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Ensayo: Colonialismo e Imperialismo,

sus concepciones ideológicas y sus


consecuencias.

Monserrat Gonzalez Sanchez

16 de Noviembre, 2016
El colonialismo y imperialismo fueron una consecuencia del gran capitalismo.
El desarrollo de la producción en masa requirió de crecientes mercados y de fuentes de
materias primas. Para obtenerlos, cada potencia industrial trató de asegurar la posesión
de territorio en calidad de colonias, especialmente en el Africa y en Asia. Esto es lo que
se llama Colonialismo.

Se denomina imperialismo a la actividad expansiva de las potencias que habían


desarrollado una economía capitalista. Tal expansión buscaba dominar políticamente
nuevos territorios e instalar en ellos capitales de explotación. Colonialismo e
Imperialismo son dos facetas del mismo fenómeno.

Considerando lo anterior como base de análisis podemos exponer:

El siglo XIX, dentro de la historia “universal”, es un siglo bastante complicado. Después de la


Revolución Francesa, el modelo político en el cual las naciones europeas funcionaban se vio
desafiado brutalmente. Los cambios ocurrían a gran velocidad y no siempre de acuerdo a lo
que algunos consideraban agradable o manejable: la explosión que causa en la economía la
Revolución Industrial y los cambios sociales profundos que genera, se produce un
desplazamiento de la población del campo a las ciudades las que adquirieron una creciente
importante y también grandes corrientes migratorias dentro de Europa y hacia otros
continentes, sobre todo hacia América del Norte y del Sur.

El incremento exponencial de la producción consolida al Capitalismo como sistema


económico. Surge el Imperialismo. La clase social que tiene el capital es la burguesía.
Adquiere en esta época también poder político y económico desplazando así a la aristocracia.

Y con el desarrollo del sistema fabril se produce el desarrollo de la clase obrera, la que debe
soportar pésimas condiciones laborales, económicas y sociales. Pero como respuesta a la
injusticia social se originan las corrientes socialistas y las movilizaciones de los trabajadores
que empiezan a organizarse a través de los sindicatos.
Hay en tanto un antes y un después de la Revolución Industrial en la historia de la humanidad
bien marcado que es interesante tenerlo en cuenta a la hora de conocernos como seres
sociales que somos.

El rápido avance de la ciencia, la continua expansión de los Imperios crearon, al menos para
la región Europea, un gran avance y prosperidad. Sin embargo, también existían roces
constantes entre las potencias: la necesidad de mantener el “boom” económico y el control de
la creciente población requería nuevos y variados territorios. ¿Quién querría desatar una
guerra entre las grandes potencias cuando es mucho más fácil conseguir los recursos en
otras partes?

Volviendo a lo social, la sociedad y el modo de pensar también había cambiado. La noción de


progreso no era simplemente un elemento de la retórica de la época: el “progreso” se vivía
todos los días. “Somos una potencia mundial”, “Nuestros científicos han descubierto una
nueva forma de impulsar máquinas”, etc. Todo esto contribuye a la formación de un espíritu
nacionalista, donde la nación a la que se pertenece es no sólo un gran poder, sino que
también tiene el deber de “civilizar” al resto y de “traerlo a la luz”.

Ambos desarrollos, tanto en lo político-económico como en lo social, son las bases del
colonialismo del siglo XIX, y lo podemos ver claramente en fuentes que poseemos de políticos
de la época:

Desde este punto de vista, la fundación de una colonia es la creación de un mercado.


En el tiempo en que estamos y con la crisis que pasan todas las industrias europeas, la
fundación de una colonia es la creación de una salida. Allí donde permanezca el nudo
colonial entre la madre-patria que produce y las colonias que ella fundó, se tendrá el
predominio de los productos: económico, y también político (…)
Hay un segundo punto que debo igualmente abordar: es el lado humanitario y
civilizador de la cuestión. Es preciso decir abiertamente que, en efecto, las razas
superiores tienen un derecho con respecto a las razas inferiores porque existe un deber
para con ellas. Las razas superiores tienen el deber de civilizar a las razas.”1

Vemos entonces que la política refleja estas nociones de superioridad y nacionalismo, y cómo
modela la actitud de las potencias frente a la expansión: Poseen un motivo, una justificación y
los medios para expandirse, y ante tales oportunidades los Estados no dudan en actuar.

Antes de tratar las consecuencias, sería interesante considerar el siguiente punto: ¿Eran las
visiones anteriores suficientemente “populares” y fuertemente arraigadas en la población y en
la política como para efectuar tales cambios? Sería ridículo pensar que estas nociones eran
universales en la población y que no conseguían críticas. Un buen ejemplo es el discurso que
da Georges Clemenceau, connotado político Francés y figura clave de la oposición de
izquierda:

“¡Razas superiores!, ¡Razas inferiores!. Es fácil decido. Por mí parte, yo me aparto de tal
opinión, especialmente después de haber visto a sabios alemanes demostrar
científicamente que la francesa es una raza inferior a la alemana. No, no existe el
derecho de las llamadas naciones superiores sobre las naciones llamadas inferiores. La
conquista que Ud. [J. Ferry] preconiza es el abuso, liso y llano, de la fuerza que da la
civilización científica sobre las civilizaciones primitivas, para apropiarse del hombre,
torturarlo y exprimirle toda la fuerza que tiene, en beneficio de un pretendido
civilizador.”2

Entonces, a pesar de la fuerza del nacionalismo expansionista, no podemos declararlo


“universal”. Sin embargo, ¿Le quita esto su poder como fuerza motivante del actuar político?
Por supuesto que no, es más, podemos ver en los hechos que las posturas de personas como
Clemenceau no fueron decisivas en frenar a la “máquina europea”.

1
Jules Ferry, Discurso ante la Cámara, París, 1885.
2
Discurso en la Cámara. Francia, julio de 1885.
Entonces, una vez probadas las causas del Colonialismo/Imperialismo, ¿Qué resultó de todo
esto?

Cuando se mezclan la ambición económica, el prejuicio y desprecio racial, y una superioridad


tecnológica y militar, los resultados no suelen ser buenos; y este siglo un fue la excepción. La
crueldad con la que se avanza es enorme, y no importó el número de personas que fueran
asesinadas en pos del “progreso”. África fue devastada por el colonialismo: las tribus
ancestrales fueron exterminadas, los territorios segregados y los recursos simplemente
robados. El afán civilizador fue justamente eso, un afán.

“El sol del desastre se ha levantado en occidente, abrazando los hombres y las tierras
pobladas. La calamidad cristiana se ha batido sobre nosotros como un a nube de polvo.

Al principio llegaron pacíficamente, con palabras tiernas y suaves.


“Venimos a comerciar, decían, a reformar las creencias de los hombres, a echar de aquí
la opresión y el robo, a vencer y barrer la corrupción. No todos adivinamos sus
intenciones.

Y ahora aquí estamos. Somos sus inferiores. Ellos nos sedujeron con pequeños
regalos, ellos nos dieron a comer cosas buenas… pero ahora ya han cambiado de
tono… ahora nos someten a su opresión.”

Finalmente, ¿Qué se puede concluir de esta arista del siglo XIX? Una de las conclusiones que
podemos obtener resulta obvia quizás, pero vale la pena recordar: el lenguaje que tomamos
para referirnos a algo o alguien no sólo afectan la comunicación con el resto, cambian
fundamentalmente nuestra forma de observar y registrar a ese ente. Y un lenguaje de odio,
soberbia y explotación crea precisamente esas actitudes. El nacionalismo y el racismo de esta
época no sólo fueron dañinos de forma escandalosa en su momento, sino que también
sentaron las bases para los actos de odio que ocurrieron más adelante, en el siglo XX.

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