You are on page 1of 26

3

La lógica de proposiciones

La lógica tradicional reconocía como válidas dos formas de razo­


namiento hipotético que pertenecen no a la lógica de térm inos, sing
'h Va V6gica de proposiciones. Los lógicos medievales llamaron a esas
formas el modus ponens y el modus tollens.
La form a del prim ero es

Si p, entonces q
P
.*■ q

y la del segundo
Si p, entonces q
no q
nop

Además, reconocía dos form as de argum entación disyuntiva:

O p, o q
P
. . no 4

Op,oq
no q
P
61
Esos tipos de inferencia dependen de la relación formal de an­
tecedente a consecuente y de la de disyunción 1 (entre proposicio­
nes), no de la estructura interna de las proposiciones componentes.
Pero el hecho de que, por ejemplo, la estructura interna del antece­
dente y del consecuente en una argum entación del modus ponens
carece de im portancia para la validez de ésta, no fue reconocido por
los lógicos tradicionales, aunque ya había sido advertido por lógicos
estoicos poco después de la m uerte de Aristóteles. Las argum enta­
ciones de esa form a se simbolizaban en la notación de la lógica de
términos como

Si A es B, C es D
A es B
. . CesD

y se describían como silogismos hipotéticos. En palabras de R. M. Ea­


ton, «al enm ascarar esas relaciones entre proposiciones en el aná­
lisis general sujeto-predicado, y al com prim irlas en las formas
silogísticas basadas en ese análisis, los lógicos tradicionales se oculta­
ron a sí mismos la necesidad de un tratam iento más general de la
lógica que pudiera incluir la lógica de las proposiciones elementales
y no sólo la eje los térm inos».2 Realmente, no,llegaron a ver con cla­
ridad que la lógica de las proposiciones elementales era una ram a
de la lógica necesitada de investigación.
La lógica de las proposiciones comprende aquellas leyes de nece­
sidad lógica vigentes entre proposiciones, cualquiera que sea la es­
tructura interna de éstas. Esas leyes pueden presentarse en un vo­
cabulario lógico que consta simplemente de signos de proposiciones
no-analizadas, de negación, de conjunción y disyunción de proposi­
ciones, y de la relación de antecedente y consecuente. Como hemos
visto, la ley ejemplificada por la proposición de que es lógicamente
imposible que T om es australiano1 y Tom no es australiano' sean
a la vez verdaderas, es una de esas leyes. Para presentarlas sin
ambigüedad y de m anera sucinta ha sido inventada una notación es­
pecial en la que hay signos especiales para la negación, conjunción,
disyunción y relación antecedente-consecuente, y para otras relacio­
nes definibles en térm inos de las anteriores, y en la que letras del
alfabeto representan proposiciones no analizadas o no compuestas.

1 Disyunción exclusiva, no inclusiva; ver «La interpretación de las constan­


tes», en este mismo capítulo.
2 R. M. E aton , obra citada, p. 157 (ligeramente parafraseado).

52
Si utilizamos esos signos especiales nos comprometemos a observar
las reglas que gobiernan su uso en el sistema de lógica proposicional
que se llama ’cálculo de proposiciones'. El cálculo de proposicio­
nes, es im portante reconocerlo, nos proporciona una presentación
sistem ática de las leyes de la lógica proposicional, pero no necesa­
riam ente la única posible. Ese sistema será el que expondremos aho­
ra brevemente.

El cálculo proposicional

Las letras p, q, r, etc., son variables proposicionales; es decir,


pueden representar una proposición cualquiera.
Los signos especiales, que se llaman constantes, son V,
'/'• Ninguno de ellos puede usarse aisladamente, sino sólo
junto con proposiciones o variables proposicionales.
es el signo de la negación, y siempre precede a una proposi­
ción o variable proposicional,
'• \ el signo de la conjunción, y V, el signo de la disyunción, enla­
zan proposiciones o variables proposicionales.
'z )\ llamado el signo de implicación material, enlaza proposicio­
nes o variables proposicionales. Aproximadamente, representa la
relación entre antecedente y consecuente.
' = el signo de equivalencia material, enlaza proposiciones o va­
riables proposicionales que son o ambas verdaderas o ambas falsas,
o, para decirlo de otro modo, que tienen los mismos valores de
verdad.
*/', el «signo-trazo» de Sheffer, es tam bién un,signo conectivo, y
significa que no son verdaderas las dos proposiciones conectadas.
Toda fórm ula completa construida según las reglas de ese sis­
tema representa una proposición o la forma de una proposición.3
Toda proposición, sea simple o compuesta, es verdadera o falsa. De­
finimos las constantes formulando las condiciones en las cuales las
proposiciones compuestas que comprenden esas constantes son ver­
daderas o falsas. Así, definimos cuando decimqs que es
verdadera si ’p ’ es falsa, y falsa si 'p } es verdadera. Semejantemente,
definimos cuando decimos que ’p -q ’ es verdadera si tanto p como

3 Sobre ese punto ver unas páginas más adelante, «Formas proposiciona
les». En este capítulo he comprimido la exposición y formas de proposición.
Por ejemplo, '~ p ' puede servir para presentar, en un contexto, una forma de
enunciado de la que son signos componentes y ’p \ y, en otro contexto, la
forma de una proposición negativa.

53
q son verdaderas, y falsa si una de las dos proposiciones componen­
tes, o las dos, es falsa, ’p v q’ es verdadera si 'p ' es verdadera, o *q*
es verdadera, o lo son ambas. es verdadera si ’p' y 'q* son am ­
bas verdaderas o ambas falsas, o si p es falsa y q verdadera; es falsa
solamente si p es verdadera y q es falsa. ’p = q’ es verdadera si p y q
son verdaderas o si ambas son falsas, ’p / q’ es verdadera si son falsas
p o q, o ambas; es falsa si tanto p como q son verdaderas.
Las constantes no son todas prim itivas e independientes, sino,
hasta cierto punto, interdefinibles. Así, ’p - q ’ puede definirse como
’~ ( ~ P v ~ q )’.4 Del mismo modo, en el lenguaje ordinario podría­
mos pasarnos sin 'y' siempre que tuviéramos un vocabulario que in­
cluyera 'o' y 'no'; podríam os reemplazar, aunque con cierta inco­
modidad, «Juan cayó y Jaime tropezó con él», por «No es el caso que
0 Juan no cayese o Jaime no tropezase con él». Las constantes ' 3 '
y ' = * pueden ser definidas en términos de y o de V y
m ientras que, como hemos visto, fórmulas que empleen y
pueden reemplazarse por otras que empleen V' y y viceversa.
Así, lo mismo que ’p -q ’ puede definirse como ' ~ ( ~ p v —qY, ’p v q >
puede definirse como ' ~ ( ~ p - ~ q ) \ ’p=>q’ puede reemplazarse o por
1 ~ p v q’ o por ~ q ) ’t puesto que, como hemos visto, una pro­
posición de la form a 'p D ^ ' es falsa solamente si ’p ’ es verdadera y
V falsa (para todos los demás valores de verdad es p y q, ’p^>q' es
verdadera) y las mismas condiciones de verdad valen para *~p v q’
y para ' ~ ( p - ~ q ) ’. Del mismo modo, fp = q' puede ser reemplazada
por ’(pz>q)-{qz>py.
Esa sustitución de una fórmula, en la que se emplea un equipo
de constantes, por otra fórmula, en la que se emplea otro, resulta
más inteligible para algunos cuando las constantes se reemplazan
por conjunciones del lenguaje ordinario equivalentes o aproximada­
mente equivalente a aquéllas. Con esa intención puede leerse
como, o ser reemplazada por, 'no'; V, por 'o'; '•' por 'y'; 'z>', por 'si'
(con lo que ’p=)q’ se lee: 'si p} q’)'t y ' = ', por 'si, y sólo si'. Puede
verse, pues, que igualar definicionalmente con *~p vq’, o
’~ {P ’ ~ q’), es lo mismo que igualar el significado de 'si p, q ’ con
'o rio-p, o q' o con 'no-p y no-q’ (o, más idiom áticam ente, 'no-p sin q’).

4 Como sólo quiero ofrecer una breve revisión del cálculo, no haré una
explicación detallada del mismo. La función de los paréntesis puede ser fácil­
mente comprendida por quien haya estudiado álgebra elemental. En este caso
se trata de dejar claro que la parte de la fórmula entre paréntesis se niega como
un todo por el ~ precedente. Similarmente, por \ p v q) v r’ expresamos la
disyunción de 'p v q’ como un todo, y V; por 'p v (q v r), la disyunción de 'p' y el
todo *q v r.

54
Para utilizar un ejemplo particular, tratam os como sinónimos «Si
llueve, el sol está oculto», «O no llueve, o el sol está oculto», y
«No llueve sin que el sol esté oculto».
La interdefinibilidad de las constantes del cálculo posibilita que
su número se reduzca a dos — y V; y o —, o, si se
admite el signo-trazo, por éste sólo.5
Así pues, podemos expresar todas las relaciones entre proposi­
ciones de las que depende la lógica proposicional, a saber: negación,
conjunción, disyunción, implicación m aterial y equivalencia m ate­
rial, por medio de sólo dos constantes. Estas (' ~ ’ y ' •',' ~ ' y V, o ' ~ '
y ’3 ’) pueden considerarse como signos de conceptos primitivos y
no definidos. Pero, lo mismo que no sería conveniente reducir las
conexiones lógicas del lenguaje ordinario a 'y' Y o a 'o' y ’no',
suele considerarse inconveniente reducir a dos las constantes del
cálculo, y las fórm ulas que emplean las otras constantes que hemos
presentado (aparte de '/') se introducen habitualm ente como abre­
viaturas definicionales de fórmulas en las que sólo se utiliza el par
básico. Las definiciones se introducen así: 6

P^Q = ~(P.~Q) Df.


P v Q = ~(~P-~Q) Df.

Lo que determ ina la verdad de las proposiciones compuestas, es


decir, proposiciones que son negadas o comprenden disyunción, con­
junción, implicación m aterial o equivalencia m aterial, es la verdad o
falsedad de las proposiciones no-compuestas con que están construi­

5 Puesto que 'p¡q' es verdadera si al menos una de las dos proposiciones


p o q es falsa, ’p /q ’ es equivalente a ' ~ (p -q )’, o a ~p v z>q\ Si utilizamos
como única constante, ’p /q ’ reemplaza a '~p', ’(p /q ) / (p/q)’ reemplaza
a ’p q’, (p/p) / (q/qY reemplaza a ’p v q’, ’p /(q /q )’ reemplaza a '/?=><?'. La iden­
tidad de los valores veritativos de ambos miembros de cada uno de esos pares
de fórmulas puede comprobarse por las tablas veritativas (ver poco más ade­
lante). Nosotros no utilizaremos la función en los ejemplos siguientes. Lo
que se gana en el aspecto de la economía notacional es contrapesado con
exceso, al menos al principuio, por lo que se pierde en facilidad de inteligibi­
lidad en las fórmulas resultantes.
6 El signo '= ... Df.' no es una constante del cálculo proposicional, y, por
lo tanto, no se utiliza en fórmulas que expresen leyes lógicas. Solamente se usa
para exponer la interpretación de los símbolos utilizados para expresar leyes
lógicas. Larazón de que se empleen letras mayúsculas, ’P’'Q', 'R ', etc., en defi­
niciones y en la expresión de las reglas del cálculo,enlugar de las variables
V, V, etc., es el deseo de excluir definiciones y reglas de las leyes del sistema,
e indicar que definiciones y reglas se aplican con toda generalidad a todas las
fórmulas del cálculo.

55
das. Así, fp • qf es verdadera si *p’ es verdadera y ’qf es verdadera; 'p^>q'
es falsa si y sólo si ’p* es verdadera y ’q’ es falsa. Nada hay en eso que
pueda sorprendernos. 'Juan cayó y Jaim e tropezó con él' es una propo­
sición com puesta verdadera si es verdadero tanto que Juan cayese co­
mo que Jaime tropezase con él. Está, entonces, claro que podríamos
proceder indefinidamente a construir fórmulas de proposiciones com­
puestas que serían contingentemente verdaderas o falsas según que
fuesen verdaderas o falsas sus proposiciones componentes. Pero hay
algunas fórm ulas que producirán siempre proposiciones verdaderas,
y otras que producirán siem pre proposiciones falsas, cualesquiera que
sean las proposiciones que sustituyan a ’q’ y V. Así, cualquiera
que sea la proposición que sustituya a p en ' ~( p- ~ p )\ la proposición
compuesta resultante será verdadera, y cualquiera que sea la pro­
posición que sustituya a p en fp • ~ p \ la proposición compuesta resul­
tante será falsa. Podemos, pues, distinguir tres clases de fórmulas:
1) Contingentes, tales como ’p^>q’, que pueden producir una pro­
posición compuesta verdadera o una falsa. 2) Lógicamente verda­
deras, lógicamente necesarias, tales como 'p v ~ p '; dichas fórmulas
expresan leyes lógicas. 3) Lógicamente falsas, lógicamente imposi­
bles, como 'p- ~ p \

Tablas veritativas

Hay un sencillo método para establecer si las fórmulas son con­


tingentes, lógicamente necesarias o lógicamente imposibles y si unas
fórmulas son o no equivalentes a otras. Es el método de las tablas
veritativas, que puede explicarse con gran facilidad m ediante unos
ejemplos de su empleo. Damos a continuación la tabla veritativa para
la fórm ula ’p ^ q ’:

P <1 p-=>q

1. V V V
2. V F F
3. F V V
4. F F V

En la línea superior, a la derecha, está im presa la fórm ula so­


m etida a consideración. A su izquierda se inscriben en columnas
separadas sus variables proposicionales componentes, y, bajo éstas,
cuatro combinaciones de V («verdadera») y F («falsa»), que son to­

56
das las posibles. En la columna de la derecha se registran los corres­
pondientes valores veritativos (es decir, V o F) de la fórm ula como
un todo, para cada una de las posibles combinaciones de verdad o
falsedad de sus componerítes. Podemos ahora leer los posibles valo­
res de verdad de la fórmula, horizontalmente y línea por línea: «Si
p es verdadera y q es verdadera, entonces p^>q es verdadera; si p
es verdadera y q es falsa, entonces pz^q es falsa; si p es falsa y q es
verdadera, entonces pz^q es verdadera; si p es falsa y q es falsa,
entonces pz>q es verdadera». Esa tabla puede interpretarse como
estableciendo las «condiciones veritativas» de la fórmula ’pz>q, y, en
consecuencia, como form ulando las reglas para el uso del signo ' z)\
Consideremos a continuación un caso en el que las reglas de
uso de la constante 'zj' se dan supuestas, y nuestra tarea consiste
en decidir sobre las condiciones veritativas de una fórmula, a la luz
del conocimiento de aquellas reglas.

P 9 r [(p=>gM gr>r)] =>(p=>r)

1. V V V V V V V V
2. V V F V F F V F
3. V F V F F V V V
4. V V F F F V V F
5. F F V V V V V V
6. F V F V F F V V
7. F F V V V V V V
8. F F F V V V V V
(1) (4) (2) (5) (3)

Los números bajo las columnas de V y F dan el orden en que los


valores veritativos de las partes de la fórmula, para todos los valo­
res veritativos de las proposiciones elementales constituyentes, son
calculados.
Así, las constantes en las columnas (1), (2) y (3) —que son siem­
pre ' 3 '— son las de m enor alcance; el alcance de (columna (4),
es mayor ('•' conecta ’(pziq)' y ’( q ^ r ) ’), m ientras que el alcance de
’=>' en la columna (5), llamada la constante principal, es el m ayor
de todos. Los paréntesis indican qué elementos han de tom arse jun­
tos y también en qué orden han de tomarse. La constante princi­
pal puede ser com parada al verbo principal de una oración com­
puesta, las otras a los verbos de las cláusulas subordinadas. Los
valores veritativos de la columna (4) se determ inan por los valores
veritativos de las columnas (1) y (2), m ientras que los de la colum­

57
na (5), que son los valores veritativos de la fórm ula como un todo,
están determ inados por los de las columnas (4) y (3). Como ya hemos
dicho, el valor veritativo de una fórm ula o parte de una fórm ula se
determ ina por la verdad o falsedad de las formas proposicionales
elementales componentes, de acuerdo con las reglas de su constan­
te. En la anterior tabla veritativa se verá que la columna (5) consta
de una serie ininterrum pida de V. Así, para todas las posibles combi­
naciones de valores de verdad de ’p ’, ’q’ y V', la fórm ula expresa una
proposición que es verdadera. ’[(p'Dq)-(qzDr)]'D(pz3ryt es, pues,
lógicamente verdadera, o una ley lógica. Cuando la columna bajo la
constante principal de una tabla veritativa consta de V y F mezcla­
das, la fórm ula es contingente; cuando consta de una serie ininte­
rrum pida de F, es lógicamente falsa.
Un tercer ejemplo m ostrará cómo podemos, m ediante tablas
veritativas, exhibir la equivalencia de fórmulas.

p <1 ~pvq

V V V V
V F F F
F V V V
F F V V

Para todos los valores veritativos de p y q, cuando ’p=>q’ es ver­


dadera, ’~ p v q’ es verdadera; cuando 'prx?' es falsa, ’~ p y q’ es
falsa. Así pues, son fórmulas lógicamente equivalentes, y cualquiera
de ellas puede sustituir a la otra sin alteración alguna en su valor
veritativo.

Formas proposicionales

En el punto al que hemos llegado hacen falta algunas palabras


acerca del status de las fórmulas del cálculo de proposiciones. ’p^>q'
no es en sí m ism a una proposición, sino una form a proposicional.
No es ni verdadera ni falsa, sino una form a que pueden tom ar tanto
proposiciones verdaderas como proposiciones falsas. En contraste,
'p v ~ p ' puede interpretarse o como una form a proposicional o como
una ley lógica. Es una form a proposicional en tanto que puede ser
ejemplificada, por ejemplo, por 'O Tom es australiano o Tom no es
australiano’. Al mismo tiempo puede entenderse como la formula­
ción (incompleta) de una ley, que rezaría: 'Cualquier proposición,

58
verdadera o falsa, o es verdadera o no es verdadera1, o bien, T oda
proposición, o es verdadera o es falsa'.7 Del mismo modo, es razona­
ble adscribir un status dual a fórmulas tales como 'p • —p \ y descri­
birlas como formas proposicionales o como imposibilidades lógi­
cas. 8

El sistema

Ahora podemos ver cómo sin la ayuda (o, más fácilmente, con
ella) de las tablas veritativas, es posible ordenar las fórmulas del
cálculo de proposiciones bajo distintos encabezamientos. Podemos
colocar bajo uno leyes lógicas, bajo otro imposibilidades lógicas,
bajo un tercero fórmulas contingentes. Además, podemos exhibir
las relaciones lógicas que se dan entre fórmulas, que una fórm ula es
compatible o incompatible con otra, o equivalente a otra, etc. Pero
los lógicos no se han dado por satisfechos con un procedimiento tan
poco sistemático. En vez de eso, han emprendido la tarea mucho
más considerable de m ostrar que las leyes de la lógica proposicio-
nal son interdependientes y constituyen un sistema lógico deductivo
completamente inteligible. Los más influyentes de los adelantados
en esa empresa fueron W hitehead y Russell, y es el procedimiento
seguido por éstos el que vamos a considerar brevemente.
En prim er lugar, determ inadas ideas o conceptos se aceptan
como primitivos y no definidos; luego, otras ideas o conceptos se
definen en términos de aquéllos, y se inventan signos escritos o im­
presos para expresarlos. Después se establecen ciertas proposiciones
como axiomas o leyes primitivas. Estas sirven como prem isas a par­
tir de las cuales se deducen (o «derivan») todas las restantes leyes
de la lógica de proposiciones. A las leyes de ese segundo tipo se les
llama teoremas, y son análogas a los teoremas de la geometría. La

7 Para la formulación inequívoca de leyes lógicas necesitamos un signo de


'cuantificación universal'. Así, la ley de tercero excluido (que toda proposición es
necesariamente verdadera o falsa) se expresaría como \p ) (p v ~ p )\ donde (p)
ha de leerse como 'sea p la proposición que fuere', o, más brevemente, 'para
toda p', y se conoce técnicamente como un 'cuantificador universal'. Si una
fórmula expresa una ley lógica, debemos siempre entender sus variables pro­
posicionales componentes como cuantificadas universalmente. Así, como ex­
presión de una ley '[(p=D^).(^=>r)]=)(pz)r)', es una abreviatura de '(p)(¿7 )(r)
{ [{pz>q) (<5rz>r)]=>(pz>r) \ Pero los cuantificadores pueden ser omitidos, y
generalmente lo son, cuando está claro por el contexto que una fórmula ha de
entenderse como expresiva de una ley.
8 Pero ver el final de este capítulo.

59
deducción de teoremas a p artir de los axiomas del sistema se lleva
a cabo de acuerdo con un núm ero limitado de principios de infe­
rencia.
En el sistema de los Principia Mathematica9 se tratan como pri­
mitivos los conceptos siguientes:

1. El de proposición, representado por las letras 'p\ 'q\ V, etc.


2. El de disyunción inclusiva, representado por V, y por el
cual una proposición de la form a *p y q* es verdadera si son verdade­
ras o ’q’, o ambas.
3. El de negación proposicional, representado por ' ~ \
Tres constantes se introducen por definición:

P^>Q=~PyQ Df.
P Q = ~ ( ~ P V ~Q) Df.
P = Q = (Pz>Q) ■(Q=>P) Df.

Se seleccionan cinco leyes primitivas:

1. ( pyp) z >p
2. qzD(pyq)
3. ( py q)iD(qy p)
4. ( p y ( q y r ) ) z D( q y ( p y r ) )
5. (qz>r)z)((p y q)z)(p y r))

La derivación de las otras leyes del cálculo proposicional se realiza


de acuerdo con tres reglas operacionales.

1. La regla de sustitución en variables, por la cual, cualquier va­


riable proposicional en una fórm ula lógicamente verdadera puede
ser uniformem ente reemplazada por cualquier otra fórm ula «de fun­
ción veritativa», es decir, por una fórm ula construida con los símbo­
los del cálculo que pueden representar una proposición verdadera
o falsa. Así, si es una ley, la sustitución de ’p ’ por *p y q ' pro­
duce una ley, \ p y q)z>(p y q)’.
2. La regla de sustitución por definición, por la cual, en una
fórmula lógicamente verdadera podemos sustituir una fórm ula por
cualquier otra equivalente según las definiciones de las constantes
del sistema. Así, si ’P Q = ~ ( ~ P v ~Q ) Df/, podemos sustituir
’p - q ^ q - p ’ por ' ~ ( ~ p v ~q)z> ~ ( ~ q y ~ q ) \

9 Prim era edición, 1903.

60
3. La regla de inferencia, que es el principio del modus ponens,
por el cual, si son leyes 'P' y 'Pz>Q', podemos deducir 'Q' como
una ley.
No se pretende que únicam ente a p artir de las prim eras leyes
enumeradas, y no a p a rtir de otro equipo de leyes, puedan derivar­
se las restantes leyes de la lógica de proposiciones, ni que solamente
las constantes y V puedan aceptarse como primitivas. Se reco­
noce que los cinco axiomas de los Principia Mathematica pueden ser
sustituidos por un trío de axiomas, y algunos lógicos han aceptado
como primitivas las constantes *~ ' y ' • o ' ~ ' y ' z > o
Haber escogido un grupo de axiomas que fueran necesarios, in­
dependientes y coherentes, y a p a rtir de los cuales pudieran ser
rigurosamente deducidas las restantes leyes de la lógica proposicio-
nal, fue un logro de prim era m agnitud en la historia de la lógica.
Junto con la construcción de las demostraciones de los teoremas, es
una empresa comparable en originalidad y perspicacia imaginativa
con la sistematización de la geometría euclidiana. Es ése un hecho
que fácilmente podemos dejar de reconocer, pues seguir el hilo de
las demostraciones, después de que han sido construidas, no exige
del estudiante otra cosa que el dominio de la notación, y que reconoz­
ca, paso por paso, la conclusividad lógica de la argumentación. Ha­
cer tal cosa no exige ni originalidad ni imaginación.
Pero no es mi intención aquí ilustrar el procedimiento de de­
mostración adoptado. Podemos advertir, de pasada, que las leyes
tradicionales del pensam iento (o «primeros principios de la lógica»),
representadas en el cálculo por ’p^>p’ («principio de identidad»),
' ~(p- ~ p )’ («principio de contradicción») y ’p v ~ p ’ («principio de
tercero excluido») no están incluidas en los axiomas del sistema.
Aunque los cinco seleccionados son necesarios y evidentes por sí
mismos, no son más obvios que otras muchas leyes. Lo que deter­
minó su selección fue el hecho de que a partir de ellos podían ser
derivados los demás. Los constructores del sistema no tuvieron en
cuenta, para sus fines, que otras leyes pudieran parecer «desde un
punto de vista de sentido común» más fundam entales o im por­
tantes.

La lógica y el cálculo

Es oportuno preguntarse qué nos autoriza a llam ar a ese sistema


que hemos venido considerando un sistema lógico. La respuesta es
sencilla. Los axiomas que sirven como prem isas son leyes necesarias

61
de lógica, y los teoremas derivados de aquéllas se siguen de acuerdo
con otras leyes o principios lógicos igualmente necesarios. Los axio­
mas no están arbitrariam ente seleccionados o prescritos; es decir,
no valen porque un innovador lógico los haya establecido. No son
reglas, en el sentido de la palabra 'reglas' en el que hablamos de 'las
reglas de un juego’. No tiene sentido decir de reglas así que sean
necesarias o verdaderas; valen, porque el inventor de un juego ha
decidido que valgan. Los axiomas del cálculo de proposiciones son,
pues, verdades necesarias, indemostrables. Si se preguntase cómo
sabemos que son necesarios, tendríam os que llegar a contestar fi­
nalmente que son evidentes por sí mismos; es decir, que tendría­
mos que apelar a un hecho psicológico más bien que lógico, al hecho
de que reconocemos intuitivam ente que son verdaderos.10
Como hemos tenido ocasión de advertir anteriorm ente, un pre-
requisito del estudio de la lógica es la capacidad de distinguir lo
lógicamente verdadero de lo lógicamente falso, lo que es válido de
lo que no lo es. Pero el vocabulario que utilizamos al hablar acerca
del cálculo de proposiciones puede llevarnos con facilidad a enten­
der erróneam ente su naturaleza, en particular la aplicación de la
palabra 'reglas' a los procedimientos operativos de acuerdo con
los cuales se dem uestran los teoremas. Son reglas en tanto que pres­
criben las rutas, dentro del sistema, en las que han de llevarse a cabo
las demostraciones. Pero sólo pueden prescribirse porque son, inde­
pendientem ente de cualquier prescripción de los lógicos, formas
válidas de diferencia. Si dos expresiones son, desde un punto de vis­
ta lógico, sinónimas, entonces es válido sustituir una por otra; la re­
gla que perm ite la sustitución uniforme en variables solamente pue­
de ser una regla porque expresa un principio lógico verdadero. La
regla de que dentro del sistema nos está perm itido proceder de pre­
misas a conclusiones mediante el modus ponens, no nos manda hacer
inferencias de ese tipo, más bien nos prohíbe incluir en nuestras de­
mostraciones inferencias de otros tipos.
Estrictam ente no puede haber 'reglas de inferencia'. Solamente
puede haber 'reglas' para hacer cosas que podemos hacer por arbi­
trio, y no inferimos por arbitrio. Inferir no es 'dar un paso', sino
reconocer que hay una implicación. No es hacer nada yo (en un sen­
tido activo), sino más bien que algo me ocurra. Se puede ordenar
a un policía que estudie detenidam ente a los que entran en una ofi­
cina, o que les registre, pero no se le puede ordenar que les reconoz­
ca. No podemos decidir inferir de proposiciones que creemos verda-
10 Aunque ésa no es toda la historia, como intentaré mostrar en el capí
tulo 7.

62
deras que es verdadera otra proposición, más de lo que un policía
puede decidir reconocer a los visitantes. Ordenar a otro que infiera
de que todos los hombres son m ortales y los griegos son hombres que
los griegos son m ortales sería emplear mal el lenguaje o revelar
una radical incomprensión de la naturaleza del pensamiento. O yo
Veo' (o 'topo con’) que la consecuencia se sigue, o no lo veo. Pero
si yo dejase de ver que una consecuencia se sigue, de nada me servi­
ría decidir ver que se sigue. Así, si infiero de acuerdo con el princi­
pio del modus ponens es porque éste es un principio válido. Sola­
mente se me puede pedir que infiera de acuerdo con él en el sentido
de que se me puede pedir, en un sistema de lógica dado, que no
cuente como pruebas demostraciones hechas de acuerdo con otros
principios lógicos válidos.
La prueba presupone siempre la validez de los principios lógi­
cos. Al probar debemos apelar a la capacidad de nuestros oyentes
o lectores para distinguir entre las argum entaciones sólidas y las
que no lo son. Podemos, ciertam ente, construir sistemas deductivos
cuyas premisas sean postulados arbitrarios sin pretensiones de ver­
dad o de necesidad lógica, y que no valen sino porque se ha estable­
cido que valgan; pero cuando desarrollam os tales sistemas y deduci­
mos teoremas a p artir de esos postulados, los principios de acuerdo
con los cuales.realizamos nuestras derivaciones no pueden tener,
ellos mismos, el status de reglas de procedimiento arbitrarias. Deben
ser principios lógicos válidos, en contraste con las prem isas del sis­
tema. Como he dicho, el cálculo proposicional no es un sistema de
ésos. Al ser un sistema lógico, las prem isas en las que tiene su punto
de partida son principios lógicos necesarios y, por lo tanto, del mis­
mo status que los principios de acuerdo con los cuales se deducen
los teoremas. En realidad, todas las leyes del sistema, sean prim i­
tivas o derivadas, son leyes de inferencia válida. El cálculo de pro­
posiciones presenta consistentem ente la lógica de las proposiciones
y muestra cómo, al reconocer ciertas formas de proposiciones como
leyes lógicas, nos vemos obligados, en conform idad con esas leyes,
a aceptar otras leyes lógicas, que pueden ser reconocidas indepen­
dientemente.

La interpretación de las constantes

Si hemos de aceptar la pretensión de que el cálculo de propo­


siciones nos proporciona un análisis correcto de la lógica proposi­
cional, debemos quedar convencidos de que las constantes lógicas

63
del sistema representan adecuadamente las propiedades formales
de las proposiciones negativas y compuestas, y, en consecuencia, sus
posibles relaciones lógicas. Las definiciones de las constantes, ¿justi­
fican que interpretem os p' como 'n o - p ’p - q ’ como ’p y q \ ’p v q’
como 'p o q \ ’p^>q’ como 'si p, entonces q’?
'~ ' no plantea dificultades como signo de negación proposicio-
nal, utilizado bien con proposiciones, como ' ~( Tom es australiano)',
o bien con form as proposicionales. Es lícito que lo leamos como
'no'.
el signo utilizado para la conjunción de proposiciones o de
formas proposicionales, parece a prim era vista tener una función
distinta de la de la palabra 'y' de los lenguajes ordinarios. En el
cálculo, el orden de las proposiciones unidas por es indiferente,
y ’p - q ’ es m aterialm ente equivalente a ’q*p*. Pero hay proposiciones
enlazadas por 'y', en el lenguaje ordinario, que parecen variar de sig­
nificado cuando se invierte su orden. Así, «Juan se puso a trabajar
y aprobó su examen» no es idiom àticam ente intercam biable con
«Juan aprobó su examen y se puso a trabajar». Pero esa aparente
disparidad no revela inadecuación alguna de parte del cálculo. En
el enunciado del lenguaje ordinario antes citado, 'y' equivale a 'y
luego' o a 'y, en consecuencia'. Así, cuando lo utilizamos, lo que afir­
mamos es, prim ero, que Juan se puso a trabajar, y, segundo, que
después de, o como resultado de ponerse a trabajar, aprobó su exa­
men. Así pues, la proposición no es, después de todo, la misma que
'Juan se puso a trabajar. Juan aprobó su examen'. La lección de
que debemos aprovecharnos es que m ientras ' •' es el signo de la con­
junción pura y simple, 'y', en el lenguaje ordinario, se usa a veces
lingüísticamente para expresar algo más que la conjunción pura y
simple.
Debe advertirse que la constante sirve no solamente para 'y',
sino tam bién para 'pero' y 'aunque', pero en eso no debe verse una
debilidad, sino una mayor fuerza del signo del cálculo proposicional.
Al emplear una sola constante para expresar la conjunción, cuales­
quiera que sean las formas de expresión de los lenguajes naturales,
el cálculo distingue lo que tiene im portancia lógica de lo que no la
tiene. 'Pero' difiere de 'y' en tanto que no se limita a la conjunción
de proposiciones, sino que además revela la actitud del que habla
(o la que el que habla supone en su auditorio) por lo que hace a las
proposiciones afirmadas. Cualquiera que sea la palabra que seleccio­
ne el hablante, la proposición de que hace aserción es la misma; y lo
que interesa a la lógica son las formas de las proposiciones, y no
nuestra actitud hacia las proposiciones. Lo que determ ina que un

64
hombre diga «Es pobre pero honrada» m ejor que «Es pobre y hon­
rada», constituye un problem a para la psicología o la sociología, pero
carece de interés para la lógica.
La constante V significa disyunción inclusiva, y no exclusiva;
es decir, una proposición de la form a *p v q' es verdadera no sólo
cuando uno de los términos de la disyunción es verdadero, sino tam ­
bién cuando lo son ambos, m ientras que, en la lógica tradicional, se
consideraba que las conexiones disyuntivas excluían la verdad de uno
de los miembros. En ambas interpretaciones se excluye la falsedad de
ambos miembros. En el cálculo, la fuerza de la disyunción exclu­
siva puede hacerse explícita m ediante expresiones de la form a
\ p v q)- ~(p-qY- En los lenguajes ordinarios parece que sólo el uso
convencional determ ina si las disyunciones han de interpretarse co­
mo inclusivas o exclusivas; * pero en el cálculo es más conveniente
operar con una conectiva que sea inclusiva. Siempre que las reglas
para el uso de V queden entendidas, ese signo puede leerse, sin con­
fusión, como «o».
La constante ’:d' presenta mayores dificultades; y la pretensión
de que represente exactamente la relación entre antecedente y con­
secuente en una proposición hipotética, requiere alguna mayor dis­
cusión que los problemas planteados por las otras constantes. Las
proposiciones de la forma ’pz>qf son verdaderas si p es verdadera y
q es verdadera, o si p es falsa y q es verdadera o falsa; son falsas
únicamente si p es verdadera y q es falsa. Si las mismas condiciones
de verdad valiesen para las proposiciones hipotéticas, auténticas
proposiciones hipotéticas corresponderían a los siguientes enun­
ciados:

1) ’Si Colón llegó a América en 1492, Barcelona es puerto de


m ar’.
2) 'Si Colón llegó a América en 1490, Barcelona es puerto de
m ar’.
3) ’Si Colón llegó a América en 1490, Barcelona es la capital de
Suiza’.
* El uso del castellano, por ejemplo, hace entender «vencer o morir» como
una disyunción exclusiva, y «Rubias o morenas, me gustan» como una dis­
yunción inclusiva. Pero otras muchas veces el uso no es decisivo. Así, «¿Qué
vamos a comprar a los niños? — Libros o juguetes», puede entenderse, sin ne­
cesidad de añadirlo, «o ambas cosas» (disyunción inclusiva); pero en una si­
tuación de especial apuro, o intención poco generosa de los compradores, se
entendería como exclusiva, «o lo uno, o lo otro». El lenguaje natural puede
hacer desaparecer la ambigüedad por el tono de voz (especialmente al pronun­
ciar «o»), el gesto, o algún otro medio. (Nota del traductor.)

65
Porque en 1), tanto el antecedente como el consecuente son ver­
daderos; en 2), el antecedente es falso y el consecuente es verdadero;
y en 3), tanto el antecedente como el consecuente son falsos. El hecho
de que proposiciones como ésas no se form ulen en el discurso ordi­
nario, y que, aunque se form ularan, no sabríamos si llamarlas ver­
daderas o falsas, ¿desacredita la pretensión de que ' 3 ' represen­
te 'si'?
Las proposiciones hipotéticas que tenemos ocasión de afirm ar
son proposiciones condicionales, el antecedente de las cuales formu­
la las condiciones bajo las cuales se realiza el consecuente.11 Afirmar
«Si llueve se suspenderá el partido» es enunciar una condición según
la cual el partido será suspendido. Así, para que una proposición
hipotética sea plausible suele ser necesario que podamos ver la rea­
lización del antecedente como significativa para la realización del
consecuente. Eso es lo que falta en las anteriores 1), 2) y 3). La
fecha de la llegada de Colón a América no im porta a la verdad de los
tres consecuentes.
Veamos si podemos establecer de qué modo los antecedentes
pueden ser significativos para los consecuentes. Se ha supuesto a
menudo que la relación es de implicación. El antecedente de la pro­
posición 'Si ningún com unista es miembro de la policía m ilitar nor­
teamericana, ningún miembro de la policía m ilitar norteam ericana es
comunista', lleva consigo la necesidad del consecuente; lo mismo
que 'Si Juan es soltero, no está casado'. Pero una de las conquistas
de los adelantados de la lógica proposicional es haber reconocido que,
aunque sea natural expresar implicaciones en la form a hipotética,
no se da necesariamente entre antecedente y consecuente relación
alguna del tipo de la de implicación. La caída de la lluvia no implica
(aunque esté causalmente relacionada con) la suspensión del par­
tido. Pero por el hecho de que la proposición implicante y la im­
plicada suelen vincularse hipotéticam ente, resulta un error fácil
suponer que la función de 'si', como tal, sea expresar una relación
lógica. En realidad no necesita haber ningún vínculo significativo
entre proposición y proposición para que éstas se enlacen hipoté­
ticamente. La condición mínima que debe satisfacerse para que
una proposición hipotética sea verdadera es que no se dé el caso de
que el antecedente sea verdadero y el consecuente falso. Es un poco
paradójico, sin embargo, que esa relación m ínima pueda llamarse
'implicación m aterial'. Es desorientador utilizar la palabra 'implica­
ción', aunque calificada, para designar una relación que se da entre

11 Pero ver la nota 12 de este mismo capítulo.

66
p y q (tanto si p implica q, en el sentido ordinario, como si no)
con sólo que no se dé el caso de que p sea verdadera y q falsa.
La doctrina im plícita en el cálculo es que el único hecho, a pro­
pósito de las proposiciones hipotéticas verdaderas, que tiene im­
portancia lógica para las relaciones en que éstas puedan estar —por
lo que hace a las proposiciones elementales— es que si sus antece­
dentes son verdaderos sus consecuentes no pueden ser falsos. No
por eso se niega que el hecho de que en un caso dado se satisfaga esa
condición puede no ei una razón adecuada para vincular hipoté­
ticamente dos proposiciones, y el lógico no se siente más inclinado
que el profano a afirm ar hipotéticas contingentes del tipo de 'Si
Colón llegó a América en 1492, Barcelona es puerto de m ar'. El lógico
convendría, sin duda, en que, en la práctica, uno no debe hacer una
aserción así a menos que piense de algún modo la verdad del ante­
cedente como una condición de la del consecuente. El cálculo no se
interesa por el análisis de las formas de proposiciones hipotéticas
contingentes más que en cuanto pueden presentarse como compo­
nentes de leyes lógicas. La ley \p zD q )^( ~qz> ~ p ) ’ tiene como com­
ponentes las fórmulas contingentes ’p^>q’ y ’~ q z > ~ p \ Qué propo­
siciones pueden vincularse como 9p* y ’q’ para form ar una proposi­
ción hipotética significativa de la forma ’p^>q', es una cuestión que
el lógico no necesita plantearse ni contestar. Lo que le interesa es
m ostrar que si una proposición significativa sustituye a lle­
vará como consecuencia una proposición de la forma ’~ q z D ~ p ’. 'Si
es el caso que si Colón llegó a América en 1492, Barcelona es puerto
de mar, entonces, si Barcelona no es puerto de m ar, Colón no llegó
a América en 1492', es una proposición significativa a pesar de que
las proposiciones hipotéticas con las que está construida (y de las
que no se afirm a que sean verdaderas) no lleguen nunca a tener oca­
sión de emplearse en el lenguaje ordinario.
Pero, aun admitiendo todo eso, podemos seguir considerando
que el significado de 'si p, ql difiere im portantem ente del de ’p^>q’-
'Si llueve se suspenderá el partido' es incompatible con 'Si llueve no
se suspenderá el partido'; en el lenguaje ordinario, una proposición
es la contraria de la otra. Pero, en el cálculo, ’p^>q’ y ’pzD ~q* repre­
sentan formas de proposiciones que pueden ser a la vez verdaderas,
m ientras que ’~pz) (pzDqy y ’~pz>(p^> ~ q ) ’ son ambas lógicamen­
te verdaderas.

Veamos cómo se produce esa disparidad. Cuando decimos algo


de la form a 'si p, q \ hacemos aserción de lo que ocurre con una
condición dada, y nuestra aserción es desm entida si, aunque se satis­

67
faga la condición, no se realiza el consecuente. 12 ¿Qué decimos, en­
tonces, cuando la condición no se satisface? Si 'si p, q’ tuviera la mis­
ma fuerza que ’p u q ’, diríamos que la proposición original había
sido comprobada, puesto que las proposiciones de la forma fp ^ q f
son verdaderas cuando p es falsa. Pero ésa no es la respuesta que
daríamos. N uestra proposición original —pongamos, por ejemplo,
'Si llueve el partido será suspendido'— no hace aserción de lo que
ocurrirá si no llueve, sino solamente de lo que sucederá si llueve. La
proposición no proporciona ni trata de proporcionar información
alguna acerca de cuál sería el caso si la condición no se realizase.
Así pues, en el caso de las proposiciones hipotéticas, una de las pre­
suposiciones del análisis de funciones veritativas de las proposicio­
nes compuestas es inaplicable; a saber: la pretensión de que la
verdad o falsedad de toda proposición compuesta se determine por
la verdad o falsedad de sus proposiciones componentes, y que la pro­
posición compuesta tenga un valor de verdad para todas las posibles
combinaciones de verdad y falsedad de sus proposiciones componen­
tes. La tabla veritativa para ’p=>q’ es:

p q p^q
V V V
V F F
F V V
F F V
Pero, puesto que una proposición hipotética no hace aserción
sino de cuál es el caso si se realiza el antecedente, su tabla veritativa
sería, en el m ejor de los casos,

P q Si p, q
V V V
V F F
Pero ni aun eso serviría. M ientras que, para que sea verdadera
'p-q', basta con que *p’ y ’q’ sean, cada una, verdaderas, la verdad
¿e P Y qf tomadas por separado, no pueden garantizar la verdad de
'si p, q \ cuando la palabra 'si' se emplea del modo normal. En otras
12 Esa es la función clásica, no la única, de las proposiciones de esa forma.
Habría que dar explicaciones diferentes de enunciados como «Si quieres mi
opinión, ése es un pillo», o «Si ése es honrado, entonces yo soy el archipámpano
de las Indias».

68
palabras, no hay función de verdad para las proposiciones de la
forma ;si p, q\
La equivalencia, en el sistema del cálculo proposicional, de
’pz>q’, 1~ p v q’ y ;~(p- requiere una inspección más minuciosa.
En lugar de decir 'Si llueve el partido será suspendido’, podemos in­
dudablemente decir, sin que cambie el significado, ’O no llueve, o el
partido será suspendido' o ’No lloverá sin que el partido sea sus­
pendido'. Y esas dos variantes parecen ser analizadas con exactitud
si se las ve como ejemplificando las form as ' ~ p v q' y ’~( p- ~ q ) ’-
Tal conclusión es sorprendente, puesto que, m ientras, por una parte,
hemos visto buenas razones para rechazar la equivalencia de ’pz>q’ y
'si p, q\ parece perfectam ente correcto sustituir ’pz>q’ o 'si p, q\
indistintamente, por esas otras dos expresiones, *~p v q' o
~ q )\ ¿Cómo puede resolverse esa incongruencia, o aparente incon­
gruencia?
La superamos cuando reconocemos que la proposición de que
hacemos aserción cuando decimos 'O no llueve, o el partido será
suspendido' no ejemplifica, a pesar de las apariencias, la form a
'~ p v q’-’~ p v q ’ es confirmada si cualquiera de sus miembros es
verdadero. Pero 'O no llueve, o el partido será suspendido', no
expresa una proposición que sea verdadera si no llueve, sino una
que se confirma si llueve y el partido es suspendido, y que aparece
como falsa si llueve y el partido no es suspendido. Así, sus condicio­
nes de verdad son idénticas a las de 'si p, q ’, pero no a las de ’p^>q’
(o a las de ’~ p v q' o ' ~{p- ~ q ) ’)-13 Las condiciones de verdad de la
proposición expresada como «No lloverá sin que el partido sea sus­
pendido» son iguales a las de la proposición disyuntiva que acaba­
mos de considerar.
Como hemos visto, ' ~pz>(p^>q)’ y ’~ p u ( p i } ~ q ) ’ son leyes del
cálculo. A condición de que leamos esas fórmulas como sus equiva­
lentes definicionales, no nos enfrentan con paradoja alguna. Así
leídas, pueden reform ularse como ' ---- p v ( ~ p v q)’ y ' -----p v
( ~ p v ~q)' (donde la form a T=)Q' es reemplazada por la form a
' - P v Q*)t o como - ~( p- ~ q )Y y ’~ ( ~ p ------( p - ~ '))’
(donde la forma 'P=>Q' es reemplazada por la forma ' ~( P- ~Q )').
No habrá inconveniente en convenir en que, cualquiera que sea la

13 El reconocimiento de que 'O no llueve, o el partido será suspendido'


no ejemplifica la forma q\ servirá para recordarnos los peligros de iden­
tificar demasiado apresuradamente una proposición por el enunciado utilizado
idiomáticamente para expresarla. No necesitamos negar que los enunciados 'sig­
nifican lo que dicen'; pero con frecuencia se necesita algo más que una mirada
rápida para captar lo que dicen.

69
proposición *p\ o es verdadera, o lo es la disyunción de su contra­
dictoria y otra proposición cualquiera (por ejemplo, 'q’ o 'no-q').
Pero si leemos las fórm ulas como hipotéticas, las proposiciones
resultantes parecen ser inaceptables. No hay argumentaciones acep­
tadas de la form a 'si p es falsa, entonces si es (o si fuera) verda­
dera, cualquier proposición sería verdadera’. Entonces, como quiera
que algunas leyes del sistema que son paradójicas si se leen como pro­
posiciones hipotéticas, dejan de ser paradójicas si se leen como
proposiciones conjuntivas o disyuntivas, parece tentador 'salvar’
el sistema limitando sus pretensiones y diciendo algo así como: «El
cálculo de proposiciones expone sistem áticam ente las relaciones ló­
gicas de aquellas proposiciones elementales que comprenden la ne­
gación, la conjunción y la disyunción; las fórmulas que emplean la
constante ’3 ' han de entenderse como abreviaturas de fórmulas que
empleen las constantes V y V Podría m antenerse además que,
en sí misma, la relación formal antecedente-consecuente no engendra
leyes lógicas, o renunciar a la pretensión de que el cálculo propor­
cione un análisis de toda la lógica proposicional.
Se ha dicho a menudo que, si aceptamos la doctrina del cálculo
de que una proposición falsa implica un enunciado cualquiera, he­
mos de condenar como faltas de propósito o significación una gran
proporción de las aserciones hipotéticas que hacemos en la vida
ordinaria, a saber: todas aquellas que son contrarias a los hechos.
Una proposición hipotética así es: 'Si Aníbal, después de la batalla
de Cannas, hubiera marchado sobre Roma, se habría apoderado de
ésta', que formulamos a sabiendas de que Aníbal no marchó sobre
Roma y no se apoderó de ella. Nadie querría decir que del hecho de
que Aníbal no m archó sobre Roma se sigue que si hubiese marchado
sobre Roma se habría apoderado de ésta, e, igualmente, que si hubie­
se marchado sobre Roma no se habría apoderado de ésta. La ma­
nera más sencilla de hacer frente a la crítica implicada en el cálcu­
lo es decir que las condicionales contrarias a los hechos han de
analizarse de un modo enteram ente diferente del de las condicio­
nales indicativas, y que, en palabras de Quine, «cualquiera que pueda
ser el análisis adecuado de las condicionales contrarias a los hechos,
podemos estar seguros de antem ano de que no será de función veri-
tativa». Podríamos así dejar a un lado cualquier problem a planteado
por aquéllas, tal vez sobre la base de que, de nuevo en palabras de
Quine, «no pertenece a la pura lógica, sino a la teoría del significado,
o posiblemente a la teoría de la ciencia».14 Pero sería erróneo su­

14 W. V. Q u in e , Methods of Logis, 1952, pp. 14 y 15.

70
poner que la imposibilidad de aplicar el análisis funcional veritativo
a dichas proposiciones produzca una distinción radical entre éstas
y las condicionales indicativas. Una situación sim ilarm ente em bara­
zosa, aunque menos aguda, se presenta a propósito de la aplicación
del análisis a proposiciones condicionales que no son contrarias a
los hechos. La plena intratabilidad de las condicionales «contrafac­
tuales» no hace sino revelar a una luz más clara las limitaciones del
análisis.
Hay al menos otra amplia clase de proposiciones hipotéticas,
cuya estructura es o parece ser inadecuada presentar por el cálculo,
a saber: proposiciones hipotéticas 'abiertas' del tipo de 'Si alguien
fuma en un departam ento de no-fumadores, puede ser multado', que
no constan de proposiciones de las que puedan darse aisladamente
valores veritativos.15 Nos ocuparemos en eso más adelante, pero ya
está claro que el recto análisis de función veritativa exigido por el
cálculo no puede hacer plena justicia a la diversidad y complejidad
de las proposiciones hipotéticas en los lenguajes naturales. Sin em­
bargo, a pesar de eso, la pretensión original, de que ese cálculo pro­
porciona un análisis adecuado para los fines lógicos, no se ha mos­
trado que sea falsa. Ni siquiera se ha establecido que los aspectos en
que las proposiciones hipotéticas son diferentes de las proposiciones
de implicación m aterial sean lógicamente im portantes.
Aunque hemos advertido que es imposible señalar las diferencias
entre las proposiciones contrafactuales y otras proposiciones condi­
cionales en la notación del cálculo proposicional, no hemos m ostrado
en qué sentido —si lo son en alguno— son im portantes esas dife­
rencias para las relaciones lógicas entre las proposiciones de uno de
esos tipos y otras proposiciones. Por ejemplo, no hemos mostrado
que haya alguna forma de implicación distinta que tenga validez so­
lamente entre proposiciones condicionales contrafactuales. Además,
aunque hemos visto que algunas leyes del cálculo que comprenden el
signo de implicación m aterial no son aceptables como leyes lógicas
si los componentes que comprenden 'z>' se leen como hipotéticos,
no hemos m ostrado que no haya leyes en el cálculo («leyes-z)») que
correspondan a todas las leyes expresadas como hipotéticas («leyes-

15 Puesto que 'Si llueve el partido será suspendido' expresa una proposi­
ción hipotética, no es fácil admitir la pretensión de que las dos cláusulas del
enunciado expresen dos proposiciones, que sean verdaderas o falsas aislada­
mente. Para que eso se haga comprensible hay que distinguir las proposiciones
de los enunciados (ver «Enunciados y proposiciones», en el capítulo 5). Para
el análisis de hipotéticas 'abiertas', ver «Funciones proposicionales», en el
próximo capítulo.

71
si»). Además, aquellas «leyes-3», como '^ p D ( p D ^ ) ’, que no son
aceptables como «leyes-si», no han de ser rechazadas, sino que
pueden interpretarse como leyes de conjunción (o disyunción) y ne­
gación. Si se leen así, ninguna objeción puede alzarse contra ellas.
M ientras los lógicos no consigan sacar a luz leyes de lógica proposi-
cional que caigan fuera del sistema del cálculo (y que la notación
del cálculo sea inadecuada para expresar), podemos suponer que éste
es satisfactorio.
Antes de abandonar el tem a de las semejanzas y diferencias entre
las constantes del cálculo y las conectivas del lenguaje ordinario, de­
bemos advertir de un punto e*i el que hay falta de acuerdo entre los
lógicos. En el cálculo proposicional, ' ~pz>qf es una fórm ula contin­
gente. Siendo definicionalmente equivalente a ' ---- P v p ’ y a F~
( ~ p - ~ p ) ' , produce una proposición compuesta verdadera cuando
'p* se sustituye por una proposición verdadera. Es, pues, razonable
preguntar si podrá decirse lo mismo de 'si no-p, p \ A esa pregunta,
Lukasiewicz, con otros muchos lógicos modernos, contesta que sí;
Aristóteles contestaba que no. Aristóteles consideraba imposible
que una proposición de la form a 'si no-p, p pfuese verdadera. El argu­
m ento en favor de esa opinión es claro. Las proposiciones hipotéti­
cas establecen lo que es (o sería) el caso si se satisface una condi­
ción dada. Entonces, si la condición expresada en el antecedente
es no-p, la realización de esa condición elimina la posibilidad de p,
porque pp py 'no-p', de acuerdo con el principio de no-contradicción,
no pueden ser a la vez verdaderas. Sería una condición de que una
proposición fuera verdadera el que fuera falsa, con sólo que fuera
lógicamente posible que una misma proposición fuera a la vez ver­
dadera y falsa. Lukasiewicz contesta a ese argum ento (que, para él,
revela desconocimiento de la lógica) insistiendo en que solamente Pp
y no-p', pero no 'si no-p, pp, es contrario al principio de no-contra­
dicción. 16
No cuesta mucho encontrar la explicación de esa falta de acuer­
do. Para Lukasiewicz, las proposiciones hipotéticas no son condicio­
nales. Según su interpretación, 'si p, q pno afirm a que, a condición de
que se realice p, se realice tam bién q. Para Lukasiewicz, 'si p, qp
tiene el significado que tiene en el cálculo fpz^q p\ es decir, puede re-
form ularse como P~ p v qp o como ' ~ ( p • ~ q ) ’. Aristóteles tiene ra­
zón. Su repulsa intuitiva de la form a 'si no-p, p p no es un error, sino
que subraya del modo más claro el erro r de suponer sin argum enta­
ción que ’p^>qf y 'si p, qpsean fórm ulas sinónimas.

16 J. L u k a s ie w ic z , obra citada, p. 50.

72
Imposibilidades lógicas

Los autores del cálculo, al tra tar el concepto o idea de «propo­


sición» como primitivo y no definido, apelan a nuestra capacidad de
reconocer aquellas entidades entre las que se dan relaciones lógicas
y que son verdaderas o falsas. Y es razonable que lo hagan así. La
demostración presupone algo no dem ostrado que pueda servir como
punto de partida, y la definición presupone algunos térm inos no
definidos. Pero, en el cálculo, no solamente 'p fq\ V', etc., y com­
puestos tales como ’p - q \ fp^>q\ 'p v q ’ son formas proposicionales,
sino también fp • ~ p \ y ' ~(p* —p)*. Se dice que 'p- ~ p ' es lógicamente
falsa, mientras que ’~ ( p - ~ p ) ’ es lógicamente verdadera (o nece­
saria). La admisión de 'proposiciones lógicamente falsas' suscita una
dificultad que discutiré brevemente.
¿Qué clase de proposición es la que consiste en la conjunción
de una proposición y su negación, 'p- ~ p ' ? Es posible hacer una afir­
mación, retractarse luego y sustituirla por su negación. Es posible,
también, pronunciar un enunciado que aparentem ente exprese la
afirmación y la negación, juntas, de una misma cosa, «es y no es»,
por ejemplo, al contestar a la pregunta «La decoración de su ha­
bitación ¿es exactamente como usted esperaba que fuera?». Pero
enunciados como ése no se utilizan para expresar proposiciones de
la forma 'p- ~ p \ y deben entenderse como aproxim adam ente equi­
valentes a «Lo es en algunos aspectos, pero no en otros». De hecho,
así son las interpretaciones que damos, y nos negamos a adm itir la
posibilidad de que un hom bre pueda afirm ar y, a la vez y sin retrac­
tarse ni modificar el sentido, negar la misma proposición. Así
pues, parece que la 'proposición' consistente en afirm ar y negar jun­
tamente la misma cosa no es en absoluto una proposición. Una propo­
sición es aquello cuyo significado puede lógicamente concebirse
como realizable, y, por lo tanto, si es lógicamente imposible consi­
derar una sola proposición de la form a 'p- ~ p ', entonces la fórmula
'p • ~ p ' no puede ser una form a proposicional. Sin embargo, como
hemos visto, en el cálculo, ’p- ~ p ’ es una fórm ula proposicional bien
formada, que tiene F como valor veritativo. ¿Hemos de abandonar
nuestras preconcepciones en lo que tenemos derecho a llam ar pro­
posiciones? Si seguimos ese camino, concedemos el status de
proposiciones a expresiones (o sus significados) que no tienen cabi­
da en el discurso ordinario, y de ese modo se abre una grieta que
amenaza con separar las fórmulas del cálculo de las argumentaciones
de la vida ordinaria. Esa consecuencia debe ser evitada si la lógica
ha de seguir siendo el análisis de lo que, independientemente del

73
estudio de la lógica, reconocemos como argumentaciones válidas.
Pero decir que no puede haber una proposición de la forma
'Pm~ P ’> parece tener una consecuencia perturbadora. ,~ ( p - ~ p ) \
que podemos leer como 'imposible que p y ~ p juntas', parece ser
una directa form ulación del principio de contradicción. Al mismo
tiempo es, o parece ser, la negación de 'p • ~ p \ ¿No se sigue de ahí,
entonces, que 'p- ~ p ’ es a su vez una proposición (o forma propo-
sicional) significativa, puesto que su negación es una form a proposi-
cional significativa? Porque si algo puede ser significativamente
negado, debe ser posible que ese algo sea significativamente afir­
mado. Parece ser, pues, que si 'p- ~p* ha de ser rechazada como no
expresando en absoluto proposición alguna, ' ^ ( p - ~p) ' debe ser re­
chazada igualmente.
Una salida de la dificultad consiste en afirm ar que hay una di­
ferencia de especie entre fórm ulas contingentes (por ejemplo, 'p-q')
y fórmulas lógicamente verdaderas y lógicamente falsas, pero que
esa diferencia no es iluminada por la notación del cálculo proposi-
cional y demás sistemas. Podría decirse que 'p- ~ p ' no ha de enten­
derse como expresando una proposición —lógicamente falsa—, sino
como un esquema proposicional que nunca puede ser ejemplificado
significativamente. Así, ' p- ~p' sería no la form a de una clase de
proposiciones, sino una form a que ninguna proposición puede tomar.
Entonces podríamos interpretar ''-'(p- ~ p ) ’ no como la negación de
una form a proposicional significativa, sino como la negación de la
posibilidad de proposiciones de la form a ' p*~p' . En realidad, el
principio de no-contradicción es como un cartel de 'carretera cerra­
da': lo que nos dice no es que podemos ir por la carretera de
'p- ~ p ', pero que si lo hacemos nos equivocaremos, sino más bien
que nuestro paso está cortado, que no hay en realidad un camino
por donde ir.
Lo que parece resultar es que, puesto que 'p- ~ p ' o es un modo
especial de form a proposicional o no es en absoluto una proposición,
la función del signo negativo que la precede en ' ~( p- ~p) ' es dife­
rente de la función de ' ~ ' cuando precede a una fórm ula contingente,
como en ' ~ p ' o ' ~ ( p - # ) \ Que se da esa diferencia de función se
refleja en el hecho de que no decimos «'p y no-pf es falsa», sino que es
lógicamente imposible que una proposición 'p' y su negación, 'no-p',
sean ambas verdaderas. Interpretem os como interpretem os la fórmu­
la ' ~ ( p - ~ p ) \ parece que no podemos describirla inteligiblemente
como la negación de una proposición contradictoria en sí misma.
Para que una proposición sea significativamente negada debe ser
también posible afirm arla significativamente. Pero, para que sea

74
significativo «Es lógicamente imposible que 'p' y 'no-p' sean ambas
verdaderas», no es una condición necesaria que 'p y no-pr pueda
afirmarse significativamente. En realidad, lo verdadero es lo con­
trario.

El cálculo y el lenguaje ordinario

Históricamente, la sistematización de la lógica de proposicio­


nes forma parte de una tentativa, a finales del siglo xix y comienzos
del xx, de m ostrar que las m atemáticas pueden deducirse a p artir
de leyes lógicas. «El fin prim ario de los Principia Mathematica fue
m ostrar que toda la m atemática pura se sigue de prem isas puram en­
te lógicas, y que utiliza solamente conceptos definibles en términos
lógicos.» 17 Aristóteles, en cambio, parece haber estado prim aria­
mente interesado por poner a luz los principios de la argumentación
que afectan a la prueba científica, con la m irada puesta particular­
mente en las ciencias biológicas. Pero, a pesar de la diferencia de
objetivos entre los lógicos, la lógica moderna, de la cual es parte el
cálculo de proposiciones, no está en discontinuidad con la lógica
aristotélica.18 Ambas se interesan por presentar sistemáticamente
los principios de acuerdo con los cuales las proposiciones se impli­
can unas en otras. La lógica de proposiciones presenta sistem ática­
mente leyes lógicas cuyo valor podemos ver intuitivamente, pero
que los lógicos tradicionales o dejaron por completo de reconocer
o interpretaron equivocadamente como pertenecientes a la lógica de
términos. Ambos sistemas de lógica deben satisfacer los mismos cri­
terios para m antenerse en pie. Como hemos dicho antes, ambos
hacen la misma apelación a nuestra capacidad de distinguir la argu­
mentación válida de la que no lo es. Si Todo S es P* no lleva consigo
'Algún S es P', la doctrina tradicional de que las proposiciones A
implican las proposiciones I debe ser abandonada. Si 'Si no-p, p'
es un absurdo lógico, la pretensión de que la relación entre ante­
cedente y consecuente es adecuadamente representada por ' 3 ', debe
ser desautorizada.
El señor Strawson pone en contraste la lógica exacta y siste­
mática de, por ejemplo, el cálculo proposicional, con la 'lógica de las
expresiones del habla cotidiana'.19 Compara al lógico formal que
construye un sistema de lógica con un cartógrafo, que, aunque pa­
17 B. R u sse l l , My Philosophical Development, 1959, p. 74.
18 Ver, por ejemplo, R. M . E a t o n , obra citada, p. 2.
10 P. F. S t r a w s o n , Introducción to Logical Theory, 1952, pp. 57 y 58.

75
rezca hacer el m apa de una comarca, insiste en no utilizar en sus
dibujos más que figuras geométricas de las que puedan darse re­
glas de construcción, y cuyos mapas, en consecuencia, nunca se
adaptan del todo a la realidad del terreno. Creo que esa comparación
es desorientadora. Solamente si los axiomas del cálculo son ver­
dades necesarias, y si sus constantes expresan la negación propo-
sicional y aquellas relaciones entre proposiciones que, sin conoci­
miento alguno del vocabulario técnico de la lógica, podemos ver que
son lógicamente significativas, solamente entonces es el cálculo un
sistema de lógica. Si aquellas condiciones no se satisfacen, los axio­
mas son reglas (a diferencia de «leyes»), y sólo valen porque el in­
ventor del sistema ha establecido que valgan. Tales reglas no serían
más «reglas lógicas» de lo que lo son las reglas de juegos como el
ajedrez o el bridge.
Aun así, vale la pena repetir que, aunque los axiomas del cálcu­
lo tuvieran el mismo status que las reglas de los juegos, las demostra­
ciones en el interior del sistema solamente podrían realizarse de
acuerdo con principios que no fueran m eram ente reglas, sino leyes
que, sin referencia al sistema, reconociéramos como válidas. Alguien
puede prescribir cuáles han de ser las prem isas de una argum enta­
ción, pero no qué es lo que hace válida a una argum entación a partir
de dichas premisas. Así pues, los principios de inferencia deben ser
comunes a las argumentaciones de la vida ordinaria y a los sistemas
simbólicos, si es que se quiere que algunas operaciones en el seno
de esos sistemas se llamen pruebas o demostraciones. En realidad,
como ya he dicho, el cálculo de proposiciones pretende ser un genui­
no sistema de lógica. Tanto los principios de indiferencia como los
axiomas (y, en consecuencia, los teoremas) han de pensarse como le­
yes necesarias de implicación válidas para todo pensamiento, cual­
quiera que sea su expresión, sea en un vocabulario especial o en los
lenguajes naturales. Que, además y aparte de la lógica del cálculo,
haya otra 'lógica de las expresiones del habla cotidiana', es una opi­
nión a la que me opondré indirectam ente en el capítulo 6.

You might also like