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contemporáneas:
Marisol de la Cadena
y globalización oriti stam
FLACSO Biblioteca
CANJE
IFEA
in s t it u t oF r a n c é s d e E s t u d i o s A n d in o s
UMIFRE 17, CNRS /MAEE
© IEP I n s t i t u t o d e E s t u d i o s P e r u a n o s
Horacio Urteaga 6 9 4 , Lima 11
Telf. (5 1 -1 ) 3 3 2 -6 1 9 4 / 4 2 4 -4 8 5 6
Correo-e: publicaciones@iep.org.pe
www.iep.org.pe
Este libro corresponde al Tomo 279 de la serie "Travaux de l'institut Français d ’Études Andines”.
© M a r i s o l d e i ,a Ca d e n a & O r ín S t a r n
ISBN: 9 7 8 -9 9 7 2 -5 1 -2 5 9 -9
ISSN: 1 0 2 6 -2 6 7 9
Impreso en Perú
Primera edición en español: Lima, marzo de 2 0 1 0
1 0 0 0 ejem plares
W/19.02.06/L/11
Ín d ic e
P r im era pa rte . V ie ja s y n u e v a s id e n t i d a d e s in d íg e n a s
Segunda pa rte . El t e r r i t o r i o y la c u e s t ió n d e la s o b e r a n ía
T ercera pa r te . La in d ig e n e id a d m á s a l l á d e l a s f r o n t e r a s
Julie Cruikshank1
dato potencial— , antes que como un tipo de conocim iento que podría in
form ar a la ciencia. Sostengo que el conocim iento local no es algo que esté
esperando ser descubierto, sino que, más bien, es continuam ente producido
en situaciones de encuentro humano; entre vecinos de la costa y de tierra
adentro, en tre visitantes coloniales y resid entes, y en tre científicos, adm i
nistrad ores y am bientalistas y las prim eras naciones contem poráneas.
Empiezo con unas cuantas palabras sobre las dim ensiones físicas de las
m ontañas y de los glaciares en este lugar. Luego bosqu ejo algunas historias
viejas y nuevas que m uestran cóm o los tem as de cam bio m edioam biental,
encuentros hum anos y conocim iento local son todavía cen trales para las
luchas en lugares descritos com o "lejanos" a p esar de su vieja im bricación
con los m ercados m undiales. Concluyo con una referencia a las historias
contrad ictorias que circulan en estas m ontañas y a sus conexiones en curso
con la m em oria, la historia y los derechos indígenas. No es de sorprender,
los m arcos interpretativos parecen esta r p erm anentem en te reform ulados
por todos lados para satisfacer las esp ecificaciones contem poráneas. P ers
pectivas p ersp icaces de los estudios actuales sob re la m em oria y el olvido,
perm iten e sclarecer cuán profundam ente trenzadas están estas tres h e
bras — m ed ióam biente cam biante, encuentros hum anos tran sform ad ores
y debates sob re el conocim iento local— a medida que circulan en contextos
tran snacion ales b ajo nuevas rúbricas com o am bientalism o, poscolonialis
mo y "conocim iento ecológico tradicional" en sus diversos acrónim os.
De m anera im portante, los campos de hielo Ranges incluyen a glacia
res em ergentes — de gran interés para las ciencias geofísicas. Los glaciares
em ergentes pueden avanzar varios kilóm etros, a veces sin previo aviso tras
varios años de estabilidad, y con frecuencia crean lagos represados por hie
lo, los m ism os que crecen hasta reventar cuando el hielo se adelgaza y la
represa se rom pe. Los glaciares em ergentes tam bién se dan en Groenlandia
y la Antàrtica, pero aspectos de escala y accesibilidad hacen que sea más
fácil estudiarlos en las m ontañas San Elias. De más de cuatro mil glacia
res existen tes en estos cam pos de hielo, un conjunto relativam ente grande
— por lo m enos 2 0 0 — tiene esta característica. En este lugar, vemos ahora
la naturaleza representada de m uchas form as — com o "tierra salvaje pri
mordial", o un "laboratorio de cam bio climático", o un "gigante parque de
diversiones infantil” para los ecoturistas. En el n oroeste canadiense, tales
d escripciones com piten hoy con perspectivas de los residentes indígenas
locales que vivieron y cazaron en estas tierras hasta 1 9 4 3 , cuando fueron
reubicados al este de la autopista Alaska, luego de que el Santuario Kluane
Game (y, más tarde, Parque y Reserva Nacional Kluane) fuera establecido
com o la prim era "área protegida" de Yukon.
Comienzo con una historia acerca de un glaciar, hoy oficialm ente conoci
do com o glaciar Lowell, que escuché por primera vez en noviembre de 1 9 7 8
3 98 Julie Cruikshank
cuando la señ ora Kitty Smith, de casi 9 0 años en ese entonces, me pidió que
lo grabara. Nacida aproxim adam ente en 1 8 9 0 , ella creció en el valle del río
Tatshenshini. Cuando niña, llegó a estar bien fam iliarizada con las oleadas
glaciares im predecibles y los desafíos interpretativos de vivir con glaciares.
El glaciar Lowell, por ejem plo, ha cruzado el río Alsek más de una vez. La
señora Kitty Smith lo identificó con el nom bre de Nálüdi, o "el que detiene a
los peces", porque interrum pió las m igraciones del salm ón río arriba hasta
el interior, dejando salm ones sin salida al m ar en el lago Kathleen.
Su narrativa m uestra las consecuencias de la arrogancia, un tem a clá
sico en las historias aquí contadas. Nálúdi, señala ella, fue provocado para
surgir com o avalancha cuando un niño atolondrado, que viajab a al interior
con com erciantes tlingit de la costa, se burló de un cham án athapaskan cal
vo. "¡Ah, ese anciano — dijo supu estam en te— , la parte su p erior de su cabe
za es ju sto com o el lugar donde juegan las ardillas, un tronco tirado pelado!".
Para castigar su trasgresión, el cham án se retiro a lo alto de un gran risco
frente al glaciar, y em pezó a soñar, invocando al glaciar para que avanzase
a través del valle del río Alsek. Convertido en avalancha, llegó a este risco y
construyó un inm enso muro de hielo que represó el río y creo un lago aguas
arriba de cientos de kilóm etros de largo. Cuando eventualm ente reventó
esa represa de hielo, el aluvión resultante b arrió el paisaje, las fam ilias tlin
git anegadas acam paron en la confluencia de los ríos Alsek y Tatshenshini.
Nálüdi surgió com o avalancha nuevam ente, señ ala ella, poco después de su
propio nacim iento. Ese verano, el glaciar bloqueó el río e inundó la cuenca
del valle durante solo unos días antes de drenarse (Cruikshank y Sidney,
Sm ith y Ned 1 9 9 0 : 2 0 5 -2 0 8 , 3 3 2 -3 3 3 ; McClellan 2 0 0 1 [1 9 7 5 ]: 7 1 -7 2 ).
Estos eventos están preservados en los registros de las ciencias geoló
gicas, aunque los científicos brindan diferentes explicaciones causales para
las avalanchas (Clague y Rampton 1 9 8 2 ). Ellos estim aron que el avance del
glaciar Lowell creó un represam iento de doscientos m etros de altura hasta
que se detuvo frente a la m ontaña Goatherd y confinó el lago neoglacial Alsek
a m ediados del siglo XIX, tal com o lo había hecho repetidas veces durante los
2 .8 0 0 años previos. Cuando la represa se quebró, descargó agua a lo largo
del valle Alsek con un caudal im presionante, vaciando el lago en uno o dos
días. Ondulas gigantes dejadas a su paso son todavía visibles desde el aire y
sobre el suelo. Los científicos ahora se refieren a las historias orales, ligadas
a genealogías de personas específicas, que sugieren el año 1 8 5 2 com o una
fecha posible de la última avalancha im portante (De Laguna 1 9 7 2 : 2 7 6 ).
Aquí están en cuestión dos nociones divergentes de agencia e in ter
pretación. Una diferencia clave entre las tradiciones orales athapaskan y el
discurso científico, es que las narrativas de los m ayores m ezclan la historia
natural y social, m ientras que los científicos que evalúan el cam bio m edio
am biental d escriben com o uno de sus objetivos la sep aración de los factores
13 / Glaciares que se derriten e historias em ergentes en las m ontañas San Elias 399
naturales de los culturales. Los mayores, por ejem plo, m encionan lo tonto
que es "co cinar con grasa" cerca de los glaciares, para que esto no excite
al glaciar o al se r que vive dentro del glaciar. La comida debe ser hervida,
nunca frita, en la presen cia de los glaciares, y no se debe perm itir que algo
de grasa escape de la olla. Inevitablem ente, tales explicaciones quedan fue
ra de la m ayoría de los estudios contem poráneos del "conocim iento local",
puesto que no encajan fácilm ente en las com prensiones científicas contem
poráneas de la causalidad y tam poco contribuyen a las bases de datos.
Otras h istorias acerca de glaciares son más difíciles de comprender,
como aquellas que retratan a los glaciares em itiendo un calor tan intenso
que la gente se veía obligada a sum ergirse en los ríos glaciales para evitar
se r consum ida. Sabem os de las terribles consecuencias de las epidem ias,
esp ecialm ente de la viruela, que arrasaron la costa del Pacífico Norte du
rante el siglo XIX, y que sudar y sum ergirse en agua alternadam ente fue
una estrategia em pleada por sus víctim as en busca de alivio (Gibson 1 9 8 3 ).
Pero se conocen pocos detalles acerca de las epidem ias que se propalaron
hasta Alsek. El m édico de salud pública R obert Fortuine (1 9 8 9 ) identifica
la epidem ia costeña de viruela que ocurrió entre 1 8 3 5 y 1 8 4 0 com o uno
de los eventos m ás significativos en la historia de Alaska. Comenzando por
Sitka, se expandió hacia el Norte hasta el canal Lynn. La antropóloga Ca-
tharine McClellan estim a que b arrió Alsek en 1 8 3 8 , y que otra epidem ia de
viruela siguió en 1 8 6 2 (McClellan 2 0 0 1 [1 9 7 5 ]: 24, 2 2 3 ). Dos epidem ias
y una avalancha deben h ab er coincidido en una sola generación, pero la
magnitud de pérdidas parece haber impedido la transm isión de relatos de
prim era m ano hasta el presente.
El historiad or Mike Davis ha docum entado cóm o es que la expansión
im perial a través de Asia fue' posible cuando coincidió con las sequías y
ham brunas inducidas por El Niño a fines del siglo XIX (Davis 2 0 0 1 ). En el
noroeste del lejano n oroeste am ericano, los m ercaderes tlingit encontra
ron intru siones sim ilares durante las fases tardías de la Pequeña Edad de
Hielo. Ellos viajaron tierra adentro en 1 8 5 2 y destruyeron Fort Selkirk, un
punto de com ercio que el negociante R obert Campbell de la Hudson Bay
Company había establecid o tres años antes para desviar el com ercio desde
las redes ab oríg enes hacia las m anos británicas.
Los antropólogos, geógrafos e historiad ores han dem ostrado el poder
perdurable de los elem entos del paisaje que sirven como puntos de referen
cia que anclan m em orias, valores y conocim iento tácito. Un creciente cuer
po de investigaciones acerca de la m em oria social, sugiere que los paisajes
son lugares de rem em oración y sitios de transm isión, y que las formas de la
tierra culturalm ente significativas con frecuencia proporcionan un tipo de
archivo en el que las m em orias pueden ser m entalm ente alm acenadas (B o
yarín 1 9 9 4 ). No obstante, en las m ontañas San Elias podem os ver tam bién
400 Julie Cruikshank
cóm o los rasgos cam biantes del paisaje, com o los de los glaciares fluctuan-
tes, han provisto tam bién un m aterial imaginativo para com prender las
cam biantes circunstancias sociales que afectan los asuntos hum anos. En
efecto, los relatos oralm ente narrados ofrecen observaciones em píricas s o
bre los cam bios geofísicos y sus consecuencias, pero tam bién dem uestran
cóm o los glaciares brindan m aterial para evaluar los cam bios provocados
por las historias coloniales.
Tales interpretaciones superpuestas y contrapu estas de los glaciares
tienen consecuencias en el siglo XXI. Ellas parecen tipificar o inclusive m o
delar pugnas clásicas y perm anentes acerca de los significados culturales,
las que se replican en los debates contem poráneos. Las im plicaciones de lo
que Bruno Latour denom ina esta "gran divisoria" que diferencia la natu ra
leza de la cultura, prosiguen difundiéndose internacion alm en te a través de
d ebates acerca del m edioam bientalism o, la biodiversidad, el cam bio clim á
tico global y los derechos indígenas (Latour 1 9 9 3 ; véase tam bién Franklin
2 0 0 2 ; Hornborg y Pálsson 2 0 0 0 ; Macnaghten y Urry 1 9 9 8 ).
Ahora paso a algunas narrativas contem poráneas que ofrecen puntos
adicionales de superposición y contraste.
En los años 1 9 9 0 , los cam pos de hielo San Elias em pezaron a revelar no
vedosas sorp resas. T res "descubrim ientos" recien tes m uestran ju sto cuán
resbaladizas pueden s e r nuestras visiones sobre la naturaleza y la so cie
dad. En 1 9 9 1 , un biólogo avistó una pieza rectangu lar de piel de animal,
de aproxim adam ente un m etro de largo y medio m etro de ancho, como
producto del descongelam iento de un glaciar cercano al cen tro de lo que
ahora es el Parque Nacional Kluane. La piel había sido trabajad a por hu
manos — con cortes alrededor del borde y un posible fragm ento de tira de
cuero— , y parecía vieja. En cum plim iento de la legislación canadiense, el
biólogo Hik inform ó al personal del Parque Kluane, quien se encargó de la
piel y luego la envió a las oficinas centrales del Parque en W innipeg, don
de ha perm anecido en una congeladora. Parece h a b er sido dejada en los
cam pos de hielo centrales por un viajero, aproxim adam ente mil años atrás
(1 1 1 0 de nuestra era +/- 50, calibrado para dar cuenta de las fluctuaciones
cíe carbón en la atm ósfera). Luego de s e r identificada com o piel de oso,
los científicos del parque tenían la esperanza de que podría revelar infor
m ación acerca de las relaciones y diversidad genéticas en la población de
osos pardos de Kluane a través del tiem po; sin em bargo, ninguna inform a
ción genética ha sido recup erable debido a los repetidos congelam ientos'y
descongelam ientos (com unicación personal de David Hik, Universidad de
Alberta, 1 9 9 2 ; y David Arthurs, Parks Cañada, 2 0 0 3 ).
13 / Glaciares que se derriten e historias em ergentes en las m ontañas San Elias 401
las negociaciones com unales en torno a esta investigación y los ritos fúne
bres para Kwáday Dan Ts'ínchi.
Durante un tiem po, estos eventos recibieron am plia publicidad — en
los ám bitos local, nacional e internacional, y en fuentes que variaban des
de m edios de noticias hasta revistas científicas. En tales circunstan cias, los
científicos y la gente aborigen están encontrando evidencia concreta y ma
terial del pasado, pero tam bién se están encontrando entre sí de m anera
muy cercana. Los encuentros contem poráneos caen dentro de contextos
trasn acion ales nuevos — cam bio clim ático global, m edioam bientalism o,
ju sticia social, y estudios científicos de restos hum anos— , y vem os cómo
la m ism a evidencia produce diferentes interpretaciones. La pieza de piel
de oso les ofrece a los científicos la posibilidad de aprend er acerca de las
antiguas poblaciones de osos pardos, y les brinda a los resid entes locales
una posible evidencia de un antiguo ancestro que viajó por los cam pos de
hielo centrales. Las herram ientas que brotan de los glaciares sugieren que
los paisajes de alta latitud y gran altitud fueron intensam ente com partidos
por los hum anos y los caribúes durante miles de años. Las ancianas que
nacieron an tes del siglo XX, con quienes trab ajé, se acordaban todavía de
grandes rebaños a principios del siglo XX antes de que d esaparecieran, y los
biólogos no pueden p recisar la causa de su desaparición. Los narradores
de relatos no sep aran las herram ientas de los fabricantes de herram ientas:
las m u jeres, por ejem plo, especulan acerca de la m ujer costeña que podría
h a b er hecho el som b rero de Kwáday Dan Ts'ínchi o la abuela que podría ha
b e r tejid o su m anta de tierra adentro. De modo que su arribo confirm a las
trad iciones orales en las m entes de la gente local, y certifica la antigüedad
de tal v iaje realizado por los ancestros. Los glaciares en descongelam iento
vienen revelando evidencia m aterial de interés para los científicos, pero
tam bién están reforzando las antiguas historias orales acerca de viajes e
intercam bios en las proxim idades de las m ontañas San Elias. Una vez más,
surgen interrogantes acerca de dónde se conectan y dónde se apartan las
h istorias contadas por los científicos y los ancianos.
De m anera crucial, las tradiciones orales athapaskan y tlingit atribu
yen a los glaciares características más bien distintas de aquellas d escubier
tas a través de la ciencia. Desde antaño, los glaciares ofrecieron rutas de
viaje o "au top istas" que posibilitaron los vínculos hum anos entre la costa
y el interior. En m uchas narrativas, los glaciares son d escritos como con
capacidad de sentir. Ellos escuchan, prestan atención y rápidam ente se
ofenden cuando los hum anos se burlan o se com portan indiscretam ente.
Yo me he sorprendid o por la form a en la que la gente que habla sabiam en
te acerca de los glaciares se refiere a la escucha, la observación y la par
ticipación en relacion es de respeto ritualizadas (véase tam bién Anderson
2 0 0 4 ). Tales visiones se originan en un com prom iso intenso con el medio
404 Julie Cruikshank
A com ienzos del siglo XX, desde los Andes hasta el Ártico, el cam bio m edio
am biental preocupante es el clima global, sim bolizado por el evidente
deshielo de los glaciares. La evidencia cada vez m ayor indica que el calen
tam iento será extrem o en latitudes árticas y subárticas. Los científicos pue
den no esta r de acuerdo con la magnitud de los cam bios de tem peratura
prom ediados globalm ente, o acerca del rol de los hum anos en el proceso,
pero coinciden en que se están experim entado valores extrem os en las re
giones árticas y que esto proseguirá así (IPPC 2 0 0 1 ). El cam bio clim ático es
un proceso global, pero tien e consecuencias locales profundas. Las prim eras
13 / Glaciares que se derriten e historias em ergentes en las m ontañas San Elias 405
naciones de Yukon, que ahora están concluyendo las negociaciones por los
reclam os de tierras y se hallan involucradas en la planificación económ ica
com o parte de los acuerdos de autogobernanza, vienen planteando inte
rrogantes acerca de las consecuencias regionales para los niveles de agua,
la producción forestal, el perm acongelam iento, la vida silvestre y las activi
dades hum anas. Su experiencia pasada con la variabilidad clim ática evoca
tiem pos y territo rio s riesgosos (Cruikshank 2 0 0 1 ).
Existe un crecien te interés por sa b er cóm o pueden tra b a ja r ju ntos los
pueblos ab oríg enes y los diseñadores de políticas sob re preguntas en torno
al cam bio clim ático, y se reconoce que algunas soluciones deben venir de
los niveles locales. No obstante, vistas más de cerca, las consultas pueden
conducir a intercam bios com plicados. Por ejem plo, los científicos e sta b le
cen una distinción en tre tiem po ( w e a th e r ) y clima (c lim o te ). Por definición,
nos dicen, el clim a es la estadística del tiem po, incluidas las m ediciones
prom edios (tem p eratura prom edio o precipitación prom edio) y varianza.
Los científicos del clim a hablan acerca de datos p recisos y m ensurables
— tem peratu ra, presión atm osférica, precipitación y velocidad del viento—
(W eaver 2 0 0 3 ). Tal com o los antropólogos inform an a p artir de un estudio
colaborativo en el norte de Finlandia, es poco probable que las trad icio
nes orales brind en "d atos” tran sferibles a los científicos especializados en
el ca/nbio clim ático; en parte, debido a que la gente local con frecuencia
se está refiriend o al tiem po cuando habla de cam bio m edioam biental. Por
ejem plo, las m em orias trasm itidas en el Yukon prestan atención al calor del
verano durante los días plenos de sol o, en el invierno, al frío cortante de los
profundos valles de río. La gente recuerda vientos b oreales helados y des
agradables granizadas. "El clima es registrado”, anotan Ingold y Kurttila de
m anera sucinta, "el tiem po se experim enta" (2 0 0 0 : 1 8 7 ). El conocim iento
acerca del tiem po, señalan ellos, no puede ser transm itido com o un con
junto de fórm ulas o prescripciones convencionales; se acum ula a partir de
toda una vida de experiencia que atraviesa y habita lugares bien conocidos,
y está inserto en el conocim iento tácito.
La ciencia del clima presen ta un cuadro más com prensivo que el tiem
po. Pero de m anera similar, la tradición oral trasm ite com prensiones que
son m ás integrales qué los datos. Las dos no pueden siem pre ser fusiona
das, pero am bas revelan mucho sobre la experien cia humana relativa al
cam bio m edioam biental. Un prim er valor de las tradiciones locales acerca
del tiem po, es el de d esplegar tradiciones locales bien informadas en la so
lución de problem as durante eventos inesperados del tiempo (Mclntosh
et ál. 2 0 0 0 ). Un tem a predom inante en el Yukon, se refiere a vivir con la
incertidum bre que acom paña al com portam iento de los glaciares — avan
ces inesperados, surgim ientos violentos, inundaciones catastróficas y las
variaciones concom itantes del tiempo. Otras preocupaciones viajan: los
406 Julie Cruikshank
E n cu e n tro s h u m a n o s
Irónicam ente, una localidad que obtiene buena parte de su fuerza imagina
tiva com o un lugar donde las fronteras estuvieron siendo negociadas siem
pre (entre los socios de intercam bio, entre costa e interior, entre glaciares
y hum anos, y entre residentes y extranjeros), ahora se ha convertido en un
lugar repleto de fronteras antes que de historias. La frontera internacional
se dem oró casi un siglo en su construcción, mapeo, adjudicación y produc
ción (1 8 2 5 -1 9 1 5 ). Como si fueran capas de una cebolla, los sucesivos tribu
nales y com isiones que trabajaron afanosam ente para resolver el espinoso
problem a de por qué, cómo y dónde sería trazada esta frontera, dem uestran
cómo es que una naturaleza imaginada puede ser arrastrada en la formación
de naciones, y cóm o es que los sueños de nacionalidad pasan a insertarse en
las fronteras. Tal com o otros han señalado, estas fronteras nacionales fueron
mucho más difíciles de negociar que los glaciares.
Las fronteras se propagan. En esta región, algo fundam ental para las
recientes h istorias hu m ano-am bientales es la transform ación de territorios
de caza en naturaleza preservada m ediante pasos vinculados que privan de
derechos a los cazadores indígenas en un a b rir y cerra r de ojos. Durante
la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos llegó a preocuparse por una
posible invasión jap on esa a través de Alaska. Concibió la idea de una auto
pista m ilitar que con ectase sus distantes territorios noroccidentales con el
centro nacional, una trem enda operación que llevó a 3 4 mil trab ajad ores al
Norte en tre abril de 1 9 4 2 y diciem bre de 1 9 4 3 . Tras la sobre caza atribuida
al personal m ilitar estadounidense y a los civiles canadienses durante la
construcción de la autopista a Alaska, en 1 9 4 3 se estableció el Santuario
Kluane Game. Las nuevas regulaciones que prohibían la caza dentro del
santuario, incluida la caza de subsistencia, significaron que un cazador que
m ataba un b orrego ju sto al este de la frontera era considerado un gran pro
veedor, m ien tras que alguien que cogía un borrego a tan solo unos cuantos
m etros al O este podía s e r procesado. Cuando esas fronteras fueron m odifi
cadas para cre ar el Parque Nacional Kluane en 1 9 7 9 , la región se unió a una
red nacional de ad m inistración de parques. La p o sterior designación de la
frontera Estados Unidos-Canadá com o patrim onio cultural del mundo por
la UNESCO, incorporó a la región en la agenda internacional. Una frontera
internacional separa a la gente de Alaska de sus fam iliares en el Canadá;
las fronteras provinciales y territoriales separan a las fam ilias de Columbia
Británica de las que se encuentran en el Yukon; y las fronteras colocadas
en torno a las áreas protegidas en 1 9 4 3 , y un parque nacional en 1979,
en cerraron territo rio s ancestrales tras una frontera, o dejaron fuera de la
frontera a la gente, dependiendo del punto de vista. Para quienes fueron se
parados por las fronteras, constituye un problem a crucial el cómo trasm itir
el conocim iento acerca de los lugares a quienes nunca los experim entaron
— de ahí su aparición en las historias de vida.
408 Julie Cruikshank
La ciencia m oderna, tal com o Sheila Jasan off explica de form a tan
concisa, alcanza sus logros m ediante la abstracción. Las observaciones
científicas ad quieren autoridad al ser sacadas de sus con textos locales y
recom binadas en totalidades más grandes — enm arcadas com o "universa
les"— , que viajan y, con frecuencia, tran sgred en fronteras de la costum bre
y la tradición (Ja sa n o ff 2 0 0 4 ). El famoso ensayo de W alter Benjam ín "El
narrador de cuentos", captura de m anera elocuente esta m ism a distinción
entre el conocim iento incorporado en las historias y la inform ación desen
carnada: "La inform ación — señ ala— reclam a una pronta verificabilidad.
El p rim er requ isito es que parezca 'entend ible en sí m ism a’. Una narración
es diferente. No se gasta. Ella preserva y concentra su fuerza y es capaz
de lib erarla tras un largo tiem po" (Benjam ín 1 9 6 9 : 8 9 -9 0 ; véase tam bién
Cruikshank 1 9 9 8 ).
Una aproxim ación histórica a la m em oria revela cuán socialm ente si
tuadas, pero tam bién cuán porosas, son las prácticas del conocim iento. El
cam po de los estudios de la ciencia dem uestra que, en últim a instancia,
todo conocim iento es local y tiene una historia. La idea de que un mun
do m ensurable puede ser arrancado de sus am arras culturales tam bién se
originó en las trad iciones de conocim iento local que se expandieron en la
Europa de la Ilustración. En el espacio que hoy se denom ina Parque Kluane,
la ciencia y la trad ición oral son tipos de conocim iento local que com parten
una historia com ún. Tal historia incluye ganancias p erentorias para un tipo
de form ulación — la cien cia— a expensas de otra. Desde 1 9 6 0 , cuando se
creó el Proyecto de Investigación Icefield Ranges bajo el auspicio institucio
nal del Arctic Institute of North Am erica y la Am erican Geophysical Society,
las cadenas de m ontañas San Elias han brindado sitios de investigación a
las ciencias natu rales y físicas, y ahora a los estudios de cam bio clim áti
co. Una consecuencia irónica es que, com o parte de los acu erd os vigentes
sob re la congestión, exigidos por los acuerdos sob re reclam os de tierra y
autogobernanza en el Canadá, a los pueblos indígenas que viven en las cer
canías de los lím ites del Parque ahora se les pide que docum enten su "co
nocim iento trad icional" acerca de los lugares de los que fueron desalojados
60 años atrás. En tales circunstancias, parecería que "n u estra adulación a
los 'pueblos originarios’ y su conocim iento, juzgado inevitablem ente como
atem poral y ahistórico, puede ser vista com o un acto de inm ensa condes
cendencia" (W hite 1 9 9 8 : 2 1 8 ).
N arrativ as e n tre la z a d a s
Las historias acerca de los glaciares en las m ontañas San Elias, en interac
ción constan te e incesante, contribuyen a un debate de m ás de dos siglos
acerca de la relación de la humanidad con el mundo natural. Las prácticas
13 / Glaciares que se derriten e historias em ergentes en las m ontañas San Elias 411
de internacionalism o han estado entram padas durante dos siglos, los luga
res físicos y la gente siem pre han estado im bricados, y es posible que en
el futuro lleguen a estarlo com o nunca antes. El conocim iento local en las
narrativas norteñas es acerca de singulares im bricaciones en tre cultura y
naturaleza, hum anos y paisajes, objetos y sus fabricantes. La evidencia m a
terial de la historia hum ana — de Kwáday Dan Ts’inchi, p ellets de caribú, o
del transform ado cuero de oso— , podría ser naturalizada com o probable
evidencia genética de la historia natural. Pero las m em orias cu biertas por
capas sucesivas de santuario, parque y sitio de patrim onio mundial, están
siendo revitalizadas a medida que em erge la historia hum ana. Los relatos
de glaciares que em pecé a escu char hace más de dos décadas, pueden ori
ginarse en el pasado pero prosiguen resonando con las luchas actuales en
torno al m ed ioam bientalism o, los derechos indígenas, los reclam os de tie
rras, la nacionalidad y los parques nacionales. Tales narrativas, sin lugar a
dudas, continuarán conduciendo a vidas sociales entrelazadas.
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