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LudeChyc

LudeChyc

DEDICATORIA

Desde el espacio de la “Luna de Chocolate y canela,


dedicamos estos siete cuentos a la niña soñadora y
valiente que permanece en cada uno de nosotros y en
especial a todos los niños(as) y padres del mundo.
LudeChyc

INDICE

Ω La navidad de Caperucita
Ω Hansel y Gretel encuentran a su padre
Ω Los duendes del mango
Ω Dos días antes de la navidad
Ω Travesuras navideñas
Ω Rara navidad
Ω Los cerros vestidos de navidad
LudeChyc
PRESENTACIÓN

Esta hermosa colección de cuentos, nos permitirá mantener el


espíritu navideño en cualquier época del año.
Iniciamos con un clásico de los clásicos “La Navidad de
Caperucita”, aquí recreamos el después de ese conflicto
dramático que vivieron, sobre todo la abuela y Caperucita. Le sigue
otro clásico que nos marco en la vida y al cual le hemos recreado un
final alternativo.
Luego, le siguen cinco cuentos que tienen que ver con nuestras
vivencias en la niñez que nos toco vivir.
La autora
LudeChyc

La Navidad de Caperucita

Erase otra vez. Después del susto que pasaron la abuela y


Caperucita Roja, los padres de la niña no se quedaron tranquilos. A
partir de ese día, comenzaron a ahorrar para hacer mejoras en
casa. Y cuando ya habían logrado juntar una regular cantidad de
dinero compraron los materiales. Ambos esposos decidieron
arreglar un cuarto para las visitas.
Faltando una semana para Navidad, le dieron la noticia a su hija.
Iban a traer a la abuela. Ella era la que más la extrañaba
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Se encontraba feliz haciendo planes, imaginando y ayudando a


decorar el cuarto donde dormiría la anciana.
Esta fiesta sería diferente, se decía. Imaginaba a sus padres
preparando la cena y a su nana contándole bellas historias. La
mismas que años después ella contaría a sus hijos y nietos.

Fin.
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Hansel y Gretel encuentran a su padre

Apenas la bruja se acercó al horno, su cuerpo se esfumó. Los


dos hermanos se miraron asustados. Por si acaso, revisaron toda la
casa. Solo encontraron una caja repleta con monedas de oro. Se
alegraron y llenaron sus bolsillos y bolsas con el oro. Enseguida
salieron en busca de su padre.
Recién al tercer día lo encontraron cortando leña. Al verlo corrieron a
abrazarlo. Mas éste, avergonzado y llorando, pidió perdón a los
niños. Desde aquel día que los abandonó en el bosque no pudo vivir
en paz. También les contó que se había separado de la madrastra.
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Hansel y Gretel lloraron mucho y perdonaron a su papá. Los


tres llevaron leña a casa.
Los niños se bañaron y cambiaron de ropa. Mientras que su
padre servía el chocolate caliente acompañado de biscochos
que el mismo preparó.
Ahora la familia estaba feliz. Además planearon poner una
panadería para ayudar a los hombres y mujeres desempleados
del pueblo. Ya nunca más pasaron hambre.

Fin
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Los duendes del mango

Apenas entraron a la casa, escucharon el llanto de su bebé.


Pero, se desesperaron al encontrar la cuna vacía y a su hija de
catorce años profundamente dormida.
Inmediatamente buscaron en todos los ambientes de la vivienda. Fue
entonces que, cuando se disponían a salir en busca de ayuda, oyeron
una vez más, el llanto de su hija menor. Se dirigieron al fondo de la
casa, donde había un hermoso jardín. Precisamente allí, al pie del
árbol del mango encontraron a la bebé. La madre
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bañada en llanto la acogió y acurrucó, mientras que el esposo la


cubría con una colcha.
Nadie se explicaba, cómo la criatura de seis meses había llegado a
aquel lugar, pues aún no gateaba. Esa noche madre e hija
durmieron juntas y las siguientes también, hasta que la niña
cumplió un año. Ese mismo día del cumpleaños, sopló un viento
fuerte e inesperado que movió las ramas del árbol de un lado a
otro, provocando así un ruido ensordecedor.
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A partir de esa tarde no dejaron de ocurrir situaciones extrañas. Como


por ejemplo; la madrugada en la que el señor Juan, escuchó voces en
el jardín. O cuando su esposa, en estado de sonámbula abrazaba al
árbol.
Y, por todas esas vivencias desagradables, decidieron pedir apoyo a
sus familiares y vecinos. Sin hacerse esperar, ellos recomendaron a
los esposos a realizar rezos y cantos
religiosos. Además, de hacerse amigos de los duendes del mango y
conocer de cerca sus costumbres y necesidades.
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A partir de ese momento, dejaron de molestar. Solamente,


aparecían en Navidad cuando el árbol estaba repleto de deliciosos
mangos. Ellos ayudaban a sacarlos y se despedían hasta la
siguiente cosecha.

Fin.
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Dos días antes de la Navidad

Dos días antes de la navidad, cuando los perros aullaban y caía una
ligera llovizna, él ya no estaba en el lugar donde se le guardaba.
Nunca pensé que nos separaríamos, yo estaba en mi cuarto y por más
que me tapaba los oídos, no podía dejar de escuchar sus quejidos. Lo
único que hice fue tirarme a la cama a llorar, llorar y llorar hasta el
amanecer.
Cuando Desperté ya era vísperas de Navidad, había bulla en la casa,
mis hermanos y hermanas limpiaban, arreglaban y hacían bromas y se
reían. Mamá preparaba la cena y papá le ayudaba. Mientras que
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yo estaba triste y sentado en un rincón, hasta había pensado en


irme de la casa, ya que la vida sin él no era la misma de antes, solo
pensaba en mi querido amigo, mi compañero de penas y alegrías.
Él me despertaba con sus ¡glu, glu, glu…! todas las mañanas antes
de ir a la escuela y al volver a casa me recibía con baños de polvo.
Esa noche no comí nada, no abrí ningún regalo y me fui a dormir
temprano.
Más de dos días duro el dolor y la rabia que sentía por la ausencia
de mi amigo “Paglu” , pues pensaba – ¿A quién daría de comer?-
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Si el ya se había ido.
Pasaron los meses y poco a poco fui aceptando la muerte de mi
amigo. Fue mi tía Juana la que me explicó que aquel animal había
servido de alimento a la familia y por lo tanto se había quedado con
nosotros.
Entonces a partir de ese momento comencé a ver a mi amigo en el
comportamiento de mi familia, por ejemplo cuando papá se
despertaba movía los brazos como si aleteara, por su parte mamá
cantaba ¡glu, glu, glu…! Y mis hermanos menores se bañaban en
polvo.
Fin.
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Travesuras navideñas

Llevaba quince días dentro de una caja. Parecía triste en aquel


lugar apartado de todos. Los adultos ni la miraban, ¿es qué acaso,
habían olvidado aquella caja polvorienta , arrinconada e
inalcanzable?
Sin embargo, los niños de la casa contaban las horas y los días que
faltaban para abrir aquel envase. Aunque mamá había dicho que;-
solo se abrirá en la cena de navidad para compartirlo en familia-.
Más ellos pensaban que no debían, ni podrían esperar tanto tiempo,
pues cada instante que pasaba se les hacía agua la boca.
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Por eso Rodolfo y José Luis prepararon un plan para cuando la
madre saliera de casa. Y llegó aquel día en que se quedaron solos.
Se armaron de valor y entre los dos acercaron la mesa hasta el
repostero, descansaron unos segundos y seguidamente colocaron
una silla sobre el tablero. Y como alguien tenía que subir, Rodolfo
ordenó a su hermano que subiera.
Pero en ese preciso momento sonó el teléfono e hizo que los dos se
quedaran inmóviles, mirándose cara a cara por unos segundos.
Luego ambos decidieron saltar al piso y rápidamente el mayor de
los hermanos se acercó a levantar el aparato cuando al instante
dejo de sonar.
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Varios nombres pasaron por sus mentes.


Tal vez era mamá, papá, la abuela o la tía Franca o quizás el tío que
había llegado del extranjero. Esperaron un rato a ver si volvía a
sonar el auricular, pero nada. Así que decidieron continuar, volvieron
a subir y ya cuando José Luis se encontraba sobre la mesa sonó otra
vez el teléfono. Pero ahora solo bajó el mayor a contestar
–Sigue tú- le dijo y saltó. . ¡Aló! ¡Aló! , ¡Hola mamá! estamos jugando
aquí, ¿te vas a demorar…?, ¡Ya mami! fue lo último que pronuncio.
Mientras su hermano ya había cogido la caja que accidentalmente
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cayó al suelo y se abrió dejando escapar el delicioso aroma del


pan dulce relleno con abundante fruta seca. Sin embargo, mientras
uno ayudaba a bajar al otro y se disponían a comer aquel panetón,
afuera alguien tocaba la puerta. Oh y ahora -¿quién será?- ,-solo a
nosotros nos pasa eso-, pensaron.
Así rápidamente los dos recogieron y ordenaron todo, pero cuando
dijeron; ¿Quién es? , ya nadie contestaba, parecía que se habían
cansado de esperar. Ahora si comeremos este delicioso panetón ,
una tajada para mí y otra para ti, dijo el hermano mayor.
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Y así sucesivamente se sirvieron una, otra y otra tajada hasta


terminar y dejar completamente vacía la caja. Más, como estaban
tan embotados no tuvieron fuerza para colocar el envase en su sitio.
Y mientras descansaban, se habían propuesto pensar que iban a
decirle a su mamá. Pero, tampoco lo hicieron, pues se quedaron
dormidos hasta que llegó la mamá muy contenta con dos cajas que
contenían pan de pascua para compartirlo en familia durante la
cena de navidad.

Fin.
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Rara navidad
-Los vecinos de al lado son raros- decía mamá, no
celebran los cumpleaños como los demás, no se
amanecen bailando, ni ponen música a alto volumen.
Tampoco decoran la fachada de su casa para la fiesta
de navidad. Que triste debe ser vivir así, comentaban
algunos vecinos.
Yo que estudiaba con Julia, una de las hijas de esta
rara y encantadora familia, les voy a contar como
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celebraban la fiesta de la navidad. Se preparaban tres meses antes.


Mamá Inés era una señora alegre y a veces renegona que le gustaba
hacer manualidades junto a sus dos hijos y cuando los visitaba me
hacían participar. Los primeros días de diciembre comenzaban a
decorar la casa solo por dentro. Por fuera no necesitaban hacerlo,
tenían un jardín precioso y un camino empedrado hasta la puerta.
Dos días antes de la fiesta navideña, preparaban mermelada y
horneaban galletas para regalar a algunas personas del barrio que
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vivían solas o familias poco adineradas. Además, los niños de esta


familia ensayaban con sus instrumentos musicales para tocar el
día de navidad ante el nacimiento.
Varios años tuve la costumbre de visitarlos después de la noche
buena. Llevaba mis juguetes y Julia me enseñaba el suyo. En esa
casa la pasaba muy bien, su papá nos contaba un cuento,
veíamos tele y su mamá me invitaba helados de guanábana y
bombones de fresa. Hasta almuerzo querían servirme, pero
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mamá iba siempre a recogerme. Me despedía con pena,


prometiendo volver después de comer. Eso no sucedía, ya que
teníamos que ir a saludar a mis abuelos y tíos.
Esperaba tanto la navidad, solo por ir a la casa de mi amiga y
disfrutar sus inolvidables raras navidades, que aún sigo
saboreando.
Fin
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Los cerros vestidos de navidad


Mi hermana y yo esperábamos con ansias la navidad. Los
preparativos se hacían desde la mañana del 24 de diciembre. Mamá
iba al mercado y al regreso cocinaba algo fácil y rápido para el
almuerzo. Comíamos poco, teníamos que guardar estomago para la
cena de noche buena.
A las tres o cuatro de la tarde, nos bañábamos e íbamos a dormir,
para poder estar despiertas hasta pasadas las doce de la noche.
Como adivinando nos levantamos cuando ya había anochecido.
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Corriendo salíamos al balcón y maravilladas contemplábamos los


cerros vestidos de luces. La gente que vivía allí, había colocado
mecheros hechos por ellos mismos con latas de leche y a
kerosene. Pasábamos muchos minutos mirando los inmensos
adornos. Era señal que la navidad había comenzado.
Con el espíritu dentro, nos tocaba vestirnos con ropa nueva
que nos habían regalado. Bajábamos radiantes a ayudar a
preparar la cena a mamá. Todo olía a navidad, los adornos en
casa, las verduras, el chocolate, el biscocho, la gente en la
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calle caminando muy aprisa, comprando y vendiendo.
Yo iba comiendo de rato en rato, no podía esperar hasta las doce. Y
cuando llegaba la hora del abrazo de “feliz navidad” y de la gran
cena, la mayoría de los niños y niñas comíamos poco, estábamos
mas emocionados con los regalos que nos había tocado.
Pasaron los años y nos hicimos grandes. Los cerros dejaron de
iluminarse. Ahora lucen nuevos vestidos que a otros niños y niñas
siguen asombrando.
Fin.
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