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TEMA 61

El arte islámico. Su significación en el arte español.

1. El arte de una religión


En el Islam, arte y fe están estrechamente entrelazados, pero dentro de un canon estricto. El
axioma del arte islámico, esencialmente opuesto al naturalismo, lo formuló el profeta Mahoma
en sus enseñanzas, en las cuales recomendó que no se representaran hombres o animales,
adquiriendo así este arte una fisonomía propia.
En el siglo VI Mahoma, un hombre excepcional que conocía el judaísmo y el cristianismo,
asienta las bases de una religión monoteísta que se extiende rápidamente por Oriente, Egipto,
Norte de África y llega a casi toda la Península Ibérica. Su concepción religiosa incluía la
“guerra santa” con el fin de someter a otros pueblos a ese único dios de Mahoma; siendo por
tanto un sistema religioso y político. Su concepción de la divinidad deriva de una interpretación
de la naturaleza en la que las cosas no existen por sí mismas, son simples manifestaciones
cambiantes y mutantes que prueban la existencia de Dios, el único que permanece. De ahí que el
arte debe representar esa visión cambiante del mundo y de las cosas mediante múltiples recursos
de expresión plástica en los que la luz juega un papel esencial: La articulación del muro en varios
planos, la aplicación de cerámica a la arquitectura, el uso de celosías, etc. Con ello se resalta la
idea de cambio constante, de incorporeidad; las formas parecen no tener peso, dan la sensación
de evanescencia, de que todo puede desaparecer o cambiar.
El Islam no destruyó las culturas antiguas que dominó, sino que las adaptó a su modo
especial de vida. Fueron conscientes de su inferioridad cultural y de su falta de tradición estética,
por lo que no tuvieron reparos en tomar de aquí de y allá lo que les interesó. De hecho,
reutilizaron columnas de templos cristianos para construir espacios religiosos o llamaron a
artistas bizantinos para que los decorasen.

2. Tipologías arquitectónicas
2.1. El lugar de la oración: La mezquita
El edificio más característico del arte islámico es la mezquita. Etimológicamente significa
“templo” y, como su nombre indica, es el lugar donde la comunidad islámica se reúne para orar a
Alá. Su tipología tiene su origen, al parecer, en la casa del Profeta. La mezquita del viernes o
gran mezquita recibe el nombre de mezquita aljama.
Elemento esencial es su muro de la Quibla, orientado hacia la Meca, en el que se abre el
nicho o Mihrab, que marca enfáticamente tal dirección. En su interior tiene asiento el imán o
director de la oración. Habitualmente este Mihrab es el elemento más rico en decoración de
cualquier mezquita.
Desde muy pronto se incorporaron a las mezquitas dos nuevos elementos: El alminar,
destinado a convocar el rezo mediante la voz del almuédano o muecín, contrapone su
verticalidad a la masa horizontal del oratorio; y la fuente de abluciones, que se suele situar en el
patio y sirve para que los fieles logren la pureza requerida para cumplir con la obligación de la
oración. También por razones de pureza ritual es obligatorio descalzarse al entrar.
Por influjo del arte cristiano, las primeras mezquitas adoptaron la planta basilical. El oratorio se
convirtió así en una gran sala hipóstila cuyas naves se dispusieron paralelas o perpendiculares a la
quibla, fórmula esta última que terminó triunfando. La nave central se hizo más ancha y abovedada,
y las naves extremas se prolongaron, rodeando el patio o sahn, constituyendo los riwaqs.
En el Islam Occidental el esquema se complica al darse mayor importancia al tramo o nave
que precede a la quibla. Éste alcanza iguales proporciones que la nave axial y se enriquece con
cubiertas abovedadas, lo que origina una peculiar y característica mezquita en forma de T.
Frente a este esquema occidental, en Oriente surgen diversos tipos de mezquitas, cuya
principal característica es el empleo del iwan (sala rectangular abovedada abierta al patio en su
frente). Uno de esos tipos es la llamada mezquita-kiosko, constituida por una sala cuadrada y
coronada por una cúpula, a la que rodean tres iwanes. Sin embargo, el tipo más conocido es el de
mezquita de cuatro iwanes. En ella se repite la estructura de la mezquita-kiosko, pero complicada
por la incorporación de iwanes monumentales en el punto medio de cada uno de los frentes del
patio. Dihos iwanes están enlazados perimetralmente mediante una serie de pórticos.
Otro tipo de mezquita lo constituye las de planta central. En ellas, la sala de oración es
cuadrangular y aparece cubierta por enormes cúpulas a gran altura, siguiendo el modelo e la
iglesia de Santa Sofía de Constantinopla.
En el interior de las salas de oración, sobre todo en las mezquitas aljamas, suele aparecer un
espacio delante del mihrab delimitado. Es lo que se denomina la maqsura. Tiene sólo un valor
social y accesoriamente estético, sin connotaciones religiosas. La primera maqsura aparece en la
mezquita de Medina, pero no responde a la tradición del Profeta que no creaba ninguna
separación entre sus fieles. Pero Omar, Othman y Moawiya sufrieron atentados en sus mezquitas
mientras oraban. Así que, con un valor defensivo que posteriormente se tradujo en social, se
separa mediante una balaustrada el espacio reservado al jefe y sus invitados, marcando una
jerarquía que fue condenada por los teólogos desde el momento mismo de su introducción.
La maqsura experimentará una evolución artística muy importante. Hubo maqsuras móviles
que se colocaban en su lugar los viernes, exclusivamente para la nobleza. Otras se construyeron
en piedra, como la de la mezquita de Córdoba.
El mobiliario litúrgico de las mezquitas lo integran tres piezas fundamentales: El mimbar,
especie de púlpito desde el que el imán dirige la oración del viernes; la dikka, la plataforma
ocupada por quienes responden al unísono a las invocaciones del imán y repiten sus
movimientos; y el kursi, el atril que sostiene el Corán.
Existen otros tipos de mezquitas, siendo la más sencilla la conmemorativa levantada para
perpetuar un lugar o para rodear un objeto o elemento significativo.
Otra variante es la mezquita monástica o Janaqh, que consiste básicamente en una mezquita
a la que se han añadido dependencias articuladas alrededor de un patio.

2.2. La madraza
Es un edificio adaptado para tener una función educativa. Tienen planta cruciforme con
cuatro ámbitos abovedados (iwanes), en torno a un patio central. Tal disposición se adecua a la
enseñanza de las cuatro escuelas jurídicas que el Islam ortodoxo considera como canónicas: La
Hanafi, la Hambali, la Maliki y la Safi.

2.3. Fortalezas y fortificaciones


Tras la triunfal expansión del Islam sucedió una etapa de consolidación, que implicaba el
control del territorio ocupado. Esto significó el establecimiento de un sistema de defensa de sus
amplias fronteras, para el que se sirvieron de las fortificaciones bizantinas y sasánidas
preexistentes.
Las murallas islámicas estaban jalonadas por torres de formas variadas y distribuidas
regularmente. Habitualmente están precedidas por una barbacana o antemuro y poseen un
parapeto almenado tras el que aparece el paseo de ronda. Las puertas abiertas en las murallas
ofrecen un trazado rectilíneo y destacan en ellas sus abovedamientos enormes y originales.
Elementos característicos, aunque no originales, de los sistemas defensivos musulmanes son
las Alcazabas, que cumplieron funciones estrictamente militares, aunque en otros casos acogían
el centro administrativo, llegando incluso a presentar un uso residencial.
Una construcción típicamente musulmana es el Ribat: Un edificio fortificado destinado a los
guardianes de la Fe, mitad monjes y mitad guerreros, cuya misión era la defensa de enclaves
fronterizos y la propagación de la religión.

2.4. Palacios
Gran parte de los palacios y residencias de los gobernantes musulmanes ofrecen
externamente aspecto de fortalezas. No obstante, tras esta sencilla y modesta apariencia se
encierran suntuosos aposentos y habitaciones ricamente decoradas. En ellas se desarrollaban las
fastuosas ceremonias y las actividades cotidianas de la vida privada. Los mejores conjuntos
palatinos conservados son la Alhambra de Granada y Topkapi de Estambul.

2.5. Arquitectura doméstica


La misma contradicción entre interior y exterior de los palacios se puede observar en las
viviendas particulares. Es una arquitectura introvertida, concebida desde dentro hacia fuera,
guardando para el interior los aspectos ornamentales y de mayor relevancia. Por eso, el exterior
de las viviendas son sencillos muros más que fachadas, en los que se abre la puerta de ingreso y
poco más.
En razón de múltiples culturas que agrupa el Islam y la amplia extensión geográfica y
temporal, no existe una casa-tipo musulmana, si bien un mismo sentido de familia y el respeto a
las reglas del Corán han dado lugar a ciertas similitudes. Un rasgo caracerístico es el afán de
privacidad, para lo cual se crean todo tipo de filtros y barreras, que llegan a su máxima expresión
en la casa destinada a las mujeres.
Otro detalle común es el uso flexible del espacio vital y la falta de función específica de las
habitaciones, cuya utilización cambia según la hora del día y la estación del año.

2.6. Los baños


Un elemento habitual en las residencias palatinas y ausente en las viviendas populares son los
baños. Destinados a la higiene y la pureza ritual, su presencia es habitual en los barrios
populosos, en las inmediaciones de las mezquitas y en las zonas comerciales.
El baño islámico deriva de las termas clásicas, aunque se alteraron algunos aspectos de su
organización y se sustituyeron los fines lúdicos y sociales de aquellas. Exteriormente carecen de
valor pues carecen de vanos y su ornamentación es escasa.
En el interior, la primera sala es espaciosa y sirve de vestuario y lugar de descanso. La
segunda es la sala fría, iluminada con claraboyas en la bóveda. Al final se encuentra la sala
caliente, pequeña y oscura en comparación con las anteriores.

2.7. Los maristanes


Se trata de edificios destinados a servir como hospitales. Copiaron las formas estructurales de
las madrazas, situándose habitaciones en torno a patios donde los iwanes podían desaparecer. En
general eran fundaciones privadas o reales. En Granada se encuentran restos de un Maristán.

2.8. Los bazares


En los países musulmanes, además del comercio desarrollado al aire libre, existe el
organizado en mercados estables, con una extensión y configuración laberíntica sorprendentes.
Son auténticas ciudades en las que se asiste a una permanente explosión de colores, olores y
sonidos. Se configuran como un entramado de calles cubiertas por estructuras de madera,
bóvedas y cúpulas. Existen agrupaciones por especialidades u oficios: zocos.
Otro edificio importante es la Alhóndiga. Presentan una sola portada tras la que se abre un
patio porticado que en ocasiones alcanza tres alturas. A sus galerías inferiores se abren los
establos, tiendas y almacenes, mientras que en las estancias superiores se localizan las
habitaciones para alojar a los mercaderes. Cada alhóndiga está asociada al comercio de un
producto particular, como el trigo, la lana, el cuero, etc.

3. El urbanismo islámico
El Islam se propuso crear una comunidad de nuevo cuño que disolvió los lazos basados en la
familia, pero que no consideró necesario desarrollar algún otro basado en el hecho de vecindad.
Digamos, en todo caso, que la mezquita aljama fue la manifestación específica de la comunidad
y, por tanto, fue centro absoluto de la ciudad, único vínculo primario entre sus habitantes, y en
torno a ella se situaron las demás funciones urbanas.
La carencia de legislación municipal se manifestó en un desorden formal, es decir, en la
carencia de reglamentos que defendieran lo público frente a lo privado. Así, el concepto de polis
o civitas se perdió. Las ideas de un trazado urbano regulador también se pierden, y allí donde el
Islam encuentra ciudades antiguas, va creciendo y configurándose sin respetar estas alineaciones,
dejando sectores de calles sin salida, ocupando plazas y reduciendo los espacios públicos al
mínimo indispensable. De tal modo que las ciudades musulmanas se caracterizan por sus
estrechas y laberínticas callejuelas a través de las cuales se descubren de vez en cuando una
cúpula, un alminar o una portada, todo ello bañado en un aire luminoso.

4. El elemento ornamental del arte musulmán


La estética musulmana se fundamenta en la ornamentación. Para el arte islámico la decoración
es lo esencial y primordial, puperponiéndose como un vestido a la estructura, a la que domina y
oculta. En esta decoración lo esencial es el ritmo, de carácter repetitivo, basado en la serie, una
repetición rítmica de los mismos motivos. Los elementos básicos de la decoración son tres:
 La caligrafía: Dentro de la cual hay dos tipos fundamentales de escritura.
o Cúfica: Utiliza caracteres monumentales, angulosos y sobrios.
o Najsí: Ofrece unos rasgos más libres y cursivos.
 Los motivos vegetales: Incorpora temas de tradición naturalista bizantina, como son las hojas
de acanto, rosetas, palmeras, zarcillos con hojas de vid y racimos de uva, roleos, etc., que
lentamente se van sometiendo a los ritmos compositivos y a la estilización formal cuyo
resultado se conoce como ataurique.
 Los motivos geométricos: Es algo consustancial al espíritu del Islam, ya que en sus formas y
en su prolongación infinita refleja la creencia islámica en la indivisibilidad divina. Los motivos
geométricos proceden del mundo clásico. Su origen está en el círculo a partir del cual se van
desarrollando formas poligonales y estrelladas.
La luz y el agua juegan un importante papel. El dinamismo decorativo se intensifica cuando
la luz se filtra a través de los motivos labrados en los estucos y de las celosías de madera, yeso o
mármol de las ventanas. El agua es también un complemento esencial: La presencia de
estanques, canales y fuentes sirve para enfatizar los ejes compositivos, relacionar ámbitos y
modificar espacios. El agua funciona como espejo, reflejando y multiplicando los esquemas
arquitectónicos y los motivos decorativos. Patio de los Arrayanes de la Alhambra.

5. Los primeros pasos del arte islámico: El arte de los Omeyas (siglos VII al XI)
A partir del siglo VII se inicia la dinastía de los Omeya. El estado se hace teocrático y el
califa se convierte en el árbitro de las distintas familias aristocráticas. La capital se establece en
Damasco.
Entre las primeras edificaciones de importancia hay que destacar la Mezquita del Haram en
la Meca. Se trata del espacio sagrado por excelencia del Islam. Fue convertido en Mezquita por
Mahoma en el 630. Consiste en una amplia columnata irregular en torno a un patio abierto en
cuyo centro está la Kaaba (una cámara cúbica).
La primera muestra del arte islámico auténtica es la Cúpula de la Roca. No se trata de una
mezquita, como generalmente se le llama, sino que es un monumento conmemorativo levantado
sobre el lugar desde el que Mahoma subió al cielo. El edificio recubre una roca desnuda que es
cercada por un doble deambulatorio octogonal.
El predominio de la influencia bizantina se observa en otros edificios de la arquitectura
Omeya, como es la Gran Mezquita de Damasco, que es una transformación de una basílica
cristiana anterior que a su vez se había levantado sobre un templo romano dedicado a Júpiter.
El tercer monumento religioso en importancia en la Mezquita Al-Aqsa de Jerusalén.
Otras obras arquitectónicas del período Omeya son los palacios construidos en los límites del
desierto que también derivan de tipologías bizantinas. Ofrecen planta cuadrada, amurallada y con
torreones. El más interesante y conocido es el llamado Palacete Rojo, que ofrece un rico
muestrario de pintura decorativa mural de gran naturalismo.
6. El arte de la Dinastía Abasida (750-1258)
Con la conquista del poder por los abbasí surgen nuevos impulsos polñiticos y artísticos. La
capital se traslada de Damasco a Bagdad, con lo cual se volvió la espalda al Mediterráneo. En
Bagdad se percibirá la cercanía del espíritu sasánida y, por supuesto, la influencia iraní.
A mediados del siglo IX se inicia la decadencia debida tanto a cuestiones internas como a
externas: Desequilibrios sociales y continuas sublevaciones.
Los nuevos materiales serán ahora el ladrillo y el adobe. Se optará por el pilar como soporte
y se generaliza el abovedamiento sobre trompas. En un determinado momento la dinastía opta
por abandonar Bagdad e instalarse en Samarra, donde se hace construir un gran complejo
residencial. Allí se levantará una de las más grandes mezquitas del mundo islámico.
En arquitectura civil destaca el Palacio de Ujaydir “el verde”. Es una construcción
imponente, rodeada de murallas que tiene rasgos omeyas e iraníes.
Otra aportación abasida fue la ornamentación en estuco y la cerámica vidriada, influenciada
esta última por la porcelana china. Samarra es la patria de la cerámica islámica.

7. El arte islámico en Egipto


Como ya se ha comentado, a partir del siglo IX el imperio abbasí sufre un debilitamiento y
desmembración. A raíz de la conquista árabe se funda Fustat, la futura El Cairo, que tendrá gran
importancia por su situación estratégica, que facilitaba el control militar y económico del Delta y
Valle del Nilo. Por esta razón la arquitectura islámica egipcia es la arquitectura de El Cairo.
Egipto, que desde el 639 (año de su conquista) forma parte del mundo islámico, es una zona
que va a ofrecer unas interesantes e importantes manifestaciones arquitectónicas. La Mezquita de
El Cairo se remonta a esas fechas primeras de la dominación musulmana. Seguía el modelo de la
de Damasco, construida en ladrillo y con cinco naves paralelas al muro de la Quibla.
La Mezquita de Al-Hakim es una buena muestra de la arquitectura de los fatimíes, mientras
que del período mameluco lo es la Tumba y madraza del sultán Qala`un.

8. La arquitectura islámica en Ifriquiya: Las construcciones de los aglabíes


Se agrupan bajo el nombre de Ifriquiya los países del Magreb por sus conexiones históricas y
por su evolución arquitectónica similar.
Los monumentos más importantes de los aglabíes, primera dinastía indígena del norte de
África, especialmente las mezquitas de Kairuan y Susa, que muestran claridad y uniformidad de
conceptos, se convertirán en universales durante siglos.
Las construcciones aglabíes se caracterizan, especialmente los exteriores, por sus grandes
extensiones de mampostería o ladrillo sin ornamentar. La restringida decoración utiliza el yeso
tallado, el estuco y la madera.

9. El arte islámico en las zonas orientales: El arte samánida


El dominio de la Persia oriental y el Turquestán recayó en manos de los samánidas, que
permanecieron en el poder hasta el 999. De su arquitectura cabe destacar el Mausoleo de Ismail,
un edificio de ladrillo de planta cuadrada, abierto por arcos en los cuatro frentes y cubierto por
cúpula sobre trompas.
En el campo de la cerámica, su gran mérito estriba en haber redescubierto la técnica del
engobe, olvidada durante siglos.

10. El arte islámico en la Baja Edad Media y en la Edad Moderna:


El arte otomano
En el año 1300 se funda la dinastía otomana, que logró mantenerse hasta 1918. Su imperio
fue ampliándose pero quedó limitado finalmente a la extensión de la actual Turquía.
La gran aportación otomana a la arquitectura islámica es la mezquita de planta central
cubierta con una gran cúpula sobre pechinas, encontrándose sus ejemplos más destacados en la
capital del imperio, la antigua Constantinopla, llamada luego Estambul.
El gran maestro de esta arquitectura otomana fue Mimar Sinán, que proyectó y supervisó un
gran número de estructuras.
Otro aspecto importante de la arquitectura otomana es su ornamentación. Las fachadas se
vuelven más esbeltas por el empleo del mármol, y también en la decoración interna el mármol
desplaza a la madera. Se usa mucho el estuco, de forma exhuberante. Igualmente, es muy
interesante el empleo de la pintura de laca sobre madera, que se desarrolla también en los
palacios y viviendas. No obstante, la aportación más interesante viene de la cerámica y de la
decoración de azulejos. Por último, hay que señalar el auge de la miniatura.

11. El arte islámico en España: El arte de al-Andalus


Al-Andalus fue, durante más de siete siglos, la frontera occidental del Islam.
La conquista musulmana del territorio hispano fue llevada a cabo entre el 711-714 y se
produce desde el norte de África. Los tres primeros siglos de la historia del al-Andalus son los
siglos del emirato omeya y el califato que le siguió, y que tuvo su capital en la ciudad de
Córdoba. Los nuevos gobernantes musulmanes de la Península aceptaron el vocabulario previo
de la arquitectura hispanorromana y visigoda: Las columnas y los capiteles corintios, e incluso el
arco de herradura, siempre y cuando pudieran transformarlos y exhibir la impronta reconocible
de la hegemonía islámica.
Tras la destrucción del califato cordobés a partir de la guerra civil que tuvo lugar entre 1009
y 1010, al-Andalus quedará desmembrado en múltiples reinos o cantones, iniciándose así los
llamados Reinos de Taifas y surgiendo otros centros artísticos además del de Córdoba donde se
produce una arquitectura sumamente refinada.
El debilitamiento del poder central trae consigo un avance de la Reconquista cristiana que fue
el detonante de la invasión almorávide que pone fin al período de taifas a partir de 1090 y un
conservadurismo y una austeridad decorativa como reacción a la permisividad anterior.
La decadencia almorávide y la desaparición de ese imperio dio lugar a un breve período de
segundos reinos de taifas dominado por el reino de Murcia, cuyo arte, el arte mardanisí, se va a
caracterizar por el reforzamiento de lo estrictamente andalusí.
Casi a la vez que el reino Mardanisí dominaba la situación comienza una nueva oleada
invasora procedente del norte de África que va a dar paso al período almohade. Los almohades
retomaron de nuevo el comedimiento decorativo. Se rechaza la opulencia y los excesos propios
de lo andalusí.
Tras la caída de los almohades el poder islámico en España se va reduciendo cada vez más y
se refugia en el pequeño reino nazarita de Granada. Diminuto reino que no tuvo mucho poder
político ni militar, pero que gracias a su larga pervivencia y a sus activos mecenas produjo un
notable arte sumamente cortesano y refinado.

11.1. Arquitectura y arte del período califal y de taifas


El monumento más importante del período cordobés (emiral y califal) es la Mezquita Mayor
de Córdoba, levantada en sucesivas etapas como resultado de un complejo proceso histórico.
Todas sus adiciones trataron de seguir la disposición original de los arcos y columnas del primer
edificio, manteniendo así toda la mezquita una sorprendente unidad estilística.
De aquí emergen dos conclusiones: Primera, que la mezquita principal de cada ciudad
siempre se ajustaba físicamente a la necesidad que la cultura tenía de un espacio único para toda
la comunidad; y segundo, que el edificio no era concebido como una entidad material completa.
Tras la Reconquista en el centro de la mezquita se levantó una catedral cristiana cuyas obras
se iniciaron en 1523 y culminaron en el siglo XVIII.
El otro gran espacio arquitectónico de la época califal es el complejo residencial de Madinat
Al-Zahra que quiere decir ciudad brillante. Fue fundada por Abd al-Rahman II en las faldas de
Sierra Morena y fue destruida en la guerra civil del año 1009. Fue una auténrica ciudad símbolo
del poder califal. Debido a su pendiente se construyó sobre tres terrazas superpuestas, que
correspondían a tres partes de la ciudad separadas por muros. La residencia califal dominaaba
toda el área desde la terraza superior situada al norte. La explanada media albergaba la
administración y las viviendas de los más importantes funcionarios de la corte. La inferior estaba
destinada a la gente del pueblo y los soldados, allí se encontraban la mezquita, los mercados, los
baños y también los jardines públicos.
Otro destacado aspecto del arte califal cordobés fue el enorme desarrollo de las artes
suntuarias. Artes destinadas a una vida exquisita, cortesana y refinada, donde se desarrolla un
lujo sin precedentes. Se dan obras maestras de recipientes en marfil, cerámica vidriada, cristal,
textil y metalistería.
En cuanto a la escultura este momento representa el primer gran período de este terreno
artístico en la España musulmana. Sobresalen los talleres de mármoles que realizan esculturas de
tipo arquitectónico. La temática es fundamentalmente epigráfica, ataurique y elementos de
ornamentación vegetal y animal. Sobresalen las pilas para las fuentes de los patios, que se
decoran con motivos del arte mesopotámico.
La época de taifas, durante la cual se desarrollaron pequeños reinos regionales por toda la
península Ibérica es uno de los períodos menos comprendidos de la historia de la España
islámica. Se va a caracterizar por el gran desarrollo de las artes en las capitales de esos reinos y
con un protagonismo de la tradición cordobesa, además de las influencias externas procedentes
del ámbito mediterráneo.
Los reyes taifas se centraron fundamentalmente en la construcción de palacios y mezquitas.
Entre los grandes conjuntos de este momento destaca el que se levanta en el reino de Zaragoza,
uno de los mayores reinos de taifas y de los más duraderos, y que se concreta en el conjunto
palaciego de la Aljafería. Lo más notable son los sistemas de arcos entrecruzados, que alcanzan
una complejidad increíble. La multiplicidad de las formas de arco es casi inagotable: Arcos de
medio punto, de herradura redondos y lobulados, y por primera vez también de herradura
ojivales y arcos compuestos. Otros palacio importante de este momento es el Real Alcázar de
Sevilla. Igualmente, son muy significativas las alcazabas de Málaga y Almería.

11.2. El arte almorávide


Su capital se estableció en Marraquech y representa un movimietno religioso de exacerbado
puritanismo. En él se observan dos etapas: Una primera caracterizada por la austeridad y luego
otro momento de gran esplendor que denota la influencia oriental y la propia andalusí, que se
advierte en el uso de la bóveda de mocárabes y la difusión de ataurique.

11.3. El arte mardanisí


Sus mayores logros se consiguen en la arquitectura palatina que se desarrolla en el reino de
Murcia. La gran obra de este arte es el conjunto del Castillejo de Monteagudo, del que sólo se
conserva la planta. Se trata de un conjunto amurallado, con torres de sección cuadrada, que
encierra un palacete rectangular. Destaca el patio organizado por un jardín de crucero, precedente
de otros jardines y palacios sevillanso, granadinos y magrebíes.

11.4. El arte almohade


Es el arte del nuevo poder que se abre paso tras la caída de los almorávides. Es un momento
de gran actividad constructiva de edificios religiosos, civiles y militares. Sevilla se va a convertir
en el gran centro artístico de este período, ya que es elegida como la capital de los califas
almohades.
Destaca la que fuera Gran Mezquita de Sevilla, que se levantaba en el solar que hoy ocupa la
Catedral sevillana. El alminar de la mezquita, conocido como la Giralda, es, sin duda, una de las
obras cumbres. Su remate ha desaparecido pero se sabe que se coronaba con almenas
escalonadas y las famosas cuatro manzanas doradas.
También merece ponerse de relieve la tarea llevada a cabo para la fortificación del recinto
amurallado de la ciudad de Sevilla. Destaca la gran defensa del río Guadalquivir, que se conoce
como la Torre del Oro. Un gran prisma dodecagonal con otro interno hexagonal, que termina en
un parapeto almenado. Se revistió con azulejos dorados que son los que le dieron el nombre bajo
el que se conoce.
La decoración de la Giralda está considerada como el punto de partida de un segundo período
del arte almohade, un momento en el que vuelve a adquirir un importante desarrollo lo
ornamental y al que se adscriben dos palacios de los Reales Alcázares de Sevilla: El Cuarto del
Yeso y el Patio Crucero de la Casa de Contratación.

11.5. El arte nazarita


Herederos de la rica tradición artística hispanomusulmana, los nazaríes culminan
brillantemente el proceso de evolución de la civilización islámica en suelo europeo, más
avanzada en su desarrollo que la de sus coetáneo y antagonistas feudales cristianos. Su símbolo
más característico es la Alhambra de Granada, que, en unión ed la Mezquita de Córdoba,
constituye una de las manifestaciones artísticas más universales del Islam.
Las artes nazaríes brotaron de las tradiciones almohades, si bien mostraron mucha más
variedad y riqueza que sus precursores. La arquitectura nazarita se va a caracterizar por el uso
del ladrillo para los arcos y bóvedas y los ricos revestimientos de las superficies. Se trata de una
arquitectura muy ornamentada donde destaca la ligereza de la columna de mármol con sus
caracerísticos capiteles, los arcos peraltados y cairelados y los de mocárabes, las bóvedas de
mocárabesy, en particular, la decoración menuda y profusa, en la que se integran perfectamente
los elementos vegetales, geométricos y epigráficos. Los mayores logros se obtienen en el campo
de la arquitectura palatina, que se organiza en torno a un patio de planta rectangular con dos
tipologías esenciales: La de patio con alberca y la de patio con crucero. Los edificios se hallan en
ambos casos íntimamente ligados al jardín.
La Alhambra, el último monumento islámico importante en España, fue su obra magna. Fue
concebida como una poderosa imagen de una monarquía en decadencia, como un vasto escenario
montado para el menguante poder del último gobierno musulmán de la península. Por su
situación geográfica sobre la colina de la Sabika y por sus indudables valores estéticos, se ha
convertido a lo largo de la historia en el referente y símbolo de la ciudad.
Históricamente, la decisión de Muhammad I de trasladar su residencia a la colina de Sabika,
con la construcción de la Alcazaba, será el detonante que comience el proceso edificatorio del
gran conjunto urbano de la Alhambra.

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