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La pregunta por el sujeto ha tomado especial relevancia en los últimos años, princi-
palmente porque permite pensar la complejidad en las sociedades contemporáneas,
es decir, preguntarse por el sujeto es una manera de abrir preguntas, más que de
dar respuestas. Asimismo, esta obra abre interrogantes sobre los modos en que
nos relacionamos con nosotros mismos y sobre la forma en que dicha relación es
mediada socialmente.
Este libro aborda precisamente los procesos de subjetivación, y en especial una
forma particular de subjetivarse, en tanto self emprendedor:
El desarrollo del texto está basado en la realidad alemana, por tanto, deja abierta
la pregunta sobre su pertinencia para pensar la sociedad chilena. En esta reseña
reflexionaré sobre las tecnologías que performativamente se utilizan para producir
este tipo de self. De manera muy intuitiva, indago en el uso de estrategias como
la creatividad, el empoderamiento, la calidad y los proyectos en el contexto de la
cultura chilena.
Podría esperarse que Chile, el conocido experimento neoliberal, fuese sin lugar
a dudas una sociedad donde la prescripción de ser un emprendedor se instalara
ampliamente. De hecho, se pueden identificar una serie de elementos que así lo
confirman: por nombrar un par de ejemplos, tuvimos un presidente que era un
emprendedor y en las revistas se anuncian los premios otorgados por innovación
a jóvenes que, a corta edad, han logrado emprendimientos no solamente econó-
micamente rentables, sino que muestran una perspectiva sustentable y novedosa
para abordar la realidad.
Al leer El self emprendedor, pareciera ser fácil identificar e identificarse con esta
forma de ser e instalarse en la realidad; sin embargo, queda la pregunta sobre si la
lectura latinoamericana de conceptos como libertad, autonomía y autorresponsa-
bilidad tienen la misma connotación que en su contraparte alemana o anglosajona.
Este cuestionamiento surge a raíz de las diferencias fundamentales existentes
entre las sociedades europeas y latinoamericanas, las que circunscriben un contexto
muy diferente para la instalación de una forma de ser emprendedor. Por ejemplo,
de este lado del mundo no contamos con una tradición liberal propiamente tal;
más bien, las sociedades latinoamericanas presentan un comportamiento político
que tiende a un poder central, que difiere de manera importante de la situación
europea. Históricamente este poder central se ha materializado en distintas figuras,
y en la actualidad lo hace en el Estado. Dicho poder cumple un rol protagónico en
la regulación de las otras esferas de la vida social, y se arraiga desde la prevalencia
de relaciones verticales, de autoritarismo y protección; esto, en contraposición a
relaciones más horizontales e igualitarias como sucede en el caso europeo (Mas-
careño, 2003; Véliz, 1984).
Las diferencias con Europa pueden explicarse gruesamente, de acuerdo al
historiador Carlos Véliz (1984), por la ausencia de cuatro hechos fundamentales
en América Latina: la inexistencia de la experiencia feudal; la ausencia del fenó-
meno de la disidencia religiosa; la falta de cualquier acontecimiento comparable
con la Revolución Industrial; y la ausencia de la evolución ideológica, social y
política asociada a la Revolución Francesa. En este sentido, el centralismo europeo
que tomó cuerpo en los Estados de Bienestar, fue producto de las revoluciones
Industrial y Francesa; mientras, en América Latina el protagonismo del Estado
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Podría pensarse, y esto requiere de una investigación con el debido rigor, que se
trata de un emprendedor a otra escala: que el emprendedor es a la empresa lo que
este sujeto es a una microempresa que siempre tiene la quiebra en su horizonte.
Adicionalmente, en el caso chileno también es posible preguntarse por el modo
en que se distribuye socialmente el imperativo por el emprender, es decir, ¿están
todos llamados a ser emprendedores?, ¿hombres y mujeres por igual?, ¿pobres y
ricos? Se puede sospechar que para algunos se aplica el régimen del emprendimiento
en todo su espectro, mientras que otros están sujetos a solo algunos programas
y tecnologías, y, por tanto, se debe hacer un esfuerzo adicional para instalar en
ellos un ideal de vida emprendedora y que, finalmente, existe un grupo que es
gestionado desde un régimen diferente.
Se desprende de lo previo que el self emprendedor, en su sentido más pleno, o
más bien, en su sentido más similar a la descripción alemana, probablemente se
encuentra en las clases altas; es allí donde la creatividad permite pensar la vida como
un continuo de proyectos de vida con la calidad en su centro. Para los otros grupos
el asunto se complejiza. Es posible preguntarse, por ejemplo: ¿en qué medida como
sociedad queremos a un pobre emprendedor?, ¿a alguien que esté empoderado,
que sea creativo y arme proyectos? Existe una serie de programas que hacen pensar
que en Chile se busca configurar a un pobre con estas características: para acceder
a un subsidio para la vivienda tiene que demostrar que es capaz de ahorrar, para
acceder a un bono familiar tiene que demostrar que lleva a los niños al colegio y a
los controles de salud. Es decir, tiene que demostrar cierto grado de autonomía, de
responsabilidad y de capacidad de planificación para recibir la ayuda del Estado.
En su anverso, eso significa que el Estado busca evitar al parásito social que vive
a expensas de los beneficios públicos.
En este sentido, se reconoce una estrategia de empoderamiento de la población
más vulnerable; no obstante, cabe preguntarse lo siguiente: ¿en qué medida una
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sociedad que aún depende de una alta mano de obra poco especializada y preca-
rizada puede permitirse ser una sociedad de emprendedores? En otras palabras: es
posible cuestionar si activamente se gestiona a un sector de la población para que
viva en condiciones de precariedad que aseguren a este grupo laboral particular.
Se podría pensar, por tanto, que quien está en la cúspide de la sociedad tiene
más posibilidades o se encuentra más cerca de dar con la calidad de un sujeto
emprendedor, entendiendo que es un ideal nunca alcanzable. Y, a medida que
se baja en la escala social, las posibilidades de subjetivarse de este modo se van
desdibujando al punto que para un grupo el emprendimiento es simplemente un
idioma ajeno. Ello, sobre todo porque las condiciones materiales de su existencia
no permiten concebir su vida como un emprendimiento, como un proyecto, que
se planifica, sino más bien es una vida capturada por la necesidad y la urgencia.
Estudiar estas diferencias es un asunto de suma relevancia, pues permite iden-
tificar el modo en que el ideal del emprendimiento se constituye como una forma
para reproducir diferencias sociales tradicionales. Así, el pobre es responsabilizado
de su condición: no es suficientemente creativo, no está empoderado, no es autó-
nomo o responsable de sí mismo y no es capaz de articular un proyecto de vida
que mejore su condición. En koa, es pobre porque le falta chispeza. Se omite que
carece de las condiciones materiales mínimas para poder concebir su existencia
como una sucesión de proyectos.
Entonces, el estudio del self emprendedor no solo muestra una forma de sub-
jetivación que obliga a una relación particular del sí mismo y a una forma de gu-
bernamentalidad que conduce a individuos libres y autónomos, sino que también
permitiría identificar mecanismos o estrategias de reproducción de desigualdades.
En fin, la pregunta por el self emprendedor en la cultura chilena es altamente
atingente y es necesario investigarla con el rigor científico que muestra esta obra.
La pregunta por el sujeto, abordada desde esta figura, da cuenta de que se trata,
y con esto vuelvo al inicio de la reflexión, de un campo que abre más preguntas
que respuestas para pensar la sociedad contemporánea.
136 | Reseñas
María Alejandra Energici Sprovera
Referencias bibliográficas
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