Ciento sesenta y dos años después que el Presidente José Gregorio
Monagas aboliera la esclavitud en Venezuela, allá por el año de 1854, pareciera que el gobierno de Nicolás Maduro la volvió a reimplantar estos días. En efecto, el 22 de julio de este año se publicó la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 40.950. En ella se dicta la Resolución N° 1855 del Ministerio del Trabajo la cual tiene el nombre ridículo en cuanto pérfido de “régimen laboral transitorio”, agregándole la felonía de “carácter obligatorio y estratégico” para todas las empresas del país, en busca del ignoto “reimpulso productivo del sector agroalimentario” mediante un “mecanismo de inserción temporal de trabajadores”. Según esta grotesca resolución, los trabajadores “requeridos” serán insertados “temporalmente” en entidades de producción agroalimentarias por un lapso de sesenta días prorrogables por otros sesenta días. Durante ese lapso de tiempo, las empresas “requeridas”, aunque no les paguen el salario a los trabajadores ausentes, seguirán cotizándoles el seguro social, y les computarán y pagarán las prestaciones sociales. Por su parte, a los trabajadores “requeridos” la entidad “requirente” les cancelará puntualmente el salario y el bono de alimentación. Pero si tales trabajadores resultaren incapacitados mientras laboren en la entidad agroalimentaria, bien sea por enfermedad (y bien sabemos que en el campo puede contraer desde mal de Chagas hasta malaria) o accidente, los costos corren a cargo del patrono originario, quien además debe volver a reubicar al trabajador en la empresa original. La duda de seguro llena la mente de los trabajadores: ¿Qué significa esta resolución? ¿Es obligatoria para el trabajador? Si me llaman y no acudo ¿iré preso? ¿Y si los sesenta días se extienden indefinidamente? ¿Y mi familia quién la cuidará? Estas preguntas no deben ser cosa baladí para ninguno de nosotros. Con esta nueva arremetida del gobierno contra las libertades de los venezolanos, es claro que se busca crear un estado de zozobra en la mente de todas las personas. Al gobierno no le basta con querer intervenir la producción y distribución de alimentos. Al gobierno no le basta con acaparar los alimentos y entregarlos a quien le plazca, según sus groseros dictámenes fundados en la rastrera fidelidad partidista. Al gobierno no le basta que el pueblo se muera de hambre en la calle, mientras hace colas interminables esperando una comida que nunca llega a los anaqueles de los supermercados, mientras es vigilado por los feroces represores vestidos de uniforme policial. A este gobierno no le es suficiente controlar todos y cada uno de los aspectos de la economía nacional. Ahora quiere manejar a su antojo nuestra vida y libertad, tratándonos como una propiedad animada, como sus nuevos esclavos. Eso somos para este atroz régimen, un objeto animado. No somos ciudadanos, porque hace tiempo nos prohibieron exigirle cuentas a este gobierno. No somos electores, porque con cualquier arbitrariedad un funcionario nos roba el derecho de elegir y revocar a nuestros gobernantes. No somos personas, porque nos obligan a mendigar un trozo de pan. Ahora nos quitan nuestra humanidad al convertirnos en una cosa que puede ser prestada, usada y desechada como cualquier instrumento de labranza. Peor aún, esos instrumentos al menos son cuidados por los agricultores, mientras que si te enfermas o lesionas, el propio gobierno te despide y te devuelve como un objeto desechable. Así pues, en este país son muchas las cosas que se han degenerado. Los venezolanos pasaron de ingenuos, cuando eligieron a Chávez como presidente, a francamente irresponsables cuando ganó Maduro. Pasaron de ciudadanos en el año dos mil, a súbditos luego de cinco años, a mendigos desde hace tres años, y ahora a viles objetos. Eso somos para Maduro y sus lacayos. Somos una cosa, un cacharro, un traste, un coroto. Y así nos trata, como una mercancía que se presta, se usa y se devuelve. Creo que hasta a las prostitutas se las trata mejor, pues ellas deciden a quien y cuando prestar sus servicios. Por lo menos ellas se van a su casa al terminar la jornada. Pero si la resolución de marras se llegare a cumplir, nuestro destino al final del día será un oscuro barracón en algún lugar perdido de la geografía nacional. Lamentablemente para este gobierno, ya antes nos intentaron esclavizar y no pudieron. Ya el rey español Fernando VII nos quiso llenar de cadenas hace dos siglos, y no pudo. Juan Vicente Gómez quiso someternos para siempre, y no pudo. Marcos Pérez Jiménez quiso aplastarnos con la bota militar, y no pudo. Hugo Chávez Frías quiso crear un país de castrados, y no pudo. Ahora Nicolás Maduro quiere humillarnos, encadenarnos, esclavizarnos. De nuevo la Historia se pondrá del lado del indómito pueblo venezolano, para decirle “No podrás…” Ciertamente, debemos entender que ya no se trata de luchar por unas elecciones o un cargo, por una empresa o por una tierra. Lo que está en juego es nuestra propia humanidad. Si consentimos que este régimen nos arrebate aquello que nos define como seres humanos, reduciéndonos a la mera condición de cosas, será el fin de todo para nosotros. Aunque hemos soportado muchas humillaciones y vejámenes de este gobierno, no es menos cierto que la lucha la daremos para que nuestros hijos sean hombres y mujeres libres. Porque los venezolanos nunca volveremos a ser esclavos. Nunca.
Prof. Lenin Eduardo Guerra 31 de Julio de 2016
Departamento de Políticas Públicas Universidad de Los Andes-Venezuela leninguerra@gmail.com Este artículo está disponible en el Twitter: @guerra_lenin