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El 25 de octubre de 1917 el II Congreso de los Soviets de toda Rusia anunciaba la toma del

poder por los obreros y los campesinos. El nuevo gobierno revolucionario, encabezado por
Lenin y Trotsky, proclamó de inmediato su objetivo, el socialismo en Rusia y en el mundo. A un
siglo de distancia, seguimos afirmando lo mismo que los revolucionarios rusos: sin socialismo y
democracia para les oprimides no habrá salida para la humanidad.
Hernan Camarero dijo, en una entrevista para el periódico El socialista, que: “En tanto gesta de
emancipación social, política, cultural, la Revolución Rusa mantiene toda su vigencia, ya que
hoy estamos en un planeta que conoce elementos de miseria, desigualdad, destrucción del
medio ambiente, alienación, violencia y barbarie capitalistas en algunos sentidos peores que los
existentes hace un siglo.”
Particularmente, desde la Comisión de Diversidad de Izquierda Socialista consideramos que
la revolución socialista de 1917 significó un hito en la historia del movimiento de la
diversidad sexogenérica debido a que desde la Revolución de Octubre, en la que se derrocó
el régimen opresor zarista, se sancionaron múltiples leyes a favor de la diversidad sexual y
la identidad de género que se adelantaron a las de los países en la actualidad en términos
de derechos humanos y democráticos. ​No existe antes de la Revolución registro de una
discusión sobre el tema de los derechos sexuales de la clase obrera que venían siendo
vulnerados por el régimen zarista.
La despenalización de la homosexualidad en 1922, o la eliminación de la sodomía dentro
del primer código penal promulgado por los bolcheviques, por ejemplo, parece un evento
simple y uno más de los distintos derechos que les fueron reconocidos a les trabajadores si
uno lo mira desde un plano general; pero visto en su particularidad representa nuestra
posición en contra de todas las formas de opresión que el sistema capitalista y patriarcal
ejerce sobre la clase trabajadora y nuestros cuerpos.
Otro signo de los cambios que la revolución empezó fue que el nuevo Comisario de
Relaciones Exteriores, sucesor de Trotsky cuando este debió marchar a hacerse cargo del
Ejército Rojo, fue Chicherin, un reconocido político revolucionario abiertamente homosexual,
representante del Estado soviético desde 1918 a 1930. Tchitcherin t​rabajo estrechamente al
lado de Trotsky y de Lenin. Los tres firmaron en conjunto el manifiesto: "A las masas
trabajadoras de Francia, Inglaterra, América e Italia". En 1936, Tchitcherin murió ​enfermo y
retirado completamente de la política, a causa de sus malas relaciones con el régimen stalinista.
El instituto Moscovita de Higiene Social publicó un folleto en el año de 1923 que afirmaba:
“...la actual legislación de la Unión Soviética es obra de la revolución de Octubre. Esta
revolución es importante no solamente como fenómeno político que garantiza el gobierno
de la clase trabajadora, sino también porque las revoluciones que emanan de esta clase
llegan a todos los sectores de la vida [...] Declara la absoluta no interferencia del Estado y
de la sociedad en los asuntos sexuales [...] Con respecto a la homosexualidad, sodomía y
otras distintas formas de gratificación sexual- que las legislaciones europeas califican de
ofensa a la moral pública- la legislación soviética las considera exactamente igual que
cualquier otra forma de relación.”

En 1924, muere Vladimir Lenin y ​su muerte despejó el camino para que Stalin impusiera su
dirección, cambiando el régimen soviético y liquidando al leninismo. ​Durante esta dictadura de
la burocracia, dirigida por Stalin, se fueron eliminando las conquistas sociales y políticas que
la revolución socialista había logrado en la materia de derechos sexuales y reproductivos.
Hasta que en 1933 la diversidad sexogenérica terminó siendo prohibida y castigada cuando
se añadió al Código Penal el artículo 121 que condenaba las relaciones homosexuales con
cárcel de hasta ocho años.
Así fue como con un gobierno de la clase trabajadora, nacido de la Revolución Rusa, se
abrió un futuro de libertad para las identidades sexuales que habían sido históricamente
oprimidas por los regímenes capitalistas. ​Estamos en el siglo XXI y el capitalismo imperialista
sigue generando miseria, explotación, opresión sobre les trabajadores, las mujeres y la
diversidad, desempleo, guerras y millones de refugiados.
Hoy el socialismo no solo es posible, sino más necesario que nunca, de lo contrario la
humanidad corre serio riesgo de ser arrastrada a la barbarie.

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