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ASTRONOMÍA:

UN LUGAR PARA EL DESARROLLO


DEL PENSAMIENTO GEOMÉTRICO

Marina Blázquez Martínez


Grupo 6
Septiembre
Caracteres: 35.883
INDICE

I. Introducción

II. El gnomon y el teorema de Tales

III. Platón

IV. Salvar las apariencias

V. Ptolomeo y la indistinción entre observado y el


observador

VI. El realismo copernicano

VII. El telescopio de galileo

VIII. Comentario personal


I. Introducción

El siguiente trabajo pretende hacer un somero examen de los deslizamientos que el


pensamiento tuvo que realizar para pasar desde una posición en la que la interacción del
hombre con las cosas se abordaba ambidireccionalmente - la cosa se mostraba en el
mundo en el mismo sentido en que nosotros lo hacíamos; como manifestaciones de la
preeminencia divina- hasta el posicionamiento moderno, que implica el situar a la cosa
en una relación unidireccional, en la que ella nos habla del mundo, en la medida en que
nosotros hemos ordenado el mundo de tal manera que los parámetros dentro de los
cuales se conoce la cosa, preexisten a su exposición. En resumidas cuentas, se trata de
la oscilación estratificada en la diferencia de consignas: Del “Salvar las apariencias” de
la antigüedad, a la “Época de la imagen del mundo”.

II. El gnomon y el teorema de Tales

El gnomon o la aguja del cuadrante solar escribe sobre la superficie de piedra


automáticamente. Un automatismo posible gracias a las listas de cuerdas que se han
ocupado de inscribir en él la relación entre una posición del sol determinada y la linea
que proyecta el gnomon. La sombra que proyecta la aguja se desplaza, señalando a su
paso, el camino que recorre el cielo. “Esta palabra designa lo que comprende, decide,
juzga interpreta o distingue, la regla que permite conocer”1.
El gnomon sabe, anterior a la apropiación del conocimiento por parte de un sujeto. Nos
enseña: indica equinoccios, solsticios y la latitud del lugar. El gnomon no es un reloj, la
determinación de las variaciones entre las horas de luz y de noche escapan de su
espectro, es un observatorio, escenifica el cielo. Desde una perspectiva moderna
podríamos llamarlo “instrumento”, sin embargo, la palabra instrumento presupone aquí
todo el movimiento que le será preciso recorrer a la ciencia para instituir la física
matemática. Aquí no hay instrumento, el gnomon conoce, escribe como nosotros
escribimos. Su sombra se desplaza como se desplaza la nuestra. Sus trazos imitan, que
no delimitan, el camino que recorren los cielos.

1 Michel Serres, “Historia de las ciencias”, pg 82


El gnomon es capaz de estar en un lugar de la misma manera que un hombre, proyecta
su sombra igual que él, y la sombra del gnomon es regular, escribe regularidades que se
configuran en las lineas escritas sobre la piedra que lo sostiene.¿Es ésta la “regla que
permite conocer” de la que Tales se apropia? junto a la pirámide, Tales, se reconoce a sí
mismo como gnomon.
Aquello que conoce, hombre o máquina2, interactúa del mismo modo con el mundo. En
la doxografía que cuenta esta historia encontramos un error significativo : en la
narración, algunos autores dicen que Tales tomó una estaca para medir la altura de la
pirámide, otros dicen que fue su propia sombra. No importa, hombre, estaca o pirámide:
pueden ocupar el lugar de la misma manera. Se descubre la homotecia. Esta es la
igualdad en la manera de ocupar un lugar que Tales enuncia en su famoso teorema:
Ángulos iguales y lados proporcionales implican semejanza entre los triángulos. El
mundo ha encontrado un nuevo espacio donde un triángulo mínimo está en relación de
proporción con uno gigante. Donde el sol nos habla de la misma manera sobre la
pirámide que sobre una estaca.
Así pues, el gnomon establece una relación entre el cielo y la tierra. Establece una
relación geométrica, entre triángulos. Señala aquello que se yergue verticalmente, o
como diríamos nosotros, perpendicularmente, y que permite regular los cimientos de
una casa. Observatorio, escuadra, plomada, posibilita pensar una relación de similitud
independientemente de si es astronómica, geométrica o física. Una relación de
proporción.
“La geometría dormitaba bajo la tierra o soñaba en el resplandor del sol: el gnomon de
los antiguos griegos o babilonios la despertó poco a poco a lo largo de las formas
singulares comunes a la sombra y a la luz”3

III. Platón
“¿Pero de dónde salen esas estatuas que proyectan sombras centelleantes sobre el cielo negro?”4

2 Seguimos la denominación de Serres: “Preferimos aquí maquina a instrumento, pues, para nosotros, el
útil hace referencia al sujeto que lo utiliza o a la acción voluntaria y terminada para la cual ha sido
concebido y fabricado. Por el contrario, la actividad mental que designa la palabra gnomon realiza uno
de los primeros conocimientos automáticos de la historia, es la primera máquina que une material a
sistemas lógicos” Pg 85, ibid.
3 Pg 96, Ibid.
4 Pg 84, Ibid.
Teniendo en cuenta la importancia del gnomon para el mundo griego, rastrearemos, a
continuación, la influencia que este haya podido tener en la filosofía de Platón. Para
ello, tomaremos el mito de la Caverna, y analizaremos las similitudes metafóricas entre
la interacción del gnomon con el mundo y el relato que hace Platón de la relación del
hombre con lo inteligible.
Platón habla de unos hombres que viven encerrados en una cueva, encadenados con la
mirada fija a una pared en la que se proyectan las sombras de cosas y hombres a través
de un fuego y un biombo situados en un estancia anterior. Estos objetos que proyectan
las sombras están hechos de piedra o madera, son planos, pero para los hombres
encadenados es imposible distinguirlo. Creen que estas sombras forman la realidad. Un
día, uno de ellos es liberado de sus ataduras y lo trasladan al exterior. Para salir de la
gruta en que está confinado, primero ha de volverse hacia la luz, le duelen los ojos, pero
le obligan a seguir adelante, sale, pero aún la luz es demasiado luminosa para él, no
puede mirarla directamente, primero ha de acostumbrarse a mirar cómo se conforman
indirectamente las formas que el sol ilumina desde el exterior: las sombras, las imágenes
en el agua. Después podría mirar la luz de las estrellas y la luna. Una vez hecho a mirar
estas cosas, por fin sería capaz de mirar directamente la luz del sol.5
Platón mismo nos dice cómo interpretar el relato:
“Pues bien, Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha
sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-
prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el
ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito
inteligible (…) Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me
parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea
del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y
bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el
ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es
necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo

5 Abandonamos la segunda parte del mito, puesto que no se configura en unidad con la intención que nos
ha llevado a relatar este texto.
público”6
Comparemos ésto con la institución del proceder del gnomon. Primero, el mundo se nos
presenta como corruptible e inestable, sombras que cambian. El cielo nocturno, cuya luz
es menor, nos permite contemplarlo largamente. Este se nos presenta con apariencia de
cúpula, en el se distinguen las estrellas fijas y los planetas, que siguen un cierto
recorrido, cuyo movimiento, lejos de desaparecer, siempre se repite.
Los griegos heredaron de los babilonios el gnomon y la división del año en trescientos
sesenta días. El gnomon se divide en secciones de treinta grados; a cada una de ellas, se
le asigna en el cielo una constelación del zodiaco. El cielo nos permite descubrir una
primera estabilidad, pero no es el cielo nocturno el que marca esta estabilidad. Cuando
llega el día y miramos el sol, nos damos cuenta de que es él el que proyecta las sombras,
es él el que marca día a día el camino que va recorriendo el cielo en el gnomon.
Encontramos que es el sol, entonces, la marca de la regularidad del cielo nocturno. De la
misma manera que la aguja del gnomon proyecta su sombra, el sol ilumina a las
estrellas, de tal manera que su movimiento se nos hace inteligible.
Como ya hemos dicho, el gnomon conoce, no hay distinción entre objeto y sujeto. La
regularidad matemática que nos permite dar cuenta de solsticios y equinoccios, es la
misma que da cuenta de la relación entre lo inteligible y lo sensible, esto es, el mundo
interioriza en su conocimiento de sí el proceder del astrónomo a la hora de mirar el
cielo. “Remontar de las sombras a la luz que las formó, y de ésta a su fuente única, es
ésta una lección de Platón, cuando habla del conocimiento”7
El mundo sensible nos remonta al inteligible: La proyección del sol en el gnomon que
marca el recorrido del cielo, marca asimismo la pauta de la interacción de las ideas con
lo sensible. Nosotros, a través de lo sensible, la sombra en el gnomon, conocemos lo
inteligible; que el sol es causa de la regularidad que vemos.
“Tales se plantea y resuelve el problema inverso del gnomon. En vez de dejar que la
pirámide hable del sol, o sea que el invariante declare la escala de lo variable, pide al sol
que hable de la piramide, es decir a lo cambiante que diga constantemente algo de
aquello que permanece”8
El gnomon, es la metáfora de la episteme, en su estabilidad contemplativa, escribe sobre

6 Pg 225, Platón, “República” , Ed. Gredos


7 Pg 84, Serres, “Historia de las ciencias”
8 Pg 160, Michel Serres “Orígenes de la geometría”, Ed. SXXI
sí mismo, señala la regularidad de la luz que sobre él se proyecta, de la sombra se
remonta al sol, y del sol nos remonta a la estabilidad misma, el bien que nos permite
conocer este mundo, la verdad que nunca cambia.

IV. Salvar las apariencias

Ya hemos visto como se ve reflejada la división sensible-inteligible en el proceder de


los astrónomos, desde la marca del gnomon al conocimiento del cielo. Ahora bien, la
inteligibilidad matemática, en cuanto que es la posibilidad del conocer, viene dada
porque ésta misma inteligibilidad matemática informa el ser del cosmos: su constitución
es entendida según criterios estético-matemáticos. Remitiéndonos al “Timeo”: “La
figura apropiada para el ser vivo que ha de tener en sí a todos los seres vivos debería ser
la que incluye todas las figuras. Por tanto, lo construyó esférico”.Vemos como el criterio
para decidir la forma geometrica más perfecta es el mismo que decide la figura del
cosmos, homologando sendos ámbitos.
Avanzado el diálogo, Platón asimila la creación del tiempo y de los astros, describiendo
el tiempo como la imagen móvil de la eternidad que marcha según el número y a los
astros como los guardianes de las magnitudes temporales. Entendiendo el cosmos como
eterno y esférico, y los astros como la imagen móvil de esa eternidad 9; es lógico asignar
a los astros, que son esféricos en cuanto que imagen de la eternidad, el movimiento
circular, puesto que habiendo de moverse, ya que constituyen el tiempo, tendrán el
movimiento más parecido a la inmovilidad. Así, el circulo es al movimiento, lo que la
inmovilidad es a la esfera.
El centro del cosmos es la tierra, siendo también, el centro de la circunferencia de los
astros. Este argumento se reduce a un hecho tan sencillo, como que para el observador,
tanto el sol, como las estrellas, y de una manera más problemática 10, los planetas,
parecen girar a su alrededor.
Una vez dicho esto, se comprenderá fácilmente la formulación del principio platónico:

9 Hemos dicho que la creación de ambos se asimila, por tanto, en el orden de la generación, es lo mismo
decir que los astros son los guardianes de las magnitudes temporales, que decir, que los astros son la
imagen móvil de la eternidad.
10 Si las estrellas giran en torno a nosotros, y los planetas disienten con respecto a su giro, es lógico
aducir que esta disensión se deba al producto de la suma de los giros de estrellas y planetas
-movimiento compuesto- con respecto al observador, y no a que su centro de giro no sea la tierra,
teniendo que poner en movimiento al observador.
Movimientos uniformes y circulares siempre en el mismo sentido, alrededor de la tierra.
Tenemos, pues, un principio capaz de simplificar las apariencias a la luz de criterios de
orden estético-matemático.
El único problema de este principio es que no simplifica las apariencias, puesto que
aquello que se nos presenta no se ordena con respecto a él, como podemos decir que, de
hecho, que se ordena cierta diversidad en el aparecer de los triángulos según el teorema
de Tales. Los planetas, “errantes”, parecen avanzar y retroceder en el cielo.
Aquí empieza “El problema de Platón”: Salvar las apariencias.
Conforme al principio ya mencionado, Eudoxo formula la teoría de las esferas
homocéntricas: esferas cuyo centro es la tierra; algunas usadas para arrastrar dentro de
sí al planeta, la mayoría para explicar como en su movimiento por arrastre, alteran, en
apariencia, el movimiento visible del planeta. Pero su capacidad predictiva es nula. Su
formulación se dirige a saldar problemas de carácter cosmológico, más que
astronómico. La inconsecuencia a la hora de rendir teóricamente cuentas sobre la
observación empírica es despreciable. La astronomía se pliega a la cosmología. Este
desarrollo no hará sino acrecentarse con la formulación de la teoría aristotélica, capaz de
explicar la mecánica del movimiento, física y astronómicamente, con argumentos de
carácter ontológico: Hay una escisión fundamental entre los dos ámbitos, un jórismós, al
mundo sublunar pertenece el ser en movimiento, mientras que al mundo supralunar le
pertenece el ser inmóvil. Si para Platón existía una separación entre lo sensible-
inteligible, ésta no era irresoluble, la participación de lo inteligible en lo sensible,
permitía al conocimiento tener la idea como guía en su recorrido 11. Para Aristóteles la
única ciencia posible es la teología, y la astronomía en la medida en que está situada en
el mundo supralunar, participa de ella: “Los astros-dioses ocupan el lugar de las ideas
platónicas”12. Sin embargo, ante Aristóteles, hay un importante bache que superar a la
hora de hacer “ciencia astronómica”. En Platón los criterios matemáticos son los que
armonizan el fondo del discurso sobre el ser, pero en Aristóteles, su discurso se
emancipa en su constitución de los criterios matemáticos, adscribiendo su solidez a
criterios de carácter lógico-ontológico13: si en Platón la unidad del discurso estaba
11 Pg 273, “Problema del ser en Aristóteles” , Ed. Escolarymayo
12 Pg 286, Ibid.
13 Son la solidez de los principios lo que permite garantizar que el discurso, esto en cuanto al criterio
lógico. El criterio ontológico asigna en cuanto que el ser-en-movimiento es diversificación del ser, la
diversidad de principios, y al ser inmóvil en cuanto que siempre igual con respecto a sí mismo, la
unicidad de principio.
guiada por la inmutabilidad de las ideas y su transcendencia, en Aristóteles la
trascendencia es lo contrario a la garantía de unidad14, nuestro discurso está sometido a
las desavenencias del ser en movimiento. Por ello, en Aristóteles los astros toman su
importancia, en la medida en que la visibilidad del ser inmóvil seduce a lo divino en
nosotros, el nóus, impulsándonos a construir un discurso unitario15.
La solidez lógica de la argumentación aristotélica y su capacidad para dotar de sentido
el movimiento, lastraron durante siglos el desarrollo de la astronomía, puesto que el
movimiento de los astros ya no se sitúa en el punto de mira de garantizar la constitución
estético-matemática del cosmos; éste ha sido debidamente situado dentro de un esquema
ontológico, que asume la esfericidad del cosmos, los astros celestes y la circularidad de
sus movimientos.
Siguiendo la teoría de Eudoxo, los planetas se encuentran dentro de esferas
concéntricas, la primera y más alejada, la de las estrellas fijas, es impulsada por el
primer motor, que transmite su movimiento al resto.
Aristóteles dota a la teoría puramente geométrica de Eudoxo de una explicación
mecánica, haciendo que el movimiento tenga una razón de ser que no necesita “salvar
las apariencias”, y escindiendo el mundo físico del astronómico. A diferencia de Platón,
cuya cosmología geométrica dependía de la efectiva realización de los principios por él
propuestos en la realidad: la homogeneidad de la inteligibilidad matemática dependía de
que nosotros fuésemos capaces de dar cuenta de los criterios estéticos-matemáticos de
los que se sirvió el demiurgo para informar el cosmos; es decir, se jugaba la posibilidad
de instituir el entendimiento como partícipe del mundo de las ideas. Aristóteles, al negar
que podamos conocer a Dios y que Dios conozca el mundo, huye de esta peligrosa
dependencia empírica. El ser en movimiento y el ser inmóvil no tienen injerencias. La
teoría de las esferas homocéntricas no depende del movimiento ordenado de los
planetas, sino que basta el hecho de su movimiento para dar cuenta de la existencia del
primer motor inmóvil. Así, a la hora de hacer observaciones de los movimientos
celestes, se independiza el dar cuenta de sus movimientos de lo que estos movimientos
son: manifestaciones visibles de la transcendencia divina.

14 Es garantía de separación
15 Pg 283, Ibid.
V. Ptolomeo y la indistinción entre observado y el observador

Habiendo fijado la preeminencia del movimiento por encima de su reducción al modelo


geométrico, la observación no tiene que rendir cuentas de carácter cosmológico, puesto
que la cosmología se haya asegurada del lado discursivo-lógico y no del empírico-
predictivo; siempre que no haya alteraciones en los presupuestos aristotélicos, su teoría
será invulnerable.
El desarrollo de la astronomía se independiza de la cosmología en la medida en que las
esferas garantizan la unidad cosmológica, pero éstas no tienen ningún tipo de
rendimiento a la hora de uniformar las apariencias. La teoría astronómica, que
continuará basándose en el principio de Platón, se emancipa de tener que emitir juicios
sobre lo que efectivamente es, limitándose, no ya, a salvar las apariencias, sino a
ordenar “en apariencia” el movimiento de los astros.
“Según esto cabe decir que la interpretación de la cosmología de Aristóteles fue realista,
en tanto que la interpretación de la astronomía de Ptolomeo fue instrumentalista o
positivista”16. Una serie de hechos respaldan el instrumentalismo de Ptolomeo17:

– Conocimiento de la equivalencia entre la órbita excéntrica con centro fijo y los


epiciclos con centro retrógrado respecto del deferente.
– La preferencia por la excéntrica en orden a criterios de simpleza ignorando los
principios cosmológicos aristotélicos.
– Uso del ecuante: la uniformidad de la velocidad angular no se da con respecto al
centro de rotación, sino que se hará uniforme en relación a un punto imaginario,
lo que equivale tanto a la violación del principio platónico como del sistema
aristotélico18.
– Para cada planeta es posible utilizar una herramienta teórica distinta, siendo el
único criterio, la facilidad a la hora de dar cuenta de su movimiento 19. No se
busca una teoría astronómica unitaria.
– Formulación de la indistinción entre la posición del observado o el observador.

16 Pg 103,Tªs del universo I, Ed. síntesis


17 Nos centraremos en Ptolomeo porque entendemos que su posición en la historia de la astronomía
supone la asimilación sin pérdidas de sus antecesores
18 Si se tratase de un realismo en lugar de un instrumentalismo
19 Pg 117, Tas del universo
Como podemos apreciar, el sistema astronómico de Ptolomeo se emancipa tanto del
principio platónico como del sistema aristotélico. Sus artificios geométricos se dirigen
estrictamente a aumentar la simpleza de la predicción astronómica. La emancipación
entre cosmología y astronomía se consuma. Aún más; la formulación de la indistinción
observado-observador, conduce, a la larga, a la posibilidad de la puesta en cuestión del
modelo astronómico platónico20 – y por ende, aristotélico- puesto que la apariencia
astronómica no tiene por qué estar ligada a la realidad astronómica, sino al obligatorio
sesgo del observador a la hora de dar cuenta de lo que ve. La puesta en cuestión de que
lo que vemos no sea lo que es, sino lo que nos llega como observadores dentro de una
posición relativa con respecto al conjunto de los astros que se mueven, abre las puertas
al realismo copernicano.
Sin embargo, queda el mayor obstáculo de todos, garantía de la inmovilidad de la tierra
desde Aristóteles a Galileo: No hay una física capaz de responder a un movimiento
terrestre. La física aristotélica se organiza en torno a la inmovilidad de la tierra y la
diferencia entre el movimiento sublunar y el movimiento supralunar. No puede haber
ciencia del movimiento sublunar, porque el movimiento se asocia a las cualidades, y es
imposible matematizar una cualidad. “No hay movimiento en el número. Los entes
matemáticos no se mueven”21

VI. El realismo copernicano

Este fehaciente instrumentalismo del que hizo gala Ptolomeo, será la causa de la
furibunda reacción de Copérnico. Su realismo, de influencia platónica, buscará,
consecuentemente con lo que propugnaba Platón, dar razón de “la forma del mundo” 22.
Así la astronomía se alza, una vez más, con el objetivo de “salvar las apariencias”,
porque aquello que constituye el mundo es racional, y racional aquí quiere decir,
susceptible de ser conocido a través de postulados estético-matemáticos. La reforma de
20 El modelo astronómico platónico, valga decir, cosmológico, es estrictamente geocéntrico. El principio
platónico se relacionaba con una centralidad del hombre como posición privilegiada del saber: de la
misma manera que los astros giraban a nuestro alrededor, la inteligibilidad matemática se manifestaba
en nuestro entorno.
21 Pg 276, Estudios Galineanos, Koyré, Ed. SXXI
22 Pg 116, Tas del universo I
la astronomía se llevará acabo para eliminar los ecuantes, que violan el principio de
Platón, y para conseguir, en orden a este mismo principio, una teoría que no dependa de
la simpleza al dar cuenta de las observaciones de cada planeta, sino que sea capaz de
abarcar a todos ellos, de la misma manera, que la razón abarca el mundo. Para
Copérnico, la astronomía ptolemaica se parece a una estatua, a la que cada parte de su
cuerpo se la hubiese torneado, no según la uniformidad del cuerpo del que es modelo,
sino tomando en cada caso, las manos, piernas, brazos, cabeza, que más gustasen a su
autor. Esta metáfora escenifica la creencia en la preexistencia de un modelo al que
nuestras investigaciones teóricas deberían asemejarse.
Ahora bien, el platonismo de Copérnico abandona el geocentrismo, lo que supone una
emancipación del principio con respecto a la teoría que era al inicio su hábitat, puesto
que, como hemos visto anteriormente en Platón, el aparecer de los astros estaba
directamente ligado a la mostración de aquello que de inteligible tenía el mundo; el sol
escribía sobre el gnomon y nos hablaba de su movimiento y del movimiento del cielo.
“Salvar las apariencias” se dirigía a mostrar la directa interrelación entre el hombre y lo
divino en el mundo; los principios según los cuales este se había ordenado y que gracias
a nuestra participación del mundo inteligible, podíamos descubrir y situarnos como una
parte privilegia en él.
Poner a la tierra en movimiento no significa sólo decir que ya no somos el centro del
mundo, sino que las apariencias que han de salvarse no son las que se nos muestran,
sino otras, y que para rendir cuenta de ellas, hemos de situarnos como si estuviésemos
fuera de nuestro mundo. La consecuencia de esto es que Dios ya no se nos presenta a
través de lo que vemos, sino a través de la ordenación de lo que vemos. Hemos sacado a
la tierra de la influencia de la cosmología aristotélica para ponerla a girar alrededor del
sol. Hemos abstraído el espacio de la astronomía para pensarlo según criterios
matemáticos, dando un paso más allá de la experiencia. Estamos un paso más cerca de
la modernidad.

MIRA
VII. El telescopio de galileo R
ONTO
“El físico se ocupa de lo real (cualitativo); el geómetra se ocupa de abstracciones”23 LOGIA
GRIS
23 Pg 14, estudios galineanos, koyré
Sobrepasa con mucho la intención de este trabajo, el hacer un examen exhaustivo de los
logros que permitieron dejar a un lado el principio platónico sin abandonar el impulso
matematizador. Siguiendo esta premisa, tampoco haremos un examen exhaustivo de las
dificultades a las que se enfrenta Galileo, ni de las influencias que éste hubiera tenido;
como por ejemplo, la física del impetus. Nuestro análisis primará ciertos hechos menos
relevantes en cuanto al desarrollo historiográfico del pensamiento, pero que a nuestro
juicio, por estar dotados de un mayor contenido simbólico, otorgan las herramientas
para construir una panorámica de los presupuestos que adoptará la Modernidad.
Como hemos dicho, uno de los grandes problemas de la astronomía, a la hora de
abandonar su posición geocentrista, independientemente de la religión, era la
imposibilidad de vencer la cosmología aristotélica, en especial, la física; la diferencia
del mundo sublunar al supralunar es radical e insoslayable. Puede haber ciencia
astronómica en la medida en que los entes celestes, que son manifestación de lo divino,
se adscriben al ámbito de lo teológico 24,pero no puede haber ciencia física porque la
física se haya atravesada en su ser por el movimiento, que la hace contingente; es decir,
el discurso que se construya en torno a ella será un saber riguroso, pero no necesario.
“El movimiento afecta enteramente al ser en movimiento; si no su esencia, es al menos
una afección esencial: la que le impide radicalmente coincidir con su esencia; no es un
accidente entre otros, sino lo que hace que el ser en general conlleve accidentes”25.
El movimiento es considerado como una afección a la totalidad, tanto del discurso como
de los entes de los que éste habla. El movimiento es, primeramente, desorden, es decir,
contingencia, por tanto, tratar de conocerlo a través de algo inmutable, como lo
matemático, sería tanto como intentar conocer la posición del sol según la dirección del
viento.
Sin embargo, la asunción por parte de Copérnico de la indistinción entre lo observado y
el observador, que le lleva a propugnar el movimiento de la tierra persiguiendo la
concordancia con el principio platónico, conlleva asumir algo más; que puede haber una
cierta contingencia en astronomía, la contingencia de que aquello que vemos está
sesgado por nuestra posición con respecto al cielo. Si la tierra es un astro que se mueve
en el cielo, tal vez la diferencia para hacer ciencia astronómica o ciencia matemática no

24 Pg 279, Problema del ser en Aristóteles


25 Pg 352-353, Problema del ser en Aristóteles,
radique en la especificidad del genero al que se refieren, sino al modo en que debemos
observarlo.
Hemos de proceder, pues, según hipótesis: Si la tierra se mueve, lo cual es incompatible
con la diferencia entre mundo sublunar y mundo supralunar, significaría que la física
aristotélica es insostenible. Si no hay diferencia entre el mundo sublunar y supralunar,
tenemos que preguntarnos entonces cómo ha sido posible establecer un conocimiento
seguro y estable del cielo: sabemos que esto ha sido posible por la diferencia establecida
entre ambos mundos, que hacían la astronomía, en cuanto que campo de mostración de
lo divino susceptible de ser conocida según las reglas de perfección geométrica; según
el principio platónico. Si conseguimos observar, que los astros tienen una composición
similar a la tierra, es decir, que están hechos de materia, significará que podemos
entender la materia como susceptible de ser tratada matemáticamente; será posible una
física matemática. ¿Pero cómo podemos comprobar si lo que hemos deducido es
correcto? Necesitamos algo que nos permita contrastar dicha deducción. Necesitamos
un instrumento de observación, algo que nos permita contrastar lo que aparece con
nuestra hipótesis.
El giro copernicano del saber ha sido asumido: lo que aparece ya no se pliega a la
preeminencia del objeto que se muestra – la astronomía como ámbito de lo divino- sino
a la hipótesis de que lo que se muestra sea susceptible de ser conocido dependiendo del
modo en que hagamos presentarse al objeto. La invención del telescopio consagra este
giro epistemológico: Por una parte, su construcción se hace a través de la aplicación de
la teoría en lo real26, y por otra, invierte el polo del no-saber; de una imperfección
congénita al ser de nuestro mundo, a una falta de rigor teórico a la hora de dar cuenta de
lo que aparece. El telescopio, a su vez, realiza, doblemente este giro: Se hace efectiva la
posibilidad de que un constructo teórico trabaje en la realidad, y también, comprueba
que la ordenación de lo observado no dependía de una diferencia en su naturaleza, sino
de una diferencia en el modo de tratarse con ello.
Si pudimos conocer el comportamiento de los astros celestes, no fue por su
preeminencia ontológica a ser susceptible de principios necesarios, sino porque
identificamos la necesidad de sus movimientos, supuesta por esa preeminencia, con la
necesidad de los movimientos geométricos, según unos criterios estético-matemáticos

26 Pg 132, “Del mundo del “aproximadamente” al universo de la precisión”, “pensar la ciencia”, Koyré,
Ed. Paidós
que regían la suposición sobre la constitución del mundo. Ahora bien, cuando Galileo
contempla las elevaciones rocosas de la luna: lo que se evidencia es que la posibilidad
de este tratamiento certero venía de la abstracción ontológicamente presupuesta de la
materia con respecto al mundo físico, y no de una naturaleza anterior. La diferencia en
la producción del conocimiento radicaba en la suposición que regía este ámbito, y no en
que su estatuto constitutivo fuese distinto.
Así pues, Galileo, detrás de su telescopio, observa lo que tienen de “real” los astros, y
empieza a geometrizar lo físico, en tanto que proyecta sobre ello la abstracción de
materia y tiempo, supuesta en toda geometría, como antes fue supuesta para el ámbito
de lo astronómico. “El mundo” de Descartes se ha hecho posible.

VIII. Comentario personal

Del “salvar las apariencias” platónico, hemos pasado a Ptolomeo y su instrumentalismo,


que más que salvarlas, las abandonada a sí mismas, después, al realismo copernicano
donde la salvación de lo que aparece recupera su íntimo sentido platónico a costa de
renunciar a la unidad de aparición entre lo observado y el observador, por último,
Galileo, donde lo que aparece se presentará según los criterios de mostración
proyectados por el observador. No tenemos “lo que es” sino “lo que nos
representamos”: Hemos llegado a la “época de la imagen del mundo”. Aquí “imagen del
mundo” significa, la asunción de que el observador es el que rige el modo en que se le
presenta aquello que se le presenta. El discurso se emancipa de lo presente, para situarse
en lo representado. La apariencia es la manera por la cual, la abstracción del objeto
concuerda consigo misma, haciendo de la representación aquello que rige sobre su
presentarse. “Ya no reina el elemento presente, sino que domina la aprehensión” 27 en la
medida en que “el hombre dispone por sí mismo el modo en que debe situarse respecto
a lo ente como lo objetivo”28. La palabra representar es la epitome de esta relación:
“Representar quiere decir traer ante sí eso que está ahí delante en tanto que algo situado
frente a nosotros, referirlo a sí mismo, al que se lo presenta y, en esta relación consigo,
obligarlo a retornar a sí mismo como ámbito que impone las normas. En donde ocurre

27 Pg 84,“La época de la imagen del mundo”, caminos de bosque,


28 Ibid
esto, el hombre se sitúa respecto a lo ente como imagen” 29. Con lo explicado hasta
ahora, esto debería ser fácilmente comprendido, baste pensar, en Galileo asumiendo las
consecuencias últimas de las rocosidades de la luna, y pensando en la esfera
deslizándose por un plano para dar cuenta del movimiento de los objeto físicos.
Por último, querríamos hacer notar lo que a nuestro juicio es el fondo sobre el se sitúa
este devenir: El concepto de mathesis, lo matemático. Según Heidegger “Aquello de las
cosas, que en verdad ya conocemos; por consiguiente no es algo que extraemos de las
cosas sino algo que, en cierto modo, llevamos con nosotros mismos” 30. Nos gustaría
hacer explícita aquí, lo que a nuestro juicio, es una doble relación entre el hombre y las
cosas, de tal modo que lo matemático sea lo que llevamos con nosotros mismos, pero
que a su vez, esto que llevamos con nosotros mismos, no sea sino la interiorización de
nuestra interacción con las cosas que anteceden nuestro conocimiento del mundo. “Las
mathemata*31;«Las cosas, en cuanto ellas»”32. Aquello que hace cosas a las cosas.
Así, Serres en “Los orígenes de la geometría” retrotrae el espacio abstracto a la
creación de un calvero, una tierra expurgada radicalmente, analizada. A su vez, basta
mirar, las distintas aplicaciones del gnomon, para ver hasta que punto una aguja vertical
puede interiorizar un mundo, como referente de estabilidad. Sin embargo, no habremos
dicho todo del gnomon sino recaemos en que la institución de sus hendiduras que
marcaban la regularidad del movimiento del cielo, se hizo a través listas de cuerdas, que
medían los triángulos, y los relacionaban, no según teoremas, sino a través de
procedimientos algorítmicos y mnemotécnicos, con toda una propedeútica de la
aplicación en cada caso. La abstracción es en cierta forma un olvido. Abstracción
significa sustraer un trozo del camino. Tal vez sea, esta sustracción a la práctica, a través
de la interiorización de las listas de cuerdas dentro del gnomon, lo que permite pensar el
teorema de Tales. Tal vez sea esta sustracción del devenir práctico, lo que permite el
inicio de lo contemplativo.
Tales mira el cielo y se olvida del suelo, pero el suelo cede como una zapa bajo sus pies,
se sustrae: esta ahí pero solo es perceptible en su ausencia. . Menón cree que sabe, a
través de procedimientos algorítmicos, memorizados, calcular la diagonal del cuadrado,
pero Sócrates le pone delante del cuadrado para que desmuestre su conocimiento, y
29 Ibid
30 Pg 63,Heidegger, “la pregunta por la cosa”, Ed. Orbis
31 El asterisco significa que la transcripción de la palabra no concuerda con el original
32 Pg 60, Heidegger, “La pregunta por la cosa”
demuestra que no sabe, pero es en esta abstracción de la práctica donde se hace posible
la demostración matemática33. Habiendo demostrado la inutilidad de la memoria, se
pone delante del cuadro, para demostrar, no lo que el sabe, sino lo que sabe el cuadrado.

33 Pg 102,Historia de las ciencias, Michel Serres


BIBLIOGRAFÍA

Los títulos citados a lo largo del trabajo se corresponden con la bibliografía a


continuación:

AUBENQUE, Pierre (2008): El problema del ser en Aristóteles, Madrid, Escolar y


mayo.

FOUCAULT, Michel (2010): Las palabras y las cosas, Madrid, Siglo veintiuno.

HEIDEGGER, Martin (2014): «La época de la imagen del mundo» en Caminos de


bosque, Madrid, Alianza editorial.

HEIDEGGER, Martin (1975): La pregunta por la cosa, Barcelona, Orbis

KOYRÉ, Alexandre (1990): Estudios galileanos, Madrid, Siglo veintiuno.

KOYRÉ, Alexandre (1994):; «Del mundo del «aproximadamente» al universo de la


precisión» en Pensar la ciencia, Barcelona, Paidós.

ORDÓÑEZ, Javier y RIOJA, Ana(2004): Teorías del universo, Vol. I, Madrid, Síntesis.

PLATÓN (2014): «Timeo» en Obras completas,Vol. III, Madrid, Gredos.

PLATÓN (2014): «República» en Obras completas,Vol. II, Madrid, Gredos.

SERRES, Michel (1996): Los orígenes de la geometría, Madrid, Siglo veintiuno


editores.

SERRES, Michel (1998): «Gnomon: los comienzos de la geometría en Grecia» en


Historia de las ciencias, Madrid, Cátedra.

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