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SEGUNDO DÍA
Cantamos: Quiero ser Santo
Jesús nos dice: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de
beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve
enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y fueron a verme.
Entonces los justos dirán: “Señor, cuando te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te
dimos de beber? Cuando te vimos forastero y te recibimos o sin ropa y te vestimos? Cuando te vimos
enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?
El Rey responderá: En verdad les digo que cuando lo hicieron con alguno de los mas pequeños de
estos hermanos me lo hicieron a mi”
El Papa Francisco nos dice;
Sabiduría del corazón es salir de si hacía el hermano. A veces nos olvidamos el valor esencial del
tiempo junto a alguien que lo necesita, porque estamos apurados por el frenesí del hacer cotidiano, y
nos olvidamos de la importancia del ocuparse, acompañar, y hacerse cargo del otro. En el fondo,
detrás de esta actitud hay una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor que dice: “Lo
hicieron conmigo”.
Por esto, quisiera recordar una vez más la absoluta prioridad de la salida de si hacia el otro, como uno
de los principales mandamientos y como el signo más claro para discernir acerca del camino de
crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios.
De la misma naturaleza misionera brotan “la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que
comprende, asiste y promueve”.
Las invitamos a, como dice el Papa Francisco, dar todo de nosotras para con los demás y a pensar: En
nuestras acciones con el prójimo, ¿reflejamos el amor que le tenemos a Jesús?
Cantamos: Para darlo a los demás
TERCER DÍA
Cantamos: Dame tus ojos
Juan 19 29 27
El evangelio nos dice: “Cerca de la cruz de Jesús, estaba su madre, con María, la hermana de su
madre, esposa de Cleofás, y María Magdalena. Jesús al ver a la madre y junto a ella al discípulo que
más quería, dijo a la madre: mujer ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo se la llevo a su casa”
El mejor legado que pudo hacernos Jesús desde la Cruz fue dejarnos a su propia madre, y así como
María engendró a Jesús; en el mismo momento en que Él nos la entrega; María nos engendró a
nosotros como sus hijos. Nació la comunidad de la Iglesia.
María, llena de gracia y valentía, enséñanos a estar de pie junto al que sufre para ser portadores de
esperanza. Enséñanos a caminar con Jesús y a obrar como él. Entréganos esa mirada tierna que tienes
sobre el mundo. Dilátanos el corazón para que podamos involucrarnos en los padecimientos del otro,
y que nuestra presencia les devuelva el deseo de superar la desesperación.
Acogemos a María en nuestras vidas, le abrimos nuestro corazón, la hospedamos en nuestra casa.
Hacemos un espacio y nos damos cuenta que su presencia convoca, reúne, y allí toma forma la
comunidad de la Iglesia como sacramento de salvación.
Las invitamos a abrir nuestro corazón para que dejar que María entre en nuestro corazón y nos
acompañe en este peregrinar.
Cantamos: Dios te salve
CUARTO DÍA
Cantamos: Algo de paz
El evangelio nos dice: “No podemos callar lo que hemos visto y oído” (hc 4, 20)
Debemos reflexionar sobre lo importante que es practicar cada día lo que Jesús nos enseñó, nos
mencionó que estamos llamados a la Santidad y por eso todos los días tenemos que intentar seguir su
ejemplo aún más. Dios nos dio a su hijo para que nos sirviera de referencia de lo que Él quiere de
nosotros. Nos habló también sobre la coherencia que debemos tener entre fe y vida. Así también, la
única manera que otros sigan a Jesucristo es por medio de nuestro ejemplo, y por ello Dios nos llama
a los que ya lo hemos conocido a ser luz en el mundo en cada una de nuestras actividades diarias.
Ahí está la buena noticia de Jesús, ahí está la esperanza que da a nuestro corazón, ahí está el Reino de
Dios que se va construyendo.
La misión no termina acá, este es un camino que continúa a lo largo de nuestra vida, por eso no
callemos lo que hemos visto y oído, y seamos testimonio vivo del infinito amor de Dios.
Cantamos: No tengo miedo