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1.

Algunos datos biográficos

2. Trayectoria de su pensamiento

San Agustín sentó las bases filosóficas de la Edad Media. Gracias a su obra, y a la
profunda influencia que ésta ejerció sobre pensadores como san Anselmo o San
Buenaventura, el neoplatonismo, y con él, la filosofía, en general, sobrevivió en el
pensamiento medieval y en la escolástica.
Algunos de los temas fundamentales que aborda San Agustín de Hipona en su obra son
los siguientes:
Fe y razón
Uno de las principales ideas que transmitió a los pensadores de la Edad Media fue la
identificación entre Fe y Razón, entre Religión y Filosofía. Una y otra tienen la misma
finalidad: conocer la verdad indispensable para la salvación del alma y, por ello se las
identifica. El hombre busca alcanzar la verdad porque sólo ella le dará la felicidad,
núcleo de todo el pensamiento agustiniano. Buscar la felicidad se revela como la única
causa y el único fin de la filosofía. La religión y la filosofía son dos medios de que
dispone el hombre para lograr su bien. Ambas tienen un mismo fin la sabiduría, que es
verdad y, por tanto, felicidad.
Agustín busca la verdad absoluta, inmutable y eterna, la cual no puede ser facilitada por
los objetos sensibles, que siempre están cambiando, aparecen y desaparecen; tampoco
por el alma que es contingente y mudable. Sólo Dios es la verdad. La verdad es Dios y
de su iluminación procede el conocimiento de toda la verdad parcial. De ello se
comprende que para San Agustín no pueda establecerse una distinción muy neta entre la
razón y la fe. La iluminación del alma por Dios permite explicar la existencia de ideas
innatas sin necesidad de recurrir a la preexistencia y reencarnación del alma. Hay que
creer lo que Dios revela para llegar a comprender. Pero también la razón puede preceder
a la fe, no para demostrar las verdades reveladas, sino demostrando que es razonable
creer. Esta mutua colaboración entre razón y fe recibe una formulación famosa: Intellige
ut credas, Crede ut intelligas (Sermón 43). La fe ya no es, pues, algo irracional. Para
buscarla hay que buscar en el interior del alma, lo cual culmina en un movimiento hacia
lo superior: el transcendimiento del alma hacia Dios y la superación de lo meramente
terreno.
Teoría de la historia
San Agustín originó muchas ideas filosóficas propias a lo largo de su obra. Entre ellas
está la teoría del tiempo, según la cual Dios existe fuera del tiempo, y éste comenzó sólo
con la creación del mundo. Según Agustín, Dios creó el mundo ex nihilo, es decir, de la
nada. En función de ello, antes de la creación del mundo no podía haber ni tiempo ni
historia y, por tanto, se pasa de una concepción circular de la historia a otra lineal que
va desde la creación del mundo hasta el Juicio final y que se divide en seis edades. Su
tesis es que desde la venida de Cristo se vive en la última edad, pero la duración de ésta
sólo Dios la conoce.
Dios y la creación del mundo
Para San Agustín, aunque Dios es incomprensible e inefable ello no quiere decir que no
podamos saber nada sobre él, al menos de un modo negativo: si las criaturas son
mudables, Dios debe de der inmutable. Dios es el Ser o la esencia inmutable pues sólo
aquel que no cambia ni puede cambiar es verdaderamente el Ser.
Por otro lado, San Agustín cambia el concepto neoplatónico de emanación por el bíblico
de creación. Pero la interpretación de la creación la hace mediante doctrinas platónicas:
Dios creó el mundo tomando como modelo sus propias Ideas (la mente divina es, por
tanto, el mundo inteligible platónico). No hay sino Dios y mundo y éste procede
íntegramente de Aquél por creación, sin que haya materia alguna preexistente, es decir,
las cosas han sido creadas por Dios de la nada.
Y, al igual que los platónicos, proclama, en La ciudad de Dios, que todo lo que procede
de Dios es bueno y que la única fuente del mal moral es la libertad de las criaturas. El
concepto de creación divina eliminaba el dualismo pesimista maniqueo pues, si la
materia también ha sido creada por Dios, no puede ser mala sino buena. Agustín
desarrolla a partir de esta idea su teoría del Mal.
Para los neoplatónicos la realidad más alta es Dios. Las cosas emanan de Él en orden
descendente de realidad, valor e integración. El Mal surge en la materia, en el punto más
bajo de la escala, en el más alejado de Dios. Esto significaba que no había necesidad de
dualismo para describir la naturaleza del mal, como pretendían los maniqueos. Para los
neoplatónicos el mal era meramente la ausencia del bien.
San Agustín encontró la causa del Mal en el uso incorrecto por parte del hombre de su
libertad. El mal se explica por nuestra condición de criaturas, somos limitados, no
somos el Ser con mayúscula que es Dios. El hombre es libre y puede hacer el bien o el
mal pero tiene una sola alma y una sola voluntad y uno solo es el principio de todas las
cosas: Dios y todo lo creado por él es bueno. El Mal, por tanto, también para San
Agustín, es ausencia de bien.
El hombre
En su visión del hombre, Agustín adopta un dualismo platónico. Por supuesto, rechaza
la preexistencia del alma, la pluralidad de almas en el hombre y que la unión con el
cuerpo sea consecuencia de un pecado anterior. Como consecuencia del pecado original,
el alma, que está hecha para dirigirse hacia Dios, se vuelve hacia la materia y termina
siendo prisionera del cuerpo, dominada por la ignorancia y los malos deseos. El hombre
no ha perdido nunca el libre albedrío pero, como consecuencia del pecado original, no
puede dejar de pecar. Por ello, la auténtica libertad, que consiste en hacer el bien, ya no
está en manos del hombre. Por eso, la humanidad está abocada a la condenación y sólo
se salvan aquellos predestinados que reciben la gracia de Dios. El alma sólo puede ser
liberada, por tanto, por la gracia de Dios. Ésta es la doctrina que Agustín mantiene
frente al pelagianismo que defendía que la voluntad nunca perdió el poder de hacer el
bien y que no tiene, por tanto, una necesidad absoluta de la gracia de Cristo para
conseguir la salvación.
El pensamiento de San Agustín de Hipona tendió un puente entre el mundo clásico y el
mundo medieval, además de sentar las bases de la filosofía y Del cuerpo doctrinal
cristiano, lo que le hizo valer el sobrenombre de Doctor de la Iglesia.
3. Sus obras

Al final del Año 395, ya muerto Valerio, nombran a San Agustín como obispo de
Hipona. Desde ese momento realizo muchos sermones que tenían la intención de
instruir al pueblo, también escribía muchas cartas a amistades, enemigos, personas de
otros países devotos cristianos y herejes.
Sus obras o libros de San Agustín más importantes, y las cuales sobresalen
dentro del cristianismo como religión están:
Las confesiones: las Confesiones es la obra más
famosa de San Agustín, y la única que figura en
la literatura universal. Sus trece libros son la
fuente principal para el conocimiento de su vida
y de su evolución interior hasta su bautismo y
hasta la muerte de su madre Mónica (387).

Confesio en latín no significa sólo confesión,


sino también reconocimiento de la grandeza y la
bondad de Dios. Así entiende Agustín el título
de su libro.
Se divide en dos grandes partes, siguiendo ese criterio: los libros 1-9 contienen la
confesión de los errores de Agustín hasta su conversión, terminando con la muerte de su
madre Mónica en Ostia; y los libros 10-13 alaban a Dios y su creación, con el libro 11,
que trata de la famosa y gran filosofía del tiempo.
San Agustín comenzó las Confesiones después de la muerte de Ambrosio (4 de abril de
397). La obra competa fue terminada el año 400.
La Trinidad: San Agustín debió tener muchas dificultades para escribir su obra De
Trinitate, como él mismo hace notar en el prólogo. En un trabajo de catorce años (399-
412) había escrito doce libros, pero Agustín no estaba satisfecho con los resultados
obtenidos y, por eso, aplazó la publicación. Hasta el año 420 no apareció la obra
completa en sus quince libros.
La Trinidad es otra de las Obras o libros de San Agustín que no nacieron de motivos
externos sino internos. Los quince libros se dividen en cinco grandes partes:
Libros I-IV: los testimonios de la Escritura respecto a la unidad y consustancialidad de
la Trinidad
Libros V-VII: la doctrina de las relaciones como características diferenciadoras de las
personas de la Trinidad
Libro VIII: el conocimiento de Dios mediante la verdad, bondad, justicia y amor
Libros IX-XIV: la imagen de la Trinidad en el hombre
Libro XV: resumen y retoques de la obra.
La Ciudad de Dios es otra de las obras o libros de San Agustín que con la conquista de
Roma por los visigodos de Alarico (410) se hizo añicos para los romanos un mundo
según el cual Roma era la “Ciudad eterna”, centro del mundo y quintaesencia de toda
cultura.
Esta cultura el cristianismo la había hecho suya. Era lógico que ahora se culpara al
cristianismo de haber provocado esta catástrofe con la represión de los antiguos dioses
romanos.
Agustín suministró una extensa apología en su Ciudad de Dios (22 libros). La
confeccionó en etapas a lo largo de catorce años (413-426).
Agustín mismo describe en forma insuperable en Retractaciones la estructura y el
contenido de la obra. Se trata de una apología amplia dispuesta en dos partes, y de la
exposición de una teología histórica del cristianismo.

4. El problema de la verdad

El problema del conocimiento es para S. Agustín el problema de justificar la verdad,


porque esto está conectado con la posibilidad de que el hombre alcance la felicidad. Si
ésta sólo es perfecta en Dios, de lo que se trata es de buscar un tipo de conocimiento que
nos lleve a Dios. Dios es el que fundamenta y hace posible el grado más alto de
conocimiento humano: el conocimiento de lo universal y lo necesario, que para S.
Agustín son las verdades eternas.
Para S. Agustín el conocimiento es una visión (Platón). El conocimiento para Platón es
el de las ideas. Esa visión es posible gracias a la acción iluminadora de Dios sobre la
inteligencia para que pueda alcanzar las verdades eternas que con mucho exceden su
contingencia2 y finitud3. El precedente a esta concepción del conocimiento está en
Platón que afirmaba que la idea de bien era el sol del conocimiento intelectual. Los
neoplatónicos decían que lo UNO irradiaba luz sobre toda la realidad y todo esto es
compatible con la concepción evangélica que identifica a Cristo con la luz del mundo.

La acción iluminadora de Dios para S. Agustín no es un auxilio sobrenatural sino algo


estrictamente racional.

La luz natural de la razón procede de Dios y capacita a la mente para contemplar las
verdades universales y necesarias. Nosotros tenemos noticia de la existencia real de las
cosas por la sensación, y realizamos una comparación entre esos entes finitos y las ideas
eternas e inmutables gracias a la iluminación divina. Quiere superar S. Agustín la teoría
de la reminiscencia de Platón, es decir, no es necesario que el alma haya contemplado
las verdades eternas en una vida anterior, lo que es necesario es que Dios eterno y
inmutable abra nuestra mente para acceder a ellas. Y esta iluminación no es una visión o
experiencia directa de la divinidad (ontologismo), sino la capacidad natural que Dios
nos ha dado.
5. El problema de Dios
Íntimamente ligado con el problema que hemos resuelto en el apartado anterior, está el
que se refiere al problema que hemos resuelto en el apartado anterior, está el que se
refiere al problema de la existencia de Dios, según la solución que dimos al de la
verdad, puesto que para San Agustín, al fundamentar esta, lo hacemos también de la
existencia del Ser Supremo.
Encontramos como indicábamos anteriormente, verdades eternamente inmutables, cuya
presencia en nuestra conciencia exige una causa proporcionada. No puede ser nuestro
espíritu porque siendo variable, de él no puede derivarse lo inmutable y eterno, de
donde tiene que existir una realidad distinta, es decir, eterna e inmutable, de la cual se
funden las verdades eternas, y esta realidad solo puede ser Dios.
Con la ayuda de la ley de la causalidad llega a encontrar otra vía para demostrar la
existencia de Dios, partiendo de las cosas, de su variabilidad, de su orden y su belleza.
Las cosas son variables: cuerpo y espíritu. Variación es formación, es recibir y aceptar
una forma, pero ninguna formas puede formarse a sí misma, ya que no puede darse lo
que no tiene, por lo tanto, ha de existir una causa que forme las cosas y que ya o reciba
forma alguna, eterna, increada y que sea el principio formal para todo lo variable.
Las cosas corpóreas, dice San Agustín, muestran unidad, concordancia y armonía en sus
partes, siendo además, bellas: es decir, las cosas necesitan una causa proporcionada, que
actúa teológica y artísticamente, lo cual nos conduce a Dios, como principio artístico,
como supremo principio de medida, número y orden.
6. El problema del mundo
La respuesta de San Agustín al problema del mundo. La contemplación agustiniana del
mundo se muestra fuertemente influida por el optimismo y esteticismo platónico y por
la concepción pitagórico-platónico.
El universo aparece como un sistema graduado, regido por leyes definidas, ordenados
según los principios matemáticos, absolutamente uniforme y armónico, de integra
perfección y belleza armónica ideal. Todo acontecimiento está determinado por un
orden casual fijo, con los neoplatónicos distingue San Agustín la materia espiritual y la
corporal, de la materia informe salen las cosas corpóreas pues la forma salen las cosas el
ser.
La varialidad de las cosas le mostraba que son absolutamente distintas de la esencia
divina, eterna e inmutable. Las cosas solo tienen un ser recibido de donde, resulta que
Dios ha creado el mundo, pero no de sí mismo sino de la nada, como única y exclusiva
casualidad, dejando a un lado la materia, pues esta es un producto de la casualidad,
dejando a un lado la materia, pues esta es un producto de la actividad creadora de Dios.
La creación la desvincula San Agustín de toda necesidad, y deja como único motivo la
bondad pura y desinteresada de Dios. De allí que sea bueno todo lo creado, por cuanto
es obra de la bondad divina. Dios creo el cielo y la tierra porque así lo quiso.
7. Ética
Sostiene el primado de la voluntad contra el intelectualismo de la ética griega. La
voluntad, es en consecuencia, el motor de nuestras acciones.
La bondad o malicia de la acción radica, en última instancia, en la voluntad. Cuando ella
quiere la conformidad con la ley divina, la acción es buena. La felicidad consiste en la
posesión de Dios por la contemplación y el amor.
La ética, como una rama de la filosofía, está considerada como una ciencia normativa,
porque se ocupa de las normas de la conducta humana, y para distinguirse de las
ciencias formales, como las matemáticas y la lógica, y de las ciencias empíricas, como
la química y la física. Las ciencias empíricas sociales, sin embargo, incluyendo la
psicología, chocan en algunos puntos con los intereses de la ética ya que ambas estudian
la conducta social. Por ejemplo, las ciencias sociales a menudo procuran determinar la
relación entre principios éticos particulares y la conducta social, el investigar las
condiciones culturales que contribuyen a la formación de esos principios.
La ética estudia qué es un acto moral, cómo se justifica racionalmente un sistema moral,
y cómo se ha de aplicar posteriormente a nivel individual y a nivel social. En la vida
cotidiana constituye una reflexión sobre el hecho moral, es decir busca las razones que
justifican la adopción de un sistema moral u otro.

8. Filosofía de la Historia

Se entiende por filosofía de la historia, la rama de la filosofía que se ocupa del estudio
del desarrollo y las maneras en las cuales los individuos existentes generan la historia.
El vocablo, según fuentes, pudo haber sido utilizado por primera vez, de manera
sistemática y deliberada por el escritor, historiador, filósofo y abogado francés Voltaire
o también conocido como François Marie Arouet, en distintos ensayos e
investigaciones; aunque cabe destacar que este personaje le otorgó un sentido moderno
al término; un tanto diferente a la apreciación estrictamente teológica de la historia.
La filosofía de Voltaire radicaba en considerar el fenómeno histórico desde el sentido de
la razón, basándose en una actitud escéptica y critica en referencia a los posibles
dogmas establecidos; su propósito fundamental era explicar el “espíritu de los tiempos y
de las naciones” y el proceso de desarrollo de la humanidad en los diferentes aspectos
existentes, con un criterio científico, por así decirlo.
En un sentido general la filosofía de la historia busca contestar las tres preguntas
temporales relacionadas con los sucesos de índole social que son, ¿de dónde venimos?,
¿qué somos? y ¿a dónde vamos?, todo esto se da en su percepción esencial, que se
aparta de las numerosas percepciones que no son esenciales y que cuya afluencia
solamente causa confusiones.
La filosofía de la historia, en ciertas ocasiones puede objetar con la existencia de un
propósito o fin teológico de la historia, es decir se puede cuestionar si existe un diseño,
principio director, propósito o una finalidad en el desarrollo o creación de la historia.
9. El Derecho y el Estado

10. Proyección histórica de su pensamiento


San Agustín puede ser considerado como uno de los grandes maestros de sentencias. Su
espíritu estaba siempre dispuesto a dispararse en frases centelleantes, máximas
diamantinas, de vigencia perdurable. Son chispazos del espíritu, expresiones llenas de
concisión y profundidad, de ardor vital y contagioso. Muchos de estos pensamientos
han pasado a enriquecer el tesoro común de la cultura. En este volumen Victorino
Capánaga presenta una antología orgánica de sentencias y definiciones de San Agustín
en tomo a los tres grandes temas que centraron su meditación: el hombre, la búsqueda
de Dios, la vivencia del misterio de Cristo y de la Iglesia. Encierran, pues, estas páginas
lo más esencial y puro de un mensaje que continúa fascinando a todos los hombres
abiertos a la belleza y al poder de la verdad. Ración de documentos, celebraciones y
conmemoraciones propias.
El mundo sensible es creado por Dios de la nada, conforme a las ideas inmutables y
eternas que previamente existían en la mente del Creador (ejemplarísimo). Y junto con
el mundo aparece el tiempo: el tiempo aparece con la creación.
Para San Agustín la historia tiene un destino marcado por Dios. Así, distinguirá entre la
ciudad terrena, fundada sobre el amor egoísta, y la ciudad eterna, fundada sobre la
caridad cristiana. Toda la historia es una lucha entre estas dos ciudades o amores y
concluirá con el triunfo de la ciudad de Dios.
Plenamente vivo, la fascinación de Agustín a través de los siglos permanece inalterada
mil seiscientos años después de su famosa conversión. Jamás sus valiosas intuiciones
psicológicas han sido más apreciadas, su odisea personal, más relevante, su sed de
absoluto más vivamente sentida o su lucha por encontrar y abrazar un estilo de vida
pletórico de sentido más dramáticamente compartida que en nuestros días.
Este libro está decatalogado, por lo que sólo es posible su adquisición en mercado de
segunda mano.
Es un Manual de Filosofía de san Agustín sobre ideas básicas con textos agustinianos y
lugares paralelos de sus obras según la clásica triada agustiniana: alienación-
interioridad-transcendencia, y otras influencias de los campos clásico y cristiano con
este orden: conocer el alma humana, estudiar a Dios, y profundizar en las relaciones del
alma con Dios.
Sobre los valores que definen y engrandecen al hombre san Agustín desarrolla los tres
componentes esenciales del carisma de la Orden de Agustinos Recoletos: la
contemplación, la comunidad, y el apostolado o las tres dimensiones del amor: amor
casto, amor comunitario y amor apostólico, que constituyen las tres partes del libro
enseñadas por san Agustín como pedagogo para formadores y formandos.
11. Consideración critica

Por lo que toca a los bienes de este mundo, señala que siendo creados por Dios, no
pueden ser malos de suyo, y sólo llegan a ser tales por el uso que de ellos El hombre
haga. Son medios para nuestro perfeccionamiento. El Deber de limosna transforma la
riqueza material y espiritual.
La esclavitud es la consecuencia del pecado, la cual debe ser superada en el espíritu de
Caridad. Enaltece el trabajo y repudia la usura, aceptando el comercio siempre y cuando
no vaya contra la justicia.
La fecundidad del pensamiento de San Agustín sigue todavía iluminando con intenso
brillo las más modernas proyecciones científico-culturales de nuestros días y de todas
las épocas como fuente inagotable de la más rica de las savias doctrinales.

Bibliografía:

 http://cibernous.com/autores/agustindehipona/teoria/biografia.html
 https://www.elcultural.com/revista/letras/Filosofia-de-la-historia-Origen-y-
desarrollo-de-la-conciencia-historica/27511

 Libro de compendio de Historia del Derecho Y del Estado (González Díaz


Lombardo)2002

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