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Las cuatro formalidades del hombre

+ Explicar materia-forma
+ Explicar cómo una forma dispone a la materia para una
forma posterior.
+ Explicar las 4 formalidades del hombre: cosa material,
animal sensible, racional, capaz de Dios.
+ Explicar cómo la misma forma dispone a la materia para sí
misma.
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Tomamos ahora de una obra del padre Meinvielle, cuyo
título es: “El comunismo en la revolución anticristiana”.
La tesis del libro es que las tres grandes revoluciones de la
historia (humanismo, capitalismo, comunismo) se dan una
después de otra según una continuidad. Esa continuidad
consiste en alejarse progresivamente de Dios para resaltar
al hombre sin Dios; aunque en el fondo no hacen más que ir
destruyendo al hombre cada vez más.
Otro elemento importante de la tesis del padre Meinvielle
es que no solo las tres revoluciones se dan en continuidad,
sino que se suceden necesariamente una a la otra a modo
como se van profundizando los vicios en una persona. El
comenzar a alejarte de Dios te lleva a alejarte cada vez más
de Él.
Por tanto, la única solución es una vuelta radical a Dios. No
se puede solucionar el comunismo yendo al capitalismo, o el
capitalismo yendo al humanismo, porque en cada uno de
esos estadios está puesto el principio para una decadencia
posterior y más profunda.
Es así que desde un punto de vista teológico Meinvielle
interpreta la frase de Jesús: “buscad primero el reino de Dios
y todo lo demás se os dará por añadidura” en el sentido que
todo lo demás se te dará sólo si buscás primero el reino de
Dios. Si no buscás primero el reino de Dios, perderás todo.
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Cuando San Juan Bautista predicaba una conversión, ese
término, que en griego es Metanoia, significaba un cambio
total de mentalidad. Cuando uno se convierte empieza a
pensar de un modo totalmente distinto.
Con la “metanoia” de San Juan, uno empieza a juzgar todas
las cosas de otro modo. Por ejemplo, el trabajo no es solo
para conseguir plata, sino para ofrecer un sacrificio a Dios.
Eso lleva a que un fracaso en el trabajo ya no es más un
fracaso, sino un éxito; a modo como el fracaso de José en
encontrar una casa para el nacimiento del Niño, no fue un
fracaso, sino un donarse a la voluntad de Dios.
Esta “metanoia” aplicada en el plano social, lleva a cambiar
toda la sociedad. Así nace en la familia el respeto por la
mujer, en las relaciones sociales la ayuda por el prójimo, la
valoración de los pobres, etc.
El cristianismo se filtra así, gracias a esta “metanoia” en
todas partes, porque en todas partes se aplican los principios
cristianos.
De aquí se deduce que una revolución anti-cristiana deberá,
si quiere ser eficaz, atacar todos los ámbitos de la vida, para
extirpar el cristianismo aun en aquellas manifestaciones
implícitas en donde se filtró, gracias a la “metanoia”. En
efecto, cuando una realidad está impregnada de
cristianismo, se opone a la revolución.
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Veamos entonces las tres revoluciones que forman parte de
la gran revolución anti-cristiana.
Cada revolución implica una caída, una pérdida de una
formalidad.
Recordamos: el hombre tiene 4 formalidades:
1. Es capaz de Dios.
2. Es espiritual
3. Es animal
4. Es un elemento, una cosa.
Estas 4 formalidades se relacionan como materia y forma, de
modo tal que la inferior es el sustrato de la superior.
El hombre es una cosa material de determinadas
características para ser animal; es animal de determinadas
características para ser espiritual; es espiritual para unirse a
Dios.
El humanismo es la revolución que niega esa apertura a Dios,
dejando solo lo espiritual. El capitalismo es la revolución que
denigra el aspecto espiritual del hombre, dejando solo lo
material. El comunismo es la evolución que reduce denigra
al individuo para convertirlo en una pieza de la sociedad.
Estas revoluciones afectan al hombre arruinándole las
diversas formalidades; pero también, evidentemente,
afectan a la sociedad.
Esas 4 formalidades que están en todo hombre, cuando los
hombres se organizan en sociedad, en un todo potestativo,
se destacan, cada una, en diversas partes de la sociedad.
Así, los que destacan la formalidad sobrenatural son los
sacerdotes; los que destacan la formalidad racional son los
políticos o aristócratas; los que destacan la formalidad
animal, son los burgueses; los que destacan el aspecto de
mero trabajo son los obreros. Decimos “destacan” en la
sociedad, sin negar en sí mismos, cuando la sociedad está
bien ordenada, las otras dimensiones. Por ejemplo, si bien la
burguesía destaca en la sociedad el aspecto animal al
aportar principalmente la organización de los medios
materiales de producción, no por ello el burgués que
pertenece a una sociedad bien ordenada deja de crecer
personalmente en lo humano y espiritual.
Es interesante observar que cada uno de los niveles sociales
tiene una función.
Los sacerdotes tienen que dirigir la sociedad asegurando que
la misma se ordene a Dios.
Los aristócratas tienen que dirigir la sociedad asegurando la
vida virtuosa del hombre: educación, orden público, etc.
Como el fin último del hombre es la unión con Dios, la
función aristócrata o política se debe subordinar a la
sacerdotal o religiosa.
¿Cómo se da esa subordinación?
La aristocracia no define qué es la virtud, sino que la virtud
es definida por los sacerdotes. La aristocracia implementa
todo lo que en la práctica es necesario para educar en esa
virtud: organiza el estado, las casas de estudio, las
instituciones, como para que esa virtud se realice.
La burguesía organiza los medios de producción económica;
que deben subordinarse a la vida virtuosa que la aristocracia
ha ordenado.
Indudablemente en estas subordinaciones hay un
“feedback” (alimentar atrás; vuelta).
Por ejemplo: si la clase aristocrática dice que hay que dividir
la enseñanza en primaria y secundaria, 7 años la primaria y
5 la secundaria; y la clase burguesa le dice que es más
rentable 6 y 6; tal vez la aristócrata dice que sí, porque no
hay tanta diferencia entre 7 y 5 o 6 y 6. Tal vez dice que no,
que vale la pena gastar más plata, pero se asegura la virtud
no juntando en un mismo establecimiento niños de 12 con
muchachos de 18. Lo importante es que no vas a dejar de ser
virtuoso para ganar más plata; aunque sí vas a dejar de ganar
más plata para ser más virtuoso.
Nosotros mismos, acá en el curso, coordinamos el horario de
la misa (actividad sacerdotal) con las actividades formativas
o aristocráticas. Incluso los horarios se podrían fijar para
ahorrar luz (elemento burgués). Siempre se trata de mejorar
todos los planos sin empeorar los otros, pero dando siempre
prioridad al elemento sacerdotal, después al aristocrático y
después al burgués; siempre de modo ponderado.
Finalmente, la clase trabajadora es aquella que obedece a la
burguesía en la ejecución de los trabajos.
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Habiendo dicho esto, podemos decir que las revoluciones
pueden tener grados. Se puede anular un plano superior; o
se lo puede subordinar a uno inferior.
Repasemos entonces las tres revoluciones posibles, en
términos sociales.
Lo primera revolución es cuando lo político se revela contra
lo teológico.
Otros nombres que puede recibir esta revolución son:
Racionalismo, Naturalismo, Absolutismo.
Humanismo porque es una rebeldía del hombre contra Dios;
Racionalismo porque es la razón contra la fe.
Naturalismo porque es lo natural contra lo sobrenatural.
Absolutismo, porque el poder político, si no está regulado
por Dios, se vuelve absolutista.
La segunda revolución es cuando lo económico se revela
contra lo político, o lo que es lo mismo, el tema político se
reduce principalmente al desarrollo económico. Es lo que se
ve hoy, pues la gente vota más que nada por la marcha de la
economía y no por la moralidad de las leyes.
Esta segunda revolución se llama: Capitalismo, Economismo,
Animalismo, Positivismo, Democracia, Liberalismo.
Positivismo porque se le da valor solo al conocimiento
empírico. Es un modo de pensar que resalta lo meramente
animal.
Liberalismo porque el afán por la riqueza conlleva una
rebelión contra toda norma que coarte la consecución de la
misma. Por eso la ambición por la riqueza personal lleva a
una concepción liberal. (“yo le pago tanto; si quiere lo
acepta, si no, problema de él”).
Democracia porque todo gobierno es visto como algo
opresor, y por consiguiente es algo que se tiene que
consensuar.
La primera revolución es una liberación de Dios.
La segunda revolución es liberación de normas morales en
pos de un interés meramente económico. Pero es
interesante notar que conlleva una revolución más profunda
contra Dios. Cuanto el tercer escalón se revela contra el
segundo, crece la rebelión contra el primero.
La tercera revolución es una revolución contra la burguesía,
pero es una revolución a todas luces esclavizante. Se justifica
principalmente por un rechazo más profundo contra Dios. Se
puede decir que si bien la motivación de la tercer revolución
puede surgir por revelar el cuarto escalón contra el tercero;
se sostiene principalmente por un rechazo radical contra el
primero. Así dice Meinvielle: “el comunismo no sólo es
heredero histórico de las dos Revoluciones, sino que agudiza
sus consecuencias aun en el plano en que estas dos
revoluciones se efectuaron”. El marxismo no solo es
revolución de la clase obrera contra la burguesa, sino
rechazo más profundo de Dios y de toda virtud.
En la primera revolución tuvo un influjo particular el
protestantismo. El paso de una revolución a otra se da de
modo inevitable.
La segunda revolución se da en el marco de la revolución
francesa.
En la tercera revolución, “que es la comunista, la revolución
proletaria, (…) el obrero descalificado y marginal, el
proletario, quiere desplazar al burgués, al político y al
sacerdote. Quiere suplantar al burgués y repudia a la
economía burguesa de propiedad privada; quiere suplantar
al político y repudia a los gobiernos de autoridad al servicio
del bien común; quiere suplantar al sacerdocio y erige en
sistema al ateísmo militante”.
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Nos detenemos un poco más en esta tercera revolución, que
es la consecuencia, sobre todo teológica, de las otras dos
anteriores, porque es la revolución en la cual estamos.
En el marxismo la liberación se lleva a cabo por un método
dialéctico mediante una lucha en la cual se da una
superación en donde los contrarios son resueltos en una
unidad. Así en la dialéctica hombre-Dios se llega a un
hombre que posee en sí todo lo que buscaba en Dios; en la
dialéctica obrero-capital se llega a un obrero que posee el
capital; en la dialéctica hombre-mujer, se llega a una mujer
que es hombre. Siempre el débil se libera revelándose
contra el fuerte y resolviéndoselo en sí.
Veamos este texto de Marx y el comentario del padre
Meinvielle…
Dice Marx: “El ateísmo es, en cuanto supresión de Dios, el
devenir del humanismo teórico, como el comunismo es, en
cuanto supresión de la propiedad privada, la reivindicación
de la vida humana real como siendo su propiedad,
reivindicación que es el devenir del humanismo práctico; en
otros términos, el ateísmo es el humanismo mediatizado por
la supresión de la religión, y el comunismo es el humanismo
mediatizado por la supresión de la propiedad privada. No es
sino por la supresión de esta mediación que nace el
humanismo procediendo positivamente de sí mismo, el
humanismo positivo”. Comenta Meinvielle: “En Marx, el
ateísmo lo mismo que el comunismo no son una huída, una
evasión, una mera privación, sino la verdadera afirmación
del hombre. No se suprime a Dios para negarle, sino para
afirmar que el hombre es Dios. No se suprime la propiedad
privada que trajo el moderno desarrollo industrial para
negarla, sino para adjudicar a la comunidad ese inmenso
desarrollo industrial. Marx no se contenta con un ateísmo
negativo, así como tampoco se contenta con un comunismo
negativo, sino que quiere aprovechar y conservar los valores
positivos de la religión -su fe en la divinidad- y los valores de
la propiedad privada –su inmensa capacidad para
desarrollar la producción industrial- e incorporarlos en su
ateísmo militante y en su comunismo positivo. Su sistema
quiere ser humanismo positivo que haga del hombre un Dios
dedicado a producir riquezas”.
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Me parece oportuno resalta que si bien bajo cierto aspecto
el capitalismo es pero que el humanismo y el comunismo
pero que el capitalismo; en realidad no tiene mucho sentido,
a mi modo de ver, hacer esa comparación; y esto por dos
motivos:
1) Una revolución lleva necesariamente a la otra. Decir que
el comunismo es pero que el capitalismo es como decir que
en una caída por un precipicio, los primeros metros son
mejores que los último.
2) El capitalismo y el humanismo así como están presentes
hoy, están infectados de marxismo. El marxismo está en
realidad ya en todas partes, y la diferencias entre los
marxistas y los liberales de hoy son periféricas: si hay que
estatizar o privatizar, si hay que subsidiar o no… Pero en los
elementos de fondo hay coincidencias. Todos están a favor
de la ideología de género, todos están a favor de quitar la
patria potestad a los padres, todos tienen los mismos planes
de educación, todos el mismo plan de revolución cultural.
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Se ve entonces cómo las revoluciones se dan por un proceso
“liberador” en donde la libertad es mal entendida y se
transforma en el fondo en separación y ruina.
Porque el verdadero concepto de libertad humana es la
capacidad de elegir entre el bien y el mal, la capacidad de
hacerse propia la voluntad de Dios siendo dócil a la voluntad
de Dios, o rechazar la voluntad de Dios separándose de Él.
En la primera opción, la libertad se perfecciona; en la
segunda opción la libertad se arruina, destruyendo al
hombre, portador de la libertad, y por ende destruyendo la
libertad del hombre, que no es más que una cualidad del
mismo.
En cambio para la revolución, la única opción de verdadera
libertad es la separación de Dios, de las normas virtuosas y
de la obediencia; para la revolución la única opción de
verdadera libertad es la mala elección.
En la revolución se ve también un falso concepto de libertad
en el hecho que la libertad bien entendida es juzgada en su
acto por el bien y el mal que la preceden. Mientras que en la
revolución la libertad es carente de contenido y todo
contenido que quiera determinar su bondad es opresor.
Por eso, en toda revolución está latente el principio
cartesiano de inmanencia, de la subjetividad sobre la
objetividad, que se hace explícito en la tercera revolución,
con el método dialéctico que es inmanentista. La libertad
rebelde contra Dios en las dos primeras revoluciones es más
parecida al capricho de un adolescente. En cambio la
libertad rebelde de la tercera revolución es sistemática, y el
sistema termina devorando al hombre mismo, llegando a la
máxima esclavitud.
Se verifica entonces lo que dijo San Pablo (Rm 1,21):
“habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni
le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus
razonamientos y su insensato corazón se entenebreció:
jactándose de sabios se volvieron estúpidos (...). Por eso
Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una
impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos
que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron
y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito
por los siglos. Por eso los entregó Dios a pasiones infames;
pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por
otras contra la naturaleza; igualmente los hombres,
abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en
deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de
hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago
merecido de su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar
el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su
mente insensata, para que hicieran lo que no conviene:
llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad,
henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de
engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos
de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos
para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales,
desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores
del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que
tales cosas practican, no solamente las practican, sino que
aprueban a los que las cometen”.
¿Será posible una vuelta atrás? ¿Se puede deshacer lo que
estas tres revoluciones hicieron? ¿Cómo? Son las preguntas
principales que nos hacemos en este curso.

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