míticos o espirituales, este “carácter real” a menudo se relaciona íntimamente con la cosmología. Por ejemplo, en su investigación sobre la importancia de los sueños entre los artistas aborígenes en Australia, Price-Williams y Gaines descubrieron que la gente presta una gran atención a los sueños sobre el pasa- do mítico conocido como “The Dreaming” o “Dreamtime” (1994; véase tam- bién Glaskin, 2005, para un análisis de sueños aborígenes con los ancestros) e inclusive se inspiran en ellos. Se consideraba que estos sueños especiales poseían la cualidad de ser más “reales” que otros, a veces siendo experimen- tados visualmente como si fueran una película, con algunas de las respuestas evocando incluso la cámara de vídeo como una metáfora (ibíd.:379). De he- cho, la vista es un tropo poderoso en la determinación del significado de los sueños de muchos contextos culturales. Para los indios ette de Colombia, por ejemplo, mientras que todos los sueños implican la actividad del too de la persona, su componente “anímico”,, espiritual o de fuerza vital, se hace una distinción entre los sueños cotidianos, donde se piensa que el too se suelta del cuerpo, saliendo libremente a viajar para ver su entorno y aquellos don- de el too es deliberadamente presentado con imágenes, por ejemplo, de los ancestros o deidades (Niño Vargas, 2007:309). Lo que hace que estos sueños sean excepcionales es que el soñador, por lo general una persona mayor o un especialista religioso, un elegido, se hace “pasivo”, en el sueño. Si bien, como dice Vargas, estas experiencias son más auditivas que visuales, es cierto que la “vista”, como presciencia o la adquisición de conocimientos, parece ser una consecuencia de sus condiciones especiales, a saber, la comunión con los seres superiores. En Cuba también, donde soñar es comúnmente discutido e interpretado, especialmente por los seguidores de la religión afrocubana (véase Espírito Santo, 2009), algunos sueños se ven impregnados de signos, men- sajes, presagios o advertencias, es decir, de los espíritus de los muertos, los oricha-dioses afrocubanos, o los santos católicos. Al igual que algunos de los encuestados por Price-Williams y Gaines, los cubanos suelen describir estos sueños como algo más “real” o “lúcido”, y en línea con las experiencias de los ette, creen que las imágenes en ellos son “presentados” al soñador a fin de que éste tenga un conocimiento específico que es importante para su integridad o su seguridad. A manera de ejemplo cito el siguiente caso: En el verano de 2006, Alberto, un cubano de cuarenta años de edad de ascendencia haitiana, ex-testigo de Jehová, tuvo un sueño. Alberto era un soña- dor notorio, cuyas proezas incluían recibir los números ganadores de la lotería durante el sueño, y la predicción de la deserción de cubanos famosos presenta- dores de televisión a Miami. Pero este sueño tenía un sabor diferente.
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