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MEDICINA PREVENTIVA
El camino cristiano (según las Escrituras) es, entre otras cosas, la prescripción final
para gozar de buena salud.
La regla que se oye en millones de hogares cada día: “Lávate las manos antes de
comer”, está en la línea de algunas reglas que Dios dio a su pueblo en el Antiguo
Testamento.
La queja de los fariseos y maestros que aparece en Marcos 7:1–5 no era que los
discípulos hubieran quebrantado las reglas del Antiguo Testamento (no tenemos
ningún motivo para creer que no se lavaran las manos antes de comer), sino que
habían violado la “tradición de los ancianos”. La cita de Isaías 29:13 que hace nuestro
Señor lo prueba: “[…] y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres
que les ha sido enseñado”. La Ley es para que los sabios mantengan su salud física y
espiritual: es el necio el que la desestima por completo o le añade la tradición de los
hombres.
Hace 150 años, las familias tiraban sus desperdicios a la calle con la esperanza de
que fuera la lluvia la que se los llevara. En verano, cuando no llovía, había frecuentes
brotes de tifus. Y cuando llovía, toda la porquería iba a parar a canales, arroyos y
ríos. Hacia finales del siglo XVIII, la gente se refería al Támesis como una fosa séptica
en movimiento. Hoy en día damos por supuestas las leyes del Antiguo Testamento en
materia de higiene y saneamiento. Hace más de 3000 años, Dios había establecido
normas de saneamiento para su pueblo cuando, entre otras regulaciones, había
ordenado que se excavaran letrinas en las afueras del campamento (Deuteronomio
23:12–14).
Dios ordenó además que si alguien encontraba una mañana un lagarto en la olla con
la que se cocinaba, debía romperla inmediatamente (Levítico 11:32, 33). De esta
forma, pero pronto enseñaría a la gente a dejar sus recipientes boca abajo durante la
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noche, minimizando de esa forma los riesgos de contaminación. Semejante higiene
puede resultarnos obvia, pero hoy en día estamos mandando equipos médicos por
todo el mundo para enseñar a la gente reglas tan básicas. En la Edad Media, la
tercera parte de la población europea pereció víctima de la peste, principalmente
porque se desestimaron normas de higiene tan sencillas.
EL MEDICO: Atiende al médico antes que lo necesites, / que también él es hijo del
Señor. Pues el Altísimo tiene la ciencia de curar, / y el rey le hace mercedes. La
ciencia del médico le hace andar erguido / y es admirado de los príncipes. El Señor
hace brotar de la tierra los remedios / y el varón prudente no los desecha.
Eclesiástico 38: 1-15.
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ASEO PERSONAL: Los hebreos eran el pueblo más limpio en tiempos antiguos, y aun
hoy día sus antiguas normas son inmejorables. Los baños rituales se ordenaban por
muchas razones, y cada israelita se daba un baño por lo menos una vez a la semana,
porque se le requería limpiarse el día anterior al sábado. Se requería lavarse después
de tocar un cadáver, de animal o humano.
MEDIDA DE HIGIENE: Dios ordenó además que si alguien encontraba una mañana un
lagarto en la olla con la que se cocinaba, debía romperla inmediatamente (Levítico
11:32, 33). Era una medida para que las personas dejaran los recipientes
contaminados cubiertos, así no se contaminaban.
LAVADO DE MANOS: Y todo aquel a quien tocare el que tiene flujo, y no lavare con
agua sus manos, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será
inmundo hasta la noche. Levítico 15:11
INGESTA DE GRASA: “Habla a los hijos de Israel, diciendo: Ninguna grosura de buey
ni de cordero ni de cabra comeréis /La grosura de animal muerto, y la grosura del
que fue despedazado por fieras, se dispondrá para cualquier otro uso, mas no la
comeréis.” Levítico 7:23,24.
No sólo se prohibió comer sangre bajo la ley mosaica, sino también grasa animal.
Esta prohibición es muy sana, y los últimos hallazgos de la ciencia médica están en
completa armonía con ella. La comunidad médica está ahora de acuerdo en que el
uso de grasa animal como alimento es perjudicial para el ser humano y causa
enfermedades.