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40 Amauta ma universal. Pero nuestro deber exige que la admiracién no sea tan sélo la que se puede trasmitir por telegrama sino que ella tenga la for- ma de un golpe de espalda y de un golpe de mano. Permitidme en este dia solemne saludar al solo Estado sin fas- cismo: la Unién de las Repiblicas Socialistas Soviéticas, el Estado O- brero y Campesiro, constituido por un empuje de la légica viviente. Agradezco en nombre de todos vosotros al Gobierno aleman que da la hospitalidad a este Congreso y en nombre de todos vosotros también saludo al pueblo aleman. Rindo homenaje a quienes han preparado y organizado este Con- greso de tal manera que esta a la altura de cumplir su vasta misién. Me es necesario afiadir: que por encima de la gran lucha ardiente que urge realizar para despejar el camino, no divisimos mas que pers- pectivas de paz, de trabajo y de dignidad humana. Nuestro objetivo es un objetivo de orden, el grito de unién para nuestros soldados es: Viva la Vida! NOTA. — El Congreso Anti-fascista reunido en Berlin, no inten- ta substituirse a los partidos politicos militantes de izquierda; tam- poco entra en el dominio de sus actividades buscar una receta brillan- te para liberar a la humanidad dolorida y expoliada. Lo que piensa y busca es conjuncionar todas las fuerzas contrarias al fascismo para o- ponerlas y lanzarlas contra este nuevo enemigo de la humanidad y de la civilizacién. El Fascismo cs la tltima reaccién violenta de las bur- guesias gastas y decadentes. Juan J. Paiva) (Por la traduccién y not: LOOPS OSS OOT OES OO OE OESES ESOS ESOSOLOO>OOOSOOOEOOOD EL HOMBRE QUE SE PARECIA A ADOLFO MENJOU, por Maria Wiesse. SJABES que te pareces a Adolfo Menjou? Habian hecho luz—esa costumbre limefia de interrum- la donde Pedro Sudrez y Vincente Cas- Fin perdidos entre la muchedumbre, seguian el desarrollo de una pelicula Paramount, con Menjou por protagoni Castillo sintié como un choque en el corazén y su voz temblé un poco, para decir con aire de fingida indiferencia —Si? No me habia dado cuenta de eso. No tiene absolutamente importancia. Se oscurecié la sala. La gente se acomodé, otra vez, en sus a- sientos, oyéndose un rumor de satisfaccién. La orquesta—unos cuantos violines ligeramente desafinados, una flauta ronca, un piano bullicioso —atacé las languidas y melosas frases de una cancién de moda. Un muchacho—con gorra y chaqueta de botones dorados—se acercé a Castillo, ofreciéndole, en venta, chocolates y chiclets. El lo rechazé, casi violentamente; temfa no ver—por unos minutos—la pantalla. Ibero-Amerikanisches Institut intranda viewer PreuBischer Kulturbesitz Amauta a Sobre el lienzo se proyecté, de nuevo, la imagen de Adolfo Men- su perfil aguilefio, su fino y largo bigote, sus andares desenvueltos, ‘cabellos tan cuidadosamente peinados, su mirada un poco burlona, Vestido de frac, de maneras correctisimas, tomaba champagne y cena- ba en el ms suntuoso de los “restaurants” parisienses; encarnaba un tipo de gran sefior millon: Castillo apenas podia hablar de placer y de emocién. Miraba al actor yankee y se repetia, encantado: “cierto, nos parecemos como dos hermanos meilizos. ¢Cémo es posible que hasta ahora no me haya da- do cuenta de este parecido?” Y tocéndose el bigote: “desde mafiana me dejo crecer més el bi- gote. Lo llevo demasiado corto”. Toda su vida anterior al descubrimiento hecho por Suérez y, a hora confirmado por si mismo, se le antojé completamente initil, com- pletamente desperdiciada. Una criatura Iloré en la cazuela. Un guas6n grité: “dele teta’ "jCualquier dia vuelvo yo a un cinema de barrio!”, pensé el jo- ven. Y cuando Suérez—que era un criollo campechano y de mucha bonhomfa—le invité una butifarra y un vaso de fresco, de esos que se venden a la puerta de los cines populares, se negé rotundamente, pre- textando un fuerte dolor de cabeza. El hombre que se parecia a Adolfo Menjou estaba obligado a ser muy pulero, muy serio, muy distin- guido. 2 Castillo se desperté con una extraordinaria sensacién de alegria en el espiritu. (Casi la sensacién que experimenta un hombre, a quien es- pera una hermosa aventura de amor, una de esas aventuras,tan her- mosas, que parecen irreales). Ademés, Vicente sentfa una nueva y profunda estimacién hacia si mismo, Se miraba en el espejo y, como nunca, la contemplacién y el examen de su rostro le causaba admiracién. Pero su corbata fué la no- ta discordante en el concierto de jabilo y de placer, que resonaba en su corazén. Una corbata tan usada—la pobre habia sido una servidora fiel y humilde—que ni la plancha lograba borrar las sefiales del tiempo. “No; es imposible que un hombre como yo, parecide a Adolfo Menjou, se ponga esta cosa vieja y descolorida. Y lo peor es que todas mis corbatas—que no son muchas—estén asi". Monologaba el joven y, mientras tanto, los minutos pasaban, sin piedad. , “Voy a llegar tarde al Banco. No importa. Antes tengo que com- prarme una corbata. Algo como para mi. Aunque me cueste una li- bra’ Aqui Vicente se acordé de la mediocridad de su sueldo—veinte li- bras mensuales—y de los deberes que pesaban sobre él; su madre, viu- da hacia varios afios, y un hermanito de 12 afios, que reclamaba ade- més de alimentos y vestidos, colegio. iMaldicién!, exclamé el joven. Que no pueda disponer como quie- ra de una libr iBah! Yo me compro Ia corbata. .... Silenciosamente, apresuradamente Castillo-Menjou; tomé el desa- yuno, que su madre le habia preparado con carifiosa solicitud. La sefiora miraba con cierta inquietud-a su hijo, de costumbre tan conversador, hoy silencioso y hasta mal humorado. El sent Ibero-Amerikanisches Institut PreuBischer Kulturbesitz intranda viewer Amauta 42 rabia concentrada y sorda al verse en el modestisimo ambiente de ese aillas de paja, una mesa y un armario con un poco cubiertos toscos, vasos de vidrio barato. Y Vicente recordaba los lujosos salones, los comedores tan elegantes—iqué va- jilla, que cristaleria, qué manteles!—de la pelicula de la vispera, mar- co a la distincién de Adolfo Menjou. —Hasta luego, mamé. —2Qué te pasa, hijo? ¢No te sientes bien? —Estoy muy bien, pero se me ha pasado la hora. Castillo salié después de besar friamente a su madre; ella se que- dé limpiando la mesa, el corazén y el pensamiento Ilenos del amor de su hijo. 3 Castillo Ilegé con tres cuartos de hora de atraso al Banco—él trabajaba en la seccién de giros internacionales. El jefe de la seccién, miréndolo severamente, murmuré: —Justifique usted su retardo, Castillo. De lo contrario seré mul- tado. Alzando ligeramente los hombros, Vicente respondi —Se me puede miltar. No podria justificar mi retardo. En otra ocasin, el joven habria prodigado toda suerte de servi- les excusas.—tanto por temor de perder un sol del sueldo, como por espiritu de respeto hacia al superior. — Pero, ahora, se sentia fuerte y audaz; desdefiaba al dinero y al jefe. Esta transformacién de su sico- logia la habia efectuado la conciencia de su semejanza con un de la cinematografia. Con una sonrisa de orgullo—desaffo mundo—se uncié, él mismo, al carro del trabajo. Monétona y mecénica tarea de oficina—niimeros y més niimeros sobre el papel, gentes que Megan a la ventanilla, francos para Paris, délares para New York, pe- setas para Madrid—, célculos y més célculos. |Cudnto més envidiable es la labor del albaail, que silba y canta bajo el sol o la del campesino inclinado sobre la buena fecundal Obedeciendo a una vieja costumbre—Castillo tiene siete afios de empleado—el joven se ha puesto un saco de alpaca, lustroso en codos. {Qué terrible es esto de no poseer sino.dos ternos, que req los més esmerados cuidados! —Un giro para Paris. Una sefiora—frisa los cincuenta afios y viera veinticinco—esta en la ventanill: fe como si apenas tu- -tNo podria usted decirme cuantas son en francos? —Hay que ver cémo esté el cambio. —Pero—la jamona insiste con necedad—poco més o menos... Es para un encargo al Bon Marché; manteles, servillet: —No, sefiora, no podria. Vicente corta bruscamente la enumeracién de la sefiora. Se en- cuentra én un estado de nimo, que no admite necedades, ni canseras. Répidamente hace la operacién y aleanzando un papel a la cliente: —Ya esté. 1,110 francos. Buenos dias. —Gracias. La jamona obsequia con una mirada, que ella cree irre Ibero-Amerikanisches Institut intranda viewer PreuBischer Kulturbesitz

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