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Contenido
Introducción
El ayuno y la purificación
La Biblia y el poder espiritual de los ayunos
El ayuno y el trabajo interior
El ayuno, la relajación, el pulso y latidos del corazón
Ayuno y ejercicio
El ayuno en la Gnosis
Oportunos testimonios
El ayuno y las invocaciones de maestros espirituales
El ayuno no lo es todo
El ayuno que agrada a Dios
INTRODUCCIÓN
El ayuno y la purificación
En el presente tema, la exposición se centra en los beneficios espirituales del
ayuno, en la importancia del ayuno, ya sea para la purificación espiritual,
para el trabajo interior, el conocimiento del propio cuerpo, para el estudio del
centro instintivo, para el dominio de la gula, para someter a prueba la
continuidad de propósitos, para la meditación y desarrollo de los chacras;
como apoyo para el despertar o la iluminación; como también para los
trabajos en la auténtica magia (la alta magia o teúrgia). En estos casos, es
aconsejable buscar épocas especiales del año, como Semana Santa, vísperas
de Navidad o la época de vacaciones; como también cuando se disfruta de
retiros, cursos de espiritualidad o estancias más o menos prolongadas en
monasterios o áshram.
Entre las razones por las cuales se utiliza el ayuno como método de
purificación espiritual está que para el trabajo interior, para el despertar y la
teúrgia, el cuerpo debe tener una vibración más alta, debe estar desprovisto
de toxinas, de sustancias venenosas muy pesadas que lo aprisionen a la tierra,
a la materia. Es claro que en estos casos, son aconsejables los auténticos
ayunos, es decir, aquellos que implican siete, nueve o hasta cuarenta días. Un
símil muy apropiado para entender la importancia del ayuno para la
purificación espiritual es que cuando el cuerpo no se alimenta de ningún tipo
de comida, se está alimentando, pero del alimento espiritual.
En ese sentido se lee en varias referencias del Nuevo Testamento acerca del
ayuno, como se encuentra en el libro de Joel: “convertíos a mí con todo
vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento” (Jl 2:12). En dicho capítulo se
proclama ayuno a todo el pueblo para que pida perdón a Jehová. En el libro
de Jonás se lee del ayuno que hizo el pueblo de Nínive clamando el perdón
divino.
AYUNO Y EJERCICIO
Pedro Ouspensky, en su obra: “Fragmentos de una enseñanza desconocida”,
amplía la importancia del ayuno y explica que con la adecuada ayuda de un
maestro competente, es posible combinar el ayuno con el ejercicio físico. A
continuación, lo que narra Ouspensky al respecto: “Durante el mismo
período en Essentuki, entre otras cosas G. nos hizo hacer un pequeño
experimento de ayuno. Anteriormente yo había hecho experimentos de este
género, y me eran en gran parte familiares. Pero para muchos otros, era nueva
esta impresión de días interminables, de vacío total, de la futilidad de la
existencia. —Bien, dijo uno de nosotros, ahora veo muy claramente por
qué vivimos y el lugar que tiene el alimento en nuestras vidas.” Pero en
cuanto a mí, lo que me interesaba particularmente, era constatar el lugar que
tenía en la vida el parlotear. A mis ojos, este primer ayuno se reducía para
cada uno a charlar sin parar sobre el ayuno, durante varios días: ” dicho de
otra manera, cada uno hablaba de sí mismo. A este respecto, recordé viejas
conversaciones que había tenido con uno de mis amigos en Moscú sobre el
hecho de que el silencio voluntario debía ser la disciplina más severa a la
cual un hombre pudiera someterse”.
“El breve ayuno de que he hablado se acompañaba también con ejercicios
especiales. Desde el comienzo, G. explicó que la dificultad en el ayuno
consistía en no dejar sin usar las substancias que se elaboran en el organismo
para la digestión de los alimentos. —Estas substancias, dijo, son soluciones
muy concentradas. Y si no se les presta atención, envenenan el organismo.
Deben ser utilizadas hasta agotarlas. Pero ¿cómo agotarlas si el organismo
no toma ningún alimento? Sólo con un aumento de trabajo, con un exceso de
transpiración. La gente comete un temible error cuando se pone a «ahorrar
sus fuerzas», a hacer la menor cantidad posible de movimientos, etc…
mientras ayuna. Por el contrario, hay que gastar la mayor cantidad posible de
energía. Sólo entonces el ayuno puede ser de provecho.” Cuando
comenzamos nuestro ayuno, G. no nos dejó en paz ni un solo segundo. Nos
hacía correr en pleno calor unos tres o cuatro kilómetros, o quedarnos con
los brazos extendidos, o marcar el paso a un ritmo acelerado, o ejecutar toda
una serie de curiosos ejercicios de gimnasia que él nos enseñaba”.
“Durante todo este ayuno, G. insistía sin cesar en que estos ejercicios no eran
los verdaderos, sino simplemente preliminares y preparatorios. Con relación
a lo que G. decía referente a la respiración y a la fatiga, hice un experimento
que me explicó muchas cosas, particularmente porque es tan difícil llegar a
algo en las condiciones ordinarias de la vida. Con relación a lo que G. decía
referente a la respiración y a la fatiga, hice un experimento que me explicó
muchas cosas, particularmente porque es tan difícil llegar a algo en las
condiciones ordinarias de la vida”.
“Había ido a un cuarto donde nadie me podía ver y me puse a marcar el paso
a un ritmo acelerado, tratando al mismo tiempo de regular mi respiración
mientras contaba: aspiraba durante un cierto número de pasos, y espiraba
durante otro número de pasos. Al cabo de cierto tiempo, cuando estaba un
poco cansado, me di cuenta, o para ser más exacto sentí muy claramente, que
mi respiración se había vuelto artificial e inestable. Sentí que en pocos
segundos más sería incapaz de respirar de esa manera continuando marcando
el paso, y que mi respiración normal — acelerada por supuesto — volvería a
tomar el mando a pesar de la cuenta. Se me hacía cada vez más difícil
continuar respirando y marcando el paso sin dejar de observar la cuenta de
las respiraciones y de los pasos. Estaba bañado en sudor, mi cabeza
comenzaba a dar vueltas y pensé que me iba a caer. Desesperaba por obtener
el más mínimo resultado y estaba a punto de detenerme, cuando de repente
me pareció que algo se rompía o se desplazaba dentro de mí; entonces mi
respiración regresó tranquila y normalmente al ritmo que yo quería, pero sin
ningún esfuerzo de mi parte, y sin dejar de procurarme la cantidad de aire
que necesitaba. Era una sensación extraordinaria, y de lo más agradable.
Cerré los ojos y continué marcando el paso, respirando cómoda y libremente;
me parecía que una fuerza crecía en mí y que yo me volvía más ligero y más
vigoroso. Pensé que si pudiera correr de esta durante cierto tiempo, obtendría
resultados todavía más interesantes, porque habían comenzado a invadir mi
cuerpo olas de temblorosa alegría. Y esto — lo sabía por mis experimentos
anteriores — precedía siempre lo que yo llamaba la apertura de la conciencia
interior”.
“Pero justo en ese momento alguien entró en el cuarto y me detuve. Mi
corazón latió muy fuertemente durante mucho tiempo, pero esto no me era
desagradable. Había marcado el paso y respirado durante más o menos media
hora. No aconsejaría este ejercicio a las personas de corazón débil. En todo
caso, este experimento me enseñó con precisión que un ejercicio dado podía
ser transferido al centro motor, o dicho de otra manera que era posible hacer
trabajar al centro motor de una manera nueva. Al mismo tiempo, me había
convencido de que la condición de esta transferencia era una fatiga extrema.
Se comienza un ejercicio con la cabeza; y es sólo cuando se llega al último
estado de fatiga, que el control puede pasar al centro motor. Eso explicaba
las palabras de G. sobre los “super-esfuerzos”, y hacía inteligibles sus últimas
recomendaciones. Pero después, a pesar de los esfuerzos que hice, no llegué
a repetir más este experimento, es decir a provocar las mismas sensaciones.
Es verdad que el ayuno había terminado y que el éxito de mi experimento se
debía en gran parte a éste. Cuando le conté a G. lo que había experimentado,
me dijo que sin un trabajo general, sin un trabajo del organismo entero, tales
hechos sólo podían suceder por accidente. Más tarde, les oí, a los que
estudiaban con G. las danzas y los movimientos de derviche, describir varias
veces experiencias muy parecidas a la mía”. (Ouspensky)
El ayuno en la Gnosis
En los estudios gnósticos es de particular importancia que el estudiante
comprenda la importancia que tiene el ayuno. El valor del ayuno es
multidimensional y se relaciona en primer lugar con el cuerpo físico y el
centro instintivo. La Gnosis, enseña la importancia del conocimiento propio
del ser humano, el auto conocimiento. El ayuno es un excelente recurso
didáctico para que el estudiante aprenda a conocerse a sí mismo y que
aprenda a seleccionar lo que come. En este sentido, Samael Aun
Weor enseña que es importante aprender a seleccionar lo que comemos, lo
que respiramos y lo que pensamos.
Continuando con las explicaciones que da el venerable maestro Samael Aun
Weor acerca de la ciencia del ayuno, en su obra: El Cristo Social, nos enseña
acerca de los enormes beneficios para la salud que derivan de la práctica del
ayuno de nueve días: “hay muchas personas que han estudiado la ciencia del
ayuno. Muchas enfermedades pueden ser curadas mediante el ayuno, el
organismo humano dispone de magníficas reservas de vitalidad que sólo
necesitan de libertad de acción. El ayuno libera esas fuerzas vitales para que
sanen los órganos enfermos. Es aconsejable practicar un ayuno de nueve días
sin comer absolutamente nada. Durante ese ayuno sólo se debe beber agua
pura. El resultado suele ser maravilloso, el organismo se desintoxica durante
el ayuno y las fuerzas vitales de reserva lo curan totalmente.
“Es claro que el limón y el ajo van a acabar con todas las putrefacciones que
se forman en el intestino, producto de los diversos alimentos; van a acabar
con los parásitos intestinales, que los hay por montones en el estómago y en
los intestinos, etc., etc., etc.; van a hacer una limpieza, porque el estómago
es como la raíz de donde se nutre todo el árbol del organismo y hay que
limpiarlo. Empiecen ustedes, pues, con un día de ayuno durante el año, en el
año siguiente dos días (con este tipo de ayuno), tres al siguiente y así, cada
año, le van aumentando un día hasta llegar a nueve. Después de nueve años,
ya pueden ustedes seguir con ayunos de nueve días cada año (cada año nueve
días), a base de limón y ajos, y yo les garantizo a ustedes que pueden llegar
a rejuvenecer el organismo, y los que están jóvenes pueden mantenerse
jóvenes, así, durante muchísimos años. La vejez no es sino desgaste y nada
más que desgaste de células orgánicas; o mejor dicho: uno gasta las células,
las deteriora miserablemente y no reconstruíamos el organismo por
ignorancia. Pero teniendo uno sabiduría, puede (perfectamente) estar creando
nuevas células y mantenerse joven, y si esta viejo, recobrar la juventud. No
olviden que ustedes pueden escoger: siete días de ayuno, o nueve. ¡Ustedes
elijan, elijan, elijan, hasta que lleguen al máximum!”
OPORTUNOS TESTIMONIOS
A continuación, un testimonio interesante para un ayuno de seis días. Quien
da el testimonio explica que ha ido subiendo gradualmente, un día más la
duración de ayunos cada seis meses: “Ayer terminé mi primer ayuno del año
que fue de 6 días. Cada vez me impresiona más el efecto sanador del ayuno
y no hablo del cuerpo sino del alma. Yo sueño muy esporádicamente. Sin
embargo desde el tercer día de ayuno empecé a tener muchísimos sueños
cada noche, uno tras otro… y me despertaba asombrada de estar soñando
tanto, volvía a dormir y volvía a soñar. Después de tres días de sueños, caí
en cuenta que había un sueño recurrente, con distintos matices pero era el
mismo tema. Medité al respecto y descubrí que “allí” había algo que resolver.
Ese día, que fue el quinto de ayuno, tomé una decisión al respecto. Esa noche,
tuve un sueño en el que me mostraba la situación resuelta… y anoche… ya
no soñé nada al respecto y solo tuve una noche muchísimo más tranquila…”
El ayuno no lo es todo
Sin embargo, no se trata de fanatizarse, ni de ver el ayuno como la vía para
la auto realización íntima del Ser. Por eso, en su obra: “la Revolución de la
Dialéctica”, el maestro nos advierte que: “Conocemos fariseos que hacen
tremendos ayunos y espantosas penitencias, están muy seguros de ser justos
y sabios, pero sus víctimas lloran lo indecible. Casi siempre son sus mujeres,
sus hijos, las víctimas inocentes de sus maldades, pero ellos continúan con
sus sagrados ejercicios, convencidos de ser justos y santos”. Muy oportuna
resulta la lectura de la parábola del publicano y del fariseo:
“Dos hombres subieron al Templo a orar; uno era Fariseo y el otro Publicano.
El Fariseo, puesto en pie oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy
gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros,
ni aún como este Publicano; Ayuno dos veces a la semana, doy diezmo de
todo lo que gano. Más el Publicano estando lejos, no quería ni alzar los ojos
al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Dios sé propicio a mí,
pecador”. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro;
porque cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será
enaltecido”. (Lucas XVIII, 10-14)
También, en Rosa Ignea, el avatara advierte que: “ya conociste hijo mío, al
griego y al romano, tomaste parte en todos los éxodos bíblicos y los austeros
Sacerdotes de todas las religiones de la tierra apenas te brindaron el consuelo
de un día. Llevaste silicios, ayunos y penitencias, y pórticos de todos los
Templos de todas las religiones de la tierra apenas pudieron consolar tu
adolorido corazón, pero el aguijón del tiempo te despertó a duras asperezas
de la existencia, y no pudiste encontrar en tu camino ningún viandante que
te pudiera consolar”.
Explica también el Kalki Avatar que el ayuno, a pesar de todos los beneficios
que proporciona al practicante, tampoco nos lleva a la auto realización íntima
del Ser. “El Señor Lahiri Lahasaya había vivido durante muchas
reencarnaciones en los Himalayas dedicado a la vida contemplativa. Empero
no se había realizado a pesar de tantas penitencias y ayunos. El Señor Lahiri
Lahasaya sólo vino a realizarse a fondo, cuando se casó. Y es que, tal como
lo explica en su obra “La Gran Rebelión”: “El Cristo Intimo, la palabra, el
Logos Creador viviendo siempre en constante actividad tiene que eliminar
en nuestro interior, en sí mismo y por sí mismo los elementos indeseables de
la inercia, de la pereza, del estancamiento. El Señor de perfección
acostumbrado a todos los ayunos, templado, jamás amigo de borracheras y
de grandes banqueteos tiene que eliminar de sí mismo los abominables
elementos de la gula”.
“¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad,
soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que
rompas todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres
errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te
escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación
se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será
tu retaguardia”.