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EN EL DISCURSO DE LOS
DERECHOS HUMANOS
Pablo Armando González Ulloa Aguirre / Alejandro Rosillo Martínez
(Coordinadores)
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ISBN 978-607-8062-01-0
Impreso en México
Queremos agradecer a Rodrigo Peña González
y a Michelle Vyoleta Romero Gallardo por su inapreciable
ayuda para la formación de este libro.
Í N D I CE
Primera parte
Los derechos humanos desde una perspectiva universal
Segunda parte
La cuestión indígena en los derechos humanos
Los derechos humanos son la base para lograr un entendimiento entre los diversos
pueblos y culturas. Partiendo de esta premisa, la protección de los derechos de los pue-
blos indígenas como parte sustantiva de la humanidad es fundamental. Durante mu-
chos años estos pueblos han sido subyugados y excluidos, en una lógica de no recono-
cimiento, o de un reconocimiento que los designa como "distintos" -o bajo algún otro
estereotipo generado por sectores de poder- y que provoca mayores desigualdades en
el disfrute de derechos.
Todavía no se ha logrado un reconocimiento total, efectivo y real de estos pue-
blos, pero es mucho lo que se ha avanzado en este ámbito. En México ya tenemos una
ley que los protege, aunque es perfectible y faltarían algunas adecuaciones, podemos
decir que el reconocimiento está avanzando, aunque en estos momentos las prioridades
del gobierno se están enfocando en otros ámbitos.
No es hasta que se logra el reconocimiento y, en algunos casos, la aplicación de
derechos diferenciados cuándo se logra laigualdad de estos pueblos. En otro lugar, uno
de los autores1 hizo un estudio sobre la gran brecha de los pueblos indígenas frente a
las personas no indígenas, en todos los rubros podía verse una desigualdad indignante
y que no había sido subsanada a pesar de algunos esfuerzos por parte del gobierno de
la Ciudad de México.
A pesar de esta enorme desigualdad, tanto social como material, lo que se puede
apreciar es que la cuestión indígena deja de estar en el centro del debate como si este
problema fuera una moda académica o intelectual o como si los problemas ya estuvie-
ran resueltos, en este libro se exponen algunos tratados o leyes que han reconocido a
los indígenas en el espacio dejure. La cuestión es que este reconocimiento sólo es un
primer paso para que se dé el paso al reconocimiento del facto.
1 González Ulloa Aguirre, Pablo Armando, "Los indígenas de la Ciudad de México", en Gon-
zález Ulloa Aguirre, Pablo Armando (coordinador), Hacia la multiculturalidad en México: un debate
abierto, México, El Colegio de Veracruz, 2009.
9
10 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
En este libro se expone el avance que se ha dado tanto a nivel nacional como in-
ternacional, y es que ha sido evidente que en los últimos años se ha "asistido a un nota-
ble giro de las normas internacionales conforme a los pueblos indígenas, ya que tienen
el derecho a mantener y desarrollar su identidad étnica y cultural, cosmovisión, valores,
espiritualidad y sus lugares sagrados y de culto. El Estado deberá fomentar la valora-
ción y difusión de las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas".2
Para algunos pensadores este tipo de reconocimiento (el dejure) no tiene ningún
sentido, si se sigue con la lógica de exclusión. Lo que se intenta es que a partir de aplicar
este tipo de tratados se puede dar paso a mayores espacios jurídicos mediante los cua-
les los pueblos indígenas cuenten con instrumentos jurídicos para defenderse en con-
tra de cualquiera que quiera abusar de su condición.
Las instituciones son fundamentales para que los pueblos indígenas desarrollen
los instrumentos jurídicos con los que están dotados. Esto llevará a desarrollar un sis-
tema más igualitario en que estos pueblos puedan defender sus propias costumbres;
al respecto, señala Charles Taylor, "[...] reconocer y tratar como iguales a los miem-
bros de ciertos grupos es algo que hoy parece requerir unas instituciones públicas que
reconozcan, y no que pasen por alto, las particularidades culturales, al menos por lo
que se refiere a aquellos cuya comprensión de sí mismos depende de la vitalidad de su
cultura".3 El problema que no da cuenta Taylor es que estas instituciones públicas pue-
den generar un discurso que reconoce "las particularidades culturales" dándoles un uso
ideológico que, en la práctica, continúan excluyendo a los pueblos indígenas; ésta es un
de las trampas del multiculturalismo y sus teóricos.
Por eso, el tipo de instituciones que se necesitan crear, debe responder a una ló-
gica propia de los pueblos indígenas. En el caso de algunos de los pueblos en Méxi-
co, éstas deberán tener una lógica de integración colectiva, en las que no se permita
que el Estado genere prácticas que impidan el empoderamiento de los pueblos indí-
genas, negándoles su calidad como sujetos de su propia historia y, a la vez, como su-
jetos de Derecho. No se trata de negar el conflicto social, a través de un mundo abs-
tracto gestionado desde los sectores de poder, que es el propuesto veladamente por los
multiculturalistas, sino de crear un Estado de Derecho donde los pueblos indígenas se
constituyan como subjetividades. Así se deben crear instituciones con una lógica más
horizontal e incluyente.
Un sistema democrático basado en la inclusión debe fomentar este tipo de insti-
tuciones, para promover una política de reconocimiento de lo diverso, mediante el cual
se rompa con esta lógica homogenizadora que tantos años fue fomentada en la conso-
lidación de los Estados-nación. En estos tiempos estamos en un mundo más plural que
2 Kymlicka, Will, La Política Vernácula. Nacionalismo, multiculturalismoy ciudadanía, Barcelona, Pai-
dós, 2003 p. 170.
3 Taylor, Charles, El multiculturalismoy lapolítica del reconocimiento, México, FCE, 2009, p. 26.
I n t r o d u cci ó n 11
lucha por reconocer lo diferente, en el cual los derechos humanos se extienden a defen-
der las diferentes expresiones culturales, y en el que ser diferente no quiere decir debi-
litar a los estados, sino hacerlos más fuertes con base en el diálogo y el entendimiento
entre las diversas culturas que por muchos años fueron excluidas. Este libro es un in-
tento por darle seguimiento a todo este debate que se ha forjado en los últimos años.
La cuestión indígena no está acabada y todavía falta mucho por hacer.
A continuación se presenta una pequeña síntesis y análisis de los ensayos que in-
tegran este libro.
En el texto de Esmeralda García Ladrón de Guevara, titulado A 60 años de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Vigencia globaly regional se hace un análisis
de los derechos humanos con especial énfasis en los esfuerzos para plasmarlos en dife-
rentes instrumentos internacionales a lo largo de la historia, así como en la evolución
misma de su concepción en la escena internacional. La autora lleva a primer plano de
la discusión la condición de universalidad de dichas prerrogativas humanas, citando lo
mismo a las voces que le son críticas que a los argumentos que apuntan hacia un autén-
tico contenido factible de ser aplicado a todos los hombres y mujeres del mundo, sin
importar la diversidad de su procedencia, pero sin dejar de reconocerlos como produc-
tos, ellos mismos, de una cultura.
Allí donde con frecuencia se apunta la debilidad más evidente de la lucha por los
derechos humanos -a saber: la amplitud o dispersión de la concepción de los mismos-,
Esmeralda García reconoce sin embargo su fortaleza y potencial más importante, debi-
do a que se da espacio para la identificación y participación de múltiples actores que no
lograrían un consenso si debieran operar con una definición demasiado estrecha. Cabe
resaltar que para la autora, aún más importante que la positivización de los derechos
humanos es su proceso de interiorización por todos los actores de la sociedad, y en di-
cha actitud ella cifra la única garantía real para su cabal cumplimiento.
En el segundo texto del libro, María Elizabeth López Ledesma realiza un ejerci-
cio meticuloso de relatoría acerca de la práctica jurídica internacional que ha desembo-
cado en los tratados, declaraciones, acuerdos y demás instrumentos en los cuales hoy
vemos plasmados los derechos humanos de los pueblos indígenas. Para ello, la auto-
ra lleva a cabo un recorrido histórico sobre las metamorfosis en la concepción de las
prerrogativas y necesidades de los integrantes de dichos pueblos, y cómo ésta ha sido
reflejada por los textos legales concretados. Este ensayo hace hincapié en las posturas
despertadas por la identidad diferenciada de los pueblos indígenas, que han oscilado
permanentemente entre aquellas en las que mediante su asimilación al resto del cuerpo
social se creía conseguir la protección de tales grupos -al sacarlos del "atraso" por ejem-
plo- y posiciones diametralmente opuestas que han pugnado más recientemente por su
preservación identitaria, al ver en ella un activo cultural per se.
12 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Así, el ensayo abunda en la diferenciación de los documentos producidos en los
niveles internacional, regional y nacional acerca de los derechos de los pueblos indíge-
nas, y se detiene especialmente a la explicación de sus cláusulas y artículos específicos
que han marcado cambios epocales en la aproximación hacia el tema de los pueblos in-
dígenas por parte del derecho.
Salvador Mora Velázquez y Eduardo Gómez Ochoa presentan una propuesta
argumentativa sobre cómo las luchas sociales han tenido por consecuencia, además de
la consecución de las metas particulares objeto de su reivindicación, la ampliación del
círculo de actores legítimamente involucrados en el debate de los intereses y necesida-
des colectivos vueltos derechos. En esta nueva dinámica, que complementa y enrique-
ce los aportes emanados del Estado, prerrogativas como la libertad y la igualdad logran
ser reconocidas como inherentes al ser humano y "[...] permiten ejercicios públicos
que dotan al individuo de capacidades autónomas, que al mismo tiempo son generado-
res del status de ciudadanía, y por ende, garantes del derecho político". De acuerdo a
los autores, ello nos lleva no sólo al perfeccionamiento de la democracia -transitando
hacia su modalidad participativa más allá de los meros aspectos formales u operacio-
nales que tal sistema presupone-, sino también a una revalorización misma del rol de la
sociedad civil como actor de incidencia del sistema en su conjunto.
Todo lo anterior, sin embargo, no puede concretarse de no ser concebidos los
derechos políticos como derechos humanos, puesto que entonces se permanecería en
una dinámica de criterios excluyentes -como son los parámetros por excelencia de la
ciudadanía-, y no se lograría encausar el debate hacia el grado de inclusión que hoy es
necesario y que sólo garantizan los términos de la universalidad.
El segundo aparatado del libro comienza con un texto de Saúl Arellano, quien
parte de una detallada caracterización de la modernidad como unidad de medida del es-
pacio-tiempo, de las relaciones políticas y de la explicación del mundo, que no dejó de
afectar la esfera de la identidad al suponer un esfuerzo institucionalizado de homoge-
nización. Por este último proceso, las comunidades más afectadas fueron precisamen-
te las comunidades indígenas, cuya alteridad fue combatida por todos los frentes por
los poderes coloniales, en pos de la consecución del objetivo moderno por exclencia:
el progreso, en oposición siempre a lo tradicional. No obstante lo anterior, el a1:1tor nos
señala que fue imposible contener la influencia dialéctica de las culturas en contacto, y
más que una erradicación de las "identidades atrasadas", de facto lo que se dio fue un
mestizaje racial, cultural, identitario, visible hasta nuestros días en la composición de
nuestras sociedades.
Tal configuración societal recibe el nombre de multiculturalismo, y frente a las
condiciones de pluralidad, inclusión y tolerancia que éste plantea en el discurso, este
texto llama la atención hacia el hecho de que ha faltado mucho para su consecución en
la vida cotidiana. Saúl Arellano llama hacia la construcción de una base que sea efecti-
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vamente compartida de modo universal por todos los seres humanos, y sobre la cual
pueda fundarse un proyecto multicultural factible para el Estado-nación; sin embar-
go, reconoce que las condiciones actuales son más difíciles que nunca para concretar
este objetivo, ya que la velocidad con la cual la nueva era de migraciones está heteroge-
neizando la constitución social de las comunidades receptoras, rebasa con mucho los
avances en el debate y reflexión sobre el modo de abordar la alteridad. Este ensayo invi-
ta a lo largo de su línea argumentativa a ser críticos con los parámetros integracionistas
de solución a la pluralidad de nuestras sociedades, y plantea, como alternativa, la cons-
trucción de un consenso internacional con base en un interés planetario por lograr con-
diciones de convivencia sostenibles y en equilibrio con la naturaleza, punto este último
también transversal de la agenda que atañe a todas las sociedades contemporáneas.
En este ensayo, Miriam Díaz Somera parte de una obligada reflexión acerca de
la pretendida oposición entre la existencia de derechos colectivos de frente al pilar del
liberalismo por excelencia: los derechos individuales. La autora critica al respecto que el
actual sistema no dude en otorgar derechos colectivos a entidades como las multinacio-
nales, y se vale de la entrada en su análisis de estos últimos actores para presentar un pa-
norama de las actuales condiciones de desdibujamiento de algunas de las cualidades clá-
sicas del Estado. Este escenario, sin embargo, se presenta como una gran oportunidad
para grupos minoritarios con reivindicaciones históricas, para hacerse más visibles y lo-
grar avances en sus condiciones de vida, tendencia que no es menor al estar encarnada
por contingentes de organizaciones de mujeres, personas que viven con discapacidad,
homosexuales, niños, y, de forma trascendental para este trabajo: pueblos indígenas.
Los derechos colectivos, anclados en el meta-derecho a la no discriminación,
han sido el grito de lucha de múltiples movimientos indígenas desde las últimas décadas
del siglo pasado, y en este texto se rescata como éxitos del debate provocado por ellos
la constelación de instrumentos jurídicos internacionales emanados de la ONU, OIT y
la propia Constitución Mexicana, de los cuales la autora realiza una cuidadosa relación.
Finalmente, Miriam Díaz hace un llamado a completar esa esfera legal ya lograda con
un conocimiento y sensibilización real de las autoridades del Estado, de modo que sean
capaces de comprender las dinámicas y procesos endógenos de los pueblos indígenas
en beneficio de las políticas públicas que los involucran.
Alejandro Rosillo argumenta que los Acuerdos de San Andrés pueden entender-
se, a partir del pluralismo jurídico (postura que indica que es posible concebir diversos
marcos jurídicos en un mismo territorio, dinamitando la noción clásica de la razón de
Estado como motor de la vida jurídica de tal o cual territorio), como una oportunidad
y muestra de la presencia de los derechos humanos en los pueblos indígenas; particu-
larmente los piensa como unos derechos humanos construidos, es decir, como la lucha
que han sorteado estos pueblos en particular para que se les reconozcan derechos que
pueden considerarse humanos.
14 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
A lo largo de diversos puntos y en materias diferentes como Derecho a la igual-
dad, participación política, derechos de las mujeres, propiedad de la tierra, derecho a la
autodeterminación y derecho al desarrollo sustentable, entre otros, se van ofreciendo
argumentos de por qué sí es importante concebir a los Acuerdos de San Andrés como
fuente de derecho, además de resaltar la importancia del acento que estos Acuerdos po-
nen sobre la dignidad humana, y ya no sobre la razón de Estado.
El tercer y último capítulo comienza con el ensayo de Pablo González Ulloa, te-
niendo como punto nodal una concienzuda revisión de la importancia de los derechos
culturales para el desarrollo de los pueblos indígenas. Estos derechos son parte fun-
damental de los derechos humanos aunque se han dejado de lado en los últimos años.
Durante el texto se hace un recorrido por toda la gama jurídica que ha posibilitado el
establecimiento de ciertos derechos culturales, a nivel internacional y hace un acerca-
miento al caso mexicano. Por último analiza una de las declaraciones más recientes en
la materia, la de Friburgo y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos
de los Pueblos Indígenas.
José Luis Eloy Morales Brand comienza elaborando una serie de ideas sobre cuál
es el sentido, origen, naturaleza y fundamento del derecho. Cuestiona su utilidad y la re-
lación que guarda con el Estado y dilucida el panorama sobre cómo y en qué medida el
Derecho deja de ser un argumento teórico y se materializa en la realidad social. Sin em-
bargo, se dice, el Derecho no es unívoco y ello se debe en parte a que está en función
de la persona, alimentado a su vez por el pluralismo como alimento de un sentido de-
mocrático de la vida pública. Se argumenta también que se alude a la persona para par-
ticularizar, pero siempre en función de la persona como parte de una sociedad. Poste-
riormente se sugiere que la idea de fomentar el pluralismo, y en donde este encuentra
su límite, está precisamente en respetar la diferencia y procurar la semejanza.
Finalmente, la incorporación del elemento del multiculturalismo al derecho, se
señala, es importante porque considera el caso particular de quien se ve envuelto en
conflictos de tipo legal, y es importante porque reconoce la diferencia y actúa en con-
secuencia, llegando incluso a atenuar sanciones cuando existen -el autor ilustra con al-
gunos ejemplos el caso-. Las prácticas culturales, se dice, deben ser tomadas en cuenta
si lo que se pretende es la justicia.
Posteriormente, Julio Cuevas Romo y Carlomagno Guillén Navarro analizan la
enseñanza de la matemática intercultural, es decir, matemática desde la premisa de la
diversidad, refiriéndose particularmente a grupos culturalmente diferentes y conscien-
tes de esa diferencia. Se argumenta que la actividad de aprender matemáticas implica la
aportación docente, por un lado, de un cúmulo de conocimientos aprendidos y apre-
hendidos de manera incluso histórica, y son recibidos por los alumnos. Sin embargo, se
invita a considerar el hecho de que tanto el mismo docente como los propios alumnos
son poseedores de una carga cultural y de saberes sociales propios, lo que influye na-
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turalmente en el producto final, es decir, el aprendizaje de las matemáticas. De ahí vie-
ne la sugerencia de crear modelos pedagógicos amables y con esta realidad, tal como
lo sería la educación y enseñanza de la matemática intercultural. Se alega que en cierta
medida toda aula es multicultural, aunque hay aulas en donde es más notorio, ello tam-
bién justifica la idea de fomentar una enseñanza de orden intercultural. Así, aterrizán-
dolo al caso concreto de los Altos de Chiapas, el artículo en sí mismo propone la idea
de fomentar desde la educación intercultural y la etnomatemática, una mejor educación
matemática para esta región de Chiapas con la finalidad de crear mejores y más equita-
tivas condiciones de aprendizaje de la matemática a estudiantes indígenas y no indíge-
nas, paliando de paso la discriminación.
Por último, Myriam Rebeca Pérez Daniel realiza un análisis de tres textos edu-
cativos mexicanos dirigidos a comunidades indígenas, particularmente niños. El obje-
to de dicho análisis parte del supuesto de que se tratan de obras que encierran un con-
tenido discursivo importante a favor del interculturalismo. Para ello, la autora justifica
que los textos son importantes porque son herramientas extensivas y contenedoras de
discursos en general.
El discurso se presenta en su estudio como un elemento importante debido a la
carga sociocultural que su construcción y significación implica. Se asume que, en todo
discurso, existe un emisor y un receptor del mensaje que, de acuerdo a su condición y
bagaje, codifica y descifra el discurso conforme a su realidad. Esa es la óptica para ana-
lizar los tres textos a los que se hacía alusión en busca de tratar de descifrar cuál es el
contenido intercultural que proponen y cuáles serían las ventajas de un interculturalis-
mo de ese tipo. Concluye afirmando que ese interculturalismo es benéfico para México
en la medida en que ejercita un espacio de interacción entre el emisor y el receptor del
texto (contenedor del discurso), contrario al proceso en el que el receptor es más bien
pasivo y no participa en la discusión.
Es importante mencionar que este libro es un esfuerzo para que el tema indíge-
na siga en la mesa del debate y que todos los autores que participan en este libro son
de primera línea y sus textos son novedosos permitiendo ver varios debates contem-
poráneos.
PRIMERA PARTE
LOS DERECHOS HUMANOS
DESDE UNA PERSPECTIVA UNIVERSAL
A 60 AÑOS DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL
DE LOS DERECHOS HUMANOS.
VIGENCIA GLOBAL Y REGIONAL
Esmeralda García Ladrón de Guevara1
23 Cfr. Perry, Michael J., · e Human Rights Universal? The Relativist Challenge and Related
Matters" en H11man füghts Q11arter/y, Agosto 1997, volumen 19, número 3, p.461.
24 Ídem., p.475.
25 Ídem., p. 471.
26 Messer, Ellen, op. cit., p. 223.
27 Cfr. Donelly,Jack. "Human Rights and Human Dignity: an analytic critique of non-western
conceptions of Human Rights" en TheAmerican Political Science Reví EVA,Junio 1982, Volu-
men 76, número 2, pp. 303-316.
26 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Las posturas de distingo entre los derechos individuales y colectivos son inevi-
tables bajo un marco multicultural. "Guardar la identidad cultural de las minorías en
sociedades multiculturales proponen ciertos derechos especiales, que son descritos en
términos de 'derechos culturales', los cuales se plantean en términos de derechos de
grupo' o 'derechos colectivos". 28 Estas formulaciones reavivan el nexo entre las pro-
puestas de protección individualista y el liberalismo, dejando sesgada la posibilidad de
otro tipo de amparo bajo el nombre de derechos humanos.29
La acepción de individualismo, identificado con las aproximaciones "occiden-
tales" a los derechos humanos, ha sido adoptada para algunos autores como Donelly
como un requisito indispensable para la construcción del término de "derechos huma-
nos".Aquello que aspire a conciliar las necesidades comunitarias sería ajeno a los dere-
chos humanos y se centraría en la aspiración a consolidar la dignidad humana. Noso-
tros consideramos que las propuestas de defensa de los derechos humanos individuales
no necesariamente deban estar distanciadas conceptualmente de las colectivas.
46 Cfr. Alvarez del Cuvillo, Antonio, "Los derechos humanos ¿universales?" En Tiempos In-
teresantes, Publicación seriada irregular, 2006. URL: http://tiempos-interesantes.blogspot.
com/2006/12/los-derechos-humanos-son-universales.html, revisado el 27 de enero de 2009.
47 Neumayer, Eric. ''Do lnternational Human Rights Treaties lmprove Respect for Human
Rights?" en The]011rnal oJ Conflict "Resolution, diciembre 2005, volumen 49, número 6, p. 929.
48 Neumayer, Eric, op.cit.,p. 925.
49 Ídem., p. 926.
A 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos 31
presión directamente proporcional para el cumplimiento de los involucrados, estos ha-
rán lo posible para manifestar evidentes muestras de su "buena voluntad".
Concluimos este ensayo señalando que la creación de la DUDH 60 años atrás,
marcó un precedente importante en materia de universalidad de los derechos humanos.
"Los derechos del hombre son, pues, derechos históricos, es decir, nacieron en cier-
tas circunstancias, están marcados por luchas por la defensa de nuevas libertades con-
tra viejos poderes, su crecimiento ha sido gradual y han estado sujetos a revisión y en-
riquecimiento. Su eficacia depende no de una simple proclamación sino de condiciones
políticas, económicas y culturales".50 Asumirlos como propios incrementará las posi-
bilidades de su eficacia. El acercamiento que se hace a los instrumentos de protección
y promoción de los derechos humanos universales debería hacerse, a través de marcos
socio-culturales y político-económicos y no puramente legales.
Pese a la poca precisión conceptual que involucra el término de "universalidad" ,
no deben desatenderse las particularidades regionales, es importante conservar rasgos
locales para no fracturar los cimientos que coadyuvan la construcción y el manteni-
miento de identidades locales. Las diferencias culturales deben ser respetadas, las vías
que promuevan la interacción de la diversidad deberán ser prioritarias.
Los argumentos sostenidos por los 8 países que se abstuvieron en 1948, deja-
ron clara la apertura interpretativa de la Declaración. En su momento, se plantearon
controversias respecto a la libertad de expresión, previendo su uso para la difusión de
la violencia o la intolerancia; la igualdad tanto de naciones como de seres humanos; y,
la prohibición de la pena de muerte en tiempos de paz. 51 Estas no eran temáticas úni-
cas o características de fines de la década de los años 40, sino titulares de mesas de de-
bate del año 2008.
La interiorización comunitaria -gubernamental, no gubernamental, sociedad ci-
vil y sectores empresariales- de las normas codificadas en los tratados internacionales
es la única garantía de su cumplimiento. Es necesaria la interacción, la interpretación y
la internacionalización de normas universales de derechos humanos. Otorgar validez a
estas normas ayudará a su aceptación, adopción, inclusión y cumplimiento.
Estamos convencidos que, a través de sus 30 artículos, la DUDH se convirtió
en un "código universal de derechos humanos protegidos internacionalmente, el cual
pueden suscribir todas las naciones y al cual pueden aspirar todos los pueblos". 52 Para
el año 2008, la Declaración continúa siendo la inspiración de todo instrumento inter-
nacional de protección a los derechos humanos.
Introducción
Los pueblos indígenas son considerados como grupos dotados de Derechos Humanos
en cuanto a su calidad de colectivos étnicos. Esta realidad jurídica legislativa internacio-
nal tiende a lograr el acceso de estos pueblos a dos de sus Derechos Humanos básicos:
la libertad y la igualdad.
El debate sobre el reconocimiento de derechos colectivos surge a partir del siglo
XVI, cuando se originaron importantes ideologías con respecto al reconocimiento de
los derechos colectivos de los pueblos indígenas, mismos que han influenciado el con-
tenido de los instrumentos jurídicos internacionales tomando diferentes posturas, ya
sea la iusnaturalista, o bien la eurocéntrica y estatocéntrica. Sin embargo, también iden-
tificamos dos criterios que priman entre los instrumentos internacionales de Derechos
Humanos que se han elaborado en el seno de la Organización de las Naciones Unidas:
el de la integracióny/ o asimilación, que considera a los indígenas como personas en lo
individual, asimilándolos al resto de la población del territorio en que habitan, y dán-
doles en algún caso una protección especial-individual por formar parte de un grupo,
minoría, diferenciado pero que forma parte del Estado nacional; y el segundo criterio
es que se reconoce y protege a los indígenas como un colectivo con status cultural dife-
renciado del resto de la población del lugar en que habitan, respetando y protegiendo
su cultura, religión, organización política, social y su cosmovisión.
Los indígenas, considerados individualmente, pertenecientes a un Estado so-
berano, tienen por extensión derecho a la protección de sus Derechos Humanos a tra-
vés de todos los instrumentos internacionales que se han originado -respecto a esta mate-
ria- hasta nuestros días, a partir de la Carta de las Naciones Unidas de 1945 y a la que
se suma la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, en la que expre-
sa de forma clara los Derechos Individuales y las libertades de todos, y que constituye
la base de la legislación del siglo XX sobre Derechos Humanos y el punto de referencia
para el movimiento a favor de los Derechos Humanos Universales, que descansa en los
fundamentos de igualdad entre todos los seres humanos,y el de lano discriminación.
Como instrumentos sobresalientes en los que se aplica el segundo criterio de
protección a los indígenas como grupo, o colectivo, y algunos que van más allá al de-
1 Profesora de Tiempo Completo de la Facultad de Derecho de la Universidad·Autónoma de
San Luis Potosí.
33
34 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
nominarlos "Pueblos", destacan: el Convenio No. 169 de la Organización Internacional
del Trabajo, sobre la Protección de las Poblaciones Indígenas y Tribales en Países Inde-
pendientes, adoptado el 27 de junio de 1989 y entrando en vigor el 5 de septiembre de
1991, que constituye un instrumento internacional sobre los Derechos Humanos co-
lectivos de los Pueblos Indígenas; la Declaración de los Derechos de las personas per-
tenecientes a Minorías Nacionales o Étnicas, Religiosas y Lingüísticas, Aprobada por
la ONU 1992. Se cuenta también con el Pacto Internacional de derechos civiles y Po-
líticos y el Pacto internacional de Derechos Económicos, Sociales y culturales;la Con-
vención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, adoptada
en 1965; la Declaración de Viena de 1993 donde se enfatiza la naturaleza universal de
los Derechos Humanos y la necesidad de luchar contra todas las formas de racismo,
discriminación, xenofobia e intolerancia. Igualmente destacan los derechos de las mu-
jeres, los niños, las minorías y los pueblos indígenas; la Convención para la Salvaguar-
dia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que fue adoptada en París el 17 de octubre de
2003; la Convención para la Protección del Patrimonio Cultural Material que antecede
a la de patrimonio cultural inmaterial del año de 1972; la Convención sobre la Protec-
ción y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, adoptada en la ciu-
dad de París el 20 de octubre de 2005 en el marco de la UNESCO.
Se reconocen, además, los esfuerzos del Grupo de Trabajo de Naciones Uni-
das sobre cuestiones Indígenas, para adoptar una Declaración, misma que fue aprobada
por la Asamblea General el pasado 13 de septiembre de 2007 con el nombre de "De-
claración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos lnd{genas'En
el ámbito regional mencionamos el Prqyecto de Declaración Americana de los Derechos de los
Pueblps Indígenas. Otros avances se presentan en los siguientes instrumentos: la Directi-
va Operacional 4.20 del Banco Mundial de 1991; Declaración de Río y programa de ac-
ción sobre el medio ambiente en 1992 -Programa 2-; Documento de Helsinki de 1992;
Resolución 1994 del Parlamento Europeo sobre una Protección Efectiva para los Pue-
blos Indígenas; Convenio sobre la Diversidad Biológica de 1992; la Carta de la Socie-
dad Civil para la Comunidad del Caribe de 1997; Carta Interamericana Democrática de
la OEA de 2001, entre otros. Estos instrumentos reflejan la voluntad mundial y regio-
nal para el reconocimiento, protección y difusión de los derechos colectivos de los pue-
blos indígenas. Sin embargo, y sin restarle valor a estos instrumentos internacionales,
hacemos notar que se tuvo que recorrer un camino tortuoso en busca de un consenso
de temas tan importantes como el reconocimiento de determinados derechos colecti-
vos que como pueblos les corresponden; entre ellos se cuenta los derechos a: la orga-
nización polltica, jundica, económica y territorial, y a definir su condición jurídi-
ca internacional. Ello debido a que sólo algunos derechos eran objeto de salvaguarda.
Basta ver cómo en los debates de ambos proyectos de Declaración Sobre los Derechos Hu-
manos de los Pueblos Indígenas, tanto el propuesto por la ONU como el Americano, se pre-
Criterios de integración y de reconocimiento y protección 35
sentaron dos trascendentales problemas -ahora ya superados por la Declaración de la
ONU-:el primero de ellos se refiere a considerar a los grupos étnicos nativos de deter-
minado territorio como pueblo y el segundo problema es el de laprotección y reconocimiento
de sus derechos colectivos.Los derechos sociales y culturales, como derechos colectivos, son
los únicos que habían sido reconocidos en el Derecho Internacional contemporáneo,
al consagrarlos en instrumentos jurídicos internacionales de protección, reconocimien-
to y difusión, nos referimos a: la Convención para la Protección del Patrimonio Cultural Ma-
terial, la Convenciónpara la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y la Convención sobre
la Proteccióny Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales.
Actualmente, consideramos que el indígena del siglo XXI se enfrenta a normas
de derecho y jurisdicciones no solamente en el ámbito interno del territorio que habi-
ta, sino también internacionales, ajenas a su cosmovisión, cada día más complejas y le-
janas a su raíz étnica y a su realidad cotidiana, misma que se ha presentado en la histo-
ria jurídica como a la misma realidad que se enfrentó jurídicamente el indígena del siglo
XVI; a éste se enfrentó también el indígena del siglo XIX, como nacional de un régi-
men democrático.Toda cultura en su evolución histórica ha transitado por procesos de
trasplante y recepción legislativas, sea por procesos de conquista, colonialismo o inde-
pendencia; lo importante es dar solución legal a la coexistencia de culturas y sistemas
de derechos desiguales dentro de la interacción de sociedades heterogéneas, es por ello
que resulta importante determinar los criterios internacionales para determinar si a los
pueblos indígenas se les debe reintegrar asimilándolos, o bien, se debe proteger y reco-
nocer su identidad política, económica social y cultural.
1.1.Marco de Referencia2
2. Criterio de la integración
Después de la Segunda Guerra Mundial las estructuras políticas coloniales que nega-
ban el autogobierno a los pueblos colonizados e imponían una administración contro-
4 En el Convenio número 107 de la OIT de 1957, es donde se crea esta filosofía
38 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
lada por los pueblos colonizadores en su propio beneficio, comenzaron a verse como
algo negativo y las teorías políticas que legitimaban el colonialismo de las potencias eu-
ropeas comenzaron a derrumbarse. El interés internacional imbuido en la postura esta-
tocéntrica, comienza a considerar el fin del colonialismo a través de la implementación
del régimen de descolonización basado en la Carta de las Naciones Unidas, 5 el cual
no restituiría el orden político y social anterior a la colonización; se crean instituciones
nuevas que se estiman apropiados para hacer efectivo el autogobierno -como el libre
consentimiento y condiciones de igualdad para el territorio afectado-.6
Con la implementación de la descolonización se desarrollan instrumentos in-
ternacionales que pretenden hacer efectivos los principios de la Carta de las Naciones
Unidas de 1945 y a la que se suma la Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 1948; en ellos se proclaman los Derechos Humanos individuales de todos los seres
humanos y los Derechos Humanos Colectivos de los Pueblos para autodeterminarse.
Con el movimiento de descolonización la sociedad internacional dirige su inte-
rés hacia los Derechos Humanos de grupos vulnerables tales como los grupos indíge-
nas de los estados independientes.
De esta forma la Organización Internacional del Trabajo (011), fue el organis-
mo internacional que se ocupó en primer término de las cuestiones indígenas. Desde su
creación en 1919, la OIT ha defendido los derechos sociales y económicos de los gru-
pos cuyas costumbres, tradiciones, instituciones o idioma los separan de otros sectores
de las comunidades nacionales. En 1953, la OIT publicó un estudio sobre poblaciones
indígenas y en 1957 adoptó el Convenio Nº 107 y la Recomendación Nº 104 sobre la
protección e integración de las poblaciones indígenas y tribales. Asimismo, en junio de
1989, la Conferencia Internacional del Trabajo aprobó una versión revisada del Conve-
nio Nº 107 (actualmente Convenio Nº 169) sobre Pueblos Indígenas y tribales.
El Convenio 107 de la OIT traza los lineamientos del criterio de la integración, 7
con el propósito de proteger a las poblaciones aborígenes, tribales y semitribales de los
países independientes, dando de esta forma un giro impresionante a la concepción de
los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas; tiene el mérito de ser el primer ins-
trumento internacional que reconoce los derechos de estos pueblos a la propiedad an-
cestral; a mantener sus propias costumbres e instituciones, y con la finalidad de su inte-
5Ver la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales. Re-
solución 1514 (XV) de la Asamblea General, de 14 de diciembre de 1960.
6 Posición adoptada en las resoluciones 1514 y 1541 de la Asamblea General en 1960. Do-
cumentos Oficiales de la A.ramblea General de las Naciones Unidas, 1514 ()(v;, 14 de diciembre
de 19600, 15° período de sesiones, Suplemento nº. 16, p. 66 A/4684 (1961); Resolución 1541
(XV), 15 de diciembre de 1960, principio VI, Documentos Oficiales de la Asamblea General de las Na-
ciones Unidas, 15° período de sesiones, nº.16, p. 29, A/4684 (1961).Citado por S, Anaya, James,
Op. Cit, p, 98.
7Anaya,James, op. cit, p. 88.
Criterios de integración y de reconocimiento y protección 39
8
gración progresiva, tal y como se encuentra establecido en su artículo 2: "Incumbirá
principalmente a los gobiernos desarrollar programas coordinados y sistemáticos con
miras a la protección de las poblaciones en cuestión y a su integración progresiva en
la vida de sus respectivos países [...]".9
El Convenio 107 de la OIT, identificó a los grupos indígenas como vulnerables
o más desfavorecidos; era necesaria la especialprotección de sus Derechos Humanos.
Estos grupos social y culturalmente diferenciados serían protegidos al asimilarlos en
los sistemas políticos y sociales en los que estaban incluidos para llevar a cabo su inte-
gración. Se les otorgó derecho a la nacionalidad y a la ciudadanía; el Estado indepen-
diente sería "culturalmente homogéneo". La ONU promovió así la diversidad cultural,
pero entendida únicamente la de los estados independientes -postura estatocéntrica- y no
de los diferentes grupos étnicos que al interior de los estados existían, es decir: la diver-
sidad se entendió al exterior y no al interior del Estado.10
Es así como el Convenio 107 de 1957 se propuso promover mejores condicio-
nes sociales y económicas para los pueblos indígenas en general, es decir, se propuso la
integración socialypolítica al considerar que "[...] la integración en la sociedad nacional do-
minante era la mejor forma de que los grupos indígenas participaran en el proceso de
desarrollo de los países donde habitaban",11 lo que significaría la extinción de formas de
vida distintas a las de la población no indígena; o bien, lograr que el indígena dejara de
serlo.Al parecer el derecho humano a la igualdadjuridica trazó las bases para desconocer
los derechos de estos pueblos, en consecuencia, consideraba las poblaciones indígenas
como transitorias, su protección se extendía hasta lograr su integración.
Se comienza a cuestionar la integración de los pueblos al Estado que habitan so-
bre todo por las organizaciones indígenas, y es así que se califica de obsoleto al enfo-
que integracionista; resultaba imprescindible su revisión, misma que se realiza en las se-
siones de la Conferencia General de 1988 y 1989.12 Como resultado se adopta el 27 de
junio de 1989 el Convenio 169 sobre Pueblos indígenas y tribales, para reconocer a los
pueblos indígenas su propia identidad y respetarla.
No podemos calificar de errada o carente de utilidad la integración de los indí-
genas al resto de la población, pues la finalidad fue dar solución al retraso y marginali-
dad de estos pueblos, además de considerarlos como destinatarios de Derechos Huma-
8 Cabedo Mallol, Vicente, Constitucionalismo y Derecho Indígena en América Latina, Valencia Uni-
versidad Politécnica de Valencia, 2004, p. 89.
9 Convenio Nº. 107 relativo a la Protección e Integración de las Poblaciones Indígenas y de
otras Poblaciones Tribales y Semitribales en los países independientes, 26 de junio de 1957.
1O Puente, Mauricio Beuchot, Bartolomé de las Casas, El humanismo indígenay los Derechos Humanos,
México, UNAM, 1994, pp. 89-90.
11 Cfr. James Anaya, op. cit., p. 97.
12 Cabedo, Vicente, op. cit.,p. 92.
40 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
nos individuales, 13 aunque su etnicidad quedaba desprotegida. Que se les reconozca sus
Derechos Humanos individuales no afecta el reconocimiento de sus Derechos Huma-
nos colectivos como integrantes de un colectivo indígena.
Es evidente que no fue suficiente la protección y reconocimiento de sus Dere-
chos Humanos con el criterio de integración, pues hay que recordar que son grupos
desfavorecidos que necesitan una especial protección como colectivo étnico, al encon-
trarse de manifiesto en los informes de los relatores en el Foro Permanente sobre Cues-
tiones Indígenas de la Naciones Unidas, 14 en donde se han dado a conocer las cons-
tantes violaciones de Derechos Humanos de que son víctimas. Ejemplo de ello es la
propuesta de la Relatora Especial de la Subcomisión de Promoción y Protección de
los Derechos Humos, Erica-Irene Daes, quien propone a los estados implementar
normas humanitarias internacionalmente relevantes para garantizar los derechos de las
mujeres indígenas, especialmente dentro del Derecho Humanitario, es decir en conflic-
tos armados.15
13 Ver casos: Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas HR/4753. Tercera Sesión 14 de
mayo de 2004. Novena y décima reunión.
14 El Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas fue creado por el Consejo Económico y
Social en el año 2000; está formado por 16 expertos y funciona como órgano subsidiario cuyo
objetivo es ayudar al ECOSOC a coordinar las actividades de la ONU -especialmente median-
te asesorías- y discutir temas relativos a las poblaciones indígenas tales como: el desarrollo, la
cultura, el ambiente, la promoción de sus Derechos Humanos, el cuidado del medio ambien-
te y la salud.
15 Erica-Irene Daes, Relatora Especial de la Subcomisión de Promoción y Protección de los
Derechos Humanos, Comisión de Derechos Humanos, hizo notar que "[...] las violaciones y
el abuso sexual han sido usados de manera sistemática para intimidar y traumatizar a las muje-
res indígenas y sus familias en políticas de interrogatorio, guerras civiles y conflictos armados.
Un estimado de 170 millones de mujeres indígenas en todo el mundo han sufrido una extendi-
da discriminación y otros graves abusos, dijo, añadiendo que ciertos Estados, de manera ·deli-
berada, ignoran las flagrantes violaciones contra las mujeres indígenas o contra comunidades
indígenas completas. Los Estatutos de los Tribunales Penales Internacionales para la ex Yugos-
lavia y Rwanda han considerado las violaciones durante los tiempos de guerra -por Primera vez-
como un crimen contra la humanidad, continuó. Además, el Estatuto de la Corte Penal Interna-
cional incluyó una disposición importante acerca de "violación, esclavitud sexual, prostitución
forzada, embarazo forzado, esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia sexual o
de gravedad comparable". Daes urgió a los estados a implementar normas humanitarias inter-
nacionalmente relevantes para garantizar los derechos de las mujeres indígenas, contra el em-
barazo forzado, esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia sexual o de gravedad
comparable. Cfr. Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas HR/4753. Tercera Sesión 14
de mayo de 2004 .Novena y décima reunión (AM y PM) http:/ /www.cinu.org.mx/Pr. ensa/es-
peciales/indigenas/ oradores_foro.htm
Criterios de integración y de reconocimiento y protección 41
3. Criterio de la protección y reconocimiento
de la identidad colectiva de los pueblos indígenas
Aún modificado el Convenio 107, los documentos internacionales siguieron sin erradi-
car la concepción individualista y estatalista de los Derechos Humanos de integración,
aunque se le reconoce el valor a este criterio pues como ya se mencionó vuelve su mi-
rada hacia los indígenas paras reconocer y proteger sus Derechos Humanos, pero aún
resultaba necesario continuar con una segunda etapa, quizá de perfeccionamiento, que
consiste en reconocer la identidad colectiva y por consiguiente, los derechos colectivos
de los pueblos indígenas.
El convenio 169 de la OIT elimina la actitud integracionista frente a las pobla-
ciones indígenas comunes; es un instrumento internacional que cambió radicalmente
el sentido del convenio 107, y que comienza a marcar pautas para el perfeccionamien-
to de la cuestión indígena, además, representa una evolución trascendental en la polí-
tica de la comunidad mundial respecto a su posición filosófica, sobre la integración de
los pueblos indígenas en la realidad política y social contemporánea. Se manifiesta en el
preámbulo del Convenio: "Laaspiración de estospueblos [indígenas] a asumir el control de sus
propias aspiracionesy farmas de viday de su desarrollo económicoy a manteneryfortalecer sus iden-
tidades, lenguasy religiones, dentro del marco de los Estados en que viven".16 En el Convenio se
prevén disposiciones que promueven la integridad cultural indígena, derechos sobre la
tierra y recursos y la no discriminación en el ámbito de bienestar social. En lo general
impone a los estados la obligación de respetar las aspiraciones de los pueblos indígenas
en todas las decisiones que les afecten, cabe hacer notar que la inserción de estos dere-
chos se continúa dando dentro de la dicotomía individuo/Estado y, en especial, choca
con el concepto de soberanía estatal que excluye una soberanía concurrente. La inclusión
de la apalabra pueblo se admite, frente a la resistencia de los gobiernos, quienes la asocian
al término autodeterminación o libre determinación, interpretada como el derecho de éstos a
formar un Estado independiente que tanto asusta a los estados nacionales del mundo
contemporáneo; para salvar cualquier duda y compromisos se establece el sentido del
término pueblo: "[...] no deberá interpretarse en el sentido de que tenga implicación alguna en lo
que atañe a los derechos quepueda tener dicho término en el derecho internacional':17
Este Convenio reconoce el valor de las comunidades y culturas indígenas y les
permite someter sus demandas a la opinión internacional para hacer valer sus derechos
colectivos referentes al reconocimiento a su identidad de grupo y atributos como co-
lectividad; crea asimismo mecanismos de participación y de consulta en los asuntos que
les concierne directamente, al establecer una nueva relación entre el Estado y los pue-
blos en base a su diversidad cultural y étnica para obtener sus prioridades de desarro-
16 Ibídem.
17 Ibídem.
42 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
llo; además, considera a los pueblos indígenas y tribales como grupos permanentes. 18
Es así que el criterio de la protección y reconocimiento de la identidad colectiva tiene su
origen en este instrumento internacional, mismo que se iría perfeccionando a través de
otros instrumentos internacionales, hasta llegar al más importante y trascendental que,
tomando como punto de partida este criterio de la protección y reconocimiento de la
identidad colectiva, ha sido adoptado el 17 de septiembre de 2007 y es denominado:
'Declaración de la. Organü:ación de las Naciones Unidassobre los Derechos de los
Pueblos Indígenas ".Éste es considerado como parte del nuevo derecho consuetudina-
rio internacional en materia indígena que hasta hoy se está gestando.
la ley y con arreglo a las obligaciones internacionales en materia de Derechos Humanos. Esas li-
mitaciones no serán discriminatorias y serán sólo las estrictamente necesarias para garantizar el
reconocimiento y respeto debidos a los derechos y las libertades de los demás y para satisfacer
las justas y más apremiantes necesidades de una sociedad democrática.
3. Las disposiciones enunciadas en la Presente Declaración se interpretarán con arreglo a los
principios de la justicia, la democracia, el respeto de los Derechos Humanos, la igualdad, la no
discriminación, la buena administración pública y la buena fe".
48 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
5. Criterio adoptado en el artículo 2° de nuestra Constitución vigente
Nuestra Constitución vigente desde sus orígenes reintegra y asimila al indígena al res-
to de la población, al no considerar siquiera en la redacción en la parte dogmática la
composición pluricultural conformada por no indígenas y aún menos por pueblos in-
dígenas; no es sino hasta la Constitución de 1917 cuando en el proyecto de reforma
al artículo segundo constitucional se reconoce32 la formación pluricultural de la pobla-
ción mexicana, al haberse presentado una iniciativa de reforma constitucional en ma-
teria de derechos y cultura indígenas que fue elaborada en noviembre de 1996, por la
Comisión de Concordia y Pacificación, y que fue presentada por el Presidente Vicen-
te Fox, en diciembre de 2000. Esta iniciativa busca recoger en esencia los Acuerdos de
San Andrés Larráinzar, firmados en febrero de 1996 por el gobierno federal y el EZLN.
Es entonces que se abandona el anterior criterio para adoptar el de reconocimiento y
protección de lospueblos indígenas, como lo señala en sus considerandos la mencio-
nada reforma:
32 Diario de los debates, Legislatura: LVIII. Año: l. Período: Segundo Ordinario. Diario 13. fe-
cha: abril 25, 2001.
Criterios de integración y de reconocimiento y protección 49
Son comunidades integrantes de un pueblo indígena, aquellas que formen
una unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y que re-
conocen autoridades propias de acuerdo con sus usos y costumbres.
El derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación se ejercerá en un
marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional. El re-
conocimiento de los pueblos y comunidades indígenas se hará en las consti-
tuciones y leyes de las entidades federativas, las que deberán tomar en cuenta,
además de los principios generales establecidos en los párrafos anteriores de
este artículo, criterios etnolingüísticos y de asentamiento fisico.
A. Esta Constitución reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las co-
munidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la auto-
nomía para [...]
Conclusiones
Introducción
Este artículo es sin duda alguna una aportación de ideas muy interesantes en torno a los
derechos políticos y su reconocimiento como derechos humanos.
La importancia del tema radica en las reivindicaciones por las que pugnan las lu-
chas sociales, en su origen, su conformación, y, de manera más importante, en la "in-
clusión social" de los ciudadanos que propician, haciéndoles interlocutores de negocia-
ción con el Estado, pues la exclusión política determina una condición crítica del sujeto
en tanto ser humano.
Así, la ciudadanía en tanto status defiende su espacio de acción organizándose
desde los nuevos procesos que le brinda y le ha ganado al Estado, los cuales le permi-
ten un reconocimiento de acción en una democracia más participativa y formar parte
de los campos de articulaciones e intereses.
Como se plantea más adelante en este ensayo, es necesario que la participación y
los derechos humanos permitan al ciudadano tener un rostro civil y político, que le po-
sibilite participar, actuar e interesarse en la economía, la política y la sociedad civil.
Al mismo tiempo, se parte de una argumentación positiva en la que la cuestión
pública está determinada socialmente por una noción igualitaria del derecho. Por eso,
desde el enfoque de igualibertad de Balibar, reconocemos que los derechos no pueden
ser exclusivos de ciertos núcleos de población. Desde esta visión, se asume que a dife-
rencia del derecho político, los derechos humanos son universales y no excluyentes.
Las luchas para buscar reivindicaciones sociales han cambiado la unidad de conflicto
unidimensional; por eso, actores como el Estado se han visto descargados de deman-
das. Con mucho esta situación ha sido posible por una pluralidad de actores que hoy
intervienen en este proceso de interacción de enfoques que exponen el tema de la in-
1 Los autores son académicos de la UNAM. Salvador Mora Velázquez es Profesor Asociado
"B" de Tiempo Completo, adscrito al Centro de Estudios en Administración Pública de la Fa-
cultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. El Pro-
fesor Eduardo Gómez Ochoa es Técnico Académico Asociado "C" de Tiempo Completo ads-
crito a la Secretaría de Personal Académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
Universidad Nacional Autónoma de México.
53
54 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
clusión social como un tema integral en el que el sistema político es sólo uno de los am-
bientes en los que ocurren y se construyen espacios territoriales que son los escenarios
para el trabajo de negociación de los interlocutores.
Así, los campos de acción plurales que se configuran en el marco de sociedades
altamente demandantes hoy confirman que los diversos temas y demandas ciudadanas
adolecen de una "salida" unívoca, debido a variables espaciales como es el gobierno lo-
cal, estatal e incluso federal, pues la reacción gubernamental no se canaliza en el ámbito
de la ley. Muchas veces la respuesta pragmática deja latente la conflictiva relación entre
gobierno y derechos de ciudadanía, es decir, no contamos con centros políticos recep-
tivos o agregativos de las demandas que posibiliten la absorción de la presión social, al
orientar el sentido de la demanda a una respuesta conforme a la racionalidad política
determinada por la perspectiva ideológica gubernamental.
La práctica política de buscar conducir la demanda por terrenos llenos de gene-
ralizaciones provoca que el actor social, la masa demandante, no pueda ser subsumida
en corporaciones sindicales o partidos. Esto provoca una creciente exclusión que inicia
en el marco de la política. Es así que exclusión y derechos se ven interrelacionados bajo
un enfoque crítico del ejercicio de ciudadanía como un derecho humano; sin embargo,
no se puede pensar en una ecuación de vinculación de ambos conceptos de una ma-
nera práctica; el principal dilema se encuentra cuando observamos el índice de reco-
nocimiento e identificación cívica que los individuos construyen en torno de los dere-
chos políticos.
La desafección que vive el régimen democrático determina el alcance del traba-
jo de educación cívica que las instituciones establecen como valores, mismos que ge-
neran una rutinización de conductas que a mediano plazo legitiman y por tanto vigori-
zan la función del Estado.
La ciudadanía recrea un ambiente propicio para el ciudadano, pero no así para
lograr que su presencia sea ininterrumpida, como un agente dinámico que ofrece una
relación tensionada con los cuerpos de representación, no para oponerse a su función,
sino para defender su espacio de acción que se construye con base a la organización al-
rededor de incentivos provenientes desde la política. Por ello se considera que las accio-
nes proactivas sólo se concretan en cuanto el Estado se vuelve un garante de las condi-
ciones institucionales suficientes que permitan el desarrollo de los actos colectivos del
individuo y de la sociedad.
Por otra parte, podemos ubicar que no sólo es función del Estado proveer del
marco valorativo que regula al menos ética y moralmente la acción del sujeto individual
y colectivo, sino al mismo tiempo permite la introducción de nuevos temas, basados en
una redefinición del sujeto en la "afirmación de la diferencia"; esto es, se teje un nuevo
relato contrahegemónico basado en la apreciación de la diversidad que converge con
los nuevos procesos de inserción del ciudadano en los procesos productivos, comuni-
Los derechos políticos y su reconocimiento como derechos humanos 55
cacionales e incluso societales de interacción, lo cual permite que el Estado hoy recu-
pere esos debates y permita la existencia de discusiones en torno de políticas de reco-
nocimiento y promoción de lo diverso.
Así tenemos que los derechos de los otros vienen a generar un nuevo código va-
lorativo con que se interacciona en el entorno de la política, pues hoy el código de la
política se caracteriza por la instrumentación de mecanismos de democracia participa-
tiva, modelo que se aleja del proyecto liberal representativo sustentado en la accesibili-
dad del ciudadano y de las corporaciones intermedias para asumir la representación de
intereses, y formar parte de los cuerpos de articulación de los mismos.
Negando su capacidad de autogobierno del ciudadano, el modelo liberal ciuda-
dano supone que todo proyecto de autodeterminación y organización se vuelca sobre
la necesaria búsqueda de frenos hacia el Estado. He ahí la garantía de los derechos indi-
viduales que son absolutizados por esta idea ciudadana constreñida al ámbito de la re-
presentación, pues por un parte pone un dique a la autonomía y proceso deliberativo
permanente del sujeto, pero por la otra hace factible un modelo formal altamente ex-
cluyente de difícil impugnación, al ser sustentado en el binomio mayoría/ minoría.
Por lo anterior podemos decir que no hay un proceso de contestability, concepto
que garantiza que los ciudadanos mantengan su diferencia a salvo de la "tiranía de la
mayoría", que ha adaptado su ciclo vital de desarrollo al proyecto representativo bajo
un modelo de ciudadanía universalizado-excluyente, mismo que exenta a la mayoría de
contemplar el consentimiento de la minoría para plantear su proyecto.
Es así que los derechos políticos de accesibilidad a la política codifican un sujeto
pasivo la mayor parte del tiempo, un ciudadano que delega sus facultades y capacida-
des político-públicas al cuerpo burocrático profesional del político, que está articula-
do en las corporaciones representativas de los partidos. La lógica representativa somete
al ciudadano, debido al propio proceso de concentración de poder y funciones en tor-
no de las estructuras altamente burocráticas y oligárquicas, generándose un escenario
en el cual los derechos políticos en la práctica son una forma clara de monopolio y de
control sobre las acciones y el impacto de las actividades que los individuos se plantean
como demandas. Ello implica que los derechos políticos pierden su proactividad cuan-
do en la práctica política se enfrentan a los canales institucionalizados, pues se tutela la
existencia de la demanda.
Muy a pesar de que el derecho político está determinado a salvaguardar el dere-
cho individual, su alcance y función dentro de los valores cívicos propicia que tengamos
una limitada idea del derecho humano, pues el acceso a la participación se complemen-
ta con acciones de permanencia y vigilancia de la acción del gobierno representativo y
no solamente con la accesibilidad a la participación.
De esta forma, la nueva tesis del derecho político debemos vincularla con la te-
sis del desarrollo integral del individuo, en el que la exclusión es la mayor preocupación,
56 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
pues es un factor de inestabilidad social que determina el grado de compromiso y acep-
tación de modelos integrales no sólo de desarrollo de infraestructura, sino de la acción
y trabajo ciudadano con miras a una vida colectiva más intensa y de calidad.
En virtud de lo anterior, los derechos políticos y la participación se vinculan para
constituir un proceso complejo de relaciones en las que el objetivo es la conformación
de acuerdos que sólo pueden ser modificados a partir de un proceso de tensión que di-
namice el trabajo político. Una de estas posibles interacciones -mas no la única- en-
tre derechos políticos y participación se da en el marco de la conformación de los go-
biernos a partir del proceso de selección de los gobernantes, el cual está instituido en
el ejercicio del sufragio.
Sin embargo, este proceso ha tenido que sufrir una metamorfosis pues los de-
rechos y deberes políticos hoy en día se integran no sólo por el derecho al voto, dere-
cho a ser electo, derecho a participar en el gobierno y ejercer funciones públicas, sino
también por asuntos de derecho de petición. A estas prerrogativas Daniel Zovatto aña-
de el derecho de asociarse y de reunirse con fines políticos. El autor señala que los dos
derechos arriba planteados se enmarcan "[...] dentro de los de carácter colectivo, refe-
ridos al derecho de organización, asociación y reunión política [...]".2
Debe advertirse que los derechos políticos se ven beneficiados por normas y cri-
terios que mantienen y reconocen al derecho humano, pues los instrumentos de pro-
tección o acceso a sistemas jurídicos nacionales e internacionales para solicitar protec-
ción son parte de las alternativas que actores sociales pueden retomar para defender su
derecho de participación e inclusión.
Uno de los ejemplos más claros de este fenómeno es la ampliación del derecho
al sufragio para la mujer, pues los derechos políticos tenían amplias causales para no ge-
neralizarse, es decir, existían "[...] causales distintas y más numerosas en materia de li-
mitaciones [...]",3 por eso la progresividad y avance de la norma han permitido la exis-
tencia de nuevos mecanismos para la integración de un mayor número de población,
siendo uno de esos mecanismos el sufragio universal en igualdad de oportunidades y
en pleno ejercicio de la libertad del individuo sin determinación de género y sin ningún
dejo de discriminación, con lo que cada voto emitido corresponde a la voluntad y ex-
clusivo deseo de un individuo.
En cuanto a otros elementos de progreso y perfeccionamiento normativo po-
demos destacar que también se han configurado instituciones y procedimientos en los
2 Zovatto, Daniel, "Derechos políticos como derechos humanos" en Nohlen, Dieter, Pica-
do, Sonia, Zovatto, Daniel (compiladores), Tratado de derecho electora/ comparado de América Latina,
México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 33.
3 Picado, Sonia, ''Derechos políticos como derechos humanos" en Nohlen, Dieter, Zovatto,
Daniel, Orozco,Jesús, Thompson,José (compiladores), op.cit., p. 50
Los derechos políticos y su reconocimiento como derechos humanos 57
que el voto es plena y clara razón de un derecho ejercido, y es reconocido como ina-
lienable eintransferible de la voluntad soberana del individuo.
Así, democracia y elecciones configuran el escenario para el reconocimiento de
los derechos políticos, pero al mismo tiempo para legitimar la ascendencia y protección
de los derechos humanos sobre la acción pública ciudadana. Hoy en día los derechos
humanos de primera generación son integrados por los derechos políticos y los dere-
chos civiles, derechos que provienen del ejercicio y disfrute de la libertad política, mis-
ma que emana del compromiso estatal por la defensa de la reflexividad y autonomía
del sujeto frente al Estado, esto es, la clásica tipificación de los derechos políticos como
derechos humanos de primera generación ha establecido el cómo, qué y quienes intervie-
nen en la conformación de la relación poder político-ciudadanos, a partir de los proce-
dimientos normativos que instituyen al régimen democrático. Así como a los valores de
la democracia: virtudes cívicas y libertades políticas y civiles.
Estos procedimientos (como el sufragio) y valores generan un proyecto de "so-
lidaridad procedimental" que establece vínculos de reciprocidad, en el que la política
juega un importante papel, pues nos ofrece un proyecto incluyente que permite la cons-
trucción de acuerdos y consensos que derivan en identidades y preferencias que deter-
minan la voz de la pluralidad "[...] como un valor constitutivo de la democracia".4
Llegar a constituir este modelo basado en la Ley requiere de una universalidad ficticia,
habilitada por los principios políticos de un contrato social que sustenta puntos míni-
mos en común, presentes a toda la comunidad política, y que se considere "[...] una re-
ferencia latente a la universalidad ideal [ ...]",7 con el objetivo de construir un "origen
simbólico" en el que el derecho político es en todo momento una creación social de la
naturaleza humana, logrando con ello, la trascendencia ahistórica como un valor inma-
nente a la persona.
Ahora bien, lograr que el Estado garantice esta condición del sujeto requiere de
un compromiso de garantizar la igualibertac! como un pn'ncpi io extensivo e intensivo; pues
como un valor intenso los derechos humanos no pueden cercenarse o tener límites para
núcleos de población, es decir tienen un c3:1:ácter universal. Lo mismo ocurre con el
principio extensivo, pues si bien en su planteamiento hay una valoración geográfica, el sen-
tido sociológico o civil le da un cariz de trascendencia, pues se entiende que los dere-
chos no pueden desconocer su carácter universal, como lo hemos señalado arriba, de
ahí que se afirme que no se permite en su ejercicio ningún acto de exclusión que afec-
te a grupo o individuo.
Así, la exclusión y ellímite para disfrutar de derechos son elementos que son aje-
nos y acciones opuestas a un completo marco integral que permite introducir a los de-
rechos humanos "[...] como antecedentes u obligaciones externas dentro del proceso
democrático [...]".9 Sin embargo, hay que ser cuidadosos con el argumento anterior,
pues colocar a los derechos humanos en una condición previa o externa al proceso de-
mocrático -que se materializa en el ejercicio de la participación pública del sujeto- ol-
vida que tanto la libertad e igualdad, igualibertad, van justificadas como dos categorías
que van de la mano en el ámbito de la sociedad.
7 Balibar, Étienne, Violencias, identidades y civilidad. Para una culturapoHtica global, Barcelona, Ge-
disa, 2005, p. 174.
8 Ídem., p. 176.
9 Habermas, Jürgen, "Derechos humanos y soberanía popular: las versiones liberal y republi-
cana" en Ovejero, Félix, Martí, José Luis y Gargarella, Roberto (compiladores.), Nuevas ideas re-
publicanas. Autogobiernoy libertad, Barcelona, Paidós, 2004, p. 202.
Los derechos políticos y su reconocimiento como derechos humanos 61
Es decir, desde la posición de Hanna Arendt, estamos en la completud de un
sujeto que manifiesta "[...] un derecho a tener derechos[...]", 10 que incrementalmen-
te asume un sentido crítico con el proceso democrático y reconoce que estos derechos
de igualibertad son principios que se obtienen mediante un ejercicio permanente, que
desde luego son materializados en el individuo, pero su proactiva condición permite
la concreción de proyectos colectivos de emancipación, y reconocer a la política como
un derecho.
Ante ello, la política como derecho expone un proyecto de universalidad que
tiende a procurarnos un mundo colectivo exento de exclusiones y de constricciones,
pues la libertad y la igualdad se mantienen como el origen de los elementos constituti-
vos del hombre. La búsqueda de un ethos que se cimenta en los principios anteriormen-
te expuestos nos brinda la oportunidad de conformar un relato ahistórico, ya que la pe-
renne realización de la autodeterminación del sujeto es parte de la condición humana,
que recrea un principio de solidaridad más allá de una noción normativa.
La llamada nación de ciudadanos que surge del ejercicio de derechos de igualiber-
tad, determina el contenido sustantivo de los derechos humanos, pues su concreción
se debe "[...] a las condiciones formales de la institucionalización jurídica de aquellos
procesos discursivos de formación de opinión y voluntad a través de los cuales la sobe-
ranía del pueblo puede ser ejercida". 11
Conclusión
Las luchas sociales han logrado cambios muy importantes. El Estado ha dejado de ser
el actor principal de las demandas sociales al permitir a los ciudadanos su desarrollo co-
lectivo e individual en la afirmación de la diferencia.
Esto se ha logrado interesando al ciudadano en los procesos productivos, de co-
municación y en los sociales. El cambio de la unidad de discusión dejó de ser la dimen-
sión estatal para colocarse en lo local, lo que permite que la participación en los deba-
tes que se relacionan con lo diverso se expanda. Es decir, hemos pasado a espacios de
discusión con una formación democrática más participativa, no excluyente, que consti-
tuya una viable representación de intereses colectivos.
Sin duda, buscar una salida a esta condición del ciudadano es importante porque
el Estado y los valores que lo legitiman han perdido fuerza como únicos principios que
generan ciudadanía; hoy además existe un actor proactivo que defiende los espacios de
acción que se han ganado. Esto obliga al Estado a reconocer la existencia de debates en
torno a la política y a que reconozca a ésta como un derecho humano. El derecho a la
1O Arendt, Hannah, Los orígenes del totalitarismo, México, Editorial Taurus, 4ª edición, 2004, p.
375.
11 Habermas, Jürgen, op. cit., p. 206.
62 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
libertad, el derecho a la igualdad y en suma el derecho político, en cuanto se traducen
como derechos innatos a la persona, permiten ejercicios públicos que dotan al indivi-
duo de capacidades autónomas, que al mismo tiempo son generadores del status de ciu-
dadanía, y por ende, garantes del derecho político.
Finalmente, no perdamos de vista que al revalorar el papel de la sociedad en el
ámbito público se consigue que la democracia representativa se fortalezca gracias a un
mayor margen de acción conforme al principio de libertad, en el cual el ciudadano pasa
de ser excluido a ser más participativo.
Así pues, el Estado debe comprometerse a garantizar los derechos políticos
como derechos humanos, y no puede circunscribirse a un ámbito exclusivamente local,
ya que tales prerrogativas deben ser universales.
SEGUNDA PARTE
LA CUESTIÓN INDÍGENA
EN LOS DERECHOS HUMANOS
MODERNIDAD, DERECHOS HUMANOS
Y NUEVOS MESTIZAJES
Saúl Arellano 1
5 Gaos argumenta: "La minuciosidad precisa de la forma de los Ejercicios (espirituales) hace el
efecto, más que de un arte, de.una técnica -y su contenido y finalidad psicológicos, el de una tur-
badora anticipación de las técnicas de nuestro tiempo para influir en las psiques ajenas. (Lavado
de cerebro) ¿De dónde pudo sacar San Ignacio, o dónde encontrar en sí tanta modernidad? ¿En
lo caballeresco y militar de su familia y mocedades? Con tan patente perduración en los ejerci-
cios del rey temporal y de las dos banderas. A primera vista, pareciera más medieval que mo-
derno; pero si se recapacita que la corte en que había sido cortesano fue fundadora de un Esta-
do moderno, y la guerra en que había sido guerrero una de las iniciadoras de la guerra moderna
[...]" Gaos,José, op. cit., p. 128.
6 Samuel Ramos distinguió las distintas categorías de mestizaje que se dieron en México en
la época de la Colonia: ''De castiza y español: español; de español e india: mestizo; de español y
negra: mulato; de español y mulata: morisco; de español y albina: torna-atrás; de indio y torna-
atrás: lobo; de lobo e india: zambayo; de zambayo e india: cambujo; de cambujo y mulata: alba-
razado; de albarazado y mulata: barcino; de barcino y mulata: coyote; de coyote e india: chami-
zo; de chamizo y mestiza: coyote mestizo; de mestizo y española: castizo; de coyote y mestiza:
Modernidad, Derechos humanos y nuevos mestizajes 69
formas espirituales se configuraron más allá de cuestiones raciales, una vez generaliza-
do el mestizaje, teniendo como referencia la pertenencia a determinados grupos socia-
les, a la posición económica y al prestigio social que los distintos grupos fueron cons-
truyendo a lo largo de la Colonia.
De este modo, lo que pretende destacarse con estas consideraciones es que de la
mano de las transformaciones. económicas y políticas que se iniciaron en el siglo XVI,
se abrió una ruta hacia la generación de nuevos mestizajes, todos formándose y trans-
formándose con una velocidad nunca antes vista y sobre todo en una escala por·pri-
mera vez planetaria.
A diferencia de los mestizajes que se habían generado hasta el siglo XVI, casi to-
dos producto de la conquista o el encuentro de grandes civilizaciones y cuyas formas
de construcción tenían como resultado la formación de culturas que permanecían rela-
tivamente "inmóviles" durante siglos, la era de los viajes transatlánticos inaugurada por
Cristóbal Colón, permitió el inicio de movilizaciones masivas de población que fue ge-
nerando nuevas formas de encuentro, convivencia y fusión de culturas y tradiciones.
Estas formas de "mezcla" cultural, convivieron con culturas que se "agazapa-
ron", o que fueron literalmente recluidas en los "rincones del desarrollo"; es decir no
fueron completamente destruidas pero les fue negado el acceso, por no compartir la
cosmovisión de Occidente, a procesos de inclusión.
De esta manera, mientras en Europa la formación y consolidación paulatina de
los estados nacionales -cuyo desarrollo y fortalecimiento fue construyéndose en buena
medida a expensas de América y África- llevó precisamente a la construcción del nacio-
nalismo y sus Discursos, en los continentes sometidos comenzó a formarse un mosaico
de culturas, tradiciones y hasta la pervivencia de naciones autóctonas subsumidas a los
poderes y administraciones coloniales.
Estos procesos simultáneos pueden considerarse la fuente de lo que hoy se ha
caracterizado como "multiculturalismo" ; esto es, un escenario mundial en el que los
estados nacionales son la sede y la unidad política de naciones y culturas diversas, que
comparten o no un _pasado y una aspiración común de futuro, el cual pretende cons-
truirse desde la idea de un proyecto que puede compartirse con base en la inclusión y
la tolerancia.
Hasta aquí el planteamiento inicial del tema. Sin embargo, quedan por precisar
dos líneas de discusión que están aún a debate y sobre las cuales no se ha logrado avan-
zar de manera suficiente para construir sociedades como las que se han descrito en el
párrafo anterior: 1) ¿Cuál sería el fundamento de una noción universalmente compar-
tida de derechos humanos, base sobre la cual se podría generar la convivencia de dis-
tintos pueblos y culturas al interior de un Estado nacional? y; 2) ¿Cuáles son los límites
"ahí te estás".Una extraordinaria aproximación al pensamiento de Samuel Ramos se encuentra
en: Fuentes Aguilar, Raúl, Lapasión de Samuel Ramos por México, México, 2006.
70 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
y los alcances de las tradiciones y los pueblos frente al reto de una nueva era de migra-
ciones que está generando también una nueva era de mestizajes? Esta segunda cues-
tión implica un corolario: ¿Cómo encontrar rutas para la construcción de fundamen-
tos compartidos de defensa de los derechos humanos, en medio de una era global en
crisis?
Con la modernidad surgió una poderosa ideología delprogreso. Ésta asume aún ahora en el
siglo XXI que la humanidad avanza progresivamente hacia una realización en felicidad
y libertad de todos los seres humanos y que inexorablemente el presente y desde luego
el futuro serán siempre mejores que los tiempos pasados.
La fundamentación de esta ideología tiene uno de sus principales asideros en el
llamado "iusnaturalismo", el cual tiene sus orígenes en el pensamiento de Hugo Gro-
cio, y que encontraría a sus mayores defensores en los siglos XVII y XVIII con el ad-
venimiento de la idea de la Ilustración.
Es sorprendente encontrar cómo prácticamente todas las escuelas del pensa-
miento que surgieron o se consolidaron en esos siglos compartieron la idea, vigente en
muchos pensadores contemporáneos, de que existen Leyes a través de las cuáles puede
conocerse el orden natural y social. La idea de ' en un sentido fuerte, es propia de la
modernidad pues aún cuando en Grecia y Roma se habían elaborado postulados con
base en la idea de "leyes naturales"; la noción que se tenía del Universo y de la vida hu-
mana en éste correspondía, como ya se asentó, a una visión completamente distinta a
la que se asumió en la modernidad.
Puede sostenerse que a partir de las obras de Galileo y Copérnico la idea de la
ciencia fue siempre matemática; y entre las metafísicas que se construyeron a partir del
siglo XVI, todas aspiraron de un modo o de otro, a "descubrir" el contenido y "com-
portamiento de las leyes naturales". Así, ya desde diversos idealismos o en sus correla-
tos materialistas, la lógica matemática asumida en las Meditaciones de Descartes per-
meó en todo el pensamiento moderno, hasta llegar al siglo XVIII a elaboraciones de
enorme complejidad.
Estas elaboraciones, pensando sobre todo en los idealistas alemanes cuyos máxi-
mos exponentes podrían encontrarse en Kant y Hegel, se vieron fuertemente influi-
das por el pensamiento científico de Newton y su modelo de explicación mecánica del
mundo. En ningún pensador anterior o contemporáneo a él, ni siquiera en Leibniz, la
idea de la "ley natural" y la explicación materialista de la forma y consistencia del mun-
do se encuentra con tal poderío. En efecto, Newton llevó a un límite desconocido hasta
Modernidad, Derechos humanos y nuevos mestizajes 71
entonces la capacidad explicativa del mundo a través de la enunciación (que no inven-
ción) de las leyes que rigen el movimiento y la organización de Todos los cuerpos que se
encuentran en él y en el universo.7
De esta forma se asumió que conocer las leyes de la naturaleza justificaba una
noción de la historia igualmente progresiva. Jaques Le Goff ha puesto énfasis en cómo
el pensamiento medieval transitó, lentamente, hacia el pensamiento moderno. Y cómo
éste siempre tuvo como base las ideas del progreso y del desarrollo científico como ga-
rantías de validez y legitimidad, al sustentarse precisamente en la noción de un orden
natural cognoscible a través de las leyes que lo rigen.8
Es este poderoso constructo el que le da sentido a la organización del poder
político en los estados modernos y con ello al establecimiento de un nuevo orden ju-
rídico que, retomando los principios cartesianos de igualdad racional universal de los
hombres,9 estableció por primera vez un conjunto de derechos reconocidos desde la
autoridad estatal como inherentes a la persona.
El liberalismo político se daría a la tarea de retraer esta idea cartesiana a la for-
mulación de proposiciones relativas a la "naturaleza" de las relaciones humanas, las
cuales fundamentan la racionalidad del estado político y de la vida política organizada.
Y en esto no puede obviarse la vinculación del sentido de estas ideas con la realidad so-
7 Berlin argumenta al respecto: "Los pensadores del siglo XVIII habían estado demasiado
imbuidos por el modelo mecánico de Newton, que explicaba el reino de la naturaleza, pero no el
de la historia [...] Comprender cómo vivir y actuar, tanto en la vida privada como en la pública,
equivalía a comprender estas leyes y a utilizarla para los fines propios. Les hegelianos creían que
esto se lograba mediante una especie de intuición racional; los marxistas, los comtianos y darwi-
nianos, a través de la investigación científica; Schelling y sus seguidores románticos, por una vi-
sión inspirada, 'vitalista' y 'creadora de mitos', mediante la iluminación del genio artístico; y et-
cétera. Todas estas escuelas creían que la sociedad humana crecía en una dirección escrutable,
regida por leyes; que la línea fronteriza que dividía a la ciencia de la utopía, a la eficacia de la in-
eficacia en cualquier esfera de la vida, era susceptible de ser descubierta por la razón y la obser-
vación y podía ser trazada con mayor o menor precisión; que, en pocas palabras había un reloj,
cuyo movimiento seguía reglas desvelables y al que no se podía dar marcha atrás". Berlin Isahia,
El sentido de la realidad, Madrid, Taurus, 2000.
8 Le Goff, Jaques, La viefa Europay el mundo moderno, Madrid, Alianza, 199S.
9 Descartes sostiene: "El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno
piensa estar tan bien provisto de ella que incluso aquellos que son los más difíciles de contentar
en cualquier otra cosa no tienen en esto costumbre de desear más del que tienen. En lo cual no
es verosímil que todos se engañen; más bien esto testimonia que la facultad de juzgar bien y de
distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que se nombra buen sentido y razón,
es naturalmente igual en todos los hombres; y así, que la diversidad de nuestras opiniones no viene de
que unos sean más razonables que otros, sino solamente de que conducimos nuestros pensa-
mientos por distintas vías [...]". Descartes, René, Discurso del Método, Barcelona, RBA Ediciones,
1994. (Las cursivas en la cita son mías)
72 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
cial en construcción, la cual estaba acompañada del surgimiento de un nuevo modelo
de organización económica global a través del capitalismo.
No es de extrañar entonces que la primera noción de derechos humanos, en esta
larga construcción histórica que va del siglo XVI al XVIII, haya estado vinculada a los
derechos de propiedad; pues la disputa que se estaba librando entre las aristocracias tra-
dicionales y la nueva clase burguesa, llevó a una fuerte disputa por la determinación de
la legitimidad de las posesiones materiales obtenidas ya no a través de la herencia o la
producción agrícola, sino a través del intercambio comercial.
Esta disputa por la preeminencia política y económica llevó a una discusión
que impulsó una transformación de las estructuras políticas tradicionales, desplazando
poco a poco a las monarquías absolutas por monarquías constitucionales, en las que la
"voluntad popular" comenzó a tener mayor peso e influencia en las decisiones funda-
mentales del Estado; sin desconocer por supuesto que entre los siglos XVII y XVIII
la noción de la "voluntad popular" estuvo ligada necesariamente con el crecimiento y
cada vez mayor preeminencia política, económica y social de la clase burguesa.
Así por ejemplo, se encuentra en John Locke una larga descripción del "mundo
natural del hombre" antes de su presentación de los ensayos sobre el gobierno civil. Es
decir, la preocupación inicial de Locke fue mostrar cómo existía un orden natural que
obligaba a los hombres organizados en sociedad a plasmar en las Constituciones, pre-
cisamente la estructura de tal orden.10
Para Locke era fundamental mostrar en primer término cómo los hombres me-
diante el trabajo, su inventiva y laboriosidad, hacen posible el incremento de la riqueza,
y con ello, el progreso de las naciones; por lo que si el estado natural deviene en estado
social organizado a través del trabajo, resultaría del todo pernicioso no reconocer que
el orden jurídico del Estado abonara a la potenciación de las capacidades productivas y
del trabajo de los individuos.
Ahora bien, injusto sería para cualquier persona laboriosa negarle el derecho de
propiedad del fruto de su trabajo, por lo que el orden natural manda sin duda alguna
1O ''Aunque Locke se ocupa de la cuestión de la naturaleza del poder político a lo largo de los
Dos tratados, ha de reconocerse que su tratamiento es bastante indirecto. El Primer Tratado es, en
buena medida, una demostración de que el poder patriarcal de Filmer no puede transformarse
en poder político; y la primera mitad del Segundo Tratado está en su mayor parte dedicada a una
descripción de los poderes naturales y del estado natural del hombre, comparados con sus po-
deres políticos y el estado político. Sólo después se ocupa Locke directamente y en detalle de
la discusión del poder político y la sociedad política [...] La pertinencia que tiene lo no político
para lo político se hace obvia al instante en la afirmación de Locke de que "la finalidad máxi-
ma y principal de los hombres al unirse en sus comunidades y someterse al Estado es la con-
servación de su propiedad". Cfr. Strauss, Leo, et al, Historia de la Filosofta política, México, FCE,
2000, p. 471.
Modernidad, Derechos humanos y nuevos mestizajes 73
que el primer derecho reconocido a las personas sea precisamente el de poseer aquello
que de natural derecho le corresponde.11
En segundo lugar, Locke ubica el derecho a la libertad como irrenunciable y
como inviolable, aún por el Estado. Lo que es más, en Locke se encuentra por primera
vez una vinculación directa e indisoluble entre la noción de la libertad y la de la vida de
las personas, a tal grado que para Locke no se puede renunciar a la libertad sin renun-
ciar con ello a la salvaguarda de la propia vida12 •
Como puede verse, la obra de Locke es emblemática en el sentido de la cons-
trucción liberal de la noción de los derechos humanos con base en la idea de la "ley
natural", y del "estado natural", y con ello, su vinculación con el sistema capitalista de
producción. Sin duda alguna, el liberalismo político es una de las principales fuentes
del pensamiento moderno sobre el derecho en general y los derechos humanos en par-
ticular.
11 Argumenta Locke al respecto: ''Y esta ley de la razón asegura la propiedad del ciervo al in-
dio que lo mató. El animal pertenece al que puso su trabajo en cazarlo, aunque antes pertene-
ciese a todos por derecho común. Esta ley primitiva de la Naturaleza, mediante la cual empieza
a darse la propiedad en lo que antes era común, sigue rigiendo todavía entre quienes forman la
parte civilizada del mundo. Por virtud de esta ley,los peces que uno pesca en el mar [...] y el ám-
bar gris, que uno extrae mediante su trabajo sacándolo del estado común en que lo dejó la Natu-
raleza, son propiedad de quien realiza los esfuerzos necesarios. Incluso entre nosotros, la liebre
que se cobra durante una cacería, repútase como propiedd de quien la persiguió [...]", Locke,
John, Segundo Tratado sobre el Gobierno, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999.
12 Locke define a la libertad como sigue: "La libertad del hombre en sociedad consiste en no
estar sometido a otro poder legislativo que al que se establece por consentimiento dentro del
Estado, ni al dominio de voluntad alguna, ni a las limitaciones de ley alguna, fuera de las que ese
poder legislativo dicte de acuerdo con la comisión que se le ha confiado (...) Este verse libre de
un poder absoluto y arbitrario es tan necesario para la salvaguardia del hombre, y se halla tan es-
trechamente vinculado a ella, que el hombre mismo no puede renunciar al mismo sino renun-
ciando con ello a su salvaguardia y a su vida al mismo tiempo". Locke,John, op. cit., p. 59.
74 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Todavía en el siglo XVI, en el momento de la Conquista de América, Juan Ginés
de Sepúlveda escribió a los Reyes Católicos una serie de cartas justificando por qué de-
bían, desde su punto de vista, declarar como legítima la esclavitud en América y reco-
mendaba que a los habitantes de estas tierras no se les tomara como súbditos del reino
(lo cual implicaba otorgar un estatus de igualdad jurídica con los Españoles), sino de
siervos y esclavos de la Corona.13
El debate sobre la Conquista de América es relevante porque se sitúa justo en el
centro de la primera gran globalización de la que el mundo moderno ha sido artífice.
Con la expansión territorial de Europa, la ideología del progreso en sus distintas ver-
tientes comenzó a convertirse en una presencia verdaderamente planetaria. Y este es un
elemento mayor a destacar: ningún otro proceso anterior de expansión imperial tuvo
como finalidad la obtención de riquezas y tierra, de la mano de una misión espiritual y
culturalmente colonizadora.
El caso de la Conquista de América sí lo es. No se trataba sólo de expandir el im-
perio español en magnitud y riquezas, sino que en la mentalidad de la época, se trataba
de una nueva "cruzada", esta vez mundial, por expandir el Evangelio y la visión cris-
tiana del mundo y de la vida. Para lograrlo se enfrentó a una paradoja: si se esclavizaba
a los indios de América, la posibilidad de convertirlos al cristianismo era nula, pues un
esclavo, por tener una alma inferior (esto desde luego con base en la teoría del alma de
Aristóteles), no podían comprender los contenidos del Evangelio y más aún, al no ser
considerados como plenamente humanos estaban en la imposibilidad de entrar a la co-
munidad cristiana.
De esta forma, el ideal de una comunidad universal católica se presentó por primera
vez en la modernidad como una utopía realizable, aunque muy pronto se vería de algún
modo "dinamitado" por la reforma de Lutero y Calvino, así como por la distancia que
asumirían Inglaterra, Alemania y los Países Bajos con respecto al poder del papado.
Aún con lo anterior, América Latina, entendida como uno de los principales
correlatos de Europa, se vio subsumida a la lógica de la explotación y el colonialismo
de España y Portugal, y en ese sentido también sometida a la visión del poder político
dominante. La posición inicial de Ginés de Sepúlveda y sus intentos de negar el reco-
nocimiento de la condición de humanidad de los "aborígenes" americanos, aunque se
vio matizada en los siglos posteriores, llevó a la limitación expresa de derechos políti-
cos y sociales para los habitantes de las Colonias.
Quizá este sea uno de los factores que llevaron tanto en España como en Por-
tugal a defender con toda la energía de la que se disponía la idea del poder absoluto de
13 Silvio Zavala, en la ya citada Filosofía de la Conquista describe ampliamente la posición
de Ginés de Sepúlveda sobre el tema. Sobre las posiciones de Sepúlveda, de Jerónimo López
y otros férreos opositores al reconocimiento de la igualdad entre "españoles e indios", véase:
Hanlce, Lewis, La humanidad es una, México, Fondo de Cultura Económica, 1985.
Modernidad, Derechos humanos y nuevos mestizajes 75
los monarcas y su posición tomo "protectores" del catolicismo. Por ello también, una
vez iniciada en Francia e Inglaterra la discusión entre los iusnaturalistas y los contrac-
tualistas, en España se tomó una posición contradictoria en la que, por una parte se de-
fendía el derecho natural de los reyes a gobernar absolutamente sobre sus súbditos, y
por el otro, una posición contractual del derecho, a través de la que se asumían "grados" de
garantías y reconocimiento de ciertos derechos y prerrogativas de los súbditos por par-
te del Estado.14
Desde esta perspectiva, en México y en general en toda América Latina fue im-
posible desarrollar una teoría general de los derechos humanos, pues las condiciones
políticas y el marco institucional que se diseñó nunca transitó realmente hacia una limi-
tación de los poderes del Estado a favor de los ciudadanos, como sí ocurrió en Ingla-
terra, por ejemplo, con base en el establecimiento de una monarquía constitucional cu-
yos beneficios políticos incluso alcanzaron en buena medida a los habitantes de las 13
Colonias Norteamericanas.
En estas circunstancias, es posible sostener que fue precisamente el fenómeno
del mestizaje el que llevó a la población latinoamericana, primero a la construcción de
procesos de generación de identidades nacionales, y en segundo término, a la exigencia
de un trato político igual, fundada justamente en una noción de igualdad ontológica, y por
lo tanto económica y social con respecto a los españoles y portugueses.
A pesar de lo anterior, debe sostenerse que a la par del proceso de mestizaje, la
existencia de facto de un sistema de discriminación social basado en un cuasi-sistema de
castas, llevó por una parte a la identificación de lo mestizo con lo mexicano, pero también a
la exclusión y discriminación de la mayoría de los pueblos indígenas cuyas lenguas, tra-
diciones y culturas permanecieron en muchas regiones incluso intactas o casi sin ningu-
na aproximación a las nuevas ciudades y localidades fundadas por los españoles.
Estas consideraciones llevan a sostener que la importancia del mestizaje en la
construcción de una noción ampliada de los derechos humanos parece haber sido sub-
estimada, pues permite construir nuevos argumentos a favor de la exigencia de equi-
dad, igualdad y libertad para todos los miembros del género humano.
En primer lugar, el mestizaje despoja de facto a las mentalidades racistas de cual-
quier posibilidad de sostener ''supremacías genéticas"; la ciencia de la Biología del siglo
14 En sentido estricto la noción de los derechos humanos es incompatible con la idea de las
"leyes y los derechos naturales". Si éstos existen, entonces la posibilidad de ampliación de los lí-
mites de las libertades e incluso el bienestar es lógicamente imposible. De otro lado, la idea del
contrato social permite establecer cuáles son los derechos que de suyo son inherentes a las per-
sonas, y que por lo tanto el Estado no puede "crear" sino reconocer y, en esa medida, se abre la
posibilidad de ampliar las dimensiones y límites en los que estos derechos pueden ser exigidos y
cumplidos. Huelga decir que en esta doble dimensión fueron los habitantes de lo que hoy es La-
tinoamérica los que en todo momento vieron restringidos los alcances y límites de los derechos
"reconocidos" por la Corona Española.
76 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
XIX y su desarrollo hasta la genética contemporánea han aportado consistentemente
argumentos para evidenciar que el racismo es a todas luces falaz y carente de todo sus-
tento científico.
En segundo término, el mestizaje como proceso cultural permite mostrar cómo
los argumentos de "supremacía moral" de unas culturas sobre otras carecen de cual-
quier fundamento filosófico, lógico o teórico.
Y finalmente, el proceso del mestizaje permite mostrar que el devenir de las so-
ciedades modernas y la lógica de las distintas versiones que se han construido desde el
liberalismo político, resulta a todas luces limitada para fundamentar una noción amplia-
da de los derechos humanos, que reconozca las diferencias, que permita la coexisten-
cia de múltiples culturas al interior de las estructuras del Estado, y que aliente la equi-
dad social.
Para los pueblos sometidos, la propuesta del liberalismo político ha resultado en
muchos sentidos avasallante. No sólo por los resultados de largo plazo generados a tra-
vés del dominio y explotación de la época del colonialismo expansionista occidental,
sino porque asumirlo como modelo de pensamiento para la construcción de estructu-
ras jurídicas, institucionales y de políticas públicas, llevó a posiciones en las que -aún
actuando de "buena fe"- la exigencia de la igualdad jurídica de los ciudadanos de los
estados latinoamericanos y africanos que se formaron en los siglos XIX y XX, llevó al
desconocimiento, y en el mejor de los casos, a omisiones en la construcción de meca-
nismos de inclusión para los pueblos indígenas, para minorías raciales e incluso para
poblaciones de inmigrantes cuyo costo de "integración" consistió en muchos casos en
el abandono de sus tradiciones, costumbres y hasta su lengua.
Así, la modernidad por una de sus "rutas", que es la historia de los países que
fueron explotados a través de siglos por las colonias europeas, trazó una fuga con la
diversidad. La noción "desarrollista" de la que habla Marshall Berman con respecto al
pensamiento moderno no pudo tener consecuencias más graves en términos de des-
trucción de culturas y cancelación de oportunidades de bienestar y equidad para las po-
blaciones de África, América Latina y buena parte de Asia.
En este contexto, y quizá como consecuencia de todo lo anterior, el carácter
multicultural de nuestras sociedades no ha sido sino reconocido jurídicamente sino
hasta hace menos de 20 años en toda América Latina;15 y la defensa de los derechos al
goce y disfrute del territorio, a la identidad lingüística y cultural, o a la inclusión a pro-
cesos de bienestar, fue postergada o ignorada a lo largo del siglo XX por parte de las
administraciones y gobiernos de la región.
15 En México, por citar sólo un caso, el "carácter pluricultural de la Nación Mexicana" fue re-
conocido en la Constitución hasta 1993; y una reforma, aunque limitada pero con mayores al-
cances en materia de derechos y cultura indígenas, sólo fue posible hasta el año 2000.
Modernidad, Derechos humanos y nuevos mestizajes 77
De esta forma, la irrupción del debate sobre las formas de convivencia multi-
cultural al interior de los estados modernos, coincide a finales del siglo XX con dos fe-
nómenos: una intensa era de nuevas migraciones en todo el mundo, quizá de la misma
magnitud y profundidad que la generada en el siglo XV con los primeros viajes trasat-
lánticos; y la formación una vez más de nuevos mestizajes.
La Organización de las Naciones Unidas considera que entre el año de 1990 y el 2005
la cifra de inmigrantes que vivían de manera permanente en países distintos al de su na-
cimiento, se disparó de 155 millones a 191 millones de personas. Esto representa un in-
cremento de casi el 23% en sólo 15 años y de continuar las tendencias, al 2010 se espe-
ra que la cifra llegue a los 200 millones de inmigrantes en todo el planeta. 16
Esta movilidad de personas en tan corto periodo nunca se había presenciado en
la historia mundial y representa un verdadero "encuentro y reencuentro" de culturas
de toda índole y características. Uno de los casos más dramáticos se encuentra justo en
la ruta de migración que va de América Latina hacia los Estados Unidos, pero también
del Norte de África a Europa. Sólo en la frontera de México con los EE.UU.A. se dan
cerca de 30 millones de cruces de personas cada año; y se estima que alrededor de 28
millones de personas de origen mexicano radican en aquel país.17
De los 288 millones de personas que radicaban en 2005 en los EE.UU.A., casi
40 millones nacieron en otros países, es decir, más del 14% de la población total; para
201O se estima que el porcentaje crecerá cerca del 18%; y para el 2020, de continuar las
tendencias, a casi el 30%.18
A pesar de que las corrientes migratorias hacia los Estados Unidos iniciaron des-
de la década de 1920, la intensificación de los flujos y las cantidades han crecido expo-
nencialmente en los últimos 20 años, en buena medida debido a los escandalosos nive-
les de pobreza y desigualdad que se viven en los países del sur.
Estos datos constituyen un reto formidable para el pensamiento social pues
abren al menos dos nuevas cuestiones:
l. Una tendencia global hacia sociedades cada vez más diversas y cada vez
más tendientes al multiculturalismo como forma de convivencia de dife-
rentes culturas, religiosidades y tradiciones en Estados receptores de mi-
16 Resultados de la Reunión de Alto Nivel sobre las Migraciones, de las Naciones Unidas,
2006.
17 Véase el estudio: La nueva era de las migraciones, México, CONAPO, 2005
18 Para conocer más cifras al respecto se recomienda revisar el sitio electrónico del Buró del
Censo de los EE.UU.A. disponible en el URL: http://www.census.gov
78 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
grantes, los cuales se adicionan a los países ya de por sí megadiversos y cuyo
fundamento social está precisamente anclado en el multiculturalismo y;
2. El surgimiento de nuevos procesos de mestiztge, que apenas están inician-
do, pero que muy probablemente darán como resultado la aparición de
nuevas formas de concebir el mundo y la vida. Un ejemplo claro está
en las "comunidades chicanas" cuya identidad cultural se sitúa en medio
de culturas regionales mexicanas, con culturas regionales norteamerica-
nas.19
Estos temas ponen en tensión una vez más el discurso de los derechos huma-
nos que se ha planteado tradicionalmente desde las teorías liberales, las cuales no están
"equipadas" para procesar la complejidad que implican estos y otros procesos resultan-
tes de las redes de interconexión mediática, intercambio comercial y contacto profe-
sional, y desde luego, la convivencia obligada o al menos no voluntaria, resultante de la
migración y la movilidad territorial del sur hacia los Estados Unidos en el caso de Amé-
rica; de África hacia Europa; o bien de diversos países asiáticos hacia China, Japón, In-
dia o incluso hacia países como Vietnam y Singapur.
Frente a estas nuevas realidades, valdría la pena rescatar posiciones como las
de Jacques Maritain, y aún con mucho mayor radicalidad, José María Mardones 20 quien
sostiene, en la línea de argumentación que aquí se propone, una revisión de·los conte-
nidos de la Carta de los Derechos Humanos.
En sentido estricto, la sociedad global que hoy conocemos ha iniciado un proce-
so de recambio que no se sabe a ciencia cierta hacia dónde se dirige. La crisis que "es-
talló" en septiembre de 2008 seguramente conducirá a una nueva forma de organiza-
ción de la economía planetaria, y la llegada del primer afroamericano a la presidencia
de Estados Unidos abre una nueva era de reconocimiento pleno de la igualdad y diver-
sidad cultural en aquel país.
Aún la propuesta de pensadores como Amartya Sen, la cual fue recuperada por
el PNUD para elaborar el planteamiento del Desarrollo Humano asumido por el sis-
tema de las Naciones Unidas, han quedado rebasadas y resultan insuficientes para ex-
plicar y sobre todo dar respuesta a un mundo en crisis política y económica global,
marcado por la vergüenza de la pobreza masiva planetaria; las inmensas disparidades
El derecho a la autodefensa, que tiene como base el resguardo de la propia vida y que
luego se postula en el derecho positivo como una norma restrictiva del "no matarás",
para asegurar la propia vida, se convirtió en una constante en las teorías iusnaturalis-
tas.2 De esta manera, la conservación de la vida se convierte en un fundamento de los
derechos del hombre que se demandan desde el siglo XVIII hasta nuestros días, pero
no es el único.
Algunos teóricos liberales, entre los que se encuentra Luigi Ferrajoli, 3 recono-
cen que los derechos y garantías, aunque tienen como primer principio la conserva-
ción de la vida, también se fundamentan en otros dos principios ilustrados, que son
el de libertad y propiedad. 4 Estos tres principios se encuentran presentes en el Artí-
culo 2 de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, y tienen
presencia también en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
La apuesta de Ferrajoli va en el sentido de los derechos fundamentales o dere-
chos de libertad no sólo son universales e inalienables, sino además son normas gene-
rales y, por esta razón, también son incluyentes. Y aunque puedan ser suprimidos por
actos jurídicos, su característica más valiosa es que se trata de derechos supraestatales.
Incluso podría decirse que pueden servir como defensa a los ciudadanos contra los es-
tados nacionales.
Este autor distingue a los derechos fundamentales que tienen su origen en teo-
rías iusnaturalistas de los derechos patrimoniales que son resultado de la tradición civi-
lista y romanista.5 Los derechos patrimoniales, entonces, en oposición a los primeros,
son singulares y disponibles, exclusivos, y negociables, porque son derechos contrac-
tuales entre individuos, predispuestos por normas. Y, al mismo tiempo, son los causan-
tes de la desigualdad jurídica.
6 Esta es la crítica que se hace muchas veces a los derechos humanos, ya que se declaran como
universales, y sin embargo no lo son debido a que su aplicabilidad va de la mano con la perte-
nencia a un Estado, es decir, ser un ciudadano en pleno goce de los derechos. Bauman, Zyg-
munt, Vidas desperdiciadas. Losparias de la modernidad, Barcelona, Paidós, 2005.
7 Ídem., pp. 40-44.
Derechos humanos y derechos colectivos los pueblos indígenas 83
dual como de modo colectivo. Y que: "[...] los derechos humanos son propios de cada
persona y a cada pueblo por el simple hecho de existir, y no dependen de ningún otro
requisito como de una nacionalidad, un origen nacional y étnico, una condición econó-
mica o social o un sexo determinado, y tienen que ser respetados por todas las perso-
nas y garantizados por el Estado".8
Finalmente la complejidad se presenta a la hora de la concreción de los derechos,
que consiste en pasar de los más abstractos a los más concretos a través de especificar
los titulares, las circunstancias y los responsables de hacerlos cumplir.
Derechos Colectivos
Si nos apegamos a la clasificación de Luis Rodríguez Abascal, teórico español del De-
recho, se distinguen tres dimensiones de la discusión acerca de los derechos colectivos,
a saber: el aspecto teórico, el normativo y el práctico. 9 Partiendo de esta base conven-
dríamos que en el ámbito teórico, tanto los defensores, como los opositores a la legali-
zación de los derechos colectivos podrían conciliar el individualismo liberal con el co-
munitarismo. Esta conciliación consiste en reconocer que la identidad sólo es posible
en una red social, que la categoría de individuo surge de su distinción del todo social.
Esto es, el individuo es una parte del todo que no puede subsistir por sí misma, como
tampoco la colectividad si no hubiera entes concretos que la conformara.
En el ámbito jurídico hay autores como Michael Hartney, Chandran Kukathas y
Brian Barry, quienes se empeñan en afirmar que el reconocimiento de derechos colecti-
vos no es posible si antes no se aceptan las garantías individuales, porque los derechos
de una colectividad para asociarse, para defender su libertad de culto y defender tam-
bién sus diferencias con otros grupos, son una extensión de lo que las garantías indi-
viduales ya han establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de
1948. Estos autores son sólo un ejemplo de la amplia gama de juristas que se oponen
a la defensa de derechos grupo, apelando a un liberalismo ortodoxo, en el que no hay
cabida a la defensa de colectividades, sino sólo de individuos concretos. En oposición
a estos teóricos se encuentran otros autores que defienden no sólo la existencia, sino la
necesidad de la legalidad en el derecho positivo de los derechos de grupo. Estos auto-
res no prescinden de un pensamiento liberal, sólo que son liberales moderados, tal es el
caso de Joseph Raz, Will Kymlicka y Neil MacCormick.
8 Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los Derechos Huma-
nos, Hablemos de los derechos humanos de lospueblosy comunidades indígenas, México, Impresores Mun-
guía, 2008, p. 12.
9 Rodríguez Abascal, Luis, "El debate de los derechos de grupo", en Almoguera Carreres, et
al., Estado, Justicia, derechos, Madrid, Alianza, 2002, pp. 409- 434.
84 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Mientras que en la práctica los derechos colectivos legalizados son una realidad
cuando se aplican a empresas multinacionales y se establecen como derechos comercia-
les, nos percatamos también que los estados-nación muchas veces pierden autonomía
económica y política frente a estos entes colectivos trasnacionales. Al mismo tiempo,
cada día presenciamos o somos partícipes de reivindicaciones de grupos minoritarios al
interior de las naciones, para legalizar los derechos de las mujeres, de los discapacitados,
de los homosexuales, de los niños, y desde luego, de los pueblos indígenas.
Los derechos colectivos, o también llamados derechos de grupo, son aquellos
que se adjudican a un conjunto de personas que comparten una o varias características,
ya sea de género, geográficas, culturales, religiosas, lingüísticas, de intereses comerciales,
etcétera. De este modo, los derechos colectivos pueden ser aplicables a mujeres, ancia-
nos, personas discapacitadas, niños y a pueblos o comunidades indígenas, así como a
grupos tribales, por el hecho de tratarse de un conjunto que no es la mayoría de la po-
blación, y que son grupos vulnerables socialmente. Por esta razón, se les conoce tam-
bién como derechos de minorías o derechos culturales.10
Sin embargo, quedarse con esta generalización no permite ahondar en las cues-
tiones fundamentales respecto de la defensa de los derechos colectivos, que se refieren
a contenidos mucho más concretos cuando de minorías nacionales se trata.
Las aportaciones de Will Kymlicka, así como de otros filósofos contemporáneos
del derecho, son muestra de que el modelo de Estado-nación moderno ha sido puesto
en cuestión, intentando reformársele para lograr la penetración de políticas multicultu-
rales que resulten pertinentes en países pluriétnicos.
Así es como Kymlica acota la definición de derechos colectivos a la especificidad
de derechos diferenciados según la pertenencia al grupo:
[...] utilizo 'cultura' como sinónimo de 'nación' o 'pueblo'; es decir, como una
comunidad intergeneracional [...] que ocupa un territorio o una patria deter-
minada y comparte un lenguaje y una historia específica. Por tanto, un Estado
es multicultural bien si sus miembros pertenecen a naciones diferentes (un Es-
tado multinacional), bien si éstos han emigrado de diversas naciones (un Es-
tado poliétnico), siempre y cuando ello suponga un aspecto importante de la
identidad personal y la vida política. 12
Entonces los derechos colectivos que tienen que ver con la ciudadanía diferen-
ciada respecto de la pertenencia al grupo son aquellos que se aplican a pueblos origina-
rios y a grupos de inmigrantes.
Luego, distingue entre el nacionalismo cívico y el nacionalismo constitucional
con las siguientes tesis:
Con respecto a los derechos en función del grupo sostiene: 'menos existen
tres formas de derechos específicos en función de la pertenencia grupal: 1) derechos de
autogobierno; 2) derechos poliétnicos; y 3) derechos especiales de representación".15
El inciso número uno se refiere a que en muchos de los estados multinaciona-
les, las naciones que los componen se muestran inclinados a reivindicar algún tipo de
autonomía política o jurisdicción territorial, para asegurar así el pleno y libre desarro-
llo de sus culturas.
Los siglos XIX y XX estuvieron caracterizados por una corriente de pensamiento racis-
ta que ayudó a conformar un perfil cultural homogéneo, empleado con eficacia por las
clases dominantes, y del cual estaban excluidos los pueblos indígenas, bajo una política
16 Ídem., pp. 53.
17 Ídem., pp. 59.
Derechos humanos y derechos colectivos los pueblos indígenas 87
de subordinación o intento de hacer desaparecer sus idiomas, costumbres, tradiciones,
cosmovisión, organización social, así como su producción artística.
A principios del siglo XX, en numerosas naciones latinoamericanas, los indíge-
nas conformaban la mayoría de la población, sin embargo, ocupaban los peldaños más
bajos de la estructura socioeconómica. Estas na,ciones pueden ser descritas como "so-
ciedades duales", cuya estructura socio-económica altamente polarizada se ha manteni-
do hasta nuestros días en muchas partes del continente.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la división de clases era también una di-
visión cultural. Las poblaciones indígenas fueron incorporadas a la economía cultural
como mano de obra servil, y existía un rígido sistema de estratificación y segregación
que las mantenía efectivamente fuera del proceso político. Los mestizos se convirtieron
en la clase media pujante y jugaron el papel protagónico para América Latina.
Desde 1940 las recomendaciones que se hacían en los congresos indigenistas
eran únicamente asimilacionistas. Hasta antes de 1980 la mayoría de los indios seguían
siendo campesinos. La América Latina contemporánea estaba basada en la negación de
las culturas indígenas.
Incluso, tal como lo denuncia Rodolfo Stavenhaguen, Ex Relator Especial sobre
la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas:
El fin de la Guerra Fría en América Latina rompió los ejes políticos que habían prevale-
cido desde la Segunda Guerra Mundial, mediante los cuales los conflictos sociales eran
interpretados bajo el eje comunismo-capitalismo. Esto posibilitó que los pueblos indí-
genas expresaran sus antiguas demandas sin que fueran contaminados por las confron-
taciones ideológicas entre comunistas y capitalistas norteamericanos. En este contexto
pudo emerger de manera independiente lo que José Bengoa llama "emergencia indíge-
na en América Latina".19
20 Stavenhaguen, Rodolfo, Los pueblos indígenas y sus derechos, México, Oficina de la UNESCO
en México, 2008, p. 51.
· Derechos humanos y derechos colectivos los pueblos indígenas 89
Incluso las reformas constitucionales de 1994 y 2001 que proclaman a Méxi-
co como una nación pluricultural, primero se crearon en el contexto de los quinientos
años de la colonización de América y posteriormente para tratar el cumplimiento de los
Acuerdos de San Andrés, firmados el 16 de febrero de 1996 entre el gobierno federal y
el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). 21
Sin embargo, la discriminación contra las personas indígenas ocurre en las re-
laciones cotidianas que experimentan cuando acuden a los servicios públicos. La de-
manda fundamental a partir de los años noventa es la no discriminación. Estos movi-
mientos han superado a los movimientos agraristas o están lejos en sus métodos y de
la misma forma a las demandas de las "revoluciones imaginadas" a través de las ideo-
logías marxistas leninistas.
Desde esta perspectiva, queda claro que los derechos colectivos, los cuales han
sido referidos por Kymlicka en sus investigaciones, son demandas de carácter cultural
que implican a la sociedad nacional. Se trata del reconocimiento de varios pueblos en
una misma nación.
En el caso particular latinoamericano observamos cómo converge un discurso
de identidad étnica, arraigado en la tradición, con la capacidad de salir de ella y dialo-
gar con la modernidad. Los derechos culturales, en tanto derechos colectivos, toman en
cuenta que la cultura siempre se está reinventando.
Asumir la indivisibilidad entre los Derechos Civiles y Políticos y los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, implica dejar atrás las contradicciones entre comu-
nitarismo e individualismo, y dar pauta para enfrentar las nuevas problemáticas de rei-
vindicaciones culturales de los pueblos indígenas.
Derecho indígena
21 Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, Informe especial sobre los derechos de las
comunidades indígenas residentes en la Ciudad de México 2006 -2007, México, 2007, p.25.
22 Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los Derechos Huma-
nos, op. cit., p. 56.
90 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Esto implica que las personas adscritas a pueblos indígenas, además de poder
gozar de sus derechos fundamentales individuales, también son tutelares de derechos
colectivos diferenciados, dada su pertenencia cultural a colectividades.
Con esto también se busca lograr un mejor nivel de vida a partir de un Estado
de Derecho donde sean posibles la justicia, la libertad y el acceso a los mecanismos de
desarrollo de los pueblos indígenas, entre otras cosas. Lo cual implica instituciones re-
presentativas, que en el caso de los pueblos indígenas son asambleas populares o co-
munales.
Sin embargo, existe un argumento conocido en filosofía del derecho como "pen-
diente resbaladiza" que se opone a los derechos culturales diferenciados, el cual sostie-
ne que si comenzamos reconociendo una representación especial para las minorías ét-
nicas terminaremos haciendo lo mismo con otros grupos.
A este respecto, Miguel Carbonen, filósofo mexicano del derecho, responde:
Lo que cabría hacer en este campo son al menos dos cosas, uno de alcance
particular y otra de tipo más general, por un lado, intentar construir una "re-
presentación de grupo", quizá mediante el establecimiento de uno o varios
distritos electorales indígenas, que pudieran escoger representantes ante las
cámaras legislativas federales y locales exclusivamente entre sus miembros; y
por otro lado, habría que mejorar, en general, los mecanismos representati-
vos del Estado; esto se puede lograr si se democratizan internamente los par-
tidos políticos, se establecen mecanismos de accountability para los represen-
tantes populares, se crean sistemas de fiscalización de ingresos y gastos para
las campañas políticas, etcétera.23
En este sentido propone también las demarcaciones del voto, porque al definir
la conformación de los distritos electorales se puede tomar en cuenta en la relación de
mayorías y minorías, para que las minorías puedan elegir a sus propios representantes.
Aunque, en realidad lo que sucede tal como lo describe Stavenhagen:
Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que ema-
nen de ella y todos los tratados que estén de acuerdo con la misma, celebra-
dos y que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del
Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se
arreglaran a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones
en contrario que pueda haber en las constituciones o leyes de los estados.
En cada caso lo que las autoridades y los jueces deben aplicar es la regla más ade-
cuada, sea la de un tratado internacional o la de una norma interna de un país, siempre
y cuando proteja mejor los derechos humanos de las personas.
Así es como llegamos a un aspecto nodal de esta materia, en donde debemos
señalar que los derechos específicos que los pueblos indígenas demandan y que deben
ser garantizados por el Estado, a través de sus tres poderes, Legislativo, Ejecutivo y
Judicial,25 son los siguientes: ·
• Derecho a la libre determinación. En virtud de ese derecho determinan libre-
mente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico,
social y cultural.
• Derecho a que se reconozcan y protejan sus valores, sus costumbres y tradi-
ciones, sus instituciones y sus prácticas sociales, políticas, jurídicas, culturales,
espirituales y religiosas.
25 Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los Derechos Huma-
nos, op. cit., pp. 13 y 14.
92 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
• Derecho a conservar su lengua.
• Derecho a promover su desarrollo.
• Derecho a la consulta previa a la adopción de medidas legislativas o adminis-
trativas que los afecten directamente.
• Derecho a decidir sus prioridades en el proceso de desarrollo económico, so-
cial y cultural, a participar en la formulación y aplicación de los planes y pro-
gramas de desarrollo, nacionales o regionales, que los afecten.
• Derecho a ejercer la propiedad y posesión de las tierras que ocupan tradicio-
nalmente y a utilizar, administrar y conservar los recursos naturales existentes
en ellas.
• Derecho a que se tengan en cuenta las características económicas, sociales y
culturales de su respectivo pueblo cuando se impongan sanciones penales pre-
vistas en la legislación general.
• Derecho a la igualdad en el acceso al empleo y en todo lo relacionado con la
contratación y las condiciones de trabajo.
• Derecho a la igualdad en el acceso a la educación en todos los niveles y a una
formación profesional acorde con las necesidades y particularidades del res-
pectivo pueblo.
• Derecho a que la educación sea impartida en su propia lengua y que sea acor-
de con su cosmovisión.
• El derecho a aplicar sus propios sistemas normativos al interior de sus comu-
nidades.
Sin embargo, tal como lo denuncian algunos líderes indígenas, organizaciones ci-
viles y expertos en materia de Derechos de los Pueblos Indígena:
Conclusiones
En el debate de los derechos colectivos se dan las críticas del comunitarismo al libe-
ralismo, se aborda la posibilidad de la inclusión de los derechos de minorías en políti-
cas liberales flexibles, la neutralidad estatal y el desarrollo de políticas multiculturalistas
concretas. También se discuten las formas en cómo estos derechos son tutela de las mi-
norías nacionales y pueden velar por la protección de los inmigrantes.
Como lo expresa Miguel Carbonell: "El discurso multiculturalista es de aquellos
que se mueve bien 'en las alturas', pero que presenta graves problemas cuando se quie-
re aplicar a realidades que suelen ser muy complejas, como lo demuestra entre otros el
caso del Estado mexicano" .27
Porque no basta con aceptar a la ligera que en México existen actualmente alre-
dedor de 63 etnias indígenas, que son las reconocidas por el INEGI, las cuáles hacen
27 Carbonell, Miguel, op. cit., p. 981.
94 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
patente la heterogeneidad cultural. También es necesario conocer y promover los ins-
trumentos jurídicos a nivel nacional e internacional con los que cuentan los pueblos in-
dígenas para garantizar ya no la multiculturalidad que se da de hecho, pero que hasta
ahora se reconoce en la Constitución federal y en varias constituciones estatales, sino
cómo es posible la democracia representativa de alternancia de poder entre grupos in-
dígenas y no indígenas.
En este sentido cabe que reflexionar también acerca de qué tipo de democracia
queremos adoptar en un país pluricultural como lo es México; si es que se quiere una
Democracia Sustancial como la que propone Luigi Ferrajoli, y que consiste la garantía
de los derechos fundamentales, por encima de las constituciones políticas de los países,
o si se busca una democracia donde sea realmente efectiva la representación de mino-
rías nacionales a través de distritos electorales indígenas, como lo propone Miguel Car-
bonell. Lo cual se apegaría más a la democracia de autonomías promovida por Héctor
Díaz Polanco, donde los regímenes de autonomías implican la. definición de un ámbi-
to determinado, ya sea regional, municipal o comunal. Una autonomización del país,
con municipios autónomos o regiones autónomas, como un cuarto orden de gobier-
no, donde haya cabida para que los sectores y las poblaciones indígenas y no indígenas
puedan convivir democráticamente.
Y para no caer en el relativismo cultural, donde cada práctica social sea válida,
habría que establecer que las protecciones externas sobre los derechos diferenciados
con respecto al grupo, que aborda Kymlicka en varias de sus investigaciones, implican
relaciones intergrupaler, esto es, el grupo étnico o nacional puede tratar de proteger su
existencia y su identidad específica limitando el impacto de decisiones de la sociedad
en la que está englobado. Pero ello no significa que todas las prácticas culturales inter-
nas deban ser perpetuadas, porque su límite se encuentra en el respeto de los derechos
humanos fundamentales, en cuanto los pueblos indígenas no restrinjan internamente a
los integrantes de sus comunidades violando sus derechos.
La historia de América Latina nos muestra que, en efecto, las reivindicaciones
de pueblos indígenas no se dan para conseguir o justificar restricciones internas, sino
son esfuerzos por el reconocimiento de sus derechos colectivos como una protección
y promoción de representatividad frente a otras colectividades, para fomentar además
de su desarrollo político, su desarrollo cultural, económico y social, en negociaciones
con el Estado mexicano, en contra de las posturas asimilacioncitas y paternalistas por
parte de la cultura mayoritaria.
DERECHOS HUMANOS EN LOS ACUERDOS DE SAN ANDRÉS
Alejandro Rosillo Martínez 1
Introducción
Derecho a la igualdad
Los Acuerdos proponen la construcción de una nueva relación entre los pueblos indí-
genas, la sociedad y el Estado, que requiere una nueva política que conlleve a una pro-
funda reforma del Estado, la cual debe contener como características: a) La partici-
pación de los pueblos indígenas en la toma de decisiones que afecten sus vidas, y que
reafirme su condición de mexicanos en pleno uso de derechos; b) el concurso de la so-
ciedad para desterrar mentalidades y comportamientos discriminatorios; y c) el desa-
rrollo de una cultura de pluralidad y tolerancia. Estas características, con las que empie-
za el Documento 1 de los Acuerdos, son fundamentales para comprender el sentido de la
lucha actual de los pueblos indígenas. A diferencia de otras épocas, donde la tenencia
de la tierra era la base de la demanda indígena, ahora se exige en lo fundamental que el
Estado y la sociedad los reconozca como indígenas, "reconocimiento" que se concre-
tiza en diversas facetas. Esto es el fundamento del derecho a la igualdad que exigen los
pueblos indígenas.
En la construcción de la nueva relación un concepto clave es la tolerancia y la erra-
dicación de la discriminación. Los pueblos indígenas han sufrido diversas formas de dis-
criminación, sobre todo fundamentadas en una compresión "evolucionista" de la his-
toria: los pueblos europeos son la punta de lanza del desarrollo de la humanidad, y las
demás culturas son expresión de etapas anteriores, atrasadas, que deben enfilar sus es-
fuerzos para llegar a integrarse a la "civilización".
La tolerancia es un concepto generado dentro de la tradición liberal de Occidente,
cuyos orígenes se encuentran en los conflictos religiosos de los inicios de la moderni-
dad europea. A través del discurso de la "tolerancia" se buscó terminar con las luchas
entre las diferentes confesiones cristianas, aunque se excluía a otras religiones, y por lo
tanto no fue un concepto que concibiera la pluralidad cultural. Más bien, fue un discur-
so funcional a los intereses de la burguesía que necesitaba de estabilidad y orden para
el desarrollo del naciente capitalismo. Con el tiempo, este discurso ha ido modificándo-
se y, con el surgimiento del concepto "multiculturalismo" , las filosofías políticas de los
países centrales lo han recuperado como una virtud pública necesaria para el desarrollo
de la democracia y buscando que el Estado sea capaz de gestionar la "convivencia" en-
tre las diferentes culturas. No obstante, este uso de la "tolerancia" fácilmente se vuel-
ve abstracto, y se utiliza de manera descontextualizada, pasando por alto la historia de
cada región y las relaciones sociales impuestas por la actual etapa del capitalismo. De
ahí que la idea de "tolerancia" tenga, primariamente, un sentido negativo. Tolerar signi-
ficaría soportar y permitir un sistema de creencias que no es compatible con el nuestro;
98 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
en este sentido, quien "tolera" restringe sus creencias. Pero, por otro lado, la tolerancia
tiene una faceta positiva; ésta no se basa en larestricción que se autoimpone el toleran-
te, sino en el esfuerzo de reconocer las diferencias, aceptar y comprender al otro.
Los Acuerdos comprenden la tolerancia en su faceta positiva, pero no la reducen
sólo al ámbito de las creencias e ideologías, sino a todos los ámbitos de la vida. No se
trata de un concepto de "tolerancia" en abstracto, sino desde unas circunstancias histó-
ricas concretas. Este llamado supone que quienes deben comprometerse a ser toleran-
tes es porque han tenido históricamente la capacidad y el poder de impedir que los otros
tengan acceso a los bienes para la satisfacción de sus necesidades y el cumplimiento de
sus derechos. De ahí que "tolerancia" no significa tan sólo una virtud individual de so-
portar o de comprender al "otro", sino en un fundamento para edificar una sociedad
plural que supere las estructuras opresoras y excluyentes. La tolerancia no es, entonces,
la "llave mágica" para eliminar todo tipo de conflictos sociales, sino tan sólo un primer
paso en el acceso de los pueblos indígenas al espacio público, donde ellos sean los res-
ponsables en la toma de las decisiones que influyen en su vida.
En estrecha relación con la tolerancia, encontramos la demanda de erradicar las
prácticas discriminatorias. Se trata de un problema político, social y económico que tie-
ne importantes repercusiones en el ámbito jurídico, pues ha obligado a superar las po-
siciones liberales de la "igualdad formal" ante la ley. El principio jurídico de "igualdad"
significa básicamente que los órganos encargados de aplicar el derecho no deben ha-
cer ninguna diferencia que el derecho a aplicar no establezca. Este principio ha llegado a
desplegarse en dos dimensiones7: a) Igualdad en la aplicación de la ley. Las autoridades
encargadas de aplicarla deben hacerlo sin excepciones y sin consideraciones persona-
les; se trata de una obligación que afecta a los poderes ejecutivos y judiciales. b) Igualdad
en el contenido de la ley. Significa que el Poder Legislativo debe respetar la igualdad a tra-
vés del contenido de la norma, y sólo podrá establecer diferencias que sean razonables
para alcanzar la igualdad en los hechos. Ambas dimensiones tienen relación con la dis-
criminación. En términos generales podríamos decir que la discriminación es un acto
violatorio de la igualdad; pero no se trata de cualquier trato desigual, sino de aquel que
se basa en un criterio no razonable, prejuicioso y estigmatizador.
La primera faceta del principio de igualdad busca que todas las personas, estan-
do en situación semejante, tengan los mismos derechos y se les aplique de la misma
forma la ley. Este trato igualitario ante la ley es una demanda de los pueblos indígenas,
pues durante años se les han negado los derechos que como mexicanos tienen. Pero se
trata de una "igualdad formal" que conduce a negar la identidad de los indígenas como
tales, al grado de "decretar la desaparición del indio por ley". Además, la igualdad for-
mal no se identifica con la "igualdad sustancial", es decir, con la igualdad real y mate-
7 Cfr. Pérez Portilla, Karla, Principio de igualdad: alcances y perspectivas, México, UNAM, 2005,
pp. 47-108.
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 99
rial. Para eso es necesario que el derecho trate, con justicia, igual a los iguales y desigual
a los desiguales, y es cuando es permisible que el legislador establezca diferencias nor-
mativas a favor de quienes, en los hechos, se encuentran en situaciones de desigualdad.
Por otro lado, la segunda faceta del principio de igualdad tiene estrecha relación con las
demandas de los Acuerdos, pues se exige la creación de un nuevo marco jurídico que
supere la mera igualdad formal y que, a través de reconocer los derechos indígenas es-
pecíficos, se logre la igualdad real, entendida ésta como un acceso a los bienes para la
satisfacción de las necesidades que posibilite el desarrollo de los pueblos indígenas des-
de su propia identidad y voluntad.
Uno de los compromisos de los Acuerdos respecto al contenido de la reforma
constitucional consiste en establecer la cláusula de no discriminación por "origen racial
o étnico, lengua, sexo, creencia o condición' social". Esta exigencia, como otras realiza-
das en los Acuerdos, rebasa el tema de los derechos indígenas propiamente dichos y tie-
ne que ver con la construcción en general de una sociedad más justa. Es una muestra de
cómo los movimientos indígenas confluyen con demandas de otros sectores margina-
dos de la sociedad. La división que la doctrina ha realizado sobre este concepto consis-
te en: a) Discriminación directa: Se trata de aquellos actos que rompen con la igualdad de
trato, sobre la base de diferenciaciones no razonables, prejuiciosas o estigmatizadoras
del grupo o sector afectado. A través de ella se violenta de manera formal los mandatos
legales de no-discriminar, pues se basa en alguna de las diferenciaciones prohibidas le-
galmente. b) Discriminación indirecta: Se da cuando las disposiciones que formalmente no
son discriminatorias -normalmente basadas en la igualdad formal- tienen como efec-
tos el rompimiento de la igualdad sustancial o la promoción y el mantenimiento de las
condiciones reales de desigualdad. El reconocimiento de los derechos indígenas, muy
al contrario de tratarse de fueros infractores del principio de igualdad, busca superar la
discriminación tanto en su faceta directa como en la indirecta. Podemos señalar que los
derechos de la libre determinación buscan superar la indiscriminación indirecta que han
sufrido los pueblos indígenas al aplicárseles un derecho y una organización política aje-
nos a su vohintad y su identidad, y que desconoce la situación histórica y real de opre-
sión. Pero la lucha indígena también ha ido encaminada a luchar contra la discrimina-
ción directa, exigiendo la constitucionalización de la no-discriminación.
Un elemento fundamental para establecer la cláusula de no-discriminación son
los criterios que se consideran irracionales, odiosos y prejuiciosos, y que suelen estar
fundados en la idea de que las características propias de un colectivo o un sector social
lo hacen inferior y, por lo tanto, merecedor de un trato desigual. Un segundo elemen-
to consiste en valorar las consecuencias que acarrea dicha diferenciación, es decir, en el
resultado de la acción de diferenciar.
La reforma constitucional de agosto de 2001 incluyó la prohibición de no-discri-
minación en el párrafo tercero del artículo 1°. Es una disposición que no sólo protege
100 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
a los indígenas sino a todas las personas que se encuentran en alguna de las situaciones
consideradas como prohibidas para hacer diferencias. La redacción constitucional tie-
ne varias deficiencias, sobre todo por establecer en términos muy generales diferencia-
ciones prohibidas, tales como "opiniones" y "preferencias", y no ser clara en cuanto a
otras, como la preferencia sexual. Tampoco se considera el tema de la "lengua" como
lo establecen los Acuerdos. Sin embargo, existen diversos instrumentos internacionales
al respecto, que pueden ampliar y mejorar los alcances de esta disposición constitucio-
nal. Algunos de estos son: el artículo 2° de la Declaración Universal de los Derechos Huma-
nos (1948); el artículo 2.2 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Socialesy Culturales
(1966); los artículos 2.1 y 26 del Pacto Internacional de Derechos Civilesy Políticos (1966); el
artículo 1.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969); el artículo
1.1de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas lasformas de Discriminación racial
(1965); el artículo 2° de la Convención de los Derechos del Niño (1989). Por otro lado, en el
ámbito federal, se encuentra vigente la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discri-
minación (LFPED) que en su artículo 4° define la discriminación; a diferencia del pre-
cepto constitucional, la ley amplía el catálogo de criterios prohibidos, y en relación a los
pueblos indígenas, destaca el punto de la "lengua", cuya enumeración estaba contem-
plada en los Acuerdos y además se reafirma el criterio del origen étnico.
El artículo 5 de la LFPED estipula diversas situaciones en las que se permite dar
un trato diferenciado, es decir, donde el Estado puede actuar de manera diferente con
una persona frente a otra sin que se considere un acto de discriminación. En este con-
texto, el inciso I establece la excepción que permite al Estado actuar contra la "discri-
minación indirecta": "No se considerarán conductas discriminatorias las siguientes: l.-
Las acciones legislativas, educativas o de políticas públicas positivas o compensatorias
que sin afectar derechos de terceros establezcan tratos diferenciados con el objeto de
promover la igualdad real de oportunidades". Además, el mismo artículo, contempla
el criterio basado en las consecuencias de la acción de diferenciar para establecer o no
si una acción es discriminatoria: "En general, (no se consideraran discriminatorias) to-
das las (conductas) que no tengan el propósito de anular o menoscabar los derechos, y
libertades o la igualdad de oportunidades de las personas ni de atentar contra la digni-
dad humana" (fracción VIII).
Como hemos señalado, la discriminación indirecta es una violación a la igualdad
real y no a la igualdad formal. Esto conlleva a que el mandato del Estado de erradicar
la discriminación, lo obliga a la expedición de normas y a la planeación de políticas que
posibiliten conseguir la igualdad real. En este sentido el artículo 15 de la LFPED, con-
templa la obligación del Estado con los pueblos indígenas de establecer medidas posi-
tivas y compensatorias afavor de la igualdad de oportunidades.
Sin negar los beneficios que puede traer el cumplimiento de las obligaciones
mencionadas en dicho artículo, ninguna de ellas considera a los derechos de libre de-
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 101
terminación como medios para fomentar la igualdad real, con lo cual, se corre el ries-
go de seguir interpretando la relación Estado-pueblos indígenas desde la visión indige-
nista y paternalista. Esto puede suceder, especialmente, en lo referido a las fracciones
I y II; las otras cinco fracciones tocan dos exigencias que se encuentran en los Acuer-
dos: la promoción de las culturas indígenas para que la sociedad en general las conoz-
ca, las valore y las respete, y las garantías mínimas para asegurar el acceso a la jurisdic-
ción del Estado.
Es importante caer en la cuenta que la LFPED tiene una visión liberal de los
medios para superar la discriminación, que se ve reflejada en su opción por la promo-
ción de la "igualdad de oportunidades". Los Acuerdos no hacen referencia a este tipo
de igualdad, pues en realidad es una política liberal que considera como parámetro de
justicia el establecimiento de ciertos apoyos a las sectores más marginados para que así
tengan "igualdad de oportunidades" en el mercado, pero sin cambiar las estructuras so-
ciales que mantienen las desigualdades. Así, los sectores oprimidos continúan, a la larga,
siendo marginados. Aunque se considere que se hace justicia promoviendo "un arran-
que parejo", y ahí quedan satisfechas las obligaciones de un "Estado Social de Dere-
cho", las estructuras capitalistas de la sociedad hacen nula dicha igualdad. En efecto,
aunque no de forma explícita, lo que encontramos en los Acuerdos es más bien la lu-
cha por una "igualdad de condiciones reales", es decir, por la construcción de nuevas
estructuras sociales, económicas y políticas que hagan efectiva la igualdad, no sólo "en
el arranque", sino en la auténtica satisfacción de necesidades que posibiliten, a los pue-
blos indígenas, la producción y reproducción de su vida, comprendiendo "la vida" en
toda su integralidad y en todas sus dimensiones.8
Participación política
Los Acuerdos consideran que la base de la nueva relación con el Estado debe ser la par-
ticipación indígena y la consulta a los pueblos indígenas. Estas dos exigencias se hacen
presentes a través de todo el texto, ya sea como "principios" o concretamente como
"derechos". Podemos enumerar estas demandas de la siguiente manera: a) Transferen-
cia de fondos públicos para ser administrados por las propias comunidades indígenas;
b) consulta de las legislaturas de los estados para la remunipalización para crear munici-
pios más coherentes con la distribución de los pueblos indígenas; c) asegurar la partici-
pación y representación política local y nacional de los pueblos indígenas en el ámbito
legislativo y los niveles de gobierno, respetando sus diversas características sociocultu-
rales; d) incorporar nuevos criterios en la delimitación de los distritos electorales que
8 Existen otras leyes que contemplan la prohibición de discriminar y que se relacionan directa
o indirectamente con los derechos indígenas: el artículo 8 de la Lry General de Derechos Lingüísticos
de los Pueblos Indígenas (LGDLPI); y el artículo 4° de la Lry General de las Personas con Discapacidad.
102 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
correspondan a las comunidades y pueblos indígenas; e) permitir la participación en
los procesos electorales sin el necesario involucramiento de los partidos políticos; f) re-
conocer el derecho de los pueblos indígenas a presentar iniciativas de ley a los poderes
legislativos; g) establecer que los agentes municipales o figuras afines sean electos o, en
su caso, nombrados por los pueblos y comunidades correspondientes; h) crear meca-
nismos de consulta para la elaboración de políticas públicas y de desarrollo que afecten
a los pueblos indígenas; y i) participar de manera activa en los proyectos de desarrollo,
para superar visiones paternalistas e indigenistas, y caminar hacia un autodesarrollo o
etnodesarrollo.
Los derechos de los pueblos indígenas de participación y consulta están reco-
nocidos en los principales instrumentos internacionales: los artículos 5 y 6 del Convenio
169 de la OIT, y los artículos 18 y 19 de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indíge-
nas. En el ámbito nacional, la fracción IX del apartado A del artículo 2° constitucional
establece que se debe "consultar a los pueblos indígenas en la elaboración del Plan Na-
cional de Desarrollo y de los estatales y municipales y, en su caso, incorporar las reco-
mendaciones y propuestas que realicen". El primer párrafo del apartado B del mismo
artículo obliga a la federación, a las entidades federativas y a los municipios a consul-
tar a los pueblos indígenas en la elaboración de sus planes respectivos y en su caso, in-
corporar las recomendaciones y propuestas que realicen. Además, cabe señalar, que la
consulta está prevista en el artículo 26 constitucional como parte del sistema nacional
de planeación democrática.
Existen diversas disposiciones en la legislación federal que establecen de manera
expresa la participación y la consulta a los pueblos indígenas. Algunas de ellas son: La
fracción XIV del artículo 13 de la LGDLPI; los artículos 47, 58, 78, 78bis, 157 y 158
de la Lry General de Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente; los artículos 3° (frac-
ción XIX), 72, 110, 157 de la Lry General de Desa"ollo Forestal Sustentable; los artículo 10,
11, 106, 393 y 403 de la Ley General de Salud; los artículo 1° (fracción IV), 6, 14, 16, 20,
20bis, 37 de la Lry de Planeación; el artículo 21 de la Lry General de Pescay Acuacultura Sus-
tentables.
En cuanto a la representación política, cada entidad federativa debe contemplar
los usos y costumbres de los pueblos indígenas para el nombramiento de sus autori-
dades. No obstante, no se ha realizado una reforma constitucional al artículo 115 que
establezca con claridad las atribuciones de los representantes indígenas en los Ayunta-
mientos.
12 Cornejo Certuche, Francisco, "Interés Público" en Enciclopedia Jurídica Mexicana, Tomo F-L,
México, Porrúa-UNAM, 2002, p. 632.
13Acosta Romero, Miguel, Teoría general del derecho administrativo, México, Porrúa, 2000, pp. 113-
114.
106 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
nas como entidades de interés público". Por lo tanto, la definición de "pueblo indíge-
na" del artículo 2° constitucional no es suficiente para su existencia legal, sino que es
necesario que el legislador local conforme "entidades de derecho público" que gocen
de personalidad y capacidad jurídicas de goce y ejercicio.14
La libre determinación significa que los pueblos pueden elegir libremente su régimen
político, económico y cultural para resolver las cuestiones relacionadas con su produc-
ción de vida. Es el derecho de los pueblos a decidir su propio destino, siendo sujetos
de derecho y de su propia historia. Se puede ejercer de diferentes maneras, ya sea como
Estado independiente, como Estado asociado, como Provincia autónoma, o bajo un
régimen de autonomía como región, municipio o comunidad. Es decir, la libre deter-
minación se concretiza en un conjunto de derechos de autonomía o de autodetermi-
nación.
El principio de la libre determinación implica que el Estado reconocerá un ám-
bito de autonomía a los pueblos indígenas sin menoscabo a la soberanía nacional. Esto
significa que los pueblos indígenas optan por el camino de la autonomía para ejercer su
libre determinación y no por el camino de la creación de un nuevo Estado. En el ám-
bito internacional, el derecho de autodeterminación de los pueblos es reconocido por
la Carta de las Naciones Unidas, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polí-
ticos (PIDCP), y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Cul-
turales (PIDESC).
En función de diversos acontecimientos históricos, el derecho a la libre determi-
nación ha sido interpretado unívocamente como un derecho a la secesión, es decir, a la
separación de un pueblo del Estado al que pertenecen para constituir un nuevo Esta-
do soberano e independiente. Esta interpretación provoca que muchos Estados, entre
ellos el mexicano, tengan temor y prejuicios respecto a las luchas indígenas por el de-
recho de autodeterminación. Sin embargo, este derecho tiene otra dimensión, mucho
más importante para los pueblos indígenas que el derecho de secesión: el derecho de
autonomía o de autogobierno. En efecto, los Acuerdos plantean un ejercicio de la libre
determinación a través de diversos derechos de autonomía, y que compromete al Esta-
do a respetar las identidades, las culturas y las formas de organización social de los pue-
14 Oaxaca, Querétaro, San Luis Potosí y Durango han reconocido la personalidad jurídica de
derecho público de pueblos y comwúdades indígenas a través de la naturaleza de entidades o
sujetos de derecho público. Esto es posible porque, a pesar de que la CPEUM señala que las co-
mwúdades serán reconocidas como "entidades de interés público", el acto de las legislaturas lo-
cales no restringen derechos sino, al contrario, los amplían. Esto ha sido avalado por los crite-
rios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 107
blos indígenas, y sus capacidades para determinar su propio desarrollo; y no intervenir
unilateralmente en los asuntos y decisiones de los pueblos indígenas, en las organiza-
ciones y formas de representación de los pueblos indígenas, ni en las estrategias de los
pueblos indígenas de aprovechamiento de los recursos naturales.
En este principio de los Acuerdos hay dos elementos que es importante destacar.
Por un lado, el Estado sigue viendo con temor la autonomía de los pueblos indígenas
al señalar que se obliga a no intervenir unilateralmente "en tanto se respeten el interés
nacional y público". Una fórmula tan general y abstracta puede servir de excusa para
imponer a los pueblos indígenas políticas en contra de sus intereses y sin que medie
consulta y colaboración alguna. Por otro lado, la autonomía no significa separación del
Estado mexicano, ni negación de los indígenas como ciudadanos mexicanos; al contra-
rio, el Estado se obliga con los pueblos indígenas a hacer efectivos sus derechos huma-
nos, pero mediando la modalidad de la autonomía.
En los Acuerdos, la libre determinación se concretiza en la autonomía, que im-
plica, básicamente, el reconocimiento de autoridades propias, es decir, autogobiernos
comunales dentro del marco del Estado nacional. La autonomía presupone la existen-
cia de una entidad menor en el interior de una entidad mayor, que es única y soberana.
Implica una distribución de competencias entre los distintos niveles de organización
del gobierno. En este caso, los pueblos y comunidades indígenas se deben comprender
como sujetos de derecho, como entidades de derecho público, y formando parte del
Estado mexicano. Por eso, el debate que deben desarrollar las legislaturas locales con-
siste en las facultades y funciones de las autonomías, y de las características de la rela-
ción entre la "entidad superior" y las "entidades menores".
La autonomía busca definir las formas en que los pueblos indígenas pueden par-
ticipar en el Estado nacional. Un marco de autonomía debe establecer los mecanismos
de participación de los gobiernos indígenas en el Estado y su relación con los diferentes
niveles de gobierno. En este sentido, los Acuerdos proponen al Congreso de la Unión
y las Legislaturas de los Estados reconocer y establecer las características de la libre de-
terminación y los niveles y modalidades de autonomía, para lo cual se deben tomar en
cuenta el territorio, los ámbitos de aplicación, las competencias, el autodesarrollo, y la
participación en los órganos de representación nacional y estatal.
El artículo 2° constitucional señala, en el párrafo quinto, que el derecho a la li-
bre determinación "se ejercerá en un marco constitucional de autonomía que asegure
la unidad nacional". Salta a la vista el prejuicio del legislador al contraponer el ejercicio
de la autonomía con la unidad nacional, ya que, insistimos, no son conceptos contra-
dictorios; al contrario, la autonomía indígena asegura la unidad nacional al tratarse de
un modelo de inclusión de los pueblos indígenas al pacto federal. La expresión utiliza-
da en la propuesta de la COCOPA es mucho más afortunada y refleja mejor el sentido
de la autonomía indígena como una forma de gobierno dentro del pacto federal: "Los
108 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
pueblos indígenas tienen derecho a la libre determinación y, como expresión de ésta, a
la autonomía como parte del Estado mexicano". El mismo párrafo del artículo 2°
· continua señalando que el reconocimiento de los pueblos y comunidades indígenas "se
hará en las constituciones y leyes de las entidades federativas, las que deberán tomar en
cuenta, además de los principios generales establecidos en los párrafos anteriores de
este artículo, criterios etnolingüísticos y de asentamiento físico".
El último párrafo del apartado A del artículo 2° constitucional establece que
"[...] las constituciones y leyes de las entidades federativas establecerán las caracterís-
ticas de libre determinación y autonomía que mejor expresen las situaciones y aspira-
ciones de los pueblos indígenas en cada entidad". Se entiende que debieron ser consul-
tados los pueblos y comunidades por cada legislatura local para establecer el marco de
libre determinación y las modalidades de la autonomía en la Constitución del Estado y
en sus leyes. De lo contrario, si se hizo como un acto unilateral del Poder Legislativo,
sin consultar a los pueblos indígenas, las reformas realizadas se deben considerar.anti-
constitucionales por violentar derechos de los pueblos indígenas.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de lospueblos indígenas (DDPI),
aborda el derecho a la libre determinación principalmente en sus artículos 3, 4 y 5. El
contenido de estos artículos coincide totalmente con los Acuerdos, aunque en éstos el
desarrollo de los derechos está, por supuesto, en función de la realidad mexicana; por
eso, realizan una enumeración de los derechos básicos que componen la autonomía in-
dígena. A continuación los presentaremos en el orden en que aparecen en el Documento
2, haciendo un breve comentario y relacionándolos con algunos instrumentos legales
nacionales e internacionales.
a) Derecho a lasformas propias de organización: El derecho a desarrollar las formas
propias de organización social, cultural, política y económica se puede considerar como
el fundamento de la libre determinación, junto con el autogobierno. Es una demanda
que los Acuerdos expresan constantemente y de diversas maneras.
bJ Derecho a los sistemas normativos propios: Éste es uno de los derechos de la libre
determinación más controvertidos, pues significa romper con el paradigma del "monis-
mo jurídico" y dar pie a un paradigma de "pluralismo jurídico" . Es la lucha de los pue-
blos indígenas por el reconocimiento a los pueblos indígenas y por el "derecho a decir
el Derecho". Los sistemas normativos de las comunidades indígenas están constituidos
por un conjunto de normas, instituciones y procedimientos que sirven para su integra-
ción y organización social. Se da a través de la costumbre, integrada por normas con-
suetudinarias, usos y tradiciones. En este sentido, se puede identificar un sistema nor-
mativo como el conjunto de normas jurídicas orales y consuetudinarias que los pueblos
y comunidades indígenas asumen como válidas y obligatorias, y utilizan para regular su
vida pública y resolver los conflictos.
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 109
En el ámbito nacional, la fracción I del apartado A del artículo 2° constitucio-
nal contiene disposiciones relacionadas. En el ámbito internacional, los artículos 8 y 9
del Convenio 169 de la OIT contiene diversas disposiciones al respecto, y la DDPI lo
hace en sus artículos 33, 34 y 35. Tanto la CPEUM como los instrumentos internacio-
nales establecen los derechos humanos como limitante expresa de la aplicación de los
sistemas jurídicos internos de los pueblos indígenas. Esta limitación puede compren-
derse en textos de carácter internacional, pero en la Constitución es una condición que
está de más, pues se entiende que cualquier persona, incluyendo a una persona indíge-
na, puede acudir a la vía del amparo para que sea restituido en el goce de sus derechos
fundamentales. Esta limitación más que una garantía para la persona indígena puede ser
una norma que fomente prejuicios ante la normativa interna indígena, considerándola
apriori como violadora de derechos fundamentales.
e) Derecho a acceder a lajurisdicción del Estado: Este derecho, en términos estrictos,
no debería considerarse como un derecho de libre determinación, sino como un dere-
cho constitutivo de la nueva relación entre los pueblos indígenas y el Estado. De inicio,
es un derecho que pertenece a toda persona, de tener la facultad de plantear ante la ju-
risdicción del Estado un conflicto para que este lo resuelva, y para no tener que "hacer
justicia por propia mano't. Más adelante lo comentaremos.
d) Derecho al acceso colectivo al usoy di.ifrute de los recursos naturales-. Los Acuerdos de-
mandan el reconocimiento del derecho al acceso "de manera colectiva al uso y disfru-
te de los recursos naturales, salvo aquellos cuyo dominio directo corresponda a la Na-
ción". Este es un derecho que tiene amplio consenso en el ámbito internacional, pero
que no se reflejó en las reformas en materia indígena del 2001, en especial porque no
modificó el artículo 27.
En el ámbito internacional consideran este derecho el artículo 15 del Convenio
169 de la OIT, y el artículo 25 de la DDPI, que establece el derecho de los pueblos in-
dígenas a mantener y fortalecer su relación con la tierra, aguas y otros recursos. El artí-
culo 32 de la DDPI establece el derecho de los pueblos indígenas al uso de sus tierras y
recursos para determinar su propio desarrollo; la obligación del Estado de consultarlos
para los programas de desarrollo y uso de recursos naturales; la obligación de Estado a
la reparación justa y equitativa; y la obligación de tomar medidas para mitigar las con-
secuencias negativas al hábitat indígena.
Con la reforma constitucional de agosto de 2001, se añadió la fracción VI del ar-
tículo 2°, el cual establece un supuesto derecho al uso y disfrute preferente de los re-
cursos naturales. Esta fracción en realidad no otorga a los pueblos indígenas ningún
derecho que no pudieran haber ejercido antes de la reforma. Al contrario, ahora se esta-
blecen condiciones que están de más, pues hacen referencia a reglas que deben cumplir
todos los mexicanos, y que realmente no cumplen las demandas de los pueblos indíge-
nas al no haber sido modificado el artículo 27 constitucional respecto a la propiedad y
110 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
tenencia de la tierra. Por otro lado, la supuesta "preferencia" al uso y disfrute de los re-
cursos es un mero recurso retórico, como ya hemos señalado al hablar de la legislación
concesiones. Esta preferencia no es lo que exigen los pueblos indígenas, pues lo que
demandan es la constitucionalización de su derecho al territorio y a los recursos natu-
rales ahí existentes, en los términos del Convenio 169 de la OIT.
e) Derecho apromover su identidady patrimonio culturaf. Los Acuerdos consideran el
derecho a "promover el desarrollo de los diversos componentes de su identidad y patri-
monio cultural". El término "patrimonio cultural" incluye un gran acervo de tradicio-
nes, conocimientos y expresiones culturales. La protección, preservación y promoción
de distintos patrimonios culturales es la base de la "diversidad cultural". El artículo 2°
de la CPEUM, en la fracción IV del apartado A, se establece que los pueblos indígenas
tienen el derecho a "preservar y enriquecer sus lenguas, conocimientos y todos los ele-
mentos que constituyan su cultura e identidad". La disposición es muy general y redu-
cida, si la comparamos con la enumeración de elementos que realizan los instrumentos
internacionales. Estos son el artículo 5 del Convenio 169 de la OIT, y los artículos 11,
12, 13y 31, de la DDPI.
El derecho sobre la preservación del patrimonio cultural incluye, según el artícu-
lo 31.1 de la DDPI, la protección de la propiedad intelectual-de los pueblos indígenas.
La preocupación por este derecho ha crecido en los últimos años. 15 Se trata de un tema
complejo que rebasa las intenciones de este trabajo; tan sólo señalamos que son dere-
chos que no están reconocidos en el artículo 2° constitucional, y ni la Ley Federal de
Derechos de Autor ni la Ley de la Propiedad Industrial contienen alguna normatividad
especial para la protección del patrimonio indígena. 16 Si bien es cierto que las figuras
jurídicas actuales contenidas en dichas leyes pueden ser utilizadas a favor de proteger
los derechos de los pueblos indígenas, es necesaria una regulación que responda mejor
a las características propias de protección al patrimonio cultural.
Una exigencia de los Acuerdos sobre la conservación del patrimonio cultural ra-
dica en una nueva regulación de los sitios arqueológicos con el fin de: a) Reglamentar el
acceso gratuito a los indígenas; b) Dar a los indígenas la debida capacitación para po-
der administrar; c) Otorgar utilidades turísticas a los pueblos indígenas; d) Posibilitar
su uso como centros ceremoniales; e) Proteger los sitios cuando estén amenazados por
megaproyectos turísticos o saqueo hormiga. Otra reivindicación de los Acuerdos se re-
15 Cf. Toledo Uancaqueo, Víctor, "El nuevo régimen internacional de derechos de propiedad
intelectual y los derechos de los pueblos indígenas" en Mikel Berraondo (Coord.), Pueblos indíge-
nasy derechos humanos, Bilbao, Universidad de Deusto, 2006, pp. 509-536.
16 A lo más, podría considerarse el artículo 157 de la Ley Federal de Derechos de Autor que
señala que "la presente ley protege las obras literarias, artísticas, de arte popular o artesanal, así
como todas las manifestaciones primigenias en sus propias lenguas, y los usos, costumbres y
tradiciones de la composición pluricultural que conforman al Estado Mexicano y que no cuen-
ten con autor identificable".
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 111
laciona con los saberes indígenas, entre los que destaca la medicina tradicional. Se exi-
ge al Estado la creación de espacios para su práctica sin que ello supla la obligación de
los tres niveles de gobierno de ofrecer la atención adecuada a través del sistema de sa-
lud. Al respecto,la General de Salud señala como uno de los objetivos del sistema na-
cional de salud "promover el conocimiento y desarrollo de la medicina tradicional in-
dígena y su práctica en condiciones adecuadas" (artículo 6° fracción VI bis.). Además,
el artículo 93 establece que la Secretaría de Educación Pública, en coordinación con la
Secretaría de Salud, promoverá el establecimiento de un sistema de enseñanza continua
en materia de salud, y "reconocerá, respetará y promoverá el desarrollo de la medicina
tradicional indígena. Los programas de prestación de la salud, de atención primaria que
se desarrollan en comunidades indígenas, deberán adaptarse a su estructura social y ad-
ministrativa, así como su concepción de la salud y de la relación del paciente con el mé-
dico, respetando siempre sus derechos humanos".
j) Derecho a interactuar con los niveles de gobierno: Los Acuerdos apuntan el derecho
de los pueblos indígenas a "interactuar en los diferentes niveles de representación po-
lítica, de gobierno y de administración de justicia" . Se trata de un derecho de la nueva
relación entre el Estado y los pueblos indígenas, y debe realizarse en diversas facetas,
en todas aquellas donde las comunidades indígenas participen activamente y sean con-
sultadas en el diseño de políticas públicas. Al respecto, destaca el artículo 6 del Conve-
nio 169 de la OIT. ·
g) Derecho a la coordinación con otrospueblosy comunidades: En diversas partes de los
Acuerdos se reivindica el derecho de los pueblos y comunidades indígenas y de los mu-
nicipios con población indígena de establecer acuerdos para coordinar las acciones con
la finalidad de optimizar recursos, impulsar proyectos de desarrollo regionales, inter-
cambiar conocimientos, y en general promover y defender sus intereses. Este derecho
es reconocido por instrumentos internacionales, no sólo para ser ejercido entre pue-
blos indígenas dentro de las fronteras de una nación, sino también entre pueblos ubi-
cados en distintos países.
Si tomamos en cuenta que tanto las fronteras internacionales, como las divisio-
nes políticas de los países se realizaron históricamente sin tomar en cuenta la distribu-
ción geográfica de los pueblos indígenas que habitaban en esos territorios, el derecho
de asociación y coordinación entre comunidades y pueblos cobra gran importancia
para la conservación del patrimonio cultural y para el autodesarrollo. Las asociaciones
y coordinaciones que los pueblos y comunidades puedan realizar entre sí, tendrán ma-
yor coherencia para establecer proyectos de desarrollo integral que si se ubicaran den-
tro de las divisiones políticas tradicionales. En cuanto a las relaciones internacionales
entre pueblos indígenas, el artículo 32 del Convenio 169 de la OIT y el artículo 36 de
la DDPI.
112 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
h) Derecho a designar a sus autoridadesy representantes:Los Acuerdos de San Andrés
establecen, como parte del derecho de autogobierno, el derecho a "designar libremente
a sus representantes, tanto comunitarios como en los órganos de gobierno municipal, y
a sus autoridades como pueblos indígenas, de conformidad con las instituciones y tra-
diciones propias de cada pueblo". Se trata de establecer dos supuestos diferentes: por
un lado, el derecho de elegir a sus representantes tanto de la comunidad como en los
órganos de gobierno municipal; y, por otro, elegir según sus instituciones y tradiciones
a las autoridades como pueblos indígenas. Además, los Acuerdos exigen que el Estado
garantice la organización de los procesos de elección o de nombramiento de las auto-
ridades del ámbito interno de los pueblos o comunidades indígenas, y que se reconoz-
can las figuras del sistema de cargos y otras formas de organización, métodos de desig-
nación y la toma de decisiones en asamblea o consulta popular.
i) Derecho apromover sus culturasy lenguas-. Elúltimo derecho que enumera esta sec-
ción de los Acuerdos se refiere, de nuevo, a la promoción de algunos elementos del pa-
trimonio cultural, en los siguientes términos: "promover y desarrollar sus lenguas y cul-
turas, así como sus costumbres y tradiciones tanto políticas como sociales, económicas,
religiosas y culturales".
El derecho a la propia lengua está contemplado en el artículo 28 del Convenio
169 de la OIT. Por otro lado, es el derecho cultural que mayor reglamentación a nivel
nacional ha recibido por parte del Estado mexicano, ya que existe la General de De-
rechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (LGDLPI). Hay también otras disposiciones al
respecto, como el artículo 54, 67 y 113 de la General de Salud y el artículo 39 bis de
la sobre el Escudo, la Bandera,y el Himno Nacionales.
ElEstado se obliga bajo el principio de sustentabilidad a colaborar con los pueblos in-
dígenas en la perduración de la naturaleza y la cultura en los territorios que ocupan. Los
Acuerdos refieren la definición de territorio establecida en el Convenio 169 de la OIT,
en el artículo 13.2: "La utilización del término 'tierras' en los artículos 15 y 16 deberá
incluir el concepto de territorios, lo que cubre la totalidad del hábitat de las regio-
nes que los pueblos interesados ocupan o utilizan de alguna otra manera."
De entre las demandas sobre el desarrollo establecidas en los Acuerdos, pode-
mos destacar las siguientes: Que el Estado impulse mecanismos para garantizar a los
pueblos indígenas las condiciones para ocuparse de su alimentación, salud y vivienda, a
un nivel de bienestar adecuado; dar prioridad al desarrollo y bienestar de la población
infantil indígena, y a la intervención de la mujer indígena en los proyectos de desarrollo;
aprovechar las potencialidades de los sistemas de producción de los indígenas; recono-
cer el derecho de los pueblos indígenas al uso sostenible y a los beneficios del aprove-
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 113
chamiento de los recursos naturales de sus territorios; fomentar el desarrollo de la base
económica de los pueblos indígenas, garantizando su participación en el diseño de es-
trategias; y el respeto a las tierras y territorios en los proyectos de desarrollo.
El derecho al desarrollo de los pueblos indígenas ha sido tratado de manera am-
plia en los instrumentos internacionales: Los artículos 2, 7 y 6 del Convenio 169 de la
OIT, y los artículos 17, 20, 21, 22, 23 y 39 de la DDPI. En el ámbito nacional, encon-
tramos al respecto las fracciones I, N, VIII, del apartado B del artículo 2° CPEUM, y
diversas disposiciones de las siguientes leyes: General de Desarrollo Socia/. General
de Desarrollo Forestal Sustentable, y de Desarrollo Rnral Sustentable.
El derecho a la tierra
Tanto el Convenio 169 de la OIT como la DDPI contienen diversas disposiciones so-
bre las tierras indígenas. En cuanto a los Acuerdos, fue el Convenio 169 el instrumen-
to internacional en el cual se apoyaron las reivindicaciones al respecto, ya que la DDPI
fue aprobada en 2007, fecha posterior a la firma de los Acuerdos.
El Convenio 169 de la OIT contiene una parte dedicada íntegramente a la tierra
y territorio indígenas, que contiene los siguientes puntos: El respeto al valor cultural y
espiritual que la tierra tiene para los pueblos indígenas; el reconocimiento del derecho
de propiedad y de posesión, y el establecimiento de las garantías jurisdiccionales ade-
cuadas; derecho a no aceptar el traslado de las tierras que ocupan, a menos que medie
su libre consentimiento; respeto a las modalidades de transmisión de los derechos so-
bre la tierra; protección contra la intrusión no autorizada a las tierras indígenas; obliga-
ción del Estado de que los programas agrarios nacionales garanticen a los pueblos in-
dígenas condiciones equivalentes a las que disfruten otros sectores de la población. Por
su parte, la DDPI es limitada en cuanto a los derechos sobre la tierra: Establece la pro-
hibición del desplazamiento a la fuerza; la protección a la propiedad de sus tierras; el
reconocimiento de las formas de tenencia de la tierra; y el derecho a la indemnización,
restitución y reparación: El artículo 28 establece, en su primer párrafo, que los pueblos
indígenas "tienen derecho a la reparación, por medios que pueden incluir la restitución
o, cuando ello no sea posible, una indemnización justa, imparcial y equitativa, por las
tierras, los territorios y los recursos que tradicionalmente hayan poseído u ocupado o
utilizado de otra forma y que hayan sido confiscados, tomados, ocupados, utilizados o
dañados sin su consentimiento libre, previo e informado". En un segundo párrafo se-
ñala que "salvo que los pueblos interesados hayan convenido libremente en otra cosa,
la indemnización consistirá en tierras, territorios y recursos de igual calidad, extensión y
condición jurídica o en una indemnización monetaria u otra reparación adecuada".
En cuanto al marco jurídico mexicano, en especial el agrario, podemos decir que
poco responde a las exigencias de los pueblos indígenas y lejos está de ser un instru-
114 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
mento efectivo para resolver los diversos problemas del sistema agrario de las comuni-
dades. Son necesarias diversas reformas, y por eso, la exigencia al respecto hecha por la
delegación del EZLN, a través de los Acuerdos, es actual. Entre otros cambios, es ne-
cesario un reconocimiento jurídico de la propiedad agraria indígena, con las caracte-
rísticas propias como pueblo y comunidad indígenas; que se reconozcan los sistemas
normativos internos para la resolución de controversias en materia agraria; y que exis-
tan mecanismos jurídicos que faciliten la regularización de la tierra de los pueblos in-
dígenas.
La delegación del EZLN consideró insuficientes los puntos acordados en los Acuer-
dos respecto al tema de la situación, derechos y cultura de la mujer indígena. Postu-
ra que está referida al documento'cciones y medidas para Chiapas. Compromisos y
propuestas conjuntas de los gobiernos del Estado y Federal y el EZLN", en el aparta-
do titulado "Situación, derechos y cultura de la mujer indígena". Este apartado incluye
diversos compromisos de promover cambios legislativos que contemplen los derechos
de la mujer indígena y que asuman los compromisos internacionales del Estado mexi-
cano sobre el tema. En este sentido, el documento "Punto y seguido", emitido por el
EZLN en febrero de 1996, después de la firma de los Acuerdos, señala:
Por la triple opresión que padecen las mujeres indígenas (por ser pobres, por
ser indígenas, por ser mujeres) exigen la construcción de una nueva sociedad
nacional con otro modelo económico, político, social y cultural que incluya a
todas y todos los mexicanos.
En los recursos públicos que les corresponden a los pueblos indígenas, debe-
rá haber una asignación especial para las mujeres, administrado y manejado
por ellas. Esto les dará la capacidad económica para que por sí mismas em-
prendan sus proyectos productivos, garanticen el agua potable y comida sufi-
ciente para todos, protejan la salud y mejoren la vivienda.
En todas las reformas de la Constitución que se hagan deberá incluirse ex-
plícitamente a las mujeres eliminando el sesgo discriminatorio en contra de
ellas.
Exigimos que, de acuerdo a los convenios internacionales, ratificados en la
Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing, las violaciones perpetradas en
zona de conflicto sean consideradas crímenes de guerra y como tales, sean
castigadas.
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 115
Las mujeres exigen también una redistribución del gasto público transfirien-
do lo que ahora son erogaciones militares hacia programas de salud y edu-
cación.
Las mujeres deberán tener participación plena en todos los ámbitos de la au-
tonomía, sin que ninguna condición interna o externa las limite.
Más allá de las posturas individualistas que consideran a los derechos colectivos
como instrumentos de opresión al "individuo" y, en el caso de los pueblos indígenas,
como medios para mantener la opresión de las mujeres, las mujeres indígenas se suman
a la lucha de los derechos colectivos de sus pueblos, de los cuales forman parte, y des-
de su cumplimiento exigen su empoderamiento. En este sentido, las siguientes palabras
de las asesoras invitadas del EZLN, analizan la opresión de la mujer como parte de las
opresiones de sus pueblos:
18 Ídem., p. 22.
19 Sierra, María Teresa, "Derechos humanos, etnicidad y género" en Rosalva Aída Hernández,
Sarela Paz y María Teresa Sierra (Coord.), El Estadoy los indígenas en tiempos del PAN: neoindigenis-
mo, legalidad e identidad, México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa, 2004, pp. 321-322.
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 117
En relación con la materia jurisdiccional, los Acuerdos contienen dos tipos de exigen-
cias: Por un lado, como un derecho de la libre determinación, la aplicación de los siste-
mas normativos propios para la regulación y la solución de conflicto al interior de las
comunidades; este aspecto ya lo hemos comentado. Por otro lado, está la exigencia de
garantizar el acceso pleno al sistema de justicia del Estado.
En cuanto a las garantías jurisdiccionales, los Acuerdos exigen algunas referidas
al plano nacional (Documentos 1y 2) y otras relacionadas al Estado de Chiapas (Documen-
tos 3.1y 3.2); no obstante, aquí mencionaremos las referidas a los dos ámbitos, por tra-
tarse de disposiciones que pueden ser o han sido tomadas en cuenta por las legislaturas
locales de las entidades federativas: Que en todos los juicios y procedimientos en que
sean parte de manera individual o colectiva, se deberán tomar en cuenta las costumbre
y la cultura de los pueblos indígenas; que los indígenas sean asistidos por intérpretes y
por defensores que tengan conocimiento de su lengua y su cultura; que los indígenas
cumplan las sentencias en los centro de readaptación más cercanos a sus comunidades;
que se inserten normas y prácticas jurídicas de las comunidades indígenas como fuente
de derecho aplicable a los procedimientos y a las resoluciones de las controversias; que
en la imposición de penas a los indígenas se tomen en cuenta sus características eco-
nómicas, sociales y, sobre todo, culturales; que se dé preferencia a tipos de sanción dis-
tintos del encarcelamiento; que se le dé trato de igualdad en cuanto a los derechos re-
conocidos a todos los ciudadanos del país; que en materia procesal y procesal penal, se
realicen peritajes antropológicos con la finalidad de tomar en cuenta los usos y costum-
bres o cualquier elemento cultural que pueda influir en la sentencia, dando prioridad en
el nombramiento de peritos; que los agentes del Ministerio Público para las comuni-
dades y municipios donde se asientan pueblos indígenas sean nombrados por una ter-
na propuesta por los ciudadanos de esas entidades, pudiendo ser removidos cuando se
prueben comportamientos contrarios a Derecho; creación de la "Defensoría de Oficio
Indígena" con abogados y traductores que presten un servicio de asesoría y representa-
ción legal a los indígenas que lo requieran; traducción a las lenguas indígenas de las le-
yes, códigos y reglamentos, así como de los convenios y tratados internacionales vigen-
tes; reestructuración del sistema de procuración e impartición de justicia, donde a los
ministerios públicos y a los jueces de primera instancias ubicados en distritos con fuer-
te presencia indígena, se les capacite en el conocimiento de la cultura indígena y en los
sistemas y prácticas utilizadas por las comunidades en la solución de conflictos.
118 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Muchas de estas demandas las encontramos en el Convenio 169 de la OIT, en
sus artículos 9, 10 y 12. También en el artículo 40 de la DDPI.
La delegación del EZLN consideró indispensable que se legisle para proteger los dere-
chos de los migrantes, tanto indígenas como no indígenas, dentro y fuera del país. Esta
exigencia se encuentra en relación con el documento "Pronunciamiento Conjunto que
el Gobierno Federal y el EZLN enviarán a las Instancias de Debate y Decisión Nacio-
nal", en el punto ocho titulado "Proteger a los indígenas migrantes". En este punto, se
establece como compromiso del gobierno federal la protección de los indígenas mi-
grantes, pero a través de impulsar "políticas sociales específicas" y no hace referencia
a cambios legislativos.
En este sentido, el artículo 2° de la CPEUM no establece derechos para los mi-
grantes indígenas, sino sólo señala la obligación del Estado de realizar políticas sociales.
Además, en todo el texto constitucional, sólo en esta fracción se hace referencia expre-
sa al migrante: "Para abatir las carencias y rezagos que afectan a los pueblos y comuni-
dades indígenas, dichas autoridades, tienen la obligación de: VIII. Establecer políticas
sociales para proteger a los migrantes de los pueblos indígenas, tanto en el territorio na-
cional como en el extranjero, mediante acciones para garantizar los derechos laborales
de los jornaleros agrícolas; mejorar las condiciones de salud de las mujeres; apoyar con
programas especiales de educación y nutrición a niños y jóvenes de familias migrantes;
velar por el respeto de sus derechos humanos y promover la difusión de sus culturas."
En cambio, aún con limitantes, la propuesta de la COCOPA proponía que el artículo
2° estableciera que el Estado "impulsará también programas específicos de protección
de los derechos de los indígenas migrantes, tanto en el territorio nacional como en el extran-
jero". La diferencia principal radica en que la fracción VIII no refiere la existencia de
"derechos de los indígenas migrantes" sino sólo de sus derechos humanos; es decir, no
se habla de derechos específicos para los indígenas migrantes, mientras que la propues-
ta de COCOPA sí lo hace. Además, corrio señala López Bárcenas, el artículo 2° cons-
titucional "los migrantes se reducen a jornaleros agrícolas dejando fuera a un gran nú-
mero de indígenas que migran hacia las ciudades".20
20 López Bárcenas, Francisco, Legislación y derechos indígenas en México, México, Ediciones Casa
Vieja, 2002, p. 77.
Derechos humanos en los acuerdos de San Andrés 119
Derecho a los medios de comunicación y a la información
A manera de conclusión
Los Acuerdos de San Andrés han de comprenderse como una instancia crítica del mar-
co jurídico nacional para evaluar el cumplimiento de los derechos humanos de los in-
dígenas. Se trata, entonces, de asumir como fuente de derecho tanto este compromiso
del gobierno federal como el "derecho a decir el dDerecho" de los pueblos indígenas.
Es una postura generada desde el pluralismo jurídico que pone su énfasis en el respeto
de la dignidad de la persona humana por encima de las "razones de Estado".
TERCERA PARTE
LOS DERECHOS CULTURALES
Y LA EDUCACIÓN
EN LOS PUEBLOS INDÍGENAS
LA IMPORTANCIA DE LOS DERECHOS CULTURALES
PARA EL DESARROLLO DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS1
Pablo Armando González Ulloa Aguirre2
Los derechos culturales, al igual que los derechos sociales y económicos son insepara-
bles de los derechos humanos. No se pueden disociar unos de otros, ya que todos son
igual de importantes para lograr el desarrollo íntegro de los seres humanos. Sólo como
una guía histórica está bien clasificarlos como derechos de primera, segunda, tercera
o cuarta generación, sin embargo, darle mayor importancia a unos o a otros derechos,
conlleva a una serie de problemáticas, ya que contradice la universalidad e indivisibili-
dad de los derechos humanos.3
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, fue adoptada y proclama-
da en 1948 y es el fundamento que da un cierto orden al sistema de convivencia inter-
nacional, ya que a partir de ésta se dan los recursos necesarios para la defensa de los de-
rechos mínimos de las personas en todo el planeta. No obstante, al ser un documento
general de defensa de los derechos universales, no se enfoca en los derechos específi-
cos, de sectores determinados de la sociedad, y por ello no menciona a los Pueblos In-
dígenas, como a muchos otros sectores. Los "Pactos", como se los denomina, son los
instrumentos que han servido para "operacionalizar" la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Estos Pactos contienen especificaciones acerca de los deberes de
los Estados referidos materias civiles, políticas, económicas, sociales y culturales.4
Esta misma necesidad de operacionalización dio paso al Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966, casi a 20 años de emitida la De-
claración Universal de los Derechos Humanos, la libre determinación de los pueblos
fue reconocida dentro de esta declaración mediante la búsqueda del acceso igualitario
a condiciones dignas en varios ámbitos, desde un trabajo digno, hasta la educación ne-
1 Una primera versión de este artículo fue escrita para la Academia Mexicana de Derechos
Humanos en el marco del proyecto Derechos Culturales financiado por la Fundación Kellogg.
2 Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autóno-
ma de México. Maestro en Estudios Políticos por la misma universidad.
3 Los bloques de la Guerra Fría motivaban dos posturas: por un lado, los países capitalistas
otorgaban el papel privilegiado a los derechos civiles y políticos; mientras que los países socialis-
tas ponían mayor énfasis en la procuración de los derechos económicos, sociales y culturales.
Durante este período de Guerra Fría las cinco naciones integrantes del Consejo de Seguridad
obstruían los avances en materia de Derechos Humanos, si ello implicaba una pérdida de po-
siciones geopolíticas de alguno de los bandos en los que estaba divido el mundo. Durante este
periodo, se estableció ideológicamente la existencia de la división entre la primera y la segunda
generación de los derechos humanos.
4 Bengoa,José, La emergencia indígena en América Latina, Santiago de Chile, FCE, 2007, p. 256.
123
124 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
cesaria que fomente un clima de respeto y tolerancia dentro de un determinado terri-
torio.
El Pacto de Derechos Civiles y Políticos fue adoptado y abierto a la firma, ratifi-
cación y adhesión por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas
en 1966 (México los ratifica en 1981), aunque al igual que el referente a los Derechos
económicos, sociales y culturales, entra en vigor hasta 1976, cuando se cumple el nú-
mero de adhesiones necesarias para su puesta en marcha. En este pacto cabe destacar al
menos tres artículos que son fundamentales para entender el respeto a las minorías:
En el artículo 2 inciso primero se destaca que:
Artículo 1
1. Los Estados protegerán la existencia y la identidad nacional o étnica, cultu-
ral, religiosa y lingüística de las minorías dentro de sus territorios respectivos
y fomentarán las condiciones para la promoción de esa identidad.
2. Los Estados adoptarán medidas apropiadas, legislativas y de otro tipo, para
lograr esos objetivos.
Artículo 3
1. Las personas pertenecientes a minorías podrán ejercer sus derechos, in-
cluidos los que se enuncian en la presente Declaración, individualmente así
como en comunidad con los demás miembros de su grupo, sin discrimina-
ción alguna.
Artículo 5
1. Las políticas y programas nacionales se planificarán y ejecutarán teniendo
debidamente en cuenta los intereses legítimos de las personas pertenecien-
tes a minorías.
2. Los programas de cooperación y asistencia entre Estados deberán planifi-
carse y ejecutarse teniendo debidamente en cuenta los intereses legítimos de
las personas pertenecientes a minorías.
Es difícil de negar que haya habido algunos avances en el reconocimiento de los dere-
chos indígenas. Un punto de inflexión fue el levantamiento zapatista de 1994, que dio
un impulso importantísimo a la identidad de los distintos pueblos, ya que reconocerse
indígena no es fácil en un país como el nuestro, en el que, si bien todos tenemos una
raíz marcadamente indígena, la discriminación ha sido una de las constates dentro del
"desarrollo" de nuestra "cultura" nacional. En México, el proyecto revolucionario y el
anterior a éste, adoptó el indigenismo como un componente mediante el cual se inten-
taba modificar las costumbres de la población indígena hacia una asimilación total a la
construcción de la identidad nacional, es decir, a la identidad mestiza, lo cual implicaba
que abandonaran costumbres tales como la lengua, conocimientos medicinales, fiestas
tradicionales; dejando de lado su identidad indígena para acercarlos al proyecto moder-
nizador de país. Lo que por muchos años, y aún ahora no se ha logrado dentro de la
democracia mexicana, es proporcionar los medios para que los distintos pueblos indí-
genas tengan la posibilidad de igualarse dentro del desarrollo nacional, dentro de este
supuesto proyecto modernizador. 5
Así, la modernización del país ha sido un proceso de lo más cruel con los pue-
blos indígenas, ya que éstos no han tenido cabida dentro de tal desarrollo, y es que el
ser indígena se tomaba como sinónimo, primero, de ser inculto, porque estaba alejado
de las ideas y la cosmovisión occidental, y segundo, de ser pobre, al no tener los ele-
mentos mínimos necesarios para la subsistencia. La manera en la que se trató de ata-
car este "problema" fue por medio de la educación, con un proyecto transformador de
los pueblos mediante la castellanización, lo cual dejaba de lado las lenguas vernáculas
y toda la riqueza que se encontraba en su tradición oral. Esto evidentemente trajo una
doble contradicción, ya que por un lado había un proyecto supuestamente asimilador,
pero por el otro, los indígenas, una vez asimilados seguían siendo víctimas de discrimi-
5 En un ensayo de próxima aparición hago un estudio, ceñido al Distrito Federal, pero muy
representativo de lo que pasa a nivel nacional, sobre los indicadores de los rezagos en los que se
encuentran estos pueblos, todos ellos, se encuentran por debajo de la media nacional en la ma-
yoría de los rubros: educación, salud, acceso a servicios, etc. Cfr. González Ulloa Aguirre, Pa-
blo Armando, "Los indígenas de la Ciudad de México", en González Ulloa Aguirre, Pablo Ar-
mando (coordinador), Hacia la multiculturalidad en México: un debate abierto, México, El Colegio de
Veracruz, en mimeo.
La importancia de los derechos culturales para el desarrollo de los pueblos indígenas 127
nación, porque se les consideraba como los "indios" educados que querían llegar a pa-
recerse a los mestizos, pero que por sus rasgos y sus comportamientos nunca podrían
llegar a serlo totalmente.
Seguimos viviendo en un ambiente discriminatorio hacia estos pueblos, la gente
quizá pueda comenzar a valorar más estas culturas, pero se ve como un doble discur-
so, muchas de sus tradiciones se han perdido, pero todavía se conservan otras, algunos
por ello descalifican la cuestión indígena, por su supuesta falta de pureza actual. Pero
tal como lo señala Rodolfo Stavenhagen:
El problema no está allí, sino en determinar cuáles son los factores y elemen-
tos que configuran la existencia real objetiva y subjetiva de culturas étnicas
indígenas en la historia contemporánea de México, y de qué manera éstas se
han vinculado a la cultura dominante, la Uamada sociedad nacional.6
Éste fue un primer paso para establecer los derechos culturales de los individuos,
sin embargo, deja una ambigüedad en el término.
No es hasta años después, con el ya mencionado Pacto Internacional de De-
rechos Económicos, Sociales y Culturales cuando al fin se reconocen dos cuestiones
centrales en cuanto al respeto de los derechos de los pueblos indígenas. Es importante _
entender cómo se comienza a garantizar la figura de estos pueblos como entidades co-
lectivas, que es uno de los puntos fundamentales para su adecuado desarrollo y la pro-
tección de su cosmovisión del mundo.12
11 Bengoa, José, op. cit., p. 252
12 Los derechos económicos, sociales y culturales son de problemática aplicación, ya que a di-
ferencia de los Derechos Civiles y Políticos, que son de aplicación inmediata, y cualquier viola-
130 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
En el artículo primero se establece la figura de los pueblos y su protección para
un adecuado desarrollo en los tres ámbitos destacados por este pacto. Para este fin, en
el inciso dos del mismo artículo se establecen los medios necesarios para llevar esto
acabo:
Al final de cuentas esto parecería dirigirse más a los derechos económicos que
culturales, pero una vez más apelamos a la indivisibilidad de los derechos, y por el otro
lado, a la importancia que tiene la tierra y la naturaleza en la identidad de los pueblos.
Esto no es así, debido, por ejemplo, al valor que se le da a la naturaleza, ya que, un ár-
bol, por ejemplo, no es lo mismo para un indígena que para una persona en occidente,
el carácter simbólico es totalmente distinto, la tierra simboliza más, en términos filosó-
ficos. La separación de la modernidad que nosotros hacemos entre el sujeto y el obje-
to, para estos pueblos no es tal. El hombre es tan parte de la naturaleza como la natu-
raleza es parte del hombre, no se busca el dominio sino la sustentabilidad.
Más adelante, en el artículo 15, se establecen los puntos fundamentales en el pla-
no cultural, desde el derecho a participar en la vida cultural, hasta los beneficios por las
producciones científicas, literarias y artísticas.
El artículo 4º, se anota, que toda persona tiene derecho al acceso a la cultura
y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia, así
como el ejercicio de sus derechos culturales. El Estado promoverá los me-
dios para difusión y desarrollo de la cultura, atendiendo a la diversidad cultu-
ral en todas sus manifestaciones y expresiones con pleno respeto a la liber-
tad creativa. La ley establecerá los mecanismos para el acceso y participación
a cualquier manifestación cultural.
En el artículo 73, fracción XXV, se añade que para legislar en materia de dere-
chos de autor y otras figuras de la propiedad intelectual relacionadas con la misma, los
títulos se expedirán para su efecto en toda la República. 16
A pesar de que falta que sea aprobada por la cámara de senadores, éste es un
paso fundamental para la apertura de una agenda de carácter jurídico y de política pú-
blica que le dé sentido y realidad a un derecho que resulta ineludible, en tiempos donde
la cultura es uno de los sectores más dinámicos, pero también donde hacen falta poli-
15 Ibídem.
16 Méndez, E. y Garduño, R., ''Aprueban dictamen en favor del derecho a la cultura", en La
Jornada, 11de septiembre de 2008,
URL= http:/ /www.jornada.unam.mx/2008/09/11/index.php?section=cultura&article=a05n
2.cul
La importancia de los derechos culturales para el desarrollo de los pueblos indígenas 133
ricas de inclusión social, de reconocimiento y promoción de las culturas de los pueblos
indios, así como el impulso a una mayor participación social.17
Hay dos instrumentos jurídicos fundamentales a nivel internacional que pue-
den ser una guía muy útil para lograr lo anterior y dar las directrices a los distintos paí-
ses para la adopción de políticas en materia de defensa de los derechos culturales, éstos
son: La declaración de Friburgo y Declaración de las Naciones Unidas sobre los dere-
chos de los pueblos indígenas. Es evidente que como declaración todavía no tienen la
efectividad de aplicabilidad como sería deseable en cualquier instrumento jurídico, sin
embargo, lo vuelvo a anotar, es un gran primer paso para que comiencen a establecer-
se instrumentos vinculantes en materia de defensa de los derechos de los pueblos in-
dígenas.
Declaración de Friburgo
La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas,
aprobada por la Asamblea General, 13 de septiembre de 2007, es un documento fun-
damental en cuanto a la protección de los indígenas se refiere y debe ir de la mano con
la Declaración de Friburgo.
Seguimos con más declaraciones, pactos, y otros instrumentos jurídicos, ya que
lo importante del debate debe ser su aplicabilidad, no obstante, cada uno de estos ins-
trumentos debe ser un aliciente para empezar a construir una nueva relación y valori-
zación de los pueblos indígenas, respetando su cultura que pocas veces es tomada en
cuenta dentro de los estados.
Hoy nos damos cuenta que el mundo está cambiando, que estos pueblos tienen
una diversidad cultural de una riqueza inimaginable que por muchos años fue negada,
pero que ahora es tiempo de reconocerla y asimilarla como parte fundamental de la na-
ción mexicana, ya que un pueblo que niega sus orígenes y su diversidad, a la larga está
condenado a perecer, porque esto es lo que renueva las visiones del mundo y evita caer
en la ortodoxia.
Nuestro país debe seguir un camino hacia la multiculturalidad, en donde a los
grupos indígenas se les respeten sus costumbres y cultura, siempre y cuando no violen
los derechos fundamentales. Lo anterior debe posibilitar que la nación mexicana co-
mience a aceptarse como diversa. Esta visión no intenta atentar en contra del Estado,
sino que trata de volverlo más democrático, aceptando esta gran diversidad como uno
de los componentes fundamentales de todo Estado y esta declaración da la pauta para
que suceda lo anterior.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indí-
genas, está enmarcada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual
según José Bengoa es un hito en el derecho internacional, debido a que será necesario
que los países revisen y reformulen sus legislaciones nacionales en la materia.19
El documento es muy completo, ya que abarca aspectos económicos, políticos,
sociales, culturales y ambientales. Está por demás decir que sin la suma de todos estos
elementos diñcilmente podemos pensar en una adecuada protección de los pueblos in-
dígenas y más aún de sus derechos culturales. Es interesante, que los sujetos de dere-
chos en la declaración sean determinados, como los pueblos y las personas, lo que me
19 Bengoa,José, op. cit., p. 247.
136 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
hace pensar en el énfasis que se da en la importancia de la identidad colectiva para la
protección de los derechos.
Todos estos derechos se enuncian partiendo de la libre determinación, tal como
se encuentra en el artículo 3º, en el cual se estipula que tengan derecho a determinar
su condición política y perseguir su desarrollo económico, social y cultural. Dentro del
plano económico es fundamental el hecho de que puedan disponer de los medios eco-
nómicos (art. 4º), ya que sin éstos es difícil pensar siquiera hacer efectivos los derechos.
En la misma lógica, la igualdad laboral se estipula en el artículo 17.
En el plano cultural, durante toda la declaración se hace hincapié en la necesi-
dad de no sólo proteger, sino de revitalizar y garantizar su transmisión sus tradiciones
y costumbres culturales (art. 11). Es evidente que la parte educativa debe estar tomada
en cuenta, así se hace en el (art. 14), en el cual se establece el derecho a que impartan la
educación en sus propios idiomas, en consonancia con sus métodos culturales de en-
señanza y aprendizaje.
Asimismo, el proteger las tradiciones y costumbres, se instituye la necesidad de
que existan sus propios medios de información (art 16), tal como sucede con las radios
indígenas, en algunas partes de nuestro país. Por muchos años hemos visto como los
indígenas han estado excluidos de la toma de decisiones, de cómo los programas han
sido impuestos, y por ello, se establece el derecho a que participen en la elaboración de
los programas de salud, vivienda y demás programas económicos y sociales. Lo más
importante, es que en la medida de lo posible, éstos puedan ser administrados por sus
propias instituciones (art. 23).
De los artículos 25 al 32 se establecen los derechos que tiene a las tierras, terri-
torios y recursos, y se garantiza su acceso a éstos, de manera sustentable, ya que es di-
fícil entender a los pueblos indígenas sin relación a la naturaleza. También se protegen
los derechos culturales al garantizar sus saberes ancestrales sobre estas tierras. La falta
del establecimiento explícito de este derecho es una de las principales críticas a la De-
claración de Friburgo.
Por otro lado, hay que acentuar que se enuncia a los estados como los encarga-
dos de garantizar toda la anterior gama de derechos, así como las Naciones Unidas me-
diante sus órganos y organismos especializados, como parte importante para la plena
realización de las disposiciones estipuladas (art. 41).
Sin embargo, muchos estados no están conscientes, o simplemente no quieren
aceptar la importancia de estos pueblos por intereses que van más allá de la protección
a sus ciudadanos. De pronto sólo nos vemos inmiscuidos en muchas declaraciones sin
que realmente haya una aplicabilidad en el plano empírico. Pero este tipo de ejercicios
y los distintos instrumentos de la sociedad civil son el medio principal para garantizar
su adecuada aplicación y cumplimiento.
La importancia de los derechos culturales para el desarrollo de los pueblos indígenas 137
Conclusiones
20 Ávila Ortiz, Raúl, "Derecho cultural: un concepto polisémico y una agenda necesaria", en
Derechoy cultura, Otoño de 2000, México,
URL= http://www.juridicas.unam.mx/pub1ica/1ibrev/rev/derycul/cont/1/ens/ens5.pdf, re-
visado el 19 de octubre de 2008.
21 Gros Espiell, Héctor. Los derechos económicos, socialesy culturales en los instrumentos internacionales:
posibilidadesy limitacionespara lograr su vigencia, Universidad Nacional Autónoma de México, Anua-
rio Jurídico, XII, 1985, pp. 144-145, citado en Harvey, Edwin R., op. cit,
138 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
ello el reconocimiento los derechos culturales es un asunto que no puede dejarse pasar
por alto, "[...] en el diseño de las instituciones político-constitucionales habrá que con-
siderar a la cultura como un aspecto fundamental, pues la cultura otorga el contexto
que permite a las personas el goce de sus libertades fundamentales".22
Aceptar e integrar la cultura dentro del Estado por medio del diseño de las
distintas instituciones político-constitucionales se puede ejercer mediante el recono-
cimiento de la autonomía, ya que ésta es la mejor forma para que estos pueblos pue-
dan reproducir su cultura y su forma de organización comunitaria debido, a que "[...]
la existencia de una cultura es condición necesaria para que los integrantes de cual-
quier sociedad política puedan ejercer los derechos y las libertades básicas, pues ella le
otorga valor a las distintas opciones que puede escoger un individuo en una sociedad
liberal".23 Esto no quiere decir que el reconocimiento de las autonomías deba de estar
por encima de la Constitución, sino que ninguna de éstas sea un escudo para violar los
derechos fundamentales de las personas integrantes de los diferentes pueblos indíge-
nas. Hay que hacer especial énfasis en este punto para que no haya una desca:lificación
de la posibilidad de preservación de éstas culturas bajo esta forma de organización po-
lítica que es la autonomía dentro del Estado.
En cuanto a las declaraciones analizadas, tal como se señaló, todavía son perfec-
tibles en varios aspectos, los seminarios sobre el tema han dado cuenta de sus distin-
tas debilidades, pero es un buen principio para poner en la mesa de discusión un fun-
damento básico de los derechos humanos que, por momentos, parece ser dejado en un
segundo plano.
Introducción
Existen infinidad de estudios jurídicos que, sin que mi comentario pretenda descalifi-
carlos o restarles valor, solamente basan sus conclusiones e investigaciones en el estu-
dio del aspecto positivo del derecho; es decir, en el aspecto dogmático de un sistema
ya establecido, emitiendo opiniones o juicios sobre el derecho legislado, sin tomar en
cuenta otros aspectos que influyen en el tema.
En lo particular, considero que esas investigaciones son un buen punto de par-
tida para un complemento y mejoramiento de otros estudios, ya que en un sistema ju-
rídico, no podemos pasar por alto el sistema positivo vigente que le da sustento (su
sector normativo), al ser las reglas de observación general que imperan en un lugar y
momento determinado. Pero también estimo que un estudio que solamente se limite a
indagar sobre la ley, puede tener una visión recortada del problema cuestionado, el cual
debe analizarse desde otros puntos de vista, que comprenda el origen del conflicto, los
valores en juego, y sobre todo, lo que genera en la realidad, para cuestionar no sólo el
cómo se aplica una ley, sino por qué existe determinada disposición; por lo que el es-
tudio jurídico se enriquece con visiones o ramas sociales como la sociología y la antro-
pología, y así produce un discurso científico que pueda ayudar a resolver los problemas
sociales.
Por lo anterior, es necesario analizar los conceptos de sociedad y Estado, y a la
vez preguntarnos ¿para qué se crean el Estado y el Derecho? ¿Cuáles son sus intencio-
nes o finalidades? ¿Por qué existen?; y así comprender la perspectiva del multicultura-
lismo en derecho penal.
claro, la violencia social crea conflictos, y se cometen conductas que afectan a los demás; así, esa
violencia genera la creación de determinadas prohibiciones penales, que amenazan con la impo-
sición de una pena en caso de que se realice la conducta; si el hecho ocurre, la sanción se impo-
ne, en forma coercitiva y con el respaldo de la fuerza Estatal para hacer cumplir sus determina-
ciones. Por ello, la violencia crea al Derecho, y luego forma parte de él para conservarlo.
13Morales Brand,José Luis Eloy, Nuevo curso..., op. cit., p. 4.
14 En palabras de Hassemer, el Estado moderno aparece con el equipaje de la violencia legíti-
ma y legal en sus manos a la vez que impone la prohibición de cualquier otro uso de la misma.
Este monopolio estatal de la violencia es un presupuesto necesario para una política a largo pla-
zo y orientada a unos determinados objetivos. En Hassemer, Winfried. op. cit., p. 142.
15 El conflicto social es inevitable: no existe ningún grupo social donde os intereses comunes
no coexistan con intereses contrapuestos. Binder, Alberto, op. cit., p. 54.
16 Ídem., pp. 6-7.
17 Con la denominación de "Estado de Derecho", sigo el pensamiento de Hassemer, enten-
diéndolo como una figura decidida a ejercer la violencia estructurada o formalizada, siguiendo
los dictados de la juridicidad (límites) y con la intención de que los involucrados se vean afecta-
dos lo menos posible. HASSEMER, Winfried , op. cit., p. 145.
18 García Manrique, Ricardo y Escobar Roca, Guillermo. "Estado de Derecho", cátedra den-
tro del curso Estado de Derechoy Derechos Humanos, dentro del Programa de Apoyo a Defensores
de Derechos Humanos en Iberoamérica, de la Federación Iberoamericana del Ombudsman; Al-
calá de Henares, Madrid, 2007.
Derecho a la defensa cultural en materia penal 143
Ese Derecho se plasma en la norma Constitucional, que es una limitación del
poder, llevada a cabo por medio del Derecho, y asegurando una esfera de derechos y li-
bertades de los ciudadanos.19 De aquí se deriva el concepto de Estado Constitucional
de Derecho: las autoridades y los ciudadanos quedan sometidos a la Constitución o Ley
Fundamental, en la cual se establece la forma de organización del Estado, la realización
de sus funciones, pero sobre todo la protección y garantía de los derechos humanos, y
los límites impuestos a las autoridades, pues su finalidad principal es la de garantizar y
hacer efectivo el goce de los derechos de los seres humanos.
Entonces, la diferencia entre sociedad y Estado es el poder jurídico Constitucio-
nal que establece su orden y estructura de gobierno o dirección de las voluntades para
lograr el bienestar del individuo y la colectividad, lograr su desarrollo y respetar sus de-
rechos fundamentales.
Si partimos de laidea de que el Derecho no es solo un cuerpo de leyes, sino que se vin-
cula con la realidad para proteger valores sociales, mediante la resolución efectiva de sus
conflictos, puedo adelantar una definición desde una óptica pluridimensional, de la si-
guiente forma: el Derecho es todo el conjunto de normas, actitudes, prácticas, costum-
bres y realidades, que se observan dentro de la interacción humana en un lugar y tiempo
determinado, y se traducen en facultades y obligaciones que· buscan lograr, de manera
justa, el desarrollo, protección y convivencia de los seres humanos en la sociedad.
Y, ¿por qué hablo de un concepto pluridimensional del Derecho? Retomando el
pensamiento del maestro Jesús Antonio de la Torre Rangel,20 el Derecho no es un con-
cepto unívoco, no sólo se traduce en ley, sino que la juridicidad viene antes para resol-
ver necesidades; su raíz es el ser humano, que exige lo que es suyo, pero además, regula
el deber de la conducta hacia otro, que ha sido negado y excluido, pero está dentro de
la estructura social; y dentro de esa confrontación, dentro de esa analogía, coincido en
que la materia jurídica no sólo se reduce a la formulación y existencia de leyes a las cua-
les la persona sujeta su actuar; ya que el Derecho, es más que pura legislación: contiene
un valor que es la justicia, y la cual se alcanza cuando la aplicación de la norma es eficaz,
pues resuelve, o por lo menos aminora, el problema social para la cual fue creada.
De ahí que, insisto, cualquier estudio o análisis jurídico debe tener una visión
pluridimensional; es decir, no sólo debe enfocarse a la norma o a las leyes, sino que
debe observarse que tiene un contenido de valor, norma, y hechos, que se dirigen a las
Ahora bien, con las anteriores dimensiones, ¿podemos abordar completamente un con-
flicto jurídico para su investigación y propuesta de solución?; como dijimos, si bien
constantemente se identifica al Derecho en totalidad con las leyes, el Derecho no signi-
fica una sola realidad; no es un término unívoco, sino análogo, por la relación que tiene
con el otro que en justicia se le deben conductas.
Por lo anterior, un estudio jurídico no sólo debe tomar en cuenta el aspecto posi-
tivo, sus valores, y la realidad en un tiempo determinado, sino también la persona o per-
sonas que se verán afectadas o están inmiscuidas en el seno del conflicto, y, finalmente,
la pluralidad de decisiones jurídicas que influyen en la decisión.
Las ideologías y configuraciones políticas distintas justifican y hacen valer diver-
sas formas de distribuir la pertenencia, poder, afinidad, conocimiento, castigos, y una .
multiplicidad de bienes que corresponde a varios procedimientos, agentes y criterios
distributivos; por ello, no existe una vía de acceso única al tratamiento de este mundo
de ideologías,29 y eso se refleja en el estudio y resolución de un conflicto jurídico.
28 Ídem., p. 36.
29 Walzer, Michael. Las esferas de laj11s licia. México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 17.
146 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
En este sentido, según Walzer, 30 ningún poder estatal ha sido tan incisivo que
pueda regular todos los esquemas de compartir, dividir e intercambiar, a partir de los
cuales la sociedad adquiere forma. Es ahí donde aparecen la persona, sujeto directo del
Derecho, y el pluralismo, 31 como concepción esencial de la vida democrática y suscep-
tible de inspirar formaciones reguladoras tanto del entramado institucional como del
mundo de la vida.32
Así, el concepto de persona se encuentra íntimamente unido a los conceptos
de norma, sociedad y pluralidad, puesto que una civilización personalista es una civi-
lización cuyas estructuras y espíritu están orientadas a la realización como persona de
cada uno de los individuos que la componen. El personalismo no es un individualismo,
pues el "ser social" del hombre es parte de su persona 33 ;por ello, la persona se entien-
de siempre ligado a la comunidad, a la historia junto con los otros, de tal manera que la
concepción jurídica que surge de la persona no es la de un derecho individualista; 34 el
ser humano, que constituye a la persona, es el fundamento de todo Derecho, y en con-
secuencia de un estudio jurídico, pues las indagaciones, críticas o conclusiones que se
generen, se aplicarán directamente a personas de carne y hueso, no a seres nebulosos,
generales o inanimados. 35
30 Ídem., p. 18.
31 Si bien el Tribunal Constitucional Español ha establecido que el pluralismo es un valor supe-
rior o supremo del ordenamiento jurídico (sentencias STC 5/1981, STC 6/1984, STC 75/1985),
también lo es que no ha establecido una definición, aunque en la sentencia STC 4/1981 de dos
de febrero de mil novecientos ochenta y uno, ha precisado que "En un sistema de pluralismo
político (art. 1de la Constitución) la función del Tribunal Constitucional es fijar los límites den-
tro de los cuales pueden plantearse legítimamente las distintas opciones políticas, pues, en tér-
minos generales, resulta claro que la existencia de una sola opción es la negación delpluralis-
mo". En el apartado de búsqueda de jurisprudencia del Tribunal Constitucional http://www.
tribunalconstitucional.es/ jurisprudencia/ jurisprudencia.html
32Alcaraz Ramos, Manuel. Elpluralismo lingüístico en la Constitución Española. Madrid, Publicacio-
nes del Congreso de los Diputados, 1999, p. 32.
33 De la Torre Rangel, Jesús Antonio, op. cit., pp. 65-66.
34 Ídem., p. 79
35Por ejemplo, aún en la actualidad, si bien en México tenemos un Estado Constitucional de
Derecho, donde todas las personas cuentan con derechos fundamentales y garantías específicas,
se sigue tratando a la víctima como en los orígenes del Estado absoluto (siglo XVI): es decir, el
delito es una expresión de rebeldía contra el monarca (actualmente Estado o sociedad), y la víc-
tima es simplemente un sujeto secundario, ya que se trata como el instrumento donde recayó la
conducta, sin ser reconocida realmente, pues a ella no se le cometió la afectación, sino a la so-
ciedad en conjunto; al Estado que ha expropiado el poder de la venganza privada para hacerla
institucional, con la finalidad de conocer la verdad, pero sin otorgarle real justicia al agraviado,
pues solamente importa la justificación estatal; de ahí que la víctima está a expensas de las deci-
Derecho a la defensa·cuitural en materia penal 147
Por otro lado, hablamos de pluralismo cuando la diversidad de campos socia-
les se enfrentan en la resolución de un conflicto. Según Wolkmer, 36 el pluralismo impli-
ca la multiplicidad de prácticas jurídicas existentes en un mismo espacio sociopolítico,
pudiendo ser o no oficiales, y teniendo su razón de ser en las necesidades existenciales,
materiales y culturales.
Es decir, cuando nos referimos al pluralismo, nos referimos a personas, personas
que tienen historia y forman parte de esa historia, de un evento, en toda la extensión
de su composición; por lo cual, al momento de aplicar un sistema normativo en un lu-
gar y tiempo determinado, con la finalidad de resolver un conflicto social, podrá darse
el caso de encontrarnos con la situación de coexistencia de dos o más sistemas norma-
tivos que pretenden tener validez en un mismo espacio.37
Este pluralismo, relacionado con el concepto de persona, no sólo se defiende a
través de un argumento moral o cultural, sino que cuenta con base normativa Consti-
tucional, pues la mayoría de las normas fundamentales de los Estados Democráticos, 38
reconocen la diversidad, pugnan por la toltancia y prohiben la discriminación, inclu-
siones del Ministerio Público, quien decide cuándo y cómo llevar a cabo la investigación, la ini-
ciación del proceso, y la acusación. 1
36 Wolkmer, Antonio Carlos, Pluralisnio Juridico. Fundamentos de una nueva cultura del derecho, Sevi-
lla, Editorial Mad, 2006, pp. 154-155
37 Correas, Osear, op. cit.; p. 103. Tahibién en Cdrteas, Osear. Pluralismojuridico, otros horizontes,
México, Ediciones Coyoacán/CONACYT/UNAM, 2007, p. 8.
38 En México, el fundamento del pluralismo se encuentra en los artículos 1º, 2º y 4º de su
Constitución Política, ya que establecen el reconocimiento de la diversidad, la prohibición de la
discriminación, el tratamiento de equidad entre el hombre y la mujer, la composición pluricul-
tural de la nación, y al obligación de observar las especificidades culturales al momento de re-
solver un conflicto jurídico, siempre y cuando eso no atente contra derechos individuales reco-
nocidos en la misma norma fundamental. Aunado a lo anterior, conforme a su artículo 133, los
Tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos complementan el reconocimiento,
concretamente el numeral 26 de la Convención Americana de Derechos Humanos, el disposi-
tivo 3º del Protocolo de San Salvador y el artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos Ci-
viles y Políticos, que obligan a la Nación a respetar los derechos de los individuos sin discrimi-
nación alguna, y respetar sus características e identidades culturales en la aplicación del sistema
jurídico. En España, la fundamentación del pÍuralismo está en los artículos 1.1, 2, 10.1, 10.2, 14
y 143.1 de la Constitución Española de 1978, pues reconocen la diversidad y pluralidad de su
nación, prohiben la discriminación, y protegen el libre desarrollo de la personalidad con respe-
to a los derechos de los demás, reconocidos y protegidos por la propia norma fundamental, en-
fatizando la garantía de protección de los derechos humanos reconocidos en Tratados Interna-
cionales, como el Convenio Europeo de Derechos Humanos. En Alemania, los artículos 1º, 2º
y 3º de su Ley Fundamental protegen la dignidad y derechos humanos de los individuos, el libre
desarrollo de su personalidad mientras no afecte a otro, y sobre todo la prohibición de la discri-
minación por sus características o especificidades.
148 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
yendo y tomando en cuenta los aspectos plurales de las personas en la toma de deci-
siones jurídicas. 39
Siguiendo a Alcaraz, el nacimiento del pluralismo cultural en el área jurídica es
relativamente reciente:
42 lbídem.
43 Polaina Navarrete, Miguel, op. cit.,p. 37.
44 Morales Brand, José Luis Eloy.Introd11cción a 11na sociología •• • op. cit., p. 60.
45 Walzer, Michael, op. cit.,p. 19.
150 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Pero no hay que olvidar que en la visión pluralista del Derecho, regularmente
existe un choque entre intereses individuales y colectivos,47 y esta visión del pluralismo
no nos exige aprobar cada criterio distributivo propuesto, ni aceptar a todo potencial
agente distribuidor;48 es decir, no significa que se deba tomar en cuenta en forma to-
tal y absoluta la particularidad o característica distinta al orden jurídico imperante, sino
que se debe equilibrar la diferencia, sin que esto se traduzca en la violación de los dere-
chos humanos de las personas.
Así, el problema no reside en la individualidad de los intereses en choque, sino
en las características de la historia, de la cultura y de la pertenencia a un grupo.49
Como lo precisa Jakobs,50 la sociedad evoluciona hacia una sociedad que aglu-
tina una gran parte del mundo, pero mientras persistan diferencias que no se pueden
reducir a folclore51 (violaciones a derechos humanos culturalizadas), no se puede ha-
blar de una sociedad, pues en la misma proporción falta precisamente un entendimien-
to normativo.
En consecuencia, cuando se maneja la existencia de varias normatividades en un
mismo lugar, existen las siguientes posibilidades de reacción52:
1) Se explica a través de la socialización particular del autor, el cual es con
ello disculpado total o parcialmente; o
2) Se declara la cultura ajena como incultura, sin prestarle mayor atención;
es decir, se trata el conflicto exclusivamente según las reglas de la propia
cultura dominante, sin tomar en cuenta las particularidades de otras sub-
culturas.
46 Ibídem.
47 Beuchot, Mauricio. Interculturalidady derechos humanos. México, Siglo XXI Editores, 2005, p.
10.
48 Walzer, Michael, op. cit., p. 18.
49 Ídem., p. 19.
50 Jakobs, Günther. Dogmática de derecho penal y la configuración normativa de la sociedad., Madrid,
Editorial Civitas, 2004, p. 47.
51 Conjunto de creencias, tradiciones y costumbres de un pueblo, según el Diccionario de la
Real Academia Española.
52 Jakobs, Günther. Dogmática de derecho penal op. cit., p. 48.
Derecho a la defensa cultural en materia penal 151
Así, en definitiva, todo depende de si el conflicto se puede remitir a un ordena-
miento jurídico ajeno que no concurre seriamente con el ordenamiento dominante, es
decir, que no lo amenaza; entonces la indulgencia es posible; por lo demás, en la impor-
tación de inmoralidades, no se puede tener consideración con lo ajeno,53 ya que:
[...] o las diferentes culturas son meros añadidos a una comunidad jurídica
base, y entonces se trata de multifolclore de una cultura; o bien -y esa es la
variante peligrosa- las diferencias forjan la identidad de sus miembros, pero
entonces la base jurídica común queda' degradada a mero instrumento para
poder vivir los unos junto a los otros, y como cualquier instrumento, es aban-
donado cuando ya no se necesita más [...].54
Conclusión
Los conflictos culturales siempre existirán, por lo que debe de resolverse en forma
equilibrada y racional para resolver el problema social. De ahí que deba buscarse un
pluralismo equilibrado: integrar y respetar lo más posible la diferencia en cuanto a la
cultura, y preservar la semejanza e igualdad en cuanto a la justicia.
El Derecho debe estar en función del ser humano, y no sólo reducirlo a simple
objeto de regulación. El Derecho no sólo se traduce en ley, sino que existe para resol-
ver necesidades; su base es el ser humano excluido dentro de la estructura social, por lo
que la materia jurídica no sólo se reduce a la formulación y existencia de leyes a las cua-
les la persona sujeta su actuar; es más que pura legislación: contiene un valor que es la
justicia, y la cual se alcanza cuando la aplicación de la norma es eficaz, pues resuelve, o
por lo menos aminora, el problema social para la cual fue creada.
Por ello, las prácticas culturales de las personas deben analizarse y tomarse en
cuenta al resolver un conflicto jurídico del que sean parte, para obtener una resolución
más justa y adecuada.
Derecho a la defensa cultural en materia penal 157
Como dice Paulo Freire, la realidad no es así, la realidad está así, y está así, no
porque ella quiera, ya que ninguna realidad es dueña de sí misma; la realidad está así
porque estando así sirve a determinados intereses del poder; por lo que nuestra lucha
es por cambiar ésta realidad y no acomodarnos a ella. Y ver al pluralismo y al multicul-
turalismo dentro del derecho, es una forma de entender y cambiar la realidad en bene-
ficio del ser humano.
HACIA UNA EDUCACIÓN CIENTÍFICA Y MATEMÁTICA
INTERCULTURAL: REFLEXIONES DESDE LA EXPERIENCIA
DE PARTICIPAR EN PROCESOS EDUCATIVOS
EN LA REGIÓN ALTOS DE CHIAPAS
Julio Cuevas Romo1 y Carlomagno Guillén Navarro2
Introducción
8 Ídem., p. 44.
9 Barnach-Calbó, Ernesto, op. cit., p. 22.
1O El prefijo ínter (en este contexto) "indica una relación entre varios elementos diferentes;
marca una reciprocidad (tnteracción, intercambio, ruptura del aislamiento) y al mismo tiempo,
una separación o disyunción (interdicción, interposición, diferencia)"; no se trata, de un simple
indicador retórico, sino que hace alusión a un proceso vivaz que se caracteriza por una voluntad
de cambio y de acción dentro de una sociedad con diversidad cultural. (Muñoz 2000, 85). Por
otro lado, en pedagogía, ínter se asocia con un intención de voluntad. En otro sentido, Galino y
Escribano (1990, 13),afirman que el prefijo ínter significa no sólo afrontar un encuentro cultural,
sino que también hace hincapié en el carácter recíproco que dicho encuentra debería suponer.
11 Fermoso, Paciano, (Ed.), op.cit., p. 9.
12 Barnach-Calbó, Ernesto, op. cit., p. 21.
13 La invención del término "Etnomatemáticas" probablemente puede ser acreditado a Ubi-
ratan D'Ambrosio; "en 1975 -comenta D'Ambrosio- cuando primero utilicé el término al dis-
162 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
tos, procesos, actitudes y, en general, de actividades implicadas en la construcción, re-
presentación, transmisión y valoración del conocimiento matemático que tienen lugar
con carácter intencional14 que procura dar respuesta a problemas y necesidades deriva-
dos de la enseñanza y el aprendizaje de las matemáticas 15 y por Etnomatemáticas a cual-
quier aproximación a la educación matemática que considere sus aspectos sociales y
culturales,16 en donde la construcción del conocimiento matemático se inicia a partir
del análisis de la cultura,17 ya que la inducción a la cultura, es el pilar más importante
de la Educación Matemática.18
Podemos concluir entonces que:
• La etnomatemática es un intento por teorizar una educación matemáti-
ca intercultural, e implica estudiar la matemática en relación directa con
la cultura.
cutir el papel del tiempo en los orígenes de las ideas de Newton en el Cálculo, . . .". Para
D'Ambrosio, Etnomatemáticas es "...el arte o técnica de entendimiento, explicación, apren-
dizaje sobre, contención y manejo del medio ambiente natural, social, y político, dependiendo
de procesos como contar, medir, clasificar, ordenar, inferir, que resultan de grupos culturales
bien identificados." (ISGEm, 1985). Autores como M. C. Borba; Geraldo Pompeu; Villavicen-
cio Ubillús, Gloria Gilmer, Maria Luisa Oliveras; Nuria Planas; entre otros, han dado definicio-
nes de etnomatemáticas.
14 Rico, Luis, et al., "Didáctica de la Matemática", en Rico, Luis y Madrid, Daniel (Eds.): Fun-
damentos didácticos de fas áreas curriculares, Madrid, Síntesis, 2000, pp. 351-406.
15 Rico, Luis y Sierra, Modesto, "Didáctica de la matemática e investigación", en Carrillo, José
y Contreras,José L., (Eds.): Matemática Española en losAlbores del Siglo XXI, Madrid, Hergué Edi-
torial, 2000, pp. 77-131.
16 Planas, Nuria, "Etnomatemáticas", en Essomba, Miquel. A. (coord.): Construir fa escuela inter-
cuftural. &flexionesy propuestas para trabajar fa diversidad étnicay cuftura4 Barcelona, Graó Biblioteca
de Aula 141, 1999, pp. 123-131.
17 Del latín cofere, que significa cultivar en sentido agrícola, la palabra cultura se ha utilizado
para designar el trabajo de la naturaleza, externa e interna del hombre. En este sentido, el con-
cepto alemán Kultur se refiere al esfuerzo humano por cultivarse (Fermoso, 1992, 16). Entre los
autores que han abordado el concepto de cultura se puede mencionar a Boas (1930); Malinows-
ki (1931); Herskovits (1949); Kroeber (1952); Kroeber y Kluckhon (1952); Radcliffe-Brown
(1952); Mercier (1961); Singer (1974); Devereux (1977); Bruner (1984); Camilleri (1985); Abda-
llah-Pretceille (1986); Bruner (1988); Simard (1988); Clanet (1990); Malgesini y Giménez (1997);
Muñoz (2000); Besalú (2002); por citar algunos. No obstante, Muñoz (2000, 64), enuncia las ca-
racterísticas que pueden resumir al término cultura.
18Alan Bishop (1999), define a la cultura como el producto de la interacción humana, en don-
de las diferentes culturas son el resultado de las diversas manifestaciones físicas y sociales que se
puede dar entre los individuos. Siendo el entorno físico y social, los que contribuyen a la forma-
ción de la cultura. El enfoque de Bishop ofrece una sistematización que permite establecer una
relación entre cultura y matemáticas y señala que existen actividades comunes a todas las cultu-
ras (actividades universales): contar, medir, localizar, diseñar, jugar y explicar.
Hacia una educación científica y matemática intercultural 163
• El enfoque Etnomatemánco se considera viable en un contexto de enseñan-
za de diversidad cultural y sirve como medio para conseguir una identifi-
cación del sujeto que aprende con el objeto de estudio.19
• Al pertenecer el aula de matemáticas a una institución escolar, inmersa en
una sociedad compleja que forma parte de una cultura determinada con
un sistema de creencias singulares, es fundamental tener en cuenta la di-
mensión social y cultural de la enseñanza de las matemáticas. 20
El "porlomenismo"
Bajos logros de los aprendizajes matemáticos que comúnmente.se presentan en los es-
tudiantes, mantienen viva la tarea de profundizar e indagar los aspectos que afectan las
posibilidades de lograr tales aprendizajes. La actividad matemática como una actividad
humana se aborda desde un conjunto de creencias portadas por las comunidades de in-
vestigadores según señalan sociólogos, historiadores y filósofos del conocimiento.Asi-
mismo, la actividad del aula se incorporan profesores y estudiantes con sus creencias,
parte de las cuales se vinculan a sus saberes prácticos y su desenvolvimiento en la co-
tidianidad. Además de un conocimiento matemático, se cree que también se tiene que
manejar los saberes sociales y culturales, esos saberes que van emergiendo en los diver-
sos espacios; ¿Cómo los estamos entendiendo entonces?
La enseñanza y aprendizaje de las Matemáticas siguen siendo uno de los cam-
pos más difíciles para el maestro.Diversos estudios han señalado deficiencias en la for-
mación de estudiantes egresados de la educación media superior que ingresan a insti-
tuciones de nivel superior, principalmente en expresión oral y en matemáticas 34.Las
Matemáticas, en los planes y programas de estudio de la educación en México son im-
portantes y por lo tanto su estudio es necesario.
Sin embargo no dejan de intimidar y tampoco son fáciles; se consideran mis-
teriosas, sin sentido y aburridas;35 esto las convierte en una de las asignaturas "más in-
comprendidas", "despreciadas" y "desheredadas", independientemente del nivel esco-
lar en el que se estudie. Algo a considerar es que todo el mundo habla de "matemáticas
universales", y no lo ponemos en tela de juicio, pero ¿ello implica que se deben de gene-
ralizar las técnicas y las estrategias de enseñanza, aprendizaje e investigación de las ma-
temáticas? ¿Qué sucede cuando además de estos factores tan comunes que menciona
Bishop en el ámbito escolar, el maestro se enfrenta a un contexto multicultural?
Durante los últimos años, la Educación Intercultural se ha colocado en el
centro del debate para el replanteamiento de las propuestas educativas en distintos
sideraba como factor primordial la motivación y que las actividades de ciencia fueran "diverti-
das" por encima de la construcción del conocimiento.
34 SEP, 2000, ''Planes y programas de estudio", p. 162.
35 Bishop, Alan, Enculturación matemática. La educación matemática desde unaperspectiva cultural Bar-
celona: Paidós, 1999, p. 18.
168 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
países. Esta discusión se ha planteado no sólo como una necesidad urgente para las
zonas indígenas, sino también como una estrategia indispensable para la población en
general.36
En lo que se refiere específicamente a la educación matemática desde esta línea
estratégica de atención intercultural, Goñi37 menciona que existen dos grandes pers- ·
pectivas para entender la asociación entre matemáticas y diversidad cultural, muy liga-
das a las visiones interculturales mencionadas anteriormente. La primera parte de una
visión más antropológica de las distintas culturas en donde se han desarrollado y se si-
guen desarrollando procesos matemáticos, perspectiva que en la literatura relativa a la
enseñanza se denomina etnomatemática desde una postura radical. Esta perspectiva
suele aludir en muchos casos a aspectos superficiales o erróneos a los que autores como
Planas denomina no interculturales sino "exóticos", "folkloristas" o "etnocentristas".
Un ejemplo de esto se refleja en un estudio hecho por Díaz38 en referencia a
la inclusión de la aritmética maya en la propuesta de currículo nacional básico de Hon-
duras. En afán de utilizar la cuestión de la aritmética maya como un elemento de iden-
tidad nacional, se toman posturas defensivas y de rechazo hacia la matemática occi-
dental utilizando argumentos del por qué el sistema de numeración maya es "superior"
en múltiples aspectos al sistema arábigo. Esto sin duda cae en una contradicción pues
aterriza en los mismos discursos de "superioridad" que se intenta criticar. Sobre estas
cuestiones Bishop39 menciona que documentar e interpretar historias de las matemá-
ticas en otras zonas del mundo, no persigue sólo el fin de celebrar la diversidad de las
culturas que han contribuido a la rica reserva global de ideas matemáticas, sino porque
"En el actual mundo multicultural y a la vez intercomunicador, las matemáticas contex-
tualizadas son un producto cultural, de innegable poder de resolución de situaciones
problemáticas y de gran capacidad de identificación cultural"40• Es necesario entonces
evitar tanto los "eurocentrismos" como los "etnocentrismos". La perspectiva intercul-
tural matemática incluye acciones destinadas a todos los estudiantes y no sólo a cultu-
ras minoritarias. Tiene como base la presencia de distintas culturas y el reconocimiento
de las formas particulares que cada una pueda desarrollar. Es necesario colocar a la cul-
tura en el terreno práctico, como un modo de ser, de interpretar el mundo y situarse en
él. Implica por lo tanto valores, criterios de conducta y roles sociales. Uno de sus fines
45 Ibídem.
46 Ídem., p. 13.
47 Planas, Nuria, "La participación en el aula de Matemáticas" en Goñi,Jesús, Matemáticas e in-
terculturalidad, Barcelona, Graó, 2006, pp. 37-62.
Hacia una educación científica y matemática intercultural 171
Planas menciona que viendo la discusión parece que no existe consenso entre
Malik y su profesor a la hora de entender ''qué es un problema", "cómo resolver un
problema". El profesor asume que resolver un problema es una vía para aprender ma-
temáticas y por consecuencia requiere algoritmos. Malik está convencido de que un
problema es una situación que en un inicio no tiene solución y requiere del uso de cier-
to conocimiento, no necesariamente algoritmos para obtenerla. Desde su función, el
profesor determina cómo debe ser un problema y el significado de resolución no es ne-
gociable. Después de este incidente Malik permaneció en silencio el resto de la clase y
rehusó seguir participando.
Superar la distancia cultural requiere tener en cuenta los significados que los in-
dividuos atribuyen a partir de una situación determinada. Estos significados existen o
son construidos no sólo con relación al contexto sociocultural, sino también al de emo-
ciones y expectativas. Los estudiantes normalmente más afectados por la falta de nego-
ciación parecen ser aquellos pertenecientes a minorías étnicas o grupos con bajos re-
cursos económicos. Por otra parte estos estudiantes en la mayoría de los casos, tienen
una baja autoestima académica que, además influye en su comportamiento en el aula.
El tercer estudio al que haremos referencia fue realizado por Planas y Burgos 48
basado en geometría y figuras básicas, y llevado a cabo en el primer curso de Ingenie-
ría Acuicultura en la Universidad Austral de Chile con 45 estudiantes, los cuales pro-
cedían de diferentes ciudades e islas relacionadas con la crianza del salmón. En una de
las sesiones se propuso el siguiente problema: "Con una cuerda de longitud L se puede
construir una circunferencia o un cuadrado. ¿Con cuál de estas figuras obtienes la ma-
yor superficie interior?
Los autores mencionan que un numeroso grupo de estudiantes lo resolvió rápi-
damente de forma algebraica o asignando un valor a L y aproximando la constante 1t
a 3. Sin embargo otro grupo de estudiantes que "no resolvió" el problema entabló un
diálogo con el profesor en donde exponían que en la isla donde vivían, la mayoría de
las balsas eran redondas pero existían también las cuadradas. Decían que las hacían de
esa manera porque como eran de unos tubos flexibles, era más fácil engancharlas y dar-
les forma. La diferencia entre redondas y cuadradas dependía del material, las redon-
das eran más fáciles de hacer a la vez que las cuadradas eran de un material más rígido
y llevaban más uniones.
En este episodio aparece la participación desde la perspectiva social, ya que los
estudiantes involucrados relacionan el problema matemático con sus vivencias perso-
nales, con su propio entorno. El profesor pudo haber cortado su intervención dicien-
do que eso era otro tema o bien, aprovechar la situación como un conocimiento mate-
mático situado que completa el uso de fórmulas en la tarea propuesta. El conocimiento
48 Planas, op. cit., pp. 11-12.
172 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
matemático situado, ayuda a establecer un clima de confianza que puede contribuir a
la construcción de significados matemáticos que no se detonan de ninguna otra mane-
ra. Uno de los principales retos es indagar la construcción de estos significados desde
esta perspectiva situada.
La perspectiva que une a las matemáticas con elementos sociales-culturales ha
cobrado auge desde la década de los noventa principalmente con los trabajos de etno-
matemáticas de Bishop (1999) y de D'Ambrosio (1997) y matemáticas multiculturales
de Oliveras (2006). Estos autores coinciden en una plataforma de investigación en la
cual se plantean los siguientes factores:
• Factor epistemológico, relativo a las matemáticas como ciencia o tipo de cono-
cimientos diferenciado tales como ¿qué son las matemáticas?, ¿qué signi-
ficados construye?, ¿cómo se relacionan con otras ciencias, en aplicacio-
nes tecnológicas o en modelos de cosmovisión?
• Factor cognitivo, relativo al sujeto de conocimiento; ¿cómo se desarrolla la
cognición situada en diversos contextos para generar en los sujetos un
"sentido" matemático del mundo?
• Factorpolítico, tal como ¿se usan las matemáticas como un instrumento dis-
criminatorio por parte del poder?, ¿posibilita estrategias organizativas?
• Factor estético como por ejemplo, ¿influyen las matemáticas en las concep-
ciones de verdad, equidad, ideología, imparcialidad y los valores en los
ámbitos sociales?
• Factor educativo, muy especialmente, que se plantea cómo se produce la en-
culturación matemática y se aportan sugerencias, elementos constitutivos
y críticos.
Es posible la comunicación intercultural hallando las claves de la racionalidad de
las diferentes culturas, descubrir los presupuestos, las formas de razonamiento, en otras
palabras determinar el marco racional social-cultural, siendo uno de los grandes desa-
ños es el aspecto teórico-metodológico de indagación pues en la mayoría de los estu-
dios revisados, no existe una metodología definida y se han abordado desde un enfo-
que descriptivo y en muchas ocasiones del tipo etnográfico. El marco de referencia es
constructivista, ya que apoya la necesidad de metodologías que no opongan aprendiza-
je, cultura, enseñanza y desarrollo; que no ignoren sus vinculaciones, sino las integren49
puesto que decir que una teoría del desarrollo es independiente de la cultura, no es una
información incorrecta sino absurda.
49 Coll, "La teoría genérica y los procesos de construcción del conocimiento en el aula", en
Piaget en la Educación, México, Paidós, 2005 p. 122-189
Hacia una educación científica y matemática intercultural 173
Consideraciones finales
50 Chiapas ocupa el octavo lugar en México por su extensión territorial y representa el 3.86%
de toda la superficie del país. Cuenta con 118 municiptos, 20, 102 localidades aproximadamen-
te (INEGI, 2001). Se divide en nueve zonas geográficas: Soconusco,Altos, Selva, Centro, Nor-
te, Fronteriza, Sierra, Frailesca e Itsmo-Costa; cada región tiene un desarrollo económico y so-
cial diferencial.
51 Sabariego, Marta, "La evaluación de programas de educación intercultural", en Essomba,
Miquel, A. (coord.): Construir la escuela intercultural. Reflexionesy propuestas para trabajar la diversidad
étnicay cultura Barcelona, Graó. Biblioteca de Aula 141, 1999, pp. 21-35.
52 Ídem., p. 30.
53 Galino, Angeles, y Escribano, Alicia, La educación intercult11ral en el enfoquey desa"ollo del curricu-
lum, Madrid, Narcea, S. A. de Ediciones. Instituto de Estudios Pedagógicos Somosaguas. Apun-
tes I.E.P.S. Nº 54, 1990, p. 29.
54Juliano, Dolores, op. cit., pp. 53-54.
55 Fermoso, Paciano, (Ed.), op. cit., p. 15.
56 Galino, Angeles, y Escribano, Alicia, op. cit.,p.29
174 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
acepte las diversas culturas presentes en el aula. Se propone pues, la educación intercul-
tural como un "agente de dinamización social" 57 para un contexto intercultural como
los Altos de Chiapas en México.
Deseamos que a partir de una propuesta sobre la enseñanza de las matemáticas
desde el marco de la educación interculturaly la etnomatemáticas se genere un ambiente de
igualdad y de respeto entre alumnos indígenas y no indígenas que conduzca a conse-
guir una educación equitativa en un contexto tan discriminatorio como lo es la Región
Altos de Chiapas en México.
Introducción
Se encontró que la actualización que hace cada texto del discurso educativo intercul-
tural es particular y distinta a la de los otros dos. Sin embargo, al analizarlo, sí se notan
elementos de un discurso construido en común sobre lo intercultural. Hay cinco temá-
ticas que son recurrentes en los tres textos: la mexicanidad, la diversidad, la educación
intercultural, la identidad y lo indígena. La configuración discursiv: de la enunciación
sobre lo intercultural se encuentra mediada, entonces, por estas temáticas. Los posicio-
namientos que cada texto tiene sobre estos cinco elementos, se podrían sintetizar de la
siguiente manera:
6 Barthes, Roland, E/grano de la voz. Entrevistas 1962-1980, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.
Estudio de tres libros de texto mexicanos contemporáneos 179
Identidad Queda definida a partir de Se parte de una división en- Se parte, también, de una
los símbolos patrios (ban- tre lo conocido y lo ajeno. El división entre lo propio
dera e himno nacional, indígena se asocia a lo ajeno, y lo ajeno. El indígena se
principalmente), lo geo- a lo desventajoso, a lo discri- asocia a lo propio, váli-
gráfico (gusto por la di- minado. Se deja implícito que dado, bueno y deseable.
versidad de recursos na- él debe, forzosamente, luchar El no indígena se vincu-
turales), lo artesanal (de para ser reconocido. Lo cono- la a lo desventajoso, a lo
barro, principalmente) y cido es, por otra parte, lo no- malo, a lo indeseable, a lo
lo folklórico (bailes). indígena, lo ventajoso, lo em- no cuidadoso, no cons-
poderado y unificado. Él sólo ciente, no productivo. No
debe permitir la integración hay forma de integrar los
del indígena si este lucha. dos bandos. Sólo se pue-
de asumir el rol que cada
uno tiene
Indígena Se le ve como una espe- Como ya se dijo, lo indígena Lo indígena aparece,
de de categoría genérica aparece como una condición, también con ciertos to-
(todos los indígenas son también genérica (todos los ques genéricos (al sólo
iguales entre sí). De igual indígenas son iguales), des- reconocer la presencia
forma, su presencia y uni- ventajosa. El indígena, for- de pueblos indígenas en
cidad se diluye en la es- zosamente, deberá encarar la el territorio mexicano),
tampa de lo nacional (cha- discriminación. Sólo así se le pero hacen una distin-
rro amestizado, que canta integrará. Y la recompensa ción entre pueblo y pue-
el himno, baila, vive en un obtenida será, al fin, incorpo- blo. La identidad al in-
paraje silvestre, hace arte- rarse a lo nacional. terior del propio pueblo
sanías y rinde honores a la los distingue unos de
bandera) otros. Sin embargo, to-
dos asumen en común
una condición: la de de-
manda de valoración y
reconocimiento.
Esta es la imaginería que recogen los textos sobre la interculturalidad. ¿Por qué
los tres textos la denotan así, del mismo modo? La razón puede ser la siguiente.
Estudio de tres libros de texto mexicanos contemporáneos 183
Las características tipológicas de los textos como discursos propios para abor-
dar la EIB: Entre lo indígena y lo diverso
Dentro de esta tipología de textos que Corona 8 propone, podría decirse que los
tres textos analizados resultan monológicos, es decir, textos creados a partir de la im-
posición de una voz sobre otra. Los tres textos partieron de la díada indígenas y no in-
dígenas. Los tres textos contaron con colaboradores indígenas y no indígenas. Cómo y
en qué participó cada uno de ellos se refleja en el estilo de tratar el tema educativo in-
tercultural. Se refleja, pues, en la voz que habla y domina el escenario de lo escrito.Si se
hace una revisión cercana del proceso de producción de cada uno de estos materiales,
7 Corona Berkin, Sarah, Entre voces... Fragmentos de educación entreCNlt11ral, Guadalajara, UdeG,
2007.
8 Corona Berkin, Sarah, op. cit.
184 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
es posible distinguir que parte de las peculiaridades de cada texto proviene de los pro-
cesos complejos de autoría que tuvieron.
En el texto de la DGEI, por ejemplo, el proceso inició con la formación de un
equipo de trabajo de profesionistas no-indígenas que, desde sus saberes disciplinares,
construyeron textos pensados para la población indígena. El diálogo con el "otro", el
indígena se dio sólo a través de la traducción. Fue en ese momento en que el maestro
indígena pudo incidir en el texto y dialogar con los sentidos "occidentales" y cambiar-
los a su cosmovisión. El diálogo se dio, pues, en silencio, casi a hurtadillas, en la pri-
vacidad del proceso de traducción. Los únicos que pudieron haber presenciado dicho
diálogo, en todo caso, fueron los niños lectores que, quizá, se vieron reflejados en esos
trozos.
El texto creado por la CGEIB, parte de la misma situación. Se trata de una es-
pecialista mestiza que, desde su conocimiento y experiencia en el trabajo con niños in-
dígenas, cree poder imitar su voz. ¿Basta eso para ser un texto oportuno y sensible a la
diversidad? Como se ha visto, no. Sigue estando presente la visión occidental en este
indígena ficticio. Aún cuando, de nuevo, haya traductores, éstos debieron conformar-
se, otra vez, con la intimidad de la traducción para presentar su versión de lo dicho. Los
únicos posibles testigos de eso serían los niños bilingües lectores.
El texto de la UNEM podría plantear una innovación, al suponer que la voz mis-
ma del indígena pueda crear un texto de interés para el indígena mismo. Y sí, es proba-
ble, pero en este caso la díada indígena y no indígena sigue presente, por lo que la voz
del indígena se cuida más en enfatizar su poderío que en entablar diálogo con los suyos.
Resulta comprensible, si se considera. que por más de 80 años de ediciones ellos tuvie-
ron que ser los espectadores de los textos. Era ahora el momento de invertir los pape-
les. De cualquier manera, el resultado es muy parecido al de los otros textos: la visión
de uno anuló al otro.
Estos tres procedimientos, en apariencia tan distintos, obtuvieron los mismos
resultados. ¿Por qué? Aún cuando el discurso Intercultural pretende una innovación en
el tipo de relaciones existentes entre los muchos diversos en el país, la manera de abor-
darlo educativamente lo sigue encuadrando en una relación de poder desigual: la del do-
cente-alumno, con la agravante de que, en los tres textos, el docente pertenece a un gru-
po y el alumno a otro.Se trata, pues, de un discurso, que pudiera ser nuevo, por plantear
la igualdad y el respeto, puesto en formas viejas, las formas educativas de sometimiento.
Por tanto, de un discurso invalidado por su forma de expresarse.
Al decir esto no se pretende censurar los esfuerzos educativos de las tres ins-
tancias editoras. Tampoco se duda de su verdadera intención intercultural. Más bien
se censura a la cultura en la que estamos inmersos y, sobre todo, a la cultura educativa
mexicana: ¿por qué las formas suponen, irremediablemente, la construcción de bandos
opuestos: indígena y no indígena?, ¿por qué esta díada debe definirse a partir del domi-
Estudio de tres libros de texto mexicanos contemporáneos 185
nio de uno sobre otro?, ¿por qué la educación interviene como medio de sometimiento
y no de liberación?, ¿por qué? Por la cultura histórica en la que estamos sumergidos.
El tipo de fenómeno que Roland Barthes 9 dilucidó es este, precisamente: una
estructura de significación cultural que parece imponerse al enunciador y le hace expre-
sar cosas que, incluso, contradicen sus intenciones. Ese es el poder del discurso, el po-
der de las formas que le ganan a nuestra intención.
¿Cómo podríamos liberarnos de ese peso impositivo? ¿Cómo se podrían crear
textos distintos, es decir, no monológicos sino dialógicas? ¿Cómo hacerle para que no
se imponga una de las dos voces, la indígena o la no-indígena, en el planteamiento in-
tercultural pretendido en un texto educativo? ¿Cómo poder negociar el concepto mis-
mo de autoría? ¿Qué acarrea la voz indígena? ¿Y qué implica la voz occidental? Bueno,
pues eso se puede aclarar.
Se ha de partir, primero, de que los textos existentes para la EIB tienen presente,
como se ha visto, al menos dos componentes culturales: el indígena y el no-indígena.
En todos los textos, pues, es perceptible y constante la presencia de un "otro" que fun-
ge como interlocutor en el texto. El cómo dialogan estos dos componentes y arrojan, al
fin, un tipo de material educativo, queda determinado por seis elementos esenciales:
1. ¿Quién de los dos domina en el escrito?
2. ¿Para quién escribe cada uno?
3. ¿Cómo escribe cada uno?
4. ¿A nombre de quién escribe cada uno?
S. ¿Quién valida lo que escribe cada uno?
6. ¿Para qué escribe cada uno?
En los entrecruces de estos seis elementos se conforma la manera particular de
entender la interculturalidad de cada material.
Lo que se encontró al respecto fue lo siguiente:
GUBERNAMENTAL: NO - GUBERNAMENTAL:
DGEI, CGEIB UNEM
• Textos monológicos desde lo occidental • Textos monológicos desde lo indígena
• Dirigido a niños indígenas • Dirigido a niños mestizos (indígenas
• Énfasis en lo que el niño no sabe y no también pero no tan claro)
valora • Énfasis en lo que el niño no sabe y no
• La realidad se le impone al sujeto es
• Ejercicios disciplinantes (repetición, imi- • La realidad se le impone al sujeto
tación)
• Ejercicios disciplinantes (repetición,
• Imágenes estigmatizantes comparación)
• Imágenes como evidencia de lo propio, re-
forzadoras del estigma
9 Barthes, Roland, "Fragmentos de un discurso amoroso", op.cit.
186 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Esta sería una alternativa de resolución a nivel de la forma. Pero, ¿y a nivel del
fondo? ¿Cómo imaginarse la interculturalidad sin esa díada básica? O aún más urgente,
¿cómo imaginarse a México sin desigualdades, de manera inclusiva y contemporánea?
10 Todorov, Tzvetan, Nosotrosy los otros, México, Siglo XXI, 2007, pp. 203.
Estudio de tres libros de texto mexicanos contemporáneos 187
11
Todorov asegura que una nacionalidad desarrolla ambas entidades, aunque
una más que la otra, propiciando nacionalismos que se decantan o por lo étnico o por
lo político. Así, existe pues un nacionalismo cultural, que ensalza las costumbres pro-
pias, y un nacionalismo cívico, que ensalza lo legal. El primer tipo de nacionalismo nos
conecta y hermana con el mundo; el segundo no, sino que nos hace elegir a un tipo de
ser humano, el propio, sobre otro, el ajeno.
Toda esta reflexión resulta pertinente si recordamos el énfasis cívico y nacio-
nalista presente, de alguna u otra manera, en los tres textos. Los tres usan la ley como
aval de su ciudadanía. Los tres mencionan, en algún momento, la pertenencia al Estado
Mexicano. Los tres hablan de un "nosotros", frente a un "otros". Los tres, pues, se in-
clinan por lo cívico y lo político, más que por lo cultural.
El texto de la DGEI, sobre todo, remarca la pertenencia al país como punto de
homogeneización entre los diversos locales. Se fomenta la imagen del charro amestiza-
do, la bandera y los actos cívicos, las instancias gubernamentales, la credencial de elec-
tor y el acta de nacimiento como símbolos de unidad, mostrándose torpe en los mo-
mentos de hablar de costumbres, lengua y tradiciones.
En el texto de la CGEIB abundan las referencias a lo legal, a "tener derecho",
"defender lo nuestro", las fiestas patrias, la historia de la nación y su divergencia con
otros países. Mencionan, vagamente, algunas prácticas en común sobre lo cultural, pero
su intento se desvanece al premiar a las protagonistas con su participación en un acto
patriótico.
El de la UNEM, quizá, tiene una inclinación menos franca a lo cívico sobre lo
cultural, considerando que el esfuerzo por describir lo propio, permanece en todo el
texto. Pero sus claras y contundentes menciones al gobierno, la importancia que le dan
a lo legal y su insistencia en la unidad de los pueblos indígenas "mexicanos",lo convier-
ten, al fin, en un texto más cívico que cultural.
Los tres textos, pues, aún cuando hacen un esfuerzo por equilibrar lo legal con
lo cultural, terminan favoreciendo lo primero sobre lo segundo. Los tres abordan cier-
tas prácticas tradicionales, pero nunca de manera detallada .desde su dimensión sim-
bólica, sino meramente organizacional, de forma ambigua, no localizada ni temporal
o espacialmente. Los tres relegan lo cultural. El texto de la UNEM, por ejemplo, aún
cuando se extiende en mencionar prácticas propias, nunca se le da un sentido cultural.
Se describen muchos actos particulares de los ch'oles o de los tseltales, pero no el sen-
tido de dichos actos.
Pareciera, en todo caso y al final de cuentas, que los tres coinciden en que el es-
pacio en común entre indígenas y no indígenas es lo legal. Sólo a través de nuestros de-
rechos y obligaciones podemos homologarnos e identificarnos como iguales. Fuera de
ellos, al parecer, no tenemos cosas en común. La interculturalidad, entonces, desde esta
11Ibídem.
188 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
idea, se trata de defender esos derechos y obligaciones que nos hace iguales, es decir, de
garantizarlos para todos, en todas las futuras generaciones.
¿Cuáles derechos? La DGEI habla al derecho de la identificación como mexi-
cano; la CGEIB habla del derecho al respeto y a la participación en actos cívicos; la
UNEM habla del derecho a la tierra, a heredarla entre ejidatarios, a protegerla y conser-
var en ella las propias prácticas. Como se puede ver, tampoco se tratan de los mismos
derechos. ¿Seremos iguales como quiera aunque nos preocupen distintas garantías? ¿O
se está hablando de tres formas distintas de igualdad?
Esta perspectiva de la entidad cívica, por otra parte, contrasta con el fomento
de cierto tipo de valores, como por ejemplo en el texto de la CGEIB, en específico. El
respeto a la diversidad choca con la igualdad cívica. ¿A qué diversidad nos estamos refi-
riendo entonces? ¿A una diversidad entre naciones o a una diversidad cultural? ¿Cómo
abordar la diversidad cultural desde lo cívico? Pareciera que este punto se convirtiera
en una paradoja: cultura o nación. ¿Cómo conjuntar ambos?
No intento ser exhaustiva o resolutiva en este punto, sino sólo señalar cómo la
nacionalidad se resuelve de un modo no enteramente satisfactorio en los tres textos, so-
bre todo frente al tema de la diversidad. En la DGEI, la mexicanidad se circunscribe a
los símbolos patrios; en la CGEIB a las fiestas patrias y en la UNEM al territorio. Sím-
bolos, fiestas y territorio resulta muy poco para definir un país, y sobre todo para con-
vencer a los distintos que vivimos en él que conviene ser de este país, que somos me-
jores que otros de otros países. Este es el sentimiento que, según Todorov 12 , debería
predominar desde lo cívico. ¿Por qué no basta? ¿Realmente todos tenemos ese senti-
miento? ¿Realmente, en la interculturalidad, nos planteamos la posibilidad de estar me-
jor que en otro país?
Miconclusión, luego de notar en los tres textos esta dificultad para definir razo-
nes de convergencia, es que la imagen que se tiene de país resulta insuficiente y pobre,
no basta. En el texto de la DGEI esto es evidente, al seguir hablando del pasado glorio-
so de los aztecas y su orgullo patrio ¿Cómo compaginar eso con las diversas comunida-
des indígenas actuales que poco tienen que ver con lo azteca? ¿Cómo se puede hablar
de patriotismo más allá de la emoción de cantar el himno nacional? O en el texto de la
CGEIB, ¿qué versión de la independencia sonaría pertinente para las comunidades in-
dígena que viven, y vivieron, otro tipo de dominación venida del exterior? ¿Cómo hallar
el sentido a la fiesta del grito? ¿Qué es lo que se puede celebrar entre todos? O en el de
la UNEM, ¿además de los derechos y el territorio, qué nos puede emparentar a comu-
nidades y urbanos? ¿Qué otra cosa tenemos en común indígenas y mestizos? Las ideas
planteadas sobre la mexicanidad no resuelven nada de esto.
Tampoco resuelven el cómo, si somos todos homogéneos por lo cívico, sigue
habiendo en cada texto una voz que se impone sobre la otra, suponiendo que el desti-
12 Ibídem.
Estudio de tres libros de texto mexicanos contemporáneos 189
natario es, siempre, inferior. ¿Cómo hablar de igualdad marcando tanta diferencia? El
tema de la mexicanidad, pues, no resuelve la cuestión de la diversidad. Lo cívico tam-
poco resuelve el asunto de la diversidad. Ambos temas, en los tres textos, se quedan
cortos.
Todorov13 supone que esta irresolución entre lo cultural y lo cívico, en un con-
cepto de nación, admite, a su vez, la irresolución entre valores que defiendan lo huma-
no y los valores que defiendan lo ciudadano. Lo humano reconoce lo distinto, lo único,
lo individual; lo ciudadano no, sólo el interés grupal. ¿Cómo ser humanos en pro de la
interculturalidad, sin perder lo ciudadano, en pro de la mexicanidad? Todorov 14 lo re-
suelve ponderando lo humano sobre lo ciudadano, lo cultural sobre lo cívico. Pero en
el caso mexicano, si no es lo cívico, ¿qué nos une?
Corona Berkin15 propone otro tipo de resolución: elpunto de concordancia entre to-
dos estos que somos distintos es el de la convergencia en un espacio público, un espa-
cio común en donde debemos participar. En este espacio común se considerarán tanto
la entidad étnica como la entidad política: la entidad étnica nos permite afirmar nuestras
diferencias, la entidad política nos exige hacernos visibles, es decir, exponernos desde
lo que somos en la búsqueda de acuerdos con los otros para convivir.
Esta exposición no es absoluta, sino siempre parcial, acorde a lo que es necesa-
rio para presentar mi postura sobre algo. No voy a exponer todo lo que soy para defen-
der, sólo, mi derecho a practicar la religión que quiero, por ejemplo. Se expone mi pos-
tura religiosa, en todo caso, y nada más. Expongo entrepedazos míos para ponerlos a
discusión con los otros. Por eso ella habla de "entrecultural" en vez de "intercultural",
pues se dialoga desde aquellos elementos que exigen ·un acuerdo.
Lo que se hace necesario para la construcción de este espacio público es comu-
nicarse. No se trata de dominar una misma realidad, ni tener los mismos conocimien-
tos, ni comportarse del mismo modo, ni hacer la misma cosa, sino simplemente saber y
poder transmitir lo que soy y lo que quiero, a la par que saber escuchar y dialogar. Este
reto comunicativo conlleva el planteamiento de otro tipo de "educación": una encami-
nada a reconocer la imagen que uno quiere transmitir de uno mismo, la estrategia, el
medio, el contenido, la claridad, la intención, etcétera, y a partir de ese reconocimiento,
vendría la exposición, el diálogo y la transformación.
13Ibídem.
14Ibídem.
15 Corona Berkin, Sarah, op.cit.
190 Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos humanos
Corona señala que el espacio público actual está dominado por los políticos, los
medios y las empresas que hacen sondeos de opinión, en una democracia que parecie-
ra sólo funcionar a partir del voto o a partir de lo que estos participantes dispongan. El
espacio público debería, por el contrario, construirse a partir de todos. Sólo en el espa-
cio público nuestra opinión se convierte en una manera política de hacernos visibles,
de encontrarnos con los otros y de dialogar y acordar lo necesario para la convivencia.
Si no participamos, realmente quedamos fuera. Por eso, ella dice:
16 Corona Berkin, Sarah, "Leer para qué: hacia una política de la lectura", en Comunicacióny So-
ciedad, Número 2, Nueva época,Julio-Diciembre del 2004, Guadalajara, UdeG, pp. 233-234.
Los pueblos indígenas en el discurso de los derechos·
humanos, se terminó de imprimir en los talleres de
Printego, Pedro Moreno No.205, Col. Los Angeles,
C.P. 78230 en la ciudad de San Luis Potosí, S.L.P., México
en el mes de julio de 201O con un tiraje de
350 ejemplares.