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MENSAJES 1997
MENSAJE DEL DÍA 4 DE ENERO DE 1997,
PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, ora mucho por el mal que hay en el mundo.
¡Cuánta hipocresía, cuánta mentira hay entre los
hombres, entre los hombres, especialmente en
aquellos que se llaman míos! Sí, hija mía. Yo bendigo a
los incultos e ignorantes y rechazo a los maliciosos y a
los maquinadores. ¡Cuántas almas, hija mía, que están
dentro de mi Iglesia, se sirven de mi Iglesia, pero no
sirven a mi Iglesia!
A algunos sacerdotes, ministros de Cristo, diles, hija
mía, que sepan recoger los frutos y que recojan el
rebaño que hay esparcido por todos los lugares. Que
se dediquen a su ministerio. Que no sean asalariados,
que hay mucho trabajo en la Iglesia. Que se dediquen,
como hijos de Dios entregados a su ministerio, a reunir
todo ese rebaño. Pero, cómo podéis hablar, hijos míos,
vosotros, si no sabéis recoger los frutos buenos y dar
testimonio de los frutos que recogéis. No que cogéis los
frutos, os servís de ellos y los escondéis; sin dar
testimonio del fruto que recibís. Cogéis los frutos, pero
no queréis reconocer el árbol de los frutos. ¿Cómo,
hijos míos, un árbol malo puede dar buen fruto? Un
árbol bueno da buen fruto, pero nunca un árbol malo
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puede dar buen fruto, hijos míos. ¡Cómo cogéis los
frutos del árbol y no queréis reconocer de dónde viene
el árbol!
Reza, hija mía; y ora para que se den cuenta. Como no
cumplan con su ministerio serán rechazados por la
Divina Majestad de Dios. Que sepan valorar lo que es el
sacerdote y a lo que se ha entregado; pero ¡ay de
vosotros, que no servís nada más que para criticar,
para difamar y calumniar a las almas de buena
voluntad! Vuestras obras no sirven y vuestros frutos
son estériles, porque no sois humildes, hijos míos;
vuestro orgullo no os deja reconocer que la Divina
Majestad de un Dios tiene poder para hacer y
deshacer lo que quiera. Pero muchos de vosotros
habéis hurtado el puesto a Dios; y por eso hay que
dejar a cada uno el puesto que le corresponde. Vuestro
puesto está en la Iglesia, hijos míos, pero si os llamáis
ministros de Cristo, cristificaos con Él. Por eso está el
mundo en estas condiciones, hijos míos, porque
muchos de vosotros sois los primeros que no enseñáis
a los hombres la verdad del Evangelio, hijos míos.
Vuestra soberbia y vuestro orgullo no os deja
reconocer que Dios puede manifestarse donde quiera,
cuando quiera y a quien quiera, hijos míos.
Y mirad en el hombre a Dios, no mirad al hombre por
el hombre, sino a Dios en el hombre. Mira, hija mía,
cuántos de los que se han reído de mi doctrina y han
predicado una doctrina falsa, mira el lugar donde
están, hija mía. Su soberbia los ha conducido a querer
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ser más que Dios y no dejar al Creador dirigir a sus
creaturas. Yo doy mis tesoros de gracias a quien
quiero, hijos míos. ¿Quién sois vosotros para limitar a
todo un Dios? Dios no tiene límites.
Orad, hijos míos, orad para que los sacerdotes
ministros de Cristo, (muchos de ellos estos sacerdotes
jóvenes), que sepan guiar el rebaño y amar a la Iglesia,
obedeciendo al Santo Padre, representante de Cristo
en la Tierra. Pero si no obedecen ni al representante de
Cristo en la Tierra, ¿cómo vais a obedecer a Dios?
Trabajad en la Iglesia, que muchas almas se retiran de
ella porque vosotros, hijos míos, no pensáis nada más
que en vosotros mismos; estáis quitando a Dios y a su
Santa Madre, el lugar que les corresponde. Orad
mucho y haced sacrificios y penitencias, para que los
hombres vuelvan su mirada a Dios. Y vosotros, hijos
míos, orad, sacrificaos y renunciad a la materia y vivid
más con el espíritu; y entregaos a Dios en cuerpo y
alma, hijos míos. Dios abrirá los brazos y os recibirá en
la Patria Celestial.
Orad mucho por mis sacerdotes, por mis almas
consagradas. Los conventos están relajados, la
mayoría de ellos; se ha infiltrado Satanás dentro y no
piensan nada más que en diversiones y en vacaciones,
hija mía. Y te lo he dicho muchas veces, por eso no hay
vocaciones, por eso se destruyen las vocaciones, hija
mía, porque se introducen en el mundo y Satanás los
atrapa en los gustos, en las comodidades y en los
placeres del mundo, hija mía.
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Acudid a este lugar, que recibiréis muchas gracias,
hijos míos. Entronizad el Corazón de María y el
Corazón de Jesús en vuestros hogares, para que reine
la paz en ellos.
Orad, confesad vuestras culpas, hijos míos; que los
hombres cometen muchos sacrilegios acercándose al
sacramento de la Eucaristia en pecado mortal, sin
lavar sus manchas, sin confesar sus culpas. Amaos
unos a otros.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos, todos serán
bendecidos con bendiciones especiales para el "dia de
las tinieblas". Con un solo objeto dará luz durante los
tres días con las tres noches, para aquéllos que
conserven la gracia, hijos míos.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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que hay muchas almas en mi rebaño que necesitan
que les habléis de Dios. Dios está desapareciendo en
los corazones de los hombres. ¡Cómo queréis que el
mundo, hijos míos, camine hacia la paz, hacia el amor,
si los hombres quieren convertirse en hacer un mundo
nuevo, en ser creadores de la Humanidad! Sólo uno es
vuestro Señor al que tenéis que amar, respetar y
adorar. Pero, ¡ay, sacerdotes, muchos de vosotros, que
aconsejáis al hombre que no hinque su rodilla ante la
Divina Majestad de Dios! ¡Que toda rodilla se hinque
ante Dios su Creador, del Cielo, de la Tierra y de los
Infiernos!
¿Cómo vosotros, muchos, estáis haciendo
desaparecer, hijos míos, el respeto a Dios? Ya te lo dije,
hija mía, que se aboliría el poder eclesiástico y el civil, y
cada individuo se gobernaría por sí mismo.
Vosotros, almas queridas de mi Corazón, aquéllos que
seguís el Evangelio, sin quitar ni poner nada de lo que
hay escrito, reuníos todos, hijos míos, y sed valientes y
defended mi Iglesia y mi Evangelio tal como está
escrito. No os dejéis trastornar por el enemigo, hijos
míos. El enemigo, cada día, está quitando más de mi
Evangelio. Igualan Dios al hombre. ¡Pero cómo, hijos
míos, la Divina Majestad de Dios, el Increado, el que
siempre ha existido, el que nunca jamás dejará de
existir, queréis igualaros a Él! Porque el hombre quiso
igualarse a Dios, fue arrojado del paraíso, por su
desobediencia. Porque el ángel más poderoso quería
ser más y más, quería ser más que Dios, mirad dónde
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está: en la profundidad del Infierno. Si hasta los
ángeles fueron arrojados del Cielo a los Infiernos, hijos
míos, ¿cómo no tenéis respeto y temor a Dios? Y no
queráis que Dios se adapte a las leyes del hombre,
adaptaros vosotros a las Leyes de Dios. No seáis
destructores de la verdad. ¡Ay, de aquellos que su
sabiduría la emplean para destruir a la Humanidad!
Sacerdotes de mi Iglesia, dejad de ser funcionarios y
dedicaos a ser buenos pastores, para que la
Humanidad cambie. Conquistad a las almas y
acercadlas a vuestro rebaño, a la Iglesia, que el
Fundador de la Iglesia os lo pide, hijos míos. Cristo
vuestro Redentor os pide que seáis mansos y humildes
y reflexionéis si dais buen ejemplo, hijos míos, a la
Humanidad, muchos de vosotros. Que aquellos santos
pastores que hay, aquellos santos sacerdotes; que no
se dejen engañar, ni arrastrar, como... ¡Ay, hija mía,
mira cómo se arrastraron los ángeles unos a otros! El
ángel más poderoso arrastró a los otros y millares de
ellos se dejaron arrastrar porque querían ser como
Dios, y como Dios, nadie puede llegar a ser, hijos míos.
Os pido amor, hijos míos, a nuestros Corazones. Sí, yo
creé al hombre y lo creé para glorificar y para amar a
Dios su Creador, a la Divina Majestad de Dios. Yo
vuestro Dios, hijos míos, fui el Creador del mundo, y Yo
mandé a mi Hijo para salvar a la Humanidad. Y Yo me
compadezco del hombre desde hace siglos, y el
hombre tan cruel, no tiene compasión de su Dios.
¿Hasta dónde vais a llegar, hijos míos, con vuestras
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ideas destructoras? Respetad a la Iglesia. Amad al
Santo Padre. Obedeced. Veréis cómo vuestro camino
es suave y ligero. Pero ¿sabéis por qué no podéis con
la carga, hijos míos? Porque os falta humildad y no
queréis aceptar ni reconocer las verdades que están
escritas. Cumplid con los mandamientos, hijos míos.
Acercaos a los sacramentos. Renovad vuestra vida.
Perseverad.
LA VIRGEN: ¡Ay, hija mía, qué dolor siente mi Corazón,
mi Corazón de Madre, hija mía! Dicen que mi Corazón
no sufre. Mira cómo está mi Corazón, hija mía:
atravesado y lleno de espinas.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos
pecados, como se cometen contra mi Inmaculado
Corazón. El mundo, hija mía, está desmoralizado. Mi
Corazón Puro e Inmaculado sufre por la Humanidad.
No le dan importancia al pecado, hijos míos, por eso los
pecados los convierten en virtudes y las virtudes en
pecados, hija mía.
Orad mucho, orad mucho, hijos míos, y amaos unos a
otros. Es la falta de amor, la falta de respeto hacia Dios,
la que hace caminar al mundo a este trastorno. Por eso
hago una llamada a mis sacerdotes, a todos aquellos
que sean limpios de corazón: hijos míos, no
retrocedáis, caminad con paso firme y seguro por las
huellas que caminó Cristo. No seáis cobardes, hijos
míos.
EL SEÑOR:
Yo quiero que el hombre conozca mi Evangelio tal
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como está escrito, sin deformación, hijos míos, porque
los hombres están confundidos, porque muchos de
vosotros los habéis confundido, hijos míos. Por eso el
hombre no cambia, porque cree que está salvado,
haga lo que haga; y por eso comete pecados, porque
les habéis enseñado que los pecados no son pecados,
ni tienen importancia los pecados. ¿Hasta dónde
queréis llegar, hijos míos?
Y vosotros laicos, seglares casados, caminad y
renovad vuestro espíritu, y haced todos una gran
masa, con el Evangelio en la mano y defendiendo y
amando a la Iglesia, al Santo Padre, y a los obispos,
para que ellos puedan trabajar sin temor y con
fortaleza. Orad, orad, hijos míos. Extended la
Comunidad, para que las almas se multipliquen y viváis
como los cristianos. ¡Ah, hijos míos, aquél que deje a su
padre, a su madre, a su hermano, a su hermana, por
mi amor, le daré un premio en la Eternidad! Quiero,
hijos míos comunidades donde el maligno puede
menos atacar. Donde hay varios juntos en mi Nombre,
allí estoy Yo presente, Yo soy vuestra Fortaleza, Yo soy
la Verdad, el Camino y la Vida. No busquéis la vida en
el ser humano, que es corrupto. Buscad la vida en el
Incorrupto.
LA VIRGEN: Acudid a este lugar. Amaos unos a otros,
hijos míos, como Cristo os ama, y sed valientes, sin
fanatismo, hijos míos, pero sí con humildad y con la
verdad; y amad mucho a la Iglesia de Cristo. Nunca
está el mundo como está en esta situación, hijos míos.
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Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
con bendiciones especiales, para la conversión de las
almas.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
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ayudarte. Muchos se benefician de estas
manifestaciones, para lucrarse de ellas, no para los
pobres, hija mía, y muchos se lucran vendiendo cosas
religiosas, para emplearlo en orgías y pecados de
inmoralidad. ¡ Qué pena me dan esas almas, hija mía!
Pedid por ellos y amaos unos a otros como Yo os he
amado, y sed humildes, hijos míos, muy humildes; sin
humildad no se consigue el Cielo.
LA VIRGEN: Besa el suelo, hija mía, en reparación de
tantas ofensas como se cometen a mi Inmaculado
Corazón.
EL SEÑOR:
Hija mía, tu corazón está triste, tú me has pedido que
corte de ti por donde quiera. Yo estoy cortando, hija
mía, y corto, pero todo, hija mía, tiene un valor para la
conversión de las almas. No te entristezcas, hija mía, tu
corazón sufre mucho.
AMPARO: (Entre sollozos) ... ¡Señor... ayúdame, Señor ...
ayúdame, ... ayúdame, Señor... , ah, ayúdame! ... Señor,
no me abandones, Señor, que yo sin Ti no puedo vivir ...
ayúdame. Señor, ... te pido, Señor, que me ayudes y me
pongas a personas ... para ayudar a sacar esta Obra
adelante ... Por mi sola no puedo nada, Señor, pero Tú
lo puedes todo. Señor, también, si no puedo ver a mi
hijo ... Tú lo quieres por el bien de la Humanidad ... Haz
Tu voluntad, Señor, ... ayúdame, Señor, a ser humilde,
a ser paciente ... Señor ...
EL SEÑOR:
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Te he dicho, hija mía, que te pondré almas buenas en
el camino; y en sí, muchas veces te las he puesto.
AMPARO: Es una Obra tan grande la que quieres,
Señor...
EL SEÑOR:
Ya se verá la luz, hija mía.
AMPARO: Ayúdame, no tengo fuerzas, Señor.... no
tengo fuerzas ...
EL SEÑOR:
Soy la fortaleza, hija mía; de mí sacarás la fuerza para
caminar y para que todo crezca como Yo te he pedido,
hija mía.
AMPARO: Perdóname, Señor, por mi soberbia;
perdóname, Señor.
LA VIRGEN: Vuelve a besar el suelo, hija mía, en
reparación de los pecados de la Humanidad.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
con bendiciones especiales para "el día de las
tinieblas", hija mía.
Os bendigo, hijos míos, como, el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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y los títulos que Dios ha querido para Mí? Dios quiso
que los adquiriera y por eso soy la llena de gracia.
AMPARO: ¡Qué belleza, Madre mía! ...
LA VIRGEN: La Bella entre todas las mujeres.
AMPARO: (Entre suspiros.) ¡Ay, qué belleza, ay!
LA VIRGEN: No me arrinconéis, hijos míos, que no
contentáis a Dios, si me quitáis del lugar que me
corresponde como Madre de Dios.
EL SEÑOR:
Sí, hijos míos, es el mes de María. María, la Madre del
Redentor, de toda la Humanidad. El que no ama a
María, no ama a Jesús. ¿Cuántas veces os he repetido
que somos dos Corazones en uno? El Corazón de mi
Madre está unido al mío y nadie lo puede separar, pero
los hombres han perdido toda la atención y devoción a
esta Madre Pura e Inmaculada. Si es la Puerta del
Cielo, hijos míos, tendréis que entrar por ella. Es el Arca
de la Alianza, el Paraíso donde Yo me recreé en Ella. No
la apartéis, hijos míos, que Yo le he dado muchas
gracias para derramarlas sobre la Humanidad. Ella es
la que intercede por vosotros. Es la Madre de todos los
pecadores. Quiere que se arrepientan todos y vengan
a Mí; constantemente, hijos míos, está intercediendo
por todos vosotros. Amadla mucho. Si no amáis a mi
Madre no me podéis tener contento a Mí. En el mundo
ha desaparecido el amor, la unidad entre los cristianos.
Sed misericordiosos como Yo fui misericordioso. No
juzguéis y no seréis juzgados. Con la medida que
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midáis, con esa medida seréis medidos.
Tú, hija mía, ama a los que te calumnian, ora por los
que te difaman. Piensa que el hombre malo no puede
hablar cosas buenas. El hombre malo habla de lo que
lleva en su corazón. El hombre malo es parecido al
árbol malo. Un árbol malo no puede dar buen fruto; el
fruto estará podrido; pero un árbol sano y bueno, su
fruto será sano y bueno, hija mía. Piensa que de un
espino no se pueden sacar manzanas, hija mía; ni de
un enebro, peras. Son árboles punzantes y amargos.
Por eso te digo que no te angusties, hija mía, por todas
esas lenguas malvadas y perversas, que quieren tapar
su perversidad y su maldad ante los hombres,
repartiendo libros y aparentando hacer buenas obras.
Un alma perversa, hija mía, y soberbia, que sólo se
dedica a ir de lugar en lugar, a sacar toda la maldad
que lleva dentro y hacer la vida imposible a todo el que
vive a su alrededor. ¿Cómo crees, hija mía, que esas
almas pueden estar en gracia? Sigue pidiendo por
ellas, para que su maldad y su perversidad
desaparezcan de sus mentes desequilibradas y
trastornadas. Piensa que donde está Dios, no podrá el
enemigo.
Orad mucho, hijos míos, porque hay muchas almas
trastornadas, que no aparentan su trastorno y dañan
a la Humanidad, y arrastran a las almas, hijos míos.
LA VIRGEN: Orad, orad y haced penitencia, hijos míos,
por los que no oran, ni hacen penitencia. Amaos unos
a otros como Cristo os ama. Acudid a este lugar, que
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recibiréis gracias especiales en vuestros corazones,
hijos míos. Este mes de María será un mes que Yo
derrame todo mi Corazón en rayos de luz hacia los
hombres.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos,
con bendiciones especiales, para el día de las tinieblas.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
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Santa Madre de Dios, la Virgen María, ha conseguido lo
que quería. ¿No lo veis, hijos míos, que ha ido quitando
todos los obstáculos que estorbaban en su camino,
para realizar lo que Ella quería? y tened cuidado, que
podéis ser vosotros los próximos, hijos míos. No
difaméis, ni calumniéis. Id a confesar vuestras culpas.
Hijos míos, a alguno de vosotros os dije que qué
equivocados estábamos, y seguís en la guerra y en la
discordia.
Vengo a dar las gracias a estos ángeles que me han
protegido y cuidado, a lo que he sentido paz en los
últimos días de mi vida junto a ellas, orando y
consolando mi alma de esa tristeza tan terrible que
había dentro de ella. He gemido hasta llegar a leer esta
carta que tenía dentro de mí. Aquí hay un paraíso hijos
míos, hecho con las manos de Dios, no con las manos
del hombre, al que todavía no he llegado. Rezad por mí,
hijos míos, y orad, y haced sacrificios, para que pronto
llegue a vestirme con la vestidura de la vida; y tú, hija
mía, perdóname tanto daño como hice a tu corazón.
Hice mucho daño, hija mía, mucho daño, y abrí una
herida en tu corazón de la que nunca podrás cerrar.
Yo fui el promotor. No creí que podían llegar tan lejos ...
(Luz Amparo solloza, balbucea algo, llora.)
... Sí, hija mía, sí. Fui el promotor ... (sigue llorando) ...
Confesad vuestro pecado, almas corruptas. Yo fui el
escarnio de tu corazón con todos ellos. ¿Cómo todavía,
hijos míos, tenéis valor? Pedid perdón por vuestro
pecado horrendo.
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EL SEÑOR:
Besa el suelo, hija mía, por esos pobres pecadores.
Perdónalos por todas las injurias, por todos los
pecados que han cometido. El que a hierro mata ...
(Aunque vine a rectificar las leyes), hija mía, Dios hará
que paguen su castigo.
SACERDOTE FALLECIDO: Ahora sí que siente paz mi
alma. Gracias, hermanos míos, por todo el bien que
habéis hecho a mi alma.
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, sella tus labios. Esa herida no se cierra
jamás y perdónalos. Te digo lo que le dije Yo a mi Padre:
"Perdónalos que no saben lo que se hacen".
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos, todos serán
bendecidos con bendiciones especiales. Todos han
sido bendecidos, para el "día de las tinieblas". Hija mía,
esto conlleva el amor a Dios. Sé muy humilde, hija mía,
ama a la Iglesia, a los obispos y a su Vicario.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
NOTA.
Sacerdote fallecido. - Opuesto a los hechos de la
aparición de la Santísima Virgen en El Escorial, y
arrepentido en los últimos días de su vida, confiesa su
error y pide perdón.
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MENSAJE DEL DÍA 5 DE JULIO DE 1997,
PRIMER SÁBADO DE MES
LA VIRGEN: Hijos míos, aquí está vuestra Madre, la
Virgen Pura Dolorosa. Mi Corazón sigue sufriendo por
los pecados de la Humanidad. Los hombres no
cambian. Cada día, el ser humano está más
deshumanizado, y los hombres no quieren
comprender ni entender los misterios de Dios, ni
cumplir sus leyes. Por eso hago un llamamiento:
sacerdotes de Cristo, despojaos del espíritu que os
obstaculice en vuestro camino y no os siente bien, y
regocijaos del Espíritu de Dios, y aprended de Él su
sabiduría, y llenaos de Él, y explicad a las almas que
esta vida no es el final de todo.
Muchas almas están confundidas, porque hay
sacerdotes que confunden la doctrina, y creen que,
con la muerte, aquí se acaba todo; por eso muchos,
hijos míos, cuando llega este momento de este
desenlace fatal, miran a su alrededor y no encuentran
nada más que tinieblas y obscuridad; para ellos es un
horror, un gemir y un sufrimiento, y llegan ante Dios, y
Dios los manda a otro lugar, porque no han querido
saber nada de Él, y por eso no pueden estar con Él,
tienen que estar donde Él no esté, porque lo han
rechazado, y no han querido saber las verdades ni los
caminos de Dios. Eso es terrible, hijos míos, cuando
llega ese momento para estas almas; por eso os pido,
hijos míos: arrepentíos, confesad vuestras culpas,
amad a la Iglesia, hijos míos, que en Ella hay un
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banquete que, si coméis de él, conseguiréis la vida
eterna; id a Ella y amadla, y veréis la grandeza que hay
en Ella y la hermosura.
EL SEÑOR:
Hijos míos, sacerdotes, que camináis por el sendero de
Cristo, no os acobardéis, y enseñad a las criaturas las
verdades que hay en el Evangelio. Y os pido a todos,
hijos míos: sed mansos y humildes. Con humildad
conseguiréis no revelaros contra Dios. El hombre
quiere ser más que Dios, y cuántas veces he dicho que
nadie como Dios. El hombre se queda en lo humano y
olvida lo divino, pero, cuando llega ante Dios, nada
puede hacer, porque Dios tiene que aplicar su justicia;
los hombres sólo piensan en su misericordia, y ¿dónde
dejan la justicia de Dios? Dios os ama a todos, hijos
míos, pero a todo el que quiere doblar la rodilla ante Él
y pedir perdón de sus culpas.
Por eso os digo, hijos míos: venid a mí, todos los que
estáis agobiados y todos los que tenéis angustia, que
Yo aliviaré vuestra carga y curaré vuestras angustias,
hijos míos. No penséis que Dios no os ama, hijos míos.
Dios os ama, pero ¿lo amáis vosotros a Él? Por eso, hijos
míos, en vuestra libertad os salváis u os condenáis.
Porque Yo os quiero, hijos míos, pero no os obligo. Por
eso os pido, hijos míos, que busquéis a Dios, que todo el
que busca halla. Y Yo espero, como el padre pródigo,
que llegue el hijo pródigo. Y, cuando llegan los hijos
pródigos a Mí, los perdono y los visto con las mejores
vestiduras y hago una fiesta en el Cielo; porque esas
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almas estaban perdidas y las he recuperado. Por eso
os pido oración y penitencia, hijos míos. Sin oración y
sin penitencia, el hombre se deja arrastrar por las
asechanzas del enemigo.
Sed muy humildes, hijos míos, y acudid a este lugar,
que os daré la gracia de la conversión, y amad mucho
a la Iglesia de Cristo, hijos míos, a su Vicario, y respetad
a los obispos. Por eso sigo repitiendo que el que no deja
a su padre, a su madre, a su hermano, a su hermana
por Mí, no es digno de llamarse hijo mío. Muchos han
dejado el mundo, pero tienen tanto apego a las cosas
carnales, que aman antes a cualquier ser humano que
al Creador. Venid, hijos míos, que os espero con los
brazos abiertos, para bendeciros y para perdonaros.
Confesad vuestras culpas e id al sacramento de la
Eucaristía. Veréis cómo encontráis paz en vuestro
espíritu. Sed humildes, hijos míos.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos, todos serán
bendecidos con bendiciones especiales, para la
conversión de los pobres pecadores.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice,
por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
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Soy la Chispa que Dios quiere que alumbre los
corazones. Soy la Reina del Cielo. Soy el Puente para
que los hombres se acerquen a la Iglesia. Y es lo que
vengo a decir a los hombres, y lo que les he estado
diciendo tantos y tantos años: que mi Inmaculado
Corazón será el que reine sobre la Humanidad; que no
olviden que soy la Madre de Dios, Corredentora con
Cristo, Madre de todos los hombres. Los hombres
quieren arrinconarme, no saben que es la hora de
María. ¿Por qué los hombres son tan obstinados y se
empeñan en hacerme desaparecer? ¿Cómo una
madre no va a avisar a sus hijos la situación del mundo,
y el peligro que los acecha?
EL SEÑOR:
¡Ah, hijos míos! , salid de la tiniebla, aquellos que estáis
atrapados por ella, y venid a la luz, que la luz se ha
hecho para alumbrar la tiniebla, no la tiniebla para
alumbrar a la luz. Sólo un alma en tiniebla no puede
discernir los frutos. Quedaos con los frutos buenos,
hijos míos, y no seáis discordia, y sembréis calumnia
por muchos lugares. El que no está contra Mí, está
conmigo. ¿Por qué no aprovecháis todos los buenos
frutos?
Hija mía, tú no sufras ni por la calumnia ni por el
desprecio. Esto es de Dios y lo que es de Dios, nadie lo
podrá derribar. Es el sello más seguro, la persecución
y la calumnia, de que esta Obra es de Dios, hija mía.
Sólo los ciegos que viven en la oscuridad, no quieren
abrir sus ojos para ver la luz, pero, hija mía, tú sé fiel al
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"sí" que diste, y cuanto más persecución y más
calumnia, más cierto es el sello de Dios.
Amaos unos a otros. Orad, hijos míos, haced penitencia
y sacrificio por los pobres pecadores. Amad mucho a
la Iglesia. Amad al Santo Padre. Todo el que ama a la
Iglesia como Cristo la amó es perseguido, y muchos
condenados a muerte, hijos míos. No desfallezcáis,
hijos míos, que vuestra fe sea firme y vuestra caridad
profunda, y que nadie os, hija ... (Luz Amparo muestra
una gran sorpresa: ¡Ay!) ...
... Sí, hija mía, sí, así se dedican los hijos de la tiniebla a
destruir las obras de Dios: de un lugar a otro
sembrando discordia y cizaña.
Pero los hombres tienen que ser fuertes, y el que tiene
a Dios nada tiene que temer. Yo odio la mentira, el
engaño y la calumnia. Yo soy vuestro refugio, y los que
hoy os persiguen, un día estarán con vosotros. Orad,
hijos míos, y haced penitencia y sacrificio, pues los
hombres se han olvidado que la penitencia y el
sacrificio es lo que puede reparar los pecados de la
Humanidad.
Y vosotros, sacerdotes, aquéllos que sois fieles testigos
del Evangelio, sed firmes y valientes; convertid a las
almas y orad mucho, para que los religiosos, religiosas,
formen jardines frescos y lozanos en los conventos, y
no se acobarden. Las que sean fuertes que se afiancen
en Cristo y por Cristo, y no desfallezcan. Desde
vuestros escondites, hijas mías, podéis salvar muchas
almas, con vuestra oración y vuestro sacrificio. No os
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aletarguéis, hijas mías, orad y sacrificaos por los
pobres pecadores. El Espíritu se conserva fuerte con la
oración, hijos míos. Sin la oración vuestra ... acción (Luz
Amparo ve muchas almas orando: ¡Ah! ¡Cuántas!).
... Mueven los labios sí, hija mía, pero no sale la oración
de su corazón. Es una oración pobre, pero, aún así, la
recojo, la recojo y la aplico por los pobres pecadores.
Pero mira la oración salida del corazón, hija mía, el
fruto que tiene. ¡Cuántas almas han llegado a ver la
Divina Majestad de Dios por la oración bien hecha y
profunda! El mundo está necesitado de oración y de
penitencia.
Todo lo he dicho, y a todos he avisado. ¡Qué más
palabras puedo decir, hijos míos! No os hagáis los
sordos, y escuchad mi mensaje.
LA VIRGEN: Acudid a este lugar, hijos míos, que
recibiréis muchas gracias para vuestras pobres almas.
¡Pobres pecadores!, venid a mi Corazón y refugiaos en
Él, que Yo os conduciré al corazón de Cristo y Cristo al
Corazón del Padre, y todos juntos haréis morada en
Ellos.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas
como se cometen contra mi Corazón y desprecios, hija
mía.
Amaos unos a otros, hijos míos. La unidad de hijos de
Dios ... ¡es tan bella esa unidad, hijos míos! ...
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
para los pobres pecadores.
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Todos han sido bendecidos.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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eterna.
Todo se queda aquí, hijos míos. Las herencias, las cosas
materiales no podéis bajarlas al sepulcro, hijos míos.
Los padres se afanan para que los hijos tengan
carreras y vivan las cosas del mundo; y ellos están
fatigados y agotados para dejarles herencias y
riquezas; y sólo les sirve luego para contiendas y para
guerras, y a muchos para condenación; porque no les
hacen comprender y entender que tienen que
trabajar, cada uno, para formar su hogar; ya se lo dan
todo preparado. ¿Qué hacéis con los hijos, padres?
Enseñadles a caminar por el sendero de Cristo y luego,
lo demás, no os preocupéis tanto por ello; porque las
madres abolís las leyes de Dios para vuestros hijos y
les dais libertad, con tapujos y mentiras, para su
condenación. Enseñadles a vivir cristianamente, como
buenos hijos de Dios, y preocupaos primero por el
alma y después por su cuerpo.
Muchos de vosotros no hacéis nada más que
amontonar, amontonar, y no sabéis, luego, ni quién lo
va a disfrutar, ni para quién lo dejáis; sí, puede ser para
la condenación de vuestros propios seres queridos.
Amad a Dios y al prójimo como a vosotros mismos,
pero no digáis nunca que amáis a Dios si no amáis a los
que están cerca de vosotros, que los veis con vuestros
propios ojos. No podéis amar a Dios, que no lo veis, si
no amáis a los que estáis viendo diariamente.
LA VIRGEN: Hijos míos, ¡qué pena de mundo, porque
los hombres se han olvidado de lo más importante, de
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lo eterno, y viven sólo de lo que pasa, y se quedan en el
tiempo! Mis palabras serán pocas, las próximas, hijos
míos; seguid acudiendo a este lugar, porque recibiréis
gracias muy especiales en las bendiciones, aunque mis
palabras sean cortas; porque todo lo que he dicho se
cumplirá, y prometo a todo el que rece este mes el
santo rosario, con devoción, le prometo paz en su
hogar, armonía; y, meditando bien las palabras de los
misterios, salir al encuentro en la hora de su muerte.
Vendré toda vestida de luz, para acogeros, hijos míos;
os lo promete la Madre de Dios y Madre vuestra.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
para el día de las tinieblas.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
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MENSAJE DEL DÍA 6 DE DICIEMBRE DE 1997,
PRIMER SÁBADO DE MES
EL SEÑOR:
Hija mía, te dije que mis palabras iban a ir cortándose,
porque todo lo tenía dicho; sólo pido que aprovechen
los frutos de este lugar, que haya pastores donde las
almas puedan acercarse al tribunal de la Penitencia;
que no desaprovechéis los frutos, hijos míos. Las almas
llegan sedientas y hay que darles de beber de la gracia
de la Penitencia y de la Eucaristía. Enséñales a amar a
la Iglesia, hija mía. Muchos vienen enfermos de cuerpo,
pero más vienen enfermos de alma. Quiero médicos de
alma más que de cuerpo. Aprovechad los frutos, hijos
míos.
Hijos míos, os dije que seréis perseguidos y así es. Hay
un sembrador de cizaña que va de boca en boca
sembrando la cizaña, la calumnia y la mentira. Yo, el
Hijo de Dios vivo, me veré obligado a aplicar mi justicia
implacable sobre la injusticia, sobre el odio y la
mentira. Tú pide por esas almas, hija mía,
especialmente por ésta que te voy a enseñar; te la
enseño para que pidas por él. Es el que siembra cizaña,
discordia y mentira, pero ¡amo tanto su alma! ... porque
también derramé mi sangre por ella. Haz sacrificio y
penitencia, para que vea la luz, hija mía. Está
obsesionado en la tiniebla y no quiere ver la luz; es
obsesión la que tiene, hijos míos, y nada será bueno de
lo que hagáis.
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LUZ AMPARO: Yo te pido, Señor, que descargues tu
justicia sobre mí, y no sobre él, es un alma a imagen y
semejanza tuya. Yo repararé sus pecados, sus
incomprensiones y su falta de caridad y de amor. Ya
sé quién es.
EL SEÑOR:
Te la he enseñado para que pidas por ella, hija mía. Ora
y haz sacrificios para que vea la verdad.
LUZ AMPARO: Carga sobre mí tu justicia, Señor, que yo
la acepto; para eso me escogiste.
EL SEÑOR:
Y otras almas, que las gracias las rechazan, hija mía.
LUZ AMPARO: ¿Quiénes son todas esas que hay en esa
parte, Señor?
EL SEÑOR:
Son matrimonios, hija mía, que no han cumplido con
sus deberes; han sido malos cristianos.
LUZ AMPARO: ¿Y son castigados tan fuertemente?
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, son castigados porque no tienen dolor de
contrición, porque ellos no le dan importancia al
pecado del matrimonio, y en el matrimonio, la mayoría
de ellos viven de la concupiscencia de la Carne,
cometen aberraciones, hija mía. Ya te lo he dicho
muchas veces, pero ahí, hija mía, el demonio no toca
ese tema y por ahí no se dan cuenta que, si el hombre
está hecho a imagen y semejanza de Dios, los actos
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tienen que ser morales, limpios; no vivir bajo esa
concupiscencia que les trastorna los sentidos. En la
pareja, hija mía, tiene que existir la unidad, el diálogo,
el amor. Ya te lo he dicho muchas veces; por eso, sin
darse cuenta, mira cuántos hay en ese lugar; el
demonio los tapa bajo la apariencia de que el uno es
del otro, pero no para respetarse y amarse sino para
cometer barbaridades, hija mía. Pide mucho por ellos,
porque la mayoría de los matrimonios no se dan
cuenta de estos pecados feos e impuros.
Acudid a este lugar, hijos míos, que os bendeciré cada
vez que llegue a presentarme ante vosotros. Mi
bendición seguirá, hijos míos, aunque mis palabras se
acaben.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
con bendiciones especiales para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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Mensajes tomados de
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