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Conviene explicar, primero, que las palabras cifradas no tienen separaciones para
evitar detectar los finales y los principios. Existen símbolos sueltos, que corresponden
a letras. Pero no siempre son los mismos. Las de más uso tienen cinco o seis
correspondencias diferentes, con lo que no es posible detectar las repeticiones. Por
otro lado, hay palabras que se transcriben como conjuntos de dos o tres letras y,
como en el caso de los símbolos, las palabras que más veces aparecen pueden ser
transcritas de cinco o seis maneras distintas.
Aplicaron los símbolos conocidos en el trozo de la carta «Rosetta» al texto de la otra
carta y empezaron a extraer coincidencias. Uno de los primeros casos fue la F de
Felipe, que correspondía con el símbolo 31. Así fueron desvelando pieza a pieza,
como si fueran píxeles, una imagen oculta que permitía decodificar las cartas. Una y
otra vez sometieron a nuevas combinatorias los textos de estas dos misivas y luego
hicieron lo mismo con otras dos cartas cifradas, más largas, de 7 y 11 folios,
disponibles en la misma colección. El castellano antiguo aportaba otra dificultad
añadida al desafío. En total se han contabilizado 88 símbolos y 237 códigos de letras
combinadas, y la tabla del «código Gran Capitán», en el momento inicial del imperio
español, ha sido completada.
Uno de los
primeros hallazgos: 31=F
De la primera transcripción se desprende que las cartas se corresponden con
fragmentos de otras «en claro» que había en el mismo archivo, pero incluso en este
caso se han podido descifrar cuatro párrafos que no figuraban en las copias y
resultan reveladores.
A la luz de este descubrimiento, estos primeros párrafos arrancados a un misterio de
cinco siglos retratan al Rey Fernando reprochando al Gran Capitán, que también
era su pariente, que hubiera escrito «al Rey de los romanos y al Rey y Archiduque mi
fijo y han lo mirado algunos queriendo poner nota en vuestra limpieza». Esas dudas
las expresa el Rey porque Fernández de Córdoba había escrito al archiduque con el
fin de contratar mercenarios lansquenetes, una infantería profesional armada con
picas que precisaba para completar sus formaciones. Pero Fernando se lo prohíbe:
«No cureys de escrevirles cosa alguna y si algo vos escrivieren o movieren consultad
conmigo sobrello y esperad mi rrespuesta antes de rrespondelles porque para
todo cumpll fazerlo asi».
En el fragmento de la misiva que ahora conocemos tampoco le permite enviar
emisario alguno «a negociar cosas dese reyno porque faze alli mucho danno a
nuestros negocios fazerse mediante divisio apartamiento y si alguno allí teneys
escrevidle que luego se bvelva para vos que ya otras vezes lo avemos escrito y en
ninguna manera se dilate el rremedio».
En opinión de José Enrique Ruiz-Domènec, el mayor especialista en la figura de
Gonzalo Fernández de Córdoba, estamos ante un hallazgo fundamental para revisar
uno de los momentos más importantes de la historia de España. Fernando el Católico
tiene muchas reservas «ante una campaña muy peligrosa en la que se jugaba mucho.
Y las expresa de un modo diferente a lo que decía en documentos of iciales». El
secreto de estas misivas ha durado 500 años. Ahora, los historiadores deberán
aplicar la aportación del CNI al resto de cartas cifradas con los secretos del reinado
que iba a fundar un imperio.