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Jesús es, sin duda, la figura más importante que jamás haya aparecido en la historia de la
humanidad. Sea cual sea la interpretación sobre su vida, quedará el hecho de que su vida y
su muerte, así como las enseñanzas que se le atribuyen, han influido en el curso de la
historia más que las de cualquier otro hombre que jamás haya vivido. Mucho más, incluso,
de lo que lo hicieron Alejandro, César, Carlomagno, etc. Son muchas las personas
influenciadas por sus doctrinas, o al menos, por las que se le atribuyen. Estos hechos lo
colocan a Él en el primer lugar de la importancia mundial. Sabemos que Jesús no escribió
nada y que todo lo que sabemos sobre su vida es gracias a los escritos que dejaron aquellas
personas que vivieron junto a él. Sus enseñanzas fueron tan grandes y tan influyentes, que
hubo la necesidad de narrar toda su vida, es decir, dejar escritos que contaran quien fue
Jesús y todo lo que realizó; como dice un refrán popular “las palabras se las lleva el viento”
y este refrán tiene mucha razón porque con el pasar del tiempo las palabras son olvidadas,
pero los escritos perduran a través del tiempo. Cabe destacar que cuando se pasa el sermón
de lo oral a lo escrito, se pudo haber modificado los mensajes y enseñanzas que dejo Jesús,
es decir, se pudo haber eliminado o agregado ciertas cosas para transmitir sus mensajes;
pero lo esencial de estos, en este caso del sermón de la montaña, se mantuvo. El texto o
escrito por excelencia son las Sagradas Escrituras o La Biblia.
Aquello que Jesús añade a la ley hebrea, lo encontramos en las sagradas escrituras en el
evangelio de San Mateo, La Ley y los Profetas (Mt 7, 12; 22,37-40; 23, 23; 25, 35-36). En
este sentido, el autor Luz U. (2010) ofrece una noción mateana de la Ley donde el
protagonista es Jesús y la manera en que asumió los preceptos y mandamientos del corpus
legal judío, pues es en el amor por el que se da cumplimiento fiel a la Ley y donde
encuentra su verdadero sentido todo el legado cultual, legal y, por supuesto, el ethos judío.
Así pues, es justo afirmar que Jesús, en Mateo, con su vida, palabras y obras, nunca
transgrede la Ley y la enseñanza de los Profetas, antes bien, como indica Mt 5, 17-19, Jesús
se propone la observancia estricta de los preceptos, hasta el más mínimo.
De tal manera, Jesús no sólo es fiel porque observa la ley, sino justo, pues hace lo que
agrada a Yahvé. En palabras de Leske (2005): “Jesús no sólo cumple la Ley, sino también
toda justicia” (p. 1143), o como indica Pikaza (2013): “Si le preguntan qué hace, Jesús
responderá que cumple la voluntad de Dios, conforme a la fe de su pueblo (Israel)”. Es
pues, el Jesús mateano el que demuestra la validez de la comprensión del dato revelado a
través de la historia y, aunque Jesús hubo de mostrar el verdadero propósito y modo de
observar las enseñanzas de la Ley y los Profetas, nunca desestimó que Dios se revela, aún
en medio de las limitaciones de su pueblo.
El mensaje que dejó Jesús, va dirigido a todo hombre de pueblo y nación, a ricos y
pobres, esclavos y libres. Su mensaje trasciende cualquier condición social y política; por
consiguiente su mensaje es universal. Además, el mensaje que nos trajo Jesús tiene un valor
único porque es la verdad, la única explicación perfecta de la naturaleza de Dios y del
hombre, de la vida y del mundo, así como de la interdependencia que existe entre ellos. Y
lo que es más, encontraremos que su enseñanza no es una mera apreciación abstracta del
universo, así como también constituye un método práctico para el desarrollo del alma, un
método que nos sirve para reformar nuestra vida. Jesús nos explica lo que es la naturaleza
de Dios y lo que es nuestra propia naturaleza; nos habla del significado de la vida y de la
muerte, nos enseña por qué cometemos errores, por qué caemos en la tentación, por qué
enfermamos y nos empobrecemos, por qué nos hacemos viejos y, lo que es más importante,
nos dice cómo pueden ser vencidos todos estos males, y cómo podemos traer salud,
felicidad y prosperidad verdadera a nuestras vidas y a la vida de los que nos rodean, si ellos
lo desean realmente.
Sus consejos fueron las Bienaventuranzas. Y viendo la muchedumbre, subió a un monte;
y sentándose, se acercaron a él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados. Bienaventurados los
mansos: porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia: porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos
alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán a
Dios. Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el
reino de los cielos. Con estas nos hace un llamado a vivir y poner en práctica la
Misericordia, a sentir la necesidad del otro, de tal manera que nos mueva a ayudarlo; nos
enseña también que nuestras acciones deben ser de manera desinteresada, es decir, sin
esperar nada a cambio. Se podría decir que Jesús nos enseña a vivir bien, es decir, a vivir de
una manera humilde, sencilla y feliz; no sólo vivir y ya.
5. Jesús se sirvió de los sermones para transmitir su mensaje, pero también demostró
unos poderes especiales. ¿Cómo lo hizo?
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Luz, U. (2010). El Evangelio según San Mateo. Vol I. (pp. 172 y 180) Salamanca:
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