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Derechos Conexos, Capítulo II De la Limitación a los Derechos Patrimoniales, Artículo 148
Apartado V:

Reproducción de partes de la obra, para la critica e investigación científica, literaria o artística.


N O SÓ L O N U E ST R O
P a t r im o n io , v a l o r y c o l e c t iv ism o
EN UNA COOPERATIVA GUANAJUATENSE

Elizabeth Emma Ferry

Traducido por
Márcelo Damiani y Martín Arias

El Colegio de Michoacán
VII. VENAS DE VALOR, PIEDRAS DE RENOMBRE
U na antropología de las sustancias mineras

Cuando vino la crisis en la cooperativa, fu e cuando empecé a


vender los achichicles. A sí me salí.
Trabajador de La Valenciana; febrero de 1998

M e gusta esta piedra. Me hace pensar en una sierra nevada.


Esposa de un socio de la cooperativa
que vive en Santa Rosa; diciembre de 1996

A l ser el producto más importante de la cooperativa, la plata condensa


muchos de los significados y prácticas asociados al patrimonio; es, por tanto,
uno de los puntos centrales de m i estudio. En este capítulo analizaré el
modo en que la plata es valorada en relación con otras sustancias mineras
no consideradas como parte del patrimonio por los socios de la cooperativa.
Esta perspectiva me permite concentrarme en la práctica y las consecuen­
cias que resultan de asignar diferentes tipos de valor a objetos en diferentes
momentos, en lugar de partir de categorías preestablecidas tales como “mer­
cancía”, “don”, “posesión inalienable”, como lo han hecho muchos otros teó­
ricos del valor.
Dos sustancias mineras diferentes producidas en las minas de la coo­
perativa, la plata y los especímenes minerales (conocidos localmente como
achichicles '), tienen un origen común pero aparecen en redes de intercambio
y sistemas de poder y sentido ampliamente dispersos. ¿Cómo los diversos

1. La palabra achichicle no es un término de uso extendido en México ni en Guanajuato; está restringido a los
mineros, comerciantes, ingenieros y otras personas relacionadas con la minería. Se utiliza de la misma manera
en otros centros mineros mexicanos. Santamaría da la siguiente definición de achichicle-, “(del Azteca atl, agua,
y chichipictli, gota) sustantivo, tipo de estalactita o estalagmita que seform a en las minas” (1959: 27). Dennis Beals,
uno de los más activos comerciantes de minerales mexicanos, indica que este término se utiliza solamente en
Guanajuato y que hace referencia a los tipos más comunes de especímenes minerales (los minerales de plata
menos usuales se denominan changuitos).

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V enas de valor , piedras de renombre

modos de asignar valor a estas sustancias, o el hecho de ponerlas o retirar­


las de circulación, vuelven complejas las nociones antropológicas de valor,
lugar y sustancia?, ¿cómo puso en práctica la organización del poder en la
Cooperativa Santa Fe y en el contexto más amplio de la supremacía neolibe­
ral, la crisis de legitimación del partido político gobernante (PRl) y la desin­
dustrialización de Guanajuato, la política del valor mediante estos objetos?,
¿qué nos pueden decir estas relaciones de poder, que se dan en un único sitio,
sobre el modo de funcionamiento del patrimonio como forma de valor en
otros lugares de México?
En el caso de la plata, quisiera destacar las maneras en que, mientras
parece operar de forma exclusiva como mercancía para el intercambio en el
mercado, también es caracterizada como inalienable. En lo que respecta a
los especímenes minerales, demostraré que lo que parece circular sobre todo
como “obsequio” y obtener su valor de la capacidad, característica de éste, de
establecer una relación entre el donante y el receptor (lo que podemos llamar
el hau de los especímenes minerales [Mauss 1990 {1950}, Sahlins 1972]) no sólo
circula como mercancía sino que también ayuda a la cooperativa a sobrevivir
al brindar a los socios y sus familias una fuente de ingresos alternativa. Sin
embargo, cuanto más patente es el hau de un espécimen mineral, mayor es
su valor como mercancía. Tomada en su conjunto, una antropología de las
sustancias mineras de la cooperativa puede enriquecer nuestra comprensión
del modo en que las personas asignan diversas formas de valor de manera
simultánea. También puede desplegar el espectro de modos en que los socios
de la cooperativa asignan valor, entre los cuales algunos (y algunos de los más
importantes) emplean un lenguaje del patrimonio.

M e r c a n c ía s in a l ie n a b l e s . La plata

Como hemos dicho, la cooperativa posee la concesión de seis de las minas


más antiguas del distrito: San Ignacio, El Sirio, La Valenciana, Cata, Rayas
y San Vicente. Produce y refina cerca de 800 toneladas métricas por día. El
trabajo de extracción se lleva a cabo perforando y volando la mina con explo­
sivos en emulsión. Luego, los mineros cargan la roca volada en carros mineros
y la transportan a la superficie. Otros trabajadores de la cooperativa llevan el

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M ercancías inalienables. La plata

mineral a la planta de beneficio en camiones de volteo (desde El Sirio, San


Ignacio, La Valenciana y Cata) o en un pequeño tranvía de siete vagones que
avanza traqueteando por las colinas, desde Rayas y San Vicente. Allí los tra­
bajadores de la planta trituran el mineral y lo transforman en un concentrado.
Una vez finalizado el proceso de beneficio, la cooperativa transporta
el mineral concentrado a una planta de fundición en San Luis Potosí, una de
las dos únicas plantas de fundición de metal precioso de México. La planta
de fundición le paga a la cooperativa la plata, el oro y el cobre al precio por
onza Troy establecido a diario en Nueva York. La mayor parte de este pago
se destina a la plata, que es, con mucho, la fuente de ingresos más importante
de la cooperativa. Para ésta, el precio de la plata en el mercado mundial es el
factor más determinante.
Cuando procesan y venden la plata (también el oro y el cobre), los
trabajadores de la cooperativa concentran todos sus esfuerzos en retirar el
mineral de su matriz original, despojándola de sus propiedades únicas, regu­
lando su calidad y transformándolo en un producto que puede ser fundido
junto con otros productos de otras minas. Cuanto más fáciles y eficientes
sean estas operaciones, más éxito tendrá la cooperativa. Los ingenieros a
cargo de la producción, la planificación y el beneficio me hablaron a menudo
de los intentos realizados para hacer el proceso lo más regular y consistente
posible. El superintendente de minas me dijo una vez: “Hay un dicho en la
minería, el molino no es como un molino de nixtamal’”. Al interrogarlo con
la mirada, me explicó que es fácil moler diferentes clases y calidades de maíz
de forma simultánea o secuenciada, pero que si se trata de hacer lo mismo con
el mineral, se pierden la consistencia y la predictibilidad y, por tanto, todo el
rendimiento económico.
Del mismo modo, una vez que el mineral es transformado en con­
centrado, su valor de cambio depende del hecho de ser fundido y convertido
en un producto indiferenciado (lingotes de cobre con pequeñas cantidades
de oro y plata) y de que alcance un precio establecido en Nueva York por
onza Troy. Además, la gran ventaja del concentrado de la cooperativa sobre
el de otros proveedores de la fundición es su alto contenido de hierro, que se
utiliza como agente de fundición. Esto es, su característica crucial y distintiva
consiste en que tiene mayor rendimiento en el proceso de fundición, es decir,
el proceso con el que se borran las distinciones entre los diferentes lotes de

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V enas de valor , piedras de renombre

mineral concentrado. Así, la secuencia de minería, ensayo, beneficio, trans­


porte y venta del mineral de la cooperativa está determinada por la supresión
de su característica distintiva; el éxito de la cooperativa depende de su capaci­
dad de lograr esto de manera consistente y constante.
El intercambio del mineral de plata encierra lo global en lo local.
En primer lugar, la minería de plata está altamente regulada por los estados
nacionales. De ahí que los estudios sobre la minería hayan utilizado tan a
menudo esta industria como un modo de estudiar al Estado (Brading 1971,
Bernstein 1965, Sariego et al. 1988). Históricamente, el estado mexicano, y el
Estado español antes que él, obtuvieron importantes ingresos de la minería de
la plata y en particular de estas minas. El Estado, en nombre de la nación, rei­
vindica, desde su mismísimo comienzo, la plata como patrimonio nacional.
Como la plata es la fuente principal de ingresos de la cooperativa, el
precio de ese mineral en el mercado mundial es el factor que más la afecta. En
palabras del superintendente de minas, “el precio de la plata decide si vivimos
o morimos”. El precio de la plata osciló entre $4.16 y $7.26 por onza durante la
mayor parte de mi trabajo de campo (de noviembre de 1996 a junio de 1998).
La mayor depresión empezó en abril de 1997, cuando el promedio mensual
cayó debajo de $4.73 por onza y luego de $4.33 por onza en julio de 1997.
Esta caída duró hasta noviembre de 1997, cuando el precio subió finalmente
a un promedio mensual de $5.05 por onza, y permaneció alto durante agosto
de 1998 (un promedio mensual de $5.12 por onza). Cuando el precio de la
plata desciende, la cooperativa se vuelve inestable. La gran crisis política de
la década pasada, cuando un golpe derrocó al consejo administrativo, tuvo
lugar luego de la primera caída del precio de la plata en términos reales, en
1990-1991. Otro periodo de malestar político empezó durante mi trabajo de
campo, cuando el consejo administrativo, en medio de una caída ulterior
del precio de la plata en agosto de 1997, intentó posponer la participación en
las ganancias. Esta inestabilidad fue superada (al menos de forma temporal)
después de noviembre de 1997, cuando la plata volvió a aumentar. Dadas las
permanentes fluctuaciones en su precio, la estrategia de la cooperativa, así
como la de todas las empresas de minería, es intentar mantener bajo el costo
de producción suprimiendo la característica distintiva de la plata en favor de
un concentrado fácil de fusionar.

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M ercancías inalienables. La plata

Pero junto con este modo de valorizar la producción, basado en la eli­


minación de la distinción, encontramos otra forma, fundada en las relaciones
de producción vinculadas al género y a la moral. Aquí, lo valorado es el cono­
cimiento específico local de las minas y las cualidades de la plata. He descrito
el honor masculino y la autoridad moral del trabajo minero en varias oportu­
nidades. Estos honor y autoridad dependen no sólo de la cantidad de tiempo
pasado bajo tierra sino también de la localización espacial del trabajador en
el proceso de extracción. C uanto más cerca se está de los sitios de perforación
de la mina, mayor es el honor. Así, el lugar donde el taladro penetra la roca es
un sitio de peligro y de prestigio, pues tanto la vida de la cooperativa como el
sustento de sus socios dependen de este factor.
La unidad social más implicada en la extracción de plata de la coope­
rativa es la conformada por el perforista y su asistente. Esta relación asimé­
trica deriva de formas más antiguas de aprendizaje que solían ser dominantes
en el sector industrial de Guanajuato. Los dos trabajadores están ligados por
la dificultad y la peligrosidad de su trabajo, por la cercanía física respecto del
lugar de origen de la plata y por la interdependencia en el cumplimiento de
los incentivos de productividad. Puesto que reciben sus pagos de acuerdo
con el mismo criterio (por metros perforados), trabajar juntos es conveniente
para ambos.
Un ex perforista le explicó a la historiadora Ada M arina Lara Meza,
cómo funciona el dúo perforista-asistente en estos términos:

Vamos a poner el trabajo usted conmigo y vemos que trabajamos bien, no esta­
mos peleando, hacemos todo lo que se necesita hacer como compañeros entre los
dos, como se dice... somos dos y hay que hacer esto. Esta es la ley del m inero...
los dos juntos, pues sí... los dos estamos en el mismo riesgo, en el mismo lugar.2

Esta declaración revela la importancia del lugar y del peligro en el


establecimiento de la comunidad moral elemental de dos hombres, el per­
forista y su asistente. La frase “somos dos”, repetida varias veces durante la
entrevista, expresa de forma adecuada esta relación, que no se funda en una

2. Entrevistado por la licenciada Ada M arina Lara Meza, O ral History Laboratory, Centro de Investigaciones
Humanísticas de la Universidad de Guanajuato, 22 de mayo de 1997.

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V enas de valor , piedras de renombre

unidad comprendida como fusión sino como comunidad asimétrica e inter­


dependiente. Como hemos visto en el capítulo cinco, esta comunidad de
hombres de la cooperativa por momentos plantea una forma de patrimonio
alternativa al patrimonio familiar; las mujeres a menudo acusan a los hom­
bres de preferir el primero sobre el segundo.
Además, la “ley del minero” que este trabajador menciona es la de la
solidaridad y la igualdad nacidas del trabajo, el peligro y la cercanía al sitio
de la perforación. La ley se extiende hacia afuera para gobernar todas las rela­
ciones entre los trabajadores bajo tierra. Así como el perforista y su asistente
forman una comunidad cerrada que excluye a todos los otros trabajadores
bajo tierra, los trabajadores bajo tierra forman una comunidad que se limita
a aquellos que viven en la “casa de los hombres” de la mina. Esta comunidad
también se funda en la “ley del minero”. Como lo formuló el capitán de la
m ina San Ignacio: “Abajo somos unidos, porque nos tenemos que cuidar.
Somos compañeros”.
La proximidad respecto del lugar de origen de la plata implica asi­
mismo la familiaridad con la sustancia. La pertenencia a la comunidad moral
bajo tierra depende del conocimiento y de la fam iliaridad con la mina. La
capacidad de reconocer la plata en la roca forma parte de este conocimiento
local que instaura la com unidad moral y honorable de los mineros de la
cooperativa. Esta capacidad distingue el conocimiento de los mineros del
conocimiento adquirido en libros de ingeniería o a partir de títulos.3 Cada
vez que bajaba a las minas recibía una lección sobre la manera de identificar
la veta madre (fotografía 7.1). Era claro que los trabajadores de la cooperativa,
y los mineros en particular, consideraban que la habilidad de reconocer la
plata en las minas era parte fundam ental de m i preparación para ser una
(supuesta) autoridad en la minería de la Santa Fe.
El reconocimiento de la plata es parte de una vieja tradición de “bus­
cones” y “lupios” de Guanajuato. Los buscones son cateadores subterráneos
que trabajan por cuenta propia o para una empresa. Hasta los años treinta, los
buscones constituían parte importante de la clase minera en Guanajuato. Por

3. Los ingenieros también pueden adquirir ese gran conocimiento de las minas que consiste en la habilidad de cla­
sificar el mineral a simple vista; cuando lo pueden hacer, son respetados en tanto mineros e ingenieros. Es decir,
el conocimiento local es el criterio primordial para entrar al gremio de los mineros; si lo poseen, los ingenieros
pueden unirse.

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Fotografía 7.1 Mina La Valenciana, la Veta Madre. Fotografía de Stephen Ferry

ejemplo, la Compañía de Minas y Reducción de Guanajuato (los antiguos


propietarios [estadounidenses] de las minas que ahora posee la cooperativa)
empleaba su propio personal, pero también compraba mineral a los busco­
nes para la reducción (beneficio) (AGN fondo Presidentes, Lázaro Cárdenas,
exp. 532/ 49). 4 Los lupios son trabajadores que toman mineral de las minas
sin permiso para llevárselo a vendedores locales, quienes hacen sus negocios
desde sus casas en diferentes zonas de Guanajuato. De acuerdo con los perió­
dicos locales, los informes de los ingenieros (tanto de la cooperativa como
de El Cubo), el equipo de seguridad industrial y los mineros de las minas de
Rayas y La Valenciana, todavía hay lupios operando en la zona; por desgracia,
aunque no es ninguna sorpresa, nadie me confesó nunca haber sido lupio en
aquel tiempo (aunque algunas personas me dijeron que otros eran lupios, y 4

4. Poco después de su fundación, hacia finales de los años treinta, la cooperativa debió enfrentar conflictos con
los buscones que seguían trabajando en las minas tal como lo habían hecho en la época de la Compañía de
Reducción. Para echar a esos cateadores subterráneos, la cooperativa pidió ayuda al gobierno federal, que, como
gesto de apoyo a la flamante cooperativa, envió tropas para proteger las minas contra los lupios (AGN fondo
Presidentes Lázaro Cárdenas, exp 432.1/93; Bernstein 1965: 208-209).

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V enas de valor , piedras de renombre

algunos viejos mineros rememoraban hazañas de juventud que consistían en


robar y vender mineral). Es claro que las categorías de buscón y dé lupio se
superponen según la persona que habla.
La ocupación de buscón o lupio depende de la capacidad de recono­
cimiento visual de la plata en su estado natural (“en lo natural”), en especial
cuando la actividad está prohibida y es, por tanto, subrepticia. “No vale la
pena arriesgarse si sólo sacas el tepetate (roca sin mineral) ”, me dijo Chano.
Prosiguió diciendo lo que muchos mineros afirmaban, que la verdadera plata
no es brillante: “El negro que es opaco, no brillante, es la plata natural,” me
instruyó. Y dijo: “Cuando yo entré, yo también agarré de las más brillantes.
Pero luego alguien me dijo: no hijo, éstas no valen nada, mejor éstas’. Unas
veces vi que todos traían piedras a uno que vivía en el Barrio Nuevo, yo tam­
bién fui y me daba un dinerillo”.
El reconocimiento de la plata en su contexto subterráneo depende de
un gran conocimiento de esa sustancia; por tal razón, para ser miembro
de la comunidad moral de los mineros se debe conocer la plata tal como se ve
bajo tierra. El conocimiento refuerza la autoridad moral y el derecho que un
hombre tiene sobre las posesiones patrimoniales de las minas; es parte de la
“pasión” y el “cariño” que los mineros sienten por las minas y su contenido.
De este modo, la sustancia plata forma parte de una constitución fuertemente
masculina de la identidad y la sociabilidad de la cooperativa.5Estas asociacio­
nes vinculadas al género y a la moral contribuyen a entender la plata como la
base fundamental del patrimonio de la cooperativa. Si bien de algún modo
estas asociaciones se vuelven menos visibles una vez vendida la plata (con­
forme al fetichismo de la mercancía de Marx), no son olvidadas por completo
ni por los socios de la cooperativa ni por otros guanajuatenses. Esto resulta
evidente en los modos de intercambiar la plata.
Incluso cuando es despachada para ser fundida con otras platas en
bloques indiferenciados, la plata lleva consigo una memoria de la sustancia
y del lugar que abandona, y anticipa un regreso a Guanajuato en la forma

5. Las subjetividades y sociabilidades producidas por los socios de la cooperativa no son, en modo alguno, armóni­
cas; en cambio, los trabajadores y sus familias pugnan constantemente por definirlas y determinar quiénes son
los verdaderos socios y quién defiende o traiciona los derechos y obligaciones. Sin embargo, sí están mayormente
de acuerdo en torno a los criterios que determinan la pertenencia a la comunidad, uno de los cuales es el recono­
cimiento subterráneo de la plata.

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M ercancías inalienables. L a plata

de otras sustancias. Este esquema de valor es afín al concepto de “fama”


(M unn 1977, 1986), entendida como forma de producción de valor. Nancy
M unn interpreta “la fama de Gawa” como “la expansión del espacio-tiempo
intersubjetivo”, que en sí misma es un acto productor de valor. Del mismo
modo, la plata produce la fama de Guanajuato al salir de las minas hacia el
mercado mundial.
Cuando la plata regresa, en primer lugar, en forma de dinero, parece
existir sólo como valor de cambio en el mercado mundial. Pero en la mente
de muchos, el dinero que proviene de la venta de plata anticipa la recon­
versión en ló que podríamos llam ar sustancias “productoras de lugar”. Es
realmente vergonzoso desviar dinero generado por la plata de su camino de
vuelta hacia el patrimonio de la cooperativa (robándolo o gastándolo) pues
luego nunca vuelve a convertirse en sustancia; al contrario, rompe el círculo
de la salida y el regreso y “se va en el aire” como el humo. Esta es la base de los
principios del patrimonio que conforman el tema de este libro. ¿En qué sus­
tancias se convierte el dinero derivado de la venta de plata cuando regresa a
Guanajuato? O quizás: ¿En qué sustancias debería convertirse? Hay tres cate­
gorías de sustancias valiosas: Los niños (especialmente los hijos), las casas res­
petables en el estilo “abajeño”, y la arquitectura pública y sagrada. Cada una
justifica el que la plata haya sido extraída e intercambiada. El ciclo según el
cual la plata sale al mundo y luego regresa, expande la “fama de Guanajuato.”
Las casas prósperas de la cooperativa, construidas cuando los precios
de la plata estaban altos, a principios de los años ochenta, nos ofrecen un
buen ejemplo, tal como las magníficas iglesias y plazas públicas construidas
en el siglo XVIII con las riquezas de la minería. No es tanto el hecho de que
estos edificios hayan sido construidos con el dinero de la plata lo que esta­
blece las cualidades inalienables de ésta, sino el alto grado de conciencia por
parte de los socios de la cooperativa y de otros de su origen en la plata. Como
me dijo la esposa de un minero de la cooperativa refiriéndose a las casas en
Santa Rosa de Lima: “los que estaban en la cooperativa en los ochenta, que
sabían aprovechar las circunstancias, lo puedes ver en sus casas. ¿Conoces
estas bonitas casas de piedra en el Camino Real subiendo el cerro? Estas son
las familias que no se chuparon todo el dinero”.
En este comentario, la mujer asocia el dinero producido por la plata,
el uso correcto de éste y las “bonitas casas de piedra” de Santa Rosa. Los

249
V enas de valor , piedras de renombre

socios de la cooperativa comprenden las tres fases como patrimonio coopera­


tivo y familiar. Si bien desde cierta perspectiva está claro que para los obser­
vadores guanajuatenses y de la cooperativa, las casas, la plata y el dinero no
son “lo mismo”, al usar un lenguaje del patrimonio para controlar el modo
en que se producen, circulan y consumen la plata, los salarios y las ganancias,
los socios y sus fam ilias afirman la inalienabilidad de la plata. No quiero
decir que la plata funcione solamente de este modo (aunque sí creo que los
usos del patrimonio en la cooperativa se aclaran mucho en este caso). Estas
cualidades, y el proceso según el cual son asignadas y negociadas, aparecen
en muchas situaciones de intercambio de mercancía, pero de ningún modo
en todas; cuando lo hacen, a menudo son ignoradas.
En este libro he tratado de describir el espectro de fuerzas super­
puestas que han contribuido al desarrollo de un lenguaje (o lenguajes) del
patrimonio en la Santa Fe y en el México contemporáneo en general. Esto
incluye la aplicación —y la apropiación- de las nociones coloniales de patri­
monio y mayorazgo en el Nuevo Mundo, el establecimiento de la tierra y
el subsuelo como patrimonio nacional en el Artículo 27 de la Constitución
de 1917, la organización de los socios de la cooperativa como accionistas de
recursos colectivos, no renovables, y la inclusión de Guanajuato en la lista
de Ciudades de Patrimonio M undial. Estos factores diversos han contribuido
al desarrollo de un lenguaje nacional que atribuye un alto valor a la preser­
vación de ciertos recursos y a su transmisión a las futuras generaciones. En
verdad, la integridad de la nación, la cooperativa y otros colectivos es con­
siderada como dependiente de la correcta administración de las posesiones
patrimoniales. La gente a menudo discrepa sobre quiénes son los guardianes
adecuados de estos recursos y quiénes son los socios y herederos legítimos del
colectivo que ellos definen, pero tienden a usar el lenguaje del patrimonio
para reclamar sus derechos y disputarse los de otros.
La pregunta, entonces, se reformula del siguiente modo: ¿Cómo
resuelven los socios de la cooperativa la contradicción que consiste en usar
un lenguaje del patrimonio para describir una forma de riqueza que debe
ser extraída y vendida de forma continua? Diferentes estudiosos del inter­
cambio han formulado preguntas similares. Annette Weiner (1988, 1992) ha
denominado esta cuestión la paradoja de “retener dando”, y ha propuesto la
categoría de posesiones inalienables, esto es, aquellas cosas que, aunque sean

250
M ercancías inalienables. La plata

intercambiadas, tienen que ser devueltas para mantener el colectivo (Godelier


1999). A partir de esto, Weiner explica el principio de reciprocidad tal como
fue descrito por M arcel Mauss y propone una categoría intercultural de
“posesiones inalienables”. Si bien su análisis puede tender a reificar demasiado
las categorías que intenta establecer, su conciencia de la interacción entre la
partida y la vuelta de algunos tipos de posesiones es en extremo sugerente en
el caso de la cooperativa.
En su análisis de la producción y el intercambio de las canoas de
Gawa, Nancy M unn también evoca la idea de los objetos inalienables que
retornan a sus dueños en forma diferente: “La canoa como objeto de inter­
cambio nunca vu elve ... Sin embargo, el viaje irreversible d e la canoa com o
objeto d e valor d e cam bio no la aliena de sus productores: todas sus conversio­
nes retornan al clan propietario” (1977: 45, cursivas en el original). Del mismo
modo, la plata nunca vuelve a Guanajuato, sino que es convertida en otras
formas que sí retornan y que, en su retorno, crean la ciudad de Guanajuato y
la Cooperativa Santa Fe.
Richard Parmentier, al analizar el dinero palauano (¡udoud ) desde
una perspectiva peirciana (semiótica), destaca “la paradoja del movimiento y
la estasis” (2002: 65) que caracteriza a las monedas importantes.6 Señala que,
“en realidad, movimiento y estasis se suponen mutuamente: para generar su
valor de cambio, el udoud debe viajar, pero para cumplir su máximo grado de
trabajo debe mantenerse contiguo a alguna unidad social durante un tiempo
suficiente como para poder identificarse con ella” (p. 65). Esta tensión entre el
aferrarse a objetos de valor para incrementar su identificación con una unidad
social y el dejarlos circular libremente es análoga, en ciertos aspectos, a los
movimientos y al estasis de la plata guanajuatense.
Muchos consideran que la cooperativa, por su concepción particu­
lar de la plata como patrimonio, enriquece a Guanajuato como resultado
de la extracción de ese metal, mientras que otras compañías mineras de la
zona son acusadas de esquilm ar el lugar mediante esa misma extracción.
Los socios de la cooperativa y los observadores dicen a menudo que estas
otras compañías extraen la plata con la mayor rapidez posible y luego se van

6. En este artículo, Parmentier examina tanto los aspectos saussureanos (sistémicos) como los peircianos (transac-
cionales) del dinero palauano.

251
V enas de valor , piedras de renombre

llevándose consigo las ganancias, sin pensar ni un instante en la ciudad y los


trabajadores que se quedan. Por momentos esta crítica se encarna de forma
literal; M artín me contó con detalle cómo Peñoles, la compañía privada más
grande de Guanajuato y una de las dos más grandes de México, con una
inversión sustancial de Canadá y Sudáfrica, había alterado el paisaje en el
noreste de la ciudad al hacer explotar una de las formaciones rocosas más
hermosas de los alrededores de Guanajuato. Dijo: “Ese camino era bonito
con ganas, antes de que Peñoles empezara a chingar en el cerro”. En con­
traste, él y otros dijeron que la cooperativa no ha alterado Guanajuato y que
la plata que se extrae retorna para alimentar a los niños de la cooperativa y
construir casas.
Esta comparación recuerda discusiones más generales sobre mineros
españoles y estadounidenses. Aunque los historiadores y cronistas locales
reconocen la brutalidad de los dueños de minas españoles, a menudo des­
tacan los rastros que dejaron en las iglesias y las plazas de la ciudad, en con­
traste con las compañías mineras estadounidenses de comienzos del siglo XX,
que se llevaban todo. El alboroto que causó la cuestión de la fundición de la
campana de San Juan de Rayas, comentado en el capítulo 1, es buen ejemplo.
La práctica de quitarle toda forma de valor a Guanajuato es considerada par­
ticularmente reprensible, ya que impide el retorno apropiado de la plata y la
reafirmación de su inalienabilidad. Así, los actores locales usan la cooperativa
y el despliegue del lenguaje patrimonial para criticar u ofrecer una alternativa
al “capitalismo”, ejemplificado por los estadounidenses y las empresas mine­
ras no cooperativas. Pero sólo desde este punto de vista ideológico, inaliena­
bilidad e intercambio se oponen; desde una perspectiva práctica, tienen que
ser cualidades combinadas para que la cooperativa sobreviva.
No solamente los socios de la cooperativa ven la plata de este modo;
muchos otros ejemplos m uestran cómo los guanajuatenses anticipan su
retorno a Guanajuato. En primer lugar, la figura 7.1, publicada sin explica­
ción en un suplemento publicitario repartido en las esquinas de Guanajuato
en enero de 1998, en la que se pueden ver las instalaciones de la m ina de Rayas
con la siguiente leyenda: “Del fondo oscuro venimos/la luz crea formas que
se dispersan/de Guanajuato al mundo.” Las palabras recalcan el movimiento
hacia afuera de Guanajuato y la relación entre Guanajuato y el mundo que
crea ese movimiento. Si bien el texto mismo sugiere un movimiento de salida

252
Figura 7.2 Folleto anònimo, Guanajuato, ca. 19 9 7

desde las minas hacia el resto del mundo, la imagen muestra tanto el origen
como el destino final de las “formas” creadas por el movimiento desde la
oscuridad de las minas hacia la luz del sol.
En esta im agen y en el texto, la m ina de Rayas es varias cosas al
mismo tiempo: la fuente de estas formas (la plata), el lugar construido con el
dinero proveniente de ella y la atracción para los turistas que se acercan a ver
el origen de la fama de Guanajuato. Palabras e imagen son interdependientes;
su interacción comprende la salida y el retorno de la plata. En estos emergen­
cia y retorno, la plata difunde la fama de Guanajuato, que es en sí misma una
forma de valor.
Muchos lugares de Guanajuato representan visual o materialmente
el retorno de la plata y la fama difundida de Guanajuato. Un ejemplo es
la iglesia de la Virgen de Guadalupe, cuyos ebanistería, herrería y retablo
están pintados de plata en su totalidad. Otro es la corona de la santa patrona
de la ciudad, Santa Fe de Guanajuato, hecha de plata. Cuando la corona
fue robada, en los años ochenta, la cooperativa donó un sustituto hecho del

253
V enas de valor , piedras de renombre

mismo metal. Un libro reciente sobre la arquitectura barroca del siglo XVIII en
Guanajuato destaca esta relación en su título: De La Plata, Fantasías (Serrano
Espinoza y Cornejo Muñoz 1998). Estos ejemplos representan el retorno anti­
cipado de la plata a Guanajuato, así como el proceso de constitución de la
ciudad, y vuelven compleja la noción de la plata como “pura mercancía.” Esta
manera de reconstituir el metal, bien que en formas diferentes, es uno de los
modos de resolver las tensiones entre su inalienabilidad y su mercantilización,
pues a pesar de que la plata, como producto terminado, es intercambiada
libremente en el mercado, de igual forma tiene que ser devuelta a su lugar de
origen. La plata, que es al principio parte del patrimonio de la cooperativa, se
transforma también en el patrimonio de Guanajuato. El lenguaje del patri­
monio, como categoría de la propiedad para ser traspasada a los futuros socios
de la cooperativa (y guanajuatenses), permite a los actores locales resolver la
“paradoja del retener dando” y afirmar la inalienabilidad de la plata a pesar
del hecho de extraerla para el intercambio mercantil.

El h a u d e l o s e spe c ím e n e s m in e r a l e s

Los especímenes minerales no son considerados patrimonio de la cooperativa.


Por más que sus socios los valoren y, en algunos casos, lamenten la perspectiva
de su agotamiento, éste no pone en peligro la existencia ni la duración de la
colectividad. Tampoco existen escrúpulos a la hora de malbaratar las piedras
o despilfarrar el dinero proveniente de ellas. No obstante, la extracción y el
intercambio de especímenes minerales es una actividad en extremo impor­
tante para la cooperativa, en especial entre los trabajadores de las minas de La
Valenciana y Rayas. Como veremos más adelante, el derecho a extraer especí­
menes minerales es una de las razones por las cuales muchos se quedan en la
cooperativa; además, puede permitirle a ésta continuar operando con costos de
mano de obra muy bajos, incluso en el ámbito local. En este sentido, aunque
los especímenes minerales no son considerados sustancias patrimoniales, los
modos en que son valorados permiten considerar la plata como patrimonio.
Una antropología de las sustancias mineras de la cooperativa que incluya los
especímenes minerales nos permitiría ver el contexto de producción y valor
en el que los lenguajes del patrimonio son posibles. Nos mostraría, asimismo,

254
El hau de los especímenes minerales

que no podemos reflexionar sobre el modo en que se asignan cualidades de


inalienabilidad, sin a su vez entender cómo se asignan otras formas de valor,
simultánea o secuencialmente.
Cuando Alexander von Humboldt visitó la veta m adre a principios
del siglo X I X , escribió sobre los especímenes minerales que allí se pueden
encontrar:

Los especímenes minerales que constituyen la masa de la veta son de cuarzo


común, amatista, carbonato de cal, espato perlado, diabasa escamosa, plata sulfú­
rica, plata nativa ramosa, plata negra prismática, rosicler subido, oro nativo, galena
argentífera, bienda parda, hierro espático y piritas de cobre y de hierro ... Los
mineralogistas interesados en el estudio de las formas regulares encuentran gran
variedad de cristales en Guanaxuato (1911: v. II, 191).

Ya avanzado el siglo X I X , Guanajuato participó en varias competen­


cias minerales internacionales, ganando el primer premio en Saint Louis y
una mención de honor de París. Desde esta época y hasta al menos la mitad
del siglo X X , México, y Guanajuato en particular, desempeñó un papel sig­
nificativo en el desarrollo de las colecciones mineralógicas de museo. Por
ejemplo, A.C. Burrage reunió una considerable colección de especímenes
de Guanajuato alrededor de 1910; en 1940, los donó al museo mineralógico de
la Universidad de Harvard (parte de la colección Peabody). En Guanajuato,
Ponciano Aguilar, profesor de mineralogía en la Facultad de M inas de la
Universidad de Guanajuato, acumuló una extensa colección de minerales
de Guanajuato y otras partes de México.7 El Museo de M ineralogía de la
Facultad de Minas está integrado en su mayor parte por esa colección.
En fecha más reciente, un hombre de negocios llam ado M iguel
Romero Sánchez acopió una enorme colección (alrededor de 7500 especí­
menes) de minerales mexicanos, guardados al principio en su propio museo
en Tehuacán, Puebla, y luego donados a la Universidad de Arizona tras su
muerte en 1997 (Jh e M ineralogical Record, v. 16, marzo-abril 1985: 129-136;
Rocks a n d M inerals, enero-febrero 1999: 16-19). Entre estos minerales había

7. Ponciano Aguilar quedó inmortalizado en el nombre de un mineral encontrado por primera vez en Guanajuato:
La aguilarita.

255
V enas de valor , piedras de renombre

varios ejemplares tomados de Guanajuato. Esta donación, y los esfuerzos de


un coleccionista de la zona de Guanajuato, despertaron un renovado inte­
rés en los minerales mexicanos en general y guanajuatenses en particular.
En febrero de 1999 hubo una exposición especial sobre el distrito minero
de Guanajuato en la 43 Feria de gemas y minerales de Tucson (entrevistas
personales: Christopher Tredwell, agosto de 1999; Peter Megaw, octubre
de 1999; doctor Carl Francis, agosto de 2000.) Este interés internacional en
Guanajuato se ajusta con los ciclos locales de intercambio, donde los especí­
menes minerales son considerados regalos y mercancías.
La extracción de especímenes minerales ocurre de forma paralela a
la de plata, y es consecuencia de ella. Cuando los perforistas rompen para
extraer la roca que contiene el mineral, también dislocan la matriz por la que
corre la veta madre. Es posible ver esta matriz en la pared de la mina, en las
zonas de cristalización y en los destellos de color blanco, dorado y púrpura.
Después de la voladura aparecen numerosos trozos de cuarzo, pirita, calcita
y otras piedras; algunas partes de las paredes de la m ina son removidas y
se les puede trabajar con la barreta. Los perforistas (y otros mineros) están
obligados a derribar todas las rocas sueltas que se encuentren en las paredes
de las minas con el fin de prevenir cualquier caída de piedras o derrumbe.8
Al hacerlo, desprenden más piedras semipreciosas. Alvaro me dijo una vez:
“Después que tronamos, sacando los achichicles es fácil, como cortar peras”.
Otros mineros también sacan piedras de zonas donde ya no se perfora o de
las paredes de la mina, pero en esas zonas no quedan tantas piedras buenas,
y hacer nuevos huecos para extraerlas lleva tiempo y energía (y la cooperativa
no lo permite, pues el minero le resta tiempo a su trabajo). El responsable
de La Valenciana me dijo: “Si un carrero tiene joyas limpias y los dientes no
están quebrados, quiere decir que dejó su área de trabajo y fue a buscar achi­
chicles. Porque sólo salen limpios en los lugares en donde están los perforistas,
en donde están barrenando”.

8. Durante mucho tiempo, el departamento de seguridad industrial trató de convencer a los mineros de “amacizar”;
ellos a menudo se resistieron, por un lado porque la cooperativa no les otorga ningún contrato de incentivo por
esta actividad, y por otro lado porque esto indicaría una preocupación poco viril por la seguridad. El conflicto
derivado de este rechazo recuerda Germinal, de Zola (1993 [1885]), novela en que los trabajadores se niegan a
poner madera como soporte porque la compañía bajó el precio por madero.

256
El hau de los especímenes minerales

Esto significa que los perforistas y sus asistentes extraen especímenes


minerales muy a menudo, puesto que su área de trabajo está allí donde se rea­
liza la perforación. Además, existe un código entre los mineros según el cual
los perforistas y sus asistentes tienen prioridad sobre los especímenes mine­
rales que se encuentran en su área; otros pueden tomar piedras de áreas que
no están siendo trabajadas en ese momento. La organización del derecho a
los especímenes minerales, por tanto, reproduce la configuración espacial del
honor y la autoridad en la mina. Sin embargo, a veces puede haber excepcio­
nes a este código; por ejemplo, los perforistas de La Valenciana le permitían
al muestrero sacar piedras de sus áreas y lo justificaban diciendo que estaba
criando a sus nietos como si fueran sus propios hijos, puesto que su hija había
sido abandonada por su marido.
La cooperativa es la única compañía minera de Guanajuato que les
permite a los mineros extraer especímenes minerales para su uso personal (si
bien los mineros de otras compañías extraen minerales, su derecho informal
para hacerlo no es tan firme). La mayor parte de los jefes de la cooperativa se
hace de la vista gorda frente a la extracción de especímenes minerales, pues
consideran su comercialización como terreno de los mineros. El responsable
de La Valenciana me dijo: “Realmente, no está permitido, pero nunca he cas­
tigado a alguien por hacerlo. Es otra forma de alivianar”. Este es otro ejemplo
de la economía moral relacionada con el trabajo subterráneo descrita en el
capítulo anterior.
Este permiso tácito significa que los especímenes minerales se han
transformado en una fuente de ingresos importante para muchos socios de la
cooperativa. El ingeniero de La Valenciana estimó que 90% de los trabajado­
res de la mina estaba involucrado en este comercio de un modo u otro, y mis
observaciones confirman en líneas generales tal estimación. Los trabajadores
pueden llegar a ganar tres veces su salario semanal vendiendo especímenes
minerales, y algunos tienen una situación muy próspera.
El hecho de que, casi en cualquier circunstancia, los ingenieros les
permitan a los mineros retirarlos, no significa que la extracción de especí­
menes minerales se sustraiga al funcionamiento del poder en la cooperativa.
Por momentos se ha convertido en la arena política para la lucha entre jefes
y mineros. Un número reciente de la revista para coleccionistas Rocks a n d
M inerals, incluye un artículo escrito por un coleccionista europeo que pasó

257
V enas de valor , piedras de renombre

gran cantidad de tiempo en La Valenciana, y que se marchó justo antes de


m i llegada. Su descripción ejemplifica los diferentes vectores de autoridad
detallados en el capítulo anterior y muestra el modo en que éstos afectan la
comercialización de los especímenes minerales:

La mayoría de las minas de Guanajuato, incluida la de Rayas, pertenece a la coo­


perativa minera que, aunque tiene una ganancia decente, maneja la operación de
manera noble y digna: mientras las cuotas previstas por turno sean alcanzadas,
la dirección se hace de la vista gorda con los mineros que le quitan tiempo a su
trabajo para buscar especímenes para gente como yo. (El único cambio en esta
política se dio cuando el geólogo y el capitán de la mina me debían dinero por
picos Estwing genuinos. Buscaron a todos los mineros que terminaban su turno,
confiscaron todos los especímenes y ¡me los vendieron hasta que la deuda estuvo
saldada! No fue idea mía, pero facilitó y abarató la compra. A l principio me sentí
incómodo, preocupado por perder fieles proveedores, pero la actitud de los mine­
ros fue muy razonable: “¡Compre todo, por Dios, así podemos volver pronto a la
normalidad!”) (Rocks andM inerals marzo/abril 1999, “Tales from México, Pt. 2”
página 106).

Este fragm ento m uestra bien cómo funciona la autoridad en la


cooperativa: Los jefes permiten cierto espacio de autoridad y actuación a los
mineros, reservándose el derecho de intervenir en ese espacio y usarlo en su
propio beneficio. Al mismo tiempo, los mineros toleran estas intervenciones,
admitiendo que es la condición para seguir extrayendo piedras. Luego, el
relato ilustra los límites de esta tregua precaria: El coleccionista cuenta cómo
Alfredo Gálvez, el antiguo superintendente de minas que conocimos en el
capítulo 5:

era el número tres en la dirección y tenía una misión en la vida: Hacer que la
cooperativa adoptara una mentalidad de eficiencia empresarial (por ejemplo, ter­
m inar con la recolección de especímenes y, en lo posible, también conmigo).
[Alfredo pasaba] sus horas de trabajo zapateando por el frente de la mina y sus­
pendiendo a los trabajadores por varios días sin goce de sueldo si tenían especí­
menes (p. 106).

258
El hau de los especímenes minerales

Esto encaja perfectamente con la falta de respeto general de Gálvez


por la autoridad legítima de los mineros; como vimos, debió pagar cara esta
actitud. Este relato muestra también cómo el derecho a recolectar especí­
menes minerales es visto como un aspecto integral del cooperativismo en la
Santa Fe. Esta es la principal razón que la gente me dio cuando pregunté por
qué la cooperativa dejaba que se sacaran muestras minerales mientras que las
otras compañías no lo hacían.
Con los especímenes minerales, así como con la plata, los socios des­
pliegan de forma simultánea múltiples nociones de valor. Entre ellas, la más
obvia a primera vista es el uso que los guanajuatenses hacen de los especíme­
nes minerales como regalos. Noté por primera vez este modo de circulación
porque todo el mundo me los regalaba constantemente. Cada vez que iba
a la m ina o a la casa de un minero, volvía cargada. Pronto tuve cajones de
especímenes minerales acumulados a todo lo largo de la pared de mi sala.
No es que me queje, pero la preponderancia de estos objetos como regalos de
visita me llamó la atención; cuando comencé a inquirir al respecto, muchas
otras cosas se me aclararon. En primer lugar, son casi siempre hombres quie­
nes los entregan a mujeres con las que no tienen ni una relación familiar ni
romántica. Por ejemplo, en las ocasiones en que mi marido me acompañó
a La Valenciana, mis amigos le dieron fragmentos de roca con plata “en lo
natural”, diciendo en broma que debería venderlos por un precio considera­
ble. Cuando mis padres vinieron a visitarme a Guanajuato, mis amigos sólo
le dieron especímenes minerales a mi madre (lo cual no le gustó del todo a
mi padre). La única oportunidad en que, según mi conocimiento, se le regaló
a un hombre un espécimen mineral, fue cuando el sacerdote visitó la casa de
un minero y se le dijo que escogiera la piedra más hermosa de entre las que se
exhibían en la casa. Esto parece ser la excepción que confirma la regla, pues,
aunque el sacerdote no sea visto como mujer, tampoco es visto exactamente
como hombre.
Además de dar especímenes minerales a los visitantes de la casa o de
la mina, los mineros de la cooperativa se los dan a las mujeres que encuen­
tran en el trabajo o en otros contextos no domésticos. Todas las secretarias,
enfermeras y trabajadoras sociales de la cooperativa poseen pequeños mues­
trarios de especímenes minerales traídos por mineros que van a tramitar prés­
tamos, citas con el médico, etc. También les dan piedras a mujeres fuera de

259
V enas de valor , piedras de renombre

la cooperativa; un minero me dijo: “Cuando tengo que ir al registro civil o


al doctor, traigo una piedra para la secretaria. Hace más blando el camino”.
Estos ejemplos, y el hecho de que les den piedras a mujeres que no conocen,
muestran muy bien que el regalo de un espécimen mineral es una especie de
regalo de cortesía, en extremo útil para consolidar relaciones sociales fuera del
propio hogar. En cierto modo, es similar a lo que ocurre con los regalos de
comida que las mujeres les dan a otras mujeres que visitan su casa.
El hecho de que el minero no haya comprado la piedra sino que más
bien la haya tomado de la mina, le da un carácter particular al regalo. El acto
de extraer la piedra y regalarla encarna la relación entre la mina, la piedra,
el minero y el receptor. A menudo, en el momento de dármelos, los mineros
me decían cosas que reforzaban este vínculo. Casi siempre me informaban
no sólo de qué mina provenía la piedra sino también de qué nivel: “Nadie te
va a creer que esta piedra viene de 425 metros bajo la superficie de la tierra”.
Al cabo de mis seis primeros meses de trabajo de campo, me disponía
a visitar a mi familia en Estados Unidos. La noche anterior a mi partida, uno
de mis vecinos, Eugenio, vino a traerme un presente para que se lo llevara
a m i madre en Boston. Eugenio es un carrero (un trabajador que carga y
descarga los carros de mineral) de la m ina Cata; su regalo consistía en una
caja de cartón llena de calcita, cuarzo blanco y amatista; sobre la caja, una
etiqueta adherida rezaba: “Nivel 375/ M ina Cata/ Guanajuato, México”. La
especificidad con la que esta persona localizó los especímenes minerales no
sólo en su matriz original sino también en la m ina, la ciudad y la nación,
subrayan tanto la importancia del lugar de origen como la relación de ese
lugar con espacios más amplios.
El hecho de recalcar la localización específica de los especímenes
minerales, incluidos en espacios cada vez más amplios, y su trayectoria implí­
cita hacia la casa de m i madre, fuera de todos esos espacios, aumentaron
el valor del regalo, porque éste representaba una relación entre el lugar de
donde provenían las piedras y el lugar donde mi madre las estaba esperando.
Nuevamente, el valor produce “la fama de Guanajuato”, pero esta vez en un
plano más íntimo. Es como si la piedra tuviera lo que Marcel Mauss llamaba
(tomando el término prestado del maorí) hau, el espíritu del donante encar­
nado en el don, que relaciona al donante con el receptor (1990 [1950]: 13). El
hau de los especímenes minerales, expresado en la especificidad con la que los

260
V enas de valor , piedras de renombre

la cooperativa; un minero me dijo: “Cuando tengo que ir al registro civil o


al doctor, traigo una piedra para la secretaria. Hace más blando el camino”.
Estos ejemplos, y el hecho de que les den piedras a mujeres que no conocen,
muestran muy bien que el regalo de un espécimen mineral es una especie de
regalo de cortesía, en extremo útil para consolidar relaciones sociales fuera del
propio hogar. En cierto modo, es similar a lo que ocurre con los regalos de
comida que las mujeres les dan a otras mujeres que visitan su casa.
El hecho de que el minero no haya comprado la piedra sino que más
bien la haya tomado de la mina, le da un carácter particular al regalo. El acto
de extraer la piedra y regalarla encarna la relación entre la mina, la piedra,
el minero y el receptor. A menudo, en el momento de dármelos, los mineros
me decían cosas que reforzaban este vínculo. Casi siempre me informaban
no sólo de qué m ina provenía la piedra sino también de qué nivel: “Nadie te
va a creer que esta piedra viene de 425 metros bajo la superficie de la tierra”.
Al cabo de mis seis primeros meses de trabajo de campo, me disponía
a visitar a mi familia en Estados Unidos. La noche anterior a mi partida, uno
de mis vecinos, Eugenio, vino a traerme un presente para que se lo llevara
a m i madre en Boston. Eugenio es un carrero (un trabajador que carga y
descarga los carros de mineral) de la m ina Cata; su regalo consistía en una
caja de cartón llena de calcita, cuarzo blanco y amatista; sobre la caja, una
etiqueta adherida rezaba: “Nivel 375/ M ina Cata/ Guanajuato, México”. La
especificidad con la que esta persona localizó los especímenes minerales no
sólo en su matriz original sino también en la m ina, la ciudad y la nación,
subrayan tanto la importancia del lugar de origen como la relación de ese
lugar con espacios más amplios.
El hecho de recalcar la localización específica de los especímenes
minerales, incluidos en espacios cada vez más amplios, y su trayectoria implí­
cita hacia la casa de m i madre, fuera de todos esos espacios, aumentaron
el valor del regalo, porque éste representaba una relación entre el lugar de
donde provenían las piedras y el lugar donde mi madre las estaba esperando.
Nuevamente, el valor produce “la fama de Guanajuato”, pero esta vez en un
plano más íntimo. Es como si la piedra tuviera lo que Marcel Mauss llamaba
(tomando el término prestado del maorí) hau, el espíritu del donante encar­
nado en el don, que relaciona al donante con el receptor (1990 [1950]: 13). El
hau de los especímenes minerales, expresado en la especificidad con la que los

260
El hau de los ESPECIMENES minerales

mineros destacaban el origen exacto de las piedras y el exacto camino de su


viaje hacia el receptor, aumenta el valor del objeto como regalo.
Encontramos en funcionamiento los mismos procesos al observar el
uso de los especímenes minerales como ofrendas y adornos de altares reli­
giosos, lo que constituye una variación local de una práctica cultural más
amplia. Como en otras partes de México y en las comunidades mexicanas
estadounidenses, la mayor parte de los hogares de Guanajuato posee peque­
ños altares cuidados por sus habitantes. Esos altares incluyen pequeñas figu­
ras o estatuas de uno o varios santos o vírgenes, velas, jarrones con flores
naturales o artificiales, fotos familiares y recuerdos de celebraciones familia­
res, como casamientos o fiestas de quince años, apoyados sobre carpetitas teji­
das a gancho por la esposa u otra persona de sexo femenino de la casa. Otros
altares están situados también en lugares de trabajo o espacios públicos, tales
como mercados o estaciones de autobús. Estos suelen tener menos detalles
familiares y estar dedicados al culto de una figura en particular, como la
Virgen de Guadalupe o el santo patrono del oficio específico (carpintería,
minería, venta en el mercado, etc.). Una vez más, esta costumbre es común
en México y, en realidad, en muchas otras partes de América Latina.
A los adornos ya enumerados, en los altares Guanajuato se suman a
menudo los especímenes minerales. Los mineros de la cooperativa los utili­
zan sobre todo (en general los más grandes y llamativos o raros) tanto para
embellecer sus altares domésticos como para ofrecerle un regalo a la virgen
o al santo venerado.9 Algunos altares están encastrados en la pared y enmar­
cados por especímenes minerales.101Los altares de las minas y de la planta
central también están repletos de minerales selectos, y el Templo del Señor de
Villaseca, en Cata, cerca de la planta central de la cooperativa, tiene toda una

9. Noté que los hogares de la cooperativa tenían mayor tendencia a exhibir especímenes minerales que los de los
hombres que trabajaban en otras compañías mineras. Cuando fui a las casas de mineros de El Cubo y Peñoles,
después de charlar un rato, los anfitriones sacaban las piedras que habían escondido, como un gesto de hospita­
lidad. Supongo que esta diferencia se debe al hecho de que la cooperativa permite la extracción de estas piedras
y las otras compañías no.
10. Como casi todos los mineros construyen sus propias casas, pueden ubicar el “nicho” donde quieran.
11. Recientemente, la Universidad de Guanajuato creó un Patronato del Templo de Villaseca para preservar tanto
la “capilla de especímenes minerales” como la colección de retablos. El director de la Santa Fe y el responsable
del departamento de ingenieros son miembros de este grupo y a menudo la cooperativa presta trabajadores para
ayudar con la restauración y otras tareas en la iglesia. Hace poco, este grupo quiso detener el robo de especímenes
minerales de la capilla y puso carteles que decían: “no quite estas piedras ”.

261
capilla bordeada de piedras extraídas por los mineros y donadas al santo en
su día, a comienzos de mayo" (fotografías 7.2 y 7.3).
Si bien los mineros me ofrecían de forma espontánea piedras que esta­
ban exhibidas en un estante o en una mesa de su casa, nunca me dieron las
que estuvieran cerca de una imagen religiosa o del altar. Una vez visité la casa
de Hilario, un minero de Cata; fui en mayo y me mostró una caja de especí­
menes minerales que guarda todo el año para la época de Navidad, momento
en que saca al Niño Jesús y lo pone en un nacimiento con las piedras. “No
le puedo dar una de éstas -m e dijo disculpándose-, son para el niño Jesús”.
Una ofrenda para un santo o una deidad no puede convertirse en regalo para
otra persona, ni puede ser vendida como mercancía; un comerciante local me
dijo: “Desde que yo puedo recordar, los mineros han puesto las piedras en sus
altares, y esas piedras no las venden para nada.”
La gente me explicó de diferentes modos el uso de especímenes mine­
rales como adornos religiosos. En algunos casos, la piedra es considerada un
regalo para la deidad. Cuando Hilario me dijo que no podía darme las pie­
dras destinadas al niño Jesús, me dio la impresión de que hacerlo hubiera
sido como tomar un regalo destinado a una persona para dárselo a otra.
Asimismo, la gente se refería a todos los adornos en los altares en términos de

262
Fotografía 7.4 A ltar a la Virgen de Dolores, departamento de Ingeniería,
Cooperativa Sta. Fe. Fotografía de Stephen Ferry

“obsequios” para “darle alegría al santito o a la virgencita”. Este lenguaje cari­


ñoso y familiar dirigido a las figuras religiosas es muy común en Guanajuato.
Los socios de la cooperativa y sus fam ilias también hablan de un
modo más solemne sobre el uso de especímenes minerales en altares religio­
sos. A mi pregunta de por qué era bueno poner especímenes minerales en los
altares, la gente dio distintas respuestas: para presentar los respetos al santo
o a la virgen; para agradecerles por un retorno feliz del trabajo subterráneo;
para mostrar que un minero y su fam ilia viven en esa casa.12 Estas son las
mismas explicaciones que dan los mineros cuando se refieren tanto a los alta­
res de las minas descritos en el capítulo 5, como al peregrinaje para visitar a
la Virgen de San Juan de los Lagos el 2 de febrero, el Cristo de la Montaña
en el Cerro del Cubilete (a 25 kilómetros de Guanajuato) o la Virgen de

12. Tuve que ser cuidadosa en cuanto al modo de formular esta pregunta y a quién dirigirla. Mientras en otras partes
de América Latina la gente creía que, como observadora interesada en las costumbres locales, yo era seguramente
una agente de la CIA, en Guanajuato pensaban que era una misionera protestante. Los altares domésticos y labo­
rales son considerados como el pilar de la práctica católica local y, por tanto, un blanco de los misioneros. Es por
esto que sólo preguntaba por los altares una vez que conocía bien a la persona.

263
V enas de valor , piedras de renombre

Guadalupe. Esto sugiere que los altares domésticos, tanto como los de las
minas, establecen un paisaje sagrado y un sitio para la memoria dentro del
espacio cotidiano. Como me dijo un trabajador de la cooperativa: “El altar
existe para el día cuando muere el minero, para que recordemos que en esa
casa vivía un minero con su familia”. Aquí, una vez más, el hau de los espe­
címenes minerales sirve como un vínculo entre la mina y la casa que puede
trascender la muerte del minero.
Los especímenes minerales también forman parte de un floreciente
mercado de minerales en Guanajuato y en otras zonas. No deja de ser intere­
sante que son las cualidades oblativas de los especímenes minerales, y en espe­
cial su capacidad de establecer una conexión entre la mina y otros lugares, lo
que aumenta su valor como mercancía. En contraste con la centralización y la
regulación de la extracción de la plata, la economía del espécimen mineral es
difusa y carece de regulación. Las redes dentro de las cuales circulan los espe­
címenes minerales varían drásticamente de acuerdo con un amplio espectro
de relaciones sociales, factores de fijación de precios y medios de pago, inclui­
dos el crédito o el trueque. Hasta donde alcanza mi información, el primero
que vendió muestras minerales al público en Guanajuato fue un pequeño
comerciante llamado Santos Macías (.Santitos), a finales de los años treinta,
época en que el turismo comenzaba a cobrar importancia en la ciudad. Hablé
con el hijo de Santitos , quien continúa el negocio de su padre, es decir, la
reparación de máquinas de coser, la venta de libros y la comercialización de
especímenes minerales. Me contó que su padre había aprendido lo que sabía
sobre minerales con un profesor de geología de la Escuela de Minas. Primero
había tenido un puesto en la Plaza San Roque y luego había montado su
negocio fuera de su casa, en la calle Alonso.13En la actualidad hay docenas de
vendedores de minerales en Guanajuato y también numerosos compradores
y coleccionistas de otros lugares.
Los mineros suelen vender directamente a coleccionistas de fuera de
Guanajuato, o bien, más a menudo, a los malacateros que conducen el carro
que sube y baja trabajadores y mineral por el pozo. El malacatero tiene una

13. Él mismo alquila un lugar privilegiado bajo la sombra de un árbol, a un lado del Mercado Hidalgo. Obtuvo esta
ubicación en la década de los años setenta con la ayuda de un amigo que trabajaba en la presidencia municipal.
Sin embargo, dice que desde que transfirieron la estación de autobús fuera de la ciudad (alrededor de 1994), el
negocio ya no va tan bien como antes.

264
ventaja para la venta porque suele estar en la superficie y, por tanto, está más
disponible para los compradores. En La Valenciana hay tres malacateros que
se turnan cada semana, cada ocho horas; esto significa que una de cada tres
semanas un malacatero trabaja en horas diurnas, y las otras dos está libre
durante el día; así, puede tratar con los compradores en la superficie en cual­
quier momento.14Los tres trabajaban en el negocio de los especímenes mine­
rales y tenían puestos instalados en el terreno de La Valenciana; el más exitoso
de ellos me dijo que ganaba al menos el doble de su salario con la venta; el
acceso a éstos y el derecho a tener un puesto dentro del recinto de la mina
eran las únicas razones por las que continuaba trabajando para la cooperativa.
El minero suele vender al malacatero u otro minorista los especíme­
nes minerales tal como salen; simplemente los enjuaga para quitarles la tierra.
Luego, el comerciante que le compra al minero para la reventa lava las piedras
más meticulosamente y las remoja en ácido durante uno o dos días, para

14. O tro comprador importante en La Valenciana era el “reparador”, quien también pasaba mucho tiempo en la
superficie.

265
V enas de valor , piedras de renombre

elim inar el óxido y otras manchas de las piedras. Cuesta 25 pesos el litro de
ácido en una ferretería, es la única inversión adicional que deben realizar estos
comerciantes (además del pago de las piedras) que son socios o parientes de
socios de la cooperativa, dado que ni ellos ni sus familias deben pagar para
instalar un puesto adyacente a La Valenciana (o Rayas, ubicada en la carretera
panorámica que rodea a la ciudad). Estos comerciantes suelen cultivar la rela­
ción con sus proveedores a lo largo del tiempo y de diferentes maneras: anti­
cipándoles dinero o dándoles refrescos, tortas (emparedados) y baratijas que
compran a otros vendedores itinerantes. Los mineros califican a los diferentes
comerciantes de acuerdo con la rapidez y la cantidad de dinero que pagan por
las piedras y según cuán generosos sean con los anticipos, como comenta esta
persona: “Siempre vendo al Sol porque me da buen precio, y a veces me da 20
pesos pa un refresco”.15
La pertenencia a la cooperativa y a las viejas “familias de la coopera­
tiva” les da una ventaja a los comerciantes en la venta de especímenes minera­
les. En primer lugar, la pertenencia a la cooperativa permite a los trabajadores
instalar puestos en lugares clave alrededor de las minas sin pagar (la tarifa
diaria).16Además, al igual que con otras actividades, los trabajadores aprove­
chan las relaciones familiares y rituales tanto para obtener materiales y trans­
porte, como para establecer redes de intercambio.
Muchos de los compradores más cercanos a las minas son también
socios de la cooperativa; por ejemplo, Pepe, uno de los malacateros de La
Valenciana, tiene una tienda enfrente de la entrada de esta mina y un puesto
en el terreno, atendido por su hijo. Dice haber construido la tienda con la
recaudación proveniente de los especímenes minerales. Vende casi sólo a
turistas y prefiere ofrecer pequeñas piedras baratas individualmente antes
que “lotes” de piedras por un único precio, o muestras raras. En cambio,
Feliciano, que trabaja en Rayas y vive en una casa prestada en la carretera
panorám ica a un lado de la m ina, vende algunas piedras a turistas pero
también a clientes habituales que vienen del exterior de Guanajuato, tanto

15. Un refresco cuesta entre dos y tres pesos; éste es un dicho que se emplea para referirse a una pequeña suma de
dinero cuya devolución no se espera. Es lo que (supuestamente) dice a menudo la policía u otros cuando piden
un soborno.
16. La tarifa por un permiso del municipio es de un peso por día y los lugares no son tan buenos como los de la
cooperativa, ubicados justo contra las paredes de la mina o en el terreno de La Valenciana.

266
El hau de los especímenes minerales

coleccionistas y comerciantes como joyeros. Además, cuenta con un grupo


importante de proveedores de la cooperativa (porque es el principal com­
prador en Rayas, San Vicente y Cata), y también con algunos de Sirena y
Peregrina.17Un tercer socio de la cooperativa, Isidro, guarda sus piedras en su
casillero de La Valenciana18y en un pequeño galpón que está detrás de las ofi­
cinas de la mina. Está menos dispuesto que otros compradores a conservar la
mercadería hasta la temporada turística; prefiere obtener una ganancia cons­
tante. Si esperara hasta julio podría vender sus muestras a un precio más alto,
pues la demanda es mayor ya que hay más visitantes que vienen del exterior
de Guanajuato; pero tiene menos espacio para almacenar las piedras que Pepe
y Feliciano, y más contactos con coleccionistas y compradores new age , que
van de manera irregular para comprarle sólo a él. Es por esto que está menos
acostumbrado a la temporada turística que los otros dos comerciantes.19
Los comerciantes de la cooperativa también venden a tiendas o a
vendedores del centro de la ciudad, que luego ofrecen a turistas o colec­
cionistas por un precio más alto. Estos compradores despliegan, a su vez,
diferentes estrategias de compra, almacenamiento y venta; por ejemplo,
Gloria Escobar tiene un pequeño puesto los fines de semana en los Arcos de
Humboldt, en el centro de la ciudad (cerca de la presidencia municipal) en
el que vende minerales sueltos y “carritos” con minerales etiquetados con la
leyenda “Recuerdo de Guanajuato.” Las piedras cuestan entre dos y cinco
pesos cada una, y los carritos entre cinco y ocho pesos. Su fam ilia fabrica
los carritos de cerám ica en la casa y cada semana los malacateros de La
Valenciana la visitan para venderle piedras para los carritos. Gloria obtiene
una buena ganancia los fines de semana por varias razones: los carritos son
baratos y fáciles de hacer, no paga por el puesto en los Arcos (la Secretaría
M unicipal de Turismo está tratando de promover ese lugar como mercado

17. Éstas son minas de Peñoles, conocidas por la belleza y la rareza de los especímenes minerales. Como estos mine­
ros tienen prohibido extraerlos, las muestras de las minas de Peñoles tienen más demanda y alcanzan un precio
más alto.
18. Es el reparador de esa mina.
19. Isidro me contó que la venta de especímenes minerales es sólo una de las estrategias que pone en práctica
para ganar dinero. Por ejemplo, a menudo trabaja entre 10 y 15 horas por semana haciendo reparaciones en La
Valenciana. Me dijo con gran orgullo, muy justificado, que estos esfuerzos le habían permitido criar a seis niños
y brindarles una formación profesional.

267
V enas de valor , piedras de renombre

artesanal de fin de semana20) y atiende el puesto ella misma. Precisó que


gana entre 300 y 400 pesos por fin de semana (el equivalente a una semana
de sueldo de albañil o leñador). Gloria es una de las cada vez más numerosas
mujeres que participan en el negocio de los especímenes minerales como
intermediarias; muchas de ellas (pero no Gloria) son esposas o parientes de
socios de la cooperativa.
Jean-M ichel, un coleccionista francés, va a La Valenciana varias
veces al año para comprarle a Isidro. Jean-Michel compra en Santa Eulalia
(Chihuahua), Zacatecas y G uanajuato, y vende en Francia, Alem ania y
Chile. Busca muestras raras, sobre todo aquellas en las que varios minerales
se desarrollaron juntos y especímenes de valencianita y guanajuatita, ambos
específicos del municipio de Guanajuato. Me dijo que cuanto más específica
de una localidad puede considerarse la muestra mineral, más dinero cuesta.
Jean-M ichel debe escoger las piedras con mucho cuidado por dos razones:
vende a un exigente mercado de coleccionistas que están dispuestos a des­
embolsar más dinero por muestras seleccionadas; y tiene que pagar derechos
de aduana fijados de acuerdo con el peso de las piedras que lleva a Francia y
Alemania. Le pregunté si pensaba vender piedras por internet, como varios
de sus colegas empezaban a hacer, pero me dijo que la gran alegría de su vida
era viajar de mina en mina para elegir las piedras.
Chris Tredwell, un empresario automotriz británico que trabaja cerca
de Irapuato, utilizó contactos locales y una alta dosis de celo y determina­
ción para aprender de manera autodidacta los principios del coleccionismo
de minerales; en 1998 vendió su colección de minerales del distrito minero de
Guanajuato a las universidades de Harvard y Arizona, en $22 000 dólares.21
Tredwell, el comerciante de Tucson con el que trabajaba (Peter Megaw) y el
director del Museo Mineralógico de Harvard (Cari Francis) me dijeron que
su colección era tan valiosa por el hecho de estar ampliamente documentada;
era posible rastrear las piedras hasta su origen en minas particulares o incluso
en niveles dentro de las minas.

20. Es probable que haya tenido algún tipo de relación personal con la presidencia municipal que le procuró uno de
estos codiciados lugares.
21. $7 000 fueron por una magnífica y valiosa muestra en particular.

268
El hau de los especímenes minerales

En estas breves estampas se revelan varias cosas: Para tener éxito en


el negocio de los especímenes minerales es necesario cultivar relaciones per­
sonales, usar los sistemas dominantes de crédito y trueque para actuar sobre
el mercado y comprenderlo. Sobre todo, es necesario entender que el precio
que puede alcanzar una piedra está directamente relacionado con el grado
en que puede establecerse y volverse visible su relación con las minas, tanto
si la piedra es considerada como mercancía o como obsequio. Esto es, el hau
de la piedra, expresado en su apariencia física y su trayectoria identificable,
debe ser evidente para que su valor aumente (en tanto que mercancía, este
valor se expresa como precio\ en tanto que ofrenda, se expresa en el signi­
ficado del obsequio como relación entre la m ina, el donante y el receptor
humano o divino). En marcado contraste con la plata, que debe perder sus
cualidades distintivas para alcanzar el valor óptimo de cambio, pero que
impone un retorno y la justificación en otras formas, el valor de los especí­
menes minerales depende de su cualidad distintiva.
El hau de los especímenes minerales parece ser una cualidad visible,
y los mineros y otros suelen usar metáforas visuales para describirlo.22 Por
ejemplo, un minero que le vende a Feliciano me decía a menudo:

Hace una semana un minero me trajo unas piedras de San Vicente, y al principio
pensaba que no eran de buena calidad, no me gustaban, pero de repente vi que
tenían unas florecitas muy bonitas. Hay que ver con los ojos del alma y no sólo con
los meros ojos, así ves nada más la superficie ... Pero el problema es que la persona
a quien vendo, tal vez no va a ver el valor de la piedra, y así pierdo yo.

Para este minero, el valor de la piedra está dentro de ella misma pero
también es posible apreciarlo físicamente, al menos para algunos observado­
res. Este valor exterior puede ser expresado en términos como el precio, pero
su tasación exacta depende de la sensibilidad de quien la observa; y quizás
este minero esté sugiriendo también que tanto comerciantes como turistas,
al carecer de vínculo con las minas, a menudo no la tienen. Además, aunque
esté hablando del modo en que se compran y venden los especímenes mine­
rales, este minero relaciona su precio con una forma más sutil de valor, visible

22. Agradezco a Alaina Lemon por esta sugerencia.

269
V enas de valor , piedras de renombre

sólo para algunos, aquellos que pueden apreciarlo de manera adecuada (un
poco como un obsequio).
Otro ejemplo muestra cómo los socios de la cooperativa valoran los
especímenes minerales de maneras que tienen en cuenta la perspectiva cam­
biante, la localización y la relación con las m inas. Una tarde visité a mi
am iga Alicia, la viuda de un camionero de la cooperativa que se incorporó
a ésta después de la muerte de su esposo; ahora vende boletos en la entrada
turística de La Valenciana, en la bocamina San Cayetano. Nos sentamos
a la sombra de la entrada a la m ina, tomando Coca Cola y mirando a los
vendedores pregonando sus piedras. Le pregunté qué motivaba a la gente a
comprarlas. Ella conjeturó: “Un minero me puede dar unas piedras y tienen
valor porque las sacó de la minas con sus propias manos. Yo, porque vengo
de Guanajuato, yo nunca pagaría por una piedra, porque aquí están donde­
quiera. Pero si vienes de afuera, sí tienen valor”.
Aquí, Alicia parece identificar dos fases diferentes del intercambio:
el espécimen mineral en tanto que mercancía y en tanto que obsequio; así,
establece una diferencia tajante entre su persona como guanajuatense nativa
y socia de la cooperativa, y las personas de afuera. Comprar especímenes
minerales está bien para las personas de afuera, pero ella no lo haría; para
ella, su valor deriva del lugar de proveniencia y del minero que los extrajo y
se los dio. Sin embargo, sean vendidos o regalados, los minerales implican
una relación entre su origen y algún otro lugar (la posición que tiene Alicia
como socia de la cooperativa, pero no minera, o bien la posición de visitante
de Guanajuato).23
El hau de los especímenes minerales entra en juego también para los
vendedores y coleccionistas fuera de Guanajuato. En una entrevista de agosto
de 2000, Carl Francis, el director del Museo de M ineralogía de Harvard,
se refirió a la importancia de reunir una colección de minerales con espe­
cialidades regionales y locales. Francis señaló que cada tipo de comprador
valora cosas diferentes de las muestras minerales. Las colecciones científicas,
por ejemplo, están interesadas, como es comprensible, en la documentación

23. En su análisis del souveniren general, Susan Stewart (1993) apela a temas similares a los que menciono aquí, como
el intento de encapsular y transportar una versión en miniatura del lugar. El hecho de que las muestras minerales
sean literalmente fragmentos de Guanajuato resalta esto aún más.

270
La hibridez del valor

detallada que les permita ubicar las muestras geológicamente. Algunos com­
pradores buscan un bonito souvenir del lugar, o simplemente algo que luzca
bien sobre un estante o una mesa. Muchos joyeros en sitios como Ann Arbor,
Sedona y Laguna Beach usan minerales para decorar el sitio donde exhiben
sus artículos. Y, como dijo Francis, “los vendedores de minerales quieren en
verdad interesar a los más ricos.24 Esa gente busca belleza, rareza y exclusivi­
dad. Es una forma tangible de valor.”
Estas son sólo algunas de las motivaciones y los criterios para valorar
los especímenes minerales. No obstante, todas estas maneras diferentes se
vinculan con una noción de lugar, y en muchos casos el valor de la piedra
aumenta si se puede establecer con certeza la relación con una ubicación par­
ticular.25 Aun cuando la piedra se venda como mercancía, lo que a menudo
es el caso (y a veces por una gran suma de dinero), el hecho de ser tangible
—es, después de todo, un pedazo de Guanajuato—, de ser única y tener una
relación evidente con los mineros, le otorga cualidades de don. De hecho,
cuanto más importante sea esta cualidad, más alto será el valor de cambio de
la piedra.

La h ib r id e z d e l v a l o r

En el curso del siglo XX, la ciudad de Guanajuato pasó de tener una econo­
mía por completo dependiente de la minería y sus actividades derivadas, a
una economía que combina minería, turismo, administración del estado y
de la universidad, y producción artesanal (en especial cerámica). El precio
de la plata cae mientras que el valor de las minas como Patrimonio de la
H um anidad (e im án para los turistas) aumenta. Hoy en día, Guanajuato
compite con otras ciudades plateras como Zacatecas (ambas, y varias otras en
México, están incluidas en la lista de Ciudades del Patrimonio M undial de
la UNESCO) por la autenticidad y la grandeza de su pasado minero y la sin­
gularidad de sus minas, plazas e iglesias. No sorprende que los especímenes

24. Aquellos que pagarían cinco, 10 o 25 mil dólares por un solo espécimen.
25. Un ejemplo interesante de esto es la emergencia de un mercado de etiquetas antiguas de muestras minerales (The
Mitieralogical Record, sept.-oct. 1977: 407-408).

271
V enas de valor , piedras de renombre

minerales, mercancía que obtiene su valor de la especificidad y del grado de


similitud con el lugar de origen, se vendan tan bien.
Al mismo tiempo, es un error interpretar como un fenómeno nuevo
el auge de estos especímenes y la importancia de la especificidad del lugar. La
historia de las mercancías está repleta de objetos que atraen a los consumido­
res por su especificidad y la posibilidad de rastrearlas hasta lugares o personas
determinados: los ejemplos que vienen a la mente abarcan los mercados de
arte,26 el tráfico de reliquias religiosas, la venta del bate de H ank Aaron, la
guitarra de Elvis Presley, los vestidos de la princesa D iana y otros objetos
llenos de significación (cf. Graeber 2001: 212). Fernando Ortiz hizo un fasci­
nante relato de lo que consideró el “contrapunto cubano” por excelencia, es
decir, entre el tabaco y el azúcar. Su relato muestra cómo el azúcar cubano
viaja por el mundo sin poder ser distinguido del otro azúcar, mientras que el
tabaco recuerda y anuncia continuamente su origen (Ortiz 1998). Si nos remi­
timos a Ortiz, podemos hablar de un “contrapunto cooperativo” compuesto
de plata y especímenes minerales. Como el contrapunto cubano de Ortiz,
éste entre la plata y los especímenes minerales puede decirnos mucho sobre el
modo en que los socios de la cooperativa utilizan, en este momento histórico
particular, lenguajes del valor que compiten y se superponen.
En su análisis del dinero palauano (ya mencionado), Parmentier uti­
liza la tensión entre movimiento y estasis de ciertos tipos de dinero para reba­
tir la afirmación de Annette Weiner acerca de la utilidad intercultural de
una categoría de posesiones inalienables. Sus observaciones señalan con tino
las complejidades que el modelo de Weiner pasa por alto. Sin embargo, yo
sugeriría, que el problema yace en lo “categorial” de su formulación y no en
el realce de la inalienabilidad.27 Como muchos estudiosos del intercambio,
Weiner, al intentar esclarecer el concepto de “posesión inalienable” tiende a
reificarlo, a tratarlo como una categoría preconstruida; lo mismo sucede con
las categorías de “don” y “mercancía.” El paso siguiente es a menudo buscar

26. Cari Francis describió un espécimen particularmente delicado diciendo “es un verdadero Rembrandt”.
27. Encontramos un ejemplo análogo de la tensión descrita por Parmentier en el seno del capitalismo estadouni­
dense: la imagen de la fortaleza inexpugnable de Fort Knox, donde los lingotes de oro deben mantenerse inmóvi­
les y protegidos con el fin de que los dólares estadounidenses circulen con seguridad. Si bien esta imagen supone
el patrón oro, al que el dólar ya no está vinculado, continúa ejerciendo un poder cultural sobre la mayoría de los
estadounidenses.

272
La hibridez del valor

en los registros etnográficos las cosas que encajen en estas categorías, un paso
que oscurece la manera en que compiten y se intercalan los diferentes modos
de asignar valor.
Una antropología de las sustancias mineras en la cooperativa de Santa
Fe nos permite ver el terreno en el que la gente es capaz de caracterizar algunas
cosas como patrimonio y sacar provecho de ello. Los socios de la cooperativa
y otros guanajuatenses no tratan los especímenes minerales como posesiones
patrimoniales; sin embargo, su existencia y el derecho a extraerlos y vender­
los les permite sobrevivir y continuar considerando la plata como patrimo­
nio. Además, el hau de los especímenes minerales promueve una visión de
Guanajuato construida desde las minas, que puede ser enviada al extranjero
y conservar un vínculo incluso cuando viaja. La plata difunde la fama de
Guanajuato al retornar en otras formas, mientras que los especímenes mine­
rales lo hacen dado que tienen una relación evidente y documentable con las
minas. Ambos son esenciales para la supervivencia de la cooperativa y depen­
den de la capacidad de sus socios, familias y otros guanajuatenses de asignar
formas de valor múltiples o híbridas.
A lo largo de este libro hemos visto cómo los socios de la cooperativa
y sus familias, así como otros guanajuatenses, luchan con una paradoja fun­
damental: cómo utilizar la riqueza para mantener y reproducir el colectivo
al tiempo que deben vivir de ella. Los socios de ésta intentan resolver tal
contradicción de diversas maneras. Como vimos en el capítulo 4, lo hacen
concibiendo los aspectos generativos de la minería, la m ina y la casa como
espacios generativos análogos. Logran esto, como vimos en el capítulo 6, al
transformar la administración adecuada del patrimonio en una caracterís­
tica de la masculinidad y de liderazgo adecuados. En este capítulo hemos
visto que dichas estrategias conceptuales e ideológicas están avaladas por la
existencia paralela de otras formas de riqueza, de las que no depende el man­
tenimiento adecuado de la colectividad. Los especímenes minerales son un
ejemplo de esta otra forma de riqueza. Sin embargo, como sucede con la
riqueza patrimonial, múltiples modos de asignación de valor condicionan su
rentabilidad y su significado para aquellos que están tanto dentro como fuera
de Guanajuato.
Los múltiples usos y significados asociados con los especímenes mine­
rales y la plata, bien que en cierta forma particulares a Guanajuato y Santa

273
V enas de valor , piedras de renombre

Fe, también ponen de relieve transformaciones políticas y económicas en el


ámbito nacional y proveen un ejemplo de las estrategias con las que los mexi­
canos en general intentan sobrellevar estas transformaciones. La pregunta
que formulé al comienzo de este libro, ¿cómo se utilizan las form as d e riqueza
patrim onial para m antener y reproducir la colectividad y a l mismo tiempo vivir
d e esta riqueza?, es trascendente para gente que vive en una amplia variedad
de circunstancias en el México contemporáneo, y ocupa un lugar destacado
en los debates sobre cuestiones políticas, económicas, sociales y culturales.
Como los socios de la Cooperativa de Santa Fe, muchos mexicanos compro­
metidos en estos debates usan un lenguaje del valor inalienable para mante­
ner e impugnar los límites de colectividades nacionales y subnacionales. El
próximo capítulo delinea las relaciones y disyunciones del valor y la colectivi­
dad dentro del contexto más amplio de México.

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