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EL JUEGO DE LA OCA
Son muchos los que piensan que algunos juegos tradicionales -por el
sentido de ancestral del término, para precisar- son algo más que una
forma de divertirse. De manera similar a algunos cuentos que todavía
perviven.
Hay juegos que son muy antiguos, como es el caso del parchís, la oca, el
alquerque, el ajedrez, las damas, juegos de cartas, los jeroglíficos,
juegos mentales, los laberintos, etc. Estos juegos, o al menos la
mayoría, esconden dentro de sí algo más que un exoterismo lúdico,
encierran un sistema o guía mnemotécnica que conduce a la
comprensión de ciertas verdades esotéricas. Esto se hace así para
aprovechar dos potencialidades del juego: la enorme capacidad de
fijación de conceptos que presenta la mente humana cuando el
aprendizaje se realiza de forma lúdica y/o atractiva, y la persistencia
en el tiempo de ciertos conceptos encerrados dentro de un esquema
“ocioso” y, muchas veces, baladí. Tanto para un aspecto como para el
otro, la asociación del juego con la edad infantil resulta de una
importancia capital.
Otro tanto cabe decir de ciertos deportes y actividades lúdicas, incluso
bucólicas algunas de ellas, que mantienen escondido en su seno el
trasfondo de ritos, magias e iniciaciones tradicionales -el mismo
sentido de antes-, evocando una presencia sagrada y la relación del
Hombre con ella. Uno de los ejemplos que me acaba de venir a la
mente es la fiesta de los toros.
Parece ser que se trata de un “invento” muy antiguo. Las leyendas más
arriesgadas concretan a Palámedes como inventor del juego de la oca
como medio para mantener a las tropas acantonadas frente a Troya en
un estado diferente del hastío y el aburrimiento. Existe, por otro lado,
una pieza de la arqueología precretense denominada Disco de Phaistos,
datado sobre el 2000 a.C. Este disco alberga, colocadas en espiral, 61
casillas con diferentes motivos y viñetas: 30 por una cara, 31 por la
otra. Aparece una figura inicial en actitud de caminar, y espaciadas a
intervalos regulares, se encuentran ocho aves de cierto tamaño en dos
actitudes diferentes: caminando y en pleno vuelo. La primera mención
en España es referente a un presente de Francesco de Médicis que,
mientras gobernaba (1574-1587), regaló un Juego de la Oca a Felipe II.
Parece ser que la influencia española en esa época añadido a su
innegable encanto, hizo que el juego se extendiese rápidamente por as
distintas cortes europeas.
Otro aspecto que asocia a las Ocas con la Tradición más ancestral es la
denominada lengua de los pájaros. Se trata de un lenguaje cifrado que
contiene un mensaje exotérico y otro interior o esotérico, éste último
sólo de utilidad para los iniciados en la criptografía de la Corporación.
La aplicación de tal mecanismo de salvaguarda de la información es
guardar y transmitir, dentro de lo evidente, un cúmulo de información
dirigido sólo para los ojos de otro iniciado. Una aplicación bastante
conocida sería la de la construcción de ciertas catedrales góticas -argot,
o lenguaje particular de todos los individuos que tienen interés en
comunicar sus pensamientos sin ser comprendidos por los que le
rodean-. Según diversos autores, estas catedrales serían modelo de
construcción exotérica, de simultánea preciosidad técnica y estética, y
esotérica, encerrando dentro de su estructura, diseño e intrarelaciones
entre sus elementos, múltiple información secreta, inteligible sólo por
maestros constructores o especialistas en la Materia. Parte de ese
lenguaje se habría perpetuado en otros posteriores, como el provenzal
o Lengua d´Oc y el Caló o lengua de los gitanos...