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En un mundo ideal y totalmente autónomo, tomar una decisión se reduciría a hacer lo que uno
piensa que debe hacer y a identificar los puntos clave y las causas del problema. Pero en el mundo
en el que vivimos, además de nosotros existen otras personas con necesidades, deseos y exigencias
propios que se cruzan con los nuestros. Nadie vive en un contexto separado del de los demás. Todo
contexto se relaciona con otros, por lo que la persona misma se complica las cosas si pretende tomar
sola una decisión en la que están involucradas otras personas. Por ello, es necesario saber cuándo
incluir a otros en el proceso y cuando tomar uno solo las decisiones.
Involucrar a otras personas en una decisión hace posible ver de frente el problema y asegurarse de
que las opciones de solución serán más exhaustivas y más congruentes con los hechos.
Para conseguir que el proceso de compromiso con una idea avance, necesitaremos que la otra
parte:
1. Realice una acción concreta: Puede ser el simple envío de un correo electrónico o la
aprobación del presupuesto que necesitará el desarrollo de tu idea. Recordemos que para
cada encuentro necesitamos un objetivo y para cada objetivo, un compromiso.
2. Que dicha acción requiera un esfuerzo: Mayor esfuerzo mayor compromiso, pero tendremos
que relacionar la cantidad de esfuerzo que la otra parte deberá hacer con su papel en el
desarrollo de nuestra idea.
3. Que sea libremente elegida: Si la otra parte se ve forzada a apoyar nuestra idea, sin estar
completamente convencida, puede que en el futuro se desmarque y deje de apoyarte.
4. Que sea observada o conocida por alguien más que nosotros: Los compromisos necesitan
testigos para reforzar su valor.
Diversos estudios realizados en empleados con altos niveles de compromiso, afirman que un equipo
con miembros comprometidos: