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CONFERENCIA INAUGURAL
Dra. Ana C. Dinerstein
16 de octubre 2017
RESUMEN
¿Cuál es el poder de crítica de la negatividad a la luz de las luchas por la reproducción social en el
presente? ¿Es la negación el único camino hacia la emancipación como nos dice Agnoli? ¿Cuáles
son las tensiones y contradicciones entre la necesidad de negar la forma valor, y la necesidad de
afirmar la vida, en una sociedad donde la reproducción de la vida está mediada por la forma valor-
dinero? En esta ponencia inaugural sugiero que hoy, enfrentados a una crisis de reproducción social,
a una crisis de civilización, es necesario repensar una vez más la inseparabilidad de la teoría y la
práctica como principio fundamental del Marxismo como teoría de lucha. Discuto la importancia de
la constelación de luchas en búsqueda de formas alternativas de reproducción social y propongo
que éstas no suponen una acción positiva sino afirmativa. Mientras la primera acepta el mundo tal
cual es buscando acomodarse, la segundo niega dicho mundo a través de afirmar la alternativa por
medio de una crítica experimentada, vivida. Establecer esta diferencia entre luchas positivas y
afirmativas resulta fundamental para reconocer el potencial crítico y revolucionario de las utopías
concretas emergidas en busca de formas alternativas de reproducción de la vida más allá de la
forma valor. Sin esta diferenciación, el principio de negatividad se convierte en una crítica abstracta,
desprendida del movimiento real de lucha, sin especificidad histórica y, además, colonial, i.e.
partícipe de la opresión de la crítica experimentada de los sujetos subalternos que no encuentran
eco en la teoría crítica. El Marxismo como teoría de lucha es entonces el movimiento permanente y
contradictorio, desilusionable y complejo, dirigido hacia la negación de todo lo que existe a través de
la apertura de nuevos horizontes en un mundo donde pareciera no existir otros horizontes más que
los que nos impone la forma valor.
Buenos días a todxs. Estoy muy feliz y emocionada por estar aquí con
Ustedes, compartiendo la mesa con mis maestros (Richard Gunn y John
Holloway) para celebrar los 25 años del Marxismo Abierto y conversar
acerca de la teoría critica y la praxis revolucionaria. Agradezco al Director
del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Francisco Vélez Pliego y
al Director del Posgrado en Sociología, Francisco Carpintero por la
invitación a esta celebración. Muchas gracias también a Alfonso García
Vela y su equipo por organizar y atender a las necesidades de mi viaje. Por
último, gracias a mi hijo Owain Dinerstein-Schwartz y a su papá por haber
sido solidarios y hacer posible que haya podido viajar a Méjico.
¡Qué momento importante para el Marxismo Abierto! Parece que Althusser
y Lacan se han puesto de moda en algunos círculos Marxistas de Europa,
por lo que me queda claro que debemos continuar abriendo las categorías
de la teoría y la praxis, y continuar con la actitud abierta para estar al
mismo nivel de la reinvención revolucionaria que está teniendo lugar en el
mundo actualmente. Pero claro, se trata de una praxis revolucionaria
diferente a la tradicional. Identificarla es un gran desafío para el Marxismo
como teoría de lucha.
El término Marxismo Abierto (MA) fue tomado del título de un libro donde
Ernst Mandel y Johannes Agnoli (1980) debatieron el significado de la
crítica de Marx, conectada con la pregunta de si la idea de ‘economía
marxista’ era una contradicción en sus propios términos o no. Para Mandel
no lo era. Pero para Agnoli, si lo era! Agnoli es uno de los inspiradores del
MA quien creía que ‘Marx negó el mundo del capital por medio de revelar
su contenido humano’ (Bonefeld in Bieler et al 2006: 178).
En esta presentación, exploro una pregunta que todxs los que estamos
aquí tenemos, seguramente, en mente: ¿que teoría crítica, que Marxismo
necesitamos hoy, si concebimos a la crítica como una crítica
históricamente situada, y a la vez abierta e inmanente? ¿Dónde debemos
poner la mirada hoy?
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interior del MA respecto e estas y otras preguntas importantes. Este
coloquio ofrece una oportunidad única para realizar esta tarea. En el libro
Ernst Bloch and his contemporaries. Locating Utopian Messianism
(London/Oxford/New York/New Delhi/Sydney: Bloomsbury, 2015), Iván
Boldyrev analiza algunas de las controversias teóricas que existen entre
Adorno y Bloch. Y muchas de estas tensiones están presentes hoy en el
Marxismo Abierto, ya que ambos son inspiradores de este último. Para
Bloch, la esperanza es parte de la actividad humana y es importante, como
indica Boldyrev, para la transformación real y revolucionaria, la cual no
podría realizarse sin esperanza. La práctica revolucionaria para Bloch no es
teleológica, o escatológica, ni conduce a la salvación: es praxis concreta,
sin transcendencia, y flirtea con ambos, la realidad y el aún no.
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El contexto general que presta escenario a muchas de las luchas actuales
es una profunda crisis de reproducción social. El llamado
“desmantelamiento del mundo del trabajo” (Boltanski y Chiapello 2006:
217) desde el fin de los 1970s, fue desencadenado por una política
económica y laboral neoliberal dirigida, en primer lugar, recomponer la
acumulación del capital global y, como consecuencia de ello, se expresó
políticamente como el embate brutal contra el poder político que el sector
trabajo había acumulado durante los años de la post-guerra en Europa. El
giro desde el Keynesianismo al monetarismo (el que puede ubicarse en la
ruptura del sistema de Bretton Woods) requirió, siguiendo a Bonefeld, la
implementación políticas monetaristas que rechazaron el ‘compromiso
político del pleno empleo para favorecer la subordinación de las relaciones
sociales a la tan mentada libertad del mercado’ (Bonefeld et al, 1995: 52).
La creciente movilidad del capital ‘socavó la resistencia de la clase
trabajadora a la reorganización del proceso de trabajo’ (Clarke, 1988:320).
La conversión del capital productivo en capital líquido aceleró un proceso
de sobreacumulación de capital y su fuga hacia delante en la forma de
capital ficticio. Para poner un ejemplo, siguiendo a De Angelis, según los
datos del Banco Federal de New York, en 1997 el valor diario de las
transacciones en moneda extranjera entre Tokio, Nueva York y Londres era
de 650 millones de dólares. De ese total de transacciones solo el 18 por
ciento eran resultado de la inversión y el comercio internacional. El otro 82
por ciento era pura y simple especulación dirigida a obtener ganancia a
través el movimiento de las tasas de cambio (De Angelis 1997: 44).
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trabajo, basada en un compromiso de clase. Plantea Holloway que ‘el
rasgo central del keynesianismo era el reconocimiento del poder
organizativo de la clase trabajadora ... que hizo explícito de manera
institucional la dependencia del capital respecto del trabajo en-y-contra el
capital’(Holloway 1991: XX). En dicha dependencia también subyacía una
relación de compromiso que establecía la regulación de la laboral a través
de la negociación colectiva y un amplio protagonismo de los sindicatos. "La
orientación de la demanda como una política estatal se construyó sobre los
nuevos grados de institucionalización de las relaciones industriales en el
nivel de los capitales individuales. La respuesta a las presiones del trabajo
fue tratar de controlarlo a través del ritual del contrato colectivo y la
administración de las consecuentes demandas para mercancías...La
contención del poder del trabajo como demanda, a través de las
mediaciones de los sindicatos...se apoyaba en una previa supresión
violenta de incontenibles y revolucionarias expresiones de ese poder y en la
continua exclusión de fuerzas que no estaban conformes con el nuevo
modelo’ (Holloway 1991). Pero "el aparente equilibrio del mundo
keynesiano descansó sobre un modelo complejo e inestable de
incorporación-exclusión por el lado del capital, y el conformismo-rebelión
por el lado del trabajo...’ (Holloway 1991) Las nuevas formas de
organización del trabajo que aparecen con la crisis del Keynesianismo
tendieron a modificar estas relaciones con nuevas determinaciones de la
correlación de fuerzas que la que presentaba la relación capital-trabajo
durante el período del Bienestar. Herido de muerte El Estado de Bienestar
junto al acuerdo de clases precario que lo sustentaba, fue presa de los
nuevos parámetros de la acumulación asentada sobre la ruptura de la
identificación de los trabajadores con las metas de la industrialización, la
crisis de representatividad política y gremial de los sindicatos, y las crisis
de los discursos incluyentes.
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fragmentación: un compromiso del capital con el sector del trabajo que
quede "dentro" del modelo excluyente, privilegiado por ser destinatario de
las inversiones en capacitación y políticas de recursos humanos. (Battistini
y Dinerstein 1995).
La crisis del 2008 evidenció claramente que las tres tendencias emergidas
a finales de los años 1970s, es decir la financiarización creciente del capital,
la precarización y fragmentación de la fuerza de trabajo y la crisis del papel
del estado en la reproducción social, hoy se han vuelto predominantes y
funcionales a la expansión del capital global. Hoy, el empleo asalariado
formal y las formas de ciudadanía y bienestar asociadas a éste en el mundo
occidental han dejado de ser los medios más importantes a través de los
cuales se logra la reproducción individual, familiar y la reproducción social
de las comunidades urbanas enfrentadas al capital financiero y al estado
nacional que se vuelve cada vez más autoritario. En las ciudades del Sur
Global, pero no exclusivamente, han emergido nuevos sujetos en lucha y
organizaciones comprometidas con iniciativas de cooperación relacionadas
con vivienda, alimentación, tierra, educación y salud, en contextos de
desempleo, precariedad, vulnerabilidad y exclusión social. Estas prácticas
colectivas atraviesan hoy muchos espacios urbanos con resistencias y
rebeliones que incluyen propuestas innovadoras de trabajo no tradicional.
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Recordemos cual es la contradicción fundamental a la que nos somete el
capital colonial y patriarcal. La sociedad capitalista colonial y patriarcal es
una sociedad donde debemos trabajar para vivir, es decir la vida esta
mediada por el dinero. Si consideramos la inseparabilidad de la producción
y reproducción social, podemos decir que se trata de luchas son luchas de
clase pues están signadas por la contradicción más importante que
experimentan los seres humanos en el capitalismo: vivimos en una
sociedad donde debemos trabajar para vivir ¿Debiera entonces la teoría
crítica reflejar en su pensamiento esta lucha por la vida de manera más
específica?
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‘Lo distintivo de la teoría de Marx no yace en la idea del trabajo como
fuente de valor, sino en la idea de que el dinero es la forma más abstracta
de la propiedad capitalista y es entonces el poder social supremo a través
del cual la reproducción social subordinada al poder del capital’ (Clarke
1988: 13-14)
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solamente una lucha contra la explotación del trabajo sino una lucha contra
esta premisa fundamental sobre la cual se funda la acumulación capitalista:
la relación de expropiación la que conlleva a la explotación y a la
subordinación de la reproducción social –de la vida- a los avatares de la
producción y apropiación privada del valor.
Por lo tanto, en este momento en el que los Estados nacion han dejado de
tener un papel integrador y de hacerse cargo de la reproducción social, las
luchas a través de las cuales las trabajadoras (empleadas o no) nos
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esforzamos por atender a nuestras propias necesidades como, por
ejemplo, conseguir ó construir vivienda, educar a nuestras hijas, planear el
futuro cercano, ocupar la tierra para trabajarla, defender el derecho al
aborto, luchar contra la violencia sexual y la estatal, son causa de la lucha
de clase.
La pregunta que nos hago es entonces ¿De qué manera la negación como
forma de emancipación puede dar cuenta de este tipo de lucha de clases,
es decir la lucha de clases referida a la lucha por la vida y por formas
alternativas de reproducción social? ¿Pueden la teoría crítica y el MA
transformar su crítica intelectual profunda y muy valiosa, pero de alguna
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manera externa a estas experiencias de lucha, en una crítica basada en la
contradicción fundamenta que atraviesa toda lucha por la reproducción
social en el capitalismo colonial y patriarcal, es decir, la necesidad de
reproducirnos por medio del dinero y la necesidad de destruir el poder del
dinero como forma de reproducción de la vida? ¿Si las luchas de clase de
hoy están atravesadas por esta contradicción, no debiera la teoría crítica
abordar esta contradicción?
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Bronner (1997, p. 166) observa que, para Bloch, la utopía no es algo que no
existe en ningún lugar, sino que constituye un elemento de toda actividad
humana, y es al mismo tiempo histórica. Se trata de una ‘categoría
orientada en la praxis’ (Levitas 1997: 70). Como praxis, la utopía concreta
desafía los parámetros de legibilidad de la realidad dada, convirtiéndose en
una forma compleja de la resistencia, que simultáneamente niega, crea,
entra en contradicción con, contra, y más allá del Estado, la ley, el capital,
para producir un ‘excedente’ intraducible en el lenguaje capitalista,
patriarcal y colonial. La utopía concreta es una práctica autónoma ‘en clave
esperanza’, a partir de la cual están surgiendo experiencias alternativas de
tiempo, espacio y cooperación como política afectiva, que acercan
resistencias indígenas y no indígenas. Ambos tipos de resistencias con sus
propias características están articulando realidades que ‘todavía no han
llegado a ser’, pero que de todas maneras poseen la capacidad de desafiar
a la forma valor. La utopía concreta navega en las venas abiertas del capital
oponiéndole la esperanza desde su propio seno. La misma contiene en su
interior un espacio ‘que aún no es’, pero que puede anticiparse en el
presente. No se corresponde completamente con la realidad sino que se
aventura más allá de ella.La utopía concreta es praxis revolucionaria porque
es un movimiento de lucha contradictorio que moviliza la función utópica de
la esperanza en busca de ‘otra’ forma que agrieta la realidad (Holloway
2010) y empuja los bordes de legibilidad de la realidad más allá de lo que
existe.
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corporal de la política que rechaza de plano la división cartesiana entre
razón y pasión, y genera ideas adecuadas para organizar la accion y
movilizar la capacidad humana de escuchar y cooperar. Aquí puede
emerger un ética del compromiso como propone Simon Critchley, que no
es compatible con el imperativo categórico Kantiano por el cual el
reconocimiento del otro es un reconocimiento racional a través del cual
elegimos compartir los mismos valores. Se trata más bien de un
reconocimiento afectivo que se alberga en ser singular plural, como nos
dice el filósofo francés J.L. Nancy.
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progresistas en América Latina, para poner un ejemplo cercano, el ‘aún no’
radicado en el interior de la utopía concreta movilizada por la esperanza se
refiere a una dimensión innombrable, invisible, sin imagen, no empírica.
Segundo, lo que no puede traducirse en gramática estatal no puede ser
captado por las categorías de la economía política. Se requiere de una
crítica prefigurativa a la economía política, es decir una crítica a las
abstracciones formales de la economía política que naturalizan a la
sociedad capitalista, pues despojan a las categorías de la lucha que
representan, y que a la vez pueda dar cuenta de la anticipación del aún no.
Leída en clave esperanza, este proceso revela la realidad oculta del valor
como forma de dominación (Negri), pero muestra también que el valor es
permanentemente confrontado por la esperanza que navega en las venas
del capital, re-sensualizando, uniendo lo que ha sido separado, aportando
materialidad, poniendo el cuerpo, dándole voz a lo que ha perdido como
resultado de la auto expansión del valor.
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