You are on page 1of 12

LA PROFECÍA DE LA BRUJA

(EL COWQUIO DE WS PERROS) I

Edward C. Riley

~"<)lverán a Sil fornza verdadera


cuando vieren con presta diligencia
de rribar los soberbios levantados
y alzar a los humildes abatidos
por mimo poderosa para hacer/o.

Estos endecasílabos sueltos constituyen la profecía, oráculo o enigma, que pro-


nuncia la bruja Cañizares al perro Berganza (p. 294).2 Poco después, Cipión
los repite y pondera los posibles sentidos de las palabras (p. 305). La primera
vez que los leemos, se encuentran situados en el nivel narrativo más escondi-
do, en el mismo corazón de la novela. Contando todas las voces que median
entre su autor intratextual y el lector final (nosotros), encontramos que los
versos están a seis o siete etapas. La bruja Camacha (y notemos de paso que
ella era un personaje histórico) los pronuncia a sus discípulas la Montiela
y la Cañizares. La Cañizares los repite a Berganza. Berganza los repite a Ci-
pión. Pero a Berganza también le escucha el alférez Campuzano. Campuzano
los registra en el manuscrito del Coloquio, el cual es leído por el licenciado
Peralta. Simultáneamente con su lectura del texto, los leemos también noso-
tros en las páginas de la última Novela ejemplar de Cervantes.
Este enigma se parece a algo escondido en el centro de una serie de cajas
chinescas o de un laberinto. En efecto, es tan intrincada la estructura narrati-
va de las novelas entrelazadas de El casamiento engañoso y El coloquio de
los perros, que no disuena la palabra <<laberinto». Sin embargo, como todo

1. Este trabajo es una versión posterior, revisada, de una conferencia que di, en noviembre de 1987.
para el VI Ciclo Literario, "Perfiles del Barroco". Zaragoza. Aunque sean básicamente lo mismo, se dife-
rencian hasta cierto punto en el enfoque y en varios detalles.
No es fácil añadir algo de sustancia a lo ya dicho por eruditos como González de Amezúa, Joaquín
Casalduero, Carlos Blanco Aguinaga, Mauriee Molho, Peler Dunn, Gonzalo Sobejano. Ruth El Saffar, An-
tonio Rey Hazas, Alban ForCÍone y otros. Que justifiquen mis palabras la admiración y asombro que
me inspira esta novela cervantina.
2. Cito siempre por la edición de Juan Bautista Avane-Arce, Madrid, Castalia, 1985 2

83

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


Edward C, Rile}'

buen laberinto, éste tiene su hilo de Ariadna. El enigma en el centro de la


historia ofrece una explicación teórica del hecho que se presente como obs-
táculo al parecer insuperable para el lector, sea éste el licenciado Peralta o
el lector de la novela cervantina. Me refiero, naturalmente, al fenómeno de
dos perros que hablan. Sobre esto, por poco riñen Campuzano y Peralta, y
los mismos canes se maravillan de ello. Así que existe un enlace ininterrumpi-
do entre el nivel más interior y los más exteriores, pues los versos sugieren
que los perros anteriormente eran seres humanos; y dicen que, dadas ciertas
circunstancias, recobrarán su forma original. A la luz de esta información,
la improbabilidad de que dos perros hablasen en buen romance queda bas-
tante reducida. No mucho, pero algo.
Por supuesto, la explicación es apenas aceptable en términos empíricos.
Depende de creer en la brujería. Por otra parte, sí existe esa creencia; de modo
que hay gente, incluso lectores, que podrían aceptar esa explicación. Es una
explicación, aunque no de las más persuasivas. No vaya seguir con este asun-
to. Sólo observo que por esta época iba cambiando el concepto de la verosimi-
litud. Para los escritores de entonces, los criterios histórico-empíricos iban per-
diendo importancia mientras se aumentaba la importancia de la coherencia
interior. Lo verosímil iba teniendo que ver más con lo aceptable que con lo
creíble. El mismo Canónigo de Toledo había declarado que el novelista debía
escribir «facilitando los imposibles» (Quijote, 1, 47).
La forma narrativa de El coloquio de los perros, calificada en el texto
de «novela y c010quio}), es excepcional en cuanto está integrada inextricable-
mente con el sentido moral de la obra. Es la más ejemplar de las novelas
cervantinas por su manera de incorporar la principal preocupación sociomo-
ral del autor en la forma misma de comunicarla. Además, ninguna novela de
Cervantes, ni siquiera el Quijote, tiene más actualidad por su confrontación
con los grandes problemas sociomorales. Es una obra inquietante. Y no lo
disfraza enteramente el tono de ironía bonachona del diálogo canino.
Las Novelas ejemplares ofrecen ejemplos destacados de experimentación
genérica: Rinconete y Cortadillo, La ilustre fregona, El licenciado Vidriera, La
espaflOla inglesa, para no decir más. Ninguno más evidente que el Casamiento-
Coloquio (para así llamar a la combinación de las dos obras vinculadas). Vale
la pena buscar en el texto alusiones que puedan indicar algún interés, por
parte del autor, por el tipo de obra que escribe. Resulta que en El coloquio
y en el relato que le sirve de marco hay varias alusiones genéricas significativas.
No hay problema por lo que se refiere a El casamiento engañoso. El alfé-
rez emplea el término «mi historia», y añade en paréntesis «que este nombre
se le puede dar al cuento de mis sucesos}) (p. 234). Con El coloquio la cosa
es más complicada. Se refiere sucesivamente, de manera directa e indirecta,
a distintos tipos de narración. El orden que aquí sigo no es exactamente la
secuencia encontrada en el texto. Lo importante es la progresión temática.
Primero, los sucesos de El coloquio son presentados por Campuzano como
«sucesos [...] que exceden a toda imaginación, pues van fuera de todos los tér-
minos de naturaleza» (p. 235): o sea, constituyen un cuento extraordinario. Poco

84

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


La profecía de la bruja en el Coloqúio

después él mismo lo llama «sueño o disparate» (p. 238). Esto cuadra con lo
que más tarde dice Cipión de la profecía de la bruja. La llama, con exactitud
literal, «conseja o cuento de vieja» (p. 304). La categoría general es la misma,
pero ahora se refiere a un tipo de discurso reconocido. Sin embargo, antes,
en el relato de marco, el licenciado Peralta ya había evocado la idea de dos
formas genéricas específicas, ambas dentro de la misma categoría general:
-¡Cuerpo de mí! -replicó el Licenciado-. ¡Si se nos ha vuelto el tiempo de
Maricastaña, cuando hablaban las calabazas, o el de Isopo, cuando departía el
gallo con la zorra y unos animales con otros! [p. 237].
Así que, hasta aquí, hemos acumulado los conceptos de: historia increíble
o fantástica, conseja de vieja, cuento de tipo infantil y fábula esopiana.
Este último es el más significativo, pues demuestra que dentro de la ter-
minología que Cervantes asocia con El coloquio se ha pasado de lo increíble
y disparatado a la clásica fábula con moraleja. Más abajo se vuelve de nuevo
a la fábula esopiana en un contexto distinto pero muy pertinente, como vere-
mos. Berganza hace mención de:
[...] la fábula de Isopo, cuando aquel asno, tan asno que quiso hacer a su señor
las mismas caricias que le hacía una perrilla regalada suya, que le granjearon
ser molido a palos [pp. 259-260].
Dentro de una obra protagonizada por perros de posible origen humano,
no es posible que esto no traiga a la memoria el Asno de oro de Lucio Apule-
yo. Si sólo se tratara de una tácita asociación de ideas, no habría mucho que
decir. Pero hay más. Se nombra esta novela (p. 295), y la bruja Cañizares (pues
ella es quien la menciona) hace una comparación directa entre Berganza y
el asno Lucio, y, por ende, una comparación indirecta entre las dos novelas.
La trayectoria conceptual de las asociaciones genéricas, pues, ya se ha
resuelto en: disparate o fantasíalcuento de niños o conseja de viejalfábula eso-
pianalnovela. Y no sólo «novela», sino <<Dovela clave», como dentro de poco
vamos a ver. Sin embargo, la palabra «novela» todavía no se había hinchado
hasta adquirir la capacidad conceptual de la que disfruta hoy. Había que mo-
dificarla. Por consiguiente, el título descriptivo dado por Cervantes al manus-
crito de Campuzano es «Novela y coloquio que pasó entre Cipión y Berganza
[...]» (p. 241).
En efecto, la obra tiene ese otro aspecto principal, distinguible de la na-
rración escueta de un cuento o historia. Es decir; el diálogo perruno que con-
siste en comentario, en crítica, en conversación sobre diversos temas. Y el diá-
logo de este tipo en esa época se relaciona con el diálogo satírico de Luciano.
En términos genéricos generales estamos hablando de la sátira menipea, la
cual, más tarde, se disuelve a menudo en novela, de manera imposible de pre-
cisar. No se menciona a Luciano, pero la sátira sí. Se le asigna una función
expresa dentro de la obra. Dice Cipión a Berganza:
De haber oído decir a un gran poeta de los antiguos [Juvenal] que era difícil cosa
no escribir sátiras, consentiré que murmures un poco de luz y no de sangre [p. 251].

85

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


Edward C. Riley

Murmurar y satirizar son prácticamente equivalentes para Cervantes. En el


sentido más generoso de la palabra, la sátira lucianesca ya estaba relacionada
con la obra de Apuleyo. Y como se sabe, tenía más de un descendiente renacen-
tista español, como El Crotalón (escrito hacia 1553).
Diríase que de cierta manera Cervantes deseaba volver a los mediados del
siglo XVI: a la época del Crotalón, a la del Baldo español (publicado en 1542), a
los años en que aparecieron todos los seis descendientes más directos de la Ce-
lestina (1534-1554) y al de las primeras ediciones conocidas del Lazarillo (1554).
Se trata de los años de la formación de la picaresca española. 3 Además, es la
época de más auge de la versión española del Asno de oro, hecha por Diego Ló-
pez de Cortegano. (Hay ediciones de 1525, 1536, 1539, 1543 Y 1551; luego la obra
cayó víctima de la censura, para reaparecer en 1584 y 1601 en versión expurga-
da.) Innecesario insistir en la importancia de esta obra latina, dotada del presti-
gio de la Antigüedad, íntimamente relacionada con la picaresca española, obra
clave en la historia de la novela realista. (Sólo unos muy pocos eruditos españo-
les, como González de Salas, conocían el Satirieón de Petronio.)
Es como si Cervantes, poco después del triunfo del Guzmán de Alfaraehe,
con el "boom» picaresco que éste ocasionó, quisiera volver a los orígenes del
nero. Es un deseo muy parecido al que se verifica en el Persiles, en el que se
atreve a competir con Heliodoro, como dice él mismo. Con el Persiles, sin duda,
quiso superar al libro de caballerías, volviendo a la especie más antigua del ro-
mance idealista, el romance de tipo griego. De manera parecida, vuelve al Asno
de oro para la invención de la más experimental de sus Novelas ejemplares. Era
un reculer pour mieux sauter en una obra que era como una explordción de la
picaresca del tipo del Guzmán.
Lo que más evidentemente tomó Cervantes de Apuleyo, y con toda probabi-
lidad de Luciano también, era el tema de la metamorfosis humano/animal. En
vista de las dificultades que había de ocasionar un asunto tan inverosímil, uno
se pregunta: ¿por qué? Toda respuesta tiene que ser conjetural. Dos considera-
ciones que deben tenerse en cuenta, entre otras, a mi parecer son las siguientes.
Primero, que la preferencia de un animal como protagonista/narrador ofrece gran-
des posibilidades de comentario sociomoral y satírico, al estilo del Gallo de Lu-
ciano y del Crotalón. Segundo, la metamOlfosis de Lucio pudo sugerir posibili-
dades novelescas tremendas a un escritor imaginativo y ambicioso. En ella se
encuentra muy intensificada la confrontación del individuo con la sociedad co-
lectiva. En ella se ve la enajenación, inherente al pícaro, llevada al extremo, so-
brepasando aun la alienación social del loco o del bufón (tan apreciada por la
crítica de hoy). Apuleyo mismo no sacó partido de estas posibilidades en su no-
vela, pero indudablemente las descubrió para sus sucesores. Los autores del La-
zarillo, del Guzmán y de El coloquio, siguiendo las huellas del novelista y del
satírico antiguos, se aprovecharon de las posibilidades nuevamente descubier-
tas de aunar la narración de la vida y del destino de un individuo con el panora-

3. Para los orígenes de la picaresca, véase ahora Francisco Rico, introducción al Lazarillo de limnes.
Madrid. Cátedra. 1987, pp. 45 ss.

86

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


La profecía de la bruja en el Coloquio

ma social colectivo. (Añadamos aquí, en paréntesis, que el episodio de Falcheto


en el Baldo, que trata de la metamorfosis de un hombre en perro e, imperfecta-
mente, viceversa, gracias a la brujería, no añade nada al desarrollo novelístico
del tema, a pesar de las deudas evidentes al Asno de oro y de las coincidencias
anecdóticas con El coloquio.)4
Como se sabe, El coloquio de los perros es también un comentario crítico
sobre la novela picaresca, tal como ésta está representada por el Guzmán de Al-
fa rache. Siendo explícita la reminiscencia del Asno de oro, además, no carece de
interés que la única vez en que aparece la palabra «pícaro» en El coloquio sea
en la frase «rebuzne el pícaro» (p. 260), frase cuyo alcance y contexto ha estudia-
do Monique J oly con su acostumbrada perspicacia. 5
El Asno de oro, el Guzmán y El coloquio tienen en común dos cosas fun-
damentales. Primero, a pesar de ser obras cómicas en el sentido más amplio
de la palabra, muestran el panorama social sombrío de un mundo violen-
to y vicioso. Segundo, se ve la renuncia de ese mundo mediante la conver-
sión religiosa o la decisión racional. El mundo que expone Apuleyo es tal
vez el peor de todos: el homicidio, el robo, la tortura, la prostitución, la bruje-
ría, se encuentran a cada paso. Aunque la obra, como he dicho, es cómica
en el sentido más amplio, también es triste y repugnante en parte. Pero Lu-
cio, como asno, se ve librado de su vida tan dura al final, gracias a la inter-
vención divina, y se escapa al asilo espiritual que le ofrece el sacerdocio de
Osiris.
El mundo del Guzmán, con su rapiña y perfidia casi universales, se pre-
senta bajo el emblema alemaniano de la araña y la culebra, y hace pensar tam-
bién en aquel otro lema barroco del «Homo homini lupus». Respira un pesi-
mismo tal acerca de la condición humana, que, para algunos críticos, ha llegado
a ponerse en duda hasta la autenticidad de la conversión de Guzmán. El mun-
do de El coloquio está envuelto aparentemente en un pesimismo parecido, pe-
simismo que se manifiesta con escasa frecuencia en las obras de Cervantes.
Sin embargo, en El coloquio hay algo más. Entra en juego una perspectiva
opuesta a la negativa. Es una perspectiva bien definida, que no tiene equiva-
lente en la novela del Guzmán. En efecto, como ha visto más de un crítico, el
sentido de El coloquio se orienta en una dirección decisivamente anti-Guvnán.
Hay buenas razones para creer que Cervantes, como Quevedo y López de
(rbeda, los tres emuladores más inteligentes de Alemán, explotadores todos
del nuevo género picaresco, reaccionaron con exasperación, cada uno a su ma-
nera, ante aquel otro rasgo del Guzmán de Alfarache, el rasgo más notorio de
todos. Me refiero, desde luego, al enorme comentario didáctico, traga tramas,
ese sermón continuo que dirige el narrador Guzmán juntamente al pícaro Guz-

4. Sobre el Baldo, véase Alberto Blecua, «Libros de caballerías, latín macarrónico y novela picares-
ca: la adaptación castellana del Baldus (Sevilla, 1542)", Bale/ú1 de la Real Academia de Buenas Letras
de Barcelona, 35 (1971-72), pp_ 147-239, Y sobre este episodio en especial, pp. 165-173.
5. Monique «"Rebuzne el pícaro": comentarios sobre el uso cervantino de una fábula de Eso-
po», Ac/as del VII de la Asociación Internacional de Hispanistas (Brown Uníversíty, 22-27 agos-
to 1986), pp, 53-60.

87

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


Edward C. Riley

mán y al lector. La reacción cervantina, en gran parte, consistía en sustituir


el comentario-serrnón por el comentario-diálogo (como ha notado Gonzalo So-
bejano).6 Trdtaremos de eso después.
Volvamos ahora a la profecía de la bruja. Allí se juntan dos metáforas
o conceptos dobles que recorren la obra entera corno un sistema de venas
y arterias. Son los dos pares de conceptos: "hombre"!«bestia,, y «p(xleroso»!«hu-
milde». No es mi intención ahora examinar el uso que se hace de ellos, su
elaboración y su inversión, por interesantes que sean. Baste recordar el terna
de la profecía de la Camacha: a saber, que los perros volverán a ser hombres
cuando se derriben los soberbios levantados y se alcen los humildes abatidos.
Dada la brutalidad de la raza humana, su conducta rapaz y pérfida, demos-
trada repetidamente a través de los episodios de la vida de Berganza hasta
su encuentro con la Cañizares, se deduce clardmente que los perros se con-
vertirán en hombres tan sólo cuando los hombres dejen de comportarse como
bestias.
A continuación, después de citar los versos de la Camacha, la Cañizares
hace una distinción importante entre el destino del asno de Apuleyo y el des-
tino de Berganza. Recuerda cómo Lucio recuperó su antigua forma de hom-
bre. El modo por el cual lo efectuó «consistía en sólo comer una rosa. Pero
este tuyo -dice a Berganza- va fundado en acciones ajenas, y no en tu dili-
gencia» (p. 295). °
sea, cuando se derribe a los soberbios levantados, etcétera.
La diferencia es trascendental. La extraña metamorfosis y el destino de Lucio
eran asuntos esencialmente particulares a él mismo. Lo que más le importaba
a Lucio, su caída en el estado animal y luego su redención, eran asuntos par-
ticulares entre él y la deidad.
Es muy otro el caso con Berganza y también, al parecer, con Cipión. No
hay posibilidad de que se regeneren, según la bruja, hasta que la sociedad
se vuelque patas arriba. El destino perruno no puede separarse del del resto
de los hombres-bestias. 0, para sacar la conclusión general en términos exclu-
sivamente humanos, el hombre individual no puede separarse de sus próji-
mos. La dimensión moral del Asno de oro se orienta únicamente hacia la reli-
gión, hacia el culto religioso que tiene una función tan importante al final
de la novela. En último término, la dimensión moral de El coloquio de los
perros, asimismo, se orienta hacia lo religioso cristiano, pero -y ésta es la
diferencia importante- no sin volver la cara a la faz social de la humanidad.
No sé por qué el aspecto social de El coloquio no ha sido mucho más
comentado. Sé que pueden acusarme del anacronismo elemental de atribuir
a un escritor del siglo XVII las preocupaciones del siglo xx. Sólo puedo con-
testar que la presencia de esta dimensión en la obra me parece tan manifies-
ta que no admite duda. Además, dado que se atribuyen con frecuencia las
mismas preocupaciones a Mateo Alemán, ¿por qué no a Cervantes?
La respuesta de Cipión a la noticia de Berganza acerca de la profecía

6. Gonzalo Sobejano, "El coloquio de los perros en la picaresca y otros apuntes"! llispanic Revietv,
43 (1975), pp. 25-41.

88

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


La profecía de la bruja en el Coloquio

de la bruja es, en primer lugar, rechazarla como mentira, y luego como «pala-
bras de consejas o cuentos de viejas». A continuación, propone o un «sentí-
do [...] alegórico, el cual sentido no quiere decir lo que la letra suena», o bien
un sentido literal (pp. 304-305). Supone que el sentído «alegórico» se refiere
a los giros de la rueda de la Fortuna con las consecuentes subidas y bajadas
corrientes en la vida social de los hombres. Ya que éstas se verifican todos
los días, y que los perros siguen siendo perros, dice Cipión que el sentido
alegórico de los versos es inaplicable. El sentido literal debe referirse a algún
j'uego de bolos, según concluye con ironía, y, como esto no les ha servido para
nada, las palabras de la bruja carecen de sentido. El humorismo escéptico
de este pasaje es abiertamente equívoco. Está claro que la interpretación so-
ciopolítica, rechazada como alegórica, es la interpretación correcta, la que se
debe tomar al pie de la letra. Sólo que no hay que dar a las palabras el senti-
do rutinario que les da Cipión, sino otro más bien apocalíptico o revolucionario.
El profesor Antonio Rey Hazas ha sugerido cautelosamente que «es posi-
ble que los versos conlleven un jeroglífico interpretable en sentido social" y
que la «poderosa mano» pudiera ser «el rey, Dios, una revolución», o bien
«la muerte».7 Así es, sin lugar a dudas. Recuerdan unas palabras que eran,
y siguen siendo, conocidísimas. Son las del Cántico de la Virgen al Señor:
Derribó a los potentados de sus tronos
)' ensalzó a los humildes.
A los hambrientos los llenó de bienes,
y a los ricos los despidió vacíos.
[S. Lucas, 7, 52-53J
Son parecidos asimismo a las también famosas palabras de Virgilio, pese
al contexto muy diferente:
[... ] parce¡'e subiectis el debellare superbos.
[Eneída, VI, 85]
Los versos de El coloquio emplean un lenguaje a la misma vez apocalípti-
co y revolucionario. Anuncian el día del Juicio Final y la Revolución Mundial.
No carecen de interés ciertas palabras, semejantes a los versos de la bruja,
dirigidas a don Quijote:
[... ] que el cielo, por estraños y nunca vistos rodeos, de los hombres no imagi-
nados, suele levantar los caídos y enriquecer los pobres.
A pesar del tono más suave, son interesantes en nuestro contexto, porque las
pronuncia un proscrito voluntario del sistema social, el jefe de los bandidos
Roque Guinart (Quijote, n, 60).
Donde suelen coincidir el lenguaje apocalíptico y el revolucionario -como
lógicamente, en último análisis, tienen que coincidir-, es en los movimientos

7. Antonio Rey Hazas, «Género estructura de El coloquio de los perros, o cón10 se hace una nove-
la", en J. Bustos Tovar (ed.),Lenguaje, orga¡úzaciól1 texttlal de las "Novelas ejemplares» Madrid-
Tuulouse, Le. Mireil, 1983. p. 141.

89

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


Edward C. Riley

milenaristas, donde el establecimiento del Reino Celestial en la tierra adquie-


re las características de un programa político revolucionario. No vamos a su-
poner que estos movimientos, que abundaban en la Europa del norte, fueran
desconocidos en la España de los Habsburgos.
Alain Milhou ha traído unos ejemplos elocuentes. 8 Por citar alguno, el
tratado llamado el Anticristo de Fr. Johan Alemany, escrito primero en cata-
lán en tiempos de los Reyes Católicos, después en versión castellana, reapare-
ce «en plena revolución de las germanías» en 1520. Milhou dice que entre
1570 y 1610 hubo al menos tres movimientos de ideas parecidas. Entre otras
cosas, describe cierto paraíso terrenal soñado por un tal Fr. Francisco de la
Cruz, condenado por la Inquisición de Lima en 1578. Parece que ansiaba
la destrucción del cristianismo en Europa y su traslado al Perú, donde había
de florecer una sociedad utópica bajo el reino benévolo del mismo Fr. Fran-
cisco como papa. Vivirían en armonía perpetua los descendientes de los con-
quistadores con los sirvientes indios, dice, echando mano a la tradicional me-
táfora animal de «lobos» junto a «corderos».
Pero los versos de la Camacha también recuerdan ciertas formas bien co-
nocidas de subversión tolerada y ritualizada, válvulas de seguridad para las
presiones sociales de la Edad Media y aun después. Se trata de la revolución
efímera del carnaval. del trastorno legitimado del orden establecido que se
autorizó en ciertos días festivos, como el de los Santos Inocentes, el del Obis-
pillo de Sevilla, o del Rey de la Faba. Eran ocasiones para la exaltación joco-
sa de los humildes, para la escenificación del gran tema del «mundo al re-
vés», que tanto gusto proporcionó a todos, incluso a un aristócrata como
Quevedo.
Los versos de la bruja, de este modo, llegan a tener tres asociaciones dis-
tintas: con el día del Juicio Final. temido y esperado por todo fiel cristiano;
con el derrumbamiento del orden social entero, blanco de todo extremista re-
volucionario; y, finalmente, con la subversión carnavalizada del orden estable-
cido, tolerada por las mismas autoridades. Las palabms del Evangelio y de
Virgilio nos recuerdan que los versos de El coloquio tienen un largo y honra-
do abolengo. Pero, por otra parte, están puestas en boca de una bruja que
dice que repite lo que ha dicho otra bruja. ¿Cómo vamos a leer esta confusión
de señales? Aún hay más indicaciones de confusión deliberada. La más im-
portante, tal vez, es que el perro Berganza habla a veces como dedicado refor-
mista social y a veces como buen burgués, columna de sostén del orden esta-
blecido. En vista de todo esto, no sorprende que sea muy difícil sacar una
lección sociopolítica clara y nítida de El coloquio de los perros. El sentido
cala más hondo.
La sugerencia de que el don del habla humana de que gozan los perros
es un portento de la proximidad de alguna gran calamidad complica las cosas
aún un poco más. Sin embargo, decirles que todo se arreglará en el día del

8. Alain Milhou, "La challve-sollris, le nOllveau David et le roi caché», Mélanges de la Casa de VeltJ~­
qUé~, 18 (1982), pp_ 61-77.

90

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


La profecía de la bruja en el Coloquio

Juicio Final no les sirve para nada, cuandoquiera que llegue. Si tienen que
esperar a la regeneración de la sociedad humana, no vale la pena hacer pro-
yectos. Los tiempos de carnaval vienen y van, sin cambiar nada. Es natural
que rechacen la profecía brujeril que quiere vincular sus destinos individua-
les con el de la sociedad humana. Tiene razón Cipión, aunque interpreta mal
los versos. Su sentido les resulta negativo, inaplicable. Una solución que de-
penda de las acciones ajenas no soluciona nada a los perros.
Creo que aquí presenciamos literalmente la transición hacia el concepto
moderno de vivir la vida en crisis. Según una de las principales ideas de Frank
Kermode, en su conocido libro The Sense of an Ending, en la literatura mo-
derna el apocalipsis ha dejado de ser inmine1lte para hacerse inmanente. Ya
no se trata de relacionar la experiencia del individuo con los principios y fi-
nalidades universales, sino con las crisis siempre renovadas de la vida y la
muerte personales. 9
Los perros hacen más que descartar la profecía enigmática; rechazan su
humanidad supuesta, ya que parece significar que su madre era la bruja Mon-
tiela: «que yo no la quiero por madre», dice Cipión, y Berganza está de acuer-
do (pp. 305-306). La bruja-madre puede representar simbólicamente a Eva, la
primera madre. Berganza recuerda la caída humana cuando dice, en otra
ocasión:
[...] que el hacer y decir mal lo heredamos de nuestros primeros padres y lo
mamamos en la leche [p. 262].
Parece ser la opinión de los discretos perros que la bestialidad humana
no va a remediarse de la noche a la mañana por ninguna medida social colec-
tiva y, ¿de qué sirve esperar el Juicio Final? Es una conclusión realista, por
no decir pesimista.
Berganza muestra tener los instintos de un reformador social (tiene esto
de común con don Quijote). Pero queda desengañado por su impotencia ante
el problema de remediar el estado de la sociedad. Por fin, le cansa la vida
que lleva con la compañía de actores:
Cansóme aquel ejercicio, no por ser trabajo, sino porque veía en él cosas que
juntamente pedían enmienda y castigo; y como a mí me estaba más el sen tillo
que el remediallo, acordé de no verlo, y así me acogí a sagrado, como hacen aqué-
llos que dejan los vicios cuando no pueden ejercitarlos, aunque más vale tarde
que nunca [p. 315].
El toque irónico no disminuye la importancia del acto. Berganza escoge
una solución religiosa. Se retira del mundo para reunirse con Cipión, dedican-
do la vida al servicio de los prójimos necesitados. Su empleo será el de asis-
tir al <,buen cristiano Mahudes», pidiendo limosna para el Hospital de la Re-
surrección. Es la caridad en todos los sentidos de la palabra.
Sin embargo, la virtud teológica que más se subraya en El coloquio, se-

9. Frank Kermode. The Seme o/ al1 Eruling, Nueva York. Oxford University Press, 1967.

91

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


Edward C. Riley

gún creo, es la humildad, virtud muy apropiada a los perros. Además, es ele-
mento integral al tema de la profecía de la Camacha, ya que son los humildes
los que tienen que ser alzados. Cipión refunde los versos proféticos en un
sentido religioso diciendo:
Muy diferentes son los señores de la tierra del Señor del cielo; aquéllos. para
recibir un criado, primero le espulgan el linaje, examinan la habilidad, le marcan
la apostura, y aun quieren saber los vestidos que tiene; pero [para) entrar a servir
a Dios, el más pobre es más rico; el más humilde de mejor linaje [... ] [p. 258].
Berganza le secunda con un elogio de la humildad como «la base y fun-
damento de todas las virtudes, y [...] sin ella no hay alguna que lo sea». Añade,
entre otras cosas, que «menoscaba la arrogancia de los soberbios» (p. 258).
Lo que ofrecen Berganza y Cipión son contribuciones minúsculas a la so-
lución del gran problema del mal (<<los males que llaman de culpa, que no
los "de dañd'», según precisa la, a tantos respectos, discreta Cañizares [p. 298].
Pero son contribuciones concretas, trasladadas a la práctica de la caridad en
un mundo de sufrimientos, vicios y crímenes. Se aplican al más grande de
todos los problemas humanos. Hacen un contraste notable con las actividades
intelectuales ridículas o mal aplicadas de los cuatro excéntricos del hospital,
el poeta, el alquimista, el matemático y el arbitrista. Lo que hace falta son
acciones, no teorías intelectuales. Hazañas sí, pláticas no. Ni protestas, ni crí-
ticas, ni prédicas, sino ejemplo personal.
Ésta es la más ejemplar de todas la Novelas de Cervantes, porque, mien-
tras da expresión novelística a este tema, procura resolver el mismo problema
en cuanto afecta al novelista. Primero, la elección de la forma dialogal se ex-
plica por este problema mejor que por otra razón alguna. Por ser coloquio
se introduce una segunda voz (Cipión), la cual se parangona con la del narra-
dor autobiográfico (Berganza). Es la voz del oyente, sustituto del lector. Así
se despoja al narrador de su privilegio, normalmente exclusivo e incontestado,
de dictaminar en los sucesos que va refiriendo. Asimismo, se puede criticar
su selección de los hechos, su modo de presentarlos, y, en fin, toda su manera
de proceder. Por cierto, hay dos modos de recibir un texto, y los dos se ejem-
plifican aquí. El que escucha puede quedarse callado hasta que se termine
la historia, como el licenciado Peralta, quien lee el manuscrito. O bien puede
intervenir, comentar y entablar discusión con el narrador repetidas veces, como
hace Cipión, haciéndose participante vital en la composición de la historia.
El comentario crítico, la interrogación, la objeción se vuelven autocrítica. El
narrador omnisciente deja de serlo. Ya no es todopoderoso; incluso él ha teni-
do que aprender algo de la lección de la humildad.
En segundo lugar, uno de los temas más insistentes en la primera parte
de la conversación canina es "la murmuración».1O Le preocupa en especial a
Cipión. Repetidamente, le advierte a su amigo lo nocivo de la costumbre de

10. Cfr. E.e. Riley, "Cervantes and the Cynics (E/licenciadu Vidriera and El culoquio de los perros)>>,
BuIletin of Hispal1ic Studies, 53 (1976), pp. 189-200.

92

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


La profecía de la bruja en el Coloquio

hablar mal de los otros. Berganza asiente, pero lo encuentra casi imposible
de evitar: «Me acuden palabras a la lengua como mosquitos al vino, y todas
maliciosas y murmurantes», dice (p. 262). Lo cual demuestra lo arraigado que
es el maldecir. Berganza hasta lo incluye como parte esencial del pecado ori-
ginal: «el hacer y decir mal lo heredamos de nuestros primeros padres» (p. 262).
Y lo demuestra así:
Vése claro en que apenas ha sacado cl niño el brazo de las fajas cuando levan-
ta la mano con muestras de querer vengarse de quien, a su parecer, le ofende;
y casi la primera palabra articulada que habla es llamar puta a su ama o a su
madre [pp. 262-263].
Yo no conozco afirmación más terrible que ésta en toda la obra de Cer-
vantes. En seguida los perros se vuelven atrás. Pero el lector atento no dejará
de notar que, después, ellos mismos rechazan a la Montiela, su madre putativa
(hablando con perdón) (p. 305). Son tan inclinados a caer en esta trampa de
la murmuración como cualquiera. Se encuentran en un círculo de verdS vicio-
so, pues la murmuración parece ser casi inextirpable del carácter humano.
Aun hay quienes quieren canon izarla, y llamarla «filosofía», como los anti-
guos cínicos (p. 268), según Cipión. Su aversión por el murmurar y censurar
explica su aversión por el predicar ~«no quiero que parezcamos predicado-
res" (p. 257).
Aquí se encuentra el sentido principal de la réplica cervantina al Guzmán
de Alfarache. Se sustituye en El coloquio el comentario-sermón por el comen-
tario-diálogo. En vez del narrador-predicador. quien (gracias a su conversión)
ejerce el «derecho" de pontificar a los lectores, Cervantes nos da una pareja
que narra y comeÍ:!ta, siempre conscientes de que siguen formando parte del
mundo vicioso al que han renunciado, mundo cuyos defectos ven con toda
claridad.
Pero la persona franca y sincera. ¿qué ha de hacer?; ¿cómo va a descu-
brir los abusos sociales, los males disfrazados sin condenar. sin protestar; sin
predicar ~en fin. sin hablar mal de los otros?; ¿cómo se van a corregir los
abusos y rectificar el mal sin señalarlos con el dedo censor? La respuesta
de El coloquio de los perros parece ser: con las acciones. no con las palabras;
con hacer, no con hablar; con el ejemplo, no con el sermón. La denuncia no
conseguirá más que el ladrar de un perro. Esto se trasluce por última vez
cuando encuentra Berganza que, aun después de retirarse al hospital, no pue-
de suprimir todos sus impulsos reformistas. Quiere protestar ante el corregi-
dor de Sevilla con motivo de la prostitución en la ciudad, pero. como todavía
no ha recibido el don del habla humana. no puede hacer más que ladrar, y
sólo logra que le echen de la sala a palos (p. 320).
Cervantes, con una perspectiva bien moderna, se ha dado cuenta de la
significación social inherente a la novela picaresca. Ha visto, naturalmente,
que el significado social no se puede desarraigar del terreno ético. Así lo vio
también Mateo Alemán. Pero Cervantes va más lejos. El novelista, por más
preocupado o angustiado que esté por la condición humana, ¿qué derecho

93

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...


Edward e Riley

tiene a censurar, a predicar, a satirizar, como si estuviera él de algún modo


dispensado y exento de los defectos que pinta y deplora? Ésta es la pregunta
tácita que surge con insistencia de El coloquio de los perros. Se saca una
conclusión parecida de El licenciado Vidriera, cuyo protagonista murmurador
se muestra tan frágil como los tipos e individuos que gustaba de reprender
y ridiculizar.
Pero, ¿no se le podía objetar a Cervantes, novelista, que él es tan culpable
como cualquiera, pues critica, censura y predica, aunque sea de manera indi-
recta, al escritor Alemán y a la sociedad en general? Creo que no lo negaría.
Como sus interlocutores caninos, es muy consciente de no poder separarse
de la misma sociedad que critica. Como su bruja discreta Cañizares, se da
cuenta de lo entreverados que están el mal y el bien. Pero, por lo menos, que
haga él lo que pueda para mejorar el arte de novelar. Y, ¿quién sabe?, tal
vez, como su personaje Campuzano, pueda aprender algo de la misma histo-
ria que escribe.
Me parece indudable que Cervantes pensaba en la obra novelística de su
gran predecesor, y de la suya propia en relación con ésa. Pero se trataba de
algo más grande aún. Como han notado algunos críticos, como Forcione, se
trataba del uso mismo de la palabra humana. 1I Del lenguaje -el medio, la
sangre vital, el sine qua non del escritor-, lo que diferencia al hombre del
animal. En ningún otro lugar, ni siquiera en el Quijote, profundiza más Cer-
vantes en el arte del novelista. Nunca penetra más adentro en el corazón ético
de la función y responsabilidad del novelista que en El coloquio de los perros,
la más ejemplar de sus novelas.
Es la última de la colección, y, al llegar a su conclusión, Cervantes, siem-
pre atento a que la literatura debe dar gusto a la vez que provecho, nos hace
recordar algo que había dicho en el prólogo. Allí, hablando de la naturaleza
y función de sus Novelas, dijo: "Horas hay de recreación, donde el afligido
espíritu descanse» (I, p. 64). Ahora, al final, dice el licenciado Peralta: « Vámo-
nos al Espolón a recrear los ojos del cuerpo, pues ya he recreado los del en-
tendimiento» (p. 322). Un minuto antes, Peralta había terminado de leer el tex-
to de El coloquio, precisamente con nosotros, y (¡toque maravilloso!) en el
mismo instante el alférez Campuzano se despierta del sueño. Aquel mundo
casi demasiado auténtico de Cipión y Berganza empieza a tomar el aspecto
de un sueño, sueño de papel, que ya se ha separado y se va alejando de la
mente de su autor que dormía. Luego, juntos autor y lector desaparecen SIm-
plemente se marchan fuera del marco.
-Vamos- dijo el Alférez.
y con esto, se fueron [p. 322].

11. A.K. Forcione, Cervantes and ¡he Mvslery o{ l.awlessness, Princeton, 1984, pp. 187 ss.

94

ACTAS I - ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS. Edward C. RILEY. La profecía de la bruja (...

You might also like