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CORA SADOSKY

Investigación Científica y
Dependencia
PRIMERA EDICION

TUNJA – 1975

Tomado de “transformaciones”, Enciclopedia de los


Grandes Fenómenos de Nuestro Tiempo Nº 108, Centro
Editor De América Latina – México.
INVESTIGACION CIENTIFICA
Y
DEPENDENCIA
COLECCIÓN NUEVA UNIVERSIDAD
Nº 9.
“A medida que arrancamos más cosas a la
naturaleza gracias a la organización del
trabajo, los grandes descubrimientos y las
invenciones, mas caemos en la inseguridad
de la existencia. No parece que seamos
nosotros quienes dominamos las cosas sino
ellas las que nos dominan. Ahora bien, esta
apariencia subsiste porque ciertos hombres,
por intermedio de las cosas, dominan a otros
hombres. No seremos liberados de los
poderes naturales más cuando seamos
liberados de la violencia de los hombres. Si
queremos aprovechar, como hombres,
nuestro conocimiento de la naturaleza, será
necesario que agreguemos a nuestro
conocimiento de la naturaleza, el
conocimiento de la sociedad humana”.
Bertold Brecht
El titulo de este capítulo –investigación científica y
dependencia– requiere una explicación: No se trata de
acoplar el término “dependencia” indiscriminadamente
a todo lo que nos rodea, sino de puntualizar que la
investigación científica lejos de ser una actividad aislada,
es una práctica social que comparte sus características
esenciales con la sociedad toda.
Para comprender lo que queremos decir con
“investigación científica y dependencia” debemos
entender que la ciencia se hace en el seno de cada
sociedad determinada, de la cual forma parte y a la cual
refleja, tanto en su organización como en sus
aplicaciones. Para quienes se aferran al sistema de
considerar a la ciencia como un ente neutral,
conglomerado de todos los conocimientos adquiridos
por la humanidad gracias al esfuerzo de los
investigadores que, por encima del bien y del mal,
trabajan guiados solo por un afán ardiente de encontrar
la verdad, el solo enunciado de que la investigación
científica que se realiza en un país depende
fundamentalmente del grado de independencia que ese
país haya alcanzado en el plano político, económico y
cultural, puede parecer como una herejía. Sin embargo,
la historia de las sociedades humanas provee una
sucesión de ejemplos de cómo cada estructura social
produce la ciencia que le es posible y necesaria, en
forma tan ineluctable como esa ciencia revierte sobre el
entorno social el producto de sus frutos para
modificarlo.
La historia de la ciencia no es simplemente la de un
proceso acumulativo de los conocimientos que el
hombre se ha empeñado en adquirir sobre la naturaleza
a fin de dominarla y utilizarla; es sobre todo la historia
de los medios con que el hombre ha contado para
realizar ese empeño y de las formas con las cuales, en
cada época, fue capaz de usar los medios de que
disponía.
Existe una tendencia a creer que las cosas son como
son y no podrían ser de otra manera por una especie de
“designio natural”. Esa tendencia es sólidamente
reforzada por toda la educación destinada a mantener
el statu quo. Esa educación es, precisamente, la que se
empeña en mostrar al desarrollo científico como
“natural” –y, por supuesto, esencialmente “bueno” –
independiente de los avatares políticos y de las
contingencias sociales. Sin embargo, la creciente
aceleración experimentada sobre todo en los últimos
treinta años, en la transmisión del conocimiento
científico a la tecnología y la verdadera invasión de ésta
en la vida del hombre medio, vuelven cada vez más
difícil la preservación de mitos y prejuicios. Hoy está al
alcance de todos los interesados en el problema en
comprender que la ciencia tal como la conocemos –y
más que la ciencia como entelequia, la comunidad
científica actual: sus miembros, sus medios, su poder,
sus preguntas, sus resultados– es lo que no es, no por
“designio divino” sino porque es una de las estructuras
de nuestra sociedad.
Como dice Marcelo Cini:
“estamos llevados a impugnar el dogma de la
neutralidad de la ciencia, tan profundamente arraigado
en el espíritu y la conciencia de tantos de nosotros, en la
medida que nos volvemos conscientes de que no es
posible separar el objeto de nuestro acto de
conocimiento, de las razones de ese acto; que no es
posible distinguir entre el momento de la investigación
de la realidad t el momento de la formación de esa
realidad”1.

Por otra parte, en el sistema capitalista occidental


conformado, por razones económicas y políticas, de
manera tal que sólo puede lograr un equilibrio, aunque
sea inestable, sobre la base de mantener la existencia de
un grupo de países inmensamente ricos y extremadamente
desarrollados a costa de mantener en la pobreza y el
atraso a la inmensa mayoría del género humano, no resulta
sorprendente que la función social de la ciencia en los
países dependientes sea la de contribuir a reforzar esa
dependencia.

Nuestra principal preocupación gira en torno a lo que


ocurre en los países capitalistas de América Latina. Creemos
que en ellos la dependencia se manifiesta como fruto del
sistema económico imperante no sólo en lo relativo a la
política exterior o la política interior sino también en. la
política científica.
En lo que sigue damos una idea general de las
características de la investigación científica en el orden
mundial e intentamos mostrar cómo la brecha que
separa a los Estados Unidos de los países
latinoamericanos que giran en su órbita se va
ampliando constantemente.

La ciencia de nuestra época


Más del noventa por ciento de todos los científicos
de la historia, desde la época de Euclides, Pitágoras y
Arquímedes están vivos y en actividad en nuestros días2.
Este fantástico hecho muestra a las claras la expansión
de la actividad científica, sobre todo teniendo en cuenta
que, como puntualizó el sociólogo de Solía Price en
19563, en los últimos 300 años el crecimiento del
número de científicos y de su productividad (en
'términos de trabajos publicados) es exponencial, es
decir, que las cantidades se duplican cada diez o quince
años.
La curva que se muestra en la figura 1 tendrá
pronto que nivelarse, dado que los índices de
crecimiento científico superan a los demográficos y de
ingresos. Se ha calculado que si el crecimiento siguiera
con la tasa actual, hacia mediados del siglo XXI todos los
habitantes del planeta serían científicos. Y del misino
modo, para ese entonces el peso de la totalidad de las
revistas científicas (de las que ya hay más de 100.000
distintas) excedería el peso de la tierra…
Sin recurrir a estas extrapolaciones más que para
señalar una tendencia, vemos que la situación actual de
un mundo en el que trabajan varios millones de
científicos en proyectos altamente planificados y
fabulosamente financiados está bien lejos de la realidad
de aquellos sabios formados en círculos reducidos y con
una escasa esfera de influencia inmediata que caracterizó
a las sociedades precapitalistas. La interdependencia
entre la ciencia y la tecnología, tal como la conocemos,
que también es un hecho moderno, surge con el
capitalismo en el siglo XVI y se intensifica
definitivamente en el siglo XIX. A partir de entonces, tal
como lo señala J. D. Bernal en la "Historia social de la
ciencia", "el empico de la investigación científica es una
forma de inversión del capital" y "la búsqueda del
beneficio máximo es el factor predominante en la
determinación del equilibrio de esfuerzos entre las
industrias y las ciencias que las sirven"4. Ya no cabe
hablar de ciencia pura y ciencia aplicada sino de ciencia
en distintos niveles de aplicación. Los dos rasgos más
característicos de la investigación y el desarrollo
científico del mundo capitalista actual y particularmente
de los Estados Unidos son, —como lo destaca también
Bernal— la concentración y la militarización. En ningún
otro período de la historia ha estado tan concentrada la
producción industrial y en grado todavía mayor la
investigación científica en una parte tan pequeña del
mundo y nunca la proporción de la investigación militar
respecto de la civil ha sido tan grande como en la
actualidad.

En 1962, el 64% de los gastos gubernamentales en


ciencia en Inglaterra se destinaba a fines militares,
incluyendo el 52% del personal científico del gobierno.
En Estados Unidos el porcentaje correspondiente es-'del
90%. El Departamento de Defensa y la Comisión de
Energía Atómica de los EE. UU. financian alrededor del
25% de toda la investigación básica del país y acaparan,
conjuntamente con la NASA, el casi 70% del total
presupuestario para investigación y desarrollo5.
Además, la relación de servicio del trabajo académico es
tal, que se puede decir actualmente que las
universidades norteamericanas son la Cuarta Fuerza
Armada de los Estados Unidos.

El análisis de la producción científica de un país


dependiente requiere necesariamente el conocimiento
de la estructura de poder de la ciencia en el país central,
dado que los mecanismos que operan en ambos casos
obedecen a los mismos esquemas y responden a similares
motivaciones. Es por eso que la dependencia científica
en países como los de América Latina tiene que ser situa-
da en el contexto más amplio del control de la ciencia en
los países capitalistas, con el agregado de los elementos
locales de dependencia que modifican y particularizan la
situación. Cabe, entonces, comenzar con el estudio de la
financiación de la actividad científica en la metrópoli, ya
que esta financiación no responde a circunstancias
aleatorias o subjetivas sino que refleja fielmente los
intereses del poder político y. financiero en el desarrollo
de conocimiento útil para sus planes y objetivos. De
hecho, el estudio somero del desarrollo científico
europeo y estadounidense indica claramente que se
financió la actividad científica con el objeto de facilitar el
desarrollo industrial y comercial así como el dispositivo mi-
litar necesario para asegurar que la política de la
metrópoli se desenvolviera según las pautas requeridas
para alcanzar sus fines. Esta orientación de la actividad
científica hacia objetivos concretos políticos no constituye
desde luego una deformación capitalista del proceso
generador de conocimiento, sino la constante de todo
sistema político: el desarrollo científico soviético y chino en
este siglo también tuvo por objetivo la adquisición de los
conocimientos necesarios para imple-mentar grandes
líneas de acción política y militar. Si se examina el
proceso desde esta óptica, resulta evidente que la
planificación de la actividad científica nunca fue
caprichosa, sino más bien, por el contrario, destinada a
crear conocimiento útil para el sistema político y social
en el que se inserta. De esta circunstancia surge clara-
mente que existe una diferencia cualitativa entre la
planificación de la ciencia —siempre orientada hacia
fines concretos— y la ejecución de la investigación
científica, donde sí aparecen elementos psicológicos y
políticos de otro tipo. En efecto, un científico puede no
interesarse en el por qué de sus investigaciones, puede
ser indiferente a las posibles aplicaciones ulteriores de
sus resultados; o, en el caso contrario, puede estar
íntimamente compenetrado con los objetivos políticos
de la planificación, y entonces ser consciente de que su
tarea tiene una razón y un objetivo claros. Esta última
posición no individualiza al sistema político en "el que el
científico vive, dado que se registra tanto en países
capitalistas como en países socialistas. Lo que sí importa
destacar es que sólo en los países capitalistas se nota
masivamente el fenómeno primero, el de la ciencia
practicada como deporte por profesionales disociados
totalmente de las aplicaciones e indiferentes, por lo
tanto, del destino final de sus, resultados. Y aquí asoma
el segundo hilo del ovillo de la dependencia: la
mitificación de la ciencia, ubicándola en una paradójica
categoría de actividad lúdica o deportiva y hasta
superflua, destinada fundamentalmente a acrecentar el
acervo cultural.

La brecha que se ensancha

Cuando se dice que un reloj atrasa no se quiere


significar que sus agujas marchan en sentido con-
trario al habitual, sino que a medida que el tiempo
pasa, la diferencia entre la hora señalada y la hora
verdadera es cada vez mayor. La brecha se va
ensanchando indefectiblemente.6
Las raíces de la dependencia de América Latina son
antiguas y profundas y la deformación cultural que han
producido ha conseguido distorsionar hasta la imagen
que tenemos de nosotros mismos como nación7. Aún loa
historiadores "nacionalistas" que denuncian la
desfiguración ocasionada por 1ª dependencia de
Inglaterra y Estados Unidos reivindican el aporte
civilizatorio de la España imperial y ocultan que ésta nos
marcó con la primera impronta colonialista.
No cabo aquí pormenorizar la historia de nuestro
sometimiento a los sucesivos patrones, pero puede
ser útil dar sólo dos ejemplos de la acción
"civilizadora" del colonialismo español para
comprender que la dependencia cultural comenzó
con él.

Pedro Henríquez Ureña8 explica que " ( . . . ) no


hay razones 'psicológicas' ni 'sociológicas' para q ue
en América no hayamos escrito novelas durante tres
siglos en lo» cuales escribíamos profusamente versos,
historia, libros de religión. La razón de este hecho,
aunque raras veces se recuerde: en disposiciones
legales de 1532 y 1543 se prohibía para todas las
colonias, la circulación de obras de imaginación pura,
en prosa o en verso (''que ningún español o indio lea
en esas tierras. . . libros de romances que traten
materias profanas y fabulosas e historias fingidas,
porque se siguen muchos inconvenientes') y se
ordenó que las autoridades no permitieran que se
imprimieran o se trajeran de Europa".

Cuando, por iniciativa de Manuel Belgrano,


secretario del Consulado, se creó en Buenos Aires la
Escuela de Náutica, en 1799, la corte española
declaró: "que semejante establecimiento era de mero
lujo" y la suprimió por "una orden que envolvía una
severa reprimenda contra el Consulado que la había
creado y fomentado"9. En" resumen, la acción
civilizadora de la España colonial fue pobre y logró
introducir los factores distorsionantes en la economía, la
política y la cultura, que los yugos sucesivos no han
hecho más que agravar.

Tomemos como ejemplo el caso argentino. Sabido


es que la gesta emancipadora de Mayo dejó inconclusa
la obra de la liberación, alcanzando solamente la
libertad política con las limitaciones que implicaba el
sometimiento económico a que nos redujo fácilmente
el poder del naciente Imperio Británico.

No necesitamos recordar que, como semicolonia


inglesa, el país "progresó" vendiendo sus productos
naturales; la oligarquía terrateniente, personera local
del imperialismo británico, se ha encargado de exaltar
y llorar aquellos buenos tiempos de opulencia en que
sé hicieron los ferrocarriles, se instalaron usinas
eléctricas y teléfonos y se proveyó de todos los
símbolos de la riqueza para uso de las clases
dominantes criollas. Ese progreso reflejo empezó a
ahondar la brecha que cada vez separa más a la
Argentina como país dependiente, del progreso real
que quedó reservado a la metrópoli.
La historia de ese proceso es historia que aún no
está escrita y que para serlo necesitará del esfuerzo de
los argentinos que sean capaces de superar prejuicios y
banderías para buscar, científicamente, en las formas y
los efectos reales del sometimiento los métodos y los
objetivos de la verdadera liberación.
A los fines de este limitado enfoque del problema,
bastará recordar, como símbolo, un acto del
imperialismo inglés: el Tratado Roca-Runciman. Ese
acuerdo fue, en cierto modo, la coronación de la obra
realizada por Inglaterra para convertir a nuestro país en
el más sumiso proveedor de materias primas adaptadas
al gusto y la exigencia del comprador inglés y en el más
obediente comprador de manufacturas —adaptada:;
también, por supuesto, al gusto y las exigencias
británicas—. El Tratado Roca-Runciman, firmado en 1933
—y denunciado posteriormente en el Senado por
Lisandro de la Torre— estipulaba las condiciones de la
compra de carnes argentinas por Inglaterra,
estableciendo exigencias leoninas de sumisión a la
industria y el comercio del país. Es un verdadero
ejemplo de dominación imperial. Nos parece
sumamente aleccionador destacar que la firma de ese
Tratado coincidió con un hecho inusitado hasta
entonces en la historia de la investigación científica,
ocurrido en Inglaterra hacia la misma fecha: el científico
Atsbury instaló, patrocinado por la industria textil, el primer
laboratorio de física estructural de fibras de origen
agropecuario cuyas investigaciones alcanzaron la mayor
trascendencia y dieron origen ulteriormente a los
trabajos de L. Pauling sobre modelos de plegamientos de
proteínas y a las concepciones de Watson y Crick en
genética molecular10.

El Tratado Roca-Runciman no ponía ningún límite al


desarrollo de la enseñanza superior ni a la investigación
científica argentina, pero era "natural" la distribución
implícita del trabajo: los ingleses investigaban sobre
problemas concretos qué su industria les planteaba, los
'argentinos se limitaban a producir las fibras que serían
objeto de la investigación.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) la
Argentina siguió enviando sus carnes a Inglaterra. El fin
de la guerra prácticamente coincidió con el derrumbe
del Imperio Británico. Las cosas cambiaron, la Argentina
dejó de ser "el granero del mundo" y los proveedores
exclusivos de carne de la vieja Inglaterra, para con-
vertirse, junto con el resto del Continente, en "el patio
trasero" de la Gran Democracia del Norte.
El nuevo patrón no tiene ni siquiera interés en los
productos tradicionales; los granos y la carne nada
valen frente a los minerales y a los frutos tropicales
del Brasil o al petróleo de Venezuela. Argentina está
destinada a ser simplemente una retaguardia
tranquila, una reserva sumisa de consumidores de
Coca-Cola, de films, de chiclets, de historietas... y
también de automóviles y de computadores.

El imperialismo norteamericano está perfec-


tamente de acuerdo en que se siga progresando en el
atraso, en que se siga desarrollando la tecnología
mediante la compra de sus patentes y su
"conocimiento" (know-how),11 en que se tenga cada
vez más automóviles, más heladeras, más lavarropas
y más y más cualquier cosa de acuerdo a las normas
impuestas por el "estilo de vida" norteamericano.

El nuevo amo es, naturalmente, mucho más


moderno que los anteriores; no sólo no tiene ningún
inconveniente en que se desarrolle y progrese
nuestra enseñanza superior y nuestra investigación
científica, sino que nos "ayuda" para que así .sea. Es
claro que, dado que el capitalismo tiene como norma
la eficiencia y como criterio de valor la rentabilidad, es
preciso que las cosas se hagan bien y resulten útiles
para ellos.
Parece previo al análisis de datos particulares
acerca de la asistencia técnica que, por otra parte, no
podrá hacerse aquí más que en forma muy sumaria,
proporcionar algunas cifras que permitan reducir a sus
justos términos el concepto de "ayuda" externa a
nuestros países. Según datos de la Organización de
Cooperación y Desarrollo Económico (O.C.D.E.), la
"ayuda" al resto del mundo por parte de Estados
Unidos, Canadá, Europa Occidental, Japón y Australia al-
canzaba, en 1960, a 7.000 millones de dólares (1, 19%
del producto bruto de esos países) y, en 1965, llegaba a
10.000 millones de dólares (0,97% del producto bruto),
suma que, en realidad se reduce a 8.000 millones si se
descuentan la reinversión de beneficios y los créditos a
exportadores. Por su parte los países dependientes
devuelve a los países centrales: 4.900 millones de
dólares de beneficios más 1.100 millones de intereses
de los empréstitos más 1.370 millones de fletes maríti-
mos más 4.500 millones por degradación de los
términos del intercambio. Es decir que en 1965 a
cambio de 8.000 millones de dólares de "ayuda", los
países pobres entregaban a los ricos 12.000 millones12.
Además, todas las cifras indican que, de mantenerse
el statu-quo, las cosas irán siempre de mal en peor.
Según datos de la UN, en 1965, el pro ducto bruto
mundial estaba repartido de la siguiente forma:

11,5 % para el 50 % de la población del mundo y 40 %


para el 20 % a lo cual debe agregarse que la tasa de
crecimiento de ese producto era, en 1956-60, de 2,7%
en los países pobres y de 2,8 % en los ricos, mientras
que en el quinquenio siguiente, 1960-1964, era de 2 % en
los países pobres y de 3,5 % en los ricos.
El desarrollo económico en los países centrales,
especialmente a través de las corporaciones
transnacionales, ha alcanzado tan monstruosas
proporciones de gigantismo que unas pocas cifras
pueden alcanzar para desalentar al más entusiasta de los
"desarrollistas" esperanzados en colmar la brecha
siguiendo tenazmente el camino recorrido por-el
imperio. En la década del 60, General Motors vendió
anualmente por valor de 20.000 millones de dólares y el
conjunto de todos los países de América Latina vendió el
total de sus productos en 11.000 millones de dólares, en
el mismo tiempo. Las ventas de I. B. M. en 1970 fueron de
8.000 millones de dólares mientras que las exportaciones de
la República Argentina, en el mismo año, fueron de 1.600
millones de dólares.

Dos cosas resultan claras: que la "ayuda" no es tal


cuando se cobra con una explotación leonina y que la
desproporción entre los intereses que se mueven en In
metrópoli o en la periferia vuelve ridículas todas las
comparaciones que puedan establecerse con los
patronos de ellos.

A lo ya apuntado puede agregarse, por ejemplo, que


mientras la "ayuda" total de los países ricos a los pobres
era en 1965 de 8.000 millones de dólares, solamente el
Proyecto Apolo costó a los Estados Unidos 20.000
millones de dólares. Y que si nos refiriéramos más
específicamente a la "ayuda" que se brinda a los países
dependientes para la enseñanza y la investigación
científica, habría que hacer de los montos teóricos la
importante deducción que corresponde a la importación
constante que realizan los Estados Unidos de científicos y
técnicos formados en "su área de influencia".
La Argentina, desgraciadamente, ocupa un lugar
destacado entre los países exportadores de médicos,
matemáticos, físicos, químicos, geólogos, biólogos, etc., en
cantidades que, para nuestro país, son muy significativas.
Según datos de F.I.E.L. (1972): "En los últimos 16 años
emigraron a los Estados Unidos 17.341 argentinos de los
cuales 8.989 eran profesionales y técnicos.

Estimando en 30.000 dólares la inversión promedio


que importa la formación de un científico, sólo «i Estados
Unidos enviamos aproximadamente 400 millones de
dólares en 16 años en forma de "capital humano", es
decir, un promedio de 26 millones de dólares por año"13.

Con todo, conviene señalar que el tema del éxodo


no se agota con la mención de las cifras. Lo grave es que
los científicos y profesionales que emigran se encuadran
fácilmente en la metrópoli porque su formación se ha
realizado de acuerdo a las normas que ella impone y su
adiestramiento se ha cumplido en los temas que a ella le
interesan.

Después del rotundo fracaso de la Alianza para el


Progreso —la empresa que John F. Kennedy acometió
con el confesado propósito de "ayudar (en
Latinoamérica) a los más, que son los pobres, para
salvar a los menos, que son los ricos"— los Estados
Unidos, han puesto en marcha otros medios aún más
sofisticados para persistir en su ayuda. Los nuevos
proyectos fueron' lanzados en la Conferencia de
Presidentes de América (Johnson, Onganía, Pacheco,
Freí...), realizan en Punta del Este, Uruguay, en abril de
1967. En la Declaración que allí se hizo se expresa:
"Latinoamérica se incorporará a los beneficios del
progreso científico y tecnológico do nuestra época para
disminuir así la creciente diferencia que la separa de los
países altamente industrializados en relación con sus
técnicas de producción y sus condiciones de vida".
Aspiración que, por el momento, nos proponen realizar
aumentando el control de la natalidad, formando en
"centros de excelencia" más y mejores investigadores de
sus problemas, comprando armamentos obsoletos y
evitando el cambio que podría impedirnos seguir, en el
furgón de cola, el camino que ellos han trazado a
nuestro desarrollo.

La política científica de las


Fundaciones norteamericanas

“Quien paga al violinista elige la melodía”


Proverbio húngaro

La ciencia del imperio norteamericano está


controlada y financiada por numerosas agencias
estatales y privadas. Entre las primeras están las civiles,
como la National Science Foundation (NSF), los National
Institutes of Health (NTH) y las poderosas agencias
militares, que dependen del Department of Defense
(DoD), de la "U.S. Air Forcé, del U. S. Army, de la U. S.
Navy y semimilitares como la Atomic Energy Commission
(AEC) y la N. A.S. A. También están la agencia para la
"ayuda" exterior; la Agency for International
Development (A.I.D.), y los organismos supuestamente
"interamericanos" como el Banco Interamericano de
Desarrollo (B.I.D.) y la Organización de los Estados
Americanos (O.E.A.). Todos estos organismos, así como
las Fundaciones privadas, financian investigaciones puras
y aplicadas. Nos limitaremos aquí a reseñar lo que
concierne a las Fundaciones,, hijas del gran capital
monopólico, que no sólo aparecen constantemente en
escena en los países dependientes sino que proveen de
un adecuado ejemplo de cómo actúan los amos del
imperio.

Pocos ejemplos hay más claros en la historia sobre la


necesidad de un plan nacional de ciencia y tecnología
que el ofrecido por los Estados Unidos de Norteamérica.
Nada de lo hecho en este terreno es casual o
desinteresado: la totalidad de la educación universitaria
y la investigación científica y tecnológica está dirigida a
la formación de personal y a la generación de co-
nocimientos necesarios para la consolidación de la
"aristocracia" norteamericana, propietaria del capítol
industrial, comercial y financiero que controla a su país y
al mundo capitalista dependiente. El capitalismo
norteamericano siempre planteó claramente sus
prioridades; como clase, la aristocracia norteamericana
comprendió —y obró de acuerdo a esto— que la
universidad sólo cumple una misión que le es útil cuando
forja individuos capaces de utilizar la herramienta
científica para el desarrollo de sus intereses industriales,
financieros, políticos y militares. Su proyección
internacional se refleja en la acción de las fundaciones
para el desarrollo educacional y científico de los países
dependientes, que tiene por objeto modelar a la
totalidad de la actividad cultural significativa de esos
pueblos de acuerdo a sus patrones, sus objetivos y sus
prioridades.

Las Fundaciones se crearon para impedir que el


estado absorbiera las fortunas cuantiosas de los "varones
asaltantes", los empresarios inescrupulosos como
Rockefeller, Mellon, Duke y Carnegie, que a principios de
siglo habían llegado a controlar la casi totalidad de la
riqueza norteamericana. En las primeras décadas del siglo
XX, la presión populista hizo que se introdujeran leyes
destinadas a bloquear la transmisión hereditaria de las
enormes fortunas de estos asaltantes, así como a gravar
impositivamente las ganancias desmesuradas de su
capital. La respuesta de los plutócratas no se hizo esperar
y asumió la forma de Fundaciones, entidades "sin
propósitos de lucro" —y por lo tanto exentas de deberes
impositivos e intocadas por las leyes de gravámenes a la
herencia—, a las cuales se transfirió la riqueza. Claro
está que estas Fundaciones estaban dirigidas por los
propietarios de la riqueza y sus estatutos aseguraban que
esa dirección fuera efectivamente hereditaria. De este
modo los grandes capitalistas norteamericanos
refugiaron su dinero y sus acciones de la voracidad fiscal
y ubicándose y ubicando a sus herederos en los puestos
directivos de las Fundaciones, pudieron seguir
disponiendo de su capital a su total antojo, generación
tras generación, disponiendo de hecho de un instrumento
que no" sólo protegía su dinero sino que funcionaba de
hecho como un banco privado y que cumplía con los
requisitos necesarios para imponer la voluntad de la
familia en los negocios. Las Fundaciones capitalistas son
cajas fuertes diseñadas para aislar a las grandes fortunas
de los asaltos políticos y legales que acosan a las grandes
compañías monopolices, que unen lo útil a lo agradable,
ya que tienen un gran interés comercial y además sirven
para llevar a cabo una agresiva política de control de los
países dependientes bajo una pantalla filantrópica y
humanista.

En 1966, existían en Estados Unidos 17.303


Fundaciones, con un activo aproximado de 15.000 millones
de dólares. De esas 17.000 Fundaciones, las 500 principales
tenían un activo de 10.000 millones de dólares, las 13 más
importantes tenían activos que superan los 100 millones
de dólares14.
Activo (en
Fundación millones de
dólares)
Ford Foundation 3050
Rockefeller Foundation 854
Duke Endowment 692
Kellog Foundation 492
Mott Foundation 424
Hartford Foundation 342
Lilly Endowment 320
Sloan Foundation 309
Pew Memorial Trust 273
Carnegie Corporation 289
Longwood Foundation 251
Moody Foundation 244
Rockefeller Brothers Fund 110

Además, por lo general las fundaciones no son


instituciones independientes. La familia Rockefeller
controla, por ejemplo, 14 fundaciones, con un activo
combinado de mil millones de dólares. Los Mellon
controlan 9 fundaciones, la Ford, 8, los Carnegie, 5, los
Dupont, 9.

La Fundación Rockefeller: en 1911 la Suprema Corte


de Justicia de los Estados Unidos disolvió formalmente
el imperio de la Standard Oil de John D. Rockefeller,
pero gracias a las fundaciones de la familia mantiene
intacto el control sobre sus compañías: las Standard Oil
de New Jersy, New York (Socony Mobil Oil), Indiana,
California, Ohio, la Continental Oil y la Unión Tank Car
Co.

ES decir, las fundaciones de los Rockeféller,


encabezada por la más importante, la Fundación
Rockeféller, mantiene íntegramente unido y controlado
el imperio original, a la vez que constituye el instrumento
financiero utilizado por la familia para expandirse. La
Fundación Rockeféller controla, entre otras empresas, al
Chase Manhattan Bank, dos de las tres compañías de
seguro más importantes de los Estados Unidos —
Metropolitan y Equitable Trust—, a una aerolínea, la
Eastern Airlines y a la Consolidated Natural Gas. En total,
los intereses controlados por la fundación Rockeféller
solamente equivalen a 88 mil millones de dólares.

La Fundación Ford: en 1935 John Ford y su hijo Edsel


Ford poseía el 97 por ciento de la Ford Motor Co., la
tercera corporación industrial del mundo. Planteado el
problema de la herencia, se hizo Imprescindible recurrir
a la creación de una fundación para impedir que la
compañía se deshiciera, dado que de legarles las
acciones a sus descendientes, éstos se hubieran visto
obligados a venderlas para pagar los impuestos a la
herencia. Por eso se dejaron el 90 por ciento de las
acciones a cargo de una "entidad sin propósito de lucro",
la Fundación Ford y el 10 por ciento restante pasó a los
hijos. Sin embargo, la primera cláusula establecida en el
reglamento de la Fundación estipulaba que ésta debía
pagar el impuesto a la herencia del 10 por ciento del
stock pasado a los descendientes de Ford. Esta primera
medida filantrópica de la Fundación Ford es todo un
símbolo de la ayuda que administra: su principal
objetivo es la autoayuda más o menos disimulada.
La ayuda que proviene del capital monopolice es tan
concentrada en sus destinatarios como en sus orígenes.
La Fundación Ford otorgó 105.000.000 de dólares en
subsidios entre 1951 y 1965. De este monto, el 77,5 por
ciento fue a parar a sólo 10 universidades y a 5
instituciones "sin propósito de lucro" destinadas a la
investigación y planificación de la política del gran
capital industrial y financiero norteamericano:
Resources for the Future (relevamiento de recursos
naturales), la Brookings Institution (planificación poli
ticomilitar), el Population Council (control de natalidad).,
el National Bureau of Economic Research, el Committee
for Economic Development y el Council for Foreing
Relatíons, el verdadero ministerio de relaciones
exteriores del imperio.

La política de las fundaciones: para comprender el


papel de las fundaciones en la política norteamericana
es necesario discernir entre lo que hacen dentro de los
Estados Unidos y lo que hacen en oí exterior. Onda una
de las grandes fundaciones tiene a su cargo un área de
influencia y en ciertos proyectos claves —como el
control del crecimiento de la población— cooperan acti-
vamente. Sin embargo, para poder establecer los
objetivos de largo alcance que tienen sus planes,
conviene recordar que la presente estructura de la
universidad y de la ciencia norteamericana son en gran
parte el resultado de años de labor de las fundaciones.
La Carnegie Foundation, por ejemplo, siempre se
especializó en problemas de educación. Fue bajo sus
auspicios que se definió la estructura general de la
universidad norteamericana y se entronizó
definitivamente al doctorado (grado de "Philosophical
Doctor", Ph. D.) como patente única y oficial de
científico. Las fundaciones monopolizaron la enseñanza
superior y la investigación científica y lo hicieron
mediante la concentración del talento en unas pocas
decenas de centros educacionales destinados a producir
los científicos, tecnólogos y administrado res necesarios
para diseñar los mecanismos económicos, políticos y
militares de los planes imperiales del gran capital
norteamericano.

Ya en 1934, tan sólo el 2,,2 por ciento de las


universidades norteamericanas concentraban el 20 por
ciento de los estudiantes, el 24 por ciento de los
profesores producían el 77 por ciento de los doctorados
de los Estados Unidos. En 1968, de las 2.000 universidades
norteamericanas, 25 (el 1,2 por ciento) producía el 75
por ciento de los doctorados.

Es en el plan de control de la población donde se


aprecia con más nitidez la estrategia de las grandes
fundaciones: por lo general la Fundación Rockefeller
inicia un plan piloto (en este caso, el del Population
Council,) establece los objetivos precisos y confecciona
la plataforma ideológica y científica mínima necesaria
para funcionar eficientemente. Hecho esto, entra la
Fundación Ford, con sus enormes recursos financieros y
expande el proyecto de acuerdo a lo establecido.
Finalmente, entre las Fundaciones Ford y Rockefeller se
intenta pasar la financiación del proyecto (nunca el
control, por supuesto) al estado, y aun a las Naciones
Unidas u otros organismos multinacionales.

La Fundación Ford dedicó especial atención a los


problemas de relaciones exteriores, y tuvo a su cargo la
estructuración y financiación de numerosos Institutos de
Estudios de Área en las principales universidades
norteamericanas, dedicados al estudio sistemático —
etnográfico, antropológico, sociológico, económico y
militar—, de los países comunistas y de las naciones
dependientes de América Latina, África, Asia y Oceanía.
También en este sector la cooperación entre las Fun-
daciones Rockefeller, Carnegie y Ford fue estrecha. En tan
salo tres años (1945-1948) las fundaciones invirtieron 34
millones de dólares para la formación de institutos de
estudios internacionales. En 1970, 12 de las principales
universidades tenían centros de este tipo, «n su totalidad
financiados por la Fundación Ford. Ya en 1966, la Fundación
Ford provee el 99 por ciento de los 50 millones de dólares
otorgados a los institutos dedicados al estudio de áreas.
En la actualidad, cumplido el objetivo de estos centros —
recopilación de material y análisis de la estructura
política, social y militar de las áreas dependientes de los
Estados Unidos y formación de profesionales entrenados
en estos problemas— y ante la irritación que
provocaban dentro de los Estados Unidos por su
descarada categoría de apéndices analíticos del
Departamento de Defensa y de la CÍA, se ha comenzado
su liquidación física.

Las fundaciones son un instrumento básico para la


formulación de la política de los Estados Unidos, pero
también son las encargadas de experimentar con
proyectos, métodos y esquemas operativos que, de ser
exitosos, son transferidos a los gobiernos de los países
dependientes para su implementación. De esta forma, se
despoja de una responsabilidad directa de los mismos al
gobierno de los Estados Unidos y se evitan situaciones
diplomáticas potencialmente difíciles a la vez que se
oculta el origen de los proyectos. Las fundaciones más
comprometidas en América Latina son aquellas que
representan directamente las fortunas más cuantiosas
de los Estados Unidos con intereses directos en el
continente: la Rockefeller, la Ford y la Guggenheim. Por
un lado, tienen el objetivo de efectuar el relevamiento
de de riquezas naturales para poder realizar el saqueo
meticuloso de los minerales estratégicos, del petróleo y
de cualquier otra riqueza útil para sus operaciones. Por
el otro, a la vez que implementan reformas educativas
notables en la enseñanza media y superior, efectúan el
relevamiento de los recursos humanos científicos y téc-
nicos del continente, con el objeto de poder catalizar la
formación de profesionales en las ramas que necesitan
de mano de obra intelectual local para la^ atención de
sus negocios, industrias y explotaciones. En los últimos 10
años, las corporaciones transnacionales de los Estados
Unidos expandieron en un 60 por ciento sus inversiones
extranjeras directas. Sus propietarios saben que tanto
en los Estados Unidos como en lo» países capitalistas
dependientes de los Estados Unidos, la educación ofrece
el mejor método para desarrollar una reserva de mano
de obra especializada necesaria para sus operaciones
internacionales. En este objetivo encaja la función
"modernizadora" de las fundaciones en América Latina:
formar científicos y tecnólogos ideológicamente
identificados con las pautas de trabajo norteamericanas.

Pero las beneméritas fundaciones no se limitan a


instrumentar hábilmente políticas de largo alcance parar
el estado norteamericano: también se preocupan por
hacer la 'difusión de sus propios intereses comerciales.
Tal es el caso de los subsidios para tecnificación del agro
y la creación de escuelas modernas de agricultura en los
países dependientes. Todo el esfuerzo puesto por la
Fundación Rockefeller para obtener cepas de trigo y
maíz de alto contenido proteico —que constituye el
principal ingrediente de su publicitada lucha contra el
hambre en los países pobres— tiene un objetivo bien
neto y mucho más prosaico. Se trata de imponer estas
semillas para asegurar la necesaria construcción de
fábricas de fertilizantes en los países "beneficiados" que,
por rara casualidad, resultan asignadas a subsidiarias de
la Ford o de los intereses Rockefeller.

En resumen, el rol de las fundaciones en los países


capitalistas dependientes consiste en modernizar las
estructuras científicas con el objeto de asegurar la
producción de profesionales de la ciencia exportables a
la metrópoli o habituados al manejo de la tecnología que
sus países importarán de los Estados Unidos; financiar
estudios sociológicos,, económicos, antropológicos y políti-
cos que permitan analizar las perspectivas políticas de
los diversos grupos sociales con el objeto de detectar y
contener las explosiones violentas contra el statu quo y
la dominación norteamericana; imponer la formación de
nuevos grupos empresariales en el campo, de tal modo
que se asegure la implementación de una política de
explotación y comercialización agropecuaria que pueda
ser utilizada por el "agrobusiness"; por último, organizar
la investigación y la enseñanza de las disciplinas
conectadas con la medicina, tomando como núcleo
ordenador el control de la natalidad de la población.

Como se puede apreciar, las fundaciones constituyen


parte del gobierno y de la aristocracia financiera
norteamericana; quizás una definición más realista las
ubicaría en el rango de verdaderos ministerios de
relaciones exteriores, economía y planificación, y junto
con la CÍA, son los grandes recolectores de información y
ejecutores de proyectos políticos para los Estados Unidos
y sus países dependientes.

Todo esto no obsta para que estos organismos sigan


presentándose como sociedades filantrópicas. Como
muestra de esta propaganda, recogemos la inefable cita
de George Schuster: "Y finalmente existen las grandes
fundaciones. La fama de algunas de ellas es universal.
Pueblos primitivos que no saben bien dónde están los
Estados Unidos se duermen con el nombre de la
Fundación Rockefeller en los labios. Ella ha contribuido
a eliminar el flagelo de las enfermedades, ha mantenido
establecimientos de caridad y ha hecho crecer la hierba
ahí donde nada había anteriormente. En épocas
recientes, la Fundación Ford ha ocupado su lugar de
honor junto a la institución hermana mayor". (Cultural
Relations and Foreign Affairs, 1963, pág. 19).

Temas, subsidios, publicaciones

De la lectura de las comunicaciones presentadas en


cualquier reunión científica de un país dependiente se
desprende un hecho bien claro: pese a la sideral
distancia cultural y económica que separa a la metrópoli
del país donde se efectúa el simposio, los temas en que
trabajan los investigadores locales son los mismos que
desarrollan sus pares del mundo desarrollado. Más aún,
.se acostumbra medir el grado de "desarrollo" cultural
de un país dependiente, o el grado de "modernismo" de
una universidad subdesarrollada, según la producción de
trabajos científicos publicados por sus investigadores en
las revistas internacionales de más jerarquía, o por el
número de sus investigadores que trabajan en algunos
de los países centrales. Dado que los problemas de una
sociedad desarrollada son cualitativamente distintos de
aquellos que debe resolver una sociedad
subdesarrollada, esa similitud de objetivos científicos
llama poderosamente la atención. Si se considera que
los temas de investigación en los países independientes
están fijados por las necesidades reales —su seguridad
nacional, su industria y sus prioridades políticas, tanto
internas como internacionales— el hecho que los in-
vestigadores de un país dependiente trabajen para
resolver problemas de la metrópolis indica ya que la tan
mentada "libre elección de temas científicos" a que se
refieren los profesionales de la ciencia, es un mito. Por
otra parte, indica que también en el plano de la actividad
científica, la dependencia puede definirse como la
ausencia de un proyecto nacional coherente y
autónomo. Sólo un país estancado puede sobrevivir sin
disponer de sus recursos científicos —tanto humanos
como instrumentales— para resolver los problemas de
gobierno.
La herramienta científica no es usada por los países
centrales ni para jugar ni como adorno. De los laboratorios
de las ciencias experimentales, de los gabinetes de las
ciencias teóricas, surgen soluciones para superar
obstáculos concretos en el desarrollo de armamentos,
comunicaciones, sistemas defensivos, esquemas teóricos y
dispositivos de implementación de políticas económicas,
instrumentos para la comprensión y la modificación de
situaciones concretas donde se deberá actuar
económica, militar, política y diplomáticamente15.
La investigación científica requiere financiación.
Como cualquier otra empresa social, funciona si se le
proveen fondos. Las ciencias experimentales requieren
edificios más o menos adecuados, con multitud de
servicios centrales. Tanto los científicos experimentales
como los te6ricos requieren bibliotecas de libros y
revistas especializadas. Se requiere dinero para pagar
sueldos a los profesores, a los becarios, a los miembros
del personal administrativo y de maestranza, a los
técnicos de laboratorio. Los científicos experimentales
requieren, además, instrumental de las más variadas
especificaciones y drogas de todo tipo. Por lo general,
las universidades se hacen cargo de los sueldos de los
profesores y parcialmente de los sueldos del personal
administrativo. Pero no de los sueldos de los becarios,
ni de los técnicos. En los países centrales, los
presupuestos universitarios son absorbidos por los
gastos de enseñanza y de hospedaje de los alumnos. En
los países dependientes, los presupuestos universitarios
—por lo general exiguos— son absorbidos por los
sueldos de un gran contingente de personal docente,
administrativo y de maestranza.
En general el científico requiere otra fuente de
financiación además de la que le asegura su sueldo —
que no suele constituir una retribución de su labor
investigadora sino la remuneración por su trabajo
docente. Esa financiación extra, que le permite trabajar
como investigador científico, se denomina subsidio. Un
subsidio es una cierta cantidad de dinero que una
institución, pública o privada, entrega a un profesional
de la ciencia para que pueda funcionar como tal. Hay
subsidios generales y otros muy específicos. Así, puede
subsidiarse el equipamiento de un laboratorio, la
integración de su biblioteca, el pago de becarios y de
técnicos, la compra de drogas, aun los viajes de estudio
de los profesores, o puede darse el dinero para hacer
alguna de esas cosas. Lo importante es que el subsidio
es lo que permite que el investigador haga ciencia en un
país capitalista. Hay casos en que el sueldo del científico
proviene de un ente estatal administrador de la
investigación, pero la situación no varía
apreciablemente: además de su sueldo para funcionar
debe recibir subsidios, que pueden ser del mismo ente
administrador o de otra institución.
La comunidad científica utiliza la publicación de
artículos ("papers") en revistas especializadas como el
mecanismo 'habitual para dar a conocer sus resultados y
teorías. Estas publicaciones constituyen a su vez el
principal factor para evaluar la actividad de un científico
y su calidad profesional. Las revistas de categoría se
editan todas en el hemisferio norte, en los llamados
"idiomas internacionales", en la actualidad
fundamentalmente en inglés o ruso. La categoría de una
revista se mide por la calidad y originalidad de los
artículos que publica y esto a su vez depende del cuerpo
editor, un conjunto de científicos que evalúan los
trabajos presentados y deciden cuáles se publican y
cuáles no. Es imprescindible, pues, comprender cuál es el
mecanismo de publicación de los trabajos científicos
para poder medir la gran importancia política de
aquellos que controlan las revistas especializadas de
ciencia y tecnología.

1) Los comités editoriales están constituidos por


los mejores y más renombrados científicos en una
especialidad determinada, que a su vez son profesores
titulares de las mejores universidades y miembros de los
comités asesores de las fundaciones, de los gobiernos y
de la industria.

2) En los países desarrollados ser un profesor


titular en ciencia o tecnología implica dirigir un gran
equipo con muchos estudiantes graduados que
preparan sus tesis de doctorado bajo su dirección y
muchos doctores recién recibidos que también bajo la
dirección del profesor realizan su primer trabajo de
investigación de la etapa posdoctoral de su carrera.

3) El profesor dirige decenas de trabajos


anualmente, y esa dirección implica imponer el tema e
imponer el enfoque teórico y/o experimental desde el
cual el tema debe ser abordado. Para financiar esos
trabajos el profesor recibe subsidios, ya que la
universidad sólo paga su sueldo y gastos mínimos de
infraestructura. El equipamiento de su laboratorio, el
sueldo de sus técnicos, los sueldos de los becarios» los
libros y revistas especializadas, provienen de subsidios.
Es decir, el profesor es subsidiado para poder trabajar y
hacer trabajar a sus alumnos. Si no acepta subsidios u
opta por temas que no son favorecidos por los
subsidios, ni puede trabajar ni puede tener tesistas. Esto
implica dejar de obtener resultados, dejar de publicar y
puede tener como consecuencia su despido de la
universidad.

4) Cada profesor, así como impone su tema a sus


tesistas y estudiantes posdoctorales, impone su tema en
la revista donde actúa como editor. Por lo tanto, para
poder publicar en esa revista se parte de un presupuesto
básico: el tema le interesa al editor, y le interesa si y solo
si aporta conocimientos que el editor considera útiles
para su propio tema. ¿Quiénes están con ventaja en
este juego? Obviamente, sus alumnos y sus estudiantes
posdoctorales. Si trabajan bien publican en una revista
serie y así crecen sus curriculum vitae. Y también los de
quienes financiados por los mismos organismos, se
dedican a los mismos problemas.

Estamos pues, frente a un circuito que se realimenta


permanentemente. Para poder trabajar hay que tener
dinero de subsidios; los subsidios se dan para ciertas
cosas y no para otras; no basta trabajar, hay que poder
publicar esos trabajos en revistas especializadas; las
revistas están controladas por las mismas personas que
otorgan los subsidios y eligen los temas que deben ser
subsidiados.

Para el científico de un país dependiente, el


problema es grave: o acepta (con subsidios extranjeros
o sin ellos) trabajar en los temas que son aceptados en
las revistas internacionales del mundo desarrollado,
totalmente acaparadas por los grandes profesores socios
do los (¡nimios firmas monopolistas internacionales, de
los grandes fundaciones o de los organismos militares, o
debe resignarse a vivir marginado. Vivir marginado en la
comunidad académica implica cosas muy concretas: no
ser conocido ni en su propio medio por falta de acceso a
las universidades, no poder competir en los concursos
con los "curriculum vitae" de aquellos que sí aceptan
subsidios y sí trabajan en los temas de moda, no poder
tener tesistas, dada la imposibilidad de pagarles un salario
o la falta de peso político como para poder conseguirles
becas provenientes de los entes estatales de la
planificación científica.

Frente a este panorama desolador, el del científico


que acepta las reglas del juego es cualitativamente
distinto. Por lo general, sigue trabajando en el tema que
desarrollaba en el laboratorio del profesor donde realizó
su experiencia formativa en el extranjero; o en un tema
conexo, sugerido por ese profesor. Lo cierto es que vuelto a
su país, suele trabajar por encargo para su laboratorio
central, publica sus resultados en la revista que controla
su profesor, obtiene subsidios de las fundaciones o de las
entidades financiadoras donde su profesor es influyente,
y de tanto en tanto retorna a la fuente, retorna al país
central, para recoger más instrucciones.

Es importante insistir, sobre este hecho: las


personas que conjuntamente con los militares y los
grandes capitalistas de los países centrales confeccionan
las líneas de investigación que deben desarrollarse para
cumplir con los objetivos imperiales de control del mundo
dependiente, son las mismas que integran los comités que
deciden la financiación de proyectos científicos (ya sean
estatales o privados), las mismas personas que
controlan las revistas científicas y tecnológicas, las
mismas personas que controlan las cátedras
universitarias y las universidades mismas, las mismas
personas que controlan los laboratorios de investigación
y desarrollo de la industria.
En los países dependientes, la apropiación es doble.
Porque no sólo se canaliza la actividad intelectual del
científico en temas impuestos desde la metrópoli, sino
que se utiliza el dinero del estado para financiarlos.
Porque el caso de los científicos que trabajan subsidiados
por el extranjero es relativamente escaso y, salvo
contadas excepciones, los subsidios son de montos reduci-
dos, fundamentalmente promocionales. Lo que sucede es
que para un científico de un país periférico, con o sin
subsidios, la única forma de publicar es realmente estar
trabajando en los temas que aceptan las revistas.

Para un científico "rebelde" de un país central, las


posibilidades de supervivencia académica son mayores,
dado que puede tener alguna relación personal con el
engranaje de la política científica y ubicar sus trabajos.
Este resquicio le está generalmente vedado al científico
del país dependiente.

Vemos así, pues, que los países centrales imponen los


temas, utilizan la producción intelectual de todo el
mundo capitalista dependiente, sin tener que invertir
dinero, sin tener que obligar explícitamente a nadie. Se
niega la libertad académica mediante un método ominoso:
mediante una falsa libertad académica.
Es importante comprender que estos mecanismos,
si bien no explicitados con toda crudeza, son conocidos
y aceptados por la mayoría de los profesionales de la
ciencia. Si bien ocasionalmente su descripción se tiñe de
cinismo e ironía, el científico de hecho considera no sólo
que este mecanismo de producir conocimientos es
justo, bueno, elegante y dotado de las garantías
necesarias para que asegure una "limpieza de proce-
dimientos" que añora para el resto de su vida de
relación (en especial para la política, actividad que suele
considerar implementada con una casi insoportable
carga de subjetividad y dolo), sino que este mecanismo
es el único posible, y que se ha desarrollado así
siguiendo una ley natural, o quizás —en los casos
extremos— que este mecanismo constituye en sí una
ley natural. El profesional de la ciencia integrado al
sistema ve lesionada su capacidad de comprensión de la
realidad, se convierte en un mutilado psicológico que es
incapaz de realizar el análisis de su condición de
explotado y de su papel en el engranaje de la
producción de conocimientos necesarios para que esa
explotación se perpetúe.
Esta alineación lo lleva a una especie de es-
quizofrenia: vive en un mundo doble y simultáneo, pero
no hipócritamente (cosa que de hecho sería
inmoralmente execrable pero psicológicamente más
sano) sino con toda sinceridad. Esto es detectable aun en
las racionalizaciones de muchos profesionales de la ciencia
que efectúan algún tipo de actividad política que los
relaciona con consignas y aspiraciones de cambio social. Su
cuestionamiento de la realidad es riguroso: impugnan al
lema "publish or perish" (publicar o perecer), atacan al
sistema piramidal y despótico de la ciencia, cuestionan
al dispositivo represivo que pretende convertir al
becario en un sirviente del, jefe del laboratorio. Pero
junto con sus acertadas críticas al sistema actual y a sus
encendidos alegatos por la justicia social, suelen aceptar
trabajar en lugares que son el epítome de todo lo
analizado hasta ahora, en centros de excelencia donde
se imponen temas de moda y se siguen esos temas con
pasión, donde todo se hace con subsidios o gracias a
subsidios pasados. La denuncia coexiste con la aceptación
de lo denunciado, pero no en forma pasiva, sino en
forma activa: ni se abandonan los temas ni se cambian
los criterios de evaluación de lo que se hace.
En resumen, deberíamos reconocer —y en este
capítulo especialmente el uso de la primera persona se
impone— que en buena parte de la actividad científica
estamos alienados, es decir, "tomamos como propio lo
ajeno".
Los pseudo problemas

"La más trágica ironía de nuestra época es que


nuestros mayores esfuerzos materiales e
intelectuales se dedican al mantenimiento de la
miseria, la ignorancia y el temor".

/. D. Bernal

Existe en la actualidad una fuerte tendencia a


focalizar la atención tanto de los científicos como del
público en general hacia algunos problemas
"eminentemente sociales". La concentración de esfuerzos
—y de ingentes sumas— en el estudio de soluciones a
esos problemas sociales, que se encaran por encima de
todo posible cambio en las estructuras sociales, se ha
convertido en uno de los intentos más exitosos en el
logro de dos objetivos:

* Canalizar la tensión provocada en la comunidad


científica y universitaria en general por la difusión
creciente de la amplitud del compromiso bélico de la
actividad científica.
* Difundir la idea de que se avecinan tremendas
catástrofes (hambrunas, pestes, plagas, contaminación
total, etc.) y que esto es independiente de los sistemas
sociales imperantes.
Típico de esta tendencia es el interés actual por la
ecología.
Despertado por la contaminación del aire y el agua
en los mayores centros industriales, el interés por la
preservación del medio ambiente pasó de ser una
bandera de las comunidades hippies y de algunos
grupos anticapitalistas de Estados Unidos y Europa
Occidental a convertirse en el tema de reuniones
internacionales como la efectuada en 1972 en Estocolmo y
de grupos interesados en "cambiar algo para que nada
cambie", como el Club de Roma presidido por Aurelio
Peccei. La sana y urgente preocupación por preservar el
medio y los recursos naturales generó en un tiempo
record una nueva industria, la del control de la polución,
que fabrica y comercializa diversos dispositivos
preventivos y paliativos. Lo notable es que esta
industria, desarrollada principalmente en los Estados
Unidos —que es donde tanto el problema como las
protestas que originan alcanzan los desarrollos más
importantes—, está en manos de las mismas compañías
responsables de ocasionar la contaminación: las grandes
corporaciones transnacionales Dow Chemical, Monsanto
Chemical, W. R. Grace & Co., Du pont. Merck, General
Electric, Westinghouse, Nalco, Union Carbide, Honeywell,
Combustión Engineerring, Alcoa, Universal Oil Products,
Bechman Instruments, North American Rockwell.
La mayoría de estas firmas no sólo ha "diversificado"
aún más sus mercados con el negoció de la
anticontaminación, sino que, además de contarse entre
los principales contaminadores ambientales abastecen de
productos químicos, maquinarias, combustibles y
repuestos a contaminadores aún peores como General
Motors, U. S. Steel, Boeing, Standard Oil, etc., quienes
pasan así a constituirse en sus clientes también en la
lucha anti-polución.
La "agitación ecológica" alimenta un suculento
negocio. Mientras en diciembre de 1969 en la Bolsa de
valores de Nueva York se experimentaba un descenso
general de las acciones, aquellas de las compañías
dedicadas a la anticontaminación incrementaban sus
valores en un 50%. Research-Cottrell Inc., la más grande
de estas compañías, cuadruplicó sus ventas en los últimos
cinco años16. La industria química ilustra bien el incesto
entre contaminadores y controladores de la
contaminación. Esta industria es la segunda gran fuente
de la contaminación de los agua» pero también es
actualmente la principal decontaminadora. Arruinar el
agua es un gran negocio y otro aún mayor lo es mejorarla
posteriormente.
Pero otra consecuencia del control de los grandes
monopolios sobre la organización de la lucha contra la
contaminación es que los standards de
decontaminación son bajos. Decontaminar realmente
es sumamente costoso y disminuiría la tasa de
ganancias; por eso se imponen standards de pureza
que son una mala aproximación de lo aceptable, pero
que son lo suficientemente altos como para generar la
compra de equipos decontaminadores.

Otro pseudoproblema típico, orientado hacia el


logro de los mismos objetivos desviacionistas que el
de la preservación del medio ambiente, y
fundamentado en similares teorías neomalthu-sianas,
es el de la temida "explosión demográfica". Ambas
problemáticas esconden bajo una presentación
seudocientífica —basada en extrapolaciones de
índices econométricos que se efectúan haciendo caso
omiso de todo posible cambio social— la presión que
se ejerce sobre los países dependientes para
resignarlos a la frustración y aún a la más salvaje
autodestrucción.

Un ejemplo de cómo nos alcanza esta campaña


puede leerse en el editorial de la revista argentina
"Ciencia e Investigación" (octubre de 1971) firmado
por Arturo E. Corte y titulado "Ciencia, tecnología y
responsabilidad social" que comienza diciendo: "Tres
grandes problemas nos afligen hoy: la expansión
explosiva de la población, la disminución de los recursos
naturales y el deterioro del medio ambiente". ¡Esto
escrito «n un país donde, entre los problemas que más
deberían afligir, se destaca el de la subpoblación!

Los distintos modos de llamar a una misma


cosa (Paternidad responsable - Planificación fa
miliar - Control de la natalidad - Regulación de
la población) ponen de manifiesto los disfraces
a que debe recurrir el imperialismo para hacer
aceptar a los pueblos sometidos las campañas de
control tendientes a mantenerlos en esa condición. Así,
se usan no sólo los términos relaciona-;
dos con uno de los derechos más importantes que
la ciencia moderna permite conquistar a los seres
humanos, el de decidir acerca de su prole, para
enmascarar uno de los métodos genocidas más
brutales que poder alguno haya utilizado; la
esterilización masiva de pueblos considerados inferiores.

En 1953, John D. Rockefeller III fundó el Populalion


Council, dedicado a la promoción del; estudio de todo lo
referente al control de la población. Así, el Population
Council propicia y financia el desarrollo de la
investigación básica sobre la fisiología de la reproducción,
para poder desarrollar drogas eficientes inocuas para la
esterilización temporaria o permanente del hombre y de
la mujer y, además, la experimentación de dispositivos
mecánicos y técnicas quirúrgicas que aseguren los
mismos resultados.

Asimismo, financia investigaciones económicas,


sociológicas, psicológicas y antropológicas en todas las
comunidades donde se proyecta esterilizar, con el
objeto de ganar el apoyo de la población mediante
campañas publicitarias. El Population Council,
inicialmente financiado por los Rockefeller, tiene ahora
el apoyo masivo de la Fundación Ford y de los Du-Pont.

Los argumentos elaborados por los teóricos de las


Fundaciones se basan en un conjunto de premisas
falsas: se sostiene que el globo terráqueo no puede
producir suficiente cantidad de alimentos como para
nutrir a toda la población, que en los países
subdesarrollados-lo que genera el estancamiento es la
falta de capital y que la única solución para superar el
atraso es inducir el ahorro, siendo esto imposible
cuando hay muchos chicos. El caso de América Latina es
un ejemplo típico para destruir estas afirmaciones:
nuestro continente tiene amplias regiones despobladas
y sus riquezas agropecuarias están rigurosamente
subexplotadas; lejos de carecer de capital, las
economías latinoamericanas se caracterizan por la
subutilización masiva de su capital; y, por último, la clase
social sobre la cual recaen los planes anticonceptivos es
precisamente la que no genera ahorró ahora, ni lo
podría hacer por lo menos durante 20 años más, aun en
el hipotético (e ilusorio) caso en que sus salarios au-
mentaran con una tasa equiparable a la del mundo
desarrollado.

El plan norteamericano para el control de la


natalidad tiene otro objetivo: es el de impedir que los
pueblos dependientes del imperio adquieran volúmenes
poblacionales que tornen difícil o imposible el
sometimiento- de las clases explotadas. Así lo explícita
un informe preparado por una fundación de los
Rockefeller, el "Rockefeller Brothers Fund", cuando,
dice: "La inquietud que se produce en una población en
rápido crecimiento está magnificada por la
preponderancia de los jóvenes. En una población juvenil
se genera una gran impaciencia por cumplir las
expectativas siempre crecientes. Esta situación ha
llevado a menudo a un nacionalismo extremo". Y a los
dueños del imperio, el nacionalismo de sus colonias no
les conviene.

En todos los planes de modernización de la


investigación biomédica y de la enseñanza de la
medicina, financiados por la Fundación Rockefeller,
está explícita e implícita la utilización de los recursos
humanos y tecnológicos al servicio de los proyectos
de esterilización o, como se los denomina
eufemísticamente, de "planificación familiar".

Por otra parte, el caso concreto del control de la


población permite estudiar también uno de los
ejemplos más claros de acondicionamiento de la
comunidad académica norteamericana o in-
ternacional para servir a los intereses cié los dueños
del imperio. En efecto, el primer paso dado por las
Fundaciones Ford y Rockefeller fue el de convencer,
sobornar, y en última instancia, forzar, a científicos
claves, dentro y fuera de los Estados Unidos, para
que adoptaran el tema, aceptaran sus justificaciones
e impusieran el estudio de la reproducción y la
esterilización humanas como una especialidad
prestigiosa y prioritaria17.
El Population Council también opera en la
Argentina y, pese a que este país no tiene un
crecimiento demográfico que lo justifique, existen
en él los más, importantes centros de excelencia en
problemas relacionados con la fisiología de la
reproducción de América Latina18.
Por una política científica autónoma
Hay hombres que de su ciencia
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas,
más digo sin ser muy ducho,
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas.
Martín fierro

En los últimos años la política científica y


tecnológica ha sido motivo- de preocupación en diversos
ambientes y objeto de numerosas polémicas. Muchas
veces se plantean opciones falsas, como si la cuestión
fuera decidir entre ciencia pura o aplicada, espontánea o
planificada, autónoma o integrada. Esas antinomias sólo
contribuyen a distraer la atención de la opción política
verdadera: hay que tomar conciencia de que la
dependencia es el gran factor distorsionador.
Sin embargo, es relativamente fácil obtener el
acuerdo teórico de muchos en la apreciación de la
imposibilidad de estructurar una cultura autónoma
mientras subsista la dependencia política y económica
del imperialismo. Lo que ya es menos fácil es adquirir la
convicción de que nuestra dependencia es una condición
intrínseca del sistema socio-económico impuesto por el
capitalismo. La liberación integral, que implica también
impedir el uso irracional de las potencialidades,
científicas, sólo será posible con la destrucción de ese
sistema y la creación de nuevas relaciones sociales y
económicas que permitan que la práctica científica
adquiera contenidos y objetivos diferentes.

Un cierto número de profesionales de la ciencia en


los países dependientes ha tomado conciencia de la
alineación de su trabajo y del uso que de sus resultados
hace el sistema, pero su inserción en la lucha presenta
numerosos problemas. Entre ellos no es el menor la
necesidad de continuar con el trabajo específico
durante el proceso de liberación. En efecto, la posición
de "no hacer ciencia" para no hacerse cómplice del
imperialismo conduce a colaborar objetivamente con la
dependencia. Así, no sólo se niega a los jóvenes la
posibilidad de siquiera entender cómo se instrumentan
los planes de explotación sino que se condena al país a
no tener autonomía para dirigir el propio proceso de
cambio.

Otro problema, derivado del escaso análisis político


de la actividad cotidiana del científico y de la falta, de
conocimiento en profundidad de las condiciones de
contorno, es que las orientaciones para la acción en
lugar de darse en forma positiva se formulan por
contragolpe: típico de esto es cómo se encara la lucha
contra el cientificismo.

El cientificismo del cual se habla con tanta


frecuencia como imprecisión corresponde en materia
científica a la adopción implícita o explícita de la posición
desarrollista.

Aunque, en términos generales, es desarrollista


quien cree que el subdesarrollo es una etapa del
desarrollo de la cual se puede progresar por los caminos
tradicionales, a fin de precisar los conceptos, es útil
recordar las características del desarrollismo enunciadas
por el sociólogo mexicano Alonso Aguilar. Dice Aguilar que,
desde la posición desarrollista "1º se supone que hay un
modelo de desarrollo único y que él corresponde a la
sociedad industrial tal cual se da en los países centrales;
2º se establecen definiciones, parámetros y variables
cuantificables que permiten comparar al país
subdesarrollado con el modelo y medir la distancia que
los separa; 3º se excluyen .del análisis todas las
peculiaridades no comparables de modo de establecer
un isomorfismo con el modelo, dando por sentado que
todo lo que no está contenido en éste no merece
subsistir; 4º los rasgos propios, que constituyen la
realidad profunda de los pueblos, son considerados
nocivos en la medida en que no responden a
características de las sociedades centrales; 5º todas las
estrategias de desarrollo llevan a lograr que los pueblos
del Tercer Mundo se autoidentifiquen con los ideales de
los países centrales, desechando como atávicos sus
rasgos nacionales y asuman la dependencia como rela-
ción fraternal; 6º se supone como instrumento idóneo
para llevar a cabo la modernización al progreso
científico y técnico".

Como reacción contra el cientificismo, se ha llegado


a difundir una posición que podemos llamar
curanderismo, basada en la creencia de que la solución
de los problemas derivará de dejar de lado el desarrollo
do las ciencias básicas, de tolerar la degradación de los
estudios académicos, de desdeñar, en fin, el rigor
científico. El curanderismo es la forma más peligrosa de
evasión ante la dependencia científica, porque se consti-
tuye en una verdadera trampa para los jóvenes a
quienes se desarma frente al enemigo.

Otra trampa puede constituirse a partir de la idea


correcta de que es necesario insertar los programas de
investigación en un proyecto nacional, si no se entiende
que para que tal proyecto sea autónomo la
independencia es una premisa.
Mientras subsiste el dominio del imperialismo los
esfuerzos dedicados al estudio de problemas nacionales
pueden estar tan supeditados a los intereses de la
metrópoli como los que se dedican a otro tema
cualquiera. Los estudios sobre nuestros recursos
naturales o sobre nuestra realidad social han sido
utilizados demasiadas veces por las potencias
imperialistas y en particular por los Estados Unidos; en
su beneficio, como para que podamos llamarnos a
engaño. Trabajar para instituciones estatales puede ser
mejor que ponerse al servicio, de corporaciones
transnacionales; lo malo es ilusionarse respecto de las
posibilidades liberadoras de esta opción.
El único camino auténtico es el de estructurar y
practicar una política cultural revolucionaria que
constituya un proceso resultante de la interacción entre
la teoría y la práctica. Elaborar proyectos globales, por
avanzados que sean, es, usando la lúcida expresión de J.
W. Cooke, "presuponer una historia sin dialéctica". No
tener en cuenta la confrontación constante y contradic-
toria de los proyectos con la realidad viva es caer en el
reino de la Utopía. Nadie está en condiciones de elaborar
individualmente una línea de acción para los
trabajadores científicos. Para hacerlo en forma colectiva
es preciso comprender que nadie solo detenta toda la
verdad. Los científicos deben insertarse en los
movimientos de lucha contra el sistema sin pretensiones
de liderarlos, compenetrándose de la verdad profunda
que encierran las palabras de Bernal: “el pueblo es, en
definitiva, el juez último del sentido y el valor de la
ciencia”.
NOTAS

1
Marcelo Cini, “Mitos y realidades de la ciencia como
fuente de bienestar”, en (Auto)critique de la science,
editado por Alain Jubert y Jean-Marc Levy-Leblond
(Editions du Seuil, París, 1973). Este libro contiene una
selección de excelentes trabajos críticos sobre la
actividad científica contemporánea.
2
Estudio sobre las principales tendencias de la investigación en el
campo de las ciencias naturales y sobre la difusión y aplicación
con fines prácticos de tales conocimientos científicos, informe
preparado por un grupo de expertos bajo la dirección de
Fierre Auger para las Naciones Unidas, mayo de 1960. Se
trata del informe más completo sobre estas custíones aparecido
hasta la fecha. Ver también Reflexiones sobre los problemas
actuales de la ciencia y de la técnica, Manuel Sadosky (Revista
de la Universidad de Buenos Aires, V época, año VI, Ñ? 2, 1961).
3
D. J. de Solía Price, Discovery, vol. 17, 1956.
4
J. D.JBernal, Historia .Social de la Ciencia (Ediciones Península,
Barcelona, 1967). Fue editado en lengua inglesa en 1954 y
ampliado en 1964. Este es el libro fundamental en. el tema.
Berna!, uno de los más destacados y originales científicos de
este siglo, fue pionero al publicar en 1939 The Social
Funclion oí Science (Routiedge & Kegan Paul, Londres).
5

6
Manuel Sadosky, La computación en el mundo moderno:
realidades y 'perspectivas en América Latina {Cúndeme» de
Información Científica, Universidad de La Habano, La
Habana, mayo de 1971).
7
El sistemático desprecio por los habitantes de nuestro
continente desde la llegada de los conquistadores europeos
ha marcado la historia que se nos enseña. Por eso es
importante destacar la aparición reciente de dos obras que
cuestionando las leyendas oficiali-KK!JS replantean la
cuestión en sus justos términos: Lauréete Sejouraé, Antiguas
culturas precolombinas (Siglo XXI, España, 1971) y Darcy
Ribeiro, Las Américas y la civilización (Centro Editor de
América Latina, Buenos Aires, 1969).
8
Pedro Henriquez Ureña, Ensayos en busca de nuestra
expresión (Ediciones Raigal, Buenos. Aires, 1952).
9
Juan María Gutiérrez, en Origen y desarrollo de la
Enseñanza Pública Superior en Buenos Aires, recuerdo: "La
enseñanza de las ciencias era prohibida entre nosotros y
sólo se nos concedían la gramática launa, la filoHofía
antigua, la teología y la jurisprudencia civil y canónica. Al
virrey Joaquín del -Pino se le llevó muy a mal que hubiese
permitido, en Buenos Aires al Consulado, costear una
Cátedra de Náutica y, en cumplimiento de las órdenes
que vinieron de la Corte, se mandó cerrar la aula y se
prohibió enviar a París jóvenes para que se formasen
buenos profesores de Química para que aquí la
enseñaran". (reproducción textual de un fragmento del
"Manifiesto que hace a la Nación el Congreso General
Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Pkta
'sobre el tratamiento y crueldades que han sufrido de
los españoles y motivado la declaración de su
independencia", Buenos Aires, 25 de octubre de 1817).
10
Daniel J. Goldsteín, "La Opinión", Buenos Aires, enero de
1972.
11
En el informe titulado Política científica y organización de la
investigación en la Argentina publicado por la UNESCO
en 1970, de acuerdo al material suministrado por el
Consejo Nacional de Investiga-cione^s Científicas y Técnicas,
se afirma que en 1966 "los pagos por concepto de servicios
técnicos y re-jgáTías alcanzaron los 60 millones de dólares
( . . . ) ^Sti3ad que es más de 7 veces superior a la real-
jñerTte invertida en investigación^ por las universidades y
una vez y media mayor que el total del gasto .nacional^ en
investigación científica y tecnológica" tanto estatal como
privado. Esta cifra se ^incrementó notablemente en el
período 1966 - 1973 y según el estudio "Dependencia
Tecnológica" publicado por el Colegio Mayor Universitario de
Santafé, en el período 1/III/72-31/XII/73 el monto de
regalías a pagar a titulares en el exterior es de
191.655.690 dólares, pudiendo darse la cifra aproximada
para 1973 de 160 millones de dólares.
12
Cf. Fierre Jalee, I^e Tien Monde dan* Mondiale (Mns|x-w,
París, 1968).
13
Dependencia Tecnológica, Colegio Mayor Universitario dé Santa
Fe, 1973.
14
The Foundation Direclory, 3í edición, Nueva York, citado por
Mario Wschebor, Imperialismo y universidades en América
Latina. (Biblioteca de Marcha, Montevideo, 1970). Para el
estudio de la estructura financiera de las Fundaciones, se
puede consultar a F. Lundberg, Tbe Rich and the Super-rich.
Bantham Books, Nueva York, 1968) y G. W. Dom-hoff, Who
rules América? (Prentice Hall, Nueva York, 1967).
15
Danel J. Goldstein, El mito de la libre elección de temas
("Ciencia Nueva", n? 14, Buenos Aires, enero de 1972) y
Vietnam: laboratorio para el genocidio (Editorial Ciencia
Nueva, Buenos Aires, 1973).
16
Datos del artículo "Cash'in all that Trash" (Forbes Magazine,
1970)', citado por Martín Gellen, Tbe Making o¡ a Pollution-
Industrial Complex (Ram-parts, mayo de 1970).
17
A. Fucaraccio, NACLA y otroi, Imperialismo y control de la
población (Ediciones Periferia, Buenos Aire», -937).
18
"Pete a las denuncias prosigue una intensa campa* fia
de limitación de la natalidad", artículo apare ido en el
diario "La Opinión del 7 de agosto de 197 í.
BIBLIOGRAFIA

X D. Berna!, Historia social de la ciencia, Ed. Penínsul.i,


Barcelona, 1967.
A. Jaubert y J. M.' Levy-Leblond (ed.), (Auto)critique de la
science, Ed.. du Seuil, París, 1973.
NACLA, Ciencia y neocolonialismo, Ed. Periferia, Buenos Aires,
1971,
NACLA, Los administradores del imperio, Ed. Periferia, Buenos
Aires^ 1972.
Daniel S. Greenberg, *The Politics of American Scienc:, Pelican
Books, Londres, 1969.
Michael T. Klare, War without end, Vintage Books, Nueva York,
1972.
Osear Varsavky, Ciencia, política y cientificismo, Centro Editor
de América Latina, Buenos Aires, 1970.
Osear Varsavsky, Hacia una política científica nacional. Ed.
Periferia, Buenos Aires, 1972.
J. A. Grompone, Notas para una política científica, Ciencia
Nueva, n9 20, Buenos Aires, noviembre de 1972.

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