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Son las 7 de la mañana del viernes, hora en la que se abren las entradas
de la Facultad para iniciar las actividades del día. En la puerta, junto a los
vigilantes, el profesor Eduardo Santoro, Coordinador Administrativo y Director de
la Escuela de Psicología, espera para ser el primero en ingresar al recinto, como
acostumbra. Su puntualidad y responsabilidad, según sus colegas y compañeros
de trabajo, son los rasgos que más lo caracterizan. Advertida de su precisión y
extrema organización en sus horarios, le espero a la hora acordada con un café
recién hecho.
“No debiste molestarte. No tomo ni como nada entre el desayuno y el
almuerzo”, fue su respuesta al ofrecimiento, así que opté por tomármelo. Cuenta
que se levanta todos los días a las 4 de la mañana y desayuna a las 5, para
almorzar luego a las 3 de la tarde.
Santoro comenta que es frecuente que las reuniones para decidir qué
hacer con los recursos suelen tardar horas tratando de escoger, por ejemplo, si
es mejor comprar un par de coletos y un litro de cloro o tres bombillos y una
escoba.
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Cuando le cuento acerca de los comentarios que giran en torno a su hábito
de ser el primero en llegar y el último en irse, el profesor no puede evitar reírse.
Su Fiat Uno blanco, estacionado casi siempre en el mismo puesto frente al
edificio de la Biblioteca Central, se ha ganado el apelativo de “portal místico-
dimensional” entre algunos de los profesores de la Facultad, pues son muy pocas
las personas que han visto su puesto de estacionamiento vacío y casi nadie le
ha visto conducir su automóvil.
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“El día que yo me vaya de esta Facultad, será cuando me lleven al Clínico
Universitario y de allí a la funeraria Vallés”, afirma Santoro sin pestañear. “He
dedicado toda mi vida al servicio de esta universidad, y he asumido esa
responsabilidad con mucho compromiso, seriedad y respeto hasta el final de mis
días”. Cuando le pido que resuma en una frase lo que siente por la academia,
dice: “Simplemente, la amo”.