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Por su parte, el imperialismo moderno puede ser entendido, desde una óptica
capitalista, como el proceso de expansión de una nación en búsqueda de mercados,
materias primas y mano de obra barata.
Según la Historia Universal, Egipto, Macedonia, Grecia y el Roma constituyeron, en
su momento, los grandes imperios de la Edad Antigua, mientras que la Edad Media
destaca por expansión que experimentaron el Imperio Bizantino y el islamismo en Europa
y Asia, los imperios azteca e incaico en América.
Vea también:
Colonialismo.
Diferencia entre colonialismo e imperialismo.
Actualmente, se considera a Estados Unidos como una potencia imperialista o
neocolonialista por su influencia política, económica y cultural en el mundo. En este
sentido, debido a su política exterior, su intromisión en conflictos armados ajenos y su
predominio en el mercado mundial, se han venido tildando sus acciones, así como las del
bloque europeo, de imperialistas o neocolonialistas.
¿Qué es el Capitalismo?
El capitalismo es el sistema económico fundado en el capital como relación social
básica de producción. El capital es un factor de producción constituido por inmuebles,
maquinaria o instalaciones de cualquier género, que, en colaboración con otros factores,
principalmente el trabajo y bienes intermedios, se destina a la producción de bienes de
consumo. Es la cantidad de recursos, bienes y valores disponibles para satisfacer una
necesidad o llevar a cabo una actividad definida y generar un beneficio económico o
ganancia particular. A menudo se considera a la fuerza de trabajo parte del capital.
También el crédito, dado que implica un beneficio económico en la forma de interés, es
considerado una forma de capital (capital financiero).
En el capitalismo los individuos privados y las empresas, empleando trabajadores
asalariados, llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes o de servicios, con el
propósito de producir y acumular ganancias u otro beneficio de interés propio.
Definición
Estas definiciones serían:
Principios básicos
Sobre la propiedad privada, el capitalismo establece que los recursos invertidos por los
prestadores de capital para la producción social, deben estar en manos de las empresas y
personas particulares que los adquieran. De esta forma a los particulares se les facilita el
uso, empleo y control de los recursos que utilicen en sus labores productivas, de los que,
a fines empresariales, podrán usar como mejor les parezca.
La libertad de empresa propone que todas las empresas sean libres de conseguir
recursos económicos y transformarlos en una nueva mercancía o servicio que será
ofrecido en el mercado que éstas dispongan. A su vez, son libres de escoger el negocio
que deseen desarrollar y el momento para entrar o salir de éste. La libertad de elección se
aplica a las empresas, los trabajadores y los consumidores, pues la empresa puede manejar
sus recursos como crea conveniente, los trabajadores pueden realizar un trabajo
cualquiera que esté dentro de sus capacidades y los consumidores son libres de escoger
lo que desean consumir, buscando que el producto escogido cumpla con sus necesidades
y se encuentre dentro de los límites de su ingreso.
Competencia se refiere a la existencia de un gran número de empresas o personas que
ofrecen y venden un producto (son oferentes) en un mercado determinado. En dicho
mercado también existe un gran número de personas o empresas, denominadas
consumidores (también llamados demandantes), las cuales, según sus preferencias y
necesidades, compran o demandan esos productos o mercancías. A través de la
competencia se establece una «rivalidad» o antagonismo entre productores. Los
productores buscan acaparar la mayor cantidad de consumidores/compradores para sí.
Para conseguir esto, utilizan estrategias de reducción de precios, mejoramiento de la
calidad, etc.
Cada uno de los actores del mercado actúa según su propio interés; por ejemplo, el
capitalista, quien posee los recursos y el capital, busca la maximización del beneficio
propio por medio de la acumulación y reproducción de los recursos, del capital; los
trabajadores, quienes trabajan por la recompensa material que reciben (el salario) y, por
último, los consumidores, quienes buscan obtener la mayor satisfacción o utilidad
adquiriendo lo que quieren y necesitan al menor precio posible.
Teóricos
La doctrina política que históricamente ha encabezado la defensa e implantación de
este sistema económico y político ha sido el liberalismo económico y clásico del cual se
considera sus padres fundadores a John Locke, Juan de Mariana, Adam Smith y Benjamin
Franklin. El pensamiento liberal clásico sostiene en economía que la intervención del
gobierno debe reducirse a su mínima expresión. Sólo debe encargarse del ordenamiento
jurídico que garantice el respeto de la propiedad privada, la defensa de las llamadas
libertades negativas: los derechos civiles y políticos, el control de la seguridad interna y
externa (justicia y protección), y eventualmente la implantación de políticas para
garantizar el libre el funcionamiento de los mercados, ya que la presencia del Estado en
la economía perturbaría su funcionamiento. Sus representantes contemporáneos más
prominentes son Ludwig von Mises y Friedrich Hayek por parte de la llamada Escuela de
Viena de economía; George Stigler y Milton Friedman por parte de la llamada Escuela
de Chicago, existiendo profundas diferencias entre ambas.
Existen otras tendencias dentro del pensamiento económico que asignan al Estado
funciones diferentes. Por ejemplo los que adscriben a lo sostenido por John Maynard
Keynes, según el cual el Estado puede intervenir para incrementar la demanda efectiva
en época de crisis. También se puede mencionar a los politólogos que dan al Estado y a
otras instituciones un rol importante en controlar las deficiencias del mercado (una línea
de pensamiento en este sentido es el neoinstitucionalismo)
Comunismo
Introducción
China se erigía en el otro gigante del comunismo internacional, quien tomó distancia
de la Unión Soviética (URSS), generando que el mundo espectara el rompimiento del
bloque comunista entre soviéticos y chinos. Esta ruptura se reprodujo en todos los países,
y el Perú no fue la excepción: “La ruptura entre moscovitas y pekineses en el Perú no fue
más que una manifestación local de la ruptura a escala internacional de la cual no
hubiéramos podido librarnos” (1)
Hacia 1964 la IV Conferencia Nacional del Partido Comunista Peruano (PCP) terminó
en una inminente ruptura. Como seguidores de los postulados de la URSS se mantuvo el
Partido Comunista Peruano “Unidad” (PCP-Unidad), identificado así por el nombre del
periódico del Comité Central. Liderado por Saturnino Paredes, se fundó el Partido
Comunista Peruano (Bandera Roja), nombre con el que se le conoció por llamarse así el
periódico del Comité Regional de Lima. Este partido era de concepción campesinista y
ubicado ideológicamente en la esfera de influencia pekinesa. Desde ese momento se
comenzó a hablar de pro-soviéticos y de pro-chinos.
Sobre la llegada del Pensamiento Mao Tse Tung al Perú y la división del comunismo
peruano, Gustavo Espinoza señala: “El maoísmo fue otra cosa. Se generó como resultado
de una agresión abierta de la dirección del Partido Comunista Chino contra todos los
partidos, y en particular, contra los Partidos Comunistas de América Latina. La dirección
del Partido Chino detectó la existencia de partidos comunistas y trató de captar a algunos
dirigentes de estos partidos para convencerlos de levantar movimientos fraccionales o
apoderarse de los partidos” (2) Aunque el comunismo peruano se había dividido en dos,
la mayor fragmentación vendría luego.
Socialismo
Aquellos que aún se niegan a mirar la realidad y siguen creyendo en farsas como las que
trata de introducir la izquierda deberían tomar nota del drama de los miles de
venezolanos que han llegado al Perú huyendo del desastre del gobierno de Nicolás
Maduro, quien relevó a Hugo Chávez y ha sumido a ese rico país petrolero en una
pesadilla de hambre, corrupción, abusos y crímenes que amenaza con prolongarse.
Esos admiradores del chavismo deberían quitarse la venda de los ojos y darse cuenta de
que los miles de venezolanos que hoy vemos formando colas para regularizar su
situación migratoria y haciendo cachuelos en las calles o pequeños negocios no han
llegado a hacer turismo, a que los peruanos probemos sus ricas arepas o porque les
gusta el cebiche. Están acá porque han tenido que huir del espanto en que se ha
convertido su país.
Para colmo de males, Maduro, con toda su aplanadora, que ha echado por tierra la
separación de poderes, ha decidido adelantar las elecciones presidenciales en Venezuela
y, como no podía ser de otra manera, el tirano irá a la reelección en un proceso en el que
la oposición no tiene mayores posibilidades de presentar un candidato único de
relevancia. Con esto se da por descontado que el chavismo seguirá al frente de
Venezuela.
A propósito, nuestra izquierda, que desde fines del siglo pasado volvió a la palestra
política protestando contra la ilegal reelección de Alberto Fujimori en el año 2000, ¿no
dice nada de que Maduro busque quedarse más tiempo en el poder a través de burdas
maniobras? ¿Por qué la permanencia en la Presidencia de “el Chino” era mala y la del
cabecilla chavista no lo es? ¿Será porque el venezolano es “socialista”? ¿Qué dicen
Manuel Dammert, Marisa Glave e Indira Huilca?
Venezuela vive y seguirá viviendo un drama que todos deberían condenar, y más aún
aquellos que hacen carrera política y también dinero promocionándose como críticos de
la corrupción y defensores de la democracia y los derechos humanos. El crimen y el
robo no pueden ser vistos con los filtros de la “ideología”. Dejar de lado la ceguera y la
terquedad por defender lo indefendible no le haría nada mal a una izquierda que parece
vivir fuera de la realidad.