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GUSTAVO BUNTINX: “EL PEOR


ENEMIGO DEL ARTE ES EL MUNDO DEL
ARTE”
por Mariagrazia Muscatello | Dic 7, 2018 | ENTREVISTAS |
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¡Gracias!

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Gustavo Buntinx (Perú, 1957) es un teórico y curador que se autodefine como chofer del
proyecto Micromuseo en Lima (“al fondo hay sitio”), donde quiere repensar radicalmente
la lógica museal misma desde una mirada crítica, y que apuesta a redefinir y discutir los
límites del arte en su actual estado de crisis.
Sin ocultar las contradicciones con las cuales todos los que trabajamos en el sistema artístico
tenemos que lidiar, Buntinx cree que estamos viviendo un momento de decadencia cultural
y de derrota humana donde el rol del arte, hasta el que se propone como radical, se ha vuelto
una imagen complaciente y cómplice.
Invitado a Chile como parte del jurado de la primera versión de la Beca Fundación Actual
MAVI
MAVI, organizada por el MAVI (Museo de Artes Visuales) Visuales), en Santiago, he hablado
con él sobre sus proyectos, su rol como curador del Pabellón de Perú en la próxima Bienal de
Venecia, y para entender cómo resistir a este fracaso, o morir en el intento.
Mariagrazia Muscatello: Usted ha sido invitado como parte del jurado de la nueva beca
organizada por el Museo de Artes Visuales de Santiago. ¿Qué opina de los artistas
chilenos? De lo que pudo alcanzar a examinar…

Gustavo Buntinx: Acabo de compartir los oficios de la definición de la beca generada por la
Fundación Actual y el MAVI. Yo creo que es imposible opinar sobre escenas en general, son
demasiado vastas, demasiado complejas y crecientemente banalizadas por la
normalización de la diferencia y la homogeneización banalizante de todo. No es sólo un
problema de Chile, es un problema en el mundo. Es siempre mejor restringir la reflexión a
situaciones específicas puntuales. Lo que vi en el grupo de más de 200 artífices que se
presentaron a esta convocatoria en particular, es alentador. Creo que hay un acierto en la
convocatoria precisamente, que es la de haber planteado un recorte generacional atípico
(35-55 años), allí donde el capitalismo hedónico, que es el sistema sociopolítico económico
cultural en el que vivimos, tiene una sobredemanda de simulacros de juventud, y hay una
efebolatría.

M.M: Hay una presión social para ser y verse siempre joven, y el arte tiene cierta
responsabilidad en esto…

G.B: Muy triste; es mucho más interesante incorporar el tránsito y el trance, la decadencia
de los cuerpos y la liberación del alma de esa prisión que es el cuerpo. Es decir, volver a
ciertas inquietudes espirituales esenciales. Contra todo eso el capitalismo hedónico va a
luchar ferozmente y más ferozmente el fascismo de izquierda, que también existe, y que ha
oscurecido el siglo XX, y que vuelve a agobiarnos ahora con la pesadilla del Chavismo y
locuras de ese tipo. Entonces, hay un horizonte fascista también en la cultura, que no se
agota.

Creo que ha sido importante en este concurso haber apostado por un perfil de edad
intermedia para conseguir una masa crítica relevante de propuestas que articulan cierta
densidad, y que no se agotan en la búsqueda frívola del escándalo. Si el arte tiene una
responsabilidad social es la de establecer un espacio de silencio, de recogimiento, de
reflexión, de autorreflexión crítica, incluso irónica, que nos permita mantener al menos la
fantasía y, ojalá, la posibilidad de un pensamiento crítico genuino. Entonces, eso empieza
con enlentecer los procesos de la creación y densificarlos.

M.M: Hay una sobreproducción artística que es similar al mecanismo del capitalismo más
feroz…

G.B: Hay demasiado arte, pero por suerte en esta convocatoria había un número
significativo de propuestas significantes, y eso me alentó. Llevo años intentando salir del
mundo del arte; he llegado a la convicción de que el peor enemigo del arte es el mundo del
arte.

La verdadera agenda radical para el arte es la recuperación de la espiritualidad


M.M: Quiere salir del mundo del arte y será el curador –junto a Giuliana Vidarte- del
Pabellón de Perú en la próxima Bienal de Venecia, el lugar donde se reúne todo el gotha
del mundo del arte…

G.B: De la contradicción vivimos… ahora vamos a hablar de eso, pero para acabar el
concepto anterior, estoy convencido de que el peor enemigo del arte es el mundo del arte,
que se ha vuelto una máquina normalizadora de diferencias e integradora de subversiones
hasta el punto de que hoy, a través del arte, la subversión es la norma… peor todavía: la
subversión es el mandato, hay una academia de la transgresión, lo cual es una
contradicción descorazonadora, y nos arroja a la contemplación del abismo. Hay un
terrorismo en las vanguardias que se ha vuelto un terrorismo de la vida real que nos debe
hacer reflexionar sobre toda la historia supuestamente crítica de los desarrollos de la
modernidad y luego de la posmodernidad artística.

M.M: El mismo circuito del arte neutraliza todos estos gestos, y hasta la obra más radical
se vuelve una postura estética por el mismo lugar donde circula…

G.B: Lo neutraliza, lo rentabiliza, hace del gesto subversivo el mecanismo más asegurado
para la perpetuación del sistema que se pretende retóricamente erosionar o liquidar, y hace
del quehacer artístico una competencia pueril de aversiones y escándalos. Hace poco me
llamaron para solicitar mi opinión sobre la trituración fallida de un cuadro de Banksy en una
subasta, y empezaron a hacerme toda una serie de preguntas esotéricas, post-
estructuralistas, etc. Y yo les interrumpí, y les dije ‘no me interesa’. A mi avanzada edad
quiero volver a un arte que signifique algo en la vida misma, un arte que vuelva a las
esencias primarias, primeras, primordiales del arte, aquellas que se vinculan con cambios
genuinos, es decir, aquellas que pasan por la transformación de uno mismo y desde allí
pueden proyectarse a la sociedad y ojalá generar la revolución. No hay transformación
posible que no implique la transformación e incluso la destrucción de uno mismo, y todo
esto es una manera de hablar de la verdadera agenda radical para el arte, que es la
recuperación de la espiritualidad.

Yo le decía antes que llevo años intentando salir del mundo del arte para volver al arte
mismo. Por ejemplo, yo dirijo un proyecto museal alternativo en el Perú que se llama
Micromuseo (en realidad soy su chofer, no lo dirijo, lo conduzco) y hacemos muchas cosas.
Una de ellas nos ha impulsado a peregrinar durante años en una zona muy remota de los
Andes peruanos, donde un padre salesiano italiano lleva décadas armando un circuito
impresionante de voluntarios, de jóvenes italianos que van a ayudar. Uno frívolamente en
Latinoamérica piensa que Europa son todas sociedades aseadas -como dice Nelly Richard-,
y que no piensan en nada más que en su próximo orgasmo, pero no, increíblemente allí hay
unos loquitos que se preocupan por la salvación de su alma inmortal, generando escuelas
de artes y oficios, con una ética medieval y una estética tal vez renacentista, tal vez… pero a
mí lo que me interesó mucho en medio de esta consagración oficial del arte como
instrumento de cambio social donde al final no cambia nada, porque termina siendo
integrado al sistema sobre el que vomita -el capital exige artífices que vomiten sobre él
para sentirse purificado y reproducirse con glamour morboso, obsceno, en esa
contradicción vivimos-, es que encontré un arte que sí transformaba y transformaba vidas.
M.M: Hay una tensión dentro de los discursos del arte por quebrar las identidades, como
la de género, o por rescatarlas, como las exposiciones sobre los pueblos originarios. Estas
dos facetas pueden dialogar en el sincretismo, en la contaminación…

G.B: Exactamente, no hay identidad, hay identificaciones. Si uno no entiende eso, no


entiende nada en el trabajo cultural de estos procesos conflictivos que son los de la
gestación y desarrollo de nuestras sociedades. No hay retorno posible a una identidad
originaria porque, incluso en ese escenario inicial, todo es combinación y mezcla, y no se
puede pensar en una religiosidad andina desligada de la impronta cristiana que se refracta
y se metamorfosea y se transforma en una manifestación religiosa distinta, que ya no es
prehispánica, ni tampoco es católica a la manera europea. Entonces, el proceso cultural es
un proceso metabólico: no se trata de negar al otro, sino de devorarlo y transformarlo en
energía propia; eso lo entendieron muy bien los modernistas brasileños con el movimiento
antropófago, pero también lo entendieron muy bien los pobladores andinos que,
confrontados ante esta imposición cultural violenta que fue el cristianismo, terminaron por
incorporarlo y modificarlo.

Ya casi nadie hace casi nada en el mundo del arte que no corresponda a una estrategia

M.M: Volviendo a la Bienal de Venecia, su apuesta fue hacia un proyecto amazónico con el
artista Christian Bendayán, que tiene que ver justamente con el sincretismo cultural.
¿Cómo surgió el proyecto?

G.B: Bueno, como le decía, yo intenté varias veces de terminar radicalmente, o más bien
cortar discretamente, mis amarras con el mundo del arte, pero cada vez que estoy en ese
trance algo sucede que me lo impide. Paradójicamente, en algunos momentos cruciales lo
que sucedió fue que se iniciaron campañas virtuales (usted bien sabe que el mundo del
arte está lleno de disputas ridículas, y ahora magnificadas por ese invento satánico que es
Facebook, que es un instrumento del demonio en el mundo, qué duda cabe) de liquidación
mutua, guerras virtuales que se vuelven demasiado físicas o concretas… entonces uno de
repente sin querer se ve involucrado, se ve en medio del fuego cruzado, y ya no puedes
abandonar la batalla, retirarse y dejar lo que has construido en manos de los vándalos…

M.M: ¿Todo eso fue para no aceptar una derrota?

G.B: Sí, pero más que eso… Usted es muy joven, pero digamos en mi generación, en un país
entonces ultra periférico cómo el Perú, cuando yo tenía 20, 25 años, ¿por qué alguien en el
Perú se iba a involucrar con el arte? O sea, no era para vivir de ello, nadie pensaba que ibas
a vivir del arte, y de la curaduría mucho menos. Entonces, ¿porque uno se metía en el arte?
A ver, primero, obviamente, uno es joven, hormonal y era para seducir y ser seducido, para
enamorar y enamorarse, para cambiar la vida, y si eso no era posible, qué más da,
cambiaremos el mundo. No es tan interesante como cambiar la vida, pero bueno, puede
darte algún estímulo, si no puedes cambiar la vida, cambia al menos el mundo, ¿y si eso no
es posible? Puedes cambiar la decoración de interiores, que tal vez es más importante que
todo lo demás, ese era el eros y el ethos de la praxis artística, incluyendo la curaduría en
una sociedad ultra periférica, occidentalizada pero marginal y disfuncional como el Perú de
finales de los 70-principios de los 80.

Ahora, esto que estoy diciendo suena marciano, suena loco extraterrestre, no tiene ningún
sentido; hoy el arte, la curaduría, es una carrera con maestrías internacionales, con
escalafones, con protocolos, con estrategias. Quizás el libro más brillante sobre el arte que
se haya escrito en los últimos años es el de Pablo Helguera, Manual de estilo del arte
contemporáneo…

M.M: Donde ironiza sobre el circuito del arte…

G.B: Pero lo feroz es que su ironía es súbitamente certera, es decir, ya casi nadie hace casi
nada en el mundo del arte, que no corresponda a una estrategia…

M.M: Esto es cierto, y desalentador…

G.B: Por eso, es desalentador, vimos el ocaso de la condición humana, en dos o tres
generaciones ya no va a haber homo sapiens… quizá para mejor, quien sabe… Entonces,
¿cuál es nuestro deber ético?, ¿cuál es nuestra posibilidad ética? Retirarnos del mundo del
demonio y de la carne, de esta farsa que es el mundo del arte, para devolvernos al arte
como ejercicio espiritual y para dar testimonio de esa gran odisea, de este gran viaje que
fue el fugaz tránsito de lo humano por esta tierra. Y no es desde las instituciones del mundo
arte que esto lo vamos a lograr. Pero siempre algo sucede, te calumnian de la manera más
vil y asquerosa, entonces tienes que mantenerte de alguna manera en el espacio para
reivindicar una posición ética, un ethos. Hay situaciones creativas que necesitan del mundo
del arte para poder dejar una marca o hacer una diferencia, pero las personas
comprometidas con esos procesos requieren de acompañamiento y de ayuda.

Lo de la Bienal de Venecia tenía que ver un poco con lo último, y en el fondo si quieres
saber la verdad, soy un chico fácil, me enamoro, soy enamoradizo, sólo que no me enamoro
de los cuerpos danzantes del mundo del demonio de la carne -me enamoro de la belleza
del arte.

Hay que recuperar la categoría de la belleza, porque finalmente Platón tenía razón: belleza
es verdad, verdad es belleza, al menos en un sentido personal e intransferible. Me enamoré
como en tantas otras ocasiones de la obra que venía perfilando Christian Bendayán, que es
una persona con la que he trabajado mucho. Yo hice una retrospectiva precoz en Lima hace
más de 10 años, y luego traje otra retrospectiva de él acá a Chile, donde nos dieron todo el
museo de arte contemporáneo.

La obra de Christian Bendayán no es sólo un viaje en el río, es el río mismo sobre el cual
muchos otros han viajado

M.M: ¿Me puedes contar de manera más específica sobre el proyecto con Christian
Bendayán?
G.B: Juntémonos en Venecia; podemos hablar frente a las sombras de las obras y le puedo
explicar cosas muy complejas sobre las construcciones del imaginario amazónico, que
desde su fundación es un travestismo, es decir, los conquistadores quisieron leer la otredad
absoluta de la selva tropical desde códigos de mitos clásicos, como por ejemplo las
mujeres guerreras del Amazonas. Es un nombre superpuesto de la manera más delirante y
errónea, pero sobre ese error se construye una cultura, una cultura atrapada en un
sinnúmero de conflictos, pero que desde ese drama y ese trauma ha logrado redefinir el
sentido mismo de lo genésico en el arte.

Christian Bendayán es casi un héroe cultural; lo que ha hecho por recuperar y transformar la
valoración de la amazónico, en el arte en particular, y en la cultura en general en el Perú es
inconmensurable, a través de su obra sin duda, pero también a través de la generosidad
con la que él ha incorporado otras manos, otras sensibilidades de procedencia amazónicas
Y les ha dado un lugar en el mundo.

La obra de Christian Bendayán no es sólo un viaje en el río, es el río mismo sobre el cual
muchos otros han viajado, y cómo puede uno decirle no a la incitación de darle a esa
entrega de vida y de pasión que su trabajo ha implicado un aire nuevo a través de la
oportunidad que surgió de la convocatoria de la Bienal de Venecia. Todo esto es muy loco
porque yo en este trance que algunos consideraban autodestructivo, de retirarme de todo,
había decidido no presentarme a esta convocatoria y continuar divagando errante entre las
montañas.

Pero me llama Christian, me muestra las cosas y me dejé llevar, y vuelvo entonces al
mundo del arte; también con cierta ingenuidad, pensé que puedo cumplir con mi deber de
acompañar estos procesos nobles y ennoblecedores de la vida y del arte sin
contaminarme, porque de todas maneras es un proyecto tan delirante que no tiene
posibilidad alguna de ganar. Entonces, pasé dos semanas sin dormir y tuve que invertir
plata y lo demás en generar el proyecto, como también lo hizo Christian, ya que todo se
decidió sobre la hora, muy al final de la convocatoria, pero es importante perder. Yo
ilusamente aposté a eso con la convicción de que era una apuesta perdida, y por lo tanto
era un gesto de amor hacia esa diferencia erótica que la trayectoria toda de Christian
Bendayán implica en medio del pozo séptico del Thanatos que a veces parece resumir a
cierta escena… pero ¡ganamos!

Es como decía El Padrino: cada vez que quiero salir me vuelven a jalar… Y ahora tengo que
estar lidiando con reglamentos, tengo que hacer mis listas de obras y calcular segundos, y
tengo que escuchar los comentarios más ridículos y falsos en la escena.

Y esta es una propuesta muy erótica, que tiene que ver con el travestismo de lo amazónico,
pero también es un planteamiento arquitectónico. Estamos trabajando las obras en dos
materialidades asociadas a la locura del urbanismo de Iquitos, capital amazónica del Perú,
que es la época del caucho, una época infame, de extremada rentabilidad de un producto
natural que era el caucho obtenido a través de la sobreexplotación esclavista de los
nativos. Hubo un auge económico deslumbrante que hizo de Iquitos un boomtown, como
dicen en Estados Unidos, y en pocos años lo que era un villorrio, casi miserable, se convirtió
en una coqueta ciudad europea a fines del siglo XIX, que se quiso modelar en Lisboa o en
Milán, entonces uno de los rasgos arquitectónicos fue la sobre decoración del
revestimiento de los edificios con azulejos traídos de Europa.

M.M: Como Fitzcarraldo en la película de Herzog…

G.B: Sí, totalmente vinculado con Fitzcarraldo, que propuso llevar la gran ópera a Iquitos,
pero no lo logró, pero sí otros caucheros construyeron la ópera de Manaos, que es la otra
capital del Amazonas de Brasil, y por otro lado otro loco hizo traer una casa industrialmente
fabricada de metal, que se le conoce como la Casa Eiffel, como cursilería porque en
realidad no era de la fábrica de Eiffel, sino de una fábrica rival en Bélgica, y la llevaron por
pedazos y la armaron como un mecano, un lego, una casa de metal bajo el sol inclemente
del trópico. Locura total. Entonces Christian está trabajando imágenes de travestismo
sexual y cultural en técnicas de azulejos y pinturas sobre metal; en fin, estamos jugando
con esta idea, esta fricción entre travestir y revestir. Cuando uno tiene una superficie de
cemento, por ejemplo, y la quiere decorar, le quiere dar un acabado más aparente entre
comillas, la revistes, la puedes vestir de madera o de azulejos, entonces hay toda una
reflexión sobre el revestimiento no sólo del cuerpo humano, sino también del cuerpo
cultural y arquitectónico… es un tema muy denso. Hay un trabajo de archivo de fotografía
histórica de la Amazonia del periodo del caucho… en realidad es un trabajo de Hércules, una
labor interminable…

M.M: Todo esto rompe con estereotipos relacionados a ciertos lugares como la Amazonia
o cierto indigenismo…

G.B: De hecho, estamos trabajando una imagen de la Amazonia que tradicionalmente ha


sido evitada en la historia del arte, que es la selva urbana, con un solo antecedente:
Christian Bendayán, que es el primero y quizá el único de los pintores amazónicos que ha
trabajado la selva como ciudad, o la ciudad en la selva, incluyendo la ciudad física y la
ciudad humana. Él trabaja mucho con modelos travestis, está muy vinculado con la
comunidad LGTB de Iquitos, y esto le da otra capa o una densidad adicional de sentido, de
significado, pero también de significantes a su labor. Con una cosa así, ¡cómo uno se va a
negar a participar!. Si Ulises, con toda sabiduría, no hubiese hecho que sus compañeros lo
atasen al mástil para poder escuchar los cantos de sirena sin que su impulso incontrolable
de arrojarse a los brazos de las sirenas pudiese concretarse, él hubiese perecido en esa
seducción…

Imagen destacada: Gustavo Buntinx por Cyril Pérez. Cortesía: MAVI

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Mariagrazia Muscatello
Crítica de arte, Licenciada en Filosofía por la Universidad de Parma
(Italia), Magister en Comunicación y Crítica de Arte (Gerona-España). Ha
sido responsable de prensa para la firma de diseño industrial Kartell en
Milán, y asistente editorial para Gustavo Gili, en Barcelona. Ha
publicado para diversos catálogos y revistas nacionales e
internacionales, como “Flash Art”, “Artribune” y “Etapes”, entre otras.
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