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P ERSONA Y S OCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado | 131

Vol. XXIX / Nº 3 septiembre-diciembre 2015 / 131-136

María Alejandra Energici Sprovera

El self emprendedor. Sociología de una forma de subjetivación

Ulrich Bröckling (2015). Santiago: Ediciones Universidad Alberto


Hurtado.

María Alejandra Energici Sprovera*

La pregunta por el sujeto ha tomado especial relevancia en los últimos años, princi-
palmente porque permite pensar la complejidad en las sociedades contemporáneas,
es decir, preguntarse por el sujeto es una manera de abrir preguntas, más que de
dar respuestas. Asimismo, esta obra abre interrogantes sobre los modos en que
nos relacionamos con nosotros mismos y sobre la forma en que dicha relación es
mediada socialmente.
Este libro aborda precisamente los procesos de subjetivación, y en especial una
forma particular de subjetivarse, en tanto self emprendedor:

Deber y querer ser emprendedor es también un modo de concebirse y


de orientarse a sí mismo y a los otros: es decir, se trata de una forma de
subjetivación. El actuar emprendedor designa menos un estado de cosas
que un campo de fuerza: es una meta a la que apuntan los individuos,
una medida según la cual juzgan su actividad, un ejercicio cotidiano
que cultivan y un generador de verdad, ante el cual se reconocen. (p. 13)

El self emprendedor se concentra, en términos muy generales, en cuatro gran-


des temas. El primer capítulo, “Genealología de la subjetivación”, es una revisión
exhaustiva acerca de la noción de sujeto y las formas de investigarlo que integra
una multiplicidad autores. Junto a Foucault se agrega una diversidad de focos
que muestran la complejidad en la que se insertan los procesos de subjetivación.
Tomando materiales de la economía, la psicología, la antropología y la literatura
sobre gestión empresarial, entre otros, el autor expone una régimen de subjetivación
que instala una prescripción: sé un emprendedor. Específicamente, en el libro se
describe la racionalidad que articula este tipo de self, algunas de las tecnologías
clave para realizarlo y finalmente se concluye explorando las posibles o, más bien,
imposibles resistencias a este régimen de subjetivación.

* Doctora en Sociología, Universidad Alberto Hurtado (UAH). Académica, Facultad de Psicología


UAH. Correo electrónico: menergic@uahurtado.cl.
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María Alejandra Energici Sprovera

El desarrollo del texto está basado en la realidad alemana, por tanto, deja abierta
la pregunta sobre su pertinencia para pensar la sociedad chilena. En esta reseña
reflexionaré sobre las tecnologías que performativamente se utilizan para producir
este tipo de self. De manera muy intuitiva, indago en el uso de estrategias como
la creatividad, el empoderamiento, la calidad y los proyectos en el contexto de la
cultura chilena.
Podría esperarse que Chile, el conocido experimento neoliberal, fuese sin lugar
a dudas una sociedad donde la prescripción de ser un emprendedor se instalara
ampliamente. De hecho, se pueden identificar una serie de elementos que así lo
confirman: por nombrar un par de ejemplos, tuvimos un presidente que era un
emprendedor y en las revistas se anuncian los premios otorgados por innovación
a jóvenes que, a corta edad, han logrado emprendimientos no solamente econó-
micamente rentables, sino que muestran una perspectiva sustentable y novedosa
para abordar la realidad.
Al leer El self emprendedor, pareciera ser fácil identificar e identificarse con esta
forma de ser e instalarse en la realidad; sin embargo, queda la pregunta sobre si la
lectura latinoamericana de conceptos como libertad, autonomía y autorresponsa-
bilidad tienen la misma connotación que en su contraparte alemana o anglosajona.
Este cuestionamiento surge a raíz de las diferencias fundamentales existentes
entre las sociedades europeas y latinoamericanas, las que circunscriben un contexto
muy diferente para la instalación de una forma de ser emprendedor. Por ejemplo,
de este lado del mundo no contamos con una tradición liberal propiamente tal;
más bien, las sociedades latinoamericanas presentan un comportamiento político
que tiende a un poder central, que difiere de manera importante de la situación
europea. Históricamente este poder central se ha materializado en distintas figuras,
y en la actualidad lo hace en el Estado. Dicho poder cumple un rol protagónico en
la regulación de las otras esferas de la vida social, y se arraiga desde la prevalencia
de relaciones verticales, de autoritarismo y protección; esto, en contraposición a
relaciones más horizontales e igualitarias como sucede en el caso europeo (Mas-
careño, 2003; Véliz, 1984).
Las diferencias con Europa pueden explicarse gruesamente, de acuerdo al
historiador Carlos Véliz (1984), por la ausencia de cuatro hechos fundamentales
en América Latina: la inexistencia de la experiencia feudal; la ausencia del fenó-
meno de la disidencia religiosa; la falta de cualquier acontecimiento comparable
con la Revolución Industrial; y la ausencia de la evolución ideológica, social y
política asociada a la Revolución Francesa. En este sentido, el centralismo europeo
que tomó cuerpo en los Estados de Bienestar, fue producto de las revoluciones
Industrial y Francesa; mientras, en América Latina el protagonismo del Estado
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precede a estas transformaciones, manteniendo así un carácter preindustrial y


no igualitario.
Visto así, el modelo neoliberal que se instaló en Chile no fue consecuencia
de una tradición liberal con una profunda raigambre antropológica, filosófica y
social, sino más bien fue producto de condiciones históricas, políticas, sociales,
económicas y culturales bastante particulares.
¿Qué consecuencias tiene todo esto para pensar un self emprendedor? Podríamos
afirmar que Chile es un país que depende mucho de la autoridad y su ejercicio
(Brunner, 1981), donde la forma de control de los sujetos se acerca en buena me-
dida al disciplinamiento a través de la normalización, con un fuerte componente
homogenizador. El estudio de Araujo y Martuccelli (2012) muestra que los indi-
viduos se sienten presionados a vivir estilos de vida estandarizados. La autonomía
y la autorresponsabilidad, si bien se valoran, muchas veces no son ejes centrales
ni en la formación ni en la gestión de sujetos. En otras palabras, la libertad y la
autonomía no tienen el mismo estrado moral que posee en la cultura anglosajona.
¿Quiere decir esto que los atributos descritos para el self emprendedor no existen
en Chile? En lo más mínimo, pero es importante investigar la forma particular
que adquieren en la cultura chilena. A simple vista, surgen algunas connotaciones
particulares que adquieren las estrategias y programas para un sujeto emprende-
dor en Chile. Lo que presento a continuación son ejemplos simples, que incluso
pueden sonar pueriles, pero abren la reflexión a la forma particular de la que nos
hacemos cargo de una prescripción de ser un emprendedor.
La tecnología de la creatividad recuerda la palabra del koa (lenguaje asociado
al ámbito de la delincuencia y las cárceles) que popularizó un futbolista: la chis-
peza del chileno. Este neologismo proviene de una condensación entre choreza y
viveza, que aluden a características tales como una acción valerosa o una actitud
desafiante. El choro, el vivo, es quien hace frente a la adversidad creativamente;
quien, con pocos recursos, con un temple alegre, logra salir adelante sacando lo
mejor de la situación. La chispeza puede fácilmente entenderse como una semán-
tica histórica de la creatividad chilena. Como un hacer creativo para superar las
dificultades de la propia existencia, como un reinventarse constantemente a la luz
de las circunstancias.
En este sentido, el choro o el vivo tiene características de un emprendedor, so-
bre todo por su aspecto creativo, pero no es sujeto de ciertas tecnologías. El choro
no planifica, no tiene un proyecto y menos entiende su vida como un continuo
sucesivo de proyectos.
Hay otra diferencia fundamental, más relevante aún: su actuar no está guiado
por un ideal moral, no busca convertirse en la mejor versión posible de sí mismo,
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sino que es un imperativo de la sobrevivencia, entendida en un sentido concreto


y material. Bröckling (2015) considera esta posibilidad para las sociedades lati-
noamericanas. En el prólogo a la edición en castellano, afirma:

En las economías informales de países de África, Latinoamérica y Asia,


pero también en las metrópolis del mundo desarrollado, existe un ejército
de millones de virtuosos emprendedores cotidianos que deben emplear
todas sus fuerzas en actuar en forma emprendedora para sobrevivir, en
el estricto sentido de la palabra. Lo que los impulsa no es el sueño del
ascenso de lavaplatos a millonario, sino el estómago vacío. (p. 15)

Podría pensarse, y esto requiere de una investigación con el debido rigor, que se
trata de un emprendedor a otra escala: que el emprendedor es a la empresa lo que
este sujeto es a una microempresa que siempre tiene la quiebra en su horizonte.
Adicionalmente, en el caso chileno también es posible preguntarse por el modo
en que se distribuye socialmente el imperativo por el emprender, es decir, ¿están
todos llamados a ser emprendedores?, ¿hombres y mujeres por igual?, ¿pobres y
ricos? Se puede sospechar que para algunos se aplica el régimen del emprendimiento
en todo su espectro, mientras que otros están sujetos a solo algunos programas
y tecnologías, y, por tanto, se debe hacer un esfuerzo adicional para instalar en
ellos un ideal de vida emprendedora y que, finalmente, existe un grupo que es
gestionado desde un régimen diferente.
Se desprende de lo previo que el self emprendedor, en su sentido más pleno, o
más bien, en su sentido más similar a la descripción alemana, probablemente se
encuentra en las clases altas; es allí donde la creatividad permite pensar la vida como
un continuo de proyectos de vida con la calidad en su centro. Para los otros grupos
el asunto se complejiza. Es posible preguntarse, por ejemplo: ¿en qué medida como
sociedad queremos a un pobre emprendedor?, ¿a alguien que esté empoderado,
que sea creativo y arme proyectos? Existe una serie de programas que hacen pensar
que en Chile se busca configurar a un pobre con estas características: para acceder
a un subsidio para la vivienda tiene que demostrar que es capaz de ahorrar, para
acceder a un bono familiar tiene que demostrar que lleva a los niños al colegio y a
los controles de salud. Es decir, tiene que demostrar cierto grado de autonomía, de
responsabilidad y de capacidad de planificación para recibir la ayuda del Estado.
En su anverso, eso significa que el Estado busca evitar al parásito social que vive
a expensas de los beneficios públicos.
En este sentido, se reconoce una estrategia de empoderamiento de la población
más vulnerable; no obstante, cabe preguntarse lo siguiente: ¿en qué medida una
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sociedad que aún depende de una alta mano de obra poco especializada y preca-
rizada puede permitirse ser una sociedad de emprendedores? En otras palabras: es
posible cuestionar si activamente se gestiona a un sector de la población para que
viva en condiciones de precariedad que aseguren a este grupo laboral particular.
Se podría pensar, por tanto, que quien está en la cúspide de la sociedad tiene
más posibilidades o se encuentra más cerca de dar con la calidad de un sujeto
emprendedor, entendiendo que es un ideal nunca alcanzable. Y, a medida que
se baja en la escala social, las posibilidades de subjetivarse de este modo se van
desdibujando al punto que para un grupo el emprendimiento es simplemente un
idioma ajeno. Ello, sobre todo porque las condiciones materiales de su existencia
no permiten concebir su vida como un emprendimiento, como un proyecto, que
se planifica, sino más bien es una vida capturada por la necesidad y la urgencia.
Estudiar estas diferencias es un asunto de suma relevancia, pues permite iden-
tificar el modo en que el ideal del emprendimiento se constituye como una forma
para reproducir diferencias sociales tradicionales. Así, el pobre es responsabilizado
de su condición: no es suficientemente creativo, no está empoderado, no es autó-
nomo o responsable de sí mismo y no es capaz de articular un proyecto de vida
que mejore su condición. En koa, es pobre porque le falta chispeza. Se omite que
carece de las condiciones materiales mínimas para poder concebir su existencia
como una sucesión de proyectos.
Entonces, el estudio del self emprendedor no solo muestra una forma de sub-
jetivación que obliga a una relación particular del sí mismo y a una forma de gu-
bernamentalidad que conduce a individuos libres y autónomos, sino que también
permitiría identificar mecanismos o estrategias de reproducción de desigualdades.
En fin, la pregunta por el self emprendedor en la cultura chilena es altamente
atingente y es necesario investigarla con el rigor científico que muestra esta obra.
La pregunta por el sujeto, abordada desde esta figura, da cuenta de que se trata,
y con esto vuelvo al inicio de la reflexión, de un campo que abre más preguntas
que respuestas para pensar la sociedad contemporánea.
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Referencias bibliográficas

Araujo, K., Martuccelli, D. (2012). Desafíos comunes. Retrato de la sociedad chilena y sus
individuos. Santiago: Lom.
Brunner, J. J. (1981). La cultura autoritaria en Chile. Santiago: FLACSO.
Mascareño, A. (2003). Teoría de sistemas de América Latina. Conceptos fundamentales para la
descripción de una diferenciación funcional concéntrica. Persona y Sociedad XVII (2), 1-20.
Véliz, C. (1984). La tradición centralista de América Latina. Barcelona: Ariel.

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