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2ª.

CARTA – En relación con las estaciones


Sep7 de cocineramatrix

Del libro Isis Sophia I de Willi Sucher

English version

– Mayo 1944

En la 1ª Carta hablamos de los tres componentes de nuestro universo solar. Ahora nuestra tarea
será la de explicar los detalles de la estructura de nuestro universo, en especial la del Sol y la
órbita de la Tierra.

Como ya hemos dicho la Tierra se traslada alrededor del Sol en el transcurso de un año. Desde
nuestra posición en la Tierra, se nos muestra como el movimiento del Sol a lo largo de la
trayectoria del Zodíaco. Este movimiento no es solo un hecho astronómico, ya que está
conectado en el tiempo con definidos eventos rítmicos en la Tierra. Este es el ritmo de las
estaciones. Vamos a considerar este ritmo de las estaciones, desde el punto de vista del
hemisferio norte de la Tierra.

Cada año, el 21 de marzo comienza la primavera en el hemisferio norte. Esto no cambia en el


transcurso del tiempo. No ocurre que de repente la primavera comience el 21 de abril; es el 21 de
marzo. Decimos que en ese momento tiene lugar el equinoccio de primavera o que el Sol está en
el punto vernal, -de acuerdo con el modelo de Copérnico- cuando la Tierra ha terminado su órbita
alrededor del Sol y comienza una nueva ronda.

La primavera dura hasta el 21 de junio. Durante esta estación en el mundo vegetal que nos rodea,
tienen lugar los procesos de germinación, crecimiento, expansión y florecimiento. Es la temporada
en la que la creación se vuelca principalmente en la naturaleza. Entonces, el 21 de junio, comienza
de verano. En ese momento la Tierra se ha trasladado un cuarto de su órbita.

Visto desde la Tierra, el Sol se ha movido durante los tres meses anteriores a través de los signos
de Aries, Tauro, y Géminis. Desde la perspectiva de la Tierra, el 21 de junio, el Sol entra en el
signo de Cáncer. La naturaleza que nos rodea nos confronta con los fenómenos de la temporada
veraniega. Los procesos de floración han llegado a su punto culminante. El mundo de las plantas
se perfecciona. Tiene lugar la fructificación, y hacia el final de esta temporada los frutos maduran.
Durante este tiempo, el Sol se ha estado moviendo a través de la eclíptica por los signos de
Cáncer, Leo, y Virgo; o de acuerdo con Copérnico, la Tierra ha completado otra cuarta parte de su
órbita.

El 23 de septiembre, el Sol entra en el signo de Libra. Comienza el otoño en el hemisferio norte


de la Tierra. La naturaleza entra en una época de crisis. Tiene lugar la separación entre el fruto y
la planta madre. La planta madre (es diferente con los árboles) se marchita. El fruto y con él la
semilla, se entierra en el suelo. La luz y el calor disminuyen.

El Sol se ha movido a través de los signos de Libra, Escorpio y Sagitario. Después, el 21 de


diciembre, el Sol entra en el signo de Capricornio, y mientras está atravesando Capricornio,
Acuario y Piscis acontece la temporada del invierno en la Tierra. Durante esta estación las
semillas duermen en el suelo; quizás cubiertas por el hielo y la nieve, pero entonces tiene lugar un
gran despertar, un gran milagro, de esas semillas se desarrollan el mismo tipo de formas vegetales
de la planta madre que se había marchitado en el otoño anterior. Entonces el Sol entra en el signo
de Aries de nuevo el 21 de marzo y comienza una vez más todo el ciclo del año y de las
estaciones.
Podemos preguntarnos: ¿de dónde vienen las fuerzas que hacen que las plantas crezcan y se
marchiten después de haber producido la semilla para el siguiente ciclo de las estaciones?.
Desde un punto de vista materialista, se puede responder que el aumento de la luz y el calor del
verano hacen que las plantas crezcan, y la disminución de las mismas en otoño, retira la vida en el
mundo de las plantas. Sin embargo, esto se dice con demasiada facilidad, porque hay plantas que
crecen incluso si la luz y el calor se desvanecen. Luego ellas no sólo pueden recibir la luz y el
calor como la única influencia del Sol, debe haber fuerzas irradiando desde el Sol, que son algo
más que el calor y la luz.

Las semillas no germinan si solo están expuestas a la luz y al calor; hay que dejarlas en la
oscuridad de la tierra húmeda. La Tierra debe recibir influencias desde las profundidades del
espacio cósmico, que penetran la Tierra con más profundidad que el calor y la luz. Estas fuerzas
ocultas se muestran mediante el movimiento del Sol a través de los signos de la eclíptica, y estas
no interfieren en la concepción copernicana de nuestro sistema solar.

Incluso si nos imaginamos a la Tierra moviéndose y al Sol fijo en el centro, todavía podemos
imaginar el globo terrestre recibiendo ciertas influencias cósmicas a través del Sol desde las
diferentes direcciones del Zodiaco. Podríamos imaginar al Sol como una gran lente óptica que
recoge las actividades de las distintas partes de la eclíptica y las envía a la Tierra. También
podríamos imaginar a los planetas interiores dedicados a esta actividad solar de recogida y
transformación. Sólo la superstición materialista haría imposible imaginar que, además de la luz,
calor y ciertas influencias magnéticas, el Sol no irradiara nada más.

Si estamos de acuerdo con esto, entonces podríamos imaginar una actividad diferenciada y
cuádruple del Sol durante el transcurso del año en función de las cuatro estaciones. La posición
relativa del Sol en los diferentes signos de la eclíptica provocaría los cambios. La posición del Sol
entre el equinoccio de primavera y el solsticio de verano enviaría a la Tierra las fuerzas de
creación. Entre el solsticio de verano y el equinoccio de otoño, el Sol recogería las fuerzas
zodiacales que se manifiestan en la Tierra como perfección y la maduración. Entre el equinoccio
de otoño y el solsticio de invierno, recibimos del Sol las fuerzas que dan lugar a la katarsis en la
naturaleza, y las fuerzas reunidas por el Sol a través de sus posiciones zodiacales durante el
tiempo del solsticio de invierno y el equinoccio de primavera provocarían el milagro del nuevo
nacimiento de la naturaleza en la Tierra.

Todavía podemos explicar más sobre la actividad diferenciada del Sol que se nos muestra por su
posición en la eclíptica. Así llegaremos a la actividad duodécuple solar de acuerdo con su
posición a través de los doce signos.

En abril el Sol se encuentra en la dirección del signo de Aries. Desde allí, el mundo de las plantas
recibe el poder de moldear siempre de nuevo las mismas formas. Nunca sucederá, por ejemplo,
que de repente los ranúnculos o margaritas tomen una forma diferente de la que tuvieron en el
pasado. Las fuerzas de recordación, por así decirlo, irradian de esa parte de la eclíptica y
conectan el pasado con el presente y el futuro.

En mayo, cuando el Sol está en el signo de Tauro, vemos el crecimiento de las plantas y su
expansión en el espacio. Todo se precipita hacia la existencia y quiere mostrarse lo más grande
posible. En este desarrollo podemos reconocer la fuerza y el poder de aumento y propagación
procedente del signo de Tauro.

Luego, en junio, el Sol entra en el signo de Géminis. La planta alcanza los límites de su expansión
en el espacio y desde el universo -por medio del Sol- recibe el poder para desarrollar dos
tendencias: con las raíces quiere alcanzar hacia abajo la oscuridad de la tierra tan profundamente
como sea posible, y por el otro lado las ramas quieren alcanzar la esfera de luz y calor. Ahí se crea
la flor. En esta actividad dual vemos la polaridad de Géminis; el gemelo celestial en la flor y el
gemelo terrestre en la raíz. Polaridad en todo tipo de formas y metamorfosis irradia desde la
región de Géminis en la eclíptica.

En julio, el Sol está en el signo de Cáncer. Ahora la planta está saturada en sí misma. Ya no tiene
la tendencia a expandirse; los procesos de floración han llegado a su punto culminante. La planta
no aspira a nada más.

Ahora recibe del universo el impulso para ofrendar sus propiedades. Esto lo hacen las flores a
través del aroma y de la multiplicidad de colores que irradian en el mundo. Es la actitud de
servicio del escarabajo, que porta encima de su cabeza una enorme bola de tierra como signo del
Sol y el corazón. El escarabajo es la antigua imagen del signo de Cáncer. La transformación de las
fuerzas hasta entonces más terrenales se alzan al sol que irradia sus fuerzas desde el poder
dinámico del signo de Cáncer.

Luego, en agosto nos encontramos con el Sol en el signo de Leo. Ahora la planta recibe el
impulso de sacrificarse. Ha llegado el momento de la cosecha y tiene lugar los procesos de
fructificación. Al igual que los rayos del autosacrificado Sol, la planta llena el espacio alrededor de
sí misma. La unión con la totalidad del universo solar es la tendencia del signo de Leo.

En septiembre, cuando el Sol se encuentra en el signo de Virgo, los frutos y las semillas están
madurando. La luz y el calor del verano se transforman en el dulzor de la fruta que lleva la
esperanza del futuro en la semilla; como la santísima Virgen, que lleva con el Niño la esperanza
del mundo. La fecundidad como resultado de la unión con el universo, es el poder que irradia
desde el signo de Virgo.

En octubre, cuando el Sol aparece en el signo de Libra, se lleva a cabo la separación entre la
planta madre y la semilla. Del universo llegan fuerzas que parten el mundo de la planta en dos: la
que fue y la que será en el futuro. Es un momento de paz en la naturaleza; un equilibrio entre el
pasado y el futuro, como una balanza en equilibrio. El cuidado por el Niño de la Virgen y la retirada
de las fuerzas creadoras de la Madre hacia los reinos celestiales es la influencia del signo de
Libra.

Después, el Sol entra en el signo de Escorpio. Ahora, desde las profundidades del universo,
entran en juego las fuerzas de destrucción y desintegración. Las plantas se marchitan. La imagen
del escorpión con el aguijón mortal es, de hecho, una imagen real de las fuerzas que actúan en la
naturaleza durante esta época del año. Esto sucede, más o menos, en noviembre, cuando la luz
también está disminuyendo y el calor del verano es superado por la frialdad invernal.

En diciembre, el Sol está en el signo de Sagitario. Es la época del año en la que los seres
humanos en la Tierra encienden las velas de Adviento y esperan el nacimiento de la luz del alma
del mundo. En la naturaleza, las semillas descansan en el suelo. Si uno se imagina las
innumerables semillas en el suelo, se puede tener la impresión de millones y millones de
pequeñas llamas de esperanza esperando pacientemente un nuevo nacimiento de luz y calor.
Estas fuerzas de esperanza están bien expresadas en la imaginación de Sagitario / Arquero. Él
apunta a una meta que todavía está muy lejos. La espera y la búsqueda de la luz del alma es el
mensaje del signo de Sagitario.

En enero, cuando el Sol entra en el signo de Capricornio, la luz aumenta de nuevo. Tiene lugar el
nuevo nacimiento de la luz. Es el tiempo durante el cual el cristianismo celebra el nacimiento de
Cristo, que ha venido al mundo como el poder renovador en toda la naturaleza y la humanidad. La
semilla puede estar enterrada en el suelo, tal vez cubierta por el hielo y la nieve, pero ha
sobrevivido a la oscuridad y al frío; se ha salvado de la destrucción. La luz creativa del mundo
espiritual irradia desde el signo de Capricornio.

Después, el Sol entra en el signo de Acuario. Desde esta región fluyen a la tierra corrientes que
son las fuerzas de la renovación y el despertar. Ahora es cuando sentimos que las fuerzas ocultas
de la actividad del Sol entran en la esfera de la Tierra; fuerzas que no son solo de luz y calor, si no
que, como el agua que dona la vida, son fuerzas vitales invisibles. La imagen de Acuario
derramando el agua celestial desde los espacios cósmicos es realmente una imagen de estos
eventos que acontecen en febrero. El influjo de las fuerzas renovadoras y acumuladoras del
cosmos proviene de la región del signo de Acuario.

Luego, a finales de marzo, el Sol entra en el signo de Piscis. En la naturaleza se llevan a cabo los
procesos de germinación. Las semillas en el suelo nadan como peces en un mar de agua cósmica
portadora de vida. Se abren a sí mismas y saborean este agua; germinan. Y al beber el agua, se
dibuja la actividad de las fuerzas que vienen de la dirección de Piscis, que quieren crear el evento
de la escritura en la naturaleza, en este caso, el evento del nuevo comienzo del ritmo del año. La
incorporación de las leyes cósmicas y los objetivos espirituales del mundo en el ser terrenal es la
influencia del signo de Piscis.

Así, la posición del Sol ordena el ritmo de los acontecimientos que tienen lugar en el ámbito de la
vida orgánica en la Tierra. Esto es especialmente evidente en el reino vegetal, pero no es
solamente una ordenación. Podemos hablar de fuerzas verdaderas que irradian desde el Sol hacia
la Tierra, al igual que la Tierra también recibe luz y el calor del sol. El Sol es como una gran lente
óptica que recoge las actividades ubicadas en las diferentes esferas de la eclíptica; por ejemplo,
si en la Tierra percibimos el Sol en el signo de Aries, podemos imaginar al Sol recogiendo la
actividad de la región de Aries y después enviándola a la Tierra.

Si los doce signos de la eclíptica –alrededor del Sol y dentro de la órbita de la Tierra- son una
realidad dinámica, tendríamos que pensar en la posibilidad de que los otros planetas,
especialmente los que están dentro de la órbita de la Tierra, sean capaces de recoger e irradiar
igualmente las fuerzas de los signos de la eclíptica de una manera similar a la del sol. Esto
afectaría principalmente a los planetas interiores Mercurio y Venus, y en cierta medida también a
la Luna.

De hecho, encontramos este tipo de actividades de los planetas interiores de acuerdo con sus
posiciones en los diferentes signos de la eclíptica. Sólo los reinos en los que estas actividades se
manifiestan en la Tierra son diferentes de los de la actividad solar, como se describió
anteriormente. La actividad del Sol se hace visible en la vida de la planta durante el año dentro del
mundo de la materia física, pero no sería posible que solo el Sol pudiera crear la vida de la planta;
la Luna tiene que ayudar, y ayuda actuando a través del elemento líquido; por ejemplo, actúa en la
savia de la planta. Y al mismo tiempo la Luna tiene que estar necesariamente en fase creciente.
En otras palabras, sólo si la luna creciente, después del 21 de marzo, cuando el Sol entra en
Aries, y se mueve a través de los signos creadores de Aries, Tauro, Géminis y Cáncer, puede tener
lugar en la naturaleza la fiesta de la Pascua y la Resurrección.

Esta es la razón por la que la Pascua sólo puede celebrarse después de la primera luna llena tras
el equinoccio de primavera.

Pero las actividades combinadas del Sol y la Luna no son suficientes. También los otros planetas
de nuestro universo deben contribuir con su parte, especialmente los planetas interiores, Mercurio
y Venus, en relación con el crecimiento de las plantas. Traen la variedad de eventos en la
naturaleza en las diferentes estaciones del año. Ellos están más conectados con la esfera de luz y
calor.

La actividad de los doce signos de la eclíptica, que se manifiestan a través de una actividad
diferenciada de Sol durante el año, es un tipo de lenguaje fundamental, sólo que se expresa en
una forma transformada por medio de la Luna, Venus y Mercurio. Puede suceder, por ejemplo, que
Venus en el signo de Tauro reúna las fuerzas de expansión de Tauro y las exhale a la atmósfera de
la Tierra.

El resultado, en determinadas condiciones, puede ser terribles tormentas en algún lugar de la


Tierra. Mercurio puede hacer algo similar en la esfera termostática terrestre. Pero también puede
ocurrir que los dos planetas intercambien sus actividades, es decir, que Venus ataque la
termosfera y Mercurio la atmósfera de la Tierra. Por lo tanto en lo que se refiere a Venus y
Mercurio, el lenguaje de los doce signos de la eclíptica tiene que traducirse en los términos de las
actividades y eventos dentro de la esfera de la luz y el calor, si se quiere vivir y leer la influencia
dinámica de estos planetas.

Lo mismo se aplica a la Luna. La Luna trabaja en las sustancias líquidas de la Tierra. Sabemos de
la influencia de la Luna sobre el ritmo de las mareas, y también sabemos que las mareas son más
fuertes en el comienzo de la primavera y el otoño cuando la Luna recibe la luz del poder creativo
del Sol en Aries. (La elaboración de estos hechos sería objeto de investigaciones, principalmente
en relación con la agricultura. Dado que estas Cartas tienen una tarea diferente, sólo daré algunas
indicaciones).

Hasta ahora hemos estado hablando acerca de las fuerzas que se tejen entre la Tierra, el Sol, la
Luna y los planetas.

La diferenciación de estas fuerzas es en parte debida a la diferencia de la naturaleza de los


planetas y de los doce signos de la eclíptica. De acuerdo con el sistema de Ptolomeo, -donde la
Tierra está en el centro del universo y todos los planetas, incluso el Sol, se mueven alrededor de
la Tierra- el Sol y los planetas cambiarían su carácter a través de su propio movimiento, pero de
acuerdo con el sistema de Copérnico sería la propia Tierra quien se expone por su propio
movimiento a cualquier aspecto especial con la actividad del Sol. La órbita de la Tierra estaría
entonces creando la realidad de la eclíptica con sus doce signos en nuestro universo. Sería una
realidad relativa que sólo afectaría a la Tierra, pero la manera en que nuestro universo está
construido en realidad, si la visión de Ptolomeo o Copérnico es correcta o si tenemos que buscar
una perspectiva totalmente nueva, es una mera cuestión astronómica.

Lo que hemos descrito hasta ahora en esta Carta acerca de la influencia de los planetas, la Luna y
el Sol sobre la vida orgánica de la Tierra, está conectado con la eclíptica. Si miramos nuestro
sistema solar desde el punto de vista de Ptolomeo o Copérnico, la eclíptica con sus doce signos
es una realidad dentro de nuestro universo solar; debemos imaginar que se lleva a cabo bien por
el movimiento del Sol o por el movimiento de la Tierra.

Sin embargo, hasta ahora no hemos conectado esto con el círculo de las estrellas fijas del
zodiaco, que están más allá de nuestro sistema solar. Dentro del zodiaco de las estrellas fijas
tenemos doce constelaciones, que ya han sido mencionadas en la Carta anterior. Esta es una
realidad que empieza donde nuestro universo llega a su fin. Tendremos mucho que decir sobre
ello en las siguientes Cartas. Tenemos que tener absolutamente claro el hecho de que, además de
las estrellas fijas del zodiaco, existe la eclíptica, que es la otra la realidad, dentro de nuestro
sistema solar. Se ha indicado anteriormente como funciona en relación con el año solar. Como se
relaciona con las doce constelaciones de las estrellas fijas del zodiaco, se expondrá en las
siguientes descripciones.
La dificultad, que puede crear confusión, es que se utilizan los mismos nombres para las doce
constelaciones de las estrellas fijas y para las doce divisiones de la eclíptica. Esto incluso tiene
una cierta justificación, pero puede crear confusión. En estas Cartas las doce constelaciones de
las estrellas fijas del zodiaco se distinguirán de las doce divisiones de la eclíptica como
constelaciones; por ejemplo, la constelación de Aries o Tauro significa la constelación de estrellas
fijas con este nombre más allá de la circunferencia exterior de nuestro universo, y para las doce
divisiones de la eclíptica -las doce partes de la órbita del Sol o la Tierra- utilizaremos la
nominación signo, [utilizaremos el nombre en latín] como el signo de Aries que es la parte de la
eclíptica a través del cual el Sol parece moverse entre el 21 de marzo y el 21 de abril.

Traducido y elaborado por Linda R. Gámez, Julián Ponce y Gracia Muñoz.

ASTROSOPHY RESEARCH CENTER, INC.

P.O. Box 13

Meadow Vista, CA 95722


ISBN 1-888686-01-4

These Cartas were originally published as monthly astronomical Cartas fromApril 1944 to March 1946.

© ASTROSOPHY RESEARCH CENTER, INC. 2007

All rights reserved. No part of this book may be reproduced in any form without the written permission of the publisher, except
for brief quotations embodied in critical reviews and articles, or for copies that are not for sale but for private use.

Printed in the United States of America by the Astrosophy Research Center

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