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psicología desde el caribe

issn 0123-417X
N° 16, diciembre 2005

Competencias laborales y la
formación universitaria
Maritza Ruiz de Vargas*, Bruno Jaraba Barrios**,
Lidia Romero Santiago***

Resumen

Este artículo es el producto de una revisión teórica del constructo


competencias laborales en la literatura actual, como antesala a un proceso
investigativo que se desarrolla en la Universidad del Norte con los egresados
Fecha de aceptación: 27 de julio de 2005
Fecha de recepción: 23 de mayo de 2005

del Programa de Psicología en el marco del Proyecto de Modernización


Curricular. Organizar una investigación en torno al concepto de competencias
requiere alcanzar una claridad y unificación teórica respecto a éste, cometido
que se emprende construyendo un marco conceptual que dé cuenta de la
profusión de definiciones que existen en la actualidad y realizando un análisis.
Con la revisión de la noción de competencias se concluye que, aunque no
existe una clara definición o consenso sobre lo que significa este concepto,

* Psicóloga. Magíster en Desarrollo Familiar, Universidad del Norte. mvargas@uninorte.


edu.co.
Dirección postal: Universidad del Norte, Programa de Psicología, Kilómetro 5 vía a
Puerto Colombia, A.A. 1569, Barranquilla (Colombia).
** Psicólogo Universidad del Norte. brunojaraba@gmail.com
*** Psicóloga, Universidad del Norte. lidiaromero@gmail.com
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en las distintas acepciones, se hace referencia a un saber, saber hacer y saber


ser en un contexto determinado.
Palabras claves: Competencias laborales, formación universitaria

Abstract

This article is the product of a theoretical revision about labor competitions


in the current literature, previous to an investigative process that is develo-
ped in the Universidad del Norte with Psychology Department graduated
students in the scope of the Curricular Modernization Project. To organize
an investigation around the competitions concept requires reaching a clarity
and theoretical unification in this way, which is undertaken by the building
of a conceptual scheme. This scheme takes into account the profusion in the
concept definitions existed at the present time and carries out an analysis
of the same ones. With the revision of the competitions notion it can be
concluded that, although it doesn’t exist a clear definition or consent on what
means this concept, in the different meanings it is referred to a knowledge,
to a know how to do and to know how to be in a certain context.
Key words: Labor competitions, university formation.

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


66 Maritza Ruiz de Vargas, Bruno Jaraba Barrios, Lidia Romero Santiago

1. INTRODUCCIÓN: LA FORMACIÓN PROFESIONAL Y


LOS DESAFÍOS DE LA GLOBALIZACIÓN

L as aceleradas y radicales transformaciones que en los diversos ámbitos


de la acción humana ha generado la globalización no dejan de afectar
a la institución académica y, en particular, a la educación superior. En la
llamada “Sociedad del Conocimiento”, en la que, de acuerdo con Peter
Drucker, el principal motor del desarrollo económico de organizaciones
y naciones es la capacidad de producir y gestionar el saber, la universidad
asume un papel protagónico que le exige replantear sus relaciones con
la sociedad. A la vez, debe mantener su identidad fundamental como
institución dedicada a la búsqueda autónoma del conocimiento más
allá de determinantes externos. Como forma de resolver esta tensión, la
universidad ha tratado de alinear sus funciones tradicionales de forma-
ción, investigación e intervención, con los requerimientos de las realida-
des emergentes (Ferro, 2000).

El nuevo orden mundial, en el que la universidad debe insertarse,


responde a las dinámicas de la llamada globalización, modo genérico
de referirse al conjunto de cambios recientes a escala mundial que deli-
nean el panorama de la sociedad contemporánea: una sociedad de la
información, con límites imprecisos y relaciones más horizontales e in-
mediatas entre sus diversos agentes, por lo que asumen la forma de red
(Castells, 1999). En el aspecto económico, el orden instaurado por la
globalización se caracteriza, de acuerdo con Bernal (1995), por:

• Producción, distribución y consumo de bienes y servicios a partir de


estructuras organizadas sobre bases mundiales.
• Organizaciones con una cultura abierta al contexto mundial y desarro-
llando estrategias que obedecen a lógicas mundiales.
• Participación en los mercados mundiales condicionada al uso de pro-
tocolos y normas universales.
• Dificultad para identificar una sola territorialidad (jurídica, económica,
tecnológica) en razón de las numerosas interrelaciones e integración
entre los elementos en juego.

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Como consecuencia de lo anterior y de los distintos fenómenos expe-


rimentados por las organizaciones durante su historia, se han labrado cons-
tantes mejoras en todos los aspectos organizacionales, incrementándose
los niveles de competitividad. Argüelles (1999) plantea que: “La globali-
zación no solo implica la necesidad de mantener la estabilidad de las
principales variables macroeconómicas, como finanzas publicas, tipo de
cambio, inflación y política comercial, sino que también es necesario,
enfrentar el reto que significa la globalización de la fuerza de trabajo”. Lo
que conlleva a que todas las organizaciones traspasen las variables de la
microeconomía, fortalecidas por la era de la industrialización a variables
macroeconómicas, que se plantean en la actualidad.

Muchas organizaciones han quedado rezagadas, en parte por su inca-


pacidad de adaptarse al cambio, así como por su carencia de flexibilidad
y de un capital humano altamente competente que les permita afrontar
los cambios contextuales que se viven en la actualidad y sobrevivir a
éstos. Conjuntamente, el fenómeno de la globalización ha modificado
las tendencias y la percepción de factores de gran relevancia, como los
económicos, los políticos y los culturales, que a su vez repercuten sobre
los demás fenómenos sociales. Ante estos cambios inminentes y las nuevas
condiciones sociales, económicas y culturales, las organizaciones deben
competir con el más grande recurso con que cuentan, y este recurso lo
constituyen sus miembros, que deben ser capaces de generar resultados:
se necesitan personas preparadas para generar resultados, que traigan
consigo los conocimientos relevantes y útiles para el buen desempeño
de su labor.

Teniendo en cuenta este contexto, “El surgimiento de la gestión por


competencia laboral en las empresas, en parte obedece a la necesidad
de acortar la distancia entre esfuerzo de formación y resultado efectivo”
(Mertens, 2001). El concepto de competencia laboral se acuñó primero
en los países industrializados, a partir de la necesidad de formar personas
para responder a los cambios tecnológicos, organizacionales y, en general,
a la demanda de un nuevo mercado laboral. A su vez, en los países en
desarrollo, su aplicación ha estado asociada al mejoramiento de los sistemas
de formación para lograr un mayor equilibrio entre las necesidades de las
personas, las empresas y la sociedad en general.

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La aplicación del enfoque de competencias laborales se inició en el Reino


Unido en 1986. Posteriormente, fue asumido por Australia, en 1990,
y México, en 1996, a través de políticas impulsadas por los respectivos
gobiernos centrales para consolidar sistemas nacionales de elaboración,
formación y certificación de competencias, con el propósito de generar
competitividad en todos los sectores de la economía. En otros países, como
Alemania, Francia, España, Colombia y Argentina, dichos sistemas han
sido promovidos por la acción de los ministerios de Educación, Empleo
y Seguridad Social. En Estados Unidos, Canadá, Japón y Brasil, entre
otros, surgen por iniciativa de empresarios y trabajadores para propiciar
la competitividad de algunos sectores económicos. En estos estados y
organizaciones, como en casi todo el mundo, se han implementado diver-
sas estrategias con el fin de mantener su competitividad en este escenario
altamente disputado, estrategias que de manera inminente tienen directas
implicaciones sobre los individuos y que deben ser tenidas en cuenta en
su formación profesional.

En lo que respecta a la idea de nación, ésta ha debido replantearse en


su forma y sus modos de actuación, llevando a cabo profundas reformas
estructurales, siendo mucho más evidente en países que como el nuestro
“han implementado medidas relacionadas con la reducción de costos de
operación de la actividad económica, la privatización de las agencias del
Estado y el incremento de los factores de productividad y competitividad”
(Corpoeducación y MEN, 2003a). Entre estos factores que se pretende
incentivar, junto con los tradicionales, referidos a la infraestructura, la
solidez financiera y la estabilidad jurídica y política, cobran relevancia
otros, anteriormente poco tenidos en cuenta, como es el caso del llamado
“capital humano”. “Diversas entidades mundiales encargadas de evaluar
la competitividad de países y ciudades coinciden en señalar al capital
humano como uno de los factores más importantes para la competitividad.
Dicho capital humano está constituido por las habilidades y destrezas
de las personas para manejar los sistemas y procesos complejos de la
economía global.” (Ibíd.)

En el sector privado, se han operado también profundas transformaciones,


entre las que se puede destacar: la tercerización de la economía, es decir, el
auge del sector de servicios de tipo financiero, comercial, de información,

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entre otros; la necesidad permanente de innovación tecnológica, no sólo


referida a la producción, sino también a la organización y la gestión
de los diferentes procesos implicados en ella; y el paso de un modelo
económico basado en la oferta, a uno basado en la demanda, en el que
los consumidores tienen mayor información, poder adquisitivo y, sobre
todo, múltiples opciones de elección, lo que plantea un escenario de
reñida e intensa competencia. Debido a ello, las organizaciones se han
visto en la necesidad de rediseñar sus estructuras y procesos, haciéndose
más horizontales, dinámicas, abiertas y flexibles, e insertándose en redes
internas y externas de cooperación, todo lo cual tiene, por supuesto, im-
plicaciones directas para los trabajadores: “En general, estas estrategias
conducen a que las personas que realizan los procesos sean los responsables
directos y participen en espacios como círculos de calidad y grupos de
mejoramiento donde abordan los problemas y diseñan soluciones creativas
y viables. Por ello, los modelos de gerencia de personal también han
cambiado y se están introduciendo aquellos que reconocen el poder de
las personas para la acción y decisión (empowerment o empoderamiento),
los equipos de alto desempeño y modelos de gestión humana (selección,
inducción, capacitación, evaluación del desempeño, reconocimiento y
estímulos) basados en competencias.” (Ibíd.)

El panorama descrito constituye un inmenso desafío para países como


el nuestro, aún “en vía de desarrollo”, en los que el rezago histórico en
cuanto a ciencia, educación y tecnología obstaculiza la inserción com-
petitiva de la Nación en el ámbito mundial y, paralelamente, dificulta
la entrada y desarrollo de los individuos en el mundo del trabajo. En
particular, este último punto se torna crítico, pues, como afirma Tedesco
(1999), “la desaceleración de la actividad económica, el incremento del uso
de las tecnologías de información y comunicación, la nueva organización
del trabajo y los cambios en los mecanismos de contratación del personal
han tornado inestable el trabajo y aumentado el desempleo. El empleo se
convierte en un bien escaso que debe ser administrado adecuadamente y
que tiene que ser promovido”. Estas afirmaciones cobran total evidencia
al observar los datos del dane (2004), relativos a la evolución del empleo
en los últimos años: en junio de 2002, la cifra de desempleo era de 16%.
Y, por demás, los jóvenes, entre los 18 y 24 años, representan el 15.7%
del total de la población ocupada en el sector informal en trece áreas me-

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tropolitanas, precisándose que, de todos los jóvenes ocupados, un 59,8%


se ubica en el sector informal.

Revertir esta tendencia e ingresar con probabilidades de éxito en el


mundo globalizado requiere, según la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económico (ocde), el desarrollo de tres capacidades bá-
sicas de los individuos, las empresas y las sociedades: de innovación, pa-
ra predecir y enfrentar los cambios; de adaptación, para adecuarse a las
transformaciones tecnológicas y del mercado; y de aprendizaje, como pro-
ceso continuo y sistemático (Cariola y Quiroz, 1997). En Colombia, el
sena ha promovido el enfoque de competencias laborales, el cual em-
pieza a ser adoptado de forma amplia por los empresarios para la gestión
de su talento humano. Dadas las ventajas del enfoque, en relación con
su fuerte vínculo con el sector productivo, la generación de referentes
comunes para la formación y evaluación de las personas, actualmente
las instituciones de educación media están volcando su atención sobre
las competencias para definir la formación laboral que ofrecen a sus
estudiantes (Corpoeducación y men, 2003b).

A partir de la Constitución Política de Colombia de 1991, la edu-


cación ha sufrido replanteamientos normativos, lo cual ha permitido
establecer nuevas prioridades para la política educativa nacional. En
efecto, ha habido todo un proceso de discusión y concertaciones sobre
aspectos filosóficos y pedagógicos para la educación, haciéndose más
acorde con los tiempos actuales y venideros. Lo que se pretende con
este proceso es generar una reestructuración y revolución educativa que
impulse un nuevo ethos cultural, que permita la maximización de las
capacidades intelectuales y organizativas de los individuos. La manera
innovativa de entender y actuar debe permitir que se adquieran nuevas
habilidades humanas, basadas en el desarrollo de múltiples saberes y
talentos, tanto científicos como artísticos y literarios, y de nuevas formas
de organización productiva (Misión De Ciencia, Educación y Desarrollo,
1994).

En este sentido, se afirma que, no sólo es necesario poseer el cono-


cimiento, sino asegurar competencias que preparen al futuro profesional
“para la movilización en un mundo abierto de órdenes y jerarquías alea-

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torias, científico, regido por leyes universales. Además, preparar para


la creciente mundialización e internacionalización económica y social”
(Vicerrectoría Académica, 2002).

Es allí donde la universidad entra a desempeñar un papel clave en


su calidad de productora de conocimiento y formadora del talento hu-
mano, pues debe cumplir estas funciones de manera tal que promueva
la competitividad social a la vez que garantice la inserción y movilidad
laboral de los individuos. Ello implica alinear las estrategias y recursos
pedagógicos de la institución con las condiciones y necesidades del mundo
contemporáneo, de manera que sus egresados y la sociedad en general
cuenten con los instrumentos intelectuales idóneos para desenvolverse
en él, respondiendo así al reto propuesto por el Ministerio de Educación
Nacional: “La educación tiene el desafío de actualizar su enfoque de
formación para desarrollar en los estudiantes competencias laborales que
incrementen sus probabilidades de éxito en la vida personal y social.
Para el sector educativo esto implica ampliar sus perspectivas con infor-
mación sobre la dinámica y tendencias de su entorno, acercarse al mundo
productivo para establecer alianzas, contribuir con una educación perti-
nente y de buena calidad y ser parte activa y fundamental de la estrategia
de competitividad y productividad regional y nacional”.

Es decir, “El reto consiste en lograr mayor adaptación y velocidad de


respuesta a las necesidades del cambio, en elevar la calidad y pertinencia
de los programas y en mejorar la vinculación de la capacitación con las
transformación de la estructura productiva” (Corpoeducación y men,
2003b). Y es que, tal como se ha mencionado, el nuevo orden social re-
quiere un nuevo ciudadano y un nuevo trabajador, siendo deber de las
instituciones educativas favorecer el desarrollo de formas innovadoras de
participar en el sector productivo, así como en el cultural y el político
(Ferro, 2000).

La Ley 30 de 1992, reguladora de la educación superior, define tal


educación como un proceso permanente que posibilita el desarrollo de
las potencialidades del ser humano de una manera integral, que se rea-
liza con posteridad a la educación media y tiene por objeto el pleno desa-
rrollo de los alumnos y su formación académica profesional. Dentro de
los objetivos enunciados por esta ley, se puede resaltar el siguiente:

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Capacitar para el cumplimiento de funciones profesionales, investigati-


vas y de servicio social que requiera el país; trabajar por la creación, de-
sarrollo y transmisión de conocimiento en todas sus formas y expresiones,
ser factor de desarrollo científico, cultural, económico, político y ético a
nivel nacional y regional y prestar a la comunidad un servicio con calidad
(resultados académicos, medios y procesos empleados, infraestructura
institucional, dimensiones cualitativas y cuantitativas).

En este orden de ideas, la universidad, en su proceso de formación


académica y en sus áreas de especialización profesional, tiene unos obje-
tivos claros con el profesional que egresa de ella y se sumerge en el con-
texto local, regional, nacional e internacional, el cual debe responder
a los retos del mundo del trabajo. En general, el sector educativo es
responsable de incidir en variables asociadas a la generación del capital
humano, donde se hace necesario contar con personas que posean unos
modelos mentales orientados a los resultados, a la calidad, al aprendizaje
continuo, a la creatividad, el manejo del riesgo y la incertidumbre y
que hayan desarrollado competencias básicas, ciudadanas y laborales,
prioritariamente de tipo general, que les permitan emplear sus recursos
cognitivos para trabajar, aprender conocimientos, desarrollar habilidades
y destrezas específicas y moverse en campos y acciones variadas bajo prin-
cipios éticos (Corpoeducación y men, 2003a).

Esta situación no exime a la formación profesional en Psicología, la


cual, como ejercicio profesional, según autores como Ardila (1993) ha
sido también partícipe de las tendencias de transformación expuestas: De
contar con campos de aplicación claramente definidos e identificables,
ha pasado a desenvolverse en una multiplicidad de formas de ejercicio
profesional. Además, el tradicional modelo de empleo por vinculación
a una empresa está cediendo terreno ante formas más independientes de
relación laboral, como el outsourcing o la prestación personal de servicios.
También, dentro de las instituciones en las que están empleados, los
psicólogos han visto expandirse y diversificarse sus campos de acción,
debido a la inclusión de nuevas tecnologías y la generación de nuevas
exigencias aparecidas desde diversos frentes. Las estrategias de pre-
vención y promoción en Psicología de la Salud, el uso de técnicas e
instrumentos neuropsicológicos en el ámbito educativo o los estudios

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e intervenciones en Psicología del Consumidor, cada vez más comunes


en los departamentos de mercadeo, son muestra de la ampliación del
horizonte de intervención del psicólogo y un llamado de atención a la
universidad con respecto a la necesidad de replantear sus modelos de
formación profesional en Psicología.

Conjuntamente, desde hace unos años ha aumentado el interés en las


cualidades de los psicólogos para ejercer exitosamente su profesión y en
la forma de lograr estos dotes. Se reconoce cada vez más que un acuerdo
acerca de la definición de estas características es esencial para evaluar y
mejorar los actuales programas de formación, así como para desarrollar
un sistema compartido de reconocimiento de la calidad en la práctica
profesional de psicólogo (Roe, 2003).

En este contexto, la noción de competencia, propia del mundo del


trabajo, pero con paralelos en las ciencias humanas, se plantea como un
posible vínculo entre éste y la academia, permitiendo, mediante su apli-
cación, coordinar las necesidades del primero con las estrategias y acciones
de la universidad: “La competencia laboral es una pieza central de un
enfoque integral de formación que, desde su diseño y operación, conecta
el mundo del trabajo y la sociedad con la educación, centrando su aten-
ción en el mejoramiento del capital humano como fuente principal de
innovación, conocimiento, diferenciación y competitividad.” (men, op. cit)

La identificación de competencias requeridas a los psicólogos por


el mercado laboral es, entonces, una acción puntual indispensable pa-
ra el establecimiento de un plan de estudios renovado con recursos
y técnicas que permitan al estudiante desarrollar las potencialidades
necesarias para responder efectivamente a las demandas del medio. De
este modo, se aumentan los niveles de empleabilidad, a la vez que se
ofrece al sector productivo un recurso humano altamente cualificado y
sintonizado con los requerimientos del entorno contemporáneo. Sin em-
bargo, para alcanzar tal fin, es necesario hacer, en primera instancia, una
aproximación a la definición conceptual sobre competencias, trabajo un
tanto arduo y minucioso cuando no hay un consenso sobre este término,
existiendo más bien una gama heterogénea de percepciones referentes a
su dilucidación.

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2. EL CONCEPTO DE COMPETENCIA

La casi universal difusión y profusa diversidad de definiciones que en la


actualidad ostenta la noción de competencias exige retroceder un poco
en el tiempo. Etimológicamente, el término competencia proviene del
verbo latino competere, término que en el español se adujo al concepto
de competer y competir, haciendo referencia a una competencia entre dos
o más rivales. Posteriormente, pasó a adquirir un sentido más amplio,
cuando comenzó a ser entendido como responder a, corresponder a, ser
propio de, ser aplicable a. Así, a partir del siglo XV, él termino competere
comenzó a significar “‘pertenecer a’, ‘incumbir’, dando lugar al sustantivo
‘competencia’ y al adjetivo ‘competente’, para indicar ‘Apto’, ‘adecuado’.” (Lebo-
yer, 1997)

Una definición sobre competencias del diccionario Larousse en 1930


plantea que: “en los asuntos comerciales e industriales, la competencia es
el conjunto de los conocimientos, cualidades, capacidades, y aptitudes
que permiten discutir, consultar y decidir sobre lo que concierne al
trabajo. Supone conocimientos razonados, ya que se considera que no hay
competencia completa si los conocimientos teóricos no son acompañados
por las cualidades y la capacidad que permita ejecutar las decisiones
que dicha competencia sugiere.” Ya en esta definición antiquísima, en
tanto que anterior a los que se suponen los orígenes oficiales del modelo,
pueden encontrarse elementos que permiten establecer la perspectiva
que se toma y el vocabulario que se usa cuando se adhiere a un modelo
por competencias.

En primer lugar, destaca la salvedad hecha al principio: “en los asuntos


comerciales e industriales”, que tiene plena vigencia en la actualidad,
cuando contextualizamos las competencias en el mundo del trabajo. Sin
embargo, el término competencia también es usado en el ámbito de las
ciencias cognitivas y del lenguaje. En este sentido, podríamos retomar la
definición de competencia desde la postura de Chomsky. Para este autor,
la competencia:

• Es específica de dominio. Es decir, se aplica a un área de actividad


particular.

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• Se expresa en un saber hacer o saber cómo.


• No es producto de un aprendizaje en el sentido estricto (citado por
Torrado, 1998).

En segundo lugar, se trata de un hecho complejo que involucra varios


niveles de acción y facultades humanas diversas, las cuales son puestas
en juego en diferentes situaciones por múltiples medios. Lo anterior se
hace explícito al definir la competencia, de entrada, como “el conjunto
de los conocimientos, cualidades, capacidades y aptitudes que permiten
discutir, consultar y decidir...”.

Por último, el carácter práctico o activo de la competencia, como cono-


cimiento movilizado gracias a ciertas facultades personales y condiciones
propicias del entorno, se evidencia en la parte final de la definición,
que, de tal manera, sintetiza mucho de lo que posteriormente vendría a
decirse sobre el tema.

2.1. Las competencias en el ámbito laboral

Cuando el escenario económico se hizo tan complejo que las empresas


empezaron a tener problemas con las concepciones y prácticas que hasta ese
momento les habían permitido desenvolverse en el mercado, fue necesario
replantear los modelos según los cuales se concebían los diversos procesos
productivos. En lo relativo a la gestión del capital humano, el modelo
de aptitudes hasta entonces vigente, que, a partir de la comprobación de
ciertas características o atributos generales y estables, infería la idoneidad
y el éxito de una persona con respecto a un cargo particular, empezó a
ser desplazado por otras perspectivas más orientadas a las tareas en sí
mismas, con más asidero en la constatación empírica y más integradoras
en cuanto a los factores contemplados.

Fue así como la perspectiva de competencia empezó a consolidarse y a


desarrollarse de manera ininterrumpida desde los años 70 y en diferentes
países de América y Europa, siendo los Estados Unidos, Inglaterra, Fran-
cia y, en cierta medida, México los principales centros de elaboración
conceptual y aplicación práctica del modelo. La amplitud, intensidad
y continuidad de estos trabajos han dado origen a un sinnúmero de

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definiciones y estrategias de implementación de procesos con base en


competencias. Enseguida se muestran las más reconocidas:

• Las competencias son repertorios de comportamientos que algunas


personas dominan mejor que otras, haciéndose eficaces en una situa-
ción determinada. Dichos comportamientos son observables en la
realidad del trabajo y en situaciones de test, y ponen en práctica, de
manera integrada, aptitudes, rasgos de personalidad y conocimientos.
Son, entonces, conexiones entre las características individuales y las
cualidades requeridas para llevar a cabo las misiones del puesto (Le-
boyer, 1997).

• Las competencias se refieren a características de fondo de un individuo


que guardan una relación causal con el desempeño efectivo o superior
en el puesto, diferenciando un desempeño superior de un desempeño
promedio o pobre (Boyatzis, 1982).

• Capacidad real para lograr un objetivo o resultado en un contexto


dado (Mertens, 1996).

• La competencia laboral es la construcción social de aprendizajes sig-


nificativos y útiles para el desempeño productivo en una situación
real de trabajo, que se obtiene, no sólo a través de la instrucción, sino
también –y en gran medida– mediante el aprendizaje por experiencia
en situaciones concretas de trabajo (Ducci, 1997).

• Posee competencia profesional quien dispone de los conocimientos,


destrezas y aptitudes necesarios para ejercer una profesión, puede
resolver los problemas profesionales de forma autónoma y flexible y
está capacitado para colaborar en su entorno profesional y en la orga-
nización del trabajo (Bunk, 1994).

• “...aquellas cualidades personales que permiten predecir el desempeño


excelente en un entorno cambiante que exige la multifuncionalidad.
La capacidad de aprendizaje, el potencial en el sentido amplio, la
flexibilidad y capacidad de adaptación son más importantes en este
sentido que el conocimiento o la experiencia concreta en el manejo

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de un determinado lenguaje de programación o una herramienta


informática específica.” (Muñoz De Priego, 1998).

• Las competencias son las técnicas, las habilidades, los conocimientos


y las características que distinguen a un trabajador destacado, por su
rendimiento, sobre un trabajador normal dentro de una misma función
o categoría laboral (Kochansky, 1998).

En cuanto al concepto de competencia (Cejas y Pérez, s/f) que se


está manejando especialmente en el ámbito de las comisiones de diseño
curricular, se derivan las siguientes definiciones:

• Competencia se refiere al “conocimiento, actitudes y destrezas nece-


sarias para desempeñar una tarea ocupacional dada” (Prof. Robert
Norton, Universidad del Estado de Ohio, Columbus, USA).

• Para Thomas Gilbert es una función de desempeño valioso, el verda-


dero valor de la competencia humana. Para este autor, se deriva de
logros reales más que de comportamientos o conductas. Estos logros
o resultados pueden ser un producto, servicio o decisión derivado de
ese desempeño.

• Desde el punto de vista ocupacional, competencia se entiende como


el desempeño real en que el trabajador muestra dominio en una deter-
minada tarea cuyo resultado es un producto o servicio valioso para el
empleador o consumidor.

• Competencias: Operaciones mentales, cognitivas, socioafectivas y psico-


motoras que necesitan ser apropiadas para la generación de habilidades
específicas para el ejercicio profesional (Brum V. J y M. R Samarcos
Júnior).

• “el conjunto de saberes (saber, saber hacer, saber estar y saber ser
–conocimientos, procedimientos y actitudes) combinados, coordinados
e integrados en el ejercicio profesional”. El dominio de estos saberes
le “hace capaz” de actuar a un individuo con eficacia en una situación
profesional (Tejada, 1999).

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Dentro de las nociones de competencias utilizadas por parte de algu-


nos organismos académicos y especialmente vinculados con la labor em-
presarial tenemos:

• Definición a partir del icfes:

Es una categoría pensada desde la formación de los sujetos en diferentes


dimensiones de su desarrollo. Está referida básicamente a potencialidades y
capacidades. Las competencias se definen en términos de “las capacidades con
que un sujeto cuenta para....”. Pero es claro que estas competencias, o más bien
el nivel de desarrollo de las mismas, sólo se visualiza a través de desempeños,
sea en el campo social, cognitivo, ético, cultural, estético, o físico. Esta parece
ser una de las características básicas de la noción de competencia: el estar
referidas a una situación de desempeño, de acción.

• Definición a partir de cinterfor

Es una capacidad efectiva para llevar a cabo exitosamente una actividad


laboral plenamente identificada. La competencia laboral no es una probabi-
lidad de éxito en la ejecución de un trabajo; es una capacidad real y demos-
trada.

• Definición a partir de iso 9000, Versión 2000

La definición más elemental de competencia laboral sería: las capacidades


demostradas por la persona en situaciones concretas de trabajo. Para que
las definiciones adquieran significado, las tenemos que contextualizar. En
este caso lo es la norma ISO 9001:2000. Ubicándola en este contexto, la
competencia laboral se puede definir como las capacidades demostradas por la
persona para contribuir a la satisfacción del cliente y a la mejora continua
de los procesos de calidad y eficiencia en las organizaciones.

Según Cariola, M. L. y Quiroz, A. M. (1997), existe una acrecencia


de definiciones de competencia que se encuentran en la literatura, y
contribuyendo al estado de confusión. Entre ellas tenemos:

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• Competencia en el puesto de trabajo (job): competencia de la per-


sona en un rol determinado en una empresa determinada.

• Competencia ocupacional/profesional: se acercaría a la idea de


cualificación (en el sentido de nivel de calificación) porque implica
que la persona tiene un repertorio de destrezas, conocimientos y
comprensiones, que puede ocupar en una gama de contextos y orga-
nizaciones.

Las diferencias entre competencias en el puesto y ocupacionales se


pueden asemejar a los niveles de cualificación. Las primeras son las
que corresponden a los obreros calificados para un puesto o trabajo
muy específico, mientras los profesionales estarían calificados para
dirigir o desarrollar otras funciones con mayor flexibilidad y ampli-
tud. Sin embargo, los procedimientos adecuados para evaluar las com-
petencias (operativas) a niveles inferiores resultan completamente
inadecuados para los niveles superiores porque en este caso se trata de
competencias más complejas y se asocian a capacidades para enfrentar
imprevistos.

• Competencias genéricas: serían aquellas que aseguran la transferi-


bilidad de destrezas ocupacionales porque se refieren a comportamientos
asociados con desempeños comunes a diversas organizaciones y ramas
de actividad productiva (habilidad para analizar, interpretar, organizar,
negociar, etcétera).

• Meta-competencias: aquellas que operan en función de otras compe-


tencias.

• Competencias básicas: comportamientos elementales que deberán


mostrar los trabajadores, tales como conocimientos de índole formativa
(lectura, redacción, aritmética, etcétera).

• Competencias de empleabilidad: las necesarias para obtener un


trabajo de calidad. Podrían equivaler a las competencias básicas.

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


80 Maritza Ruiz de Vargas, Bruno Jaraba Barrios, Lidia Romero Santiago

• Competencias interpersonales, organizacionales o sociales: las


que permiten mantener relaciones humanas y laborales con fluidez,
trabajar en equipo y comunicarse en general.

• Competencias técnicas o específicas: aquellos comportamientos de


índole técnico vinculados a un cierto lenguaje o función productiva.

• Competencias sistémicas: aquellas que permiten aproximarse a la


realidad en su complejidad de relaciones y no como un conjunto de
hechos aislados.

• Competencias tecnológicas: las que facultan el conocimiento y uso


de tecnologías usuales.

Tal profusión de definiciones, si bien enriquece la discusión y amplía


la perspectiva al considerar el problema, puede llevar también a la deso-
rientación y la inconsistencia. De manera que se hace necesario considerar
otros aspectos al momento de elegir o construir por sí mismo una noción
de competencias que permita emprender una investigación o diseñar un
proyecto formativo en cualquier nivel. Existe una heterogeneidad de
concepciones en torno a las competencias, las cuales no se limitan sólo
al plano de su definición, sino, como es lógico, a la operacionalización
de las mismas. A partir de esta gama de definiciones se podría retomar
que las competencias (Cejas, op. cit.):

• Se ponen de manifiesto cuando se ejecuta una tarea o un trabajo.


• Están relacionadas con la ejecución exitosa de una actividad.
• Tienen una relación causal con el rendimiento laboral, es decir, no
están asociadas con el éxito sino que realmente lo causan.
• Pueden ser generalizadas a más de una actividad.
• Combinan lo cognoscitivo, lo afectivo y lo conductual.

De manera general, según el men (2003) podemos clasificar las com-


petencias como: competencias básicas, laborales y ciudadanas. A su vez,
las competencias laborales pueden subdividirse en generales y específicas,
como se observa en el siguiente cuadro.

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


Competencias laborales y la formación universitaria 81

Competencias

Básicas Laborales Ciudadanas

Generales Específicas

Intelectuales Se asocian al desempeño de


funciones reconocidas por el
Personales sector productivo

Interpersonales

Organizacionales
Capacidad de emprender

Gráfico 1. Tomado de Ministerio de Educación Nacional (2003)


Articulación de la educación con el mundo productivo. La formación de
competencias laborales. Bogotá: men.

2.2. Definición de competencias laborales

Abordar el enfoque de competencias es dar un viraje hacia los resultados de


la aplicación de los saberes, habilidades y destrezas. En otras palabras, las
competencias se refieren a un “saber hacer en contexto” (Corpoeducación
y men, 2003b). Las competencias laborales son un punto de encuentro
entre los sectores educativo y productivo, por cuanto evidencian la for-
mación de los trabajadores y los desempeños que éstos deben alcanzar
en el espacio laboral. “La noción de competencia, tal como es usada
en relación al mundo del trabajo, se sitúa a mitad de camino entre los
saberes y las habilidades concretas; la competencia es inseparable de la
acción, pero exige a la vez conocimiento (Gallart y Jacinto, 1995). En es-
te sentido, las competencias laborales son el conjunto de conocimientos,
habilidades y actitudes que, aplicadas o demostradas en situaciones del
ámbito productivo, se traducen en resultados efectivos que contribuyen
al logro de los objetivos de la organización o negocio. En otras palabras,
la competencia laboral es la capacidad que una persona posee para desem-
peñar una función productiva en escenarios laborales usando diferentes

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


82 Maritza Ruiz de Vargas, Bruno Jaraba Barrios, Lidia Romero Santiago

recursos bajo ciertas condiciones, que aseguran la calidad en el logro de


los resultados (Cejas y Pérez, s/f)

Competencias es el nuevo paradigma del empleo. Los atributos que


debe porseer un trabajador para ocupar un determinado puesto. En las
actuales condiciones de competitividad y productividad este concepto se
impone en lo que se refiere a la formación y desarrollo de capital humano.
La competencia laboral no es una probabilidad de éxito en la ejecución
del trabajo, es una capacidad real y demostrada (Donna, op. cit.).

Las competencias laborales pueden ser generales o específicas. Las


primeras son las requeridas para desempeñarse en cualquier entorno social
y productivo, sin importar el sector económico, el nivel del cargo o el
tipo de actividad, pues tienen el carácter de ser transferibles y genéricas
(Bruner, s/f). Orientarse hacia los resultados, identificar y emplear métodos
creativos e innovadores para la solución de problemas, contar con una
visión científico - tecnológica para abordar situaciones propias del trabajo,
coordinar y gestionar recursos de diversos tipos y relacionarse con otros
para obtener resultados asociados a objetivos colectivos son competencias
laborales generales y necesarias en la actualidad para desempeñarse en un
trabajo o en un espacio productivo propio, ya sea en un entorno urbano
o rural (Puig, 2001).

Según Díaz (2005), existen varias clasificaciones de Competencias


laborales:

Básicas: “Son las que se requieren para poseer un perfil de empleabi-


lidad mínimo para ingresar a un trabajo, se adquieren en la formación
básica y giran en torno a saber leer comprensivamente, saber escribir un
mensaje, saber plantear una opinión, etc.”.

Genéricas: “Son competencias que se ubican en comportamientos


laborales propios de diversos ámbitos de función tales como trabajo en
equipo, comunicación efectiva, etc”.

Específicas: “Son las que están directamente relacionadas con lo aspec-


tos técnicos del cargo, por ejemplo, operación de maquinaria, tecnología,
finanzas”.

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


Competencias laborales y la formación universitaria 83

2.2.1 Competencias laborales generales

Las competencias laborales generales se caracterizan por no estar ligadas a


una ocupación en particular, ni a ningún sector económico, cargo o tipo de
actividad productiva. No obstante, habilitan a las personas para ingresar
al trabajo, mantenerse en él y aprender. Junto con las competencias básicas
y ciudadanas, facilitan la empleabilidad de las personas. La empleabilidad
es la capacidad de una persona para conseguir un trabajo, mantenerse
en él y aprender posteriormente los elementos específicos propios de la
actividad.

Las competencias laborales generales son necesarias en todo tipo de


trabajo, ya sea en un empleo o en una iniciativa propia para la generación
de ingreso. Estas competencias son transferibles, es decir, se aplican en
cualquier ambiente donde existe una organización productiva; generan el
desarrollo continuo de nuevas capacidades y son observables y medibles,
lo cual significa que pueden ser evaluadas y certificadas (Corpoeducación
y MEN, 2003b).

La Corpoeducación, en el marco del Convenio con el Ministerio de


Educación Nacional para la definición de lineamientos de la Política
para la Educación Media 2003-2006, elaboró un cuadro que contiene
una síntesis de los hallazgos encontrados en varios estudios nacionales e
internacionales.

En dicho cuadro se identifican algunas competencias laborales gene-


rales, que el sector productivo ha considerado fundamentales para que
las personas puedan ingresar y adaptarse a un ambiente productivo,
relacionarse adecuadamente con otros y con los recursos disponibles y
aprender sobre el trabajo. Veámos:

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


84 Maritza Ruiz de Vargas, Bruno Jaraba Barrios, Lidia Romero Santiago

Competencias laborales generales


Intelectuales Condiciones intelectuales asociadas con la atención, la memoria, la concen-
tración, la solución de problemas, la toma de decisiones y la creatividad.

Personales Condiciones del individuo que le permiten actual adecuada y asertivamente


en un espacio productivo aportando sus talentos y desarrollando sus poten-
ciales, en el marco de comportamientos social y universalmente aceptados.
En este grupo se incluyen la inteligencia emocional y la ética, así como la
adaptación al cambio.

Interpersonales Capacidad de adaptación, trabajo en equipo, resolución de conflictos, lider-


azgo y proactividad en las relaciones interpersonales en un espacio produc-
tivo.

Organizacionales Capacidad para gestionar recursos e información, orientación al servicio y


aprendizaje a través de la referenciación de experiencias de otros.

Tecnológicas Capacidad para transformar e innovar elementos tangibles del entorno


(procesos, procedimientos, métodos y aparatos) y para encontrar soluciones
prácticas. Se incluyen en este grupo las competencias informáticas y la capa-
cidad de identificar, adaptar, apropiar y transferir tecnologías.

Empresariales o Capacidades que habilitan a un individuo para crear, liderar y sostener uni-
para la generación dades de negocio por cuenta propia, tales como identificación de oportuni-
de empresas dades, consecución de recursos, tolerancia al riesgo, elaboración de proyec-
tos y planes de negocios, mercadeo y ventas, entre otras.

Grafico 2. Tomado de Ministerio de Educación Nacional (2003)


Articulación de la educación con el mundo productivo. La formación de
competencias laborales. Bogotá: men

De una forma u otra, puede concluirse que, de manera general, están


contenidos los cincos tipos de características competenciales propuestas
por Lyle M. Spencer y Signe M. Spencer (1993):

• Motivaciones que determinan el comportamiento de las personas ha-


cia determinados tipos de acciones: logro, afiliación y poder.
• Rasgos del carácter, que justifican los tipos de reacciones ante determi-
nadas situaciones.
• Capacidades personales, valores relacionados con las actitudes, valores
y auto-imagen.
• Conocimientos.
• Habilidades, capacidad para realizar determinado tipo de actividades
físicas y mentales.

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


Competencias laborales y la formación universitaria 85

2.2.2. Competencias laborales específicas

Las competencias laborales específicas se definen como las competencias


necesarias para el desempeño de las funciones propias de las ocupaciones del
sector productivo. Poseerlas significa tener el dominio de conocimientos,
habilidades y actitudes que conllevan al logro de resultados de calidad en
el cumplimiento de una ocupación y, por tanto, facilitan el alcance de las
metas organizacionales. Las competencias laborales específicas habilitan
a un individuo para desarrollar funciones productivas propias de una
ocupación o funciones comunes a un conjunto de ocupaciones. Enten-
diendo por ocupación a un conjunto de puestos de trabajo con funciones
productivas afines, cuyo desempeño requiere competencias comunes
relacionadas con los resultados que se obtienen (sena, 2003).

En varios países, algunos organismos estatales y académicos han


agrupado las ocupaciones por afinidad de funciones. En Colombia, el
sena (2003b) construyó la Clasificación Nacional de Ocupaciones. Este
es un instrumento elaborado con referencia a metodologías y tipologías
internacionales, en concertación con el sector productivo, que agrupa y
organiza las cuatrocientas cincuenta ocupaciones presentes en el país,
distribuyéndolas en nueve áreas de ocupación y desagregándolas en cinco
niveles de calificación (desde el semicalificado, que no requiere formación
educativa más allá de la básica primaria hasta el nivel de alta dirección
y gerencia, formado por la educación universitaria).

En cuanto a la conceptualización del concepto de competencia, Tejada


(1999) plantea que si se define ésta como el conjunto de conocimientos,
procedimientos y actitudes combinados, coordinados e integrados en
la acción, que se ha adquirido a través de la experiencia (formativa y
no formativa –profesional–) y permite al individuo resolver problemas
específicos de forma autónoma y flexible en contextos singulares. Esto
quiere decir que las competencias van más allá de la mera especialización
técnica para incluir dimensiones relacionales y sociopolíticas. Dicho de
otra forma, el comportamiento técnico y metodológico ha de completarse
con comportamiento personal y social.

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


86 Maritza Ruiz de Vargas, Bruno Jaraba Barrios, Lidia Romero Santiago

Esta asunción, en la línea de Bunk (1994), nos lleva a considerar


una tipología de las competencias profesionales en torno a competencia
técnica, competencia metodológica, competencia social y competencia
participativa, cuya resultante final integrada nos lleva a la competencia
de acción, que como tal es indivisible. En este sentido, siguiendo con el
referido autor, cabe destacar que:

• Posee competencia técnica aquel que domina como experto las tareas y
contenidos de su ámbito de trabajo, y los conocimientos y destrezas necesarios
para ello.

• Posee competencia metodológica aquel que sabe reaccionar aplicando el


procedimiento adecuado a las tareas encomendadas y a las irregularidades
que se presenten, que encuentra de forma independiente vías de solución y que
transfiere adecuadamente las experiencias adquiridas a otros problemas de
trabajo.

• Posee competencia social aquel que sabe colaborar con otras personas de
forma comunicativa y constructiva, y muestra un comportamiento orientado
al grupo y un entendimiento interpersonal.

• Posee competencia participativa aquel que sabe participar en la orga-


nización de su puesto de trabajo y también de su entorno de trabajo, es capaz
de organizar y decidir, y está dispuesto a aceptar responsabilidades.

Los contenidos específicos de cada una de dichas competencias figuran


en la siguiente tabla:

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


Competencias laborales y la formación universitaria 87

Competencias Competencia
Competencia técnica Competencia social
metodológica participativa
• Comunidad • Flexibilidad • Sociabilidad • Participación
Conocimientos, Formas de Formas de
Procedimientos
destrezas, aptitudes comportamiento organización
• Trasciende los límites • Procedimiento de • Individuales: dispo- • Capacidad de coordi-
de la profesión trabajo variable sición al trabajo, nacióm
• Relacionada con la • Solución adaptada a capacidad de adap- • Capacidad de organi-
profesión la situación resolu- tación, capacidad de zación
• Profundiza la profe- ción de problemas intervención • Capacidad de relación
sión • Pensamiento, traba- • Interpersonales: • Capacidad de convic-
• Amplía la profesión jo, planificación, honradez, rectitud, ción
• Relacionada con la realización y control altruismo, espíritu de • Capacidad de deci-
empresa autónomos equipo sión
• Capacidad de adapta- • Capacidad de respon-
ción sabilidad
• Capacidad de direc-
ción
Competencia de acción
Grafico 3. Contenidos de las competencias (Bunk, 1994),
tomado de Tejada (1999)

CONCLUSIONES

Entonces: ¿A qué nos referimos cuando hablamos de competencias?

Como afirma Torrado (s/f), estar de acuerdo sobre la importancia de


formar a personas competentes o sobre la necesidad de desarrollar ciertas
competencias básicas en los alumnos, no supone que exista una definición
clara o consenso sobre lo que significa el concepto de competencia. Sin
embargo, es necesario hacer un esfuerzo por demarcar el concepto, de tal
manera que se puedan conocer las competencias que demanda el entorno
a los futuros profesionales en el desarrollo de su actividad laboral, a fin
de enriquecer y delimitar cuáles son los conocimientos que éstos deben
adquirir y las habilidades y actitudes que deben desarrollar para llevar a
cabo los comportamientos comprendidos en esas competencias.

Al realizar una revisión sobre el concepto de competencias, se encuen-


tra una variedad de definiciones desde diferentes ámbitos, el laboral,
el educativo… No obstante, una de las más sencillas y aceptadas que
podemos extraer de la literatura actual, alude a que una competencia es
un saber hacer en contexto. Lo anterior implica un saber hacer y un saber

Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Nº 16: 64-91, 2005


88 Maritza Ruiz de Vargas, Bruno Jaraba Barrios, Lidia Romero Santiago

ser; que, en términos de algunos autores (Leboyer, 1997, Bunk, 1994,


Kochansky, 1998, Tejada, 1999, entre otros), se refleja al definir las
competencias como un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes
aplicadas a un contexto particular. Según Tejada (1999), la competencia
se define como “el conjunto de saberes (saber, saber hacer, saber estar
y saber ser –conocimientos, procedimientos y actitudes) combinados,
coordinados e integrados en el ejercicio profesional”. El dominio de
estos saberes “hace capaz” a un individuo de actuar con eficacia en una
situación profesional.

Este saber hacer contextualizado, que se adquiere ya sea por vía edu-
cativa formal, no formal o informal en una determinada área, sólo es po-
sible de identificar y evaluar en la acción misma, por los conocimientos
aplicados, las habilidades desarrolladas y las actitudes mostradas. En este
proceso de adquisición de competencias, la educación formal desempeña
un papel relevante como espacio de formación del ser humano. En este
sentido, la universidad debe cumplir estas funciones de tal manera que
garantice la inserción y movilidad laboral de los individuos. Por eso es
importante examinar sus propuestas curriculares, los recursos pedagógicos
que ofrece y las demandas del mundo productivo, de tal modo que su
oferta educativa sea coherente con las condiciones y necesidades del mundo
contemporáneo, buscando que sus egresados cuenten con las competencias
idóneas para desenvolverse en la sociedad y sean parte activa del progreso
y desarrollo regional y nacional.

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