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DERECHO PENAL
PARTE GENERAL
(Enrique Cury)
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DERECHO PENAL (PARTE GENERAL)
CONCEPTO
El Derecho Penal, según ENRIQUE CURY, se define como “El
conjunto de normas que regulan la potestad punitiva del
Estado, asociando a ciertos hechos, estrictamente
determinados por la ley, como presupuesto, una pena o una
medida de seguridad o corrección como consecuencia, con el
objeto de asegurar el respeto por los valores elementales
sobre los cuales descansa la convivencia humana pacífica.
Dicha definición tiene la virtud de ser comprensiva de los distintos
instrumentos con que cuenta el Derecho Penal actual para sancionar
la comisión de un delito, incluyendo a diferencia de otros autores
como ETCHEBERRY (es aquella parte del o/jdico que comprende las
normas de acuerdo con las cuales el Eº prohíbe o impone
determinadas acciones, y establece penas para la contravención de
dichas órdenes), a las medidas de seguridad y corrección , que no
son penas y que, sin embargo, se consideran integrantes del derecho
penal contemporáneo.
POLITOFF lo define como “El conjunto de normas jurídicas que
asocian a un hecho determinado (el delito) una determinada
pena y /o medida de seguridad como consecuencias.”
Pues bien, de la definición entregada por Cury, podemos señalar los
siguientes comentarios:
1) Lo más característico del ordenamiento punitivo o derecho penal,
es que sus consecuencias constituyen las formas de reacción más
severas con que cuenta el derecho, pues implica irrupciones muy
enérgicas en la esfera de los derechos del afectado. Además, sus
sanciones (pena y medida de seguridad) se superponen o adicionan a
los efectos jurídicos ordinariamente previstos para los hechos ilícitos
(Ej. que quien no paga el precio restituya la cosa e indemnice el
perjuicio), lo cual les confiere una apariencia de irracionalidad. La
razón de aquello se explica, porque el derecho penal tiene por
objetivo asegurar el respecto por los valores elementales sobre los
cuales descansa la convivencia humana pacífica.
De lo expuesto deriva además, el hecho de que el derecho penal debe
ser empleado siempre como un recurso de última ratio, es decir,
cuando todos los otros de que dispone el o/jdico han fracasado y sólo
si existe evidencia de que los sustituirá o complementará
ventajosamente (carácter subsidiario).
2) Los objetos de su regulación son dos: a. los hechos que son o
pueden ser objeto de una de sus reacciones características, referida
a la Teoría del Delito (conjunto de presupuestos que autorizan la
aplicación de una reacción propia del derecho punitivo), ya que las
penas y medidas de seguridad se imponen usualmente, como
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consecuencia de la ejecución de un delito; b. las formas de reacción
mismas, referida a la Teoría de la Pena (efectos característicos del
DP).
3) El Derecho penal puede clasificarse o se debe distinguir entre; el
derecho penal subjetivo (ius puniendi o poder punitivo del Eº),
entendido como “la facultad del Estado de prohibir o mandar ciertos
hechos, bajo la amenaza de sancionar la transgresión con una pena o
medida de seguridad o corrección”, o sea, es la facultad del Estado
para castigar; y derecho penal objetivo (ius poenalis) entendido
como “el conjunto de normas penales que rige la sociedad, integrado
por principios y textos legales positivos que describen los delitos y
sus sanciones”, en otras palabras, no es sino la manifestación del ius
puniendi a través del derecho positivo.
Crítica fundamental por parte de la doctrina, se refiere a que el
poder del Eº para imponer un castigo no reconoce límites
establecidos desde afuera, sino sólo aquellos que él mismo se
establezca, usualmente reconociendo ciertos derechos individuales
consagrados en la Cº respectiva. Pero se dice que tal limitación no es
tal, sino puro arbitrio emboscado tras una apariencia engañosa.
4) Tanto las penas como las MS tienen por objeto asegurar el respeto
por los valores elementales sobre los que descansa la convivencia
humana pacífica.
FUNCIÓN
En toda sociedad se ejecutan hechos que atentan contra ciertos
valores fundamentales sobre los que descansa la convivencia. Son
valores tan básicos que su quebrantamiento pone en peligro la
posibilidad misma de una agrupación social. Pues bien, la finalidad
del derecho penal, a fin de cuentas, no puede ser sino evitar, hasta
donde sea posible, la proliferación de tales actos, con el objeto de
asegurar la practicabilidad de la vida humana.
Cabe señalar que los valores elementales que determinan el espacio
de protección que en un determinado momento histórico-social se le
encomienda al derecho penal, es cambiante, y viene dado por lo que
la sociedad decide considerar valor para el momento que está
viviendo.
Ninguna sociedad subsiste sin la utilización del recurso “límite”
llamado derecho penal, puesto que para las hipótesis más graves de
conflicto en una sociedad, como atacan aquello sobre lo que reposan
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las bases de la organización social, las soluciones ofrecidas en
general, por las otras ramas del derecho, y en particular, por el
derecho privado, son insuficientes.
Junto con lo anterior, y atendidos los altos costos económicos y
sociales que implica el derecho penal, los valores a los que se les
otorgará tutela penal, debe ser rigurosa. Al respecto, Hans Welzel
señalaba que sólo debían protegerse los de “umbral más bajo”, es
decir, aquellos que en atención al reconocimiento generalizado de su
importancia para la convivencia, suelen ser atacados incluso por los
integrantes menos respetuosos de la comunidad (DDHH).
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Sin embargo, hay casos en que no se cuenta el disvalor del resultado,
este es el caso de los delitos de peligro abstracto (se castigan puras
desobediencias) o no se cuenta con el disvalor de la acción, como
ocurre en los delitos calificados por el resultado.
Así, el DP, por la naturaleza de las funciones que debe cumplir
constituye un sistema de control social. Su misión es obtener que los
integrantes de la sociedad se comporten de un cierto modo y no de
otro, con el objeto de asegurar la convivencia humana pacifica, esto
es, de solucionar los conflictos que se producen en ellas.
Es el sistema de control social más enérgico y a causa de ello se ha
impuesto la necesidad de formalizarlo para proteger al ciudadano de
excesos del pº estatal.
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a) De la prevención especial: Pretende alcanzar su meta
mejorando al autor, es decir, reformándolo, readaptándolo,
resocializándolo. La pena no es un castigo sino que un tratamiento.
El efecto preventivo puede tener lugar, sea utilizando fuerza física o
sea, persuadiéndolo o llevándolo a condiciones tales que se abstenga
de hacerlo, ej. Castración. (Fran Von Liszt).
b) De la prevención general: Pretende alcanzar su fin, actuando
sobre la comunidad y sobre el propio autor del delito, mediante la
amenaza de la pena y su ejecución, las cuales deben constituir un
motivo de abstención para los que desean evitar el riesgo de
encontrarse expuestos a ella. Actúa sobre la comunidad en su
conjunto. Dentro de ella se distinguen actualmente dos tendencias:
i) De la prevención general negativa: La pena, mediante su
amenaza y ejecución, tiene por objeto disuadir a los integrantes de la
sociedad de cometer delitos.
ii) De la prevención general positiva: La pena tiene por objeto la
afirmación y aseguramiento de las normas básicas, reforzando la
seriedad de sus mandatos. La amenaza de la pena constituye una
manera de subrayar la importancia de los valores en juego y de
educar al grupo social para que los introyecte y los acate,
respetando la prohibición de lesionarlos o ponerlos en peligro.
III. Teorías mixtas o unitarias: Procuran conciliar, atribuyendo a
la pena características y objetivos múltiples, que satisfacen, en cierta
medida, los presupuestos y exigencias de los tres conceptos
anteriores.
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renuncia a la imposición de la pena por consideraciones de utilidad
práctica (político criminales). Así, ocurre cuando concurre una
excusa legal absolutoria, o cuando no se cumple una condición
objetiva de punibilidad. La pena debe resguardar con el delito una
proporción jurídica y no material (ley del talión). El punto de partida
con arreglo al cual se consagra la pena amenazada por la ley en
abstracto para cada delito, es la magnitud del injusto. Así, la sanción
será efectivamente proporcionada al delito concreto de que se trata,
cuando su magnitud corresponda (idealmente) a la de la culpabilidad
por el injusto. Se pretende alcanzar el máximo de defensa social con
el mínimo de sufrimiento individual.
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OJO Fuera de las señaladas cabe mencionar las corporales, que son
aquellas que afectan al cuerpo del reo, a su estructura física. En la
ley nacional subsiste únicamente la pena de muerte, si bien ahora de
manera muy limitada y las infamantes, esto es, aquellas que afectan
el honor del individuo. El CP las ignora, pero en el CJM todavía
subsiste con ese carácter la pena de degradación. Pena de muerte:
Consiste en privar de la vida al condenado. Esta sanción hace sido
objeto de múltiples debates a lo largo del tiempo, polémica que se
suscita debido a su cuestionada legitimidad, que se traduce en si
puede aprobarse moralmente que la sociedad disponga de la vida de
uno de sus miembros con el objeto de cumplir sus fines. Debido al
auge de las ideas liberales y a su contrariedad con las convicciones
culturales vigentes en la actualidad, impera el criterio que aboga por
su desaparición del o/punitivo. En nuestro país aunque la ley 19.734
abolió dicha sanción en el derecho común, excluyéndola de la escala
general de penas que se contiene en el Art. 21, la conservó en
cambio en el CJM y en diversas leyes especiales, para determinados
delitos cometidos en tiempo de guerra, sin distinguir siquiera entre
guerra exterior y guerra interna. Además, dicha derogación se
equiparó con la introducción en la escala general de la figura del
presidio perpetuo calificado. Por otra parte, el Art 4 del Pacto de
San José de Costa Rica, norma de rango constitucional, por
disposición expresa del Art. 5 CPR, establece un sistema de
desaparición progresiva de la pena de muerte que asegura, en tanto
dicho tratado no sea denunciado, que al menos tratándose de delitos
comunes dicha pena no podrá ser reinstaurada entre nosotros, al
disponer: 1. que la pena de muerte no puede extenderse a delitos a
los cuales no se la aplique al momento de su entrada en vigor en la
República; 2. que no puede aplicarse a delitos políticos o comunes
conexos con los políticos, sin distinguir si ella se encuentra o no
prevista legalmente; 3. que sólo puede imponerse a los delitos más
graves, sin distinguir si ella se encuentra o no prevista legalmente; 4.
que no puede ejecutarse sobre personas que al momento de cometer
el delito, tuvieren menos de 18 años de edad o más de 70, aunque
esté prevista legalmente para ese delito.
GARANTIAS FORMALES.
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hechos punibles, del ámbito de los hechos ilícitos sólo algunos están
recortados en la forma de figuras delictivas (tipos penales), que
componen así un catálogo de hechos punibles (esto es lo que le da al
DP un carácter fragmentario y se expresa en la formula: no hay
delito sin tipicidad).
En efecto, a través de sus distintos significados, traza con firmeza los
límites de un campo en el que todas las decisiones fundamentales
competen exclusivamente a la ley, a fin de que el ciudadano cuente
con la certeza de que ella y solo ella le dirá precisamente lo que está
prohibido y las consecuencias que acarrea su contravención.
Contiene una doble referencia al delito y a la pena, por tanto implica,
no hay delito sin ley y por la otra, no hay pena sin ley.
Tal concepto, se encuentra consagrado a nivel constitucional en el
artículo 19 Nº 3 incisos 7º y 8º, conforme con el cual: “Ningún
delito se castigará con otra pena que la que señale una ley
promulgada con anterioridad a su perpetración, a menos que una
nueva ley favorezca al afectado. Ninguna ley podrá establecer penas
sin que la conducta que se sanciona esté expresamente descrita en
ella.”
La expresión latina en que se resume este principio, es decir, el
nullum crimen nulla poena sine lege, fue obra de FEUERBACH,
quien tomó lo dispuesto en el artículo 8 de la Declaración de
Derechos del Hombre de 1789. Lo anterior es sin perjuicio de que
Beccaria, ya señalaba con anterioridad lo siguiente: “Sólo las leyes
pueden decretar las penas de los delitos y esa autoridad debe residir
únicamente en el legislador, que representa a toda la sociedad unida
por el contrato social”.
También este principio fue consagrado por la Constitución
norteamericana de 1776, para finalmente hacia el siglo XIX,
consagrarse en todos los Estados civilizados, salvo en el Código
Penal danés, incluido el de 1930, en que todavía se permitía la
aplicación de penas por analogía.
Es un principio de tipo formal, es decir, se refiere a la forma en cómo
el Estado ejerce su facultad de castigar, lo que puede hacer sólo
cuando la ley anterior a la ejecución del hecho, describe a ese hecho
como delito y le fija una pena.
Por todo lo hasta aquí expuesto, es que decimos que la ley
propiamente tal, es la única fuente inmediata y directa del
derecho penal, excluyéndose por tanto de esta carácter directo, las
fuentes que dominan otros ordenamientos jurídicos, así como las
regulaciones de inferior jerarquía.
OJO Lo señalado, no excluye la posibilidad de que otros actos
legislativos de menor jerarquía que la ley propiamente tal sean
fuente mediata del DP. Lo anterior ocurre por ejemplo, cuando una
norma penal se remite a ordenamientos jurídicos cuyas materias son
susceptibles de regularse por decretos, reglamentos, e incluso la
costumbre. Tal cosa ocurre a modo de ejemplo, con lo dispuesto en
los Arts 483, 483A, 197 inc 2º y 249 CP. En relación con la
jurisprudencia y la doctrina, jamás constituyen fuente del DP, sin
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perjuicio de constituir importantes herramientas de interpretación
de la ley penal (Apunte Prof. Castillo)
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2. Lex scripta: La ley que describe una conducta como delito y
determina su sanción debe ser una ley propiamente tal, o sea,
aquella que se ha formado de conformidad a las normas
constitucionales sobre la materia.
En atención a lo anterior, señalamos que no son leyes en sentido
estricto, los decretos con fuerza de ley (DFL), o sea, aquellas
manifestaciones de la potestad normativa del poder ejecutivo que, en
virtud de una delegación de facultades realizada por el legislativo,
regulan materias propias de ley.
Lo anterior se ve confirmado, por lo dispuesto en el Art 64 inc 2º
CPR, en que se establece la prohibición de que la autorización (que
solicita el PR al congreso para dictar disposiciones con fuerza de ley
durante un plazo no superior a un año sobre materias que
correspondan al dominio de la ley) se extienda a materias
comprendidas en las garantías constitucionales, como lo es por
ejemplo, el principio de legalidad. Por eso, el hurto de energía
eléctrica (Art 137 DFL Nº 1 de 1982), que modificó la Ley de
Servicios Eléctricos (DFL Nº 4 DE 1959) es inconstitucional.
Tampoco son leyes en sentido estricto, los decretos leyes (DL), o
sea, las normas dictadas por el gobierno de facto durante un período
de crisis constitucional, en que los órganos del poder legislativo han
cesado de funcionar. Los DL, carecen de existencia en cuanto normas
y por consiguiente, sus mandatos y prohibiciones, en principio cesan
de surtir efectos cuando desaparece la autoridad de facto que le
otorgaba la coactividad en que se basaba su imperio. Sin embargo,
como indica Cury, cuando el período de anormalidad ha sido
prolongado, las relaciones sociales ordenadas por esas disposiciones
pueden ser muy numerosas y estar entrecruzadas de tal manera con
las que se rigieron por normas jurídicas auténticas, que resulta
prácticamente imposible separar las unas de las otras (se aboga para
su utilización a una cuestión práctica).
3. Lex stricta: A partir de éste requisito, desprendemos que el
legislador debe definir con tal claridad aquello que es delito y su
sanción, que al ciudadano común no le debe caber duda alguna
respecto de lo que se reprueba. Es lo que se denomina el mandato
de determinación, y del cual se desprende como principio la
prohibición de analogía. Si se prohíbe al juez recurrir a cualquier
clase de normas que no estén contenidas en una ley formal, con
mayor razón ha de vedársele la creación de ellas mediante un
razonamiento analógico.
GARANTÍAS MATERIALES
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cual el DP no podía concebirse. No se trata aquí, de la libertad
moral, sino de la libertad social para obrar distintamente.
Un DP fundado en la culpabilidad implica la exclusión de la
responsabilidad por el carácter, tipo de vida, peligrosidad del autor
(lo que corresponde al ámbito de las medidas de seguridad y
corrección) o por la simple causación de un resultado que no ha
podido evitar.
Nuestro ordenamiento establece las bases legales para no actuar
fuera de este principio, así, el Art. 340 CPP, exige la convicción del
juez sobre la culpabilidad del hechor para poder condenar, y el Art.
1º CP, que define delito como “toda acción u omisión voluntaria
penada por la ley”.
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paradoja de terminar por no ser obedecido, por la incapacidad del
sistema de perseguir todo lo que prohíbe. En cuanto empleo de la
violencia por el Estado, el sistema penal debe restringirse a hechos
no abordables de otra manera. En tal sentido puede hablarse del
carácter subsidiario del DP, en cuanto la reacción del estado debe
tomar en cuenta la relación de medio a fin (prohibición de una
reacción excesiva).
1. Carácter Público.
Esta característica debe ser entendida en un doble sentido. Primero,
decimos que es público porque la función de consagrar el carácter
delictivo de una conducta y establecer la pena aplicable a quien la
ejecuta pertenece sólo y exclusivamente al legislador, siendo por
consiguiente pública. Lo que para el legislador no es delito, no lo es
para nadie. Lo anterior se encuentra estrechamente vinculado con el
principio de legalidad que se haya en la base de la construcción del
DP. El Estado es el único que puede fijar cuáles son las conductas
ilícitas, es decir, cuáles son las infracciones punibles.
Por otro lado, decimos que el DP es público, porque la función de
realización, declaración y ejecución del DP para el caso concreto,
pertenece exclusivamente a órganos del poder público como lo son,
los Tribunales de Justicia y las Instituciones penitenciarias o de
Asistencia. En el eº de dº actual se encuentra proscrita la justicia
penal de propia mano: el particular no sólo no puede castigar por sí
mismo al que lo hizo víctima de un delito, sino que, además, por
regla general tampoco cuenta con la facultad de impedir que se
imponga una pena al ofensor o evitar la ejecución de ella (Art. 19
CP)
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consiguiente, su mayor eficacia relativa no justifica su empleo
indiscriminado, ha conducido a una actitud prudente: En tanto la
infracción no ponga en peligro la posibilidad de convivencia, siempre
serán preferibles las sanciones no punitivas para remediarlas,
eludiendo los efectos desocializadores del castigo penal.
3. Carácter fragmentario.
El DP no busca alcanzar con sus efectos toda la gama de conductas
ilícitas, sino sólo aquellas que constituyen ataques intolerables en
contra de los bienes jurídicos cuya subsistencia es capital para la
preservación de la convivencia pacífica. En otras palabras, lo que se
castiga son sólo fragmentos de lo antijurídico, ya que sólo sectores
reducidos de lo que es ilícito justifican su empleo.
El dº penal se reduce a un catalogo de tipos delictivos (relación
estrecha con la subsidiariedad). No todo lo que infringe las normas
ha de ser castigado con una pena.
4. Carácter personalísimo.
Esta característica del DP, debe ser entendida en un doble sentido.
Por un lado, la sanción (pena o medida de seguridad o corrección),
sólo puede imponerse al que ha participado en el hecho punible, no
debiendo jamás afectar a terceros (por ejemplo, por el delito
cometido por el hijo, no puede responder penalmente el padre),
cualquiera sea el género de relaciones que tengan con el autor
(matrimoniales, parentales, hereditarias, amistosas, etc).Por otro
lado, quien ha participado en el hecho punible, es sobre quien debe
ejecutarse, sufriendo sus efectos.
De lo señalado anteriormente, podemos concluir que:
En el DP no se admite la representación.
Ni la pena o medida de seguridad como tales, ni su ejecución, son
transmisibles.
La responsabilidad penal se extingue con la muerte del sujeto. Al
respecto, el Art 93 CP, señala que la muerte del responsable
extingue la responsabilidad penal en cuanto a las sanciones
“personales”, pero respecto de las pecuniarias sólo cuando a su
fallecimiento no se hubiere dictado sentencia ejecutoriada.
MAURACH, advierte que una norma como la citada, no es sino el
“reflejo tardío de la codicia fiscal”, puesto que conlleva ejecutar la
sentencia en los herederos, lo que claramente es una infracción
grosera al principio de personalidad de la pena.
Ahora bien, cabe preguntarse si las personas jurídicas pueden ser
sujetos activos de un delito, imponiéndoles por ende una pena. La
respuesta se haya establecida en virtud de cual sea la naturaleza
jurídica que se le atribuya. Así, hay quienes ven en ella un ente
ficticio (carece de voluntad y por tanto, no es susceptible de
culpabilidad), al que el dº le atribuye por razones prácticas algunas
características propias de la personalidad, a esta se le ha
denominado Teoría de la ficción. Por el contrario, hay quienes
sostienen que la p/j es, como el hombre, una entidad con voluntad y
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sustancia propia, distinta de la de sus integrantes, se denomina
Teoría de la personalidad colectiva real.
En el derecho positivo chileno se acoge la teoría de la ficción, así lo
expresa el Art 58 CPP al decir: “La responsabilidad penal sólo puede
hacerse efectiva en las personas naturales, por las personas jurídicas
responden los que hubieren intervenido en el acto punible, sin
perjuicio de la responsabilidad civil que las afectare”.
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Lo anterior, es sin perjuicio de que para la determinación de la
concreta pena a aplicar, el DP de autor contribuye a considerar que
la medida de la pena, también debe ajustarse al reproche personal, y
para eso las circunstancias de cada sujeto hacen llegar a la
verdadera sanción que éste merecería, como lo es por ejemplo, la
consideración de la irreprochable conducta anterior o la
reincidencia.
Conclusiones:
a) Si la conducta ejecutada no es constitutiva de delito según la ley,
no existe pena que determinar y ninguna característica de la
personalidad del autor justifica la imposición de una, cualquiera que
sea.
b) En la determinación de la pena hay que tener en cuenta, además
de ciertas particularidades del acto ejecutado, los rasgos personales
del autor. La indagación sobre estos debe hacerse con prudencia,
nunca debe llevarse más allá de ciertos límites, incluso cuando
tiendan a favorecerlo, si con ello se lesiona su condición de hombre y
los derechos que son consustanciales a ella.
c) Si bien lo que se castiga por la ley es la ejecución de una acción
ilícita, prescindiendo de la personalidad del autor, esta última se
toma en cuenta para determinar la pena, como por ejemplo, queda
de manifiesto en la agravante de reincidencia, atenuante de
irreprochable conducta anterior, las emocionales, la de haber obrado
por celo de la justicia, la “habitualidad” en el favorecimiento de la
prostitución (es más bien un límite para la tipicidad de la acción, que
sólo se castiga si ejecutarla se ha transformado en un hábito del
sujeto, 367 CP).
d) Una personalidad defectuosa no constituye base para la irrogación
de una pena.
e) El procedimiento de determinación de la pena consagrada en la
ley penal chilena es rígido y no garantiza una apreciación adecuada
de la personalidad del autor en esta segunda etapa del
enjuiciamiento.
OJO La vagancia y mendicidad están derogados.
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incs 7º y 8º de nuestra Constitución Política.
Otra vinculación más bien tenue, es la consagrada en el Art 19 Nº 7
letra i), que estable en realidad, un derecho civil de orden público,
cuya fuente es el sobreseimiento definitivo o sentencia absolutoria
de “cualquier instancia” que haya sido declarada injustificadamente
errónea o arbitraria por la CS, tendrá derecho a ser indemnizado por
los perjuicios morales y patrimoniales causados. Por otra parte, las
letras g) y h), establecen limitaciones penales prohibiendo la pena
de confiscación (ahora con una reserva) y la de pérdida de dºs
previsionales. Tb es de rango penal el Art 60 sobre inviolabilidad
parlamentaria.
La virtud de la consagración constitucional de tales principios, viene
dada por la actual tendencia de que en un Eº democrático de
Derecho, las normas constitucionales que establecen garantías
ciudadanas son aplicables directamente por los tribunales en la
decisión de los casos concretos.
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aparejada la de que los intereses de éste eran los vitales para la
preservación de la convivencia pacífica. Pues bien, luego vino el
triunfo de las ideas liberales, estableciendo una distribución de las
funciones del Estado, y por ende una separación de las funciones de
ambos ramas del Derecho, protegiendo entonces el DP la infracción
a los bienes más elementales para el desenvolvimiento de la
sociedad, y el D.adm sancionador, bienes de menor entidad, para los
cuales surgió la pena administrativa.
La pena administrativa debe ser entendida en un doble sentido:
Desde la óptica procesal, decimos que son aquellas medidas
sancionatorias que de conformidad con el ordenamiento vigente, se
imponen por una autoridad administrativa, sin intervención de los
tribunales de justicia, no obstante su naturaleza punitiva (o, por lo
menos, su semejanza con las formas de la pena criminal). Desde la
perspectiva material, decimos que aquellas que se aplican a hechos
que atentan contra la estructura, organización y funciones de la
Administración, o contra otros b/j cuya violación, por encontrarse
estrechamente vinculados con ella, la afectan de manera directa.
OJO Lo que de ordinario se denomina derecho penal administrativo
se encuentra integrado por el conjunto de infracciones a que alude
esta segunda noción, las cuales pueden en ciertos casos, encontrarse
amenazadas con penas penales propiamente tales, como ocurre con
aquellas a que se refiere la mayor parte del Título V del Libro II CP
(De los crímenes y simples dºs cometidos por empleados públicos en
el desempeño de sus cargos) y en otros con sanciones
administrativas entendidas en el primero de los sentidos, esto es,
impuestas por la autoridad administrativa. Sin embargo, el rótulo tb
se emplea a veces para designar únicamente el grupo de hechos
castigados por la adm. con prescindencia de los tºs o viceversa, para
referirse a los auténticos delitos contra la adm.
El Art 20 CP, las trata en un sentido procesal y en virtud de él, las
sanciones adm. se pueden clasificar en gubernativas, que son
aquellas que la autoridad puede imponer a cualquier ciudadano; y
disciplinarias, que son aquellas reservadas para castigar a quienes
se encuentran vinculados con la organización administrativa por una
relación subordinación. Las primeras se encuentran dispersas y en
gran numero por todo el o/j, las disciplinarias se agrupan de
preferencia, en el COT, Estatuto adm. y C.de JM.
Relación entre penas penales y gubernativas (administrativa)
Entre la pena penal y la pena gubernativa, la diferencia es de
carácter cuantitativo, es decir ambas participan de la misma
naturaleza, existiendo sólo un matiz de graduación o magnitud. El
administrativo no es sino un injusto de significado ético-social
reducido, que por tal razón sólo debe estar sometido a sanciones
leves cuya imposición no requiere garantías tan severas como las
que rodean a la pena penal, sea por la naturaleza de los b/j
afectados, por el modo o circunstancia del ataque, sea por la escasa
reprochabilidad que éste involucra. Lo anterior es posible
desprenderlo con claridad de lo dispuesto en el Art 20 CP, en que se
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nos señala que “no se reputan penas...”, esto es, que formalmente no
se las tiene por tales, aun reconociendo que participan de su misma
naturaleza.
Ahora bien, en cuanto al fundamento que hay detrás de señalar que
la pena administrativa tiene sólo una diferencia cuantitativa con la
pena penal, decimos que las sanciones administrativas constituyen
una necesidad impuesta por la complejidad de la sociedad
contemporánea, existiendo múltiples actuaciones de menor entidad
frente a las que ha de reaccionarse con una sanción, pero menos
dañina que la penal. De entregar estas actuaciones a la magistratura
penal sería encomendar la investigación de muchos atentados
insignificantes.
Consecuencias de lo anterior, son las siguientes:
a) No es admisible que un mismo hecho se sancione con pena
gubernativa y sanción penal, puesto que se estaría vulnerando el
principio non bis in idem.
b) La sanción gubernativa sólo debe ser impuesta a quien puede
dirigírsele un reproche personal por la ejecución de la conducta
prohibida, para lo cual ha de considerarse el disvalor de la acción y
del resultado a la vez, por tanto, no es independiente de la exigencia
de culpabilidad.
c) Aunque, conviene simplificar el procedimiento sancionatorio adm.,
debe conservar, en todo caso, una forma que garantice los dºs
fundamentales de la defensa, incluyendo la presunción de inocencia
del imputado.
d) La sanción gubernativa más característica es la multa, aunque no
es la única posible, por ejemplo, clausura de establecimientos
comerciales, prohibición de habitar edificios cuyas condiciones
sanitarias o materiales son defectuosas, suspensión de actividades u
obras, comiso de instrumentos y efectos, etc.
e) A causa de que el Art. 20 las excluye formalmente de entre las
penas penales, hay varios efectos de estas que no alcanzan a las
sanciones gubernativas, por ejemplo, su imposición no consta en los
antecedentes penales del autor, por tanto, no puede tomársele en
cuenta para configurar la reincidencia y no excluirá la atenuación
por irreprochable conducta anterior.
f) La magnitud de estas reacciones no puede sobrepasar una medida
modesta y, en especial, su naturaleza debiera limitarse a la irrupción
en esferas de dºs cuya significación es de segundo orden, como las
patrimoniales.
g) Atendiendo el campo cada vez más extenso abarcado por las
regulaciones adm. , se hace necesario que en lo sucesivo, se intente
una tipificación de las conductas que la infringen, contemplando por
lo menos, los límites generales, más allá de los cuales se prohíbe a la
adm. toda intervención punitiva.
OJO Solo la multa penal puede transformarse en una privación de
libertad, en caso de no ser satisfecha por el condenado, de lo
contrario sería desconocer el alcance Art. 20 CP. Si la norma que la
crea no ha señalado un plazo de prescripción, ha de aplicársele a las
penas gubernativas la regla general para las faltas, esto es 6 meses.
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Relación entre penas penales y disciplinarias.
Son las que más se asemejan a las criminales, puesto que tb están
destinadas a castigar conductas que ponen en peligro la convivencia
dentro de unos grupos de relación determinados y más restringidos,
pero indispensables para la organización y el desenvolvimiento de la
sociedad en general (destinadas a preservar el funcionamiento de
organizaciones públicas, es decir, Judicatura, fuerzas armadas,
policía, organización municipal, adm. central del Estado, etc.). Sin
embargo y pese a su parecido, su naturaleza es diferente, ya que al
ser una especie de ilícito administrativo, existe tb una diferencia de
grado.
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delito sino cuando el tribunal que lo juzgare adquiere, mas allá de
toda duda razonable, la convicción de que realmente se hubiere
cometido el hecho punible objeto de la acusación y que en hubiere
correspondido al acusado una participación culpable y penada por la
ley”.
Otra manifestación del principio in dubio pro reo, la encontramos en
los casos de determinación alternativa del hecho, la cual consiste
en aquellos casos en que según la prueba del proceso, no hay duda
en que el sujeto cometió uno de entre dos o más delitos, pero no sabe
con certeza cuál de ellos. Por ejemplo, cuando el juez tiene certeza
que el sujeto se apropió de una cosa ajena, mas no sabe si fue por
engaño, en cuyo caso sería estafa, o si fue una sustracción furtiva, en
cuyo caso sería hurto. Pues bien, frente a una disyuntiva como la
planteada, el principio in dubio pro reo, aboga por imponer la pena
correspondiente a aquel de los delitos que, en concreto merecería la
más benigna. Para ejecutar la selección hay que tener en cuenta, por
consiguiente, todos los factores concurrentes a la determinación de
la pena. El sujeto sólo será responsable penalmente por aquel de los
delitos por el cual se le condene
Además y a causa de esta estrecha relación, sucede con frecuencia
que instituciones propias del DP se encuentren consagradas en leyes
procesales y viceversa. Así, el Art. 455 CP es, sin duda una norma de
procedimiento.
1. APLICACIÓN TEMPORAL.
EFECTOS DE LA LEY PENAL EN EL TIEMPO.
21
Se traduce en que la ley vigente al momento de la comisión del delito
determina si una persona debe ser castigada y en tal caso cual
habría de ser la pena que deba imponérsele. Se considera un
derecho humano fundamental, consagrado a nivel internacional.
Además, cabe agregar que solo vale respecto del DP sustantivo, ya
que las disposiciones del derecho procesal penal rigen in actum (se
ve debilitada con la consagración del Art. 11 CPP: “Las leyes
procesales penales serán aplicables a los procedimientos ya
iniciados, salvo cuando, a juicio del tribunal, la ley anterior
contuviere disposiciones más favorables al imputado).
Su fundamento descansa en la seguridad jurídica, puesto que el
legislador, en presencia de hechos que, en las condiciones sociales
del momento, pudiere estimar especialmente nocivos o riesgosos,
podría caer en la tentación de introducir a posteriori preceptos
penales o agravar los existentes.
Constituye la regla general.
C. Leyes Intermedias.
Surge como una de las problemáticas que acarrea la aplicación de la
retroactividad de la ley más favorable.
Se entiende por ley intermedia aquella que se ha promulgado
después de ejecutado el hecho y ha cesado de regir antes de que se
pronuncie la sentencia de término. En este sentido, ¿Cabría aplicar
dicha ley cuando resulta más favorable al imputado, aun cuando
carezca de vigencia tanto al momento de la perpetración del delito
como al momento de la dictación del fallo? La opinión dominante se
pronuncia en sentido afirmativo, fundándose, sobre todo, en
22
consideraciones humanitarias y, en que el Art 18 sólo exige, para
disponer la aplicación retroactiva de la ley, que esta haya sido
promulgada con posterioridad a la comisión del delito, sin reclamar,
en cambio, que prosiga en vigencia cuando se pronuncia la
sentencia.
E. Normas de complemento.
Cuando se dicta una ley penal en blanco que favorece al imputado,
debe serle aplicada retroactivamente, lo mismo sucede si se modifica
la norma complementaria de una ley en blanco impropia. En cambio,
las normas complementarias de leyes en blanco propias se han
confiado a una instancia legislativa de inferior jerarquía,
precisamente porque se refieren a materias cuya regulación debe
variar cada cierto tiempo, de acuerdo a circunstancias también
cambiantes, por tal motivo, se comportan igual que una ley temporal
y respecto de ella, no es aplicable la retroactividad de la ley más
favorable. Sin perjuicio de lo cual, existen situaciones en las cuales la
23
derogación o modificación de una norma complementaria obedece
sólo a que la instancia legislativa encargada de formularla reevalúa
la situación y considera que la vigente con anterioridad no era
adecuada tampoco para regular la situación concreta que debía
regir. En tales casos se aplicará la excepción. La decisión relativa a
cuando ocurre una u otra cosa depende de una cuidadosa
interpretación teleológica.
24
realización de la serie. El los dºs de omisión decide el momento en
que el autor debiera haber actuado. En los casos de autoría mediata,
el momento de la comisión es aquel en que se actúa sobre el
instrumento.
2. APLICACIÓN ESPACIAL
EFECTOS DE LA LEY PENAL EN EL ESPACIO.
A) Principio de Territorialidad.
En Chile rige el principio de territorialidad, consagrado
expresamente en el Art 5º CP, en virtud del cual “La ley penal
25
chilena es obligatoria para todos los habitantes de la República,
incluso los extranjeros. Los delitos cometidos dentro del mar
territorial o adyacente quedan sometidos a las prescripciones de este
Código”, significa por ende, que la ley penal chilena se aplica a
cualquiera que cometa un delito en nuestro territorio, sin que sea
obstáculo para ello la nacionalidad del hechor, de la víctima o de los
bienes o dºs afectados por el delito.
Por el contrario, si el delito se ha cometido fuera de Chile, por
chilenos o extranjeros, el Art 6º CP, sólo autoriza su persecución en
los casos determinados por la ley, de esta forma señala que “los
crímenes o simples delitos perpetrados fuera del territorio de la
República, por chilenos o por extranjeros, no serán castigados en
Chile sino en los casos determinados por la ley”.
Por territorio de la República se entiende todo espacio de tierra, mar
o aire sujeto a la soberanía del Estado, así como aquellos lugares
que, en virtud de una ficción jurídica internacionalmente aceptada,
se consideran tb pertenecientes a él. Se distinguen por tanto, dos
clases de territorio: el natural y el ficto (naves, aeronaves y el que
siendo por su naturaleza extranjero, se encuentra ocupado por
fuerzas armadas chilenas).
26
OJO el Art 302 del Código Bustamante, adhiere al
fraccionamiento del delito y subsidiariamente a la teoría del
resultado, estableciendo que “cuando los actos de que se componga
un delito se realicen en Estados contratantes diversos, cada Estado
puede castigar el acto realizado en su país, si constituye por si solo
un hecho punible, de lo contrario se dará preferencia al derecho de
la soberanía local en que el delito se haya consumado.” Aunque a
sido objeto de críticas, no puede desconocerse su carácter vinculante
entre los Estados signatarios.
27
Casos de aplicación del ppio real o de defensa.
Son los siguientes:
i) Art. 6º Nº 1 COT: “crímenes o simples delitos….cometidos por un
agente diplomático o consular de la Republica en el ejercicio de sus
funciones”.
ii) Art. 6º Nº 2 COT: “la malversación de caudales públicos, fraudes
y exacciones ilegales, la infidelidad en la custodia de documentos, la
violación de secretos, el cohecho cometido por funcionarios públicos
o por extranjeros al servicio de la Republica”.
iii) Art. 6º Nº 3 COT: “los que van contra la soberanía o contra la
seguridad exterior del Estado, perpetrados ya sea por chilenos
naturales, ya por naturalizados, y los contemplados en el párrafo 14
del titulo VI del libro II CP, cuando ellos pusieren en peligro la salud
de los habitantes de la Republica”. A estos casos hay que añadir los
delitos de la ley 20.000, sobre Tráfico Ilícito de Estupefacientes, cuyo
Art. 55 se remite a esa disposición, pero solo cuando estos delitos
ponen en peligro la salud de los habitantes.
iv) Art. 6º Nº 5 COT: “la falsificación del sello del Estado, de
moneda nacional, de documentos de crédito del Estado, de las
municipalidades o establecimientos públicos, cometida por chilenos,
o por extranjeros que fueren habidos en el territorio de la
República”.
v) Art. 3 Nº 2 CJM: “delitos cometidos por militares en el ejercicio
de sus funciones o en comisiones del servicio”.
vi) Art. 3 Nº 3 CJM: “los asuntos de jurisdicción militar…cuando se
trate de delitos contra la soberanía del Estado y su seguridad
exterior o interior”.
3. APLICACIÓN PERSONAL
EFECTOS DE LA LEY PENAL RESPECTO DE LAS PERSONAS.
28
primera parte del Art 5º CP y reafirmado a nivel constitucional por
el Art 19 Nº 2 CPR.
Dicho ppio no reconoce excepciones auténticas, pues no existen
individuos que se encuentren excluidos del derecho punitivo en
atención a sus calidades personales. Lo que sucede más bien en
algunos casos es que resulta preciso poner al margen de una posible
persecución penal a quienes ejercitan ciertas funciones, en
consideración a la naturaleza e importancia de éstas. Por tanto, se
trata de excepciones funcionales y relativas, que sólo amparan al
sujeto en tanto ejercita el cargo respectivo.
29
OJO No se acepta forma alguna de inviolabilidad para el PR, quien
está sometido a la ley penal, como cualquier ciudadano.
30
entrada en vigencia del CPP, confiere a la CS la facultad de anular
sentencias cuando existieren distintas interpretaciones sostenidas en
diversos fallos emanados de los tribunales superiores.
Además, en la realización de esta labor hermenéutica, los juicios se
encuentran vinculados por las normas contenidas en los art. 19 y
sgtes. CC.
31
pena, aunque el caso esté comprendido en la letra de la disposición,
de donde se extrae que el tenor literal está concebido como garantía
contra una interpretación extensiva, fundado en el espíritu de la ley.
El sentido literal, por su parte, se determina con arreglo a 3 reglas
(Art. 20 y 21 CC): 1. Interpretando las palabras de la ley en su
sentido natural y obvio, es decir, según el uso general de las mismas
palabras. 2. Recurriendo a las definiciones legales, cuando el
legislador las consagre expresamente para ciertas materias. 3.
Entendiéndolas en su sentido técnico, es decir, el que les den quienes
profesan la misma ciencia o arte, Ej. Loco o demente. Cuando el
sentido de la ley no es claro (ya que si lo es prima la literalidad), se
puede recurrir al criterio de interpretación teleológico (art. 19
CC), conforme al cual para interpretar una expresión obscura de la
ley, se puede recurrir a su intención o espíritu, claramente
manifestados en ella misma (objetiva) o en la historia fidedigna de su
establecimiento (subjetiva). La voluntad de la ley expresada en ella
misma de descubre con el auxilio del método sistemático, ya que
los preceptos jurídicos forman parte de sistemas que requieren una
interpretación armónica, este concepto se expresa en el art. 22 CC.
El carácter teleológico de la interpretación se expresa asimismo en
la significación del b/j tutelado como elemento fundamental para la
comprensión de los ingredientes de las distintas figuras legales.
La doctrina además, añade otros criterios reguladores de la
interpretación, entre los cuales destacan:
i) Los criterios de proporcionalidad y subsidiaridad: significa,
por una parte, el respeto de la necesaria relación que ha de existir
entre medio y fin, y por la otra, que entre diversas opciones, el
intérprete debe elegir, si cabe la menos dañosa.
ii) El principio pro reo: Aunque Andrés Bello admitía la
interpretación restrictiva a favor del reo, buena parte de la
jurisprudencia nacional la rechaza, aduciendo al texto del Art. 23 CC
(“lo favorable u odioso de una disposición no se tomará en cuenta
para ampliar o restringir su interpretación”). Sin embargo, ella no
resuelve qué hacer en caso de duda acerca del alcance de la norma y
quizás ésa es la razón por la cual tanto nuestra propia jurisprudencia
como en el derecho comparado la tendencia es a admitir la duda a
favor del reo. Su admisión en el DP adjetivo es indisputada, desde
que el Art. 340 CPP, pone como límite para formar la convicción de
una sentencia condenatoria, que aquella vaya más allá de toda duda
razonable.
iii) La equidad natural: Se trata de un ppio supletorio, según lo
establecido en el Art.24 CC, al referirse a la “equidad natural”, junto
al espíritu general de la legislación, “en los casos en que no puedan
aplicarse las reglas de interpretación antes mencionadas”. Sin
embargo, puede adquirir una relevancia integrativa en la
interpretación, en cuanto ppio superior de hermenéutica para todo el
orden jurídico. En tal sentido tienen tb aplicación directa en la
interpretación de las normas penales los preceptos constitucionales
que aseguran como ppios reguladores de todo nuestro sistema
32
jurídico el acaparo e la dignidad y de los dºs fundamentales de la
persona.
iv) Otros recursos de la hermenéutica: Las normas tienen tb
exigencias de consistencia lógica, reflejadas en numerosos ppios
guías, expresados en forma de aforismos, tales como: non bis puniri
in idem (no se puede castigar dos veces por el mismo hecho), que en
la interpretación significa tb que aquel elemento que ya fue
considerado para los efectos de la incriminación no puede tomarse
en cuanta de nuevo para agravarla, nadie está obligado a hacer lo
que es imposible, el destino desgraciado excusa (pena natural), entre
otros.
33
un pronunciamiento. Uno de los argumentos sostenidos para su no
aplicación, consiste en que tb las normas relativas a eximentes,
atenuantes, etc., son leyes penales.
34
persona dirigida por su voluntad a un objetivo determinado
(finalidad). Por su parte omisión, consiste en la no ejecución por una
persona de aquello que tenía la obligación de realizar, estando en
condiciones de poder hacerlo. Constituye el requisito básico y esencial
del delito, exigido tanto por el Art. 1º CP, como por el artículo 19 Nº
3 inciso final CPR, que señala que “ninguna ley podrá establecer
penas sin que la conducta que se sanciona esté expresamente
descrita en ella”. De allí entonces que siguiendo la Carta
Fundamental, se diga que el legislador, sólo puede sancionar actos y
no hechos.
b) Pero no toda acción u omisión es delito, sino sólo aquellas que se
adecuan a un tipo penal, es decir, a la descripción trazada por la ley
de los hechos que ha resuelto castigar porque constituyen
alteraciones severas de la paz social, por tanto, la adecuación de la
conducta a la descripción legal se denomina tipicidad. El Art.
mencionado no alude a esta exigencia, pero puede deducirse de la
frase “penada por la ley”, puesto que es justamente a las conductas
descritas por los tipos a las que el legislador asocia una pena, con
exclusión de cualquier otra. Además, se encuentra contemplada tb. a
nivel constitucional (19 Nº 3 Inc. 8º) , a través de la frase
“expresamente descrita”.
c) Su carácter contrario al ordenamiento jurídico (antijuricidad),
puesto que no constituye delito la conducta que está autorizada por
el derecho, de acuerdo a normas permisivas que se extraen del
contexto del o/j (causales de justificación), no obstante su
correspondencia con un tipo penal. Una conducta típica sólo es
antijurídica si no cuenta con tal autorización. Es posible extraerlo del
Art. 10 CP numerales 4º, 5º, 6º, 7º, 10 y 12 CP.
d) Su atribución a la responsabilidad personal del autor
(culpabilidad). El derecho impone la obligación de respetar los
mandatos y prohibiciones expresadas en sus normas, salvo cuando
él mismo autoriza la desobediencia Al que pudiendo acatar ese deber
lo infringe, le dirige además, un reproche personal por haberse
comportado en esa forma. La culpabilidad consiste en ese reproche
dirigido al autor. Sólo cuando la acción u omisión típicamente
antijurídica es susceptible de dicho juicio negativo se perfecciona el
delito. La culpabilidad al igual que la antijuricidad tiene causales que
la excluyen: causales de exculpación. Esta exigencia se extrae de
la expresión “voluntarias” empleada por el Art. 1º CP.
35
en los delitos de violación o abusos sexuales, Art, 369 CP). Hay que
dejar claro, que no se trata de elementos constitutivos del delito, por
tanto, puede prescindirse de ellas para su definición y no deben
perturbar la explicación de la estructura del hecho punible.
36
e, incluso, cuando ni siquiera fueron previsibles, como ocurre por
ejemplo con lo dispuesto respecto al falso testimonio en el artículo
208 del CP.
Por otro lado, se encuentra el delito formal o de mera actividad, al
que definimos como aquel que se consuma por la sola realización de
la acción en que consiste o por incurrir en la omisión respectiva. Por
ejemplo, el delito de falso testimonio descrito en el artículo 206 del
Código Penal, se consuma por el sólo hecho de dar el falso testimonio,
sin exigir ningún efecto posterior, sin perjuicio que como bien lo
indica el artículo 208 del Código Penal, si por el falso testimonio se
aplicare al encausado una pena mayor que la que le correspondería el
testigo falso recibirá igual pena.
Existen autores que han criticado esta clasificación aludiendo que
todo delito implica un resultado, pero la verdad es que en ellos se
produce una confusión entre el resultado del tipo (resultado de la
acción incorporado a la descripción del hecho) con el resultado
jurídico del delito (antijuridicidad). Es claro que éste último no
puede faltar en delito alguno, puesto que no es concebible un hecho
punible sin violación del ordenamiento jurídico, pero el resultado de
que hablamos aquí es el efecto de la acción y no el efecto de la
valoración. Por ejemplo si alguien mata a otro en legítima defensa,
ciertamente se da el resultado del tipo homicidio, pero falta el
resultado del delito homicidio, porque si bien se produce la cesación
de los procesos vitales de la víctima, está ausente la antijuridicidad de
la conducta.
37
que pueden consumarse mediante el incumplimiento de un deber de
actuar. Así por ejemplo la madre que no alimenta al recién nacido, y
como consecuencia de ello se produce la muerte de éste, comete el
delito de parricidio por omisión. Cabe recordar que respecto de estos
últimos delitos, también llamados de comisión por omisión, la
inversión que se realiza del delito comisivo para construir un delito
omisivo, debe limitarse a determinadas situaciones.
Así entonces, decimos que sólo incurre en comisión por omisión quien,
encontrándose en una posición fáctica de garante respecto al bien
jurídicamente protegido, no actúa, a pesar de contar con el dominio
final del hecho, para evitar una lesión o puesta en peligro de dicho
bien.
38
peligro de nuevo cuño, en los cuales la presunción de existencia de
peligro se vincula a la omisión por parte del autor de adoptar una
medida de precaución predeterminada por la ley.
39
en el Art. 406 inciso final del CP. En esta clase de delitos suele
distinguirse entre delitos de convergencia y delitos de encuentro.
Los primeros se caracterizan por que los distintos intervinientes cuya
actividad exige la ley actúan “coordinadamente” en procura de una
meta común, como ocurre por ejemplo con el delito de asociación
ilícita sancionado en los arts. 292 y siguientes del CP. Los segundos,
se caracterizan porque los concurrentes necesarios entran en colisión
“impeliéndose entre sí”, como ocurre por ejemplo con el delito de
duelo sancionado en el artículo 406 del CP. Junto al delito de
concurrencia necesaria se encuentran los delitos de concurrencia
eventual, que no son sino descripciones típicas que usualmente
pueden ser realizadas por una sola persona, pero que eventualmente
permiten la ejecución plural es decir, la coautoría.
40
vi.) La comisión de una falta no tiene el efecto de interrumpir la
prescripción de la acción penal o de la pena, respecto del responsable
de un delito en cuyo favor esa prescripción está corriendo (96 y 99
CP).
41
Delito permanente, es aquel cuya acción puede consumarse en
cualquier momento, pero que por voluntad del autor es posible
mantener su ejecución en el tiempo, de modo que el delito continúe
en constante estado de consumación. Así por ejemplo, el delito de
secuestro descrito en el art. 141 del CP.
Delito de estado, o también llamado instantáneo de efectos
permanentes, es aquel en que el delito se consuma en un solo
instante, pero crea por su consumación un nuevo estado que dura en
el tiempo al margen de la voluntad del autor. Así por ejemplo el delito
de bigamia sancionado en el artículo 382 del CP.
La diferencia entre el delito permanente y el delito de estado,
pasa por que en el primero el grado de consumación depende de la
voluntad del autor, a diferencia del segundo en que los efectos
permanentes se producen como consecuencia de la realización del
hecho injusto y no dependen de la voluntad del sujeto activo.
La diferencia del delito permanente con el delito continuado,
pasa por que este último consiste en varias acciones ejecutadas en
tiempos diversos, cada una de las cuales, considerada en forma
independiente, realiza completamente las exigencias de tipos
delictivos de la misma especie, no obstante lo cual han de ser tratadas
como un todo y castigadas como un solo hecho punible, en virtud de la
relación especial que media entre ellas, la cual determinaremos
porque todas las conductas constituyen la violación, necesariamente
fraccionada, de una misma norma de deber.
Esta figura fue creada por los prácticos italianos, a saber Baldo,
Bartola y Farinaccio, quienes buscaban un criterio de benignidad
frente a la ley de la época que castigaba con pena de muerte al que
cometiera tres o más hurtos. Así entonces se estableció como regla
que no existían tres hurtos, sino uno, cuando las sustracciones,
aunque ejecutadas en tiempos diversos, han sido realizadas con un
propósito unitario. Así entonces, comete hurto continuado el sujeto
que desea apoderarse de todo el mobiliario de una casa deshabitada,
pero sólo dispone para transportarlo de un vehículo que, conforme a
su representación, no basta para cargarlo en un solo viaje y, por esto,
se ve obligado a ejecutar varios, cada uno de ellos en una noche
distinta.
También cabe diferenciarlo del delito habitual caracterizado por el
injusto no consiste en un acto aislado, sino en la repetición de esos
actos que individualmente no conforman un ilícito típico, pero sí su
reiteración, que de alguna forma para el legislador permiten colegir
una tendencia del sujeto en tal sentido que es desvalorada, como por
ejemplo ocurre con el delito de facilitación a la prostitución
sancionado en el artículo 367 del CP.
TEORÍA DE LA ACCIÓN.
42
Un concepto unitario o superior de acción, fue una búsqueda
constante de la dogmática alemana, debido a que el Código Penal
alemán definía al delito sólo como acción, viendo entonces los juristas
de aquel país dificultades para la inclusión de las omisiones entre los
hechos punibles. En Chile, como nuestro Código Penal en su artículo
1º define el delito como acción u omisión, dicha discusión nos es
ajena. Lo anterior se ve reafirmado desde el punto de vista material,
por lo planteado por Radbruch, quien señala que es lógicamente
insostenible que dos términos contradictorios como lo son acción y
omisión sean reconducidos hacia un concepto superior, ya que aquello
se opone al principio de identidad. Sin embargo, desde una óptica
valorativa, tanto la acción como la omisión, constituyen un
comportamiento del hombre, y si bien desde su estudio dogmático la
estructura de una y otra forma de comportamiento son distintas,
ambas constituyen una conducta humana. Esto, en nuestro
ordenamiento jurídico queda además confirmado por lo dispuesto en
el artículo19 Nº 3 inciso final al señalar que “ninguna ley podrá
establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté
expresamente descrita en ella”. Aún cuando sea evidente, decimos
que los comportamientos que interesan al derecho penal, son los del
hombre en cuanto éste realmente haya ejecutado algo o no lo haya
realizado cuando se esperaba de él que lo llevara a cabo, y por tanto,
quedan descartados los meros pensamientos, las resoluciones
delictiva no exteriorizadas en hechos, así como también las
disposiciones anímicas y en general, todos aquellos modos de actuar
que son enteramente independientes de la voluntad e incontrolables
por ésta , como los movimientos reflejos, los calambre u otros
movimientos espasmódicos, los actos inconcientes y aquellos
realizados bajo vis absoluta (fuerza irresistible). No pueden serlo,
evidentemente los hechos provocados por fenómenos naturales o por
animales no manipulados por él mismo.
CONCEPTO DE ACCIÓN
Durante la historia del Derecho penal, se han dado diversas nociones
de acción, dependiendo de cual sea el punto de vista filosófico,
político-criminal y dogmático que se considere, lo cual sin duda
reviste importancia en el estudio de la teoría del delito, toda vez que
la noción de acción que adoptemos, repercutirá directamente en la
estructura del delito.
43
esta concepción es el mínimo necesario para hacer el movimiento, es
decir, está despojada de toda referencia a la orientación consciente
del suceso externo por el sujeto, e implica sólo un “querer moverse”
neurológicamente verificable.
A esta corriente pertenecen Politoff, Matus y Ramírez quienes al
respecto comentan que debe reducirse la idea de acción a aquel
movimiento corporal dirigido por la voluntad, sin consideración
a los propósitos perseguidos por el sujeto con su acto.
Desde el punto de vista dogmático, la tipicidad y la antijuridicidad son
atributos del concepto reseñado, referidos, por consiguiente, sólo al
acontecimiento exterior, y ajenos también a las posibles diferencias
que puedan haber en el aspecto subjetivo.
Esta noción de acción, a nuestro entender, hoy en día se encuentra
superada, atendidas las críticas que a la misma se le realizan.
Se dice, en primer lugar que es absolutamente irreal, puesto que la
acción, como un mero cambio del mundo exterior, es algo que no
existe, ya que es imposible identificar la actividad humana con un
fenómeno natural de índole mecanicista, toda vez que el actuar del
hombre se caracteriza por una voluntad con contenido.
En segundo lugar, se señala que, no permite explicar de forma
adecuada el delito tentado y el frustrado, las formas de la
participación criminal o el injusto de los delitos culposos.
Además, en tercer lugar se indica que, ya desde el surgimiento de
esta concepción, en paralelo se fueron descubriendo que existían tipos
en que la acción está descrita de tal manera que es imposible
aprehender su significado sino refiriéndose a la actitud interna del
autor, como ocurre por ejemplo con el delito de hurto del art. 432 del
CP, toda vez que su verbo rector consiste en apropiarse, lo cual es
imposible de comprender considerando sólo el aspecto externo de la
acción, ya que por afuera, la misma acción puede significar apropiarse
como también usar, destruir, etc.
44
alcanzarla, el conocimiento de los efectos concomitantes no
perseguidos con la ejecución y la resolución de concretar la actividad.
Esta etapa, es jurídicamente irrelevante, puesto que, como ya desde
antiguo se ha dicho, el pensamiento nunca es punible (cogitationis
poenam nemo patitur) (Ulpiano, Dig. 48, 19, 18). Dicho de otra forma,
la resolución de cometer un delito que no se exterioriza en hechos es
impune, así como también la comunicación de una resolución delictiva
a la que no le siguen hechos para llevarla a cabo. Tal conclusión,
empero, no es obstáculo para que, en ciertos casos, pueda la
comunicación de una idea ser un medio idóneo para producir la lesión
de un bien jurídico merecedor de tutela, el cual, por su índole, se
pudiere ver afectado a través de la palabra empleada como
instrumento.
El segundo plano, es de naturaleza objetiva, externa, y consiste en la
ejecución del plan ideado en el mundo material, o sea, el movimiento
corporal del agente, pero no los resultados que éste produce como
consecuencia causal de esa actividad en el mundo externo. Acción y
resultado son cosas distintas, como que una es la causa el otros el
efecto. De lo dicho anteriormente, es que podemos concluir que, los
problemas relativos al resultado y al nexo causal entre éste y la acción
no forman parte de la teoría de la acción sino de la del tipo.
Opinión que no coincide con la de Mezger, para quien acción es la
total realización típica exterior, de tal forma que para él la acción
comprende tanto la conducta corporal del agente como el resultado
externo causado por dicha conducta.
Cabe advertir que la voluntad que forma parte de la acción desde la
perspectiva finalista, es totalmente distinta a la voluntad que integra
la noción de acción de los causalistas. Mientras, para estos últimos la
acción la integraba la voluntariedad o mínimo subjetivo, esto es,
aquella voluntad mínima necesaria para producir el movimiento
corporal, para los finalistas, la voluntad que integra la acción, es
finalidad, o sea, voluntad de realización del hecho mediante la
dirección de los procesos causales desde el fin y gracias a la
capacidad del autor para supradeterminarlos de acuerdo con su
experiencia.
El concepto finalista, modifica profundamente la teoría del delito en
general. El tipo ya no es la descripción sólo del aspecto exterior del
hecho, sino que, en tanto se refiere a una acción, necesariamente
considera también la voluntad de realización que orienta o dirige el
movimiento. La antijuridicidad, por consiguiente, supone un juicio de
desvalor que recae también sobre dicho contenido subjetivo, dando
origen a un injusto personal”, en virtud del cual lo que exteriormente
pareciera ser un mismo hecho, termina siendo enjuiciado de forma
diferente respecto de distintos intervinientes, precisamente por
concurrir en ellos orientaciones subjetivas distintas. Por último, la
culpabilidad se convierte en un juicio de reproche dirigido al autor
quien pudiendo comportarse de manera distinta no lo hizo.
No obstante ser el pensamiento predominante en la actualidad, no ha
estado exento de críticas. Se objeta el hecho de no ser capaz de
explicar con claridad el delito culposo, en el cual el resultado
45
provocado no forma parte de la finalidad de la actividad realizada por
el sujeto. Sin embargo a ello, Welzel ha respondido diciendo que en
los delitos culposos siempre hay una acción final, pero en ella la
finalidad es irrelevante al derecho, no así la forma de realización de
esa acción, ya que el modo en que se lleva a cabo, sí es trascendente
al derecho, porque se concretó en la lesión de bienes jurídicamente
valiosos.
AUSENCIA DE ACCIÓN
Sabemos que el elemento fundamental del delito, sobre el cual
circundan los otros elementos estructurales, es la acción – u omisión
en su caso – la que concebida desde una perspectiva finalista, se
reduce a ciertas actividades humanas caracterizadas por ser
voluntarias y finales.
Los actos realizados sin finalidad, no son acción, por lo tanto dichos
actos no darán lugar a ningún delito, por no concurrir el elemento
substancial. Las situaciones que pueden darse en este sentido son de
dos tipos. Por un lado, aquellas que no implican manifestación
exterior de la voluntad, es decir, que no se materializan en cambio
alguno del mundo exterior, permaneciendo en estado de simple deseo.
Por otro lado, aquellas en que si se ha producido una modificación del
mundo exterior, pero sin que dicha modificación haya sido conducida
por la voluntad del autor, presentándose como una apariencia de
acción. El criterio general para determinar los casos en que no ay
46
acción de aquellos en si lo hay es el siguiente: No hay acción
cuando puede afirmarse que el sujeto sólo ha tomado parte
físicamente en el hecho, pero sin intervención de su voluntad
en la conducción del mismo hacia el fin.
2. Actos reflejos: Los actos reflejos, son aquellos que realiza el hombre
por incentivos que son transmitidos por su sistema nervioso
directamente a los centros motores sin intervención de la voluntad, es
decir, son respuestas automáticas que por tanto la voluntad no
gobierna, como ocurre por ejemplo cuando una persona estornuda
produciendo una hemorragia nasal que daña un tapiz valioso.
Importante es no confundir los actos reflejos con los actos de corto
circuito, dentro de los cuales encontramos los actos habituales y
pasionales, entendidos como reacciones inmediatas en que la voluntad
si interviene, pero con extrema rapidez, como ocurre con la bofetada
que responde a la ofensa grave hacia la madre. En este tipo de actos,
sí existe la determinación de un objetivo, la selección de medios y un
examen de la forma en que se levara a cabo el hecho, en definitiva si
hay acción pero debido a un aprendizaje previo, se da de forma
automática.
47
acciones, puesto que en los movimientos corporales así realizados no
hay voluntad de realización, siendo por tanto irrelevantes para el
derecho penal. Sin embargo, como bien advierte Muñoz Conde, estos
movimientos pueden cobrar relevancia para el derecho penal en los
casos en que a dicho estado de inconsciencia el sujeto llega
deliberadamente con el objeto de cometer un delito (actio liberae in
causa), puesto que aquí los movimientos que se realicen durante el
estado de inconsciencia pasan a convertirse en parte de la acción
iniciada en estado de lucidez.
48
i) En un principio se habló de un tipo en sentido amplio,
entendiendo por tal, el conjunto de todos los presupuestos que deben
concurrir para que sea posible imponer una pena. Como bien indica
Cury, esta acepción equivale a decir que tipo es igual a delito,
haciéndola inútil como noción, puesto que no es aprovechable en la
distinción entre los distintos elementos que conforman el delito.
ii) Otra noción, más importante que la anterior, es la del tipo de
garantía definida como la descripción legal del hecho al que la ley
asocia una pena. Aquí, a diferencia del tipo en sentido amplio, no
quedan incluidos los juicios de antijuridicidad y culpabilidad, sino que
sólo elementos fácticos, dentro de los cuales se incorporan
características que no se incluyen en el tipo sistemático como son por
ejemplo las “condiciones objetivas de punibilidad” o las “excusas
legales absolutorias”. El tipo de garantía, dice relación con el derecho
que tienen los ciudadanos para saber exactamente qué circunstancias
deben concurrir para que su conducta sea sancionada, importando
una precisión y perfeccionamiento al principio de reserva o legalidad,
el cual en nuestro ordenamiento jurídico, se encuentra consagrado en
el Art. 19 Nº 3 inciso 8º CPR. con arreglo al cual “ninguna ley podrá
establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté
expresamente descrita en ella.”
c) Luego, hallamos el tipo sistemático, el cual, siguiendo a Cury,
está constituido por la descripción legal del conjunto de las
características objetivas y subjetivas (externas o internas o
psíquicas) que constituyen la materia de la prohibición para
cada delito específico. Esta es la noción correcta en la actualidad.
OJO Para Politoff, Matus y Ramírez (que adhieren a la teoría
casualista de la acción), el tipo penal comprende el conjunto de
elementos que integran la descripción legal de un delito. La tipicidad
es la adecuación de una conducta del mundo real a esa descripción
legal.
El tipo por consiguiente es la descripción de un hecho, es decir, de
un acontecimiento que se desarrolla en el ámbito de los fenómenos
causales. No es pues la pura acción, sino el hecho la base estructural
del tipo. La acción es uno de los elementos que concurren a
conformar el hecho típico, pero no es el único. De todas maneras, a
la acción compete, una función decisiva en la construcción de los
tipos, porque si bien otros elementos pueden concurrir con ella a
estructurarlos, la acción (o en su caso la omisión), debe estar
siempre presente. Sólo hechos en cuyo núcleo se encuentra una
acción dan origen a un tipo. Sin perjuicio, de aquellos hechos
humanos no voluntarios, así como acontecimientos de la naturaleza,
que cobran significación jurídica- penal en ciertas circunstancias,
como por Ej., el estado de necesidad exculpante, tentativa.
49
La función de garantía, como ya adelantáramos viene dada por el
principio de legalidad, puesto que no hay delito, ni hay pena sin que la
ley así lo establezca y determine. Vemos entonces, como el principio
de tipicidad, es garantía en un doble sentido. Primero, porque
permite a los ciudadanos saber que de los múltiples comportamientos
antijurídicos que pueden existir, sólo constituirán delito aquellos
expresamente descritos como tales por el legislador. Los demás, aún
cuando sean contrarios al derecho en general, no lo serán respecto al
derecho penal, debido a que la conducta no está descrita como delito.
Luego, implica también una garantía de que el Estado, sólo podrá
imponer penas respecto de aquellas conductas que previamente haya
descrito como delitos, y sólo respecto de ellas, porque de aquellos
comportamientos que no se adecuan al tipo no puede jamás haber una
sanción penal aun cuando la conducta sea contrario a derecho
atendido el carácter fragmentario desde derecho penal.
Lo anteriormente señalado, se asocia con el principio de
determinación del tipo, toda vez que en el derecho penal de un
Estado democrático de derecho, el ideal es que la descripción típica
determine con entera precisión los contornos del hecho punible. Esa
es la forma como se busca dar cumplimiento al doble sentido del tipo
de garantía en estado puro. Sin embargo, las exigencias de
determinación en los términos explicados, es imposible cumplirlas, ya
que como dice Cury, el lenguaje no es ni puede ser un instrumento
con la precisión necesaria para realizarla, sino por el contrario la
capacidad de comunicación de la palabra se encuentra limitada por
una multiplicidad de factores, de tal manera que sólo puede transmitir
imperfectamente los conceptos de quien las emplea. Por eso decimos
que los tipos configuran más bien, moldes cuyos contornos para llegar
a la correcta determinación de lo prohibido, sólo pueden precisarse
acudiendo a decisiones normativas, es decir a juicios de valor, que
dependen en gran medida de las convicciones ideológicas y culturales
imperantes y, en especial, de las que informan el pensamiento de la
jurisprudencia y la doctrina.
Lo que hasta aquí se ha señalado podría hacernos ver que, frente a la
imperfección del lenguaje utilizado entre los hombres, debiéramos
resignarnos a emplearlo en la forma como se nos presenta. Sin
embargo, ello no es así, no significa que deba renunciarse al principio
de determinación de los tipos, por el contrario, se deben extremar los
esfuerzos por aproximarse al cumplimiento del principio de
determinación tanto como sea posible, ya que de esa forma la función
de garantía del tipo se verá cumplida.
La función motivadora, está íntimamente ligada a la función
anterior, puesto que el hecho que los ciudadanos puedan conocer
cuáles son las conductas que se castigarán con una pena, los motivará
o inducirá a evitar la realización de dichos comportamientos.
La función sistemática del tipo, consiste en ser indiciaria de
antijuridicidad.
El tipo es la descripción abstracta que realiza el legislador de un
comportamiento del hombre que se encuentra prohibido, mientras
50
que la antijuridicidad consiste en un juicio de desvalor del
comportamiento concreto respecto el cual ya se constató que es
típico. Tipicidad es una cualidad de dicha conducta que consiste en
adecuarse al tipo concreto, mientras que antijuridicidad es la
verificación de que dicho comportamiento no se encuentra autorizado
por el ordenamiento jurídico e la forma y circunstancias concretas,
para lo cual el análisis consiste en determinar que no concurra una
causal que justifique la realización de esa conducta descrita en el tipo.
Así entonces, es perfectamente posible encontrarnos con una
conducta que es típica, pero que por concurrir una causal de
justificación no sea antijurídica.
Por ejemplo, aquella persona que ingresa en la casa de otro sujeto
rompiendo la ventan con el objeto de apagar el principio de incendio,
comete como conductas típicas la violación de morada y los daños
ocasionados al inmueble, pero como dichos males causados son
menores que aquel que se buscó evitar – incendio del inmueble -, se
está frente a un estado de necesidad justificante que constituye una
causal de justificación de dicha conducta típica, haciendo que ésta
una conducta que no es antijurídica.
En otras palabras, podemos señalar que los mandatos prohibiciones
de las normas nunca son absolutos, puesto que en determinadas
situaciones en que la preservación de la paz social lo exige el
desobedecimiento de dichos mandatos y prohibiciones se encuentra
permitido, e incluso en ciertos casos exigido. En tales casos, que
constituyen siempre una excepción, la conducta típica no es
antijurídica porque, a causa de la autorización, dicha conducta deja de
estar en contradicción con el ordenamiento jurídico, puesto que es
éste mismo el que permite su realización para ciertos casos
excepcionales.
De todo lo dicho, podemos concluir, que la tipicidad es diferente a la
antijuridicidad, pues esta última requiere que, aparte de concurrir en
el hecho las características del tipo, no exista en el caos concreto una
de aquellas situaciones en las cuales se permite su realización
(causales de justificación). Sin embargo, como las causales de
justificación son excepcionales en relación con las prohibiciones
materializadas en los tipos, es que la verificación de la tipicidad del
comportamiento es indicio de su antijuridicidad, constituye un
síntoma de que aquello que es típico probablemente también sea
antijurídico. La tipicidad, por lo tanto, es indiciaria (ratio
cognoscendi) y no constitutiva (ratio essendi) de la antijuridicidad.
Esto es lo que constituye la función sistemática del tipo.
51
constatación de que en el caso concreto no concurre una causal de
justificación) de la conducta, ésta también era antijurídica. Dicho en
otras palabras, la tipicidad está fusionada o confundida con la
antijuridicidad, de forma tal que una conducta sólo es típica si es
antijurídica, es decir, desde esta teoría la tipicidad es ratio essendi de
la antijuridicidad.
Desde un punto de vista práctico, la teoría de los elementos negativos
del tipo cobra importancia en materia de error. En efecto, para
quienes reducen los problemas del tipo a los positivos, el error sobre
los presupuestos fácticos o de hecho de una causal de justificación,
será resuelto según las reglas del error de prohibición, e cambio, de
seguirse la doctrina de los elementos negativos del tipo, el error
señalado deberá ser tratado y resuelto según las reglas del error de
tipo. Así entonces, al incorporarse en el tipo negativamente los
presupuestos de las causales de justificación, como se verá, quien
crea equivocadamente que éstos concurren se encontraría en error de
tipo y no en error de prohibición.
D) Tipo y Tipicidad.
El tipo consiste en la descripción abstracta y formal de aquello en
que el delito consiste esencialmente. De manera que un hecho
concreto, real, no constituye un tipo. El hecho se adecua al tipo
(delito), pero no es el tipo (delito) mismo. Por tal razón el elemento
categorial del delito no es el tipo sino la tipicidad, es decir, la
cualidad del hecho concreto de conformarse a la descripción
abstracta trazada por el legislador. Ej. cuando A dispara varias veces
sobre B, causándole la muerte, su hecho es típico por que se adecua al
tipo del Art. 391 Nº 2 CP. Si se reúnen también en el caso las
exigencias de antijuricidad y culpabilidad, ese hecho constituirá un
delito de homicidio. Obsérvese que el hecho de A no es un tipo sino
típico; los tipos se encuentran en la descripción abstracta contenida
en el articulo citado. La tarea de verificar si el hecho concreto
corresponde exactamente a la descripción contenida en el tipo, esto
es, si es típico, presenta en la práctica dificultades enormes y es una
de las mas delicadas que debe cumplir el tribunal. Para realizarla
deben tenerse en cuenta todas las cuestiones que se tratan en la Parte
General, así como tb en la Especial.
E) La descripción típica
El legislador para el cumplimiento de las funciones que a los tipos se
atribuyen, busca presentar modelos de las conductas que se
encuentran prohibidas, para lo cual se recurre a diversos elementos
que configurarán la estructura de cada tipo en específico.
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mediante una pura operación cognoscitiva, tales como “hombre”,
“mujer”, “animal”. La razón que hay detrás de la preferencia hacia
elementos descriptivos en la descripción del contenido de los tipos
radica en que los destinatarios de ella son los ciudadanos, y como bien
lo dijera Beccaria, “cuanto mayor sea el número de los que entiendan
y tengan entre las manos el sagrado código de las leyes, tanto menos
frecuentes serán los delitos porque no hay duda de que la ignorancia
y la incertidumbre de las penas favorecen la elocuencia de las
pasiones”.
Sin embargo, aquello no es posible en muchas ocasiones, puesto que
hay tipos que requieren para su comprensión la incorporación junto
con elementos descriptivos, otros elementos de carácter normativo, a
los que definimos como ciertas ideas cuya realización en el caso
concreto implica efectuar una valoración. Por ejemplo, “cosa mueble”,
“abuso”, “buena fama”, etc.
Ahora bien, los elementos normativos, a su vez pueden ser culturales
o jurídicos. Los primeros requieren de una valoración que se realiza
relacionándolos con ciertas normas culturales ajenas al derecho que
concurren en el caso concreto, cuya interpretación se encuentra
inconstante evolución precisamente por ser normas de tipo cultural.
Los segundos, exigen una valoración realizada, en relación con
normas jurídicas. Sin perjuicio de lo hasta aquí dicho, cabe advertir
que, como indica Cury, desde el momento en que un concepto es
incorporado al tipo, adquiere un significado normativo y jurídico, cuya
precisión, para determinar la adecuación de una conducta concreta
con el tipo, requiere siempre de valoraciones.
53
Elementos objetivos y subjetivos del tipo
La definición de tipo dada que se sigue en esta clase nos señala que
en todo tipo, existirán elementos objetivos y subjetivos. Los primeros,
son aquellos que deberán verificarse en el mundo exterior, dicen
relación con el aspecto material de la conducta. Los segundos, en
cambio, se refieren a la actitud psicológica del sujeto frente al hecho,
es decir, están vinculados al aspecto subjetivo de la conducta del
sujeto activo de la misma.
Para decir que un determinado comportamiento es típico, o sea, que
se adecua al tipo penal, y como éste se asocia a un concepto de acción
de corte finalista, es necesario que concurran tanto los elementos
objetivos como los subjetivos.
a. La Acción.
Como ya se ha dicho, la acción, desde el punto de vista objetivo, es el
movimiento corporal en el que se manifiesta la voluntad final
de realización, a la cual se alude mediante un verbo rector que
ocupa el núcleo de la descripción típica. Así por ejemplo, el verbo
rector del hurto y del robo es “apropiarse” /art. 432 del CP); del
54
homicidio, “matar” (art. 391 del CP): de la injuria “proferir” y
“ejecutar” (art. 416 CP).
Ahora bien, eso sí cabe advertir que la descripción de la conducta no
se agota en el verbo rector. Por regla general, el legislador no tipifica
toda forma de una acción, sino sólo aquellas que reúnen ciertas
características en virtud de las cuales la conducta adquiere una
significación socialmente intolerable. Así por ejemplo, no toda
apropiación de una cosa mueble es considerada delito, sino sólo
aquella apropiación relativa a una cosa que es ajena y que se realiza
sin la voluntad de su dueño. Por lo recién dicho es que, la acción
típica, requiere ser precisada no sólo a través del vero rector, sino que
también por sus modalidades (sujeto y los complementos) que
permiten distinguirla de aquellas conductas semejantes pero que no
son punibles.
Las modalidades de la acción pueden ser de muy diversa índole.
Dentro de estas destacan las siguientes:
- El sujeto de la acción o sujeto activo. En general, cualquier
individuo de la especie humana puede ser sujeto de la acción típica,
puesto que en principio los delitos pueden ser cometidos por
cualquier ser humano, es decir, la regla es que los tipos son neutros
en cuanto al sujeto puesto que no se hacen requerimientos
particulares en torno al individuo. Sin embargo, existen ciertos tipos
que exigen en el individuo ciertas características o calidades
especiales, o sea, requieren de un sujeto calificado, por ejemplo, la de
“chileno” (art.107 CP), “empleado público” (arts. 148 y sgtes. Y 216 y
sgtes. CP), “prestamista” (art. 283 CP). Es a partir de esta modalidad
que se puede distinguir entre delitos comunes en que no se exige
característica alguna por parte del sujeto activo de la conducta y
especiales en que el sujeto activo de la acción debe cumplir con
ciertas cualidades. Además, importa en la teoría de la participación o
concurso de personas.
- El objeto material de la acción. Se define como aquella cosa o
persona sobre la cual recae la acción, como por ejemplo lo son los
instrumentos del delito, “veneno” del art. 391 Nº CP. Cabe
distinguirlo del objeto material del resultado, puesto que éste es la
cosa o persona sobre la cual recae el efecto de la acción y en la que se
materializa la modificación del mundo exterior que concreta la lesión
o puesta en peligro del bien jurídico tutelado por la norma.
Al mismo tiempo, no debe confundirse con el objeto jurídico del delito,
de naturaleza inmaterial y que esta conformado por el bien jurídico
que el tipo busca proteger.
Por ejemplo, un sujeto que se intenta apropiar de un vehículo que se
encuentra estacionado en la calle hace uso de unas ganzúas con las
cuales abre una de las puertas del vehículo. El objeto material de la
acción lo constituye, en este caso, las ganzúas con que el sujeto abre
el vehículo, el que a su vez constituye el objeto material del resultado,
mientras que el objeto jurídico del delito lo es la propiedad en cuanto
bien jurídico protegido.
55
- El tiempo de la acción. También en ciertos tipos penales el tiempo
de ejecución de la acción cobra relevancia para efectos de analizar el
tipo, de manera que de no concurrir dicha modalidad en la acción la
conducta no es típica o bien deriva en otra conducta. Es lo que ocurre
por ejemplo, con el artículo 394 del CP, en que se describe y sanciona
el delito de infanticidio, para lo cual la acción matadora del recién
nacido debe ser cometida “dentro de las cuarenta y ocho horas
después del parto”. Si la acción matadora es cometida antes de dicha
época, se podría configurar el delito de aborto, y si es cometida
después de dicho período, el delito de homicidio.
- El lugar de la acción. Existen un gran número de tipos que dentro
de su estructura incorporan como modalidad de la acción el lugar en
que la misma es realizada. Véanse como ejemplos los artículos 440
(“lugar habitado o destinado a la habitación”), 442 (“lugar no
habitado”), 443 (“en bienes nacionales de uso público o en sitios no
destinados a la habitación”), todos relativos al lugar de comisión del
delito de robo que determina la aplicación de distintos rangos de
penas.
- Las formas de comisión de la acción. La acción además, debe en
ciertos tipos, debe realizarse bajo determinadas formas que el
legislador se encarga de señalar en la descripción típica como
complementos circunstanciales. Así por ejemplo, el artículo 432 del
CP, habla de “usando de violencia o intimidación en las personas o de
fuerza en las cosas”, “ilegal y arbitrariamente” (art. 148 CP).
b. El Resultado.
En no pocas ocasiones, el legislador junto con describir la acción, que
como ya advirtiéramos es el núcleo del tipo, describe el resultado,
entendiendo a éste como aquel cambio del mundo exterior,
causado por una acción, en el que se concreta la lesión o
puesta en peligro del bien jurídico tutelado. Como es obvio, toda
actividad del hombre es en sí un cambio en el mundo de la naturaleza,
pero unas producen además, otras alteraciones que recaen en un
tercero o en una cosa, y esto es lo que se denomina resultado. Por
ejemplo, cuando un sujeto dispara un arma, dicha actividad significa
ya una modificación de la realidad natural, pero cuando hablamos de
resultado en el sentido de elemento integrante del tipo, no estamos
aludiendo a dicho resultado, sino distinto de la acción misma, que en
el caso comentado sería la lesión o muerte de otra persona como
consecuencia del disparo.
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El resultado, como dijéramos sólo cobra interés para el caso en que se
considere dentro de la descripción típica, y en esos casos, cabe
advertir que dicho resultado tiene por característica su independencia
de la acción, en el sentido de que acción y resultado no son lo mismo,
el último no forma parte del último, sino por el contrario, la relación
que se da entre ellos es de causa a efecto. Es perfectamente posible
encontrar acción sin resultado, como ocurre en la tentativa, resultado
sin acción, como ocurre en el caso fortuito.
Ahora bien, cuando el legislador decide incorporar el resultado dentro
de la descripción, estamos frente a un delito de resultado que se
distingue de un delito de mera actividad en que éste no queda
incorporado como viéramos al momento de clasificar los delitos. En el
mismo sentido, el resultado puede traducirse en la lesión o puesta en
peligro del bien jurídico que con la norma se busca proteger,
distinguiendo entre delitos de lesión y delitos de peligro, ya
analizados también al momento de clasificar el delito.
c. La Relación Causal.
Cuado el legislador incorpora el resultado en el sentido ya tratado en
la descripción típica, resulta indispensable establecer el vínculo de
causalidad que une la acción del sujeto activo con el resultado
producido, puesto que de no poder encontrarse un vínculo que nos
muestre que dicho resultado en consecuencia de una determinada
acción, aquel no será posible atribuirlo a aquella. La acción debe ser
causa del resultado, y éste, Correlativamente, efecto de aquella. La
necesidad de este vínculo no es aludida por el tipo, que se limita a
sobreentenderla. En raras oportunidades se encontrará alguna
referencia a él (art. 140 inc segundo y 397 CP).
Hay diversas teorías que buscan diseñar criterios para determinar
cuando un resultado es atribuible objetivamente a una acción porque
entre ellos existe un vínculo de causalidad, entre ellas destacan:
57
herida proferida por Juan a Pedro. En otras palabras, ambas
circunstancias son conditio sine qua non del resultado.
Determinado aquello, cabe responder, que condiciones de todas
aquellas que concurren al resultado son al mismo tiempo causa del
mismo. Para eso la respuesta de esta teoría es la equivalencia de
todas las condiciones en la causación del resultado. Así entonces, bajo
esta teoría, condición y causa se identifican, siendo toda condición
causa del resultado.
Esta teoría esta expuesta a contundentes reparos. En primer lugar,
advertimos que la teoría de la equivalencia de las condiciones, situada
exclusivamente en el terreno causal-explicativo de las ciencias
naturales, es correcta, pero ello, llevado al ámbito normativo, como lo
es determinar el vínculo de causalidad al interior del tipo penal, se
traduce en una exagerada extensión de los vínculos causales, y por
ende en una desmesurada extensión de la responsabilidad penal,
puesto que como bien criticara Binding, todos resultarían ser
responsables de todo. Por ejemplo, el armero sería causa del resultado
muerte de cada persona que hubiere sido asesinada con los revólveres
por él construidos.
Por otro lado, la teoría no permite explicar con claridad los cursos
causales hipotéticos (si el resultado efectivamente producido hubiere
ocurrido igual, aunque por otra causa semejante), como por ejemplo
ocurre cuando Pedro echa veneno en el café que beberá Diego
durante la mañana, siendo observado por Juan, quien también quería
matar a Diego y hubiese echado el mismo veneno en el café si no
hubiese visto a Pedro hacerlo. Tampoco permite explicar los cursos
causales complejos (si le resultado efectivamente producido tuvo
lugar por la concurrencia de dos o más condiciones, cada una de las
cuales, y por sí sola, hubiese sido suficiente para producirlo), como
por ejemplo, cuando Pedro y Juan, sin estar coluditos, deciden matar a
Diego, para lo cual, cada uno por separado vierte una cantidad mortal
de veneno en la comida de Diego, el cual fallece.
La teoría de la equivalencia de las condiciones, como fórmula causal-
explicativa, no es suficiente para establecer el vínculo de causalidad
entre la acción y el resultado en la estructura del tipo. Sin embargo,
constituye un punto de partida que para entregar soluciones
satisfactorias, requiere ser corregida a través de criterios normativos,
que precisamente serán los que hagan surgir las nuevas teorías que
buscarán explicar la relación de causalidad como elemento de la
estructura del delito.
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condición como generalmente adecuada a la producción del efecto,
siendo por tanto, la acción causa del resultado cuando conforme a la
experiencia general, aparece como una condición adecuada a su
producción (criterio normativo).
Así entonces, vemos que la teoría cuyo fundador fue Von Kries,
advierte que condición y causa no son lo mismo, no pudiendo por
tanto identificarse como lo hace la teoría de la equivalencia de la
condiciones.
En el ejemplo, Juan que hiere levemente a Pedro que es hemofílico,
quien fallece a consecuencia de la hemorragia que dicha herida le
ocasiona, no es causa del resultado, puesto que la herida leve que el
primero causa al segundo no se muestra como adecuada, conforme
con la experiencia general, para producir la muerte de Pedro.
Esta teoría, tampoco a estado exenta de críticas, puesto que si bien
permite evitar la desmedida extensión en torno a la causalidad a la
que se llegaba desde la teoría de la equivalencia de las condiciones,
no es menor el hecho que para lograr aquello tenga que recurrir a un
criterio, la experiencia general, cuyos parámetros por ser vagos
terminar haciendo que la determinación del vínculo causal sea
arbitrario. Se dijo por algunos que, el criterio más razonable para
determinar la adecuación de la conducta a la producción del resultado
sería la posición ocupada por el agente en el momento de ejecutarla.
Sin embargo, como advierte Cury, tal criterio es inadmisible puesto
que, el sujeto puede ampliar o restringir la adecuación con que
considera su actuar de forma completamente arbitraria. Para otros, el
criterio a seguir debía ser el hombre medio, representado por el juez.
Pero el conocimiento que éste tenga, bien sea juicio ex post facto o
juicio ex ante, incorpora elementos que nos llevarían a idénticas
soluciones que planteadas por la teoría conditio sine qua non o bien
nos llevarían a un criterio de previsibilidad, inaceptable en un derecho
penal liberal guiado por el mandato de determinación.
Dicho en otras palabras, el criterio que permitirá diferenciar que
condiciones de un resultado son causa del mismo, la experiencia
general, implica abandonar la búsqueda de una solución en el plano
de la causalidad y situarla en un plano diverso, el de la
responsabilidad.
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puesto que es ello, es trabajo de filósofos y no de juristas. O que
interesa es saber cuándo una acción típica debe considerarse causa
de un resultado típico. Por ello, en primer lugar es necesario
averiguar si en el caso concreto se da una acción típica a la cual,
como a su causa, pueda referirse el resultado típico, para luego
establecer si entre ambos extremos es posible encontrar un vínculo de
causalidad. Así, será menester encontrar una acción matadora para
poder ligarla a un resultado homicida, y determinar el cumplimiento
de los elementos de la faz objetiva del tipo descrito en el artículo 391
del CP. Cabe eso sí advertir que, como uno de los extremos lo
constituye una acción, y esta se compone de elementos tanto objetivos
como subjetivos, ambos deben verificarse para decir que estamos
frente a una acción, la cual como ya dijéramos, en su aspecto
subjetivo está integrada por la finalidad, la que cuando es tipificada se
identifica con el dolo, produciendo una anticipación en el análisis del
mismo al interior de la faz objetiva del tipo, que por razones
pedagógicas se prefiere analizar en la faz subjetiva del tipo.
60
sentido de la norma penal, la situación en s contexto no es de aquellas
que éste se propuso evitar.
Cabe advertir, en relación con la teoría de la imputación objetiva,
brevemente reseñada, que la discusión aún permanece abierta, siendo
posible incluso decir que, más que teoría autónoma, al parecer las
investigaciones arrojan que debiera comportarse como una
complementaria de las otras teorías estudiadas.
a) EL DOLO
Noción de dolo.
Cury define el dolo como el conocimiento del hecho que integra
el tipo, acompañado por la voluntad de realizarlo o, al menos,
por la aceptación de que sobrevenga el resultado como
consecuencia de la actuación voluntaria. Garrido Montt por su
parte, lo define como la conciencia (o conocimiento) y voluntad
de realizar el tipo objetivo del delito. Dichas definiciones arrancan
desde la teoría finalista, en la que dolo se identifica con la finalidad,
porque como ya dijéramos anteriormente, desde una corriente
causalista como la seguida por Politoff, Matus y Ramírez, el dolo es
concebido como una de las formas de culpabilidad junto con la culpa,
en cuanto relación sicológica del autor con su hecho, cuestión que
cobra relevancia en torno a la estructura que tendrá la culpabilidad
como última categoría del delito.
Desde ya cabe advertir que la noción de dolo que entrega el Código
Civil en el artículo 44 inciso final, entendida como la intención
positiva de inferir injuria en la persona o propiedad de otro, no es
aprovechable por el Derecho penal. Primero, porque desde la noción
civil sólo podríamos explicar el dolo directo o de primer grado, puesto
que al hablar de intención positiva, excluiría lo que definiremos más
adelante como dolo eventual. En segundo lugar, al hablarnos de
inferir injuria (daño), excluiría todos aquellos tipos en los cuales no
existe resultado dañoso como requisito del mismo, lo cual se explica
porque al derecho civil únicamente le interesan aquellas conductas en
las que se produce una modificación externa de las relaciones
jurídicas. De este modo, no podríamos explicar los delitos de mera
actividad, los delitos de peligro ni la tentativa, en los que no hay
61
resultado. En tercer lugar, la noción de dolo dada por derecho civil,
señala como bienes objeto de protección, únicamente a la persona y
la propiedad en circunstancias que el derecho penal, busca proteger
muchos otros bienes jurídicos, siendo por tanto insuficiente para
nuestro estudio. Finalmente, decimos que la noción de dolo entregada
por el derecho civil, es una noción genérica, carente de toda
determinación, lo que resulta inaceptable para el Derecho penal, ya
que la imputación penal requiere que el sujeto conozca y quiera la
realización de un determinado hecho típico y una consecuencia
dañosa cualquiera.
El dolo en la ley
El artículo 2 del CP es el único que utiliza la locución dolo, haciéndola
sinónima de malicia. Sin embargo, como ya señaláramos el dolo es de
carácter neutro, en el sentido que el conocimiento del hecho típico no
contiene el conocimiento de la significación antijurídica del mismo, es
decir, no se configura como un dolo malo. Por eso decimos que, del
artículo 2 del CP deducimos que el dolo es una exigencia general en la
configuración del delito, la cual sólo puede obviarse en casos
especiales como los son por ejemplo, aquellos casos en la ley coloca
junto al tipo doloso, el correspondiente tipo culposo; o las hipótesis de
calificación por el resultado.
Por otro lado, en doctrina predomina la opinión de que la
voluntariedad a que se alude en el artículo1º del CP. ha de ser
interpretada como sinónimo de dolo. Dicha opinión no es compartida
por parte de la doctrina, Cury y Garrido, indican que la voluntariedad
a que se alude en el inciso primero del artículo 1º del CP. se refiere a
la conciencia de la antijuridicidad, elemento de la culpabilidad.
Las razones para señalar lo anterior pasan por decir que sería
tautológico, puesto que el alcance de la expresión “acción” conlleva
en su parte subjetiva la voluntariedad. De manera que, hablar de
acción voluntaria es reiterativo. Además, si asimiláramos la noción
“voluntaria” a dolo, la interpretación del inciso segundo del artículo 1º
del CP nos llevaría a decir que existe una presunción de dolo, lo cual
resulta inaceptable e insostenible.
62
Ahora bien, el elemento cognoscitivo no comprende el conocimiento
de la significación antijurídica del hecho típico, puesto que éste no
comprende desde la teoría finalista el dolo, sino que se transforma en
uno de los elementos de la culpabilidad. En otras palabras, para el
Derecho penal no existe dolo malo, es decir, el dolo es neutro, carente
de valoración. Distinta es la solución a la que se llega desde la teoría
causalista, ya que para esa doctrina, el dolo forma parte de la
culpabilidad, en la que deja de ser neutro para pasar a ser un dolo
valorado o dolo malo, explicable porque la culpabilidad es un juicio de
reproche.
a) Elemento intelectual
Al momento de realizar la acción, el sujeto activo debe conocer todo el
hecho integrante del tipo legal, extendiéndose éste tanto a la acción,
como a las modalidades típicas, el resultado y la relación causal según
sea el caso.
Dicho conocimiento debe extenderse a todas las características del
hecho típico, sean éstas descriptivas o normativas. Así por ejemplo, el
dolo del delito de parricidio sancionado en el artículo 390 CP.,
requiere que el sujeto activo sepa que se mató a otro (elemento
descriptivo) y conozca la relación de parentesco que vincula al agente
con aquel otro; el sujeto activo del delito de hurto ha de saber que la
cosa de que se apropia es mueble y ajena y que con su acción la
sustrae de la esfera de resguardo del titular aparentemente legítimo;
el sujeto activo del delito de malversación (art. 233 CP) ha de conocer
que reúne las condiciones de hecho necesarias para ser considerado
empleado publico conforme al art. 260 CP y que los caudales o efectos
públicos o de particulares que ha sustraído, o consentido que otro
sustraiga, estaban a su cargo. Ahora bien, en lo que dice relación con
las características normativas que un determinado hecho típico exija,
la valoración que realiza el sujeto no debe ser con la precisión técnica
que se exige de un jurista, sino que como bien lo dijera Mezger, se
trata de una “valoración paralela en la esfera del profano”.
El conocimiento que se exige de las características materiales del
hecho típico debe ser real, cierto y actual, no potencial. En otras
palabras, si el sujeto estuvo en la posibilidad de saber que en su
actividad concurrían los elementos de la faz objetiva del tipo, pero en
realidad al ejecutarla lo ignoraba, no actuó dolosamente, ya que éste
es requerido al momento de la ejecución de la acción, ya sea que se lo
haya adquirido en ese momento o en uno precedente.
Por último, debido a que el tipo es indiciario y no constitutivo de la
ilicitud, el conocimiento del autor sobre los hechos integrantes del
tipo no ha de extenderse a la significación antijurídica de esos hechos.
El conocimiento de lo injusto del actuar no forma parte del tipo y, por
ende, tampoco del dolo. De otra parte, desde que las causales de
justificación no son elementos negativos del tipo, el conocimiento de
los presupuestos fácticos sobre los cuales descansan tampoco es
exigencia hecha al dolo. El error sobre la concurrencia de una causal
de justificación no es, por tanto, error de tipo.
b) Elemento volitivo.
63
Al momento de ejecutar la acción, además el sujeto activo debe
querer la realización de todo el hecho típico, es decir, debe existir
voluntad de concreción del tipo objetivo, la que se extiende a la
decisión de lograr el objetivo, de emplear los medios escogidos y de
llevarlo a cabo en todas sus etapas en la forma prevista.
Es importante distinguir las nociones de querer y desear. Mientras
querer comprende todo aquello que forma parte de la voluntad
respecto del hecho con independencia de referencias de índole
afectiva, desear implica, precisamente una tendencia afectiva hacia el
resultado ya sea por motivos valorativos o utilitarios, que no
necesariamente puede coincidir con el querer.
Del mismo modo antes explicado, los móviles tampoco forman parte
del elemento volitivo del dolo. Es decir al Derecho penal, le son
indiferentes las razones o motivos por los cuales el sujeto pretende
algo.
Contenido de la voluntad es por tanto, en primer lugar, aquello que
el sujeto persigue como objetivo de su actuar, pero, además tb
aquello que es medio necesario para la persecución de ese objetivo y,
por fin, todas aquellas consecuencias posibles de la acción que el
sujeto acepta par el caso eventual de que se realicen. Este enunciado
permite ejecutar la única clasificación del dolo con validez teórica a
interés práctico.
64
Cabe advertir que el dolo de consecuencias seguras en su estructura
no difiere de la del dolo directo. Lo que si ocurre y que de alguna
forma invita a la distinción es que estos casos hay dos objetivos típicos
colocados en relación de medio a fin. Así entonces, la muerte de cada
pasajero del avión en que viajaba el hermano del sujeto que colocó la
bomba se presenta como el medio necesario para obtener la muerte
de éste.
El dolo es eventual cuando el sujeto habiéndose representado la
producción del hecho típico como una consecuencia posible de su
acción, acepta en su voluntad esa alternativa para el caso hipotético
de que se realice no tomando medidas que tiendan a evitarlo. Como
apreciarse, en la actitud interna del sujeto el hecho típico no es un
objetivo perseguido, sino una alternativa que se ve como probable,
siéndole indiferente para el caso en que ocurra.
En lo que dice relación con el dolo eventual, el problema fundamental
pasa por establecer cuándo puede afirmarse que el sujeto ha aceptado
en su voluntad la producción del hecho típico que no se presenta
como su objetivo. Para ello, dos son las teorías que se han construido.
La primera es la teoría de la representación o de la probabilidad,
desde la cual lo decisivo es el grado de posibilidad con que el sujeto se
representó la producción del resultado típico. Acepta en su voluntad
ese resultado, y por tanto obra con dolo eventual, quien se ha
representado su producción como una consecuencia con un alto grado
de posibilidad de ocurrencia.
Esta teoría está sujeta a ciertas críticas. En primer lugar se señala
que el sujeto que se representa el resultado como muy probable,
puede perfectamente confiar en que conseguirá evitarlo, siendo
injusto decir entonces que lo ha aceptado en su voluntad. Identificar
aceptación y representación sólo es posible cuando la producción del
resultado aparece no como probable sino que como segura, y en ese
caso ya no estamos frente a un dolo eventual. En segundo lugar, la
determinación sobre la probabilidad de que algo acontezca implica un
juicio relativo, cuyas alternativas dependerán de la persona que
realice el juicio, puesto que aquello que para un individuo aprensivo
se ve como altamente probable, para otro seguro de sí mismo, se le
representará sólo como probable.
La segunda es la teoría de la voluntad o del consentimiento, que
busca establecer la aceptación del resultado en un acto de significado
volitivo, ya que para esta teoría lo decisivo es la actitud volitiva
observada por el sujeto frente a la representación del resultado como
posible. El planteamiento práctico es el siguiente: en la alternativa de
realizar una acción que tiene la posibilidad de producir una efecto
injusto, el hechor debe preguntarse si frente a la seguridad de que el
evento ilícito se va a provocar se abstendría o no de actuar. Si la
respuesta es positiva, o sea, que ante la certidumbre de que el
resultado injusto acaecería se habría abstenido de actuar, no hay dolo;
cuando la respuesta es negativa, vale decir, que en todo caso
realizaría la acción, hay dolo, porque significa que consiente en el
resultado. Por ejemplo, cuando aquel campesino que quiere rozar la
65
maleza de su potrero mediante fuego, es advertido oportunamente de
la posibilidad que en su fundo se encuentren jugando niños y, no
obstante la advertencia prende fuego y lesiona a algún menor, actuó
con dolo eventual si al representarse dicho resultado como altamente
probable, de todas formas obró, puesto que consiente en dicho
resultado.
En nuestra ley, el concepto de dolo abarca, desde luego, el dolo
directo como el de las consecuencias seguras.
66
busca en la conducta del sujeto un sentido especial, una dirección
subjetiva determinada, como ocurre por ejemplo con el ánimo lascivo
requerido en los abusos sexuales descritos en el artículo 366 del CP,
ya que es a partir de ese ánimo que distinguimos las vocaciones
constitutivas de abuso sexual de aquellas realizadas por un médico en
su consulta.
A los tipos de resultado cortado se agregan los casos de
anticipación punitiva, de los cuales es característica la hipótesis del
propósito defraudatorio en la estafa (art. 468 CP) y el de difusión en el
delito de confección de material pornográfico (art. 374 inc. 2º CP).
El profesor Francisco Castillo, agrega además los elementos
subjetivos de expresión, los cuales importan el conocimiento por
parte del sujeto activo de la falsedad de su declaración como ocurre
por ejemplo, con el delito de falso testimonio sancionado en los
artículos 206 y siguientes del CP.
Cabe agregar que la doctrina tradicional se ha resistido todo lo
posible en reconocer la existencia de elementos subjetivos en los
tipos. En cierto modo su conservación depende de la medida en que
pueda expulsar a esos huéspedes inoportunos, que con su presencia
violan la objetividad del tipo, tan necesaria a la concepción causalista
del delito.
Naturaleza de la culpa
Dicho tema ha sido objeto de una viva polémica que subsiste hasta
hoy, sin que ninguna de las concepciones pueda atribuirse el
reconocimiento unánime de la ciencia. Entre las principales teorías,
destacan las siguientes:
- Teorías intelectuales: La culpa consiste en un defecto de la
inteligencia, renunciando al DP de culpabilidad en lo tocante a los
delitos culposos; porque a nadie es posible reprocharle la ejecución de
una acción y la producción de un resultado a los que estaba
67
determinado como consecuencia de insuficiencias intelectuales que no
le son atribuibles.
- Teorías de la personalidad: La culpa se explica mediante una
referencia a la personalidad total del sujeto, que se efectúa de dos
maneras: para algunos, el acto imprudente revela en el carácter del
autor un desprecio por el sistema general de valores imperante en la
comunidad jurídica a que pertenece; para otros, el desprecio se
relaciona sólo con ciertos y determinados b/j, respecto a cuya
preservación el agente observa-consciente o inconscientemente- una
actitud negligente. En ambos casos, la culpa se caracteriza no por una
relación subjetiva entre el actor y el acto, sino por un defecto
intrínseco a la personalidad de aquél, del cual la acción culposa no es
más que un síntoma. Dirigen el reproche a la personalidad del agente
y no a su acto.
- Teorías volitivas: Fundamentan la naturaleza de la culpa en un acto
de voluntad del autor, que se ha expresado en dos formas: se habla,
en primer lugar, de que la culpa implica una voluntad mala negativa,
en el sentido de un querer indirecto del resultado. Luego se sostiene
que hay un instante en que el sujeto debió adoptar medidas a fin de
evitar que sus actos posteriores desencadenaran el efecto típico, pero
se abstuvo, voluntariamente, de hacerlo.
- Teorías de la causación ilícita: El castigo de la acción culposa es,
así, una pura imposición de la norma que ordena sancionar a quien
realiza un acto ilícito y causa un resultado típico. Reconocen para todo
el grupo de los delitos culposos una responsabilidad objetiva.
- Teorías del peligro: La negligencia aparece como realización
dolosa de una acción imprudente. Asimilan culpa y dolo de peligro.
-Cury sostiene que la acción integrante de un tipo culposo no se
diferencia, en principio, de la que sirve de soporte al hecho doloso.
Igual que ésta, consta de finalidad y manifestación de voluntad. La
diferencia consiste en que quien la ejecuta no persigue provocar un
resultado típico, sino, por lo común, causar alteraciones lícitas del
mundo circulante. Por ejemplo, la acción del que conduce su
automóvil y precipita un accidente está dirigida por y exterioriza una
finalidad inocente: trasladarse de un lugar a otro. En consecuencia el
resultado típico de un delito culposo parece desvinculado de la
volunta manifiesta por la acción. Y esto es desconcertante, sobre todo
si los dos términos no se han separado con cuidado. Parece como si en
los delitos culposos la acción final careciera de relieve y lo único
significativo para el derecho fuese la causación del resultado. Sin
embargo, si se mira de cerca, observaremos que existe aquí un
momento subjetivo de importancia, sobre el cual reposa el sentido de
la acción culposa. En estos delitos, la producción del resultado es
consecuencia de un error sobre el curso causal. Se produce, en efecto,
una divergencia entre el curso causal que el sujeto se representó y
quería y el que se materializó. Esta desviación, por otra parte, no fue
casual. En la situación dada, el sujeto podía dominar el curso de los
acontecimientos y conducir el proceso causal hacia el objetivo que
originalmente lo determinó a obrar. No lo hizo. Abandonó las riendas
68
del hecho, aunque hubiera podido cogerlas. En esto radica la esencia
de la culpa. Obra culposamente quien omite imprimir a su acción la
dirección final de que era capaz, permitiendo así la desviación del
curso causal hacia la producción de resultados indeseables. Se ha
obrado culposamente si no se controló un hecho que el hombre medio
empírico puede dirigir.
69
consciente, con previsión o con representación, que se presenta
cuando el autor ha previsto pero confía imprudentemente en evitar.
En el segundo caso, el que ejecuta una acción y ha previsto las
consecuencias indeseables a que puede dar origen, debe observar en
su realización el cuidado de que es capaz un hombre medio, a fin de
evitar desviaciones que conduzcan a ella. A su vez, la magnitud del
riesgo permitido es directamente proporcional a la necesidad social
del acto, deducida de su naturaleza y la del caso concreto en que se la
ejecuta.
El versari in re illicita
Se ha discutido si pertenece a la estructura de la culpa la exigencia de
que la acción sea ilícita. La cuestión resucita el viejo ppio del versari
in re illicita, conforme al cual el que ejecuta una acción antijurídica
es responsable, a titulo de dolo, de todas sus consecuencias, de ahí, se
deducirá, que no cabe hablar de culpa cuando el resultado ha sido
causado por una acción negligente ilícita. Dicho debate no tiene
cabida en nuestro derecho, desde que el Art. 492 CP admite la
configuración de un tipo culposo cuando se ha incurrido en violación
de un reglamento, la polémica está zanjada por la ley. En tales casos
es obvio que la acción es ilícita y, sin embrago, la culpa no es
reemplazada por el dolo.
70
dolo (“de propósito”, “maliciosamente” o “con conocimiento de las
relaciones que los ligan”), que se traduce no sólo en la exclusión de la
incriminación de la culpa, sino hasta del solo eventual. De ahí que no
sean admisibles las hipótesis culposas de parricidio, ni las de
castración o de mutilación.
Las formas de culpa previstas en el Titulo X, son: la imprudencia
temeraria (490); la mera imprudencia o negligencia con
infracción de reglamentos (492), y la mera imprudencia o
negligencia (sin que se requiera la infracción de reglamentos como
requisito adicional), en el ejercicio profesional o en el cuidado de los
animales feroces a su cargo (491).
Imprudencia temeraria es aquella cuya intensidad es mayor que la de
la simple imprudencia, pero no alcanza a un dolo eventual, por lo que
Labatut la hace sinónimo de “imprevisión inexcusable” y que podría
asimilarse a la culpa lata o grave del CC. Conforme a los fallos de
nuestra jurisprudencia, parece referirse a supuestos de actuaciones
especial y conocidamente peligrosas, donde hasta la más sencilla de
las almas advertiría el peligro desencadenado y la necesidad de su
especial previsión y de poner el cuidado necesario para su evitación,
como sucede típicamente en los accidentes derivados del manejo
descuidado de armas de fuego. En cambio en las hipótesis de la “mera
imprudencia o negligencia con infracción de reglamentos”, es
razonable satisfacerse con la culpa leve, en el sentido del CC, ya que
los reglamentos constituyen de suyo una advertencia, de que el
hechor hace caso omiso. El 492 añade otras regulaciones detalladas y
una presunción de culpabilidad respecto del conductor que huye del
lugar en que se hubiere cometido el hecho. Pero como se señala el
Art. 171 de la ley de Tránsito, aun en los casos del tráfico rodado, la
sola infracción del reglamento no es suficiente para establecer la
causa basal de un accidente, aunque muchas veces ello se confunda,
como sucede cuando se aduce la infracción a la obligación de
conducir permaneciendo atento a las condiciones del tránsito,
advertencia legal de suyo atendible habido el peligro consustancial de
esa actividad. No obstante, cuando el accidente proviene de
infracciones de especial gravedad, como no atender a un disco pare o
una luz roja en un semáforo, la propia ley de transito establece penas
más graves que las del 492 CP, para los cuasidelitos que de dichas
infracciones se deriven, lo que supone una especial valoración del
legislador acerca del mayor deber de cuidado exigible en esta
actividad cotidiana.
En cuanto a la mera imprudencia, supone admitir una especial
posición de garante en determinados sujetos que ejercen una
profesión (medico, matrona) que implica riesgos (lo mismo ocurre con
los dueños de animales feroces), lo que la doctrina prevaleciente entre
nosotros ha interpretado como razón bastante para limitar la
exigencia de intensidad de la infracción al deber de cuidado, como en
el caso anterior, a la culpa leve. Garrido Montt fundamenta la mayor
exigencia al sujeto, por ser sus actividades altamente riesgosas.
Los casos especiales de delitos culposos
71
Respecto a los restantes casos de delitos culposos especialmente
penados, no parece haber problema en asimilar la exigencia de la
culpa grave de la imprudencia temeraria a los supuestos en que la ley
emplea expresiones como “negligencia inexcusable” (224 Nº1, 225,
229, etc), u otras similares. Parece convenir en cambio, la doctrina
nacional en que el adjetivo aparentemente innecesario “culpable”
nada añadiría a las ideas de imprudencia o negligencia, asimilables a
la culpa leve. Si así fuera, serían equivalentes a la mera negligencia,
expresiones tales como “descuido culpable”, “ignorancia culpable”,
“negligencia culpable”. Sin embargo, bien pudo haberse empleado la
expresión mera, simple u otra equivalente, si el sentido hubiera sido el
de contentarse con el grado inferior de culpa. Pareciera, más bien;
que se trata de una manera, poco afortunada, de poner énfasis sobre
un cierto mayor grado o intensidad que el mero descuido o que la
simple ignorancia o negligencia, asimilable por tanto a la culpa grave
de la imprudencia temeraria.
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1. Delitos calificados por el resultado.
Son tipos de delitos calificados por el resultado aquellos en que la
pena conminada por la comisión dolosa de una conducta se exaspera
si, a causa de ella, se producen resultados más graves, aunque no
hayan sido previstos y queridos por el agente e, incluso, cuando ni
siquiera fueron previsibles.
2. Delitos Preterintencionales
Obra preterintencionalmente quien, con ocasión de ejecutar
dolosamente uan acción típica, causa culposamente un resultado
típico más grave. La preterintencionalidad no es, pues, una estructura
especial del tipo, sino más bien una forma peculiar de aparición de
tipos dolosos y culposos, cuya realización se entrelaza. Debido a que
se trata de un entrelazamiento de 2 delitos, uno culposo y otro doloso,
que se materializan en un solo hecho, se lo trata (a falta de de normas
especificas) conforme a los preceptos que regulan el concurso ideal
de delitos y, aplicando lo dispuesto en el Art. 75, se impone la pena
mayor asignada al delito más grave.
H. AUSENCIA DE TIPICIDAD
La ausencia de tipicidad de la conducta determina la exclusión del
delito. En la mayoría de los comportamientos humanos la conducta es
completamente atípica, y esto se debe a que el derecho penal es de
última ratio, y en ese sentido, sólo excepcionalmente describirá
acciones u omisiones como constitutivas de delito. La mayoría de las
conductas que realizamos en el quehacer diario son atípicas, baste
con observarse por unos cuantos minutos. Pero hay casos, en los que
aparentemente una conducta podría adecuarse a un tipo en
circunstancias no es así.
73
Atipicidad de los cuasidelitos salvo en los casos señalados por
la ley
Al respecto podemos decir que en general la realización de una
conducta con culpa, y no con dolo, no se castiga penalmente, de modo
que el comportamiento lesivo de bienes jurídicos ocasionado por culpa
del sujeto activo es atípico, salvo en los casos expresamente penados
por la ley, según lo dispone el artículo 10 Nº 13 del CP en relación con
el artículo 4 del mismo cuerpo normativo.
Atipicidad objetiva
Quien realiza un hecho materialmente atípico no comete delito. Así el
que sustrae una cosa mueble para usarla y luego devolverla intacta a
su legitimo tenedor o poseedor, no comete delito, aunque crea
erróneamente que su conducta es típica. El delito putativo no es
delito.
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El error de tipo excluyente de dolo, implica la desaparición de éste
cuando es inevitable, es decir, cuando el sujeto ni previó ni podía
prever cuál era la situación real, por otra parte , implica en ciertos
casos, la desaparición de la culpa; cuando es evitable, esto es,
cuando la situación real podía ser prevista por el agente, de suerte
que si hubiera observado la diligencia debida, habría podido salir de
dicho error, dejando subsistente la culpa precisamente por la
negligencia en la evitación y, por ende, cabrá una punibilidad a título
culposo en los casos excepcionales en que la ley la contempla.
Lo recién explicado constituye el análisis general en trono al error de
tipo, pero existen ciertas situaciones que requieren de un análisis
particular.
- Error sobre el sujeto pasivo de la acción. Como ya explicáramos
el sujeto pasivo de la conducta no forma parte del tipo, no es siquiera,
una modalidad de la acción, razón por la cual el error sobre el sujeto
pasivo nunca es un error de tipo, o sea, no excluye el dolo. Pero eso es
en principio, porque existen casos en que un error sobre la persona
del sujeto pasivo puede causar errores sobre otras circunstancias que
forman parte del tipo. Esto ocurre, cuando el objeto material de la
acción o del resultado se identifica con el sujeto pasivo, cuestión que
se da cuando la actividad delictiva tiene que necesariamente recaer
físicamente sobre la corporeidad de la víctima de manera directa.
Para esto distinguimos, si el objeto de la acción o del resultado, es o
no intercambiable. Si es intercambiable, el error sobre el sujeto no es
esencial, y por tanto es indiferente incurrir en dicho error, no
eliminando la tipicidad; en cambio, si no intercambiable, estamos
frente a un error de carácter esencial, pues en ese caso si constituye
un error de tipo, eliminando la tipicidad de la conducta.
Por ejemplo, si Juan quería lesionar a Pedro, pero lesiona a Diego al
confundirlo con aquél, lo que interesa es que se ha lesionado a un
hombre y eso es lo que sanciona el delito de lesiones. Es indiferente
intercambiar a los sujetos, y por tanto el error no es esencial. Distinta
es la situación cuando un sujeto quiere matar a su padre, pero da
muerte a un tercero al confundirlo con aquél. La pregunta que surge
es si se castigará por el delito de parricidio frustrado o el delito de
homicidio simple consumado. La solución la entrega el inciso final del
artículo 1º del CP, a partir del cual concluimos que el sujeto será
sancionado, en este caso, por el homicidio simple.
- Error sobre el curso causal. Cuando estemos frente a un delito de
resultado, un error que recaiga sobre el curso causal cobra eficacia
excluyente del dolo debido a que pasa a formar parte del tipo.
Ahora bien, para determinar cuando es excluyente de dolo, es
necesario determinar si es esencial o no. Aquí no se trata de saber si
el error sobre una determinada categoría típica es o no esencial, sino
de establecer cuándo la errada representación sobre el curso causal
es bastante significativa como para adquirir eficacia excluyente del
dolo, tomando en consideración que, el control que el ser humano
ejerce sobre los acontecimientos es limitado, ya que su capacidad de
supradeterminar el suceder causal no es absoluta y está condicionada
75
a la actuación de otras fuerzas y energías que pueden cooperar,
modificar u oponerse a la potencia causal de la acción ejecutada.
Siguiendo a Cury, decimos que el punto de partida es el siguiente:
Cuando el agente se representó la conducta como causa, el resultado
como efecto, y en la realidad, ambos ocupan esa situación sin que
para la producción del resultado haya sido necesaria la interposición
de otras acciones del sujeto o de un tercero dirigidas a un fin distinto
que la obtención del resultado, las desviaciones del curso causal son
inesenciales. Ejs. A dispara sobre B con la intención de matarlo y éste
fallece una fracción de segundo antes de que la bala lo alcance a
causa de un infarto al miocardio provocado por el miedo; si A previó
que la espada se clavaría en el corazón , pero, contra lo esperado,
ésta dio en el estómago, determinando la muerte; si la madre arrojó a
la criatura al río para que pereciera ahogada, pero ésta fallece de un
traumatismo encefalocraneano al golpearse contra las rocas de la
ribera; si el ladrón se propone sustraer el botín en una bolsa, pero,
luego de romperse ésta, debe cargarlo en los bolsillos de su traje; etc.
A partir de esta fórmula, entramos a dilucidar diferentes situaciones
que pueden darse en materia de error sobre el curso causal:
- Error en el golpe o aberratio ictus. En éste caso el sujeto dirige
su acción hacia un objeto del resultado, pero, a causa de una
desviación del curso causal, es lesionado otro equivalente, de una
manera también equivalente. Aquí lo que se presenta es un error al
revés en perjuicio del agente respecto de la lesión querida y error
excluyente del dolo en relación con la lesión efectivamente causada.
La solución depende de si esta última era o no evitable. En el primer
caso debe castigarse por un delito frustrado en concurso ideal con un
delito culposo para el caso en que se encuentre penado; en el segundo
caso, sólo se castigará la frustración.
- “Dolos generalis” o “dolo de Weber”. Se trata de un resultado
injusto que se produce mediante una secuela de actos que mirados
desde el plan del sujeto, pretendían objetivos distintos; sólo el primero
tenía como fin consumarlo, los posteriores no. Por ejemplo, un
individuo que pretende matar a otro estrangulándolo, cree haberlo
logrado, luego, con la intención de simular un suicidio, lo cuelga de
una viga con una cuerda, y es esta acción la que en verdad provoca la
muerte del sujeto, pues la primera no lo había conseguido. Dicho de
otra forma, la muerte del sujeto se concreta con la acción que no tenía
por objeto matar. La solución que se sigue en este caso, es que frente
a la primera acción, se da error al revés en perjuicio del agente,
mientras que respecto de la segunda, la que alcanzó el resultado, un
error excluyente del dolo, jamás de la culpa.
TEORÍA DE LA ANTIJURIDICIDAD
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La antijuridicidad podemos definirla como aquel disvalor de que es
portador un hecho típico que contradice las normas de deber
contenidas en el ordenamiento jurídico. Antijurídica es la
conducta típica que lesiona o pone en peligro un bien jurídico y no se
encuentra autorizada por la ley.
Cabe distinguir la antijuricidad material de la formal, la primera
reside en la dañosidad social de la conducta, esto es, la lesión o
peligro efectivo en que se ha puesto el bien jurídico protegido por
cada norma en particular, la segunda en cambio, representa la
relación de contradicción de la conducta con los mandatos y
prohibiciones del orden jurídico, o más precisamente, en la falta de
autorización legal expresa -causal de justificación- para realizar la
conducta típica socialmente dañosa.
Hablamos de que la antijuridicidad es un juicio de disvalor. Esto
significa que la afirmación de la ilicitud es el resultado de un juicio en
virtud del cual se declara que la conducta típica es contraria a los
valores reconocidos por la norma. Al otorgar su protección a un bien,
el legislador lo declara jurídicamente valioso y, al mismo tiempo,
afirma que las conductas que atentan contra él son contrarias al valor
jurídicamente reconocido, es decir, las disvalora por su contrariedad
con el bien protegido.
Junto con lo anterior, cabe advertir que la antijuridicidad es una sola
para todo el ordenamiento jurídico, de tal forma que aquello que para
los efectos penales es antijurídico, lo es también para las demás
ramas del derecho, sin perjuicio que por el carácter fragmentario del
Derecho penal, no todo lo antijurídico para las otras ramas del
Derecho, lo será para el Derecho penal.
La pregunta que cabe plantearse es, qué es lo que disvalora el
legislador a través de la tipificación de una conducta, y para ello la
respuesta ha sufrido una evolución en función de las distintas
concepciones que se han tenido acerca del delito. Así para la
concepción tradicional, el énfasis es colocado en que la misión del
Derecho penal consiste en evitar que se produzcan ciertos resultados.
La esencia del delito, o sea, su carácter injusto, radica en que
lesionaba o ponía en peligro un bien jurídico (disvalor del resultado),
es decir, el ilícito se fundaba por entero en un acontecimiento
objetivo.
Pronto, se aclaró que el Derecho penal, no puede mirar y construirse
sobre meros hechos objetivos, y se dijo que la misión del Derecho
penal se cumple asegurando el respeto por los valores fundamentales
para la convivencia humana, de tal forma que lo reprobado es la
acción que exterioriza una voluntad desobediente a los mandatos y
prohibiciones del Derecho (disvalor de la acción).
Finalmente, y producto de que se constató que tampoco es correcto,
ni justo considerar sólo aspectos subjetivos, se señaló que el Derecho
penal cumple con su misión de preservar los valores elementales
sobre los cuales descansa la convivencia, amenazando con una pena o
una medida de seguridad a quien lesiona o pone en peligro un bien
77
jurídico mediante una acción o una omisión inadecuadas a sus
prohibiciones y mandatos (disvalor de la acción y del resultado).
El tipo como sabemos cumple una función indiciaria de la
antijuridicidad de tal manera que sólo frente a la constatación de que
en una conducta típica no concurre una causal de justificación, es
posible establecer que además es antijurídica. Así entonces, el estudio
de la antijuridicidad, se reduce a verificar la no concurrencia de una
causal de justificación, puesto que si una de ellas concurriese la
acción típica no sería antijurídica.
CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN.
Podemos definir las causales de justificación como aquellas
situaciones reconocidas por el Derecho, en las que la ejecución
de un hecho típico se encuentra permitida o, incluso, exigida,
siendo por consiguiente lícita.
Toda causal de justificación implica un elemento subjetivo, a saber, la
finalidad de obrar amparado por ella o, más ampliamente, de
conducirse conforme a derecho. Así, la legítima defensa sólo puede
invocarla quien subjetivamente se defiende o defiende a otro (se habla
de animo de defensa); el estado de necesidad, el que obra para evitar
un mal; el cumplimiento de un deber, únicamente quien tiene
conciencia de estar actuando conforme a lo que está obligado
jurídicamente. Cuando el elemento subjetivo no concurre, porque el
autor ignora que en el caso están presentes los presupuestos de la
justificante, los autores finalistas estiman que debe castigarse por un
delito consumado. Sin embargo, la opinión predominante aprecia, en
estos casos, una tentativa -en nuestro o/j, más bien un delito
frustrado-. Ello porque si bien en tales situaciones concurre el
desvalor de acción, se encuentra ausente el de resultado, ya que la
lesión del b/j afectado está autorizada por el derecho en atención a las
circunstancias objetivas del hecho.
CLASIFICACIÓN
Cury las clasifica de la siguiente forma:
a) Causales que se fundan en ausencia de interés (consentimiento del
ofendido y consentimiento presunto)
b) Causales que se fundan en el principio de interés preponderante,
dentro de las cuales debe subdistinguirse:
i) Aquellas que tienden a la preservación de un derecho (legítima
defensa y estado de necesidad)
ii) Aquellas que tienden a la actuación de un derecho (ejercicio
legítimo de un derecho, autoridad, oficio o cargo, cumplimiento de un
deber).
78
La ley no ha regulado el consentimiento del interesado, con todo, una
interpretación cuidadosa de los tipos de la parte especial, referida a la
índole y naturaleza del bien de protección, permite aseverar, en
muchos casos, su eficacia justificante.
Lo decisivo en esta causal es la disponibilidad del bien jurídicamente
protegido, de esta manera el b/j es disponible y, por ende, el
consentimiento eficaz, si su conservación sólo interesa al titular, no lo
es si compromete también el interés de la comunidad en general, o
solamente el de ésta. El consentimiento cuando se le reconoce
eficacia, ha de ser libre, consciente y capaz, siendo capaz aquel que
tiene la libre disponibilidad del b/j y conoce la significación de la
autorización que otorga. Puede ser expreso o tácito y puede darlo el
titular del interés o quien esté legítimamente autorizado para ello.
No debe confundirse el consentimiento del interesado como causal de
justificación, de aquellos en que se transforma en una causal de
atipicidad por encontrarse incorporado en la estructura del tipo
construido por el legislador, como ocurre por ejemplo, en los casos de
hurto del Art. 432 del CP; violación de morada del Art. 144 del CP.
Es preciso distinguir por último, el consentimiento del interesado, que
justifica, del perdón del ofendido, que sólo extingue una
responsabilidad penal ya existente. El primero es concedido antes de
la consumación del hecho, eliminando la antijuricidad de la conducta
desplegada posteriormente por el autor; el segundo se otorga sólo
después de la consumación antijurídica y culpable del hecho típico.
79
ejecutadas por la autoridad dentro del ámbito de sus funciones
específicas, si la habrá en cambio, en el caso de una detención
ilegítima.
Para que la agresión ilegítima, tenga efectos justificantes, es
necesario además, que sea real, es decir, que exista como tal, ya que,
de tratarse de una agresión imaginaria, más bien ha incurrido en un
error de prohibición que, afectará la culpabilidad, más no la
antijuridicidad. Junto con ser real, la agresión ilegítima debe tener la
característica de actualidad o inminencia, puesto que no se acepta
una reacción defensiva frente a agresiones remotas, además no debe
ser provocada por el defensor.
b) Necesidad racional del medio empleado para impedirla o
repelerla: La necesidad racional ha de manifestarse no sólo en los
instrumentos usados para reaccionar contra el ataque, sino en la
totalidad de dicha reacción. Así, bien puede ocurrir que en casos
especiales, se acepte el empleo de medios que en circunstancias
corrientes resultarían excesivos.
Ahora bien, el medio utilizado debe ser necesario. Esto significa que
dadas las circunstancias el sujeto no debe disponer de otra forma
menos enérgica para poder defenderse con éxito.
A diferencia del estado de necesidad que veremos más adelante, la
legítima defensa no es subsidiaria, sino que principal, esto es, que el
agredido no está obligado a esperar que ya no quede otra salida para
reaccionar. Para la determinación de la necesidad racional sólo
habrán de tomarse en consideración las circunstancias objetivas y
reales. c) Falta de provocación suficiente por parte del que se
defiende: Cabe advertir, que no cualquier provocación excluye la
legítima defensa, se requiere que la provocación sea suficiente, o sea,
proporcionada a la entidad de la agresión.
Clasificación:
La ley distingue: la legítima defensa propia (Art. 10 Nº 4 CP), de
parientes (Art. 10 Nº 5º), de extraños (Art. 10 Nº 6º), en esta última
agrega un requisito inaceptable a la reacción, exigiendo que no sea
determinada por venganza, resentimiento u otro motivo ilegítimo y la
privilegiada (Art. 10 Nº 6º inc. Segundo).
La legitima defensa privilegiada, siguiendo a Don Garrido Montt,
comprende dos situaciones distintas: a) El rechazo al escalamiento
(entrar por vía no destinada al efecto), que puede tener legar tanto de
día como de noche, en una casa, departamento u oficina habitada, o
en sus dependencias, siempre que ellos estén habitados (no basta que
estén destinados a la habitación); b) El rechazo de noche a un
escalamiento, de un local comercial o industrial, esté o no habitado, y
c) El rechazo de la consumación (sea impidiendo, sea tratando de
impedir) de los delitos de secuestro, sustracción de menores,
violación, parricidio, homicidio, robo con violencia o intimidación en
las personas y robo por sorpresa. Se trata de una presunción
simplemente legal, que admite, por ende, prueba en contrario, acerca
de la concurrencia de los requisitos legales de necesidad racional del
medio empleado para impedir o repeler la clase de agresiones que se
80
enumeran, falta de provocación suficiente y que le tercero no obró
impulsado por venganza, resentimiento u otro motivo ilegitimo.
Etcheberry concluye que esta presunción legal no alcanza en ningún
caso al requisito de la agresión ilegítima, la que debería probarse en
todos los casos, pues la ley exige, para hacer efectivo el privilegio que
establece, que el que se defiende rechace un escalamiento y comisión
de los delitos que se señalan, escalamiento y comisión que deben ser
hechos efectivos y que, como tales, constituyen una agresión actual o
inminente cuya prueba no puede soslayarse.
81
está tomada aquí en el sentido de los Arts. 484 y sgtes, sino en un
sentido amplio, que incluye todo detrimento, perjuicio o menoscabo.
En la voz propiedad se comprenden todos los derechos patrimoniales
y no sólo las cosas que son objeto del dominio. De estar frente a un
mal de igual valor, ya no estaremos frente a un estado de necesidad
justificante, sino a uno exculpante.
OJO Ya no es discutible la cuestión de si cabe también contemplar un
estado de necesidad justificante en los casos de aborto terapéutico,
pues esa justificante desapareció de la ley en 1989. Sin embargo, en
estos casos, bajo ciertos presupuestos, podría apreciarse la
justificante de obrar en cumplimiento de los deberes impuestos por la
profesión médica.
c) Que no haya otro medio practicable y menos perjudicial para
impedirlo (criterio de subsidiariedad): De aquí se desprende que
el estado de necesidad, a diferencia de la legítima defensa es
subsidiario, en ella el agredido no está obligado a esperar que ya no
quede otra salida para reaccionar. No es lícito sacrificar un bien
jurídico inocente cuando existe la posibilidad de superar la situación
de necesidad por medios menos perjudiciales.
82
Obra conforme a derecho quien ejecuta una acción típica en el
cumplimiento de un deber que le ha sido impuesto
inmediatamente por el ordenamiento jurídico.
Cabe advertir que la obligación se debe encontrar establecida por el
derecho de una forma inmediata y específica, puesto que, si estamos
presente frente a una obligación genérica en relación a órdenes
emanadas de un superior jerárquico, las conductas ejecutadas en
cumplimiento de dichas órdenes siguen siendo antijurídicas, y sólo
podrán ser exculpadas si se dan los presupuestos de la obediencia
debida.
TEORÍA DE LA CULPABILIDAD
83
que esa normativa provocó una grave perturbación del progreso hacia
el derecho penal de culpabilidad, al introducir e imponer por algún
tiempo la institución del versari in re illicita. Durante largo tiempo,
incluso, la tendencia a subjetivizar sólo se expresa en la impunidad
que se acuerda a ciertos incapaces (menores, enfermos mentales), de
la cual no se extraen consecuencias ulteriores que a nosotros, en
cambio, nos parecen obvias. No hay pues, una línea de evolución
limpia y fluida, sino, como siempre ocurre en la historia del
perfeccionamiento humano, un recorrido sinuoso que muchas veces
transcurre por senderos extraviados. Esta evolución no puede
considerarse concluida, pues a ello se oponen, en el presente, los
casos de responsabilidad objetiva que todavía perduran en nuestra
legislación, siendo los delitos calificados por el resultado, una de las
violaciones más flagrantes del ppio aludido, pues el autor no puede
dirigirse ningún reproche por la aparición de una circunstancia que ni
siquiera fue previsible para él, no obstante lo cual esas figuras
enlazan a ella una agravación de la pena.
OJO Art. 19 N º 3 Inc. sexto de la CPR: “la ley no podrá presumir de
derecho la responsabilidad penal”.
Por otra parte, el ppio de que no hay pena sin culpabilidad debe ser
interpretado estrictamente. Sólo la reacción punitiva requiere como
presupuesto de su imposición la concurrencia de la reprochabilidad.
En cambio las medidas de corrección y seguridad pueden ser
decretadas contra quien únicamente ha ejecutado un acto típico y
antijurídico (menores, enfermos mentales, etc.).
La culpabilidad no sólo es el fundamento de la imposición de la pena,
sino además, el criterio determinante de su magnitud: la culpabilidad
es la medida de la pena.
Evolución del concepto de culpabilidad
La noción de culpabilidad ha experimentado una evolución que al
mismo tiempo refleja los diversos momentos por los que ha pasado el
Derecho Penal.
-Teoría psicológica de la culpabilidad: Sobre la base de esta teoría,
la culpabilidad se concibe como un simple vínculo de naturaleza
psicológica entre el autor y su acto, el que se presenta a través del
dolo o la culpa (teoría causal naturalista). Señala que si la
culpabilidad es tan sólo un vínculo psicológico que enlaza al actor con
su acto (dolo o culpa), ello significa la imposibilidad de medirla, es
decir, no permite una graduación.
-Teoría normativa compleja de la culpabilidad: Su precursor es
Frank, para quien la culpabilidad es concebida como reprochabilidad
de la conducta típica y antijurídica a quien pudo haber obrado de
manera contraria al derecho, en circunstancias en que podría adecuar
a él su conducta. Como vemos, Frank incorpora aspectos normativos a
la culpabilidad sobre la base de un criterio de atribuibilidad, mas su
estructura continúa manteniendo aspectos ajenos a un criterio
puramente normativo como lo es el vínculo psicológico.
84
La culpabilidad a partir de esta teoría, está conformada por la
imputabilidad, el vínculo psicológico y la normalidad de las
circunstancias concomitantes.
-Teoría normativa pura de la culpabilidad: Pero para que estemos
frente a un verdadero “juicio normativo” o “de valoración”, es
necesario despojar la culpabilidad de elementos fácticos (objeto
valorado) como lo son el dolo y la culpa. Sobre esta teoría descansa el
estudio de la estructura de la culpabilidad.
FUNDAMENTO
El reproche de culpabilidad sólo es posible si se atribuye al sujeto la
capacidad de autodeterminar en cierta medida su conducta, esto es,
un margen de libertad en sus decisiones. Pues bien, ni el
determinismo, ni el libre albedrío concebido a la manera del
racionalismo clásico permiten fundamentarlo adecuadamente. Por
eso, sólo se puede partir de un indeterminismo limitado. El hombre se
encuentra efectivamente determinado por distintos órdenes de
factores, y en ese sentido, a nadie le es posible elegir lo que ni
siquiera le ha sido sugerido por el plano profundo de los instintos.
Pero a diferencia del animal, el ser humano está librado en esta
materia al juego de tendencias contrastantes, que sólo
imperfectamente le señalan el comportamiento a seguir. Esto, que
constituye una desventaja porque lo abandona a la perplejidad en
ciertos momentos, también es la fuente de su capacidad para
conducirse conforme a sentido y valor.
Así entonces, la libertad, que sólo constituye una hipótesis de trabajo,
no aparece como la facultad de obrar arbitrariamente, de cualquier
manera, sino como la capacidad de imprimir un sentido al
comportamiento sin sucumbir al juego desordenado de los impulsos
pasionales (indeterminismo limitado).
ANTIJURICIDAD Y CULPABILIDAD
La afirmación de la culpabilidad presupone la de la antijuricidad,
porque desde el punto de vista del derecho sólo es reprochable
aquello que es ilícito. En la doctrina nacional este punto de vista es
unánime, no tiene cabida por tanto, el concepto de antijuricidad
subjetiva, con arreglo al cual aquello que no es exigido tampoco
85
puede estar mandado, anteponiendo el juicio de reproche al de
ilicitud.
La distinción entre ambos conceptos ha sido objeto de un debate
prolongado, que hasta el presente no ha concluido por completo.
Durante la primera mitad del siglo pasado imperó la idea de que la
antijuricidad era un juicio de valor referido exclusivamente a la faz
objetiva o externa del hecho típico, la paso que la culpabilidad, de
carácter fáctico, se encontraba constituida por los elementos
subjetivos o psíquicos del delito. A ppios del s. XX se demuestra la
existencia de elementos subjetivos que pertenecen al tipo, los cuales,
por consiguiente, conciernen al juicio de antijuricidad
simultáneamente, la teoría normativa de la culpabilidad pone de
manifiesto que esta última es también un juicio valorativo. Con esto el
esquema tradicional es insostenible: ni la antijuricidad es solamente
objetiva, ni la culpabilidad es un hecho psíquico. Así los dos conceptos
tienden a confundirse. Luego con la distinción entre objeto de la
valoración y valoración del objeto se establece la posibilidad de
practicar una distinción sobre otras bases. Lo que distingue al injusto
del reproche no es su naturaleza-pues ambos son juicios de valor- ni el
objeto al que se refieren- idéntico para los dos-, sino la índole de la
norma que les sirve de fundamento. El juicio de antijuricidad se
practica en relación a la norma de deber; el de culpabilidad se basa en
la de poder en lugar de ello. La teoría finalista completa la evolución
situando al dolo en el tipo y evitando así la incertidumbre del sistema
anterior. Con esto la culpabilidad no se transforma en un concepto
vacío, como pretenden los críticos del finalismo. Continúa plena de
contenido, aunque se refiera al mismo objeto que la antijuricidad,
porque lo hace desde una perspectiva distinta.
86
OJO Estos elementos suelen formularse de forma negativa
(inimputabilidad, inexigibilidad), puesto que el juez no es llamado a
demostrar que el sujeto es sano de mente, que conocía la ilicitud de su
hecho y que actúo en circunstancias normales. Todo ello se da por
supuesto si no hay indicios de lo contrario.
Culpabilidad por el acto, peligrosidad y culpabilidad de autor.
La culpabilidad así estructurada, es reproche por el acto cometido,
que se dirige a la persona del autor, pero no se funda en ella. Se
reprueba el haber incurrido en un homicidio, hurto, violación o delito
tributario, pero no se emite juicio alguno sobre la personalidad del
autor. A nadie debe castigarse por ser perverso o degenerado o
irreflexivo o disidente, sino tan sólo por los actos concretos que ha
ejecutado. La personalidad únicamente se toma en consideración
como tal, para establecer si está conformada de manera que la
habilite para servir de base al juicio de reproche (imputabilidad), y
puede también ser tomada en cuenta, como una más entre las
circunstancias concurrentes, al graduar el reproche por el acto. Un
derecho penal de actos, se funda sobre una culpabilidad por el acto.
Carácter individualizador de la culpabilidad.
La culpabilidad es reproche que se extiende desde el acto al autor.
Tiene pues un carácter personal o individualizador, en el sentido de
que se pronuncia sobre ese sujeto concreto, en su situación concreta y
en relación con el hecho específico de que se trata. El mismo hecho
por consiguiente, puede haber sido ejecutado culpablemente por
algunos de los que intervinieron en él, e inculpablemente por otros,
como se deduce, por ejemplo, de los arts.72 y 456 bis, Nº 5 CP. Esto
ha de tenerse presente en la teoría del concurso de varias personas en
el delito.
Jerarquía de los elementos de la culpabilidad.
Dichos elementos se encuentran, entre sí, en una relación de
subordinación. Quien carece en general de la capacidad para conocer
lo injusto de su actuar o determinarse conforme a ese conocimiento,
no podrá, en los casos concretos, encontrarse en situación de hacerlo.
De aquí que, declarada la inimputabilidad del sujeto, está de más
preguntarse si concurren los restantes requisitos del juicio de
reproche. Del mismo modo, al que no ha tenido la posibilidad de
conocer lo injusto de su actuar no puede ya exigírsele que adecue su
conducta a las exigencias del derecho, puesto que ignora cuáles son
éstas. Así, un error de prohibición excusante exime de todo análisis
sobre la exigibilidad de otra conducta.
Graduación de la culpabilidad
La culpabilidad, concebida normativamente, es esencialmente
graduable y, a su vez, su cuantificación determina también la de la
pena.
Entre los elementos de la graduación, se toma en cuenta en primer
lugar, la gravedad del injusto en que el sujeto ha incurrido. Esta se
refleja en la subjetividad del autor a través del conocimiento que él
tiene de las consecuencias de su conducta (dolo) o de la previsibilidad
de ellas (culpa); y. mientras más considerable es, con mayor energía
87
ha debido obrar como contramotivo inhibitorio. Dentro de este mismo
aspecto ejerce también una influencia determinante la mayor o menos
intensidad con que la voluntad se relaciona al resultado. Si este último
aparece como un contenido de ella, el reproche es más severo que
cuando surge como una consecuencia previsible pero no querida,
provocada tan sólo porque el autor no empleó en la evitación toda su
capacidad de conducción del suceder causal. De aquí la distinta
punibilidad acordada generalmente por la ley a los injustos doloso y
culposo. Lo expuesto demuestra que dolo y culpa. Si bien pertenecen
al tipo de injusto, deben ser considerados también en la
determinación del reproche. En segundo lugar, deben considerarse las
otras circunstancias que han rodeado al hecho y cuya protección
sobre la psiquis del autor modifica su capacidad de autodeterminarse.
Entre ellas se toman en cuenta no sólo las exteriores al sujeto, sino
además aquellas que encuentran su origen en él mismo. Por eso, en
opinión de Cury, corresponde tratar también aquí aquellas situaciones
en las que el desarrollo aún no se ha completado o la salud mental se
encuentra alterada, pero sin que ni lo uno ni lo otro excluyan
completamente la capacidad de autodeterminación conforme a
derecho (imputabilidad disminuida).
En un sistema de determinación de la pena tan reglamentado como el
que consagra la ley, gran parte de los factores intervinientes en la
cuantificación de la culpabilidad se encuentran evaluados rígidamente
por las normas correspondientes. En un derecho penal de tipos, esto
debe ser así, hasta cierto punto, en lo concerniente a aquellos
elementos aludidos al comienzo, pues las penas correspondientes a
cada injusto han de ser precisadas por la norma legal, pero es
discutible la forma y medida de efectuar esa precisión que emplea
nuestro ordenamiento punitivo. Por lo que toca a la apreciación de las
circunstancias concomitantes (coherentes, correspondientes), es
manifiesto y más o menos generalmente reconocido que los
procedimientos matemáticos empleados por al CP, la entraban
considerablemente. De lege ferenda se impone, pues, un ajuste.
1. LA IMPUTABILIDAD.
Es la capacidad de conocer lo injusto del actuar y de
determinarse conforme a ese conocimiento. También podemos
decir que consiste en la capacidad personal de ser objeto de un
reproche por la conducta ejecutada y consiguientemente, capacidad
de culpabilidad.
La libertad que fundamenta la reprochabilidad sólo puede
presuponerse de un sujeto cuyas características personales lo
habilitan para adecuar su comportamiento a los dictados del derecho,
y esto no ocurre sino cuando él está capacitado para comprender el
significado de lo que hace y para autodeterminarse a obrar según esas
representaciones de sentido. En caso contrario, los hechos en que
incurra serán el resultado de insuficiencias personales, que como no
dependen de su voluntad, no pueden ser reprochadas. La
imputabilidad por tanto, descansa sobre un cierto estado de
88
normalidad y suficiencia de las facultades intelectuales y volitivas. Si
unas u otras se encuentran alteradas en forma relevante o no han
alcanzado un determinado nivel de desarrollo, la imputabilidad se
excluye.
La ley parte del supuesto de que la mayoría de los seres humanos
poseen el nivel de normalidad y suficiencia de dichas facultades que
requiere la imputabilidad. Por esto, sólo don inimputables aquellos a
los que la ley declara expresamente como tales.
OJO Tan pronto el juez tiene sospechas razonables sobre la
concurrencia de una causal de inimputabilidad debe proceder de
oficio a verificar la exactitud de ellas y si, agotadas las diligencias
probatorias, subsiste la incertidumbre, está obligado a sobreseer o
absolver en su caso, atendiendo al ppio in dubio pro reo. (4 y 458
CPP).
Formas de determinación legal de la inimputabilidad (Iº)
Para describir los casos de Iº, la ley puede echar mano de fórmulas
distintas, a las que la doctrina suele reunir en 3 grupos: Psicológicas
(se caracterizan porque describen la situación psíquica que
fundamenta la Iº del sujeto. Criticables a causa de su incertidumbre),
Psiquiátricas (se limitan a atribuir a ciertos estados patológicos, e
alteración o inmadurez, taxativamente enumerados, la consecuencia
de excluir la Iº. Ofrecen ventajas prácticas al precisar de manera
exacta los casos en que Iº ha de ser declarada, pero limitan
exageradamente las facultades de los jueces), Mixtas (combinan
ambos sistemas, describiendo los estados que dan origen a la Iº, pero
por la otra exige del juez una investigación ulterior sobre su
existencia efectiva. Régimen dominante). El CP chileno consagra
fórmulas de tipo psiquiatrico, cobrando mayor significado en la Iº por
falta de salud mental. Sin embargo la jurisprudencia, opta en la
práctica por la formula mixta.
Efectos jurídicos de la inimputabilidad.
La Iº trae aparejada la inculpabilidad de la conducta antijurídica. Por
consiguiente, en virtud del ppio de accesoriedad media, la
participación en el hecho de un inimputable es, por lo general,
punible. Asimismo, cabe defenderse legítimamente en contra de su
agresión, aunque con ciertas limitaciones relativas a la
subsidiariedad.
Tiempo de la inimputabilidad: Las acciones liberae in causa.
Para que excluya la culpabilidad es preciso que concurra en el
momento de ejecutarse la acción típica. En cambio, es irrelevante la
situación existente cuando se produce el resultado. A no es culpable,
si dispara sobre B con intención homicida cuando aún no tiene 16
años, aunque la víctima expire 4 días más tarde y, en el intervalo, el
autor ya haya cumplido esa edad. En cambio, la conducta del adulto C
es culpable si al disparar está en pleno uso de sus facultades
mentales, aunque en el momento en que el agredido fallece su
atacante haya perdido la razón.
Lo expuesto pareciera encontrar una excepción en el caso de las
llamadas acciones liberae in causa, esto es, aquellos casos en los
89
cuales, al momento de ejecutar la conducta típica, el autor se haya en
una situación de Iº que él mismo se ha provocado, sea en forma
voluntaria, sea en forma culposa, negligente o imprudente (Ej. cuando
el sujeto bebe hasta perder el control de sus actos a fin de darse
ánimos para cometer un homicidio que él sabe ser incapaz de realizar
en caso de encontrarse sobrio, o cuando conduce un automóvil
después de haber ingerido una droga que es previsible le cause un
estado de perturbación, y en esas condiciones ocasiona un accidente
con resultados mortales). En tales casos se afirma la culpabilidad del
agente, no obstante la Iº que lo afectaba en el instante de realizar
materialmente el acto típico.
En Chile la punibilidad de las acciones liberae in causa se apoya en las
reglas generales sobre estructura de la culpabilidad, extraídas del
contexto del ordenamiento. Sólo existe una autentica actio liberae in
causa dolosa cuando el autor dolosamente se sirve de sí mismo como
instrumento inocente (inimputable) para la ejecución de la conducta
querida por él. A su vez, sólo existe una actio liberae in causa culposa
si el agente, en el momento de realizar el acto generador de la
situación de Iº, podía prever tanto esa consecuencia como la
producción consiguiente del resultado típico y el curso causal
correspondiente. Entendidas de esta forma, las acciones liberae in
causa dolosas son sumamente infrecuentes y, por lo general, se
refieren únicamente a casos de omisión. Pero por otra parte, tanto
ellas como las culposas, no significan sino una forma de aplicación
algo particularizada de los ppio generales sobre dolo, culpa y
participación; no representan excepción alguna a la regla sobre el
tiempo de la Iº o al DP de culpabilidad y, por lo tanto, constituyen
nociones engorrosas y algo inútiles, de las cuales sería preferible
prescindir. Por último, vale la pena puntualizar que en estos casos el
momento de imputabilidad no se refiere al tiempo de la ejecución
material del hecho típico, sino a aquel en que el sujeto obró,
consciente o negligentemente, provocando la situación de Iº.
CASOS DE INIMPUTABILIDAD.
Clasificación
Los casos de Iº contemplados por la ley pueden clasificarse en dos
grupos:
a) Aquellos que encuentran su origen en un trastorno mental de
carácter patológico o accidental; y
b) Aquellos que se fundan en un desarrollo insuficiente de la
personalidad.
a) Casos de inimputabilidad debidos a trastornos mentales.
Conforme al Art. 10 Nº 1 CP, están exentos de responsabilidad
criminal, a causa de su incapacidad para comprender lo injusto de su
actuar y de autodeterminarse conforme a ese conocimiento, el loco o
demente, a no ser que haya obrado en un intervalo lúcido, y el que,
por cualquier causa independiente de su voluntad, se halla privado
totalmente de razón. Dentro de la Iº motivada por trastornos mentales
90
es menester distinguir, a su vez, dos casos: la locura o demencia y la
privación total de razón.
i) La locura o demencia.
Se encuentra tratada en el artículo 10 Nº 1, primera parte CP. Ahora
bien, las expresiones de locura o demencia actualmente, y
considerando el estado actual de la ciencia, son conceptos de un
contenido poco preciso, sin perjuicio de que se coincide en que las
anomalías mentales tienen su origen en alteraciones cuantitativas de
los componentes de la personalidad.
Dentro de esta causal, quedan comprendidas las enfermedades
mentales (ciertas alteraciones profundas de la personalidad del
sujeto, a las que se denomina psicosis, las cuales presumiblemente
presentan bases orgánicas e importan un desajuste tan considerable
de ella que el individuo “se hace otro, se enajena). Aquí se incluyen,
entre varias, la esquizofrenia (demencia precoz), la locura maníaco-
depresiva (locura circular), la paranoia, la parafrenia, la demencia
senil, la parálisis general progresiva, la epilepsia, etc. También
quedan comprendidas las simples anormalidades que, sin implicar
un desquiciamiento completo de la personalidad del paciente, la
alteran significativamente, dificultando su adaptación a las exigencias
de la convivencia. Aquí deben incluirse, las oligofrenias,
caracterizadas por un insuficiente desarrollo de las facultades
intelectuales, dentro de las cuales se contemplan varios grados,
atendiendo a la mayor o menor gravedad del deterioro (idiotas,
imbeciles y débiles mentales), hasta llegar a una zona de transición
con la normalidad, ocupada por los simples retardos mentales.
También pertenecen a la categoría de anormalidades las psicopatías o
personalidades psicopáticas, destacándose los desalmados (anulación
del juicio ético). Por último entre las anormalidades se encuentra la
neurosis, descrita como estados angustiosos y depresivos cuyo origen
es desconocido para el paciente y que le provocan sufrimientos
intensos, acompañados a veces de síntomas físicos bastante
significativos.
El criterio para determinar si se está o no frente a un loco o demente,
en general, se funda en que se trate de un estado patológico de
carácter durable que provoque en el autor una privación total de
razón, cuestión que queda a la decisión valorativa del juez, para quien
el informe de peritos se transforma en un importante elemento de
prueba, mas no privativo de otros medios.
La ley declara irresponsable al loco o demente “a no ser que haya
obrado en un intervalo lúcido”. Hoy la ciencia niega generalmente la
existencia de tales intervalos, pues afirma que la enfermedad mental,
con su complicada estructura, suele adoptar formas insidiosas, de
suerte que lo que antaño se consideraba periodos de lucidez, no es
más que una apariencia: aun en esos estados el trastorno permanece
latente y emboscado. Por tanto, el intervalo lucido constituye un error
legislativo que atribuye importancia decisiva a lo que no es sino una
manifestación compleja del estado patológico ininterrumpido En la
91
práctica ha jugado un papel perturbador cuando se trata de apreciar
los hechos de los epilépticos.
OJO Todo lo relativo a las medidas de seguridad aplicables al
enajenado mental exento de responsabilidad penal por aplicación del
Art. 10 Nº 1 CP, se encuentra regulado en el Título VII del Libro IV
CPP, Art. 455 y ss. Allí se contienen disposiciones que se ocupan
también de la situación del sujeto que cayere en enajenación mental
después de cometido el delito. Dicha regulación distingue entre el
enajenado absuelto por locura o demencia, y el que lo ha sido por otro
motivo.
Tratamiento del enajenado mental exento de responsabilidad
penal por locura o demencia. El Sistema procesal respecto del
enajenado mental permite su internación, sólo si se acredita que ha
cometido un hecho típico y antijurídico, pero del cual resulta absuelto
por aplicación del Art. 10 CP, siempre que ha consecuencia de los
antecedentes calificados que existieran pudiera presumirse que
atentará contra sí mismo o contra otras personas. Esta sólo podrá
durar mientras subsistan las condiciones que la hubieran hecho
necesaria, y no podrá extenderse más allá de la sanción que hubiere
podido imponérsele o del tiempo que correspondiere a la pena mínima
probable, tiempo que debe señalar el tribunal al imponerla. Vencido el
período de internación establecido judicialmente, el enajenado mental
queda entregado a lo que disponga a su respecto la autoridad
administrativa. En los demás casos, el enajenado será entregado a su
familia, guardador, o a alguna institución pública o particular de
beneficencia o caridad. Pero si el que delinquió siendo enajenado se
encuentra recuperado de su enfermedad al momento de la
absolución, será, inmediatamente puesto en libertad, si se encontrare
sometido a internamiento o prisión preventiva.
Si la absolución del imputado enajenado mental se pronuncia por otra
causa, su suerte queda entregada, en ppio, sólo a la autoridad
administrativa (autoridad sanitaria).
Si el imputado que se encontraba sano al momento de delinquir, cae
en enfermedad mental con posterioridad a la comisión del delito, su
responsabilidad penal subsiste, peros se genera un problema de
índole procesal. Cuando la enajenación se produce después de la
sentencia condenatoria hay que distinguir si la enfermedad es curable
o no. En el primer caso, el cumplimiento de la sentencia sólo se
suspenderá en una resolución fundada, hasta que le enajenado
recupere la razón. El condenado cuya libertad constituya riesgo, y el
que, sin estar en tal caso, haya sido condenado a penas superiores a 5
años de restricción o privación de libertad, será internado en un
establecimiento para enfermos mentales; en las demás situaciones
será entregado bajo fianza de custodia o tratamiento. En cualquier
tiempo que el enfermo mental recupere la razón se hará efectiva la
sentencia si no hubiere prescrito la pena, pero si ella le impusiere
privación o restricción de la libertad, se imputará a su cumplimiento
el tiempo que haya durado la enajenación mental. Si la enfermedad no
es curable, el juez dictará una resolución fundada declarando que no
92
se deberá cumplir la sanción que se le hubiere impuesto. Si su
libertad constituye peligro, será puesto a disposición de la autoridad
sanitaria. De no ser así, debe subdistinguirse, si la pena o penas
aplicadas constituyen en conjunto una privación o restricción de
libertad por más de 5 años, será entregado bajo fianza de custodia y
tratamiento; si es inferior la condena, se le pondrá en libertad. Ahora
bien, la enajenación puede presentarse también después de cometido
el delito pero cuando aún no se ha concluido el proceso. En tal evento,
el procedimiento se suspenderá si el juez decide que no es del caso de
continuarlo, teniendo en consideración la naturaleza del delito y la
enfermedad. En tal caso si el enfermo es incurable, se dictará a su
favor sobreseimiento definitivo (equivale a una sentencia definitiva
absolutoria), poniéndolo a disposición de la autoridad sanitaria si su
libertad constituye un peligro, y ordenando su libertad en caso
contrario. Si es curable, se pronunciará sólo sobreseimiento temporal
(suspensión del procedimiento) para continuar el proceso una vez que
recupere la salud. El juez podrá resolver también, que el
procedimiento continúe.
93
inhibición, juicio) no puede ser, desde un punto de vista psicológico,
declarado imputable, la legislación por motivos de convivencia
general, exime en casos muy contados y llega a considerar, en ciertas
circunstancias, como delito la embriaguez en sí misma, caso del delito
de conducción en estado de ebriedad del Art. 196-E de la Ley de
Tránsito. Es muy claro además, que los redactores del Código
agregaron a la eximente de privación total de la razón la exigencia de
causas independientes de la voluntad, para no admitir en caso alguno
la embriaguez como excusa. No obstante, existe acuerdo en la
doctrina en reconocer al menos efecto exculpante a la embriaguez
aguda, si es plena y fortuita, asimilada a la situación del que es
forzado a embriagarse. En cuanto a los alcohólicos crónicos y a los
casos de embriaguez patológica, se les reconoce la exención de
responsabilidad criminal en cuanto forma de enajenación mental
(primera parte del Art. 10 Nº 1). En cuanto a casos menos graves de
perturbaciones mentales originadas por el alcoholismo, nuestra
jurisprudencia ha admitido que la eximente de enajenación mental
pueda convertirse, en cuanto eximente incompleta, en una
circunstancia de atenuación de responsabilidad. Siguiendo a Garrido
Montt, el que bebe alcohol o se droga voluntariamente, pero sin tener
conciencia de que perderá totalmente sus facultades intelectivas y la
aptitud para adecuar su conducta a aquellas, es inimputable, a menos
que medie culpa de su parte. La culpa dejaría subsistente la hipótesis
de una circunstancia atenuante, con arreglo a la regulación prevista
para las eximentes incompletas. La culpa in causa excluye la
posibilidad de eximir de responsabilidad criminal, con arreglo al 10
Nº 1 segunda parte, ya que la ley exige que ella se produzca por
causas enteramente ajenas a la voluntad del hechor. Lo mismo cabe
decir con respecto a las hipótesis menos frecuentes de dolo in causa:
si el sujeto buscó de propósito el estado de embriaguez plena (Ej. para
procurarse una excusa en un delito de omisión) y aun si él, sobre la
base de experiencias anteriores, previó y aceptó la probable comisión
del delito (dolo eventual), la Iº preordenada no le servirá de excusa.
En definitiva, aplicando a la embriaguez la doctrina de la actio liberae
in causa, frente a la pregunta acerca de si alguien en estado de
embriaguez ha actuado culpablemente sólo puede responder el juez
en la situación concreta.
94
base al hecho de que el artículo 10 Nº 3 CP haga depender del
discernimiento la responsabilidad del mayor de dieciséis años y menor
de dieciocho, demostrando que la ley vincula esa decisión
precisamente a la capacidad de entender y querer. Además, queda en
evidencia a través del tratamiento que se otorga a los menores
adultos cuando se ha declarado que obraron con discernimiento.
La ley en definitiva consagra la Iº del menor porque, a causa de corta
edad, de su educación todavía incompleta y de los procesos psíquicos
perturbadores que acompañan al crecimiento, no posee un dominio
cabal de su voluntad, la cual se forma de manera defectuosa, de modo
que no es posible dirigirle un reproche personal por su conducta.
2. LA CONCIENCIA DE LA ILICITUD.
El que interviene en la ejecución de un delito sólo obra culpablemente
si, en el momento de hacerlo, contaba con la posibilidad real de
conocer lo injusto de su actuar. A nadie puede reprocharse la
realización de una conducta cuya ilicitud no conocía ni siquiera
potencialmente. Es del todo injusto reprobar a la joven que se hace
practicar un aborto, si ella procede de un Estado donde éste no sólo
es autorizado sino aun alentado por la ley y, consiguientemente, jamás
ha tenido conciencia de que esa conducta es antijurídica.
Ahora bien, en relación al alcance de esa conciencia, debemos decir
que el sujeto necesita de una conciencia de que el hecho es injusto
conforme a una “valoración paralela en la esfera del profano”. O sea,
el actor debe apreciar la contrariedad de su conducta con el
ordenamiento jurídico aunque no se encuentre en la posibilidad de
encuadrarla técnicamente en la norma correspondiente. No basta, la
vaga sensación de estar haciendo algo malo o reprobable o indebido,
es menester que el conocimiento se refiera a lo jurídicamente malo o
reprobable o indebido. Así posee el conocimiento de la antijuricidad
de su hecho el ladrón, si sabe que en alguna ley se sanciona de una
manera-ignorada por él- al que tome cosas ajenas para quedárselas.
Por tanto, el error sobre la punibilidad de la conducta es irrelevante,
Si el autor sabe que su conducta es jurídicamente incorrecta, nada
importa que ignore la existencia de una amenaza penal dirigida a
quien la ejecute.
A su vez, el conocimiento de lo injusto debe ser potencial y no actual,
es decir, el sujeto obró culpablemente si tuvo la posibilidad de valorar
su conducta como contraria al ordenamiento y no lo hizo.
95
EL ERROR DE PROHIBICIÓN (causal de exclusión de la
conciencia de la ilicitud)
Se entiende que el sujeto se encuentra en un error de prohibición
cuando éste recae sobre la antijuricidad de su conducta, de tal
manera que la ejecuta asistido por la convicción de estar obrando
lícitamente. Estaremos frente a un error de prohibición por tanto,
cuando el sujeto cree estar obrando conforme a derecho, aunque en
realidad realiza una conducta típica y antijurídica. En tales
condiciones es, por consiguiente, imposible dirigirle el reproche de
culpabilidad, pues, en rigor, no tenía motivos para abstenerse de
realizar el hecho, lo cual equivale a decir que carecía de libertad para
autodeterminarse conforme a las exigencias del derecho.
96
autor piensa que también lesionar a una persona está justificado por
el estado de necesidad.
4.- Cuando el sujeto sabe que su conducta está, en general, prohibida,
pero supone, erradamente, que en el caso se dan las circunstancias
necesarias para la concurrencia de una auténtica causal de
justificación (la extiende a extremos no considerados por el
legislador). Ej. si el sujeto da muerte a su enemigo que durante la
noche se precipita sobre él, pero no para agredirlo sino para darle un
abrazo de reconciliación; si se apropia del extintor de un vecino para
apagar lo que imagina ser un incendio en la casa de un tercero y es,
en realidad, el reflejo de unos fuegos de artificio; si el funcionario
priva de libertad a un individuo en virtud de una orden de detención
despachada en contra e su hermano gemelo, etc.
97
lado, como la culpabilidad se satisface con un conocimiento potencial
de lo injusto, el error de prohibición evitable (inexcusable) no excluye
la responsabilidad y el sujeto será castigado al titulo correspondiente
(doloso o culposo) según se haya establecido, con antelación, en la
esfera de la tipicidad; con todo en ciertos casos procederá una
atenuación de la pena, en consideración a la medida en que el error,
no obstante, su inexcusabilidad, sea debido a anormalidades en la
motivación del agente.
Es una consecuencia de la teoría final de la acción (el dolo es un
concepto libre de valoraciones que encuentra su asiento en el ámbito
del tipo. Entretanto la posibilidad de conocer lo injusto pertenece,
como elemento autónomo, a la culpabilidad, por ende, el error de
prohibición y el consiguiente desconocimiento de la antijuricidad no
pueden influir sobre el dolo, puesto que éste existe o no con
independencia de aquel.
Dicha teoría sufre una variante que se manifiesta en la teoría limitada
de la culpabilidad, la cual acepta en ppio la solución propuesta por la
teoría extrema, pero se sostiene que el error sobre la concurrencia de
una causal de justificación ha de ser tratado conforme a los ppios que
regulan el error de tipo (causales de justificación son elementos
negativos de todo tipo).
98
Consiste en la posibilidad, determinada por el ordenamiento
jurídico, de obrar en una forma distinta y mejor que aquella
por la que el sujeto se decidió. Ahora bien, tal exigencia sólo es
posible cuando el autor de la conducta se encuentra en una situación
en la que puede motivarse conforme a la norma. Al respecto, Garrido
Montt, señala que la ley se dicta para regular relaciones dentro de
niveles de normalidad y considerando las posibilidades de reacción
del hombre medio.
La regla general, es que las circunstancias en las que se desenvuelve
comúnmente la vida en sociedad son normales, pudiendo entonces los
hombres conducirse en la forma prescrita por la ley. Pero hay casos
extremos en que las circunstancias son anormales, produciendo en el
individuo una deformación de su voluntad debido a la presión que
sobre él ejercen dichas circunstancias, no pudiendo entonces
exigírsele otra conducta.
Como se desprende de lo expuesto, la eficacia excusante de las
causales de inexigibilidad no se funda en una exclusión de la voluntad
del sujeto, sino en una deformación de ella. En todos los casos de no
exigibilidad el sujeto quiere o, por lo menos acepta ejecutar la
conducta típica, a conciencia, incluso, de su antijuricidad, pero esta
voluntad de realización se ha formado en él defectuosamente como
consecuencia de la presión ejercida sobre sus motivaciones por las
circunstancias concomitantes (correspondientes, afines) que, sin
suprimirla del todo, han limitado sin embargo, su libertad.
(Fundamento de la eficacia excusante de las causales de
inexigibilidad).
Para afirmar que la anormalidad de la situación alteró el proceso de
formación de la voluntad en una medida significativa, sería preciso
probar, caso por caso, la existencia de un contraste entre la decisión
adoptada por el sujeto y la que habría asumido si las circunstancias
hubieran sido distintas. Por ejemplo, no ha obrado en una auténtica
situación de inexigibilidad el que ya estaba decido a violar la morada
de un tercero, pero en el momento de entrar por la ventana abierta lo
hace, además, presionado por el terror que le produce la proximidad
de un perro furioso. De la misma manera, es indudablemente
reprochable la conducta del que falsifica un documento para
defraudar a un tercero si ya estaba dispuesto a hacerlo por pura
codicia, aunque esto coincida con el hecho de que otro sujeto
amenace con matar a su hijo si no lo hace. A pesar de lo expuesto, el
derecho, por regla general, prescinde de este aspecto, limitándose en
la mayor parte de los casos a presumir la deformación de voluntad,
aunque en a lo menos una de las causales de inexigibilidad (el
cumplimiento de órdenes antijurídicas) en el que reclama
expresamente una exteriorización del contraste entre la voluntad de
realización y los deseos efectivos del sujeto.
El efecto excusante de las causales de inexigibilidad
La inexigibilidad significa que le reproche por la conducta típicamente
antijurídica no se extiende a la persona del autor o participe respecto
99
del cual han concurrido las circunstancias que la fundamentan. Es
por tanto, eminentemente personal y no afecta a la ilicitud del hecho.
OJO Es procedente la legitima defensa en contra de quien agrede en
situación de inexigibilidad, puesto que su ataque es antijurídico.
100
En primer lugar, es preciso que el estímulo sea de una naturaleza
análoga, desde el punto de vista de su enjuiciamiento ético-social, a la
de otros a los cuales la ley acuerda eficacia excluyente de la
exigibilidad. Estos son el miedo (10 Nº 9 segunda parte), el afecto
parental (17 inc. final) y el sentimiento de extrema obediencia (214
CJM). No podrán ser tomadas en cuenta sino causas de perturbación
anímica que sean equiparables a ésas con arreglo al criterio
indicado. Por tanto, debe excluirse el impulso vindicativo, la ira (sólo
atenúan la pena), el arrebato sexual, la codicia desenfrenada, etc. En
segundo lugar, sólo pueden ser apreciados estímulos que hayan
obrado actualmente sobre el sujeto. No se toman en consideración por
tanto, deformaciones educacionales o hábitos contraídos por el autor
a lo largo de su existencia. Por último, es necesario que la
perturbación experimentada por el sujeto sea tan profunda que
reduzca efectivamente su capacidad de autodeterminarse hasta un
límite que tampoco el hombre medio podría sobrepasar.
Es irrelevante en ppio que al causa del estímulo perturbador posea
existencia real o constituya tan solo una representación equivocada
del autor. La cuestión dependerá, en definitiva, de la evitabilidad o
inevitabilidad del error.
b) El miedo insuperable.
De conformidad con la segunda parte del Art. 10 Nº 9 CP, está
exculpado por ausencia de exigibilidad quien obra “impulsado por un
miedo insuperable”.
El miedo es un estado de perturbación anímica más o menos
profunda, provocada por la previsión de ser víctima o de que
otro sea víctima de un daño o como el sobrecogimiento del
espíritu, producido por el temor fundado de un mal efectivo,
grave e inminente, que nubla la inteligencia y domina la
voluntad, determinándola a realizar un acto que sin esa
perturbación psíquica del agente sería delictivo. Para que sirva
de base a la exculpante es preciso que tal perturbación alcance un
nivel intolerable para un hombre medio, por tanto, el nivel de
perturbación anímica que se exige, debe alcanzar la insuperabilidad
para un hombre medio. Cabe advertir, que los casos de alteración más
significativas, caen más bien en el ámbito de la privación total de
razón.
Ahora bien, existen ciertas categorías de personas que por su
profesión u oficio tienen un deber incrementado de soportar ciertos
riesgos. Pues bien, respecto de ellos, no es posible aceptar que
aleguen miedo insuperable por los riesgos que deben soportar.
Además al igual que la fuerza irresistible, es indiferente que la causa
del temor sea real u obedezca a una representación inevitablemente
errada del agente. En los casos de error evitable la culpabilidad
subsiste atenuada.
Algunos autores exigen, además, que el individuo no disponga de otro
medio, salvo la realización de la conducta típica, para evitar la causa
del miedo.
101
c) El encubrimiento de parientes (y la obstrucción de la justicia
a favor de éstos).
Se encuentra tratada en el inciso final del artículo 17 CP, el cual
señala: “Están exentos de las penas impuestas a los encubridores los
que lo sean de su cónyuge o de sus parientes legítimos por
consanguinidad o afinidad en toda la línea recta y en la colateral
hasta el segundo grado inclusive, de sus padres o hijos naturales o
ilegítimos reconocidos, con sólo la excepción de los que se hallaren
comprendidos en el número 1 de este artículo.”, esto es, “los que
aprovechándose por sí mismos o facilitando a los delincuentes medios
para que se aprovechen de los efectos del crimen o simple delito”.
En esta causal el legislador ha establecido una presunción de derecho
(jure et de jure), que tiene su fundamento en que a nadie le es exigible
que se abstenga de encubrir a personas con las que se encuentra
vinculado por parentesco o matrimonio, puesto que existen lazos
afectivos “indiscutibles”. Dicha presunción sólo decae cuando el
encubrimiento involucra además, un propósito de lucro para sí o para
el encubierto, porque la ley estima que en este caso la situación
anómala no ha deformado la voluntad del sujeto.
102
Requisitos para su procedencia como causal de exculpación:
1. Debe existir una orden, lo cual implica que entre quien imparte el
mandato y quien lo cumple existe una relación jerárquica en virtud de
la cual éste se encuentra obligado a acatar, dentro de ciertos
márgenes y respecto de ciertas materias, las decisiones de aquél
cuando, además, se le ha encomendado su ejecución satisfaciendo
unas formalidades determinadas.
2. La orden debe referirse a la realización de un hecho típico y
antijurídico. Así, la obligación de ejecutar la acción típica no ha de
estar consagrada expresamente en la ley, pues en tal caso, tanto el
superior como el subordinado obrarían en cumplimiento de un deber y
sus conductas estarían justificadas.
3. El inferior debe cumplir la orden a conciencia de su tipicidad y
antijuricidad, pues si en el caso concurren los presupuestos de un
error e cualquier clase, sus efectos eximentes prevalecen sobre los de
la causal de inexigibilidad.
4. El inferior no debe obrar coaccionado, sino tan sólo imperado por el
mandato antijurídico.
5. El subordinado debe haber expresado al superior su desacuerdo
con la orden que se le ha impartido (manifestación de
disconformidad), pues sólo se lo exonera de responsabilidad cuando
se doblega ante la insistencia de éste.
103
TEORÍA DEL DELITO OMISIVO
EL CONCEPTO DE OMISIÓN
La naturaleza misma del concepto de omisión ha sido objeto de
opiniones encontradas. Las más significativas son:
a) El concepto normativo
El no hacer algo no es, en sí mimo omitir. Así por ejemplo, de quien al
despedirse luego de una agradable velada no abofetea al dueño de
casa, no puede afirmarse que ha omitido hacerlo. Y esto porque la
ejecución de tal conducta no era esperada. En cambio, ocurriría lo
contrario si ese individuo se abstuviera de agradecer la cortesía de
que se lo ha hecho objeto y no estrechara la mano de su anfitrión. En
este caso se hablará de una omisión porque la conducta que no se
ejecutó era la que de él se esperaba, laque conforme a los usos y
normas de cortesía debió realizar. Así, omite quien no hace aquello
que de él se esperaba, porque era su deber hacerlo. Y como desde el
punto de vista sólo se está obligado a lo que el derecho manda, la
omisión en este ámbito consiste en no hacer aquello que
jurídicamente se debía hacer. Su concepto es por tanto, valorativo
y su significado depende de las normas jurídicas vigentes. No puede
omitirse sino aquello que el derecho ordena; por consiguiente, para
afirmar la existencia de una omisión es menester decidir si, conforme
a los preceptos legales en vigor, cabía esperar que el sujeto actuara.
b) El concepto natural como oposición a la acción
La omisión consiste en no hacer aquello que se tenía el poder final de
ejecutar. Lo característico de la acción era la conducción del suceder
causal, empleando para ello, el poder de orientarlo según y desde un
fin; lo característico de la omisión es la no conducción de ese
acontecer, pese a que se contaba con el poder de manejarlo, con su
dominio final. Contar con el dominio final significa estar en situación
de alcanzar el fin de la acción que no se ejecuta. Para esto el sujeto
tiene que conocer la situación en que produciría sus efectos; además,
tiene que estar en condiciones de reconocer y de poder seleccionar
los medios aptos para llevar a efecto el objetivo (capacidad de
planteamiento); por último, tiene que tener la posibilidad real física de
emplear los medios elegidos y de ejecutar el acto planeado.
EL TIPO DE LA OMISIÓN.
Los modos de tipificar omisiones pueden agruparse de la siguiente
manera:
1) Delitos de omisión simple u omisión propia, en los cuales la
conducta se traduce en la infracción de una norma imperativa
(mandato). Todos ellos están descritos por la ley. Son altamente
excepcionales en el Código. Se caracterizan por prever expresamente
una conducta omisiva, sin integrar en el tipo clase alguna de
resultado. (ej. rehusar hacer un pago 237, no dar resguardo 282, no
104
entregar la cosa al parecer perdida 448, no socorrer al que se haya
herido o en peligro de perecer 494 Nº 14).
2) Delitos de comisión por omisión u omisión impropia, en los
que la conducta que infringe una norma imperativa (mandato)
ocasiona, como consecuencia, el quebrantamiento de una prohibitiva
(prohibición) o dicho de otra forma consisten en no impedir un
resultado, pese al deber de garante que obligaba a actuar. No están
tipificados como tales, por ello se les llama tb por algunos autores
falsos delitos de omisión, de esta forma los tipos se elaboran de
distintas maneras o simplemente quedan implícitos en el de comisión,
así se distinguen:
a) Casos en los que junto al delito de comisión, se describe
expresamente el de omisión impropia, como ocurre en los arts. 233
(malversación de causales públicos), 243 y 244 CP (infidelidad en la
custodia de dtos).
b) Casos en los que el delito omisivo permanece implícito en el tipo
comisito, abandonando, por lo tanto, sus precisiones a la construcción
judicial. Entre éstos hay que distinguir dos situaciones: i) Existen tipos
de comisión en los cuales en alguna forma hay una manifestación
expresa de que el legislador contempla la posibilidad de una
infracción omisiva. Esto sucede cuando para describir la conducta se
emplean verbos ambivalentes, que lo mismo pueden referirse a una
acción que a una omisión, como “abandono”, “consentir en”, “faltar
a”, “infringir”, “convenir en”, etc. ii) El tipo de comisión está
construido sobre un verbo que, sin lugar a dudas, describe una
conducta activa, como sucede, entre muchos otros, en los arts 361
(acceder), 382 (contraer matrimonio), 390 (matar), 432 (apropiarse),
etc.
El tipo de los delitos de omisión propia.
No presenta mayores dificultades, debido a que las distintas figuras
están previstas expresamente, por ello, desde el punto de vista
objetivo, la tipicidad de estos delitos requiere que concurran las
particularidades de la situación descrita por la ley y que no se
exteriorice una voluntad final determinada también por el tipo; esto
es, que no se actúe. Desde el punto de vista subjetivo es menester que
el sujeto disponga del dominio final. Si el sujeto ignora que se dan los
presupuestos de la situación fáctica en razón de la cual está obligado
a actuar, pero podía , con mayor diligencia, imponerse de ella, su
omisión será culposa y se lo castigará siempre que la ley haya previsto
el tipo correspondiente; cuando faltó esa posibilidad o no existe tipo
culposo, ha de quedar impune. Tal como en los tipos comisitos, el de
los delitos de omisión está construido sobre un hecho, pero a la
inversa de ellos, no sobre un hecho voluntario, sino sobre uno causal,
en el que no se hizo intervenir una voluntad que era hábil para
modificarlo.
El tipo de los delitos de omisión impropia.
A diferencia de los delitos de omisión propia, la fundamentación de
esta clase de delitos presenta varias dificultades, especialmente en
aquellos casos en que el legislador, al construir la figura comitiva, no
105
ha expresado, ni siquiera en forma indirecta su voluntad de incluirlos
en la imagen rectora. Así, cabe dilucidar en primer lugar, si es posible
construir la tipicidad de un delito sobre la base de una figura que de
manera manifiesta sólo alude a la comisión. Dicha cuestión queda
resuelta por el Art. 492 CP, que incrimina a título de cuasidelito a
quien “ejecutare un hecho o incurriere en una omisión que, a mediar
malicia, constituiría un crimen o simple delito contra las personas”.
Ahora bien, todos los crímenes o simples delitos contra las personas
están concebidos como delitos comisivos. Sin perjuicio de lo cual, la
referencia del Art. 492, presupone la legitimidad de construir sobre
esa base los correspondientes tipos de comisión por omisión.
Situación que es semejante aun para el caso de otros tipos de
comisión, no alcanzados por tal norma. (Inversión de los delitos
comisivos). Sin embargo, esta inversión debe limitarse a determinadas
situaciones, ya que cualquiera podría ser acusado de “no haber hecho
algo” para evitar un cierto resultado, Ej. Al padre del homicida se le
castigaría por no haber impreso a la educación de su hijo la dirección
adecuada a fin de inculcarle el respeto por la vida humana. Así, la
extensión de los tipos carecería de límites. Debido a lo expuesto, la
doctrina ha tenido que construir limitaciones mediante una
interpretación sistemática. Se advirtió en efecto, que en la mayor
parte de los tipos de omisión propia la situación se caracteriza porque
la exigencia de actuar está dirigida a quien se encuentra con el b/j en
una relación fáctica de tutela, esto es, en lo que se ha designado como
posición de garante. Así, se concluyó que en la creación judicial de los
de omisión impropia había que requerir una situación similar. Sólo
incurre en comisión por omisión quien, encontrándose en una
posición fáctica de garante respecto al bien jurídicamente
protegido, no actúa, a pesar de contar con el dominio final del
hecho, para evitar una lesión o puesta en peligro de dicho bien.
OJO No hay que confundir la posición de garante con el deber de
actuar. Si bien éste último surge de aquella, se trata de una situación
fáctica, un hecho que integra el tipo, en cambio, el deber de actuar es
un elemento de la antijuricidad de los delitos de omisión. Por eso, el
error sobre la existencia de la situación de garante es un error de
tipo, en cambio el que recae sobre la concurrencia del deber de
actuar constituye un error de prohibición.
OJO Posición de garante, deber jurídico especial de protección que
obliga a determinadas personas a evitar el resultado lesivo.
Situaciones en las que se reconoce por la doctrina una posición
de garante:
1. Aquellos casos respecto de los cuales la ley, si bien para
efectos distintos de los penales, ha consagrado un deber de
actuar, siempre que éste no aparezca expresamente
desestimado por el ordenamiento punitivo. Así incurre en
homicidio por omisión el que deja perecer de hambre a su hijo
pequeño, pues para él existe una obligación de alimentarlo,
consagrada en el ordenamiento civil.
106
2. Casos en los que la existencia de un contrato ha creado una
situación fáctica de garante para una de las partes. De este
modo, comete homicidio por omisión el salvavidas contratado para
que vele por la integridad de los bañistas en la playa, si omite auxiliar
a uno de ellos y, a causa de eso, éste perece ahogado.
3. Casos en que la posición de garante surge por la solidaridad
que se origina en una comunidad de vida especial. Determinadas
situaciones creadas por la asociación a ciertas comunidades, crean un
estado de solidaridad en virtud del cual cada uno de los componentes
del grupo está obligado está obligado a actuar para impedir la lesión
de b/j de sus compañeros. De este modo incurrirá en un homicidio por
omisión el pasajero de la nave que se abstiene de auxiliar al que cayó
por la borda al mar.
4. Casos en los que la posición de garante se origina en la
solidaridad creada por una comunidad de peligro.
Cabe mencionar también una última limitación, la que se deduce de la
estructura y sentido de cada tipo comisivo en especial. La opinión
dominante es que la mayor parte de los delitos de comisión pueden
ser ejecutados mediante omisión, excluyéndose solo las figuras que
reclaman expresamente una actividad corporal o presuponen una
manifestación positiva de voluntad. A este grupo pertenece por
ejemplo la bigamia, pues contraer matrimonio sin hacer una
declaración expresa de consentimiento es imposible.
OJO En cuanto al problema de la causalidad, cabe mencionar que
tratándose del delito omisivo ha de vincularse no a la inactividad del
sujeto sino a la acción que se esperaba de él y que no se ejecutó, por
ende, al procedimiento de supresión mental hipotética empleado por
la teoría de la equivalencia en los delitos comisivos se sustituye una
adición mental hipotética.
LA ANTIJURICIDAD DE LA OMISIÓN
Se caracteriza, a la inversa de la de acción, por la relación de
contraste entre la inactividad y el mandato de la norma deducido del
contexto del o/j. En esta clase de delitos la tipicidad es tb indiciaria de
la antijuricidad, pero el indicio puede ser descartado, al igual que en
los de acción, por la concurrencia de una causal de justificación. En
este sentido, la ley ha consagrado una causal de exclusión del injusto
en el Art 10 Nº 12, que en la práctica abarca todas las otras
situaciones posibles de omisión justificada.
LA CULPABILIDAD DE LA OMISIÓN
Se requiere al igual que en los de acción, imputabilidad, conciencia de
la ilicitud (en este caso conciencia del mandato, por ello, el error de
prohibición se sustituye por una teoría de mandato, esto es, error
sobre el deber de actuar) y normalidad de las circunstancias. Por
causa insuperable ha de entenderse aquella que excluye, en el caso
concreto, la exigencia general de obrar conforme a la voluntad del
derecho.
107
El ITER CRIMINIS
La tentativa se configura cuando el autor se encuentra en una
posición de garante y abstiene de acatar el mandato de obrar, pero de
suerte que, si hubiera actuado el resultado se habría producido de
todas maneras, pues causas independientes de su voluntad le
hubiesen impedido evitarlo. De este modo incurre en tentativa de
homicidio por omisión el bañero que no acude en auxilio del que se
encuentra a punto de perecer ahogado, si su intervención hubiera
sido infructuosa; la madre que no alimentó a su criatura, si un tercero
lo hizo antes de que pereciera. Aunque conforme a lo dicho, la omisión
tentada (frustrada) es concebible, su punibilidad está excluida, a
causa de que el Art. 7º inciso tercero CP, exige un ppio de ejecución
que en los delitos omisivos, atendida su naturaleza no puede darse.
Por otra parte el delito frustrado exige como la tentativa, que el sujeto
haya comenzado a ejecutar, puesto que lo no se ha iniciado no puede
concluirse. Así, la omisión frustrada tp es alcanzada por el sistema de
sanciones consagrado en el o/j vigente.
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Conviene distinguirlas de las excusas legales absolutorias, estas
últimas son situaciones cuya concurrencia excluye la punibilidad de
una conducta típica, antijurídica y culpable, en virtud del perdón que
el legislador otorga al sujeto por razones de política criminal. Si se
cumple una condición objetiva de punibilidad, el agente será
castigado, siempre que, haya obrado antijurídica y culpablemente; por
la inversa, cuando se dan los presupuestos de una excusa legal
absolutoria, el autor queda impune, aunque su comportamiento
antijurídico y culpable se adecue al tipo penal. También cabe
diferenciarlos de las condiciones de procesabilidad, referidas a los
requisitos se los cuales depende no la punibilidad del delito, sino el
ejercicio de la pretensión punitiva.
3. CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORIAS DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL
Por circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal se
entiende un conjunto de situaciones descritas por la ley, a las
cuales ésta atribuye la virtualidad de concurrir a determinar la
magnitud de la pena correspondiente al delito en el caso
concreto, ya sea atenuándola o agravándola a partir de ciertos
límites preestablecidos en forma abstracta para cada tipo.
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OJO Como no afectan a la existencia misma del hecho punible, suele
afirmarse que son accidentales al delito y se limitan a circundarlo
(envolverlo, encerrarlo) sin alterar su esencia.
Clasificación:
1. Con arreglo a los efectos que les atribuye la ley, suelen clasificarse
en:
a) Atenuantes: Son aquellas cuya concurrencia determina la
imposición de una pena más benigna.
b) Agravantes: Las que con su presencia conducen a que el hecho
sea castigado más severamente.
c) Mixtas: Las que mientras en ciertos casos atenúan, en otros
agravan.
2. Desde el punto de vista de la extensión de sus efectos, las
atenuantes y agravantes se dividen en:
a) Genéricas: Son aquellas que operan respecto de cualquier delito
o, por lo menos, de la mayoría. Están establecidas en los catálogos
contenidas en los Arts. 11 y 12 CP.
b) Específicas: Son aquellas que sólo surten efectos en relación con
ciertos y determinados hechos punibles respecto de los cuales se las
consagra expresamente. Están dispersas a lo largo de la ley y su
estudio compete a la Parte Especial.
OjO Entre estas dos categorías sería posible introducir una tercera,
pues existen algunas c. agravantes, que no obstante incluirse en el
catálogo de las genéricas, actúan únicamente respecto de cierto
grupo de delitos (art. 12, nºs 1 y 5)
3. En atención a su fundamento, hay que distinguir entre:
a) Las que sólo obedecen a criterios político criminales
b) Aquellas que se basan en consideraciones relativas a la
personalidad del autor
c) Las que afectan a la antijuricidad o culpabilidad del delito.
OJO Cuando la situación fundamentadora de la circunstancia se
incorpora ya al tipo del hecho punible, determinándolo, se transforma
en un elemento de éste, calificándolo o privilegiándolo, por tanto, ya
no se trata de un elemento accidental del delito, sino que integrantes
esenciales de su tipicidad (importancia en aplicación normas 63 CP).
De aquí deriva la distinción entre calificantes y privilegiantes y
agravantes y atenuantes.
4. En atención a su naturaleza:
a) Subjetivas: Son aquellas que consisten en la disposición moral del
delincuente, en sus relaciones particulares con el ofendido o en otra
causa personal. Se caracterizan por que sólo sirven para atenuar o
agravar la responsabilidad de aquellos intervinientes en el hecho en
quienes concurren (no se comunican). Art. 64 inc. 1 CP.
b) Objetivas: Consisten en la ejecución material del hecho o en los
medios empleados para realizarlo y sirven para atenuar o agravar la
responsabilidad únicamente de los que tuvieren conocimiento de ellas
antes o en el momento de la acción o de su cooperación para el delito
(se comunican). Art. 64 inc. 2 CP.
110
5. a) Comunes: Aquellas cuyos efectos se encuentran regulados de
manera general en los arts. 65 a 68 CP.
b) Especiales: Tienen consecuencias atenuatorias o agravatorias más
significativas, que se establecen para cada una de ellas en diferentes
posiciones. Suelen tb llamarse privilegiadas.
OJO No deben confundirse las privilegiadas con las muy calificadas
(68 bis). El carácter privilegiado de una c. atenuante, así como la
índole de sus efectos, se encuentran consagrados en forma categórica
por la ley, en cambio, la naturaleza calificada de las atenuantes es
producto de una apreciación racional del juez.(importancia
procedencia recurso casación)
Evolución:
Una buena parte de las c. contempladas por nuestra ley se
desarrollaron ya en el derecho romano, en la obra bastante posterior
de los postglosadores. Sin embargo su sistematización en un conjunto
más o menos cerrado y taxativamente compuesto, es obra sobre todo
de la ilustración y el consiguiente derecho penal liberal, cuyo afán de
seguridad jurídica procuró que todos los factores participantes en la
fijación de la pena se encontraran tan precisamente delimitados por la
ley como fuera posible.
111
trataba de evitar, o en la imputabilidad disminuida una patología
básica.
OJO En el caso de la minoría de edad y de la omisión por causa
ilegitima, es necesario excluirlas, pues es evidente que al respecto no
se puede imaginar una situación intermedia.
Efecto atenuatorio
En ppio producen el mismo efecto que las otras atenuantes, el cual se
encuentra regulado en los arts 62 a 68 bis CP. Sin embargo hay
situaciones excepcionales: a. Cuando la eximente es de aquellas que
constan de requisitos enumerados formalmente (art. 10 Nºs 4, 5, 6 y 7
CP) y en el caso de que se trata concurre el mayor número de ellos, el
tribunal deberá aplicar la pena inferior en uno, dos o tres grados al
mínimo de los señalados por al ley para el delito respectivo,
imponiéndola en aquel que estime correspondiente, atendidos el
número y entidad de los requisitos que falten o concurran. Si el
numero de requisitos de la eximente que se encuentra presente no es
el mayor el Art 73 no recibe aplicación y la atenuante se regirá por las
reglas generales de los art. 62 a 68 bis CP. Como el art. 73 confiere a
las eximentes incompletas a que se refiere un efecto minorante
considerablemente superior al que se les concede por lo común a las
atenuantes, se dice que, en su caso, la atenuante es privilegiada. B.
Cuando la eximente incompleta es el caso fortuito sus efectos se rigen
por la disposición del art. 71, con arreglo al cual, en tal caso se
observara lo dispuesto en el art. 490.
Ojo Es posible la configuración de una eximente incompleta en el caso
de los delitos culposos, por el contrario, se niega en forma categórica
la posibilidad de contemplar una atenuante de esta clase en los casos
de privación parcial de razón causada por la embriaguez.
112
acción o expresión capaz de crear en el sujeto una excitación
conducente a la comisión del delito (no es una agresión). Amenaza es
la manifestación o advertencia de que se hará víctima de un daño al
autor o a un tercero con el cual este se halla vinculado.
Tanto la provocación como la amenaza no necesitan ser reales,
tampoco es menester que sean graves, pues a la ley le basta que se
encuentren en relación de proporcionalidad con el delito. El derecho
vigente requiere que la víctima del hecho punible sea la misma
persona que profirió la amenaza o ejecutó la provocación.
- La vindicación de ofensas.
Con arreglo al Art. 11 Nº 4, se atenúa la responsabilidad criminal del
que ejecutó “el hecho en vindicación próxima de una ofensa grave
causada al autor, a su cónyuge, o su conviviente, a sus parientes
legítimos por consanguinidad o afinidad en toda línea recta y en la
colateral hasta el segundo grado inclusive, a sus padres o hijos
naturales o ilegítimos reconocidos”. La vindicación consiste en el
propósito de venganza. Así, la ley exige que se obre para vengar una
ofensa, que comprende no sólo los actos injuriosos, sino cualquier
conducta lesiva o dañosa para otra persona. No es necesario que sea
real, basta que atendidas las circunstancias el autor haya podido
viablemente representarse su existencia. La norma exige además
proximidad entre la ofensa y la conducta vindicativa.
- El arrebato y obcecación
De acuerdo al 11 Nº 5, se concede una atenuación de la pena al que
obra “por estímulos tan poderosos que naturalmente hayan producido
arrebato y obcecación”. De las 3 atenuantes emocionales esta es la
única que descansa en la existencia real (procesalmente acreditada)
de una perturbación anímica en el sujeto. El arrebato se entiende
como una perturbación intensa en la capacidad de autocontrol de la
persona. La obcecación en cambio, supone una alteración de las
facultades intelectuales que impiden una adecuada dirección de la
conducta conforme a sentido. Deben ser el resultado de un estímulo
tan poderoso que los haya producido naturalmente. El estímulo puede
ser de cualquier índole. La ley no exige que entre el estímulo y la
ejecución del delito medie un determinado espacio de tiempo, sólo
importa que el estado de arrebato a obcecación perdure al momento
de perpetrase el delito.
113
empleada en un sentido amplio que equivale a lo justo. Por tanto, la
atenuación no se encuentra referida solamente a las actividades
propias de la administración de justicia, sino a cualquiera que tenga
por objeto dar a cada cual lo suyo.
114
reparación). Los motivos del sujeto son irrelevantes. La conducta del
autor debe ser celosa, es decir, tiene que importar un esfuerzo
personal considerable enderezado al logro de los objetivos
determinados por la norma examinada.
115
puede otorgar al juez la facultad de crearlas mediante construcciones
analógicas.
Clasificación:
a) Circunstancias agravantes subjetivas basadas en características
personales del sujeto.
b) Circunstancias agravantes subjetivas fundadas en los ánimos,
tendencias o actitudes especiales que se exigen del sujeto.
c) Circunstancias agravantes objetivas (lo son por su naturaleza, no
por la forma en que operan)
116
pero teniendo por objetivo el bien público, se dará normalmente la
atenuante de haber obrado por celo de la justicia.
iii) Reincidencia.
Existe reincidencia cuando el sujeto que ha sido condenado por uno o
más delitos incurre, después de ello, en otra u otras conductas
punibles. La interposición de la sentencia condenatoria entre el o los
delitos cometidos antes de ella y el o los que se ejecutan con
posterioridad, constituye la diferencia esencial entre la reincidencia y
la reiteración o concurso de delitos. En la doctrina contemporánea se
suele clasificar la reincidencia en verdadera o propia y ficta o
impropia. La primera se caracteriza porque la condena anterior se ha
cumplido y, consiguientemente, la pena impuesta en ella ha surtido
sus efectos sobre el sujeto. En la segunda, en cambio, tal cosa no ha
sucedido. A su vez, la reincidencia propia se subdivide en específica y
genérica. Aquella se caracteriza porque el o los delitos cometidos
antes y después de la sentencia condenatoria son de la misma
especie; ésta, en cambio, porque las infracciones punibles son de
distinta naturaleza. La ley en vigor atribuye eficacia agravante a todas
las formas de reincidencia. El Nº 14 del Art. 12 CP la consagra para la
reincidencia impropia y los Nºs 15 y 16 para la propia o verdadera; de
estos últimos, el 15 se refiere a la reincidencia genérica y el 16 a la
específica; ésta, como se destacará oportunamente, es considerada
más grave que aquella.
Reincidencia impropia
Con arreglo al Nº 14 del Art. 12 CP, es circunstancia agravante
“cometer el delito mientras cumple una condena o después de haberla
quebrantado y dentro del plazo en que puede ser castigado por el
quebrantamiento”. Aunque se ha discutido la aplicabilidad práctica de
esta circunstancia, que parece en el Art. 91 como fundamento para
imponer las penas por el quebrantamiento de condena, buena parte e
la jurisprudencia parece entender la idea de que dichas penas no son
tales, sino sólo medidas administrativas, que no son obstáculo para
imponer la agravación aquí referida.
Reincidencia propia genérica
De conformidad con el Art. 12 Nº 15, es circunstancia agravante
“haber sido castigado el culpable anteriormente por delitos a que la
ley señale igual o mayor pena”. La disposición requiere que le sujeto
haya sido castigado, esto, que haya sufrido efectivamente la pena
impuesta. La pena tb es considerada cumplida si sólo ha sido
indultada, no en cambio, si el sujeto se ha beneficiado de una
amnistía, la cual extingue por completo la pena y todos sus efectos.
Tampoco es pena cumplida la que se ha remitido condicionalmente,
porque esa institución implica suspender su aplicación; pero sí lo es
aquella que se benefició con una libertad condicional. Los delitos por
los cuales el sujeto fue condenado anteriormente tienen que ser de
una especie distinta a la del que ha originado el nuevo proceso. Los
delitos precedentes han de ser 2 o más, además deben ser, de igual o
mayor gravedad que la nueva infracción cometida. Así es reincidente
117
en este sentido, quien luego de ser condenado por dos homicidios,
incurre en una estafa, aunque la pena a que efectivamente se lo
sentenció por cada uno de aquellos haya sido, a causa de haberlos
ejecutado en una legitima defensa incompleta y con la concurrencia
de otras atenuantes, inferior a la que se le irrogará por esta última.
Reincidencia propia especifica
Según lo dispone el Art. 12 Nº 16, es circunstancia agravante “ser
reincidente en delito de la misma especie”. Aquí no se requiere
condena anterior sino por un solo delito de la misma especie y es
irrelevante que éste haya sido más o menos grave que aquel por el
cual ahora se persigue al sujeto. La ley la contempla con más
severidad que la genérica, pues exige menos para atribuirle eficacia
agravatoria. Por tal motivo, cuando en el mismo caso se den los
presupuestos de ambas formas de reincidencia, la regla general será
que la específica prevalezca sobre la genérica. De todos modos.
También es válida para la reincidencia específica la exigencia de que
la pena impuesta por el delito anterior se haya cumplido. La expresión
especie debe entenderse aquí en el sentido de naturaleza o esencia,
pues, de acuerdo, con la interpretación que usualmente se otorga a
esta agravante, ella encontraría su justificación en una tendencia del
sujeto a profesionalizar su actividad delictiva, incurriendo siempre en
infracciones de la misma índole. También dependerá de si se trata de
la protección del mismo b/j y de la forma que adopta el ataque. Ej.
Malversación de caudales públicos mediante sustracción y el hurto o
la apropiación indebida.
Otros efectos de la reincidencia
Aparte de su eficacia agravatoria, el o/j le atribuye otros efectos, entre
ellos: impide otorgar la remisión condicional de la pena, la reclusión
nocturna y la libertad vigilada, restringe posibilidad de obtener la
libertad condicional, interrumpe el plazo de prescripción de la pena,
etc.
Prescripción
De acuerdo al Art. 104 CP., que sólo se aplica a los casos de
reincidencia propia, ésta prescribe en 10 años tratándose de crímenes
y en 5 respecto de los simples delitos. El plazo se cuenta desde la
fecha en que tuvo lugar el hecho.
Comunicabilidad
En atención a su carácter personal, la reincidencia no se comunica a
los partícipes en quienes no concurre.
118
restantes causales. Prevalerse significa servirse o usar al menor como
tal para la ejecución del fin delictivo. Por ende, para que opere la
agravante es indispensable que el mayor conozca la minoridad de su
copartícipe y quiera aprovecharla a fin de facilitar la perpetración del
delito. Como implica una característica personal (la mayor edad) y
asimismo una actitud subjetiva especial (prevalerse del menor) no se
comunica a los participes, en los cuales no concurren
copulativamente ambos requisitos.
iii) Premeditación.
De conformidad con la primera parte del Nº 5 del 12, en los delitos
contra las personas en circunstancia agravante “obrar con
premeditación conocida”. En torno a ella suelen distinguirse 3
criterios: el cronológico, el psicológico o del ánimo y quienes
propugnan la eliminación de la agravante o negativo. Con arreglo al
cronológico, la premeditación se caracteriza por el transcurso de un
cierto lapso entre el momento en que el autor adopta la resolución de
cometer el delio y aquel en que lo ejecuta Lo propio de la agravante
consiste, pues, en la persistencia de la voluntad criminal, no obstante
que el autor dispone de tiempo para volver sobre sus pasos,
119
renunciando a la perpetración del hecho punible. De acuerdo al
psicológico, lo característico de la premeditación es la actitud anímica
que observa el sujeto desde que resuelve la ejecución del delito hasta
que la lleva a cabo. Obra premeditadamente quien toma la decisión de
delinquir con frialdad de ánimo, esto es, sin dar cabida a vacilaciones.
En cuanto al punto de vista de excluir la premeditación del catálogo
de agravantes a causa de su irracionalidad, tienen seguramente
razón, pero no constituyen un criterio interpretativo de la ley vigente,
sino una aspiración político criminal.
Para Cury la premeditación requiere, en primer término, una reflexión
previa aun a la adopción de la resolución, en el curso de la cual el
sujeto pondera las ventajas o inconvenientes que el delito presenta.
En segundo término, la premeditación exige la persistencia firme de
una resolución ya adoptada y sobre la cual no se reflexiona porque al
respecto no existen vacilaciones. Por último un espacio de tiempo
indeterminado, pero que, en todo caso, sea suficiente para realizar la
reflexión previa y poner además de manifiesto que la decisión tomada
ya no es afectada por los contramotivos que puedan oponérsele. Para
la premeditación no se requiere el ánimo frío y tranquilo, tampoco una
planificación o disposición de los medios de comisión. Califica el
homicidio. No se comunica a los partícipes en quienes no concurre,
dadas sus manifiestas características subjetivas.
120
ii) Ensañamiento
De conformidad con el Nº 4 del 12, es c. agravante “aumentar
deliberadamente el mal del delito causando otros males innecesarios
para su ejecución” La agravante se manifiesta en la agregación de
males innecesarios para la ejecución del delito. Debe apreciársela en
concreto, teniendo en consideración las características del hecho, tal
como se las representaba ex ante el autor. Por ello, no constituye
ensañamiento el matar a palos si el sujeto no dispone de otra arma
que le sea aparente para ultimar a su adversario, o el dar varias
puñaladas a la víctima si, con arreglo a su representación, el autor
presupone que sólo en esa forma podrá quitar la vida a un hombre
que es particularmente robusto. No son males susceptibles de
apreciación aquellos de que la víctima no puede percatarse, como el
descuartizamiento del cadáver o el dar de golpes al lesionado que se
encuentra inconsciente. Cuando el mal accesorio es constitutivo por si
mismo de un delito, debe castigarse el concurso y desestimarse la
agravante. Desde el punto de vista subjetivo requiere deliberación, es
decir, una extensión del dolo al incremento del mal y su
innecesariedad. Se funda en un aumento del injusto determinado por
la agregación de los males superfluos, los cuales implican un daño
mayor y un atentado accesorio contra los sentimientos de piedad
imperantes en el grupo social.
121
enteramente accesorias. El dolo del sujeto debe extenderse a la
producción de la ignominia. Como implica un aumento de la
antijuricidad por la lesión accesoria e inútil al honor, es de carácter
objetivo y sus efectos se comunican a los participes. No es
incompatible con el ensañamiento. No puede concurrir en los delitos
que atentan contra el honor.
122
durante el cual la luz solar es tan escasa que predomina la oscuridad.
Así, no debe tomarse en cuenta si el delito se ha cometido de noche
pero en un lugar muy iluminado; así como tb si se ejecutó durante el
día, en un lugar oscuro como un sótano. Despoblado es el lugar
solitario en el cual no hay habitaciones y, por consiguiente, no se
espera tampoco la llegada de personas que se opongan a la actividad
delictiva. Subjetivamente exige que el sujeto obre con el propósito de
aprovechar las ventajas que le procura la nocturnidad o el
despoblado, esto es, que su dolo se extienda a la situación en que
actuará y las ventajas que le proporciona. Su fundamento radica en un
aumento de la antijuricidad determinado por la mayor indefensión del
sujeto pasivo. No es más que una forma especificada de la alevosía.
123
sentimientos religiosos de quienes participan en el culto respectivo, y
a los de respeto en general que imperan en la comunidad, con arreglo
a los ppios sobre la libertad de conciencia constitucionalmente
garantizada.
x) Escalamiento.
D acuerdo al Nº 19, es c. agravante ejecutar el delito “por medio de
fractura o escalamiento de lugar cerrado”, El escalamiento implica
saltar por cima de pared, o aunque sea vallado, siempre que se
presente resistencia, y ofrezca de ordinario seguridad; la fractura, a
su vez, existe cuando se abre, por medios violentos, con rompimiento
y destrozo, puerta, caja o cualquier otra cosa que cierra y guarda
algún sitio. Con arreglo a lo dispuesto por la ley, la fractura o
escalamiento deben ser empleados para cometer el delito, esto es, en
el curso de ejecución. En consecuencia, no debe apreciarse la
agravante cuando se ha echado mano de ellos para fugarse del sitio
en que se perpetró el hecho punible o con cualquier otra finalidad
ulterior a la consumación. El lugar cerrado al cual se fractura o escala
es cualquier sitio u objeto al que, por estar clausurado físicamente, no
se puede acceder en forma libre. Se encuentra fundada en un
incremento de la antijuricidad motivado por la lesión a los resguardos,
con la consiguiente creación de alarma social.
OJO Por su carácter objetivo, todas estas agravantes se comunican.
124
LA CIRCUNSTANCIA MIXTA DE PARENTESCO.
Con arreglo al Art. 13 CP, “es circunstancia atenuante o agravante,
según la naturaleza y accidentes del delito: ser el agraviado cónyuge,
pariente legítimo por consanguinidad o afinidad en toda la línea recta
y en la colateral hasta el segundo grado inclusive, padre o hijo natural
o ilegitimo reconocido del ofensor”. Para que surta efectos es
indispensable que exista entre el ofensor y el agraviado alguna de las
relaciones matrimoniales o parentales enumeradas por la ley. Por
agraviado debe entenderse el sujeto pasivo del delito. Por
consiguiente, la circunstancia no puede concurrir en aquellos hechos
punibles cuyo objeto de protección es un b/j comunitario (delitos
contra la seguridad del Estado, atentados contra la libre competencia,
delitos de peligro común, etc.). En cuanto a los adoptados, para los
efectos penales, debe estimarse que sigue conservando el parentesco
con sus familiares biológicos. Por regla general, el parentesco agrava
cuando el hecho punible ataca b/j eminentemente personales, tales
como la vida, la salud, la libertad sexual o ambulatoria, cuya lesión
implica un deterioro de la humanidad de la víctima; asimismo, que
atenúa cuando el delito sólo infringe relaciones patrimoniales del
sujeto pasivo, según sucede característicamente en los atentados
contra la propiedad. Mas allá, deben tenerse también en
consideración los accidentes y, en primer término, de entre ellos, el
modo de ejecución especificado por el tipo. Desde el punto de vista
subjetivo, la c. mixta exige que el autor conozca la existencia del
vínculo que lo liga al ofendido. Por el contario, la representación
errada de una representación inexistente (por Ej. el autor cree que la
cosa sustraída pertenece a su hermano) es irrelevante. Su fundamento
radica en el mayor o menor desvalor que puede atribuirse al acto,
atendida la concurrencia del vínculo matrimonial o parental. Se trata
pues, de un asunto concerniente a la antijuricidad del hecho. Pero,
como depende de una característica personal del sujeto, no se
comunica a los partícipes en quienes ella no concurre.
125
voluntad del agente. Cuando eso ocurre antes de que la voluntad
delictiva se haya manifestado exteriormente de algún modo, la
situación es irrelevante para el derecho, en virtud del ppio, aceptado
ya por los juristas romanos, de que el puro pensamiento nunca es
punible. Tampoco ha de considerarse la realización de actos
preparatorios a los cuales no se sigue la verificación del delito. Pero
cuando el sujeto emprende la ejecución de la acción típica y no
alcanza a concluirla, o cuando, ejecutada toda la acción, no consigue
ocasionar el resultado típico, se da lugar a una sanción penal.
En base a lo expuesto, el conjunto de acontecimientos desde que
se verifica la primera acción ejecutiva y la consumación o el
posterior agotamiento del delito es lo que se conoce como iter
criminis, que en nuestro ordenamiento está regulado en los arts. 7, 8
y 9 CP. Dichas disposiciones declaran punibles, en ciertas condiciones,
distintas hipótesis en que el sujeto trató de cometer el delito, pero
éste no llegó a consumarse, a saber: la tentativa, la frustración, la
proposición y la conspiración. Estos estados del delito diferentes
de la consumación (y el agotamiento) se conocen tb como formas
imperfectas de ejecución del delito, a las cuales el CP reserva por
su menor contenido de injusto, una penalidad inferior a la del delito
consumado: al autor, cómplice o encubridor de un crimen o simple
delito frustrado, le corresponde una pena inferior en un grado que al
autor, cómplice o encubridor del delito consumado; al de crimen o
simple delito tentado, la inferior en dos grados; en tanto que a los
culpables de conspiración y proposición, las penas que especialmente
les señale la ley, en cada caso.
Fase interna y externa del Iter Criminis.
Se distingue en el Iter Criminis, una fase interna (la ideación de un
delito y la resolución de cometerlo) no punible y una fase externa,
donde se ubicarían en primer lugar los actos preparatorios, impunes
por regla general, salvo tratándose de delitos en que participaría más
de una persona donde excepcionalmente son punibles la proposición y
la conspiración, y sólo en un momento posterior, los actos de
ejecución propiamente punibles, esto es, la tentativa, la frustración y
el delito consumado.
126
El agotamiento del delito no significa una nueva clase de ilicitud o de
dañosidad social, sino sólo representa una intensificación del hecho
ilícito ya consumado.
Proposición.
Conforme al Art. 8 CP, “la proposición se verifica cuando el que
ha resuelto cometer un crimen o simple delito propone su
ejecución a otra u otras personas”. De esta manera, quien realiza
la proposición debe estar resuelto a que otro cometa un crimen o
simple delito determinado. Dicha proposición debe ser seria, por
tanto, no habría proposición en la simple provocación, ni en los meros
consejos, conversaciones, consultas o actos de bravuconería. Tp la
habrá en la invitación a participar en el delito que el invitante se
propone cometer, pues la proposición supone que la persona a quien
va dirigida la propuesta ejecute materialmente el delito. La
proposición además, debe fracasar para no convertirse en inducción,
que el CP castiga a título de autoría. Hay un fracaso en los siguientes
casos:
a) Cuando el destinatario no acepta la proposición
b) Cuando aunque la acepte, no va más allá de los actos materiales de
preparación, sin dar comienzo a la ejecución
c) Cuando, habiendo dado comienzo a la ejecución se desiste
voluntariamente de ésta.
El proponente debe haber formulado su proposición delictiva con
doble dolo: el que acompaña al hecho mismo de la proposición y el
que apunta a la ejecución, por otra u otras personas, del delito
propuesto.
Conspiración.
127
Conforme al inciso 2º del Art. 8 CP, “la conspiración existe cuando
dos o más personas se conciertan para la ejecución del crimen
o simple delito”. Se requiere de un acuerdo acerca del lugar, modo y
tiempo de ejecutar un delito determinado y la decisión seria de
ponerlo por obra, aunque no se requiere un acuerdo acerca de todos y
cada uno de los detalles de su ejecución. Por tanto, no habrá lugar a la
conspiración si varias personas discuten acerca de la posibilidad de
cometer un delito, sin llegar a acuerdo acerca de la posibilidad de
llevarlo a cabo. Supone concierto para cometer, esto es, coejecutar, un
crimen o simple delito, en el sentido del Art. 15 CP, lo que significa,
básicamente, división del trabajo entre personas de igual rango. El
acuerdo debe ser serio, es decir, sin reservas mentales por parte de
alguno de los partícipes y tan firme como se requiere en toda
tentativa.
La asociación criminal es siempre más que una mera conspiración.
Según la jurisprudencia, mientras en la conspiración los sujetos que
han adoptado la resolución e cometer un delito no han puesto en obra
los actos materiales necesarios para llevar a cabo su propósito, la
asociación ilícita requiere de una organización con cierta estructura
jerárquica y con un carácter permanente. No hay inducción a la
conspiración, complicidad, tentativa ni encubrimiento de la misma, ya
que se trata de un anticipo a la punibilidad especialmente regulado.
Desistimiento en la proposición y conspiración.
Señala el inciso final del Art. 8 que se “exime de toda pena por la
conspiración o proposición para cometer un crimen o simple delito, el
desistimiento de la ejecución de éstos antes de principiar a ponerlos
por obra y de iniciarse procedimiento judicial contra el culpable, con
tal que denuncie a la autoridad publica el plan y sus circunstancias”.
Al igual que en la tentativa y la frustración, el desistimiento es una
excusa legal absolutoria a modo de premio que se concede por
razones de política criminal.
OJO Cury las trata dentro de la faz objetiva del tipo de tentativa.
TENTATIVAS.
La tentativa en general.
Se habla de tentativa en general o conato cuando el autor que da
principio de ejecución al delito, aunque se lo proponga, no logra
consumarlo, bien porque no se produce el resultado punible (que no
muera la víctima en caso de homicidio), o bien porque, cuando la ley
no exige un resultado material, como sucede en los llamados delitos
formales o de mera actividad y en los delitos de peligro, la conducta
punible es fraccionable material e intelectualmente, y habiéndose
dado comienzo a la actividad, ésta no ha alcanzado el pleno desarrollo
que la hace punible (cuando quien pretende entrar en morada ajena
sin permiso de su dueño es repelido por éste).
Cury señala que hay tentativa cuando el culpable da principio a la
ejecución del crimen o simple delito por hechos directos, pero faltan
uno o más para su complemento; lo cual equivale a decir que la
tentativa se configura cuando el sujeto ha iniciado la
128
realización de la acción típica, pero no ha llegado a
completarla.
Se excluye la posibilidad conceptual de la tentativa en los delitos
culposos, en los preterintencionales, en los calificados por el resultado
y en los de omisión propia, discutiéndose, si es admisible en casos de
dolo eventual y en los de omisión impropia.
Fundamento de la punibilidad de la tentativa en general
En cuanto delito imperfecto, representa un menor injusto con relación
al delito consumado, ya que, aunque la voluntad del hechor apunta a
la consumación, el tipo legal no se ha completado, sino que
únicamente se le ha dado principio. No es bastante la voluntad que
apunta a la realización del tipo descrito en la ley, sino que ella debe
haberse exteriorizado en la realización de una parte de la acción
típica mediante hechos directos.
Tentativa en la ley
Según el Art. 7 inciso 3º CP, “hay tentativa cuando el culpable da ppio
a la ejecución del crimen o simple delito por hechos directos, pero
faltan uno o más para su complemento”. No se trata de un tipo
punible autónomo, sino una forma de aparición de un delito al que
falta la parte conclusiva, por lo que no existe una tentativa en sí, sino
una tentativa de homicidio, de hurto, de estafa, etc. La determinación
concreta de los casos de tentativa en cada delito es, por tanto, una
cuestión relativa a la tipicidad de cada uno de ellos.
Se entiende que se da ppio de ejecución a un crimen o simple delito
cuando la realización del plan del autor representa, para un tercero
imparcial, un peligro para un b/J concreto, ejecutado mediante hechos
directos, esto es, objetivamente idóneo para causar el resultado típico.
Por tanto, aunque no es necesaria la realización de algún elemento del
tipo legal para configurar la tentativa (modelo objetivo formal),
tampoco es suficiente la sola representación del autor (modelo
subjetivo).
Faltan hechos para el complemento de un crimen o simple delito,
cuando no se han llevado a cabo todos los actos que objetivamente
conducirían a la realización del tipo legal.
En cuanto a la faz subjetiva del tipo de tentativa, cabe señalar que no
existe un dolo de tentativa, el dolo es común a la tentativa y a la
consumación. Sólo quien quería consumar incurre en tentativa
punible. El propósito de ejecutar nada más que una parte de la acción
típica no es suficiente para fundamentar el castigo, al menos a ese
título. Se discute la posibilidad de concebir una tentativa cometida
sólo con dolo eventual. La opinión mayoritaria se pronuncia en forma
afirmativa, sin embargo Cury señala lo contrario, al sostener que la
referencia a hechos directos, implica que los actos realizados deben
estar orientados a la consumación del delito; y ésta es una
característica que sólo puede otorgarles la concurrencia del dolo
directo.
Desistimiento de la tentativa.
Desiste de la tentativa el que abandona voluntariamente la ejecución
todavía incompleta de la acción típica. Opera como causa de exclusión
129
de la pena o excusa absolutoria y afecta sólo al que se desiste.
Requiere que el agente no siga actuando cuando podía hacerlo (factor
objetivo), así como también la voluntad de abandonar la ejecución del
hecho típico (factor subjetivo). El desistimiento por tanto, determina
la impunidad de la tentativa. No obstante, si los actos que el agente
alcanzó a realizar configuran por sí solos un hecho punible, se los
castigará a ese título.
Tentativa Inidónea
Nuestra jurisprudencia y doctrina es prácticamente unánime al
considerar la tentativa absolutamente inidonea o delito imposible y el
delito putativo como hechos impunes, por no poner en riesgo de
manera alguna los b/j protegidos penalmente. Hay tentativa
absolutamente inidonea cuando falta o es inexistente el objeto de la
acción, el medio empleado es absolutamente ineficaz para conseguir
el fin a que se le destina, o falta en el sujeto activo una característica
personal establecida en la ley. Hay delito putativo cuando el autor
cree punible una acción que no está prevista en la ley como delito.
FRUSTRACIÓN.
Cury señala que existe delito frustrado cuando el autor ha
ejecutado toda la acción típica, sin conseguir, a pesar de ello,
la producción del resultado.
El Art. 7 inciso 2º, define al crimen o simple delito frustrado como
aquel en que “el delincuente pone de su parte todo lo necesario para
que el crimen o simple delito se consume y esto no se verifica por
causas independientes de su voluntad”. La diferencia con la tentativa
radica en el número de actos de ejecución requeridos, en la tentativa,
parte de ellos; en la frustración, todos. Además, la frustración sólo es
concebible en los delitos materiales y en todos aquellos que exijan un
resultado, entendido como un evento separado de los actos de
ejecución.
En cuanto a su tipicidad, para que exista delito frustrado el agente
debe haber realizado todos los actos que abandonados a su curso
natural darían como resultado la consumación del delito. Así, el que
apunta y no da en el blanco comete sólo tentativa, pues faltó en su
actuar el hecho de apuntar con precisión; en cambio, en el que
apunta y acierta, pero no mata, al ser repelido el disparo por una
reliquia metálica puesta sobre el pecho de la víctima, comete delito
frustrado. El resultado no debe producirse por causas ajenas a la
voluntad del agente, como sería la eficaz intervención médica a la
víctima de un envenenamiento.
El desistimiento del delito frustrado.
Desiste del delito frustrado el que, habiendo ejecutado toda la
conducta típica, actúa voluntariamente y de manera eficaz evitando la
producción del resultado. Al igual que en la tentativa es una excusa
legal absolutoria. El simple dejar de hacer del agente no es suficiente
para configurar la excusa legal, es necesario pues, una actitud activa
del autor, que se conoce como abandono activo o arrepentimiento y
que la jurisprudencia identifica como anular o reparar
130
voluntariamente los efectos del hecho (iniciado). Se requiere para que
sea efectivo que el propio autor evite el resultado, sea que lo haga por
sí mismo, sea que obtenga el concurso de terceros para ello (se
provee de auxilio médico a la víctima), (factor objetivo). Además debe
ser el propio autor quien, pudiendo elegir no evitar el resultado,
realiza los esfuerzos necesarios ara evitarlo, los cuales deben ser
serios, firmes y decididos.
En cuanto a los efectos que produce el desistimiento, cabe señalar
que de no producirse el resultado por una causa dependiente del
autor, la ley exime de toda pena a éste. En caso de coparticipación, si
todos participan en la evitación del resultado, a todos les favorece el
desistimiento, el que se extiende tb a quienes simplemente están de
acuerdo con la evitación y no la impiden. Pero quienes no están de
acuerdo con la evitación del resultado no son favorecidos por el
desistimiento que logra evitarlo.
131
la cual se trata de la ejecución plural de conductas que, con arreglo a
la descripción típica, pueden ser realizadas por una sola persona. En
los tipos de concurrencia necesaria a su vez, suelen distinguirse entre
delitos de convergencia (se caracterizan porque los distintos
intervinientes actúan coordinadamente en procura de una meta en
común. Ej. Incesto, bigamia) y delitos de encuentro (las actividades de
los concurrentes necesarios entran en colisión, impeliéndose
recíprocamente entre sí. Ej. Duelo, riña en público).
Autoría y participación en general
La ley distingue 3 formas de concurrencia en un hecho punible:
autoría, complicidad y encubrimiento (Art. 14 CP). En teoría es
indispensable aislar el concepto de inducción, que por
consideraciones concernientes al tratamiento penal, se halla asimilado
al del autor por el Art. 15 Nº 2.
La autoría es fundamental y constituye la base sobre la que se erige
(establece) todo concurso de personas en el delito. En efecto,
mientras es imaginable una autoría sin participación, resulta, en
cambio, inconcebible la idea de una participación sin autoría (carácter
accesorio de la participación).
LA AUTORÍA
132
actividad que lesiona o pone en peligro un b/j, sin que ello implique
quebrantamiento de un deber jurídico extrapenal. Ej. Homicidio,
lesiones, robo, hurto, violación, estafa, etc.), los de infracción de
un deber (son los que lesionan o ponen en peligro un b/j mediante el
quebrantamiento de un deber extrapenal, sea, civil, administrativo,
procesal, pero tb profesional o de cualquier otras índole. Ej. Delitos
propios de los funcionarios públicos: prevaricación, delitos derivados
de una especial posición jurídica del sujeto relacionada con la
institucionalidad vigente: falso testimonio) y los de propia mano (son
los que sólo pueden ser realizados mediante una intervención
corporal del autor en la ejecución del hecho típico, sólo puede ser
autor quien ejecuta físicamente el hecho descrito por el tipo).
133
puesto que él ignora la orientación real del curso causal, aparece
transformado en un verdadero instrumento sometido al arbitrio del
hombre de atrás. Contra esto podría objetarse que en ellos el actor
inmediato conserva la libertad de decidir si prosigue o no la
realización del hecho; pero esto es sólo aparente, ya que al no conocer
el sentido verdadero del comportamiento que despliega, no tiene
motivo alguno para inhibirse de proseguir hasta concluirlo. La autoría
será directa, o de propia mano, tanto cuando el hombre de atrás
provoque el error en el ejecutor material, como cuando se aproveche
del error en que éste se encontraba desde antes.
De acuerdo con la opinión dominante en la doctrina, autor único de
propia mano es “el que” o “aquel que” a que se refieren los
correspondiente artículos de la ley.
b) Autor mediato.
Es quien para ejecutar el hecho típico se sirve de otro, cuya
voluntad domina, y que es quien lo realiza materialmente. La
autoría mediata exige que el instrumento se encuentre en una
posición subordinada frente al hombre de atrás que es quien ostenta
el señorío del hecho y a quien deben reducirse todos los presupuestos
de la punibilidad. Los casos comprendidos en la autoría mediata son
los siguientes:
i) Autoría mediata por coacción, el hombre de atrás coacciona a otro
para que ejecute el hecho típico, colocándolo en una situación en la
que la ley excluye la culpabilidad del autor ejecutor a causa de no
exigibilidad de otra conducta. La coacción implica el empleo de
violencia física o amenaza de emplearla inmediatamente, sea en forma
directa sobre el instrumento, sea sobre otra persona a la cual lo
vinculan lazos de afecto profundo. Ej. Cuando el hombre de atrás
amenaza al instrumento con darle muerte o herirlo gravemente, o si
lo golpea hasta forzarlo a disparar sobre su enemigo, o si atormenta al
hijo del ejecutor hasta vencer su resistencia a cometer el delito de que
se trate. Por ende, sólo concurre autoría mediata en los casos en que
el coaccionado obra violentado por fuerza irresistible, o si a causa de
las violencias de que se lo hace objeto se encuentra en un estado de
miedo insuperable, lo cual acontece además en las hipótesis de
obediencia de órdenes antijurídica. Por el contrario, no será autor
mediato el que, para inducirlo a la comisión del hecho, se vale del
gran dominio psicológico que ejerce sobre el ejecutor, como en el
discutido caso de la esclava sexual que, a requerimiento del amante,
de quien es extremadamente dependiente, da muerte a su marido.
Aquí, por considerable que sea el dominio volitivo de que dispone el
hombre de atrás, la responsabilidad de la mujer no se excluirá; por
consiguiente ella es autora punible de propia mano, y el amante sólo
inductor. Los casos en que el autor mediato coacciona al ejecutor, se
encuentran regulados expresamente en el Art. 15 Nº 2, primera parte
CP, en donde se considera autor al que “fuerza directamente a otro” a
ejecutar un hecho punible (la expresión directamente alude al dolo
directo).
134
ii) Autoría mediata por error del instrumento, es autor mediato quien
induce al instrumento a un error, o se sirve de aquel en que éste se
encuentra, para hacerlo ejecutar el hecho dolosamente pero sin
consentimiento de su significado antijurídico o de su reprochabilidad
o, finalmente, del sentido de su configuración concreta (El ejecutor se
encuentra en error de prohibición). Al autor ejecutor se le oculta el
verdadero sentido del acontecimiento y, de esta manera, se lo induce
a ejecutar algo que, de no ser así, se hubiera abstenido de realizar, se
lo priva del dominio total del comportamiento que, en cambio, ostenta
el sujeto de atrás. Ej. la joven extranjera embarazada, procedente de
un país en que el aborto se encuentra legalizado e incluso estimulado
por la autoridad, es inducida por un tercero a practicárselo en Chile,
argumentando que tampoco aquí dicha intervención es ilícita. Se
prescinde de los casos en los cuales a causa de un error de tipo
vencible o invencible, el ejecutor obra sin dolo, ya que constituyen
supuestos de autoría directa o de propia mano. Cuando en los casos
de error de prohibición concurre autoría mediata, el comportamiento
del hombre de atrás tiene que encuadrarse en el Art. 15 Nº 1 segunda
parte CP.
iii) Empleo de un aparato organizado de poder, este grupo de
situaciones (propuesto por Roxin) se sostiene que es autor mediato
aquel que, para realizar el hecho típico, se sirve de un aparato
organizado de poder. En estos casos el hombre de atrás dominaría el
hecho porque tiene a su disposición un número indefinido de
ejecutores plenamente responsables, de manera que si alguno de ellos
se opusiera a cumplir al orden, siempre puede ser sustituido por otro
u otros que realizarán el mandato. No se encuentra regulado en Chile.
Cury señala que en estos casos el hombre del escritorio es más bien
un coautor o, en todo caos, un instigador al cual, por lo demás, puede
castigarse con tanta o más severidad que al ejecutor.
iv) Casos en los que el hombre de atrás se sirve de un inimputable. Ej.
A envía a un niño a sustraer la cartera de que quiere apropiarse, B
incita al enfermo mental C para que ataque y de muerte a su enemigo
D. Ahora bien, en los supuestos de la llamada Iº disminuida, en los que
la capacidad de autodeterminación está reducida pero no suprimida,
el hombre de atrás sólo es inductor y quien ejecuta es autor puesto
que conserva (aunque con limitaciones) el dominio de la decisión del
hecho.
v) Cuando el hombre de atrás forja una situación de justificación y
logra, de esta manera, que el instrumento realice el hecho deseado
por él. Ej. A deseando vengarse de B, lo convence de que ataque por
sorpresa a C, pero luego avisa a este último, quien se defiende
legítima y exitosamente, propinando una paliza a B. En este caso A es
autor mediato de las lesiones de B, al ostentar el dominio superior del
hecho y C, quien es el ejecutor, si bien obra dolosamente, esta
justificado y ha de quedar impune.
En cuanto a la aplicación de la ley, no hay diferencias en el nivel de
responsabilidad del autor inmediato (material) con el del mediato:
ambos son autores, esto es realizan el hecho punible, mediante una
conducta directamente subsumible en el tipo penal. La diferencia
135
radica únicamente en que el autor inmediato realiza la acción típica
personalmente, mientras el mediato hace ejecutar el hecho mediante
otro. Algunas particularidades relativas a sus consecuencias, se
traducen en las siguientes:
1. En cuanto a la determinación de los límites de la tentativa, cabe
señalar que en estos casos el hecho se principia a ejecutar y hay por
tanto, tentativa punible, cuando el autor mediato comienza a influir
sobre el instrumento. En cambio, el delito sólo se encuentra en la
etapa de frustración si el ejecutor hizo todo lo que el hombre de atrás
le había propuesto, no obstante lo cual el resultado no se produce. Ej.
A es sorprendido cuando está convenciendo al niño B para que entre
por la ventana y sustraiga de la casa los objetos de que desea
apoderarse, en tal caso hay tentativa de robo con escalamiento.
2. En cuanto a los casos de error, destacan 3 problemas: a. El hombre
de atrás supone erróneamente que el ejecutor directo actúa
dolosamente y en forma plenamente responsable, lo cual no es así. Ej.
A induce a B, creyéndolo una persona normal, a dar muerte a C, sin
percatarse de que B es un enfermo mental. En tal caso, la opinión
dominante tiende a apreciar sólo participación (inducción) del hombre
de atrás. b. El hombre de atrás cree erróneamente que cuenta con el
dominio del hecho, porque supone equivocadamente que el ejecutor
obra sin dolo, o es inimputable o carece de conciencia e la ilicitud. Ej.
A incita a la extranjera B a que se practique el aborto, creyendo que
ésta ignora la ilicitud de ese hecho en Chile, pero la joven obra a
plena conciencia de que en nuestro país tal conducta es injusta. En tal
caso el hombre de tras sólo es partícipe (inductor). C. El autor
mediato no responde como tal de las conductas punibles que realice el
instrumento excediendo el plan del hecho, sea que este último obre
por iniciativa propia o porque se equivoca al respecto de lo que
deseaba el hombre de atrás.
3. En cuanto a la posibilidad de una autoría mediata por omisión,
tiende a imponerse el criterio de que si el sujeto está en posición de
garante y omite detener al no responsable que va a cometer un delito,
es más bien autor directo por omisión del hecho consumado por éste.
4. No cabe autoría mediata en los delitos de propia mano pero, en
cambio, si en los de infracción de un deber.
136
deriva de un hecho ajeno. Desde el punto de vista subjetivo, la
coautoría requiere un acuerdo de voluntades y desde el objetivo, la
prestación de una contribución que sea funcional a la realización del
hecho común.
Acuerdo de voluntades
Sólo hay coautoría (cº) si los distintos intervinientes obran con una
voluntad común., por ello, la cº llega hasta donde alcanza la voluntad
compartida, de suerte que el exceso consciente de uno de ellos no
grava a los restantes. Sin embargo, para apreciar cº tb en el exceso
basta que los otros intervinientes obren a su respecto con dolo
eventual. Así, el que sólo se había concertado para la ejecución de un
robo con intimidación, pero sabía que sus coautores eran portadores
de armas de fuego cargadas, y no hico nada para asegurarse de que
no las usarían excepto pedirles que no lo hicieran, debe responder por
el robo con homicidio que a la postre se consumó, pues su modesta
expresión de oposición no constituye manifestación seria de una
voluntad de evitación. El acuerdo de voluntades en condición
necesaria, pero en modo alguno suficiente de la cº, pues ésta
requiere, además, que el coautor intervenga funcionalmente en la
realización del hecho típico.
OJO cº sucesiva, aquella en que el sujeto se suma con posterioridad
a un hecho ya iniciado para continuar ejecutando el delito junto a
otros. Autoría accesoria o simultanea o paralela, cuando dos
personas intervienen en al ejecución del mismo hecho, pero sin que
medie acuerdo. Ej. 2 conductores, cada uno de los cuales maneja
imprudentemente, causan un accidente que provoca la muerte o
lesiones de un tercero.
Prestación de la contribución funcional a la realización del
hecho común
Es indispensable para la existencia de la cº que los distintos
intervinientes presten a la realización del hecho una contribución que
haga funcionar el plan conjunto, que sea funcional a la realización del
hecho, de tal manera que si uno de ellos la retira el proyecto fracasa;
pero al mismo tiempo, la actividad de cada cual es, a su vez,
dependiente de que los restantes realicen la suya, porque por sí sola
es incapaz de conducir a la consumación.
En ciertos casos los coautores pueden ejecutar en común la misma
acción típica, como cuando 2 personas apuñalan al mismo tiempo a la
víctima para causarle la muerte o en otras más frecuentes, se
repartirán la realización de la conducta conforme a los ppios de la
división de trabajo. No es necesario que el coautor intervenga
directamente en la ejecución del hecho típico, basta que su
contribución sea decisiva para al consumación (Ej. caso del experto en
cajas de seguridad). Es posible la cº en una tentativa, si uno de los
coautores da ppio a la ejecución del hecho en el marco de la
resolución común. El delito frustrado, a su vez, exige que todos ellos
hayan hecho lo que de acuerdo al plan común era necesario para que
el delito se consume, pero que esto no se verifique por causas
independientes de su voluntad.
137
OJO En el caso del “loro” (integrante de la banda que se limita a
permanecer en las proximidades del lugar del hecho, para avisar a sus
compañeros la aproximación de la policía, guardias o cualquier otra
persona que pueda sorprenderlos) hay que distinguir: si se ha
confiado la vigilancia porque se estima probable una interrupción que
desbarataría el plan, debe apreciarse cº, si en cambio, la posibilidad
de aparición de terceros es remota, y sólo se lo ha apostado allí
porque se trata de un novato al cual se desea ir adiestrando sin
exponerlo, se trata únicamente de un cómplice.
138
autoría mediata y coautoría, las cuales presentan ciertas
particularidades:
1. Autoría directa: Concurre cuando el obligado por la norma
extrapenal y sólo él, realiza corporal y dolosamente el hecho punible.
2. Autoría mediata: Será autor mediato en primer lugar, el intraneus
que induce a un extranets a ejecutar por él el correspondiente hecho
típico. Caso del ejemplo citado. Tb lo será si el intraneus coacciona al
no obligado o se aprovecha e un error de éste sobre la significación
del hecho, sea a consecuencia de un error de prohibición, o sobre la
concurrencia de una exculpante, o sobre el sentido concreto de la
acción o porque se trata de un inimputable.
3. Coautoría: Puesto que no pueden ser autores, los extranets
tampoco pueden ser coautores de esta clase de delitos. En ellos, pues,
sólo cabe cº cuando 2 obligados obran conjuntamente, haciendo
cualquier aportación al hecho.
Como en los delitos de infracción de un deber la condición de autor
pertenece únicamente a quien ostenta la cualidad personal de autor
exigida por el tipo, la autoría se deduce siempre directamente de este
último y, en ppio, el Art. 15 no juega a este respecto papel alguno.
Hacen excepción sólo aquellos supuestos en que intervienen en el
hecho varios intraneus.
139
A los autores les corresponde la pena señalada por la ley, esto es, por
el tipo penal respectivo, si el delito es consumado. Si es tentado, la
pena inferior en un grado, y si es frustrado, al inferior en dos (Art. 50
y ss. CP). Sólo con posterioridad a estos cálculos corresponde apreciar
la influencia de las c. concurrentes y en definitiva, la individualización
concreta de la pena a aplicar, donde podrá el juez, conforme al Art. 69
CP, apreciar la mayor o menor extensión del mal causado por el autor
directo, mediato o coautor.
OJO Hay quienes sitúan en el Art. 15 Nº a los autores inmediatos y a
los coautores y al mediato bajo el Nº 2, dentro de un concepto amplio
de inducción o que como sostiene Politoff y Ramírez, sean ellos
subsumidos directamente en los tipos penales correspondientes.
INSTIGACIÓN
Es inductor el que, de manera directa, forma en otro la
resolución de ejecutar una conducta dolosamente típica y
antijurídica. Para que pueda hablarse de inducción es menester que
el agente haya formado en el inducido la voluntad de obrar, y de
hacerlo, precisamente, en el sentido del tipo. El inductor debe obrar
de manera directa (mediante actos positivos orientados a ese objeto)
en la formación de la voluntad delictuosa del autor. Así lo exige
expresamente el Art. 15 Nº 2 CP. Dicha exigencia excluye la
140
posibilidad de una instigación omisiva, así como tb de una instigación
culposa. La indicción directa puede ser expresa o tácita. Además para
que sea punible es preciso que la voluntad de delinquir del autor se
exteriorice al menos en un ppio de ejecución. Por ende, la instigación
no aceptada no es punible, aunque en los casos en que la ley la pena
excepcionalmente, puede ser castigada como proposición a delinquir,
del Art. 8 inciso segundo, siempre que se den los restantes
presupuestos de ésta. El instigador ha de ejercer sobre el autor una
influencia determinante y orientada a la ejecución precisa de una
acción típica. El dolo del inductor debe ser dolo de consumar (basta
con dolo eventual). En este caso cobra relevancia la intervención de
los llamados agentes provocadores, aquellos individuos que,
generalmente coludidos con la policía e incluso a veces pertenecientes
a ella, inducen al delincuente a perpetrar un hecho punible con la
finalidad de sorprenderlo infraganti para posibilitar su ejecución. Si el
provocador se conforma con que el hecho punible, se consume sin
exteriorizar una voluntad de evitación, se transformará en un
auténtico instigador y deberá castigárselo como tal (de ahí la
importancia del dolo eventual). La inducción debe referirse a un
hecho determinado. Debido a que la ley habla expresamente de
inducir a ejecutar, de ello debe deducirse que solo existe instigación a
la autoría, no es punible, en consecuencia, la inducción a inducir o a
prestar una simple colaboración accesoria (complicidad).
La pena contemplada por la ley para el inductor es la misma
establecida para los autores, a los cuales el Art. 15 los asimila
precisamente con este propósito.
COMPLICIDAD
Es cómplice quien coopera dolosamente a la ejecución del
hecho de otro por actos anteriores o simultáneos.
La cooperación implica una aportación consciente (dolosa) a la tarea
que se sabe y quiere común. No es necesaria una intervención causal,
basta con un auxilio que facilite o haga más expedita la ejecución del
hecho, aunque sin ella éste también hubiera podido realizarse, pero
siempre que el autor se haya servido efectivamente de la colaboración
prestada, pues en caso contrario nos encontramos ante una pura
tentativa de complicidad (impune). Tampoco se requiere una ayuda
material, el simple auxilio intelectual o moral es suficiente. Es
concebible una cooperación omisiva, pero sólo si el cómplice estaba
jurídicamente obligado a actuar para evitar la consumación. La
complicidad exige que la colaboración se preste mediante actos
anteriores o simultáneos, los posteriores a la consumación no
constituyen complicidad sino encubrimiento. La promesa (sujeto ha
comprometido antes de la ejecución su colaboración ulterior)
constituye una forma de auxilio moral que basta para configurar la
complicidad, pudiendo incluso, haber sido determinante para la
perpetración del hecho. La cooperación anterior al hecho puede
consistir en meros actos preparatorios, pero es necesario que ese
auxilio sea aprovechado realmente por el autor y que éste alcance a
141
efectuar actos de ejecución pues, en caso contrario, se dará sólo una
tentativa de complicidad impune. El cómplice debe obrar con dolo de
consumación al igual que el instigador, bastando con el dolo eventual.
El autor no necesita estar enterado de la colaboración que le presta el
cómplice y, por consiguiente, tampoco requiere consentir en ella. Ej.
Domestica que se ha enterado por otros que su amante se propone a
entrar para robar la casa en la que trabaja, deja esa noche la puerta
sin asegurar para facilitar el acceso. Esto es así, debido a que el
cómplice solo presta colaboración a un hecho ajeno, de manera que
en si caso no se requiere el acuerdo de voluntades exigido para la
coautoría. La ley los trata de 2 maneras distintas:
1. Un grupo importante de ellos es asimilado a los autores para los
efectos de su punibilidad. Encontramos:
a) Los que, concertados para la ejecución del hecho, facilitan los
medios con que se lleva a efecto (Art. 15 Nº 3) , en aquellos casos en
los cuales no puedan ser estimados como autores, a causa de que no
cuentan con el dominio del hecho. Su característica central y
determinante en su asimilación la castigo de los autores, es el
concierto previo, el cual implica un acuerdo expreso de voluntades y
una planificación previa a la ejecución, y se diferencia, por ende, de la
mera convergencia del dolo. Además el medio facilitado ha de ser
empleado en la ejecución o, al menos, en el ppio de ejecución del
hecho. Si así no ocurre, la conducta queda impune, pues configura un
acto preparatorio irrelevante.
b) Los que concertados para la ejecución del hecho, lo presencian sin
tomar parte inmediatamente en él (Art. 15 Nº 3 segunda parte). Tb. es
decisivo el concierto.
2. Los demás cómplices son tratados como tales, con una pena
reducida, conforme a lo que dispone el Art. 16 en relación con los Art.
50 y ss CP. El primero de estos preceptos tiene un carácter residual.
OJO Art. 16 CP “Son cómplices los que, no hallándose comprendidos
en el artículo anterior, cooperan a la ejecución del hecho por actos
anteriores o simultáneos”.
El ENCUBRIMIENTO.
Con arreglo al Art 17 CP, es encubridor quien, con conocimiento
de la perpetración de un crimen o simple delito o de los actos
ejecutados para llevarlo a cabo, sin haber tenido participación
en él como autor ni como cómplice, interviene, con
posterioridad a su ejecución realizando alguna de las
conductas descritas en dicho artículo.
OJO Discusión en torno a que como la intervención del encubridor es
posterior a la ejecución, faltaría por completo la relación de
causalidad entre aquella y el resultado típico, a causa de ello la
mayoría de los o/j tratan las distintas formas de encubrimiento como
delitos sui generis y al mismo tiempo incorporan aquellos casos límite
que configuran excepcionalmente situaciones de autentica
participación a un concepto mas amplio de complicidad.
Requisitos comunes a toda forma de encubrimiento.
142
1. Intervención posterior a la ejecución del crimen o simple delito
2. Subsidiariedad (sólo puede ser considerado tal si no ha tenido
participación en el hecho punible como autor, instigador o como
cómplice).
3. Conocimiento de la perpetración del hecho o de los casos
ejecutados para llevarlo a cabo (no es menester que abarque tb la
producción del resultado consumativo, el cual incluso puede no
haberse producido cuando el encubridor presta su colaboración a los
concurrentes).
4. Actuación en alguna de las formas determinadas que señala el Art.
17 CP.
Formas de encubrimiento
Tradicionalmente se clasifican en aprovechamiento (Art. 17 Nº 1) y
favorecimiento. Este último, se subdivide en real (Nº 2) y personal.
El favorecimiento personal, comprende a su vez, el ocasional (Nº 3) y
el habitual (Nº 4).
El aprovechamiento es la que presenta más puntos de contacto con la
participación en sentido estricto, a pesar de lo cual no llega a serlo. El
habitual se encuentra completamente desvinculado a ella.
Aprovechamiento
Con arreglo al Art. 17 Nº 1, es encubridor quien, concurriendo los
presupuestos del inciso primero, se aprovecha por sí mismo o
facilita a los delincuentes medios para que se aprovechen de
los efectos del crimen o simple delito. Aprovechar significa
obtener uan utilidad o ganancia de naturaleza económica y lo que se
ha de aprovechar son los efectos del crimen o simple delito, esto es,
su objeto material y los anexos de éste. En el caso de la facilitación de
medios, ésta debe ser directa y de importancia, se excluyen por ende,
los meros consejos u otras formas de auxilio puramente intelectual.
Por delincuentes se entiende aquí a los autores, instigadores y
cómplice, excluyéndose a los encubridores, pues éstos no son
perpetradores ni ejecutores del hecho punible.
OJO Es frecuente denominar también receptación a esta forma de
encubrimiento, aunque hoy existe un tipo especial de ésta última.
Favorecimiento real
Son encubridores quienes, ocultan o inutilizan el cuerpo, los
efectos o instrumentos del crimen o simple delito para impedir
su descubrimiento. Se habla de un favorecimiento real, porque la
actividad del sujeto se endereza a ocultar el hecho delictivo y no la
persona de quienes concurrieron a ejecutarlo. Inutilizar es destruir o
alterar de manera que la cosa no sirva para los efectos a que está
destinada o no pueda ser reconocido. Se requerirá de una conducta
activa del encubridor, sin embrago el ocultamiento es tb posible por
omisión si el sujeto se encontraba jurídicamente obligado al
descubrimiento. Sujeto activo de este tipo de favorecimiento puede
serlo cualquiera, incluso la propia víctima, salvo que se trate de un
143
delito de acción privada, en cuyo caso implicará un perdón tácito del
ofendido, excluyente de responsabilidad penal. El objeto de
ocultamiento o inutilización son el cuerpo del delito (objeto material o
cosa sobre la que recaen la actividad típica y su resultado), sus
efectos (consecuencias del delito que puedan conducir a su
descubrimiento) o los instrumentos que han servido para ejecutarlo.
Subjetivamente la conducta del favorecedor debe encontrarse
enderezada a impedir el descubrimiento del hecho, por tal motivo, el
ocultamiento de rastros u objetos que permitirían identificar al
delincuente, ejecutado después de que ya se descubrió el delito, no
configura esta forma de encubrimiento
144
El concurso de formas de encubrimiento
El sujeto será castigado como encubridor, con prescindencia de
cuantas sean las formas del encubrimiento que en el hecho haya
realizado
El encubrimiento de parientes
El Art. 17 inciso final, contempla una causal de exculpación por
inexigibilidad de otra conducta, para quien encubre a ciertos
parientes.
1. Ppio de convergencia
Conforme a este ppio la concurrencia criminal exige que la voluntad
de los distintos sujetos intervinientes en la ejecución de un delito se
oriente a la realización conjunta del hecho punible. En otras palabras,
para que pueda hablarse de concurso es menester que los
participantes obren con solo común. No basta, pues, la simple
congruencia objetiva (exterior) de las conductas. Es preciso que exista
una coincidencia de las voluntades de los intervinientes.
La exigencia de un dolo convergente acarrea importantes
consecuencias:
1. Se excluye, la concurrencia en un delito culposo (cuasidelito). La
imprevisión y el descuido convergentes son inconcebibles.
145
2. No existe participación culposa en el hecho doloso de un tercero.
3. El exceso en el dolo de uno de los concurrentes no grava a los
restantes.
4. Para la convergencia basta con el dolo eventual.
5. La voluntad de obrar en común tiene que concurrir no sólo en los
participes, sino tb en los coautores
2. Ppio de accesoriedad
Puede ser formulada de la siguiente manera: la punibilidad de los
participes es accesoria de la conducta desplegada por el autor, en el
sentido de que en esta última deben concurrir por lo menos
determinados elementos del delito para que las de aquellos puedan
ser castigados como tales. A este respecto suelen distinguirse 4
modalidades del ppio: accesoriedad mínima (cuando la punibilidad de
los participes se hace depender tan sólo de que el autor haya
ejecutado una conducta típica), media (la punibilidad de los participes
depende de que el autor haya ejecutado por lo menos uan conducta
típica y antijurídica), máxima (la punibilidad de los participes depende
de que el autor haya realizado uan conducta típica, antijurídica y
culpable) e hiperaccesoriedad (la punibilidad de los participes se hace
depender, no sólo de que el autor ejecute una conducta típica,
antijurídica y culpable, sino tb de que se hayan dado, en el hecho, las
condiciones objetivas requeridas por la ley para imponerle una pena,
o de que no concurra, en su caso, uan excusa legal absolutoria). La
primera y la última carecen de interés práctico, mientras que la a.
media es el sistema acogido por la ley en vigor, según se deduce de
varios preceptos como los arts. 15 y 16 CP.
Una consecuencia lógica de este ppio es la exigencia de exterioridad,
con arreglo a la cual la conducta de los partícipes solamente es
punible si el autor ha dado ppio a la ejecución del hecho típico y
antijurídico, esto es, si ha incurrido cuando menos en una tentativa. A
diferencia de lo que ocurre con los partícipes, la de los coautores no
es accesoria, puede ocurrir, por eso, que la conducta de uno de ellos
esté justificada y, en cambio, la de los restantes prosiga siendo
punible.
3. Ppio de comunicabilidad
La accesoriedad de la participación respecto de la autoría no puede
llegar tan lejos que implique extender al participe las consecuencias,
gravosas o beneficiosas, de circunstancias personales que concurren
sólo en el autor. Por ello, en la doctrina y jurisprudencia actual es
dominante la opinión de que a los partícipes no se comunican las
calidades personales que sólo concurren en algunos de ellos y que
forman parte del tipo del delito, siendo, por ende, determinantes de
punibilidad más o menos grave de una conducta objetivamente
semejante.
Etcheberry y Cury, se pronuncian por la incomunicabilidad de las c.
personales en los delitos calificados impropios (aquellos en los que
ellas no fundan el injustote la conducta sino sólo lo incrementan o
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reducen), en cambio, las cualidades personales se comunican en los
delitos calificados propios (cuando son fundantes del injusto del
hecho, de suerte que no existe otro tipo de carácter general en el cual
subsumir y conforme al cual castigar la conducta del participe). Uno
de los fundamentos descansa en el Art. 64 inciso primero.
Enumeración y clasificación
Se encuentran enumeradas en el Art. 93 CP, que contempla las
siguientes: muerte del responsable, cumplimiento de la
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condena, amnistía, indulto, perdón del ofendido, prescripción
de la acción penal y prescripción de la pena.
Desde el punto de vista de su naturaleza, las causales se dividen en
las que son simples especificaciones de ppios generales y aquellas que
pueden considerarse como excusas absolutorias.
1. Causales que constituyen puras especificaciones de ppios
generales.
a) La muerte del responsable (reo)
Con arreglo al Nº 1 del Art. 93, la muerte del responsable extingue la
responsabilidad penal “siempre en cuanto a las penas personales, y
respecto de las pecuniarias sólo cuando a su fallecimiento no se
hubiere dictado sentencia ejecutoriada”. Esta causal se encuentra
fundada en el carácter personalísimo del derecho punitivo y en la
consiguiente imposibilidad de determinar o hacer efectiva la
responsabilidad penal del difunto. La pena pecuniaria ya impuesta
sólo puede entenderse referida a la multa y el comiso, pues, por lo
que atañe a la caución, carece de sentido. La muerte sólo extingue o
impide determinar la responsabilidad penal. La civil que proviene del
delito, en cambio, subsiste como pretensión equitativa a la reparación
y el restablecimiento de la situación jurídica alterada por el injusto.
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restringida, al PR, como jefe del Ejecutivo, y por fin, dentro de límites
reducidos, al particular ofendido por el delito. Cuando quien lo
ejercita es el primero, se habla de amnistía o de indulto general;
cuando lo hace el PR, de indulto particular y cuando el propio
ofendido, simplemente de su perdón. El perdón o gracia, no siempre
extingue una responsabilidad penal ya declarada y, por consiguiente,
existente, en varios casos, constituye ya un abandono de la pretensión
punitiva que impide, por lo tanto, el establecimiento de dicha
responsabilidad.
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respecto a los delitos cuya consumación se prolonga en el tiempo, con
posterioridad a la promulgación de la ley de amnistía; puesto que una
amnistía preventiva es inadmisible (se trataría más bien de uan
derogación), habrá que concluir que todo hecho punible que traspasa
el tiempo de lo perdonado no goza de dicho perdón, y así sucede con
los delitos permanentes, y la parte no amnistiada de los continuados,
habituales y de emprendimiento.
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iii) El perdón del ofendido (Nº 5 del Art. 93)
Es aquel concedido por el sujeto pasivo del delito después de la
consumación del hecho típico. Esta característica lo diferencia del
consentimiento del titular del derecho. Con arreglo a la norma
aludida, “la responsabilidad penal se extiende por el perdón del
ofendido cuando la pena se haya impuesto por delitos respecto de los
cuales la ley solo concede acción privada”. A su vez, el Art 19 CP,
dispone que “el perdón de la parte ofendida no extingue la acción
penal, salvo respecto de los delitos que no pueden ser perseguidos sin
previa denuncia o consentimiento del agraviado”. En primer lugar, la
ley declara que la responsabilidad penal se extingue por el perdón del
ofendido sólo cuando la pena se ha impuesto, esto es, cuando aquella
ha sido declarada por sentencia firme en el proceso. En cambio,
cuando el perdón es concedido antes, extingue únicamente la acción
penal, impidiendo con ello el establecimiento de una eventual
responsabilidad. En segundo legar, establece que sólo opera respecto
de penas impuestas por delitos de acción privada. El limitado número
de esta clase de delitos, hace que sea limitado su ámbito de
aplicación, de esta forma y conforme al Art 55 CPP “no podrán ser
ejercidas por otra persona que la víctima, las acciones que nacen de
los siguientes delitos: la calumnia y la injuria; la falta de injuria; la
provocación a duelo y el denuesto o descrédito público por no haberlo
aceptado, y el matrimonio del menor llevado a efecto sin el
consentimiento de las personas designadas por la ley y celebrado de
acuerdo con el funcionario llamado a autorizarlo”.
El perdón del ofendido en los delitos de acción pública
(acuerdos reparatorios)
Conforme lo dispone el Art. 241 CPP, tratándose de los delitos de
acción pública (y tb los de previa instancia particular), el Juez de
Garantía debe aprobar un acuerdo reparatorio celebrado entre la
víctima y el imputado, siempre que se haya convenido libremente
entre ellos y con pleno conocimiento de sus derechos. En este caso,
“se extinguirá, total o parcialmente, la responsabilidad penal del
imputado que lo hubiera celebrado”.
El perdón oficial
a. El ppio de oportunidad: Conforme dispone el Art. 170 CPP,
transcurridos los plazos que la ley establece y sin que el JG o el Fiscal
Regional, en su caso, revoquen la decisión del Fiscal del MP
correspondiente, el ejercicio del ppio de oportunidad extingue la
acción penal respecto del hecho de que se trate. Las limitaciones que
impone la ley para el ejercicio de esta especie de perdón oficial son: i)
La pena del delito debe contemplar un su marco inferior una igual o
inferior a presidio o reclusión menor en su grado mínimo; ii) No puede
tratarse de un delito cometido por un funcionario público en ejercicio
de sus funciones; iii) No debe comprometer gravemente el interés
público.
b. La suspensión condicional del procedimiento: Consiste en un
acuerdo entre el Fiscal del MP y el imputado, aprobado por el JG, en
los casos que la ley lo señala, y conforme al cual el Juez debe imponer
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al suspenso alguna de las condiciones que la propia ley indica, por un
plazo no inferior a un año ni superior a tres. Según dispone el Art. 240
CPP, transcurrido el plazo por el cual se suspendió condicionalmente
el procedimiento, sin que éste hubiere sido revocado, se extingue la
responsabilidad penal, debiendo decretarse sobreseimiento definitivo.
c. La suspensión de la imposición de la pena: Se encuentra
entregado exclusivamente al resorte del JG, en supuestos de condena
por delitos respecto a los cuales el Fiscal del MP solicita una pena
inferior a 541 días de presidio o reclusión y cuyo juzgamiento se hace
conforme al procedimiento simplificado. Consiste, en dictar una
sentencia condenatoria, pero suspendiendo la imposición de la pena y
todos sus efectos durante 6 meses, si “concurrieren antecedentes
favorables que no hicieren aconsejable la imposición de la pena al
imputado”. Transcurrido el plazo de 6 meses sin que el condenado
hubiese sido requerido por otro delito, “el tribunal dejará sin efecto la
sentencia, y en su reemplazo, dictará el sobreseimiento definitivo de
la causa”. Se extingue de este modo la responsabilidad penal, pero,
como en la mayor parte de las instituciones procesales antes vistas,
subsiste la civil.
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3. Simples delitos: 5 años.
4. Faltas: 6 meses.
Como se desprende de su inciso sexto, para la determinación de los
plazos se atiende a la pena que en abstracto se encuentra amenazada
por la ley al hecho punible y, cuando sea compuesta, debe estarse a la
mayor para la aplicación de las reglas precedentes.
El Art. 95 CP, señala que “el término de la prescripción empieza a
correr desde el día en que se hubiere cometido el delito”. Se entiende
que la comisión del delito concluye con la realización por el sujeto de
dicha acción u omisión, prescindiendo del momento en que se verifica
el resultado. De acuerdo con ello, el cómputo se inicia en la misma
oportunidad tanto cuando el delito está consumado como frustrado.
En los casos de tentativa, en cambio, debe principiarse cuando el
autor efectúa el último acto de ejecución previo a la interrupción. En
ciertos delitos se contará la prescripción:
1. Delitos habituales y continuados: Desde que se comente el último
de los hechos típicos integrantes del conjunto.
2. Delitos Permanentes: Desde que concluye el estado jurídicamente
indeseado creado y sostenido en forma voluntaria por el sujeto con su
actividad.
3. Delitos instantáneos de efectos permanentes (Ej. bigamia): Lo que
decide es el momento en que se ejecuta la acción u omisión creadora
de la situación antijurídica, puesto que la persistencia de esta última
escapa al control de la voluntad del autor.
4. Delitos que contienen condiciones objetivas de punibilidad y
calificados por el resultado: Lo importante es el instante en que
termina la actividad del agente, debiendo prescindirse de aquel en
que se cumple la condición o se produce la consecuencia causal.
No obstante lo expresado, existen ciertas excepciones, así lo declara
de manera superflua el Art 94 inc. final, que dispone que los casos
establecidos en el “se entienden sin perjuicio de las prescripciones de
corto tiempo que establece el Código para delitos determinados”, un
ejemplo de ello, es el Art. 431 CP, que establece que la acción de
calumnia o injuria prescribe en 1 año, contado desde que el ofendido
tuvo o pudo racionalmente tener conocimiento de la ofensa.
De conformidad al Art. 96 CP, la prescripción de la acción penal “se
interrumpe, perdiéndose el tiempo transcurrido, siempre que el
delincuente comete nuevamente crimen o simple delito” (perpetración
de una falta es insuficiente). La consecuencia de esta interrupción es
que el plazo de prescripción se debe empezar a contar de nuevo desde
el momento de la perpetración del nuevo crimen o simple delito. Con
arreglo a la segunda parte de este artículo, la prescripción se
suspende desde que el procedimiento se dirige contra el delincuente;
“pero si se paraliza su prosecución por 3 años o se termina sin
condenarle, continúa la prescripción como si no se hubiere
interrumpido”.
OJO La prescripción de una acción no puede contarse sino desde el
día en que puede ser ejercitada. Ahí otra de las razones por lo cual
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resulta más adecuado hablar de prescripción del delito. Además la ley
la regula como ésta última.
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se presentare o fuere habido antes de completar el tiempo de la
prescripción de la acción penal o de la pena, pero habiendo ya
transcurrido la mitad del que se exige, en sus respectivos casos, para
tales prescripciones, deberá el tribunal considerar el hecho como
revestido de 2 o más c. atenuantes muy calificadas y de ninguna
agravante y aplicar las reglas de los arts. 65, 66, 67 y 68 sea en la
imposición de la pena, sea para disminuir la ya impuesta”. La última
hipótesis implica una excepción al ppio de cosa juzgada, pues exige la
modificación de una sentencia que ya había pasado a tener tal
autoridad. No se aplica a las prescripciones de las faltas y especiales
de corto tiempo.
Prescripción de Inhabilidades.
El Art 105 dispone que “las inhabilidades legales provenientes de
crimen o simple delito sólo durarán el tiempo requerido para
prescribir la pena, computado de la manera que se dispone en los
arts. 98, 99 y 100”, agregando que “esta regla no es aplicable a las
inhabilidades para el ejercicio de los derechos políticos”. Tal
disposición sólo tiene por objeto reiterar la aplicabilidad de las reglas
sobre prescripción de las penas de inhabilitación, haciendo
expresamente la excepción relativa a las que afectan dichos dºs
políticos.
Finalmente el Art. 105 inc. segundo declara que la prescripción de la
responsabilidad civil proveniente del delito, se rige por el CC.
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