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LAS BABAS DEL DIABLO

Nunca se sabrá cómo huy que contar esto, si en pri-


mera persona o en segunda, usando la tercera del plurál o
inventando continuamente formas que no servirán de
nada. Si se pudiera decir: yo vieron sübir la luna, or nos
me duefe ef fondo de los o;bs, y sobre todo así: tu fa
mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante
de nris tus sus nuestros vuestros sus rostros. Qué diablost.
Puestos a contar, si se pudiera ir a beber un bock por
ahí y que Ia máquina siguiera sola (porque escribo a
-ffin;), sería la perfecciOn. Y no es un modo de decir.
La perfección, sí, porque aquí el agujero que h3y que
confar es también- uná máquina (de otra especie, qna
Cóntax 1.I.2) y a 1o mejor puede ser que una máquina
sepa mas de otra máquina que yoz,, tú, ella - la mujer
I Cortázar ha señalado en sus escritos los elementos que se ajustan a
su modo de entender y realizar un cuento. Entre esas características, las
fundamentales son: una máxima economía de rnedios; una actitud
autodestructiva de todo lo extirpable; acumulación y tensión; la
materia cuentística como forma limitada por el tiempo y el espacio
fisico; un primer momento de vivencias que se'estructuran en una
forma "esférica". v cuva obietivación lingüística opera como una
expulsión catártica éemejante á h que ocuná en la creáción poética; el
vaior significativo trasceñdente de lós elementos estructurales temáticos
"capacó de actuar en el espectador o en el lector como _una especie_ de
apeVtura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad
hiacia also que va muchó mál aflá de la anécdóta..."
2 L¿ érític a ha señalado que el punto de vista desde el que está
narrado el cuento correspondé al de un narrador de profesión, o al de la

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rubia - \y las nubes. Pero de tonto sólo tenso la sqgrts,,y encontramos una araia o al respirar se siente como un
se que sl me vo1l, esta Rémington se que Aña petrifi ca'dá vidrio roto, entonces hay que contar lo que pasa, contarlo
sobre la mesa con ese aire de doblemente quietas que a los muchachos de la oficina o aI médico. Ay, doctor,
tienen las cosas movibles cuando no se mueven. Entonbes cada vez que respiro... Siempre contarlo, sierirpre qui-
tengo que escribir. Uno de todos nosotros tiene que tarse esa cosquilla molesta del estómago.
escribir, si es que esto va a ser contado. Mejor que sea yo Y ya que vamos a contarlo pongamos un poco de
que estoy muerto3, QUe estoy menos comprometido que el orden, bajemos por Ia escalera de esta casa hasta el
restoi yo que no veo mas que las nubes y puedo pensar domingo siete de noviembre, justo un mes atrás. Uno
sin distraerme, escribir sin distraerme (ahí pasa otia, con baja cinco pisos y ya está en el domingo, con un sol
un borde gris) y acordarme sin distraerme; yo que estoy insospechado paru noviembre en París, con muchísimas
muerto $ vivo, ro se trata de engañaÍ a nadie, ya se verá ganas de andar por ahí, de ver cosas, de sacar fotos
cuando llegue el momento, porque de alguna manera (porque éramos fotógrafos, soy fotógrafo). Ya sé que 1o
tengo que affancar y he empezado por esta punta, la de mas dificil va a ser encontrar la manera de contarlo, y no
atras,la del comienzo, que al fir y al cabo es la mejor de tengo miedo de repetirme. Va a ser difícil porque nadie
las puntas cuando se quiere contar algo). sabe bien quién es el-que verdaderamente está contando,
De lepente me pregunto por qué tengo qge. contar esto, si soy yo o eso que ha ocurrido, o 1o que estoy viendo
pero si uno empezara a preguntarse por qué hace todo 1o (nubes, y z veces una paloma) o si sencillamente cuento
que furg, si. uno se pregurtt"ara solamente po{ qué acepta una verdad que es solamente mi verdad, y entonces no es
una invitación a cenar (ahora pasa una paloma, y me la verdad salvo para mi estómago, para estas ganas de
parece que un gorrión) o por qué cuando alguien nos ha salir corriendo y acabar de alguna manera con esto, sea 1o
contado un buen cuento, er seguida empieza como una que fuere.
cosquilla en el estómago y no se está tranquilo hasta Vamos a contarlo despacio, ya se irá viendo qué ocuffe
entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento; a medida que lo escribo. Si me sustituyen, si ya no sé qué
recién entonces uno está bien, está contento y puede decir, si se acaban las nubes y empieza alguna otra cosa
volverse a su trabajo. Que yo sepa nadie ha explicado (porque no puede ser qu€ esto sea estar viendo conti-
esto, de manera que 1o mejor es dejarse de pudlores y nuamente nubes que pasan, y a veces una paloma), si
contar, porque aI fir y al cabo nadie se avergü eruza de algo de todo eso... Y después del "si", ógué voy a poner,
respirar o de ponerse los zapatos; son cosas que se hacen, cóm9 voy a clausurar correctamente la oración? Pero si
y cuando pasa algo raro, cuando dentro del zapato empiezo a hacer preguntas no contaré nada; mejor
contar, qutzá contar sea como una respuesta, por 1o
menos para alguno que 1o lea.
lente de una cámara fotogrática e incluso a Ia mirada fija y fría de
Michel muerto. En definiñva, el punto de vista se nos aparece en un Roberto Michel, franco-chileno, traductor y fotógrafo
múltiple vaivén entre la primera y tercera persona, respondiendo a la aficionado a sus horas, salió del número I I de la rue
inquiétud del pérrafo inióial. Monsieur-le-Prince el domingo siete de noviembre del
3 Dce Flor^a Schiminovich (en Cortrizar y el cuento en uno de sus
año en curso (ahora pasan dos mas pequeñas, con los
cuentos, incluido en H. Giacoman,, Homenaje a J. Cortázar, pag.315):
"Aun si aceptamos la hipótesis de esta supuesta muerte de Miíhel, io bordes plateados). Llevaba tres semanas trabajando en la
está claro cuándo es.que ella ha acontecido, si en su cuarto del quinto versión aI francés del tratado sobre recusaciones y re-
piso de una casa panslense o en la isla doná" ro1pr."¿lO u tu pui"1u.;; cursos de José Norberto Allende, profesor en la univer-

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sidad de Santiago. Es raro que haya viento en París, y siempre como una pennutación de su manera personal
mucho menos un viento que en las esquinas se affemo- de ver el mundo por otra que la cámara le -impone
linaba y subía castigando las viejas persianas de madera insidiosa (ahora pasa una gran nube casi negra), peio no
tras de las cuales sorprendidas señoras comentaban de desconftaba, sabedor de que le bastaba salir sin la Cóntar
diversas maneras Ia inestabilidad del tiempo en estos paru recuperar el tono distraído, la visión sin encuadre. la
últimos años. Pero el sol estaba también ahí,-cabalgando luz sin diafragma ru l/250. Ahora mismo (qué palabra.
el viento y amigo de los gatos, por lo cual nada me ahora, qué estúpida mentira)s podía quedarme sentado
impediría dar una vuelta por los muelles del Senay sacar en el pretil sobre el río, mirando pasar la¡ pinazaso negras
unas fotos de la Conseqería y la Sainte-Chapelle. Eran y roJas, sin que se me ocurriera pensar fotográficamente
apenas las diez, y calculé que hacia las once tendría las escenas, nada mas que dejándome ir en el dejarse u
buena luz,la mejor posible en otoño, para perder tiempo de las cosas, corriendo inmóvil con el tiempo. Y yu no
derivé hasta la isla Saint-Louis y me puse a andar por el soplaba viento.
Quai d'Anjou, miré un rato el hotel de Lauzun, me recité Después seguí por el Quai de Bourbon hasta lleg ar a Ia
unos fragmentos de Apollinaire que siempre me vienen a punta de Ia isla, donde la íntima placita (íntima por
la cabeza cvando paso delante del hotel de Launrn (y eso p-equeiray no por recatada, pues da todo el pecho al río r
que deberí a ac,ordarme de otro poeta, pero Michel es un al cielo) me gusta y me regusta. No había mas que una
porfiado), y cuando de golpe cesó el viento y el sol se pareja,, y claro, palomas; quizá alguna de las qué ahora
puso por 1o menos dos veces mas grande (quiero decir pasan por 1o que estoy viendo. De un salto me instalé en
mas tibio pero en realidad es 1o mismo)¿, me senté en el el parapeto y me dejé envolver y atar por el sol, dándole
parapeto y me sentí terriblemente fehz en la mañana del la cara. las orejas, las dos manos (guardé los guantes en el
domingo. bolsillo). No tenía ganas de sacar fotos, encendí un f
Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de cigarri{o por hacer algo; creo que en el momento en que
las mejores es sacar fotografias, actividad que debería acercaba el fósforo al tabaco vi por primera vez- al
enseñarse tempranamente a los niños, pues exige disci- muchachito.
plina, educación estética, buen ojo y dedos seguros. No se
trafa de estar acechando Ia mentira como cualquier
F q,r. había tomado pol una pareja sg parecía mucho
más a un chicq con su madre, aunque al mismo tiemp
repórtet, y atrapar la estúpida silueta del personajón que me daba cuenta de que no era un chico con su madre. de
sale del número l0 de Downing Street, pero de todas que era una p?re¡a en el sentido que damos siempre a las
maneras cuando se anda con Ia cámara huy como el parejas cuando las vemos apoyadas en los parapetos o
deber de estar atento, de no perder ese brusco y delicioso
rebote de un ruyo de sol en una vieja piedra, o la caffera s Cortínar intenta transmitirnos ese sentimiento de desconfi &flu¿,
trerzas al aire de una chiquilla que vuelve con un pan o frente a la realidad y a la palabra que debe nutrir la busqueda de otras
una botella de leche. Michel sabía que el fotógrafo opera posibilidades. LapíIabra és vista cómo algo concreto, peró cuyo trámite
botidiano le ha hecho perder su trascéndental síehincaOb. En las
4 El sentido ambiguo, contradictorio y a veces impropio del lenguaje, primeras páginas se ha6ia roto con las secuencias"tradicionaies tJel
la imposibilidad de"apresar la realidad por medio'de'las palabás,"se narrat: comlenzo, desarrollo y desenlace, intentando invertir est.¡t
manifiesta en esta ffuctuacron que muchas veces .orriuye en un órdenes. Ahora se nos sugiere que es imposible determinar el momenr'.-'
lenguaje poético, como afirmando que es el que posee 1á máxima en _que ocurre el cuento.
posYUitiOa'd d. aproximación y encuenlro con lo 6 Pinaza, barco de vela y remo, estrecho y ligero.
éentildo.

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abrazadas en los bancos de las plazast. Como no tenía bras injustas para decir lo que ef a, y vestía un abngo de
nada q,ue. hacer me sobraba tiempo paÍa preguntairne piel casi negro, casi largo, casi hermoso. Todo el viento de
por qué el muchachito estaba tan ñervioso, tan como un esa mañana (ahora soplaba apenas, y no hacia frío) le
potrillo o una liebre, metiendo las manos en los bolsillos, había pasado por el pelo rubio que recortaba su cara
sacando en gegu-ida una y después la otra, pasándose los blanca y sombría - dos palabras injustas - y dejaba al
dedos por el pelo, cambiandó de postur z, y sobre todo mundo de pie. y horriblemente solo delante de sus oJos
por qué tenía miedo, pues eso se 1o adivinaba en cada negros, sus ojos que caian sobre las cosas como dos
gesto,.un miedo sofocádo po.r la vergiÚ,er:za, un impulso águilas, dos saltos al vacío, dos ráfagas de fango verde.
de echars e .atrás- qu_e se advertía óomo sr su cuerpo No describo nada, trato mas bien de entender. Yhe dicho
estuviera aL borde- de la huida, conteniéndose en ütt dos ráfagas de fango verde.
último y lastimoso decoro. Seamos justos, el chico estaba bastante bien vestido y
Tan ólaro era todo eso, ahí a cinco metros -y estába- llevaba unos guantes amarillos que yo hubiera juradó
mos solos contra .el par-apet_o: en la punta de la iila que eran de su hermano mayor, estudiante de derecho o
al principio el miedo dei chico no me deió ver bien i ta
- que clenclas sociales; eta gracioso ver los dedos de los guantes
mujer.rubia. Ahora, pensándolo, la veo mucho mejor en saliendo del bolsillo de la chaqueta.Largo rato nole vi la
ese p.rimer momento-en qug le leí la cara (de golpehabía caÍa: apenas un perfil nada tonto -pájaro azorado, ángel
girado como una veleta de cobre, y los ojós, ^los ojos de Fra Filippo, affoz con leche y una espalda de
-
estaban ahí), cgqndo cgmprendí vagámente io que poáia adolescente que quiere hacer judo y que se ha peleado un
estar ocurriéndole al chico y me dije que valíá la^pena par de veces por una idea o una hermana. Al filo de los
quedarse y -i1.ut.(.l^viento se llevába-las palabras^, los catorce, qutzá de los quince, Se 1o adivin aba vestido y
apenas
Furyullos). Creo gpe qé mirar, si es que algo sé, y alimentado por sus padres pero sin un centavo en el
que lodo .mirar Íezuma falsedad, porque es- lo q-r. nos bolsillo, teniendo que deliberar con los camaradas antes
arroja más afuera de nosotros niismbs, sin la ^menor de decidirse por un cafe, ur coñac, un atado de cigarri-
garantía, en tanto que oler, o (pero Michel se bifurca llos. Andaría por las calles pensando en las condiscípulas,
facilmente, no huy 4y. d.jarlo que declame a gusto). en lo bueno que sería ir al cine y ver la última película, o
De todas maneras, si de antemano se prevé lá pro- comprar novelas o corbatas o botellas de licor con
bable falsedad, mirar se vuelve posiblel basta qirzá etiquetas verdes y blancas. En su casa (su casa sería
elegir bien entre el mirar y 1o milado, desnudar 'a las respetable, sería almueÍzo a las doce y paisajes románti-
cosas de tanta ropa ajena. Y, claro, todo esto es mas cos en las paredes, con un oscuro re^ciUimiento y un
bien'dificil . ' paragüero de caoba al lado de la puerta) llovería despa-
Del chico recuerdo la imagen antes que el verdadero cio el tiempo de estudiar, de ser la esperanza de mamá,
cuerpo (esto se entenderá deipués), mientras que ahora de parecerse a papá, de escribir a la tía de Avignon. Por
estoy seguro qqe de la eso tanta calle, todo el río para é1 (pero sin un centavo) y
ryuje{ recuerdo mucho^mejor su
cuerpo que su imagen. Era delgad a y esbelta, dos pala- la ciudad misteriosa de los quince años, con sus signos en
las puertas, sus gatos estremecedores, el cartucho de
7 La analogía entre el o1o humano y el objetivo de una cámara
papas fritas a treinta francos, Ia revista porno gráfica
fotográfica pe"rmiten el saltó de un putrío de vlsta a otro. v tal vez a doblada en cuatro, la soledad como un vacío en los
concluir que todo estuvo contado poi la cámara. bolsillos, los encuentros felices, el fervor por tanta cosa

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incomp..rg.lgid.a pero iluminada por un amor total, por la
I isla con una pareja nada común hablando y mirán-
disponibilidad parecida al vientó y a las calles. dose.
Esta biografta era la del chico tu de cualquier chico,
i
pero a .éste 1o veía ahora aislado, vuelto úriico por ra
Curioso que la escena (la nada, casi: dos que están ahí,
desigualmente jóvenes) tuviera como un aura inquietan-
presencia.de la mujer rubia que seguía hablándolé. (Me te. Pensé que eso 1o ponía yo, y que mi foto, si la sacaba,
cansa msrstr,. pero acaban de pasar dos largas nubes restitutría las cosas a su tonta verdad. Me hubiera gus-
desflecadas. Piénso que aquella inañ ana tro míré ni una tado saber qué pensaba el hombre del sombrero gris
- sola vez el gi..19, pbrque
.tan pronto presentí lo que sentado aI volante del auto detenido en el muelle que
pasaba con el chico y la^mgjer né pude mas que mirarios lleva ala pasareLu,y que leía el diario o dormía. Acababa
y esperar, mirarlos y...) Resurni^endo, el chico estaba de descubrirlo, porque la gente dentro de un auto dete-
mqureto y se podía adivinar sin mucho trabajo lo que nido casi desaparece, se pierde en esa mísera jaula
acababa de ocurrir pocos minutos antes, a lo sumo meáia privada de Ia belleza que le dan el movimiento y el
hora. El chico habíá llegado hastara punta de la isla, vio peligro. Y sin embargo el auto había estado ahí todo el
a la mujer y ra encontio a¿mirable. 'La muier espeíaba tiempo, formando parte (o deformando esa parte) de la
porque estab a ahí p?ra esperar eso, o qüiz á, eI chico isla. Un auto: como decir un farol de alumbrado, un
'e,so antes
llegó. y ella lo vio desde ún balcón o désde un auto, banco de plaza. Nunca el viento, Ia luz del sol, esas
y salió a su encuentro, provocando el diálogo con cual- materias siémpre nuevas para la piel y los ojos, y también
quier cosa, segura descie el comienzo de ,i'"e él iba a el chico y la mujer, únicos, puestos ahí para alterur la isla,
tenerle miedo y a querer escaparse, y que naturalmente para mostrármela de otra manera. En fin, bien podía
se quedaría. engallado y¡.osco. fingieñdó h vereranía y el suceder que también el hombre del diario estuvi era
placer de ra aventura.- El resto eia facil porque estába atento a 1o que pasaba y sintiera como yo ese regusto
ocurriendo a cinco metros de mí y cualciuieia hubiese maligno de toda expect ativa. Ahora la mujer había
podido medir las etapas del jue go,Iá esgririra irrisoria; su sirado suavemente hasta poner al muchachito entre ella y
Tayo| encanto no era su presente, sino la previsión del él parapeto, los veía casi be perfil y é1 era mas alto, peró
desenlace. El muchacho aóabaría por preteitar un a cita, no mucho más alto, y sin embargo ella 1o sobraba,
una obligación cualquiera, y se ^arejária trop ezando y parecía corno cernida sobre é1 (su risa, de repente, un
confundido, -que{iehdo caminar óon desdnvoltura, látigo de plumas), aplastándolo mn sólo estar ahí, son-
desnudn
9?lo lá mir ada burlona que lo segu iria hasta ei reír, pasear una mano por el aire. ¿Por qué esperar mas?
final. o pien se que daúa, fascinado o"simplemente Con un diafragma dieciséis, con un encuadre donde no
incapa,
9, tomar fa-iniciativa, y la mujer e*peraria a
acariciarle la cara, a despeinarlo, hablándol e yaiitr voz, y
entrara el horrible auto negro, pero sí ese árbol, necesario
para quebrar un espacio demasiado gris...
de p1gnto lo tom aría dét br azo para rlevárselo, a menos Levanté Ia cámara, fingí estudiar un enfoque que no
g,re é1, cgn una desazón que qurzá empezaÍa a teñir el it-r5 insluía, y me quedé aI acecho, seguro de que afraparía
deseo, el riesgo de la aveñtur4 se animase a pasarle el por fin el gesto revelador, Ia expresión que todo 1o
brazo gor la cintura y a besarla. Todo esto pod?a ocurrir iesume, Ia vida que el movimiento acompasa pero que
pero aún no-ocurría, y p.*ersamente Micñel esperaba, .r.na imagen rígida destruye aI seccionar el tiempo, si no
sentado en el pretil, aprbntando casi sin darse cue nta Ia eleeimos la imperceptible fracción esencial. No tuve que
cámata para sacar una foto pintoresca en un rincón de la isperar mucho. La mujer avanzaba en su tarca de ma-
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nratar suavemente al chico, de quitarle fibra a fibra sus prendido y como interrogante, pero ella irritada, resuel-
últimos restos de libertad, en una lentísima tortura tamente hostiles su cuerpo y su caÍa que se sabían
deliciosa. Imaginé los finales posibles (ahora asoma una robadol, igtnminiosamente presos en una pequeña ima-
pequgña nube espumosa, casi sola en el cielo), preví la gen quÍruca.
llegad a
.a
Ia casa (y" piso bajo probablementé, que ella Lo podría contar con mucho detalle pero no vale la
saturaría de almohadlones i de gatos) y sospéché el pena. La mujer habló de que nadie tenía derecho a tomar
azoÍamiento del chico y sú deciíion 'Oér.rpérada de una foto sin permiso, y exigió que le entr egara el rollo de
disimularlo y d9 dejarse lievar fingiendo que ñada le era película. Todo esto con una voz seca y cIara, de buen
nuevo. Cerrando los ojos, si ^cerré,
-es q"g los puse en acento de París, que iba subiendo de color y de tono a
orden la escena, los besos burloneS, la muier reciarando cada frase. Por mi^parte me imporlaba muy poco darle o
con dulzura las manos que pretendían deinud arla como no el rollo de película, pero cualquiera que me conozca
en las novelas, en una cama que tendría un edredón lila, sabe que las cosas hay que pedírmelas por las buenas. El
y obligándolo en campio-a $e]iarse quitar la ropa, ver,ca- resultado es que me limtté a formular la opinión de que
deramente madre e hijo bajo"unariz amarilla de opali- Ia fotogr afía no sólo no está prohibida en los lugares
ta:, y^ todo acabaría como siempre, quizá, pero $utzá públicos, sino que cuenta con el más decidido favor
todo fuera de otro modo, y la inióiacióil ¿ei á¿olesc^ente oficial y privado. Y mientras se 1o decia gozaba socarro-
no pas¿ra, ro Ia {ejaran pasar, de un largo proemio namente de cómo el chico se replegaba, se iba quedando
donde las to¡p ezas,las caricias exasperantes, ía cánera de atras - con sólo no moverse - y de golpe (parecía casi
las manos se resolviera quién sabe'en qué, efl un placer increíble) se volvía y echaba a correr, creyendo el pobre
por s.ep-arado y. solitarib, en una petulante negativa que camin aba y en realidad huyendo a la carrera , pz-
mezclada con el arte de fatigar y ^desconcert ar tanta sando al lado del auto, perdiéndose como un hilo de la
inocencia lastim ada. Podía sei asíj podía muy bien ser Virgen en el aire de la mañana.
aquella qujel no buscaba un amante en eichico, y a Pero los hilos de la Virgen se llaman también babas del
lt

,urí;
ra vez se lo adueñ aba para un fin imposible de entenáer diablo, y Michel tuvo que aguantar minuciosas impreca-
si no lo ima grnaba como un juego crüel, deseo de desear ciones, oírse llamar entrometido e imbécil, mientras se
sin satisfacción, de excitarse pará algún otro, alguien que esmeraba deliberadamente en sonreír y declinar, con
de_ninguna manera podía se? ese cñico. simples movimientos de cabeza, tanto envío barato.
Michel es culpable de literatura, de fabricaciones Cuando emp ezaba a cansaffne, oí golp ear la portezuela
irreales. Nada le- gusta mas gue imaginar excepciones, de un auto. El hombre del sombrero gris estaba ahí,
individuos fuera iie la especie, monstruos mirándonos. Só1o entonces comprendí que jugaba un
lepugnantes. Pero esa mujer invitaba al""i?;:;tltf papel en la comedia.
aan,O-o. quizá las claves suficientes para acertar con I; Empezó a caminar hacia nosotros, llevando en la mano
verdad. Antes de que- se fuera, y ahbra que llenaría mi el diario que había pretendido leer. De lo que mejor me
recuerdo durante muchos días, porque soy propenso a la acuerdo es de la mueca que le ladeaba la boca,Ie cubría
rumia, decidí no perder un momento mas. ue?i todo en Ia cara de arrugas, algo cambi aba de lugar y forma
el visof (con el á16o1, el pretil, el sol de las once) y tomé la porque la boca le temblaba y la mueca iba de un lado a
foto. A tiempo para comprender que los dos'sé habían ótro- de los labios como una cosa independiente y viva,
dado cuenta y que me estaban nürando, el chico sor- qena a Ia voluntad. Pero todo el resto era frjo, payaso
132 133
enharinado u hombre sin sangre, con la piel apagada y nada, verdadeta fijadora de la escena. Estaba Ia muJer,
-agujeros
seca, los ojos metidos en 1o hondo y los de Ia estaba el chico, rígido el árbol sobre sus cab ezas, el cielo
narrz negros y visiblgr,mas negros que las cejas o el pelo tan fijo como las piedras del parapeto, nubes -y piedras
o la corbata negra. Caminaba cautelosamenté, como si el confiindidas en un^a sola materia inbeparable (añoia pasa
pavimento le lastimara los pies; le vi zapatos de charol, una con bordes afilados, corre como en una cabeza de
de suela tan delgada que débía acusar cada aspere za de tormenta). I-os dos primeros días acepté 1o qge había
la calle. No sé por qué me había bajado del prétil, no sé hecho, desde la foto en sí hasta la ampliación en la pared,
bien po.r qué -decidí no darles la foto, negarme a esa y no me pregunté siquiera por qgé intgngmpía a -cada
exigencia en Ia que adivin aba miedo y cobardía. El íato la traduóción dei tratado de^José Norberio Allende
payaso y la mujer se consultaban en silencio: hacíamos parareencontrar la cara de la mujer, las manchas oscuras
un perfecto triángulo insoportable, algo que tenía que én el pretil. La primera so{presa fue estúpida; nunca se
romperse con un chasquido. Me les reí en la catay eché a me hlbía ocurrido pensar que cuando miramos una foto
andar, supolgo que uñ poco más despacio que él chico. de frente, los ojos iepiten exactamente la posición y la
_
A la altura de las primeras casas, del lado de la pasarela visión del objetivo; son esas cosas que se dan Por Wlla-
de hierro, me volví a mirarlos. No se movían, pero el das y que a nadie se le ocurre considerar. Desde mi silla,
hombre había dejado caer el diario; me pareció-que Ia con ia máquina de escribir por delante, miraba la foto ahí
mujer, de espaldas al, parapeto, paseaba las manos por la a tres metros, y entonces se me ocurrió qqe me había
piedra? con el clasico y absurdo gesto del acosadó que instalado exactámente en el punto de mira del objetivos.
busca la salida. Estaba muy bien así; sin duda efala maneÍamas perfecta
.u
de apreciár una foto, aunque la visión en diagonal
t
Lo que sigue ocurrió aquí, casi ahora mismo, eo una
habitación de un quinto piso. Pasaron varios días antes pudiéra tener sus encantos y aun sus descubrimientos.
de que Michel revelaÍa las fotos del domingo; sus tomas Cada tantos minutos, por ejemplo cuando no encontraba
de Ia Conse{ería y de la Sainte-Chapelle eran 1o que la man era de decir en buen francés 1o que José Alberto
debían ser. Encontró dos o tres enfoques de prueba ya Allende decía en tan buen español, alzaba los ojos y
olvidados, una mala tentativa de atrapar un gato asom- miraba la foto; a veces me atiaía la mujer, a veces el
brosamente encaramado en el techo de un mingitorio chico, a veces el pavimento donde una hoja seca se había
callejero, y también la foto de l,a mujer rubia y el situado admirablemente para valorizar un sector lateral.
adolescente. El negativo era tan bueno que preparó una Entonces descansaba un iato de mi trabajo, 1l rne incluía
ampliación; Ia ampliación era tan buena que hízo otra otra vez con gusto en aquella mañana que empapabala
mucho mas grande, casi rcmo un afiche. No se le ocurrió foto, record úa irónicamente Ia imagen coléiicá de la
(ahora se lo pregunta y se 1o pregunta) que sólo las fotos muier reclamándome la fotografía, la fugu ridícula y
de la Conserjeria merecían tanto trabajo. De toda Ia patética del chico, la entr ada en escena del hombre de la
I

serie, la instantánea en la punta de la isla era la única que éara blanca. En el fondo estaba satisfecho de mí mismo;
le interesaba; fij óIa ampliación en una pared del cuaÍto, mi partida no había sido demasiado brillante, pues si a
y el primer dia estuvo un rato mirándola y acordándose, los franceses les ha sido dado el don de la pronta res-
en esa operación comparativa y melancólica del recuerdo puesta, no veía bien por qué había optado por irme sin
frente a Ia perdid a reahdad; recuerdo petrificado, como
toda foto, donde nada faltaba, ni siquiera y sobre todo la 8 V. nota 2.

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una acabada demostración de privilegios, prerrogativas y prisionero, la perfecta víctima que ayuda a Ia catástrofe.
derechos ciudadanos. Lo importante,-lo vérdade"ramente Ahora la mujer le hablab a aI oído, y Ia mano se abrí a ofra
ipportante era haber ayuilado aI chico a escapar a vez para posarse en su mejilla , aóañciarla y acaticiarla,
tiempo (esto en caso de que mis teorías fueran exacias, lo quemándola sin prisa. El chico estaba menos azorado
que no estaba suficientemente probado, pero la fuga en sí gue receloso, una o dos veces atisbó por sobre el hombro
^entrometi^do
parecía demostrarlo). De puro le había dado de la mujer y ella seguía hablando, éxplicando algo que
oportunidad,de aprovechár al fin su miedo panalgo útil; 1o hacía" miíar a c{da momento hacia la zona?oti¿.
ahora estaría arrepentido, menoscabado, sintiéndose Michel sabía muy bien que estaba el auto con el hombre
poc.o hombre- Mejor era eso que la compa fria de una del sombrero gris, cuidadosamente descartado en Ia
mujer .capaz de mirar como miraban en l^a isla; Michel
1o fotggrafta pero reflejándose en los ojos del chico y (cómo
es puntano a ratos, cree qy-e no se debe coffomper por la dudarlo ahora) en las palabras de la mujer, en lai manos
fuerua. En el fondo, aquélla foto había sido una 6uena de la mujer, en la preSencia vic aria de 1á mujer. Cuando
acción. vi venir al hombre, detenerse ceÍca de ellos y mirarlos, las
. No.por buena acción la miraba entre pánafo y pfLrrafo
de mi trabajo..En-gse momento no übia por qué ra
manos en los bolsillos y un aire entre hastia-do y exigente,
patrón que va a silbaf a su peffo después de ios rótozos
miraba, por qu9 había ljudp la ampliación eir la pared; en Ia pIaza, comprendí, si éso era comprender, lo que
qurzá ocurra así con todos los actoS fatales, y sea^ésa la
"L

condición 9. ry cumplimiento. Creo que el témblor casi lr\i? que pasar, 1o que tenía que haber pasado, 1o qu.
hubiera tenido que pasar en ese momento, entre ésa
furtivo de las hojqs clel arbol no me ^alarmó, que seguí gente, ahí donde yo había llegado a trastrocar un orden,
una frase empezada y la terminé redonda. Las costu-m- inocentemente inmiscuido en eso que no había pasado,
bres son comg grancies herbarios, ar fin y aI cabo una pero que ahora iba a pasar, ahora se iba a cumplir. Y 1o
ampliación de ochenta por sesenta se parece a una que entonces había imaginado era mucho menos horrible
pantalla donde proyectan bine, donde en la punta de una qye Ia realidad, esa mujer que no estaba ahí por ella
isla una mujel ñabia con un chico y un árbbI agrta unas misma, flo acanciaba ni proponía ni alentaba paru su
hojas secas sobre sus cab ezas. placer, para llevarse al ángel despeinado y jugar con su
Pero las manos ya eran demasiado. Acababa de escri- terror y su gracia deseosa. El verdadero amo esperaba,
bir: Donc, la secoñde clé réside dans la nature intrinségue sonriendo petulante, seguro ya de Ia obra; no era el
des dfficultés que les sociétésg -
y vi la mano de la mújer primero que mandaba a una mujer a la vangu ardia, a
que empezaba a cerrarse despacio, dedo por dedo. De mí traerle los prisioneros maniatados con flores. El resto
no quedó nada, una frase en francés quijamas habrá de sería tan simple, el auto, una casa cualquiera, las bebidas,
terminarse, yn? máquina de escribir qüe óae al suelo, una las láminas excitantes, las lágrimas demasiado tarde, el
silla que chirría y tiembla, una niebla. El chico había despertar en el infierno. Y yo no podía hacer nada, esta
agachado Ia cabeza, como los boxeadores cuando no vez no podíahacer absolutamente nada. Mi fuenza había
p.ue{en 1nas
-y esqeran el golpe de desgra cia; se había sido una fotografta, ésa, ahí, donde se vengaban de mí
alzado el cuello dél sobretoiio, parccía m-as que nunca un mostrándome"sin disimulo 1o que iba a sucáder. La foto
había sido tomada, el tiempo había corrido; estábamos
e En francés' tan lejos unos de otros, Ia corrupción seguramente
_Ají pues, la segunda clave está en la naturaleza
intrínseca de las dificultades que lás sociedades...
consumada, las lágrimas vertidas, y el resto conjetura y
tristeza. De pronto el orden se invertía, ellos estaban plgo de pelo, brutalmente cortado pgr el cuadro de la
vivos, moviéridose, decidían y eran decididos, iban a su rmagen; pero de frente estaba el hombre, entreabiertala
futuro;J.yo desde este lado, prisionero de otro tiempo, de bocí doride veía temblar una lengua ne1ra, y levantaba
una habitación en un quintb piso, de no saber qüiénes lentamente las manos, acercándolas al primer plano, un
eran esa mujer, y ese hombre yese niño, de ser nada mas instante aún en perfecto foco, y después todo é1 un bulto
gue la lente de mi cámara-, algo rígido, inca paz de qqe borrab ala iila, el árbol, y yo ceiré.los,ojos y no quise
intervención. Me tiraban a Ia carl la blrrla mas hbnible, mirar ffifo, y me tapé la cara y rompí a llorar como un
la de decidir frente a mi impotencia, la de que el chico idiotaro.
mirara otra vez aI payaso enharinado y yo coinprendiera Ahora pasa una Bran nube blanca, como todos estos
que iba a aceptar, que la propuesta-cóntenía'dinero o días, todo este tiempb incontable. Lo que queda p9r decir
engañol y..gue no podía gritarle que huyera, o simple- es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo
mente facilitarle otr a vez él camino con una nueva foto, perfectámente limpio, rectángulo purísimo clavado con
una plquelu y. casi_ humilde intervención que desbara- álfileres en la pared de mi cuarto. Fue lo que vi al abrir
tara el andamiaje de baba y de perfume. ^Todo iba a los ojos y secármelos con los dedos: el cielo limpio, y
resolverse allí mismo, eo esé instánte; había como un después una nube que entraba por Ia rzquierda, paseaba
inmenso silencio qge no tenía nada que ver con el lentamente su gracia y se perdía por la derecha. Y luego
silencio fisico. otra, y a veces en cambio todo se pon. g,t?, todo es una
,Aquéllo se tendía, s€ arniaba. C.reo que
grtté, que grité terriblemente, y que en ese mismo se- enoffne nube, ) de pronto restallan las salpicaduras de la
gundo supe que empezaba a acercaime, diezcentímetros, lluvia, largo rato Se ve llover sobre la imagen, como un
un paso, otro paso, el árbol giraba cadenciosamente sus llanto al révéS, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá
ramas en pnmer plano, una mancha del pretil salía del sale el sol, y otra iez entran las nubes, de a dos, de a tres.
cuadro, Ia cata de la mujer, vuelta hacia^mí como sor- Y las palomas, a veces, y uno que otro gorrión.
prendida iba creciendo,. y entonces giré un poco, quiero
decir gue Ia cámara giró-un poco, y -sin perd'er de üista a
la muler empezó a acercarse al hombre que me miraba
con los agujeros negros que tenía en el siiio de los ojos,
entre so{prendido v. rabioso miraba queriendo clavaime
en.el aqé,y qn:t. instante alcancé a ver como un gran
p-q?ro fuera de foco que pasaba de un solo vuelo delánte
9.. lu image& y.*g lpoyé en la pared de mi cuarro y fui
-acababá l0 "El final del cuento
feliz porque ét chiio de escaparse, lo íeía es una cosa alucinante - dice Flora Schimi-
corriendo, otr a vez en foco, huyendo con iodo el pelo al novich -,de matices muchas veces kafkianos, en que los temas de la
apertura y de .la autonomía de lo narrado respecto ? su narrador se
viento, aprendiendo por fin a vólar sobre la isla, af\"gu, u trastocan en vlvencras angustiosas, cargadas dé emoción. Todas estas
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pururéla, a volverse ala ciudad. Por segundávezsÉ t.t posibilidades y alternatival potenciales, todo este complejo mundoen-
i.bu, p9r segunda vez yo lo ayudaba á escaparse, lo irecrruado de-acciones y de irrealidades, envuelto en el tejido-tenue de
devolvia a sü paraíso précario. Jádeando me quri,le frénte Í
'babas del diablo' autíque no por ello menos eftcaz d^.1 qu9 no
podemos escapar; todo ésto es muy distinto de las meras fantasías y
a el]osi no iabia ne^cesidad de avanzar *át, el juego Especulaciones'que Michel hacía al principio, que no eran otra cosa qué
estaba jugado. De la mujer se veía apenas un hombro"y lit^eratura."

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