
preocupados por la identidad y el destino de América Latina.
Como la naturaleza del hombre está formada para pensar, cualquiera que lea las líneas
anteriores, donde se precisa que en América Latina no ha exis-tido un pensamiento
político autóctono, me podrá reclamar, con toda razón, mi falta de sindéresis. No es por
falta de razonamiento coherente, ni mucho menos, que los latinoamericanos seamos la
excepción a la esencia de pensar del ser humano, porque, como se acaba de observar,
Latinoamérica ha enriquecido las ideas universales con la literatura y con la discusión
religiosa. Lo que sucede es que un pensamiento político no se forma de un momento a
otro, por la ge-nialidad de un hombre a quien en una ocasión determinada, le haya
llegado la inspiración. Así no han surgido en ningún lugar del mundo las grandes ideas
políticas, ni siquiera en la cabeza más iluminada que en este asunto ha dado la
humanidad en todos los tiempos: platón. Este también cabalgó en los hom-bros de otros
pensadores milenarios, a quienes he registrado brevemente al ocuparme del filósofo
griego.
Las ideas políticas, más que cualquier otra área del conocimiento, son el producto de
muy variados elementos que se han ido acumulando y que se van clarificando hasta
alcanzar la madurez en una generación determinada de la sociedad. Ese conjunto de
elementos ha hecho falta en Latinoamérica y, en consecuencia, el hombre
latinoamericano y, concretamente, el pensador polí-tico latinoamericano, como todo ser
humano, es el producto del pasado, y en Latinoamérica las huellas culturales del
pasado no han sido lo suficientemen-te favorables como para elaborar un pensamiento
político de gran profundidad, lo cual no quiere decir que no vaya a existir en el futuro. Lo
habrá, seguramente, si se logran superar las barreras y si el pensador político
latinoamericano se aplica al oficio, pues la inspiración solo llega con el trabajo continuo
y perse-verante. ¿Cuáles son los obstáculos que han impedido el surgimiento de un
pensamiento político latinoamericano? Hay dos problemas de los que se deri-van todos
los demás: tener que partir de cero y no encontrar un eslabón impar-cial del cual echar
mano en los primeros tiempos. Los primeros pensadores políticos no tuvieron una base
acumulada a la cual se pudieran sumar las gran-des corrientes del pensamiento que,
presumiblemente, portaban consigo los conquistadores y colonizadores.
Partiendo de esos obstáculos ciertos, que son demasiado grandes, todos los demás
vienen a ser consecuencias insalvables: tomar ideas prestadas, de-dicar muy poco
tiempo al ejercicio de pensar, eludir las fuentes del pensamiento.
Colombia es un Estado Social de
Derecho
Nuestra Constitución Política (Art. 1°) establece la forma y caracteres del Estado Colombiano.
“El Estado Social de Derecho hace relación a la forma de organización política que tiene
como objetivo combatir las penurias económicas, sociales y las desventajas de diversos
sectores, grupos o personas de la población, prestándole asistencia y protección”(Corte
Constitucional , sentencia T-426 DE junio 24 de 1992)
https://www.google.com.co/search?q=estado+social+de+derecho+colombia&rlz=1C1CHZL_esCO736CO736&espv=2&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjhhM -
Características del Estado Social de Derecho
Estado Soberano
Posee su propio territorio
Con autoridad sobre sus instituciones políticas
Organizado como república unitaria
Reconocido internacionalmente como Estado
Poder público del Estado Colombiano
Rama ejecutiva.
La Carta Política del91 (art. 117-119 y Título X), establece que los organismos de
control son:
El Ministerio Público, cuyo nombre más familiar es el de Procuraduría General de
la Nación.
La Defensoría del pueblo que está adscrita a la Procuraduría.
La Contraloría General de la República.
La Personería
Poder público del Estado Colombiano
Organización electoral.
Delito
Infracción sancionada con una pena grave
Delito culposo
El que se comete por descuido o falta de cuidado
Delito doloso
El que se comete intencionada y voluntariamente
Demanda
Escrito que se presenta al juzgado para iniciar formalmente un pleito civil
Demandante
Persona que presenta una demanda contra otra persona en el juzgado en reclamación de
un derecho
Demandado
Persona contra la que se presenta una demanda
Denuncia
Puesta en conocimiento del juez, el fiscal o la policía de un delito
Derecho
Conjunto de normas vinculantes en una sociedad determinada
Desahucio
Desalojo de un arrendatario o inquilino de la vivienda que ocupa ordenado por el juez
Dilaciones indebidas
La noción constitucional del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas es
un concepto jurídico indeterminado (sentencia del Tribunal Supremo de 18 de
octubre de 1993) cuyo contenido concreto ha de ser alcanzado mediante la
aplicación a las circunstancias del caso de los factores objetivos y subjetivos
que sean congruentes con su enunciado genérico.
El escalamiento implica llegar a lo que se quiere sustraer, por una vía insólita o
desacostumbrada, distinta al acceso natural que el titular de los bienes utiliza de ordinario
(sentencia del Tribunal Supremo de 3 noviembre
1989). Escalar debe ser cualquier acto de subir, bajar, trepar y ascender.
No había norma por encima del bando que, además, carecía de ningún límite de
aplicabilidad, lo mismo que carecía de regulación externa. La propia ausencia normativa
sobre situaciones excepcionales acentuaba la trascendencia del bando. El artículo 139 de
la Ley Constitutiva del Ejército de 1821 establecía: "Las Ordenanzas generales del
Ejército determinarán la autoridad y facultades de los Generales en gefe, Gobernadores
de plazas y demás gefes que son responsables de las operaciones de la guerra". Se
refería implícitamente a los bandos, pero la reforma de las Ordenanzas de Carlos III
prevista por la Ley Constitutiva (artículo 169) nunca llegó. Por tanto, la referencia había
que reconducirla a las antiguas Ordenanzas del siglo anterior que, a su vez, la
trasladaban al bando, esto es, a la omnímoda decisión del capitán general. Se cerraba un
círculo vicioso: la Ley Constitutiva, para regular las facultades de los capitanes generales,
se remitían a las Ordenanzas y, a falta de nuevas Ordenanzas, las viejas remitían a su
vez al bando. En suma, no había un estado de guerra sino tantos como bandos, y así, la
Real Orden de 29 de setiembre de 1839 estipuló "que en las provincias declaradas en
estado de guerra y en las plazas y puntos que se hallen en estado de sitio, se observen
los bandos de los generales en jefe o gobernadores respectivos y se arreglen a ellos,
tanto para la formación de los consejos de guerra como para el conocimiento de los
delitos que se designen a los consejos en dichos bandos".
Estafa
1. Elementos del tipo
1.1 Engaño:
1.2 Idoneidad
1.3 Error
1.4 Acto de disposición patrimonial
1.5 Nexo causal entre el engaño del autor y el perjuicio de la víctima
1.6 Ánimo de lucro:
2. Concurso con falsedad en documento
3. Estafa de especial gravedad
1. Elementos del tipo:
El delito de estafa viene configurado por diversos los siguientes requisitos o elementos:
1.1 Engaño:
El engaño es la espina dorsal, el factor nuclear, alma y sustancia de la estafa. Consiste en
el montaje ficticio, la apariencia de realidad de algo inexistente. Puede definirse como la
maniobra torticera y falaz por medio de la cual el agente, ocultando la realidad, juega
dentro de la apariencia para ganar la voluntad del perjudicado o de los perjudicados,
haciéndoles creer y aceptar lo que no es verdadero.
Jurisprudencialmente se concibe con amplitud, dada la variedad ilimitada de sup uestos
que ofrece(sentencias del Tribunal Supremo de fechas 5 de marzo y 12 de noviembre de
1990 y 28 de mayo de 1991. Puede ser precedente o concurrente a la infracción,
constitutivo de la "ratio esendi", núcleo y alma del tipo y traducido en el ardid,
maquinación, simulación, falacia o artificio.
La calidad del engaño es lo que configura la diferencia entre la estafa y el ilícito civil. No
vale acudir a la existencia del perjuicio, lo fundamental es la actitud del sujeto activo. Si
conoce desde el primer momento del contrato que no puede cumplir lo que por su parte
ofrece o que, pudiendo hacerlo, es su inequívoca voluntad no realizarlo, se estaría en el
delito habida cuenta el enriquecimiento indebido que pretende.
Según la sentencia del Tribunal Supremo de fecha 13 de mayo de 1994, la línea divisoria
entre el dolo penal y el dolo civil en los delitos contra la propiedad se halla dentro del
concepto de la tipicidad, lo ilícito penal frente a lo ilícito civil, de tal forma que sólo cuando
la conducta del agente encuentre acomodo en el precepto penal que conculca, puede
hablarse de delito, sin que por tanto ello quiera decir que todo incumplimiento contractual
signifique la vulneración de la Ley Penal, porque la norma establece medios suficientes
para restablecer el imperio del Derecho ante vicios puramente civiles. Depurando más el
concepto diferenciador, el Tribunal Supremo tiene reiteradamente declarado que la estafa
existe únicamente en los casos en los que el autor simula un propósito serio de contratar
cuando en realidad sólo quería aprovecharse del cumplimiento de la parte contraria y del
propio incumplimiento, propósito difícil de demostrar que ha de obtenerse, normalmente,
por la vía de la inferencia o de la deducción, partiendo tal prueba indiciaria, l ejos de la
simple sospecha, de hechos base ciertamente significativos .
Surgen así los denominados negocios civiles criminalizados en los que el contrato se
erige en instrumento disimulador, de ocultación, fingimiento y fraude. Son contratos
procedentes del orden jurídico privado, civil o mercantil, con apariencia de cuantos
elementos son precisos para su existencia correcta, aunque la intención inicial, o
antecedente, de no hacer efectiva la contraprestación, o el conocimiento de la
imposibilidad de hacerlo, defina la estafa. Mas ha de entenderse que ese engaño,
simulación artera de una seriedad en los pactos que en realidad no existe, ha de provocar
en cadena el error, el desplazamiento patrimonial, el perjuicio y el lucro injusto, pero ha de
provocarlo de manera antecedente, no sobrevenida. El Código Civil se refiere al dolo civil
como un supuesto de nulidad del consentimiento, artículos 1265, 1269 y 1270, lo que
significa pues, de acuerdo con lo arriba señalado, que ese dolo no genera sin más la
infracción penal, independientemente de que en la pura esfera del Derecho Civil tampoco
se llegue siempre a la nulidad de la relación (sentencia de 1 de diciembre de 1993). El
negocio criminalizado será puerta de la estafa cuando se constituya en una pura ficción al
servicio del fraude a través de la cual se crea un negocio vacío que encierra realmente
una acechanza al patrimonio ajeno.
1.2 Idoneidad:
La maniobra defraudatoria ha de revestir apariencia de seriedad y realidad suficientes
para defraudar a personas de mediana perspicacia y diligencia; la idoneidad abstracta se
complementa con la suficiencia en el específico supuesto contemplado, el doble módulo
objetivo y subjetivo desempeñarán su función determinante. Idoneidad significa que el
engaño ha de tener adecuada entidad para que en la convivencia social actúe como
estímulo eficaz del traspaso patrimonial. Ha de ser "bastante", es decir, adecuado,
suficiente y proporcional, tanto en su valoración por módulos objetivos, como en función
de las condiciones personales del sujeto afectado y circunstancias concurrentes, para
conseguir un error en el sujeto pasivo y así conseguir el fin lucrativo propuesto por el
agente.
1.3 Error
El engaño ha de producir una equivocación en el sujeto pasivo, llevándole a actuar bajo
una falsa presuposición, a emitir una manifestación de voluntad partiendo de un motivo
viciado, por cuya virtud se produce el traspaso patrimonial. La víctima, desconocedora o
con conocimiento deformado o inexacto de la realidad por causa de la insidia, fabulación o
artificio, afectada por el vicio su voluntad, propicia o facilita el desplazamiento patrimonial
que le subsgue
1.4 Acto de disposición patrimonial
El error del sujeto pasivo provoca un desplazamiento patrimonial a favor del agente, con
el consiguiente "perjuicio" para el disponente que, con su propia actuación, consecuencia
del error experimentado y en definitiva del engaño desencadenante, causa su propio daño
patrimonial, quedando ensamblada o cohonestada la actividad egañosa y el perjuicio
irrogado. La lesión del bien jurídico tutelado, el daño patrimonial, ser producto de una
actuación directa del propio afectado, consecuencia del error experimentado y, en
definitiva, del engaño desencadenante de los diversos estadios del tipo; acto de
disposición fundamental en la estructura típica de la estafa que ensambla o cohonesta la
actividad engañosa y el perjuicio irrogado, y que ha de ser entendido, genéricamente,
como cualquier comportamiento de la persona inducida a error, que arrastre o conlleve de
forma directa la producción de un daño patrimonial en sí misma o en un tercero, no siendo
necesario que concurran en una misma persona la condición de engañado y de
perjudicado
1.5 Nexo causal entre el engaño del autor y el perjuicio de la víctima
Esto implica que el dolo del agente tiene que anteceder o ser concurrente en la dinámica
defraudatoria, no valorándose penalmente, en cuanto al tipo de estafa se refiere, el dolo
"subsequens", es decir, sobrevenido y no anterior a la celebración del negocio de que se
trate. El dolo característico de la estafa supone la representación por el sujeto activo,
consciente de su maquinación engañosa, de las consecuencias de su conducta, es decir,
la inducción que alienta al desprendimiento patrimonial como correlato del error
provocado, y el consiguiente perjuicio suscitado en el patrimonio del sujeto pasivo,
secundado de la correspondiente voluntad realizativa.
1.6 Ánimo de lucro:
El ánimo de lucro es el verdadero elemento subjetivo del injusto, y viene exigido de
manera explícita por el artículo 528 del Código Penal, eliminándose, pues, la incriminación
a título de imprudencia. La jurisprudencia lo ha interpretado en un sentido amplio,
concibiéndolo como "cualquier ventaja, provecho, beneficio o utilidad", incluso los
meramente contemplativos o de ulterior beneficencia. Es correlativo, aunque no
necesariamente equivalente, al perjuicio ocasionado a la víctima.
Dichos elementos que se han sintetizado en la concurrencia de cuatro esenciales: el ideal
o de engaño, el subjetivo o de ánimo de lucro; el objetivo del desplazamiento patrimonial y
la relación causal entre daño y perjuicio y que la doctrina ha concretado en el perjuicio
patrimonial, el ánimo de lucro y el medio de engaño, todos han tenido acomodo en el
artículo 528 del Código sancionador, cuando dice que "cometen estafa los que con ánimo
de lucro utilizan engaño bastante para producir error en otro, induciéndole a realizar un
acto de disposición en perjuicio de sí mismo o de tercero".
La estafa requiere necesariamente, "sine qua non", la existencia en la dinámica
originadora del ilícito, de dos personas contrapuestas, el sujeto activo y el pasivo, el
primero productor de un "engaño", dirigido a causar en el segundo un "error", que viciando
su voluntad, le sitúe en disposición propincia o facilitadora de llevar a cabo un
"desplazamiento patrimonial" en favor del agente, con el consiguiente y causal "perjuicio"
propio o de un tercero.
*2. Concurso de estafa con falsedad en documento. Sentencia del Tribunal Supremo de
30 de noviembre de 1993:
La estafa del artículo 528 realizada a través de un documento público, oficial o de
comercio, utilizado como medio necesario para su comisión, no consume la falsedad, sino
que los dos tipos son compatibles, produciéndose un concurso real de delitos sin perjuicio
de que en orden a su punición sea aplicable lo dispuesto en el artículo 71 del Código
Penal.
Cuando se trata de falsedad en documentos privados junto a la estafa genérica, como el
perjuicio a tercero, o el ánimo de causárselo, viene incluido en el artículo 306, no procede
estimar tal concurso, pero sí el conflicto de normas en cuanto que siendo el hecho
subsumible en la falsedad y en la estafa, ha de optarse por una de esas figuras delictivas
en acatamiento del "non bis in idem". El principio de la gravedad de las penas hace
prevalecer el artículo 306 sobre el 528 del Código Penal (artículo 68 del Código Penal), es
decir, que la estafa quedaría absorbida por la falsedad, que sólo cedería ante el mayor
rango primitivo de la estafa en el caso de las especiales agravaciones del artículo 529. Es
así que en la falsedad de los documentos públicos, oficiales o mercantiles basta la
existencia de la falsedad en alguna de las modalidades del artículo 302, mas cuando se
trata de documento privado es necesario la concurrencia del requisito objetivo
representado por las alteraciones a que este último precepto se refiere, como de otro
subjetivo consistente en el conocimiento de que con tan falaz proceder se causa o se
puede causar un daño evidente a tercero (dolo intencional de causar perjuicio). Se
identifican y entremezclan ahora el engaño de la estafa y el perjuicio a tercero de la
falsedad del artículo 306. De ahí el concurso de normas y la solución apuntada.
Sin embargo en el supuesto en que el conflicto se presente entre la falsedad de los arts.
306 y 302.4, y la estafa inmobiliaria, y específica, del párrafo segundo del artículo 531 de
la misma Ley Penal (disponer de un bien libre sabiendo que estaba gravado), debe
aplicarse este último precepto por razón de la especialidad que adquiere carácter
prevalente. La estafa específica ha de absorber entonces a la falsedad dada la imposición
de la norma específica sobre la genérica.
*3. Estafa de especial gravedad
La expresión legal "especial gravedad" supone un concepto jurídico que el legislador
incorpora con carácter de elemento normativo del subtipo, pero cuyo alcance o límites
deja de precisar a fin de que el Juzgador, en el que se delega o encomienda tal función,
presidido por criterios de experiencia y sintonizando con la realidad socio-económica en la
que se halla inmerso, ejerza una labor integradora que permita en todo momento la mejor
actualización y operatividad del tipo. Dentro de unas orientaciones de generalizada
proyección, la afirmación que nos ocupa debe también ser objeto de un entendimiento
individualizado, a fin de contemplar y sopesar los diversos factores concurrentes en orden
a determinar si la cantidad defraudada merece o no quedar enmarcada en la definición de
especialmente grave, y, en su caso, con el aditamento de la cualificación. El agravamiento
del nivel de vida, las fluctuaciones del valor adquisitivo de la moneda, exigirán una
elevación del listón definidor; pero, indudablemente, no deberán perderse de vista las
condiciones del sujeto pasivo, salvando toda confusión o interferencia con la hipótesis a
que provee el apartado 5 del propio artículo 529, y la índole de las relaciones en cuyo
seno se consuma la maniobra defraudatoria (sentencias del Tribunal Supremo de fechas
23 febrero 1987 y 30 septiembre 1988.
Ha venido siendo doctrina jurisprudencial aceptada la que cifraba la especial gravedad en
la suma comprendida entre las quinientas mil y el millón de pesetas, límite determinante
de la cualificación de la gravedad de la estafa; cifra que ofrecía un carácter puramente
orientativo y se hallaba sujeta, por supuesto, a las revisiones aconsejadas por las
circunstancias, y que hoy ha de experimentar una modificación actualizadora en alza, cual
viene reflejándose en las más recientes sentencias de esta Sala.
Eximente
Circunstancia personal de quien comete un delito que le libera de responsabilidad penal
Falso testimonio
Delito en que incurren los testigos que declaran en un proceso faltando a la verdad
Falta
Infracción sancionado con pena leve
Fallo
Parte final de una sentencia que contiene la decisión del juez sobre la contraversia
planteada en el proceso
Fianza
Garantía que presta una persona para asegurar el cumplimiento de una obligación
Ficción
Técnica jurídica de extensión analógica, para aplicar preceptos previstos para una
determinada situación a otro tipo de situaciones distintas. Su función misma no es otra
que aplicar conclusiones jurídicas a supuestos de hecho no contenidos normalmente en
las premisas.
Normalmente las ficciones jurídicas tienen una vigencia temporal, mientras se elabora un
nueva regulación de esa situación.
Pero las ficciones no sólo cumplen importantes funciones históricas y dogmáticas para el
ordenamiento jurídico, sino también ideológicas: entre sus cometidos está el de dar una
apariencia falsa de que se mantiene la normalidad jurídica, cuando la realidad es bien
contraria.
Filiación
Vínculo entre los padres y los hijos
Firmeza
Cualidad de una resolución judicial por la que no puede ser objeto de recurso
Fiscal
1. Relativo a los tributos o impuestos que deben pagarse a la Hacienda Pública
2. Sinónimo de Ministerio Fiscal o Ministerio Público
Fuerza en las cosas
Es la superación violenta de los obstáculos normalmente predispuestos para la defensa
de la propiedad, que configura uno de los subtipos del delito de robo. La fuerza no se
corresponde con el concepto semántico de la palabra, sino que supone la utilización de
cualquiera de los medios comisivos que se especifican en el artículo 238 del Código
Penal.
La mecánica delictiva de estas infracciones supone la utilización del esfuerzo humano,
directamente o ayudado por otros medios técnicos (aunque fuere débil o mínimo), para
vulnerar dolosamente la protección que el propietario adopta en la defensa de su
patrimonio (sentencia del Tribunal Supremo de 17 abril 1991). Así por ejemplo, la fractura
existe en todo esfuerzo material y físico empleado sobre los elementos o instrumentos de
seguridad o cerramiento colocados por su propietario para proteger sus bienes. El
forzamiento equivale a la fractura, a la vista de la similitud que ambos conceptos
representan. Violentar, romper, destruir, obligar físicamente o resquebrajar son supuestos
que caben en el significado de aquéllos.
Graduado social
Profesional que interviene un pleito laboral en defensa de una de las partes
Habeas corpus
Procedimiento penal instado ante la policía por el detenido para que revise su situación de
privación de libertad
Heredero
Persona que sucede al fallecido en todos sus derechos y obligaciones
Herencia
Conjunto patrimonial de bienes, derechos y obligaciones que deja una persona al fallecer
Igualdad
Aplicación uniforme de las mismas leyes a todos los cuidadanos.
Igualdad es, por tanto, contrario a discriminación, y hoy aparece reconocido en el artículo
14 de la Constitución.
El principio de igualdad se opone, por un lado, a las leyes especiales y, por el otro, a la
diversa aplicación de las leyes a los mismos cuidadanos, para lo que se establece la
unidad jurisdiccional y el recurso de casación.
Desde un principio el capitalismo, que es clasista, ha enfrentado la contradicción entre
una sociedad desigual y una legislación pretendidamente igualitaria. La sociedad era lo
opuesto al estado de naturaleza, que concebían como un estado igualitario; luego, por
tanto, las sociedades son esencialmente desiguales. Para el mismo Montesquieu, la
igualdad es algo que se debe emplear de manera muy dosificada, incluso en los Estados
"democráticos". Según Tocqueville "la igualdad aisla y debilita a los hombres".
Pero la legislación no puede sino imponer el principio de igualdad porque las
desigualdades sociales no pueden resolverse con desigualdades legales. Como
consecuencia de ello, se ha ido desarrollando una legislación especial y en la
jurisprudencia constitucional viene tratando de imponer el principio de discriminación
positiva, para beneficiar a los sectores sociales desfavorecidos.
La igualdad de todos ante la ley es uno de los valores superiores informadores de nuestro
ordenamiento jurídico (artículo 1 de la Constitución) que, además, ha de ser interpretado
de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y los Tratados y
Acuerdos Internacionales sobre la materia ratificados por España (artículo 10.2 de la
Constitución). Según la sentencia del Triobunal Supremo de 8 de junio de 1998, la
igualdad es, como tal, una abstracción y carece de contenido si no es puesta en conexión
con personas, cosas y relaciones entre unas y otras; es una noción neutra, nítida en el
ámbito de la lógica, pero ambigua e indeterminada en el plano de la vida social.
La vulneración del principio de igualdad ante la ley requiere la presencia de dos
presupuestos esenciales: la aportación de un término de comparación que acredite la
igualdad de supuestos y que se trate de un cambio de criterio inmotivado o con
motivación irrazonable o arbitraria (sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de mayo
de 1987, de 23 de enero y 19 de abril de 1989). Lo que, en definitiva, prohibe este
principio son las diferencias de trato que no estén objetivamente justificadas por el fin
lícito de la norma (sentencia del Tribunal Constitucional de 8 abril de 1991). El principio de
igualdad, por lo demás, no implica en todos lo casos un tratamiento igual con abstracción
de cualquier elemento diferenciador de relevancia jurídica, por cuanto la desigualdad, en
sí misma, no constituye necesariamente una discriminación. La igualdad, en conclusión,
ha de entenderse como parificación ante el ordenamiento positivo en idénticas
circunstancias y con paralelo comportamiento o conducta, es decir, que si los casos son
idénticos, el tratamiento legal debe ser el mismo para todos (sentencia del Tribunal
Supremo, Sala de lo Penal, de 22 de abril de 1983).
Recientemente el principio de igualdad ha conducido a la elaboración de otro principio: la
vinculación de un órgano judicial a sus propios precedentes. La doctrina del Tribunal
Constitucional establece que para que se dé una vulneración del principio de igualdad en
la aplicación de la ley, es preciso que concurran, al menos, tres requisitos:
a) que las resoluciones contradictorias provengan del mismo órgano judicial
b) que los supuestos en ella resueltos guarden, entre sí, una identidad sustancial
c) que la resolución en que se produce un cambio se razone suficientemente, a fin de
excluir tanto la arbitrariedad como la inadvertencia de los justificables.
Impensas
Son los gastos que el usuario realiza en la cosa que posee
Imprudencia
Actuación desarrollada con ausencia de malicia o intencionalidad
In dubio pro reo
Principio del proceso penal por el que en caso de duda el órgano judicial debe adoptar la
opción más favorable al acusado
In fraganti
Acción de sorprender al delincuente en el momento mismo de cometer la infracción
Incapacitación
Procedimiento judicial para declarar inhábil a una persona para la gestión de sus bienes y
de su persona y nombrarle un tutor
Incoación
Apertura de un procedimiento judicial o expediente administrativo
Incongruencia omisiva
Consecuencia procesal del principio procesal del derecho a la tutela judicial efectiva, que
obliga a los jueces a resolver de forma expresa a las cuestiones suscitadas por las partes.
El artículo 1.7 del Código Civil establece el “deber inexcusable” de los órganos judiciales
de resolver “en todo caso” los asuntos de que conozcan, ateniéndose al sistema de
fuentes establecido.
El artículo 240.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, según la redacción dada al mismo
por la Ley Orgánica 5/97 de 4 de diciembre, permite plantear con carácter excepcional el
incidente de nulidad de actuaciones una vez recaída sentencia firme, por los defectos de
forma que hubieran causado indefensión o la incongruencia del fallo de la resolución
firme.
Es la constitución del órgano judicial competente para conocer de un litio con anterioridad
a los hechos que se enjuician por medio de una ley y de forma invariable y plena.
El tribunal creado por ley no es necesariamente un tribunal ordinario. Para ello se requiere
también que sea precisamente el órgano al que naturalmente le corresponda conocer del
asunto.
A diferencia del orden civil, el penal exige la atribución de competencias al juez natural
con un carácter de tutela reforzada. No se exige sólo un juez imparcial, preconstituído por
norma de rango legal, etc., sino que además debe ser el del lugar donde los hechos se
hubieran cometido.Es la constitución del órgano judicial competente para conocer de un
litio con anterioridad a los hechos que se enjuician por medio de una ley y de forma
invariable y plena.
El tribunal creado por ley no es necesariamente un tribunal ordinario. Para ello se requiere
también que sea precisamente el órgano al que naturalmente le corresponda conocer del
asunto.
A diferencia del orden civil, el penal exige la atribución de competencias al juez natural
con un carácter de tutela reforzada. No se exige sólo un juez imparcial, preconstituído por
norma de rango legal, etc., sino que además debe ser el del lugar donde los hechos se
hubieran cometido.Es la constitución del órgano judicial competente para conocer de un
litio con anterioridad a los hechos que se enjuician por medio de una ley y de forma
invariable y plena.
El tribunal creado por ley no es necesariamente un tribunal ordinario. Para ello se requiere
también que sea precisamente el órgano al que naturalmente le corresponda conocer del
asunto.
A diferencia del orden civil, el penal exige la atribución de competencias al juez natural
con un carácter de tutela reforzada. No se exige sólo un juez imparcial, preconstituído por
norma de rango legal, etc., sino que además debe ser el del lugar donde los hechos se
hubieran cometido.
Competencia, en materia penal, significa territorialidad y son términos equivalentes
inmediación, oralidad y juez natural, sus consecuencias jurídicas directas. Cuando no hay
coincidencia entre el juez legal y el natural, se producen dos fenómenos procesales
excepcionales e inversos: la prórroga y la delegación de jurisdicción. La prórroga surge
siempre que se fracciona la jurisdicción, es su consecuencia inexcusable ya que estallan
necesariamente conflictos de competencias, se plantea la conexidad, etc. El artículo 8 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el artículo 299 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de 1870 establecieron el principio general de la improrrogabilidad de jurisdicción, algo que
también diferencia al procedimiento civil del penal.
Por otro lado, la atribución de competencias a un órgano judicial que no es el natural,
provoca continuas delegaciones de funciones.Es la constitución del órgano judicial
competente para conocer de un litio con anterioridad a los hechos que se enjuician por
medio de una ley y de forma invariable y plena.
El tribunal creado por ley no es necesariamente un tribunal ordinario. Para ello se requiere
también que sea precisamente el órgano al que naturalmente le corresponda conocer del
asunto.
A diferencia del orden civil, el penal exige la atribución de competencias al juez natural
con un carácter de tutela reforzada. No se exige sólo un juez imparcial, preconstituído por
norma de rango legal, etc., sino que además debe ser el del lugar donde los hechos se
hubieran cometido.
Competencia, en materia penal, significa territorialidad y son términos equivalentes
inmediación, oralidad y juez natural, sus consecuencias jurídicas directas. Cuando no hay
coincidencia entre el juez legal y el natural, se producen dos fenómenos procesales
excepcionales e inversos: la prórroga y la delegación de jurisdicción. La prórroga surge
siempre que se fracciona la jurisdicción, es su consecuencia inexcusable ya que estall an
necesariamente conflictos de competencias, se plantea la conexidad, etc. El artículo 8 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el artículo 299 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de 1870 establecieron el principio general de la improrrogabilidad de jurisdicción, algo que
también diferencia al procedimiento civil del penal.
Por otro lado, la atribución de competencias a un órgano judicial que no es el natural,
provoca continuas delegaciones de funciones.
Competencia, en materia penal, significa territorialidad y son términos equivalentes
inmediación, oralidad y juez natural, sus consecuencias jurídicas directas. Cuando no hay
coincidencia entre el juez legal y el natural, se producen dos fenómenos procesales
excepcionales e inversos: la prórroga y la delegación de jurisdicción. La prórroga surge
siempre que se fracciona la jurisdicción, es su consecuencia inexcusable ya que estallan
necesariamente conflictos de competencias, se plantea la conexidad, etc. El artículo 8 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el artículo 299 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de 1870 establecieron el principio general de la improrrogabilidad de jurisdicción, algo que
también diferencia al procedimiento civil del penal.
Por otro lado, la atribución de competencias a un órgano judicial que no es el natural,
provoca continuas delegaciones de funciones.
Competencia, en materia penal, significa territorialidad y son términos equivalentes
inmediación, oralidad y juez natural, sus consecuencias jurídicas directas. Cuando no hay
coincidencia entre el juez legal y el natural, se producen dos fenómenos procesales
excepcionales e inversos: la prórroga y la delegación de jurisdicción. La prórroga surge
siempre que se fracciona la jurisdicción, es su consecuencia inexcusable ya que estall an
necesariamente conflictos de competencias, se plantea la conexidad, etc. El artículo 8 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el artículo 299 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de 1870 establecieron el principio general de la improrrogabilidad de jurisdicción, algo que
también diferencia al procedimiento civil del penal.
Por otro lado, la atribución de competencias a un órgano judicial que no es el natural,
provoca continuas delegaciones de funciones.
Juicio ejecutivo
Proceso civil en el que se pretende el cobro de letras de cambio y pólizas mercantiles
Juicio de faltas
Proceso penal destinado a sancionar infracciones penadas con penas leves
Juicio verbal
Proceso civil en el que se dilucidan cantidades inferiores a las 80.000 pesetas.
Este proceso desaparece en la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil.
Jurisdicción
Es la potestad constitucional que faculta a los órganos del Estado para decidir en
determinados asuntos.
La jurisdicción, por tanto, es esencialmente territorial y no puede llegar más lejos que l a
soberanía del Estado mismo. La jurisdicción de un Estado, en este sentido, se establece
por oposición a la de los demás.
El artículo 22 de la Ley Orgánica del Poder Judicial fija los supuestos de competencia de
los tribunales españoles y el artículo 51 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que "la
jurisdicción ordinaria será la única competente para conocer de los negocios civiles que
se susciten en territorio español entre españoles, ente extranjeros y entre españoles y
extranjeros".
Por otro lado, conforme al artículo 9.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, "los
Tribunales y Juzgados del orden civil conocerán, además de las materias que les son
propias, de todas aquellas que no están atribuidas a otro orden jurisdiccional".
Además, el artículo85-1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial establece el carácter
subsidiario o residual de los Juzgados de Primera Instancia para conocer "de los juicios
que no vengan atribuidos por esta Ley a otros Juzgados o Tribunales".
En el ámbito interno, la jurisdicción alude a la función de los órganos judiciales que, a su
vez, se reparte en diversos órdenes jurisdiccionales: civil, penal, contencioso-
administrativo y laboral.
Justiciable
Es el ciudadano en cuanto está sometido a los órganos judiciales y, al mismo tiempo,
puede recurrir a ellos en defensa de sus derechos.
lanzamiento
Es el despojo ejecutivo de la posesión impuesta por decisión judicial
laudemio
Es la cantidad que se debía pagar al titular del dominio directo cuando se enajenaban las
tierras entregadas en enfiteusis o censo perpetuo.
Lesa majestad
La intención subjetiva del sujeto activo, o conocimiento del origen ilícito de los efectos
receptados, no es equivalente al mero recelo, duda o sospecha sobre la procedencia, más
tampoco exige el perfecto conocimiento de la infracción antecedente en todos sus detalles
y pormenores. Lo que exige el tipo penal es
la suposición fundada de aquella procedencia ilícita. El "estado de certeza", como factor
psicológico, ha de obtenerse en juicio de valor tras el análisis ponderado de todas las
diligencias y pruebas practicadas (sentencia del Tribnual Supremo de 22 noviembre
1990).
El aprovechamiento es cualquier ventaja, satisfacción o placer que la posesión de lo
recetado pueda originar. Se exige que el agente busque un aprovechamiento que no se
obtiene sólo y exclusivamente cuando se logra realmente un lucro económico, puesto que
la consumación se propicia desde el instante en que los efectos quedan a la disposición o
bajo la disponibilidad del adquirente. Dicho aprovechamiento suele estar a la vista, más
fácilmente perceptible por los sentidos. En cualquier caso, el conocimiento subjetivo antes
dicho requiere,
por lo común, una deducción indiciaria con la prueba del hecho base que llevar
inexcusablemente al hecho consecuencia.
Reconocimiento judicial
Medio de prueba consistente en la observación por parte del juez y con la asistencia del
secretario judicial, del lugar o del objeto litigioso
Reconvención
Reclamación formulada por el demandado contra el demandante al tiempo de contestar a
la demanda que se acumula a ésta para discutirse conjuntamente y resolverse en la
misma sentencia
Recusación
Es la impugnación que una parte litigante efectúa del juez a quien le corresponde conocer
de su asunto por falta de imparcialidad del mismo
Reforma
Recurso promovido en un proceso penal que se resuelve por el mismo juez que dictó la
resolución
Refracción
Es la obtención de dinero o de materiales de terceras personas para la realización de
obras de mantenimiento, conservación o reparación en las cosas de propiedad de uno
mismo
Refraccionario
Es el crédito derivado de la refacción, en virtud de la cual una persona entrega a otra una
determinada cantidad de dinero o materiales para la construcción, conservación o
reparación de una cosa mueble o inmueble. Por tanto, el crédito refaccionario no se
concreta a las edificaciones, sino que abarca todo objeto que requiera reparación, mejora,
conservación o construcción.
Tampoco basta que la suma haya sido prestada con la intención de destinarla a unas
obras de refacción, sino que se precisa que real y efectivamente la suma se invierta en
ellas, y, por eso, si contraído un préstamo con tal finalidad, su importe no ha sido seguido
real y verdaderamente de la inversión específica del dinero en la reconstrucción o
reparación de la cosa, no se ha odido producir la incorporación del valor prestado a la
cosa refaccionada.
Según el artículo 1923, números 3 y 5, del Código Civil, es un crédito de cobro preferente
cuando tiene su origen en un préstamo u otro contrato para obras de reparación,
construcción o fabricación de inmuebles. El Código Civil no sólo privilegia al que anticipa o
presta una suma de dinero, sino también al contratista que se encarga de realizar una
obra y va pagando a trabajadores, suministradores de materiales, etc., antes de cobrar al
dueño. Y no sólo privilegia a los inmuebles, sino también la construcción o reparación de
los bienes muebles (artículo 1922.1 del Código Civil).
La finca refaccionada debe estar inscrita a favor del deudor, requisito derivado del artículo
20 de la Ley Hipotecaria, que viene exigido por el artículo 156 del Reglamento
Hipotecario. El privilegio se extingue si el inmueble sale del dominio del deudor.
La vía procesal para cobrar con carácter preferente es la tercería de mejor derecho,
conforme al artículo 614 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
El documento donde conste el crédito refaccionario no necesita ser público, basta el
privado, siendo ésta una de las pocas excepciones en que el documento privado, firmado
sólo por las partes, puede tener acceso al Registro, si bien, será preciso, para que
despliegue toda su eficacia, en orden a los efectos hipotecarios de la refacción, que se
garantice su cumplimiento con la anotación preventiva que instaura la Ley Hipotecaria.
La anotación preventiva del crédito refaccionario le otorga todos los efectos de la hipoteca
(artículo 59.2 de la Ley Hipotecaria), sin perjuicio del privilegio del acreedor, que se limita
al importe de lo que vale el bien, antes de la refacción, y el aumento de valor, por efecto
de la refacción, es la base para la cuenta del acreedor refaccionario (artículo 64 de la Ley
Hipotecaria).La anotación preventiva sólo cabe mientras duren las obras de refacción
(artículo 42.8 de la Ley Hipotecaria) y caduca a los 60 días de concluidas (artículo 92 de
la Ley Hipotecaria) y, si al término del plazo el acreedor refaccionario no ha cobrado, tiene
derecho a convertir su anotación en una inscripción de hipoteca (artículo 93 de la Ley
Hipotecaria).
La anotación preventiva tiene el carácter de una verdadera hipoteca, con dos notas
características:
La anotación preventiva produce los efectos propios de la hipoteca respecto del crédito
refaccionario (artículo 59 de la Ley Hipotecaria) y, en su virtud, el acreedor tiene derecho
a la realización del valor de la cosa refaccionada, como si de una hipoteca se tratare y, si
hay acreedores anteriores es necesario tener en cuenta las precisiones de valor
determinadas en la escritura correspondiente: para la parte de "valor en más" que haya
recibido la finca refaccionada, a consecuencia de la refacción, la proyección de la
anotación preventiva se desarrolla en son de primera hipoteca; y, respecto al valor fijado a
la cosa antes de las obras, el crédito refaccionario se produce como segunda hipoteca en
orden al exceso de ese valor.
El artículo 1923.5 del Código Civil se funda en que, si bien los documentos no inscritos no
pueden causar perjuicio a tercero, la naturaleza de tales créditos y el objeto a que se
destinan las sumas o los efectos facilitados para la reparación o construcción de los
edificios, les hacen ser de mejor condición que los que no tienen razón alguna de
preferencia y son -además- de fecha
posterior a la constitución de los mismos.
Según determina el artículo 1927 del Código Civil, los créditos gozan de prelación entre sí
por el orden inverso de su respectiva antigüedad. El último acreedor refaccionario, por
haber contribuido seguramente con las reparaciones últimas a mejorar la obra, tiene
preferencia sobre los anteriores.
Los créditos refaccionario no anotados ni inscritos a que se refiere el número 5 del artículo
1923 del Código Civil tienen preferencia frente a otros créditos distintos a los expresados
en los cuatro primeros números de dicho artículo, pero, eso no quiere decir que se altere
la prelación concedida al anotante del embargo por el número 4; el crédito refaccionario
no anotado ni inscrito no es pospuesto siempre a aquel último por el simple hecho de que
sea uno de los expresados con anterioridad en el precepto. El acreedor embargante será
preferido al refaccionario si el crédito de éste ha sido contraído con posterioridad a la
anotación del embargo, no en otro caso.
Para la existencia del tipo penal es necesario que el arma tenga una evidente idoneidad
para el disparo, de tal manera que el peligro abstracto o general pueda verse concretado
en cualquier momento mediante el uso eficaz y potencialmente peligroso del arma.
Este peligro no puede reputarse existente en los casos en los que el arma resulta
inidónea para el disparo. La demostración de la idoneidad tiene que estar acreditada de
manera fehaciente, inequívoca e incuestionable, pero para la apreciación del tipo penal no
basta que la deficiencia del arma pueda ser rápida o momentáneamente eliminada si su
corrección exige una actividad que en modo alguno ha desplegado el inculpado o unos
conocimientos técnicos de los que carece.
Testigo
Persona que declara en un proceso judicial en relación con los hechos que conoce y con
la obligación de decir la verdad
Transacción
Acuerdo entre las partes para evitar un pleito o la continuación del que ya se ha iniciado
Tribunal
Órgano judicial normalmente colegiado, aunque también los unipersonales pueden ser
calificados de tribunales en el sentido amplio de la expresión
Tutela
Institución jurídica destinada a proteger los intereses de una persona civilmente incapaz
Tutela judicial efectiva
El derecho a la tutela judicial efectiva es la posibilidad de reclamar a los órganos judiciales
la apertura de un proceso para obtener una resolución motivada y argumen-tada sobre
una petición amparada por la ley. Está reconocido en el artículo 24 de la Constitución y
significa la prevalencia del fondo sobre la forma, el contenido sobre el continente, de
forma que prime siempre el principio "pro actione".
También la sentencia 8 de julio de 1987 determinó que una de las manifestaciones del
derecho a la tutela judicial efectiva es la exigencia "de obtener una resolución sobre el
fondo de las pretensio-nes deduci-das, de forma que una interrupción prematu-ra del
proceso o una decisión de inadmisión será constitu-cionalmen-te legítima cuando se
apoye en la concurrencia de una causa a la que la norma legal anude tal efecto y se
aprecie por el Juez en aplica-ción razonada de la norma, que en todo caso habrá de
interpre-tarse en el sentido más favorable al ejercicio de la ac -ción". La de 12 de
noviembre de 1987, expuso que "cuando el legislador ha previsto la existencia de un
recurso jurisdiccional, el acceso al mismo forma parte del derecho a la tutela judicial
efectiva, de tal manera que la decisión judicial de inadmisión sólo será
constitucionalmente válida si se apoya en una causa a la que la norma anude tal efecto, y
así se aprecie por el juez en aplicación razonada de la norma, que en todo caso debe
interpretarse en el sentido más favorable a la efectividad del derecho fundamental",
añadiendo finalmente esta misma sentencia que "si tales exigencias formales obstaculizan
de modo excesivo o irrazonable el ejercicio del derecho fundamental, o si han perdido su
finalidad o su incumplimiento puede convertirse en una falta subsanable, la inadmisión
puede resultar desmesurada y vulnerado-ra del derecho fundamental en juego". Por su
parte, la sentencia de este Tribunal al que nos dirigimos de 26 de febrero de 1990 afirmó
igualmente: "El acceso al proceso forma parte del derecho a la tutela judicial efectiva, de
manera que una decisión judicial que ponga fin prematu-ramente al proceso sólo será
constitucional-mente válida si se apoya en una causa a la que la norma legal anuda tal
efecto, con la posibilidad, por tanto, de violación de tal derecho cuando se impida el
acceso al proceso por criterios o motivos impeditivos, irrazona-bles o arbitrarios, o bien
por una interpreta-ción rigorista, literal, no concorde con los fines de la norma procesal".
Turno de oficio
Lista de abogados inscritos para el ejercicio de la justicia gratuita y la defensa jurídica de
quienes carecen de recursos para nombrarlo
Unidad jurisdiccional
La unidad jurisdiccional tiene tres acepciones, que no siempre se tienen presentes, por su
parecido:
a) monopolio en la aplicación del Derecho: sólo los órganos judiciales pueden aplicar las
normas jurídicas a los litigios concretos; y además, sólo pueden cumplir esta función y
ninguna otra
b) resolución plena del asunto confiado a su competencia, sin que puedan separarse
elementos de la litis (incidentes, cuestiones previas o prejudiciales, por ejemplo) para
confiarlos a otro centro decisorio distinto
c) inexistencia de especies de delito o personas cualificadas sustraíbles a su jurisdicción
Usos de comercio
Fuente del Derecho Mercantil reconocida por el artículo 2 del Código de Comercio,
siempre que se observen con carácter general en cada plaza.
La existencia de una norma derivada del uso no nace de una voluntad individual aunque
se repita, sino que requiere la convicción de cumplimiento de una norma jurídica (”oppinio
iuris“) que, a su vez, encuentra su origen en una voluntad concorde de las partes
(sentencia del Tribunal Supremo de 8 de abril de 1994).
Usucapión
Adquisición de la propiedad por la posesión ininterrumpida y de buena fe de los bienes
Usufructo
Derecho a disfrutar de los bienes ajenos con la obligación de conservar su forma y
sustancia (artículo 467 del Código Civil)
Vía de apremio
Fase del proceso judicial encaminada a satisfacer la obligación de pago de dinero
judicialmente reconocida, consistente en el embargo, la tasación y la venta de los bienes
del deudor
Jurisdicción
El C.P.C., comprende
Un carácter único de la
Jurisdicción y la competencia,
Regulo la jurisdicción por Ramas
Jurisdicción
Jurisdicción Jurisdicción Jurisdicción
ordinaria
Especial Contenciosa Voluntaria.
Jurisdicción Voluntaria
Conceptos
No juzga en el sentido
Jurídico de la palabra, sino
En su sentido
Lógico o formal.
Naturaleza Administrativa
Procedimiento
Asuntos sujetos a su
Reglas
Tramite
Demanda Se tramitan de manera similar a
En conjunto, las cuestiones que
debe cumplir los requisitos de los Una demanda civil….
Corresponden a este, pueden
Arts., 75 – 76 del C.P.C.
Originar controversias
La sentencia difiere, por que
Produce efectos mientras no sea
Puede que exista una decisión
Modificada por un proceso
Posterior que cambie su contenido.
posterior.
CONSTITUCIÓN POLÍTICA E INTERPRETACION AUTORIZADA
Material extraído de la Jurisprudencia y Doctrina de la Corte Constitucional de
Colombia
LA ACCION DE TUTELA
Objeto2
Acción pública4
Se trata de una acción pública, que al poder ser ejercida por "cualquier
persona", se encuentra exenta de rigorismos procesales propios de las
acciones que se ejercen a través de profesionales habilitados con títulos
académicos.
Fundamental5
La acción de tutela como tal tiene el carácter de derecho fundamental toda vez
que es el instrumento concebido por el Constituyente para garantizar la
protección de los restantes derechos fundamentales que sin él perderían
buena parte de su eficacia y arriesgarían esfumarse. El contenido y contornos
esenciales de los derechos fundamentales y sus garantías y mecanismos
básicos de protección, se establecen y perfilan en la misma Constitución y ello
evita que las leyes los relativicen; vale decir, los derechos y sus garantías son
1 Transcripción de apartes en lo pertinente de las decisiones relevantes de la Corte Constitucional.
2 A. 070/99. M.P. Fabio Morón Díaz.
3 Ver, entre otras, Sentencias T-735 de 1998
4 T-576/92. M.P. Fabio Morón Díaz.
5 C-531/93. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
2
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador. Sólo
cuando la misma Carta faculta a la ley y en la medida en que lo haga
puede ésta regular o desarrollar materias relacionadas con los derechos
fundamentales y siempre que conserve y respete el ámbito intangible producto
de la creación del Constituyente.
La6 acción de tutela tiene un carácter informal que, por su misma naturaleza,
riñe con toda exigencia sacramental que dificulte el sentido material de la
protección que la Constitución quiere brindar a las personas por conducto de
los jueces.
orden jurídico". Delegatarios Jaime Arias Lopez y Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Gaceta Constitucional. Número 77.
Mayo 20 de 1991. Pág. 9.
9 T-293 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
10 Sentencia T-162 de 1997.
11 Auto 058 de 1999.
3
formales y ofrezca, de manera ágil y dinámica, una protección efectiva y
oportuna al titular del derecho afectado, cuando no existan en el
ordenamiento jurídico otros mecanismos de defensa que se puedan invocar.
De hecho, el Decreto 2591 de 1991, al referirse al contenido de la solicitud,
destaca el carácter informal de la misma que debe desarrollarse con
fundamento en los principios de publicidad, prevalencia del derecho
sustancial, economía, celeridad y eficacia.
Trámite célere17
contenidos en la Constitución y en los tratados internacionales como negación de otros, que "siendo inherentes a la
persona" no se encuentren expresamente contemplados, Interpretada sistemáticamente con el mandato del artículo 2º del
decreto 2591, en la que se ordena a la Corte Constitucional dar prelación a la revisión de sentencias de tutela referidas a
derechos no señalados expresamente en la Constitución como fundamentales, la Corte Constitucional ha reconocido y
tutelado derechos fundamentales innominados, es el caso del derecho a la identidad, así en Sentencias T-585 de 1992 y
T-477 de 1995, o del derecho a la circulación de la información vital en Sentencia SU-014 de2001.
15 El caso de las acreencias laborales es ilustrativo. En la Sentencia T-218 de 2002 la Corte resolvió el caso de
trabajadores que acudieron a la acción de tutela con el objetivo de obtener nivelación salarial y el pago de la prima técnica,
por parte de su empleador. La Corte consideró reiterando la jurisprudencia (Sentencias SU-1052 de 2000, SU-995 de 1999,
T-366 de 1998 y T-273 de 1997) que la acción de tutela no era procedente para ordenar incrementos salariales, ni el pago
de acreencias laborales, sobre todo cuando se establece en el caso concreto, como efectivamente ocurrió, que existe otro
medio de defensa judicial y no se configura un perjuicio irremediable, que ameritara un estudio sobre la idoneidad y
eficacia de aquellos, con miras a concederle procedencia a la acción de tutela.
16 Así en la Sentencia T-112 de 2002 la Corte resolvió el caso de un empresario ganadero el cual consideró afectado su
derecho a la propiedad por la orden de trasladar de una finca a otra unos semovientes de su propiedad dictada por una
entidad del Estado. La Corte consideró que en el caso no se presentaba vulneración de derecho fundamental como "la
vida, la igualdad o la dignidad " y que no concurrían las condiciones en las cuales es p rocedente la tutela al derecho de
propiedad. Por lo cual y dado el carácter puramente económico del conflicto, invitó al actor a presentar los recursos
ordinarios y declaró improcedente la acción de tutela.
17 T-162/97. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
4
Los18 artículos 86 inciso 3o. y 6o. del Decreto 2591 de 1991 le imprimen un
carácter subsidiario a la tutela, en la medida en que establecen que sólo será
procedente cuando no exista otro medio alternativo de defensa de los
derechos fundamentales cuya protección se invoca, salvo que lo pretendido
sea evitar un perjuicio irremediable. Pero no puede pretenderse que la mera
consagración de esas vías alternas de defensa en nuestro ordenamiento
jurídico sea suficiente para que se deniegue el amparo solicitado, pues es
obligación del juez constitucional analizar, en el caso concreto y de acuerdo
con las circunstancias específicas del mismo, si esa otra acción tiene la
eficacia e inmediatez propias de este mecanismo de protección -artículo 6-1
del Decreto 2591-. De lo contrario, ese funcionario estaría sacrificando el
contenido material de un derecho fundamental cuya protección le ha sido
especialmente encomendada por el Estatuto Superior. Si llega a la
conclusión de que ese medio alterno no tiene las características anotadas, la
tutela se convierte en el medio prevalente de protección.
20 Conforme a los principios que rigen el trámite de la acción de tutela previstos en el artículo 3° del decreto Ley 2591 de
1991.
21 La sentencia T-034 de 1994 se refirió en los siguientes términos a los deberes del juez de tutela:
"El juez u organismo judicial ante el cual se invoca un derecho primario, como los que busca proteger el artículo 86 de la
Carta, debe entrar en el fondo del asunto para examinar, con criterio de justicia material , las circunstancias en medio de
las cuales se ha producido el acto o la omisión que puedan estar causando la perturbación o el riesgo del derecho
fundamental; para definir si el daño o la amenaza existen; para establecer sobre quien recae la responsabilid ad de agravio
y para impartir, con carácter obligatorio e inmediato, las órdenes encaminadas a restaurar la vigencia real de las garantías
constitucionales."
22 Sobre el deber de proteger otros derechos diferentes a los invocados por la parte actora pueden consultarse entre otras,
las sentencias T-501 de 1994, T-532 de 1994, T-554 de 1994, T-049 de 1998, T-091 de 2001 y T-684 de 2001.
23 Ver entre otros el Auto 055 de 1997.
6
En esta medida lo dispuesto por el artículo 86 de la Constitución Política es
un mecanismo que le confía a los jueces la función de verificar el efectivo
cumplimiento de los mandatos constitucionales de protección y primacía de los
derechos inalienables de la persona y cuando encuentre configurada la
vulneración o amenaza de un derecho fundamental, por acción o por omisión,
imparta las órdenes de inmediato cumplimiento necesarias para salvaguardar
efectivamente el derecho vulnerado. Una actuación superficial y formalista
pone en peligro el derecho de acceso a la justicia al dejar desprotegido a
quien solicita la protección constitucional de sus derechos fundamentales y por
lo mismo desconoce el mandato del artículo 86 superior. El carácter preferente
y sumario del trámite del amparo se altera y desconoce cuando el juez de
conocimiento se abstiene de desplegar todas las medidas necesarias –
jurídicamente posibles- para conjurar la vulneración de los derechos
fundamentales. Lo anterior no significa que el fallador deba producir todo tipo
de órdenes sin fundamento jurídico en aras de absolver siempre
afirmativamente las pretensiones de los accionantes. Por el contrario, el juez
debe emplearse a fondo en la identificación de la totalidad de los aspectos que
componen la litis, para que el fallo sea realmente una garantía efectiva de los
derechos fundamentales y producto de una actuación ágil y oportuna. El fallo
de tutela debe ser el resultado de la valoración de todos los aspectos jurídicos
y fácticos además de garantizar la concurrencia de todas las personas
involucradas –activa o pasivamente- en la situación jurídica producto de la
controversia.
24
T-117 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández..
25
M.P. Alejandro Martínez Caballero.
1
Corte Constitucional. Sentencia T-501 de 21 de agosto de 1992. M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo.
26
M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. “En el seno de la Asamblea Nacional Constituyente fue negada reiteradamente la
propuesta que buscaba circunscribir la expresión "autoridades públicas", que aparece en el texto del artículo 86 de la
Constitución, de manera que sólo cobijara a las "autoridades administrativas". En el proyecto de articulado presentado por
la Comisión I a la Plenaria no se acogió la pretendida limitación del alcance del derecho de amparo o de la acción de tutela
a las autoridades administrativas (Proyecto No. 67, artículo 62 Misael Pastrana Borrero, Augusto Ramírez Ocampo, Carlos
Rodado Noriega, Hernando Yepes Alzate y Mariano Ospina Hernández. Gaceta Constitucional No. 23) y, por el contrario,
adoptó la fórmula amplia de incluir como sujeto pasivo de dicha acción a cualquier autoridad pública. Igualmente, en el
curso del segundo debate en Plenaria, se presentó una propuesta sustitutiva en el sentido de restringir a las acciones u
omisiones de las autoridades administrativas la interposición de la acción de tutela cuando éstas vulneren o amenacen
vulnerar los derechos fundamentales, la cual fue nuevamente derrotada al aprobarse definitivamente el actual artículo 86
de la Constitución Política. (Propuesta sustitutiva presentada por los honorables constituyentes Hernando Yepes Arcila,
Rodrigo Llorente Martínez, Carlos Rodado Noriega, Mariano Ospina Hernández y María Garcés Lloreda. Gacet a
Constitucional No. 142 p.18)”.
7
de tutela procede contra sentencias judiciales, como recientemente lo
reiteró esta Corporación en la sentencia C-590 de 200527.
Modalidades de procedencia 28
La acción de tutela vino a llenar los vacíos que presentaba el anterior sistema
jurídico, ante todo en aquellos eventos en los cuales las personas no
disponían de un medio de defensa judicial contra las conductas de las
autoridades públicas, y en ciertos casos de los particulares, que implicaban la
vulneración o amenaza de derechos fundamentales. De esta manera, el actual
sistema instituye los mecanismos necesarios para hacer efectiva la protección
de tales derechos, en aplicación del principio de respeto de la dignidad
humana y con el ánimo de lograr la efectividad de los derechos como uno de
los fines esenciales del Estado y de garantizar la primacía de los derechos
inalienables de la persona (C.P., arts. 1, 2 y 5).
Así las cosas, el juez de tutela deberá verificar, por principio, la efectiva
vulneración o amenaza del derecho fundamental de los accionantes, para
luego establecer si existe o no otro medio de defensa judicial ante el cual
pueda ventilarse el conflicto. Si no se dispone de medio de defensa judicial,
deberá darse curso a la acción de tutela. Por el contrario, si existe medio de
defensa judicial, deberá considerar, frente a las circunstancias del caso, su
27
M.P. Jaime Córdoba Triviño. “… si bien es cierto que algunos delegatarios a la Asamblea Nacional Constituyente
consideraban que la tutela no debía proceder contra sentencias judiciales, también lo es que la gran mayoría p articipó de
la idea de consagrar una acción que -como el amparo en España o el recurso de constitucionalidad en Alemania- pudiera
proceder contra las decisiones judiciales. En este sentido es importante recordar que la propuesta presentada por un
conjunto de delegatarios destinada a restringir en el sentido que se estudia el ámbito de protección de la acción de tutela,
resultó amplia y expresamente derrotada por la mayoría con el argumento, claramente expuesto en el debate, según el
cual impedir la tutela contra decisiones judiciales podría crear un ámbito de impunidad constitucional y reduciría la eficacia
de los derechos fundamentales a su simple consagración escrita 27.”
28 T-378 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
29 La Corte ha considerado que la tutela es un mecanismo subsidiario para la protección de los derechos fundamentales,
característica que se deduce de la procedencia de la acción cuando el afectado no dispone de medio de defensa judicial
para la protección de sus derechos fundamentales. En este sentido, el carácter subsidiario se comprende en cuanto la
tutela suple la inexistencia de medio ordinario de defensa judicial. Al respecto en la sentencia T-007 de 1992 se señaló
que: “... la acción de tutela no procede, según el artículo 86 de la Carta, cuando el presunto afectado disponga de otros
medios de defensa judicial. Allí radica precisamente la naturaleza subsidiaria de esa acción, la cual no es mecanismo
alternativo o sustitutivo de los procesos que, de conformidad con las reglas constitucionale s y legales, están a cargo de las
distintas jurisdicciones”.
30 Señala el artículo 86 de la Carta Política que la acción de tutela “procederá cuando el afectado no disponga de otro
medio de defensa judicial, salvo que aquélla se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable”.
Esta figura del perjuicio irremediable es tenida en cuenta en el Decreto 2591 de 1991, en donde se señala, art. 6º, que la
acción de tutela es improcedente “1. Cuando existan otros recursos o medios de defensa judiciales, salvo que aquella se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. La existencia de dichos medios será apreciada en
concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentre el solici tante”. El numeral 1 del
artículo 6º del Decreto 2591 de 1991 fue declarado exequible por esta Corporación en la sentencia C-018 de 1993.
31 La naturaleza particular de un conflicto sometido a consideración del juez de tutela puede admitir, excepcionalmente ,
que se imparta una orden definitiva aunque se disponga de un medio judicial de defensa. Esta circunstancia se presenta,
por ejemplo, cuando se imparte la orden de efectuar el pago de mesadas pensionales dejadas de cancelar al accionante
que, con tal omisión, ve vulnerado su derecho al mínimo vital.
8
eficacia para evitar la ocurrencia de un perjuicio irremediable, pues esta
condición será la que lo faculte como juez constitucional para decidir de
fondo en el asunto puesto a su conocimiento. Al respecto, la Corte ha
señalado que “para los efectos de establecer cuando cabe y cuando no la
instauración de una acción de tutela, el juez está obligado a examinar los
hechos que ante él se exponen, así como las pretensiones del actor, para
verificar sí, por sus características, el caso materia de estudio puede ser
resuelto en relación con los derechos fundamentales posiblemente afectados
o amenazados, y con la efectividad indispensable para su salvaguarda, por los
procedimientos judiciales ordinarios, o sí a la inversa, la falta de respuesta
eficiente de los medios respectivos, hace de la tutela la única posibilidad de
alcanzar en el caso concreto los objetivos constitucionales” 32.
“La Corte debe decidir si contra una sentencia de tutela procede una
nueva acción de tutela basada exclusivamente en el argumento de que al
concederla se incurrió en una vía de hecho porque la tutela era desde el
principio improcedente. Se observa cómo el cuestionamiento al fallo de
tutela versa sobre el juicio de procedencia de la acción como elemento
constitutivo e inescindible del fallo, sin que se cuestionen actuaciones del
juez de tutela diferentes a la sentencia misma. En consideración a lo
expresado anteriormente, la única alternativa para manifestar
inconformidad con la sentencia de tutela de segunda instancia
propiamente dicha que se encuentra en firme, es la intervención de la
parte interesada en el proceso de selección para revisión ante la Corte
Constitucional por las razones anteriormente expuestas.
36
Ver, entre muchas otras, las sentencias T-225 de 1993, T-253 de 1994 y T-142 de 1998.
37
Sentencia T-1316 de 2001.
38
Ver, a este respecto, las sentencias T-719 de 2003 y T-789 de 2003.
39 T-684 de 2004. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
10
En efecto, de la Constitución se concluye que no procede la acción de
tutela contra fallos de tutela
40Esta decisión ha sido reiterada, entre otras, en las siguientes sentencias: T – 623 de 2002, T – 354 de 2002, T – 192 de
2002, T – 1164 de 2003, T – 536 de 2003, T – 200 de 2003, T – 1164 de 2003, T – 1028 de 2003, T – 582 de 2004.
11
derecho violado en el caso específico. Esa orden proferida en sede
constitucional debe ser acatada en forma inmediata y total por su
destinatario, ya sea una autoridad pública, o un particular en los casos
contemplados en la ley. Si no se cumple, el orden constitucional continúa
quebrantado, con el agravante de que se pone en tela de juicio la eficacia de
las normas constitucionales que protegen los derechos fundamentales.”
Lo anterior, por cuanto es claro que por medio del incidente de desacato, las
autoridades judiciales toman decisiones que pueden vulnerar los mandatos
superiores. Así también lo señaló esta Corporación en la sentencia T–421 de
2003, en donde se dijo lo siguiente:
41 En el Auto A – 005 de 1994, la Corte señaló lo siguiente: “En ningún caso, proferida la decisión por parte del superior
jerárquico dentro del respectivo trámite incidental, bien en virtud de haberse formulado apelac ión o por la consulta hecha
por el juez que impuso la sanción, podrá remitirse el expediente, contentivo del proceso de imposición de sanción por
desacato, a la Corte Constitucional, para su revisión, por cuanto carece de competencia para ello. Como se in dicó
anteriormente, la competencia de la Corte Constitucional en materia de Acciones de Tutela radica únicamente en revisar
"eventualmente" los fallos de tutela proferidos por los jueces de la República -numeral 9o. del artículo 241 de la Carta
Política y artículos 31 a 34 del Decreto 2591 de 1.991-, y no en revisar la decisión proferida por un juez dentro de un
incidente por desacato. En ningún caso puede interpretarse el artículo 52 del Decreto 2591 de 1.991, en el sentido de que
esté facultada la Corte Constitucional para intervenir en el proceso incidental de imposición de sanciones por desacato a
una orden de un juez proferida dentro de un proceso de tutela.”
42 T -343 de 1998
12
TODA PERSONA
En46 realidad la acción de tutela puede ser ejercida por personas naturales o
jurídicas. En efecto, el artículo 86 de la Constitución establece que toda
persona tendrá acción de tutela, así:
"Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario,
por sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales" (subrayas y negrillas fuera
del texto).
"La acción de tutela podrá ser ejercida, en todo momento y lugar, por
cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos
fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de representante..."
(subrayas y negrillas fuera del texto).
b- Persona jurídica: el artículo 633 del Código Civil las define de la siguiente
manera:
El49 amparo está al alcance de todas las “personas”, sin distinguir si son
naturales o jurídicas, y, como en el caso de las segundas debe tener lugar la
necesaria adaptación de los derechos constitucionales a su naturaleza y
actividades (no todo derecho de las personas naturales es aplicable a las
jurídicas), es al juez de tutela, en cada caso particular, a quien corresponde el
análisis sobre los derechos que se aducen como amenazados o vulnerados,
para conceder o negar la protección, según sus conclusiones. Es innegable,
sin embargo, como regla general, que derechos como el de la honra, el buen
nombre, la igualdad, el debido proceso, son perfectamente válidos respecto de
las personas jurídicas. No podría deducirse de la Constitución argumento
alguno para dejarlas desamparadas en lo que se refiere a ellos, pues en el
fondo, al protegerlas judicialmente, son protegidas las personas naturales que
las conforman o que dependen, directa o indirectamente, de ellas.
Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández; T-201 de 1993. M.P. Hernando Herrera Vergara; T-300 de 2000. M.P José
Gregorio Hernández Galindo; T-238 de 1996. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa; T-200 de 2004 M.P. Clara Inés Vargas
Hernández, T-575 de 2002 y T1212 de 2004 M.P. Rodrigo Escobar Gil. En dicha jurisprudencia se ha reconocido que las
personas jurídicas son titulares de los derechos al debido proceso, a la igualdad, a la inviolabilidad de domicilio y de
correspondencia, a la libertad de asociación, a la inviolabilidad de los documentos y papeles privados, al acceso a la
administración de justicia, el derecho a la información, el habeas data y el derecho al buen nombre, entre otros.
54 Ver al respecto entre otras las sentencias C- 558/04 M.P: Clara Inés Vargas Hernández y C-320 de 1998 M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz en la que se señaló: “De la misma manera que el legislador en diversos órdenes parte de la premisa
según la cual las personas jurídicas voluntariamente se apartan de la ley y se exponen en consecuencia a tener que
soportar en razón de sus actos u omisiones ilícitas las respectivas imputaciones que son el presupuesto de posteriores
sanciones, puede el mismo órgano soberano en los supuestos que es tablezca y a propósito de conductas susceptibles de
llevarse a cabo por ellas, disponer que tales entes, al coordinar medios ilícitos con el fin de perseguir sus intereses,
autorizan al juez competente a dar por configurado el presupuesto para aplicar en s u caso la sanción penal prevista en la
ley.
(...)
La determinación de situaciones en las que la imputación penal se proyecte sobre la persona jurídica, no encuentra en la
Constitución Política barrera infranqueable; máxime si de lo que se trata es de avanzar en términos de justicia y de mejorar
los instrumentos de defensa colectiva. Es un asunto, por tanto, que se libra dentro del marco de la Carta a la libertad de
configuración normativa del legislador y, concretamente, a su política sancionatoria, la cual puede estimar necesario por lo
menos en ciertos supuestos trascender el ámbito sancionatorio donde reina exclusivamente la persona natural - muchas
veces ejecutora ciega de designios corporativos provenientes de sus centros hegemónicos -, para ocuparse directamente
17
2004) sino que en general la Corte ha hecho énfasis en que dentro de los
derechos fundamentales que sin duda son predicables de las personas
jurídicas se encuentra el debido proceso y el acceso a la administración de
justicia.
Al respecto ha señalado:
Por tal razón, en la sentencia T – 924 de 2002 la Corte señaló que ‘El debido
proceso y el acceso a la justicia se atribuyen a las personas, naturales y
jurídicas, porque son derechos que se basan en la capacidad de obrar de
unas y otras, no en la naturaleza de su personalidad. Prueba de ello es que el
debido proceso se aplica a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas, y que el artículo 229 constitucional garantiza a toda persona
el acceso a la justicia.’
de los focos del poder que se refugian en la autonomía reconocida por la ley y en los medios que ésta pone a su disposición
para atentar de manera grave contra los más altos valores y bienes sociales.
De conformidad con lo expuesto, la imputación de responsabilidad penal a la persona jurídica en relación con los delitos a
que se ha hecho mención, no viola la Constitución Política”.
55 Este punto fue analizado por la Corte en la sentencia C-739 de 2002.
56 Sentencia T-200 de 2004 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
57 T-1020 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
18
58
encuentran privados de su libertad, los indígenas e inclusive los menores
de edad. No hay diferenciación por aspectos tales como raza, sexo o
condición social, lo que indica que todo ser humano que se halle en territorio
colombiano puede ejercer la acción, o, en el evento en que no se encuentre
allí, cuando la autoridad o particular con cuya acción u omisión se vulnera el
derecho fundamental se halle en Colombia.
La60 solicitud de tutela puede ser presentada por un número plural, sin que sea
indispensable que el juzgado ponga la nota de presentación de todos y cada
uno de los firmantes. No es justo exigir que cada solicitante presente por
separado su tutela, Y si esto llegare a ocurrir (identidad de peticiones,
fundamentos y persona contra quien se dirige la acción, pero diversidad de
solicitudes), es prudente que todos se tramiten bajo una misma cuerda, sin
necesidad de acudir a un incidente de acumulación de procesos, bien sea
porque se repartan a un mismo juzgado o porque llegando las solicitudes a un
sólo Despacho judicial este estime conveniente formar un sólo proceso. Lo
que no tiene sentido es perder el tiempo en trámites de acumulación porque
esto atenta contra los principios de economía, celeridad y eficacia. Además, el
ritual de los incidentes no es un principio general del proceso.
58 Sobre el ejercicio de la acción de tutela por parte de los indígenas se ha pronunciado la Corte en múltiples
oportunidades, como por ejemplo en las sentencias T-380 del 13 de septiembre de 1993 y T-001 del 13 de enero de 1994.
59 T-320 de 1993. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
60 A.003 de 1994. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
61 T-287 de 1996. M.P. Julio César Ortiz Gutiérrez.
62
T-1189 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
19
las acciones populares de que trata el artículo 88 superior, sino que
se trata de una circunstancia que puede protegerse o remediarse
mediante instrumentos especiales como lo son las acciones consagradas
en la legislación colombiana, o la acción de tutela en los términos
definidos por el artículo 86 de la Carta Política. En consecuencia, cuando
se presentan los supuestos descritos, es posible tutelar los derechos
fundamentales de las personas, toda vez que se trata realmente de una
acumulación de acciones encaminadas a proteger a unos individuos
determinados. Tal es el caso, por ejemplo, de la contaminación de la
comida en una escuela, o de la deficiente prestación del servicio público
de acueducto en un conjunto residencial de una ciudad. En estas
situaciones, si bien una pluralidad de personas se encuentran afectadas,
todas ellas son identificables e individualizables y, por ende, cada una
puede reclamar ante los jueces el amparo de sus derechos, amenazados
o vulnerados; en caso de no hacerlo, surge también la vía de la acción de
clase mediante la cual esas personas pueden reclamar por un daño que
se les haya ocasionado "sin perjuicio de las correspondientes acciones
particulares" (Art. 88 C.P.). Sentencia T-028 de 1994.
La63 acción de tutela como tal tiene el carácter de derecho fundamental toda
vez que es el instrumento concebido por el Constituyente para garantizar la
protección de los restantes derechos fundamentales que sin él perderían
buena parte de su eficacia y arriesgarían esfumarse. El contenido y contornos
esenciales de los derechos fundamentales y de sus garantías y mecanismos
básicos de protección, se establecen y perfilan en la misma Constitución y ello
evita que las leyes los relativicen; vale decir, los derechos y sus garantías son
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador.
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
66 Art. 2. 3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona cuyos
derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo, aun
cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales.
67 Art. 25. Artículo 25. Protección Judicial. 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
68 Véase la sentencia C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
20
Además, la resolución de las acciones de tutela debe darse generalmente
a través de fallos judiciales en los cuales habrá de resolverse sobre la
concesión, negación o improcedencia de la acción, por lo que cualquier otro
tipo de decisión no resulta en principio conforme al mandato constitucional del
artículo 86 y desconoce el deber constitucional de administrar justicia 69.
69 Consúltese a este efecto la sentencia T-272 de 2005. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
70 T-424 de 1995. M.P. Antonio Barrera Carbonell.
71 Auto 298 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
72 La Corte Constitucional ya ha hecho referencia a la posibilidad de que un decreto reglamentario viole de manera directa
la Constitución, pues la ley no actúa como una “pantalla” que impida una confrontación directa entre aq uél y la Carta
Política. Al respecto ver la sentencia C-1290 de 2001.
73 La Sección Primera no se pronunció específicamente sobre algunos de los cargos de inconstitucionalidad presentados
contra el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, como lo anotaron quienes salvaron el voto.
21
procede entonces es aplicar el decreto reglamentario citado, mientras no
se profiera una providencia que decida lo contrario, a partir de un análisis
principalmente constitucional o del estudio de súplicas diferentes a las dene-
gadas por la Sección Primera del Consejo de Estado en la sentencia citada.
“No puede olvidar esta Corte, y este ha sido su criterio, que la resolución
de los conflictos de competencia debe atender dos principios básicos que
orientan la protección de los derechos fundamentales, como objetivo
primordial de la Constitución de 1991 y de la consagración de la acción
de tutela. Estos principios son, en primer lugar, la eficacia de los derechos
fundamentales (art. 2 C.P.), para lo cual es necesario –las más de las
veces- atender al postulado de prevalencia del derecho substancial sobre
el procedimental; y en segundo lugar, la sumariedad, celeridad e
informalidad del procedimiento de tutela (art. 86 C.P.), entendidos como
condición necesaria para la protección real y oportuna de este tipo
especial de derechos constitucionales.
Seccionales de Cundinamarca y Atlántico, en razón a qué ambos consideraban que el competente era el Consejo
Seccional de la otra localidad. Por las razones expuestas, la Corte resolvió “remitir, el expediente de tutela al Consejo
Seccional de la Judicatura del Atlántico, Sala Disciplinaria, para que adelante la correspondiente actuación judicial”.
22
competencia para conocer de la acción de tutela.” 78
78 Ver ICC-720 del 30 de septiembre de 2003, en el cual esta Corporación conoció de manera directa un conflicto de
competencia entre las salas Civil-Familia y Penal del Tribunal Superior de Buga, a pesar de que la Corte Suprema de
Justicia era la entidad que, en principio, debía resolverlo, toda vez que habían transcurrido más de tres meses desde la
interposición de la tutela sin que esta pudiera haber sido resuelta en virtud de la colisión. Ver también ICC-711, en el cual
la Corte asumió conocimiento del conflicto entre el Juzgado 26 Penal del Circuito de Bogotá y el Tribunal Superior de
Bogotá -Sala Penal- a pesar de que, en virtud de la competencia residual de esta Corporación debería conocer la Corte
Suprema de Justicia. Para el momento de la resolución del conflicto de competencia ya habían transcurrido más de 6
meses desde la interposición de la tutela.
79 Igual decisión adoptó la Corte Constitucional en el Auto 001 de 2004.
80 SU.961 de 1999. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
23
Si la inactividad del accionante para ejercer las acciones ordinarias,
cuando éstas proveen una protección eficaz, impide que se conceda la
acción de tutela, del mismo modo, es necesario aceptar que la inactividad para
interponer esta última acción durante un término prudencial, debe llevar a que
no se conceda. En el caso en que sea la tutela y no otro medio de defensa el
que se ha dejado de interponer a tiempo, también es aplicable el principio
establecido en la Sentencia (C-543/92), según el cual la falta de ejercicio
oportuno de los medios que la ley ofrece para el reconocimiento de sus
derechos no puede alegarse para beneficio propio, máxime en los casos en
que existen derechos de terceros involucrados en la decisión. La razonabilidad
en la interposición de la acción de tutela está determinada, tanto en su
aspecto positivo, como en el negativo, por la proporcionalidad entre medios y
fines. El juez debe ponderar una serie de factores con el objeto de establecer
si la acción de tutela es el medio idóneo para lograr los fines que se pretenden
y así determinar si es viable o no. Dentro de los aspectos que debe
considerarse, está el que el ejercicio inoportuno de la acción implique una
eventual violación de los derechos de terceros. Para hacerlo, el juez debe
constatar: 1) si existe un motivo válido para la inactividad de los accionantes;
2) si esta inactividad injustificada vulnera el núcleo esencial de los derechos
de terceros afectados con la decisión y 3) si existe un nexo causal entre el
ejercicio inoportuno de la acción y la vulneración de los derechos de los
interesados.
La85 obligación de dar trámite urgente a las acciones de tutela no cobija tan
solo a los jueces, quienes gozan del perentorio término en referencia para
proferir el fallo, sino que se extiende a los funcionarios y organismos
administrativos que por cualquier razón deban intermediar en la tramitación de
la demanda o en la práctica de las pruebas ordenadas por el juez, ya que el
objetivo de la normativa constitucional, es la protección inmediata y eficaz de
los derechos mediante un procedimiento preferente y sumario. Como ya lo ha
expresado la Corte86, este término no admite excepciones, pues de lo que se
trata es de asegurar la inmediata protección del derecho violado o
amenazado, razón por la cual el mismo precepto superior habla de un
procedimiento preferente y sumario, a la vez que el artículo 15 del Decreto
2591 de 1991 ordena que su trámite se surta con prelación, para lo cual se
pospondrá cualquier otro asunto, salvo el de Habeas Corpus, añadiendo que
los plazos son perentorios e improrrogables.
Según89 el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, la acción de tutela podrá ser
ejercida por cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus
derechos fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de
representante. En este último caso es posible otorgar poder, el cual se
presumirá auténtico al tenor de la misma norma. Ya la Corte ha destacado
que, pese a la informalidad de la tutela, si se acude a un apoderado, éste, en
cuanto representa judicialmente a la persona, debe acreditar que cumple los
requisitos legales para hacerlo según el Decreto 196 de 1971, sobre el
ejercicio de la profesión de abogado (Cfr. Sentencia T-550 de 1993).
la Corte en sentencia T-011 de 1993 y afirmó que “Cuando la Constitución colombiana habla de la efectividad de los
28
vinculante tanto para las autoridades públicas como para los particulares,
impone la ampliación de los mecanismos institucionales para la realización
efectiva de los contenidos propios de los derechos fundamentales. El principio
de prevalencia del derecho sustancial sobre las formas 96 el cual en estrecha
relación con el anterior está dirigido a evitar que por circunstancias artificiales
propias del diseño de los procedimientos se impida la protección efectiva de
los derechos. Y el principio de solidaridad 97 que impone a los miembros de la
sociedad colombiana velar por la defensa no sólo de los derechos
fundamentales propios, sino también por la defensa de los derechos ajenos
cuando sus titulares se encuentran en imposibilidad de promover su defensa.
derechos (art., 2 C.P.) se refiere al concepto de eficacia en sentido estricto, esto es, al hecho de que las normas
determinen la conducta ciudadana por ellas prescrita y , además logren la realización de sus objetivos, es decir realicen
sus contenidos materiales y su sentido axiológico.”
96 En la Sentencia T-603 de 1992 la posibilidad del agenciamiento de derechos ajenos en materia de tutela constituye
desarrollo “lógico” del principio de prevalencia de los aspectos sustantivos sobre los aspectos formales. Así también en
sentencias T-044 de 1996 en la cual la Corte afirmó que con la agencia oficiosa “Se trata una vez más de asegurar la
vigencia efectiva de los derechos por encima de formalidades externas, en una manifestación de la prevalencia del
derecho sustancial...”
97 En la sentencia T-029 de 1993 la Corte se pronuncia sobre la acción de tutela interpuesta por dos personas a favor de
un tercero que se encontraba en estado de indigencia, con el fin de lograr la protección del derecho a la igualdad y a la
vida en condiciones dignas, a pesar de que en este caso se niega la tutela, la Corte acepta el agenciamiento de derechos
debido al “estado de postración e indigencia” y a las “especiales condiciones mentales” en que se encontraba el agenciado
lo que le representaba encontrarse imposibilitado para velar por la protección de sus derechos fundamentales. Y
seguidamente afirma que “tal protección debería proveerse cuando la soliciten personas que actúan en desarrollo del
principio de solidaridad previsto en el artículo 1 de la Constitución.” Igual mente en la sentencia T-422 de 1993 la Corte
confirma la sentencia del ad-quem en la que se negaba la tutela en el sentido de que efectivamente el demandante en el
caso, omitió expresar en la solicitud, las circunstancias que impedían a los titulares de los derechos promover su propia
defensa. Y Sin embargo después de afirmar que “el mejor vocero del derecho es quien debe en primer término buscar su
protección judicial” incluye la excepción que justifica la agencia oficiosa: “salvo que se encuentre e n imposibilidad
circunstancial de promover su propia defensa” y recurre nuevamente al principio de solidaridad al afirmar que en este
momento “la solidaridad social está llamada a abogar por su causa, que en últimas, tratándose de las violaciones a los
derechos fundamentales es la de todos los miembros de la comunidad.”
98 Sobre el requisito de manifestar que se actúa bajo tal condición y que el agenciado se encuentra en imposibilidad de
promover su defensa, la Corte ha realizado interpretaciones dirigidas a restarle rigidez según las circunstancias del caso.
Por ejemplo en la Sentencia T-555 de 1996 la Corte resolvió el caso de un agente oficioso (estudiante de consultorio
jurídico) que promovió tutela a favor de una persona para lograr protección de su derecho a la no reformatio in pejus, y no
manifestó la circunstancia de imposibilidad de promover su propia defensa en la cual aquel se encontraba. En esta
oportunidad la Corte concedió la tutela bajo la idea según la cual los derechos involucrados tenía n además una
dimensión objetiva que hacía imperiosa su protección, por lo cual “en aquellos casos en que, como en el presente, se
encuentra de por medio la efectividad de un derecho fundamental con dimensiones de carácter objetivo y la violación a
este derecho es manifiesta y constatable prima facie, el agente oficioso - en razón de la naturaleza del derecho
fundamental cuya vulneración se debate - actúa, adicionalmente, en nombre de un interés general, que supera el interés
individual de la persona cuyos derechos agencia.”
99 Sobre la posibilidad de inferir la situación de imposibilidad de promover la propia defensa, la Corte se pronunció en
sentencia T-452 de 2001 en este caso la Corte revisó la sentencia de un juez que negó la tutela de los derechos de un
agenciado bajo el argumento de que el agente no señaló expresamente la situación en que aquel se encontraba y que le
impedía promover su propia defensa, no obstante que en del escrito tal situación se mostraba como evidente. En esta
oportunidad la Corte consideró la posibilidad de pronunciarse de fondo tras aceptar la existencia de una “agencia oficiosa
tácita” ya que según la Corte “la exigencia de estos requisitos (la manifestación de la imposibilidad) no puede interpretarse
formalmente, es decir, su cumplimiento no está supeditado a la existencia, dentro de la petición de tutela, de frases
sacramentales o declaraciones expresas que den cuenta de la agencia oficiosa, pues bien puede ocurrir -como en el caso
que es objeto de estudio en esta oportunidad por parte de la Corte- que las circunstancias que impiden que una persona
actúe a nombre propio, justificando la intervención oficiosa de otro, sean hechos que se desprenden naturalmente de la
narración hecha por el petente...” Además esto fue posible porque la Corte constató que el agenciado no corría riego
alguno por el acto de la agencia, lo cual para la Corte sólo es posible “siempre que exista un respaldo fáctico del cual s e
pueda deducir –no simplemente presumir- que se está realizando un acto a favor de otro.”
29
titular del derecho fundamental no está en condiciones físicas 100 o
mentales101 para promover su propia defensa. (iii) La existencia de la
agencia no implica102 una relación formal103 entre el agente y los agenciados
titulares de los derechos (iv) La ratificación104 oportuna105 por parte del
agenciado de los hechos y de las pretensiones consignados en el escrito de
acción de tutela por el agente.
oficioso presenta acción de tutela con el fin de lograr la protección de los derechos a la salud y a la seguridad social de su
hija. La Corte frente al requisito de “las condiciones para promover su propia defensa” e n el presente caso afirmó que
“...para la procedencia de la agencia oficiosa es indispensable no sólo que el agente oficioso afirme actuar como tal, sino
que además demuestre que el titular del derecho amenazado o vulnerado se encuentra en imposibilidad d e promover su
propia defensa, bien sea por circunstancias físicas, como la enfermedad, o por razones síquicas que pudieren haber
afectado su estado mental, o en presencia de un estado de indefensión que le impida acudir a la justicia.” (subrayas fuera
de texto)
102 En la sentencia T-422 de 1993 según la Corte “No corresponde a la esencia de la agencia oficiosa y tampoco se aviene
a su naturaleza, exigir la configuración de una relación formal entre el agente y los titulares de los derechos que no están
en condiciones de promover su propia defensa. Por el contrario, se trata de una relación de hecho que puede reclamar
efectos jurídicos válidos y desplegar eficacia representativa si se cumplen los requisitos previstos en la ley.” Reiterada en
Sentencia T-421 de 2001.
103 En este predicado, propio de la agencia oficiosa, se concreta el principio constitucional de solidaridad de tal forma
que la posibilidad de agenciar derechos ajenos está abierta para cualquiera persona, en este sentido no se requiere la
existencia de relación alguna, ya sea con fundamento en la filiación, el parentesco o en relaciones contractuales
específicas. Así por ejemplo en el caso de agencia oficiosa de derechos fundamentales de menores en la sentencia T-408
de 1995 La Corte concedió la tutela en un proceso promovido por la abuela de una menor quien actuaba como agente
oficiosa de su nieta para proteger su derecho fundamental a no ser separada de su madre, debido a que el padre se
negaba a permitirle a su hija visitar a su madre por encontrarse privada de la libertad. Frente a la posibilidad de presentar
acción de tutela como agente oficioso de menores afirmó: “...cualquiera persona está legitimada para interponer acción de
tutela en nombre de un menor, siempre y cuando en el escrito o petición verbal conste la inminencia de la violación a los
derechos fundamentales del niño, o la ausencia de representante legal.” Igualmente ver la sentencia T-029 de 1993 caso
de agencia oficiosa de derechos fundamentales del indigente, o la sentencia T-422 de 1993 caso de la agencia oficiosa de
los derechos de los vecinos.
104 El requisito de ratificación se introduce de una manera incipiente pero determinante en la Sentencia T-044 de 1996 En
este caso no se concede la tutela pretendida por un falso agente debido a que la agenciada no ratificó ni los hechos ni las
pretensiones de la acción incoada. En la Sentencia T-277 de 1997 el agente oficioso esposo de la titular del derecho a la
salud, interpone acción de tutela con el fin de que se ordenará una intervención quirúrgica, la titular con posterioridad se
dirigió al juzgado y ratificó los hechos y las pretensiones, por lo cual la Corte consideró que se configuraba en el caso la
legitimación en la causa, por consiguiente consideró procedente entrar al examen de fondo sobre los hechos. Para la
Corte en este caso el requisito de ratificación se encuentra implícito en el requisito de “imposibilidad de promover la propi a
defensa” reforzado con los argumentos del respeto tanto a la autonomía personal (art., 16) como a la dignidad humana
(art., 1) sobre estas consideraciones ver sentencia T-503 de 1998
105 En la sentencia T-088 de 1999 la Corte reiterando jurisprudencia concluyó que el abogado, quien actuaba como
apoderado del interesado para obtener cumplimiento de un fallo de tutela anterior, carecía de poder especial para el caso
y no actúo como agente oficioso, En esta ocasión resolvió la Corte que no vale el poder otorgado para tutela anterior por
lo cual negó el amparo. Igualmente frente al tema de la ratificación afirmó que por haberse presentado en sede de
revisión, además de ser improcedente en el caso, la misma era inoportuna.
106 Así fue reconocido en Sentencia T-315 de 2000 caso en el cual el hermano de un enfermo grave presentó tutela c omo
agente oficioso con el fin de obtener la protección de los derechos fundamentales de aquel al trabajo y al mínimo vital, la
Corte afirmó que el hermano del agenciado actuó “..válidamente como agente oficioso... lo que permite a la Sala pasar al
examen de fondo de los hechos objeto de proceso.”
107 Asumiendo una postura más estricta frente al requisito de la manifestación que debe hacerse sobre la imposibilidad de
defenderse en que se encuentra el agenciado la Corte afirmó que en su ausencia el juez debería proceder a rechazar de
plano la acción, así en Sentencia T-555 de 1996 (referida en sentencias SU-707 de 1996 y T-414 de 1999) “si del escrito
30
derechos fundamentales de los agenciados. Sin embargo considera la
Sala que el análisis acerca de la configuración de los referidos elementos
debe realizarse por el juez de tutela en atención a las circunstancias propias
del caso concreto109, derechos fundamentales invocados, calidad y
condiciones de las partes, características socio económicas de las mismas,
lugar geográfico de la supuesta vulneración etc., esta obligación que pesa
sobre los jueces de tutela deriva directamente del principio de eficacia de los
derechos fundamentales110 que como ha reiterado la Sala inspira e informa la
figura procesal de la agencia oficiosa en materia de tutela.
mediante el cual el agente oficioso demanda el amparo constitucional de los derechos de su agenciado no surg e, de
manera clara y expresa, que éste último se encuentra en absoluta imposibilidad de defender sus derechos por sí mismo, la
acción de tutela deberá ser rechazada de plano, sin que al juez le esté autorizado entrar a estudiar ninguna de las
cuestiones de fondo que se han sometido a su conocimiento.”
108 Así en la sentencia T-573 de 2001 oportunidad en la cual la Corte confirmó la sentencia del ad-quem en el sentido de
revocar la sentencia del a-quo que concedió la tutela de los derechos del agenciado, pues se comprobó que la
enfermedad del agenciado no le impedía promover su propia defensa y además el agente no manifestó expresamente que
el agenciado no se encontraba en condiciones para promover la acción en el escrito de acción de tutela, por lo cual
consideró la Corte que en este caso se configuró “la falta de legitimación en la causa.”
109 Sobre la importancia de consultar las circunstancias propias del caso concreto ver sentencia T-555 de 1996 sentencia
T-452 de 2001 y sentencia T-573 de 2001 en esta última la Corte afirmó que el eventual análisis garantiza “no sólo la
adecuada y oportuna protección de los derechos fundamentales, sino que también permite evitar que se acuda a este
mecanismo cuando ello no resulta indispensable, o el presuntamente afectado no considera vulnerado o amenazado su
derecho.”
110 Aunque no en estos términos así lo afirmó la Corte en sentencia T-555 de 1996 en el sentido de afirmar que los jueces
deben proveer por “llevar a cabo una defensa cabal, adecuada y oportuna de los valo res, principios y derechos
constitucionales, la cual no sería posible si la agencia oficiosa, en materia de tutela, se rigiera por reglas inflexibles qu e no
respondieran a las particularidades de cada situación concreta." Afirmación reiterada en la sentenc ia T-452 de 2001.
Oportunidad en la cual la Corte consideró que el juez como garante del principio de eficacia de los derechos
fundamentales debe adelantar una conducta activa en materia probatoria con el objeto de establecer con precisión los
hechos y afirmaciones puestos a su consideración en los escritos de tutela.
111 Una integración normativa de la figura de la agencia oficiosa del código de procedimiento civil, dirigida a incluir tales
exigencias en sede de tutela resultaría abiertamente contraria a la Constitución. Dice el artículo 47: “Agencia oficiosa
procesal. Se podrá promover demanda a nombre de persona de quien no se tenga poder, siempre que esté ausente o
impedido para hacerlo; para ello bastará afirmar dicha circunstancia bajo juramento que se entenderá prestado por la
presentación de aquella. El agente oficioso deberá prestar caución dentro de los diez días siguientes a la notificación a él
del auto que admita la demanda, para responder de que el demandante la ratificará dentro de los dos meses siguientes. Si
este no la ratifica, se declarará terminado el proceso y se condenará al agente, a pagar las costas y los prejuicios
causados al demandado. La actuación se suspenderá una vez practicada la notificación al demandado del auto admisorio
de la demanda, El agente deberá obrar por medio de abogado inscrito, salvo en los casos exceptuados en esta ley.”
112 Por lo cual se encuentra “desprovista de requisitos tales como la caución y la ratificación posterior de los interesados
principales, que en otro tipo de diligencia se exigen” esto se explica también a partir de la naturaleza “informal” y “sumaria”
del proceso de tutela. Así en sentencia T-452 de 2001.
113 En este sentido la Corte en Sentencia T-422 de 1993 afirmó “La disciplina normativa de la acción de tutela se inspira en
un amplio designio cautelar y elimina, en este campo, exigencias estrictas que ordinariamente se establecen para la
agencia oficiosa procesal, tales como la caución y la ratificación posterior de los interesados princi pales. El régimen legal
aplicable a la acción de tutela reduce al mínimo los requisitos de esta modalidad de intervención judicial.”
114 Esta idea subyace en la Sentencia T-044 de 1996 caso en el cual un agente oficioso recurrió abusivamente al ejercicio
de la figura con el objetivo de obtener decisión judicial favorable a sus propios intereses, en las consideraciones la Corte
resaltó la finalidad de la figura de la agencia oficiosa a partir de la realización de los principios constitucionales (efica cia de
los derechos fundamentales (arts., 2 y 86) y prevalencia del derecho sustancial art., 228), introdujo algunos elementos
dirigidos a reconocer la exigencia de la ratificación del agenciado y reprochó la conducta del falso agente. En este caso
no se concedió la tutela porque se pudo comprobar que la supuesta agenciada no tenía interés en la causa al no
encontrarse afectados o vulnerados derechos fundamentales.
31
efectiva de los mismos, de esta forma el principio de eficacia de los
derechos fundamentales, se concreta en la operatividad de la figura de la
agencia oficiosa en tanto y en cuanto con la misma se realiza el principio de
prevalencia del derecho sustancial y el derecho al acceso a la administración
de justicia.
Los requisitos del apoderamiento judicial como una de las formas con las que
se puede configurar la legitimación activa en los procesos de tutela
115 Esta Sala advierte que la “representación” así presentado no implica necesariamente la representa ción judicial por
intermedio de abogado. Sin embargo la Corte se pronunció al respecto a favor de una interpretación restrictiva, de tal
forma que tal representación solamente podría ser adelantada por abogados titulados. Ver sentencia T-550 de 1993.
116 Esta presunción fue establecida por el legislador delegado en el decreto 2591 de 1991. Sobre la misma se pronunció
tangencialmente la Corte en sentencia T-001 de 1997 en la cual la Corte resuelve el caso de abogados que presentaron
acción de tutela como agentes oficiosos sin demostrar la indefensión de los agenciados, la Corte niega la tutela por que no
se configura la agencia oficiosa y no se reúnen los requisitos para el apoderamiento judicial, afirmó la Corte: “Los podere s
se presumen auténticos, según lo dispone el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991, pero, obviamente, tal autenticidad no
puede predicarse de poderes no presentados, ya que el juez no está autorizado para presumir que alguien apodera los
intereses de otro, sin que en el respectivo expediente ello aparezca acreditado”.
117 En la sentencia T-001 de 1997 la Corte afirmó que por las características de la acción “todo poder en materia de tutela
es especial, vale decir se otorga una vez para el fin específico y determinado de representar los intereses del accionante
en punto de los derechos fundamentales que alega, contra cierta autoridad o persona y en relación con unos hechos
concretos que dan lugar a su pretensión.”
32
118 119
conferido para la promoción de procesos diferentes, así los hechos
que le den fundamento a estos tengan origen120 en el proceso inicial. (iv) El
destinatario del acto de apoderamiento sólo puede ser un profesional del
derecho121 habilitado con tarjeta profesional 122.
El123 artículo 282 de la Carta Política establece como una de las funciones del
Defensor del Pueblo la de “interponer las acciones de tutela, sin perjuicio del
derecho que asiste a los interesados”. Con base en este mandato superior, los
artículos 10, 46 y 49 del Decreto 2591 de 1.991 “por el cual se reglamenta la
acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política”,
preceptúan que el Defensor del Pueblo podrá ejercer dicha acción en nombre
de cualquier persona que lo solicite o que esté en situación de desamparo o
indefensión, sin perjuicio del derecho que a ella le asiste, al igual que los
personeros municipales en calidad de defensor en la respectiva entidad
territorial, por delegación expresa del Defensor del Pueblo. Así pues, la
indefensión constituye un presupuesto esencial de habilitación al Defensor del
Pueblo o a los personeros municipales para ejercer actos de representación
de las personas en la tutela, la cual se presume respecto de los menores de
edad cuando sus derechos se ven envueltos negativamente por la acción de
118 En este sentido la Corte ha acogido las disposiciones del código de procedimiento civil en la materia, así en la
sentencia T-530 de 1998 acoge y aplica la disposición del artículo 65 inciso 1º: “En los poderes especiales, los asuntos se
determinarán claramente, de modo que no puedan confundirse con otros.”
119 En este sentido en la en la sentencia T-695 de1998 la Corte no concedió la tutela impetrada debido a que el abogado
quien presentó la tutela pretendió hacer extensivo el poder recibido para el proceso penal al proceso de tutela. En esta
oportunidad la Corte reiteró la doctrina sentada en la sentencia T-550 de 1993 oportunidad en la cual la Corte afirmó: “De
otro lado, debe desecharse la hipótesis de que el poder conferido para adelantar un proceso judicial sirve al propósito de
intentar la acción de tutela a que pudiere dar lugar ese proceso, por cuanto se trata de actuaciones distintas y, si bien es
cierto que la tutela tiene un carácter informal, también lo es que tal informalidad no lleva a presumir la existencia de un
poder que no se presentó y que es necesario allegar siempre que se ejerza la acción de tutela a nombre de otro y a título
profesional” En un sentido similar ver sentencia T-002 de 2001, en la cual la Corte afirmó que la condición de apoderado
en un proceso penal no habilita para instaurar acción de tutela, así los hechos en que se esta se fundamenta tengan
origen en el proceso penal.
120 En la sentencia T-530 de 1998 la Corte al revisar la decisión de una tutela promovida por el abogado de la parte civil en
un proceso penal quien actuaba sin poder especial para el proceso de tutela, consideró que el a-quo no debió darle trámite
al respectivo proceso debido a que el abogado no allegó el poder respectivo ni manifestó su calidad de agente oficioso.
En este sentido aseveró que “Aunque podría pensarse que su calidad de representante de la parte civil en el proceso
penal lo habilitaba para dicho menester, debe desecharse esta idea, en atención a que en el proceso penal el sujeto
procesal es la parte civil y no su apoderado; es cierto que éste la representa c onforme al poder específico que se le ha
conferido; pero éste aun cuando suficiente para la actuación en el proceso penal no lo habilita para ejercitar la acción de
tutela.”
121 En la sentencia T-207 de 1997 la Corte se extendió en consideraciones acerca de la informalidad, propia de la acción
de tutela y de sus implicaciones frente al ejercicio de la misma. Con respecto al apoderamiento judicial como excepción al
principio de informalidad de la acción señaló: “Caso distinto es el de quien ejerce la acción de tutela a nombre de otro a
título profesional, en virtud de mandato judicial, pues es evidente que en tal caso actúa dentro del marco legal y las reglas
propias del ejercicio de la profesión de abogado, razón por la cual debe acreditar que lo es según la s normas aplicables
(Decreto 196 de 1971). Ello no solamente por razón de la responsabilidad que implica tal ejercicio, que se concreta en el
campo disciplinario, sino por la necesaria defensa de los intereses del cliente, a quien conviene establecer con
certidumbre que quien lo apodera puede actuar, de acuerdo con la ley, ante las distintas instancias judiciales y que
responderá por su gestión.”
122 Sobre la obligatoriedad de que la representación judicial en tutela sea asumida por abogados en ejercicio no existe
regulación expresa ni en la Constitución ni en los decretos reglamentarios de la acción de tutela, ante este vacío la Corte
en sentencia T-550 de 1993 mediante interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, a partir de las disposiciones
generales sobre representación judicial y en especial a partir de la disposición del artículo 38 del decreto 2591 de 1991
(que señala las faltas para los abogados que promuevan irregularmente acciones de tutela) concluyó que esta disposición
no tendría sentido sino se entendiera que la representación judicial sólo pudiese ser adelantada por abogados titulados y
en ejercicio.
123 T-046 de 1999. M.P. Hernando Herrera Vergara.
33
una autoridad o de los particulares, a partir del claro mandato del numeral
9 del artículo 42 del Decreto 2591 de 1.991, como sucede en el presente
caso, siendo extensible la misma a los eventos de tutela incoada contra
autoridades públicas. Adicional a lo anterior, la Corte 124 ha señalado que, en
virtud del artículo 44 constitucional que consagra una protección especial a los
niños, la actuación del Defensor del Pueblo y de los personeros municipales
podría producirse simplemente alegando su condición de personas, toda vez
que con base en dicho precepto superior, cualquier persona puede exigir de la
autoridad competente el cumplimiento pleno de los derechos de los menores,
así como la sanción de los infractores, dentro de lo cual estarían incluidos los
pedimentos que por la vía de la acción de tutela se tramitan.
El carácter informal de la acción 128 posibilita al sujeto activo, que por su falta
de preparación sea analfabeta, para que acuda a la firma a ruego, a imprimir
su huella dactilar, a acudir a la agencia oficiosa, o simplemente a concurrir
ante el juez y manifestar verbalmente las circunstancias de hecho que
motivaron la violación o amenaza de sus derechos y el señalamiento de los
mismos. Lo importante es que exponga la situación al funcionario judicial, que
lo ponga en alerta sobre la afectación de la cual está siendo objeto para que
éste, a su vez, esclarezca los hechos y adopte una decisión de mérito. Ahora
bien, cuando la persona no ejerce directamente la acción, puede ser
representada por otro, bien en ejercicio de representación legal - por ejemplo
su representante legal tratándose de una persona jurídica o por los padres en
virtud de la Patria Potestad -, en desarrollo de una agencia oficiosa, cuando el
titular de los mismos no está en condiciones de promover su propia defensa,
caso en el cual es menester que esa circunstancia se manifieste en la
solicitud129, o acudir a través de un abogado titulado.
1991.
128 Pueden verse las sentencias T-603 del 11 de diciembre de 1992, T-091 del 26 de febrero de 1993 y el Auto 055 del 11
de diciembre de 1997.
129 Artículo 10 del Decreto 2591 de 1991.
34
El legislador extraordinario admitió la eventualidad de que un tercero
pueda interponer la acción de tutela en nombre del afectado, es decir, que
se puedan agenciar derechos ajenos130, pero sólo cuando el directamente
afectado no esté en condiciones de promover su propia defensa y con la
condición de que esa situación se manifieste claramente en el escrito. Así, se
han presentado acciones de tutela por parte de una abuela en representación
de su nieta, el esposo en nombre de su cónyuge, el hijo en representación de
su padre, pero en estos casos siempre se pone de manifiesto en el escrito la
razón por la cual el titular de los derechos no acude directamente, que, por lo
general, se trata de enfermos, limitados psíquicos o cuando aquél se
encuentra en situación de indefensión.
Igualmente, ese requerimiento tiene que ver con la dignidad humana, pues
pueden existir ocasiones en las cuales ese individuo no desea que su
tutela interpuesta por un agente oficioso y se ordenó investigación disciplinaria para aquél, en atención a que la titular de
los derechos agenciados no le había dado su consentimiento para actuar en su nombre y no era su deseo que se
presentara acción de tutela.
35
intimidad se ponga a la luz pública o simplemente difiera de la medida que
un tercero esté solicitando para él. Cada caso es distinto y para ello está el
juez, el cual debe analizar, estudiar y verificar las especiales circunstancias
que se le ponen bajo su conocimiento. Dado el perfil informal de la acción, en
ocasiones excepcionales es admisible que se agencien derechos ajenos sin
que se manifieste en el escrito el requisito exigido por el artículo 10 del
Decreto 2591 de 1991, es decir, que no se aclaren las razones por las cuales
el afectado no puede acudir en su propia defensa. Es necesario tener en
cuenta cada caso en concreto y es tarea del juez verificar la naturaleza de los
derechos invocados y la gravedad o no del daño ocasionado. Así, la Corte
Constitucional ha sostenido que el requisito del artículo 10 en comento sólo se
explica y resulta necesario en aquellos eventos en los cuales los derechos
sometidos a debate interesan únicamente a su titular y, por tanto, éste es libre
para exigir su defensa o abstenerse de hacerlo. Pero en el caso en que se
agencien derechos ajenos que, en forma adicional, revistan un interés general
o colectivo, es forzoso que razonablemente pueda suponerse que la persona
directamente afectada no se opondría y que no existe manifestación en
contrario por parte de ésta.
En ese orden de ideas, el artículo 30 del Decreto 196 de 1971, tal como fue
modificado por el artículo 1 de la Ley 583 de 2000, y que señala los asuntos
en los cuales los estudiantes de consultorios jurídicos pueden litigar en causa
ajena, no contempla la posibilidad de que ellos puedan actuar como
133Ver Sentencia T-555 del 23 de octubre de 1996.
134Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-550 del 30 de noviembre de 1993. En este fallo la Corporación, luego de hacer
una interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, de las disposiciones sobre representación judicial y del artículo
38 del Decreto 2591 de 1991, que señala las faltas para los abogados que promuevan varias acciones de tutela respecto
de los mismos hechos y derechos, concluyó que esta norma no tendría sentido ni podría ser aplicada, si no se entendiera
que “para ejercer la representación con base en mandato judicial y actuando el apoderado a título profesional, así sean en
materia de tutela, es indispensable que aquel sea abogado titulado y en ejercicio, de conformidad con las normas del
Decreto 196 de 1971”. En el mismo sentido se pronunció la Corte en sentencias T-457 del 23 de septiembre de 1997 y T-
452 del 4 de mayo de 2001.
36
135
apoderados dentro de acciones de tutela . Si bien es cierto los
estudiantes de consultorios jurídicos actúan bajo la coordinación y directa
orientación de los profesores y profesionales designados para el efecto, lo que
garantiza, en principio, la idoneidad de la defensa que realicen o las
actuaciones que adelanten en nombre de las personas que requieren
representación, es claro que en tratándose de acciones de tutela, con base en
lo arriba expuesto, no pueden actuar como apoderados de los titulares de
derechos. Cuestión diversa y que no es contraria a las reglas mínimas que
gobiernan el mecanismo de la tutela, es que asesoren, acompañen o guíen a
las personas cuyos derechos fundamentales resulten amenazados o
vulnerados, o que actúen como agentes oficiosos, cuando se reúnan las
condiciones para ello. De manera que quien en materia de tutela actúa en
virtud de un mandato judicial debe acreditar que es abogado titulado en
ejercicio y que le ha sido otorgado un poder especial para incoar la acción 136.
De lo contrario, el juez de conocimiento deberá rechazarla o, en el evento en
que ya se hubiere iniciado la actuación, denegarla mediante sentencia.
es (i) un acto jurídico formal por lo cual debe realizarse por escrito. (ii) se concreta en un escrito, llamado poder q ue se
presume auténtico. En este sentido (iv) el poder conferido par ala promoción o para la defensa de los intereses en un
determinado proceso no se entiende conferido par ala promoción de procesos diferentes, así los hechos que le den
fundamento a estos tengan origen en el proceso inicial. (v) el destinatario del acto de apoderamiento sólo puede ser un
profesional del derecho habilitado con tarjeta profesional”.
137 T-001 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
138 Sentencia T-068 de 1997.
139 T-033 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
37
en un factor de inseguridad jurídica, premiando con ello la inactividad de
los interesados en el ejercicio oportuno de los recursos, la negligencia y la
desidia. Ciertamente, si con la acción de tutela se busca la protección
inmediata de los derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que
estos resulten violados o amenazados por la acción u omisión de las
autoridades públicas, es imprescindible que su ejercicio tenga lugar dentro del
marco de ocurrencia de la amenaza o violación de los derechos. Una
percepción contraria a esta interpretación, desvirtúa el alcance jurídico dado
por el Constituyente a la acción de tutela y deja sin efecto el objetivo de
garantizar por esa vía judicial la protección actual y efectiva de tales derechos.
De suerte que esta Corporación ha determinado que la tutela tiene como
elemento característico la “inmediatez”, y así lo ha expuesto: “...la Corte ha
señalado que dos de las características esenciales de esta figura en el
ordenamiento jurídico colombiano son la subsidiariedad y la inmediatez: ...la
segunda, puesto que la acción de tutela ha sido instituida como remedio de
aplicación urgente que se hace preciso administrar en guarda de la efectividad
concreta y actual del derecho objeto de violación o amenaza. Luego no es
propio de la acción de tutela el sentido de medio o procedimiento llamado a
remplazar los procesos ordinarios o especiales, ni el ordenamiento sustitutivo
en cuanto a la fijación de los diversos ámbitos de competencia de los jueces,
ni el de instancia adicional a las existentes, ya que el propósito específico de
su consagración, expresamente definido en el artículo 86 de la Carta, no es
otro que el de brindar a la persona protección efectiva, actual y supletoria en
orden a la garantía de sus derechos constitucionales fundamentales......La
acción de tutela ha sido instituida como remedio de aplicación urgente que se
hace preciso administrar en guarda de la efectividad concreta y actual del
derecho objeto de violación o amenaza..” 140 De acuerdo con esta
característica, la Corte concluye que: “...si la inactividad del accionante para
ejercer las acciones ordinarias, cuando éstas proveen una protección eficaz,
impide que se conceda la acción de tutela, del mismo modo, es necesario
aceptar que la inactividad para interponer esta última acción durante un
término prudencial, debe llevar a que no se conceda. En el caso en que sea la
tutela y no otro medio de defensa el que se ha dejado de interponer a tiempo,
también es aplicable el principio establecido en la Sentencia arriba
mencionada (C-543 de 1992), según el cual la falta de ejercicio oportuno de
los medios que la ley ofrece para el reconocimiento de sus derechos no puede
alegarse para beneficio propio, máxime en los casos en que existen derechos
de terceros involucrados en la decisión...” 141. Para determinar la procedencia
de la acción de tutela, en relación con el criterio de “inmediatez”, la Corte ha
señalado, entre otros elementos, que el juez constitucional debe constatar:
“...si existe un motivo válido para la inactividad de los accionantes...” 142, es
decir, si es predicable la existencia de una justa causa por la cual no ejercitó la
acción de manera oportuna.
La143 acción de tutela vino a llenar así los vacíos que presentaba el anterior
sistema jurídico, ante todo en aquellos eventos en los cuales las personas no
disponían de un medio de defensa judicial contra las conductas de las
140 Sentencia C-543 de 1992..
141 Sentencia SU-961 de 1999.. Subrayado por fuera del texto original.
142 Ibídem.
143 T-655 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
38
autoridades públicas y, en ciertos casos, de los particulares que implicaban
la vulneración o amenaza de derechos fundamentales. De esta manera, el
actual sistema instituye los mecanismos necesarios para hacer efectiva la
protección de tales derechos, en aplicación del principio de respeto de la
dignidad humana y con el ánimo de lograr la efectividad de los derechos como
uno de los fines esenciales del Estado y de garantizar la primacía de los
derechos inalienables de la persona (C.P., arts. 1, 2 y 6). Siendo así, toda
persona que vea amenazado o vulnerado un derecho fundamental dispone
ahora de la acción de tutela o de las acciones ordinarias, según el caso, para
su defensa judicial.
T-001 de 1992.
39
acudir a las vías legales a fin de obtener una reparación económica 147,
como también en aquellos casos en que el transcurso del tiempo consolida
derechos de terceros148, cuando la intervención del juez constitucional, sin
perjuicio del quebrantamiento, resulta inútil, de todos modos 149, o si la
situación indica que acudir a los procedimientos ordinarios no agrava la
conculcación150
147 Mediante la sentencia T-733 de 2001 se negó la protección del derecho de asociación sindical a quienes ale gaban su
vulneración, tres años después de haber sido retirados del servicio.
148 En la sentencia T-759 de 2003 se negó la acción instaurada porque se pretendía volver sobre una acción reivindicatoria,
transcurridos los términos para interponer las acciones posesorias y de restablecimiento tanto administrativas como civiles.
149 “En este orden de ideas al haberse cumplido en su integridad la sanción impuesta (..) no tiene objeto la solicitud de
amparo del derecho fundamental que invoca como vulnerado, pues de una parte, el principio de la inmediatez de la acción
de tutela consagrado por la jurisprudencia constitucional no se da en el presente caso y de otra, de haber existido la
presunta vulneración de los derechos del actor el posible daño ya se consumó al hab erse ejecutado en su integridad la
sanción ya hace más de seis (6) años como se señaló, resultando improcedente el amparo” –sentencia T-873 de 2001, en
igual sentido, entre otras sentencias T-138 de 1994.
150 Mediante la sentencia T-812 de 2000 el amparo transitorio invocado fue negado, porque el actor demoró
injustificadamente la iniciación del proceso ordinario, sin perjuicio del daño irreparable alegado.
151 T-212/99. M.P. Fabio Morón Díaz.
152 Corte Constitucional, Sentencia C-027 de 1993.
153 Ibídem
40
154 155
Ha sido reiterada la jurisprudencia de esta Corporación , en cuanto
a la necesidad de acreditar la vulneración o amenaza de un derecho
fundamental, pues es indispensable “un mínimo de evidencia fáctica, de
suerte que sea razonable pensar en la realización del daño o en el
menoscabo material o moral” 156 del derecho cuya efectividad se solicita a
través de la acción de tutela. Por consiguiente, quien pretende la
protección judicial de un derecho fundamental debe demostrar los
supuestos fácticos en que se funda su pretensión, como quiera que es
razonable sostener que quien conoce la manera exacta como se
presentan los hechos y las consecuencias de los mismos, es quien padece
el daño o la amenaza de afectación.
Es157 preciso recordar el criterio expresado por la Corte en relación con los
términos vulneración y amenaza desde la perspectiva de la protección de los
derechos fundamentales a través de la acción de tutela. En la sentencia T-952
de 2003, se dijo :
hacer algún mal a otro.” OSSORIO. Manuel. Diccionario de ciencias jurídicas, políticas y sociales. Heliasta S.R.L Buenos
Aires. 1981. Pág. 52
159 Sentencia No. T-096/94
Resulta claro entonces, que la Corte Suprema de Justicia, al igual que todos
los demás organismos del Estado y los particulares, se encuentra sometida a
la Constitución Política. Además, es también indiscutible su carácter de
autoridad pública y, en ese orden de ideas, con sus actos u omisiones podría
de manera excepcional, vulnerar o amenazar de vulneración derechos
constitucionales fundamentales que deben ser protegidos por el Estado. De
ahí, que no se entendería que las actuaciones de esa Corporación quedaran
excluidas de la acción de tutela como mecanismo democrático que puede
invocar cualquier ciudadano para la protección de tales derechos.
Por lo tanto, si la Constitución Política (art. 86), el Decreto 2591 de 1991 (art.
1º), y el Decreto Reglamentario 1382 de 2000, establecen que la tutela
procede contra cualquier autoridad pública y no solo en contra de las
autoridades administrativas, y así lo han reiterado la Corte Constitucional en
sus sentencias sobre la procedencia de la tutela contra providencias judiciales
por vía de hecho y el Consejo de Estado en la sentencia anteriormente citada,
es evidente que lo resuelto por las diferentes Salas de Casación de la Corte
Suprema de Justicia al no admitir a trámite las acciones de tutela que
interponen las personas contra providencia judicial proferida por una Sala de
dicha Corporación, les vulnera su derecho constitucional fundamental de
acceso a la administración de justicia (C.N., art. 229) y a obtener la tutela
judicial efectiva de sus derechos fundamentales, de conformidad con los
Tratados Internacionales (Convención Americana de Derechos Humanos, art.
25), y las Opiniones Consultivas de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (OC-11/90, OC-16/99).
164
Auto 046 de 2004. Sala Plena.
43
LA PROTECION CONSISTIRA EN UNA ORDEN PARA QUE AQUEL
RESPECTO DE QUIEN SE SOLICITA LA TUTELA, ACTUE O SE
ABSTENGA DE HACERLO. EL FALLO QUE SERA DE INMEDIATO
CUMPLIMIENTO,
Cumplimiento de las órdenes proferidas por el juez constitucional 171. Una vez
verificados por el juez los supuestos fácticos y jurídicos del caso objeto de
estudio y de llegar a la conclusión que se han vulnerado derechos
fundamentales, debe proferir una sentencia que decida de fondo el asunto y
restablezca el orden jurídico violado. La decisión del juez se concreta en una
orden, la cual debe ser de tal entidad que, en caso de que se advierta
vulneración de derechos fundamentales, restablezca de manera inmediata los
derechos desconocidos del interesado, de tal manera que el infractor de la
norma fundamental actúe o se abstenga de hacerlo. Dicha orden es de
inmediato e ineludible cumplimiento en tanto que lo que se pretende es el
restablecimiento del orden jurídico constitucional y hacer efectiva la garantía
de los principios, derechos y deberes consagrados en la Carta Política.
169
T-259 DE 2002. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
170 Auto 010 de 2004. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
171 T-459 de 2003. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
45
Es claro que las personas tienen derecho a saber que contra ellas se ha
iniciado una tutela y a conocer los fallos que se adopten al resolver el caso
concreto, pues durante el trámite de la acción el debido proceso debe
observarse y, en caso contrario, habría lugar a decretar una nulidad o, en el
evento de que ese procedimiento ya hubiese concluido, a iniciar otra acción
con el fin de restablecer el derecho violado. Esa notificación, como las de las
demás providencias que se dicten en el curso del proceso, ya lo ha señalado
la ley (art. 30 del Decreto 2591 de 1991) y reafirmado la Corte, no requiere ser
personal, pues se puede hacer por telegrama o por otro medio que resulte ser
expedito173 y que, en el caso de la sentencia, asegure su cumplimiento. Incluso
aun en el evento en que dicha notificación no se realice por parte del juez,
pero la persona llamada a cumplir el fallo se acerque al despacho y se
notifique por conducta concluyente -la cual constituye una forma de
notificación subsidiaria-, lo cierto es que ese propósito de la notificación, cual
es hacerle conocer a las partes sobre el contenido de lo decidido y darles la
posibilidad de defensa y de controvertir, se ha satisfecho. En ese caso el
derecho a la contradicción no se ha vulnerado en cuanto los términos sólo
empezarían a contar a partir del día siguiente a la fecha en que se tuvo
conocimiento de la providencia.
El poder que tiene el juez para hacer cumplir sus fallos difiere del que tiene
para imponer una sanción por desacato. El trámite del desacato y el debido
proceso
Tal como la Sala Plena de la Corte lo ha sostenido, ese poder conferido al juez
constitucional está inmerso dentro de sus poderes disciplinarios asimilables a
los que el artículo 39, numeral 2 del Código de Procedimiento Civil le concede
al juez civil, y las sanciones que imponga tienen una naturaleza
correccional176. El trámite que debe adelantarse es el incidental especial que
finaliza con un auto, el que, si impone la sanción, es consultado ante el
superior para que éste revise la actuación surtida por el inferior, pero, si ocurre
lo contrario, allí concluye la actuación, toda vez que el legislador no previó la
posibilidad de que dicho auto pueda ser susceptible de apelación. Es claro que
si se impone la medida correccional, ésta no podrá hacerse efectiva hasta
tanto el superior no confirme el auto consultado 177.
Así pues, al ser el desacato una manifestación del poder disciplinario del juez
la responsabilidad de quien en él incurra es subjetiva 178, lo que indica que no
puede presumirse la responsabilidad por el sólo hecho del incumplimiento sino
que para que haya lugar a imponer la sanción se requiere comprobar la
negligencia de la persona comprometida. Lo anterior es independiente de la
sanción penal que por esa conducta le pueda ser atribuible al responsable y
del delito de fraude a resolución judicial, al tenor de lo dispuesto en el artículo
53 del Decreto 2591 de 1991. Hasta aquí podría concluirse que el
cumplimiento es oficioso, aunque no excluye la posibilidad de que el afectado
pueda solicitarlo al juez; la responsabilidad es objetiva y además tiene como
fundamento normativo los artículos 23 y 27 del Decreto 2591 de 1991. El
desacato, por su parte, se caracteriza por tener un trámite incidental; las
sanciones se pueden imponer a solicitud de la parte interesada, de alguno de
los intervinientes en la tutela, por petición del Ministerio Público o de la
Defensoría del Pueblo e inclusive de oficio 179; la responsabilidad es subjetiva y
se cimienta en los artículos 27 y 52 ibídem.
Teniendo en cuenta que este incidente tiene como objeto no sólo lograr la
efectiva materialización de los derechos fundamentales afectados, sino el de
verificar si la persona o autoridad a la cual se le dio la orden de tutela la ha
incumplido y establecer si es del caso imponer o no la sanción respectiva 180, la
necesaria consecuencia del incumplimiento y demostrada la responsabilidad
del sujeto es la imposición de la sanción. Así las cosas, si durante el trámite
del incidente y antes de que se decida en forma definitiva, el obligado cumple
con lo ordenado por el juez constitucional, no por ello se excluye la posibilidad
de aplicar la sanción por desacato. Ésta se impone como consecuencia directa
del incumplimiento a una orden de un juez, lo cual es independiente al hecho
instaurada contra el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991, y declaró inexequible la expresión “la consulta se hará en el
efecto devolutivo”.
178 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-763 de 1998, ya citada.
179 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-766 de 1998, ya citada.
180 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-553 del 18 de julio de 2002.
48
de que con posterioridad se verifique la observancia de la orden y se
restablezca el derecho vulnerado.
181 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-572 del 29 de octubre de 1996 y T-766 de 1998, ya citada.
182 Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T-635 del 15 de julio de 2001 y T-086 de 2003, ya citada.
183 T-501 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
49
impugnación es concordante con la naturaleza preferente y sumaria que
la Constitución atribuye a la acción de tutela y con la informalidad que, en
consecuencia, subraya el artículo 14 del Decreto 2591 para la presentación de
la solicitud, cuando establece inclusive que al ejercitar la acción "no será
indispensable citar la norma constitucional infringida, siempre que se
determine claramente el derecho violado o amenazado". En este orden de
ideas, no es posible equiparar la impugnación del fallo de tutela con los demás
recursos consagrados en otras leyes, pues ellos tienen fines distintos y
diferente régimen, menos aún con el objeto de impedir su ejercicio haciéndole
extensivos "por analogía" requisitos expresamente indicados para los recursos
ordinarios o extraordinarios. Además, acudiendo a la interpretación teleológica
de las normas constitucionales, se halla fácilmente el sentido protector de la
acción de tutela, al igual que su inconfundible orientación hacia el
perfeccionamiento material de los derechos fundamentales (artículos 1, 2 , y
86 de la Constitución, entre otros), que no se obtiene dentro de una
concepción que rinda culto a las formas procesales, menos aún si ellas no han
sido expresamente consagradas. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de velar
por la prevalencia del derecho sustancial, tan nítidamente definida por el
artículo 228 de la Carta Política. En el caso sub-judice el actor se equivocó al
designar con las palabras "recurso de reposición" lo que en verdad era la
impugnación del fallo, pero no se necesita gran esfuerzo para comprender que
su deseo era el de obtener un nuevo estudio de su caso.
Por su parte, en Auto 031A del 30 de abril de 2002, la Corte afirmó que las
Sentencias de las Salas de Revisión orientan la interpretación de las
sentencias unificatorias y precisan su alcance en otros casos concretos,
encauzando así la labor de los jueces en las instancias. Además, en aquellos
temas donde no haya alguna posición de la plenaria, las salas de revisión
cuentan con un amplísimo margen de análisis, pues además de crear la
jurisprudencia, establecen los parámetros que deberán atender los jueces de
instancia. En consecuencia, la labor sistémica de la Corte no está reservada
solamente a la Sala Plena, sino también a cada una de las Salas de Revisión.
Así entonces, contra los autos proferidos por las Salas de Selección no
procede causal alguna de nulidad, toda vez que la escogencia de los casos de
revisión, constituye un trámite “eventual” (Art.86 C.P.), realizado “sin
motivación expresa y según su criterio” (Art. 33 Dto. 2591/91), fundamentado
en precisas facultades que le confieren a esta Corporación discrecionalidad,
libertad y autonomía, de conformidad con los criterios y los objetivos que ella
misma determine.
para significar la inexistencia de otro mecanismo judicial. Ver en este sentido sentencias SU-646 de 1999 y T-408 de 2002.
196 Estos mecanismos procesales pueden ser incluso recursos ordinarios en el trámite de un proceso judicial o
administrativo así en sentencia T-984 de 1999 citada por la sentencia T-408 de 2002.
197 Esta cualificación del amparo puede verse en sentencia SU-961 de 1999 reiterada en Sentencias T-251 de 2001, T-061
fundamentales al debido proceso y a la seguridad social, debido a que su madre (representante legal) celebró un acuerdo
conciliatorio en el cual transó la pensión de sobrevivientes de sus hijos por bienes muebles e inmuebles de importante
cuantía, conciliación aprobada por el juez ordinario respectivo. La Corte Constitucional no concedió la tutela debido a que
se pudo comprobar que además de existir un mecanismo ordinario de defensa de los derechos invocados (acción ordinaria
laboral), los actores no se encontraban expuestos a sufrir un perjuicio irremediable en los derechos fundamentales
invocados. Para la Corte, el análisis sobre la configuración o no de un perjuicio irremediable debe guardar estrecha
relación con la afectación de los derechos fundamentales invocados.
199 Cfr. Sentencia T-432 de 2002.
200 T-585 de 2002. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
54
201
hace que el amparo proceda en forma mecánica . Ello es así porque, tal
y como reiteradamente lo ha sostenido la Corte, la acción de tutela es de
naturaleza residual y subsidiaria y no está diseñada para reemplazar las
acciones judiciales ordinarias a las cuales la persona puede acudir para hacer
valer sus derechos. Tampoco es un medio alternativo de defensa al que puede
recurrir el interesado cuando no quiere hacer uso de los medios o recursos
judiciales establecidos por el ordenamiento jurídico, pues el carácter
excepcional del mecanismo constitucional de protección impide que éste
pueda superponerse o suplantar aquellos 202.
Así, desde sus primeros fallos, ha dicho la Corte, en relación con el contenido
del inciso 3º del artículo 86 de la Constitución, que el sentido de la norma es el
de subrayar el carácter supletorio del mecanismo, es decir, que la acción de
tutela como mecanismo de protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales debe ser entendida como un instrumento
integrado al ordenamiento jurídico, de manera que su efectiva aplicación sólo
tiene lugar cuando dentro de los diversos medios que aquél ofrece para la
realización de los derechos, no exista alguno que resulte idóneo para proteger
instantánea y objetivamente el que aparece vulnerado o es objeto de amenaza
por virtud de una conducta positiva o negativa de una autoridad pública o de
particulares en los casos señalados por la ley, a través de una valoración que
siempre se hace en concreto, tomando en consideración las circunstancias del
mismo y la situación de la persona, eventualmente afectada con la acción u
omisión. No puede existir concurrencia de medios judiciales, pues siempre
prevalece la acción ordinaria, y de ahí que se afirme que la tutela no es un
medio adicional o complementario, pues su carácter y esencia es ser único
medio de protección que, al afectado en sus derechos fundamentales, brinda
el ordenamiento jurídico203. En ese mismo sentido, se ha afirmado que el
primer llamado a proteger los derechos constitucionales no es el juez de tutela,
sino el ordinario, ya que la tutela está reservada para enfrentar la absoluta
inoperancia de los distintos mecanismos dispuestos para la protección de los
derechos de las personas, no para suplirlos, pues, de otra manera tendría que
aceptarse que, más temprano que tarde, la acción de tutela perdería
completamente su eficacia 204.
206
T-655 de 2002. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
56
desapareciendo una causa perturbadora se desvanece el efecto.
Luego siempre hay que mirar la causa que está produciendo la
inminencia.
207 Estos elementos han sido reiterados de manera constante y uniforme en diferentes oportunidades por esta Corporación.
Ver, por ejemplo, las sentencias SU-250 de 1998 y T-301 y T-931 de 2001.
208 T-711 de 2004. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
209 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-052 del 11 de febrero de 1994.
210 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-456 del 21 de octubre de 1994.
58
jurisprudencia que “establecer CUANDO existe el perjuicio irremediable no
es tarea fácil. En primer lugar hay que examinar si las acciones u
omisiones son manifiestamente ilegítimos y contrarios a derecho, pues de otra
manera no se violan ni amenazan los intereses del presunto afectado” 211.
211 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-456 de 1994, ya citada. También se puede consultar la Sentencia T-052 de 1994,
también ya citada.
212 T-226 de 2007. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
213 M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
214 T-611 de 2001. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
59
públicos, hacen de la asimetría que surge de la necesidad una autentica
posición de poder privado.
215 Ver Sentencias S. T-473/00, T-708/00, T-710/00, T-747/00, T-751/00, T-754/00, T-755/00, T-759/00, T-760A/00, T-
825/00, T-898/00, T-1015/00, T-1231/00, T-1234/00, T-1299/00, T-1305/00, T-1360/00, T-1454/00, T-1522/00, T-1561/00, T-
1586/00, T-1590/00, T-1651/00, T-1658/00, T-1686/00, T-1750/00.
216 Ver sentencia T-099 de 1993.
217 Ver sentencia SU 641 de 1998.
218 Ver por ejemplo sentencia T-009 y T- 290 de 1993 y SU-519 de 1997.
219 Ver sentencias T-537. T- 605 y 573 de 1992, T-161, T-099,T-290 de 1993, T-190, T-498, T-003 y T-174 de 1994, T-379 y
T-411 de 1995, T-375 de 1996, T-351 de 1997, T-801 de 1998 y T-172 y T-277 de 1999.
60
vinculo entre quien la alega y quien infringe que permita asegurar el nexo
causal y la respectiva vulneración del derecho fundamental.
Uno226 de los supuestos dentro de los cuales se puede dar la tutela contra un
particular es cuando la conducta de éste afecte grave y directamente el interés
colectivo, esto es, "un interés que abarca un número plural de personas que se
ven afectadas por la conducta nociva desplegada por un particular" 227. En
efecto, un particular puede superar el ámbito de ejercicio de sus derechos
transgrediendo ilegítimamente un derecho colectivo, el cual es un interés de
ese mismo tenor. Sin embargo, no siempre que hay un interés colectivo éste
es difuso, sino que también es posible que pueda ser individualizable. Al
respecto, la Corte sostiene que:
prestan un servicio público, debido a que en el derecho privado opera la llamada justicia conmutativa, donde todas las
personas se encuentran en un plano de igualdad. En consecuencia, si un particular asume la prestación de un servicio
público - como de hecho lo autoriza el artículo 365 Superior - o si la actividad que cumple puede revestir ese carácter,
entonces esa persona adquiere una posición de supremacía material - con relevancia jurídica - frente al usuario, es decir,
recibe unas atribuciones especiales que rompen el plano de igualdad referido, y que, por ende, en algunos casos, sus
acciones u omisiones pueden vulnerar un derecho constitucional fundamental que requiere de la inmediata protección
judicial..." (Subrayado por fuera del texto original).
226 T-357 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
227Corte Constitucional. Sentencia No. T-226 del 25 de mayo de 1995..
228Corte Constitucional. Sentencia No. T-028 del 31 de enero de 1994.
62
PROCEDIMIENTO DE TUTELA
En242 cuanto al ataque a la expresión "en los casos que señale este Decreto",
contenida en el inciso primero y alusiva a la procedencia de la tutela contra
particulares, los actores aducen que ella restringe el alcance de la tutela en
forma inconstitucional. La Corte Constitucional no compartió ese concepto y,
por el contrario, estimó que la disposición es ajustada a la Carta, ya que el
inciso final del artículo 86 superior dice: "la ley establecerá los casos en los
que la acción de tutela procede contra particulares...", y fija para ello unos
parámetros, de suerte que el legislador extraordinario, cuando afirma en el
artículo 1º del Decreto 2591 de 1991, que se señalarán los casos en los que
procede la tutela contra particulares, sin indicar aún cuáles son tales casos, no
ha hecho sino anunciar que va a desarrollar el mandato constitucional. De este
mismo artículo primero se acusó casi todo el inciso segundo, relativo al
ejercicio de la tutela en los estados de excepción, porque, según los actores,
viola la prohibición constitucional de suspender los derechos humanos en
dichos estados. La Corte Constitucional no acogió este criterio y estimó que la
norma acusada no es contraria a la Carta, pues ciertamente no predica la
"suspensión" de los derechos humanos ni de las libertades fundamentales ni
las reglas del derecho internacional humanitario, al tenor del numeral 2º del
artículo 214 de la Constitución, sino que tal norma tan sólo dice que "la acción
de tutela se podrá ejercer por lo menos para defender su contenido esencial" -
el de los derechos-, en los estados de excepción. En otras palabras no es que
se esté limitando la tutela durante los estados de excepción sino, por el
contrario, sólo se está diciendo que ni siquiera en dichos estados podrá
eliminarse de plano la tutela. No es, pues, en sentido negativo, sino positivo,
que es preciso leer esta disposición. Ella en últimas protege el mecanismo de
la acción de tutela y, con él, los derechos humanos en períodos en los que el
gobernante goza de poderes constitucionales extraordinarios.
244 C-018/93.
245 Cfr. Sentencia de la Sala Cuarta de Revisión. proceso T-644. Sentencia T-02 del 8 de mayo de 1992.
246 T-520 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
66
consagró la acción de tutela, y otorgó a los jueces la competencia para su
conocimiento. De tal modo, el artículo 86 de la Constitución establece que
“[t]oda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo
momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí
misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus
derechos constitucionales fundamentales”. Debido a la importancia que tiene
para el Estado la protección de los derechos fundamentales, el constituyente
optó por darle a la acción de tutela un carácter especial, para garantizar que
por encima de otras consideraciones prevalezca el derecho sustancial, en
consonancia con lo dispuesto en el artículo 228 de la Carta. Por tal motivo,
quiso dársele un carácter informal a esta acción, permitiendo que los
particulares la interpongan directamente, a través de un agente oficioso, o
mediante un abogado. Esta diversidad de posibilidades con que cuentan las
personas para interponer la acción de tutela permite garantizar que diversas
circunstancias subjetivas, como la falta de un abogado, o la incapacidad para
defender directamente los propios intereses, no afecten la eficacia de los
derechos fundamentales. Sin embargo, el ejercicio de una u otra posibilidad
procesal no afecta el alcance del deber de protección estatal. El Estado sigue
estando en la obligación de reconocer los derechos fundamentales, y por lo
tanto, también de desplegar toda su capacidad para protegerlos, como
emanación de la dignidad humana y de los demás valores del ordenamiento,
pues no se trata sólo un problema de intereses subjetivos que competan
exclusivamente a su titular.
¿Cuáles257 son los criterios que debe aplicar el juez constitucional, para
determinar si un derecho para el cual se solicita protección a través de la
tutela es fundamental?
1Los Derechos Constitucionales.. Fuentes Internacionales para su interpretación. Consejería para el desarrollo de la
Constitución. Presidencia de la República 1992 Pág. 714
70
inherencia y la inalienabilidad, son atributos propios de la persona,
reconocidos en la Constitución, así:
Podría responderse que inalienable es: "que no se puede enajenar, ceder ni transferir"258
; inherente: "que
constituye un modo de ser intrínseco a este sujeto"; y esencial: "aquello
2PACHECO GOMEZ, Máximo. Los Derechos Humanos. Documentos Básicos. Editorial Jurídica de Chile. Santiago. 1967.
Pág. 189
258Definición del Diccionario Jurídico Abeledo-Perrot. Tomo II. Buenos Aires. 1986, pág. 286.
71
por lo que un ser es lo que es, lo permanente e invariable de un
ser"259. Estos términos "inalienables" e "inherentes" deben ser
entendidos así: algo es inalienable por ser inherente y algo es inherente
por ser esencial.” (Corte Constitucional, Sentencia T-002 de 1992)
259Definicionesdel Diccionario General Ilustrado de la lengua española "Vox". Editorial Bibliograf. Barcelona. 1967
260 C-018/93.
261 C-543 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
72
complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede afirmarse
que sea el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza, según
la Constitución, es la de único medio de protección, precisamente incorporado
a la Carta con el fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el sistema jurídico
para otorgar a las personas una plena protección de sus derechos esenciales.
Se comprende, en consecuencia, que cuando se ha tenido al alcance un
medio judicial ordinario y, más aún, cuando ese medio se ha agotado y se ha
adelantado un proceso, no puede pretenderse adicionar al trámite ya surtido
una acción de tutela, pues al tenor del artículo 86 de la Constitución, dicho
mecanismo es improcedente por la sola existencia de otra posibilidad judicial
de protección, aún sin que ella haya culminado en un pronunciamiento
definitorio del derecho. En el sentir de esta Corte, nadie puede alegar que
careció de medios de defensa si gozó de la oportunidad de un proceso y
menos todavía si tomó parte en él hasta su conclusión y ejerció los recursos
de que disponía. Pero, claro está, si pese a las ocasiones de defensa dentro
del proceso y a las posibilidades de impugnación del fallo que le otorgaba el
sistema jurídico en obedecimiento a claros principios constitucionales
(artículos 29 y 31 de la Carta), el interesado se abstuvo de utilizar los
mecanismos a su disposición, tampoco puede acudir a la institución de la
tutela como última tabla de salvación de sus pretensiones, por cuanto ello
implica el alegato de su propia incuria contra el principio universalmente
aceptado y desvirtúa el carácter subsidiario de la acción. Vistas así las cosas,
en nuestro sistema pugna con el concepto mismo de esta acción la idea de
aplicarla a procesos en trámite o terminados, ya que unos y otros llevan
implícitos mecanismos pensados cabalmente para la guarda de los derechos,
es decir, constituyen por definición "otros medios de defensa judicial" que, a l a
luz del artículo 86 de la Constitución, excluyen por regla general la acción de
tutela.
"...ese medio que desplaza la viabilidad del amparo tiene que ser
materialmente apto para lograr que los derechos fundamentales en juego
sean eficientemente protegidos. En consecuencia, no tienen tal virtualidad
los medios judiciales apenas teóricos o formales, pues según el artículo
228 de la Carta, en la administración de justicia debe prevalecer el
Derecho sustancial. Así las cosas, para los efectos de establecer cuándo
cabe y cuándo no la instauración de una acción de tutela, el juez está
obligado a examinar los hechos que ante él se exponen así como las
pretensiones del actor, y a verificar si, por sus características, el caso
materia de estudio puede ser resuelto, en relación con los derechos
fundamentales posiblemente afectados o amenazados, y con la
efectividad indispensable para su salvaguarda, por los procedimientos
judiciales ordinarios, o si, a la inversa, la falta de respuesta eficiente de
los medios respectivos, hace de la tutela la única posibilidad de alcanzar
en el caso concreto los objetivos constitucionales". (Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia T-01 de 1997).
265 Corte Constitucional, Sentencia T-106 de 1993, Ver también, la sentencia T-480 de 1993, MP: José Gregorio Hernández
Galindo.
266 Corte Constitucional, Sentencia T-069 de 2001, donde se reiteró que “La tutela está reservada para enfrentar la absoluta
inoperancia de los distintos mecanismos dispuestos para la protección de los derechos de las personas, no para suplirlos .”
267 Ver, entre otras, las sentencias T-327 de 1994; T-567 de 1998; T-871 de 1999 y T-812 de 2000.
75
extraordinaria, con el propósito de resarcir los daños causados por el
propio descuido procesal." 268
No277 hay hecho consumado cuando, perpetrados los actos de violación de los
derechos fundamentales invocados y causado un daño, los efectos de éste
persisten y son susceptibles de ser interrumpidos, merced a la orden de
inmediato cumplimiento que imparta el juez, persuadido de la
inconstitucionalidad de la actuación correspondiente. En otros términos, no es
posible admitir como hecho consumado ni sostener para el caso la carencia
actual de objeto de la decisión judicial cuando todavía, mediante la sentencia,
es posible restablecer la efectiva vigencia de los derechos fundamentales
violados. Es lo que acontece en el evento que se estudia: el catedrático
demandante fue despedido, pero está probada la evidente transgresión de
varios de sus derechos básicos y, en lo que atañe a la reivindicación de ellos,
una sentencia judicial que los restablezca tiene viabilidad en la práctica, por lo
cual la sola circunstancia de haberse cumplido ya unas consecuencias
iniciales del acto inconstitucional de despido, la orden que esta Corte impartirá
restaura con eficiencia en su caso el imperio de las normas superiores.
idónea para cuestionar un decreto presidencial, específicamente el que regulaba el procedimiento para suplir las faltas de
alcaldes y gobernadores.
83
“Cuando el desconocimiento, la vulneración o el recorte de los
derechos fundamentales se origina en actos jurídicos de carácter
general producidos por instancias subordinadas a la Constitución (y todos
los poderes constituidos lo son), su efecto general pernicioso puede ser
contrarrestado mediante mecanismos especialmente dispuestos para ello,
V.gr.: la acción de inconstitucionalidad contra las leyes, o las acciones de
nulidad (y de restablecimiento del derecho) contra los actos
administrativos. Mediante tales instrumentos se provoca la actuación de
un organismo público competente para que, también por vía de
disposición general, restablezca el imperio de la juridicidad.
El290 artículo 7 del Decreto 2591 de 1991 autoriza al juez de tutela para
suspender el acto que amenace o viole el derecho fundamental invocado,
cuando el funcionario judicial “expresamente lo considere necesario y urgente
para proteger el derecho”. Dicha suspensión puede ordenarse de oficio o a
petición de parte. Mediante las medidas provisionales se busca evitar que la
amenaza contra el derecho fundamental se convierta en violación o,
habiéndose constatado la existencia de una violación, ésta se torne más
289 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
290 A.040ª de 2001. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
84
gravosa. Las medidas provisionales únicamente pueden ser adoptadas
durante el trámite del proceso o en la sentencia. Lo anterior por cuanto
únicamente durante el trámite o al momento de dictar la sentencia, se puede
apreciar la urgencia y necesidad de la medida. Una vez dictada la sentencia,
la protección del derecho fundamental consistirá en el cumplimiento del f allo.
Podría objetarse que una vez dictada la sentencia, puede ser necesario que se
adopten medidas provisionales, pues el trámite de la tutela exige que el fallo
sea comunicado al juez de instancia, a fin de que se cumpla, término en el
cual puede proseguir la violación de los derechos fundamentales. Empero, ha
de tenerse presente que la urgencia y la necesidad de la medida, corresponde
evaluarla al juez al momento de dictar el fallo. Si no se adoptaron en su
momento, implica que para la autoridad judicial, el cumplimiento de la decisión
es un mecanismo de protección suficiente.
Esta291 Sala, por auto de fecha 16 de diciembre de 1997, estimó que las reglas
establecidas en los artículos 7 y 35 del Decreto 2591 de 1991, debían
"conciliarse con el principio de la autonomía judicial, toda vez que al juez de
tutela le está vedado invadir competencias ajenas, y su injerencia dentro del
curso de un proceso judicial debe estar determinada por la flagrante violación
o amenaza de los derechos fundamentales y con el fin de evitar un perjuicio
irremediable". Además, consideró esta Corte que el alcance que debía darse a
los artículos mencionados era el siguiente:
La acción de tutela contra sentencias. Una de las demandas sobre las cuales
se pronuncia la Corte en esta oportunidad se halla estructurada sobre la base
de que el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991 quebranta los preceptos
constitucionales no tanto por introducir un término de caducidad sino por
permitir que se ejerzan acciones de tutela contra sentencias amparadas por el
principio de la cosa juzgada. A este respecto, la Corte Constitucional formuló
las siguientes consideraciones:
“(…) nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha
incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo
que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos
judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta
figura ante actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de
las cuales se desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni
tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para
lo cual sí está constitucionalmente autorizada la tutela pero como
mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es
puramente temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo
por el juez ordinario competente (artículos 86 de la Constitución Política y
8º del Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como éstas no puede
hablarse de atentado alguno contra la seguridad jurídica de los
asociados, sino que se trata de hacer realidad los fines que persigue la
justicia.”
En302 lo que tiene que ver con el sujeto pasivo de la acción de tutela, debe
estar bien identificado y guardar relación directa con el sujeto objeto de la
vulneración. En este sentido se ha pronunciado la Corte Constitucional, al
decir que “la legitimación en la causa es una calidad subjetiva de las partes en
relación con el interés sustancial que se discute en el proceso. Por tanto,
cuando una de las partes carece de dicha calidad o atributo, no puede el juez
adoptar una decisión de mérito y debe entonces simplemente declararse
inhibido para fallar el caso de fondo.
El fundamento del llamado que debe hacerse a los terceros con un interés
legítimo en el resultado del proceso de tutela no es otro que el derecho al
debido proceso que, de conformidad con el artículo 29 superior, es aplicable a
“toda clase de actuaciones judiciales y administrativas”, predicado del cual se
deduce que también el procedimiento propio del mecanismo de defensa
previsto en el artículo 86 de la Carta Política se encuentra gobernado por sus
reglas, en los términos de las normas constitucionales y de las normas legales
que las desarrollan y en particular las del decreto 2591 de 1991.
304 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto No. 27 de junio 1º de 1995.
305 Cf. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Auto de febrero 7 de 1996..
98
sobre los cuales recaiga un interés legítimo en el resultado del
proceso; sin embargo, no puede ignorarse el principio contenido en el
artículo 2º de la Constitución según el cual es fin esencial del Estado
“facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan…”, lo
cual a su vez se ve complementado con lo señalado en el artículo 13,
inciso último del decreto 2591 de 1991, reglamentario de la acción de
tutela, que permite la intervención de “Quien tuviere un interés legítimo en
el resultado del proceso”, intervención que sólo puede llevarse a cabo,
mediante el conocimiento cierto y oportuno que pueda tener el tercero
acerca de la existencia de la acción de tutela”. 306
La alusión que contienen las normas que se acaban de citar a medios que
sean “expeditos y eficaces” para realizar la notificación, advierte con claridad
acerca de la forma como el juez ha de poner en conocimiento de las partes y
de los interesados en el trámite de la acción de tutela su iniciación, las
providencias dictadas y el fallo, cuidando siempre de que la diligencia, lejos de
convertirse en un acto procesal más, cumpla su cometido que no es otro
distinto de lograr la comparecencia y la vinculación efectiva de los notificados
a las actuaciones y de mantenerlos enterados acerca del curso del proceso,
permitiéndoles así asumir su defensa.
306 Cf. Corte Constitucional. Sala Novena de revisión. Auto de octubre 3 de 1996..
99
habitación del notificado un aviso, etc.”, y adicionalmente, valiéndose de
una radiodifusora e incluso, como recurso último, mediante la designación
de un curador; adecuando en cada caso el desarrollo de la diligencia a la
urgencia inherente a la acción de tutela, para lo cual el juez podrá dar
cumplimiento al artículo 319 del Código de Procedimiento Civil en la parte que
indica que a falta de un término legal para un acto, “el juez señalará el que
estime necesario para su realización de acuerdo con las circunstancias”. 307
307 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de abril 17 de 1996..
308 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de septiembre 7 de 1993..
100
En asuntos llegados a la revisión de la Corte Constitucional y en los que se
ha advertido la configuración de la nulidad saneable derivada de la falta de
notificación de la iniciación del trámite, la Corporación ha optado por devolver
el expediente a los despachos judiciales de origen con la finalidad de que se
ponga en conocimiento del afectado la causal de nulidad para que, de
conformidad con lo preceptuado por el artículo 145 del C. de P. C., si a bien lo
tiene, la alegue dentro de los tres (3) días siguientes, indicándole que si no lo
hace, quedará saneada la nulidad y el proceso continuará su curso; por el
contrario, en los eventos en los que se presenta la nulidad insaneable
originada en la falta de notificación de la sentencia, la Corte ha declarado la
nulidad de lo actuado y enviado las diligencias al despacho del conocimiento
para que proceda a impartirle a la solicitud de tutela el trámite adecuado.
En ciertas ocasiones en las que los jueces han negado el derecho a impugnar
a terceros con interés legítimo en el resultado del proceso, la Corte ha
decretado la nulidad de las providencias que así lo dispusieron y a la vez ha
ordenado que se le dé curso a la impugnación, con base en consideraciones
que vale la pena transcribir:
310 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de marzo 8 de 1993..
311 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de agosto 16 de 1996.. En idéntico sentido pueden consultarse
los autos de julio 24 de 1996, octubre 4 de 1996 y febrero 17 de 1997.
312 C-186/98. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
313 Cfr. DICCIONARIO ENCICLOPEDICO DE DERCHO USUAL, Tomo V., Guillermo Cabanellas, editorial Heliasta, Buenos
Posteriormente afirmó:
Obsérvese que el conocimiento de la acción de tutela por parte de todos los jueces de la República, que sin distingo de
grado o jerarquía integran la jurisdicción constitucional, interpreta la intención del constituyente que elevó a canon
constitucional esta figura con el propósito de lograr la efectividad de los derechos inherentes a la persona cuando, de
acuerdo con las circunstancias concretas de cada caso y a falta de otro medio de orden legal que permita el debido
amparo de los derechos, éstos sean vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de una autoridad pública o de un
particular en los términos de ley. Es obvio que la intención de ampliar la competencia a los jueces colegiados para conocer
de la acción de tutela, contribuye decididamente en el propósito de darle aplicación material a los derechos humanos. En
103
la Asamblea Constituyente, en las discusiones sobre el tema de la tutela y la competencia de los jueces para
conocer de ésta, se dijo:
“Un aspecto no menos importante, y que seguramente estará llamado a cumplir un papel protagónico, es el
referente al hecho de que, en desarrollo de esta norma, todos los jueces de la República quedan habilitados para
ejercer la protección directa de los derechos fundamentales.
“La Carta de derechos dejará de ser letra fría y distante para convertirse, en virtud de un control de
constitucionalidad concreto, en razón de la materia, y difuso, por la multiplicidad de los agentes de control, en
instrumento cotidiano de promoción de los derechos humanos.” (Ponencia para segundo debate en plenaria,
Gaceta Constitucional No. 112, pág. 8).
Así las cosas, respetando el principio de la doble instancia, sólo las altas corporaciones de justicia, la Corte Constitucional,
la Corte Suprema, el Consejo de Estado y el Consejo Superior de la Judicatura se encuentran excluidas de la competencia
para conocer en primera instancia de las acciones de tutela. En esta materia, tales organismos actúan como jueces de
apelación, salvo la Corte Constitucional a la que, como máximo tribunal de la jurisdicción constitucional, le corresponde la
revisión eventual de todos los fallos de tutela (art. 86 C.P.). Sobre el parti cular, resulta pertinente citar la siguiente
jurisprudencia de esta Corporación:
“Diferente es la situación de la acción de tutela presentada directamente ante la Corte Constitucional, la Corte
Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y el Consejo Superior de la Judicatura, pues en estos eventos, la
correspondiente demanda y sus anexos se devuelven directamente al interesado sin ser posible la remisión, por
tres razones principales:
Como en innumerables ocasiones se ha señalado, los mencionados órganos no pueden conocer de la acción de
tutela directamente, pues se rompe la posibilidad de la segunda instancia. Posibilidad que está prevista en la propia
Constitución, en la norma que estableció la tutela, artículo 86, inciso 2°.” (Sentencia T-080/95, M.P., doctor Jorge
Arango Mejía)
Lo expuesto, lleva a la Corte a considerar que la expresión acusada, al determinar que la tramitación de la tutela “estará a
cargo del juez, del Presidente de la Sala o del Magistrado a quien éste designe”, lejos de violar la Co nstitución promueve
su desarrollo, facilitando y ampliando a los ciudadanos el acceso a la Administración de justicia en procura de lograr una
mayor efectividad y garantía material de los derechos fundamentales. No obstante, debe aclararse que, como ha que dado
sentado en abundante jurisprudencia de esta Corporación, la justicia penal militar está excluida del conocimiento general
de la acción de tutela, por tener una competencia restringida a los precisos términos del artículo 221 de la Constitución
Política, y formar parte de la Fuerza Pública y no de la Rama Judicial.314
Como quiera que los terceros interesados pudieron ver afectados sus
derechos por las decisiones judiciales en caso de haberse producido una
solución favorable a las pretensiones del actor, debió notificárseles, para que
ejercieran su derecho de defensa y debido proceso, como partes con interés
legítimo dentro del mismo. Conforme a lo anteriormente expuesto, con el fin de
salvaguardar los derechos al debido proceso y a la defensa de las partes que
eventualmente puedan verse afectadas con el fallo de tutela en el proceso de
la referencia y que no fueron oídas en el mismo, se ordenará al juez de
instancia que ponga en conocimiento la nulidad advertida.
318
Auto 007 de 2003. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
319
Cfr., entre otras, la Sentencia T-091/93 y el Auto del 12 de febrero de 2002 (Sala Quinta de Revisión.
320 Auto 229 de 2003. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
107
Una 344 vez el actor alegue los hechos y haya precisado el término de
comparación, le corresponde probarlos. No obstante, ello no significa que
la prueba para el amparo de los derechos fundamentales y,
específicamente, del derecho a la igualdad debe provenir exclusivamen te
del actor, pues el juez puede decretar la práctica oficiosa de pruebas. Sin
embargo, tampoco podría sostenerse que la potestad probatoria del juez
invierte la carga de demostración en el juicio de igualdad, pues la
oficiosidad de la prueba es un elemento de apoyo con que cuenta el juez
para esclarecer los hechos y averiguar la verdad procesal, pero no puede
convertirse en una carga imputable a quien debe resolver imparcialmente
un problema constitucional. Por lo tanto, en principio, el funcionario
judicial puede requerir pruebas cuando existen dudas razonables
derivadas de los hechos y de las pruebas aportadas por las partes, pero la
carga probatoria de los supuestos fácticos sigue correspondiendo a quien
alega la vulneración o amenaza del derecho a la igualdad.
Es así, como el artículo 22 del Decreto 2591 de 1991346 dispone que el juez
constitucional, podrá fallar de fondo el asunto sin necesidad de decretar
pruebas, en aquellos eventos en que llegue al convencimiento pleno sobre los
hechos y las razones que los sustentan, en relación con el asunto sometido a
su conocimiento.
El349 llamado a prevención que se hace debe entenderse con un fin vinculante
y no puramente teórico, tal como ya se ha expresado por esta Corporación:
De366 acuerdo con tal régimen jurídico y teniendo en cuenta el objetivo que
persigue el recurso de amparo constitucional, es claro que las órdenes
contenidas en las decisiones de tutela, dirigidas a la protección de los
derechos, tienen que acatarse y cumplirse sin excepción. La autoridad o el
particular que haya sido declarado responsable de la amenaza o violación,
debe cumplir la orden encaminada a la protección de los derechos
fundamentales en los términos que lo indique la sentencia y en el plazo allí
señalado. El incumplimiento de la decisión conlleva una violación sistemática
de la Carta. Por una parte, en cuanto frusta la consecución material de los
fines esenciales del Estado, como son la realización efectiva de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Carta, el mantenimiento de la
convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo (Preámbulo, arts. 1° y 2°).
Y por la otra, en cuanto dicha omisión contraría, además de las normas
constitucionales que regulan la acción de tutela y el derecho infringido,
también aquellas que reconocen en el valor de la justicia y en los derechos al
debido proceso y al acceso efectivo a la administración de justicia, pilares
fundamentales del modelo de Estado Social de Derecho (arts. 29, 86 y 230).
363 Auto 268 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
364 Auto 313 de 2001. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
365 Auto 029 de 2004. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
366 Auto 010 de 2004. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
120
El segundo (art. 27) dispone que una vez proferido el fallo que concede la
tutela, la autoridad responsable del agravio lo deberá cumplir sin demora,
precisando que si ello no ocurre, el juez debe dirigirse al superior del
responsable para que lo haga cumplir y abra el respectivo proceso disciplinario
en su contra. Si el superior no procede conforme a lo ordenado, la norma le
permite a la autoridad judicial ordenar que se abra proceso disciplinario en su
contra y “adopta[r] directamente todas las medidas para el cabal cumplimiento
del mismo”, pudiendo sancionar por desacato al responsable y al superior
hasta que den cumplimiento al fallo. Prevé el precepto en cita que, en todo
caso, “el juez establecerá los demás efectos del fallo para el caso concreto y
mantendrá la competencia hasta que esté completamente restablecido el
derecho o eliminadas las causas de la amenaza”. Finalmente, el tercero (art.
52) se ocupa del incidente de desacato, ordenando que quien incumple la
orden judicial de tutela será sancionado “con arresto hasta de seis meses y
multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales…”; sanción que debe imponer
el mismo juez de amparo mediante trámite incidental, y que será consultada al
superior jerárquico quien le compete decidir dentro de los tres días siguientes
si cabe revocar o no la sanción.
378 Sentencia Ibídem, Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión.
379 Sentencia SU-1158 de 2003.
380 La opción de dictar una sentencia de reemplazo fue utilizada por la Corte Constitucional en la Sentencia T-951 de 2003,
al declarar la nulidad de un fallo de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Bogotá y otro de la Sala de Casación Laboral
de la Corte Suprema de Justicia, a través de los cuales, por razones de fondo y forma, se había negado el derecho a la
pensión de invalidez a un discapacitado. En esa oportunidad, la Corte consideró que el actor sí tenía derecho a la
prestación y ordenó directamente al I.S.S. concederle la pensión por invalidez de origen no profesional.
126
el órgano de control constitucional que una manera de garantizar el
derecho de la demandante a un proceso sin dilaciones indebidas, era
perfilar el fallo de amparo de tal manera que sólo se anularan aquellas
decisiones judiciales que directa e inequívocamente habían infringido el
derecho fundamental reclamado, restableciendo los efectos de aquella que
garantizaba su ejercicio. En cuanto llegó a la conclusión que ello ocurría solo
en el caso de la sentencia del Tribunal Supremo, tomó la decisión advertida:
anular el fallo del máximo órgano de la jurisdicción ordinaria y dejar en firme el
que había sido revocado por éste. La aludida decisión es del siguiente tenor
literal:
Ahora bien, sin perjuicio de que la medida adoptada sea la de dictar una
sentencia de reemplazo o la de proferir decisión complementaria al fallo
incumplido, el propósito de la misma es exclusivamente el de preservar en
formal real y efectiva los derechos constitucionales fundamentales que vienen
siendo desconocidos por la corporación judicial que se niega a cumplir la
decisión del juez constitucional. Bajo ese entendido, en cualquier de los casos
el juez de tutela actúa dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin
necesidad de asumir competencias que le son propias a las autoridades de
otras jurisdicciones y, concretamente, de aquella que no acata la decisión.
Obsérvese como, si el juez constitucional es competente para revisar la
aplicación del derecho por parte de los tribunales ordinarios cuando la solicitud
127
de tutela tenga por objeto actuaciones u omisiones judiciales, en la medida
en que éstas resulten arbitrarias o irrazonables y afecten garantías
fundamentales, resulta válido que éste, también en la aplicación jurisdiccional
de la Constitución y dentro del marco de sus atribuciones, adopte los
correctivos pertinentes, tanto para impedir que la aludida arbitrariedad o
irrazonabilidad continúe lesionando los derechos invocados, como para
asegurar su total reivindicación cuando la orden de protección no es
obedecida por la autoridad responsable.
El381 parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 señala igualmente que el
contenido del fallo de tutela no podrá ser inhibitorio, indicándose con ello que
el juez de tutela debe oficiosamente utilizar todos los mecanismos legales que
le permitan resolver de fondo el problema planteado mediante una acción de
esta naturaleza.
386 Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de abril 17 de 1996.
131
‘En el presente caso, al tenor del artículo 140 del Código de
Procedimiento Civil (modificado por el decreto 2282 de 1989,
artículo 1º, numeral 8º), se presentan dos causales de nulidad: la del
numeral 8º, cuando no se practica en legal forma, o eficaz en este
caso, la notificación del auto que admite la acción al ‘demandado’ (…) y
la del numeral 3º, por haberse pretermitido íntegramente una instancia,
al no haber tenido la parte oportunidad de impugnar la sentencia, por
no haber sido notificado en forma eficaz de ella. ‘Si bien es cierto que la
nulidad contemplada en el numeral 8º, falta de notificación del auto que
avocó el conocimiento de la tutela, habría sido saneable, en la forma
prevista por el artículo 145 del mencionado Código, la causal 3,
haberse pretermitido íntegramente una instancia, es de las nulidades
insaneables’.387
La Sala Plena considera del caso precisar que respecto del tema de la teoría
de las nulidades, en nuestro ordenamiento procesal se aplica el principio de la
especificidad en virtud del cual no hay defecto capaz de estructurar nulidad
adjetiva sin ley que expresamente la establezca, criterio que ha inspirado
siempre a nuestro legislador, predicándose por ello el criterio taxativo en esta
materia al indicar que toda causal de nulidad debe estar prevista en la ley. Es
así como al indagar con relación a las causales de nulidad que puedan
originarse en las actuaciones que se adelantan ante esta Corporación con
ocasión de la función que le ha sido asignada por la Constitución Política y la
Ley relacionada con la revisión de las decisiones judiciales proferidas dentro
del proceso a que da lugar la acción de tutela, las normas especiales que
regulan esta materia nada señalan al respecto.
“La Corte encuentra que las irregularidades que en este momento pueden
dar lugar a la violación del debido proceso, no son otras que aquellas que
se presentan cuando el trámite seguido vulnera o desconoce las normas
que la propia Constitución señala en sus artículos 241 y 242 y aquellas
otras que indica el Decreto 2067 de 1991 y que conforman el régimen
procedimental de los juicios y actuaciones que se surten ante la Corte
Constitucional. De otra parte, como perentoriamente lo prescribe el
artículo 49 antes transcrito, la nulidad originada en el trámite procesal,
sólo puede ser alegada antes de proferirse el fallo. Y en lo tocante con la
nulidad que encuentra su origen en la sentencia misma, aunque ni las
normas constitucionales ni el mencionado Decreto prevén causa alguna
133
de nulidad, la Corte, aplicando directamente el artículo 29 superior, ha
reconocido la posibilidad de su ocurrencia para aquellos casos en los
cuales, en el momento mismo de votar, se produce el desconocimiento
del debido proceso, circunstancia que se circunscribe a los eventos de
falta de quórum o de mayoría exigidos por la ley, y de violación del
principio de cosa juzgada constitucional. En estos casos, por la naturaleza
de las cosas, la referida nulidad debe proponerse posteriormente al fallo,
pero dentro de los tres días siguientes a la notificación de la sentencia,
surtida por edicto”.
El artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 señala: “Dentro de los tres (3) días
siguientes a su notificación el fallo podrá ser impugnado por el Defensor del
Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el representante del órgano
correspondiente, sin perjuicio de su cumplimiento inmediato...”. La Sala
considera que ante la ausencia de norma legal expresa que indique el término
dentro del cual se debe proponer o alegar la nulidad de cualquier sentencia
proferida por esta Corporación que se origine en la misma, procede hacer uso
de la aplicación analógica y aplicar el término de los tres (3) días señalado en
el artículo 31 antes citado para proponer cualquier nulidad que se origine en la
sentencia, por considerar además que se dan los tres (3) presupuestos
básicos para acudir a la aplicación del principio de la analogía, así:
b) Se trata de dos (2) situaciones similares en cuanto en los dos (2) eventos
se ataca la decisión o sentencia que pone fin a una instancia o actuación; se
4 VALENCIA ZEA, Arturo. Derecho Civil, parte general y personas. Editorial Temis, Bogotá, 1984, Págs. 159 y 160.
134
refieren los dos (2) casos a situaciones de orden procesal dentro de la
acción de tutela, y además se trata de actuaciones que se surten con
posterioridad a la decisión de una instancia o actuación.
390
T-062 de 2004. M.P. Alvaro Tafur Galvis.
391 Auto 044 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
392 Corte Constitucional, Auto 013 del 10 de marzo de 1999. (En esta providencia la Corte denegó la solicitud de nulidad de
la sentencia T-057 de 4 de febrero de 1999, proferida por la Sala Primera de Revisión, porque consideró que la situación
que diera lugar al fallo cuestionado era distinta a la de la sentencia SU-039 de 1997. En el primer caso no se trataba del
posible ejercicio simultáneo, en determinadas circunstancias, de la acción de tutela y de la petición de suspensión
provisional de un acto administrativo, posibilidad avalada por la Corte en el fallo de unificación citado, por lo que resultaba,
entre otras razones, inadmisible la pretendida violación de jurisprudencia vigente de Sala Plena).
393 Corte Constitucional, Auto 007 del 26 de enero de 2000. (En esta ocasión la Sala Plena de la Corte Constitucional
denegó la solicitud de nulidad de la sentencia T-898 de 1999, proferida por la Sala Segunda de Revisión, por considerar
que no le asistía razón al impugnante con respecto a la supuesta omisión sobre la existencia o inexistencia de errores de
hecho en la apreciación probatoria de la Corte Suprema de Justicia en sentencia de casación, ya que “a los juzgadores de
instancia corresponde el análisis de la cuestión fáctica debatida en el proceso, a la Corte Supre ma de Justicia establecer
si por el juzgador de instancia se incurrió en errores de hecho o derecho en la apreciación probatoria si así se denuncia por
el recurrente, asunto este que, en principio no puede ser objeto de la decisión en una acción de tutela (...).”
137
“Con respecto a los posibles desacuerdos acerca de la argumentación
de la sentencia cuya nulidad se solicita, ha dicho esta Corporación:
La Corte ha señalado que la violación del debido proceso que puede dar lugar
a la nulidad de una sentencia de una Sala de Revisión se puede presentar en
varias hipótesis:
394 Ver Auto de Sala Plena de 28 de noviembre de 2001 (En esta ocasión la Corte consideró improcedente la solicitud de
nulidad de la sentencia T-1084/01 por considerar que el caso de la accionante no era idéntico al tratado en jurisprudencia
anterior con referencia al respeto del resultado de los concursos para el nombramiento de funcionarios de carrera
administrativa).
395 Corte Constitucional, Auto 13 de febrero de 2002 (En esta ocasión la Corte considero que no había irrespeto a la
jurisprudencia de unificación de la Sala Plena de la Corte Constitucional porque el caso que estudió la Corte en sentencia
SU-1300 de 2001, que denegara la tutela solicitada por el doctor Rodrigo Garativo Hernández, y cuya nulidad solicitaba
este mismo, no tenía precedente alguno en la jurisprudencia de la Corte Constitucional, además de no haberse
desconocido el debido proceso ni en el trámite ni en la decisión de tutela).
138
“En la Corte Constitucional se han tramitado nulidades, aún después
de proferido el fallo; pero la Corporación ha advertido que “debe
adoptarse el máximo de cuidado, porque de lo contrario se podrían
cometer injusticias, perderían seriedad los fallos y se podría usurpar
jurisdicción al revivir procesos legalmente concluidos” 396.
El artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 prevé que “contra las sentencias de la
Corte Constitucional no procede recurso alguno” y que las nulidades de los
procesos ante la Corte sólo podrán alegarse antes de proferido el fallo,
“únicamente por violación al debido proceso”. No obstante, cuando la
irregularidad alegada nace de la misma sentencia, esta Corporación ha
admitido la posibilidad de solicitar la nulidad de una sentencia con
posterioridad a su emisión.
396 Corte Constitucional, Auto 024 de 1994. (En esta ocasión la Sala Plena de la Corte denegó la solicit ud de nulidad de la
sentencia T-341 de 1994 por considerar que no pueden invocarse como causal de nulidad las irregularidades en trámites
legales, salvo que éstos se fundamenten en la Constitución. Además, las presuntas incongruencias con interpretaciones
hechas en casos similares o aparentemente similares sean causales de nulidad).
397 Corte Constitucional, Auto A-013 de 1997. (En esta ocasión la Corte denegó la nulidad de la Sentencia T-566 de 1996,
proferida por la Sala Segunda de Revisión, por considerar que con esta sentencia no se desconoció la jurisprudencia de
Sala Plena, respecto de la personería de los accionantes, trabajadores individualmente considerados, quienes ejercieron la
acción de tutela con el objeto de reclamar reivindicaciones de orden sindical).
398 Auto 053 de 14 de febrero de 2001.
399 Auto 068 de 2007. M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
139
excepcionales, que supongan una grave afectación al debido proceso y
previo el cumplimiento de una exigente carga argumentativa por parte de
quien alega la existencia de una nulidad, en el sentido de explicar de manera
clara y expresa los preceptos constitucionales transgredidos y su incidencia en
la decisión adoptada.
(ii) Cuando las decisiones no sean tomadas por las mayorías legalmente
establecidas. Esto ocurre, en los casos en que se dicta sentencia sin que
haya sido aprobada por las mayorías exigidas en el Decreto 2067 de
1991, el Acuerdo No. 05 de octubre 15 de 1992 y la Ley 270 de 1996.
c) Quien alega la existencia de una nulidad debe cumplir con una exigente
carga argumentativa, en el sentido de señalar de manera clara y expresa
la causal de nulidad invocada, los preceptos constitucionales
transgredidos y su incidencia en la decisión adoptada 404.
403 Sobre el plazo para interponer la solicitud de nulidad de una decisión proferida por la Corte Constitucional se afirma en
el Auto 163A de 2003:
“El artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 señala: “Dentro de los tres (3) días siguientes a su notificación el
fallo podrá ser impugnado por el Defensor del Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el representante
del órgano correspondiente, sin perjuicio de su cumplimiento inmediato...”.
“La Sala considera que ante la ausencia de norma legal expresa que indique el término dentro del cual se
debe proponer o alegar la nulidad de cualquier sentencia proferida por esta Corporación que se origine en la
misma, procede hacer uso de la aplicación analógica y aplicar el término de los tres (3) días señalado en el
artículo 31 antes citado para proponer cualquier nulidad que se origine en l a sentencia, por considerar
además que se dan los tres (3) presupuestos básicos para acudir a la aplicación del principio de la analogía,
así:
“a) Ausencia de norma que establezca el término procesal dentro del cual ha de presentarse la
solicitud de nulidad de las sentencias que profiera la Corte Constitucional.
“b) Se trata de dos (2) situaciones similares en cuanto en los dos (2) eventos se ataca la decisión o
sentencia que pone fin a una instancia o actuación; se refieren los dos (2) casos a situaciones de orden
procesal dentro de la acción de tutela, y además se trata de actuaciones que se surten con posterioridad a la
decisión de una instancia o actuación.
“c) La razón o fundamento de la existencia de un término perentorio para la presentación del escri to
de impugnación del fallo es el bien jurídico fundamental y superior de la seguridad jurídica que motiva a ésta
Corporación a establecer un término perentorio para la presentación de la solicitud de nulidad, como es, el
determinar en forma clara y precisa la oportunidad para el ejercicio de una facultad procesal, en virtud del
principio de la preclusión que orienta en forma general la actividad procesal y en aras de salvaguardar
valores del derecho como la seguridad jurídica y la justicia.
“Dicho término deberá contarse a partir de la fecha en que se notifique a las partes, la sentencia respectiva.
Al respecto, el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 establece que las sentencias en que se revise una
decisión de tutela deberán ser comunicadas inmediatamente al juez o tribunal competente de primera
instancia, el cual notificará la sentencia de la Corte a las partes por el medio que éste considere más
expedito y eficaz de conformidad con lo previsto por el artículo 16 ibídem.
“En conclusión, de conformidad con el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 contra sentencias de la Corte
Constitucional proferidas en desarrollo de los numerales primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto,
séptimo, octavo y décimo del artículo 241 de la Constitución Política Colombiana, no procede recurso alguno
ni solicitud de nulidad alguna. Excepcionalmente y como única excepción procede la solicitud de nulidad
contra las sentencias que dicten las Salas de Revisión por irregularidades cometidas en la sentencia; y la
única causal de nulidad es la violación al debido proceso; o sea del artículo 29 de la Constitución. Todas las
irregularidades cometidas antes de la sentencia no pueden ser alegadas, después de producida la sentencia
y quedan saneadas al ser proferida la misma.
“La solicitud de nulidad de las sentencias que profieran las Salas de Revisión de esta Corporación, debe ser
presentada dentro de los tres (3) días siguientes a la notificación de la misma; acto de notificación que
cumple el juez o tribunal que profirió el fallo de primera instancia; debiendo dejar constancia de la fecha de la
notificación y del medio empleado y que el juez consideró más expedito y eficaz de conformidad con lo
previsto en el artículo 16 del Decreto 2591 de 1991.”
404 Cfr. Autos 162/03, A-146A/03, A-029A y A031A de 2002, A-256/01. Ver también los autos 232/01, 053/01, 082/00,
“Por último, cabe advertir que la notificación por telegrama a que hacen
referencia las normas citadas, debe realizarse teniendo en cuenta que por
este medio el peticionario pueda enterarse pronta y eficazmente de la
sentencia de tutela. Respecto del término para impugnar el fallo, conviene
remitirse a lo dispuesto en el artículo 4o. del decreto 306 de 1992 donde
se señala que para ‘la interpretación de las disposiciones sobre trámite de
la acción de tutela previstas por el Decreto 2591 de 1991 se aplicarán los
principios generales del Código de Procedimiento Civil, en todo aquello en
que no sean contrarios a dicho Decreto’. Con base en lo anterior, es
necesario remitirse al artículo 120 C.P.C. que prevé: ‘Todo término
comenzará a correr desde el día siguiente al de la notificación de la
providencia que la conceda (...)’. De acuerdo con lo anotado, se puede
afirmar que el deber del juez se limita a enviar el telegrama a la dirección
que el interesado ha señalado en su petición, contándose el término de
impugnación a partir del día siguiente en que se haya efectivamente
recibido, siempre y cuando esto sea plenamente demostrable, o, en su
defecto, a partir del día siguiente de su envío, según la constancia que se
encuentre en el expediente”406.
411 Adoptado por el Acuerdo 01 de 1992; adicionado por los Acuerdos 03 y 04 de 1992 y de nuevo codificado por el
Acuerdo 05 de 1992. Posteriormente, adicionado por los Acuerdos 01 de 1995, 01 de 1996, 01 de 1997, 01 de 1999 y 01
de 2000. En particular, ver el Capítulo XIII, "De la revisión de las sentencias de tutela", artículo 49.
412 “Según el artículo 33 del decreto 2591 de 1991,[declarado exequible por la Corte en Sentencia C -018/93] es facultad de
la Sala de Selección escoger de forma discrecional las sentencias de tutela que serán objeto de revisión. En tal virtud, las
peticiones que se reciban de personas interesadas en que se revise un fallo de tutela, serán respondidas por el secretar io
general de la Corporación, de conformidad con lo ordenado por la Sala de Selección (Acuerdo 01 de 1997).
De la misma manera, se procederá en caso de petición de insistencia de los particulares en la revisión de un fallo excluido
de revisión, la cual es facultativa del Defensor del Pueblo o de un magistrado de la Corte Constitucional, en los términos
del citado artículo 33 del decreto 2591 de 1991 (Acuerdo 01 de 1997).”
(…)
“Artículo 51. Insistencia. Además de los treinta días de que dispone la Sala de Selección y en virtud de lo dispuesto por el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, cualquier Magistrado titular o el Defensor del Pueblo, podrá insistir en la selección
de una o más tutelas para su revisión, dentro de los quince días calendario siguientes a:
145
1. La comunicación de la Secretaría General de la Corte al despacho del Magistrado sobre la decisión negativa de la Sala
de Selección.
2. El recibo de dicha información por parte del Defensor del Pueblo.
(Acuerdo 04 de 1992) [Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano),
se resolvió no acceder a la petición de nulidad de este artículo.]
Artículo 52. Trámite de la insistencia. Recibida la solicitud, la Sala de Selección de turno entrará a reexaminar en los
términos y por las causales previstas en el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, la tutela objeto de insistencia. Si
encuentra procedente la selección, así lo hará y dispondrá su reparto. Si la decisión fuere negativa, se informará de ello al
solicitante dentro de los tres días siguientes. Contra las decisiones de selección no procederá recurso alguno (Acuerdo 04
de 1992).” [Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió
no acceder a la petición de nulidad de este artículo.]
146
Claro está, si el caso tomado por la Corte como ejemplo para sentar
su doctrina ha sido resuelto en contravía de la Constitución, es
preciso que corrija la providencia dictada y, asumiendo el papel de juez
de tutela en concreto, disponga lo necesario para ajustar la decisión a la
Carta Política. La Corte ejerce por este camino una de las más
importantes formas de control de constitucionalidad, que recae en
principio sobre actos judiciales y que se proyecta, a través de la doctrina y
la jurisprudencia que trace, sobre el futuro entendimiento y aplicación de
la Carta, en procesos y actuaciones posteriores, por todos los órganos y
funcionarios del Estado y por los particulares. Así, pues, la revisión ante
la Corte no es una instancia adicional a las ya surtidas ni constituye un
momento procesal forzoso que pudiera tenerse como aplicable a todas
las controversias de tutela. Por tanto, la selección de casos singulares
para revisión constitucional no es un derecho de ninguna de las partes
que han intervenido en los procesos de amparo, ni tampoco de los jueces
que acerca de ellos han resuelto. La Corte Constitucional revisa esos
fallos "eventualmente", como lo dice la Constitución, es decir, puede no
revisarlos, si no lo tiene a bien, y la decisión de no hacerlo es
discrecional, de manera que no se quebranta derecho subjetivo alguno
por decidir la Corte que se abstiene de escoger un determinado proceso
con tal fin. En esas ocasiones, el efecto jurídico de la no selección es
concretamente el de la firmeza del fallo correspondiente, bien que haya
sido de primera instancia, no impugnado, o de segundo grado.” 413
413 Auto 027/98. En este mismo sentido, ver la Sentencia T-424/95 y el Auto 034/96.
414 C-252 de 2001. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
415
SU.1219 de 2001. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
147
revisión que lleva a cabo la Corte Constitucional incluye las vías de hecho
de los mismos jueces de tutela. Se trata de un mecanismo especial para
garantizar el cierre del sistema jurídico por el órgano constitucional encargado
de salvaguardar la supremacía de la Constitución. La revisión de las
sentencias de tutela abarca tres dimensiones: 1) el deber de remitir a la Corte
Constitucional la totalidad de los fallos de tutela adoptados por los jueces de la
República para su eventual revisión; 2) los efectos de la decisión de la Corte
respecto de cada uno de los casos a ella remitidos y 3) el ámbito del control
ejercido por la Corte cuando decide revisar un fallo de tutela.
416
Así lo hacen diariamente muchas personas, cuyos memoriales son estudiados al momento de analizar el expediente
antes de elaborar el informe que la Unidad de Tutela le presenta a los magistrados para que estos seleccionen los fallos
que habrán de ser revisados.
148
que forme parte de las sentencias de instancia seleccionadas para ser
revisadas por esta Corte. Así la institución de la revisión se erige, además
de las funciones ya mencionadas, como una control específico e idóneo de los
fallos de instancia que violan de manera grosera la Constitución, esto es, son
una vía de hecho. El procedimiento de revisión es, por tanto, un mecanismo
expresamente regulado en la Constitución con el fin de brindar una protección
óptima a los derechos fundamentales en atención a la importancia que ellos
tienen para las personas y el sistema democrático y constitucional de derecho.
Ninguna otra acción, sea constitucional o legal, goza de un mecanismo
equivalente al de la revisión de la decisión judicial. Y no podía ser de otra
manera, dada la función confiada a la la Corte Constitucional para la constante
defensa de los derechos fundamentales.
417 Reglamento Interno de la Corte Constitucional, Artículo 49. Sala de Selección de Tutelas. (…) Según el artículo 33 del
decreto 2591 de 1991, es facultad de la Sala de Selección escoger de forma discrecional las sentencias de tutela que
serán objeto de revisión. En tal virtud, las peticiones que se reciban de personas interesadas en que se revise un fallo de
tutela, serán respondidas por el secretario general de la Corporación, de conformidad con lo ordenado por la Sala de
Selección (Acuerdo 01 de 1997).
De la misma manera, se procederá en caso de petición de insistencia de los particulares en la revisión de un fallo excluido
de revisión, la cual es facultativa del Defensor del Pueblo o de un magistrado de la Corte Constitucional, en los términos
del citado artículo 33 del decreto 2591 de 1991 (Acuerdo 01 de 1997).
Artículo 51. Insistencia. Además de los treinta días de que dispone la Sala de Selección y en virtud de lo dispuesto por el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, cualquier Magistrado titular o el Defensor del Pueblo, podrá insistir en la selección
de una o más tutelas para su revisión, dentro de los quince días calendario siguientes a:
1. La comunicación de la Secretaría General de la Corte al despacho del Magistrado sobre la decisión negativa de la Sala
de Selección.
2. El recibo de dicha información por parte del Defensor del Pueblo.
(Acuerdo 04 de 1992)
Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió no acceder
a la petición de nulidad de este artículo.
Artículo 52. Trámite de la insistencia. Recibida la solicitud, la Sala de Selección de turno entrará a reexaminar en los
términos y por las causales previstas en el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, la tutela objeto de insistencia. Si
encuentra procedente la selección, así lo hará y dispondrá su reparto. Si la decisión fuere negativa, se informará de ello al
solicitante dentro de los tres días siguientes. Contra las decisiones de selección no procederá recurso alguno (Acuerdo 04
de 1992).
Mediante sentencia del Consejo de Estado del 28 de julio de 1995 (C.P.: Dr. Yesid Rojas Serrano), se resolvió no acceder
a la petición de nulidad de este artículo.
149
418
De conformidad con lo establecido en el artículo 241 de la Constitución
Política de 1991, a la Corte Constitucional se le confía la guarda de la
integridad y supremacía de la Constitución, “en los estrictos y precisos
términos” señalados en la norma, en consecuencia la atribución de
competencias dada a la Corte Constitucional, fue regulada íntegramente por el
Constituyente en la Carta Política y emana directamente de sus preceptos. En
desarrollo de la competencia conferida en los artículos 86 y 241 numeral 9º de
la Carta y en los artículos 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Corte
Constitucional tiene la función de revisar de manera eventual, las decisiones
judiciales relacionadas con la acción de tutela de los derechos constitucionales
y en cumplimiento de esta función ejerce su papel como supremo guardián de
los derechos y libertades fundamentales. De acuerdo con lo regulado en el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, para la revisión de los f allos de tutela,
se designará dos de sus magistrados para que seleccionen, “sin motivación
expresa y según su criterio”, las sentencias de tutela que habrán de ser
revisadas.
Esta discrecionalidad implica que la Corte tiene plena libertad para determinar
cuáles procesos son estudiados por ella, sin que la ley, ni ninguna otra
regulación de menor jerarquía, puedan obligarla a seleccionar un determinado
caso de tutela, o una cierta cantidad de los mismos. En Sentencia C-037 de
1996, la Corte precisó que la facultad de selección es “una atribución libre y
discrecional de la Corporación para revisar los fallos de tutela que sean
remitidos por los diferentes despachos judiciales, con el fin de unificar la
jurisprudencia sobre la materia y de sentar bases sólidas sobre las que los
demás administradores de justicia se puedan inspirar al momento de
pronunciarse acerca de los derechos fundamentales dentro del ordenamiento
jurídico colombiano”.
De420 conformidad con la jurisprudencia de esta Corte, 421 para que un cambio
jurisprudencial no se considere arbitrario, éste debe obedecer a razones
poderosas que lleven no sólo a modificar la solución al problema jurídico
concreto sino que prevalezcan sobre las consideraciones relativas al derecho
a la igualdad y a la seguridad jurídica que invitarían a seguir el precedente. 422
Dentro de tales razones la Corte encuentra que, en este caso, las más
pertinentes aluden a los siguientes puntos:
420 C-228 de 2002. Ms. Ps. Manuel José Cepeda Espinosa y Eduardo Montealegre Lynett.
421 Corte Constitucional, Sentencia C-194/95. Aclaración de Voto de Eduardo Cifuentes Muñoz, Alejandro Martínez
Caballero y Vladimiro Naranjo Mesa. En la aclaración de voto, , los magistrados firmantes señalan que para justificar un
cambio jurisprudencial (overruling) “es necesario que el tribunal aporte razones que sean de un peso y una fuerza tales
que, en el caso concreto, ellas primen no sólo sobre los criterios que sirvieron de base a la decisión en el pasado sino,
además, sobre las consideraciones de seguridad jurídica e igualdad que fundamentan el principio esencial del respeto del
precedente en un Estado de derecho.”
422 Corte Constitucional, Sentencia C-836/01.(Aclaración de Voto de Manuel José Cepeda Espinosa y Marco Gerardo
Monroy Cabra, así como Salvamentos de Voto de Jaime Araujo Rentería, Alfredo Beltrán Sierra, Alvaro Tafur Galvis y Clara
Inés Vargas Hernández). En este fallo, la Corte examinó la constitucionalidad del artículo 4º de la ley 169 de 1.896, que
regula la figura de la doctrina probable. Luego de analizar la obligatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia como juez de casación, esta Corporación señaló tres razones que justificaban un cambio de jurisprudencia: 1)
cuando había un cambio en la legislación y era necesario modificar la jurisprudencia para no contrariar la voluntad del
legislador; 2) cuando se había producido un cambio sustancial en la situación social, política o económica de tal forma que
la ponderación e interpretación del ordenamiento, tal como lo venía haciendo la Corte Suprema de Justicia, no resultara ya
adecuado para responder a las exigencias sociales; y 3) cuando ese cambio fuera necesario para unificar y precisar la
jurisprudencia sobre un determinado tema.
153
423 Alexy, Robert. Precedent in the Federal Republic of Germany. En Interpreting Precedents, MacComick D. N. & Summers
R. S, Editores. Editorial Darmouth, 1997, páginas 52 a 59.
424 Sobre la aplicación del concepto de precedentes en sistemas no anglosajones y su relación con el concepto de cosa
juzgada, en especial en Alemania, España, Francia e Italia, ver Neil MacCormick y Robert Summers (Ed), Interpreting
precedents. París, Ashgate Darmouth, 1997.
425 Corte Constitucional, Sentencias C-131/93, C-083/95, T-123/95; SU-047/99, SU-168/99 y C-836/01.
426 Corte Constitucional, Sentencia C-774/01.
427 T-715 de 2001.
154
normatividad fundamental y a ellas deben atenerse" (Cfr. Sentencia T-260
de 1995), por lo cual, cuando, no existiendo norma legal aplicable al caso
controvertido, ignoran o contrarían la doctrina constitucional no se apartan
simplemente de una jurisprudencia -como podría ser la penal, la civil o la
contencioso administrativa- sino que violan la Constitución, en cuanto la
aplican de manera contraria a aquella en que ha sido entendida por el juez de
constitucionalidad. Igualmente, se puso de presente que la Corte
Constitucional interpreta los preceptos fundamentales y señala sus alcances
cuando revisa las sentencias proferidas al resolver sobre acciones de tutela,
toda vez que en tales ocasiones, sin perjuicio del efecto particular e inter
partes del fallo de reemplazo que deba dictar cuando corrige las decisiones de
instancia, fija el sentido en que deben entenderse y aplicarse, consideradas
ciertas circunstancias, los postulados y preceptos de la Constitución.
Finalmente, se ha reiterado que resultaría inútil la función de revisar
eventualmente los fallos de tutela si ello únicamente tuviera por objeto resolver
la circunstancia particular del caso examinado, sin que el análisis jurídico
constitucional repercutiera, con efectos unificadores e integradores y con
algún poder vinculante, en el quehacer futuro de los jueces ante situaciones
que por sus características respondan al paradigma de lo tratado por la Corte
en el momento de establecer su doctrina.
“En segundo término, la revisión eventual de las sentencias de tutela contribuye a homogeneizar la interpretación
constitucional de los derechos fundamentales. En este campo, la revocación de las sentencias o actos de los juece s
lesivos de los derechos fundamentales, como puede ocurrir en aplicación de la doctrina sobre las vías de hecho, se revela
como un instrumento eficaz y necesario para preservar la unidad interpretativa de la Constitución.”
434
Auto 053 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
155
pensamiento jurídico y (4) la composición misma del tribunal, (…) (5) las
modificaciones que con el paso del tiempo vayan sufriendo las
apreciaciones y convicciones de los magistrados, individualmente, en su
interpretación del orden jurídico vigente” 435 sin que ello signifique una
vulneración del debido proceso, ni comprometa el derecho a la igualdad frente
a la aplicación de la ley. Sin embargo, conforme al artículo 34 del Decreto
2591 de 1991 y al artículo 53 del Acuerdo 05 de 1992, los cambios de
jurisprudencia deben ser decididos por la Sala Plena de la Corte
Constitucional. Por lo tanto, la jurisprudencia ha dejado claro que “(d)esde
luego, la normatividad establece las reglas mínimas que deben observarse en
lo relativo a las mutaciones en la jurisprudencia y señala cómo han de tener
lugar.”436 Dichos cambios, en todo caso, “exigen del juez (1) la verificación
razonada de los motivos que lo llevan a variar su entendimiento del orden
jurídico y (2) la expresión clara de los fundamentos de su decisión, en el plano
interpretativo, para introducir mutaciones o cambios en el rumbo de la
jurisprudencia.”437
435
Auto 013/97.
436
Ibídem.
437
Autos A-052/97 y A-026A/98.
438 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
439 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
440 C-054/93. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
156
concordante con los artículos 257.1 y transitorio 5°.b) de la Carta, que
disponen que la territorialidad es un factor de competencia que determina
la ley. Esta última competencia requería la no improbación de la Comisión
Especial Legislativa, de conformidad con el artículo 6° transitorio superior. De
las normas constitucionales citadas se observa que la facultad de los jueces
para conocer de un determinado asunto -en este caso la tutela- no es una
facultad abierta o ilimitada sino que la propia Carta ha contemplado la
posibilidad de que la autoridad competente someta a ciertas reglas el
conocimiento de los asuntos judiciales -como todos los demás asuntos
estatales, en virtud del principio de legalidad de que trata el artículo 6° idem-.
Entonces por la interpretación sistemática de las normas señaladas se infiere
sin dificultad que cuando el Decreto 2591 de 1991, expedido por autorización y
de conformidad con la Constitución, estableció la competencia de los jueces
para conocer de las acciones de tutela, no violó el artículo 86 de la Carta sino
que justamente hizo viable su realización en la medida en que fijó parámetros
racionales para la realización de este mecanismo tutelar y así garantizar la
efectiva protección de los derechos, que es uno de los fines del Estado, según
el artículo 2° de la Carta. La fijación de normas para delimitar la competencia
de los jueces por el factor territorio, materia, subjetivo o tiempo está pues
debidamente autorizada por la Carta. En consecuencia, para esta Corporación
la norma acusada se aviene perfectamente con la preceptiva constitucional,
compartiendo así esta Corte Constitucional el concepto del señor Procurador
General de la Nación.
Los jueces del país cuando fallan una acción de tutela, están actuando como
jueces constitucionales y no como jueces ordinarios o naturales. Por ello, sin
importar cual sea su especialidad, deberán proceder a fallar las acciones de
tutela, pues la norma es muy clara al señalar que el conocimiento de las
mismas obedece a dos (2) condiciones básicas: el conocimiento “a
prevención”, busca que los principios que rigen el desarrollo y trámite de la
acción de tutela, como son prevalencia del derecho sustancial, economía,
celeridad y eficacia, tengan plena aplicación en todo el trámite de la tutela; y,
“Por tanto, si, como acontece en el presente caso, el juez ante quien la
acción se ha instaurado encuentra que los hechos y situaciones objeto de
la controversia han tenido lugar en el área de su jurisdicción, goza en
principio de competencia para decidir y está obligado a hacerlo.
La Corte Constitucional 447 reiteró que con base en los artículos 83, 95 y 209 de
la Constitución, la actuación temeraria debe ser controlada en aras de lograr la
efectividad y agilidad en el funcionamiento del Estado. En aquella oportunidad
esta Corporación sostuvo que el abuso desmedido e irracional del recurso
judicial, para efectos de obtener múltiples pronunciamientos a partir de un
mismo caso, ocasiona un perjuicio para toda la sociedad civil, porque de un
100% de la capacidad total de la administración de justicia, un incremento en
cualquier porcentaje, derivado de la repetición de casos idénticos,
necesariamente implica una pérdida directamente proporcional en la
capacidad judicial del Estado para atender los requerimientos del resto de la
sociedad civil.448
444
T-634 de 2001. M.P. Jaime Araujo Rentería.
445 M.P. Alejandro Martínez Caballero.
446 M.P. Fabio Morón Díaz.
447 C-054/93.
448 Cfr. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-10 del 22 de mayo de 1992
159
449
En lo que se refiere al ejercicio de la citada acción, es bien claro que
aquel debe estar enderezado a lograr, si es del caso, la concreta y
especifica protección inmediata y efectiva del derecho constitucional
fundamental, pudiéndose poner en movimiento las competencias de los jueces
en cualquier tiempo y lugar; en consecuencia, el abogado que se pone al
frente para adelantar en dichas condiciones el procedimiento breve y sumario
que ordena la Carta, debe saber que se trata de una grave responsabilidad,
que no puede menos que asumir con especial transparencia y honestidad,
puesto que, desde cualquier punto de vista resulta claro que esta expresión no
significa que la acción se pueda interponer cuantas veces se quiera, o que
queda a discreción del abogado el promoverla a su antojo, en el número de
veces que estime más conveniente y en ultimas efectivo. A esta reflexión no
escapa ningún profesional del derecho que se encargue de la defensa de los
intereses ajenos de aquella índole por semejante vía y, por tanto, debe estar
en condiciones de recibir concientemente la eventual sanción que le
corresponde. Es claro entonces que, a la luz de la Carta, no es admisible que
se adelante dicho procedimiento por unos hechos y que sea leal y honesto el
proponer simultánea o posteriormente la misma petición en repetidas
oportunidades, con base en los mismos hechos; obsérvese que dicha acción
es prevalentemente desritualizada, supone una dinámica de acción judicial
extraordinaria y compromete las acciones y las capacidades judiciales del
Estado y para efectos de remover inmediatamente el obstáculo causante del
agravio o amenaza de violación del derecho. Si esto es así, nada más
coherente y ajustado a la Carta que el Legislador disponga como deber del
abogado el de presentar dicho reclamo, contentivo de la petición de tutela, por
unos determinados hechos, en una oportunidad, no obstante que lo pueda
hacer en cualquier momento y lugar, y que se establezca como sanción
disciplinaria la suspensión de la tarjeta profesional por la infracción al deber
advertido y, en caso de reincidencia, la cancelación de la misma, sin perjuicio
de las demás sanciones a que haya lugar.
En450 relación con las dos acciones de tutela presentadas por Ricardo León
Giraldo Osorio por los mismos hechos, reitera la Corte la doctrina
constitucional en materia de temeridad. Esta Corporación ha manifestado de
manera reiterada que la temeridad es “el abuso desmedido e irracional del
recurso judicial”451. El fundamento de la norma que sanciona la temeridad se
encuentra en los artículos 83 y 95 de la Constitución, que se refieren, el
primero, a que las actuaciones de los particulares y de las autoridades
públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe y, el segundo, a los
deberes de las personas, como los de: "respetar los derechos ajenos y no
abusar de los propios" y "colaborar en el buen funcionamiento de la
administración de la justicia". De conformidad con lo señalado en la sentencia
T-014 de 1996452, un actor o su representante legal incurren en conducta
temeraria cuando
hechos y contra el mismo demandado, incluyendo algunos elementos adicionales en una de las tutelas para distraer la
atención del juez. En ese evento, la Corte rechazó las pretensiones del actor.
161
conducir a que se rechace la demanda, cuando la situación se detecta
al momento de resolver sobre su admisión, o, que el negocio se
decida mediante sentencia desfavorable, cuando el proceso consiguió
todo su desarrollo. Para el apoderado judicial, la norma consagra una
sanción disciplinaria de suspensión en el ejercicio profesional “al menos
por dos años” o peor todavía, la cancelación de la tarjeta profesional si se
establece que el abogado esta reincidiendo en su conducta temeraria”.
Según esa jurisprudencia son varios los requisitos que deben concurrir para
que una actuación se considere temeraria:
1. Que se presente una misma acción de tutela, esto es, por los mismos
hechos y para reclamar el mismo derecho 453, en oportunidades diferentes, ya
sea ante distintos jueces o ante el mismo juez 454;
453 La Corte Constitucional ha señalado que no existe temeridad cuando la acc ión de tutela es presentada por la misma
persona y para proteger el mismo derecho, pero por hechos diferentes a los inicialmente planteados. Así lo hizo en la
sentencia T-387/95, MP: Hernando Herrera Vergara, donde luego de que la actora lograra la tutela del derecho de su hija
menor de edad a recibir tratamiento y medicamentos de manera permanente de parte del ISS de Medellín, ella y su hija se
trasladan a Barranquilla, en donde se les negó el derecho a recibir el medicamento. La actora interpuso una nueva acción
de tutela y el juez de instancia la negó por temeraria. La Corte consideró que en ese evento se trataba de hechos nuevos y
por lo tanto no había temeridad.
454 Corte Constitucional, Sentencia T-007/94. En esa oportunidad la Corte declaró que la conducta del actor era temeraria
temeridad cuando se invocan nuevos hechos, como cuando la autoridad demandada continúa vulnerando los derechos del
tutelante, cuando aparecen nuevas circunstancias (T-387/95) o cuando el rechazo de la primera tutela es atribuible a
errores en el trámite de la tutela atribuible al juez (T-574/94).
457
T-025 de 2004. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
458
Cfr Conforme se indicó en la sentencia T-655/98, sobre el artículo 38 del Decreto-Ley 2591/91 y las distintas
condiciones que determinan la actuación temeraria, pueden estudiarse entre otras, las Sentencias T-10 de 1992; T-327 de
1993, T-007 de 1994; T-014 de 1994; T-053 de 1994; T-574 de 1994; T-308 1995; T-091 de 1996; T-001 de 1997; T-080 de
1998; T-881 de 2001; T-145 y T-172 de 2002.
459
Corte Constitucional. Sentencia T-091 de 1996.
162
siguientes circunstancias: (i) Que se presenten varias acciones de tutela
por los mismos hechos y para solicitar la protección del mismo derecho; 460
en oportunidades diferentes, ya sea ante distintos jueces o ante el mismo
juez;461 (ii) Que las tutelas sean presentadas por la misma persona o por su
representante;462 y (iii) Que la presentación reiterada de la acción de tutela se
haga sin un motivo razonable, expresamente mencionado para justificar la
nueva acción.463
460 La Corte Constitucional ha señalado que no existe temeridad cuando la acción de tutela es presentada por la misma
persona y para proteger el mismo derecho, pero por hechos diferentes a los inicialmente planteados. Así lo hizo en la
sentencia T-387 de 1995, donde luego de que la actora lograra la tutela del derecho de su hija menor de edad a recibir
tratamiento y medicamentos de manera permanente de parte del ISS de Medellín, ella y su hija se trasladan a Barranquilla,
en donde se les negó el derecho a recibir el medicamento. La actora interpuso una nueva acción de tutela y el juez de
instancia la negó por temeraria. La Corte consideró que en ese evento se trataba de hechos nuevos y por lo tanto no había
temeridad.
461 Corte Constitucional, Sentencia T-007/94. En esa oportunidad la Corte declaró que la conducta del actor era temeraria
dos acciones de tutela distintas por los mismos hechos y contra el mismo demandado, incluyendo algunos elementos
adicionales en una de las tutelas para distraer la atención del juez. En ese evento, la Corte rechazó las pretensiones del
actor.
463 La Corte ha considerado que existe justificación para la presentación de una nueva acción de tutela sin que constituya
temeridad cuando se invocan nuevos hechos, como cuando la autoridad demandada continúa vulnerando los derechos del
tutelante, cuando aparecen nuevas circunstancias (T-387/95) o cuando el rechazo de la primera tutela es atribuible a
errores en el trámite de la tutela atribuible al juez (T-574/94).
464
T-149 de 1995. Dos trabajadores sindicalizados a quienes por el hecho de estar sindicalizados se les marginaba de los
beneficios contenidos en un pacto colectivo que ofrecía mejores condiciones laborales para los trabajadores no
sindicalizados y, además, se les descontaba más del 50% de su salario para cubrir la cuota de asociación sindical,
interponen dos acciones de tutela en dos momentos diferentes: 1) Para obtener los recibos de pago del salario, por
considerar que esta omisión implicaba una vulneración de sus derechos de petición, igualdad y trabajo. 2) Para corregir el
acto discriminatorio de la reducción salarial, que presuntamente desconoce el derecho a la igualdad y a la asociación
sindical. Los tribunales de instancia consideraron que como las acción de tutelas se basaban en hechos similares y
relacionados entre sí, los actores habían fraccionado la acción de tutela para obtener la protección constitucional de sus
derechos y, por ello, habían incurrido en actuación temeraria. La Corte consideró que en el caso no existía una actuación
de mala fe, pues las acciones de tutela, si bien estaban originadas por hechos comunes, habían sido interpuestas para
proteger derechos diferentes.
465
T-308 de 1995. Dos de los tutelantes habían presentado de manera sucesiva varias ac ciones de tutela, por los mismos
hechos y ante distintos jueces, unas directamente y otras por conducto de la Defensoría del Pueblo, sin que existiera un
motivo razonable y válido para hacerlo. La Corte consideró que para que ésta circunstancia fuera admit ida, debía hallarse
claramente probada la justificación.
466
T-443 de 1995. La Corte condena en costas por actuación temeraria al personero municipal que había interpuesto una
acción de tutela de manera injustificada a favor de un joven que solicitaba ser devuelto a la jornada diurna, pues el plantel
lo había trasladado a la jornada nocturna para evitar los constantes asedios cometidos por éste contra varias estudiantes
del plantel y para permitir que pudiera cumplir con sus deberes de padre en relación con l as dos estudiantes que habían
quedado embarazadas por el estudiante. El personero interpone la acción a favor de este estudiante, “desprotegiendo a
quien ha debido proteger y defendiendo posiciones injustas y contrarias a la Constitución”.
467
T-001 de 1997. La Corte encuentra que hubo actuación temeraria cuando varios trabajadores de Foncolpuertos
interpusieron en varias ocasiones acciones de tutela para obtener la protección de sus derechos, por las mismas razones,
mostrando un palmario e inconcebible abuso de la acción de tutela. Las cifras analizadas por la Corte mostraron que de
los 34 expedientes analizados en esta tutela: 1) 470 personas ejercieron la acción de tutela. De ellas, 391 presentaron
demanda una sola vez. 2) Un total de 73 accionantes ejercieron la misma acción en dos oportunidades; 3) 6 de los
peticionarios ejercieron la misma acción tres veces; 4) A 366 personas les fue concedido una sola vez el amparo
solicitado. 5) A 69 accionantes se les concedió la tutela en dos oportunidades. 6) A 6 pe ticionarios se les concedió la
protección judicial tres veces
163
conducta proscrita por el ordenamiento, porque la reiteración de solicitudes
de amparo no tiene justificación. 468
1.
2.
468
T-300 de 1996. Véanse, también las sentencias T-082 de 1997 MP. Hernando Herrera Vergara; T-080 de 1998 MP.
Hernando Herrera Vergara, T-303 de 1998.
469 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
470 C-134 de 1994.
164
de las personas, cuando la realidad demuestra que éstos también son
vulnerados, en forma quizás más reiterativa y a menudo más grave,
por los mismos particulares. Fue esta la eventualidad que quiso prever el
Constituyente colombiano, al plasmar en el inciso final del artículo 86, la
procedencia de la acción de tutela contra particulares que estén coloc ados
en una de tres situaciones: a) Que estén encargados de la prestación de
un servicio público; b) que su conducta afecte grave y directamente el
interés colectivo; o c) que respecto de ellos, el solicitante se halle en
estado de subordinación o de indefensión. Esta disposición puede
calificarse como una novedad y como un notable avance dentro del campo
del derecho público, por cuanto permite, bajo unas condiciones
específicas que se protejan los derechos constitucionales fundamentales
de las personas, cuando éstos han sido vulnerados por otros particulares,
ya sean personas naturales o jurídicas. Siendo ello así, la Corte advierte
que resulta un contrasentido -por no decir un retroceso-, como se
explicará, que el legislador, desconociendo el espíritu del Constituyente y
uno de los propósitos fundamentales del nuevo ordenamiento
constitucional colombiano, pretenda limitar el radio de acción de la tutela,
al señalar en forma taxativa aquellos derechos fundamentales que, a su
juicio, puedan ser amparados cuando la conducta nociva provenga de un
particular. Respecto de las razones por las cuales la acción de tutela
resulta procedente contra los particulares que se encuentren en una de las
tres situaciones señaladas en la disposición citada, esta Corporación ha
señalado:
471 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 3. Sentencia No. T-251/93 del 30 de junio de 1993.
165
que se pueden presentar estos supuestos fácticos y, en consecuencia, la
potencial violación de un derecho fundamental consagrado en la Carta
Política. Por ello, conviene reiterarlo, el Constituyente determinó tres
situaciones en las cuales se pueden manifestar los presupuestos citados, pues
resulta contrario a un principio mínimo de justicia, partir de la base de que la
acción de tutela proceda siempre en cualquier relación entre particulares, toda
vez que ello llevaría a suprimir la facultad que se tiene para dirimir esos
conflictos ante la jurisdicción ordinaria, ya sea civil, laboral o penal.
472 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 7. Sentencia No. T-507/93 del 5 de noviembre de 1993
166
que quien se encuentra en alguna de las situaciones referidas no
cuenta con las mismas posibilidades de defensa que otro particular.
Por ello, el Estado debe acudir a su protección -en caso de haberse
violado un derecho constitucional fundamental-, la cual no es otra cosa
que una compensación entre el perjuicio sufrido y el amparo inmediato del
derecho. Con todo, también debe advertirse que las situaciones de
indefensión o de subordinación deben apreciarse en cada caso en
concreto. Al respecto, esta Corporación ha señalado a propósito de una
situación de indefensión:
473 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 1. Sentencia No. T-573/92 del 28 de octubre de 1992.
167
por cuanto la gravedad debe ser determinada o determinable, so pena
de caer en la indefinición jurídica, a todas luces inconveniente".474
Por otra parte, resulta pertinente señalar que la acción de tutela, como en
reiteradas oportunidades lo ha reconocido esta Corporación, procede
adicionalmente cuando se trate de la protección de los derechos
fundamentales de una persona que se encuentra, a su vez, inmersa en
una situación que afecta un interés o un derecho colectivo de personas
indeterminadas, siempre y cuando el amparo del derecho fundamental se
requiera con el fin de evitar un perjuicio irremediable. Lo anterior, porque
las situaciones en las que se encuentra de por medio un derecho
colectivo, son objeto de una protección especial, como es el caso de las
acciones populares de que trata el artículo 88 de la Carta Política, y
diversas disposiciones de orden legal. Sobre el partic ular, ha señalado
esta Corte a propósito de la protección de un derecho colectivo como es el
derecho a gozar de un ambiente sano:
Los numerales 1o., 2o. y 9o. del artículo 42 del decreto 2591 de 1991
Uno490 de los supuestos dentro de los cuales se puede dar la tutela contra un
particular es cuando la conducta de éste afecte grave y directamente el interés
colectivo, esto es, "un interés que abarca un número plural de personas que se
ven afectadas por la conducta nociva desplegada por un particular" 491. En
efecto, un particular puede superar el ámbito de ejercicio de sus derechos
transgrediendo ilegítimamente un derecho colectivo, el cual es un interés de
ese mismo tenor. Sin embargo, no siempre que hay un interés colectivo éste
481 Corte Constitucional. Sentencias T-573 de 1992; 190 de 1994 y 498 de 1994, entre otras.
482 Corte Constitucional. Sentencias T-605 de 1992; T-036; T-379 de 1995; T-375 de 1996 y T-801 de 1998,
483 Corte Constitucional. Caso de Club social y derecho de asociación. Sentencia T-003/94.
484 Corte Constitucional. Sentencias 174 de 1994; T-529 de 1992; T-; T-233 de 1994, T-351 de 1997.
485 Corte Constitucional. Sentencia T-411 de 1995.
486 Corte Constitucional. Sentencia T-412 de 1992.
487 T-468 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
488 Sentencias T-134 de 1994 y T-640 de 1999.
489 En sentencia T-134 de 1994, igualmente se determinó que: "...La acción de tutela procede contra particulares que
prestan un servicio público, debido a que en el derecho privado opera la llamada justicia conmutativa, donde todas las
personas se encuentran en un plano de igualdad. En consecuencia, si un particular asume la prestación de un servicio
público - como de hecho lo autoriza el artículo 365 Superior - o si la actividad que cumple puede revestir ese carácter,
entonces esa persona adquiere una posición de supremacía material - con relevancia jurídica - frente al usuario, es decir,
recibe unas atribuciones especiales que rompen el plano de igualdad referido, y que, por ende, en algunos casos, sus
acciones u omisiones pueden vulnerar un derecho constitucional fundamental que requiere de la inmediata protección
judicial..." (Subrayado por fuera del texto original).
490 T-357 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
491Corte Constitucional. Sentencia No. T-226 del 25 de mayo de 1995.
171
es difuso, sino que también es posible que pueda ser individualizable. Al
respecto, la Corte sostiene que:
492Corte
Constitucional. Sentencia No. T-028 del 31 de enero de 1994.
493Corte
Constitucional. Sentencia No. T-025 del 28 de enero de 1994.
494JOSSERAND, Louis. Del Abuso del Derecho y otros Ensayos. Edit. Temis. Bogotá. 1982. Pág. 5.
172
Artículo 52. Desacato. Sanciones.
¿Debe de aquí deducirse que por aplicación del artículo 4o. del Decreto 306
de 1992 y subsiguientemente de los artículos 138 y 351 del C. de PC, el auto
que decide este incidente es susceptible del recurso de apelación, tanto si
impone la sanción como si no la impone? La Corte estima que esta
interpretación debe ser rechazada, por las siguientes razones:
- Porque si bien es cierto que puede acudirse a llenar vacíos legales por
aplicación analógica, esto sólo resultará viable cuando haya un "vacío" y en el
presente caso no lo hay, porque justamente la manera que tiene el legislador
de no consagrar un recurso de apelación es guardar silencio sobre su
otorgamiento, toda vez que sólo las providencias expresamente señaladas son
apelables.
El desacato es un incidente
503 Cfr. Corte Constitucional, sentencias C-055 de 1993, C-243 de 1996, C-092 de 1997 y T-766 de 1998.
179
“7. En Conclusión, la Sala encuentra que el juez de primera instancia
(singular o plural), que haya conocido el trámite de tutela, es en todo
caso el competente para conocer del trámite incidencial por desacato.
Esta interpretación tiene fundamento en los siguientes aspectos: (i)
Obedece a una interpretación sistemática del decreto 2591 de 1991, (ii)
genera claridad en términos de seguridad jurídica, al desarrollar el
principio de igualdad en los procedimientos judiciales, (iii) esta en
armonía con el principio de inmediación del trámite de tutela y, (iv)
protege la eficacia de la garantía procesal en que consiste el grado
jurisdiccional de consulta.
Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario,
por sí misma y por quién actúe en su nombre, la protección inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que estos
resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública (...) Esta acción sólo procederá cuando el afectado no
disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
Una lectura simple de este artículo permite concluir, sin mayor dificultad, que
el ámbito constitucional de aplicación de la acción de tutela incluye la tutela
contra decisiones judiciales. En efecto, si se acepta que las autoridades
judiciales son autoridades públicas, no cabe duda alguna sobre la procedencia
de la acción de tutela para proteger, de manera subsidiaria, los derechos
fundamentales que puedan resultar vulnerados o amenazados por cualquier
acción u omisión de los jueces de la República. En este sentido, la tutela en
Colombia. -como el amparo en España o el recurso de constitucionalidad en
Alemania-, es una acción judicial autónoma, residual y subsidiaria, creada
para asegurar la eficacia prevalente de los derechos fundamentales en todos
los ámbitos en los cuales dichos derechos puedan resultar vulnerados -
incluyendo el ámbito judicial-, que procederá sólo cuando se hubieren agotado
todos los medios ordinarios o extraordinarios para su defensa o,
excepcionalmente, cuando la protección resulte urgente para evitar un
perjuicio irremediable.
Ahora, es claro que ese régimen constitucional de la acción de tutela, por estar
previsto en la Constitución y por estar ésta dotada de valor normativo -al
punto que se trata, justamente, de la norma suprema del ordenamiento
jurídico- no puede ser interferido por el legislador con miras a restringir su
ámbito de aplicación. Es decir, una ley ordinaria no puede, bajo ninguna
circunstancia, modificar o suprimir la Constitución Política y mucho menos uno
de los mecanismos constitucionales de protección de los derechos
fundamentales. Y esta última precisión se hace dado que la Carta de 1991
concibe tales derechos como razón de ser, como fundamento y límite del
poder que el pueblo delegó en las autoridades y, siendo ello así, si al alcance
del legislador no está ninguna norma superior, mucho menos lo están aquellas
que tocan directamente con aspectos que resultan inescindibles al Estado
constitucional de derecho.
e. Que la parte actora identifique de manera razonable tanto los hechos que
generaron la vulneración como los derechos vulnerados y que hubiere alegado
tal vulneración en el proceso judicial siempre que esto hubiere sido posible509.
Esta exigencia es comprensible pues, sin que la acción de tutela llegue a
rodearse de unas exigencias formales contrarias a su naturaleza y no previstas
por el constituyente, sí es menester que el actor tenga claridad en cuanto al
fundamento de la afectación de derechos que imputa a la decisión judicial,
que la haya planteado al interior del proceso y que dé cuenta de todo ello al
momento de pretender la protección constitucional de sus derechos.
f. Que no se trate de sentencias de tutela 510. Esto por cuanto los debates
sobre la protección de los derechos fundamentales no pueden prolongarse de
manera indefinida, mucho más si todas las sentencias proferidas son
sometidas a un riguroso proceso de selección ante esta Corporación, proceso
en virtud del cual las sentencias no seleccionadas para revisión, por decisión
de la sala respectiva, se tornan definitivas.
c. Defecto fáctico, que surge cuando el juez carece del apoyo probatorio que
permita la aplicación del supuesto legal en el que se sustenta la decisión.
d. Defecto material o sustantivo, como son los casos en que se decide con
base en normas inexistentes o inconstitucionales 511 o que presentan una
evidente y grosera contradicción entre los fundamentos y la decisión.
513 Sentencia T-1031 de 2001. En este caso se decidió que “(…) el pretermitir la utilización de los medios ordinarios de
defensa, torna en improcedente la acción de tutela. Empero, la adopción rigurosa de éste postura llevaría, en el caso
concreto, a una desproporcionada afectación de un derecho fundamental. En efecto, habiéndose establecido de manera
fehaciente que la interpretación de una norma se ha hecho con violación de la Constitución, lo que llevó a la condena del
procesado y a una reducción punitiva, no puede la forma imperar sobre lo sustancial (CP. art. 228). De ahí que, en este
caso, ante la evidente violación de los derechos constitucionales fundamentales del demandado, la Corte entiende que ha
de primar la obligación estatal de garantizar la efectividad de los derechos, por encima de la exigencia de agotar los
medios judiciales de defensa.”
514 Sentencia T-949 de 2003. En este caso la Corte decidió que “(…) la infracción del deber de identificar correctamente la
persona sometida al proceso penal, sumada a la desafortunada suplantación, constituye un claro defecto fáctico, lo que
implica que está satisfecho el requisito de procedibilidad exigido por la Jurisprudencia para la procedencia de la acción de
tutela contra providencias judiciales.”
515 Sentencia T-453/05.
188
Este argumento, como pasa a indicarse, parte de una premisa equivocada
y, además, desconoce la doctrina constitucional. Por ello no suministra
fundamento alguno para, contra lo que la Constitución ordena, restringir el
ámbito de procedencia de la acción de tutela.
Así, por una parte, hay que indicar que a través de la sentencia C-543/92 la
Corte Constitucional declaró la inconstitucionalidad de los artículos 11, 12 y 40
del Decreto 2591 de 1991, disposiciones que consagraban la acción de tutela
contra decisiones judiciales. No obstante, en esa oportunidad la Corte indicó
de manera expresa que la acción de tutela si podía proceder contra omisiones
injustificadas o actuaciones de hecho de los funcionarios judiciales, cuando
quiera que las mismas vulneraran los derechos fundamentales. Al respecto
señaló:
517 En la Sentencia C-557 de 2001 se consideró al respecto lo siguiente: “Si bien el control de constitucionalidad de las
normas es un control abstracto porque no surge de su aplicación en un proceso particular, ello no significa que el juicio de
exequibilidad deba efectuarse sin tener en cuenta el contexto dentro del cual la norma fue creada (i.e. su nacimiento), y
dentro del cual ha sido interpretada (i.e. ha vivido). En fin: en buena medida, el sentido de toda norma jurídica depende del
contexto dentro del cual es aplicada. || Ahora, dentro de las múltiples dimensiones de ese contexto –bien sea la lingüística,
que permite fijar su sentido natural, o bien la sociológica, que hace posible apreciar sus funciones reales - se destaca la
actividad de los expertos que han interpretado los conceptos técnicos que ella contiene y que los han aplicado a casos
concretos. Obviamente, esos expertos son los jueces y los doctrinantes especializados en la materia tratada en la norma;
dentro de ellos, una posición preeminente la ocupan los órganos judiciales colegiados que se e ncuentran en la cima de
una jurisdicción. Así lo ha establecido la Constitución al definir al Consejo de Estado como “tribunal supremo de lo
contencioso administrativo” (art. 237- 1 de la CP) y a la Corte Suprema de Justicia como “máximo tribunal de la jurisdicción
ordinaria” (art. 234 de la CP). Por lo tanto, la jurisprudencia de ambos órganos es un referente indispensable para apreciar
el significado viviente de las normas demandadas. Al prestarles la atención que su ubicación institucional exige, la Cort e
Constitucional está valorando su labor hermenéutica dentro de un mismo sistema jurídico. Obviamente, cuando no exista
jurisprudencia sobre las normas objeto del control constitucional, la Corte Constitucional tendrá que acudir a otras fuentes
del derecho para interpretar los artículos demandados.”
518 Sentencia T-057/2004
519 Al respecto Cfr entre otros, los autos 220A/02, 149A/03, 010/04 y la sentencia SU-1158/03.
191
a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema
legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que
interponga tal recurso;
520Cfr. Auto del 6 de agosto de 2003, Sala Primera de Revisión (M.P. Jaime Araujo Rentaría) y S entencia SU-1158 de
2003, ya citada, entre otras.
192
virtud de la cual lo que debe primar a la hora de comprender el sentido
normativo de una disposición no es la letra clara de la misma -o su texto-
sino la voluntad del constituyente al momento de escribirla. En este sentido
afirman que cuando el constituyente dijo que la tutela procedería contra
acciones u omisiones de las autoridades públicas no quiso en realidad decir
autoridades públicas sino autoridades administrativas y que sin embargo
consideró que esto resultaba tan natural y obvio que no parecía necesario
precisarlo.
521En este aparte se hace referencia a la propuesta sustitutiva presentada por los honorables constituyentes Hernando
Yepes Arcila, Rodrigo Llorente Martínez, Carlos Rodado Noriega, Mariano Ospina Hernández y María Garcés Lloreda.
Gaceta Constitucional No. 142 p.182 en la cual se propone restringir el ámbito de aplicación de la tutela y los debates
consecuentes hasta la votación definitiva del texto del hoy artículo 86 de la Constitución. Dicha propuesta fue votada y
negada por la Asamblea.
193
evolución de la doctrina constitucional, parece que nadie niega la
importancia de que exista un último control de constitucionalidad de
aquellas sentencias que hubieren podido vulnerar los derechos fundamentales
de las partes y, en particular, el derecho de acceso a la administración de
justicia.
Por los argumentos expuestos parece, más que razonable, indispensable que
la acción de tutela pueda interponerse contra sentencias judiciales de última
instancia y que las tutelas contra sentencias puedan llegar a la Corte
Constitucional para que sea esta Corporación, en su calidad de intérprete
supremo de la Carta, quien defina finalmente el alcance de los derechos
fundamentales en las distintas áreas del derecho legislado.
A este respecto hay que decir que si bien las acciones judiciales ordinarias
constituyen supuestos de reconocimiento y respeto de los derechos
fundamentales, de resultar inidóneos e ineficaces, la persona tiene derecho a
hacer uso de la acción de tutela como mecanismo subsidiario de protección
directamente configurado por el constituyente. Lo contrario implicaría admitir
que la democracia constitucional colombiana está concebida de tal manera
que una persona a la que se le ha vulnerado un derecho fundamental en una
sentencia respecto de la que no existen otros mecanismos ordinarios de
protección, está condenada a sobrellevar esa vulneración y con esto se estaría
renunciando al efecto vinculante de los derechos fundamentales.
Ahora bien, para garantizar que el control judicial resulte ajustado a los
principios de especialización y jerarquía, la tutela contra sentencia se
debe interponer ante el superior funcional del accionado. Si se dirige
contra la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado o el Consejo
Superior de la Judicatura-Sala Jurisdiccional Disciplinaria, será repartido a
la misma corporación y se resolverá por la Sala de Decisión, Sección o
Subsección que corresponda. Finalmente, tratándose de la protección de
derechos constitucionales fundamentales, la Corte Constitucional tendrá
la última palabra en tanto guardiana e intérprete suprema de la
Constitución.
En los términos que han sido planteados, resulta indudable que quien debe
definir el alcance de todas las áreas del derecho ordinario es la Corte
Suprema de Justicia y que corresponde al Consejo de Estado establecer el
alcance de las normas que integran el derecho contencioso administrativo. Sin
embargo, compete a la Corte Constitucional la tarea de establecer, en última
instancia, el contenido constitucionalmente vinculante de los derechos
fundamentales, derechos que deben ser tenidos en cuenta por los jueces
ordinarios y contenciosos a la hora de definir los asuntos a ellos asignados.
523 En algunos caos se establecen causales específicas de procedibilidad como en los casos de Chile y Perú. En el caso
de Ecuador no hay tutela contra sentencias.
524 Artículos 43.2 y 44.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional Español.
525 Según la norma mencionada: “La Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico, y vincula a todos los
Jueces y tribunales, quienes interpretarán y aplicarán las leyes y los reglamentos según los preceptos y p rincipios
constitucionales, conforme a la interpretación de los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el tribunal
Constitucional en todo tipo de procesos”.
200
Según la doctrina del Tribunal, procede el recurso contra una sentencia judicial
de última instancia siempre que la sentencia hubiere aplicado una norma
inconstitucional o cuando incurrió en una grave infracción del debido proceso
constitucional o cuando dejó de garantizar los derechos fundamentales que
estaban en juego en el correspondiente proceso. En Alemania una altísima
proporción de los recursos de protección constitucional se dirigen a impugnar
sentencias judiciales de última instancia que han podido vulnerar los derechos
fundamentales de alguna de las partes del proceso.
Conclusión
En las condiciones que se han dejado expuestas, entonces, es claro para esta
Corporación que una ley ordinaria no puede modificar o suprimir la
Constitución Política y con mayor razón uno de los mecanismos de protección
de los derechos fundamentales en ella consagrados; que la acción de tutela
procede contra decisiones judiciales en los casos en que esta Corporación ha
establecido y con cumplimiento de los presupuestos generales y específicos
ya indicados; que al proferir la Sentencia C-543-92, la decisión de la Corte no
fue excluir la tutela contra decisiones judiciales; que la procedencia de la
acción de tutela contra tales decisiones está legitimada no sólo por la Carta
Política sino también por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
y por la Convención Americana de Derechos Humanos, en tanto instrumentos
de derecho internacional público que hacen parte del bloque de
constitucionalidad y que vinculan al Estado colombiano, y que los argumentos
expuestos contra la procedencia de la acción de tutela contra decisiones
judiciales son infundados y, por lo mismo, fácilmente rebatibles.
Esta carga argumentativa permite concluir que una norma legal que dispone
que contra la sentencia que resuelve el recurso extraordinario de casación en
materia penal no procede recurso ni acción, salvo la de revisión; vulnera el
principio de supremacía de la Constitución consagrado en el artículo 4º y la
acción de tutela consagrada en el artículo 86. De allí el imperativo de
expulsarla del ordenamiento jurídico, como, en efecto, lo hará la Corte.
201
Cuando la acción de tutela verse sobre sentencias, la actuación del juez del
conocimiento se circunscribe al examen y decisión de la materia
constitucional con prescindencia de todo aquello que no tenga que ver con la
vulneración o amenaza de vulneración del derecho constitucional
fundamental. La acción de tutela no representa frente a los respectivos
procesos judiciales instancia ni recurso alguno. Cuando la vulneración del
derecho constitucional se estudia con ocasión del trámite de la acción de
tutela, no se avoca el conocimiento y desarrollo de la litis, lo que bajo ninguna
circunstancia es de la incumbencia de la Jurisdicción Constitucional, sino
única y exclusivamente la conducta del juez reflejada en su providencia y en
cuanto ésta haya violado un derecho fundamental o amenace con hacerlo.
Se dice que una sentencia tiene fuerza de cosa juzgada cuando ella se torna
inmutable y definitiva y no puede ser modificada o revocada por ningún
medio jurídico, ordinario o extraordinario, dentro o fuera del proceso en que
se produjo. El recuento de algunas de la principales teorías acerca del
fundamento de la cosa juzgada demuestra que no deriva este principio de un
pretendido derecho inherente a la persona humana. Las teorías modernas se
ocupan de justificar la figura a partir de su expresa consagración legal y de
criterios prácticos de conveniencia general inspirados en la necesidad de
mantener los valores de certeza jurídica y paz social.
204
Las leyes que consagran y regulan la cosa juzgada deben respetar la
Constitución. La regulación legal de la cosa juzgada no tiene una jerarquía
o status superior a la Constitución y su interpretación debe hacerse según el
sentido que mejor armonice con sus principios y preceptos. El fin del proceso
debe ser la sentencia justa (CP art. 2): No la cosa juzgada a secas. El sentido
de la entera obra del Constituyente se orienta al establecimiento de un orden
social justo. Por consiguiente entre las alternativas de solución de un caso, el
Juez debe inclinarse por la que produzca el resultado más justo y resuelva de
fondo la controversia dando prevalencia al derecho sustancial (CP Preámbulo,
arts. 2 y 228). No cabe duda que a la luz de la Constitución debe afirmarse
como valor orientador de la actividad judicial el favorecimiento de la justicia
material que se condensa en la consigna pro iustitia. En razón del principio pro
iustitia la regulación legal de la cosa juzgada debe en aras de la seguridad
jurídica sacrificar lo menos posible la justicia. El mero "decisionismo", no
corresponde a la filosofía que anima la Constitución. Frente al problema
planteado conviene avanzar en un doble sentido. Primero, determinando unos
criterios generales que apunten a la progresiva construcción de la justicia
material, de modo que la cosa juzgada sea más el escudo de una decisión
justa que la mera inmunidad que protege una decisión de Estado. Y es que la
cosa juzgada, en el nuevo ordenamiento constitucional, vale no como razón
de Estado sino como expresión de justicia. Segundo, señalando
específicamente lo que en ningún caso puede ser sacrificado en función de la
certeza o seguridad jurídica y que corresponde al "mínimo de justicia material"
que debe contener una sentencia. Sólo de esta manera se puede delimitar el
ámbito de seguridad jurídica que permite sustraer a una decisión judicial
cubierta por la cosa juzgada de los ataques e impugnaciones de que puede
ser objeto por su ilegalidad o injusticia.
SENTENCIA C-543/92527
528
M.P. Ciro Angarita Barón.
207
negación de una decisión definitiva de las pretensiones de la demandante.
No entiende la Sala como este Juzgado - sabiendo que lo ordenado fue la
nulidad por falta de competencia-, no remitió el expediente al funcionario
competente. Por el contrario, carente de competencia, actuó como si el
proceso hubiese terminado, incurriendo así en una conducta a todas luces
reprochable. Puesto que se entiende que la peticionaria no cuenta con
recurso diferente a la acción de tutela para lograr que el funcionario
competente respete su derecho de acceso a la justicia y a un debido proceso.
Se dispuso que el juzgado asumiera el conocimiento del asunto y se corrió
traslado a la Procuraduría Delegada.
540
M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
541
M.P. Carlos Gaviria Díaz.
222
RESULTA VIOLADO EL DERECHO A QUE SE RESPETEN LAS FORMAS
CONSTITUCIONALES DE ESA CLASE DE PROCESOS
542
M.P. Jorge Arango Mejía.
543 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
224
CUANDO TRANSGREDIO LA LEY PENAL. EL JUZGADO PENAL DEL
CIRCUITO VIOLO EL DERECHO AL DEBIDO PROCESO PUES
DESCONOCIO LAS FORMAS PROPIAS DEL JUICIO Y AL JUEZ NATURAL
Se señala que el Juzgado Penal del Circuito incurrió en una vía de hecho, al
no percatarse de que estaba juzgando bajo el régimen procesal y sustancial
reservado para los mayores de edad, a quien era menor cuando transgredió la
ley penal. La Corte Constitucional al confirmar la sentencia del Tribunal
Superior por medio de la cual se tuteló el derecho al debido proceso señaló
que quien conoce de la infracción penal cometida por un menor de edad la
jurisdicción de menores, y debe tramitar el proceso de acuerdo con lo previsto
en el Código del Menor (Decreto 2737 de 1989); en consecuencia, el Juzgado
Penal del Circuito de Medellín violó el derecho al debido proceso del actor,
pues desconoció las formas propias del juicio, y al juez natural. Como se
violaron las garantías constitucionales referentes al juez natural y al respeto
por las formas propias de cada juicio desde que el Juzgado demandado inició
la actuación penal, toda ella debe ser declarada nula, y reemplazada por las
actuaciones que la Jurisdicción de Menores encuentre procedentes a la luz del
Código del Menor.
Salta a la vista que la Sala Laboral del Tribunal Superior como la Sala Laboral
de la Corte Suprema de Justicia omitieron tomar en consideración la finalidad
de la orden impartida por la Corte Constitucional, así como la urgencia de la
situación de los Embera-Katíos, cuyos derechos individuales y colectivos se
buscaba restablecer. Al interpretar el aparte tercero del fallo en el sentido de
restringir las oportunidades de negociación de la comunidad indígena, tales
instancias limitaron el alcance de la decisión de la Corte, y su empleo de
criterios exegéticos produjo un resultado manifiestamente irrazonable e
ignorante de las graves consecuencias que acarrearía. La irrazonabilidad de la
actuación del Tribunal y la Corte Suprema es ostensible: considerar que el
término de negociación y el de interposición del incidente por el fracaso de
ésta son simultáneos, conduce al absurdo de pretender un amistoso arreglo en
medio de la amenaza de acudir a la vía judicial. Es obvio que el objetivo de la
Corte al otorgar un plazo para el concierto era evitar la intervención de
terceros en la determinación del monto, y en lugar de ello, lograr una solución
entre la Empresa y los indígenas; EN SU DEFECTO, es decir, luego del
fracaso de esa primera opción, existía la posibilidad de acudir a la justicia para
que mediara en el asunto. Frente a las dos opciones interpretativas, la que
restringía los derechos de los indígenas y aquélla que les permitía su ejercicio,
los jueces DEBIAN optar por la segunda. No eran ya autónomos para
descartarla porque la Carta y la doctrina de esta Corte han sentado unos
parámetros muy claros, a los que no puede ser ajeno el juez: el derecho a la
supervivencia de los pueblos indígenas – que es el derecho a la vida de la
comunidad – prima sobre cualquier consideración adjetiva; en este caso
estaba en juego un derecho sustantivo fundamental y no admitía una
interpretación contraria a su protección. Se vulneraron los derechos al debido
proceso, el derecho de acceso a la administración de justicia, el derecho a la
igualdad, el derecho a la participación y el derecho a la supervivencia física.
Para la Corte, es claro que la defensa del interés público y la preservación del
principio de legalidad, no radica en cabeza del condenado ni le corresponde a
éste asumir su carga. De acuerdo con lo establecido en la Constitución y las
leyes, es el propio Estado, a través del Ministerio Público y la Fiscalía General
de la Nación, el llamado a proteger y garantizar la efectividad de los derechos,
valores e intereses de la comunidad - frente a las actuaciones judiciales -,
debiendo cumplir su función dentro de los términos y condiciones previamente
establecidos por el ordenamiento jurídico, evitando con ello que su inactividad
o tardía participación pueda afectar el núcleo esencial de otras garantías
constitucionales de alcance individual y subjetivo como es la prevista en el
artículo 31-2 Superior. No sobra precisar que la posición asumida por esta
Corporación en relación con el alcance del artículo 31-2 Superior, se convierte
en criterio obligatorio para todas las autoridades judiciales a quienes les
compete interpretar y aplicar la norma. Inicialmente, por cuanto la misma
constituye doctrina constitucional integradora, emanada de la aplicación
directa del propio Estatuto Superior. Pero además, por cuanto tales pautas de
interpretación forman parte de una línea jurisprudencial uniforme y coherente
que, por provenir del órgano de cierre de la jurisdicción y hacer parte de la
ratio decidendi de sus fallos, “funge como auténtica dentro del ordenamiento
jurídico colombiano”. En lo que corresponde a esto último, ya la Corte había
señalado que “si hay discrepancia sobre el sentido de una norma
constitucional, entre el juez ordinario (dentro del cual, para estos efectos, hay
que incluir al de casación) y la Corte Constitucional, es el juicio de ésta el que
prevalece, tal como se desprende, con toda nitidez, del fallo C-083 de 1995.
En el mismo sentido, precisó recientemente, que “...la función de la Corte, en
materia de derechos constitucionales, consiste en lograr ‘la unidad
interpretativa de la Constitución’ (C-600/98), razón por la cual se ha entendido
que la doctrina constitucional en la materia es obligatoria, en especial, la ratio
decidendi (SU.047/99), que construye el precedente judicial (T-1265/00)”
(SU.062/01). Los jueces que integran la jurisdicción ordinaria, dentro de los
cuales se cuenta a la Corte Suprema de Justicia, están en la obligación de
aplicar el principio de la no reformatio in pejus, consagrado en el artículo 31 de
247
la Carta, de la forma en que éste resulte más garantista a los intereses
jurídicos del condenado, por ser él quien detenta la titularidad del derecho
subjetivo previsto en la norma. Cualquier interpretación contraria a este
postulado, que conlleve un desconocimiento flagrante del Estatuto Superior e
implique un desafío de la doctrina constitucional sobre la materia, “permite que
la jurisdicción constitucional exija el respeto por los principios de supremacía
constitucional y de eficacia de los derechos fundamentales” (SU.1553/00). En
otras palabras, la aplicación del artículo 31-2 Superior, por fuera de los
cánones establecidos en la preceptiva constitucional citada y en contra de lo
dispuesto por el intérprete autorizado de la Carta, constituye una vía de hecho
que puede ser declarada en sede de tutela, cuando no existan otros medios de
defensa judicial que garanticen el restablecimiento efectivo de los derechos
fundamentales afectados. Ello, por cuanto el desconocimiento del precedente
constitucional, en últimas, se traduce en un desconocimiento directo de la
Carta Política. Cualquier decisión judicial que se aparte de los efectos
constitucionales reconocidos al principio de la no reformatio in pejus, en el
sentido de que en ningún caso es admisible la agravación de la condena de
quien actúa como apelante único, antes que constituir una actuación legítima,
ubicada en el campo de la interpretación y presuntamente amparada por el
principio de autonomía judicial, es por esencia un proceder arbitrario, resultado
de la inobservancia deliberada de disposiciones constitucionales interpretadas
con autoridad por la Corte Constitucional y constitutivo de una vía de hecho.
La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia no tenía
competencia para aumentar la pena impuesta al actor, en razón a que éste
actuó como apelante único, tanto en la segunda instancia como en sede de
casación. De acuerdo con los elementos de juicio aportados al proceso,
ninguno de los demás sujetos procesales, Ministerio Público, Fiscalía o parte
civil, manifestó su interés por impugnar, recurrir o demandar en casación el
fallo condenatorio. Por ello, la providencia atacada, a juicio de la Corte y
contrario a lo sostenido por los jueces de instancia, constituye una clara vía de
hecho sustantiva en cuanto desconoce el artículo 31 de la Carta Política y la
doctrina constitucional que resulta aplicable a la garantía de la no reformatio in
pejus. La vía de hecho se configura por el rompimiento deliberado del
equilibrio procesal ya que, procediendo en forma contraria al mandato
constitucional según el cual “el superior no podrá agravar la pena impuesta
cuando el condenado sea apelante único”, el tribunal de casación incrementó
la condena impuesta al demandante por los jueces penales de instancia. Ello,
evidentemente, conlleva una flagrante ruptura de la parcialidad del juez y
desfigura el fallo, pues éste último no fue el resultado de una correcta y debida
administración de justicia. Como quiera que la irregularidad en que incurrió la
entidad demandada implica una violación del debido proceso y del derecho de
defensa, que no puede ser remediada por la jurisdicción ordinaria, la Corte
Constitucional, con fundamento en el artículo 29 de la Constitución Política
que prescribe “El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones
judiciales y administrativas” y el artículo 306 del C.P.P. que consagra como
causal de nulidad “La comprobada existencia de irregularidades sustanciales
que afecten el debido proceso”, decretará la nulidad de la providencia por
medio de la cual la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia
decidió agravar la pena impuesta.
248
556
T-1057/02 . VIA DE HECHO POR REFORMA DEL FALLO DE TUTELA
DURANTE EL TRAMITE DEL DESACATO
En el primer de los eventos anotados existe vía de hecho por defecto orgánico,
cuando se configura falta de competencia del juez que conoce del caso. La
competencia, que ha sido definida como el grado o la medida de la
jurisdicción, tiene por finalidad delimitar el campo de acción, función o
actividad que corresponde ejercer a una determinada entidad o autoridad
pública, haciendo efectivo de esta manera el principio de seguridad jurídica.
Este principio representa un límite para la autoridad pública que administra
justicia, en la medida que las atribuciones que le son conferidas sólo las podrá
ejercer en los términos que la Constitución y la ley establecen (C.P., art. 121).
Cualquier extralimitación de la esfera de competencia atribuida a un juez
constituye un atentado contra el Estado de Derecho, deslegitima la justicia y
produce desconfianza de los ciudadanos en las autoridades públicas. Por tal
motivo, el ordenamiento jurídico consagra un mecanismo de control idóneo
para corregir tales actuaciones irregulares de las autoridades judiciales, como
es el caso de la acción de tutela. Cabe anotar, que esta acción sólo puede
afectar la firmeza de las providencias judiciales si éstas son verdaderas vías
de hecho, es decir, cuando contienen errores groseros y burdos que, en el
fondo, impliquen que no sean sino meras apariencias de decisiones judiciales.
“La persona que incumpliere una orden de un juez proferida con base
en el presente Decreto incurrirá en desacato sancionable con arresto
hasta de seis meses y multa hasta de 20 salarios mínimos mensuales,
salvo que en este decreto ya se hubiere señalado una consecuencia
jurídica distinta y sin perjuicio de las sanciones penales a que hubiere
lugar.
“La sanción será impuesta por el mismo juez mediante trámite incidental
y será consultada al superior jerárquico quien decidirá dentro de los tres
días siguientes si debe revocarse la sanción”.
557
M.P. Alvaro Tafur Galvis.
252
entendimientos posibles, debe acoger aquél que se ajuste más a la
Constitución Política.
Igualmente cabe destacar en este punto, que en lo que hace relación a los
conflictos de índole laboral, la Corte ha sido enfática en sostener que, so
pretexto de interpretar el alcance de las normas jurídicas “no le es dable al
operador jurídico desconocer las garantías laborales reconocidas a los
trabajadores por la Constitución Política y las leyes, ni tampoco actuar en
contradicción con los principios superiores que lo amparan como son, entre
otros, los de igualdad de trato y favorabilidad.” Lo anterior es comprensible si
se tiene en cuenta que el Ordenamiento Superior se ha preocupado por
garantizar un mínimo de derechos a los trabajadores, los cuales no pueden ser
ignorados, disminuidos o transgredidos por las autoridades públicas y, en
particular, por los jueces y magistrados de la República en su función
constitucional de aplicar y valorar el alcance de la ley. En estos casos ha
manifestado la Corte, la autonomía judicial para interpretar los mandatos
legales pasa a ser muy relativa pues “el juez puede interpretar la ley que
aplica, pero no le es dable hacerlo en contra del trabajador, esto es,
seleccionando entre dos o más entendimientos posibles aquel que
ostensiblemente lo desfavorece o perjudica.”
- A este respecto, debe señalarse que de conformidad con los criterios que se
dejaron consignados previamente, se considera que en el asunto bajo estudio
al exigirse con rigurosidad que los poderes fueran dirigidos al juez laboral, se
desconoció la prevalencia que en la administración de justicia debe darse al
derecho sustancial de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 228 de la
Constitución Política.
-Que ello es lo sustancial o fundamental, sin que por lo tanto, se considere que
el hecho de dirigir los poderes al Juez Civil del Circuito "Reparto” sea
necesario repetirlos para que sean expresamente dirigidos al Juez Laboral,
pues para el caso, el encabezamiento del poder no le resta nada a la
manifestación expresa de la voluntad que implica el haber otorgado el poder
para un propósito definido como es lograr la efectividad en el pago de sus
pensiones y de esta manera se estima entonces, que la ausencia de tal
formalidad, no desvirtúa la esencia de la acción propuesta, ni existe duda
alguna sobre la pretensión de los demandantes, entonces no hay razón para
no haber admitido la demanda, pues como bien lo señala la apoderada de la
parte accionante, el artículo 85 del Código de Procedimiento Civil y la Ley 446
de 1998 contemplan la remisión de la demanda al juez competente, sin
precisar que deban adecuarse los poderes otorgados para incoarla.
- Ello es así, pues si bien se considera que la demanda para su admisión debe
cumplir con unos requerimientos esenciales, se estima que una vez cumplidos
estos -como en efecto ocurre en el caso concreto-, la denegación de la
admisión de la demanda, por el solo hecho de no haber dirigido los poderes al
juez laboral, se torna en una vía de hecho pues se priva a la parte
demandante del derecho fundamental al debido proceso y al acceso a la
justicia.
-En este sentido es oportuno recordar, que si bien es cierto la acción de tutela
en principio no es procedente contra providencias judiciales, hay que aclarar,
que ella es viable en algunos caso, como cuando no obstante que el afectado
ha hecho uso de los medios de defensa judiciales ordinarios hasta agotarlos,
no ha obtenido la efectiva protección de sus derechos constitucionales
amenazados o vulnerados y en tal medida no dispone "de otro medio de
256
defensa judicial" en tal circunstancia podrá entonces perseguir la
protección a través de la acción de tutela. Ello es válido, entre otras
razones, por cuanto la Constitución Política ve en el respeto a la dignidad
humana y la consiguiente efectividad de los derechos fundamentales el valor
fundante y el fin esencial del estado.
559 “Dentro de cualquier proceso que se surta ante la administración de justicia, la valoración de daños irrogados a las
personas y a las cosas, atenderá los principios de reparación integral y equidad y observara los criterios técnicos
actuariales.” –artículo 16 Ley 446 de 1998-.
560
M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
260
aparente violación del derecho fundamental al debido proceso, a pesar de
que en este caso se cuenta con el recurso extraordinario especial de
revisión?
¿procede una acción de tutela contra una sentencia que resolvió un recurso
extraordinario especial de revisión en contra de un fallo que declaró la pérdida
de investidura de un congresista, por violación del derecho fundamental al
debido proceso? Para dar respuesta a esta pregunta, la Corte pone de
presente dos consideraciones. La primera de ellas es que no existe un medio
de defensa judicial frente a la sentencia que resuelve el recurso extraordinario
especial de revisión. Entonces, la acción de tutela procedería contra la
sentencia que resuelve el recurso contra la sentencia que decretó la pérdida
de la investidura, si ésta incurre en una vía de hecho y afecta los derechos
fundamentales del congresista. La segunda consideración es que de acuerdo
a la jurisprudencia constitucional, la acción de tutela no procede en contra de
la sentencia que decreta la pérdida de la investidura, puesto que el recurso
extraordinario especial de revisión constituye un medio de defensa judicial
idóneo para la protección de los derechos fundamentales de los congresistas,
en especial el derecho al debido proceso. En efecto, dicho recurso
extraordinario especial procede por las siguientes causales: “(a) falta del
262
debido proceso; (b) violación del derecho de defensa”, además de las 561
561 Ley 144 de 1994 (Por la cual se establece el procedimiento de pérdida de la investidura de los congre sistas) “artículo
17.- Son susceptibles del recurso extraordinario especial de revisión, interpuesto dentro de los cinco (5) años siguientes a
su ejecutoria, las sentencias mediante las cuales haya sido levantada la investidura de un parlamentario, por las causales
establecidas en el artículo 188 del C.C.A. y por las siguientes: a.- Falta del debido proceso; b.- Violación del derecho de
defensa”. Recientemente en la sentencia C-207 de 2003 (M.P. Rodrigo Escobar Gil; Salvamento parcial de voto de la
Magistrada Clara Inés Vargas Hernández) la Corte resolvió declarar exequible esta norma “(…) en el entendido que el
recurso extraordinario de revisión allí previsto también procede para todas las sentencias ejecutoriadas antes de la vigencia
de la Ley 446 de 1998, incluidas las proferidas con anterioridad a la vigencia de la Ley 144 de 1994, y que el término de
caducidad de cinco años, para éstos casos, se cuenta a partir del 8 de julio de 1998, fecha de publicación de esta última
ley.”
562 Código Contencioso Administrativo, artículo 188.- (Modificado por la Ley 446 de 1998, art. 57) Causales de revisión.
Son causales de revisión: 1. Haberse dictado la sentencia con fundamento en documentos falsos o adulterados. 2.
Haberse recobrado después de dictada la sentencia documentos decisivos, con los cuales se hubiera podido proferir una
decisión diferente, y que el recurrente no pudo aportar al proceso por fuerza mayor o caso fortuito o por obra de la parte
contraria. 3. Aparecer, después de dictada la sentencia a favor de una persona, otra con mayor derecho para reclamar. 4.
No reunir la persona en cuyo favor se decretó una pensión periódica, al tiempo del reconocimiento, la aptitud legal
necesaria, o perder esa aptitud con posterioridad a la sentencia, o sobrevenir alguna de las causales legales para su
pérdida. 5. Haberse dictado sentencia penal que declare que hubo violencia o cohecho en e l pronunciamiento de la
sentencia. 6. Existir nulidad originada en la sentencia que puso fin al proceso y contra la que no procede recurso de
apelación. 7. Haberse dictado la sentencia con base en dictamen de peritos condenados penalmente por ilícitos
cometidos en su expedición. 8. Ser la sentencia contraria a otra anterior que constituya cosa juzgada entre las partes del
proceso en que aquella fue dictada. Sin embargo, no habrá lugar a revisión si en el segundo proceso se propuso la
excepción de cosa juzgada y fue rechazada.
263
de presentarlos únicamente ante el juez de tutela, pretendiendo cambiar
así el “foro judicial” designado por el propio Constituyente para resolver las
controversias con relación a los procesos de pérdida de investidura.
La protección de los derechos ante el mismo juez que los viola. Una vez
agotados los mecanismos ordinarios de defensa y si la violación persiste la
tutela es procedente. La Constitución otorgó a la acción de tutela un carácter
subsidiario, lo que implica que deba utilizarse previamente a la vía judicial
correspondiente (civil, penal, administrativa, etc.). Existe, por otro lado, el
deber de cada juez dentro de cada proceso ordinario de velar por la
563 El delegatario Hernando Yepes Arcila respondió dicha objeción, a propósito del fuero especial de los congresistas, en
virtud del cual son juzgados por los delitos que cometan por la Corte Suprema de Justicia en única instancia, en los
siguientes términos: “El doctor [Hernando] Londoño fundó su opinión en la necesidad de mantener el principio de la doble
instancia como una garantía fundamental del procesado, a ese respecto quiero recordarles que la misma protección que
se obtiene por la doble instancia, no proviene de que sean dos juicios los que recaigan sobre la misma conducta sino del
hecho de que una instancia superior a la que en primer lugar conoce un delito, venga finalmente a determinar el contenido
del fallo (…) en el hecho de estar establecido el fuero especial justamente radicado en la más alta corporación judicial del
país en lo que consistiría una garantía; mucha mayor envergadura e importancia que el principio de la doble, del doble
análisis o el doble estudio del mismo problema. (…).” Asamblea Nacional Constituyente. Antecedentes del artículo 184.
Biblioteca de la Corte Constitucional. Mimeo.
564
M.P. Jaime Araujo Rentería.
264
observancia y protección de los derechos fundamentales. Sin embargo, es
posible que el juez ordinario no garantice dentro del proceso
correspondiente los derechos fundamentales o, lo que es más grave, que sea
el propio juez quien en el proceso ordinario los viole. Cuando se ha utilizado
las instancias ordinarias de defensa, con las acciones y recursos previstos en
ella para la defensa de los derechos fundamentales y persiste la amenaza o
violación contra ellos, la acción de amparo constitucional se constituye en el
único y eficaz mecanismo de protección de tales derechos. Pues, el
agotamiento de las vías ordinarias de defensa comporta la no existencia de
otros medios de protección, lo que habilita la utilización de la acción de tutela,
en los términos del artículo 86 de la Constitución Política, según el cual la
acción de amparo procede cuando no exista otro mecanismo de defensa
judicial.
De suerte, que si por la vía del medio ordinario de defensa, y en los recursos
en ella previstos, se alegó la vulneración de un derecho fundamental, es válido
aducir esos mismos hechos en la acción de tutela, al ser ellos, precisamente,
los que dan cuenta de la violación o amenaza de los derechos fundamentales.
No puede aducirse como razón de la improcedencia de la tutela en estos
casos, que como ya se analizaron y debatieron esos hechos en el
procedimiento ordinario, no es posible volver a plantear esos mismos hechos.
Por cuanto, lo que hace viable esta acción constitucional es la no existencia de
mecanismos idóneos y eficaces de defensa. Luego si de después de intentada
esa vía ordinaria la violación persiste o se mantiene es completamente válido
acudir a la acción de tutela, para proteger los mismos derechos que fueron
desatendidos en la vía judicial correspondiente y que su juez no quiso
proteger. Además, la Corte estima que negar la procedencia de la tutela en
estos casos, comporta negar que el juez, como autoridad pública, puede
vulnerar los derechos fundamentales. Y esta vulneración, también puede
producirse al final del proceso, esto es, una vez agotados todos los recursos
que la vía ordinaria previa. Luego, predicar la improcedencia de la acción de
amparo en estos eventos, implica recortar y desnaturalizar esta acción, puesto
que si en una actuación judicial, así sea definitiva, si incurre en una vía de
hecho, y no existe otra vía de defensa la tutela procede como mecanismo de
defensa, tal como ya lo tiene definido la consolidada jurisprudencia que sobre
esta materia ha vertido esta Corporación desde sus inicios.
El actor no puede ser obligado a iniciar una acción de revisión, con miras a
que el Estado pueda enmendar los errores cometidos dentro de la
investigación y definición de la causa criminal que lo condenó por una
conducta que no cometió, porque el nombrado es titular del derecho
inalienable a la libertad, y la acción de tutela fue establecida para
restablecerlo, en forma inmediata. Como el Juez Quince Penal del Circuito
condenó al actor sin verificar la identidad de quien realizó la conducta punible
y aunque acepta su error insiste en mantener la decisión, la sentencia de
instancia será revocada, para en su lugar anular el proceso en cuestión, en lo
atinente al actor –salvo el material probatorio recaudado-, porque la acción de
revisión, además de tratarse de un trámite que el aludido no está obligado a
soportar, no le proporciona la protección inmediata que su situación requiere.
Lo anterior por cuanto los jueces de tutela deben resolver las acciones de
tutela que se presenten por violación o amenaza de los derechos
fundamentales contra cualquier autoridad pública bien sea concediendo o
negando la tutela. En la segunda hipótesis, el fallo puede obedecer a que no
era procedente la mencionada acción o a que siendo procedente, no existió
vulneración o amenaza de derechos fundamentales. Las acciones de tutela
presentadas contra autoridades judiciales no pueden ser decididas mediante
auto en el que se resuelva no dar trámite a dicha acción, ya que ello constituye
una vulneración del derecho fundamental al acceso a la administración
justicia. Si el juez o tribunal de tutela considera que la acción de tutela no es
procedente, debe dictar una sentencia denegatoria de las pretensiones por
improcedente de la acción, fallo que debe ser necesariamente remitido a la
Corte Constitucional para su eventual revisión (artículos 86 C.P. y 33 del
Decreto 2591 de 1991). En ese sentido, las providencias que no sean
sentencias definitivas en materia de tutela sino, por ejemplo, autos de rechazo
y archivo, vulneran el derecho fundamental a la tutela efectiva.
569
Ver entre otras las sentencias T-231 de 1994, T-575 de 1996, T-684 de 1998, M.P, T-871 de 2001.
570
Ver entre otras las sentencias C-557 de 2001, C-955 y C-1294 de 2001, C-426 de 2002 y C-207 de 2003, T-666 de 2003.
270
en ese sentido y enviar el expediente necesariamente para su eventual
revisión a esta Corporación. Los jueces y tribunales del país, continuó, no
pueden abstenerse de conocer las acciones de tutela presentadas por
cualquier persona contra una autoridad pública, incluidos las autoridades
judiciales, por más importantes que ellas sean. Precisó que, el problema de
fondo de la acción de tutela no está referido a las relaciones de jerarquía
funcional al interior de la rama judicial, sino a la efectividad de los derechos
fundamentales en el contexto de un estado social y democrático de derecho.
Recordó que tanto la Constitución –art. 86-, como la ley –decreto 2591 de
1991- prescriben que todos los fallos de tutela deben ser enviados a esta
Corporación, sin que queden exentos de ese deber los jueces de las altas
Cortes.
La Sección Cuarta del Consejo de Estado consideró que el artículo 311 del
C.P.C. le otorgaba competencia para resolver sobre unas excepciones previas
sobre las cuales no se había pronunciado su inferior jerárquico, por cuanto “los
puntos a adicionar fueron objeto de debate en la primera instancia siguiendo
las reglas del debido proceso, pero el juez omitió pronunciarse expresamente
al respecto, por lo cual resulta lógico, y ajustado al principio de economía
procesal, que el superior complemente la providencia cuando la parte
perjudicada por la omisión haya apelado, como ocurrió en el presente caso.” (
negrillas agregadas ).
Los defectos del análisis probatorio, no menos que la falta de relación entre lo
probado y lo decidido, vulneran de manera ostensible el debido proceso 577 y
constituyen irregularidades de tal magnitud que representan vías de hecho,
como ya se indicó. Es el caso de la sentencia cuestionada, que se apartó por
alguna circunstancia del material probatorio, no lo evaluó en su integridad, lo
ignoró y plasmó en su sentencia un supuesto diferente al que le ofrecía el
bloque de pruebas. Por los hechos relatados, se comprobó que el acervo
probatorio fue analizado de manera que de ser tenida en cuenta la prueba en
comento, cambiaría el sentido del fallo atacado.
Finalmente sea del caso señalar que la accionante no cuenta con otro
mecanismo judicial, para solicitar la protección de sus derechos al debido
proceso y acceso a la administración de justicia, en tanto que en la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho cuya sentencia se demanda, se surtió
el trámite de segunda instancia, y el fallo que la resolvió se encuentra en firme.
Es claro que los recursos de revisión y súplica no tenían cabida para los
supuestos de este caso por cuanto las causales previstas para ello no le eran
predicables a las circunstancias de la peticionaria.
administración los cargos de libre nombramiento y remoción como una excepción debidamente justificada.
279
Dentro del anterior contexto y con miras a evitar que se desconozcan las
previsiones constitucionales sobre el acceso a los empleos públicos por
méritos y se trunquen en consecuencia los propósitos antes anotados, la
jurisprudencia constitucional se ha referido con insistencia al carácter
excepcional de las designaciones en encargo o en provisionalidad, destacando
sus diferencias con las designaciones en propiedad, al igual que el carácter
reglado y esencialmente temporal de las mismas. Por ello en reciente decisión
esta Corte definió el mecanismo como “una forma de vinculación laboral con el
Estado de carácter precario, mediante la cual, sin mediar un concurso de
méritos, se surte un cargo de carrera administrativa pero sin encontrarse
inscrito en ella ni gozar de los derechos que la misma otorga” 585.
Fiscalía General de la Nación “desde el 21 de enero de 1996 como escolta mediante Resolución No. 0-2821 de diciembre
6 de 1995 (..)” y mediante Resolución del 21 de octubre de 2003 su designación fue declarada insubsistente (..), señalando
además a partir de cuándo dicha resolución tiene vigencia. La brevedad del acto hace más evidente la ausencia de una
motivación para su expedición”.
588 Sentencia T-161 de 2005 M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra. En esta providencia la Corte resolvió “DEJAR SIN
EFECTOS la Resolución STGR 03839 del 26 de abril de 2004 mediante la cual se declaró insubsistente el nombramiento
de Carlos Iván Mejía Abello en el cargo de Fiscal Delegado ante los Jueces Penales del Circuito Especializados, Unidad
280
constitucional en la materia, se pronunciaron sobre la violación de los
derechos fundamentales de las personas vinculadas a la Fiscalía General
de la Nación en cargos de carrera, declaradas insubsistentes, disponiendo su
reintegro, “al cargo que ocupaba antes de su desvinculación o a otro de
iguales características”591, previa la nulidad del acto administrativo expedido
sin motivación.
No cabe duda entonces que la falta de motivación del acto que retira del
servicio a una persona que ocupa un cargo de carrera así sea en
provisionalidad, quebranta el artículo 29 de la Carta Política, en cuanto el
ordenamiento constitucional garantiza el debido proceso, lo que presupone
que el afectado fue enterado y pudo actuar en el procedimiento previo a su
retiro y conoce las razones que lo motivaron, de manera que podrá ejercer con
autoridad los recursos592.
Nacional de Fiscalía Antinarcóticos y de Interdicción Marítima y, en su lugar, ORDENAR al Fiscal General de la Nación
que, si aún no lo ha hecho, en el término de cuarenta y ocho (48) horas a partir de la notificación de esta sentencia, expida
una nueva resolución motivada”.
589 Mediante sentencia T-392 de 2005 M.P. Alfredo Beltrán Sierra la Corte ordenó a la Fiscalía General de la Nación
“DEJAR SIN EFECTOS la Resolución No.02091 del 18 de mayo de 2004, por medio de la cual se desvinculó (..) del cargo
de Fiscal Delegado ante los Jueces del Circuito que desempeñaba en calidad de provisionalidad”.
590 Sentencia T-267 de 2005 M.P. Jaime Araujo Rentería. Reseña la sentencia en cita que mediante “Resolución No.1387
del 26 de junio de 1996, la señora (..) fue vinculada en provisionalidad a la Fiscalía General de la Nación como Fiscal
Delegado ante los Jueces Penales y Promiscuos Municipales de la Dirección Seccional de Fiscalías de Barranquilla;
vinculación que se mantuvo hasta el 1° de julio de 2004, cuando se le notificó la Resolución No. 2539 del 10 de junio de
2004 por la cual el Fiscal General de la Nación declaró insubsistente su nombramiento. Agrega la decisión que según
refiere la actora “su desvinculación se produjo cuando se encontraba en una incapacidad de 10 días como consecuencia
de un accidente laboral que sufrió en el año 2000, el cual, además, la colocó en una situación de debilidad manifiesta
puesto que le produjo traumatismos en la columna vertebral que le representan limitaciones para su locomoción. Además,
alega que es madre cabeza de familia porque se encuentra separada y su hijo (..), depende (sic) económicamente de ella
cuando se le notificó la Resolución No. 2539 del 10 de junio de 2004 por la cual el Fiscal General de la Nación declaró
insubsistente su nombramiento”.
591 Idem
592 Sentencia SU-250 de 1998 –nota 41-.
593“La Acción de Nulidad y Restablecimiento del Derecho, es el instrumento jurídico específico que puede utilizar el actor
para solicitar de la Jurisdicción Contencioso Administrativo la declaratoria de nulidad del acto administrativo; esto es, p ara
plantear su pretensión orientada a la pérdida de su eficacia jurídica por la ocurrencia de un vicio que afecta su validez
(ilegalidad, incompetencia, forma irregular, etc..) y que, en consecuencia, se le restablezca en su derecho o se le repa re
el daño (..) Esta acción tiene por objeto la protección directa de los derechos subjetivos de la persona amparados en una
norma jurídica y desconocidos por el acto administrativo. En ella se le brindan al actor todas las posibilidades probatorias
281
como un mecanismo judicial que procede cuando no se tiene otro
instrumento para el restablecimiento de los derechos fundamentales o
como mecanismo transitorio para evitar la ocurrencia de un perjuicio
irremediable.
Ahora bien, no cabe duda que el cargo de Fiscal Delegado ante Jueces
Municipales y Promiscuos de la Dirección Seccional de Fiscalías que ocupaba
el actor es un cargo de carrera dado que i) el artículo 130 de la Ley 270 de
1996 lo dispone expresamente, ii) así lo establecía el artículo 106 del Decreto
261 de 2000 aplicable al actor al momento de su incorporación y iii) en similar
sentido se señala en el artículo 59 de la Ley 938 de 2004.
para que demuestre la ilicitud del acto acusado y logre que se le restablezca en su derecho o se le r epare el daño” –
sentencia T-343 de 2001 M.P. Rodrigo Escobar Gil-.
594 Al respecto consultar entre otras las sentencias C-131 de 1993 M.P. Alejandro Martínez Caballero, C-083 de 1995 M.P.
Carlos Gaviria Díaz, SU-047 de 1999 M(s) P(s) Carlos Gaviria Díaz y Alejandro Martínez Caballero y C-739 de 2001 M.P.
Alvaro Tafur Galvis.
595
Respecto de la derogatoria del artículo 194 del Código Contencioso Administrativo, que preveía la posibilidad de recurrir
en súplica ante la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado contra las sentencias ejecutoriadas
dictadas por cualquiera de las Secciones o Subsecciones de la Corporación, por violación directa de normas sustanciales,
consultar la Ley 954 de 2005.
282
Ahora bien, independientemente de los efectos que el Fiscal General haya
resuelto darle a la convocatoria pública realizada por la entidad y atendida
por el actor a principios de 1994, lo cierto es que para proceder a desvincular
al actor del cargo que ocupaba era necesario proferir un acto motivado.
- la falta de motivación del “acto del Estado que retira del servicio a una
persona nombrada en interinidad porque aún no se han hecho los concursos
para ingresar a la carrera, es una omisión en contra del derecho porque la
motivación es necesaria para el control de los actos administrativos que
facilita la función revisora de lo contencioso-administrativo, y, por ende, la falta
de motivación se convierte en un obstáculo para el efectivo acceso a la
justicia (artículo 229)” 598.
-la “actitud de retirar a una persona del cargo, sin motivar el acto
administrativo correspondiente, ubica al afectado en indefensión”-599.
Por consiguiente esta Sala tutelará los derechos fundamentales del actor a la
igualdad, al trabajo y al debido proceso porque la Fiscalía General de la
Nación lo desvinculó mediante un acto sin motivación y sin permitirle
contradecir y probar en contra de la decisión, sin que para el efecto interese
que la designación lo hubiere sido en propiedad o en provisionalidad y sin que
596 Ver entre otras las sentencias SU-250/98 M.P. Alejandro Martínez Caballero, T-884/02 M.P. Clara Inés Vargas
Hernández, T-1216/04 M.P. Jaime Araujo Rentería, T-031/05 M.P. Jaime Córdoba Triviño, T-161/05 M.P. Marco Gerardo
Monroy Cabra, T-267/05 M.P. Jaime Araujo Rentería, T-392/05 M.P. Alfredo Beltrán Sierra, T-123/05 M.P. Alvaro tafur
Galvis.
597 Ibidem.
598 Ibidem.
599 Ibidem.
600 Sentencia T-884 de 2002 M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
283
resulte necesario entrar a considerar la situación de quienes como el señor
Johny Romero Cardona, estando en similares condiciones que el actor, en
cuanto a condiciones de ingreso y retiro con violación del debido proceso, fue
reintegrado a su cargo previa decisión de la jurisdicción contencioso
administrativa, dado que para conceder la protección que el actor demanda
basta considerar las disposiciones constitucionales que rigen el retiro con
sujeción al debido proceso en los cargos y entidades del Estado en general y
en la Fiscalía General de la Nación en particular –artículos 2°, 6°, 13, 29, 125 y
253 C.P.
En ninguna parte de las copias que fueron allegadas a este proceso, aparece
referido o consta que el tal defensor hubiere exhibido tarjeta profesional, ni se
cita número alguno. En cambio, como lo certificó la Unidad de Registro
Nacional de Abogados, el señor …, “no se encuentra inscrito como abogado y
tampoco se le ha expedido tarjeta profesional.”
No puede aceptarse que haya sido el mismo Estado, a través de una Fiscalía
Local, quien no encomiende la defensa técnica a un profesional autorizado
para asumirla, viciando de nulidad cualquier acto que se haya ejercido con la
asistencia de quien no tiene la calidad de abogado, pero como entre tales
actos se encuentra la propia vinculación del sindicado, como persona ausente
a partir de allí se afecta todo el proceso, por el vicio desde la misma
vinculación, debiendo declararse la nulidad de todo lo actuado desde allí, con
la excepción de las pruebas incorporadas, en el entendido de que puedan ser
objeto de contradicción por la verdadera defensa técnica que se establezca.
Hace más de tres (3) años, la Corte Constitucional se vio abocada a proferir el
auto 004 del 3 de febrero de 2004, posteriormente reiterado en las sentencias
T-272 de 2005603, T-469 de 2005604, T-642 de 2005605 y T-016 de 2006606,
atendiendo la petición elevada por más de cincuenta (50) ciudadanos en la
cual manifestaban a esta Corporación su preocupación porque las distintas
salas de casación de la Corte Suprema de Justicia no admitían a trámite las
acciones de tutela que se presentaban contra sus decisiones y tampoco
enviaban la correspondiente actuación a la Corte Constitucional para la
eventual revisión. La Corte incluso procedió a solicitar la actuación
correspondiente, sin embargo, las distintas salas de casación se negaron a
enviarla.
607 Art. 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
608 Art. 2. 3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona
cuyos derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo,
aun cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales.
609 Art. 25. Artículo 25. Protección Judicial. 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
610 Véase la sentencia C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
611 Consúltese a este efecto la sentencia T-272 de 2005. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
288
En esa línea, el artículo 3° del citado estatuto se refiere a los principios que
gobiernan el trámite de la acción de tutela, señalándose que ésta debe
desarrollarse con arreglo a los principios de “publicidad, prevalencia del
derecho sustancial, economía, celeridad y eficacia”; los cuales a su vez - lo
dijo esta Corporación- “guardan una relación directa con la orden urgente que
debe dar una sentencia cuando reconoce que se ha violado un derecho
fundamental”616, y además, en virtud de la informalidad, permiten la utilización
por parte del juez de “procedimientos no registrados, siempre y cuando
apunten a que se haga efectivo el derecho material” 617. Por su parte, los
artículos 23, 27 y 52 del mismo decreto se refieren al contenido que deben
tener los fallos de tutela, a las garantías de su cumplimiento y a las sanciones
derivadas de su eventual inobservancia.
En ese orden, El primero (art. 23) establece que cuando la solicitud vaya
dirigida contra una acción de autoridad, el fallo que concede la tutela tendrá
por objeto “garantizar al agraviado el pleno goce de su derecho, y volver al
estado anterior a la violación, cuando fuere posible”. Asimismo, destaca que si
lo impugnado es la denegación de un acto o una omisión, el fallo tendrá que
ordenar su realización o desarrollar la acción adecuada, y en caso de que la
autoridad no expida el acto administrativo, el juez deberá disponer lo necesario
“para que el derecho sea libremente ejercido sin más requisitos”. En el evento
de tratarse de una actuación material, o de una amenaza, le impone al juez el
deber de ordenar su inmediata cesación así como evitar toda nueva amenaza,
violación, perturbación o restricción. En su último inciso, la norma le otorga
competencia al juez para que, de todas maneras, establezca los demás
efectos del fallo según las condiciones imperantes en el asunto sometido a
juicio.
al declarar la nulidad de un fallo de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Bogot á y otro de la Sala de Casación Laboral
de la Corte Suprema de Justicia, a través de los cuales, por razones de fondo y forma, se había negado el derecho a la
295
incumplido que haga cesar la violación de los derechos fundamentales,
como puede ser, sin modificar lo ya resuelto, la de dejar en firme la
decisión judicial que fue revocada por la alta Corporación de justicia en
ejercicio de su competencia funcional, cuando a juicio de la Corte
Constitucional aquella interprete en debida forma el criterio sentado en la
respectiva sentencia de Revisión y garantice la protección de los derechos
conculcados por la alta Corporación.
Por lo tanto, tratándose de las acción de tutela por vía de hecho, con el fin de
hacer cumplir sus órdenes y de asegurar la vigencia de los derechos
pensión de invalidez a un discapacitado. En esa oportunidad, la Corte consideró que el actor sí t enía derecho a la
prestación y ordenó directamente al I.S.S. concederle la pensión por invalidez de origen no profesional.
296
fundamentales, se repite, es posible que la Corte Constitucional, e incluso
el juez de tutela de primera instancia, adopten como medida de
cumplimiento la de adicionar la sentencia de Revisión que no es acatada por
una alta corporación, manteniendo incólume la decisión que ordenó anular la
providencia incursa en la vía de hecho, y procediendo a declarar conforme a la
Constitución y debidamente ejecutoriado el fallo de instancia, en caso de que
éste sea consecuente con los criterios descritos por el tribunal constitucional
en la decisión desacatada. En este supuesto, cuando la orden de protección
es dictada por la Corte Constitucional, la mencionada medida de cumplimiento
puede ser adoptada directamente en la Sentencia, o con posterioridad a la
misma según lo determinen las circunstancias fácticas del caso.
Ahora bien, sin perjuicio de que la medida adoptada sea la de dictar una
sentencia de reemplazo o la de proferir decisión complementaria al fallo
incumplido, el propósito de la misma es exclusivamente el de preservar en
formal real y efectiva los derechos constitucionales fundamentales que vienen
siendo desconocidos por la corporación judicial que se niega a cumplir la
decisión del juez constitucional. Bajo ese entendido, en cualquier de los casos
el juez de tutela actúa dentro del marco de la jurisdicción constitucional, sin
necesidad de asumir competencias que le son propias a las autoridades de
otras jurisdicciones y, concretamente, de aquella que no acata la decisión.
Obsérvese como, si el juez constitucional es competente para revisar la
aplicación del derecho por parte de los tribunales ordinarios cuando la solicitud
de tutela tenga por objeto actuaciones u omisiones judiciales, en la medida en
que éstas resulten arbitrarias o irrazonables y afecten garantías
fundamentales, resulta válido que éste, también en la aplicación jurisdiccional
de la Constitución y dentro del marco de sus atribuciones, adopte los
correctivos pertinentes, tanto para impedir que la aludida arbitrariedad o
irrazonabilidad continúe lesionando los derechos invocados, como para
asegurar su total reivindicación cuando la orden de protección no es
obedecida por la autoridad responsable.
Aplicando estos criterios al caso concreto, cabe recordar que, mediante Auto
del 17 de febrero de 2004, y dentro del propósito de lograr el obedecimiento
de la Sentencia SU-1185 de 2001, la Corte decidió declarar conforme a la
Carta y debidamente ejecutoriada, la Sentencia dictada por la Sala Laboral del
Tribunal Superior de Bogotá . Visto el informe remitido considera la Corte que
628 Auto de Sala Plena del 17 de febrero de 2004, Expediente de tutela T-373655, correspondiente a la Sentencia SU-1185
de 2001,
629 Auto Ibídem.
630 Auto Ibídem.
298
la entidad pública no ha dado estricto cumplimiento a la orden proferida
por esta Corporación en el Auto del 17 de febrero de 2004. Por tanto, sin
perjuicio del incidente de desacato que deba tramitar la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura de Cundinamarca como
juez de tutela de primera instancia, esta Corporación mantiene competencia
para pronunciarse al respecto, ya que aun no ha sido posible garantizar la
vigencia y efectividad de los derechos fundamentales al debido proceso e
igualdad de trato del accionante, amparados por la Corte en la Sentencia SU-
1185 de 2001.
- En el Auto 149 A de 2003, (M.P. Jaime Araujo Rentería) la Corte indicó que
esta Corporación, en tanto órgano de cierre de la jurisdicción constitucional
(art. 241 CP), puede tomar las medidas adicionales que considere necesarias
para la protección de los derechos cuya tutela ha concedido. De manera que,
si persiste el incumplimiento de la autoridad responsable del agravio,
consistente en que ésta no expide el acto administrativo a que haya lugar, la
Corte “podrá disponer lo necesario para que el derecho sea libremente
ejercido sin más requisitos”, en los términos del artículo 23 del Decreto 2591
de 1991.
- En el Auto 010 de 2004 640 (M.P. Rodrigo Escobar Gil) en la misma línea del
proveído anterior, la Corte señaló que este Tribunal está en capacidad de
ejercer la competencia para hacer cumplir sus sentencias cuando se reúnan
las siguientes condiciones: “(i) [que] se trate del incumplimiento de una
sentencia emitida por la Corte Constitucional en virtud de la cual conceda el
amparo solicitado - en teoría puede ser una confirmación -, (ii) [que] resulte
imperioso salvaguardar la supremacía e integridad del ordenamiento
constitucional y (iii) [que] la intervención de la Corte sea indispensable para la
-En el Auto 141 B de 21 de septiembre de 2004, (M.P. Dr. Alvaro Tafur Galvis)
se reiteró la tesis sostenida en el auto 010 de 2004 M.P. Rodrigo Escobar Gil.
En el auto de 21 de septiembre de 2004, se ventilaba el cumplimiento de la
sentencia SU-120 de 2003, y ante la manifestación expresa de la Corte
Suprema de Justicia de no cumplir con la orden dada en ese fallo, en punto a
la indexación de la primera mesada y reajustes a las pensiones de algunos ex
empleados de Bancafé, la Corte reasumió la competencia y dio las órdenes
que amparaban los derechos fundamentales conculcados por la renuencia al
cumplimiento del fallo.
A la luz de la doctrina fijada en los fallos citados, es preciso anotar que una de
las situaciones en las cuales este tribunal se encuentra plenamente habilitado
para adoptar por sí mismo las decisiones que aseguren el cumplimiento de sus
fallos, se presenta precisamente en los casos en que la autoridad judicial
renuente a obedecer la decisión es una alta corporación de justicia,
generalmente, respecto de acciones de tutela que se promueven en contra de
algunas de sus decisiones por haber incurrido en vía de hecho, negándose
aquellas a modificar el pronunciamiento en los términos señalados por la
Sentencia de Revisión. En estos eventos, la intervención del tribunal
constitucional se torna indispensable, pues es conocido por todos que las altas
cortes no tienen superior jerárquico en su respectiva jurisdicción y, por tanto,
no encuentran en el juez de tutela de primera instancia el funcionario idóneo
para conminarlas al cumplimiento de la decisión desobedecida, y tampoco el
competente para tramitar el correspondiente incidente de desacato. 641
El articulo 1 de nuestra Carta, establece: “ Colombia es un Estado Social de Derecho organizado en forma de
República unitaria, descentralizada, con autonomía en sus entidades territoriales, democrática, participativa, y
pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la
integran y en la prevalencia del interés general”.
ELEMENTOS DEL ESTADO COLOMBIANO
1.Territorio: Es el espacio físico geográfico, que sirve de asiento a la población y en él se ejerce el poder y la política del
Estado
2. Soberanía: Expresa la esencia de toda subordinación interior y exterior, sobre el Estado para ejerza poder sobre el
territorio y en beneficio de su población.
3. Población: Es lo que conforma la comunidad organizada del Estado, no puede existir Estados sin población.
Para esta presentación: Elementos del Estado, tomo como soporte: Teoría Constitucional e Instituciones Políticas. Séptima edición. Vladimiro Naranjo. Ed. 7 Temis. Bogotá
ELEMENTOS DEL ESTADO COLOMBIANO
TERRITORIO
De acuerdo con la Constitución Política (artículo 101), además del territorio continental, el archipiélago de San Andrés,
Providencia, y Santa Catalina, la Isla de Malpelo y demás islas, islotes, cayos, morros y bancos, también son parte de Colombia
los siguientes elementos.
1. Subsuelo: Porción que se encuentra debajo del suelo y que se prolonga como un cono, en cuyo vértice está el centro de la tierra. La
Constitución señala en su artículo 332, así como en el 102, que la Nación es propietaria del subsuelo y de los recursos naturales no
renovables.
2. Mar territorial: Zona de mar adyacente a las costas del Estado, localizada por fuera del territorio continental y de sus aguas interiores, y
que se extiende, mar adentro, hasta un máximo de 12 millas náuticas, contadas a partir de las líneas de base.
3. Zona contigua: Area de las aguas de alta mar situada inmediatamente enseguida del mar territorial (área de importancia para la
implementación de medidas de prevención, protección y seguridad nacional). Se extiende, mar adentro, hasta un máximo de 12 millas
náuticas, contadas a partir del mar territorial.
4. Zona económica exclusiva: Franja de mar, adyacente al mar territorial y a la zona contigua, y que va, mar adentro, hasta un máximo de
200 millas náuticas, contadas a partir de las líneas de base.
ELEMENTOS DEL ESTADO COLOMBIANO
SOBERANÍA
POBLACIÓN
En general se entiende como “población” un conjunto de personas que cumplen un ciclo vital, durante
el cual persiguen fines individuales y colectivos, considerándose como un elemento humano y
sicológico.
Para efectos legales y relacionados con el tema que estamos viendo, la población de un Estado la
conforman sus habitantes permanentes o transeúntes, nacionales o extranjeros, quienes deben
respetar y cumplir la Constitución y las leyes del respectivo Estado.
El art. 4 de nuestra Constitución consagra: "Es deber de los nacionales y extranjeros en Colombia,
acatar la Constitución y las leyes , y respetar y obedecer a las autoridades”.
PRINCIPIOS DE NUESTRA ORGANIZACIÓN
ESTATAL
1. La separación de poderes
2. La distinción entre Estado unitario y Estado federal
3. La centralización política y la descentralización administrativa.
El Barón de Montesquieu (1689-1755), cronista y pensador político francés: “desarrolló la idea de que el Poder Público no era
realmente un solo poder sino que era necesario distinguir claramente tres poderes separados: el legislativo, el ejecutivo y el
judicial, que correspondían, respectivamente, a las funciones de dictar las normas generales, aplicarlas y resolver los conflictos
que resultaran de esta aplicación”. (Rodríguez, 2009, p. 3).
Para la presentación sobre “Principios de nuestra organización estatal se consultó: “Fundamentos básicos sobre el Estado Colombiano”. Departamento Nacional
de Planeación Dirección de Desarrollo Territorial . ISBN: 978-958-8340-53-1 Bogotá Colombia 2010. 23-03.2017
PRINCIPIOS DE NUESTRA ORGANIZACIÓN
ESTATAL
La separación de poderes
Respecto del Principio de la división de poderes el artículo 113 de la Constitución de Colombia, establece que:
“Son Ramas del Poder Público, la legislativa, la ejecutiva y la judicial”.
Este principio ha ido ampliándose en su concepción porque se han formado instituciones adicionales que
complementan de manera especializada la acción del Estado. En nuestro caso contamos además, de las tres
ramas tradicionales del poder, con otros órganos, autónomos e independientes, que contribuyen al
cumplimiento de las demás funciones del Estado, y que corresponden a los organismos de control, la
organización electoral y la organización territorial, como la Procuraduría, la Contraloría, La defensoría y la
Fiscalía.
Para la presentación sobre “Principios de nuestra organización estatal se consultó: “Fundamentos básicos sobre el Estado Colombiano”. Departamento Nacional
de Planeación Dirección de Desarrollo Territorial . ISBN: 978-958-8340-53-1 Bogotá Colombia 2010. 23-03.2017
PRINCIPIOS DE NUESTRA ORGANIZACIÓN
ESTATAL
RAMA EJECUTIVA
El Presidente de la República de Colombia es el jefe del Estado, el jefe del gobierno y por
ende es la suprema autoridad administrativa; en los ministerios los Ministros, en los
Departamentos los gobernadores, y en los Establecimientos públicos sus respectivos
representantes ya sean, jefes, Rectores, Superintendente, de acuerdo a la clase de
establecimiento que se gerencie.
Para la presentación sobre “Principios de nuestra organización estatal se consultó: “Fundamentos básicos sobre el Estado Colombiano”. Departamento Nacional de Planeación Dirección de Desarrollo
Territorial . ISBN: 978-958-8340-53-1 Bogotá Colombia 2010. 23-03.2017
RAMA EJECUTIVA
https://www.google.com.co/search?q=RAMA+EJECUTIVA&rlz=1C1CHZL_esCO73
6CO736&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjfsZLG-ezSAhUM4iYKHcaoAZIQ_AUICCgB&biw=1086&bih=498#imgrc=1C-nHfaheFv8yM:
RAMA LEGISLATIVA
La conforma el Congreso de la República, que a su vez esta compuesto por: la Cámara de Representantes y el Senado de la
República. Sus integrantes son elegidos por medio del voto popular y cada uno de ellos, representantes y senadores, tiene el
mismo nivel de poder y de responsabilidad dentro de sus instituciones.
SENADO: El Senado es un institución de circunscripción nacional; es decir, su elección se hace desde todos los municipios del
país. Para que una persona pueda ser elegida como Senador debe cumplir con los siguientes requisitos: Ser colombiano de
nacimiento, ciudadano en ejercicio y ser mayor de treinta años a la fecha de la elección.
CÁMARA DE REPRESENTANTES: Los Representantes a la la Cámara deben cumplir con los mismos requisitos que los
senadores para aspirar a este cargo. Colombia actualmente tiene cinco representantes que ocupan unas curules especiales:
dos para las comunidades afrodescendientes, una para las comunidades indígenas, una representa a los colombianos que viven
en el exterior y otra curul es para las minorías políticas.
RAMA LEGISLATIVA
https://www.google.com.co/search?q=rama+legislativa+en+colombia&rlz=1C1CHZL_esCO736CO736&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjhn4aS_uzSAhVI0i
YKHSxyDYYQ_AUICCgB&biw=1086&bih=498#tbm=isch&q=rama+legislativa+organigrama+en+colombia&*&imgrc=YaoZveCWTSfUpM:
RAMA JUDICIAL
https://www.google.com.co/search?q=rama+judicial+funciones&rlz=1C1CHZL_esCO736CO736&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwj80tjDsu3SAhVE0iYKHe
BuANkQ_AUICCgB&biw=1086&bih=498#imgrc=7pcgu1CbfObjUM:
OTROS ÓRGANOS DE CONTROL.
Colombia cuenta con otros organismos independientes ejerciendo control ante las diferentes instancias del
Estado. Ellos son:
1. La organización electoral
• La Procuraduría.
• La Contraloría
• La Defensoría
• La Fiscalía.
Este Power Point se trabajó teniendo en cuenta la Constitución Política de Colombia. Es.27. Editorial Leyer. Francisco Gómez Sierra.
ORGANIZACIÓN ELECTORAL
Este Power Point se trabajó teniendo en cuenta la Constitución Política de Colombia. Es.27. Editorial Leyer. Francisco Gómez Sierra.
ORGANIZACIÓN ELECTORAL
Este Power Point se trabajó teniendo en cuenta la Constitución Política de Colombia. Es.27. Editorial Leyer. Francisco Gómez Sierra.
MINISTERIO PÚBLICO