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INTRODUCCIÓN
Surge este método dentro del liberalismo teológico que tuvo sus inicios
a mediados del siglo XVIII, se desarrolló en diversas fases y mantuvo su
primacía en amplios sectores protestantes hasta bien entrado el siglo xx.
No se distingue el liberalismo por la homogeneidad de conceptos de sus
defensores -a menudo muy dispares entre sí, sino por la coincidencia en
unos principios que se consideraban fundamentales en el desarrollo de la
teología. Tales principios pueden resumirse en la siguiente enumeración:
A) Libertad de pensamiento y de acción, lo que equivalía a la eliminación de
toda traba impuesta por los prejuicios y convencionalismos
tradicionales.
B) Como consecuencia del principio anterior, una actitud de gran
reserva o de franca hostilidad hacia cualquier forma de coerción o
autoridad externa.
E) Autonomía y supremacía de la razón, aunque no se concretaba ni la
naturaleza de ésta ni su alcance, y a pesar de que en algún momento se dio
prioridad al sentimiento.
D) Exaltación del hombre como centro del pensamiento y de la experiencia
religiosa.
E) Adaptación de la teología ora a la filosofía ora a las ciencias naturales e
históricas.
F) Apertura constante al cambio en los conceptos teológicos en la medida en
que el progreso cultural lo hiciese aconsejable.
Las consecuencias subsiguientes a la aplicación de estos principios en la
hermenéutica bíblica las veremos más adelante. Pero antes de
considerarlas, y a fin de poder tener una mejor comprensión de las mismas,
conviene hacer un esbozo de la génesis y desarrollo del liberalismo
teológico.
Aunque podrían fijarse antecedentes del liberalismo en épocas antiguas,
las raíces de este movimiento-al menos en su manifestación moderna-las
hallamos en el Renacimiento, terreno abonado en el que pronto germinaría
el racionalismo. Como señalamos en otro lugar, «el Renacimiento sacó a luz
las glorias de la civilización greco-romana para luego poner en tela de juicio
los principios y normas algunos de ellos insostenibles- que habían recogido
la sociedad y la religión durante la Edad Media.
En la esfera religiosa, la Reforma trasladó a la Palabra de Dios la
autoridad que se habían arrogado el Papa y la Iglesia. Pero,
paulatinamente, el mismo impulso dio lugar a preguntas que afectaban
toda la estructura de la sociedad, de la filosofía y de la religión. Tanto
Bacon, en Inglaterra, como Descartes, en Francia, iniciaron el método
inductivo, afanándose por llegar a conclusiones razonables sobre la base
de la experimentación, en contraste con la filosofía anterior que,
arrancando fundamentalmente de Platón y de Aristóteles, tomaba como
punto de partida algún concepto maestro, procurando luego adaptar los
hechos al concepto. Se había iniciado la era de la razón».
Descartes, con su célebre cogito, ergo sum (pienso, luego existo), dejaba
sentada una base sobre la cual se efectuaría el giro del pensamiento
religioso hacia el antropocentrismo teológico. La realidad ontológica del
hombre se convertía en el fundamento de toda deducción relativa a otras
realidades, incluida la de Dios.
Por consiguiente, los métodos del conocimiento religioso ya no estarían
presididos por la revelación, sino por la razón.
En el periodo racionalista del liberalismo teológico (desde mediados del
siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII), además de Descartes, sobresalen
Spinoza, Leibnitz, Lessing y los platonistas de Cambridge; pero la figura
más destacada es John Locke, considerado como el constructor del
racionalismo.
Contrariamente a lo que algunos pudieran suponer, y en contraste con
algunos teólogos de épocas posteriores, Locke se esforzó por mantener una
relación de equilibrio entre la autoridad de la Biblia y la razón. Según
Bernard E. Meland, «Locke retuvo un sentido vivo del "juicio de la Sagrada
Escritura" sobre la razón humana, aunque insistía en la necesidad de
atender a las demandas de la integridad propia en el uso de la razón.
Al leer la Escritura escribió- la integridad del entendimiento de uno
mismo está tan comprometida como la audición de la Palabra. Y la
razonabilidad de la Palabra de Dios -insistió- debe ser comprendida de
modo tal que la razonabilidad del propio entendimiento del hombre pueda
ser puesta en correlación con ella».' Desgraciadamente, este respeto de
Locke hacia la Escritura y su autoridad pronto desaparecería del
pensamiento de los teólogos liberales.
Al periodo racionalista sigue el romántico, que se extiende hasta finales
del siglo XIX. Tal periodo ha sido definido como un retorno apasionado a
los. instintos naturales, a la vida, a lalibertad, a la predilección individual, a
la espontaneidad de la imaginación creadora. Se caracteriza, en términos
generales, por el relieve que adquiere el individuo en su realidad concreta,
en su experiencia personal o en su responsabilidad ética.
La perspectiva de las realidades infinitas debe contemplarse desde el
plano de la persona individual. Resultado de este énfasis en la
individualidad y en el valor de la experiencia fue el relativismo histórico
que de modo poderoso influiría después en la hermenéutica bíblica.
EL MOVIMIENTO ROMÁNTICO PRONTO INVADIÓ EL CAMPO DE LA TEOLOGÍA.