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COLABORACIONES
LA ILUSTRACIÓN,
LA ANGUSTIA,
EL PODER
EDUARDO SUBIRATS
BARCELONA
EL BASILISCO 41
EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es
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es víctima del engaño de un sacerdocio que pone en prác- trado en el individuo social y en su experiencia de la reali-
tica su vanidoso y celoso empeño de permanecer de dad. La crítica y el esclarecimiento no han coincidido,
modo exclusivo en posesión de la intelección y sus otros contra la apariencia que la ilustración ha querido darse en
intereses egoístas y que, al mismo tiempo, conspira con el ocasiones, con la experiencia del sujeto entero y menos
despotismo... Pero, la voluntad del sacerdocio engañador aún con su liberación de la angustia. Nadie mejor prueba
y del déspota opresor no es el objeto inmediato de su esta situación que. la filosofía kantiana, por mucho que
obrar (de la ilustración), sino que este objeto es la intelec- ella asuma, precisamente, unpatbos revolucionario y
ción carente de voluntad y que no se singulariza en el ser emancipador. La filosofía kantiana, o mejor, su metafísica
para sí, el concepto de la autoconciencia racional que epistemológica, se centra en torno a una teoría de la expe-
tiene en la masa de su existencia, pero que no se da toda- riencia. Todas las categorías fundamentales del sistema
vía en ella como concepto» (3). kantiano encuentran en su teoría del conocimiento el eje
que las sostiene. Razón y libertad son,- en primer lugar,
Esta concepción elemental de la ilustración, que en conceptos fundamentales del conocimiento: respectiva-
general podría atribuirse a Kant, constituye el punto de mente, dominio sobre la realidad natural sobre la base de
partida de Hegel y el punto de inflexión a partir del cual las categorías como instrumentos de control y sumisión, y
la Fenomenología expone el paso ulterior de esta figura. La constitución de la identidad racional que dirige este pro-
ilustración como acción de esclarecimiento, y lucha contra ceso de dominación. Pero la reconstrucción de la Crítica
el error y la superstición no se realiza sino en la auto- de la razón pura de Kant plantea enseguida, ya en su mis-
conciencia reflexiva del sujeto humano. Allí donde reina- mo «Prefacio» y muy particularmente en las dos versio-
ba el engaño y la opresión, al amparo de una conciencia nes de su «Deducción trascendental», la disyuntiva de si
inmediata y sin reflexión, al amparo, en fin, de la ignoran- la experiencia del conocimiento por ella invocada se refie-
cia de la masa, allí tiene lugar la reflexión, allí surge tam- re a un individuo empírico o a la ciencia como realidad
bién la conciencia reflexiva de sí y la libertad del sujeto. objetivada y supraindividual.
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dida de la orientación en el mundo de lo constituido. Eso Esta crítica a un elemento fundamental de la filosofía
sería la angustia trascendental. En realidad se trata de un kantiana, susceptible de extenderse a 1^ filosofía moderna
residuo mitológico de la angustia frente a la naturaleza en general en tanto que científica, sólo trata de señalar el
que, en la Crítica de la razón pura, sólo deid transparen- límite histórico de la ilustración filosófica y el momento
tarse de una manera sublimada como angustia frent^ a íá donde su ciítica converge histórica y lógicamente con la
materia no constituida, frente a los datos no-organiíados dominación sobre el hombre moderno, y la destrucción
de los sentidos, o frente a una «Manriig^altigkeit» incon- del sujeto y de'la. vida. Deseaba poner de relieve, tam-
trolada. Por otra parte, el miedo a la c3 .scomposición dé ia bién, que la insuficiencia filosófica de la ilustración no re-
ley que somete al mundo encuentf. su correlato subjetivo side allí donde creyó verla Hegel. Ella no es insatisfactoria
en el miedo a la pérdida de la identidad: la angustia a la porque hubiera renunciado a lo absoluto y a la metafísica
falta de unidad, cohereda y consistencia del yo, que equi- de la razón en nombre de la experiencia empírica y de la
vale a la angustia ante la pérdida de sus funciones de do- impugnación del larror o la superstici<)n. Por el contrario,
minación sobre su propia realidad empírica y sobré.el nadie ignora hoy que la razón moderna se ha convertido a
mundo objetivo. Semejante determinación antropológica su vez en un dogma de fe, que las ciencias se han trans-
de la angustia es, ciertamente, una de las falsificaciones formado en objeto de culto y que el progreso del cono-
que introduce la filosofía kantiana, en la medida en que cimiento es una institución absoluta para el moderno Es-
ello no responde por la estructura real d'cl hombre mo- tado, tan absoluta como lo fue antaño la Iglesia.
derno, sino únicamente por el provecto histórico de do-
minio y destruccón que el sujeto burgués abraza. No Ni la angustia que la ilustración pretendió superar
obstante, es un mérito indiscutible de Kant el haber coincide con el sufrimiento humano, ni el conocimiento
puesto de manifiesto ae manera inconsciente, a través del que dijo querer abrazar remite enteramente a la experien-
desplazamiento de la angustia del individuó a la función cia del individuo. La misma crítica podría aplicarse a mu-
trascendental —^stíí «racionalización» de la angustia real chos otros conceptos elementales de esta figura del pen-
y su sublimación en una suerte de angustia intelectual— samiento. Tampoco la libertad prometida por el idealismo
su elemental estructura mítica. tiene que ver con la emancipación del sujeto socializado;
ni la autonomía de la nueva filosofía (;oincide con la inde-
Sobre el carácter mítico de la «angustia trascenden- pendencia social y material del hombre moderno, la auto-
tal» ofrece una pista interesante otra obra de Kant, ^su conservación que la razón científica determina no es idén-
Teoría del cielo. Allí la diversidad sin ley de lo sensibfe,- y, tica con la autoconservación del individuo y la vida, e in-
por consiguiente, el principio de la materia.desorganizada, cluso la concepción abstracta y general de la autopro-
es expuesto todavía de acuerdo con ci concepto de ducción humana, según la formularon los, sistemas de
«caos», que Kant toma prestado de U teogonia clásica. Kant y de Fichte, tampoco converge con al trapajo como
Pero el caos de la mitología clásica js el residuo del prin- actividad biológica y como relación con la naturaleza.
cipio maternal de las culturas arcaicas matriarcales. En él
se celebra la reducción del priní^ípio de una potencia
Todo ello pone en tela de juicio aquella definición
creadora originaria a una materia pasiva e informe, a la
general de la ilustración que más arriba he mencionado a
que sólo el principio masculmo de ia ley es capaz de otor-
propósito de Hegel como una concepción todavía hoy vi-
garle va. orden y una vitalidad (9).
gente, porque dotada de una actualidad crítica; la ilustra-
ción como remisión de todo principio metafísico o de
D e esta manera, ^1 miedo a* la «Mannigfaltigkeit», a toda realidad social y natural al conjunto de la experiencia
la «materia» organizada de la experiencia sensible, y la humano-individual. Semejantes requisitos no los cumplen
correspondiente figura de la an^.^ustia a la desintegración ios filósofos ilustrados, no los cumplió tampoco la crítica
de la unidad del Yo como instancia legisladora, descubren baconiana del padre Feijóo. De ahí también que resulten
su estructura elemental como el miedo de la sociedad pa- ridíclilas y pedantes las recetas que todavía hoy extiende
triarcal a la pérdida de su poder y a la desintegración de el racionalismo crítico, cuando trata de determinar gené-
su orden coactivo en presencia de una naturaleza o un ricamente la figura del pensamiento crítico, con la fórmu-
principio material que recobrase sus 'propios poderes la «saber y ciencia contra creencia; examen crítjco versus
reprimidos. En definitiva, tal como ella se expone con- dogmatismo». Intentar la captación del núcleo crítico de
cretamente en el sistema de la razón teorética pura, la an- la filosofía de la ilustración con semejantes definiciones
gustia no se remite a una experiencia humana universal, —que en este caso he tomado de una obra de Hans
ni hace referencia alguna a momentos empíricos de la es- Albert (10) podrá ser delicadamente ingenuo, pero, al
tructura del individuo moderno; se trata más bien de la mismo tiempo, es una prueba de triste trivialidad....
angustia inherente al poder patriarcal en su forma mo-
derna a perder su hegemonía.
Por otra parte, la reflexión sobre estas ambigüedades
tiende necesariamente a piodificar de una manera sustan-
cial la visiófl general sobre la Ilustración como hecho
histórico.'Esta no es la única consecuencia a la que es ca-
9) Klaus Heinrich, «Notizen über das Museum ais Opferholle, en Museum paz- dé conducir la crítica de aquellas ambivalencias, y ni
des Geldes, Stádt. Künschalle Dusseldorf, 1978, p. U : «La mujer ances- siquiera es la más interesiinte. N o obstante, puede ser ne-
tral, a la vez temida y sacrificada —temida como potencia vengativa de la
mujer realmente oprimida, sacrificada bajo la figura de todas sus suceso- cesaria una aclaración de carácter general sobre el hecho
ras, posteriormente declarada como algo indiferente bajo el título de de la Ilustración para el momento en que se discuta en
mera materia prima, y convertida en un elemento utilizable por todos— torno a los elementos de una filosofía futura.
conserva, no obstante, un momento amenazador... incluso en la firme
tierra retorna lo amenazador-reprimido: en ella existe el «gran casma»,
la grieta abierta —«cubierta de obstáculos y mohos— sobre las^ profim- (10) Hans Alben, Die idee der kritischen Vemunft, en Club Voltaire, I,
didades del Tártaro, ante las que los mismos dioses se estremecen». München 1964, pp. 20 y ss.
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