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Caracas, 28 de junio de 2018.

Crónica Periodística. Prof: Eloi Yagüe.

Estudiante: Estefany Pérez. V-25607019

Crónica Final: Personaje

Una vida al servicio de la UCV

Los pasillos de la Universidad Central de Venezuela esconden muchas


historias y personajes. Desde 1721, la primera universidad del país ha formado
generaciones de profesionales, muchos de los cuales han sido protagonistas de
la historia nacional. En ella, hoy funcionan 11 Facultades y más de 40 institutos
de investigación, haciéndola la casa de estudios de educación superior más
importante del país.

La Facultad de Humanidades, fundada en 1946 y que ha funcionado


durante las últimas seis décadas en las instalaciones de la Ciudad Universitaria
de Caracas, obra cumbre del arquitecto Carlos Raúl Villanueva, ejemplo de
arquitectura moderna sudamericana y Patrimonio de la Humanidad declarado
por la UNESCO desde el año 2000, ha sido el alma máter de numerosos
intelectuales de la esfera nacional que han dejado huella en el estudio y
comprensión de la historia y el comportamiento humano y también de personas
que, desde adentro, ocupando puestos no tan visibles desde el exterior, también
contribuyen de manera importante para que la academia prevalezca a través del
tiempo y a pesar de las dificultades, que se han hecho cada vez más intensas
en los últimos años.

***

Son las 7 de la mañana del viernes, hora en la que se abren las entradas
de la Facultad para iniciar las actividades del día. En la puerta, junto a los
vigilantes, el profesor Eduardo Santoro, Coordinador Administrativo y Director de
la Escuela de Psicología, espera para ser el primero en ingresar al recinto, como
acostumbra. Su puntualidad y responsabilidad, según sus colegas y compañeros
de trabajo, son los rasgos que más lo caracterizan. Advertida de su precisión y
extrema organización en sus horarios, le espero a la hora acordada con un café
recién hecho.
“No debiste molestarte. No tomo ni como nada entre el desayuno y el
almuerzo”, fue su respuesta al ofrecimiento, así que opté por tomármelo. Cuenta
que se levanta todos los días a las 4 de la mañana y desayuna a las 5, para
almorzar luego a las 3 de la tarde.

Las primeras obligaciones del profesor Santoro en la Facultad son


sencillas: pasa a dejar sus pertenencias en su oficina en el Decanato y luego
abre las puertas de las oficinas en la Escuela de Psicología. Su vitalidad y ánimo
de trabajo sorprenden a sus 78 años: aunque su tono de voz se haya hecho bajo
y su espalda ya no tenga la rectitud de otra época, saluda a sus compañeros de
trabajo y toma una escoba para barrer el piso de la oficina de la dirección. Cuenta
que también ha lavado algunos de los baños del edificio, ha sacado la basura y
acostumbra a regar las plantas del jardín debido a que el contrato con la empresa
encargada del mantenimiento de la Facultad no fue renovado por falta de
recursos.

“Es sumamente difícil administrar recursos que son realmente irrisorios.


Con 6 millones de bolívares no podemos hacer nada”, comenta Santoro.
Mientras caminamos por los pasillos de Psicología, señala algunas lámparas en
el techo y cuenta que, cada vez que la vida útil de un bombillo termina, deben
redistribuir los que quedan para intentar que la iluminación no se vea tan
afectada. En las tardes, los alumnos y profesores procuran irse a sus casas antes
de que caiga el sol, pues los pasillos quedan en la oscuridad.

Santoro comenta que es frecuente que las reuniones para decidir qué
hacer con los recursos suelen tardar horas tratando de escoger, por ejemplo, si
es mejor comprar un par de coletos y un litro de cloro o tres bombillos y una
escoba.

***

Luego de su primer recorrido, Santoro se sienta en su escritorio en la


Coordinación Administrativa y muestra las largas listas de alumnos en las
cátedras de Psicología General I, II y III y Psicología Experimental. Además de
sus labores administrativas, tiene a su cargo la enseñanza y evaluación de 107
alumnos y es parte del comité de la revista de la Escuela de Psicología. Muy
sereno, cuenta que el secreto está en la organización. Nunca ha sufrido de
migrañas o estrés.

El profesor a continuación hace un ejercicio retrospectivo: desde pequeño


le ha gustado asumir posiciones de liderazgo y administración. Durante su época
como estudiante en el colegio y la universidad siempre fue parte del centro de
Estudiantes. Egresó de la UCV como psicólogo en 1963 y siempre se ha
mantenido unido a la universidad, en las buenas y las malas.

Durante su juventud fue militante comunista y miembro de grupos


estudiantiles insurgentes. En 1961, fue el responsable de identificar a su
compañera universitaria Livia Governeur en la morgue, luego de ser asesinada
mientras realizaba una operación de hostigamiento en contra de unos cubanos
batisteros que se hospedaban en El Recreo. Afirma que el compromiso de los
estudiantes con la Universidad de aquellos años se ha ido y no ha vuelto. Cuando
el rector de la UCV, Francisco De Venanzi, hacía un llamado a los estudiantes,
en seguida la población universitaria se agrupaba frente al rectorado. También
recuerda que más tarde, durante las intervenciones gubernamentales a la
universidad, estudiantes y profesores alquilaban locales con sus recursos para
seguir asistiendo a clases.

“Soy un ucevista muy privilegiado”, asegura Santoro, con una sonrisa en


el rostro. Conoció una Ciudad Universitaria recién inaugurada, una academia
dinámica en la que era habitual encontrarse con personalidades de la talla de
Juan David García Bacca y que aún desprendía aroma a concreto fresco. Allí,
motivado también por los profesores Antonio Pasquali y Héctor Mujica, fue
atraído por el estudio de la psicología de la comunicación, su área de
especialidad.

Cuando lo propongo, Santoro se resiste a hablar en profundidad de su


vida privada. Cuenta que ha tenido 4 esposas y tiene dos hijos que hoy viven en
Europa: un comunicador social y un administrador. Tampoco posee cuentas en
redes sociales y casi ningún dato personal aparece en línea. Su vida ha sido y
es la universidad, llega muy temprano y es una de las últimas personas en irse
del recinto.

***
Cuando le cuento acerca de los comentarios que giran en torno a su hábito
de ser el primero en llegar y el último en irse, el profesor no puede evitar reírse.
Su Fiat Uno blanco, estacionado casi siempre en el mismo puesto frente al
edificio de la Biblioteca Central, se ha ganado el apelativo de “portal místico-
dimensional” entre algunos de los profesores de la Facultad, pues son muy pocas
las personas que han visto su puesto de estacionamiento vacío y casi nadie le
ha visto conducir su automóvil.

Santoro cuenta que anteriormente también asistía a la universidad los


domingos, pero debido al repunte de robos ha decidido quedarse en su
apartamento, al este de Caracas. Un apartamento que, según cuenta, fue capaz
de comprar gracias a un crédito que pudo pagar con su sueldo de profesor
universitario a cuotas fijas durante 25 años. Cuando adquirió el apartamento,
sólo un 4% de su sueldo era lo necesario para abonar a la mensualidad
destinada al pago de su vivienda. Hoy, según su visión, es imposible. Su sueldo
en la universidad, calculado en 5 millones de bolívares, no le alcanza para cubrir
sus necesidades más básicas y hoy vive de sus ahorros y la colaboración de sus
hijos.

***

“El día que yo me vaya de esta Facultad, será cuando me lleven al Clínico
Universitario y de allí a la funeraria Vallés”, afirma Santoro sin pestañear. “He
dedicado toda mi vida al servicio de esta universidad, y he asumido esa
responsabilidad con mucho compromiso, seriedad y respeto hasta el final de mis
días”. Cuando le pido que resuma en una frase lo que siente por la academia,
dice: “Simplemente, la amo”.

Antes de despedirse para ir a iniciar su clase de Psicología Experimental,


suelta un dato curioso: “Hace años, abrí una empresa para el análisis de opinión
pública junto con Eleazar Díaz Rangel y Gloria Cuenca. No logramos capturar ni
un cliente. Fue una señal que me dijo que debía quedarme aquí”.

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