Professional Documents
Culture Documents
La conquista del poder por una de las secciones del proletariado mundial
–el ruso– inauguró la época de las revoluciones proletarias y la creación
de la URSS abrió el camino a la formación de un campo socialista.
En este artículo, Lenin habló por primera vez sobre la posibilidad del
socialismo en un solo país, no solamente del triunfo de la revolución en
un solo país ni de la dictadura del proletariado en un solo país, sino del
socialismo en un solo país. Aquí Lenin dice claramente que el
proletariado triunfante debe “expropiar a los capitalistas” y “organizar la
producción socialista dentro de sus fronteras”. La pregunta que cabe es:
¿qué significa desde el punto de vista marxista “organizar la producción
socialista”? La respuesta no puede ser mejor ejemplificada que con la
experiencia histórica de la construcción del socialismo en la URSS bajo
la dirección de Stalin.
El socialismo es superior.
¿Es permisible que, para evitar la violación del derecho de las naciones a
la autodeterminación, se sacrifique a la República Socialista Soviética, se
la exponga a los golpes del imperialismo en un momento en que este
último es a todas luces más fuerte y la República Soviética es a ciencia
cierta más débil?
Y esta no es una frase suelta, fuera de contexto, como suelen decir los
oportunistas y trotskistas cuando no pueden rebatir las tesis leninistas.
Está presente a lo largo de la obra de Lenin después de Octubre y sobre
todo en su práctica como líder de la revolución rusa. La creación de la
URSS se hizo de conformidad con este principio. Stalin aplicó ese mismo
principio en vida de Lenin –cuando le correspondió llevar a la práctica la
política bolchevique sobre las nacionalidades en la Rusia soviética– y
después cuando fue el dirigente máximo de la revolución proletaria
mundial; con esa política se creó, amplió y fortaleció el campo socialista
y se impulsó el avance de la lucha del proletariado revolucionario
internacional y el movimiento de liberación nacional en los países
coloniales, semicoloniales y dependientes, bajo la dirección de Stalin.
El camarada Trotsky dice que eso será una traición en todo el sentido de
la palabra. Yo afirmo que ese punto de vista es absolutamente erróneo.
Para demostrarlo concretamente, expondré un ejemplo. Dos hombres
van por un camino, son atacados por otros diez hombres; uno de los dos
primeros se defiende, el otro huye: eso es una traición. Pero
supongamos que se trata de dos ejércitos de cien mil hombres cada
uno, y que tienen enfrente cinco ejércitos; un ejército es cercado por
doscientos mil hombres; el otro debe acudir en su ayuda, mas sabe que
trescientos mil hombres están dislocados en una emboscada: ¿puede
prestar ayuda? No, no puede. Eso no es una traición, no es cobardía; el
simple aumento del número ha modificado todos los conceptos y cada
militar sabe que en ese caso no se trata de un concepto personal: al
proceder así, yo conservo mi ejército, aunque hagan prisionero al otro;
renovaré mi ejército, tengo aliados, esperaré, los aliados llegarán. Sólo
así se puede razonar; pero cuando las consideraciones militares se
mezclan con otras, no resultan más que frases. Así no se puede hacer
política.
Hemos hecho todo lo que podía hacerse. Con la firma del tratado hemos
conservado a Petrogrado, aunque sólo sea por unos cuantos días. (Que
no se les ocurra a los secretarios y taquígrafos escribir esto.) En el
tratado se nos ordena sacar nuestras tropas de Finlandia, tropas
evidentemente inservibles; pero no se nos prohíbe introducir armas en
Finlandia...”.
(Lenin, “Discurso de resumen de la discusión del informe político del CC,
VII Congreso Extraordinario del PC (b) de Rusia”, marzo de 1918, O.E.
en 12 tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973).