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I. Introducción
III. Platón
III. Platón
“¿Pero de dónde salen esas estatuas que proyectan sombras centelleantes sobre el cielo negro?”4
2 Seguimos la denominación de Serres: “Preferimos aquí maquina a instrumento, pues, para nosotros, el
útil hace referencia al sujeto que lo utiliza o a la acción voluntaria y terminada para la cual ha sido
concebido y fabricado. Por el contrario, la actividad mental que designa la palabra gnomon realiza uno
de los primeros conocimientos automáticos de la historia, es la primera máquina que une material a
sistemas lógicos” Pg 85, ibid.
3 Pg 96, Ibid.
4 Pg 84, Ibid.
Teniendo en cuenta la importancia del gnomon para el mundo griego, rastrearemos, a
continuación, la influencia que este haya podido tener en la filosofía de Platón. Para
ello, tomaremos el mito de la Caverna, y analizaremos las similitudes metafóricas entre
la interacción del gnomon con el mundo y el relato que hace Platón de la relación del
hombre con lo inteligible.
Platón habla de unos hombres que viven encerrados en una cueva, encadenados con la
mirada fija a una pared en la que se proyectan las sombras de cosas y hombres a través
de un fuego y un biombo situados en un estancia anterior. Estos objetos que proyectan
las sombras están hechos de piedra o madera, son planos, pero para los hombres
encadenados es imposible distinguirlo. Creen que estas sombras forman la realidad. Un
día, uno de ellos es liberado de sus ataduras y lo trasladan al exterior. Para salir de la
gruta en que está confinado, primero ha de volverse hacia la luz, le duelen los ojos, pero
le obligan a seguir adelante, sale, pero aún la luz es demasiado luminosa para él, no
puede mirarla directamente, primero ha de acostumbrarse a mirar cómo se conforman
indirectamente las formas que el sol ilumina desde el exterior: las sombras, las imágenes
en el agua. Después podría mirar la luz de las estrellas y la luna. Una vez hecho a mirar
estas cosas, por fin sería capaz de mirar directamente la luz del sol.5
Platón mismo nos dice cómo interpretar el relato:
“Pues bien, Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha
sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-
prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el
ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito
inteligible (…) Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me
parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea
del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y
bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el
ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es
necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo
5 Abandonamos la segunda parte del mito, puesto que no se configura en unidad con la intención que nos
ha llevado a relatar este texto.
público”6
Comparemos ésto con la institución del proceder del gnomon. Primero, el mundo se nos
presenta como corruptible e inestable, sombras que cambian. El cielo nocturno, cuya luz
es menor, nos permite contemplarlo largamente. Este se nos presenta con apariencia de
cúpula, en el se distinguen las estrellas fijas y los planetas, que siguen un cierto
recorrido, cuyo movimiento, lejos de desaparecer, siempre se repite.
Los griegos heredaron de los babilonios el gnomon y la división del año en trescientos
sesenta días. El gnomon se divide en secciones de treinta grados; a cada una de ellas, se
le asigna en el cielo una constelación del zodiaco. El cielo nos permite descubrir una
primera estabilidad, pero no es el cielo nocturno el que marca esta estabilidad. Cuando
llega el día y miramos el sol, nos damos cuenta de que es él el que proyecta las sombras,
es él el que marca día a día el camino que va recorriendo el cielo en el gnomon.
Encontramos que es el sol, entonces, la marca de la regularidad del cielo nocturno. De la
misma manera que la aguja del gnomon proyecta su sombra, el sol ilumina a las
estrellas, de tal manera que su movimiento se nos hace inteligible.
Como ya hemos dicho, el gnomon conoce, no hay distinción entre objeto y sujeto. La
regularidad matemática que nos permite dar cuenta de solsticios y equinoccios, es la
misma que da cuenta de la relación entre lo inteligible y lo sensible, esto es, el mundo
interioriza en su conocimiento de sí el proceder del astrónomo a la hora de mirar el
cielo. “Remontar de las sombras a la luz que las formó, y de ésta a su fuente única, es
ésta una lección de Platón, cuando habla del conocimiento”7
El mundo sensible nos remonta al inteligible: La proyección del sol en el gnomon que
marca el recorrido del cielo, marca asimismo la pauta de la interacción de las ideas con
lo sensible. Nosotros, a través de lo sensible, la sombra en el gnomon, conocemos lo
inteligible; que el sol es causa de la regularidad que vemos.
“Tales se plantea y resuelve el problema inverso del gnomon. En vez de dejar que la
pirámide hable del sol, o sea que el invariante declare la escala de lo variable, pide al sol
que hable de la piramide, es decir a lo cambiante que diga constantemente algo de
aquello que permanece”8
El gnomon, es la metáfora de la episteme, en su estabilidad contemplativa, escribe sobre
9 Hemos dicho que la creación de ambos se asimila, por tanto, en el orden de la generación, es lo mismo
decir que los astros son los guardianes de las magnitudes temporales, que decir, que los astros son la
imagen móvil de la eternidad.
10 Si las estrellas giran en torno a nosotros, y los planetas disienten con respecto a su giro, es lógico
aducir que esta disensión se deba al producto de la suma de los giros de estrellas y planetas
-movimiento compuesto- con respecto al observador, y no a que su centro de giro no sea la tierra,
teniendo que poner en movimiento al observador.
Movimientos uniformes y circulares siempre en el mismo sentido, alrededor de la tierra.
Tenemos, pues, un principio capaz de simplificar las apariencias a la luz de criterios de
orden estético-matemático.
El único problema de este principio es que no simplifica las apariencias, puesto que
aquello que se nos presenta no se ordena con respecto a él, como podemos decir que, de
hecho, que se ordena cierta diversidad en el aparecer de los triángulos según el teorema
de Tales. Los planetas, “errantes”, parecen avanzar y retroceder en el cielo.
Aquí empieza “El problema de Platón”: Salvar las apariencias.
Conforme al principio ya mencionado, Eudoxo formula la teoría de las esferas
homocéntricas: esferas cuyo centro es la tierra; algunas usadas para arrastrar dentro de
sí al planeta, la mayoría para explicar como en su movimiento por arrastre, alteran, en
apariencia, el movimiento visible del planeta. Pero su capacidad predictiva es nula. Su
formulación se dirige a saldar problemas de carácter cosmológico, más que
astronómico. La inconsecuencia a la hora de rendir teóricamente cuentas sobre la
observación empírica es despreciable. La astronomía se pliega a la cosmología. Este
desarrollo no hará sino acrecentarse con la formulación de la teoría aristotélica, capaz de
explicar la mecánica del movimiento, física y astronómicamente, con argumentos de
carácter ontológico: Hay una escisión fundamental entre los dos ámbitos, un jórismós, al
mundo sublunar pertenece el ser en movimiento, mientras que al mundo supralunar le
pertenece el ser inmóvil. Si para Platón existía una separación entre lo sensible-
inteligible, ésta no era irresoluble, la participación de lo inteligible en lo sensible,
permitía al conocimiento tener la idea como guía en su recorrido 11. Para Aristóteles la
única ciencia posible es la teología, y la astronomía en la medida en que está situada en
el mundo supralunar, participa de ella: “Los astros-dioses ocupan el lugar de las ideas
platónicas”12. Sin embargo, ante Aristóteles, hay un importante bache que superar a la
hora de hacer “ciencia astronómica”. En Platón los criterios matemáticos son los que
armonizan el fondo del discurso sobre el ser, pero en Aristóteles, su discurso se
emancipa en su constitución de los criterios matemáticos, adscribiendo su solidez a
criterios de carácter lógico-ontológico13: si en Platón la unidad del discurso estaba
11 Pg 273, “Problema del ser en Aristóteles” , Ed. Escolarymayo
12 Pg 286, Ibid.
13 Son la solidez de los principios lo que permite garantizar que el discurso, esto en cuanto al criterio
lógico. El criterio ontológico asigna en cuanto que el ser-en-movimiento es diversificación del ser, la
diversidad de principios, y al ser inmóvil en cuanto que siempre igual con respecto a sí mismo, la
unicidad de principio.
guiada por la inmutabilidad de las ideas y su transcendencia, en Aristóteles la
trascendencia es lo contrario a la garantía de unidad14, nuestro discurso está sometido a
las desavenencias del ser en movimiento. Por ello, en Aristóteles los astros toman su
importancia, en la medida en que la visibilidad del ser inmóvil seduce a lo divino en
nosotros, el nóus, impulsándonos a construir un discurso unitario15.
La solidez lógica de la argumentación aristotélica y su capacidad para dotar de sentido
el movimiento, lastraron durante siglos el desarrollo de la astronomía, puesto que el
movimiento de los astros ya no se sitúa en el punto de mira de garantizar la constitución
estético-matemática del cosmos; éste ha sido debidamente situado dentro de un esquema
ontológico, que asume la esfericidad del cosmos, los astros celestes y la circularidad de
sus movimientos.
Siguiendo la teoría de Eudoxo, los planetas se encuentran dentro de esferas
concéntricas, la primera y más alejada, la de las estrellas fijas, es impulsada por el
primer motor, que transmite su movimiento al resto.
Aristóteles dota a la teoría puramente geométrica de Eudoxo de una explicación
mecánica, haciendo que el movimiento tenga una razón de ser que no necesita “salvar
las apariencias”, y escindiendo el mundo físico del astronómico. A diferencia de Platón,
cuya cosmología geométrica dependía de la efectiva realización de los principios por él
propuestos en la realidad: la homogeneidad de la inteligibilidad matemática dependía de
que nosotros fuésemos capaces de dar cuenta de los criterios estéticos-matemáticos de
los que se sirvió el demiurgo para informar el cosmos; es decir, se jugaba la posibilidad
de instituir el entendimiento como partícipe del mundo de las ideas. Aristóteles, al negar
que podamos conocer a Dios y que Dios conozca el mundo, huye de esta peligrosa
dependencia empírica. El ser en movimiento y el ser inmóvil no tienen injerencias. La
teoría de las esferas homocéntricas no depende del movimiento ordenado de los
planetas, sino que basta el hecho de su movimiento para dar cuenta de la existencia del
primer motor inmóvil. Así, a la hora de hacer observaciones de los movimientos
celestes, se independiza el dar cuenta de sus movimientos de lo que estos movimientos
son: manifestaciones visibles de la transcendencia divina.
14 Es garantía de separación
15 Pg 283, Ibid.
V. Ptolomeo y la indistinción entre observado y el observador
Este fehaciente instrumentalismo del que hizo gala Ptolomeo, será la causa de la
furibunda reacción de Copérnico. Su realismo, de influencia platónica, buscará,
consecuentemente con lo que propugnaba Platón, dar razón de “la forma del mundo” 22.
Así la astronomía se alza, una vez más, con el objetivo de “salvar las apariencias”,
porque aquello que constituye el mundo es racional, y racional aquí quiere decir,
susceptible de ser conocido a través de postulados estético-matemáticos. La reforma de
20 El modelo astronómico platónico, valga decir, cosmológico, es estrictamente geocéntrico. El principio
platónico se relacionaba con una centralidad del hombre como posición privilegiada del saber: de la
misma manera que los astros giraban a nuestro alrededor, la inteligibilidad matemática se manifestaba
en nuestro entorno.
21 Pg 276, Estudios Galineanos, Koyré, Ed. SXXI
22 Pg 116, Tas del universo I
la astronomía se llevará acabo para eliminar los ecuantes, que violan el principio de
Platón, y para conseguir, en orden a este mismo principio, una teoría que no dependa de
la simpleza al dar cuenta de las observaciones de cada planeta, sino que sea capaz de
abarcar a todos ellos, de la misma manera, que la razón abarca el mundo. Para
Copérnico, la astronomía ptolemaica se parece a una estatua, a la que cada parte de su
cuerpo se la hubiese torneado, no según la uniformidad del cuerpo del que es modelo,
sino tomando en cada caso, las manos, piernas, brazos, cabeza, que más gustasen a su
autor. Esta metáfora escenifica la creencia en la preexistencia de un modelo al que
nuestras investigaciones teóricas deberían asemejarse.
Ahora bien, el platonismo de Copérnico abandona el geocentrismo, lo que supone una
emancipación del principio con respecto a la teoría que era al inicio su hábitat, puesto
que, como hemos visto anteriormente en Platón, el aparecer de los astros estaba
directamente ligado a la mostración de aquello que de inteligible tenía el mundo; el sol
escribía sobre el gnomon y nos hablaba de su movimiento y del movimiento del cielo.
“Salvar las apariencias” se dirigía a mostrar la directa interrelación entre el hombre y lo
divino en el mundo; los principios según los cuales este se había ordenado y que gracias
a nuestra participación del mundo inteligible, podíamos descubrir y situarnos como una
parte privilegia en él.
Poner a la tierra en movimiento no significa sólo decir que ya no somos el centro del
mundo, sino que las apariencias que han de salvarse no son las que se nos muestran,
sino otras, y que para rendir cuenta de ellas, hemos de situarnos como si estuviésemos
fuera de nuestro mundo. La consecuencia de esto es que Dios ya no se nos presenta a
través de lo que vemos, sino a través de la ordenación de lo que vemos. Hemos sacado a
la tierra de la influencia de la cosmología aristotélica para ponerla a girar alrededor del
sol. Hemos abstraído el espacio de la astronomía para pensarlo según criterios
matemáticos, dando un paso más allá de la experiencia. Estamos un paso más cerca de
la modernidad.
MIRA
VII. El telescopio de galileo R
ONTO
“El físico se ocupa de lo real (cualitativo); el geómetra se ocupa de abstracciones”23 LOGIA
GRIS
23 Pg 14, estudios galineanos, koyré
Sobrepasa con mucho la intención de este trabajo, el hacer un examen exhaustivo de los
logros que permitieron dejar a un lado el principio platónico sin abandonar el impulso
matematizador. Siguiendo esta premisa, tampoco haremos un examen exhaustivo de las
dificultades a las que se enfrenta Galileo, ni de las influencias que éste hubiera tenido;
como por ejemplo, la física del impetus. Nuestro análisis primará ciertos hechos menos
relevantes en cuanto al desarrollo historiográfico del pensamiento, pero que a nuestro
juicio, por estar dotados de un mayor contenido simbólico, otorgan las herramientas
para construir una panorámica de los presupuestos que adoptará la Modernidad.
Como hemos dicho, uno de los grandes problemas de la astronomía, a la hora de
abandonar su posición geocentrista, independientemente de la religión, era la
imposibilidad de vencer la cosmología aristotélica, en especial, la física; la diferencia
del mundo sublunar al supralunar es radical e insoslayable. Puede haber ciencia
astronómica en la medida en que los entes celestes, que son manifestación de lo divino,
se adscriben al ámbito de lo teológico 24,pero no puede haber ciencia física porque la
física se haya atravesada en su ser por el movimiento, que la hace contingente; es decir,
el discurso que se construya en torno a ella será un saber riguroso, pero no necesario.
“El movimiento afecta enteramente al ser en movimiento; si no su esencia, es al menos
una afección esencial: la que le impide radicalmente coincidir con su esencia; no es un
accidente entre otros, sino lo que hace que el ser en general conlleve accidentes”25.
El movimiento es considerado como una afección a la totalidad, tanto del discurso como
de los entes de los que éste habla. El movimiento es, primeramente, desorden, es decir,
contingencia, por tanto, tratar de conocerlo a través de algo inmutable, como lo
matemático, sería tanto como intentar conocer la posición del sol según la dirección del
viento.
Sin embargo, la asunción por parte de Copérnico de la indistinción entre lo observado y
el observador, que le lleva a propugnar el movimiento de la tierra persiguiendo la
concordancia con el principio platónico, conlleva asumir algo más; que puede haber una
cierta contingencia en astronomía, la contingencia de que aquello que vemos está
sesgado por nuestra posición con respecto al cielo. Si la tierra es un astro que se mueve
en el cielo, tal vez la diferencia para hacer ciencia astronómica o ciencia matemática no
26 Pg 132, “Del mundo del “aproximadamente” al universo de la precisión”, “pensar la ciencia”, Koyré,
Ed. Paidós
que regían la suposición sobre la constitución del mundo. Ahora bien, cuando Galileo
contempla las elevaciones rocosas de la luna: lo que se evidencia es que la posibilidad
de este tratamiento certero venía de la abstracción ontológicamente presupuesta de la
materia con respecto al mundo físico, y no de una naturaleza anterior. La diferencia en
la producción del conocimiento radicaba en la suposición que regía este ámbito, y no en
que su estatuto constitutivo fuese distinto.
Así pues, Galileo, detrás de su telescopio, observa lo que tienen de “real” los astros, y
empieza a geometrizar lo físico, en tanto que proyecta sobre ello la abstracción de
materia y tiempo, supuesta en toda geometría, como antes fue supuesta para el ámbito
de lo astronómico. “El mundo” de Descartes se ha hecho posible.
FOUCAULT, Michel (2010): Las palabras y las cosas, Madrid, Siglo veintiuno.
ORDÓÑEZ, Javier y RIOJA, Ana(2004): Teorías del universo, Vol. I, Madrid, Síntesis.