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BIOREMEDIACION

Nociones Previas
 COMUNIDADES Y ECOSISTEMAS MICROBIANOS
o Dinámica de la comunidad microbiana

La comunidad es la unidad biológica superior de la jerarquía ecológica compuesta


por individuos y poblaciones. Una comunidad microbiana es un conjunto integrado
de poblaciones microbianas que interaccionan entre ellas y coexisten en un espacio
determinado, denominado hábitat. La disciplina que estudia las comunidades recibe
el nombre de sinecología y trata de las interacciones que se dan entre las diferentes
poblaciones. Marshall (1993) indicó que la ecología microbiana tiene tres objetivos
principales con respecto a la comprensión del papel de los microorganismos en su
hábitat natural: (1) definir la dinámica poblacional en las comunidades; (2) definir las
características físico-químicas de los microambientes; y (3) comprender los
procesos metabólicos realizados por microorganismos en un hábitat determinado.

Las poblaciones que conforman la comunidad en un hábitat tienen un papel


funcional especializado, llamado nicho.

o Selección poblacional en las comunidades: estrategias de la r y


de la K
Los microorganismos, al igual que las plantas superiores y los animales, han
desarrollado estrategias que les permiten sobrevivir con éxito y mantenerse en las
comunidades. Un esquema artificial de estas estrategias clasifica los organismos a
lo largo de un gradiente r-K (Andrews 1984). Los términos r y K proceden de la
ecuación logística de crecimiento de una población (Andrews 1991):
Esta ecuación logística describe el crecimiento poblacional en condiciones
ambientales limitadas.

El esquema r-K supone un continuo, en el que la evolución favorece la adaptación


a tasas elevadas de reproducción (estrategia de la r) o la utilización óptima
(conservación) de recursos ambientales (estrategia de la K). Es un dogma ecológico
que los organismos optimizan su capacidad reproductora o la conservación de los
recursos, pero no ambas a la vez (Andrews 1991).
o Parametros de tolerancia fisiológica

Los potenciales redox negativos pueden deberse a un crecimiento extensivo de


microorganismos heterotrofos que agotan todo el oxígeno disponible. Ese es a
menudo el caso de los ecosistemas muy contaminados, donde los microorganismos
utilizan el oxígeno disponible para los procesos de descomposición. Los sedimentos
ricos en materia orgánica pueden tener valores Eh tan bajos como —450 mV. A
esos valores, puede producirse fácilmente la reducción del sulfato, con producción
de H2S, y la reducción del C02, con producción de CH4.
Biorremediación

La biorremediación es el uso de microorganismos para eliminar contaminantes


(Atlas y Pramer 1990). Para que la biorremediación se considere una tecnología
aplicable para eliminar un contaminante específico, es necesario demostrar que
dicha sustancia o una mezcla química que la contenga, es biodegradable y que el
proceso de biorremediación no tendrá efectos colaterales adversos sobre el
ecosistema. La biodegradación de contaminantes en el ambiente es un proceso
complejo cuyos aspectos cuantitativos y cualitativos dependen de la naturaleza y
cantidad del contaminante, de las condiciones locales y estacionales, y de la
composición de la comunidad microbiana autóctona (Atlas 1981; Lehay y Colwell
1990; Hinchee y Olfenbuttel 1991a 1991b). La biorremediación puede aplicarse a
enclaves contaminados con una variedad de compuestos químicos (Tabla 14.1). Es
necesaria una caracterización precisa del lugar para identificar los contaminantes y
sus concentraciones (Shineldecker 1992; LeGrega et al. 1994). Cuando se
administra como es debido, esta biotecnología puede reducir el riesgo de impactos
adversos de compuestos tóxicos y peligrosos en el medio ambiente (Norris et al.
1988).
Los dos estrategias generales de la biorremediación son la modificación ambiental,
como pueden ser la aplicación de nutrientes y la aireación, y la “siembra” de
degradadores de xenobióticos apropiados. Los productos finales de la
biorremediación eficaz, como el agua y el dióxido de carbono, son inocuos y su
presencia no representa ningún peligro para el ambiente ni para los organismos
vivos. La biorremediación es barata en comparación con los métodos físicos para
descontaminar el medio ambiente, que pueden resultar extraordinariamente caros.
Mientras que las tecnologías convencionales exigen el traslado de grandes
cantidades de desechos tóxicos o suelo contaminado a incineradoras, una
característica de la biorremediación es que puede efectuarse in situ y sólo requiere
un equipamiento sencillo. La biorremediación, empero, no es la solución para todos
los problemas de contaminación ambiental. Como otras tecnologías, está limitada
por las condiciones locales y por el tiempo disponible para llevar a cabo el
tratamiento, y la gama de materiales que puede tratar es restringida. Tiene un gran
potencial destructor de contaminantes, especialmente en los casos de suelo
contaminado por combustibles o por creosota (Mueller et al. 1989, 1991; Song et al.
1990). Las posibilidades de la biorremediación como técnica de limpieza se han
estado investigando en varios cientos de enclaves contaminados.

Las variables que se miden habitualmente en los ensayos de biorremediación de


laboratorio incluyen el recuento de poblaciones microbianas (Song y Bartha 1990),
la medida de respiración microbiana (consumo de oxígeno o producción de dióxido
de carbono) y la determinación de la velocidad de degradación (desaparición de
contaminantes individuales o totales) en comparación con los controles no tratados.

Sin duda, la medida más directa de la eficacia de la biorremediación es el registro


de la velocidad de desaparición del contaminante. Aquí es especialmente
importante establecer los controles apropiados y elegir las técnicas analíticas
adecuadas. La “desaparición” de un contaminante puede ocurrir no sólo por
biodegradación, sino por evaporación, fotodegradación y lixiviación.
 Enfoques de la biorremediación
Modificaciones ambientales para la biorremediación
Algunas limitaciones ambientales comunes para la biorremediación de residuos
químicos peligrosos son la excesiva concentración de residuo, la falta de oxígeno,
el PH desfavorable, la falta de nutrientes minerales, la falta de humedad y la
temperatura desfavorable. Una vez se corrigen estas limitaciones, la distribución
ubicua de los microorganismos permite en la mayoría de los casos un
enriquecimiento espontáneo de los agentes microbianos apropiados. La inoculación
de microorganismos específicos no es ni necesaria ni útil en la gran mayoría de las
situaciones, excepto cuando los microorganismos biode- gradantes no son buenos
competidores y no consiguen mantenerse en el medio, o cuando el residuo químico
sólo se cometaboliza y no proporciona ninguna ventaja selectiva a los organismos
catabólicos. Un vertido accidental masivo de un producto químico tóxico en un
ambiente previamente no expuesto constituye otra situación en la que la inoculación
con cultivos microbianos preadaptados puede acelerar la biodegradación. Sin
embargo, dicha inoculación debería ir siempre acompañada de unas condiciones
de crecimiento razonablemente buenas en el medio contaminado. Como mínimo,
debe asegurarse que la temperatura de crecimiento, el potencial hídrico, el pH, el
equilibrio de nutrientes y (para los procesos aeróbicos) el suministro de oxígeno son
los adecuados. Si el contaminante no permite el crecimiento microbiano, será
necesario añadir un sustrato de crecimiento adecuado y/o inocular el
microorganismo repetidamente y en gran cantidad. La inoculación en ausencia de
las consideraciones ecológicas apropiadas raramente reporta la deseada mejora en
la biodegradación.

La biorremediación intrínseca o in situ se está convirtiendo en una alternativa cada


vez más popular, porque es más barata que otros métodos de limpieza, pero
requiere un seguimiento cuidadoso para asegurar una operación segura y efectiva
(Hart 1996). La depuración in situ de acuíferos contaminados implica el suministro
de oxígeno y nutrientes minerales a la pluma contaminante durante un período
prolongado. Menos frecuente es la siembra de cultivos microbianos y/o la adición
de otros suplementos a través de pozos de inyección apropiados.

 Biorremediación de ecosistemas diversos

Biorremediación de suelos y acuíferos contaminados

La biorremediación se está usando ya en enclaves contaminados con hidrocarburos


emanados de depósitos subterráneos. El material contaminado se depura unas
veces in situ y otras en biorreactores. Los tratamientos van desde el añadido de
cultivos microbianos hasta el aporte de nutrientes y oxígeno.

En los Estados Unidos, las pérdidas de cientos de miles de depósitos bajo tierra han
contaminado el suelo y las aguas subterráneas con hidrocarburos aromáticos de
bajo peso molecular que pueden amenazar la salud humana, sobre todo si se
introducen en la red de suministro de agua potable. Esta contaminación puede
biorremediarse mediante tratamientos in situ o ex situ. (Figura 14.6). La
biorremediación tiene ciertas ventajas para la descontaminación de las aguas
freáticas. Un ejemplo es la eliminación de los contaminantes procedentes de las
filtraciones de depósitos subterráneos en un servicio de mantenimiento y repostaje
de autobuses en Denver (Colorado). Gasolina, gasóleo y posiblemente aceite
lubricante contaminaron el suelo y la capa freática por debajo de los depósitos. En
1993 se emprendió la eliminación de los hidrocarburos contaminantes por
dispersión aérea (transferencia física a la atmosfera) y mediante la técnica de
“bombeo y depuración”, consistente en bombear el agua a la superficie, depurarla y
reinyectarla. El oxígeno y los nutrientes minerales introducidos en el agua por este
proceso sustentaban el metabolismo biodegradador de los microorganismos
autóctonos.

La concentración de oxígeno disuelto en las aguas freáticas contaminadas alcanzó


hasta los 2,8 mg por litro, con un valor medio de 0,7 mg por
litro. Las medidas indicaban que las bacterias nativas podían consumir residuos de
combustible a una tasa de unos 4,2 g de hidrocarburo por litro de agua y año.
Un método de biorremediación esencialmente similar se ha aplicado a la
contaminación superficial de suelos por petróleo crudo o refinado como
consecuencia de pérdidas y vertidos accidentales. Dada su naturaleza accidental,
la localización e intensidad de estos eventos de contaminación no es controlable,
pero es importante saber si la biodegradación puede ser una medida de
descontaminación eficaz en tales situaciones y cómo optimar el proceso. Se
necesita determinar bien las características del enclave para establecer los niveles
de contaminantes y
la dirección de los movimientos en el subsuelo de cualquier pluma de contaminación
(Figura 14.8).

Si el combustible y las características locales son favorables, la opción de la


biorremediación in situ es acertada desde el punto de vista económico y ambiental.
El suelo contaminado se excava y se esparce en una capa de 15-20 cm de grueso.
Aunque la biorremediación puede ser lenta y tiene sus limitaciones, las alternativas
son más caras y a menudo inferiores desde el punto de vista ambiental (Jones y
Greenfield 1991). En un estudio piloto controlado (Shen y Bartha 1994) se
emprendió la biorremediación in situ de un suelo contaminado con fuel n. 2 filtrado
desde un depósito subterráneo. En 500 días (2 estaciones de crecimiento) la
concentración de hidrocarburo inicial de 10.200 ppm se redujo a 250 ppm. La
toxicidad inicial del suelo, medida por la técnica Microtox, era EC50 = 44 pg de
suelo. Tras un aumento transitorio durante la biodegradación, hacia el día 400 la
toxicidad bajó a la concentración del suelo control no contaminado (220 pg)
McCarty y sus colaboradores en la Universidad de Stanford han demostrado que el
cometabolis- mo puede degradar el TCE y el tetracloroetileno (McCarty et al. 1991).
Este grupo observó que un consorcio de bacterias que crecía en condiciones
metanogénicas podía degradar estos disolventes clorados en condiciones
estrictamente anóxicas.
McCarty halló también que un consorcio bacteriano consumidor de metano, fenol y
tolueno podía degradar el TCE aeróbicamente en aguas subterráneas
contaminadas cuando se añadían los cosustra- tos respectivos. Suministrando
metano y aire en una configuración biopurgante, este consorcio podía biorremediar
el agua subterránea contaminada con TCE (Figura 14.10).

Las bacterias de este consorcio oxidan ordinariamente los cosustratos mediante


monooxigenasas. Estas enzimas también pueden convertir el TCE en epóxidos que
luego se descomponen en otros compuestos, como los ácidos fórmico y glioxílico.
Estos ácidos son metabolizados después por otros microorganismos. Sin embargo,
los efectos de los cosustratos sobre los microorganismos son complejos, lo que
hace impredecibles los resultados del tratamiento cometabólico in situ. En algunos
análisis de campo, al añadir un cosustrato para inducir la actividad de la
monooxigenasa en los microorganismos del suelo se intensificaba la degradación
del TCE; pero, por razones aún desconocidas, en otros casos el mismo tratamiento
no daba los resultados esperados
Además de servir para eliminar compuestos orgánicos, la biorremediación puede
usarse para depurar enclaves contaminados con metales pesados o radioisótopos
(Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico 1994). La empresa
Royal Dutch Shell ha empleado bacterias reductoras de sulfato (SRB) para
inmovilizar metales en una vieja refinería de zinc en la localidad holandesa de Bu-
delco (Figura 14.11). La capa freática del lugar estaba contaminada con metales
pesados, y ahora contiene altas concentraciones de zinc, cadmio y sulfato
procedentes de las operaciones de refinado. En esta operación de remediación
llevada a cabo se bombea agua freática a través de un biorreactor al cual se añaden
etanol, amonio y fosfato para sustentar el crecimiento de bacterias reductoras de
sulfato. Estas bacterias convierten el sulfato del agua subterránea en sulfuro de
hidrógeno, el cual reacciona con los metales pesados para formar sulfuros metálicos
insolubles como el sulfato de zinc y el sulfato de cadmio. El proceso microbiano se
efectúa en condiciones no estériles y neutras, con etanol como sustrato energético
y de crecimiento. Se añaden amonio y fosfato como nutrientes a un tanque de
mezcla que alimenta un reactor SRB.
La concentración de sulfato en el efluente acuoso del reactor se controla por la
relación etanol-sulfato que se proporciona al proceso. Se necesita un potencial de
oxidación inferior a —300 mV para mantener una máxima actividad metanógena,
de manera que la pequeña cantidad de acetato producido (un producto secundario
del SRB) se convierta en dióxido de carbono y metano, con lo que se asegura que
el efluente tenga una baja demanda biológica de oxígeno. Se añade un floculante
al reactor para lograr la máxima retención de las minúsculas partículas de sulfuros
metálicos. El floculante asegura la retención de dichos sulfuros. Los controles del
efluente aseguran la retención de los sulfuros metálicos precipitados. El agua
efluente contiene sólo unas pocas partes por mil millones (ppb) de metales pesados
y unas 100 ppm de sulfato, niveles ambientalmente aceptables. El efluente, que
contiene sulfuros hidrosolubles, pasa a través de un biorreactor de película fija
donde microorganismos aeróbicos eliminan el sulfuro de hidrógeno de la corriente
gaseosa antes de quemar el metano. La corriente de lodo, que contiene los sulfuros
metálicos, puede reenviarse al horno de la refinería de zinc.
La biorremediación se usa también para el tratamiento de algunos contaminantes
del aire. Filtros biológicos, filtros biológicos de goteo y biopurifica- dores se emplean
para eliminar compuestos que generan malos olores cerca de granjas, en
estaciones depuradoras de aguas residuales y en procesos industriales diversos.
Estos biorreactores contienen biopelículas de microorganismos que pueden
eliminar más del 99 por ciento de los contaminantes volátiles del aire. Los
compuestos tóxicos, como el tolueno, el sulfuro de hidrógeno y los clorobencenos y
nitrobencenos también pueden eliminarse de esta manera. Así pues, los usos de la
biorremediación continúan aumentado.

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