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Departamento Educativo
Museo Histórico Nacional
Guerra de Arauco:
Las primeras ciudades fundadas al sur del Río Biobio sufrieron continuos
ataques, por lo que en sus primeros años funcionaron como verdaderos fortines o fuertes
militares, mal abastecidos y continuamente sitiados por los mapuche.
Martín García Oñez de Loyola era sobrino nieto del Santo fundador de la Orden
Jesuita, San Ignacio de Loyola. Hace su arribo al Perú en 1568 y adquirió gran fama al
capturar al Inca Tupac Amaru, cuando este se rebeló. Sin embargo en aquella ocasión
le tocó enfrentarse con indios cuya capacidad guerrera era muy inferior a la de los
mapuche.
En la carta le avisaba, que los indios de Purén habían iniciado las hostilidades,
asesinando a dos soldados del fortín de Longotoro, que se habían alejado
imprudentemente del fuerte en busca de frutas; le pedía auxilio inmediato, pues
esperaba ser atacado de un momento a otro por fuerzas muy numerosas.
Las señales de un levantamiento general eran evidentes. La debilidad de las
fuerzas españolas se contrastaba con las de un enemigo que había realizado grandes
progresos en su capacidad militar, todos los capitanes se sentían amenazados por esta
situación. Sólo el Gobernador permanecía enteramente ajeno al peligro que lo rodeaba.
Al segundo día, tras una agotadora jornada, se detuvo para acampar en Curalaba
a orillas del río Lumaco. Sin sospechar lo que les esperaba, levantaron sus tiendas para
pasar la noche y reponerse de la marcha del día, que se había realizado bajo un sol
abrasador.
Nadie podía sospechar que Pelantaru le venia siguiendo con 300 hombres que
traía consigo.
Curalaba fue una batalla sangrienta. Muchos españoles e indios pasaron del
sueño a la muerte. Otros pocos al ver el alud que se les venia encima, se arrojaron al río
muriendo ahogados. Los que lograron reaccionar y tomar sus armas fueron muertos en
segundos. Oñez de Loyola logró empuñar su espada y coger el escudo, peleó
bravamente hasta caer acribillado a lanzazos, junto a dos de los suyos, que le
defendieron hasta la muerte.
La ferocidad del ataque había sido tal, que la derrota española fue completa. Los
mapuche se apoderaron de un botín de guerra muy valioso, consistente en 400 caballos,
armas, ropas, cédulas de su majestad y libros de encomiendas que el gobernador
transportaba.