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CÓMO USAR CORRECTAMENTE EL PUNTO, LA

COMA Y EL PUNTO Y COMA

“¿Debería poner una coma aquí? ¿Pongo una coma o un punto? ¿Aquí hay que poner punto y coma o dos
puntos?” ¿Te suena? Todos nos hemos peleado alguna vez con las normas de puntuación, incluso los
escritores más veteranos han llegado a estar en una encrucijada así en más ocasiones de las que les
gustaría admitir. No te sientas estúpido por tener dudas sobre los signos de puntuación, créeme, es algo
muy habitual. Por ello, voy a intentar esclarecer todo lo posible las dudas más comunes que arroja la
normativa de puntuación de la RAE. Quédate y sigue leyendo si quieres dominar de una vez por todas
estos tres elementos tan indispensables. Conocer bien el uso de los signos de puntuación… salva vidas.
Antes de nada debes de tener muy claro el significado y el por qué del uso de los signos de puntuación. No
se trata de algo caprichoso, ni de unas normas establecidas que se cumplen porque sí. Su aplicación
atiende a una serie de razones muy sólidas:

1. SON PAUSAS.

Los signos de puntuación detienen la lectura por un instante. Son indicaciones para el lector que le guían
y le permiten entender el texto con mayor facilidad.

2. FAVORECEN LA LECTURA EN VOZ ALTA.

Están ahí para que el lector pueda tomar aire. Un párrafo sin puntos ni comas terminaría matando por
asfixia a todo aquel que lo leyese.

3. ORDENAN LAS IDEAS.


Los signos de puntuación sirven para ordenar las ideas de acuerdo a su valor, pues constituyen la jerarquía
del texto. Esto es de vital importancia, pues entender bien este concepto es esencial para dominar el uso
de estos signos.

4. INFLUYEN EN EL RITMO NARRATIVO.

Al ser pausas, afectan directamente al ritmo de las acciones que transcurren en el texto. Las acciones
descritas resultan más dinámicas a mayor brevedad. Los puntos y comas marcan el ritmo narrativo.

5. APORTAN CLARIDAD AL TEXTO.

Un texto, donde el uso de los signos de puntuación es correcto, será infinitamente más claro que uno con
ausencia de puntos y comas. Es muy común encontrarse con frases ambiguas y con ideas
malinterpretables cuando se carece de estos signos.

TIPOS DE SIGNOS DE PUNTUACIÓN


Los signos de puntuación principales son:

LA COMA (,)
EL PUNTO (.)
EL PUNTO Y COMA (;)
Hay otros, como los signos de interrogación (¿?), los dos puntos (:), los signos de exclamación (!¡), etcétera.
Todos ellos operan sobre la misma base y existen para hacer de la escritura un lenguaje mucho más rico
y preciso. Otro signo de puntuación muy habitual son los puntos suspensivos, estos tienen múltiples usos
que puedes conocer con mayor detalle en el post donde se explica el uso correcto de los puntos
suspensivos. Aquí vamos a centrarnos únicamente en los tres principales: el punto, la coma y el punto y
coma.

Un símil que me encanta para explicar la diferencia entre estos tres elementos es el lenguaje musical. La
coma equivaldría a una corchea, que equivale a medio tiempo, el punto y coma equivaldría a una negra,
pues equivale a un tiempo. Mientras que el punto sería una blanca, que equivale a dos tiempos.
LA COMA
La coma se usa para separar y hacer pequeñas pausas en un texto, párrafo u oración, salvo los que
vengan precedidos por alguna de las conjunciones y, e, o, u o ni. Es una forma de aislar las ideas. Por
ejemplo:
Tengo manzanas, plátanos, melocotones y kiwis.

Hay excepciones que admiten su uso previo a una conjunción, como por ejemplo:
Compró cerveza, queso, patatas fritas y nachos, y llamó a sus amigos.

Otro de los usos más comunes de la coma es para especificar. Por ejemplo:
En Whitechapel cuando cae la noche el legendario asesino comienza su cacería.

Esta frase es correcta aún careciendo de comas, pero podemos ayudar al lector y ordenar la información
con el uso de comas. Este uso es totalmente opcional, pero favorece la lectura, por lo que es muy
aconsejable llevarlo a cabo. En el ejemplo anterior, podría realizarse la acotación del siguiente modo.

En Whitechapel, cuando cae la noche, el legendario asesino comienza su cacería.


Todo lo que está entre las comas es una acotación, una oración subordinada. Un truco muy útil para
entender esto: puedes omitir lo que está entre las comas, leer la frase y aún así sigue teniendo sentido.
Yo, sintiéndolo mucho, no puedo aceptar la invitación.
Yo no puedo aceptar la invitación.

EL PUNTO Y COMA
Se usa en oraciones compuestas o enumeraciones complejas. En general, para separar los elementos de
una enumeración cuando se trata de expresiones complejas que incluyen comas. Es tremendamente
útil a la hora de hacer descripciones detalladas. Por ejemplo:
La chaqueta es azul; los pantalones, grises; la camisa, blanca; y el abrigo, negro.
Otro uso consiste en separar oraciones sintácticamente independientes entre las que existe una
estrecha relación semántica:
Era necesario que el hospital permaneciese abierto toda la noche; hubo que establecer
turnos.
Todo el mundo a casa; ya no hay nada más que hacer.

EL PUNTO
Existen tres clases de puntos: el punto y seguido, el punto y aparte y el punto final.
El punto y seguido separa enunciados que integran un párrafo. Después de un punto y seguido se
continúa escribiendo en la misma línea. Por ejemplo:
Diego y Clara estaban dando un paseo por el parque. El Sol brillaba con fuerza en el
cielo. El otoño cubría el paseo con sus hojas.

El punto y aparte separa dos párrafos. Es decir, separa dos ideas totalmente distintas. Dentro de la
unidad del texto, aportan contenidos diferentes. En una novela, cada párrafo describiría una acción
diferente. Por ejemplo:
Aquel día, la mañana estaba espesa. El barco, perdido en mitad del océano y rodeado por
la niebla, aguardaba por un atisbo de esperanza. Entonces llegaron los piratas.
Incluso a día de hoy, todavía tengo pesadillas sobre lo que ocurrió aquel día.
El punto final cierra el texto. Es simple, pone fin al texto.
12 TRUCOS QUE MEJORARÁN TUS TEXTOS AL
INSTANTE

Puedes tener el mejor argumento del mundo y los personajes más carismáticos y entrañables jamás
creados, pero sin una buena ejecución, tu historia se quedará coja. El cómo cuentes tu historia es un factor
fundamental, pues determinará la fuerza de tu libro para atrapar al lector. Es cierto que unos buenos
personajes o algo interesante que contar es un aditivo en la lectura, pero de nada nos sirve si no sabemos
cómo aprovecharlo adecuadamente.

No puedo convertirte en un maestro de la narración con un puñado de consejos y dos palmaditas en la


espalda, nadie puede. Forma parte de ti querer mejorar cada día tanto tu expresión escrita como tu
capacidad para contar historias. Lee a los mejores y aprende de ellos, es el mejor consejo que puedo darte.
Pero oye, ya que estás aquí voy a adelantarte trabajo. Te facilitaré una serie de trucos que, aplicadas
debidamente, mejorarán de manera notable tu capacidad narrativa.
1. CUANTO MÁS RARA ES UNA HISTORIA, MÁS CREÍBLE
RESULTA
Suena extraño, pero es así. La singularidad da credibilidad. Si cuentas una historia donde abundan los
clichés y la resolución de la mayoría de situaciones es demasiado evidente, corres el riesgo de aburrir y
de volverte predecible. Aunque escribas sobre dragones y magos, si sabes cómo hacerlo, podrás lograr
que lo imposible parezca totalmente factible. Ya sabes lo típico que suele decirse de los grandes escritores;
“menuda imaginación tiene, ¿no? Parece mentira que todo eso haya salido de su cabeza”. Pues tal cual.

2. NO ABUSES DE LOS CLICHÉS LINGÜÍSTICOS


Cuando se habla de clichés lingüísticos, nos referimos a expresiones orales o escritas que se han
repetido en exceso en la lengua castellana, hasta tal punto de haber generado una expresión en sí misma.
El problema de esto radica en que, las palabras que componen dicha expresión, carecen de un valor
semántico real, pues se utilizan por pura inercia. Recurrir a este tipo de clichés con demasiada frecuencia
delata la ausencia de vocabulario. Y como consecuencia, usar estas muletillas porque sí,
independientemente de si tienen o no cabida en el texto, denota una falta terrible de imaginación. Muchos
de estos clichés, además de ser repetidos, tienen un defecto a nivel lingüístico. Siendo la mayoría de ellos
redundantes en su expresión. Por ejemplo, tanto “Horizontes lejanos” como “Persona humana” son
redundantes en sí mismos. Un horizonte siempre va a estar lejos, pues la propia definición lo evalúa así.
Del mismo modo, una persona sólo puede ser humana, por lo tanto es absurdo e innecesario especificar
su condición.

3. USA ADECUADAMENTE LOS ADJETIVOS DURANTE LAS


DESCRIPCIONES
Un adjetivo adecuado en la descripción adecuada vale más que mil palabras. Consulta diccionarios de
adjetivos para determinar la mejor opción. Nunca uses un adjetivo (o una palabra en general) cuyo
significado desconozcas. Escribir con palabras raras no hace que seas mejor escritor, más bien todo lo
contrario, parecerás alguien pretencioso y con una mala capacidad comunicativa. Tampoco abuses del
“muy”; es preferible escribir colosal, antes que decir que algo es muy grande.

4. SÉ CONSCIENTE DE LO QUE ESCRIBES


A veces estamos tan absortos en lo que queremos contar o en la idea que queremos transmitir, que no
prestamos atención al propio texto. Las palabras son los ladrillos que constituyen el conjunto total de la
obra y si no se colocan adecuadamente esos ladrillos, difícilmente vamos a tener control de nuestro propio
texto. A la hora de escribir, es frecuente recurrir a montones de frases, dar rodeos, poner demasiados
ejemplos, definir una y otra vez la misma idea con diferentes palabras… cuando todo eso podría ahorrarse
y resumirse con una simple frase que expresa a la perfección aquello que queremos decir.

5. REVISA SIEMPRE TUS TEXTOS


Esto puede parecerte algo obvio, pero no todo el mundo entiende lo necesario que es revisar un texto una
y mil veces. Publicar un texto que solo has leído una vez es tan peligroso como salir de viaje sin haber
comprobado la llave del gas. No solo se trata de minimizar las faltas de ortografía, sino de evaluar la propia
coherencia del discurso y asegurarse de que todos los elementos que componen la obra funcionan como
deberían. A menudo tendemos a escribir dándo por sentado que nuestros lectores entienden la intención
con la que expresamos el texto, hasta que nuestro lector beta nos confiesa que no ha entendido
absolutamente nada. Y eso suponiendo que tengas un lector beta, ¿te imaginas sacar una novela al
mercado habiendo sido tú el único lector? Como mínimo, comparte tu manuscrito con dos o tres personas
de confianza. No sin antes haberle dado un buen repaso al texto, de principio a fin.

6. NO ABUSES DE LOS ADVERBIOS TERMINADOS EN


“MENTE”
Confiesto que ésta es mi debilidad. Las palabras que terminan en “mente” son palabras compuestas que
se han construido añadiendo al adverbio la terminación o sufijo de -mente. Algunos ejemplos:
prácticamente, fácilmente, comúnmente, dulcemente, suavemente, fuertemente, sutilmente,
amablemente… Sin embargo, el uso reiterado de esta terminación empobrece el texto y quita valor
descriptivo al mismo. Recurrir a palabras terminadas en -mente es, a fin de cuentas, un comodín que
facilita la tarea de describir a cambio de darle simpleza al texto. Existe una cantidad ingente de este tipo
de adverbios y, más concretamente, algunos de ellos son muy recurrentes. Es raro que transcurra un día
entero y no hayas abusado de algunos de ellos en cualquier conversación cotidiana. El problema está en
abusar de ellos cuando escribimos.

Haz la prueba: Coge cualquier texto que hayas escrito y subraya todas aquellas palabras terminadas en -
mente. Si hay más de dos o tres por párrafo, consideralo un problema. ¿Pero exactamente por qué está
mal abusar de ello? Porque estás privándote de buscar sinónimos y palabras más poéticas para la ocasión.
No digas “la acarició suavamente” cuando puedes decir “la acarició con suma delicadeza”. No digas que “el
lobo le mordió fuertemente” cuando puedes decir que “el lobo apretó sus fauces con dureza”. No digas
“firmemente”, cuando puedes decir “con firmeza”. Pero no te confundas, no está mal utilizar este tipo de
adverbios, ni es incorrecto según la RAE, ni nada del estilo. Simplemente (nunca mejor dicho), es más
enriquecedor un texto que recurre a sinónimos y juegos de palabras, antes que resumirse en un
“simplemente”. A la hora de describir te haces un flaco favor.
7. USA FRASES CORTAS
Si no eres Carlos Ruiz Zafón, el juego de las frases kilométricas no te va a funcionar. El mundo ha cambiado
mucho desde aquella época en la que el hombre pensaba que los truenos eran provocados por el martillo
de Thor y los eclipses constituían un mensaje divino. Ahora no necesitas buscarle un significado poético
a todo lo que plasmas en una novela. Simplifica. Sé minimalista. Los textos con frases rimbombantes ya
no sorprenden a nadie.

8. NO ABUSES DE LA SUBORDINACIÓN
Aquellos que cometen el error anterior también acostumbran a abusar de las frases subordinadas. Y, por
poco que subordines una frase corta, ya la estás alargando. La subordinación es una cuestión de ritmo y
hay que tener muy presente el tempo de la escena antes de recurrir a las subordinaciones. Este es el
primer consejo que te daría un buen periodista: no subordines más de lo estrictamente necesario. Un
terrible caso de oración subordinada hasta el hastío: “El hombre, que ayer vio como una sombra entraba
en su sótano, bajó aquellas escaleras oscuras presa del miedo y, recordando la historia sobre fantasmas
que su abuela le había contado la semana pasada, tragó saliva antes de, con cuidado y sigilo, bajar el último
escalón.”

9. NO UTILICES “EL CUAL”


Tu mayor enemigo a la hora de escribir: el cual. Vamos, el clásico: “el hombre entró en la habitación, en la
cual había un cuadro de su esposa.” Una configuración narrativa muy típica en escritores inexpertos que
no encuentran la forma de hacer referencia al sujeto que acaban de mencionar sin recurrir a este
malsonante juego de palabras. El cual es un pronombre relativo, cuyo uso está muy alejado del que tanto
solemos ver en ciertos relatos amateur. No solo ensucia el texto, sino que además se considera una falta
de ortografía, pues su aplicación de ese modo es totalmente incorrecta.

10. UTILIZA UN LENGUAJE COLOQUIAL EN LOS DIÁLOGOS


DE TUS PERSONAJES
La comunicación que ejercen los personajes entre sí es tan importante como la que mantiene el narrador
con el lector. Los diálogos son un aspecto esencial, que deberás cuidar y revisar minuciosamente. Un error
muy común, que cometen los escritores menos avezados, consiste en refinar demasiado los diálogos de
los personajes, utilizando un lenguaje que dista mucho de ser acorde con el personaje. Es decir, el escritor
redacta los diálogos del mismo modo que su propia voz narrativa. Esto da lugar a piratas y maleantes con
una sapiencia etimológica asombrosa y una expresión oral digna del discurso de un rey. Esto resta
coherencia a los personajes y la historia pierde credibilidad.
11. UTILIZA CORRECTAMENTE EL PUNTO, LA COMA Y EL
PUNTO Y COMA
La mejor forma de ahogar a una persona no es metiéndola debajo del agua, sino dándole para leer un texto
sin puntos ni comas. Estos signos de puntuación marcan el ritmo y el sentido de cualquier texto. Cambiar
una coma por un punto, o viceversa, cambia por completo el significado de la oración. Aprender a utilizar
correctamente el punto, la coma y el punto y coma es fundamental para cualquier escritor.

12. DISFRUTA ESCRIBIENDO


Da igual lo bien que escribas si no lo disfrutas. La clave de este oficio es divertirse y motivarse, aprender
y mejorar. De nada te van a servir todos los consejos del mundo si a la hora de ponerte delante de un papel
te desquicias. Déjate llevar, no conviertas el arte en deber. Escribe porque te guste escribir, no importa si
lo haces mal al principio, pues cada frase te hace mejorar un poco más.

Espero sinceramente que esta guía básica te haya ayudado. Ojalá te facilite las cosas la próxima vez que te
sientes a escribir una historia.
¿Conoces más trucos como estos? Ya te adelanto que hay muchos más. Aunque, para empezar, estos son
los más fáciles de aplicar. ¡Buena suerte!

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