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El título propuesto para esta exposición final es “¿Es posible

una nueva cristiandad?”.


La respuesta es que sin la gracia de Dios, no; con la gracia de
Dios, sí.
Con esta afirmación podríamos dar por terminado este
trabajo.
Podemos igualmente preguntarnos más cosas; que son a mi
modo de ver más interesantes…
¿Nos pide Dios que trabajemos para lograr una nueva
cristiandad? Sí.
Nos pide convertir el mundo; y el mundo, (no solo cada
persona, sino el mundo), se convierte con la cristiandad.
¿Si Dios nos pide que trabajemos para lograr una nueva
cristiandad, y de hecho trabajamos para una nueva
cristiandad, ¿se dará la nueva cristiandad? No lo sé.
-- “¡Padre, no puede ser así de pesimista! ¡El líder tiene que
ser optimista!”.
Estoy de acuerdo que el líder tiene que ser optimista, debe
ser una persona de esperanza contagiosa. El tema es dónde
poner la esperanza.
Cuento dos historias… (Enrique Quinto, que no prometió la
victoria y Seminarista mártir de Barbastro que estudiaba
Chino).
Observemos el siguiente texto bíblico:
Ez 3,18: “Cuando yo diga al malvado: “Vas a morir”, si tú no
le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que
abandone su mala conducta, a fin de que viva, él, el malvado,
morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas
a ti. / Si por el contrario adviertes al malvado y él no se
aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su
culpa, pero tú habrás salvado tu vida. / Si adviertes al justo
que no peque, y él no peca, vivirá él por haber sido
advertido, y tú habrás salvado tu vida»“.
Tenemos la obligación de predicar; y no sabemos si el otro
se va a convertir; pero tenemos esa obligación.
Las motivaciones más profundas tienen que estar en el
cumplimiento de la voluntad de Dios. Como el peón que
avanza y no sabe si se lo hace avanzar para coronar o para
entregarse en sacrificio. A él le dicen que tiene que avanzar
y tiene que estar contento que la partida se va a ganar
porque él avanza, no porque él va a coronar.
Debemos estar contentos de hacer la voluntad de Dios
(trabajar para una cristiandad) y de que Cristo va a triunfar;
pero si con nuestro trabajo Cristo busca la cristiandad o
nuestro martirio, lo sabrá él. Él sabe cómo hacer para
triunfar. A nosotros nos manda combatir; el modo de la
victoria lo conoce él.
Así opina, por ejemplo, Saenz, citando otro autor: “Quizás
este Renacimiento se manifestará dentro de las catacumbas,
no produciéndose más que para algunos. Quizás no tendrá
lugar más que con el fin de los tiempos. No nos incumbe el
saberlo. Pero lo que sí sabemos firmemente, en cambio, es
que la luz eterna y la belleza eterna no pueden ser destruidas
ni por las tinieblas ni por el caos. La victoria de la cantidad
sobre la calidad, de ese mundo limitado sobre el otro
mundo, es siempre ilusoria”1.
+++
Debemos trabajar para una nueva cristiandad.
Lo que sí tenemos que discernir son los cambios deberían
darse sí o sí para que esa Cristiandad sea posible. Dios no
puede hacer cosas contradictorias, ni tampoco hace
milagros porque sí; de modo tal que si me da la gracia de
aprobar un examen, lo hará dándome la gracia de poner
empeño para estudiar, y yo me tendré que sacrificar mucho
estudiando. Si me pide aprobar un examen, me pide
estudiar; si me pide que trabaje para una Cristiandad… ¿qué
me pide hacer?
Mi postura es que son tantas las cosas que hay que cambiar
que hay que llevar el combate a otro terreno, provocando
así lo que podríamos llamar otra batalla.

1
A. Saenz, “La Cristiandad. Una realidad histórica”.
Para mí, esta batalla está perdida, debemos terminarla lo
mejor posible (como hizo Inglaterra cuando rescato su
ejército después de la derrota aplastante de la invasión
alemana a Francia en la Segunda Guerra Mundial) y preparar
una nueva batalla en donde la estructura de la misma nos
sea favorable.
Es necesario entonces, a mi modo de ver, trabajar a corto
plazo por una parte, tratando de terminar lo mejor posible
esta batalla; y trabajar a largo plazo para ganar la guerra con
una batalla posterior. Y en este segundo plan de combate,
fijar objetivos a corto, mediano y largo plazo.
Terminar esta batalla lo mejor posible es hacer marchas por
la vida, tratar de sacar un candidato, etc.
Trabajar para la otra batalla es ir preparando un cambio en
la estructura de las instituciones.
Por ejemplo, yo personalmente sostengo que una
cristiandad no se puede dar en un sistema electoralista
como el que tenemos. De modo tal que trabajar a corto
plazo para no salir destruidos en esta batalla es poner
diputados y senadores; pero trabajar para instaurar la
cristiandad implicaría cambiar el sistema electoralista por
una democracia indirecta; en donde los gremios, las
universidades y demás organismos tengan un rol dentro del
sistema de gobierno.
Alguno puede decir que es utópico. No es más utópico que
la nueva cristiandad.
En definitiva: ¿Es necesario cambiar el sistema electoral para
arribar a una nueva cristiandad? Yo doy mi opinión, pero
evidentemente yo no tengo los estudios y la autoridad para
decirlo. Lo que sí digo es que el equipo que trabaje para
instaurar la nueva cristiandad debe pensar cosas como esas.
Otra cosa que para mí no hace posible la cristiandad es el
hecho de que haya poderes gobernantes por sobre los
estados nacionales que hacen que los países no sean
sociedades perfectas. Me refiero no solo a los llamados
organismos internacionales, sino a empresas
transnacionales y otros tipos de poderes.
Pienso que el escapar del influjo de estos poderes implica
mucho sacrificio que solo se puede llevar adelante con una
profunda conversión del pueblo.
Entonces: trabajar para no sucumbir en esta batalla; ir
preparando el terreno para la próxima.
Después hay toda una serie de trabajos que son
transversales a los dos objetivos. Por ejemplo la formación
de líderes, la conversión de las personas, la conversión de las
instituciones intermedias. Entre estas destaco la familia, la
parroquia, la universidad, la escuela. Si no se puede
convertir las instituciones como tales, ganar adeptos dentro
de ellas. Ganar compañeros, ser líderes.
En este ámbito de cosas me parece muy importante recalcar
la santidad personal, amor por la Iglesia, las virtudes propias
del liderazgo y el trabajo en equipo, el saber usar la propia
profesión para el apostolado, etc. Son todas cosas que se
fueron tratando en las jornadas.
Pero quiero recalcar especialmente el esfuerzo por la
excelencia profesional. Los católicos, si queremos tener un
influjo transformante de la sociedad, tenemos que ser los
mejores profesionales en cuanto profesionales. (Ejemplo de
los judíos).
Otra cosas que quiero recalcar es la necesidad de la
disciplina. Sea por el hecho de que ser los más competentes
en la profesión significa esforzarnos en cosas que tal vez no
nos gustan tanto y no están tan relacionadas con formar una
cristiandad (estudiar matemáticas), sea porque la necesidad
de trabajar a largo plazo implica superar momentos de
desánimo, ya que hablamos de plazos más largos de lo que
suelen duran los entusiasmos por las causas.
+++
Hasta aquí reflexiones personales que podríamos compartir.
Quiero ahora exponer lo que Meinvielle considera necesario
para que se restaure la Cristiandad.
Recuerdo que según Meinvielle, no sirve pretender corregir
una etapa de la revolución anti cristiana (humanismo,
capitalismo, comunismo) pretendiendo volver a una etapa
anterior de la misma revolución, sino que es necesario
oponer a la revolución anticristiana la Cristiandad.
El plan que propone Meinvielle, que nosotros lo asociamos
a la idea de generar una nueva batalla saliendo lo más airoso
posible de ésta que no podemos ganar, lo toma del
magisterio de la Iglesia.
Según Meinvielle no hay que destruir totalmente el estado
actual para comenzar desde cero, porque hay pilares
cristianos que todavía se conservan. Esos pilares, en el año
1961 (en el 1960 nacía Maradona), eran “el concepto de Dios
trascendente, de Cristo y de la Iglesia; el concepto del
hombre, de la familia y de la sociedad; el concepto del
derecho y de la propiedad”2. De ellos Meinvielle decía: “son
otros tantos pilares firmes, que, a pesar de una acción
secular corrosiva, se conservan fundamentalmente
incólumes”.
Es verdad que estos mismos pilares se están arruinando…
Pero igualmente consideramos que no se trata de romper
todo y empezar de cero, aunque tal vez Dios disponga algo
así.
Contra los que quieren un método revolucionario para
volver a la Cristiandad, Meinvielle dice: “Hay muchos
católicos que quieren ser revolucionarios, y algunos llegan a
proclamar que lo quieren ser más que los comunistas. Es
claro que ello no pasa de ser un ardor puramente retórico.
No saben lo que dicen. Es difícil superar a Lenin en
conducción revolucionaria y en poder de destrucción de los
valores humanos. El primer revolucionario fue Lucifer, quien
en su rebelión sembró el mal donde Dios creó el bien. El
programa del católico no es la Revolución… Es cierto que el
naturalismo, el liberalismo, el laicismo, el socialismo y el
comunismo la corroen como un cáncer y amenazan destruir
sus órganos vitales esenciales. Pero hasta ahora no han
conseguido su objetivo. Por ello mismo … la Iglesia “no tiene
que separarse del pasado, y le basta volver a tomar, con el
concurso de los verdaderos obreros de la restauración
social, los organismos rotos por la revolución y adaptarlos,

2
J. Meinvielle, “El comunismo y la revolución anti cristiana”.
con el mismo espíritu cristiano que los ha inspirado, al nuevo
medio creado por la evolución material de la sociedad
contemporánea, porque los verdaderos amigos del pueblo
no son ni revolucionarios ni renovadores, sino
tradicionalistas”.
Se trata entonces de hacer penetrar con espíritu cristianos
las instituciones, respetando los cambios materiales que se
han adquirido necesariamente en la adaptación de los
tiempos, y extirparles aquellos males que se oponen por su
naturaleza a la instauración de la cristiandad (¿elecciones
partidarias?).
¿Cuál es el objetivo propuesto? “No destruir lo pasado por
pasado; porque hay allí un patrimonio que es necesario
conservar y aun afirmar, sino reconstruir lo que la
Revolución Anticristiana ha roto. Y no reconstruir tal cual era
cuando fue destruido. Porque esto no es posible, porque ha
habido, de entonces acá, una evolución material de los
pueblos en las ideas, en las instituciones, en la técnica, en la
historia y aun en la geografía. Reconstruir aquellos
organismos rotos con el mismo espíritu cristiano de que
estaban animados, porque ese espíritu no es de ayer ni de
hoy, sino que es el Espíritu eterno de Dios que debe
penetrarlo todo en todos los tiempos. Por eso, antes de
indicar cuáles son los principales organismos rotos por la
Revolución conviene insistir en el principio que debe animar
todo el programa público cristiano. Éste es el espíritu de Dios
que se comunica a Cristo-hombre y de Cristo a su Iglesia. Por
esto es tan fundamental y primaria la Verdad de que Cristo
ha de ejercer su Realeza Universal y espiritual sobre todo lo
temporal, ya sea nacional o internacional”.
Lo que se opone a esa conversión que busca el reinado de
Cristo es el Laicismo; que desde dentro de la Iglesia es
propuesto por los maritenianos. “Por esto el laicismo es la
peste que engangrena hoy al mundo. El laicismo de los
organismos internacionales, el laicismo de las naciones, el
laicismo de instituciones como la justicia, la universidad, la
escuela, la familia, la propiedad y el orden económico. Es
bien evidente que si el Espíritu de Cristo y de su Iglesia no
inspira todos estos organismos, ellos se convierten en focos
de infección, de perversión y de disociación”.
“Una vez asegurado el Espíritu de Cristo en las instituciones
que nos rijan y en la vida particular y pública de los hombres,
podremos entregarnos a la tarea de reconstruir, en
consonancia con la evolución de los tiempos que vivimos, los
principales organismos rotos por la Revolución. Hay dos
organismos rotos por la Revolución Anticristiana. Uno es el
Estado en cuanto Estado. El otro organismo es el que se
refiere a la organización y regulación de la vida económica”.
Primero, entonces, extirpar el laicismo en la Familia, en las
sociedades intermedias, en los dirigentes. Se trata de
convertir y de hacer buenos pensantes... Esta etapa puede
comenzar ya mismo, en el cierre de esta batalla de hoy, y
continuar como elemento de transición y penetrar en la
batalla posterior favorable que tenemos que saber
instaurar.
Segundo momento, en lo que para nosotros es la siguiente
batalla, Meinvielle propone reorganizar el Estado y la
Economía. “Hay que poner fin a la mentira del Estado
democrático y liberal burgués. Es un Estado que, con el
pretexto de la democracia y de la libertad, sirve a los
intereses sólidos de la burguesía”. “La majestad de la
autoridad pública al servicio virtuoso de la comunidad
desaparece completamente de este Estado. Y esto es lo que
es necesario restaurar: la majestad de la autoridad pública”.
El Estado debe estar en concordia con la Iglesia y ser el poder
político superior para promover el bien moral y no
subyugarse a poderes particulares opresores, como lo son
hoy grupos que están a cargo de instituciones
internacionales y empresas, sobre todo transnacionales.
Es mentira, hoy en día, que la Nación sea una sociedad
completa. En este momento es tan intermedia como un
municipio pobretón. No tiene entonces el poder que
necesita para poder organizar la sociedad según el
verdadero bien común.
No puede ser que en un país, no sea el gobernante el que
mande, sino que el gobernante sea un mero títere de
intereses particulares. Eso es lo que provoca la organización
política actual.
¿Una propuesta comunista? ¡NO!
“Muchos confunden, a veces a sabiendas, gobierno con
majestad de autoridad pública, con gobierno despótico y
aun tiránico. Sin embargo, nada más lejos de la tiranía que
un gobierno que mantiene la majestad de la autoridad
poniéndose al servicio virtuoso de la comunidad. Nada más
tiránico que el gobierno del Estado democrático liberal, que
al ser sirviente de la plutocracia internacional, corrompe
toda la vida nacional. Es necesario, pues, reconstruir el
primer organismo roto por la Revolución anticristiana
devolviendo al Estado la majestad de su función, que
consiste en el ejercicio de la autoridad para el ejercicio de la
vida virtuosa en toda la comunidad nacional”.
En otras palabras: las naciones tienen que volver a ser
independientes de verdad si se quiere construir una
cristiandad verdadera. Se darán cuenta que la batalla en la
cual estamos ahora está perdida, que es necesario generar,
quién sabe cómo, nuevas reglas de juego para poder ganar
la partida. Repito, a mi modo de ver, esta reconstrucción del
estado no es posible con una democracia liberal.
El otro campo que es necesario reconstruir, según
Meinvielle, es la economía.
“De entonces acá – dice Meinvielle refiriéndose al progreso
en las condiciones de los obreros desde la revolución
industrial – las cosas han variado y han podido organizarse
los obreros y empleados en sindicatos que han logrado
sensibles mejoras en las relaciones de trabajo. Pero son
todavía sindicatos de lucha, como es todavía casi siempre de
lucha la actitud de la clase patronal para con los
trabajadores”.
A mi modo de ver es necesario incorporar los sindicatos de
otra manera en la estructura del estado. Incluso, a mi modo
de ver, dentro de lo que es la misma cadena de elección de
autoridades gobernantes.
“El socialismo – dice Meinvielle – explota y agudiza la lucha
de clases, para provocar el estallido de la sociedad en que
vivimos. Pues bien, a la lucha de clases debe sustituirse la
armonía y la colaboración. Por ello la Iglesia propicia como
pieza maestra del orden económico cristiano la organización
de las clases en un organismo económico, regional y
nacional, donde se logra la armonía de la clase empresarial
y de la clase asalariada sobre la base de la justicia templada
por la caridad”. (Hasta aquí, Meinvielle).
Suena realmente todo muy bien. Pero realmente parece
difícil de lograr.
Google, por ejemplo, contrata programadores en todo el
mundo y hace firmar contratos en donde especifica que si la
empresa se muda el programador no debe considerarse
despedido.
Por ejemplo, viene a la Argentina porque por el valor del
cambio le resulta más barato programar acá. Seis meses
después sale más barato en la India. Se muda a la India. Vos,
que trabajabas acá, no te tenés que considerar despedido,
sino que si querés, vas a la India. El capital (en este caso
Google) va donde se le da la ganas en el mundo de hoy.
Si vos obligás a un capital a ser moralmente bueno en la
Argentina, el capital se va a querer ir a otro país en donde
pueda explotar a la gente.
¿Cuál es la solución? ¿No lleva el sistema propuesto a la
obligación de que todas las grandes empresas sean
estatales, dejando para el ambiente privado solo la pequeña
y mediana empresa? No lo sé. Tal vez haya formas de traer
capitales… Pero lo que se ve hoy en día en la Argentina es
que el modo de traer capitales es explotando a los
trabajadores.
Claro que Estados Unidos puede atraer capitales poniendo
aranceles a las importaciones de China; pero eso lo puede
hacer Estados Unidos porque tiene un consumo interno
gigantesco. De modo tal que si Estados Unidos no importa,
tienta a las empresas que quedarse en Estados Unidos. Pero
en Argentina, donde el consumo es pequeño, la suba de
aranceles para que lo importado salga más caro dentro de
Argentina y que lo nacional pueda ser competitivo con lo
chino por más que al obrero se le pague bien, lo que hace es
hacer huir al capital para irse a un lugar donde pueda
explotar y ganar más plata.
Escuchemos cómo explica Meinvielle la situación de la
década del 60.
“El país se encuentra aprisionado por un juego dialéctico que
lo trabaja como por una gran tenaza, uno de cuyos brazos
son las clases pudientes en complicidad con la finanza
internacional, y el otro se concentra de las clases populares.
Todo el esfuerzo comunista se concentra en presionar sobre
uno de los brazos, el de la clase pudiente, para que efectúe
una política antinacional y antipopular.
“Esta política, que determina una opresión cada vez más
fuerte sobre el pueblo y sobre la nación, origina una
reacción. Estos acusan a la otra parte de imperialista y
explotadora. El comunismo, con su inmenso aparato de
propaganda, exacerba esta reacción popular, la que a su vez
determina al brazo de la clase dirigente a tomar medidas de
defensa, incluso militares y policiales, contra una pretendida
penetración comunista en el otro brazo de la tenaza. Así el
proceso se agudiza. Un brazo de la tenaza determina la
acción del otro brazo, y el aprisionamiento del país se hace
cada vez más estrecho, sin esperanza de solución. Y hay
quienes de buena fe, con el propósito de combatirlo,
desarrollan el comunismo”.
¿Padre, no se está yendo por las ramas? ¿Si la charla es
restaurar la cristiandad, no tendría que ser más es
espiritualidad y menos de política? NO. Porque una
Cristiandad, que es la condición social per se de salvación de
los hombres, consiste en el desarrollo cristiano de la política.
Por eso no se puede no hablar de política si se quiere hablar
de Cristiandad, y por eso no puede la Iglesia ayudar a
instaurar una cristiandad si los laicos católicos no trabajan
en política.
Continuamos entonces. La solución que propone Meinvielle
a las dos tenazas dialécticas del comunismo:
“Para combatir al comunismo en la Argentina hay que
romper el juego dialéctico de esa tenaza infernal que separa
y opone a las clases sociales. Hay que darle categoría a la
clase laboral para que se organice en sus gremios y
sindicatos, con derecho propio, y pueda de igual a igual
tratar las condiciones de trabajo con la otra clase, la
empresarial”.
“Primero que sepa que el trabajo le está asegurado. Como
es sabido, esta seguridad es más importante para el
asalariado que el mismo salario. Preferible un trabajo seguro
de menor remuneración, que otro de mayor remuneración
pero que no ofrece garantías de seguridad. Conocida
también es la situación incierta del obrero y del empleado
argentinos a este respecto desde hace unos pocos años a
pesar de la seguridad formal que pueden ofrecer las leyes”.
“El segundo punto, el de buen trato en el trabajo, es también
sumamente importante, porque hace la dignidad de la
persona, que es un valor moral que no puede ser evaluado
en dinero”.
“Finalmente, en lo que hace al monto de los salarios y
sueldos en el país…”.
En palabras sencillas: si vos esclavizas a la gente, la
propaganda comunista la va a hacer revolucionaria. El tema
sigue siendo cómo evitás que el capital se te vaya a donde lo
dejen tener esclavos.
Escuchen esto otro que dice Meinvielle, si no es actual:
“Este plan, fundado en los principios de la economía liberal,
podría funcionar con eficacia en un país altamente
desarrollado, porque al reducir el consumo de las clases
populares puede aumentar la capitalización industrial, y con
ello determinar una mayor exportación de productos, que
asegure el saneamiento y equilibrio de la balanza de pagos.
Pero como lo ha demostrado Gunnar Myrdal en Teoría
Económica y Países Subdesarrollados (Fondo de Cultura
Económica, Méjico, 1959), no tiene eficacia en los países
subdesarrollados por cuanto no pueden éstos aumentar la
exportación de sus productos agropecuarios, ya que no los
absorbe el mercado internacional, y en consecuencia el
menor consumo de las clases populares no hace otra cosa
que contraer la producción interna y toda la economía. Este
plan no hace sino precipitar velozmente el proceso del
comunismo, porque apura el juego dialéctico de la tenaza en
la que el país está aprisionado. De nada vale que las fuerzas
económicas intenten romper el juego dialéctico si éste es
impuesto y fomentado por el Estado. Además hay que
reconstruir un Estado que no sólo rompa el juego dialéctico,
sino que busque la armonía de los grandes grupos sociales”.
+++
Para ir concluyendo.
Meinvielle piensa que la situación actual no puede durar
mucho. Cada corrupción ha durado menos que la anterior.
Por tanto se llegará a un punto en donde todo terminará y
habrá un nuevo nacimiento.
Igualmente, en este proceso debemos tomar parte activa.
“Un tal estado de cosas reclama la intervención no sólo –
como es evidente – de la Iglesia docente y jerárquica, sino
también de todos los cristianos empeñados en el campo
social. Se trata de subrayar la necesidad de impregnar de
sentido cristiano todos los campos de la vida humana”.
Las propuestas más concretas que hace Meinvielle las hace
citando a Pío XII en su discurso del 13 de abril de 1953, a los
miembros de los Comités Cívicos Italianos: “Como cristianos
decididos a la acción, vosotros consideráis como vuestro
deber el vigilar que nada venga a herir los intereses legítimos
de la verdadera religión, de vuestra religión. Vosotros no
formáis un partido político, pero nadie puede negaros el
derecho de uniros, de organizaros por todo medio lícito para
que la legislación sobre la familia, las normas para una más
equitativa distribución de la riqueza y para la educación de
la juventud y todas las disposiciones que tocan a la esfera de
la fe y la moral sean realizadas de acuerdo a los postulados
del pensamiento cristiano y de la enseñanza de la Iglesia”.
+++
Volvamos a la pregunta: ¿Es posible una nueva cristiandad?
Sí; pero no se dará sin la gracia y el trabajo; aunque es
también posible que Dios tenga otros planes. Saenz se
inclinaba a que Dios tiene otros planes: que el trabajo para
una nueva cristiandad sea usado por Dios en realidad para la
preparación al fin de los tiempos.
De hecho, el estado actual no puede durar mucho. O es el
inicio de una nueva cristiandad, o es un fin catastrófico de la
civilización, o incluso de los tiempos.
Meinvielle es optimista. Piensa que es el comienzo de una
nueva Cristiandad. Lo dice así:
“Es difícil predecir cómo, desde el estado en que se
encuentra la humanidad, se ha de llegar a esta Pax
Christiana, a esta Cristiandad floreciente que se avecina. Si
por una lenta evolución, o, lo que es más probable, por un
estado crítico que reabsorba, en un hecho planetario, los
cinco siglos de apostasía de la ciudad católica cuya
aceleración alcanza su desenlace. Pero la Revolución
anticristiana, en el actual período histórico, parece ya llegar
a su término. Y con ella, el comunismo. La Cristiandad ha de
florecer en todos los pueblos. Por ello todo tiene alcance y
ritmo planetario. La Cristiandad será verdaderamente
ecuménica y dejará a salvo todo el progreso de dulcificación
de las costumbres y de la técnica que han conocido los
pueblos. Será verdaderamente, en su sentido cabal, una
plenitud de naciones (Rom., 11, 25), en el seno del Cuerpo
Místico de Cristo”.

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