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Grado 1
La antesala del infierno (a)
Miguel Fuentes1
I. Introducción
Durante las últimas semanas se dio a conocer un nuevo informe del Grupo Intergubernamental
de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) en donde se afirma,
entre otras cosas, que quedaría alrededor de una década para alcanzarse el umbral de un
calentamiento global irreversible y catastrófico. Este informe, presentado en Korea del Sur,
señala que varios de los efectos anteriormente asociados con un aumento de dos grados
centígrados de la temperatura mundial se producirían, en realidad, al llegarse a los 1.5 grados
de incremento. Según dicho organismo (criticado a menudo por su conservadurismo al referirse
a los peligros asociados a la crisis climática), este nivel de calentamiento global se alcanzaría
durante la década de 2030. Tal como señala una reciente nota de BBC Mundo refiriéndose a
los posibles efectos del rebasamiento de esta barrera:
“La extinción total de los arrecifes de coral, diez millones de personas más expuestas a
inundaciones, cada vez menos zonas aptas para el cultivo de cereales... Una diferencia de sólo
medio grado de temperatura tendría consecuencias devastadoras para nuestro planeta, por lo que
cada vez es más urgente limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1,5 grados
centígrados, advirtió este lunes el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la
ONU (IPCC). Y el tiempo para actuar se nos está acabando, se asegura en el último informe del
IPCC, el que ha sido descrito como “un último llamado” para salvar a la Tierra de una inminente
catástrofe. De hecho, según el reporte, actualmente vamos camino a un aumento de 3 °C, muy
por encima del máximo de 2 °C contemplado por los Acuerdos de París sobre cambio climático”.
(“Por qué 2030 es la fecha límite de la humanidad para evitar una catástrofe global”, BBC
Mundo).
1Lic. y Máster en Arqueología, Historiador. Coordinador del Grupo de Seguimiento de la Crisis Climática
Mundial (www.facebook.com/seguimientocrisisclimatica).
El calentamiento global sobrepasó hace algunos años el primer grado de aumento con respecto
a tiempos pre-industriales, pronosticándose para fines de este siglo un incremento que iría entre
los cuatro y seis grados centígrados. Ahora bien, ¿qué significa concretamente un aumento de
uno, dos, cuatro o seis grados centígrados durante las próximas décadas y cuál podría ser la
relación entre estos niveles de calentamiento, el proceso histórico y la viabilidad de las
estrategias anticapitalistas tradicionales? Esta pregunta no posee una importancia menor. Por
el contrario, aquella representa una disyuntiva de vida y muerte para cualquier proyecto de
transformación revolucionaria, esto debido a que el calentamiento global y la crisis ecológica
se han transformado ya, como veremos a lo largo de este artículo, en la principal amenaza para
la sobrevivencia de las clases explotadas, la civilización y el conjunto de nuestra especie.
Por ahora, podemos afirmar lo siguiente: la actual dinámica de cambio climático y crisis
ecológica plantearían durante el siglo XXI un tipo de horizonte catastrófico de la historia sin
precedentes desde el origen de las primeras sociedades neolíticas, desarrolladas estas últimas
en el contexto de las transformaciones medioambientales que caracterizaron la transición entre
el Pleistoceno y el Holoceno. Este horizonte catastrófico se asociaría hoy tanto a un potencial
fenómeno (inédito) de freno, declive y caída abrupta del desarrollo de las fuerzas productivas
a nivel mundial, así como también a la posible desintegración en el mediano y largo plazo de
la estructura de clases contemporánea y de los pilares de la civilización moderna, ligándose
además a un probable evento de extinción fulminante de nuestra especie. En términos
programáticos, lo anterior significaría para el ámbito anticapitalista la apertura de un periodo
de “incógnita estratégica” caracterizada por una caducidad creciente de los programas
anticapitalistas de los siglos XIX y XX (por ejemplo el marxismo o el anarquismo en sus
diversas variantes), basados en gran medida en una dependencia de los esquemas productivos
propios de la era industrial y del rol central de los combustibles fósiles en el proceso
económico. Una muestra de esto sería la inutilidad progresiva de algunas de las consignas
principales de dichos programas (entre otras el control obrero de la producción) para ofrecer
una “solución integral” a los futuros padecimientos de la población humana ante un escenario
de cambio climático catastrófico, esto debido al derrumbe estructural de las fuerzas productivas
que aquel traería consigo.
¿Exageración? ¿Ciencia ficción? ¡Nada de eso! Es lo que veremos en este y los próximos
artículos de esta serie discutiendo los efectos que podría tener sobre la dinámica histórica un
aumento cercano de la temperatura global entre uno y seis grados centígrados, basándonos para
esto tanto en las informaciones del reconocido libro de Mark Lynas Seis Grados, así como
también en una serie de investigaciones científicas más recientes. Tal como en el pasado, la
realidad histórica de las próximas décadas bien podría superar de lejos, como veremos, no sólo
las más dantescas narrativas “post-apocalípticas” del cine o la literatura contemporánea, sino
que además algunas de las imágenes más “oscuras” del juicio final bíblico o aquellas que
abundan en los relatos y visiones míticas de diversos pueblos indígenas con respecto a un
posible “fin del mundo”. ¿Exageración? ¡Quizás!... pero tan sólo para aquellos intelectualillos
universitarios de izquierda que, siempre interesados en destacar por su “seriedad política”, sus
“profundos” conocimientos de los teóricos marxistas y por su inclinación (algo rebelde, algo
académica) a las “discusiones estratégicas”, son a la vez groseramente ignorantes del debate
científico básico respecto a la verdadera gravedad del cataclismo ecológico-civilizatorio en
curso… ese cataclismo que, en palabras de Lynas, se nos representa hoy como un portal a los
territorios del mismo demonio: ¡el infierno!
II. Grado 1
(Periodo 2017-2030)
Nuestro planeta alcanzó hace un par de años el primer grado centígrado de calentamiento global
desde el inicio de la era industrial, un nivel no visto en la Tierra desde hace milenios. Durante
el año 2016 se produjo el máximo incremento anual registrado de la temperatura media mundial
respecto a dichos rangos, alcanzándose cifras cercanas a los 1.2 grados centígrados de aumento.
Este nivel de incremento fue suficiente para provocar una serie de graves alteraciones
climáticas alrededor del planeta que generaron, entre otras cosas, un importante número de
crisis sociales. La muerte masiva de especies marinas del 2016 en la Isla de Chiloé en Chile
como producto de las altas temperaturas marinas y la extensión inusual que tuvo el fenómeno
de la “marea roja” (que imposibilitó por semanas las actividades de pesca) es un ejemplo de
estas alteraciones. La importancia de estos fenómenos radicó en que pusieron de manifiesto en
dicho país, de forma evidente, el verdadero potencial socialmente disruptivo del calentamiento
global, esto por ejemplo produciendo una aguda crisis de subsistencia que impactó
dramáticamente la vida de la población local y ocasionó una significativa crisis política. El
desarrollo del mega incendio en el centro sur de este mismo país durante el año 2017, alentado
por una combinación de anomalías climáticas relacionadas de manera muy probable al cambio
climático, es otro ejemplo de lo anterior y del cariz que está comenzando a tomar la crisis
ecológica en diversas regiones del mundo.
Súper tormentas, sequías y crisis agrícolas sin precedentes, mega incendios, mortandades
masivas de especies marinas, inundaciones y aludes con magnitudes no vistas, olas de calor y
frío extremo cada vez más comunes, todo esto cuando no hemos ni siquiera superado
sustancialmente el umbral del primer grado centígrado de calentamiento global y en momentos
en que dichos fenómenos comienzan a sucederse, de manera cada vez más periódica, alrededor
del planeta. Fenómenos climáticos que constituyen, con fuerza creciente, un recordatorio
“suavizado” del dantesco escenario que nos deparan las próximas décadas cuando la
temperatura mundial experimente aumentos todavía más drásticos.
Veamos a continuación con más detalle algunos de los efectos medioambientales de los
actuales niveles de calentamiento global y la proyección de aquellos para las próximas décadas.
Una muestra de lo que podría significar el desarrollo de estas sequías regionales (con
dimensiones cada vez mayores) puede encontrarse en lo sucedido durante la crisis del llamado
Dust Bowl en Estados Unidos durante la década de 1930. Producto del agravamiento de una
sequía inusualmente persistente y del desarrollo de grandes y periódicas tormentas de arena
que devastaron amplias áreas de cultivo y una serie localidades en la región de Oklahoma, esta
crisis se asoció con una importante crisis agrícola y el desarrollo de sucesivas oleadas de
refugiados (los denominados okies) hacia distintas zonas de Estados Unidos. Es relevante tener
en cuenta que esta crisis se produjo en el marco un tipo de calentamiento global mucho menor
al actual, no pudiendo descartarse por lo tanto el desarrollo de nuevas crisis del mismo tipo en
el futuro cercano, esto por ejemplo en áreas semidesérticas con suelos agrícolas poco profundos
y potencialmente sensibles a la erosión y a pequeños cambios de la temperatura media global.
Un ejemplo adicional del alcance que podrían tener las sequías a las que nos enfrentaremos en
el corto plazo sería también, aunque presentando una magnitud mucho mayor a lo visto en
tiempos recientes, la mega sequía desarrollada alrededor del año 1000 de nuestra era en el oeste
de Estados Unidos. Uno de los resultados de esta súper sequía fue, en un escenario de
calentamiento global muy cercano al actual, la transformación de prácticamente la totalidad de
la costa oeste de este país en un desierto. Planteándose hoy la posibilidad de un escenario de
mega sequías similares en diversas regiones del planeta, cabe destacarse los desastrosos
impactos que aquellas podrían tener para la industria agrícola y los precios de los alimentos a
nivel mundial. Este es el caso de California, una región que, además de ser un área susceptible
al desarrollo de eventos de este tipo y de estar experimentando ya una serie de sequías sin
precedentes en las últimas décadas, constituye uno de los más centros más importantes de la
agricultura mundial. Otros problemas asociados al incremento de las sequías alrededor del
planeta pueden encontrarse en el terreno de la producción hidroeléctrica y la subsistencia de
una serie de ecosistemas cuya biodiversidad se vería amenazada por la menor cantidad de agua
disponible.
Otro grave peligro relacionado con un aumento de las sequías que ya ha comenzado a
materializarse en distintas regiones del mundo es la de un aumento exponencial en el número
y la magnitud de los incendios forestales, expresándose lo anterior en el desarrollo de algunos
de los incendios más grandes registrados en la época moderna. El reciente mega incendio en
California y el que afectó a Chile a comienzos del año 2017, ambos entre los mayores de los
que se tiene memoria en el continente americano, son un ejemplo de esto último. De cada vez
mayor extensión y con un carácter cada vez más incontrolable, dichos incendios han
comenzado a representar una amenaza directa para numerosas localidades, pueblos y ciudades
alrededor del planeta, habiéndose cobrado hasta ahora la vida de cientos de personas. Un
ejemplo de esto puede verse en las decenas de personas que murieron atrapadas en sus propios
vehículos o en las cercanías de los mismos en una serie de carreteras afectadas por uno de los
incendios que azotaron con fuerza inusitada Portugal durante el año 2017. Otro de los efectos
de este tipo de mega incendios es su creciente impacto en el incremento de los niveles de
dióxido de carbono (que liberan los árboles y la vegetación al quemarse) en la atmósfera, así
como también las perdidas económicas cada vez más graves asociadas a los mismos. Para
empeorar la situación, la magnitud e intensidad de estos incendios debería intensificarse
durante las próximas décadas, esto de acuerdo con una serie de modelos climáticos que
predicen, en la medida en que las sequías se profundicen, un aumento exponencial de sus
niveles destructivos (esta vez con posibles connotaciones continentales).
Mega incendio en California (noviembre 2018)
b. Modificación de los jet streams e incremento del número, intensidad y extensión de las
tormentas tropicales
Jet streams
Una de las consecuencias más impredecibles de este fenómeno, destinado a intensificarse en
la medida en que el calentamiento global se agudice, sería un desplazamiento progresivo de las
zonas agrícolas en todo el mundo y el desarrollo de posibles disrupciones regionales en el
sistema de producción de alimentos. Puede mencionarse igualmente el efecto de amplificación
que una modificación de los jet streams podría tener sobre los eventos de clima extremo, esto
por ejemplo intensificando las olas de calor y frío que suelen golpear periódicamente a diversas
regiones. La crisis ambiental que generó la histórica onda polar que afectó recientemente a
Estados Unidos y otros países del hemisferio norte (con temperaturas en algunas ciudades tan
frías como en la Antártica) es una muestra de estas potenciales anomalías climáticas, las cuales
deberían volverse cada vez más frecuentes en tanto la barrera atmosférica que representan los
jet streams entre las zonas polares y tropicales continúe debilitándose.
Sin embargo, quizás el efecto más inesperado de los actuales niveles de calentamiento global
sería el desarrollo de tormentas tropicales en sectores en los que su formación habría sido
imposible durante los últimos siglos. Una muestra de lo anterior fue el Huracán Catarina que
se convirtió durante el año 2004 en el primer huracán tropical en formarse en el Atlántico Sur
y golpear la costa de Brasil. Otro ejemplo de lo mismo fue la formación durante el año 2005
del huracán tropical Vince, el primero en afectar Europa e impactar (aunque ya debilitado) las
costas de España. Más grave todavía, el aumento de la temperatura global podría permitir en
el futuro cercano, de acuerdo con una serie de modelos predictivos, la formación de huracanes
tropicales en zonas hoy tan exóticas para los mismos como el propio mar mediterráneo,
produciéndose posiblemente a causa de aquellos inmensas perdidas y daños materiales en las
hasta ahora relativamente estables costas de países tales como Francia o España. La reciente
formación durante el último tiempo de una serie de semi-huracanes que vienen afectando las
costas de Grecia y Turquía (entre otros la tormenta Zorba) es un ejemplo incipiente de esta
tendencia.
Una serie de estudios durante las últimas décadas han venido sugiriendo que, como motivo de
los cambios en salinidad del océano generados por las mayores tasas de deshielo y los
consecuentes mayores volúmenes de evacuación de agua fresca en los mares, la corriente del
Atlántico estaría experimentando un debilitamiento significativo. Ejemplo de lo anterior son
dos artículos publicados recientemente en la revista Nature, uno liderado por el geógrafo David
Thornalley del University College London y el otro por Summer Praetorious del US Geological
Survey de California en Estados Unidos. Basándose en una serie de estudios paleo-
oceanográficos, ambos estudios confirman la existencia de un sugerente enlentecimiento de las
corrientes de convección marina de esta corriente. De acuerdo con la investigación liderada
por Thornalley, teniendo como referencia el periodo climático actual iniciado al final de la
llamada Pequeña Edad del Hielo a mediados del siglo XIX, éstas últimas se encontrarían hoy
en un estado inusualmente débil en comparación con los últimos 1500 años.
Un enlentecimiento o modificación sustancial de la corriente del Atlántico en el futuro próximo
produciría importantes alteraciones climáticas en todo el hemisferio norte, pudiendo generar
estas últimas bruscas caídas de las temperaturas en diversas regiones de Europa que tendrían,
en combinación con el avance del calentamiento global en el resto del mundo, un fuerte
impacto para la industria agrícola local y otras ramas productivas. Ahora bien, estas no serían
las únicas consecuencias que podría tener la alteración (o el colapso total) de la corriente
atlántica en las próximas décadas, constituyendo en realidad un simple adelanto de los futuros
peligros relacionados a este fenómeno en la medida en que el calentamiento global se agudice.
De acuerdo con el prestigioso climatólogo James Hansen, uno de estos peligros sería, tal como
veremos en el siguiente artículo, la potencial formación de súper-tormentas con una magnitud
superior a todo lo visto por la humanidad desde hace más de cien mil años.
Una de las áreas más vulnerables ante el cambio climático son los ecosistemas montañosos y
de altura, siendo una de sus particularidades el hecho de que pequeñas alteraciones en la
temperatura global pueden producir significativas modificaciones en los patrones de
precipitación, grados de humedad y en los rangos de disponibilidad de agua y recursos que los
caracterizan. Esto último es importante ya que estas transformaciones pueden impactar (a veces
de manera drástica) la capacidad de sobrevivencia de una serie de especies vegetales y
animales. Una de las razones de lo anterior es que muchas de estas especies se encuentran
concentradas en pequeñas zonas geográficas como resultado de la división de estas áreas en
sucesivos pisos altitudinales, cada una con distintas propiedades medioambientales y
presentando un delicado equilibrio ecosistémico.
Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en el caso del bosque tropical lluvioso de altura
de Queensland en Australia y los negativos efectos que los actuales niveles de calentamiento
global (asociados a un significativo incremento de las tasas de evaporación y una menor
recurrencia de lluvias) estarían comenzando a ocasionar en dicha reserva natural. De acuerdo
con una serie de modelos climáticos, de hecho, estos niveles se relacionarían a una potencial
reducción de más del 50% del área de los bosques tropicales de altura en todo el mundo. Debe
tenerse en cuenta en este punto que, pese a la reducida extensión geográfica que tienen los
bosques tropicales a escala mundial, aquellos albergan (tal como en el caso de los arrecifes
coralinos) una significativa parte de la biodiversidad planetaria, asociándose además la crisis
de estos últimos a la posible pérdida de una serie de especies únicas (por ejemplo posibles
relictos de épocas geológicas pasadas).
Parque Nacional de Queensland (Australia)
Otros ecosistemas de altura particularmente sensibles a los efectos del calentamiento global se
hallan en el caso de los hábitats andinos, caracterizados por poseer algunos de los pisos
altitudinales más “comprimidos” del planeta. El desarrollo de una serie de importantes sequías
en estas regiones (una de las cuales produjo la reciente desecación del lago Poopó en Bolivia),
así como también el aumento de los eventos de mortandad en masa de camélidos como
resultado de una mayor recurrencia de fenómenos de clima extremo, constituyen algunos
ejemplos de lo anterior.
Un efecto hasta ahora imprevisto de los actuales niveles de calentamiento global puede verse
en la degradación de las capas de permafrost que forman parte de la composición geológica de
algunas zonas montañosas. Uno de los resultados de este fenómeno ha sido el reciente
incremento en la frecuencia de derrumbes, deslizamientos y aluviones en diversas regiones
alrededor del mundo. En el caso de los Alpes, algunas de las causas principales del
debilitamiento de estas capas de permafrost (las cuales mantienen la cohesión de las capas
superficial de ciertas montañas) ha sido, de acuerdo con una serie de investigaciones durante
la última década, el aumento progresivo de las cotas de deshielo (las que se presentan a una
altitud cada vez más mayor) y una penetración en el suelo más profunda de las altas
temperaturas en verano. Este tipo de alteraciones en la composición geológica de las montañas
implica, por lo tanto, un importante riesgo (creciente) para la seguridad de numerosos
asentamientos de altura en diversas zonas del planeta, augurando además en el futuro cercano
el desarrollo de un significativo “stress geotécnico” que podría impactar la infraestructura
económica y urbana de amplias áreas.
Durante las últimas décadas, la situación climática del ártico, una de las regiones más sensibles
ante el calentamiento global, no ha hecho más que empeorar. Algunos ejemplos de este
empeoramiento pueden encontrarse en el inicio cada vez más temprano de las temporadas de
deshielo, la expansión de zonas verdes en áreas antes dominadas por estepas, la desecación de
centenares de lagos y fuentes menores de agua dulce, así como también en el declive cada vez
más rápido de los glaciares. De particular importancia por sus implicancias para el futuro del
cambio climático en esta área viene siendo el problema del derretimiento del permafrost en
numerosas localidades y de los clatratos de metano en los lechos marinos, asociándose dichos
fenómenos a un sustancial incremento de las emanaciones naturales de este potente gas de
efecto invernadero en todo el Ártico. Tal vez más significativo por ahora por sus consecuencias
inmediatas para esta zona ha sido la progresiva disminución en verano de la banquisa ártica,
habiéndose alcanzado durante el año 2012 los menores niveles jamás registrados de la misma.
Caída de los niveles mínimos de hielo ártico en verano
La desaparición acelerada del hielo ártico es un ejemplo gráfico del “punto de no retorno” al
cual se estaría aproximando esta región, constituyendo el peligro de un potencial evento de
deshielo total en verano (o Artic Blue Ocean Event) la materialización de este último. La
apertura cada vez más recurrente de una serie de rutas de tráfico marino a través del océano
Glacial Ártico (el llamado Paso del Noroeste) es una muestra clara de esta posibilidad quizás
cercana.
Uno de los resultados más graves de una dinámica como la anterior sería una importante
aceleración del calentamiento global, colaborando esto no sólo con la extinción de las
principales especies polares, sino que además con el desarrollo de una significativa alteración
del clima en todo el planeta. De magnitudes todavía desconocidas, esta alteración podría
abarcar desde una modificación más aguda de los jet streams y los patrones de lluvias alrededor
del mundo, hasta una disrupción mayor de la corriente atlántica y un salto en la intensidad de
las actuales sequías y crisis agrícolas. Todo esto sin mencionar los potenciales efectos de un
aumento mucho más veloz durante las próximas décadas de los niveles oceánicos, los cuales
podrían afectar la propia viabilidad de numerosas ciudades costeras (hogar de cientos de
millones de personas).
Tal vez uno de los efectos menos esperados del calentamiento global es un posible incremento
de las erupciones volcánicas y terremotos, pudiendo de esta manera colaborar indirectamente
con una mayor recurrencia de tsunamis. De acuerdo con una serie de recientes estudios
liderados por diversos investigadores tales como Hugh Tuffen (Universidad de Lancaster) y
Freysteinn Sigmundsson (Centro Volcanológico Nórdico), se habría detectado en distintas
regiones una correlación entre el rápido avance del derretimiento de glaciares y otras masas de
hielo, por un lado, y el aumento de la actividad volcánica y el desarrollo de temblores y
terremotos, por otro. Una de las explicaciones de este fenómeno sería el rol de “detonador
geológico” que las rápidas tasas de deshielo tendrían sobre el comportamiento de algunos
volcanes activos y las líneas de tensión de las placas tectónicas. De igual modo, tal como
plantean Chi-Ching Liu (Instituto de Ciencias de la Tierra de la Academia Nacional de
Taiwan), Shimon Wdowinski (Universidad de Miami) y Steve McNuit (Universidad del Sur
2 Como veremos en el próximo artículo, estas reservas se asociarían potencialmente a un volumen de emisiones
de gases de efecto invernadero con una magnitud superior en varias veces a las emitidas por el hombre desde el
inicio de la Revolución Industrial. Es necesario recordar además que el metano constituye un gas de efecto
invernadero decenas de veces más potente que el CO2.
de Florida), un fenómeno similar se habría notado como efecto del desarrollo de tifones y
lluvias particularmente agudas, incidiendo las vibraciones inusualmente altas del terreno en la
generación de numerosos sismos.
Aunque todavía sin contar con un extenso cuerpo de investigaciones científicas, la incidencia
del cambio climático en el incremento de erupciones y terremotos constituye otra importante
arista de los impactos de la crisis ecológica (posiblemente con consecuencias impredecibles)
sobre los sistemas sociales. Basta con mencionar en este punto el hecho de que la influencia
del calentamiento global en estas destructivas catástrofes podría aumentar sustancialmente en
el futuro cercano, esto en la medida en que aquel alcance magnitudes mayores.
Una de las consecuencias más graves asociadas con el calentamiento global actual y los altos
niveles de degradación medioambiental han sido las significativas pérdidas en biodiversidad
terrestre que se vienen produciendo durante las últimas décadas, aquello como efecto de la
desaparición o alteración de diversos nichos ecológicos. Uno de los casos más conocidos en
este terreno es la crisis de los arrecifes coralinos, los cuales albergan más de un tercio de la
vida marina y que se encontrarían en riesgo de desaparecer como resultado del aumento de las
temperaturas oceánicas. De acuerdo con una serie de modelos predictivos, de hecho, la
desaparición completa de los arrecifes de coral podría producirse en fechas tan cercanas como
la década de 2020. Una de las evidencias que apuntan en esta dirección es el incremento en la
severidad de los eventos de “blanqueo” (o bleaching) que vienen golpeando, con cada vez
mayor recurrencia, a las reservas de coral en todo el mundo.
Blanqueamiento masivo de arrecifes de coral
Las pikas podrían ser el primer mamífero en desaparecer debido al calentamiento global
Ahora bien, mucho más importante que la extinción de especies individuales es el peligro de
que dichas perdidas generen un “efecto cascada” a lo largo de cadenas bióticas completas, por
ejemplo, en el caso de los ya mencionados bosques lluviosos tropicales de altura, el Ártico o
los arrecifes coralinos. Lo anterior es especialmente grave si se considera que hoy la
desaparición de especies ya habría alcanzado ritmos superiores en un 1000% a las tasas
normales de extinción, habiéndonos embarcado ya (esto sin siquiera haberse rebasado
sustancialmente el primer grado de calentamiento global) en el inicio de la sexta gran extinción
masiva de la vida terrestre. Uno de los datos más contundentes que muestra la gravedad de esta
situación es que, tal como señalan una serie de estudios, ya habría desaparecido más del 60%
de todas las especies salvajes del planeta.
Tal como han afirmado numerosos investigadores, la perdida de biodiversidad tiene para
nosotros una relevancia clave porque implica, de hecho, un riesgo inmediato para la propia
sobrevivencia de nuestra especie. Una de las razones de lo anterior es la alta dependencia de la
humanidad de los “servicios ecológicos” (irremplazables) que nos brindan variadas especies
animales y vegetales, los cuales sólo se hacen posibles, justamente, por la existencia de niveles
específicos de biodiversidad planetaria. El rol crucial de las especies polinizadoras (muchas de
ellas hoy en riesgo de extinción) en la generación de distintos alimentos esenciales para nuestra
dieta y en la viabilidad de los sistemas agrícolas, es quizás el mejor ejemplo de esto.
Una de las amenazas más significativas asociadas al cambio climático en el corto plazo es el
incremento de los niveles oceánicos y su impacto en diversas zonas costeras. Algunas de estas
zonas, que se encuentran ya bajo la amenaza directa de los mares, incluyen a numerosas
sociedades isleñas emplazadas en una serie de atolones en medio del Pacífico tales como los
pequeños estados insulares de Tuvalu, Kiribati, Maldivas y las islas Marshall, pudiendo además
agregarse a esta lista Tokelau (dependiente de Nueva Zelanda). Golpeadas en la actualidad por
inundaciones cada vez más severas, se espera que estas islas o bien desaparezcan
completamente durante las próximas décadas bajo el océano, o bien se vuelvan inhabitables
como producto de la contaminación generalizada de sus acuíferos por agua de mar. Existe así
una alta probabilidad que estos países sean los primeros estados nacionales en dejar de existir
como efecto del cambio climático. Confirmando este escenario, un reciente artículo publicado
en la revista Science Advances liderado por Curt Storlazzi del Servicio Geológico de Estados
Unidos (USGS) afirma que la mayoría de los atolones alrededor del mundo (concentrados en
los océanos Pacifico e Índico) serían ya inhabitables entre las décadas de 2030 y 2060. Una de
las consecuencias más importantes de lo anterior sería el hecho de que la población completa
de estos países, que asciende a varios cientos de miles de personas, se verá obligada a emigrar
y buscar refugio en regiones vecinas, perdiéndose así para siempre una gran parte del acervo
cultural de sus respectivas sociedades.
Lo que sí es nuevo con respecto al desarrollo de la actual crisis ecológica es, además de haber
sido generada por la propia actividad humana, la magnitud que aquella está comenzando a
alcanzar, planteando en perspectiva una situación climática y medioambiental no
experimentada por ninguna sociedad humana en el pasado. Otra de las características inéditas
de la crisis ecológica contemporánea es que plantea, debido a los inevitables efectos que ésta
tendrá sobre la producción mundial de recursos, el desarrollo de un importante fenómeno de
declive global de las fuerzas productivas, constituyendo lo anterior una situación no vista desde
los orígenes mismos del capitalismo industrial. Es importante considerar en este punto que
incluso durante los momentos más convulsivos de la historia de este modo de producción (por
ejemplo el periodo de las guerras mundiales) el desarrollo de las fuerzas productivas sólo
experimentó un estancamiento parcial, manteniéndose sin embargo la estructura económica en
el resto del mundo relativamente intacta. Esto representa una diferencia fundamental con la
perspectiva de la actual crisis ecológica que golpeará (con fuerza creciente) a la totalidad del
sistema económico internacional, afectando además la estructura productiva en vastas regiones
del globo. Una confirmación del carácter inédito que están comenzando a tener los impactos
socioeconómicos de la crisis ecológica hoy puede encontrarse en los recientes lineamientos de
algunas organizaciones tales como el Foro de Davos o el Banco Mundial que definen al cambio
climático como uno de los principales peligros geopolíticos del presente. Debe sumarse aquí a
los efectos de la crisis ecológica los embates de la inminente crisis energética planetaria como
resultado del agotamiento del patrón productivo basado en el uso de combustibles fósiles (los
cuales experimentan ya un declive sostenido), representando esta crisis por sí sola un enorme
desafío para la propia viabilidad de la sociedad moderna.
La importancia inédita que estaría alcanzando el factor climático sobre el desarrollo capitalista
plantea en perspectiva un horizonte histórico en el cual la dinámica tradicional (clásica) en la
que se han expresado las contradicciones económicas, sociales y políticas del capitalismo
moderno estaría comenzando a experimentar distorsiones (o interferencias) cada vez más
crecientes. En la medida en que las bases de reproducción ecológica del capitalismo industrial
(es decir los resortes naturales que hacen posible la agricultura y la obtención de recursos
básicos) se degraden progresivamente, sería así el conjunto de las estructuras sociales y
políticas asociadas a este sistema productivo las cuales experimenten también, al modo de una
especie de “reflejo” de dicha base ecológica en degradación, un “salto degenerativo” similar.
Uno de los resultados de este proceso degenerativo sería conferir al curso del desarrollo
histórico capitalista una “naturaleza decadente”.
En el ámbito del sistema social, lo anterior se traduciría en una perdida creciente de “poder
estratégico” y “capacidad hegemónica” de las clases sociales fundamentales del capitalismo
industrial (burguesía y proletariado), así como también en el avance de un fenómeno gradual
de degeneración sistémica (orgánica) de las mismas. Se entiende aquí por “degeneración
orgánica” de dichas clases un proceso de debilitamiento estructural de éstas en los terrenos
socio-económico (disgregación o desintegración de amplios segmentos de aquellas como
efecto del debilitamiento o desplome de cadenas productivas a escala local, nacional o
internacional), político (perdida de influencia de sus órganos de representación sobre el resto
de los sectores sociales y los aparatos estatales) e ideológico (crisis de las ideologías, “relatos
fundacionales” y perspectivas de mundo asociadas tradicionalmente a las burguesías
nacionales y al proletariado moderno)3.
Al nivel del proceso social propiamente tal, todo esto tomaría la forma de un tipo de lucha de
clases declinante caracterizada en sus inicios tanto por una incapacidad creciente de la
burguesía y el proletariado para asestarse entre sí golpes decisivos con los cuales intentar
resolver las contradicciones históricas de un periodo determinado en su favor, así como
también por una menor resonancia e impacto del conflicto capital-trabajo sobre la sociedad en
su conjunto. Una definición complementaria para describir esta situación sería la de un
“envejecimiento estructural” de las clases fundamentales del sistema capitalista.
3 Cabe mencionar aquí la analogía existente entre el concepto propuesto de “degeneración orgánica” con la
definición de “estado obrero degenerado” acuñada por León Trotsky para dar cuenta de la naturaleza histórica y
de clase particular de la ex URSS a partir del afianzamiento de la casta burocrática estalinista. Una discusión en
torno a la pertinencia y límites de esta analogía para caracterizar el posible fenómeno de “degradación orgánica”
que podría afectar a las clases sociales principales del modo de producción capitalista como resultado, entre otras
cosas, de la combinación de los efectos del derrumbe ecológico-social en ciernes y las condiciones generales de
descomposición asociadas al actual sistema económico, político y social imperialista, se encuentra en preparación.
Clases fundamentales envejecidas (fase degenerativa)
Dicho de otra manera, a diferencia de los siglos pasados en los cuales la burguesía y el
proletariado fueron capaces de “inclinar” en diversos momentos la balanza del proceso
histórico en favor de sus intereses4, una dinámica de lucha de clases declinante presentaría
ahora (en la medida en que las condiciones de degradación eco-social del capitalismo y de su
estructura de clases se agudicen) un nivel cada vez menor de “definición histórica”. Esto quiere
decir que si la dinámica de la lucha de clases durante los siglos XIX y XX puede representarse
al modo de una espiral “abierta” (creciente) caracterizada tanto por un desarrollo exponencial
de los niveles de subjetividad revolucionaria del movimiento obrero (Primavera de los Pueblos
de 1848, Comuna de París de 1871, Revoluciones Rusas de 1905 y 1917, fundación de la III
Internacional en 1919, etc.), así como también por una magnitud cada vez mayor del
enfrentamiento revolución-contrarrevolución y de las capacidades estratégicas y audacia
histórica del proletariado y de las propias clases capitalistas (esto por ejemplo en el ámbito de
sus respectivos proyectos políticos), una situación de lucha de clases declinante debería
adquirir un carácter progresivamente inverso. Condicionada por el horizonte de un
estrechamiento paulatino de la base de reproducción ecológica-social de la sociedad industrial,
la lucha de clases contemporánea estaría comenzando así a tomar, por oposición a la dinámica
anterior, la forma de una espiral “decreciente” (en proceso de cierre) con márgenes de acción,
impacto y niveles gradualmente menores de resolución (o efectividad) histórica.
4 Esto por ejemplo gracias a los resultados de la II Guerra Mundial o los golpes militares latinoamericanos de la
década de 1970’s en el caso de la burguesía, o bien en el del triunfo de la Revolución Rusa o el ascenso
revolucionario mundial de los años 60’s y 70’s en el del movimiento obrero.
Perdida de resolución (efectividad) histórica de la lucha de clases moderna
Sería precisamente esta “tendencia decreciente” de la lucha de clases, alimentada por dicho
estrechamiento de la “infraestructura ecológica” capitalista, uno de los factores que explicarían
el carácter degradado (senil) que estarían adquiriendo hoy no sólo las mas diversas
representaciones sociales y políticas del enfrentamiento burguesía-proletariado, sino que
además (como dijimos) el propio curso histórico moderno. Esta tendencia constituiría, de
hecho, uno de los “factores de interferencia” que se hallarían (aunque de manera todavía
embrionaria) entre las razones de la débil recuperación de los niveles de subjetividad obrera
existentes en la arena internacional desde el derrumbe de la URSS y el inicio de la ofensiva
neoliberal de los 80’s y 90’s. La falta de un papel central del proletariado en los principales
estallidos sociales de las últimas décadas, presentándose aquel muchas veces diluido en otros
sectores sociales, así como también la reciente “expropiación ideológica” que han hecho las
más diversas organizaciones terroristas reaccionarias del antiguo protagonismo de los partidos
marxistas, serían también expresiones tempranas de esta dinámica declinante.
Otro caso en el cual podría verse esta potencial degradación inicial de la lucha de clases
moderna radicaría en la parálisis programática y falta casi total de audacia teórica al nivel de
la mayoría de los partidos de izquierda para integrar en sus discusiones (y procesar
políticamente) el desafío de la crisis ecológica y sus trascendentales implicancias teóricas y
estratégicas. Una muestra particularmente evidente de esto en Latinoamérica se halla en la
reciente publicación Estrategia socialista y arte militar de Emilio Albamonte, el principal
dirigente del ya mencionado PTS de Argentina. Excluyendo totalmente de sus reflexiones en
torno a la necesidad de un “marxismo para el siglo XXI” cualquier mención al inminente
derrumbe ecológico global y sus graves repercusiones geopolíticas, este libro constituye una
muestra de la verdadera “esclerosis estratégica” que viene caracterizando a una gran parte de
las organizaciones marxistas tradicionales frente a algunos de los desafíos programáticos más
importantes de nuestro tiempo.
El libro “Estrategia socialista y arte militar” y la actual “esclerosis política” marxista
Uno de los ejemplos más claros de la creciente “interferencia” (o bloqueo) de los efectos de la
crisis climática sobre el desarrollo y consolidación de la práctica y subjetividad revolucionaria
de las clases explotadas puede encontrarse hoy, como discutiremos posteriormente, en una serie
de países afectados por sendas crisis medioambientales, agrícolas y energéticas tales como
Honduras, Haití, Siria y Venezuela. Un denominador común del curso histórico que han
seguido recientemente estos países ha sido, de hecho, el aliento que la crisis ecológica ha dado
a un significativo fenómeno de “desintegración social” de vastos sectores obreros y populares,
habiendo incidido este último tanto en el aborto de una respuesta genuinamente obrera ante las
crisis que los afectan, así como también en el agravamiento y mayor descomposición de sus
respectivas situaciones económicas y políticas. En todos estos casos, el factor climático ha
venido actuando alternativamente ya sea como un “catalizador” o un “inhibidor” de una serie
de procesos históricos que, aunque presenten una fisonomía parecida a aquellos que
caracterizaron gran parte del siglo pasado, han destacado por tener una naturaleza mucho más
indefinida.
Debe recalcarse, con todo, que el avance de una dinámica declinante de la lucha de clases no
se expresaría exclusivamente en el ámbito de las clases explotadas, sino que, a la vez, en el
mismo campo reaccionario. Tal como en el caso del movimiento obrero, los sectores burgueses
también estarían siendo aquejados a nivel internacional no sólo por un tipo de “esclerosis
estratégica” propia al momento de tener que asumir los desafíos que la crisis ecológica supone
para su dominio, sino que además por una creciente incapacidad (cada vez más crónica) tanto
para establecer un reordenamiento más claro de la correlación de fuerzas geopolíticas, así como
también para lograr una mayor subordinación de las clases oprimidas. Ejemplos iniciales de
esta situación pueden verse hoy en la actual crisis de hegemonía de Estados Unidos como
principal poder imperialista, así como también en las distintas crisis que vienen paralizando la
política interna de ésta y otras potencias (Inglaterra, Francia, etc.). Los límites que se
vislumbran en el horizonte para el gobierno del ultraderechista Bolsonaro en Brasil, el cual
deberá dejar posiblemente sin cumplir varias de sus promesas de campaña, pueden ser leídos
igualmente como parte de esta “dinámica senil” (germinal) de la lucha de clases contemporánea
y el proceso histórico. Cabe mencionar asimismo que la propia política de burdo negacionismo
que comparten Trump y Bolsonaro ante el calentamiento global constituiría otra muestra de la
ya referida “esclerosis estratégica” que estaría aquejando, con cada vez más fuerza, a los
representantes de las clases dominantes al momento de sopesar las nuevas amenazas que
enfrenta la estabilidad mundial capitalista.
5 Los antecedentes históricos del actual periodo (en gestación) de lucha de clases declinante se encontrarían en la
situación internacional de la década de 1990 en la cual confluyeron tanto los efectos ultra reaccionarios de la caída
de la URSS y de los países del ex bloque socialista, así como también el inicio del neoliberalismo y un salto
exponencial (brutal) del proceso de degradación climática planetaria. Otro elemento clave de la apertura de este
periodo habría sido el fenómeno de descomposición casi terminal que afectó los niveles de desarrollo de la
subjetividad revolucionaria del movimiento obrero.
crónico” entre las clases fundamentales) podría verse posiblemente hoy, como ya se indico, en
el actual contexto venezolano en donde se combina una aguda crisis energética, medio-
ambiental y socio-económica con una visible incapacidad de los principales agentes políticos
(el gobierno chavista, los sectores populares, la oligarquía y el imperialismo) para imponer una
salida propia.
Ahora bien, contrariamente a una perspectiva estática o gradualista del curso que podría tomar
el declive de la lucha de clases moderna como efecto de una degradación generalizada de las
bases de reproducción ecológica del capitalismo, este debería darse de forma paralela, por
dialéctica interna del desarrollo social, a la aparición de las primeras manifestaciones de un
nuevo tipo de horizonte histórico, esta vez de naturaleza propiamente colapsista. En otras
palabras, la materialización práctica de un escenario histórico (la barbarie) diverso al vigente
en los marcos de la sociedad moderna y caracterizado, entre otras cosas, por el surgimiento de
nuevos sujetos sociales y nuevas contradicciones históricas… estas últimas posiblemente con
un contenido mucho más “monstruoso” y “oscuro” que las actuales. El “declive” de la lucha
de clases en el seno de la sociedad industrial no se presentaría, por lo tanto, como un tipo
particular de abolición o cancelación del conflicto social, sino que, meramente, como el
“portal” hacia formas de enfrentamientos socio-históricos (post-modernos) mucho más
“salvajes” que los de hoy. Un contexto histórico “mas allá de los límites del presente” en el
cual los sujetos tradicionales de la sociedad industrial adquirirían, ya sea por transformación
interna o caducidad, un carácter probablemente “aberrante”, constituyendo desde la mirada
actual verdaderas “mutaciones históricas” caracterizadas por poseer, por lo menos en sus
comienzos, una naturaleza “a medio camino” (híbrida) entre nuestro tiempo moderno y el
periodo colapsista (caníbal) que podría reemplazarlo. ¡Este es el real rostro, al final revelado,
de la postmodernidad capitalista!... no aquella del llamado “fin de la historia” y la “caída de
los metarelatos”, sino que, por el contrario, la de un lobo con hocico ensangrentado que se
alista para las nuevas carnicerías de la historia humana, esas de una época despiadada futura
que, aunque todavía en gran medida inimaginable, estaría comenzando a perfilarse (con toda
su brutalidad) ante nosotros.
Una de las consecuencias de este fenómeno de dialéctica negativa sería así, entre otras cosas,
la materialización en el proceso histórico de una dinámica opuesta a la planteada por Trotsky
en la teoría de la revolución permanente. Dicho de otro modo, si la consumación lógica de una
dialéctica permanentista clásica sería, de acuerdo con este revolucionario, el cumplimiento de
las tareas democráticas que dejó inconclusa la revolución burguesa mediante la conquista del
poder obrero y la apertura de una fase de transición al socialismo a nivel internacional, el
resultado de un desarrollo capitalista “negativo” (o “degenerativo”) sería a mediano y largo
plazo, por el contrario, la desintegración progresiva del propio sujeto obrero y su incapacidad
creciente para el cumplimiento de dichas tareas. Esto último, parafraseando a Trotsky, al calor
de una especie de dinámica de “descomposición permanente” que afectaría no sólo a los pilares
de existencia del movimiento obrero y la modernidad industrial, sino que tendría además como
resultado un bloqueo estructural creciente (y posterior aborto) del propio horizonte
revolucionario moderno. En otras palabras… el cierre (por disolución) de las condiciones
objetivas de la revolución socialista, lo cual se daría a la vez de la mano de un fenómeno de
debilitamiento generalizado de los fundamentos mismos de la vida terrestre.
¡El fin de la posibilidad socialista moderna! ¡La caducidad, por desintegración de sus pilares
básicos, de la teoría programa de la revolución permanente y de los más importantes avances
teóricos del marxismo revolucionario durante los últimos siglos! Estas son las verdaderas
implicancias y la importancia teórico-programática de la crisis ecológica contemporánea. Este
es el verdadero “peligro estratégico” al que nos enfrentamos. ¡Nada menos que la expiración
cercana del marxismo clásico como “teoría de la revolución” y la descomposición, también
inminente, de las propias “capacidades revolucionarias” de la clase obrera moderna! ¡Que lejos
parecen estar estas implicancias, por lo tanto, del discursillo medioambiental lavado (vestido
de radical-socialista) que algunos autodenominados marxistas “interesados” en la “temática
verde” (por ejemplo los industrialistas encubiertos de la llamada sección ecológica de La
Izquierda Diario en Argentina) pretenden hacer pasar, con aires de “gran debate” (risas), por
una “profunda discusión ecológica marxista”! ¡Que lejos, otra vez, parecen estar estos peligros
fundamentales a los que se acerca la lucha de clases actual de la palabrería socialista “verde”
(una mezcla entre discurso Greenpeace y defensa del control obrero) que algunas figuras
mediático-institucionalistas de la izquierda parlamentaria en América Latina (entre otras los
auto-denominados “estrategas socialistas” Nicolás del Caño o Myriam Bregman en Argentina,
o bien los auto-designados “tribunos obreros” Dauno Tótoro o Bárbara Brito en Chile) suelen
presentar como la “respuesta marxista” (muy “seria” y muy “sofisticada”) al problema
ecológico!
¿Pero cuáles serían los efectos económicos, políticos y sociales de la crisis ecológica actual al
haberse alcanzado el primer grado centígrado de calentamiento global? Más importante aún,
¿cuál sería el carácter históricamente específico de nuestra situación al llegarse a este primer
grado de aumento considerando la potencial dinámica de capitalismo decadente y lucha de
clases declinante descrita previamente? Finalmente, ¿cuál sería la relación entre la situación
del cambio climático hoy y el contexto más general de una posible dinámica de precolapso
civilizatorio cercana, esto en el caso de producirse incrementos todavía mayores (tal como se
espera durante las próximas décadas) de la temperatura global? Estas son algunas de las
problemáticas que abordaremos en la siguiente sección de esta serie.
…
Próximo material:
Grado 1
La antesala del infierno (b)
-Grado 2. ¡Catástrofe!
-Grado 4. Colapso
Notas
-Nota “6 grados que cambiarán al mundo: La derecha neoliberal y la izquierda marxista ante
el colapso del capitalismo”, en El Desconcierto (Chile)
http://www.eldesconcierto.cl/2017/12/13/6-grados-que-cambiaran-al-mundo-la-derecha-
neoliberal-y-la-izquierda-marxista-ante-el-colapso-del-capitalismo/
-Nota “La magnitud de la crisis ecológica (y lo que nos dicen de aquella la derecha
neoliberal y la izquierda marxista en Chile)”, en El Desconcierto (Chile)
http://www.eldesconcierto.cl/2017/12/01/la-magnitud-de-la-crisis-ecologica-y-lo-que-nos-
dicen-de-aquella-la-derecha-neoliberal-y-la-izquierda-marxista-en-chile/
-Nota “La crisis del capitalismo y el socialismo moderno desde el punto de vista del colapso
ecológico inminente”, en El Desconcierto (Chile)
http://www.eldesconcierto.cl/2017/11/23/la-crisis-del-capitalismo-y-el-socialismo-moderno-
desde-el-punto-de-vista-del-colapso-ecologico-inminente/
-Nota “La crisis del oxígeno: La nueva amenaza del calentamiento global”, en El
Desconcierto (Chile)
http://www.eldesconcierto.cl/2016/05/28/la-crisis-del-oxigeno-la-nueva-amenaza-del-
calentamiento-global/
Entrevistas
-Entrevista Michael Lowy (El Peligro de un Eco-suidicio Planetario), en Viento Sur (Europa)
http://vientosur.info/spip.php?article12555
Scribd
Columnas
El Mostrador (Chile)
http://www.elmostrador.cl/autor/miguelfuentes/
El Desconcierto (Chile)
http://www.eldesconcierto.cl/author/miguel-fuentes/
YouTube
-Home (Documental)
https://www.youtube.com/watch?v=zlAuLCltaV8