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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel

Contenido
Presentación..................................................................................................................................2
Área de formación humana......................................................................................................3
Tema 1: La Familia Don de Dios.................................................................................................3
Tema 2: Responsabilidad social...................................................................................................6
Tema 3: Comunicación Asertiva..................................................................................................7
Tema 4: Autoestima....................................................................................................................12
Tema 5 Proyecto de vida............................................................................................................15
Área de formación Teológico espiritual..............................................................................17
Tema 6. Llamados a la santidad................................................................................................17
Tema 7. La eucaristía presencia real o simbólica.....................................................................21
Tema 8: Los santos, la iglesia y su intercesión..........................................................................23
Tema 9. La fe que profeso..........................................................................................................28
Área de formación Litúrgica...................................................................................................33
Tema 11. La Oración..................................................................................................................34
Tema 12. La Celebración de la Palabra....................................................................................40
Tema 13: Gestos y símbolos litúrgicos......................................................................................43
Tema 14. La exposición del Santísimo.......................................................................................55
Tema 15. Sacramentos y sacramentales....................................................................................57

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel

Presentación

Ser un “Ministro Extraordinario de la Eucaristía”, conlleva para nosotros cristianos


católicos un compromiso excepcional. Un compromiso que nos obliga a llevar una vida lo
más coherente con los valores del Evangelio. Es una oportunidad por medio de la cuál el
Señor nos utiliza como instrumentos para llegar a aquellos que por alguna causa no pueden
llegar a él. Seria casi imposible poder describir el sentimiento que genera el saber que entre
tus manos va precisamente nuestro Señor, lo que nos exige una preparación en todas las
áreas de nuestra vida: humana, espiritual y litúrgica.

Hay que ser consciente de que, distribuir la comunión a los hermanos de la comunidad y
llevarla a los enfermos, es un servicio hermoso y significativo, que debería de llenar de
alegría a quien ha sido llamado a realizarlo. Exteriormente no hace falta indicar, que
cualquier ministerio litúrgico merece una compostura y una actitud digna. El ministerio de
la Comunión todavía lo pide más.

Este material intenta ser una ayuda, en aquellos temas que nos pueden colaborar en la
construcción de una mejor persona de un mejor cristiano.

Hay que tener muy presente que este ministerio no es un privilegio para la persona, sino un
servicio para bien de los demás. Su actitud interior y exterior de servidores y el talante
humilde, harán manifiesta su fe en la importancia de la Eucaristía y el respeto que les
merece la comunidad.

Es un ministerio, por tanto, que debe ir unido a una actitud de disponibilidad generosa.
Muchas veces no será cómodo estar dispuesto a participar en alguna celebración en que
haga falta este ministerio, porque no coincida con los planes o proyectos personales, pero
hay que tener muy claro que es un ministerio para los demás y no para provecho propio.

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Área de formación humana

Tema 1: La Familia Don de Dios

Seguir las huellas de Dios Cuando Jesús estaba


creciendo, estudiaba la Palabra y la Ley de Dios
con un rabino, en la clase de religión de la
sinagoga local. Podríamos pensar que, de todas
las personas, Jesús era quien menos necesitaba
estudiar la Palabra y la Ley de Dios. Pero los
Evangelios nos cuentan que Él seguía las reglas
y cumplía con todas sus obligaciones religiosas.
Jesús también obedecía a María y a José, y todas
sus acciones y las opciones que elegía reflejaban
la voluntad de Dios Padre. Muchas personas
alrededor de Jesús malentendieron algunas de
esas opciones y hasta las consideraron ¡actos de
desobediencia a Dios! La vida de Jesús nos
muestra que a veces hay que pagar un precio por ser fieles a la Ley de Dios. Jesús vivió
cabalmente la virtud de la obediencia. Al hacerlo se convirtió en el mapa viviente del
camino hacia el Reino de Dios: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14, 6). Por
medio de sus enseñanzas, transmitidas por los Apóstoles y la Iglesia, Jesús es la brújula que
da dirección a nuestra vida. A través de sus palabras y acciones, Jesús es nuestra guía en
todos los aspectos de la vida. Desarrollar nuestra relación con Jesucristo, que comenzó en el
Bautismo, es esencial para el modo de vida cristiano.

A manera de conclusión de la Encíclica Humanae Vitae podemos reafirmar que Pablo VI


jugó una carta que vista a la distancia significó una defensa efectiva no solo de la mujer, la
familia y la vida particular, sino de toda la sociedad, de toda la Iglesia de Cristo que
peregrinando en la tierra avanza a un fin último esperanzados en encontrar el Rostro
amoroso del Padre que nos sale al encuentro.

Hoy como nunca nuestra sociedad entera se encuentra amenazada, en todas partes, en cada
rincón del planeta y esto es por el hecho de que la amenaza ha sido introducida a la célula
que conforma su base misma: la familia.

El tejido que entrelaza las vidas que componen la familia es y debe ser siempre el amor. La
solución a la devastadora ola de tragedias sociales se encuentra en lo íntimo de la familia,
en cada uno de sus integrantes, quienes sabiendo vivir su estado propio y su vocación
altísima a la santidad trabajen con amor por sí mismos y por los demás.

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Por tanto, es necesario que reflexionemos acerca del peligro de olvidarnos de Dios en
nuestras vidas.

Iniciar una vida matrimonial es un esfuerzo enorme, dos personas que, ajenas en realidad,
inician un camino en común merecen más que lo que la sociedad les ofrece hoy, una vida
de coherencia no es fácil, pero tampoco es imposible. Ojalá que el hombre y la mujer que
inician un matrimonio lo hagan de cara a Dios y con valentía, atreviéndose a responder que
ellos conforman una familia ya desde el momento de su matrimonio, pues piensan en sus
futuros hijos no como una carga planificada, sino como un anhelo trascendental. Que ellos
no se “cuidan” pues de los hijos no hay que cuidarse, sino que procuran con
responsabilidad y generosidad dar vida respondiendo a Dios que es Padre providente.

Ojalá que los jóvenes anhelen vivir un estilo casto de vida, resguardando los momentos
dichosos para entregar la íntima parte de su vida a una persona que les responde con la
totalidad de su ser igualmente, que son capaces de cultivar la pureza como se cultiva el
árbol desde pequeño, para disfrutar de sus frutos llegado solo el momento oportuno, nunca
antes. Este estilo de vida resguarda una gran felicidad que, sabiéndola cuidar aún antes de
conocerla supone un reto personal, un esfuerzo continuado y por tanto el exquisito premio
al final del camino de saberse dueños de sí mismos, y no sujetos al arbitrio de sus pasiones.

Ojalá que los padres, formadores de las generaciones, sepan relacionarse con sus hijos de
manera afectiva y atenta, que en los años previos a la adolescencia cuiden no solo física e
intelectualmente de sus hijos, sino que procuren resguardar el alma de los niños en su
estado más precioso, y que en el acompañamiento delicado de los años turbulentos de la
adolescencia y juventud se mantengan cercanos, vigilantes, abiertos al diálogo y aseguren a
sus hijos en la afectividad, para que sepan que no están solos, que son más de lo que los
medios generalmente les proponen y muchísimo más de lo que la cultura de la muerte les
invita ser como estilo de vida.

La familia es y será siempre una buena noticia, Dios ha venido al mundo, al encuentro con
los hombres en medio de la familia.

El matrimonio y la familia contienen dentro de sí todos los valores humanos necesarios


para reconstruir una sociedad justa e igualitaria; en el varón la fuerza y el acompañamiento
necesarios para procurar a la familia en el aspecto no solo de proveedor, sino afectivo,
social, humano, exteriormente resguarda a quienes le han sido confiados, y en la condición
femenina se encuentra intrínseca la maternidad como un aspecto esencial, el ser humano
necesita de un útero que le resguarde y le procure en los primeros estadios de su vida, pero
la sociedad requiere también de un útero social donde sean acompañados y protegidos los
hijos bajo el cuidado amoroso y atento de los padres, ambos, y que con afecto, fidelidad,
comunión conyugal, amor, servicio, paciencia, alegría, solidaridad y la Gracia de Cristo
logren propiciar vidas estables y felices. La familia es el lugar donde “todo hombre es
amado por sí mismo, por lo que es y no por lo que tiene” (JP II, homilía en la Misa de las
familias, Madrid, 1982). Esta es la razón por la que puedo afirmar con honesta alegría que
la familia, y muy especialmente, la familia cristiana, es siempre una buena noticia, y que la
defensa de ella nos compete a todos, unos y otros, en todo momento, a “tiempo y

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destiempo” (2 Tim. 2, 4:2) y la Iglesia, Madre y hogar de todos los hombres, nos concede
los bienes necesarios a través de Su Hijo y de sus pastores para que todos seamos salvos.

La Virgen madre de todos nosotros nos ayude a llevar a todas las familias al encuentro con
Cristo, Salvador de los hombres para que los cristianos seamos luz del mundo y sal de la
tierra (Mt. 5, 13-14).

Dinámica: La Familia Ideal.

Objetivo
 Integrar a un grupo recién formado.
 Analizar y explicar el significado de diferentes valores.

Materiales:
 Corazones de papel. Cada uno lleva inscrito un valor de la familia: comunicación,
respeto, cariño, comprensión unidad, cooperación.

Desarrollo:
El instructor invita a los participantes a formar espontáneamente subgrupos de 5 a 7
personas, antes de que él termine de contar hasta 10. Una vez formados los subgrupos, el
instructor les indica que cada subgrupo es una familia y participarán en un concurso para
elegir a la "familia del año". El instructor explica a los subgrupos que disponen de diez
minutos para presentarse, elegir un jefe e inventar un nombre corto y simpático que tenga
relación con la familia. El instructor pide a los subgrupos que preparen su presentación de
tal manera que resulte breve, original y graciosa. Las "familias" hacen su presentación en
sesión plenaria. Terminadas las presentaciones, el instructor indica a las "familias" que para
ganar el premio a la "mejor familia", deberán ganar varias pruebas, algunas de ellas contra
reloj y otras en que dispondrán de algunos minutos para prepararlas y desarrollarlas.
También hay pruebas donde se unirán varios subgrupos formando una alianza. Todo esto se
les indicará oportunamente. El subgrupo ganador de cada prueba obtendrá un corazón y,
antes de recibirlo, explicará en voz alta y brevemente el significado del valor que ahí
aparece escrito. Si esto se hace correctamente, el grupo obtendrá un corazón extra donde
aparece anotada una de las letras de la palabra "familia". El subgrupo que complete primero
la palabra será premiado con el título de la "mejor familia".
PRUEBAS

a) Ganará el corazón de la Amistad el subgrupo que entregue primero al instructor una lista
con el nombre de todos sus integrantes y el nombre de sus hijos, abuelos, padres, hermanos,
cuñados, cuñadas y sobrinos. Así mismo, deberán explicar qué significa para ellos la
palabra amistad. (Si lo hace correctamente, gana un corazón extra, si no es así, se da la
oportunidad a otro subgrupo)

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b) Recibirá el corazón del Respeto el subgrupo que en cinco minutos prepare la mejor
escena de una familia en donde exista respeto entre todos sus miembros. (Si lo hace
correctamente, gana el corazón extra, si no es así, se da la oportunidad a otro subgrupo)
c) Ganará el corazón de la compresión el subgrupo que realice dos "buenas acciones"
comprobadas. (Si lo hace correctamente, gana el corazón extra, si no es así, se da la
oportunidad a otro subgrupo)
Nota: El instructor avisa que las siguientes pruebas se realizarán por alianzas. Para eso, es
necesario que se unan dos o más subgrupos; esto depende del número de subgrupos que
participen. Lo importante es que cada alianza quede integrada por igual número de
subgrupos.
d) Gana el corazón de la Unidad la alianza que prepare en cuatro minutos el mejor coro.
Después de la presentación de las alianzas, la que resulte ganadora expresará en voz alta el
significado que da a la palabra unidad.
e) Gana el corazón de la Cooperación la alianza que forme primero un trenecito humano.
La alianza ganadora explica el significado que da a esta palabra.

Tema 2: Responsabilidad social.

La Responsabilidad Social Individual es la


conducta ética del ciudadano para consigo
mismo y con su entorno, y va mucho más allá
del cumplimiento de las obligaciones legales,
está relacionada con nuestra actitud en el
hogar, con nosotros mismos, con nuestra
familia, con nuestros amigos, con el ambiente,
con el trabajo, con nuestros vecinos y con la
sociedad, pudiéramos relacionar la
responsabilidad social individual con:

 Derechos humanos: Entendiendo que este es un tema que nos atañe a todos y no
abstracto y lejano de gobiernos, como me solía ocurrir a mi antes de participar en el
proceso de elaboración de la ISO 26000. Nuestro deber como seres humanos es
respetar a nuestros semejantes, sus costumbres, culturas, razas, preferencias sexuales,
y sobre todo su integridad.
 Prácticas laborales: Participando activamente en la empresa y siendo responsable en
el trabajo consigo mismo y con los demás, partiendo de la premisa de que si no hay
RSI no hay Responsabilidad laboral.
 Medio ambiente: A través de un uso sostenible de los recursos naturales, un
consumo responsable, no contaminando, contribuyendo así al desarrollo sostenible.
 Prácticas justas de negocios: menciona en el mismo libro “que el fundamento de la
responsabilidad social es ético porque, así como individualmente la ética nos hace
sentir bien con nosotros mismos cuando estamos bien con los demás y nos hace sentir
bien con los demás cuando estamos bien con nosotros mismos
 Como consumidor: Siendo responsable en nuestras compras y adquirir productos y
servicios de empresas responsables

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 Con la comunidad y la sociedad: Como seres humanos no podemos ser indiferentes
a la situación de pobreza, que vive nuestro mundo, y si bien es cierto que no podemos
contribuir con el mundo entero, como personas podemos contribuir con nuestro
entorno cercano.

Dinámica: Sopa de Letras.

D D E R E C H O S H U M A N O S E I A M
C X J S N O C X J S N O N O C X J S M A
V C F N J N V C F N J N J N V C F N B C
B F R M L S B F R M L S L S B F R M I G
H E D U Ñ U H E D U Ñ U Ñ U H E D U E T
U T C C O M U N I D A D O M U N I D N H
J H N J F I J H N J F I F I J H N J T B
K Y S L V D K Y S L V L A B O R A L E S
I V A L S O C I E D A D C X J S N O O B
H B C H B R H B C H B R V C F N J N K E
S N T S N F S N T S N F B F R M L S L T
N J F N J D N J F N J D H E D U Ñ U Ñ G
M L V L H R E S P O N S A B L E S S N A
U Ñ B O Y U H E D U Ñ U Ñ U H E D U E B
H L H E C U L T U R A D H E D U Ñ U T H
J O Y V S A C E J S N O N O C X J S M A
Derechos humanos; Consumidor; Ambiente; Laborales; Sociedad; Responsables; Cultura;
Sociedad; Comunidad

Tema 3: Comunicación Asertiva.

Definiciones:

 Comunicar con eficacia es transmitir una energía que representa seguridad en sí


mismo, valores, confianza y libertad.
 Comunicarse con eficacia es comunicarse consigo mismo y enviarse los mensajes
que lo impulsarán a desarrollar todo su potencial.

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 Para comunicar con eficacia hay que comprender que todos somos diferentes en
cuanto a nuestro modo de percibir el mundo, y utilizar esa comprensión como guía
en nuestra comunicación con los demás.

El proceso de la comunicación:

Tipos de comunicación.

1. Verbal:
a. El lenguaje es el medio de comunicación
b. Es el contenido de lo que comunicamos a través de las palabras (lo que se
dice)
2. No verbal:
a. Es la manera como nos comunicamos con nuestro cuerpo, sin palabras ni
sonidos, por ejemplo: la postura física, los gestos, las señas, etc.

La autoestima y la comunicación:

La autoestima y la comunicación están íntimamente relacionadas, según sea mi autoestima


es la forma como me comunico.

La autoestima es el valor que me doy a mí mismo. Está directamente relacionado con los
hábitos de pensamiento que son las actitudes.

Es la voz interior que me da la capacidad de reconocer los elementos positivos personales y


saber integrar lo negativo que tenemos, esto invariablemente nos hace capaces de reconocer
lo bueno que son los demás y saber perdonar sus errores.

Congruencia y claridad de la comunicación a través de los mensajes verbales y no verbales.

1. Los mensajes a nivel no verbal pueden:


a. Reforzar los mensajes verbales.
b. Contradecir o modificar las expresiones verbales

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c. Contradecir o modificar las expresiones no verbales
2. Los mensajes a nivel verbal pueden:
a. Explicar la intención de sus mensajes.
b. Modificar dos o más mensajes opuestos enviados en secuencia por el mismo
canal.
3. Los mensajes en nivel contextual:
a. Refuerza o descalifican las expresiones verbales y no verbales del hablante.

Berreras de la comunicación.

1. Mensajes a nivel verbal:


a. Cambiar el tema con anticipación o evitarlo
b. Realizar preguntas excesivas.
c. Simpatizar, disculpar o proporcionar una palabra falsa tranquilizante.
d. Lectura de mente, diagnostico, interpretación.
e. Hablar extensamente de hecho históricos negativos en una relación.
f. Pocas respuestas
g. Fracasar al expresar opiniones.
h. Hablar de una manera categórica: yo estoy en lo correcto tu estas mal.
i. Estar o no de acuerdo en exceso.
2. Conductas a nivel no verbal:
a. Ignorar a las personas.
b. Alejarse de un miembro de la familia o el grupo.
c. Ponerse la cara roja.
d. Nerviosismo.
e. Cambiar la postura
f. Señalar con el dedo.
g. Levantar la voz
h. Mirar con expresiones amenazadoras.

El transmisor.

1. ¿Cómo expresar los pensamiento y sentimientos con los demás?


a. Tomar en cuenta que a las personas con la que usted se comunica son
sensibles, pensantes, valiosas y únicas.
b. Ser responsable de sus pensamientos, sentimientos y acciones y cuando
estos revelen a usted, sentimiento agradables o
desagradables.
c. Ejemplo: Yo (siento, pienso, quiero) _______ por qué.

2. El mensaje yo, una estrategia de comunicación efectiva.


a. El mensaje YO básicamente es hablar de mí, no de ti.
b. Nuestras conversaciones suelen ir acompañadas de emociones, pero
acostumbramos a quedarnos en la corteza; nos focalizamos en el contenido
conceptual (ideas) y muy poco captamos y menos aún reflejamos y
manejamos los sentimientos que forman la espina dorsal de la
comunicación.

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Mensajes TU:
- Mi vecina es una sangrona.
- El Sr. Pérez es muy creído.
- Eres un desconsiderado.

Mensajes YO:
- Yo no me siento a gusto con mi vecina.
- Me siento inferior ante el Sr. Pérez.
- Cuando trabajas tanto y llegas tarde, me siento sola porque te extraño.

Después de cada frase, si preguntamos ¿Quién? Y la respuesta es yo, el mensaje que


estamos enviando es mensaje YO, si no es así, el mensaje es TU.

El mensaje Tu casi siempre empieza con la palabra TU, aunque no se mencione viene
implícita en la frase. Este menaje: acusa, culpa, es un ataque verbal y es irrespetuoso.

Pero cuando se dice sencillamente como nos sentimos a causa de algún comportamiento
inaceptable, el mensaje se convierte en un mensaje YO: se centra en mí, no en otro.

Pasos a seguir para estructurar un mensaje YO.

a) Describe el comportamiento o situación que está interfiriendo o molestando:


Cuando llegas tarde a las citas y no me avisas…
b) Establece los sentimientos con respeto a las consecuencias que el comportamiento
produce: me da mucho coraje…
c) Indica la consecuencia: porque pierdo mucho tiempo…

Resumiendo:

a) Comportamiento o situación: CUANDO


b) Sentimiento: YO SIENTO
c) Consecuencia: ÑPORQUE; TE PEDIRIA O NEGOCIAR.

“Cuando subes tanto la voz, me siento aturdida, asustada, no se que contestar, me dan ganas
de correr, de decirte cosas ofensivas y la verdad no quiero pelear.”

No es necesario seguir el orden, ni que siempre contenga una manifestación de sentimiento:


“no puedo oír el teléfono, cuando hay tanto ruido”, suena muy diferente a: “Cállense estoy
habla por teléfono”.

Hay que tener cuidado al querer utilizar el mensaje YO sólo para transmitir mensajes
negativos y olvidar los positivos, por ejemplo:

“Ayer que oí te reías en compañía de tus amigos me sentí tan feliz que hasta mi estado de
ánimo cambió.”

Antes de enviar un mensaje YO tengo que estar alerta para darme cuenta de que es lo que
está sucediendo realmente dentro de mí y ser muy honesto.

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Los mensajes Yo ayudan a que os demás se den cuenta de lo que nos sucede, permiten que
asuman la responsabilidad de su propio comportamiento, indican que existe la confianza de
que pueden manejar la situación y de manera constructiva.

Se necesita valor y seguridad interior para transmitir un mensaje yo sincero como realmente
somos.

Saber escuchar: la clave de la comunicación asertiva.

- Con el oído: captar todo que me dice.


- Con los ojos: Descifrar el lenguaje corporal.
- Con atención: La expresión de la mirada, el rostro, el movimiento de las manos, las
posiciones cambiantes del cuerpo.
- Con el corazón: Comprender a quien trae el problema y es parte de él.

Pasos para incrementar su habilidad de escucha.

1. Enfóquese en la otra persona. Mírela directamente a los ojos. Observe sus


expresiones faciales, su lenguaje corporal.
2. Bloquee lo pensamientos de contradicción. Resista la tentación de contestar
mentalmente lo que están diciendo. La mente trabaja cuatro veces más rápido que la
velocidad a la que se habla, así que es muy fácil divagar.
3. Haga preguntas, trate de asegurarse de que entiende lo que le dicen. Vea si hay
algún mensaje escondido.
4. Repítale a la persona lo que usted cree haber entendido y negocie cualquier mal
entendido (¿usted dice que…? ¿le he entendido que…? ¿es esto correcto?

Importancia de los mensajes para el desarrollo de la autoestima y de la comunicación


asertiva.

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- Mensajes positivos:
o Validan el valor potencial de la persona.
o Consideran los errores no como fallas sino como
oportunidades para crecer personalmente.
o Expresiones físicas de afecto.
o Expresiones verbales de afecto.
o Atención verbal y no verbal a los mensajes de los demás.
o Atención de los miembros a las actividades en donde los
otros (compañeros, amigos, familiares) están
comprometidos.

- Mensajes negativos:
o Reprimen
o Culpan
o Critican
o Evalúan
o Humillan
o Invalidan a experiencia de los miembros.

Concluyendo:

Definitivamente una buena comunicación ayuda enormemente a


las relaciones interpersonales.
Se facilita el trabajo.
Podemos perdonar los errores de los otros sin que haya ningún tipo de fricción que lleve a
una ruptura.
Nos hace más conscientes de nuestra misión de cristianos y nos ayuda en gran medida a
amar al prójimo como a nosotros mismos.

Tema 4: Autoestima.

¿Sabes qué es la autoestima?


Es la forma en que nos sentimos con respecto nosotros mismos. Es decir, podemos sentir
que estamos contentos con lo que somos y pensamos, o podemos tener muchas dudas al
respecto y sentirnos mal.
Todos los días enfrentamos cosas o sucesos que nos afectan la forma en que nos sentimos
con respecto a nosotros mismos. Por ejemplo, podemos confiar en nuestras ideas y sentido
común de una forma clara y decidida, o podemos tener muchas dudas y sentirnos afectados
fácilmente por otras personas que no piensan igual o nos dicen que lo que hacemos o
pensamos no es lo correcto.
¿Por qué nos afecta tanto?

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La autoestima se logra a lo largo de la vida: desde nuestra niñez y durante nuestra
adolescencia, como un proceso muy largo. Las fuentes de la autoestima inicialmente son
externas: nuestros padres, nuestra familia y entorno. Luego vamos desarrollando la
capacidad de tener una autoestima interna propia la cual es reforzada tanto por las personas
a nuestro alrededor como por las cosas que nos pasan cada día.
Sí tenemos muchas cosas satisfactorias, esto va a reforzar nuestra autoestima y al contrario
se maltrata si nos pasan muchas cosas dolorosas.
En la adolescencia esto nos afecta muchísimo, pues nuestra autoestima aún está en
desarrollo, y nuestra sensación interna de bienestar no es tan fuerte como debería llegar a
ser. Entonces cuando sentimos que algo nos afecta, como una crítica de un amigo, tenemos
dificultad para analizar la situación, antes de decidir si nuestro amigo tiene razón o no, y
nos sentimos mal muy rápidamente.
¿Qué podemos hacer para sentirnos mejor?
Primero que todo debemos recordar, que nuestra autoestima es el resultado de muchos
factores: el ambiente, la crianza, la familia, el entorno, la escuela, etc.
Muchas veces nos sentimos mal, pues nos parece que nuestra forma de ser no es la mejor.
Sin embargo, de esto nadie tiene la culpa. Lo que debemos hacer es tratar de definir, con
ayuda de otras personas, las cosas que nos gustaría cambiar y comenzar a hacerlo.
En segundo lugar, debemos recordar, que las primeras felicitaciones por las cosas que
hagamos bien o por nuestros éxitos, debemos ser nosotros mismos.
Reconocer nuestros propios logros y aprender a conocerse y quererse, es básico para lograr
que nuestra autoestima interna sea fuerte y no debamos depender de tantas fuentes externas.
Debemos reconocer el verdadero valor de las cosas que suceden en nuestra vida.
Recuerda:

ERES UNA PERSONA ÚNICA Y POR LO TANTO VALES MUCHO.


COMO SERES HUMANOS TODOS TENEMOS VIRTUDES Y FALLAS.
DEBEMOS RECONOCER NUESTRAS VIRTUDES Y ÉXITOS.
DEBEMOS TRABAJAR EN NUESTRAS FALLAS.

Todos tenemos problemas, lo importante es trabajar en ellos y seguir adelante en busca de


nuestras metas.
No te preguntes únicamente qué tan feliz eres tú, sino qué tan feliz son los que viven
contigo.
Cuando una persona empieza a quererse más, los demás la percibirán de inmediato el nuevo
aire; cuando se cambia la imagen que se tiene de sí mismo, los otros lo verán con otros
ojos.

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La autoestima es esencial para la supervivencia psicológica; sin aquella la vida puede
resultar penosa e insatisfactoria. Ella es, la llave para una vida abundante.
Para aumentarla, hay que empezar a alimentar el alma a recuperar la serenidad y a
perdonarse. Así, poco a poco, irá viendo cómo crece la confianza en sí mismo.
Si necesita buscar ayuda profesional hágalo cuanto antes. Esto es muy saludable.
Recomendaciones:
1. Aprenda a perdonar; no guarde resentimientos.
2. No se llene de amargura.
3. Acepte sus limitaciones.
4. Vea siempre el lado positivo de las cosas.
5. Deje de pelear con las personas; trate de mantener un ambiente cordial con los
demás.
6. Rodéese de gente positiva, alegre, que le permita crecer.
7. Realice ejercicio físico.
8. Abra un espacio para su pasatiempo favorito.
9. Identifique todo aquello que lo haga sentir bien y hágalo.
10. Dese permiso para hacer lo que quiera.
11. Cierre asuntos inconclusos.
12. Busque siempre un balance; evite los extremos.
13. Descubra sus talentos.
14. Tenga presente que, así como en la vida hay momentos agradables puede haber
situaciones muy difíciles de las cuales siempre hay una enseñanza.
15. Invierta tiempo en usted.
16. Dese gusto; Chinéese.
17. Haga una lista de cualidades.
18. Examínese: pregúntese cómo soy, cómo me relaciono con los demás y que debo
cambiar.
19. Cuide su salud.
20. Descúbrase.
21. No haga comparaciones perjudiciales. Elimine las comparaciones; estas no tienen
objeto y conducen a sentirse mal.
22. Agradezca y acepte los elogios; comunique que se ama a sí mismo.
23. No hable mal de usted mismo delante de los demás.
24. Finalice sus proyectos.
25. Organice su tiempo.
26. Escriba una carta con las experiencias dolorosas que le hayan marcado. Hágalo
varias veces hasta que se vacíe, hasta que sienta que no tiene nada más que decir.
27. Atrévase, sea valiente, venza el miedo y el dolor.
28. Entienda y acepte que el miedo puede influir pero que no determina.
29. Siempre hay una esperanza.
30. Aprenda a controlar sus pensamientos. Recuerde que usted es dueño de ellos.
31. Hable positivo.
32. Autoconózcase.

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33. Haga cosas por sentirse bien; por ejemplo, si tiene sobrepeso y este le molesta,
busque ayuda con un nutricionista. Igual con su apariencia, así pruebe con vestuario
que le permita sentirse a gusto, un nuevo corte de pelo, etc.
34. Tenga presente que todas las personas son buenas para algo así que descubra sus
cualidades y potencialícelas.
35. Haga valer sus derechos, pero de buena forma.
36. Asista a grupos de apoyo.
37. Ayúdese de lectura enriquecedora.
38. No utilice calificativos negativos o peyorativos cuando se refiera a usted mismo y
los demás.
39. Piense que es muy posible equivocarse y que se debe aprender de los errores.
40. Utilice frases constructivas como: la próxima vez lo haré mejor, se empieza por
intentarlo, es mejor equivocarse que no hacer nada.
41. Recuerde que muchas veces las cosas tienen una importancia relativa.
42. Aprenda a perdonarse, a reconciliarse con usted mismo.
43. Destierre de su cabeza frases como “yo no puedo” yo no sirvo etc. Así como se
incorporan patrones mentales negativos, puede incorporar pautas positivas.
44. Sepa que siempre hay tiempo para cambiar; solo basta desearlo. Obviamente hay
cosas que no se pueden cambiar de hoy para mañana, pero es menester ir dando un
paso cada día.
45. Deje de culparse y de quejarse por lo que fue o no pudo ser.
46. Tomé conciencia de que el pasado ya pasó; no se preocupe de lo que no vivió y este
consciente de que, de que de hoy en adelante puede vivir mejor.
47. Piense que su presente y futuro son estupendos y llenos de vida.
48. Recuerde que la perfección no existe.
49. Aprenda a filtrar las opiniones de los demás.
50. Busque siempre superarse.
51. Mantenga una relación constante con su ser superior.

Tema 5 Proyecto de vida.

Es muy difícil llegar a un lugar sin tener las señales que nos ayuden a conducir por ese
camino. Elaborar un proyecto de vida significa quererse, establecer límites a muchas
situaciones que nos pueden desviar de nuestras metas y adquirir poder personal.
Este proyecto debe incluir los elementos más importantes de tu vida. Es un bosquejo de
cómo quieres que sea, de qué quieres que haya en ella: relaciones, actividades, personas,
lugares, cosas, trabajo, familia. Y éste se puede dividir en dos partes: un proyecto dirigido
hacia tu interior y otro para el exterior.

¡Momento de inicial!

Aunque suene algo fácil de hacer, no es de este modo ya que solo se tiene una vida, por ello
es muy importante planear de forma adecuada. ¡Aquí unos tips!

1. Entender la importancia que supone elaborar un proyecto de vida.

2. Cuida que sea congruente y claro. Este proyecto debe responder a las preguntas sobre
quién quieres ser, que quieres dejar en tu paso por la vida y que es lo prioritario en tu vida.

15
Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel

3. Escribe cada uno de los objetivos y al menos dos alternativas para lograrlo. Las metas
deben ser medibles y deben partir de tu realidad, debes ser muy honesto respecto de tus
capacidades y tus convicciones.

4. Utiliza tu creatividad para poder visualizar cada una de tus metas y conforme vayan
pasando los días afina los detalles. Este proceso hará que tengas más certeza sobre lo que si
quieres.

Proyecto Personal de Vida


Objetivo general:
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
Objetivo específico: ________________________________________________________
_________________________________________________________________________
Área Humano-afectiva.
Metas a lograr Medios para alcanzarlas

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Área Espiritual
Metas a lograr Medios para alcanzarlas

Área Apostólica.
Metas a lograr Medios para alcanzarlas

Área de formación Teológico espiritual

Tema 6. Llamados a la santidad.


Dejarse cambiar es convertirse. dejarse transformar es santidad.

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
¿Quién está llamado a la santidad?
Todo hombre, toda mujer y todo niño de toda época, en
todo estado de vida, condición, grado de talento y
profesión.
TÚ ESTÁS LLAMADO A LA SANTIDAD.
"Sed santos en toda vuestra conducta como dice la
Escritura:
Seréis santos, porque santo soy yo" (1 Pedro 1,15),
¿Por qué?
¡Porque Dios te ama!
Tú eres precioso para Él.
Tú le perteneces a Él.
Él te amó antes de que existiera el tiempo.
Él es tu Padre.
Tú lo necesitas.
ÉL DESEA QUE TU SEAS COMO ÉL: SANTO.
"En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que
de antemano dispuso Dios que practicáramos"
(Efesios 2,10)
¿Cuándo?
¡Ahora! Hoy—en este momento.
SU GRACIA TE BASTA.
"En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé. ¡Mirad!, ahora es el
tiempo favorable; ahora el día de salvación "
(2 Corintios 6,2).
¿Dónde puedo practicar la santidad?
En el hogar
En el trabajo
En el descanso
En la escuela
en una multitud—solo—en tu familia—
en la prisión—en el ghetto.
TÚ PUEDES SER SANTO EN TODAS PARTES
"Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de
Dios"
(1 Corintios 10,31)
¿Es esto posible?
Sí, Jesús dará frutos en ti si tú cooperas con Su gracia. La gracia se recibe con
el arrepentimiento, la Confesión, la Comunión, la oración, los sacramentos, la Escritura, las
buenas obras—amor, fe y esperanza.

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
"Pero llevamos este tesoro en vasos de barro para que aparezca que la extraordinaria
grandeza del poder es de Dios y que no viene de nosotros" (2 Corintios 4,7).
¿Es verdaderamente para mí?
Sí, la santidad es para ti. No es para personas especialmente elegidas. La santidad es para la
gente común y corriente que realizan con gozo la voluntad de Dios, en fe y en verdad. "El
santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario" (1 Corintios 3,17).
¿Qué debo hacer?
Sé fiel a tu estado de vida—casado, soltero, religioso o estudiante.
Sé fiel a la Santa Madre Iglesia—a los preceptos, los sacramentos, los mandamientos, la
doctrina, la enseñanza.
Lee la palabra de Dios y otras lecturas espirituales.
Observa las bienaventuranzas—compendio de la santidad.
Ama e interésate. Permite que Jesús resplandezca a través de ti.
Ora.
"Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de amable, de puro, todo esto tenedlo en cuenta"
(Filipenses 4,8).
¿Cuáles son algunas de las sugerencias prácticas?
1. Mira a Cristo en el momento presente.
2. Cambia toda situación desagradable para bien de tu alma.
3. Adáptate al temperamento de tu prójimo.
4. Permanece unido a la voluntad de Dios.
5. Elige a Dios por encima de ti.
6. Imita a Jesús.
7. Visita a Jesús frecuentemente en el Santísimo Sacramento.
8. Practica la virtud.
9. Recibe los sacramentos con frecuencia.
10. Trata de estar consciente de Su presencia.
"Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su
edificación." (Romanos 15, 2).
¿Dónde está mi fortaleza?
En la misericordia del Padre
En la Preciosa Sangre de Jesús
En el poder del Espíritu
En la intercesión de María, nuestra Madre
En la protección de los ángeles
En la Eucaristía
En Su cruz

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
"Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos
ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros
corazones y los afiance en toda obra y palabra buena" (2 Tesalonicenses 2,16).
¿Veré los resultados?
Sí, verás más armonía en el hogar
Más paciencia con tu prójimo
Más fortaleza para vencer la debilidad
Más compasión con otros
Más misericordia
Más gozo
Paz en medio de la confusión
"El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, templanza" (Gálatas 5,22-24).
¿Dónde está la fuente constante de la santidad?
Su amor—Su gracia—Su Iglesia
Su palabra—Su Espíritu—Su poder
Sus sacramentos—Su presencia
Su cruz—Su resurrección
"Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en
mí y yo en él" (Juan 6,55).
¿Cuánto tiempo tomará esto?
De momento a momento—de oración a oración—de día a día. "No que lo tenga ya
conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo,
habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo
alcanzado todavía. Pero una cosa hago. olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por
delante" (Filipenses 3,12-14).
Metas
Ser como prójimo
Amar a mi prójimo como Jesús lo ama
Ser fiel a Su Iglesia
Proclamar la Buena Nueva
Ser Santo
"Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra"
(Hechos 13,47).

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
Tema 7. La eucaristía presencia real o simbólica.
Este es el tema central de nuestra discusión, por eso es
que la Eucaristía es llamada el Sacramento de nuestra fe.
Nosotros los católicos aceptamos, siguiendo las palabras
del mismo Jesús, que durante la Misa bajo las especies
de pan y de vino, tras la consagración por el sacerdote,
se hace presente, realmente, Jesucristo: en Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad. Para los judíos hablar del
cuerpo y sangre de alguien, significaba hablar de la
totalidad de la persona. Por eso, Jesús, cuando instituye
este sacramento, dice: ‘Esto es mi cuerpo … Esta es mi
sangre’. En otras palabras, nos está diciendo que, en el
pan y el vino consagrados, se encuentra la plenitud de su
persona. Como Jesús es Dios y Hombre verdadero,
entonces, se halla presente el Cuerpo, la Sangre, el Alma
y Divinidad de Nuestro Señor.

Veamos que ya en el Antiguo Testamento, se consideraba que era necesario el


derramamiento de sangre de la víctima ofrecida a Dios en reparación de los pecados:

Lv 5.9 Rociará con su sangre la pared del altar y derramará el resto de la sangre al pie del
altar: es un sacrificio por el pecado.

Lv 17.11 Porque el alma de todo ser viviente está en su sangre, y yo les di la sangre para
que la lleven al altar para el rescate de sus almas, pues esta sangre paga la deuda del
alma.

Hb 9.22 Según la Ley, la purificación de todo se ha de hacer con sangre, y sin


derramamiento de sangre no se quita el pecado.

Jesús es el nuevo cordero, el Cordero de la Nueva Alianza, el Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo, como repite la Iglesia continuamente en todas las Misas que se
celebran a lo largo del mundo: ‘Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a esta cena’:

Jn 1.36 Mientras Jesús pasaba, se fijó en él y dijo: ‘Ese es el Cordero de Dios’.

Cuando Jesús instaura la Eucaristía, no habla en sentido figurado o simbólico, como dicen
equivocadamente nuestros hermanos protestantes. El lenguaje usado por Cristo durante la
Ultima Cena no puede ser más evidente. Jesús dice: ‘Esto ES mi cuerpo… Esta ES mi
sangre’ y no ‘Esto REPRESENTA …’. Nuestro Señor habla con claridad, sin dejar lugar a
dudas:

Mt 26.26-28 Jesús tomó pan, … lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: ‘Tomen y
coman; esto es mi cuerpo’. Después tomó una copa, … y se la pasó diciendo: ‘Beban todos
de ella: esto es mi sangre, la sangre de la Alianza que es derramada por una muchedumbre,
para el perdón de sus pecados’.

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel

Mc 14.22,24 Se lo dio diciendo: ‘Tomen, esto es mi cuerpo’ … Y les dijo: Esto es mi


sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por una muchedumbre’.

Lc 22.19-20 ‘Esto es mi cuerpo, que es entregado por Uds.’ … Esta copa es la alianza
nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes’.

1 Cor 11.23-25 El Señor Jesús, …, tomó pan y, … , lo partió diciendo: ‘Esto es mi cuerpo,
que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía’ … Tomando la copa, … dijo:
‘Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en
memoria mía’.
Y para reafirmar lo citado con anterioridad, Jesús dice también que su cuerpo es
VERDADERA COMIDA y su sangre, VERDADERA BEBIDA. Nos aclara que no habla
con simbolismos, sino que efectivamente el Cuerpo y Sangre que nos dará será realmente
para ser comido y bebido, como creemos en la Iglesia Católica. Para nosotros, la Eucaristía
es la presencia real de Cristo y no un mero símbolo, como creen los que están fuera de
nuestra Iglesia.

Jn 6.53 -54 Jesús les dijo: ‘En verdad les digo que, si no comen la carne del Hijo del
Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi
sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día’.

Jn 6.55-56 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi


carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Es cierto que esto resulta difícil de entender para algunos, como Jesús mismo ya nos lo
dice. Al igual que en el desierto, los israelitas dudaban de que Dios podría darles a comer
carne, así también cuando vino Cristo, los judíos cuestionaban el cómo les podría dar a
comer de su carne:

Nm 11.4 Los mismos israelitas se pusieron a quejarse. Decían: ‘¿Quién nos dará carne para
comer?’

Nm 11.18 Santifíquense para mañana, comerán carne … Pues Uds. dijeron: ¿Quién nos
dará carne para comer? … Yahvé les dará carne y la comerán.

Jn 6.52 Los judíos discutían entre sí: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer carne?’

Desde el principio, la Iglesia se reunía a celebrar la Eucaristía, entonces conocida como


Fracción del Pan. Lo hacían el primer día de la semana; es decir, el domingo. Tal y como lo
sigue haciendo la Iglesia Católica todos los domingos del año.
Hch 2.42 Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la
fracción del pan y a las oraciones.

Hch 20.7 El primer día de la semana estábamos reunidos para la fracción del pan.

Lo que se repite en la Misa, durante la celebración de la Eucaristía tiene su origen en la


Palabra de Dios, como podemos ver a continuación. En la Misa se dice: ‘Anunciamos tu

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús’. Esta aclamación se basa en el
siguiente texto:

1 Cor 11.26 Fíjense bien: cada vez que comen este pan y beben de esta copa están
proclamando la muerte del Señor hasta que vuelva.

Previa a la Comunión, es necesario haber confesado ante el sacerdote todos los pecados
mortales, de lo contrario el pecado que uno comete es de suma gravedad, como nos dicen
los siguientes textos bíblicos:

1 Cor 11.27 El que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente, peca contra el
cuerpo y la sangre del Señor.

1 Cor 11.29 El que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación por no
reconocer el cuerpo.

Para terminar, veamos algunos textos más que refuerzan lo que la Eucaristía significa para
nuestra Iglesia Católica

1 Cor 10.16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de
Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?

Jn 6.35,41 Jesús les dijo: ‘Yo soy el pan de vida’ … Los judíos murmuraban porque Jesús
había dicho: ‘Yo soy el pan que ha bajado del cielo’

Jn 6.48 ,50 Yo soy el pan de vida. Aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman
y ya no mueran.

Jn 6.51 Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para
siempre. El pan que yo daré es mi carne.

Jn 6.58 Este es el pan que ha bajado del cielo … El que coma este pan vivirá para siempre.

Tema 8: Los santos, la iglesia y su intercesión.

¿Prohíbe la Biblia pedir la intercesión de los santos y de la Virgen?

No. En la Sagrada Escritura no existe ningún pasaje que mencione que esté prohibido pedir
su intercesión. La negación que ellos dicen no tiene ningún fundamento escriturístico, por
eso no dan citas bíblicas donde diga eso, porque no las hay. No olvidemos lo que la Palabra
dice acerca de los que hacen esto:

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
“Hay de aquel que le añada algo a este
libro. Dios echará sobre él todas las plagas
descritas en este libro.
Y si alguien le quita algo a este libro, Dios
le quitará su parte en el Árbol de la vida”
Ap 22,18-19

¿Le rezamos a las imágenes o a los


santos?

Esta es la principal confusión entre los


evangélicos. Los católicos nunca le recemos
a las imágenes y nunca hemos creído que
tengan poder. Cuando hablamos de los santos nos estamos refiriendo a las personas tal y
como San Pablo lo menciona en la Biblia. Ef 6,18

No te confundas hermano evangélico, ni confundas a otros diciendo falsedades o mentiras.


No repitas los errores de muchos pastores diciendo cosas que no son ni creemos. Santos
somos cada uno de los bautizados al unirnos a Jesucristo por el Bautismo 1 Cor 12,13. Las
imágenes solamente son una representación de ellos al igual que las fotos que tienes en tu
casa. Ora a Dios para que te aclare y guie a la verdad. Tú no oras ni rezas a las fotos que
tienes en tu casa y nosotros tampoco nunca rezamos a la imagen o estatua de algún santo.
Oramos a los santos que están vivos junto a Jesucristo Apocalipsis 5:8 y 8:1-4. La imagen
simplemente nos lo recuerda y punto.

¿En que se basan las sectas


fundamentalistas para decir que es malo
pedirles a los santos?

Es una mala interpretación de la Biblia. Sobre


todo, del pasaje bíblico donde dice que hay
un solo mediador entre Dios y los hombres (1
Tim 2,4-5)

Allí se está hablando de “mediador” de


salvación. En este sentido solamente
Jesucristo nos da la salvación. Los católicos
no creemos que los santos nos salvan, sino que solamente interceden por nosotros.

La Biblia no la hicieron los protestantes sino la Iglesia Católica. En el año 393 y 397 hubo
reuniones de obispos en Hipona y Cartago. Allí definieron cuales iban a ser los libros que la
Biblia debería de tener y fijaron el canon Bíblico. Es por eso que los hermanos separados
fácilmente la interpretan a su modo.
“Sépanlo bien que ninguna profecía de la Escritura puede ser interpretada por cuenta
propia” 2 Pe 1,20

¿Hay otros pasajes que interpreten mal?

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel

Si. Hay otras citas bíblicas que interpretan muy mal. Por ejemplo, cuando Jesús dijo que le
pidiéramos Lc 11,9; Jn 16,24 hay hermanos separados que se brincan a otra cosa y dicen
que solamente hay que pedirle a él siendo que Jesucristo nunca dijo eso.

Si yo le digo a una persona pídeme lo que quieras, yo no estoy diciendo que no le pidan
nada a nadie. Esto es algo muy sencillo que muchos protestantes no alcanzan a comprender
por querer sacar de la Biblia frases y hacerlas que concuerden con sus propias
interpretaciones. La Biblia hay que aceptarla como es, no como lo que quieran entender.

María, mientras estuvo de paso por este mundo, ¿Intercedió por los hombres?
Si. María como una persona llena de amor, ante una necesidad, acudió a Jesús
intercediendo por las personas que celebraban una boda. Todas las Biblias del mundo lo
dicen con mucha claridad:

«Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de
Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltaba vino,
porque se había acabado el vino de la boda, le dice su madre a Jesús: «No tienen vino.»
Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su
madre a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga.»

Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres
medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenen las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta
arriba. ... Dice el mayordomo: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están
bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.»
Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comenzó a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron
en él sus discípulos». Jn 2,1-11

María no solamente intercedió, sino que, gracias a su intercesión, Jesucristo adelantó la


hora de manifestar que él era el Mesías. Los protestantes al rechazar la intercesión de la
Virgen o desconocen este pasaje bíblico o están contra de la Palabra por seguir sus
tradiciones.

¿Los apóstoles intercedieron cuanto estaban vivos?

Claro que sí y muchas veces:

“Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona.

Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto
a la puerta del Templo llamada Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban en el
Templo. Este, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.» El les miraba con
fijeza esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro; pero lo que
tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareo, ponte a andar.»
Y tomándole de la mano derecha le levantó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos,
y de un salto se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y
alabando a Dios”. Hech 3,1-8

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel

Pedro y Juan oraron por él (intercedieron) ante Jesucristo y se sanó.

Observa ahora al apóstol San Pablo.

“Había allí, sentado, un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento y que nunca había
andado. Este escuchaba a Pablo que hablaba. Pablo fijó en él su mirada y viendo que tenía
fe para ser curado, le dijo con fuerte voz: «Ponte derecho sobre tus pies.» Y él dio un salto
y se puso a caminar”. Hech 14,8-10

Pablo oró por el tullido, no lo mandó a que le pidiera directamente a Jesús. El resultado de
esta intercesión de Pablo fue la sanación del tullido.
Así que cuando iban con ellos nunca salieron con la barbaridad de que no les pidieran a
ellos. Ellos nunca pensaron ni actuaron así. Para ellos, como ya lo vimos en la Biblia, era
normal el interceder por los demás.

Los cristianos evangélicos: ¿No practican la intercesión?

Si. En realidad, todos los protestantes que dicen que no hay que pedirles a los santos si la
practican y se contradicen ellos mismos. Es muy común que entre ellos el pastor haga
oración de sanación y le piden a su pastor que ore por ellos. Si el pastor ora por ellos,
entonces es un mediador e intercesor. Si no creyeran en eso y fueran coherentes con lo que
dicen, entonces debería decir a su gente que él no puede orar por ellos, que se encierren
solos en un cuarto y le pidan directamente a Jesucristo.
En realidad, cualquier hermano separado al pedir por alguien de su familia también está
intercediendo por ellos.

¿La Palabra de Dios habla de que todos podemos ser intercesores?

Si. Según el Apóstol San Pablo todos debemos ser intercesores:

“Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en
común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca. Oren unos por otros,
intercediendo a favor de todos los santos” Ef 6,18

La Palabra de Dios nos enseña que debemos de orar siempre. Si aquí en la tierra debemos
de orar siempre intercediendo unos por otros, entonces con mayor razón será así en el cielo.
Este es el caso de los santos que continúan amando, pero ahora en plenitud:
"El amor nunca pasará. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la
ciencia, pero no el amor. 1 Cor 13,8

¿Los santos son dioses y todos poderosos?

No. Los católicos Nunca hemos pensado ni enseñado eso. Esa es una idea que los
protestantes divulgan falsamente acerca de lo que creemos los católicos. Muchos de ellos se
salieron de la Iglesia Católica sin conocer de Biblia y siguen allá sin conocer de Biblia. Se
salieron sin conocer el verdadero catolicismo y allá siguen igual repitiendo falsedades
acerca de nuestra fe. Los santos, no las imágenes, simplemente son intercesores con el

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
Poder de Dios:
No olvidemos nunca lo que la Biblia habla acerca de la intercesión de los santos:
“La oración del justo tiene mucho poder” Stgo. 5,16

¿Cómo pueden escucharnos si ellos no son omnipresentes y no pueden estar en todos los
lugares al mismo tiempo?

Muy sencillo. San Pablo dice:


"Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo
cual, ciertamente, es con mucho lo mejor" Fil 1,23

Si leíste atentamente, San Pablo estaba convencido de que si Moria(partir) el estaría


JUNTO A JESUS. Si Jesús, como Dios, está en todas partes entonces los santos estarán
junto a El. Por eso pueden oír nuestra oración.

Así como los rayos del Sol se sienten en todo lugar donde este el sol, sin ser el Sol, así los
santos sin ser Dios como Jesús, pueden llegar como los rayos del sol hacia nosotros. Si lo
dudas entonces cuando mueras le podrás preguntar a San Pablo porque se atrevió a decir
que estaría junto a Jesús. A menos que digas que Jesús no puede estar en todo lugar lo cual
sería peor todavía.
Creo que andas muy equivocado al medir en categorías humanas la grandeza del amor y
misericordia de Dios. Rom 8,35-38

¿Los protestantes dicen que ahora los apóstoles y María están muertos y que por eso
no hay que pedirles?

Falso. Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Muchos cristianos evangélicos están
confundidos pues esa creencia de que se acaba todo al morir es del antiguo testamento, no
del nuevo. Si de verdad eres cristiano sigue la plenitud del nuevo testamento. Nuestro
maestro principal no es Moisés, sino Jesucristo. Cuidado hermano. No te quedes estancado
en el antiguo testamento como los judíos. Avanza y mira Jesucristo dándonos la plenitud de
la revelación Mt 5,17. Somos cristianos al morir no se acaba todo. Esto lo enseña
claramente la Biblia: " Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob Dios
no es un Dios de muertos, sino de vivos" Mt 22,32

"Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo
cual, ciertamente, es con mucho lo mejor" Fil 1,23

Por la fe, Henoc fue trasladado, de modo que no vio la muerte y = no se le halló, porque le
trasladó Dios. = Porque antes de contar su traslado, la Escritura da en su favor testimonio =
de haber agradado a Dios. = Heb 11,5

"... Se les aparecieron Elías y Moisés, los cuales conversaban con Jesús." Mc 9,1-4

Si la Biblia no prohíbe pedir la intercesión de los santos, entonces ¿Cuál es la base


principal por la que los protestantes rechazan esto?

Su base principal son sus “tradiciones de hombres”. Con el paso de los años muchos

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protestantes tienen creencias contrarias a la Palabra de Dios por seguir sus tradiciones. Hay
que respetarles, pero al mismo tiempo ayudarlos a encontrar la verdad plena de la Biblia.
Muchos de ellos son personas que aman a Dios pero que no saben lo que la Biblia enseña,
pues solo aprendieron lo que su pastor les enseño.

¿Escucha Jesucristo la intercesión que los santos hacen por nosotros?

Por supuesto. Si Jesucristo escuchó y respondió a la oración del malhechor por un momento
de fe cuando estaba en la cruz (Lc 23,42), con mayor razón escuchará a su madre (Lc 2,16)
que hizo en perfección la voluntad de Dios y dijo: "he aquí la esclava del Señor. Hágase en
mi según tu Palabra" Lc 1,38

Si por un minuto de fe escuchó y respondió al malhechor, ¿Qué no hará Jesús por sus
amigos los santos que tuvieron una vida de fe y obediencia?

“Y todo lo que pidan en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré”. Jn 14,13-14

Le pidieron aquí y Jesús les respondió, le piden allá e igualmente les responderá.
Intercesores de acuerdo a la Palabra de Dios.
Tema 9. La fe que profeso.
¿Es la fe algo meramente individual, que solo interesa a
cada uno?

Una vez más se ha enfrentado Benedicto XVI, en su


audiencia del 31 de octubre, con el individualismo que puede
afectar a los creyentes.

Por supuesto, observa, “el acto de fe es un acto


eminentemente personal, que tiene lugar en lo más profundo
y que marca un cambio de dirección, una conversión
personal: es mi vida que da un giro, una nueva orientación”.
En la liturgia del Bautismo, quien acepta la fe católica en
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo responde en singular: “Yo
creo”.

Creer no es individualista

Pero, añade el Papa, explicando cómo se origina la fe personal, “este creer no es el


resultado de mi reflexión solitaria, no es el producto de mi pensamiento, sino que es el
resultado de una relación, de un diálogo en el que hay un escuchar, un recibir, y un
responder”. Es el resultado de la relación con Jesús: “Este creer es el comunicarse con
Jesús, el que me hace salir de mi ‘yo’, encerrado en mí mismo, para abrirme al amor de

28
Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
Dios Padre”. Y hay que entender esa relación mirando cómo es en realidad: “Es como un
renacimiento en el que me descubro unido no solo a Jesús, sino también a todos aquellos
que han caminado y caminan por el mismo camino”. Pues bien, este nuevo nacimiento que
comienza con el Bautismo se prolonga luego a lo largo de la vida.

La fe me viene por la Iglesia, mi fe sólo existe en "nuestra fe"

En consecuencia: “No puedo construir mi fe personal en un diálogo privado con Jesús,


porque la fe me ha sido dada por Dios a través de una comunidad de creyentes que es la
Iglesia, y por lo tanto me inserta en la multitud de creyentes, en una comunidad que no solo
es sociológica, sino que está enraizada en el amor eterno de Dios, que en Sí mismo es
comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que es Amor trinitario”. Dicho
brevemente: “Nuestra fe es verdaderamente personal, solo si es a la vez comunitaria: puede
ser ‘mi fe’, solo si vive y se mueve en el ‘nosotros’ de la Iglesia, solo si es nuestra fe,
nuestra fe común en la única Iglesia”.
En efecto. Es claro que –como creemos– la vida cristiana es un vivir juntos con Cristo. Por
tanto, la fe, que es participar de la mirada de Cristo sobre la realidad, sólo puede ser viva en
cada uno en la medida en que participa de esa misma mirada. La fe no nos quita nuestra
personalidad, sino que la dota de una mayor profundidad de conocimiento y de capacidad
para amar.

De hecho, continúa Benedicto XVI, esto es lo que se manifiesta el domingo en la misa:


rezamos el “Credo” en primera persona, pero al mismo tiempo lo hacemos junto con los
demás en confesando la única fe de la Iglesia. De esa manera, “ese ‘creo’ pronunciado
individualmente, se une al de un inmenso coro en el tiempo y en el espacio, en el que todos
contribuyen, por así decirlo, a una polifonía armoniosa
de la fe”. Y esto, apunta el Papa, es lo que quiere decir
el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 181) cuando
afirma que “creer es un acto eclesial”, y explica el
mismo texto: “La fe de la Iglesia precede, engendra,
conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre
de todos los creyentes”. Por eso decía San Cipriano:
“Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la
Iglesia por Madre”. En síntesis, resume el Papa, “la fe
nace en la Iglesia, conduce a ella y vive en ella”.

La Iglesia es madre donde la fe vive y se transmite

La Iglesia es también –como una madre que siempre da vida– el ámbito donde la fe se
transmite. En Pentecostés, el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y les da la fuerza
para proclamar el núcleo de la fe cristiana: Cristo es el Hijo de Dios que ha muerto en la
Cruz y ha resucitado para nuestra salvación (cf. Hch., cap. 2). Y muchos se convierten y
son bautizados. “Así –muestra el Papa Ratzinger de un modo que gusta desde hace mucho
tiempo utilizar–, comienza el camino de la Iglesia, comunidad que lleva este anuncio en el
tiempo y en el espacio, comunidad que es el Pueblo de Dios basado sobre la nueva alianza
gracias a la sangre de Cristo, y cuyos miembros no pertenecen a un determinado grupo
social o étnico, sino que son hombres y mujeres provenientes de cada nación y cultura”.
Este pueblo es una familia universal: “Es un pueblo “católico”, que habla lenguas nuevas,

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
universalmente abierto a acoger a todos, más allá de toda frontera, haciendo caer todas las
barreras” (cf. Col. 3,11).

Por tanto, la Iglesia es el “lugar” donde nace la fe, donde la fe se transmite y donde se
celebra y vive, nos libera de la esclavitud del pecado y nos hace hijos de Dios; y “al mismo
tiempo, estamos inmersos en comunión con los demás hermanos y hermanas en la fe, con
todo el Cuerpo de Cristo, sacándonos fuera de nuestro aislamiento”. Así lo dice el Concilio
Vaticano II: “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin
conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en
verdad y le sirviera santamente” (Const. Dogm. Lumen Gentium, 9).

Esta es nuestra fe, la fe de la Iglesia:


donde mi fe crece y madura

Y por eso el celebrante del bautismo, al


concluir las promesas en las que
expresamos la renuncia al mal y
repetimos “creo” a las verdades de la fe,
dice: “Esta es nuestra fe, esta es la fe de
la Iglesia que nos gloriamos de profesar
en Cristo Jesús Nuestro Señor”. Esta es la
fe que transmite la Iglesia (en una
“Tradición” viva) con la proclamación de
la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos y la vida cristiana. El Concilio
Vaticano II afirma que la Iglesia, “en su doctrina, en su vida y en su culto transmite a todas
las generaciones todo lo que ella es, todo lo que ella cree” (Dei Verbum, n. 8).

Finalmente, vuelve Benedicto XVI al principio de su argumentación, precisando que la


Iglesia no es sólo el “lugar” donde nace la fe y se transmite, sino también “donde la fe
personal crece y madura”. Por eso el Nuevo Testamento llama “santos” al conjunto de los
cristianos: no porque todos tuvieran ya las cualidades para ser declarados santos, sino
porque, por la fe, estaban llamados a iluminar a los demás, acercándolos a Jesucristo.

“Y esto –sostiene el Papa– también vale para nosotros: un cristiano que se deja guiar y
formar poco a poco por la fe de la Iglesia, a pesar de sus debilidades, sus limitaciones y sus
dificultades, se vuelve como una ventana abierta a la luz del Dios vivo, que recibe esta luz
y la transmite al mundo”. Y recoge estas palabras de Juan Pablo II: “La misión renueva la
Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones.
¡La fe se fortalece dándola!” (enc. Redemptoris missio, n. 2).
Protagonistas de una experiencia que nos sobrepasa

En definitiva, la auténtica fe cristiana tiene esta dinámica personal, eclesial y universal, Y


esto, señala Benedicto XVI, es contrario a la tendencia actual. “La tendencia, hoy
generalizada, a relegar la fe al ámbito privado, contradice por tanto su propia naturaleza.
Tenemos necesidad de la Iglesia para confirmar nuestra fe y para experimentar los dones de
Dios: su Palabra, los sacramentos, el sostenimiento de la gracia y el testimonio del amor”.
“Así –apunta–, nuestro ‘yo’ en el ‘nosotros’ de la Iglesia, podrá percibirse, al mismo

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
tiempo, como destinatario y protagonista de un acontecimiento que lo sobrepasa: la
experiencia de la comunión con Dios, que establece la comunión entre las personas”.

Y así concluye el Papa mostrando, en la perspectiva del Concilio Vaticano II: “En un
mundo donde el individualismo parece regular las relaciones entre las personas,
haciéndolas más frágiles, la fe nos llama a ser Pueblo de Dios, a ser Iglesia, portadores del
amor y de la comunión de Dios para toda la humanidad (cf. GS, 1)”.

Tema 10. Los milagros en la iglesia.


El milagro es un hecho producido por una intervención especial de Dios, que escapa al
orden de las causas naturales por Él establecidas y destinado a un fin espiritual.

JESUCRISTO HIZO ABUNDANTES


MILAGROS

La vida de Jesucristo la resume el Apóstol


San Pedro diciendo: «Pasó haciendo el
bien» (Hch. 10, 38) Este bien no se limitó a
la predicación de una doctrina sublime y
llena de luz, ni a la salvación de las almas,
sino que hizo abundantes milagros curando
enfermos, resucitando muertos,
multiplicando panes, procurando pesca
abundante, convirtiendo el agua en vino, etc.
Aunque Cristo no vino a quitar el dolor y la
muerte del mundo; sin embargo, estas
curaciones prodigiosas y los milagros sobre la naturaleza los realizó como muestra de su
inmenso amor a los hombres y con un significado más alto que debemos estudiar.

En efecto, los milagros de Jesús son, ante todo, signos, señales, tanto de Quién es Él, como
de cuál es la misión que ha recibido de Dios.

LOS MILAGROS SON SIGNOS 0 SEÑALES

No son hechos solamente portentosos de un ser superior: Son manifestaciones de una


realidad salvadera sobrenatural. Son las señales de que ha llegado el Reino de los Cielos y
de que Dios está con el que los hace. Son también señales de la transformación interior que
se va a obrar en los espíritus; de la conversión y del cambio de mente. A la vez, son señales
del amor misericordioso de Dios por los hombres.

¿QUE ES UN MILAGRO?

El milagro es «un hecho producido por una intervención especial de Dios, que escapa al
orden de las causas naturales por El establecidas y destinado a un fin espiritual» Es lógico
que el Creador pueda actuar por encima de las leyes naturales creadas por El mismo,
cuando esa actuación no sea contradictoria. Dios no puede hacer que un círculo sea
cuadrado o que lo frío sea a la vez caliente. Pero puede hacer que lo frío se haga

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
repentinamente caliente o que se suspenda por un tiempo la ley de la gravedad. Ahora bien,
para realizar esa acción extraordinaria, y tan poco habitual, debe existir un motivo.

El milagro pasa así a ser signo de algo que Dios quiere manifestar a los hombres. Los
motivos por los que Dios otorga el poder de hacer milagros al hombre son dos:

1º Para confirmar la verdad de lo que uno enseña, pues las cosas que exceden a la
capacidad humana no pueden ser probadas con razones humanas y necesitan serio con
argumentos del poder divino.

2º Para mostrar la especial elección que Dios hace de un hombre. Así, viendo que ese
hombre hace obras de Dios, se creerá que Dios está con él.

HISTORICIDAD DE LOS MILAGROS

Los milagros son hechos históricos que tienen la misma historicidad que los propios
evangelios. Es más, son una parte importante de la Buena Nueva anunciada por los
evangelistas.
Ha habido quienes negaron la autenticidad de los milagros basándose en que es imposible
que puedan realizarse hechos en contra o por encima de las leyes naturales. Esta afirmación
parte de un prejuicio cerrado, que impide toda objetividad, y que consiste en negar o bien
que Dios existe, o bien que pueda actuar en la tierra. Es claro que el Creador puede actuar
por encima de las leyes naturales que Él ha hecho cuando tiene un motivo importante. Este
es el caso de los milagros evangélicos, que pretenden mostrar la divinidad de Cristo, y
mover a la fe y a la confianza.

Los relatos de los milagros son de una gran sencillez, lo cual no parece propio de unas
historias inventadas. Tienen, en la mayoría de los casos, una gran precisión de datos en

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
cuanto a tiempo, lugar, etc. Algunos relatos son largos y detallados, pero otros muchos
cuentan escuetamente lo ocurrido, sin mostrar el menor interés por adornar los hechos.

Además, es sabido que los Apóstoles dieron su vida y abandonaron todo por ser fieles a la
predicación del Evangelio. Sería incomprensible que mintiesen o que se dejaran llevar por
imaginaciones subjetivas, que hubieran sido rechazadas por los demás testigos de los
hechos.

Otro dato de gran valor es que ninguno de los enemigos de Jesús dijo que no hacía
milagros, sino al contrario, es uno de los motivos por los que le persiguen: «los mismos
sacerdotes y los fariseos decían: ¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas
señales (milagros) Si le dejamos que siga así, todos creerán en él» (Jn. 11, 47-48)

San Juan, en el capítulo 9, narra la curación de un ciego de nacimiento. Como todos los
actos de Cristo, en éste se encierra un simbolismo, además de que haga el bien a alguien
que sufre. Devolver la vista a un ciego, además de un acto de amor, en este caso es también
símbolo de que Jesús es la luz, que vence a las tinieblas.
Los fariseos se cierran a la luz, pero como no pueden negar el hecho de la curación,
reaccionan con insultos y echan de la sinagoga al ciego de nacimiento curado por el
milagro del Señor. Ellos eran los principales interesados en que no constase que Jesús
realizaba hechos extraordinarios, pero no podían negar la evidencia constatada, en algunos
casos, por multitudes. La actitud de escribas y fariseos pone de relieve también, que no
basta con presenciar milagros para creer. Ellos no aceptaron a Jesús, no reconocieron que
los milagros son, ante, todo, las obras del Mesías. «Revelan quién es y descubren la misión
que viene a cumplir y que es: establecer entre los hombres el Reino de los
Cielos» (B.p.1.i.c., t. 2, p. 39)

Pero, a pesar de todo eso, los fariseos no niegan la realidad de los milagros. Una prueba de
esto la encontramos también en que le acusan de que no observa el descanso sabático, por
curar a un endemoniado, una mujer encorvado, etc., en sábado.

Quizá una de las manifestaciones más claras de que reconocen los hechos es que le acusan
de que su poder de hacer prodigios no viene de Dios, sino de Satanás. Jesús les contestará
que eso es imposible porque: «si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo:
¿cómo pues va a subsistir su reino?» (Mt. 12, 26)

Los apóstoles escucharon las enseñanzas de Jesús y presenciaron sus milagros. Luego les
envía a hacer lo mismo que El: predicar la conversión y confirmar la predicación con
señales.

En efecto, los evangelios y el libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestran que Jesús
comunicó a sus discípulos el poder de hacer milagros. Los Apóstoles fueron elegidos, dice
San Marcos, -para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios- (3, 14-15) San
Mateo, por su parte, dice que los Doce recorrieron los pueblos, anunciando la Buena Nueva
y curando por todas partes.

Esto se pone de manifiesto en diversas ocasiones, pero quizá tiene un especial relieve
aquella en la que uno le trae a su hijo endemoniado y dice que los discípulos no han podido

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
curarte. Jesús curó al niño, haciendo salir de él el demonio. Los discípulos le preguntaron al
Señor aparte: «¿Cómo es que nosotros no hemos podido arrojarle? Díjole: Por vuestra
poca fe» (Mt. 17, 16)

Los discípulos realizan las mismas obras que Jesús con el poder y la autoridad misma del
Hijo de Dios. Este poder de los discípulos se reforzará después de Pentecostés (cfr. Hechos
de los Apóstoles) «Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca: Curad enfermos,
resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo
gratis» (Mt. 10, 7-8)

Área de formación Litúrgica


Tema 11. La Oración.

Qué es la oración

En castellano se cuenta con dos vocablos para designar la relación consciente y coloquial
del hombre con Dios: plegaria y oración. La palabra “plegaria” proviene del verbo latino
precor, que significa rogar, acudir a alguien solicitando un beneficio. El término “oración”
proviene del substantivo latino oratio, que significa habla, discurso, lenguaje.

Las definiciones que se dan de la oración suelen reflejar estas diferencias de matiz que
acabamos de encontrar al aludir a la terminología. Por ejemplo, San Juan Damasceno, la
considera como «la elevación del alma a Dios y la petición de bienes convenientes»;
mientras que para San Juan Clímaco se trata más bien de una «conversación familiar y
unión del hombre con Dios».

La oración es absolutamente necesaria para la vida espiritual. Es como la respiración que


permite que la vida del espíritu se desarrolle. En la oración se actualiza la fe en la presencia
de Dios y de su amor. Se fomenta la esperanza que lleva a orientar la vida hacia Él y a
confiar en su providencia. Y se agranda el corazón al responder con el propio amor al Amor
divino.

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
En la oración, el alma, conducida por el Espíritu Santo desde lo más hondo de sí misma
(cfr. Catecismo, 2562), se une a Cristo, maestro, modelo y camino de toda oración cristiana
(cfr. Catecismo, 2599 ss.), y con Cristo, por Cristo y en Cristo, se dirige a Dios Padre,
participando de la riqueza del vivir trinitario (cfr. Catecismo, 2559-2564). De ahí la
importancia que en la vida de oración tiene la Liturgia y, en su centro, la Eucaristía.

Contenidos de la oración

Los contenidos de la oración, como los de todo diálogo de amor, pueden ser múltiples y
variados. Cabe, sin embargo, destacar algunos especialmente significativos:

Petición.

Es frecuente la referencia a la oración impetratoria a lo largo de toda la Sagrada Escritura;


también en labios de Jesús, que no sólo acude a ella, sino que invita a pedir, encareciendo el
valor y la importancia de una plegaria sencilla y confiada. La tradición cristiana ha
reiterado esa invitación, poniéndola en práctica de muchas maneras: petición de perdón,
petición por la propia salvación y por la de los demás, petición por la Iglesia y por el
apostolado, petición por las más variadas necesidades, etc.
De hecho, la oración de petición forma parte de la experiencia religiosa universal. El
reconocimiento, aunque en ocasiones difuso, de la realidad de Dios (o más genéricamente
de un ser superior), provoca la tendencia a dirigirse a Él, solicitando su protección y su
ayuda. Ciertamente la oración no se agota en la plegaria, pero la petición es manifestación
decisiva de la oración en cuanto reconocimiento y expresión de la condición creada del ser
humano y de su dependencia absoluta de un Dios cuyo amor la fe nos da conocer de
manera plena (cfr. Catecismo, 2629.2635).

Acción de gracias.
El reconocimiento de los bienes recibidos
y, a través de ellos, de la magnificencia y
misericordia divinas, impulsa a dirigir el
espíritu hacia Dios para proclamar y
agradecerle sus beneficios. La actitud de
acción de gracias llena desde el principio
hasta el fin la Sagrada Escritura y la
historia de la espiritualidad. Una y otra
ponen de manifiesto que, cuando esa
actitud arraiga en el alma, da lugar a un
proceso que lleva a reconocer como don
divino la totalidad de lo que acontece, no
sólo aquellas realidades que la
experiencia inmediata acredita como
gratificantes, sino también de aquellas otras que pueden parecer negativas o adversas.

Consciente de que el acontecer está situado bajo el designio amoroso de Dios, el creyente
sabe que todo redunda en bien de quienes –cada hombre– son objeto del amor divino (cfr.
Rm 8, 28). «Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces
al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también
Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. —Porque
hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso... Dale gracias por todo, porque todo
es bueno».

Adoración y alabanza.

Es parte esencial de la oración reconocer y proclamar la grandeza de Dios, la plenitud de su


ser, la infinitud de su bondad y de su amor. A la alabanza se puede desembocar a partir de la
consideración de la belleza y magnitud del universo, como acontece en múltiples textos
bíblicos (cfr., por ejemplo, Sal 19; Si 42, 15-25; Dn 3, 32-90) y en numerosas oraciones de
la tradición cristiana; o a partir de las obras grandes y maravillosas que Dios opera en la
historia de la salvación, como ocurre en el Magnificat (Lc 1, 46-55) o en los grandes
himnos paulinos (ver, por ejemplo, Ef 1, 3-14); o de hechos pequeños e incluso menudos en
los que se manifiesta el amor de Dios.

En todo caso, lo que caracteriza a la alabanza es que en ella la mirada va derechamente a


Dios mismo, tal y como es en sí, en su perfección ilimitada e infinita. «La alabanza es la
forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él
mismo, le da gloria no por lo que hace sino por lo que Él es» (Catecismo, 2639). Está por
eso íntimamente unida a la adoración, al reconocimiento, no sólo intelectual sino
existencial, de la pequeñez de todo lo creado en comparación con el Creador y, en
consecuencia, a la humildad, a la aceptación de la personal indignidad ante quien nos
trasciende hasta el infinito; a la maravilla que causa el hecho de que ese Dios, al que los
ángeles y el universo entero rinde pleitesía, se haya dignado no sólo a fijar su mirada en el
hombre, sino habitar en el hombre; más aún, a encarnarse.

Adoración, alabanza, petición, acción de


gracias resumen las disposiciones de fondo
que informan la totalidad del diálogo entre
el hombre y Dios. Sea cual sea el contenido
concreto de la oración, quien reza lo hace
siempre, de una forma u otra, explícita o
implícitamente, adorando, alabando,
suplicando, implorando o dando gracias a
ese Dios al que reverencia, al que ama y en
el que confía. Importa reiterar, a la vez, que
los contenidos concretos de la oración
podrán ser muy variados. En ocasiones se
acudirá a la oración para considerar pasajes
de la Escritura, para profundizar en alguna verdad cristiana, para revivir la vida Cristo, para
sentir la cercanía de Santa María... En otras, iniciará a partir de la propia vida para hacer
partícipe a Dios de las alegrías y los afanes, de las ilusiones y los problemas que el existir
comporta; o para encontrar apoyo o consuelo; o para examinar ante Dios el propio
comportamiento y llegar a propósitos y decisiones; o más sencillamente para comentar con
quien sabemos que nos ama las incidencias de la jornada.

Encuentro entre el creyente y Dios en quien se apoya y por el que se sabe amado, la oración

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
puede versar sobre la totalidad de las incidencias que conforman el existir, y sobre la
totalidad de los sentimientos que puede experimentar el corazón. «Me has escrito: “orar es
hablar con Dios. Pero ¿de qué?” —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y
fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de
gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte:
“¡tratarse!”». Siguiendo una y otra vía, la oración será siempre un encuentro íntimo y filial
entre el hombre y Dios, que fomentará el sentido de la cercanía divina y conducirá a vivir
cada día de la existencia de cara a Dios.

Expresiones o formas de la oración

Atendiendo a los modos o formas de manifestarse la oración, los autores suelen ofrecer
diversas distinciones: oración vocal y oración mental; oración pública y oración privada;
oración predominantemente intelectual o reflexiva y oración afectiva; oración reglada y
oración espontánea, etc. En otras ocasiones los autores intentan esbozar una gradación en la
intensidad de la oración distinguiendo entre oración mental, oración afectiva, oración de
quietud, contemplación, oración unitiva...

El Catecismo estructura su exposición distinguiendo entre: oración vocal, meditación y


oración de contemplación. Las tres «tienen en común un rasgo fundamental: el
recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en
presencia de Dios hace de todas ellas tiempos fuertes de la vida de oración» (Catecismo,
2699). Un análisis del texto evidencia, por lo demás, que el Catecismo al emplear esa
terminología no hace referencia a tres grados de la vida de oración, sino más bien a dos
vías, la oración vocal y la meditación, presentando ambas como aptas para conducir a esa
cumbre en la vida de oración que es la contemplación. En nuestra exposición nos
atendremos a este esquema.

Oración vocal

La expresión “oración vocal” apunta a una oración que se expresa vocalmente, es decir,
mediante palabras articuladas o pronunciadas. Esta primera aproximación, aun siendo
exacta, no va al fondo del asunto. Pues, de una parte, todo dialogar interior, aunque pueda
ser calificado como exclusiva o predominantemente mental, hace referencia, en el ser
humano, al lenguaje; y, en ocasiones, al lenguaje articulado en voz alta, también en la
intimidad de la propia estancia. De otra, hay que afirmar que la oración vocal no es asunto
sólo de palabras sino sobre todo de pensamiento y de corazón. De ahí que sea más exacto
sostener que la oración vocal es la que se hace utilizando fórmulas preestablecidas tanto
largas como breves (jaculatorias), bien tomadas de la Sagrada Escritura (el Padrenuestro, el
Avemaría...), bien recibidas de la tradición espiritual (el Señor mío Jesucristo, el Veni
Sancte Spiritus, la Salve, el Acordaos...).
Todo ello, como resulta obvio, con la condición de que las expresiones o formulas recitadas
vocalmente sean verdadera oración, es decir, que cumplan con el requisito de que quien las
recita lo haga no sólo con la boca sino con la mente y el corazón. Si esa devoción faltara, si
no hubiera conciencia de quién es Aquél al que la oración se dirige, de qué es lo que en la
oración se dice y de quién es aquél la dice, entonces, como afirma con expresión gráfica
Santa Teresa de Jesús, no se puede hablar propiamente de oración «aunque mucho se
meneen los labios».

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
La oración vocal juega un papel decisivo en la pedagogía de la plegaría, sobre todo en el
inicio del trato con Dios. De hecho, mediante el aprendizaje de la señal de la Cruz y de
oraciones vocales el niño, y con frecuencia también el adulto, se introduce en la vivencia
concreta de la fe y, por tanto, de la vida de oración. No obstante, el papel y la importancia
de la oración vocal no está limitada a los comienzos del diálogo con Dios, sino que está
llamada a acompañar la vida espiritual durante todo su desarrollo.

La meditación

Meditar significa aplicar el pensamiento a la consideración de una realidad o de una idea


con el deseo de conocerla y comprenderla con mayor hondura y perfección. En un cristiano
la meditación –a la que con frecuencia se designa también oración mental– implica orientar
el pensamiento hacia Dios tal y como se ha revelado a lo largo de la historia de Israel y
definitiva y plenamente en Cristo. Y, desde Dios, dirigir la mirada a la propia existencia
para valorarla y acomodarla al misterio de vida, comunión y amor que Dios ha dado a
conocer.

La meditación puede desarrollarse de forma espontánea, con ocasión de los momentos de


silencio que acompañan o siguen a las celebraciones litúrgicas o a raíz de la lectura de
algún texto bíblico o de un pasaje autor espiritual. En otros momentos puede concretarse
mediante la dedicación de tiempos específicamente destinados a ello. En todo caso, es
obvio que –especialmente en los principios, pero no sólo entonces– implica esfuerzo, deseo
de profundizar en el conocimiento de Dios y de su voluntad, y en el empeño personal
efectivo con vistas a la mejora de la vida cristiana. En ese sentido, puede afirmarse que «la
meditación es, sobre todo, una búsqueda» (Catecismo, 2705); si bien conviene añadir que
se trata no de la búsqueda de algo, sino de Alguien. A lo que tiende la meditación cristiana
no es sólo, ni primariamente, a comprender algo (en última instancia, a entender el modo de
proceder y de manifestarse de Dios), sino a encontrarse con Él y, encontrándolo,
identificarse con su voluntad y unirse a Él.

La oración contemplativa

El desarrollo de la experiencia cristiana, y, en ella y


con ella, el de la oración, conducen a una
comunicación entre el creyente y Dios cada vez más
continuada, más personal y más íntima. En ese
horizonte se sitúa la oración a la que el Catecismo
califica de contemplativa, que es fruto de un
crecimiento en la vivencia teologal del que fluye un
vivo sentido de la cercanía amorosa de Dios; en
consecuencia, el trato con Él se hace cada vez más
directo, familiar y confiado, e incluso, más allá de
las palabras y del pensamiento reflejo, se llega a
vivir de hecho en íntima comunión con Él.

«¿Qué es esta oración?», se interroga el Catecismo al


comienzo del apartado dedicado a la oración contemplativa, para contestar enseguida
afirmando, con palabras tomadas de Santa Teresa de Jesús, que no es otra cosa «sino tratar

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama». La
expresión oración contemplativa, tal y como la emplean el Catecismo y otros muchos
escritos anteriores y posteriores, remite pues a lo que cabe calificar como el ápice de la
contemplación; es decir, el momento en el que, por acción de la gracia, el espíritu es
conducido hasta el umbral de lo divino trascendiendo toda otra realidad. Pero también, y
más ampliamente, a un crecimiento vivo y sentido de la presencia de Dios y del deseo de
una profunda comunión con Él. Y ello sea en los tiempos dedicados especialmente a la
oración, sea en el conjunto del existir. La oración está, en suma, llamada a envolver a la
entera persona humana –inteligencia, voluntad y sentimientos–, llegando al centro del
corazón para cambiar sus disposiciones, a informar toda la vida del cristiano, haciendo de él
otro Cristo (cfr. Ga 2,20).

Condiciones y características de la oración

La oración, como todo acto plenamente personal, requiere atención e intención, conciencia
de la presencia de Dios y diálogo efectivo y sincero con Él. Condición para que todo eso
sea posible es el recogimiento. La voz recogimiento significa la acción por la que la
voluntad, en virtud de la capacidad de dominio sobre el conjunto de las fuerzas que integran
la naturaleza humana, procura moderar la tendencia a la dispersión, promoviendo de esa
forma el sosiego y la serenidad interiores. Esta actitud es esencial en los momentos
dedicados especialmente a la oración, cortando con otras tareas y procurando evitar las
distracciones. Pero no ha de quedar limitada a esos tiempos: sino que debe extenderse,
hasta llegar al recogimiento habitual, que se identifica con una fe y un amor que, llenando
el corazón, llevan a procurar vivir la totalidad de las acciones en referencia a Dios, ya sea
expresa o implícitamente.
Otra de las condiciones de la oración es la confianza. Sin una confianza plena en Dios y en
su amor, no habrá oración, al menos oración sincera y capaz de superar las pruebas y
dificultades. No se trata sólo de la confianza en que una determinada petición sea atendida,
sino de la seguridad que se tiene en quien sabemos que nos ama y nos comprende, y ante
quien se puede por tanto abrir sin reservas el propio corazón (cfr. Catecismo, 2734-2741).
En ocasiones la oración es diálogo que brota fácilmente, incluso acompañado de gozo y
consuelo, desde lo hondo del alma; pero en otros momentos –tal vez con más frecuencia–
puede reclamar decisión y empeño. Puede entonces insinuarse el desaliento que lleva a
pensar que el tiempo dedicado al trato con Dios carece sentido (cfr. Catecismo, n. 2728). En
estos momentos, se pone de manifiesto la importancia de otra de las cualidades de la
oración: la perseverancia. La razón de ser de la oración no es la obtención de beneficios, ni
la busca de satisfacciones, complacencias o consuelos, sino la comunión con Dios; de ahí la
necesidad y el valor de la perseverancia en la oración, que es siempre, con aliento y gozo o
sin ellos, un encuentro vivo con Dios (cfr. Catecismo, 2742-2745, 2746-2751).
Rasgo específico, y fundamental, de la oración cristiana es su carácter trinitario. Fruto de la
acción del Espíritu Santo que, infundiendo y estimulando la fe, la esperanza y el amor, lleva
a crecer en la presencia de Dios, hasta saberse a la vez en la tierra, en la que se vive y
trabaja, y en el cielo, presente por la gracia en el propio corazón. El cristiano que vive de fe
se sabe invitado a tratar a los ángeles y a los santos, a Santa María y, de modo especial, a
Cristo, Hijo de Dios encarnado, en cuya humanidad percibe la divinidad de su persona. Y,
siguiendo ese camino, a reconocer la realidad de Dios Padre y de su infinito amor, y a
entrar cada vez con más hondura en un trato confiado con Él.

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
La oración cristiana es por eso y de modo eminente una oración filial. La oración de un hijo
que, en todo momento –en la alegría y en el dolor, en el trabajo y en el descanso– se dirige
con sencillez y sinceridad a su Padre para colocar en sus manos los afanes y sentimientos
que experimenta en el propio corazón, con la seguridad de encontrar en Él comprensión y
acogida. Más aún, un amor en el que todo encuentra sentido.

Tema 12. La Celebración de la Palabra


Celebración de la palabra en ausencia del
sacerdote

Aclaraciones previas: Los NO de la celebración


de la palabra:

· NO se realiza la presentación de los dones de


Pan y Vino.
· NO se reza la Plegaria Eucarística.
· NO se hacen saludos como: "El Señor este con
ustedes"
· NO se hace la bendición de despedida.
· NO se usa la sede presidencial.
· NO se usará el altar para presidir la celebración.

Los SI de la celebración de la palabra:

· SI se toman las oraciones y las lecturas del domingo correspondiente.


· SI se realiza una explicación de las lecturas.
· SI se expone el santísimo antes del Padre Nuestro.
· SI se realiza el saludo de la Paz.

Es muy importante que consideremos estas cosas antes de realizar la celebración, además
tengamos presente que: el ministro que preside la celebración es uno entre iguales, por lo
tanto, no es aquel que por sus méritos ha alcanzado el cargo de ser ministro, sino más bien
es aquel que por gracia de Dios presta el servicio del ministerio eucarístico.

A continuación, se presenta el desarrollo de la celebración, marcando con letra inclinada las


indicaciones correspondientes (rúbricas). La letra M representa al ministro y la A a la
asamblea.

Desarrollo de la celebración

RITOS INICIALES

A. Canto de entrada. (todo esto se realiza desde el Ambón, nunca desde el Altar)
M. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
A. Amén

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M. Bendigamos al Señor porque nos ha reunido nuevamente a celebrarlo en su Palabra y en
su Cuerpo y nos permite crecer cada día en amor a Él y a los hermanos. (se hace un breve
momento de silencio)
M. Antes de recibir la Palabra de Dios y comulgar con Su Cuerpo, le pedimos perdón por
nuestras faltas: (breve silencio)
M. Por nuestras faltas de Fe. Señor ten piedad de nosotros.
A. Señor, ten piedad de nosotros.
M. Por nuestras faltas de Esperanza. Cristo, ten piedad de nosotros.
A. Cristo, ten piedad de nosotros.
M. Por nuestras faltas de Amor. Señor, ten piedad de nosotros.
A. Señor, ten piedad de nosotros. (se pueden utilizar otras fórmulas del Misal)
M. El Señor Todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos
lleve a la vida eterna.
A. Amén.
M. Oremos: (se hace la Oración Colecta del Domingo correspondiente desde el Ambón)
A. Amén. (toda la asamblea se sienta y se introducen las lecturas)

LITURGIA DE LA PALABRA

Primera Lectura
Salmo
Segunda Lectura
Aleluya
Evangelio

M. Escuchemos, hermanos, el Evangelio según San (Mateo, Marcos, Lucas o Juan) (luego
de leer el Evangelio)
M. Palabra del Señor.
A. Gloria a Ti, Señor Jesús. (el ministro NO besa el Evangelio) (el ministro puede hacer su
propia reflexión, leerla de algún lugar adecuado o simplemente hacer un momento de
silencio para la reflexión personal)
M. Confesemos todos nuestra fe rezando juntos el Credo.
A. Creo en Dios...
M. Presentemos todos juntos, por medio de Jesucristo, nuestro camino hacia el Padre, todas
nuestras intenciones.
GUIA. Oración de los fieles (una vez terminadas las Oraciones)
M. Te damos gracias, Señor, porque escuchas las oraciones que te presentamos y todas las
que quedan en lo profundo de nuestro corazón, te pedimos que las recibas de manos de
María y por Jesucristo Nuestro Señor.
A. Amén

RITO DE LA COMUNIÓN

(El ministro extiende el corporal sobre el altar, retira del sagrario el copón con la Eucaristía,
lo deposita en el centro del Altar y hace una genuflexión) (se puede hacer un momento de
Adoración)

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M. Como hijos que somos del mismo Padre y fieles a las enseñanzas de Jesús, nos
atrevemos a decir todos juntos: Padre Nuestro...
M. Dios nos libra de todos los males si hacemos el esfuerzo de vivir en paz con Él y con
nuestros hermanos, con este pensamiento, nos damos fraternalmente la Paz.
(Intercambiamos en saludo de la Paz) (el ministro abre el copón, hace una genuflexión y
muestra el Pan Eucarístico a todos)
M. Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, felices nosotros, los
invitados a la mesa del Señor.
A. Señor no soy digno... (antes de comulgar el ministro dice)
M. El cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna. (el ministro distribuye la Eucaristía)
M. El cuerpo de Cristo.
A. Amén. (terminada la distribución de la Eucaristía, el ministro guarda el Sacramento en el
sagrario, hace una genuflexión y vuelve a su lugar)

RITO DE DESPEDIDA

M. Oremos: (se hace la oración poscomunión del Domingo correspondiente)


A. Amén.
M. Pidamos todos juntos la bendición del Señor: El Señor nos bendiga en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
A. Amén.

GUIA: Nos despedimos cantando a María.

PARA LLEVAR LA EUCARISTÍA A LOS ENFERMOS

(Se presenta un breve esquema de celebración con los enfermos, esto no significa que no se
pueda usar otra o hacerla más libre)

M. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


A. Amén. (nos preparamos para escuchar el Evangelio)
M. Escuchen, hermanos, el Evangelio según san N. (finalizado la lectura del Evangelio).
M. Palabra del Señor.
A. Gloria a Ti, Señor Jesús. (es recomendable omitir la reflexión) (el ministro muestra la
Eucaristía y dice:)
M. Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Felices los invitados a la
mesa del Señor.
A. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme. (el ministro distribuye la comunión al/los enfermos)
M. Oremos: Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Te suplicamos con viva fe, que el
santísimo cuerpo de tu Hijo Jesucristo que nuestro/a hermano/a ha recibido, le sirva para
bien de su alma y de su cuerpo, y como remedio para alcanzar la Vida Eterna. Por
Jesucristo nuestro Señor. A. Amén.

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Tema 13: Gestos y símbolos


litúrgicos.
LOS COLORES

¿Por qué y para qué los diversos


colores en la celebración litúrgica. El
color como uno de los elementos
visuales más sencillo y eficaces,
quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe. Su lenguaje simbólico nos ayuda a penetrar
mejor en los misterios celebrados:
"La diversidad de colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más
eficacia, aun exteriormente tanto las características de los misterios de la fe que se celebran
como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico." (Misal romano
- IGMR 307)

Los colores actuales de nuestra celebración:


Actualmente el Misal (IGMR) ofrece este abanico de colores en su distribución del Año
Litúrgico:

a) Blanco:
Es el color privilegiado de la fiesta cristiana y el color más adecuado para celebrar:
-La Navidad y la Epifanía
-La Pascua en toda su cincuentena
-Las Fiestas de Cristo y de la Virgen, a no ser que por su cercanía al misterio de la Cruz se
indique el uso del rojo. -Fiestas de ángeles y santos que no sean mártires.
-Ritual de la Unción
-Unción y el Viático

b) Rojo:
Es el color elegido para:
-La celebración del Domingo de Pasión (Ramos) y el Viernes Santo, porque remite
simbólicamente a la muerte martirial de Cristo.
-En la Fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu es fuego y vida.
-Otras celebraciones de la Pasión de Cristo, como la fiesta de la Exaltación de la Cruz.

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-Las fiestas de los Apóstoles, Evangelistas y Mártires, por su cercanía ejemplar y
testimonial a la Pascua de Cristo.
-La Confirmación (Ritual Nº 20) se puede celebrar con vestiduras rojas o blancas
apuntando al misterio del espíritu o a la fiesta de una iniciación cristiana a la Nueva Vida.

c) Verde:
El verde como color de paz, serenidad, esperanza se utiliza para celebrar el Tiempo
Ordinario del Año Litúrgico. El Tiempo ordinario son esas 34 semanas en las que no se
celebra un misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la salvación y
sobre todo el misterio semanal del Domingo como Día del Señor.

d) Morado:
Este color que remite a la discreción, penitencia y a veces, dolor, es con el que se distingue
la celebración del:
-Adviento y la Cuaresma
-las celebraciones penitenciales y las exequias cristianas.

e) Negro:
Que había sido durante los siglos de la Edad Media el color del Adviento y la Cuaresma, ha
quedado ahora mucho más discretamente relegado: queda sólo como facultativo en las
exequias y demás celebraciones de difuntos.

f) Rosa:
El color rosa, que no había cuajado en la historia para la liturgia, queda también como
posible para dos domingos que marcan el centro del Adviento y la Cuaresma: el domingo
"Gaudete" (3º de Adviento) y el domingo "Laetare" (4º de Cuaresma).

g) Azul:
Con sus resonancias de cielo y lejanía es desde el siglo pasado un color privilegiado para
celebrar en España la solemnidad de la Inmaculada, aunque en el misal romano no
aparezca.

EL FUEGO
En nuestras celebraciones:
- Aparece en forma de lámparas y cirios encendidos
durante la celebración o delante del sagrario.

Aparte del simbolismo de la luz entra aquí también


esa misteriosa realidad que se llama fuego: la llama
que se va consumiendo lentamente mientras
alumbra, embellece, calienta, dando sentido familiar
a la celebración.

- Vigilia de Pascua: Es la celebración que queda


enriquecida de modo más explícito con el
simbolismo del fuego. La hoguera que arde fuera de
la Iglesia y de la que se va a encender el Cirio
Pascual remite intensamente al triunfo de la luz sobre la tiniebla, del calor sobre el frío, de

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la vida sobre la muerte. De allí partirá la procesión con su festivo grito: "Luz de Cristo", y
la luz se irá comunicando progresivamente a cada uno de los participantes.
El simbolismo de la luz está realmente muy aprovechado en el lenguaje festivo de la Noche
Pascual. Pero en su raíz está el fuego que tiene sus direcciones propias y riquísimas.

Su simbolismo natural

El lenguaje del fuego tiene en nuestra sensibilidad humana y social, una interesante serie de
sentidos.
El fuego calienta, consume, quema, ilumina, purifica, es fuente de energía. Es origen de
innumerables beneficios para la humanidad, pero también destruye, castiga, asusta y mata.
Es un elemento bienhechor, pero a la vez peligroso. Un rayo o un incendio pueden generar
calamidades enormes. Sin el fuego no podemos vivir, pero puede causarnos también la
muerte. No es nada extraño que en torno a este misterioso elemento natural se haya creado
todo un simbolismo:
-Para expresar la presencia misma de la divinidad, invisible pero fuerte, incontrolable,
purificadora, castigadora,
-o para designar los sentimientos humanos, como la pasión, que está escondida pero que
puede alcanzar una fuerza inaudita, para bien o para mal: el amor, el odio, el
entusiasmo...etc.
-El fuego es también la imagen del calor familiar, el crepitar de la llama en el hogar ilumina
la vida, ahuyenta el frío, da alegría y sensación de bienestar.

En la Revelación:
Para saber toda la densidad de significado que el fuego puede llegar a tener y lo que puede
expresar también en nuestras celebraciones, no hay mejor medio que repasar, que de lo que
él dice el Antiguo y Nuevo Testamento.

Ante todo, el fuego sirve para expresar de algún modo lo que es imposible de expresar:
la presencia misteriosa de Dios mismo en la historia humana. Recordemos el misterioso
episodio de la zarza que arde sin consumirse (Ex 3). Moisés se acerca a un lugar que en
seguida reconoce como sagrado, y oye la voz "Yo soy el Dios de Abraham...".

También es con el fuego con el que se simboliza el juicio de Dios, como el fuego que
penetra a todo ser existente, lo pone en evidencia, lo purifica o lo castiga. (Véase: Dan.
7,10; Gen 19 ; Is 66,16)

EL INCIENSO
¿Qué quiere simbolizar el incienso?
Lo que el incienso quiere significar en nuestra liturgia nos lo han ido explicando los varios
documentos con sus explicaciones.
El incienso crea una atmósfera agradable y festiva en torno a lo que se inciensa, a la vez
que crea un aire entre misterioso y sagrado por la sutil impalpabilidad de su perfume y de
su humo.
Expresa elegantemente el respeto y la reverencia hacia una persona o hacia algún símbolo
de Cristo.
Pero más en profundidad indica la actitud de oración y elevación de la mente hacia Dios. Ya
el Salmo 140 nos hace decir: "suba mi oración como incienso en tu presencia".

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El incienso es símbolo, sobre todo, de la actitud de ofrenda y sacrificio de los creyentes
hacia Dios. El incienso une de algún modo a las personas con el altar, con sus dones y sobre
todo con Cristo Jesús que se ofrece en sacrificio.
¿A quiénes se inciensa?
-El Misal Romano sugiere con libertad el uso del incienso en estos momentos de la Misa:
Durante la procesión de entrada
Al comienzo de la Misa para incensar el altar
En la procesión y proclamación del evangelio
En el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, el presidente y el pueblo cristiano
En la ostensión del Pan consagrado y del Cáliz después de la consagración (IGMR 235)
a) Llevar incienso en la procesión de entrada e incensar el altar que va a ser el centro
de la celebración eucarística, puede indicar el respeto al lugar, a las personas y al altar, o
simplemente significar el tono festivo y sagrado de la acción que empieza. Pero el Misal
no da demasiado relieve a este primer gesto: siempre se ha considerado más importante la
incensación del altar en el ofertorio.
b) La incensación del evangelio fue entrando a partir del siglo XI como signo de honor y
respeto hacia Aquél cuyas palabras vamos a escuchar. El Misal (IGMR 33 y 35) explica por
qué en el momento del evangelio se acumulan los signos de especial veneración: el lector
ordenado, la postura de pie, el beso y otras muestras de honor entre las que hay que
recordar el incienso.
c) El uso del incienso en el ofertorio tiene especial interés. El altar y las ofrendas de pan
y vino sobre él se inciensan "para significar de este modo que la oblación de la Iglesia y su
oración suben ante el trono de Dios como el incienso" (IGMR 51).
En este momento "también el sacerdote y el pueblo pueden ser incensados". Junto con el
pan y el vino ofrecidos sobre el altar, y que son incensados, también el presidente se ofrece
a sí mismo, y con él toda la comunidad y así se convierten ellos mismos en ofrenda y
sacrificio, unidos e incorporados al sacrificio de Cristo. Son las personas, principalmente,
las que vienen a ser simbolizadas como ofrenda y homenaje a Dios, con el gesto del
incienso. Si nada más fuera un gesto de honor, se quedaría la asamblea sentada mientras la
inciensan. En cambio, se pone de pie para indicar su actitud positiva, comprometida, de
unión espiritual con las ofrendas eucarísticas.
d) En la consagración el acto de la incensación manifiesta al Señor mismo. Todas las
incensaciones se dirigen a los signos sacramentales de la presencia del Señor: el altar, la
cruz, el libro del evangelio, el presidente, la asamblea. Ahora se inciensa el pan y el vino
consagrados, el signo central y eficaz de la auto-donación de Cristo.

LA IMPOSICIÓN DE MANOS

En el Nuevo Testamento la acción e imponer sobre la cabeza


de uno las manos tiene significados distintos, según el
contexto en el que se sitúe. Ante todo, puede ser
la bendición que uno transmite a otro, invocando sobre él la
benevolencia de Dios.
Así, Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por
ellos.

La despedida de Jesús en su Ascensión se expresa también


con el mismo gesto: "alzando las manos los bendijo" (Lc 24,50).

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Es una expresión que muchas veces se relaciona a la curación. Jairo pide a Jesús: "Mi hija
está a punto de morir; ven impón tus manos sobre ella para que se cure y viva" (Mc 5,23).
Imponer las manos sobre la cabeza de una persona, significa en muchos otros
pasajes, invocar y transmitir sobre ella el don del Espíritu Santo para una misión
determinada. Así pasa con los elegidos para el ministerio de diáconos en la comunidad
primera: "hicieron oración y les impusieron las manos" (Act 6,6).
Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene
particular énfasis.

Ante todo, cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al
Espíritu (epíclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones
con la efusión de tu Espíritu".
La Bendición Final es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere
especial énfasis.
Este gesto nos habla también del don de Dios y la mediación eclesial:
Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una
cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a
la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del
mismo don divino a estas criaturas.
La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es
representada sacramentalmente por la, mano de un ministro de la Iglesia, extendida con
humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere
santificar.

EL SALUDO DE LA PAZ
El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la
Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de
participar de un mismo pan" (IGMR 56b).

a) Se trata de la paz de Cristo: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del
Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros
con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor.
b) Un gesto de fraternidad cristiana y eucarística: Un gesto que nos hacemos unos a
otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a Cristo nos debemos sentir
hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la
Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un
gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la
amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el
vino.

EL SACERDOTE BESA EL LIBRO DE LOS EVANGELIOS


Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "Las palabras del Evangelio borren nuestros
pecados". Esta frase expresa el deseo de que la Palabra evangélica ejerza su fuerza
salvadora perdonando nuestros pecados. Besar el Evangelio es un gesto de fe en la
presencia de Cristo que se nos comunica como la Palabra verdadera.

LA SEÑAL DE LA CRUZ

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No nos damos mucha cuenta, porque ya estamos acostumbrados a ver la Cruz en la Iglesia,
en nuestras casas, pero la Cruz es una verdadera cátedra, desde la que Cristo nos predica
siempre la gran lección del cristianismo.

La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo,
sobre la vida cristiana.
La Cruz es todo un discurso: Nos presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios
que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Cristo que es juez y Señor, pero a la
vez siervo, que ha querido llegar a la entrega total de sí mismo, como imagen plástica del
amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua - muerte y resurrección-
ha dado al mundo la reconciliación.

Los cristianos con frecuencia hacemos con la mano la señal de la Cruz, o nos la hacen
otros, como en el caso del bautismo o de las bendiciones.

Es un gesto sencillo pero lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera
confesión de fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de
posesión: al hacer sobre nuestras personas este signo es como si dijéramos: "estoy
bautizado, pertenezco a Cristo, Él es mi Salvador, la cruz de Cristo es el origen y la razón
de ser de mi existencia cristiana...".
Los cristianos debemos reconocer a la Cruz todo su contenido para que no sea un símbolo
vacío. Y entonces sí, puede ser un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de
vida que Cristo nos enseñó. Si entendemos la Cruz y nuestro pequeño gesto de la señal de
la Cruz es consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección
buena.

EL AGUA
El agua es una realidad que ya humanamente tiene muchos valores y sentidos: sacia la sed,
limpia, es fuente de vida, origina la fuerza hidráulica...También nos sirve para simbolizar
realidades profundas en el terreno religioso la pureza interior, sobre todo. Por eso se
encuentran las abluciones o los baños sagrados en todas las culturas y religiones (a orillas
del Ganges para los indios, del Nilo para los egipcios, del Jordán para los judíos).
Para los cristianos el agua sirve muy expresivamente para simbolizar lo que Cristo y su
salvación son para nosotros: Cristo es el "agua viva" que sacia definitivamente nuestra sed
(coloquio con la samaritana: Jn 4); el agua sirve también para describir la presencia
vivificante del Espíritu (Jn 7, 37-39) y para anunciar la felicidad el cielo (Apoc 7, 17; 22,
1).
En nuestra liturgia es lógico que también se utilice este simbolismo. A veces se usa el agua
sencillamente con una finalidad práctica: por ejemplo, en las abluciones de las manos
después de ungir con los Santos Oleos o de los vasos empleados en la Eucaristía. Otras
veces un gesto que en su origen había sido "práctico" ha adquirido ahora un simbolismo:
como la mezcla del agua en el vino, que en siglos pasados era necesario por la excesiva
gradación del vino, y que luego adquirió el simbolismo de nuestra humanidad incorporada a
la divinidad de Cristo.

Pero el agua tiene muchas veces un sentido simbólico: lavarse las manos para indicar la
purificación que el sacerdote más que nadie necesita, o lavar los pies para expresar la
actitud de servicio. Sobre todo, el agua nos hace celebrar significativamente el Bautismo

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con el gesto de la inmersión en agua (bautismo significa inmersión" en griego): porque es
un sacramento que nos hace sumergirnos sacramentalmente en Cristo, en su muerte y
resurrección, y nos engendra a la vida nueva. La aspersión de la comunidad con agua en la
Vigilia Pascual, o en el rito de entrada de la Eucaristía dominical, o el santiguarse con agua
al entrar en la Iglesia, son recuerdos simbólicos del Bautismo. También el hecho de las
casas (de las casas, de los objetos, de las personas) o el gesto de aspersión en las exequias
se realicen con agua, quiere prolongar el simbolismo purificador y vitalizador del
Bautismo.

En el rito de la Dedicación de iglesias se asperjan con agua las paredes, el altar y finalmente
el pueblo cristiano: siempre con la misma intención "bautismal", que coenvuelve a las
personas, al edificio y a los objetos de nuestro culto. Todo queda incorporado a la Pascua
de Cristo. Otro significado del simbolismo del agua es su cualidad de apagar la sed del
hombre. Sed que no es sólo material, sino que muy expresivamente puede referirse s los
deseos más profundos del ser humano: la felicidad, la libertad, el amor, etc.

LAS CAMPANAS
Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la
convocatoria de la comunidad. Desde el sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada de
los fundidores de campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las
campanillas se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son
instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre.

Cuando los cristianos pudieron construir iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla de
torres y campanarios adosados a las iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente
en un elemento muy expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración
cristiana. También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo
XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la
celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para
avisar de un momento -por ejemplo, la consagración sino para darle simbólicamente realce
festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual.

Los nombres latinos de "signum" o "tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia el siglo
VI, en el de "vasa campana", seguramente porque las primeras fundiciones derivan de la
región italiana de Campania. Las campanas del campanario convocan a la comunidad
cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la
oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la
defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique
gozoso anuncian las fiestas. Y así se convierten en un "signo hecho sonido" de la identidad
de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una
sociedad que puede estar destruida. Como también el mismo campanario, con su silueta
estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra
vida. El Bendicional (nn. 1142-1162) ofrece textos muy expresivos para la bendición de las
campanas, motivando bien su sentido y convirtiendo el rito en una buena ocasión para
entender mejor la identidad de una comunidad cristiana y sus ritmos de vida y oración.

EL CANTO

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El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida social como en la
cultico-religiosa, el canto no sólo expresa, sino que en algún modo realiza los sentimientos
interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. "No ha de ser considerado el
canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien
como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH 270).
El canto hace comunidad, al expresar más válidamente el carácter comunitario de la
celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica.
El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: "nada más festivo y
más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y
su piedad por el canto" (MS 16).
El canto es una señal de euforia. El canto tiene en la liturgia una función "ministerial": no
es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su placer estético y artístico.
Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra.
A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a
expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración. Así el canto se
convierte de verdad en "sacramento", tanto de lo que nosotros sentimos y queremos decir a
Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él.

LA CENIZA
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy
fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de
humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los
habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y
ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer
domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que sigue al
carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la
cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que
nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de
preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua
y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre
viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente:
"Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al
polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien
nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida
que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.

EL CIRIO PASCUAL
Del latín "cereus", de cera, el producto de las abejas. Ya hablamos en la voz "candelas
candelabros" sobre el uso humano y el sentido simbólico de la luz que producen los cirios,
y también del uso que en la liturgia cristiana hacemos de ese simbolismo. El cirio más
importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de la luz de Cristo, y
los cirios que se reparten entre la comunidad, para significar nuestra participación en esa
misma luz. El Cirio Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más
expresivos de la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y
empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente preparada se enciende el
Cirio, que tiene una inscripción en forma de Cruz, acompañada de la fecha y de las letras
Alfa y Omega, la primera y la última del agabeto griego, para indicar que la Pascua de

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Cristo, principio y fin del tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza siempre nueva
en el año concreto en que vivimos. En la procesión de entrada se canta por tres veces la
aclamación al Cirio: "Luz de Cristo. Demos gracias a Dios", mientras progresivamente se
van encendiendo los cirios de los presentes. Luego se coloca en la columna o candelero
que va a ser su soporte, y se entona en torno de él, después de incensarlo, el solemne
Pregón Pascual.
Además del símbolo de la luz, se le da también el de la ofrenda: cera que se gasta en honor
de Dios, esparciendo su luz: "Acepta, padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama,
que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de
Dios... Te rogamos que este Cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir
la oscuridad de esta noche..."
Lo que van anunciando las lecturas, oraciones y cantos, el Cirio lo dice con el lenguaje
humilde pero diáfano de su llama viva. La Iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo, el
Esposo, con la lámpara encendida en la mano, gozándose con él en la noche victoriosa de
su Pascua.
El Cirio estará encendido en todas las celebraciones durante las siete semanas de la
cincuentena, al lado del ambón de la Palabra, hasta terminar el domingo de Pentecostés.
Luego, durante el año, se encenderá en la celebración de los bautizos y de las exequias, el
comienzo y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de
todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a la luz de la vida
eterna.

LA COLECTA
La palabra "colecta" viene del latín "collecta, colligere", "recogida, recoger". Se aplica ante
todo a la reunión de la comunidad para la Eucaristía dominical o para las asambleas
"estacionales" en Cuaresma. También se llama "colecta" a la recogida de dinero o de dones
en el ofertorio, a la que alude Pablo (1 Cor 16, 1-2).
Pero su uso más técnico es el referido a la "oración colecta" al principio de la Misa. Este
nombre pudiera tener dos direcciones: o bien porque se pronuncia cuando ya está la
comunidad reunida (oración de reunión, concluyendo el rito de entrada), o porque su
finalidad es recoger y resumir las peticiones de cada uno de los presentes. También se
aplica este nombre a las "oraciones Sálmicas", que "sintetizan los sentimientos de los
participantes" en el rezo de los salmos (Cf IGLH 112). La expresión "colligere
ortationem", usual en los primeros siglos en la salmodia comunitaria, quería decir "recoger
en una oración las intenciones de los que habían rezado el salmo". De ahí las "colectas
Sálmicas".
El Misal de Pablo VI llama "colecta" a la primera oración de la Misa y describe así su
dinámica: "El sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen
un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular sus
súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta, y el pueblo
contesta amén" (IGMR 32). Es la primera oración importante del presidente, que, de pie,
con los brazos extendidos, y en nombre de la comunidad, dirige su súplica a Dios. Las de
nuestro Misal son fieles al estilo claro y conciso de la liturgia romana, con una invocación a
Dios, muchas veces enriquecida con la alusión al tiempo litúrgico o la fiesta celebrada para
proseguir con una súplica y concluir apelando a la mediación de Cristo.
El libro que durante siglos reunía estas oraciones de la Misa o del Oficio Divino, antes de
su inclusión en el libro único del Misal o del Breviario, se llamó "Colectario".

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EL MOMENTO DE LA COMUNIÓN
De la palabra latina "communio", acción de unir, de asociar y participar (correspondiente a
la griega "koinonía") "comunión" significa la unión de las personas, o de una comunidad, o
la comunión de los Santos en una perspectiva eclesial más amplia, o la unión de cada uno
con Cristo o con Dios.
Aquí la miramos desde el punto de vista eucarístico: la participación de los fieles en el
Cuerpo y Sangre de Cristo. Este es el momento en verdad culminante de la celebración de
la Eucaristía. Después de que Cristo se nos ha dado como palabra salvadora, ahora, desde
su existencia de Resucitado, se quiere hacer nuestro alimento para el camino de nuestra
vida terrena y como garantía de la eterna.
La comunión tiene a la vez sentido vertical, de unión eucarística con Cristo, y horizontal, de
sintonía con la comunidad eclesial. Por eso la "excomunión" significa también la exclusión
de ambos aspectos. El Misal (IMGR 56) invita a una realización lo más expresiva posible
de la comunión eucarística:
a. con una oración o un silencio preparatorio, por parte del presidente y de la
comunidad;
b. una procesión desde los propios lugares hacia el ámbito del altar,
c. mientras se canta un canto que une a todos y les hace comprender más en
profundidad el misterio que celebran,
d. la invitación oficial a acercare a la mesa del Señor: "Este es el Cordero de Dios",
invitación que apunta al banquete escatológico del cielo ("dichosos los invitados a
la Cena del Cordero"),
e. la mediación de la Iglesia en este gesto central (no "coge" la comunión cada uno,
sino que la recibe del ministro),
f. con un diálogo que ahora ha vuelto a la expresiva sencillez de los primeros siglos
("el Cuerpo de Cristo. Amén", "la Sangre de Cristo, Amén")
g. con pan que aparezca como alimento, consagrado y partido en la misma Misa, para
significar también la unidad fraterna de los que participan del mismo sacrificio de
Cristo,
h. recibido en la mano o en la boca, a voluntad del fiel, allí donde los Episcopados lo
hayan decidido (en España desde el 1976, en Italia desde 1989, en México desde
1978),
i. a ser posible también participando del vino, que expresa mejor que Cristo nos hace
partícipes de su sacrifico pascual en la cruz y de la alegría escatológica, y
j. con unos momentos de interiorización después de la comunión. Casos especiales
son el de la primera comunión, en la que los cristianos participan por primera vez
plenamente de la celebración eucarística de la comunidad: no sólo en sus oraciones,
lecturas y cantos, sino también en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

Tiene especial sentido la Comunión llevada a los enfermos, ahora eventualmente por medio
de los ministros extraordinarios de la comunión, a ser posible como prolongación de la
celebración comunitaria dominical. Particular relieve merece la comunión que se recibe
como viático, en punto de muerte.

Y finalmente, la comunión recibida fuera de la Misa, caso repetido sobre todo en lugares
donde no pueden participar diaria ni siquiera dominicalmente de la Eucaristía completa,
pero sí escuchar la palabra, orar en común y comulgar, en las condiciones que establecen el

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"Ritual del culto y de la comunión fuera de la Misa" (1973) y la instrucción "Inmensae
cariatis" (1973). Respecto a repetir la comunión el mismo día, según el Código de Derecho
Canónico (c. 917), "quien ya ha recibido la santísima Eucaristía puede de nuevo recibirla el
mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe", norma que ha
recibido la interpretación oficial de que se puede hacer "una segunda vez".

COMER EL PAN:

Juntamente con el "beber", el "comer" es el gesto central de la Eucaristía cristiana. Si el


Antiguo Testamento empieza con el "no coman" del Génesis, en el Nuevo Testamento
escuchamos el testamento: "tomen y coman". Y si entonces la consecuencia era: "el día que
comas de él, morirás", ahora la promesa es la contraria: "el que come... tiene vida eterna".
El comer, ya humanamente, tiene el valor del alimento y la reparación de las fuerzas. Pero
a la vez tiene connotaciones simbólicas muy expresivas: comer como fruto del propio
trabajo, comer en familia, comer con los amigos, comer en clima de fraternidad, comer con
sentido de fiesta. En el contexto cristiano de la Eucaristía, el comer tiene igualmente varios
sentidos. Al comer el pan, estamos convencidos de que nos alimentamos con el Cuerpo de
Cristo. Su palabra ("esto es mi Cuerpo") sigue eficaz y su Espíritu es el que ha dado a ese
pan que hemos depositado sobre el altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del Señor
glorificado, que ha querido se nuestro alimento. Este es el primer sentido que Cristo ha
querido dar a la comida eucarística: "mi carne es verdadera comida". El es el "viático", el
alimento para el camino de los suyos.

También hay otros valores y gracias que Cristo expresa en el evangelio con este simbolismo
de la comida: el perdón, la alegría del reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad del
Reino futuro. Basta recordar la parábola del hijo pródigo, acogido en casa con una buena
comida; o la de las bodas del rey; o la multiplicación de los panes y peces en el desierto, o
la expresiva presencia de Jesús en comidas en casa de Zaqueo, de Mateo, del fariseo, de
Lázaro. Y las comidas de Jesús con sus discípulos, tanto antes como después de la Pascua,
que ellos recordarán muy a gusto. (Cf Hech 10,40).
Además, Pablo entenderá la comida como símbolo de la fraternidad eclesial. el pan de la
Eucaristía, además de unirnos a Cristo, participando de su Cuerpo, es también lo que
construye la comunidad: "un pan y un cuerpo somos, ya que participamos de un solo Pan"
(1 Cor 10,16-17). "Comer con" por ejemplo con los cristianos procedentes del paganismo,
es un signo expresivo y favorecedor de la unidad de todos en la Iglesia, sea cual sea su
origen (Cf la discusión entre Pablo y Pedro en Hech 11,3 y Gál 2,12).

PARTIR EL PAN

El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo conocemos todos. La cena judía, sobre todo
la pascual, comenzaba con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para repartirlo
a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios.

Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a la vez el sentido familiar de solidaridad en el
mismo pan. Muchos hemos conocido cómo en nuestras familias el momento de partir el
pan al principio de la comida se consideraba como un pequeño pero significativo rito.
Como el que se hace solemnemente cuando unos novios parten el pastel de bodas y los van
repartiendo a los comensales que los acompañan.

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Cristo también lo hizo en su última cena: "Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo
dio...". Más aún: fue este el gesto el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su
encuentro con Jesús Resucitado. "Le reconocieron al partir el pan". Y fue este el rito
simbólico que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación.
Primer significado de este gesto: el Cuerpo "entregado roto" de Cristo
La fracción del pan puede tener, ante todo, un sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan
que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la
última donación, en la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta
dirección: "se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es partido, pero no
se disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a los que participan de él,
los santifica".
Segundo significado: Signo de la unidad fraterna

El Misal Romano explica:

"por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles" (IGMR 48)
"el gesto de la fracción del pan que era el que servía en los tiempos apostólicos para
denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de la
unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se
distribuye entre hermanos" (IGMR 283).

LOS GOLPES DE PECHO


Gesto penitencial y de humildad. Es uno de los gestos más populares al menos en cuanto a
expresividad.
Así describe Jesús al publicano (Lc 18, 9-14). El fariseo oraba de pie: "no soy como los
demás"... "En cambio el publicano no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador".
Cuando para el acto penitencial al inicio de nuestra Eucaristía elegimos la fórmula "Yo
confieso", utilizamos también nosotros el mismo gesto cuando a las palabras "por mi culpa,
por mi culpa, por mi gran culpa" nos golpeamos el pecho con la mano.

Y es también la actitud de la muchedumbre ante el gran acontecimiento de la muerte de


Cristo: "y todos los que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se
volvieron golpeándose el pecho..." (Lc 23,48)

ARRODILLARSE
Estar de rodillas es una actitud de humildad. Expresa arrepentimiento y penitencia. Nos
recuerda a Pedro cayendo de rodillas y exclamando: "Apártate de mí, Señor, que soy un
pecador" (Lucas 5,8). Pero el cristiano se arrodilla ante Dios precisamente porque el es
Dios, el único Señor del universo. Es un signo de Adoración que da a la oración un acento
muy particular. (Haga la prueba de arrodillarse, inclinar la cabeza y juntar las manos en
actitud de súplica...)
Este sentido de adoración tiene hacer la genuflexión cuando entramos en la iglesia o delante
del sagrario (allí donde hay una lamparita encendida para señalar que está Jesús presente en
la Eucaristía).

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San Pablo se refiere a esta actitud en Efesios 3,14: "Doblo mis rodillas delante del Padre de
quien procede toda paternidad" y el mismo Jesús "puesto de rodillas" oró durante su agonía
en Getsemaní (Mt. 26,39).

PONERSE DE PIE
Es la postura más usada en la Misa. Al orar de pie los cristianos "significamos" nuestra
dignidad de hijos de Dios. Como tenemos en nosotros el Espíritu que nos hace exclamar
"Abba", "nos atrevemos" a llamar a Dios "Padre" y estar de pie delante de él. Es una actitud
de cariñosa confianza hacia Dios a quien vemos, sobre todo, como Padre.
Es una actitud que indica "prontitud", estar disponible, preparado para la acción. Por tanto,
indica decisión y voluntad para seguir al Señor. Desde el comienzo fue la actitud general de
los cristianos: orar de pie, con los brazos extendidos (o levantados) y mirando hacia el
oriente (a la salida del sol).
Es también señal de alegría. Durante el primer milenio, los cristianos tuvieron prohibido
arrodillarse en la liturgia de los domingos, pues -como sabemos- el día del Señor
conmemora la Pascua, la Resurrección de Jesús.
Así como la muerte es "estar postrado", la resurrección es un levantarse, un "volver a estar
de pie". Por eso esta postura manifiesta también nuestra fe en Jesús resucitado.

EL SACERDOTE SE LAVA LAS MANOS ANTES DE LA CONSAGRACIÓN


Lo hace como gesto de purificación. El sacerdote se lava las manos para pedirle a Dios que
lo purifique de sus pecados.

LAS GOTAS DE AGUA EN EL VINO


Con este signo el sacerdote le pide a Dios que una nuestras vidas a la suya. AI momento de
preparar sobre el Altar el pan y el vino "el Diácono u otro ministro, pasa al sacerdote la
panera con el pan que se va a consagrar; vierte el vino y unas gotas de agua en el cáliz."
(Misal Romano Nº 133). El instante en que se echa el agua se acompaña con una oración
que se dice en secreto: "El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida
divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.
San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió sobre este gesto litúrgico, lo siguiente:
"en el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando
en el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo se junta a Cristo, y el pueblo de los
creyentes se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual unión y conjunción del agua y del
vino de tal modo se mezcla en el cáliz del Señor que aquella mezcla no puede separarse
entre sí.
Por lo que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno sólo ofrece vino, la Sangre
de Cristo empieza a estar sin nosotros, y si el agua está sola el pueblo empieza a estar sin
Cristo. Más cuando uno y otro se mezclan y se unen entre sí con la unión que los fusiona,
entonces se lleva a cabo el sacramento espiritual y celestial" (Carta Nº 63, 13).

Tema 14. La exposición del Santísimo


Imagina que se te acerca el presidente o presidenta de tu país, que viene caminando por tu
calle y, sin anunciarlo, toca la puerta de tu casa. Aunque no sea de tu completo gusto y
color político, por el solo hecho de ser la máxima autoridad civil, lo respetas, te excusas si
es que tienes la casa desordenada, le ofreces algo. En cambio, si viene uno de tus padres
le abres la puerta y lo dejas entrar, y si quiere comer algo le dices que puede servirse y
abrir el refrigerador pues es de la casa, es alguien de mucha confianza. A no ser que tengas
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una relación lejana y distante con tus padres, lo más
probable es que recibas su visita con cariño y no con los
nervios, el temor y el cuidado que tendrías al recibir al
presidente de tu país.
Cuando nos acercamos al Santísimo Sacramento del
Altar, tenemos dos opciones: lo tratamos como al
presidente o pensamos en Él como nuestro papá. Y
es que Jesús se ha quedado con nosotros precisamente
para anular las distancias. Él sabe que los humanos
somos limitados y necesitamos estar frente a alguien
para entablar amistad. De hecho, cuando decimos que
vamos a visitar al Santísimo, expresamos que vamos a
ver a una persona, que no es lo mismo que ir a mirar cómo crecen las plantas del jardín o ir
a ver una exposición artística, no; vamos de visita, a compartir nuestro tiempo con alguien
especial.
Nosotros los católicos visitamos el Santísimo, no porque vamos a acompañar al pobre Jesús
que está solo en el altar, sino porque es Él quien ha querido quedarse en medio de
nosotros, no solo como un recordatorio, sino para que siga actuando en nuestras vidas
como lo hizo hace dos mil años, porque desea seguir amando a la humanidad suplicante y
necesitada, y porque, día tras día, quiere ofrecer su vida por la nuestra. Es bajo esa mirada
cercana y amorosa con la que somos invitados a diario a unirnos al Señor, quien quiere no
solo vernos de rodillas frente a Él, sino que mientras estemos ahí, quiere transformar
nuestro corazón. Es por eso que te compartimos tres cosas que ocurren en la vida de un
cristiano que frecuenta a Jesús Sacramentado en adoración.

1. La adoración corrige nuestra perspectiva de las cosas


Nos gusta quedarnos con las promesas lindas que nos dio el Señor, pero Jesús nos prometió
también una cosa que preferimos olvidar, pues nos es incómoda: «En el mundo tendrán
tribulación, pero ánimo, yo he vencido al mundo» (Juan 16, 34b).
Es una realidad: todos tenemos problemas, grandes o pequeños. Algunos tienen problemas
económicos, otros de salud, unos tienen problemas en el trabajo o en la familia. El tamaño
real de las situaciones en nuestra vida y las reales dimensiones de Dios a menudo se nos
confunden. Tenemos un altar en nuestro corazón en donde vamos intercambiando ídolos a
lo largo del día. Los adoramos, les rendimos culto, les ofrecemos sacrificios para que se
dispongan a nuestro favor. Generalmente, cuando ya no hay salidas, ponemos a Dios al
centro, lo entronamos para que se haga cargo, pero hacemos altares pequeños para que esas
otras deidades se mantengan presentes. Muchas veces, nuestra vida espiritual gira en torno
a situaciones en vez de girar en torno a Dios.
Cuando estamos delante de Dios y le cantamos alabanzas recordándole lo hermoso que es,
lo grande que es, lo Todopoderoso que es y todas esas cosas que reconocemos como parte
de su identidad, no lo hacemos porque Él sufra de una especie de alzheimer egocéntrico que
no le permita recordar sus virtudes. Él ya se las sabe y no es preciso que le refresquemos la
memoria, pero nosotros sí necesitamos recordar quién es nuestro Dios y cuán grande es
su poder. Necesitamos recordar cuán grande es Él.
«Grande es Yahvé, muy digno de alabanza, su grandeza carece de límites» (Salmo 145, 3).

2. La adoración nos da un corazón agradecido

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
Nos cuesta reconocer lo bueno que Dios ha sido con nosotros, pues nos hacemos
un checklist de los dones que le hemos pedido y se los agradecemos conforme nos los vaya
concediendo. Pero ¿qué pasa con todo eso que no hemos pedido, pero que Dios
gratuitamente nos da?, pues lo asumimos y nos cuesta agradecerlo sinceramente.
Cuando carecemos de algo, nos arrodillamos a pedir con toda la fuerza de nuestra alma,
pero al parecer esa misma fuerza espiritual no se manifiesta cuando agradecemos los
favores concedidos y nuestra oración es escuchada. Nada más saquemos la cuenta del
tiempo cronometrado que invertimos pidiendo y del tiempo que ofrecemos agradeciendo.
Cada mañana, damos las gracias de manera mecánica por un nuevo día de vida, por la
salud, por el pan sobre nuestras mesas y el amor de nuestras familias. Parece que se repite
la historia; uno de cada diez leprosos sanados vuelve a dar las gracias.
Estar frente al Señor Sacramentado nos ayuda a reconocer que todo, absolutamente
todo, se lo debemos. Todo nos es dado gratuitamente y por amor, todo lo debemos en
gratitud y fuera de Dios no tenemos nada.
«¡Cuántas maravillas has realizado, Señor, ¡Dios mío! Por tus designios en favor nuestro,
nadie se te puede comparar. Quisiera anunciarlos y proclamarlos, pero son innumerables»
(Salmo 40, 6).

3. La adoración conmueve el corazón de Dios


Ya te decía, no es que Dios te escuche orar y diga: –«Uy, ya se me había olvidado lo grande
y poderoso que soy, menos mal que me lo recordaron»–, sino que adorar a Dios, además de
ser una expresión de amor que Él agradece, expresa nuestro compromiso, nuestra búsqueda
sincera por estar con Él y nuestra fe en que aquellas características que le atribuimos son
reales para nosotros, no mera poesía.
Dios sabe lo que estás pasando aun antes de que se lo digas, pues «antes de que la palabra
esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente» (Salmo 139, 4), por eso, cuando a
pesar de lo que estás viviendo, levantas tus manos y elevas tu corazón únicamente para
reconocer que Dios es Dios, sin dobles intenciones, sin buscar nada a cambio, sin hacer un
trueque espiritual en donde “yo te rezo y tú me concedes algo”, sino reconociendo que no
entiendo nada, que no comprendo nada, pero que Dios está en control de todo –por lo
que deposito mi fe en ello–, pues es ahí cuando Dios se conmueve. Mantengámonos de
rodillas delante de Él, adorándole no por lo que vaya a hacer, no porque escuche mi
oración y tome nota para darme lo que le pido al pie de la letra, sino simplemente
dándole adoración.
Que tu tiempo de adoración no sea como escribir una carta a Papá Noel, sino que sea más
bien como esas notas llenas de amor que intercambiabas en tu juventud con aquel chiquillo
que te gustaba, solo para expresarle el mucho interés que tenías en él y las ganas que tenías
de agradarle, sin esperar nada a cambio.

Por último, y para invitarte a que esto, además de compartirlo en tu próxima catequesis o
reunión de grupo, lo lleves a tu vida de oración personal, te regalo un pasaje del Libro de
Job, aquel sufrido personaje que finalmente comprende que de Dios no sabe nada, pues no
necesita saber cómo es que Dios lo va a sacar de las situaciones de dolor en donde ha
estado, solamente sabe que Dios lo hará. Lo mismo para nosotros, no necesitamos
comprenderlo todo, sólo aceptar y reconocer que Dios es Dios y adorarlo.
«Yo sé que tú lo puedes todo y que ningún proyecto es irrealizable para ti. Sí, yo hablaba
sin entender de maravillas que me sobrepasan y que ignoro. Yo te conocía sólo de oídas,
pero ahora te han visto mis ojos» (Job 42, 2-3;5).

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Tema 15. Sacramentos y sacramentales.

Diferencia entre Sacramentos y


Sacramentales
Nos contesta el Concilio Vaticano II en su
constitución sobre la Sagrada Liturgia en el
número 60: “La Santa Madre Iglesia
instituyó, además, los sacramentales. Estos
son signos sagrados creados según el
modelo de los sacramentos, por medio de
los cuales se significan efectos, sobre todo
de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se
disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas
circunstancias de la vida”.
El nombre de “sacramentales” nos trae a la memoria el de “sacramentos” y manifiesta una
íntima relación entre unos y otros. Los sacramentales ayudan a los hombres para que se
dispongan a recibir mejor los efectos de los sacramentos, efectos que el Concilio llama
principales.
¿En qué se diferencian los sacramentales de los sacramentos?
Mientras los sacramentos son de institución divina, pues los ha instituido el mismo
Jesucristo, los sacramentales son de institución eclesiástica, es decir, los ha creado la
Iglesia.
Además, en cuanto a los efectos también hay diferencias. Los sacramentos producen la
gracia “ex opere operato”, o sea, todo sacramento obra, tiene eficacia por el hecho de ser un
acto del mismo Jesucristo; no obtiene su eficacia o valor esencial ni del fervor ni de los
merecimientos ni de la actividad del ministro o del sujeto que recibe el sacramento. En
cambio, los sacramentales obran “ex opere operantis Ecclesiae”, es decir, que reciben su
eficacia de la misión mediadora que posee la Iglesia, por la fuerza de intercesión que tiene
la Iglesia ante Cristo que es su Cabeza. Los sacramentales producen sus efectos por la
fuerza impetratoria de la Santa Iglesia.
Semejanzas entre los sacramentos y los sacramentales

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
Está ante todo la finalidad. Tanto los
sacramentos cuanto los sacramentales
tienden al mismo término: la
santidad. Los sacramentos producen
esa santidad de modo inmediato y
directo; los sacramentales la
conceden de modo dispositivo.
“Disponen”, dice el número que antes
citamos del Concilio Vaticano II; o
sea, preparan, abren camino para
recibir la santidad.

También, sacramentos y sacramentales son semejantes en cuanto que unos y otros tienen
valor de signo: significan, simbolizan los efectos que mediante ellos se producen.
Sacramentos y sacramentales buscan santificar las diversas circunstancias de la vida
humana, haciendo de cada una de ellas ocasión para un encuentro del hombre con Dios.
Encuentro en que el hombre le tribute culto y reciba la salvación.
Son, pues, los sacramentales una manera por la cual la Santa Iglesia hace llegar los
beneficios de la Redención a todos los ámbitos de la vida cotidiana, aún a los más
modestos, y contribuye así a realizar la consagración del mundo. Constituyen el lazo entre
la vida cotidiana y el ámbito de la Redención. Extienden a la creación entera la irradiación
de los sacramentos como un testimonio de la dimensión cósmica del misterio pascual.
Cubren un amplísimo campo de la vida litúrgica de la Iglesia.
En pocas palabras, así como los sacramentos se ubican en esos momentos resaltantes de la
vida humana, los sacramentales invaden los momentos cotidianos, humildes, múltiples de
esa misma vida del hombre.
Resumamos las diferencias:
 Los sacramentos son de institución divina, los sacramentales son de institución
eclesiástica.
 Los sacramentos actúan “ex opere operato” (por sí mismos), los sacramentales “ex
impetratione Ecclesiae” (por impetración de la Iglesia).
 Los sacramentos son signos de la gracia, los sacramentales son signos de la oración
de la Iglesia.
 Los sacramentos tienen como fin producir la gracia que significan, los
sacramentales sólo disponen para recibir la gracia (consiguen gracias actuales) y
obtienen otros efectos espirituales.
 Los sacramentos son necesarios para la salvación; los sacramentales, no.
Son las múltiples ceremonias de bendiciones y consagraciones que figuran en el Ritual y en
el Pontifical Romano. Citemos algunas: bendición de las personas, de cosas (medallas,
casas, automóviles, alimentos, etc.), el agua bendita, los exorcismos, la consagración de
vírgenes, dedicación del altar, del templo, de las campanas, etc.

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
Los sacramentales ocupan un gran lugar en la actividad religiosa de la santa Iglesia y la
gente acude con frecuencia a solicitarlos. Por ejemplo, las bendiciones para determinados
momentos de la vida: mujer que va a dar a luz, viajes prolongados, procesiones, una
bendición para un enfermo, etc.
Ahora se entiende lo que dice la constitución sobre la Sagrada Liturgia, en el número
61: “La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que los fieles bien
dispuestos sean santificados en casi todos los actos de la vida, por la gracia divina que
emana del misterio pascual...Y hace también que el uso honesto de las cosas materiales
pueda ordenarse a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios”.
Y en el número 79 se nos dice: “Revísense los sacramentales, teniendo en cuenta la norma
fundamental de la participación constante, activa y fácil de los fieles y atendiendo a las
necesidades de nuestros tiempos. En la revisión de los Rituales se pueden añadir también
nuevos sacramentales, según lo pida la necesidad...Prevéase, además, que ciertos
sacramentales, al menos en circunstancias particulares y a juicio del obispo del lugar,
puedan ser administrados por laicos que tengan las cualidades convenientes”.
De entre los sacramentales, quiero detenerme en éstos: el de la profesión religiosa, el de las
exequias y el de las procesiones, peregrinaciones y jubileos.

a) El sacramental de la profesión
religiosa
Me refiero a la ceremonia con la
cual aquellos bautizados que
responden a un llamado especial de
Dios renuncian al mundo y se
consagran definitivamente y
exclusivamente al Reino de Dios,
por amor a Jesucristo, en la
profesión de los tres consejos
evangélicos que, en forma de votos
o compromisos de diversa índole, se
comprometen a cumplir: pobreza,
castidad y obediencia.
La constitución conciliar “Lumen Gentium”, en el número 43 nos dice: “Este estado (el de
los religiosos), si se atiende a la constitución divina y jerárquica de la Iglesia, no es
intermedio entre el de los clérigos y el de los laicos; sino que, de uno y otro, algunos
cristianos son llamados por Dios para poseer un don particular en la vida de la Iglesia y
para que contribuyan a la misión salvífica de ésta, cada uno según su modo”.
Este sacramental de la profesión religiosa es como una extensión del sacramento del
bautismo. En efecto, la vocación religiosa “de especial consagración”, como suele
denominarse ahora, se ubica en una línea que prolonga los compromisos bautismales.

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
Esto lo corrobora el mismo concilio Vaticano II, en el número 44 de la constitución “Lumen
Gentium”: “...Ya por el bautismo (el cristiano) había muerto al pecado y estaba consagrado
a Dios; sin embargo, para obtener de la gracia bautismal fruto copioso pretende, por la
profesión de los consejos evangélicos, liberarse de los impedimentos que podrían apartarle
del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino, y se consagra más íntimamente
al servicio de Dios”.
También lo confirma, después, el decreto “Perfectae Caritatis”, del mismo concilio y que
está dedicado a la vida religiosa: “Los religiosos entregaron su vida entera al servicio de
Dios, lo cual constituye una peculiar consagración, que radica íntimamente en la
consagración del bautismo y la expresa con mayor plenitud” (n. 5).
Por tanto, este sacramental de la vida religiosa, prolonga y busca plenificar, por la
impetración de la Iglesia, la consagración realizada en el bautismo, en aquellos que
recibieron tal vocación.
b) El sacramental de las exequias
La Iglesia tiene clara conciencia de que su estado actual de peregrinación no interrumpe los
lazos con aquellos miembros suyos que, traspasado el umbral de la muerte, o bien gozan ya
de la visión de Dios o bien se preparan a gozarla; es decir, con sus miembros difuntos que
están ya en el cielo, ya en el purgatorio.
Así lo dice la constitución del
Concilio Vaticano II, Lumen
Gentium, n. 49: “La unión de los
viadores con los hermanos que se
durmieron en la paz del Señor de
ninguna manera se interrumpe. Más
bien, según la constante fe de la
Iglesia, se robustece con la
comunicación de bienes espirituales.
Por eso, la Iglesia guardó con gran
piedad la memoria de los difuntos y
ofreció sufragios por ellos, porque
santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos, para que queden libres de sus
pecados”.
Así, como concreción de estos sufragios, surgieron distintos sacramentales relacionados
con los ritos exequiales. Entre ellos, principalmente los “responsos” y las procesiones a los
cementerios.
Acerca de estos sacramentales relacionados con los difuntos que están purificándose
todavía después de la muerte, dice la constitución sobre la Sagrada Liturgia: “El rito de
exequias debe expresar más claramente el sentido pascual de la muerte cristiana y debe
responder mejor a las circunstancias y tradiciones de cada país, aún en lo referente al color
litúrgico”(n. 81).

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Formación para ministros Extraordinarios de la Eucaristía II Nivel
Esta revisión se hacía necesaria porque, por diversas circunstancias, los ritos exequiales
codificados por el Ritual Romano del año 1614 no mostraban nítidamente el sentido
pascual de la muerte cristiana; ese sentido que tan hermosamente describe san Pablo en 1
Tesalonicenses 4, 13-18.
¿Cuál es, pues, el sentido de las exequias cristianas?
La Iglesia celebra en ellas el misterio pascual para que quienes fueron incorporados a
Cristo, muerto y resucitado por el bautismo, pasen con Él a la vida, sean purificados y
recibidos en el cielo, y aguarden el triunfo definitivo de Cristo y la resurrección de los
muertos (cf Sacrosanctum Concilium, n. 82).
Esto explica que la esperanza de la resurrección sea un tema central en las exequias. A ella
se refieren constantemente las lecturas, las antífonas y las oraciones. La Iglesia, consciente
de esta esperanza cristiana, intercede por los difuntos para que el Señor perdone sus
pecados, los libre de la condenación eterna, los purifique totalmente, los haga partícipes de
la eterna bienaventuranza y los resucite gloriosamente al final de los tiempos. La eficacia
de esta intercesión se funda en los méritos de Jesucristo, no en los sufragios mismos.

En estas exequias ve también la Iglesia la veneración del cuerpo del difunto. El cristianismo
no considera el cuerpo como la cárcel del alma, como decía el platonismo; ni tampoco ve
en el cuerpo algo intrínsecamente malo, como proclamó el maniqueísmo; y menos aún
admite el materialismo ateo para quien sólo existe lo material, a lo que considera
indefectiblemente perecedero y despreciable.
La Iglesia siempre ha defendido la unidad vital cuerpo-alma, y por lo mismo, ambos
elementos son objeto de salvación; uno y otro serán glorificados o condenados.
Las exequias son una magnífica ocasión para que la comunidad cristiana reflexione y
ahonde en el significado profundo de la vida y de la muerte; y para que los pastores de
almas realicen una eficaz acción evangelizadora, potenciada por las disposiciones positivas
de los familiares, la participación en la misa exequial de muchos cristianos alejados y la
presencia amistosa de personas indiferentes, incrédulas e incluso ateas.
Conviene anotar de paso algunas cuestiones particulares sobre las exequias.
El agua bendita que el sacerdote derrama sobre el cadáver alude al bautismo, y la
incensación, a la resurrección. Son, pues, gestos pascuales.
El color litúrgico de las exequias de adultos es el morado; el de los niños, el blanco.
Los elogios fúnebres o exposiciones retóricas y alabanzas de las virtudes del difunto no
deben sustituir nunca a la homilía. Se puede aludir brevemente al testimonio de vida
cristiana de esa persona difunta, cuando constituye motivo de edificación o acción de
gracias.
En la liturgia de las exequias no se debe hacer acepción de personas por razón de su
posición económica, cultural, social, etc., pues todos los cristianos son igualmente hijos de
Dios y de la Iglesia y poseen la misma dignidad bautismal. Sin embargo, está permitido

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realzar la solemnidad de las exequias de las personas que tienen autoridad civil o poseen el
orden sagrado, ya que la distinción se refiere a lo que significan esas personas, no a las
mismas personas. Pero siempre hay que hacerlo con moderación.
¿A quién denegar la sepultura eclesiástica? El nuevo Código de Derecho Canónico
establece en los números 1184 y 1185 lo siguiente: “Se han de negar las exequias
eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de
arrepentimiento: 1) a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos; 2) a los que pidieron
la cremación de su cadáver por razones contrarias a la fe cristiana; 3) a los demás pecadores
manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo
público de los fieles. En el caso de que surja alguna duda, hay que consultar al Ordinario
del lugar, y atenerse a sus disposiciones. Sigue diciendo el Código que a quien ha sido
excluido de las exequias eclesiásticas se negará también cualquier misa exequial. Sin
embargo, en este caso también se pueden decir misas privadas en sufragio de su alma,
apelando a la infinita misericordia de Dios.
¿Qué decir de la cremación? El Ritual de exequias introduce la normativa de la Instrucción
de la Congregación del Santo Oficio de agosto de 1963, estableciendo que “no hay que
negar los ritos exequiales cristianos a los que eligieron la cremación de su propio cadáver a
no ser que conste claramente que lo hicieron por razones anticristianas”. El nuevo Código
de Derecho Canónico explica la mente completa de la Iglesia en el canon 1176: “La Iglesia
aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los
difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a no ser que haya sido elegida por razones
contrarias a la doctrina cristiana”. La cremación no es algo simplemente tolerado, puesto
que no es intrínsecamente mala, ni se exige causa justa para elegirla; pero la Iglesia prefiere
la inhumación.
c) Otros sacramentales: procesiones, peregrinaciones y jubileos.
¿Qué decir de las procesiones?
Las únicas procesiones de que trata el nuevo Ritual son las eucarísticas y las del traslado de
las reliquias.
Sobre las eucarísticas indica que son expresiones con las que el pueblo cristiano da
testimonio público de su fe y de su piedad hacia el Santísimo Sacramento, sobre todo si se
lleva el Santísimo Sacramento por las calles entre cantos y en medio de un ambiente
solemne. Es ya tradicional la procesión del Corpus Christi. Dicha procesión se celebra a
continuación de la misa, en la que se consagra la Hostia que ha de trasladarse en la
procesión. Sin embargo, nada impide que ésta se haga después de una adoración pública
prolongada que siga a la misa.
En estas procesiones eucarísticas se deben usar los ornamentos utilizados durante la misa o
la capa pluvial de color blanco. Han de utilizarse cirios, incienso y palio, bajo el que
marchará el sacerdote que lleva el Sacramento, según los usos de la región.
Al final de la procesión se imparte la bendición con el Santísimo Sacramento y se reserva.
Sobre las reliquias

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Se deben colocar debajo del altar, después de haberlas llevado procesionalmente.
Las peregrinaciones
Las peregrinaciones se asemejan a las procesiones, pero su recorrido es mucho más largo.
Las primeras manifestaciones conocidas de estos actos de piedad se encuentran en las
visitas a Palestina para venerar los lugares donde ocurrieron hechos insignes del Salvador y
de siervos de Dios tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento
¿Qué simbolizan las peregrinaciones?
La vida del cristiano en este mundo es una especie de peregrinación y destierro. Vamos
camino a la eternidad.
¿Qué decir de los jubileos?
Recibe el nombre de jubileo, un año, cada veinticinco, en el que el papa concede a los
peregrinos que vayan a Roma, y a los que allí viven, una indulgencia plenaria de eficacia
muy particular.
También se concede una indulgencia similar en el año jacobeo a quienes visiten el sepulcro
de Santiago de Compostela todos los años en que la fiesta del santo apóstol coincida en
domingo.
Por extensión, se conceden jubileos a determinados santuarios en circunstancias especiales.
El término jubileo (año de jubileo) tiene su origen en la palabra hebrea “yobel”, que
significa carnero y, por extensión, cuerno de carnero. Se empleaba en la Biblia para
designar las trompetas que invitaban al pueblo israelita a acercarse al Sinaí y las que
sonaban al dar vueltas alrededor de las murallas de Jericó. Al son de dichas trompetas se
anuncia el año jubilar entre los judíos, año de gracia y de libertad.
El primer jubileo cristiano conocido se celebró el año 1300 y fue promulgado por el papa
Bonifacio VIII. En la basílica de san Juan de Letrán, junto a la puerta principal, hay una
pintura muy antigua que recuerda este hecho. Los Años Santos de Roma sufrieron diversas
transformaciones.
Al principio se estableció que el año santo jubilar se celebraría cada cien años y habrían de
visitarse las basílicas de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Clemente VI declaró año santo
jubilar el año 1350, añadiendo la visita a la basílica de san Juan de Letrán. Urbano VI
declaró en 1389 que el año santo jubilar había de celebrarse cada 33 años en recuerdo de
los años de Jesucristo, y extendió el número de basílicas a la de santa María la Mayor.
Otro jubileo fue decretado por el papa Martín V en 1423. Pero Nicolás V, en 1450,
estableció que se celebrasen de nuevo cada 50 años. Finalmente, en 1470, el papa Paulo II
dispuso que en adelante el año santo jubilar tuviera lugar cada 25 años.
Así continúa en la actualidad, exceptuados algunos jubileos extraordinarios, como el
promulgado por Pío XI en 1934 (año jubilar de la redención), y el año mariano de 1987,
convocado por Juan Pablo II.

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En la ceremonia del Año Santo destaca la apertura y el cierre de la Puerta Santa en las
cuatro basílicas romanas antes citadas. Su origen se remonta al siglo XV y se abren en la
tarde de Navidad anterior al Año Santo y se cierran el día de Navidad de ese año. La
apertura de la Puerta Santa simboliza la apertura del Paraíso, debido a la indulgencia
plenaria concedida. Las condiciones para obtener esa indulgencia se exponen en la Bula de
promulgación.

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